Artículo Prueba Pericial
Artículo Prueba Pericial
Artículo Prueba Pericial
Introducción
Hoy en día, la gran atención al problema de las relaciones entre Ciencia y Dere-
cho se ha convertido en preocupación por el uso que de la Ciencia se puede hacer
en un proceso (Santosuosso y Redi, 2004a; Santosuosso y Redi, 2004b).
Desde siempre los jueces han utilizado nociones científicas para interpretar y re-
construir los acontecimientos (Santosuosso y Redi, 2004a). Sin embargo, el progre-
so científico-tecnológico de las últimas décadas ha hecho que los tribunales inter-
vengan más a menudo en disputas relacionadas con la aplicación de procedimientos
científicos en ámbito legal (Santosuosso y Redi, 2004a; Santosuosso y Redi, 2004b;
Dixon y Gill, 2002; Beecher-Monas, 1998; Grove y Barden, 1999).
Como casi siempre ocurre, la realidad está bastante lejos del mito y surgen mu-
chas dudas sobre las modalidades de adquisición de los conocimientos científicos
en el desarrollo del proceso.
Delante de esta complejidad de relaciones, dos preguntas se imponen de forma
contundente: ¿Saben los jueces cómo trabajan los científicos en sus laboratorios?
¿Y los científicos tienen alguna idea de cómo los tribunales opinan sobre casos
relacionados con las Ciencia Forenses?
En Europa, cada país funciona todavía de forma autónoma y sólo unos pocos
grupos de trabajo han alcanzado el consenso sobre la mejor forma de interpretar la
evidencia científica ante los tribunales (Santosuosso y Redi, 2004a; Santosuosso y
Redi, 2004b; Gatowski et al., 2001; Champod y Vuille , 2011).
En España, son temas muy actuales los errores cometidos en casos reales, la au-
sencia de un marco científico sólido y la incoherencia en la comunicación de los
resultados. Y mientras que algunas técnicas, como el ADN, han sido científicamen-
te verificadas desde el principio, muchos otros métodos se encuentran todavía en
fase de estandarización (Santosuosso y Redi, 2004a).
Donde más incertidumbre se genera, es con respecto al uso del informe pericial
en el procedimiento judicial: el experto es llamado a declarar para explicar cuida-
dosamente las metodologías relacionadas con su examen pericial y para que el juez,
a la luz de las pruebas e informaciones disponibles, pueda admitir o no los hechos
alegados por los peritos. Es principalmente en este momento cuando los análisis
científicos adquieren una importancia real de cara a la justicia.
El ordenamiento jurídico Español establece y regula la definición y valoración
del informe pericial en el ámbito policial y judicial.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2013, núm. 15-19, p. 19:1-19:14 − ISSN 1695-0194
La prueba pericial y su valoración en el ámbito judicial español 19: 3
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2013, núm. 15-19, p. 19:1-19:14 − ISSN 1695-0194
La prueba pericial y su valoración en el ámbito judicial español 19: 5
Discusión
El informe pericial se configura así como un medio de carácter científico me-
diante el cual se pretende lograr que el juez pueda apreciar y valorar unos hechos
que ya han sido aportados al proceso por otros medios probatorios. El juez, de esa
forma, tendrá conocimiento de su significación, siempre y cuando tales conoci-
mientos sean útiles, provechosos u oportunos para comprobar algún hecho contro-
vertido (Pardo-Iranzo, 2008).
En definitiva, mediante la pericia, se trata de explicar una realidad que, por no
ser obvia, necesita la interpretación del perito, la contradicción de las partes y
finalmente la valoración del juez.
La jurisprudencia norteamericana
La prueba pericial científica debe realizarse respetando las garantías del debido
proceso y el ejercicio pleno y eficaz del derecho de defensa.
La Ley Española de Enjuiciamiento Criminal prevé que tanto la acusación como
la defensa nombren peritos (artículos 456 a 485). Las partes deben tener oportuni-
dad de controlar la idoneidad de los peritos, los antecedentes de los mismos, la
calidad de los análisis estadísticos, la fiabilidad de los resultados, y el método
empleado para la realización del dictamen.
