Phantom PDF
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Aclaración
Sinopsis
Playlist
Nota de la autora
Advertencia
Trastorno bipolar
Dedicatoria
Epígrafe
Prólogo
Obertura
Acto 1
Escena 1
Escena 2
Escena 3
Escena 4
Escena 5
Escena 6
Escena 7
Escena 8
Escena 9
Acto 2
Escena 10
Escena 11
Escena 12
Escena 13
Escena 14
Entrada
Escena 15
Acto 3
Escena 16
Escena 17
Escena 18
Escena 19
Escena 20
Escena 21
Escena 22
Escena 23
Escena 24
Escena 25
Acto 4
Escena 26
Escena 27
Escena 28
Escena 29
Escena 30
Escena 31
Escena 32
Reprise
Epílogo
Todo sobre Greer
Este trabajo es de fans para fans, ningún participante de ese
proyecto ha recibido remuneración alguna. Por favor comparte
en privado y no acudas a las fuentes oficiales de las autoras a
solicitar las traducciones de fans, ni mucho menos nombres a
los foros o a las fuentes de donde provienen estos trabajos.
Gastón Leroux
El Fantasma de la Ópera
HACE UN AÑO
loto sobre las notas musicales que cuelgan en el aire. Cada una de
ellas es ruidosa y contundente mientras todas bailan desde las
puertas abiertas de los bares de la calle Bourbon. Cuando giro, puedo
captar las notas altas y cantarlas a todo pulmón.
Los tempos son versiones más lentas de lo que estoy acostumbrada. Pero
todo es muy lento ahora.
Incluso las risas a mi alrededor suenan con lentitud, luchando con la radio
de animado jazz que empezó a zumbar en mi cabeza desde hace una semana.
Todas las palabras, ritmos y melodías se mezclan. Las de mi cabeza chocan
con las de la calle. No estoy segura de cuál estoy escuchando más fuerte en
este momento. Todas se mezclan en una dura cacofonía.
Dejo de girar y saco la lengua, preguntándome si seré capaz de saborear el
aroma al azúcar en polvo que desprende el Café Beignet, a pesar de estar a
unas cuantas manzanas de distancia.
—Sácala de aquí, Jaime.
Me detengo vacilando y me doy la vuelta para enfrentarme a la voz que
retumba en voz baja, pero que aún puede oírse por encima de todo el caos que
hay en mi mente y a su alrededor. Se me eriza el vello de la nuca y me hace
temblar mientras coloco mis largos rizos negros detrás de la oreja.
Pero cuando giro hacia el bajo profundo, no encuentro al dueño, solo a mi
mejor amigo, Jaime. Mi pobre amigo se muerde las uñas y mira a nuestro
alrededor. El cansancio y la derrota apagan sus ojos marrones, normalmente
vibrantes.
—¿Qué pasa? —pregunto, solo que mi voz sale extraña. Me cuesta volver a
intentarlo para darme cuenta que mi lengua sigue afuera. La enrollo
nuevamente en mi boca como un camaleón y me río.
Jaime solo maldice en español en voz baja, con aspecto más derrotado que
nunca.
—Está enferma, hombre. Lo veo en sus ojos, como dijiste.
¿Con quién está hablando?
La confusión intenta filtrarse a través de la niebla de mi mente, pero la alejo
físicamente.
—No eres divertido.
—Tenemos que irnos, Scarlett —responde Jaime con una sonrisa
tambaleante, obviamente tratando de poner cara de tonto para distraerme
mientras agita mis tacones—. Vamos a ponerte tus Manolos de imitación.
Piso el suelo sucio con las puntas de los pies y gimoteo:
—Pero me duelen.
—Qué pena, chica. Te dije que no los usaras en el barrio, pero no me hiciste
caso, así que aquí estamos. O te los vuelves a poner o tendré que llevarte en
brazos. Pero date prisa. Los policías ya están pensando que eres una loca.
—Bueno, eso es grosero...
Se acerca a mí mientras hago un mohín, pero me alejo, ágil sobre mis pies
descalzos.
—¡De ninguna manera, Jai-me! ¡Jai-me! Jai-meeeee —digo su nombre con
una melodía desafinada y mantengo los ojos bien abiertos para encontrar una
cita para mi amigo y que por fin se anime esta noche. Un chico superguapo,
bajito y con aspecto de turista universitario pasa en el momento perfecto y le
agarro la mano.
—¡Ven aquí! Mi mejor amigo del mundo entero necesita desesperadamente
echar un polvo. Él no es divertido cuando no ha conseguido una buena polla
en un tiempo.
—No jodas, Scarlett. —Me arrebata la mano del otro tipo y me rodea el
hombro con su brazo, manteniéndome pegada a su lado—. Por supuesto que
encontrarías al tipo más sexy de la calle Bourbon justo cuando tengo que
sacarte de aquí. ¿Dónde demonios está esa energía de mujer alada cuando
realmente la necesito?
—Toda la diversión que había en mí murió con mi padre. —Se me escapa
una risa aguda, aunque un dolor agudo y punzante en el pecho intenta
atravesar mi euforia.
—Mierda, Scarlo, lo siento...
—¡Nop! —salgo rodando debajo de su brazo y empujo mi mano hacia su
cara de disculpa—. No, no, no. ¡No más tristeza! Ya hice todo eso. ¡No pude
salir de la cama durante un mes y ahora me siento libre! Voy a volar... bailar...
no, ¡espera! —Apunto con el dedo al cartel luminoso más cercano—. ¡Vamos
a tomar algo!
—Te has gastado todo el dinero en menos de veinticuatro horas, Scarlo.
Estás quebrada.
Mi labio inferior se asoma.
—¿Por favor? ¿precioso, precioso, precioso por favor? Te lo devolveré, lo
juro.
—¡Domínguez! —Vuelve a gritar esa voz sexy y malhumorada entre
nosotros—. Estoy en camino. No la pierdas de vista.
Intento fingir que no lo oigo porque no estoy segura que sea otra frecuencia
que se une a la radio de jazz en mi cerebro, hasta que me doy cuenta que Jaime
tiene a alguien en el altavoz.
Hace una mueca y se pone el teléfono en la oreja justo cuando un DJ móvil
rueda con un carrito por el centro de la calle Bourbon. Chillo y aplaudo como
una de esas cajas de música con platillos. Sin volver a mirar a mi amiga Debbie
Downer, me pierdo entre la multitud que baila y gira con el DJ.
Guapos chicos se asoman por la barandilla del balcón que hay sobre mí,
exigiendo verme las tetas. Suelto una carcajada y me arranco el nuevo top
negro de encaje transparente que me han prestado hoy en una boutique de la
calle Royal cuando me he dado cuenta que me he gastado todo el dinero del
subsidio. Enrollando mi brazo hacia atrás, se lo lanzo y me alegro cuando se
pelean por él, haciéndolo pedazos. Todavía estoy cubierta por mi sujetador
negro, pero a los chicos no les importa. De todos modos, el cielo hace llover
cuentas sobre mí. Intento atraparlas todas, pero acabo tropezando y cayendo
sobre las bolas de plástico en el asqueroso pavimento, aterrizando de rodillas.
Una carcajada sale de mí, hasta que una sensación de escozor pica mi piel. Mis
rizos negros se caen sobre mis ojos y los retiro para ver mejor.
—Oh no... —Jadeo en silencio al ver los pequeños fragmentos de vidrio
incrustados en mis rótulas.
No pasa nada. Realmente no lo siento. Soy invencible. Un poco de vidrio
no duele, y cualquier dolor que sienta por dentro -o por fuera- desaparecerá
en cuanto empiece a beber por fin.
Jaime accedió a regañadientes a ir a la calle Bourbon para bailar mi energía
inquieta, pero desde que pisamos el club, no ha hecho más que aguantarse y
tratar de arrastrarme de vuelta a los dormitorios del Conservatorio de Música
Bordeaux.
La escuela y la Nueva Ópera Francesa ocupan toda la manzana que va de
Toulouse a St. Louis y de Dauphine a Bourbon. No hemos llegado muy lejos.
Diablos, apuesto a que, si me esforzara lo suficiente, podría lanzar una de mis
nuevas perlas y golpear una ventana de la esquina.
Por muy divertido que suene, decido no hacerlo, no queriendo arriesgar
recordarle a Jaime que podría, literalmente, echarme al hombro y llevarme de
vuelta, sin problemas.
Un gran suspiro procedente de lo más profundo de mis pulmones hace que
mis hombros desnudos se hundan en el pegajoso aire de la noche estival. Con
la exhalación llega una enorme ola de agotamiento que casi me hace caer al
suelo.
Pero lucho contra ello. Llevo cuatro días seguidos luchando. No dormir
significa no tener pesadillas. Sin pesadillas significa solo Scarlett feliz. Lo
descubrí hace apenas una semana y ha sido mágico, sacándome de mi
abatimiento en poco tiempo.
Para combatir las ganas de cerrar los ojos, me concentro en la bonita luz
estroboscópica que brilla desde lo alto del bar que tengo delante. Centellea en
el cielo de medianoche, haciendo que las estrellas brillen magníficamente con
el caleidoscopio de colores.
Me recuesto con los codos apoyados en la acera elevada y me pongo
cómoda, ignorando el trozo de bulto que me impide enderezar la pierna del
todo y tiene la audacia de intentar arruinar este momento. Un alboroto detrás
de mí rompe mi concentración cuando estoy a punto de situarme, y soy
brutalmente jalada hacia arriba por ambos brazos.
—¡Oye! ¡Suéltame!
—Señorita, tiene derecho a permanecer en silencio...
Dos sexys policías de Nueva Orleans me leen mis derechos mientras me
llevan a un todoterreno policial aparcado en la esquina de la calle Bourbon
con Toulouse, justo a la salida de la Nueva Ópera Francesa.
—¡Fuck (Mierda)! —Jaime maldice desde algún lugar detrás de nosotros y
mis ojos se abren de par en par. Mi mejor amigo de Nueva Orleans nunca
maldice en otra lengua que no sea el español, el francés o su combinación
personal de spanglench1. No, a menos que la mierda sea realmente un
problema.
—Deje de pelear con nosotros, señorita, o tendremos que electrocutarla.
—¡Suélteme y dejaré de pelear! —grito y pataleo—. ¡Jaime! ¡Ayuda!
—Es una estudiante de primer año en el Conservatorio Bordeaux. Su
dormitorio está justo detrás de mí. Puedo llevarla a casa. —Ofrece Jaime, que
por fin nos ha alcanzado.
—No se puede. A estas alturas se está haciendo daño y ya hemos hecho la
detención mientras nos gritaba.
—¿Por qué la arrestan?
La gente se queda boquiabierta y yo los fulmino con la mirada. Solo se ríen
como respuesta.
Imbéciles.
—Borrachera en público y alteración del orden público. Normalmente
dejamos pasar ese tipo de delitos en el barrio, pero ella está fuera de control,
señor. Al menos tenemos que meterla en la celda de los borrachos por su
propio bien.
—¿Borracha? —me burlo, intentando escapar de su agarre, pero los policías
aprietan más mi bíceps—. ¡Ni siquiera he bebido nada!
—Sí, malditamente correcto — refunfuña uno de ellos—. Vamos a ver qué
dice el alcoholímetro en la comisaría, cariño. Todavía te tenemos por
alteración del orden público.
Le respondo con un gruñido al policía, pero me detengo cuando Jaime me
lanza una mirada mordaz y articula silenciosamente “cállate".
—En realidad está diciendo la verdad —responde en voz alta—. No sé qué
le pasa, pero necesita ayuda, no la cárcel. ¿Puede ayudarla? —Guarda su
teléfono en el bolsillo y se pasa ambas manos por su espeso y oscuro cabello
negro, desordenando su peinado.
Ma muse,
Has estado magnífica esta noche. Enhorabuena por tu debut. Los focos son
tenues comparados con tu resplandor. Envidio la luz que te toca. Me hace
cuestionar el permanecer en la oscuridad.
Tú me verras bientôt,
l ensayo de esta noche está cerrado al público. Por suerte, ser dueño
del edificio tiene sus ventajas.
Monty se muere por saber si el Fantasma del Barrio Francés es
real y quién lo chantajea. He oído que está convencido que el Fantasma
asistirá a los ensayos, así que, en teoría, podría arriesgar mi anonimato al
presentarme. Pero además de permanecer en las sombras de mi palco, he
tomado otras medidas para ocultar mi identidad.
Todos los palcos del teatro están cerrados con llave, pero he colocado a uno
de mis hombres en esta planta como seguridad para evitar que alguien intente
entrar. Otro está a cargo de la iluminación y el sonido en la cabina de control
para que las luces nunca se oscurezcan lo suficiente como para revelarme a
los que están en el escenario. Por no mencionar que cuando Madam G dejó mi
Sazerac, utilizó la misma escalera oculta que yo para viajar por los túneles
desde el bar clandestino.
Junto con el acto de humo y espejos, tengo un truco más bajo la manga para
asegurar que Monty se comporte. El Fantasma atacará esta noche, por lo que
mi aparición debe pasar desapercibida.
Aunque Ben no apruebe mi diversión, tengo motivos altruistas para acosar
al director. Hace unas semanas, había estado navegando por los antiguos
túneles de la Prohibición cuando oí unas rítmicas bofetadas y el falso orgasmo
de la soprano pelirroja, digno de un premio Tony, a través de las paredes de
su despacho.
Es un profesor y director de teatro que se folla a un alumna de la escuela
de mi familia. Quería matarlo en ese momento por la falta de respeto, pero
aún no conocía el alcance de las circunstancias. Tal vez era una participante
más entusiasta de lo que parecía.
Pero después que Jilliana obtuviera el papel principal a pesar de su
horrenda audición, supe que algo estaba mal. Ahora que he hablado con mis
sombras que hacen de tramoyistas, está claro que Monty se está
aprovechando de la joven. Mi plan de acción tomó un giro más deliberado
anoche, empezando por su carta.
Amenazar a Monty ha asegurado a Scarlett el lugar que le corresponde
como Marguerite, el papel femenino principal, pero según la actuación que
escuché de camino a la residencia de mi musa esta tarde, todavía no ha
apartado sus asquerosas manos de la soprano pelirroja.
No había tenido el tiempo, ni la preparación, para castigarlo entonces, así
que había retomado mi rumbo, prometiendo en silencio a mi objetivo que
terminaría mi asunto con él esta noche. En ese momento, era más importante
para mí visitar el dormitorio vacío de Scarlett para tratar de encontrar su
medicación y cualquier información sobre por qué se fue con Rand.
Si mi segundo al mando lo consigue, debería obtener más respuestas en ese
frente en breve. Mi impaciencia y mis nervios corren por mis venas mientras
espero, desencadenando tendencias inquietas que ni siquiera sabía que
poseía, y ahora no consigo que mi rodilla deje de rebotar.
