López Oropeza - Libertad y Pobreza

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La concreción de la libertad

desde el compromiso con la pobreza

Mauricio López Oropeza


Universidad Iberoamericana León, México

Diego no conocía la mar. Su padre Santiago, lo llevó a descubrirla. Viajaron al


Sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después
de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y
tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre
¡Ayúdame a mirar! El Libro de los abrazos, Eduardo Galeano

Mucho se ha dicho ya acerca de nuestra condición humana en tiempos presentes;


la historia va dejando sus enseñanzas a lo largo de nuestra experiencia como
humanidad, y parece que aún así no hemos querido escuchar lo que nuestro entorno
clama desesperadamente. Estamos viviendo más que una época de cambio, un cambio
de época que va teniendo repercusiones en todos los aspectos de nuestro quehacer
humano y en la manera en que nos relacionamos unos con otros para alcanzar la
libertad.

La libertad es un concepto muy complejo como todas las grandes palabras


humanas; la libertad ha sido desde siempre una búsqueda nunca terminada y sin
embargo parte esencial de la naturaleza del género humano como fundamento sustancial
de su propio ser y su sentido para la vida.

En esta ocasión la intención no es la de expresar toda una serie de explicaciones


definitorias acerca de la libertad desde los tantos y tan diversos puntos de análisis que
existen; más bien, el motivo y fondo primordial de la presente ponencia es la de
profundizar en el sentido que tiene la libertad como medio básico para transformar el
problema conceptual y estructural de la pobreza y la desigualdad en el género humano.
En realidad el punto desde el cual pretendo desarrollar el tema es el de la concepción del
hombre acerca de sí mismo y su compromiso con el otro. Punto que se determina desde
una aproximación más bien filosófica, pero que como tal no tiene sentido si no lleva
como consecuencia hacia una propuesta concreta desde la praxis.

El problema de la pobreza es además de estructural un conflicto de sensibilidad,


ya que desde la concepción de la idea acerca del hombre y desde los grandes avances
del género humano en su pensamiento para llegar a la post-modernidad, ha habido
siempre una clara inconsistencia y una repetida falta de responsabilidad hacia el
problema de la exclusión.

Responder al problema de la exclusión desde su concepción se vuelve cada vez


más complejo a medida que uno se va adentrando en éste. La Historia tiene referencias
claras acerca de esto, referencias que han pasado de lo conceptual a lo concreto y que
han quedado gravadas en la realidad de un mundo que ha llegado a lo que es hoy con
graves heridas y cicatrices de un actuar irresponsable del propio ser humano. El hombre,
en su afán y en su búsqueda profunda de alcanzar la trascendencia y la plenitud, ha ido
cerrándose cada vez más en sí mismo, haciendo de la libertad una meta personal y desde
donde la exclusión se hace inevitable.

La evolución del pensamiento humano es el referente más claro que tenemos


acerca del problema de la pobreza; y es en este referente de evolución que podemos
considerar que el hombre ha fracasado repetidamente en su intento por responsabilizarse
de dicha situación que es consecuencia de nuestro actuar y de nuestro estilo de vida. En
todo momento de la historia se hace visible la realidad de exclusión. No es que no se
haya hecho nada al respecto, muy por el contrario hay ejemplos claros de esfuerzos que
han dejado huella en el horizonte humano y a pesar de que la realidad se nos presenta
como una fuerza abrumadora que no permite transformación, es en tales ejemplos
concretos donde encontramos más fuertes testimonios de la concreción de la libertad
desde la construcción de la igualdad.

Mi intención es la de presentar una propuesta esperanzadora, pero dicen por ahí


que cuando más oscuridad encontramos a nuestro alrededor, es cuando más capaces
somos de encontrar los rastros de luz en el panorama que nos rodea. Analizar el
problema de la libertad como respuesta a la pobreza necesariamente nos lleva a revisar
nuestro propio actuar y nos cuestiona en muchos aspectos acerca de lo que hemos hecho
de nosotros y el cómo hemos llegado a donde estamos.