Sin embargo, el reconocimiento del derecho de las partes a que sean admitidas
las pruebas relevantes de los hechos se convertiría en una garantía ilusoria si no se
asegurara el efecto de la actividad probatoria, es decir, la valoración de las pruebas
por parte del juez. Es el juez quien, analizando ambos informes y con base en
cuestiones objetivas, puede interpretar y valorar cuál de ellos genera mayor convic-
ción.
En España, a diferencia de otros países, no existe ningún estándar de admisibili-
dad de la prueba pericial. En el caso de una controversia en torno al grado de fiabi-
lidad de una nueva técnica, tanto los jueces como los especialistas se encuentran
desorientados. Los primeros, porque desconocen, en la mayoría de los casos, las
características de esa nueva técnica. Los segundos, porque no saben cuáles son las
referencias a las que tienen que atenerse para justificar el uso de esa técnica (Pardo-
Iranzo, 2009).
Lo sucedido en el “caso Bretón” ha servido para aprender a valorar la importan-
cia de los protocolos de análisis y de los métodos empleados en cada pericia cientí-
fica. Se ha demostrado que es imprescindible recoger, estudiar, y publicar toda la
información necesaria para que tanto el juez como las partes conozcan cuál es la
metodología utilizada, su fiabilidad, la existencia de otras técnicas o de estudios
discrepantes en la comunidad científica (Floris et al., 2003; Harrington et al., 2003).
En este sentido, uno de los casos más debatido de los últimos años viene de los
EEUU. Este caso representa un referente absoluto en el derecho norteamericano
con importantes repercusiones en los diferentes sistemas jurídicos. En él, hace ya
veinte años, gran parte del contexto problemático científico se trasladó al ámbito
del derecho.
En 1993, en el juicio de Daubert v. Merrel Dow Farmaceuticals Inc., el magis-
trado Harry Blackmun, al examinar una demanda por daños causados a un neonato
porque su madre ingirió durante la gestación un determinado fármaco (Bendectin),
estableció una serie de criterios para valorar la admisibilidad de las pruebas cientí-
ficas en el proceso penal. Los criterios son los siguientes: a) la controlabilidad y
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2013, núm. 15-19, p. 19:1-19:14 − ISSN 1695-0194
La prueba pericial y su valoración en el ámbito judicial español 19: 7
llegar a una conclusión acerca de la existencia de los hechos alegados por las partes
(Seoane Spielgeberg, 2007). Sin embargo, en España no existen reglas legales de
valoración y los jueces interpretan y valoran todavía la prueba según “los principios
de la sana crítica”, establecidos por el art. 348 de la Ley de Enjuiciamiento Civil
(LEC) (Montero Aroca, 2006).
La expresión “los principios de la sana crítica” fue introducida por primera vez
en la LEC de 1885 (art. 317) y ha sido exportada a otros Códigos Procesales Civi-
les. Con antecedentes en el Reglamento del Consejo Real (arts. 147 y 148), ha sido
recogida tanto en la LEC de 1881 (arts. 632 y 659) como en la vigente LEC. En
acuerdo a esta reiterada jurisprudencia, no representan normas legales ni aparecen
definidas en texto normativo alguno (Montero Aroca et al., 2000).
Ante un concepto jurídico tan indeterminado, como el de “la sana crítica”, que
nunca ha sido realmente fijado ni por el legislador ni por el Tribunal Supremo, los
jueces han quedado sin conocimientos para valorar adecuadamente cuestiones
científicas o técnicas (Hernández García, 2004).
Sin embargo, aunque la valoración de la prueba de tipo científico pueda conside-
rarse limitada, ya que los jueces y también, normalmente, las partes no cuentan con
elementos para apreciar la corrección de los métodos empleados o de los resultados
obtenidos, la ley actual permite en cierto sentido controlar algunos parámetros
relacionados con la forma de producción de la prueba.
Por ejemplo, el precepto contenido en el art. 478 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal (LECrim) puede representar un primer auxilio para una correcta valora-
ción de la prueba pericial. Este precepto establece que el informe pericial compren-
derá en su cuatro apartados: 1) la descripción de la persona o cosa que sea objeto
del mismo, en el estado o modo en que se halle; 2) una relación detallada de todas
las operaciones practicadas por los peritos y de sus resultados, extendida y autori-
zada en la misma forma que la anterior; 3) las conclusiones que en vista de tales
datos formulen los peritos, conforme a los principios y reglas de su ciencia o arte.