Intentando concentrarme en el ensayo, estudio a Jilliana mientras se adapta
a su nuevo papel secundario. Está repasando su parte individualmente en este
momento, al igual que Scarlett está programada para hacer después.
Inclino la cabeza sobre la barandilla para ver a Monty ignorando a Jilliana,
como si fingir que no existe borrara el hecho que se la ha follado hace solo
unas horas. Mientras tanto, Maggie se está matando, trabajando entre
bastidores, lo que resulta perfecto para mi plan. Solo tengo que esperar el
momento adecuado.
La puerta falsa de la columna frente a mí se abre ligeramente, dejando que
la forma ágil de Sabine se deslice dentro. Su característico traje negro y su
máscara de fuego la hacen casi tan aterradora como yo. No se sienta, siempre
prefiere una postura preparada.
—¿Qué sabes? —pregunto, inclinándome hacia delante para permitir que
mi susurro se transmita.
—He hablado con mi contacto de informática en la policía de NOLA. Puede
reunirse contigo con los vídeos que necesitas. —Su voz aterciopelada es más
silenciosa que la mía. Todas mis sombras saben que mi oído es excelente.
Tiene que serlo desde el día en que la mitad de mi visión fue brutalizada hace
tantos años.
Esperando una conversación diferente, mi ceño se frunce mientras trato de
entender de qué está hablando hasta que caigo en la cuenta.
—¿Ha encontrado las imágenes del sótano de Laurent?
Ella asiente.
—Mi contacto no vio más que un segundo para confirmarlo, como pediste,
pero hay más que los clips que envió para burlarse de tu hermano. Va a
recopilarlo todo antes que se reúnan, pero ese bastardo parece haber grabado
todo el encuentro. Potencialmente, cientos de horas de vídeo han estado
acumulando polvo en las estanterías desde que fue un caso abierto y cerrado.
La curiosidad y la rabia se hinchan en mis venas. Era consciente que
Laurent grabó mi tortura para atormentar a Ben y engañarlo para que
aceptara los términos de la tregua, pero no tenía ni idea que había grabado
veinticuatro horas. Creía que ya sabía todo lo que había que saber sobre mi
secuestro, pero intentar agotar todos los recursos para averiguar cómo están
conectados los Chatelain y los Days, me ha hecho revolver cada guijarro
suelto.
Mi última víctima solo ha confirmado lo que ya sospechaba. Que la
afiliación de Gus Day con los Chatelain es más de lo que pensaba. Solo tengo
que averiguar qué es.
—¿Podrá reunirse mañana por la noche? —pregunto.
—Lo hará. Para entonces, debería tener todos los vídeos compilados en un
formato para facilitar la transferencia.
—Bien.
Espero que Sabine continúe, pero no lo hace. Sabe por qué la quería aquí,
pero esconde la pelota por alguna razón.
—¿Y qué pasa con lo de hoy en la mañana? —Finalmente cedo.
Cuando visité la habitación vacía de Scarlett esta tarde, no solo no pude
encontrar su medicación, sino que lo que encontré hizo que se me cayera el
estómago.
Allí, en la mesa de café, estaban casi todas las hojas de música que le había
dado durante el último año. Hechas jirones.
Me arrugué en el sofá y me senté durante demasiado tiempo, escudriñando
el montón. El corazón me latía en la garganta todo el tiempo mientras
intentaba descifrar las páginas y por qué lo hacía. ¿Fue lo que pasó anoche el
catalizador?
La idea casi me hizo vomitar, y llamé a mi segundo al mando para llegar al
fondo del asunto. Si algo de lo que hice causó esa reacción, entonces estoy
seguro que voy a arreglarlo. De alguna manera.
Sabine suspira y se chupa los dientes, parece más que dispuesta a contarme
lo que ha averiguado. Estoy a punto de hacer lo que nunca tengo que hacer y
preguntarle de nuevo cuando finalmente me responde.
—Hoy hubo un incidente mientras Scarlett se probaba el vestido.
—¿Qué tipo de incidente?
—Jilliana se enfadó con Scarlett por chantajear a Monty.
Bueno, eso es inesperado. Por qué alguien asumiría que Scarlett está
involucrada es desconcertante. Mi musa puede tener una oscuridad en ella
que solo yo puedo ver, pero ella nunca se rebajaría a mis profundidades.
—¿De dónde sacó Jilliana esa teoría?
—Jaime dice que ha encontrado tu correspondencia. —Mi corazón se
hunde—. Tus cartas a Scarlett y la de Monty tienen los mismos sellos de
calavera de cera, así que Jilliana sumó dos y dos.
—Mierda —murmuro, sin importarme que mi segundo vea mi decepción—
. ¿Algo más? ¿Cómo acabó con Chatelain?
—Jilliana cogió tus cartas y las rompió delante de todos, luego la acusó de
sabotearla a ella y a Monty. Ella... también culpó al trastorno de Scarlett.
—Mierda. ¿Por qué Domínguez no dio la cara por ella? Conoce su posición.
—Jaime dijo que él y Maggie no querían sacarte y no sabían qué hacer. Una
indecisión en el calor del momento.
—Inaceptable.
Sabine se encoge de hombros.
—No todos podemos escondernos en las sombras y es más difícil actuar
bajo los focos.
Mi mirada se dirige a la suya, pero sé que no puede ver mi reproche. Sin
embargo, siento que rezuma por cada uno de mis poros, así que no dudo que
puede notar mi disgusto. No me gusta que me regañen con metáforas de
espaldas.
A Sabine, por supuesto, no le importa. No es bueno tener un segundo
lameculos y su medido atrevimiento es la razón por la que Ben y yo le
confiamos nuestras vidas.
—Al parecer, Jaime intentó consolarla después que ella corriera a
esconderse en su camerino, pero no quiso abrir la puerta. La oyó hablar por
teléfono y hacer planes, pero ella se negó a detenerse y a escucharle o a decirle
a dónde iba cuando se fue. La habría seguido, pero tenía clase.
Sacudo la cabeza y vuelvo a sentarme, dejando mi bebida en el suelo antes
que mis puños apretados rompan el vaso. Mis propias acciones han llegado a
este punto en cascada y ahora Scarlett ha sufrido. Tengo que arreglar esto. Ya
he hecho un esfuerzo por remediar las páginas rotas, y ella ha podido recibir
hoy una nueva medicación, pero tengo que curar el resto del dolor que le he
causado. No la he humillado y empujado a Rand directamente, pero he
derribado la primera ficha de dominó.
Mi mente vuelve a las observaciones de Ben sobre los planes de Rand para
el puerto de la ciudad. Los Chatelain han traficado con mujeres, drogas y
dinero manchado de sangre desde el principio. La agenda Bordeaux siempre
ha sido frustrar el acceso de los Chatelain al puerto. En el proceso, hemos
protegido financiera, legal y físicamente a los habitantes de Nueva Orleans
que nos son leales. Después de la Prohibición, cuando el alcohol volvió a ser
legal, los Bordeaux empezaron a traficar con información, y cuando fue
necesario, como esta mañana, hubo alguna que otra violencia para asegurarla.
Siempre hemos sido más inteligentes, impidiendo que arruinaran la ciudad
y solo cediendo terreno cuando el intento de paz de nuestras madres fracasó
y Laurent Chatelain diezmó a mi familia.
Pero a diferencia de su ambicioso hermano, Rand se preocupa más por su
estilo que por su reinado. Ha estado en Nueva York haciendo Dios sabe qué
con quién demonios sabe. Lo desconocido es lo que me pone más nervioso. Si
el tonto impresionable encontró a alguien más para seguir en sus faldas,
entonces es muy posible que haya regresado para terminar lo que su hermano
comenzó.
Salgo de mis cavilaciones cuando Jilliana termina su pieza con una floritura
demasiado dramática y levantando el brazo. Espera sin aliento, solo para que
Monty la ignore.
Está asustado. Bien. Déjenlo que tema al Fantasma.
—Scarlett Day —grita—. Estás arriba. Il était un Roi de Thulé desde arriba.
A ver si superas la interpretación de Jilliana ya que tienes un gran fan en el
mismísimo Fantasma del Barrio Francés.
Mi mandíbula hace tic ante su golpe. Está claro que no tiene suficiente
miedo. Miro a la sombra en la cabina de control del balcón central. Asiente
con la cabeza antes de salir de la cabina hacia la pared más lejana, y vuelvo a
dirigir mi mirada hacia el escenario.
—¿Qué estás tramando, Sol? —me pregunta Sabine con un tono de voz
muy agudo.
—No es asunto tuyo, Sabine —gruño.
Scarlett responde a Monty en voz baja, avivando las llamas de mi rabia
hacia ese pedazo de mierda por hacerla sentir pequeña. Mi columna vertebral
se endereza mientras me desplazo para vigilar a la belleza, sin dejar de tener
cuidado de permanecer en la oscuridad.
Scarlett es una visión en rubor y oro, impecable en todos los sentidos
mientras su vestido cae suelto de sus hombros y abraza sus pechos en forma
de corazón. Sus rizos oscuros caen por su espalda y se enroscan sobre su
pecho para besar su escote. Es la perfección.
Pero se retuerce las manos como si estuviera nerviosa o incómoda en el
escenario. Se me frunce el ceño y me entran ganas de acercarme a ella para
calmar las notas discordantes que la preocupan. Cuando Jilliana se aleja del
escenario, Scarlett trata de apartarse, pero Jilliana no la deja. La zorra a la que
he intentado ayudar se desvía de su camino para chocar con ella con tanta
fuerza que Scarlett se desploma en el suelo.
Me pongo en pie de un tirón, pero Sabine me agarra del brazo. Ni siquiera
su agarre visceral ha podido detenerme, pero la miro de todos modos. Me
libero y apenas resisto el impulso de saltar por encima de la maldita
barandilla.
—¿Quieres revelar tu identidad? ¿Tu interés por ella? —pregunta
fríamente.
No discuto. No puedo, porque tiene razón, maldita sea. Revelar mi interés
en Scarlett, mostrar mi mano en este juego del gato y el ratón, solo pondrá una
objetivo en su espalda. Ya he hecho suficiente daño.
Ben tiene razón. Por mucho que anhele mi obsesión, eso es todo lo que es.
Una obsesión. Necesito dejarla ir.
Pero no sé si puedo.
Scarlett se pone de nuevo en pie y lleva la cabeza alta y orgullosa. Se coloca
en el centro del escenario, justo debajo de los focos, y respira profundamente.
—Date prisa. No tenemos toda la noche —ladra Monty, haciéndola saltar y
revelando la ansiedad que la invade en estos momentos. Quiero lanzarle mi
vaso de Sazerac, pero en su lugar lo arrebato y le doy un trago, manteniéndolo
en la mano para hacer algo mientras permanezco de pie para escuchar a mi
bonita musa, mi sirena.
—Lo siento. Bien, estoy lista.
La música comienza y mientras ella empieza a cantar, me recuesto contra
la columna real de la caja y la observo. Mis ojos siguen el rastro de cada nota
mientras comienza y escapa de su cuerpo. Las palmas de las manos miran
hacia arriba y parecen extraer la emoción y la energía del aire que la rodea. La
melodía comienza en su diafragma, haciendo que su suave vientre se expanda
y se contraiga. Sus pechos suben y bajan con cada respiración y la letra recorre
todo su delicado cuello. Mi mano libre se flexiona y mi polla se estremece.
Me apetece tenerla entre mis brazos ahora mismo, pero no puedo dejar que
mi determinación se desintegre ya. Esta tendrá que ser la última vez que la
vea actuar.
—Vete —le ordeno a mi segunda, no quiero que el público sea testigo de
mi último momento de alegría mientras veo a Scarlett volar con su música por
última vez.
Sabine no duda, desapareciendo de nuevo en la falsa columna.
Los perfectos labios de arco de Scarlett rodean cada palabra, un pequeño
círculo que estrangularía mi polla si mantuviera la forma. Sus mejillas están
enrojecidas por el esfuerzo, sin duda exactamente como se verán la primera
vez que folle. Es una imagen que tendré que llevarme a la tumba si realmente
la dejo sola.
—¡Corten! —Monty grita bruscamente, obligando a Scarlett a
detenerse—. ¡Ya he oído suficiente! —Se coloca en el centro de los asientos del
auditorio y le grita—: ¡Ese Fantasma tiene que estar loco si cree que mereces
el liderazgo sobre Jilliana! ¿Acaso lo estás intentando? Tus notas altas hacen
que me sangren los oídos.
Miro fijamente a mi sombra, ahora cerca de una polea oculta en la pared
más lejana, y levanto el puño. A mi señal, agarra la palanca con ambas manos,
habiéndola desbloqueado ya, y tira de ella hacia un lado, dejando que la
palanca se libere. Comienza un fuerte tintineo mientras la araña de cristal que
hay sobre nosotros se agita. Monty interrumpe su perorata cuando el sonido
se intensifica y los eslabones que sostienen la gran lámpara gimen.
De repente, como si se tratara de hielo en un vaso, la araña cae sobre los
asientos de abajo mientras Monty se aleja gritando por su vida. Justo antes
que la lámpara se estrelle definitivamente, se detiene en el aire. Los cristales
tintinean como campanas de viento mientras se asientan.
Scarlett tiene la mandíbula floja y no puedo leer su expresión. Es un horror
aturdido o una satisfacción culpable, posiblemente una combinación de
ambos.
Desde el escenario, la pobre no tiene la deliciosa ventaja de ver a Monty
tirado en el suelo, con la cara totalmente blanca mientras hiperventila ante lo
que habría sido una muerte brutalmente dolorosa.
Mi bisabuelo escuchó una historia de horror de París sobre la caída de una
lámpara de araña en medio del Palais Garnier, que mató a una mujer. Puso
un tope, que permitía bajar la araña lo suficiente para limpiar o cambiar los
cristales con una escalera, pero no tan bajo como para poner en peligro a los
clientes. O en el caso de esta noche, a los directores de mierda.
Monty sale de debajo de la araña, ileso, como habrían querido mi bisabuelo
y Ben, y se levanta para quitarse el polvo imaginario que se adhiere a su
ridícula chaqueta de tweed.
—E-e-eso es todo. N-no más. Esta hecho. Renuncio.
El triunfo me atraviesa. Que Monty renuncie es el mejor escenario para él.
Los directores y profesores mediocres carecen de valor y el Conservatorio de
Música de Bordeaux se merece lo mejor. Me divertiré poniéndolo en una lista
negra por todo el país. Nunca volverá a tener un trabajo en el que pueda
aprovechar su posición de poder sobre sus alumnos.
Los curiosos y sorprendidos espectadores se filtran en el escenario. Maggie
se abre paso entre la multitud y se protege los ojos de los focos con la mano
sobre la frente.