La libertad es un elemento que está estrechamente ligado con la pregunta


fundamental de nuestro género humano ¿Qué es el hombre?. Pregunta que se busca
responder desde la filosofía y que desde siempre nos ha dejado boquiabiertos siendo
incapaces de responder de manera conclusiva a tal misterio. Dice el filosofo Emerich
Coreth en su libro ¿Qué es el hombre?: El problema del hombre es una de las
interrogantes clave que se plantea todo hombre que quiere entenderse a sí mismo. Es
también una pregunta fundamental en el pensamiento filosófico de la hora presente,
que intenta profundizar en el ser del hombre. Esto se nos presenta como revelador de
algo que todos hemos experimentado, pero, ¿a qué nos lleva cuestionarnos esto?, ¿no es
eso precisamente lo que nos lleva a un actuar aislado en busca de una respuesta personal
que me dé la plenitud que yo necesito?.

Dice también Coreth en el mismo libro: El hombre vive en el mundo y se


pregunta por el sentido de su existencia. Vivimos y trabajamos, soportamos achaques y
cuidados, experimentamos alegrías y sufrimientos, éxitos y fracasos, esfuerzos y
renuncias; vamos envejeciendo y sabemos que al final está la muerte…. ¿Para qué todo
esto?, ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia?. Ante tal reflexión nos queda poco
espacio para pensar en la igualdad, pareciera que ya es suficiente cargar con semejante
tarea de encontrar sentido personal, como para encontrarle un sentido comunitario y de
igualdad a nuestra existencia.

Pero es precisamente desde aquí que quiero partir para desentrañar el sentido del
concepto de libertad como compromiso con la pobreza. Esto lo haré valiéndome de
ciertos elementos filosóficos que me parecen muy valiosos. ( Sé poco de filosofía, pero
una cosa cierta es que si sentáramos a todos los máximos representantes de las
diferentes corrientes filosóficas para dialogar, esto sería un caos y difícilmente llegarían
a un acuerdo acerca de sus postulados; aunque eso sí, la pregunta acerca del hombre y
su libertad sería siempre el común denominador desde el que surgirían las
interrogantes).

Otro elemento que quiero incorporar como fuente de conocimiento del género
humano es sin duda el religioso (No tengo ninguna intención de presentar una propuesta
acerca de la pobreza y la libertad únicamente desde la religión, aunque les comparto que
mis referentes y mi propia formación tienen un fuerte bagaje en esta línea; pero vista
como riqueza humana que contiene la parte de fe y búsqueda del misterio que algunos
filósofos han dejado fuera). El ámbito religioso es importante ya que integra fuertes
referentes culturales y sociales, además de la dimensión mística que de alguna manera
se relaciona con la filosofía y entra en diálogo con ésta para responder al misterio del
hombre.

Pensemos en la religión por toda la experiencia escrita que contiene en sí misma


y por todo el conocimiento que ha reunido a través de los años, conocimiento que
tenemos como primer referente de memoria escrita del género humano: “Y creó Dios al
hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Hombre y Mujer los creó” (Gen. 1, 27).
Ya el Antiguo Testamento como referente invaluable de las primeras tradiciones de
nuestra especie nos presenta de manera majestuosa el más grande tratado acerca de la
libertad en el libro del Génesis: “Entonces, Yavé formó al hombre con polvo de la
tierra, y sopló en sus narices aliento de vida, y existió el hombre con aliento y con
vida” (Gen. 1, 7). Dios los creó iguales a su imagen y semejanza dejando el primer
testimonio de la realidad de igualdad humana. (Aún desde el lenguaje simbólico del
Génesis debemos tomar la riqueza cultural plasmada en una propuesta de igualdad para
la vida).

Adán y Eva como lenguaje simbólico que expresa la responsabilidad de toda la


humanidad sobre nuestras espaldas. Hombre y mujer ante un mundo inmenso y
maravilloso que no acababan de comprender, sorprendidos por su propia capacidad de
elegir libremente. Ellos son los encargados de ser la representación mítica de todos los
hombres y mujeres que ante el mayor don de la vida: “La Libertad” eligen actuar y
empiezan a asumir las consecuencias de su propia conciencia y del libre albedrío que se
les ha concedido, Dice Coreth: “El interrogador en exclusiva es el hombre que
pregunta a todo y hasta a sí mismo por su propia esencia; con lo cual trasciende la
inmediatez de la realidad dada buscando su fundamento” 1

De alguna forma todos somos aún ése Adán y ésa Eva que deambulamos sin un
rumbo definido por la vida. Vivimos, en ocasiones, eligiendo no asumir nuestra
conciencia y libertad, para poder así justificar nuestros actos más animales y más
instintivos, tirando por la borda y por completo la posibilidad de hacer uso del mayor
don del hombre que es la posibilidad de elegir desde lo profundo como motor esencial
de nuestra vida.