En estos supuestos, el perito debe presentar el resultado de forma que pueda ser
correctamente interpretado por la autoridad judicial peticionaria del informe. Según
el artículo 478, apartado 2º, por tanto, el resultado de los análisis no puede ser,
salvo razones que lo justifiquen, omitido o sobreentendido. No es banal este co-
mentario porque en dactiloscopia, por ejemplo, suele ser frecuente que los peritos
informen al juez que el cotejo ha sido positivo, negativo o inconcluso sin que en el
informe pericial se aporten los datos que avalen las conclusiones del cotejo. El
apartado 3º del artículo mencionado de la Ley de Enjuiciamiento Criminal dice que
el informe pericial comprenderá, si fuera posible, las conclusiones que en vista de
tales datos formulen los peritos. Las conclusiones pueden recoger resultados, inter-
pretaciones de esos resultados, explicaciones e incluso comentarios que los peritos
necesiten realizar.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2013, núm. 15-19, p. 19:1-19:14 − ISSN 1695-0194
La prueba pericial y su valoración en el ámbito judicial español 19: 9
Exigencias de renovación
En primer lugar, para desarrollar una buena hoja de ruta, es fundamental el asun-
to de la formación y preparación de los expertos involucrados.
Esto introduce la cuestión de la relevancia probatoria del conocimiento personal
que el juez pueda tener de una determinada materia. Si la prueba aportada se ha de
valorar, como se ha dicho anteriormente, según “los principios de la sana crítica”,
desde luego que podrá llevarse a cabo una mejor sana crítica desde el conocimiento
de la materia, el estudio y la cualificación.
En segundo lugar, los responsables policiales deben seleccionar cuidadosamente
los perfiles académicos de sus expertos para que haya una continuidad de trabajo y
conocimiento. Para eso, los expertos deben ajustar su conocimiento y práctica
profesional a los nuevos avances científicos. Además, es necesario que los centros
e institutos universitarios colaboren con el sistema de administración de justicia,
complementen su actividad con la de los institutos nacionales especializados, y se
encuentren a disposición de las partes y de los jueces, proporcionando recursos
materiales y humanos que puedan servir a las causas penales (Royo-Villanova
Morales, 1996; Lucena Molina et al., 2012).
Todo esto en el marco de una renovación y actualización de la normativa rela-
cionada con la prueba pericial.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2013, núm. 15-19, p. 19:1-19:14 − ISSN 1695-0194
La prueba pericial y su valoración en el ámbito judicial español 19: 11
Conclusiones
El tema de la admisibilidad y valoración de la prueba está recibiendo últimamen-
te una atención especial por parte de juristas y científicos. Se quiere fijar su rele-
vancia en el proceso penal conforme a criterios explícitos que disipen cualquier
sombra de arbitrariedad.
La prueba pericial es una actividad compleja que, a menudo, por estar basada en
datos con un fuerte fundamento científico, aparece impregnada de infalibilidad. Sin
embargo, esta certeza entraña un peligro, ya que puede propiciar la convicción de
que las decisiones probatorias apoyadas en pruebas científicas se consideren irrefu-
tables, impidiendo al juez hacer un especial esfuerzo por fundar racionalmente la
decisión.
Es cierto que las pruebas científicas han incrementado las posibilidades de ave-
riguar la verdad, pero su valor en el proceso depende de otras circunstancias. La
primera es que el perito comunique al juez, en los términos más rigurosos y claros
posibles, el margen de incertidumbre del informe que emite. No obstante, segunda
circunstancia, es al juez a quien corresponde verificar, sin influencia de criterio
extra-científicos, la validez de las pruebas y atribuirles un valor en la decisión que
debe adoptar.
Para eso se considera obligatoria una cierta formación y especialización en la
materia tanto del experto como del juez, y la renovación de un régimen jurídico
como la Ley de Enjuiciamiento Criminal que, pese a algunas actualizaciones, sigue
todavía anclado a los avances científicos del siglo XIX. Según el actual Presidente
del Tribunal Supremo de Aragón: “[…] En España, quedan por fijar los criterios de
lógica en la valoración de la prueba y, especialmente, de otros conocimientos cien-
tíficos y técnicos no jurídicos, terreno en el que los jueces estamos todavía en
mantillas”.