—Monty, ¿qué demonios ha pasado? ¿Estás bien?
—¡Esta hecho, Maggie! Renuncio. ¡No voy a arriesgar mi vida por el
espectáculo! ¡Dile a tu marido que después de todo lo que he hecho por esta
escuela, me niego a ser aterrorizada por un monstruo!
—¡Monty, espera! —Maggie, como el alma bondadosa que es, baja
corriendo las escaleras que conducen al auditorio para seguirlo mientras sale
del teatro—. ¿De qué estás hablando?
—¡El Fantasma del Barrio Francés! Es evidente que me tiene manía y no lo
voy a tolerar...
Su voz se corta cuando las puertas se cierran tras él. Todo el mundo en el
escenario empieza a hablar por encima de los demás, sin saber qué hacer a
continuación. Jaime levanta las manos para calmar a la multitud.
—¿Están todos bien? ¿Nadie ha resultado herido? —Sacuden la cabeza y
Jaime sonríe ampliamente—. Entonces parece que nos vamos por el resto de
la noche. ¿Tragos en Masque?
El elenco y el equipo aplauden y chocan las manos mientras salen del
escenario en masa. Mi sombra ha vuelto a su puesto en la cabina de control,
como si nunca se hubiera ido, y apaga el gran foco, dejando solo las luces
tenues para iluminar el escenario.
Y mi musa.
Sin el foco, los actores en el escenario pueden ver claramente los asientos
del auditorio, un hecho del que me doy cuenta demasiado tarde.
El grito ahogado de Scarlett hace que mi polla se retuerza y mi ojo capta sus
atónitos ojos plateados, que brillan por la escasa iluminación que queda en la
sala. Da un paso tímido hacia atrás, alejándose de mí, a pesar que estoy un
piso más arriba y a tres palcos de distancia.
Sus palabras son apenas un susurro, pero gracias a la acústica, las oigo
perfectamente.
—Eres tú.
PUNTO DE RUPTURA
o he visto.
Sol Bordeaux. El hombre sexy de mi sueño, el melancólico de
Masque y, aparentemente, el Fantasma del Barrio Francés.
Me observó desde el palco cinco con una necesidad sensual
claramente visible en su rostro, incluso con la máscara blanca de esqueleto
que cubría la mitad de su expresión. Se me apretó el corazón con una sola
mirada, mientras me quedaba en shock allí mismo, en el escenario.
¿Verle ahora significa que todo lo que sé es real? ¿O era una aparición? ¿Un
verdadero fantasma que es solo un subproducto de una imaginación salvaje
y maníaca? Las preguntas inundan mi cerebro y puedo sentir el aura de un
ataque de pánico.
Estoy muy jodida.
El aire en mi pecho no puede llegar lo suficientemente rápido. Hiperventilo
mientras me tambaleo por los pasillos entre bastidores, perdiendo por poco a
un barítono mayor. En mi estado de pánico, lo empujo y choco con la puerta
de mi dormitorio, abriéndola rápidamente. Solo cuando estoy dentro me doy
cuenta que no he respirado profundamente desde que jadeé en el escenario.
Trago saliva, intentando calmarme, pero es inútil. Mi visión se desvanece
en los bordes y sé que es solo cuestión de respiraciones antes de desmayarme.
Sol Bordeaux.
Un minuto estaba allí, pero en un abrir y cerrar de ojos, se había ido. Como
una alucinación.
Pero esta vez, estoy sobria. No hay drogas en mi sistema como anoche.
Mierda.
Tomar las medicinas equivocadas antes de dormir de repente se siente
como una de las peores cosas que pude haber hecho. Después de salir del Café
du Monde hoy, pasé por la farmacia para recuperar otra ronda de todos mis
medicamentos. Cuando volví, tomé los correctos inmediatamente. ¿No fue
suficiente para evitar un episodio? ¿O se trata solo de un ataque de pánico?
Nunca había tenido alucinaciones visuales. Auditiva, sí. Pero mi sueño
inducido por la droga de anoche fue muy vívido. ¿También estaba alucinando
entonces? ¿O era real?
Intento ponerme al día con mi necesidad de oxígeno, incluso mientras abro
cajón tras cajón de mi mostrador de maquillaje para buscar mis
medicamentos. Me cuesta rebuscar en cada uno de ellos para darme cuenta
que las nuevas recetas han estado encima de mi escritorio todo el tiempo.
El pánico a nublado mis pensamientos. Me recorre un zumbido que me
aprieta el pecho como un tornillo. Si no consigo alivio pronto, sé que me
desmayaré, o algo peor.
¿Los ataques de pánico provocan por sí solos la manía?
Gruño de frustración por la ansiedad y la desesperanza que me arañan los
pulmones en este momento.
No estoy pensando con claridad.
Lo sé.
Una parte de mí dice que todo tiene una explicación. Me pide
desesperadamente que me acueste y me calme, que todo esto pasará pronto.
La otra parte me grita con la misma fuerza que he tenido una visión en
medio del ensayo y me ordena que haga todo lo que esté en mi mano para
sentirme mejor lo antes posible.
A pesar de toda la lógica que intenta atravesar la barrera de histeria que
controla mi mente en este momento, escucho al lado que promete un alivio
inmediato y cojo uno de mis frascos de pastillas. En cuanto abro la tapa, las
pastillas caen con estrépito sobre mi mesa de maquillaje y las recojo
frenéticamente en la mano.
Son demasiadas.
Lo sé.
Y sin embargo...
No puedo contenerme.
Me las trago enteras, atragantándome hasta que cojo la botella de agua de
la mesita de noche. Cuando termino, la vuelvo a dejar de golpe sobre la
superficie... justo al lado de una rosa blanca impecable con una cinta roja como
la sangre atada alrededor del tallo sin espinas, y un sobre adornado con un
sello de cera de calavera carmesí.
La rosa y la carta me detienen en mi lugar. Mi mente por fin se ralentiza
por una vez. Con dedos temblorosos, abro el sobre con cuidado, manteniendo
la calavera intacta como he hecho con todas las cartas en los pasados últimos
meses.
Pasado. últimos. Meses.
Dios mío, ¿qué he estado haciendo? ¿Por qué demonios he estado evitando
investigar a este lunático? Por lo que sé, mi bondadoso y reflexivo demonio
de la música podría ser un puto "asesino en serie". El Fantasma del Barrio
Francés, el ejecutor de los modernos Capuletos de Nueva Orleans contra los
Montescos, dos familias mafiosas glorificadas. Rand dice que los Bordeaux
son peligrosos. ¿Qué pasaría si he caído ciegamente en medio de su disputa?
¿Por qué he sido tan ingenua con este hombre? ¿Es porque tengo miedo de lo
que significa si es real? ¿O es que Jilliana tiene razón? ¿Tengo miedo de
haberme hecho esto a mí misma todo el tiempo?
Trago saliva, intentando apartar mis pensamientos acelerados para
investigar la carta más reciente. En el interior del sobre hay un fajo de papel
doblado y lo saco con cautela, temiendo ya lo que voy a encontrar.
Una a una, mis manos temblorosas sacan hoja tras hoja de música, todas de
mi supuesto demonio. Todas perfectamente intactas. Como si Jilliana no las
hubiera destrozado hace horas. Me giro hacia la mesa de centro, esperando
ver esos trozos de partituras apilados, pruebas de lo que sé que ha ocurrido
hoy. Se me revuelve el estómago al ver la mesa de centro perfectamente
limpia.
El corazón se me atasca en la garganta y caigo de rodillas, las hojas de
música se dispersan a mi alrededor. Pequeñas gotas de agua manchan las
notas cuidadosamente escritas a mano. Es la escritura de otra persona. No es
mía. No puede ser mía. ¿No es así?
Los charcos de lágrimas se forman en la página como acuarelas, borrando
compases enteros de las canciones. Mi visión se oscurece mientras el mundo
me aprieta. Me agarro la garganta, intentando respirar, pero algo se aloja allí...
no... es solo mi propia voz.
Estoy gritando.
Alguien golpea la puerta detrás de mí mientras me balanceo de un lado a
otro. Me acurruco en la alfombra de piel sintética que cubre la moqueta de mi
dormitorio, intentando reconfortarme con su suavidad, esperando que algo
me calme.
Un estruendo y un golpe golpean mis sentidos cuando quienquiera que
fuera en la puerta de mi camerino la abre de golpe, haciendo que se estrelle
contra la pared.
—Mierda, Scarlo...
Las voces del pasillo hablan por encima de las demás.
—¿Qué mierda está mal con ella?
—¿Está bien?
—Espera, ¿quién es...?
—Cierra la puerta, Domínguez. —Mis dedos se agarran a la alfombra hasta
que un bajo profundo y familiar me canturrea. Unas manos fuertes me rodean
los hombros.
—Soy yo, ma petite muse. Escucha mi voz, soy yo.
Mi mente devastada no sabe quién es "yo", pero mi cuerpo sí. El cuero, el
whisky y el azúcar caliente llenan mi nariz, dándome el oxígeno que he
buscado desde que empezó este ataque de pánico. El hombre -mi demonio-
me arrastra hacia su pecho. Me aferro a él al instante. Él es mi puerto en esta
tormenta y la relajación se instala en lo más profundo de mis huesos mientras
una canción vibra contra mi oído desde su pecho.
Mi salvador canta en francés. No me sé la letra de memoria, pero mi mente
adormecida reconoce la melodía. Es una de las canciones que me envió mi
demonio, "La Vie en rose", solo que la forma en que la canta la hace sonar
como una canción de cuna.
—Sáquenlos de aquí —sisea mi salvador.
Una puerta se cierra de golpe y el bullicio de voces y preguntas desaparece.
—Intenta cantar conmigo, Scarlett —me susurra en el pelo. La canción se
reanuda y abro la boca para obedecerle, pero me duele demasiado el pecho.
—No puedo. Mi pecho...
—Es porque no estás respirando. Vamos, Scarlett. —La preocupación
arruga su frente mientras me atraviesa con su mirada de medianoche desde
detrás de su máscara de esqueleto—. Has nacido para esto. Canta para
mí. —Coloca una gran mano sobre mi vientre, debajo de mi caja torácica—.
Desde aquí.
La combinación de su abrazo y las drogas empiezan a calmar mis sentidos
y me siento más ligera. La memoria muscular me engancha el diafragma justo
debajo de su palma, y aspiro las tan necesarias respiraciones para cantar la
versión inglesa de "La Vie en rose" mientras él tararea. Mis ojos se abren y se
cierran mientras intento mantener su intensa mirada. Juntos cantamos sobre
rosas que florecen y ángeles que cantan y mi ritmo cardíaco empieza a
disminuir... hasta que se vuelve demasiado lento.
En esa revelación, mi mente intenta entrar en pánico de nuevo y, como si
fuera una señal, la voz de mi amigo, llena de preocupación, nos interrumpe.
—Ella tomó esto, Fantasma. ¿Es por eso por lo que está actuando así?
Fantasma.
—Mierda. No, es un ataque de pánico, pero esas drogas harán efecto muy
pronto. Cuéntalas. Rápido. Las ha recibido hoy, así que espero que estén todas
ahí.
Las pastillas caen silenciosamente sobre la alfombra y mis ojos piden
abrirse, pero finalmente se han cerrado para siempre. Mis sentidos ya están
demasiado sobrecargados, así que confío en los demás para calmarme y
evaluar. Como oler el whisky, el azúcar y el cuero, o escuchar la voz
tranquilizadora que he oído en mis sueños. Si abro los ojos, ¿desaparecerán
esas cosas?
—¿Cuántas has tomado? —Me empujan y me ponen en posición sentada,
una mano fuerte me coge la cara y me sacude con no demasiada suavidad—.
Scarlett, cariño. —La voz de mi demonio es más dura que antes—.
Contéstame. ¿Cuántas has tomado?
—No lo sé. —Mis labios están entumecidos y mi lengua es gruesa. Parece
que no puedo sostenerme, pero quiero decirle a mi demonio que estoy bien,
que sé lo que estoy haciendo. Pero las palabras no se forman.
—Es una botella de treinta —responde mi amigo por mí. Su nombre está en
la punta de mis pensamientos... pero se me escapa—. Quedan veinte, pero
tiene más frascos nuevos que tendré que contar y hay pastillas por todas
partes.
—Maldita sea.
—Debería ir a Urgencias, señor. Necesita ser evaluada por un psiquiatra,
tal vez incluso un lavado de estómago.
Siento que un grito se acumula y se escapa, pero una vez que sale de mis
labios solo logro un gemido.
—Por favor... no... nada de psiquiatría. No puedo volver...
—Jamais, mon amour. Yo cuidaré de ti. —Habla con tanta autoridad que,
aunque no sé lo que quiere decir, me relajo en su abrazo, confiando en él—.
Llama a mi hermano, dile que me traiga a la doctora Portia.
—¿Dónde estará? —pregunta mi amigo, aunque la pregunta parece más
lenta que su cadencia habitual.
—Él lo sabrá. Solo hazlo.
El mundo se mueve debajo de mí cuando mi demonio me levanta,
provocándome la misma sensación de mareo que tengo cuando estoy en un
barco. Intento apartarme, pero el brazo que me acuna en la parte superior de
la espalda me sujeta con más fuerza mientras mi demonio me canta de nuevo
en francés.
—No me sé la letra —me quejo insensiblemente. Mi salvador suelta una
carcajada, interrumpiendo su dulce canción de cuna, y me besa la coronilla
mientras me aprieta, ahora con un brazo rodeando mi espalda y otro debajo
de mis piernas.
—No necesitas conocer las palabras cuando las inspiras, ma muse.
—Pero quiero conocerlas —insisto. Mi mente y mis emociones agotadas se
aferran a su música mientras el sueño profundo amenaza con tragarme.
—Te enseñaré, pero por ahora, tararea. Deja que la música te libere de la
oscuridad de tu mente.
Mis ojos se abren de golpe y se centran en las lámparas instaladas en las
paredes de piedra mientras atravesamos un túnel.
¿Dónde estamos?
Quiero hacer la pregunta, pero mi mente está en todas partes y en ninguna,
como dondequiera que estemos...
Al olor a cuero y whisky se une el de tierra húmeda. Las lámparas hacen
poco por iluminar, pero mi demonio parece no tener problemas. Parece que
descendemos. Más y más abajo vamos hasta que finalmente nos detenemos.
Abro un poco los ojos y veo a un terrorífico demonio hecho de fuego con
fosas negras por ojos de pie justo delante de nosotros. El corazón me late en
el pecho hasta que mi propio demonio habla, haciéndome saber que
quienquiera que sea es de fiar.
—Ben y la Doctora Portia llegarán enseguida. Déjenlos entrar. Pero solo a
ellos.