No podemos seguir ciegos ante esto, estamos comprometiendo nuestras vidas y


todo lo que somos al negarnos a mirar la realidad de desigualdad permaneciendo quietos
sin tomar conciencia de lo que significa vivir siendo humanos plenos desde el
compromiso con el otro.

1
CORETH, Emerich. ¿Qué es el hombre? P. 30
La respuesta instintiva de nuestro ser es lo que históricamente nos ha llevado a
donde estamos el día de hoy; el dejar que la realidad nos vaya guiando por sus impulsos
incontrolables que cambian radicalmente como viento de diferentes frentes, es lo que
nos ha puesto en esta condición de fetos con miedo a enfrentar el destino. Seres
completos y con todas las capacidades que no quieren ya salir al mundo por miedo a
optar. Hombres y mujeres que prefieren quedarse en su entorno seguro y cálido, ya sin
siquiera preguntarse por la realidad de dolor y sufrimiento que existe a nuestro
alrededor, sin pensar en las consecuencias que esto puede tener para el futuro y el peso
que tendrá para las generaciones por venir. Y lo más dramático aún, que es el vivir una
vida sin verdadera libertad aún a sabiendas de que ésta se encuentra justo frente a
nosotros y se nos va de entre las manos con cada decisión que no tomamos y con cada
instinto que dejamos que prevalezca por encima de nuestra voluntad.

El mundo que vivimos hoy en día nos va haciendo cada vez más incapaces de
comprometernos siquiera con nosotros mismos y nuestras propias búsquedas de sentido,
mucho menos aún el comprometernos con otros para conformarnos como seres
integrados.

La cultura de la imagen que prevalece hoy nos hace permanecer insensibles ante
la realidad y simplemente nos dedicamos a responder instintivamente a esos impulsos
que vienen a través de imágenes y productos a nuestra medida, de modo tal que no
hagamos ningún tipo de esfuerzo para preguntarnos quiénes somos y cuál es el sentido
de nuestras vidas: “El predominio de la cultura de la imagen nos ha saqueado la
interioridad. El anhelo de verlo todo ha conducido al intento de mostrarlo todo, incluso
el interior del sujeto. Se quiso sacar a la luz la introspección y ésta se convirtió en
exhibicionismo”.2.

La realidad de desigualdad que se hace cada vez más marcada en todo el mundo
es provocada por la manera en que hemos optado vivir; la globalización, como se ha
conformado en la práctica, acrecienta la brecha entre ricos y pobres; y en gran medida
las estructuras se van fortaleciendo en esta línea de exclusión donde la paradoja es que
los que son el factor más importante para la producción y para la permanencia del
modelo globalizador, son quienes quedan totalmente fuera de posibilidad de acceder a
una mejora significativa en sus niveles de vida.

Dice el sociólogo Manuel Castells en su texto “La era de la información”: La


globalización y la informacionalización, instituidas por las redes de riqueza, tecnología
y poder, están transformando nuestro mundo. Están ampliando nuestra capacidad
productiva, nuestra creatividad cultural y nuestro potencial de comunicación. Y al
mismo tiempo están privando de sus derechos ciudadanos a las sociedades. Pero aún la
globalización, como fenómeno multidimensional económico, político y cultural, es
producto de voluntades humanas que han mantenido y alimentado este aparato que
enajena y excluye sin misericordia.

Adela Cortina dice en su libro ética mínima: Es indispensable el cambio de


estructuras, qué duda cabe, indispensable la revolución de las relaciones entre los seres
humanos, pero sin conversión profunda del corazón y de las voluntades, no hay
tampoco transformación del mundo que sea durable.