BIBLIOGRAFÍA
1. Santosuosso, A. & Redi, C.A. (2004a). The need for scientists and judges to work
together. Regarding a European network. En A. Santosuosso, G. Gennari, S. Garagna,
M. Zuccotti & C.A. Redi (Eds.), Science, law and the courts in Europe. Pavia: Collegio
Ghisleri, Ibis.
2. Santosuosso, A. & Redi, C.A. (2004b). Science, Law and the courts in Europe. Intro-
duction. En A. Santosuosso, G. Gennari, S. Garagna, M. Zuccotti & C.A. Redi (Eds.),
Science, law and the courts in Europe. Pavia: Collegio Ghisleri, Ibis.
3. Dixon, L. & Gill, B. (2002). Changes in the standards for admitting expert evidence in
federal civil cases since the Daubert decision. Psychology, Public Policy and Law, 8,
251–308.
4. Beecher-Monas, E. (1998). Blinded by science: how judges avoid the science in scien-
tific evidence. Temple Law Review, 71, 55–102.
5. Grove, W.M. & Barden, R.C. (1999). Protecting the integrity of the legal system: the
admissibility of testimony from mental health experts under Daubert/Kumho analyses.
Psychology, Public Policy and Law, 5(1), 224–242.
6. Gatowski, S.I., Dobbin, S.A., Richardson, J.T., Ginsburg, G.P., Merlino, M.L. & Dahir,
V. (2001). Asking the gatekeepers: a national survey of judge on judging expert evi-
dence in a post-Daubert world. Law and Human Behavior, 25, 433-458.
7. Champod, C. & Vuille, J. (2011). Scientific Evidence in Europe - Admissibility, Evalu-
ation and Equality of Arms. International Commentary on Evidence, 9(1), 1-68.
8. Cortes Domínguez, V. & Moreno Catena, V. (2008). Derecho Procesal Penal. Valencia:
Tirant Lo Blanch.
9. Pardo-Iranzo, V. (2008). La prueba documental en el proceso penal. Valencia: Tirant Lo
Blanch.
10. Stalteri, M. (1993). Genetica e processo: la prova del “DNA fingerprint”. Problemi e
tendenze. Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, 1, 189.
11. Martínez Jarreta, M.B. (1999). La prueba del ADN en Medicina Forense. La Genética
al servicio de la ley en el análisis de indicios criminales y en la investigación biológica
de la paternidad. Barcelona: Masson.
12. Núñez Domingo, C., Baeta Bafalluy M. & Martínez Jarreta, M.B. (2007). Restos
biológicos de interés forense: extracción de AND a partir de muestras complejas. Ar-
chivos de la Facultad de Medicina de Zaragoza, 47(3), 72-75.
13. Centonze, F. (2001). Scienza spazzatura e scienza corrotta nelle attestazioni e valuta-
zioni dei consulenti tecnici nel processo penale. Rivista Italiana di Diritto e Procedura
Penale, 44(4), 1232-1274.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2013, núm. 15-19, p. 19:1-19:14 − ISSN 1695-0194
La prueba pericial y su valoración en el ámbito judicial español 19: 13
14. Pérez Gil, J. (2010). El conocimiento científico en el Proceso Civil: Ciencia y Tecno-
logía en tela de juicio. Valencia: Tirant Lo Blanch.
15. Moriarty, J.C. & Saks, M.J. (2006). Forensic science: grand goals, tragic flaws and
judicial gatekeeping. Judges Journal, 44, 16–33.
16. Gianelli, P.C. (2008). Forensic science: under the microscope. Ohio Northern Univer-
sity Law Review, 34, 315–40.
17. Moenssens, A.A., Henderson, C.E. & Portwood, S.G. (2007). Scientific evidence in
civil and criminal cases, 5th ed. New York, NY: Foundation Press Thomson/West.
18. Azagra Malo, A. (2007). La tragedia del amianto y el derecho español. Barcelona:
Atelier.