—¿Y su manejador? —responde el demonio en un suave tono alto—.
¿Puede entrar?
¿Mi manejador? ¿Qué significa eso?
Mi salvador hace una pausa por un segundo, como si se hiciera la misma
pregunta, pero siento que los gruesos músculos de su pecho se tensan y su
cuerpo dice que no antes que lo haga.
—Ben y la Doctora Portia. Sin excepciones.
La cabeza me da vueltas y estoy agotada, pero no estoy segura de si eso se
debe a las pastillas que he tomado o al ataque de pánico que aún intenta
agarrotar mis músculos. Quiero saber desesperadamente qué está pasando,
quién me salva, dónde estoy, pero mi mente no puede retener más que la
suave canción de cuna susurrada por la profunda voz que hay sobre mí. Es
relajante y estimulante. Celestial y pecaminosa, como un verdadero demonio
de la música, que me arrulla para que confíe en él. No me resisto a ello. Por
primera vez desde la muerte de mi padre, me siento reconfortada a pesar de
la presión que se cierne sobre mi mente. Ansío la aceptación del abrazo de mi
demonio.
Termina la conversación con el diablo de las llamas y entramos en una
pesada puerta de acero. Se cierra inmediatamente tras nosotros, absorbiendo
toda la luz hacia el interior del túnel. Sin embargo, la falta de visibilidad no le
disuade, y camina varios pasos a través de la oscuridad más absoluta.
—Siempre te protegeré, petite muse. Pero dicho esto, esto nos va a
perjudicar a los dos.
Antes que pueda percibir su advertencia, unas luces brillantes me ciegan y
me colocan con cautela en posición sentada sobre las frías baldosas y sobre la
porcelana. Abro la boca para quejarme, pero me meten dos dedos largos.
La sorpresa, la vergüenza y la repugnancia me invaden como un diluvio de
agua helada. Mi cuerpo se rebela contra la fuente extraña. Sin darme la
oportunidad de defenderme, me hace girar de cara al retrete sobre el que me
han tumbado y toso violentamente el contenido de mi estómago.
Se arrodilla detrás de mí y me tira del pelo hacia atrás, acunándome con un
brazo alrededor de la cintura cuando no está metiendo sus dedos en mi
garganta.
—Eso es, cariño, lo estás haciendo muy bien. No sé si la cantidad que
tomaste es fatal, pero sé que tenemos que sacarte esa mierda.
—No. No puedo... —Sacudo la cabeza, pero su gran mano vuelve a invadir
mi boca mientras su cuerpo me mantiene de cara a la taza. Lágrimas, mocos
y vómitos salen de mí y grito ante la expulsión. Todo el tiempo esa voz
tranquilizadora trata de calmarme incluso mientras mi cuerpo lucha contra él.
En algún lugar profundo sé que lo hace por mi bien, pero Dios sabe que lo
odio.
Cada vez que mi cuerpo intenta contenerse, sus dedos estimulan el reflejo
nauseoso que hasta ahora no sabía que tenía. Vamos y venimos así durante lo
que parecen horas hasta que lo único que sale es bilis.
Me derrumbé contra su pecho, sollozando, agotada y completamente
gastada, con los músculos ya agonizando.
—Shh... shh —Su suave bajo hace vibrar mi espalda y me lava la cara con
un paño frío—. Lo has hecho bien, cariño. Muy bien, ma chérie.
Sus dedos me acarician la mejilla y sacudo la cabeza sin fuerzas.
—Por favor, no más... no puedo.
—No pasa nada. No pasa nada. —Me coge en brazos—. No más. Creo que
lo hemos sacado todo.
Asiento tontamente y dejo que me levante de nuevo, poniéndome de pie,
pero manteniendo un brazo fuerte alrededor de mi cintura para apoyarme.
Afortunadamente, apaga la luz, calmando la migraña que me estalla en la
cabeza a causa de toda la purga. Abre el grifo del lavabo, aunque el baño
apenas se ve. No sé cómo puede ver para ayudarme a dar un ávido sorbo del
vaso que me lleva a los labios, pero lo hace con facilidad.
—¿Cómo puedes ver? —pregunto, mi voz es ronca al salir de mi garganta
cruda.
—No me hace falta —responde—. He vivido aquí tanto tiempo que sé
dónde está todo.
—De acuerdo, pero ¿cómo puedes verme?
Una risita baja sale de su pecho.
—Te he estudiado durante tanto tiempo que sé casi todo lo que hay que
saber sobre ti.
Me toca la mejilla antes que pueda responder. La preocupación emana de
él y, aunque apenas conozco a este hombre, me duele el corazón por haber
causado su preocupación.
—Lo que no sé es por qué tomaste tantas pastillas. Dime, Scarlett.
¿Estabas...? —Él traga—. ¿Estabas intentando...?
—¡No! No, no, no —Mi objeción termina en un chillido—. Solo estaba...
asustada. Yo... necesitaba que el pánico cesara.
Siento que asiente y me besa la frente, haciendo que las mariposas de mi
bajo vientre revoloteen salvajemente.
—Nunca más. No volverás a ponerte en peligro así. Di que lo entiendes.
—Lo entiendo —repito inmediatamente.
El agotamiento me pesa y me inclino hacia él mientras me guía por la
oscuridad.
—¿Dónde estamos? —pregunto, con mi voz embrutecida y vacilante por la
incertidumbre.
—En mi casa. Estás con tu démon de la musique, ma jolie petite muse. No
tienes que temerme.
Nos adentra en el oscuro espacio antes de ayudarme a tumbarme en una
profunda y suave cama y arroparme bajo las frescas mantas. Me acurruco de
lado mientras las sábanas de seda crujen a mi lado. Un grueso y pesado
edredón se apila sobre mí y me acurruco en posición fetal, con los brazos
alrededor de las rodillas mientras me tumbo de lado.
El cuerpo grande y reconfortante de mi salvador se curva alrededor del mío
de forma protectora. Me pasa el brazo por debajo del cuello para colocar mi
cabeza sobre la almohada de seda mientras me aprieta contra su pecho. El
movimiento fluido me resulta familiar, como todo con mi demonio, y es fácil
confiar en él y ceder al cansancio.
Antes que me suelte, mis labios se mueven y cae el pensamiento que aún
no puedo asimilar.
—¿Eres... real?
Una risa áspera contra mi cuello me calienta las entrañas mientras me
aprieta más, amoldando mi cuerpo al suyo.
—Tan real como quieras que sea, ma chérie.
—Bien —susurro. El alivio me inunda, borrando la absurda preocupación
que he tenido durante los dos últimos días que todo esto haya estado en mi
cabeza—. No te vayas.
Jamais, mon amour.
Nunca, mi amor.
Las palabras revolotean en mi pecho mientras él continúa.
—Una vez creí que podía, pero eso duró menos de cinco minutos. Ha hecho
falta que me vieras para darme cuenta que nunca más podría echar de menos
tus canciones.
Abro la boca para murmurar un agradecimiento, pero me hace callar de
nuevo. La canción de cuna de la que casi conozco la letra me susurra al oído
mientras finalmente me rindo a la oscuridad.
—Duerme ahora, Scarlett.
ELLA NO ES UNA BARATIJA
carlett está por fin a salvo en mis brazos, pero sigo sin poder
relajarme. En lugar de ello, me esfuerzo desesperadamente por
escuchar cada respiración y contar los latidos intermedios como un
metrónomo. El ritmo es lento, pero su constancia me tranquiliza. Cada
fermata3 entre respiraciones me parece demasiado larga y tengo que resistir
el impulso de sacudirla para asegurarme que está viva.
Debería haber dejado que Jaime la llevara al hospital. No... debería haber
dicho que se jodiera y haber ido al hospital con ella, con máscara y todo. Pero
confío en que haya sido diligente con su medicina como sé que lo es.
La multitud de preguntas que inundan mi mente son suficientes para
volverme loco. Me he propuesto conocer todo lo que hay que saber sobre
Scarlett Day. Lo único que ahora quiero saber es ¿por qué?
4 Pétalos de Santo.
—Pero no se lo digas a nadie. Arruinarás mi reputación.
—Oh, no tienes que preocuparte por eso. Tus secretos están siempre a salvo
conmigo. Pero dime, ¿quién es tu amiga, cariño?
Extiendo la mano para estrechar la suya y abro la boca para responder, pero
Sol me interrumpe.
—Esta es la amiga de Maggie, Señorita Mabel. He pensado en enseñarle la
tienda donde los Bordeaux consiguen todas sus flores, pero si no le importa,
tenemos un horario apretado. No me gustaría tenerla abierta más allá del
cierre. ¿Está todo listo para esta noche?
¿La amiga de Maggie?
Me aprieto la mano contra el repentino dolor de mi pecho.
—Claro que sí. Todo entregado y preparado.
Empieza a parlotear con Sol mientras prepara un ramo de rosas blancas en
un jarrón, hablando de cualquier cosa, de todo y de nada. La mujer tiene que
ser el equivalente en Jaime del cotilleo del barrio de Treme. A favor de Sol, él
escucha, hace preguntas y parece realmente interesado. Cuando termina, Sol
le entrega su tarjeta negra y ella se da la vuelta para llamarle.
—También tengo tu ramo habitual de domingo de bocas de dragón color
borgoña casi listo para ser entregado a primera hora de la mañana. La gente
ya no compra flores frescas como antes. Espero que una vez que la economía
se recupere, más maridos traten a sus esposas como usted, Señor Bordeaux.
¡¿Su esposa?! ¿Ha estado hablando de enviarle flores a su esposa?
Los celos me punzan el corazón, pero cuando intento alejarme aún más de
él, alarga la mano y tira de los tirantes de mi vestido, manteniéndome en mi
sitio a menos que quiera deshacerme.
—Las cosas mejorarán muy pronto, señorita Mabel. Tenga una buena noche
y asegúrese que esos ramos de flores sigan llegando a la casa. Sé que, a mi
mujer, Maggie, le encantan —me dice con una mirada punzante.
Debe querer que ella piense que es Ben. Pero ¿por qué? Los cristales de sus
gafas son gruesos, y a esta distancia con su máscara, Sol se parece a su
hermano. Pero ¿por qué tendría que pasearse por la ciudad pareciéndose a
Ben?
Inmediatamente siento una extraña mezcla de alivio y vergüenza por haber
sentido celos de la mujer de Ben y del afecto de los Bordeaux por ella. En
primer lugar, adoro a Maggie. Después de la mierda que le ha hecho pasar
Monty este año, se merece un reparto de flores diario. En segundo lugar, no
tengo ningún derecho a que este hombre me acompañe fuera de esta preciosa
floristería. El hecho que me importe me tiene muy confundida.
Sol me suelta para coger el jarrón de flores antes de darle las buenas noches
a la señorita Mabel. Cuando salimos, se mueve para abrir mi puerta y me
ayuda a deslizarme dentro, colocando el jarrón en el suelo de forma segura
entre mis piernas para que no se derrame. Cuando cierra la puerta, oigo un
silbido fuera.
Sol se endereza y pulsa su llavero. Las puertas se cierran con un chirrido y
él camina a paso ligero hacia un espacio vacío entre dos casas de escopeta. Su
cabeza gira, observando su entorno, y su mano se cierne sobre un bulto en su
lado derecho.
¿Es eso un arma?
Mi ritmo cardíaco se acelera y mi respiración se hace entrecortada mientras
intento recordar todos y cada uno de los rumores que he escuchado sobre el
Fantasma del Barrio Francés.
Se desliza hacia la casa y se detiene a unos metros de ella. Me muevo en mi
asiento para tratar de vislumbrar alrededor de un árbol que se interpone en
mi camino, pero solo puedo distinguir a un hombre bajo y delgado con una
capucha. Cuando gira la cabeza, su rostro se refleja en la luz de la lámpara y
me quedo boquiabierta.
¿Ben?
Pero, no... no puede ser. ¿Es una máscara? ¿Tienen otras personas la misma
máscara que tiene Sol? ¿Es una de sus sombras la que se disfraza de él?
Me esfuerzo por escuchar, pero por supuesto, no puedo distinguir nada
cuando están a seis metros de distancia. Sol asiente a lo que sea que esté
diciendo el tipo y rebusca en su bolsillo antes de entregarle un fajo de billetes.
El parecido a Bordeaux lo coge y lo cuenta mientras sale corriendo hacia
Saint's Petals.
¿Qué demonios está pasando?
Una vez que el otro hombre se ha ido, Sol mira a su alrededor antes de
volver al coche.
Mierda, tengo veinte pies para decidir cómo jugar esto. ¿Hago preguntas?
¿Quiero saber las respuestas? ¿Qué hará una vez que las sepa?
He tenido un macabro sentido de la justicia desde que tengo memoria. Mi
padre no siempre estuvo en el lado correcto de la ley, y la policía nunca nos
hizo ningún favor. Cuando mi padre fue asesinado, no pude contarle a la
policía toda la historia, pero supieron lo suficiente para tratar de encontrar al
asesino. Y, sin embargo, el caso sigue sin resolverse después de todo un año.
Pero mi instinto me dice que puedo confiar en el hombre que me salvó la
vida en lugar de entregarme a un psiquiátrico. Puedo confiar en el hombre
que protege su ciudad, que compra flores a las mujeres y que realmente quiere
saber qué tal le va a una pareja de ancianos.
Cuando sube al coche, solo tengo una pregunta.
—¿Por qué le dejaste creer que eras Ben?
Pone en marcha el motor y el resplandor de las luces del coche me permite
vislumbrar una sonrisa que se refleja en «su cristal tintado».
—¿Has visto alguna vez un fantasma?
—No —respondo lentamente.
—Tampoco la señorita Mabel. —Levanta la cara y esa sonrisa se dibuja en
sus labios.—. Y, sin embargo, de alguna manera el Fantasma del Barrio
Francés sabe todo lo que hay que saber sobre Treme.
Asiento con la cabeza antes que finalmente haga clic.
—Así que, si eres Ben en público, puedes seguir el ritmo de la ciudad, pero
el Fantasma del Barrio Francés puede seguir siendo solo eso. Un fantasma.
Uno que funciona con rumores y el acto de humo y espejos. Y como rara vez
sales, sería noticia en la ciudad si lo hicieras, así que te gusta permanecer en
las sombras.
—Exactamente.
Sonrío, sintiendo que por fin he descubierto a este hombre, al menos un
poco.
—Entonces, ¿a dónde vamos ahora? No puedo estar tan vestida sin tener a
dónde ir.
Sus hombros se relajan, como si agradeciera no tener que responder a más
preguntas ahora mismo. Sale de la plaza de aparcamiento y me muestra otra
sonrisa sexy e inclinada.
—Masque.
SEGUIRLO
6 El house es un estilo de música electrónica de baile que se originó en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, hacia 1981.