2
MARDONES, José María. La vida del símbolo P. 22
La gran interrogante de la realidad de hoy es poder elegir cuál es el camino
correcto para encontrar una solución que realmente sea incluyente y promueva el
descubrimiento del sentido de la vida humana desde la vivencia cotidiana y desde la
dimensión de compromiso de los hombres: “ La mayor certidumbre que poseemos, a la
altura del conocimiento actual, es la imposibilidad de eliminar ciertas incertidumbres,
no sólo de la praxis, sino del conocimiento humano “3.

Las muestras concretas de compromiso auténtico y búsqueda de conversión en


las estructuras parecen no tener mucha resonancia en el mundo por el maniqueísmo
atroz de los medios de comunicación; pero aún ahí se presentan nuevas alternativas. Los
mismos medios que se utilizan para manipularnos se han podido revertir para dar un
nuevo sentido al mensaje de igualdad e inclusión de los hombres.

Los acontecimientos más trascendentales que puedan presentar un camino hacia


la libertad para el hombre de hoy se encuentran en las llamadas de nuestro entorno
sufriente que nos interpela. Sólo desde la libertad se puede lograr un contagio auténtico
que conmueva al otro hasta el punto de sentir una revolución interior que lo lleve a
actuar por el más necesitado en busca de una transformación. Esas son las revoluciones
que necesitamos hoy en día!: “La relación con el otro me vacía de mí mismo y no cesa
de hacerlo al descubrirme siempre recursos nuevos. El deseo se revela como bondad:
Insaciable Compasión! “4.

No hay mayor libertad, ni manera más profunda de sentir plenitud, que la que se
vive en el encuentro del misterio y sentido de la vida a través de los ojos del otro que
me interpela y me conmueve. Alcanzo la libertad para el compromiso cuando logro
entender que aquel al que llamo otro, no es sino yo mismo y que en esos ojos que
parecen ajenos me encuentro a mí mismo con todos mis deseos y esperanzas: “ Entre el
uno que soy yo y el otro del cual respondo, se abre una diferencia sin fondo, que es
también la no-in-diferencia de la responsabilidad”5.

La libertad plena que hemos buscado por tantos años a través de la filosofía
adquiere un sentido auténtico y vivencial en nosotros cuando salimos de nosotros
mismos y de nuestras esferas de cristal para encontrarnos con el compromiso sincero y
entregado por el otro. Esto es lo que en la praxis debe significar la “alteridad”: “Mi
prójimo es lo inenglobable, es la descarga del ser que se desprende. Ante el otro las
lágrimas son, tal vez, eso: Desfallecimiento del ser cayendo en humanidad” 6. “El sujeto
está frente al ser (otro y sí mismo) para recibir el reflejo y en esta reunión se encuentra
la encarnación misma”7.

El ser humano en busca de sentido va vislumbrando de manera progresiva su


esencia más profunda, y en ese irse encontrando y encontrarse a través de los otros es
como realmente llega a vivir sin tapaduras la sincera y más pura experiencia de Dios;
experiencia que viene a transformar radicalmente todos los esquemas de la vida de los
hombres: “En el acercamiento al otro, en el que ese otro se encuentra desde un

3
MARDONES, José María. La vida del símbolo P. 233
4
LEVINAS, Emmanuel. Humanismo del otro hombre P. 56
5
LEVINAS, Emmanuel. Humanismo del otro hombre P. 12
6
LEVINAS, Emmanuel. Humanismo del otro hombre P. 13
7
LEVINAS, Emmanuel. Humanismo del otro hombre P. 28
comienzo bajo mi responsabilidad, “algo” ha desbordado mis decisiones libremente
tomadas, se ha escurrido en mí a mis espaldas, configurando así mi identidad”8.

Me apoyo en el concepto de Levinas acerca de la huella de Dios mediante su


naturaleza de “Eleidad”, es decir, Dios como una tercera persona más allá de mí mismo
y del otro, la Eleidad es característica sólo del ser auténticamente superior y que obliga
al hombre frente al infinito: “Sólo un ser que trasciende el mundo (un ser absoluto)
puede dejar huella. La huella es la presencia del que nunca ha estado aquí, del que
siempre es pasado…. Ser a imagen y semejanza de Dios no significa ser el icono de
Dios, sino encontrarse a sí mismo por consiguiente en los otros, en su huella. Ir hacia
Él es ir tras su huella que son los otros: eleidad” 9. Soy responsable del otro a pesar de
mí mismo, y en esa responsabilidad profunda que emana del compromiso fraterno es
donde puedo conquistar mi propia libertad.