19. Parra Lucán, M.A. (2006). La responsabilidad civil por productos y servicios defec-
tuosos. Responsabilidad civil del fabricante y de los profesionales. En L.F. Reglero
Campos (Ed.), Del Tratado de responsabilidad Civil. Madrid: Thomson-Aranzadi.
20. Ramos González, S. (2004). Responsabilidad civil por medicamento. Defectos de
fabricación, de diseño y en las advertencias o instrucciones. Madrid: Thomson-Civitas.
21. Moreno, J.A. (2003). Einstein on the bench? Exposing what judges do not know about
science and using child abuse cases to improve how courts evaluate scientific evidence.
Ohio State Law Journal, 64, 531–544.
22. Bruno, A.W. & Moore, J.L. (2005). The concepts of bias, precision and accuracy, and
their use in testing the performance of species richness estimators, with a literature re-
view of estimator performance. Ecography, 28, 815–829.
23. Williams, B.A. & Rogers, T.L. (2006). Evaluating the accuracy and precision of
cranial morphological traits for sex determination. Journal of Forensic Sciences, 51(4),
729–735.
24. Floris, B., Prakken, H., Reed, C. & Walton, D. (2003). Towards a formal account of
reasoning about evidence, argument schemes and generalizations. Artificial Intelli-
gence & Law, 11, 125–165.
25. Harrington, R.J., Swift, B. & Huffine, E.F. (2003). Introducing Daubert to the Balkans
(Abstract). Proceedings of the American Academy of Forensic Sciences, 9, 246–247.
26. Eckert, W.G. & Wright, R.K. (1997). Scientific evidence in court. In W.G. Eckert
(Ed.), Introduction to forensic sciences. 2nd ed. New York: CRC Press.
27. Daubert v. Merrell Dow Pharmaceuticals, Inc., 509 U.S. 57; 1993.
28. Jonakait, R.N. (1993). The meaning of Daubert and what that means for forensic
Science. Cardozo Law Review, 15, 2103–2118.
29. Fradella, H.F., O’Neill, L. & Fogarty, A. (2003). The impact of Daubert on Forensic
Science. Pepperdine Law Review, 31, 323–362.
30. Taruffo, M. (2005). Conocimiento científico y estándares de prueba judicial. Jueces
para la Democracia, 52, 63-64.
31. Gilbert, N. (2010). DNA Identity’s crisis. Nature, 464, 247-248.
32. Seoane Spielgeberg, J.L. (2007). La Prueba en la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000.
Disposiciones Generales y Presunciones, 2ª ed. Navarra: Aranzadi.
33. Montero Aroca, J. (2006). La valoración de la prueba como garantía en el proceso
civil. Actas del III Congreso Panameño de Derecho Procesal. Instituto Colombo Pana-
meño de Derecho Procesal.
34. Montero Aroca, J., Gómez Colomer, J.L. & Montón Redondo, A. (2000). El nuevo
proceso civil. Madrid: Tirant Lo Blanch.
35. Hernández García, J. (2004). Judges and Science. Some thoughts on Spanish experi-
ence. En A. Santosuosso, G. Gennari, S. Garagna, M. Zuccotti & C.A. Redi (Eds.), Sci-
ence, law and the courts in Europe. Pavia: Collegio Ghisleri, Ibis.
36. Taruffo, M. (2002). La prueba de los hechos. Madrid: Editorial Trotta.
37. González Lagier, D. (2003). Hechos y argumentos (racionalidad epistemológica y
prueba de los hechos en el proceso penal). Jueces para la Democracia, Información y
Debate, 47, 35-52.
38. Ferrán Beltrán, J. (2003). Derecho a la prueba y racionalidad de las decisiones. Jueces
para la Democracia, Información y Debate, 47, 27-34.
39. Royo-Villanova Morales, R. (1996). El Divismo pericial en Medicina Forense. Revista
Española de Medicina Legal, 20(76/77), 11-16.
40. Lucena Molina, J.J., Pardo Iranzo, V. & González Rodríguez, J. (2012). Weakening
Forensic Science in Spain: from expert evidence to documentary evidence. Journal of
Forensic Sciences, 57(4), 952-963.
AGRADECIMIENTOS
A la Doctora Marica De Luca por su apoyo documental.
Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. 2013, núm. 15-19, p. 19:1-19:14 − ISSN 1695-0194