Inicialmente, se hizo popular en la primera mitad de los ochenta en las discotecas orientadas hacia el público afroamericano,
y latino en Chicago, más adelante en Nueva York y Detroit.
—Estaré contigo en cada nota del camino, bonita musa.
Todavía no he aceptado, pero antes que sus ojos vuelvan a encontrarse con
los míos, sé que voy a ceder. Con un último apretón de mi mano, se dirige
hacia el piano vertical del bar clandestino. Me acerco tímidamente al
micrófono de la vieja escuela, haciendo todo lo posible por no dejar que mis
rodillas tambaleantes me hagan caer sobre los talones.
No debería ser tan diferente cantar ante el público en una representación
de ópera que ahora. Pero en una de ellas, estoy vestida como un personaje,
con un reparto y un equipo que me cubren las espaldas. Si algo va mal, no fui
yo, fue Julieta u otro miembro del reparto. Estar sola es completamente
diferente.
Pero también lo es la prisa que tengo ahora.
En eso pienso cuando envuelvo mi mano alrededor del soporte del
micrófono y parpadeo para adaptarme al brillante foco. Utilizo la ceguera en
mi favor y me concentro en la emoción que me recorre mientras la música se
apaga. Una rápida mirada a la derecha, a Sol, me devuelve la sonrisa de
ánimo. Me sacudo los nervios de las manos y me doy la vuelta mientras él
toca la primera nota. Una breve sacudida de pánico me atraviesa al darme
cuenta que ni siquiera sé qué canción estoy cantando, pero solo hace falta el
siguiente compás para que me dé cuenta.
Cuando Sol, mi demonio de la música, me envió partituras, nunca había
letra. Enseguida me di cuenta que era un juego y que lo único que tenía que
hacer era averiguar cuál era la canción. La cantaba y, cuando la acertaba, el
lejano piano se unía a ella.
Ahora que me doy cuenta que mi demonio es muy real, no puedo creer que
me haya dejado alucinar durante tanto tiempo. Sin embargo, a estas alturas
me alegro de no haberme sincerado. Puede que no estuviera loca, pero la
historia seguro que lo parece.
Espero los pocos compases hasta la primera nota y entonces empiezo a
sacar de mi interior para entonar la letra de "Tu corazón es negro como la
noche” de Melody Gardot. Fue una de las primeras canciones que me mandó
mi demonio, y me la sé de memoria.
Las palabras fluyen desde mi diafragma y siento que vibran por todos los
poros antes de salir de mis pulmones y garganta. Cierro los ojos y me dejo
llevar por la música mientras acaricio el micrófono. Cuando terminamos la
primera estrofa, inhalo para empezar el estribillo, pero las ricas notas de una
trompeta y un saxofón me sacuden para que abra los ojos.
Los miembros de la banda me asientan con la cabeza, diciéndome que
continúe mientras tocan, y vuelvo a mirar a Sol. Sus labios se levantan en una
sonrisa alentadora, dando a mi núcleo un delicioso giro de emoción que es
muy diferente de lo que me hace sentir el escenario.
Vuelvo a girar hacia el público y canto sobre cómo mi amante tiene un ritmo
perfecto, cómo perderé la cabeza por la forma en que su negro corazón me
hace sentir. Cuando vuelvo a mirar al hombre que empezó todo esto, mi
mirada se fija en la forma en que sus fuertes manos rozan amorosamente cada
tecla de marfil y negra. Cuando alzo los ojos para encontrarme con los suyos,
el calor de la medianoche me perfora y el deseo pulsa en mi interior, siguiendo
el ritmo del tambor que ahora toca con nosotros.
Todos los entrenadores de interpretación que he tenido me gritarían que
mirara al público, pero ni siquiera me importa si lo están disfrutando cuando
todo lo que puedo ver es la forma hambrienta en que Sol me está follando con
los ojos ahora mismo. Mi piel se eriza y anhela que esos largos dedos me
acaricien por dentro y por fuera. Todo el tiempo estoy cantando cada nota y,
aunque el tono es un poco bajo para mí, la letra está diseñada para nosotros y
no podría haber sido más perfecta para este momento.
Cuando las últimas palabras salen de mí, retengo la última más tiempo de
lo normal, permitiendo que el saxofonista y ahora el batería añadan una
floritura. Cuando terminan, se produce una pausa en la que todo el mundo
guarda silencio y solo estamos Sol y yo bajo los focos. Los nervios y la energía
que me asustaban antes son un recuerdo lejano cuando todo encaja en mi
pecho, casi un clic audible cuando mis sueños y mis realidades se alinean.
La sala estalla en aplausos.
Me doy la vuelta, habiendo olvidado por completo en ese momento que
había más que nosotros dos en todo el mundo, y mucho menos en este bar
clandestino. Todo el mundo se pone en pie, y esa excitación nerviosa que
siempre me asusta se asienta en una profunda calma en mis huesos. La euforia
expande mi pecho con orgullo.
Esto. Esto se siente jodidamente bien.
Una mano me da una palmada en el hombro y me saca de mi ensueño para
ver al cantante principal con un cóctel y una amplia sonrisa en su rostro
curtido y de piel oscura.
—Maldita sea, chica. Tienes talento.
—También es la viva imagen de Gusty Day. Más bonita, obviamente. —El
saxofonista guiña un ojo azul reumático—. ¿Algún parentesco?
—Es... era mi padre —termino—. ¿Lo conociste?
Un cúmulo de emociones cruzan el rostro del cantante.
—Sí, lo conocíamos. Tocamos con él bastantes veces. Lástima que se
mezclara con la gente equivocada, pero al menos has descubierto la correcta.
—Sus palabras me hacen fruncir el ceño, pero cuando continúa, pierdo el hilo
de mis pensamientos—. Si alguna vez quieres volver a cantar con nosotros,
avísanos. Siempre hay una vacante para la hija de Gusty Day.
Se me saltan las lágrimas, pero sonrío y asiento con la cabeza. Toda esta
experiencia ha sido abrumadora, y no puedo decidir si salir corriendo del
escenario con Sol, suplicar que toquen otra canción o gritar «sí» al cantante
principal a todo pulmón. Pero me quedo ahí como una idiota hasta que un
fuerte brazo me rodea la cintura. Me vuelvo instintivamente hacia el aroma a
whisky y cuero, buscando la paz que sé que me da.
—Arréglalo con Madam G, Zig, y charlaremos sobre otro
espectáculo —ofrece Sol antes de saludarle y ayudarme a bajar del
escenario—. Quizá la Fiesta Roja, Blanca y Negra del próximo fin de semana.
—Lo haré, Señor Bordeaux.
Me despido de la banda mientras Sol me aleja. El vocalista pide otra ronda
de aplausos. Los aplausos me elevan, haciéndome sentir ingrávida con más
orgullo que todos y cada uno de los espectáculos que he realizado en el
escenario de la ópera juntos.
La multitud se calla detrás de mí mientras Sol me arrastra por los pasillos.
La oscuridad contrasta con los focos que acaban de iluminarme, y tengo que
parpadear varias veces para ver antes que lleguemos a una alcoba oscura. En
cuanto nos detenemos, abro la boca para darle las gracias, pero el cálido sabor
del Sazerac me interrumpe.
Los labios de Sol se amoldan a los míos, y una mano se extiende por mi
espalda mientras la otra acuna mi cabeza. Me derrito en su abrazo, gimiendo
en su boca.
Rompe el beso con una risa.
—Devuélveme el beso, Scarlett.
Me hace falta su insistencia para darme cuenta que estoy de pie,
boquiabierta, como si estuviera en el escenario. Inmediatamente le rodeo los
hombros con los brazos y me acurruco en él.
—Mierda, ¡Si! —gruñe en mi boca y hunde su lengua en el interior. Saboreo
los cálidos sabores del whisky y el azúcar mientras le devuelvo el gusto. Mis
manos se enredan en su pelo y su mano en mi cintura me aprieta más.
—Lo has sido todo ahí arriba, Scarlett. Maldición, la forma en la que
reviviste. —Sus labios me salpican la línea de la mandíbula. Su máscara no es
dura en mi cara como creía que sería, pero sigo teniendo cuidado con ella. Es
evidente que no quiere quitársela todavía, ni siquiera para besar, y mis
músculos internos se rebelarán si meto la pata.
Su nariz roza la sensible piel de mi cuello antes de pellizcarme la clavícula.
Grito, pero me encanta el pequeño mordisco de dolor.
Mis dedos siguen enredados en su pelo, así que me atrevo a levantarlo y
llevarlo a mis labios. Gruñe con urgencia cuando lo hago y devora mi boca
con la suya antes que me separe.
—Te necesito, Sol.
No vacila, ni siquiera para que termine de suplicarle antes de estrecharme
entre sus brazos. Soy vagamente consciente que mi vestido se rasga por la
raja, pero no podría importarme menos mientras me levanta. Me sostiene
como si fuera una novia a la que se lleva por encima de un umbral, como hizo
cuando me llevó a su casa subterránea la noche anterior.
—No me sueltes, Scarlett.
—Nunca —le susurro.
Le rodeo el cuello con los brazos y él empuja una pared a nuestro lado,
revelando una puerta secreta.
TERCIOPELO MEZCLADO
8 Es un sinónimo del espíritu de la ciudad; que define cómo la gente de Nueva Orleans abraza la vida
BUENOS Y MALOS DIAS
s incómodo.
Lo ha sido desde el cementerio. Desde que vi cómo la cordura de
la madre de Sol la abandonaba en un parpadeo, justo antes de
abofetear a su hijo. Desde que Rand se me acercó. Desde que pillé
a Sol y Ben discutiendo sobre mí.
No hablamos en el corto trayecto a casa, ni en los túneles. Después de
prepararme un cóctel de Cenicienta, se excusó para ir al baño.
Cuando regresó, se había puesto su máscara de calavera blanca, pero su ojo
azul permanecía. El hecho de que prefiera estar sufriendo antes que
desnudarse ante mí de nuevo me duele, pero tal vez se sienta más cómodo
con la gente con ella puesta. Más que nada, su estado de ánimo es extraño, y
no puedo saber si está enfadado conmigo. ¿No debería estar yo enfadada con
él?
Ahora estamos en su estudio mientras él se prepara un Sazerac y yo estoy
aquí de pie, dando un sorbo a mi cóctel, intentando averiguar qué demonios
decir.
Es incómodo.
Cuando por fin termina de servirse la bebida a la antigua usanza, de un
vaso de roca a otro, se reclina en el sillón negro de cuero de respaldo alto que
hay cerca de la chimenea a gas. La habitación sólo está iluminada por el fuego
y las velas, y la forma en que la luz resplandece en su máscara de calavera
hace que parezca que está en llamas. Se queda mirando el fuego durante un
largo rato antes de acariciar su regazo.
—Ven aquí —murmura.
Poniendo mi cóctel en una mesa auxiliar, obedezco al instante. Aunque mi
cerebro me dice que tenga cuidado, que piense en lo que ha dicho Rand y en
lo que he oído por casualidad, mi corazón y mi cuerpo me siguen diciendo
que, a la mierda, que puedes confiar en Sol.
Sigo con mi vestido gris, así que intento sentarme en su regazo de lado,
pero él deja su bebida en la mesa auxiliar y me levanta para sentarme a
horcajadas en la amplia silla. Sus manos callosas patinan por mis muslos y
acaricio su corbata gris hasta llegar al nudo. Me deja aflojar y quitar la corbata,
pero cuando voy a desabrocharle la camisa, me coge las manos antes de que
llegue demasiado lejos y las apoya en sus hombros. Cuando me suelta, sus
manos vuelven a deslizarse por mis muslos hasta que las yemas de sus dedos
se encuentran con el vértice de mis piernas. Me estremezco cuando repite el
movimiento tranquilizador.
—Estás llena de preguntas, petite muse. ¿Hay alguna razón por la que te
reprimes ahora?
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Podrías responderlas?
Asiente lentamente.
—¿Responderías a las mías?
Eso hace que me quede quieta. ¿Qué más podría querer saber este hombre?
—Creía que lo sabía todo sobre mí. —Me río entre dientes.
—Casi. —El lado izquierdo de sus labios se mueve hacia arriba—. Pero
apenas sé nada de tu padre.
—Oh. —Frunzo el ceño—. No estoy segura de lo que podrías querer saber,
pero claro. Soy un libro abierto.
—De acuerdo, entonces. Yo iré primero. ¿Hay algo que quieras decirme?
¿Tal vez sacarte algo del pecho?
—¿Esa es tu pregunta? —Mi ceja se levanta.
Se encoge de hombros.
—Sólo tenía curiosidad por saber si tenías algo en mente.
Rand me encontró en el cementerio. Dijo que eras malvado y que me estás
utilizando para llegar a él.
Sí, no hay manera de que le diga todo eso. Así que miento.
—No... creo que no.
La decepción aparece en su cara.
—Muy bien entonces. Tu turno.
Queriendo quitarme de encima la pregunta que he tenido en mente toda la
tarde, trago saliva.
—Pensé... por la forma en que hablamos... pensé que tu madre había
muerto. —Hago una mueca, arrepintiéndome inmediatamente de la
pregunta.
Pero Sol no parece ofendido. Aunque la dolorosa tristeza que surca su
frente me hace sentir igual de culpable.
—En muchos sentidos... lo está. Su mundo murió cuando mi padre lo hizo
hace una década. La mujer que solía ser es un fantasma. Sólo tenemos visiones
de ella de vez en cuando. La música ayuda a traerla de vuelta, pero hoy has
visto cómo poco a poco ha dejado de ser tan efectiva. Lo hemos intentado
todo. En este caso, todo no es suficiente.
Mi corazón se retuerce y se rompe por él, pero hace su pregunta antes de
que pueda decir nada más.
—Háblame de tus padres.
La orden me pilla desprevenida, así que me lo pienso un segundo antes de
contestar.
—Mi padre era músico ambulante y conocía todos los instrumentos.
Cuando empezó a trabajar con una banda, todo el mundo lo quería, pero
parecía que nunca podía mantener un concierto. Siempre se separaban por
alguna razón. Mi madre... era problemática. Digamos que mi psicólogo cree
que mi trastorno bipolar es hereditario. Mi madre murió antes de que pudiera
preguntarle. Estuvimos solos mi padre y yo toda la vida.
Sólo asiente una vez como respuesta y resuelvo ir en una dirección
diferente a mi última pregunta.
—¿Cuántas prótesis oculares tienes?
Se ríe.
—Tengo unas cuantas. La mayoría están pintadas a mano y las he
necesitado desde los quince años, así que al principio fui bastante creativo con
las ideas.
—¿Quince años? Vaya, eso es muy joven. ¿Qué diseños tienes? ¿Puedo
verlos? ¿Son todos normales o son geniales? —Pregunto rápidamente, con mi
curiosidad a flor de piel.