El sujeto se encuentra en el mundo como responsable del otro y entonces plantea


toda su realidad y su libertad desde lo que el Sociólogo E. Dussel llama un proyecto de
solidaridad con el otro, y es ahí donde verdaderamente podemos hablar del futuro, ya
no el futuro que responde a las estructuras de los sistemas prevalecientes, sino un futuro
que se construye desde un proceso de fraternidad en el que todos toman parte y sin
exclusión todos adquieren la posibilidad de acceder a dicho futuro; promesa de un
mañana que existe por ellos y con ellos.

Diría la Maestra Ma. Eugenia Sánchez de la UIA Puebla: La pobreza no es


solamente la limitación material de la mayoría, sino la privación de la posibilidad del
ejercicio de la libertad del otro. Aquí es donde finalmente adquiere sentido la libertad.
La libertad no existe por postulados filosóficos, pero se apoya de ellos para darle un
valor ontológico; la libertad tampoco existe como algo que se otorga a los hombres
como designio, existe por ser elemento esencial de la persona y se alcanza por una
conquista fraternal, nunca individual. Más aún, la libertad no tiene sentido alguno si no
es desde el compromiso de transformar y terminar con esa exclusión de la que todos
somos parte de alguna manera y por la que todos debemos responder.

No hay libertad plena mientras sepamos que hay otros cuya libertad ha sido
pisoteada para alcanzar la propia; no importa que no hayamos hecho nada en perjuicio
de los excluidos, es lo que no hacemos lo que nos priva y los priva a ellos de acceder a
la conquista humana más profunda: La libertad.

Los sistemas en los cuales vivimos son causantes de la desigualdad y de hecho


son nuestro sistemas los que agravan la pobreza y la exclusión cada vez más. Dussel
dice: Los sistemas son mediaciones para la vida y por lo tanto el futuro se abre desde la
pretensión de servicio y justicia por el otro; por el excluido que el mismo autor define
como víctima. Pero nuestros sistemas están muy lejos de cumplir con su pretensión
fundamental, muy por el contrario parecen producir el dolor y la muerte de manera
sistemática.

Estamos ante una realidad inédita ante la cual no hay muchas opciones. O
producimos un cambio significativo en nuestras estructuras y nuestros estilos de vida o
nos enfrentaremos muy pronto a una crisis como nunca antes se había visto. Crisis
8
LEVINAS, Emmanuel. Humanismo del otro hombre P. 121
9
LEVINAS, Emmanuel. Humanismo del otro hombre P. 82
energética, ecológica, de desigualdad social y crisis de valores culturales y personales.
Haciendo referencia a Dussel nuevamente: Nunca la humanidad había presagiado o
había podido prever un mundo en donde la vida podía extinguirse, y por lo tanto jamás
habíamos pensado el futuro como problema ético.

Marx plantea que la acumulación en manos de muy pocos es proporcional a la


pobreza entre los otros; y esta pobreza es miseria, falta de comida, pero también miseria
de cultura y pérdida de los valores éticos. De aquí que la conquista de la libertad se deba
hacer desde una construcción fraterna profunda y desde la reflexión de la alteridad y
nuestra responsabilidad por el otro como nuestra conciencia.

Otro mundo es posible siempre y cuando nos hagamos cargo de nuestras


acciones irresponsables y mal entendidas como libertades; otro mundo es posible
cambiando la manera de actuar ante el otro que se me presenta como víctima y que en
esa mirada me presenta mi propio vacío y mi fracaso como hombre, no como reproche,
sino haciendo un llamado interior por mi compromiso para la transformación.

Como cierre de la ponencia quiero hacer una fuerte reflexión acerca de la


pobreza vista desde los ojos del oprimido, para esto tomaré amplias referencias de Paulo
Freire y sus escritos acerca de la pedagogía del oprimido y la educación como práctica
de la libertad que son verdaderamente iluminadores en esta búsqueda de concreción de
la libertad desde el compromiso con la pobreza: Nadie es si prohíbe que los otros sean
(P. Freire).