Él sonríe.
—Te las enseñaré algún día, ¿qué te parece eso?
Una sonrisa se dibuja en mi cara ante la perspectiva de que me abra esta
faceta suya. Abro la boca para hacer más preguntas, como por ejemplo cómo
sucedió, pero se me adelanta.
—¿Por qué has venido a Nueva Orleans?
Esa es fácil.
—El primer amor de mi padre fue la música de jazz y Nueva Orleans es su
cuna. Quería triunfar aquí, así que siempre que podía, volvíamos y él
intentaba encontrar un concierto de una banda profesional en lugar de ir a los
bares. Pero, de nuevo, nunca se consiguió nada. Por eso volví. Mi padre
insistió en que probara la ópera y yo quería aprender en la mejor escuela de
música del mundo, en la mejor ciudad del mundo. Además, Nueva Orleans
fue la primera ciudad de la ópera en Estados Unidos, así que encajaba.
—¿Pero ya no quieres hacer eso? —pregunta Sol.
Niego con la cabeza.
—Al crecer, la vida de mi padre me parecía fascinante, pero pensaba que
su camino era demasiado inestable. Con el tiempo, me he dado cuenta de que
Broadway no es mi sueño. Ahora, intento hacer mío mi sueño... Está bien, me
toca a mí. ¿Qué hay de tu sueño? Hacer música y viajar. ¿Crees que alguna
vez lo harás?
Sus dedos golpean mis muslos mientras busca en mi cara.
—Hace más de un año, habría dicho que no. Pero últimamente estoy más...
esperanzada.
Una baja corriente de excitación corre por mis venas ante su insinuación.
Tengo la mitad de las ganas de quedarme con ese pequeño detalle y
preguntarle qué quiere decir, pero no estoy seguro de cuánto tiempo vamos a
estar jugando a este juego. Mi siguiente línea de preguntas debe ser más seria
si quiero obtener respuestas reales.
—¿Qué pasó la noche que murió tu padre, Scarlett?
Me paralizo. No se me escapa la ironía de que estaba a punto de hacer una
pregunta igualmente personal, cómo perdiste tu ojo. Ojalá hubiera
preguntado primero por el mío. Ahora tengo que responder a la única
pregunta que esperaba que nunca hiciera.
—¿Qué quieres saber?
Mis manos caen de sus hombros, pero él las agarra y las lleva a su pecho
sobre su corazón que late constantemente.
—Todo.
No puede saberlo todo. Nunca todo.
Me concentro en mis respiraciones constantes por un momento, esperando
mi tiempo para averiguar la versión CliffsNotes, por dónde empezar y cómo
terminar.
—Fue hace un año. Mi padre y yo estábamos en el distrito jardín. Dijo que
necesitaba ver a un amigo, así que fuimos a ese restaurante, el Commander's
Palace, frente al cementerio de Lafayette nº 1. Salió para su reunión durante
el plato principal. A la hora del postre, todavía no había vuelto y yo estaba
preocupada. Pagué con parte del dinero de mi estipendio para poder salir a
buscarlo. Cuando salí... —Trago saliva y Sol me aprieta las manos, pero no me
deja escapar de responder a la pregunta.
—Lo siento, es la primera vez que hablo de esto con alguien que no sea la
policía.
Me observa en silencio y agradezco que me deje ordenar mis pensamientos
mientras trato de recordar exactamente lo que le dije a la policía.
—Cuando salí, me pareció oír a alguien hablando, así que fui a ver si era
mi padre. Entonces alguien vino a la vuelta de la esquina y... —Retiro mis
manos de las de Sol y él apoya las suyas en mi cintura mientras yo me cruzo
de brazos—. Él me tocó. Me puso contra la pared e intentó...
Los dedos de Sol se clavan en mi cintura y me concentro en el dolor de esa
zona en lugar de la agonía que me restringe el corazón.
—Grité y él... me golpeó. Fue entonces cuando oí a mi padre gritar por mí.
Mi atacante se volvió y lo vio...
“Te he estado esperando, Gus Day”
Tragando más allá del recuerdo, sigo adelante, sin querer admitir en voz
alta que mi padre había conocido de alguna manera a ese hombre horrible.
—Mi atacante me soltó y se dio la vuelta. Sacó una pistola justo cuando mi
padre corría tras él. Entonces... le disparó. —Trago saliva al recordar—. Dos
veces. Y mi padre cayó...
—¿Disparó dos veces? —pregunta Sol y mi corazón se acelera ante la
pregunta. Ha pasado tanto tiempo que he olvidado lo que he dicho y lo que
no.
Dudo.
—Quizá más. Ha pasado tanto tiempo.
Sus cejas se fruncen, pero sus manos se aflojan en mi cintura y bajan hasta
mis caderas.
—¿Y qué pasó con tu atacante? ¿El asesino de tu padre?
Cierro los ojos, temblando ante la ardiente rabia que se ha marcado bajo mi
piel, recordando el peso del metal en mi mano... el pánico y la confusión
posteriores.
—Se escapó —respondo, aun tratando de dar sentido a lo que
sucedió—. Alguien dentro del restaurante ya había llamado al 911. Cuando
llegó la ambulancia, declararon a mi padre muerto en el lugar.
—¿Así que tu padre no disparó su arma?
Mi corazón se detiene y entrecierro los ojos.
—Mi padre no tenía un arma. Hizo todo lo posible por limpiar sus actos
después de que yo naciera, pero antes de eso era un delincuente. No se le
permitía tener armas.
Sol me observa atentamente y odio las preguntas en sus ojos.
—Así que cuando tu atacante disparó dos veces...
—El otro tipo disparó más que eso. Me corregí después de que me
preguntaras.
Sol asiente una vez lentamente y antes de que pueda acorralarme con más
preguntas, le pregunto la que realmente quería saber.
—¿Qué le ha pasado a tu ojo?
Me frunce el ceño, sin duda sabiendo que estoy dando largas. Pero es mi
turno.
—¿Qué quieres saber? —me pregunta.
—Todo.
Me mira a la cara antes de beber el resto de su Sazerac. Es casi como si
pudiera verle teniendo la misma conversación interna que yo, pero fui
honesta con él. Más o menos. Espero que él sea al menos así de sincero
conmigo.
—Me atacaron. Mi atacante se fue con mi ojo. Me dejó cicatrices.
—¿Quién fue?
—No importa. Ahora está muerto.
—¿Cómo murió?
—Scarlett... —gruñe, pero yo sigo.
—¿Tienen sus cicatrices algo que ver con la disputa de los Bordeaux con los
Chatelain?
Se queda quieto, congelado como una piedra.
—¿Por qué lo preguntas?
—Sólo tengo curiosidad. Rand dice...
—Rand, y toda su familia, son un montón de mentirosos —sisea—. Tienes
que alejarte de él, Scarlett.
Me erizo ante la orden.
—Qué curioso. Eso es lo que dice Rand de los Bordeaux.
Sol me levanta por la cintura y me pone de pie antes de levantarse y llevar
su vaso vacío a la barra.
—Bueno, tal vez los Chatelain no son mentirosos todo el tiempo, entonces.
—¿Qué significa eso? —pregunto, siguiéndole mientras prepara otro trago.
Sus movimientos son fáciles, despreocupados, pero los músculos de la
espalda bajo su camisa blanca están tensos.
—Significa que... tienen razón. Deberías alejarte de mí.
—¿Por qué dices eso? Además, es algo difícil de hacer cuando me
secuestraste.
Se burla y da un sorbo a su bebida.
—No sabes nada sobre ser secuestrado.
—Oh, ¿y tú sí?
Deja la bebida de golpe y me mira fijamente. La luz del fuego brilla en su
máscara blanca, pero el resto de su cuerpo está en la oscuridad gracias a la
escasa iluminación.
Como una sombra.
Como un fantasma.
Se levanta con las piernas separadas y los brazos cruzados.
—En realidad, lo sé. Sé lo que se siente al ser secuestrado, enjaulado y
torturado. —Se acerca y apenas resisto las ganas de huir y de arrojarme contra
él para aliviar el dolor de cada palabra—. Y hasta sé cómo secuestrar, enjaular
y torturar.
Está tan cerca que estoy segura de que puede ver mi pulso acelerado en el
cuello, justo donde su mano va a coger un rizo. Lo enrolla alrededor de su
dedo hasta que está tenso.
Cuando lo suelta, siento que me roza la piel mientras vuelve a enrollarse,
haciéndome temblar.
—Avísame si quieres una demostración.
Su mano se acerca a mi mejilla y la alejo.
—No te creo.
Su sonrisa se vuelve fría y mezquina.
—¿No me crees? ¿Qué parte no crees?
—Que me hicieras esas cosas. Ni siquiera me entregaste a un psiquiátrico.
La mirada dura en su rostro vacila.
—Me pediste que no lo hiciera. Sé mejor que la mayoría lo que esos lugares
pueden hacerle a alguien.
Se me para la respiración en el pecho y se me seca la garganta.
Inmediatamente sé de quién está hablando.
Su madre.
Sacude la cabeza.
—Creo que ya está bien de este juego por ahora. Es hora de ir a la cama,
Scarlett.
—Todavía no es de noche —Frunzo el ceño—. Además, no soy una niña,
Sol.
—No he dicho que lo fueras —responde con calma—. Pero te has
despertado antes de lo habitual y ambos sabemos que necesitas dormir. Dudo
que esa mente inquisitiva se sacie alguna vez.
Golpeo con las uñas su carrito del bar.
—¿Puedes responder a una pregunta más?
Suspira, y la parte izquierda de su cara adopta una expresión de
aburrimiento, aunque la forma en que se mueve en los bolsillos sugiere que
es todo menos eso.
—¿Cuál es tu pregunta, Scarlett?
—¿Por qué debería alejarme de Rand? Fue mi amigo de la infancia. Su
familia fue buena con la mía. Su padre incluso ayudó al mío a encontrar
trabajo en Frenchmen Street...
—¿Su padre hizo qué?
Mis palabras se cortaron ante la agudeza del tono de Sol.
—Él... ayudó a mi padre a conseguir actuaciones musicales.
—Pero la calle Frenchmen está al este del Barrio Francés. El lado Bordeaux.
—Sí... ¿es eso un problema?
—Los Chatelain nunca han hecho negocios en nuestro lado sin que lo
sepamos. Ni siquiera antes de que la ciudad se dividiera.
Mi ceño se frunce.
—OK... bueno, al menos lo hicieron con mi padre. Podrías estar
equivocado...
—No —me corta—. Nunca me equivoco con los Chatelain.
Exhalo lentamente.
—De acuerdo, déjame ir a buscar mi teléfono y resolveré esto ahora mismo.
Rand dice que me ha estado llamando...
—¿Cuándo has visto a Rand, Scarlett? —La curiosidad de su voz me hace
preguntarme si ya lo sabe.
—Yo... no lo vi. Es sólo una suposición educada…
—¿De verdad, Scarlett? ¿Crees que no lo sé? ¿Que he estado esperando que
me lo digas desde que me mentiste en el cementerio?
Me quedo con la boca abierta y el corazón se me acelera.
—Espera... ¿lo sabías?
—Por supuesto que lo sabía. ¿Qué te dijo?
—¡Nada! —Miento, con la esperanza de desviar esta línea de interrogatorio
hasta que yo misma entienda lo que ha pasado—. Apenas fueron unos
minutos y sólo estaba preocupado por mí.
—No te creo...
Me burlo, intentando desviar la atención y quitarle importancia.
—¿Por eso hemos jugado a este juego? ¿Para que puedas intentar, no sé,
pillarme en mentiras o algo así?
—¿Hay tantas mentiras que tendría que engañarte para decir la verdad?
Mis labios se tensan.
—Me quiero ir.
Se burla.
—¿Quieres irte? ¿Ahora?
—¡Sí! —Admito. O miento. Diablos, estoy tan confundida que no sé qué
hacer ni por qué estoy realmente enfadada ahora mismo, pero redoblo la
apuesta—. ¡Déjame ir! Estoy bien y ya no te necesito.
—De acuerdo entonces. —Se dirige a la puerta del salón y al pasillo. Sigo
sus largas zancadas, dispuesta a luchar más, hasta que pulsa la pantalla de su
teléfono y abre la puerta de par en par. Mis ojos se abren de par en par y el
corazón me retumba en el pecho, pero él se queda de pie con los brazos sueltos
a los lados, aparentemente imperturbable ante esta discusión.
—Vete si te mueres por escapar de tu secuestrador, Scarlett. Adelante.
El aire frío de los túneles me seca los dientes y me doy cuenta de que mi
mandíbula cuelga abierta.
Me está dejando ir.
No es que me sienta realmente prisionera, pero después de todo lo que ha
dicho Rand, estaba empezando a cuestionar qué demonios estaba pasando y
por qué estoy aquí en primer lugar.
Pero ahora que la puerta está abierta...
—Bien. —Lo fulmino con la mirada—. Simplemente me iré.
—Adelante. —Sol se encoge de hombros con indiferencia. Y
exasperantemente.
Dudo sólo un segundo más antes de salir por la puerta...
e inmediatamente me devuelven al interior.
ESO ES TODO LO QUE PIDE
9 Fortissimo (del italiano forte, "muy fuerte") es un término que se utiliza en notación ... extremas es más frecuente en la
notación de la música del Romanticismo.
—Todavía no —responde Sol antes de murmurar en voz baja—. Pero algún
día...
La promesa es tan baja que apenas puedo oírla, casi como si se lo jurara a
sí mismo más que a mí. Estoy a punto de suplicarle de nuevo, pero finalmente
curva su dura polla dentro de mí y empuja a un ritmo de staccato10 salvaje.
Cada empujón me lleva al borde de un nuevo orgasmo. Me rodea la cintura
con el brazo izquierdo para aferrarme a su pecho. Cuando entra, me golpea el
clítoris antes de retirarse. El movimiento me impide ver nada más que a mi
demonio, su ojo de medianoche lleno de emoción mientras la luz del fuego
baila sobre la máscara de calavera blanca del lado derecho de su cara.
Estoy tan acalorada y sudada que la cera de mis pechos y mi vientre sigue
siendo suave en mi piel. Se mancha toda su camisa blanca, pero a él no parece
importarle. A mí también deja de importarme cuando mis músculos internos
se contraen, amenazando con volver a arder.
—Te sientes tan bien, Sol. Me voy a correr otra vez —gimo—. No puedo
esperar.
—No tienes que esperar. Vente, bonita musa. Canta para mí, ángel.
Las palabras actúan como un catalizador y me combustiono. Mis ya
gastados músculos se agitan alrededor de él, agarrándolo con fuerza y casi
encerrándolo en mi cuerpo.
—Maldita sea, Scarlett.
Grita mi nombre y se introduce en mí una última vez mientras me acerca a
su pelvis todo lo posible. Las cuentas sobre mí se rompen, pero él me atrapa
antes de que pueda caer, acunando mi espalda con su antebrazo por debajo
del trozo de vestido que aún me cubre. Encierro mis tobillos y brazos
alrededor de su espalda y cuello para ayudarme a mantenerme firme. Las
cuentas tintinean y repiquetean a nuestro alrededor como la lluvia al caer
sobre la chimenea de mármol negro. Le rodeo con los brazos inmediatamente
mientras él bombea su orgasmo dentro de mí.
10 Staccato en notación musical es un signo de articulación que indica que la nota se acorta respecto de su valor original y va
separada de la nota que viene a continuación por un silencio.La técnica interpretativa variará en función del instrumento
musical que deba ejecutar el signo de articulación.
—A la mierda los anticonceptivos. —creo oírle murmurar.
Con la forma codiciosa y primaria en que me miró mientras sostenía a su
sobrina, y la forma absolutamente salvaje en que me tomó, me arrepiento del
implante en este momento. Todos los argumentos que tenía cuando
amenazaba con irme han sido malditamente follados fuera de mi por
completo. Quiero tener una familia completa algún día, y tener un montón de
bebés Bordeaux correteando por el teatro de la Nueva Ópera Francesa es un
nuevo sueño que me encantaría hacer realidad.
Todavía de pie, con las piernas enganchadas a su espalda, me sujeta contra
él, con su brazo rodeando mi trasero mientras el otro me envuelve la espalda
y me coge la nuca. Aparte de las silenciosas llamas que azotan la chimenea,
nuestros profundos suspiros y jadeos son los únicos sonidos de la habitación.
Me siento completamente segura, querida... amada. No sé si el Fantasma del
Barrio Francés puede amar, pero mi démon de la musique definitivamente se
siente capaz.
Rozo mis labios con los suyos. Su agarre en la nuca se intensifica y toma
inmediatamente el control del beso. Saboreo mi excitación mientras devora
mi boca igual que hizo con mi coño. Cuando el beso pasa de la necesidad febril
a la ternura, abandona mis labios hinchados para besarme el cuello,
provocando un delicioso temblor en mi columna vertebral.
Me aprieta más fuerte antes de susurrarme al oído:
—Nunca me dejes, Scarlett. No podría soportarlo.
Mi corazón se aprieta ante la vulnerabilidad que se desprende de sus ricos
graves.
—¿Y la clase? —Le susurro, algo juguetona, pero también algo preocupada
por su respuesta.
Se pone rígido y me desplaza para poder mirarme a los ojos. Su mirada de
medianoche está llena de determinación y vacilación. No es la primera vez
que deseo poder quitarle la máscara y ver toda la profundidad de sus
emociones. Tal vez entonces no sólo se desnudaría para mí, sino que también
confiaría en mí lo suficiente como para desvelar sus secretos.
—Si te dejo ir mañana... ¿volverás? —me pregunta y no puedo evitar
sonreír.
—Sí, lo prometo. Pero sólo porque quiero. No porque me hayas obligado.
Además, no es que donde yo vaya, tú no vayas también. Eres mi acosador.
Una sonrisa genuina se extiende por sus labios, incluso por el lado derecho,
como si se estuviera acostumbrando a los músculos de nuevo.
—Eso es todo lo que pido, mi musa.
AUDICIONES Y TRAICIONES
uería ir al baño para tener un momento para mí, pero ahora solo
quiero ir a la cama.
—En serio, ¿estás bien? —pregunta Rand, con el ceño fruncido a
través de su máscara de diablo.
—Sí. —Asiento con la cabeza—. Estoy bien. Solo estoy lista para dar por
terminada la noche.
—¿Crees que lo que dijo Jaime era cierto?
Me encojo de hombros.
—No estoy segura. Pero ¿puedo ser sincera?
—Por supuesto. —Su voz es suave y persuasiva—. Siempre puedes
contarme cualquier cosa, Lettie.
Deja de usar el apodo de mi padre para mí.
Lo tengo en la punta de la lengua para decir las palabras, pero me las
refreno. Ha estado agrio toda la noche, y mentiría si dijera que no estoy
agradecida por el respiro de su humor.
—No sé si lo que ha dicho Jaime es cierto, pero creo que he corrido la cortina
demasiado pronto con Sol. Creo... creo que tengo que hablar con él. Al menos
pedirle disculpas por la forma en que me fui.
Los labios de Rand se afinan mientras asiente lentamente.
—¿Por qué no lo piensas esta noche? Tengo algo en mente que podría
animarte.
Mis músculos tensos se aligeran ante su sugerencia.
—¿De verdad? ¿De qué se trata?
—Siempre tan curiosa, Lettie —Sonríe—. He dejado tu bebida en la mesa,
espera un segundo y vuelvo a por ella …
—Oh, no, está bien. —Le hago un gesto antes que se dé la vuelta—.
Vámonos. ¿Supongo que recibiré mi sorpresa en otro lugar? Esperaba poder
irme a la cama. Estoy muy cansada.
—Esto no llevará mucho tiempo, lo juro. Solo confía en mí.
Esas tres últimas palabras son casi suficientes para hacerme decir que no,
pero la súplica en sus ojos suaviza las fuertes alarmas en mi mente.
Sin que le responda, me coge de la mano y me guía por los pasillos y las
escaleras que llevan arriba del teatro de la Nueva Ópera Francesa. Pero en
lugar de ir hacia mi dormitorio, seguimos subiendo las escaleras.
—¿A dónde vamos?
—Hay algo que creo que tienes que ver.
El bar clandestino es de difícil acceso y, según la forma de entrar, hay que
atravesar el interior del teatro de la ópera para llegar a él. Los estudiantes de
Bordeaux tienen vía libre y hemos aprendido los entresijos, pero de alguna
manera Rand sabe exactamente a dónde va.
Subimos -vuelo tras vuelo- hasta llegar al último acceso al tejado.
—¿El techo? ¿Cómo sabes que hay un acceso aquí arriba? Ni siquiera se
permite a los estudiantes...
Pulsa la pantalla de su teléfono -un modelo más antiguo de lo que yo creía-
y la puerta se abre con el mismo tipo de silbidos y chasquidos que tienen las
puertas de los túneles. En cuanto termina el chasquido, empuja la puerta,
dejando al descubierto la azotea, y se gira con una sonrisa de satisfacción.
—Hay muchas cosas del Barrio Francés que Sol Bordeaux no sabe que
conozco.
Se me agarrota el pecho y me quedo helada cuando Rand me empuja a
través de la puerta y la cierra tras nosotros.
—Rand... ¿qué significa eso?
Sale a la azotea y da vueltas en círculo con los brazos extendidos.
—Míralo, Lettie. Nueva Orleans en toda su gloria. El Barrio Francés en todo
su esplendor.
Le sigo hasta el lado de la calle Bourbon del edificio y giro para ver mi
entorno. La azotea del teatro de la Nueva Ópera Francesa es plana, con un
parapeto de hierro forjado a la altura de la cintura que recubre las paredes
exteriores del tejado para proteger a la gente de las caídas. Desde su posición
en el centro del edificio, una estatua de bronce de la diosa griega Atenea vigila
la ciudad con su escudo circular en una mano y su lanza en la otra. A solo
unas manzanas de distancia, las torres del distrito Central de Negocios se
eleva en el cielo nocturno, y debajo de nosotros, las luces y los sonidos de la
calle Bourbon brillan y llegan hasta nosotros.
—Es precioso —coincido—, pero ¿por qué estamos aquí arriba, Rand
Se quita la máscara de la cara y finalmente vuelve a posar su mirada salvaje
en mí. La aprensión me recorre la espina dorsal y el corazón me retumba en
el pecho. Tengo el impulso de quitarme también la máscara negra de
mariposa, pero me abstengo, sin querer apartar los ojos de los suyos con las
escalofriantes vibraciones que emanan de él.
El mismo azul claro que recuerdo cuando era niña me devuelve la mirada.
El hecho que no haya una locura maníaca hace que sus movimientos
dramáticos y ruidosos sean más desconcertantes.
Hay mucha gente que tiene miedo de las enfermedades mentales y de
quienes las padecen. Algunos incluso llegan a creer que todos somos capaces
de ser monstruos. Pero la gente que no necesita la locura para comportarse de
forma irracional es más peligrosa que todos nosotros.
—El último deseo de mi hermano era poseer Nueva Orleans, ya sabes.
Como los Bordeaux creen que lo hacen. Y he vuelto para cumplir por fin su
sueño. Pero esta estúpida tregua se interpone en el camino. Pensé que,
acercándome a ti de nuevo, me metería en la piel de Sol. Pero si a él no le
importas... entonces podré terminar lo que empecé.
El miedo helado se congela en mis venas cuando finalmente me doy cuenta
que la confianza equivocada que tenía de niña me ha llevado por el mal
camino una vez más como adulta. Pero esta vez no ha sido solo a mi costa.
Hice daño a la única persona de mi vida que solo se ha preocupado por mí.
Incluso llegué a culparlo de lo mismo que Rand está admitiendo ahora mismo.
Camina en semicírculo a mi alrededor y lucho contra la aterrada rigidez de
mi cuerpo para girar con él y mantenerlo a la vista. Cuando estoy de espaldas
a la calle, se detiene y me mira, con la maldad tensando sus hermosas
facciones, y trago saliva antes de dar un pequeño paso atrás.
Habla con él. Intento averiguar de qué mierda está hablando y luego salgo
corriendo.
—¿Qué... qué empezaste?
—¿Sabías que tu padre trabajaba para el mío?
Eso hace que me quede quieta.
—¿Lo hizo? Sabía que tu familia ayudaba a la nuestra cuando mi padre
estaba entre trabajos...
Rand resopla.
—No solo ayudamos a la gente, Scarlett. Nadie se merece limosnas, y
menos tu padre.
Sacudo la cabeza.
—No... mi padre era uno de los mejores. Por eso tu padre lo patrocino…
Mi antiguo amigo de la infancia suelta una carcajada.
—Era mediocre en el mejor de los casos. Tú, en cambio, tienes talento. Y,
sin embargo, piensas malgastar tu vida jugando a las propinas como hizo él.
Lo que no puedo decidir es si eres patética o delirante por pensar que es una
buena idea. —Hace una pausa y finge que está pensando—. Aunque, teniendo
en cuenta tu diagnóstico, probablemente ambas cosas, ¿no? Hmm... qué pena
que robar tus medicinas saliera tan mal. He oído historias de tus episodios.
Podría haber sido divertido verlas.
Me quedo con la boca abierta.
—¿Ese... ese fuiste tú?
Sonríe, con el triunfo brillando en sus ojos.
—Culpable. Quería ver cuánto tardaría tu amiguito Fantasma en salir de su
escondite. No había considerado que te secuestraría. Dime, ¿te acostaste con
él, Lettie?
Mis ojos se entrecerraron.
—Eso no es asunto tuyo.
Él resopla antes de encogerse de hombros.
—Sí... pensé que lo habías hecho. Nunca soñé que fueras tan zorra como
para abrirte de piernas y dejar que te arruine. Pero bueno, supongo que es el
costo de hacer negocios.
—¿Qué quieres decir con arruinarme? —argumento nerviosa.
—El bastardo te cogió y te desechó. —Se burla mientras lanza los brazos a
los lados—. Estoy seguro que tu dulce e ingenuo cerebro creyó que eras
alguien especial. Pero desperdiciaste tu cuerpo en un monstruo.
—Rand... —Mis ojos arden y la ira avergonzada burbujea en mi pecho.
Se adelanta, con la cabeza inclinada.
—¿Te marcó?
La pregunta me hace parpadear.
—¿Qué hizo qué?
Rand mueve la mano de arriba abajo en mi dirección.
—No veo ninguna joya de calavera ni ninguno de esos estúpidos amuletos.
Entonces, ¿te marcó? Los seguidores de Bordeaux son bárbaros en su lealtad.
Los más leales son marcados. Nunca pueden irse después de eso. La sombra
que torturé para obtener información tenía una, aunque no les sirvió a los
Bordeaux. ¿Entonces te hizo Sol eso a ti?
Unas mariposas inoportunas revolotean en mi estómago al pensarlo, pero
las alejo y sacudo la cabeza.
—Dios. Quizá no le gustes tanto como pensaba —murmura.
Mis ojos parpadean mientras intento calcular toda la información que me
está escupiendo.
—¿Por qué dices todo esto?
—Porque, dulce pequeña Lettie, ya no me sirves. Me fui a Nueva York para
alejarme de esta mierda de ciudad. Pero cuando llegué allí, conocí a algunas
personas que arrojaron luz sobre todo el duro trabajo que mi hermano estaba
haciendo para conseguir que Nueva Orleans estuviera bajo la dirección de
Chatelain. Yo estaba estudiando en el extranjero cuando Laurent asesinó al
patriarca de la familia de Bordeaux y luego decidió utilizar a la querido y
artístico Sol como una palanca más para nuestras negociaciones. Fue una
genialidad. Incluso aplacó a Ben una vez que el tonto sugirió una tregua.
“Dividimos Nueva Orleans para evitar más derramamiento de sangre”—
Utiliza comillas y pone los ojos en blanco—. A Laurent no le importaba que
nos negaran los puertos para nuestro particular negocio, porque ¿por qué iba
a hacerlo? Solo estaba esperando su momento, esperando a que Ben saliera de
su escondite para poder matar a otro Bordeaux cuando tuviera la oportunidad
y apoderarse de toda la ciudad. Pero entonces tu maldito padre se entrometió.
—¿Mi... mi padre? —La sangre se me escurre de la cara y los engranajes
empiezan a girar dentro de mi cabeza mareada.
—Sí, tu padre. Eso me costó un tiempo en resolverlo. Solo después de poner
a uno de mis mejores hombres sobre él me di cuenta de lo ladrón y estafador
que era en realidad. Él y mi padre tenían un acuerdo. Si él espiaba a los
Bordeaux en el Barrio Francés, mi padre pagaría las facturas de Gus Day.
El corazón me late en el pecho y quiero sentarme, pero no puedo ponerme
en una posición más débil de la que ya estoy. Rand, por suerte, parece perdido
en su historia mientras continúa exponiendo los secretos de mi padre.
—Era un chivato fantástico, y llegó tan alto en nuestras filas que mi padre
le confió sus planes para hacerse con el poder. Pero tu padre nos traicionó
contándoselo a una de las sombras de los Bordeaux... y entonces ustedes
volvieron a mudarse de repente y él se ausentó. Una semana después, mis
padres murieron y Laurent tuvo que adelantar el plazo de su plan original.
—Sol di... dijo que tuvieron un trágico accidente...