Para hablar de la concreción de la libertad es esencial hablar de dos dimensiones


que en el pensamiento de Ignacio de Loyola son inseparables: La reflexión y la Acción.
De nada sirve una de ellas sin la otra en la conquista de la libertad fraternal. Ignacio
quería de todos los jesuitas, y en consecuencia de todos los que se inspiran de su
espiritualidad, un compromiso verdaderamente enraizado y sustentado en estos dos
elementos esenciales. Ignacio quería contemplativos en la acción, hombres y mujeres
con una inquebrantable fuente de interioridad, y que tuvieran como prospectiva de vida
la acción en favor de los más necesitados.

Paulo Freire hace también alusión a estos dos elementos cuando habla de la
educación como camino para terminar con la exclusión: No puede haber palabra
verdadera que no sea un conjunto solidario de dos dimensiones indicotomizables,
reflexión y acción. En este sentido, decir la palabra es transformar la realidad. Decir la
palabra, significa decirla para todos. Decirla significa necesariamente un encuentro
de los hombres.

Hablar de libertad es por ello un concepto sin significado si no trae consigo una
acción por los otros, una acción que se da en situaciones concretas de orden social,
económico y político. Freire habla de la práctica de la libertad como fuente de sentido
para la vida, pero habla también de una práctica de la dominación, práctica que
prevalece en nuestros tiempos y se hace patente en todos los ámbitos cotidianos de
nuestras vidas. Ante esta realidad de dominación se hace cada vez más necesario buscar
una libertad que humanice y se presente como una vocación de los hombres.

Ante la realidad de dominación se necesitan nuevas formas inéditas y creativas


que eduquen en una oposición ante la explotación sistemática, la injusticia estructural, la
opresión y toda la desigualdad que se vive a raíz de los modelos que hemos adoptado
como género humano. Dice Paulo Freire: Los oprimidos han de buscar su humanidad
despojada para lograr la gran tarea humanista e histórica: liberarse a sí mismos y
liberar a los opresores que viven en ellos mismos una distorsión que los deshumaniza
también. Sólo el poder que renace de la debilidad de los oprimidos será lo
suficientemente fuerte para liberar a ambos.

La esperanza que se presenta, aunque dolorosa, es fuente de una gran luz para
todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos. Es tarea de todos
adentrarnos en el compromiso con la pobreza y hacer esfuerzos serios desde nuestras
profesiones y nuestras actividades cotidianas para cambiar una realidad que nos atañe a
todos y que nos interpela para la construcción de un nuevo mundo. La superación de la
contradicción entre el opresor y oprimido viene como un parto que trae al mundo a un
hombre nuevo; ni opresor ni oprimido, sino un hombre liberándose (P. Freire).

Es difícil enunciar propuestas concretas para comenzar la transformación para


alcanzar esa liberación de todos mediante el hombre nuevo. La esencia fundamental de
la respuesta radica, al igual que en la filosofía, en revisar cada uno de nosotros nuestros
procesos personales y cuestionarlos, revisar nuestro actuar dentro de los sistemas
actuales y buscar transformarlos, y fundamentalmente revisar nuestro compromiso de
libertad fraternal para hacerlo vida desde todas nuestras dimensiones humanas:
económica, religiosa, política, cultural, espiritual y social. Logrando así entrar en un
proceso permanente de liberación.

A manera de conclusión comparto con ustedes una idea del Padre General Peter
Hans Kolvenbach S.J. que se me presenta como grata fuente de luz ante un panorama
como el que tenemos frente a nosotros: (Dice más o menos así)
Para transformar el mundo en el que vivimos desde todos sus ámbitos es necesario que
en todas y cada una de las decisiones que hagamos realicemos un ejercicio profundo de
discernimiento para entender cómo ésta y todas mis decisiones pueden afectar a otros
inmediatos o no inmediatos, en presente o en futuro, en fin a todos.... pero mucho más
aún, cómo pueden afectar a los más pobres y excluidos.

Gracias,
Mauricio López Oropeza
Académico del Centro Universitario Ignaciano
Universidad Iberoamericana León

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