—¡Bah! Eso es rico, viniendo del "suicida" profesional. Jacques Baron...
¿realmente eres tan tonta como para pensar que se ahorcó? No, Sol lo hizo.
Jacques era un hombre Chatelain...
—Que hacía daño a las mujeres... —escupo, incapaz de ocultar mi
animosidad, y Rand me fulmina con la mirada.
—Me importa una mierda lo que les hacía a las mujeres, era mi segundo al
mando y mi apoderado cuando yo no estaba.
—¿Por qué querrías que alguien así trabajara para ti?
—Oh, ¿como si las sombras de los Bordeaux fueran ángeles? ¿De verdad
crees que licor es lo único que derraman en las calles? Sin embargo, son fáciles
de atrapar. Si no hubiera capturado a la del cementerio el domingo pasado,
no habría podido darle una lección a tu estúpido amigo, ni desbloquear la
puerta del tejado para darte esta espléndida vista esta noche. —Levanta el
viejo teléfono que utilizó para activar la puerta y lo agita para dar énfasis—.
Sin embargo, los Bordeaux nunca encontrarán a su hombre desaparecido. A
diferencia de Sol, yo no dejo mis cuerpos a la intemperie.
—Eres un animal... —Hago una mueca y doy un paso atrás. Él lo refleja
hacia delante, y el sudor me recorre la nuca.
La risa que suelta Rand me revuelve el estómago.
—¿Sabes quién es un animal? Sol. He visto las imágenes de lo que le hizo
mi hermano, y el tipo aulló como un gato moribundo cuando se quemó.
El vómito se acumula en mi garganta y apenas lo trago.
—Después, tu querido Sol estranguló a mi hermano. Fue su primer
“suicidio”, según informó la policía a la que pagaron los Bordeaux. Era
demasiado joven y estaba solo para hacer nada entonces, pero maldición, crecí
mientras estaba fuera. Ahora exijo la justicia Chatelain -verdadera justicia -
para todos los que salieron impunes. No más de esta mierda del fantasma.
Los hombres de negocios con los que hice un trato en Nueva York dijeron que
podía tenerlo todo si aseguraba el puerto para su específico... comercio... se
podría decir.
Mis respiraciones son demasiado rápidas, exacerbando mi mareo. Mientras
intento forzar inhalaciones y exhalaciones lentas, Rand se acerca a mí y yo
retrocedo con la misma lentitud, con los ojos recorriendo la azotea en busca
de algún plan de escape.
—Los Bordeaux no cedían y fue entonces cuando me di cuenta que la
obsesión de Sol por ti jugaría a mi favor. Pensé en mandar a matar a toda la
familia, pero Sol asesinó a nuestro mejor asesino hace un año, y no podía
correr el riesgo de joder mis planes.
—¿Tu...? ¿Tu asesino? ¿Por qué se preocuparía Sol por él? —le pregunto a
Rand.
—Porque “Dos Tiros” mató al patriarca de Bordeaux y secuestró a Sol hace
una década. Ese fue el último trabajo de “Dos Tiros”, pero yo lo saqué de su
retiro. ¿Y sabes por qué lo hice?
—¿Por qué? —La sospecha recorre mi mente y mi boca se seca mientras la
respuesta permanece en la punta de mi lengua.
—Para investigar a tu padre. Una vez que descubrió que fue tu padre el que
le dijo a una sombra de los planes de mi padre e hizo que mataran a mi familia,
ordené a “Dos Tiros” que lo eliminara. —escupe cada palabra, y cada una se
siente como una bofetada en la cara—. Tu padre vivió impune durante
demasiado tiempo. Y, bueno, ya sabes el resto. Tuviste la oportunidad de
conocer a “Dos Tiros” de cerca, ¿no es así?
Mi espalda choca con la estatua de Atenea. Nuestros pasos se han ido
reflejando hasta ahora, y él sonríe cuando se da cuenta que me ha acorralado.
Pero sus palabras han activado un interruptor en mi mente mientras
despotrica.
—Por lo que he podido ver en los informes policiales, se despistó un poco
cuando tu padre intentó esconderse de él. A “Dos Tiros” le gustaban las chicas
que no querían. Aunque sus tonterías probablemente le costaron la vida.
Oh, no tienes ni puta idea.
—Si te hubiera dejado en paz, Sol no habría tenido la oportunidad de
acercarse a él. Descargó un arma en el pecho de “Dos Tiros”. Luego, al más
puro estilo fantasma, lo estranguló por si acaso, como hizo con mi hermano
hace una década. Disparar no es su modus operandi habitual. La única razón
por la que me enteré fue una cámara de la calle lateral que captó a Sol llevando
a “Dos Tiros” al Cementerio de Lafayette Nº 1. Mis hombres recorrieron el
cementerio después para encontrar su cuerpo en una tumba recién abierta. No
había rastro que yo hubiera ordenado el golpe, así que parecía una rencilla
personal entre mi asesino y tu padre. Tuve que volver a esconderme después
para asegurarme de mantener mi cubierta.
Mientras escucho la versión de Rand sobre lo ocurrido, me doy cuenta.
Tiene algunas piezas desordenadas, pero todas empiezan a encajar para mí.
El orgullo y la gratitud por Sol, mezclados con la culpa por no haber
confiado en él, me llenan el pecho, haciendo que me cueste respirar. Pero
reprimo mi rostro para mantener mi expresión de miedo mientras él continúa.
—Y ahora que me he vengado de tu padre, he puesto mis ojos en ti. Gus
Day destruyó mi familia, así que ahora voy a destruir la suya. Es el momento
perfecto, en realidad. Conseguiré matar dos pájaros de un tiro al acabar con
la propia hija de Gus Day y la obsesión de Sol. Vamos a ver si el Fantasma del
Barrio Francés realmente no se preocupa por ti. Y si no lo hace, golpearé cada
vez más cerca hasta conseguir lo que quiero. Les quitaré todo, como hicieron
conmigo, hasta que haya asegurado toda Nueva Orleans lejos de esos
monstruos y bajo el control de Chatelain.
Las lágrimas de rabia me queman los ojos y me estremezco cuando me
acaricia la mejilla.
—Tú eres el monstruo.
Sonríe y deja caer su mano, pero se aleja solo un palmo de mí.
—Oh, Scarlett. ¿No lo sabías? Soy un buen tipo. Y este buen tipo va a
conseguir por fin lo que has estado alejando de mi durante años. Siempre
fuiste una maldita mojigata.
—Tenía doce años —gruño.
Su cara se pone roja justo antes que me agarre por los hombros y me estrelle
contra la estatua de bronce que hay detrás de mí. Aturdida por el movimiento,
ni siquiera intento apartarme cuando me golpea en la cara, lo suficientemente
fuerte como para hacerme morder la lengua. Mi máscara negra de mariposa
se desprende y cae al suelo. El dolor late como un tambor en mi cerebro,
obligándome a moverme a un ritmo mucho más lento de lo que se puede
sobrevivir ahora.
Pero la rabia que ha estado hirviendo en mis venas desde que empezó a
burlarse de mí con el asesinato de mi padre empieza a hervir. Intento
concentrarme mientras Rand me manosea el vestido, pero los recuerdos se
agolpan en mi mente.
Manos clavándose en mi piel, bajo mi ropa, arañando y arañando para
conseguir lo que creen que se merecen. Todos los recuerdos se agolpan en mi
cerebro, al revés.
Jacques Baron.
El asesino de mi padre.
Rand Chatelain.
La furia que inunda mi cuerpo me llena de energía, como lo hizo en los
momentos posteriores al asesinato de mi padre. Había disparado al hombre
que había intentado agredirme, hiriéndolo, ayudándome sin querer a
terminar el trabajo.
—Sé que Sol dice que no se preocupa por ti, pero conozco a ese bastardo de
toda la vida. A ningún Bordeaux le gusta compartir sus juguetitos. Solo me
gustaría poder ver su cara cuando vea tu cuerpo después que te empuje desde
el tejado. Nadie se preguntará si la loca se suicidó después que su amado la
abandonara como la basura que es. Se le romperá su sádico corazón.
Lo siento mucho, Sol.
Me quedo en blanco, mirando por encima del hombro de Rand mientras
me palpa el cuerpo y trato de averiguar qué hacer, cómo salir de esto, cómo
usar mi rabia para romper el instinto de congelación, como lo pude hacer la
noche en que murió mi padre.
Tan pronto como su asesino se alejó cojeando, me desencadené y cogí el
arma de mi padre. Corrí tras él y le disparé por la espalda. Cuando cayó sobre
el negro pavimento, se giró para mirarme. La forma en que había suplicado
por su vida me llenó de odio porque a mi padre no le había dado esa piedad.
Miré fijamente a los ojos suplicantes del asesino y disparé contra su pecho
hasta que el arma hizo clic en mis manos. Le di una patada para asegurarme
que estaba realmente muerto, como si los ojos vidriosos y muy abiertos no
fueran prueba suficiente.
El inconfundible sonido de una cremallera bajando me saca por fin de mi
miedo. Una sombra ágil se acerca a nosotros. La esperanza enciende la lucha
en mí, despejando mi mente y haciéndome ver que Rand me ha soltado para
sacarse la polla. Soy completamente libre.
Los ojos de carbón parpadean hacia mí mientras la sombra asiente.
Hago acopio de todo el valor que puedo reunir, queriendo asegurarme que
si esto no funciona, que al menos él sepa la verdad.
—Rand —grito.
—¿Qué? —Ni siquiera se molesta en levantar la vista de su polla,
asumiendo que no soy una amenaza.
—Sol no mató a tu asesino... —Eso lo detiene. Por fin se encuentra con mi
mirada, entrecerrando los ojos cuando le digo la verdad—. Yo lo hice
Le empujo hacia atrás con todas mis fuerzas, deleitándome con su cara de
asombro. Apenas hace que se mueva, pero me da suficiente espacio para subir
la pierna y patear mi stiletto en su polla desnuda con toda la fuerza que puedo
antes de correr.
Aúlla mientras me arranco los zapatos y cojea para cogerme por el tirante
del vestido, rasgando el escote más profundamente, pero un silbido de viento
pasa volando por mi oído y su aullido termina en un grito.
Me doy la vuelta para verlo retorciéndose en el suelo, agarrándose la polla
y el hombro. Una larga daga sale de debajo de su clavícula izquierda y me
doy la vuelta para ver a Sabine marchando hacia nosotros.
—Pensé que había terminado conmigo.
—Se llevó a todos los demás de tu destacamento menos a mí —responde
ella mientras pasa rápidamente junto a mí para llegar a Rand—. Ha estado
tratando de resolver por qué un hombre Chatelain asesinó a tu padre. Parece
que éste tenía las piezas que faltaban.
—Así que... ¿él no sabía que mi padre le había contado a una sombra el plan
de los Chatelain?
Ella sacude la cabeza.
—No. Tampoco sabía que era tu padre. El señor Bordeaux mantenía las
identidades de sus informantes en secreto y nunca compartía los negocios con
Sol o Ben. Quería esperar a que fueran adultos.
La verdad aloja la emoción en mi garganta.
—Yo... no tenía ni idea.
No tenía ni idea de nada de eso. Cuando fui tras el asesino de mi padre, no
pensaba en que estaba matando a alguien que huía de mí. Estaba pensando
en la venganza. Sol me protegió de ser acusada de asesinato tras descargar el
arma en el pecho del asesino. Y yo no lo sabía entonces, pero también me
protegió de las represalias de Rand. Le debo la vida.
—Corre hacia Sol —me ordena y señala una trampilla abierta en la
azotea—. Eso te llevará por donde fuimos la semana pasada. Mantén la mano
a la altura de los ojos y no dejes que se separe de la pared. Así evitarás
perderte. Le enviaré un mensaje para que sepa que tiene un nuevo prisionero
con el que tratar por la mañana.
Mis ojos parpadean y me doy cuenta que el alivio, el miedo y la rabia han
hecho que finalmente las lágrimas que amenazaban con caer se derramen por
mis mejillas.
—Gr-gracias. —me atraganté.
Sabine se limita a asentir.
—Yo también confié en un Chatelain cuando era joven. Era una nueva
guardaespaldas y estaba molesta porque mi novio intentaba acabar con mi
jefe. Laurent insistió en conocerme y me lo creí. Sol estaba siendo un niño y se
escabulló para ver tocar a una banda. Su padre tuvo que ir a buscarlo. Fue
entonces cuando Sol fue secuestrado y el Señor Bordeaux fue asesinado. Llevo
una década queriendo resarcirme. —Vuelve a mirar a Rand antes de acercarse
a él y clavarle más el cuchillo. Rand grita y se hace un ovillo antes de
desmayarse. Vuelve a mirar hacia mí—. Esta puede ser mi única oportunidad.
Corre. Ve hacia él. Tienes que estar allí antes que le envíe el mensaje o se
pondrá furioso.
Asiento sin decir nada más, me levanto y corro descalza hacia la trampilla
para seguir sus instrucciones. Mi vestido rasgado ondea detrás de mí mientras
bajo a toda velocidad las escaleras de hierro forjado hasta llegar al rellano
inferior. En cuanto mis pies chocan con la piedra húmeda, me alejo del sonido
del agua a mi izquierda y encuentro el muro de piedra a mi derecha.
Arrastrando la mano a lo largo de ella, recorro los túneles negros como el
carbón.
Cuando doblo una esquina, una tenue lámpara brilla justo delante de mí en
la oscuridad. Me tambaleo con alivio, pero mis piernas tambaleantes me
hacen tropezar y caer, aterrizando con fuerza sobre mis rodillas. Vuelvo a
buscar la pared, pero encuentro el acero.
Todavía de rodillas, con el corazón latiéndome en la garganta, golpeo los
puños contra el acero y grito.
—¡Sol! Por favor, ayúdame. Te necesito.
La puerta bajo mis dedos se desprende al abrirse, y una luz naranja brilla
tras la silueta de Sol, haciendo que se parezca más que nunca a mi demonio
de la música. Alto, imponente, y retroiluminado por el fuego del infierno.
Su rostro está desnudo y lleva una camisa de vestir blanca. Sus cicatrices
queloides y quemaduras en la cara tienen un hermoso brillo bajo la luz. El
dolor y el remordimiento hacen que mis entrañas se retuerzan.
No confié en él y tenía razón en todo. ¿Me perdonará?
La preocupación se refleja en sus duros rasgos cuando me mira,
encendiendo un fuego de esperanza en mi pecho. Sus cejas se juntan sobre su
ojo de medianoche y la cuenca rosada que tiene al lado, y su fuerte mandíbula
hace tic.
Se me agita la respiración en el pecho cuando me levanta la barbilla para
girar la cara hacia la luz antes de gruñir.
—¿Quién mierda te hizo daño, pequeña musa?
SUPLICA EN OJOS DE LUNA