Umbrales de La Filosofia
Umbrales de La Filosofia
Umbrales de La Filosofia
DE LA FILOSOFIA
UMBRALES
DE LA
FILOSOFÍA
Cuatro
Introducciones
tomistas
PROVERBIOS 8.
Índice
Prólogo.................................................................................................. 15
I. LA URGENTE NECESIDAD DE SANTO TOMAS, 15. — II. LAS PUERTAS DEL TOMISMO,
20. — III. UNA EMPRESA DE ESCUELA, 27. — IV. UMBRALES DE LA FILOSOFIA, 29.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA
1 In I de Anima, lect. 1, n. 2.
2 Mons. Bernard Tissier de Mallerais, Monseñor Marcel Lefebvre. La biografía, Edi-
ciones Río Reconquista, Buenos Aires 2010.
16 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
ticano II, sino que le sirvió de instrumento para hacer triunfar el huma-
nismo conciliar.
3ª) Lo que Mons. Lefebvre nos quiso dejar con su Itinerario espiri-
tual no fue propiamente el tomismo en cuanto tal, sino un correcto en-
foque de la vida espiritual que, como en todo buen teólogo, no podía de-
jar de darse también en Santo Tomás. Lo que Monseñor claramente dijo
fue que hay que centrar la vida sacerdotal en el Misterio de Cristo, que
se resume en su Sacrificio: “Una sola cosa es necesaria para la continua-
ción de la Iglesia católica: obispos plenamente católicos, sin ningún
compromiso con el error, que establezcan seminarios católicos, donde
los jóvenes aspirantes se alimenten con la leche de la verdadera doctri-
na, que pongan a Nuestro Señor Jesucristo en el centro de sus inteli-
gencias, de sus voluntades, de sus corazones; una fe viva, una caridad
profunda, una devoción sin límites los unirán a Nuestro Señor; ellos
pedirán como San Pablo que se rece por ellos para que avancen en la
ciencia y en la sabiduría del «mysterium Christi» en el cual descubrirán
todos los tesoros divinos… El mal del Concilio es la ignorancia de Jesu-
cristo y de su Reino” 1.
Es evidente – empezamos a responder en orden inverso – que, en su
Itinerario espiritual, Mons. Lefebvre no nos quiere ofrecer una manera de
hacer teología sino un enfoque “plenamente católico” de la verdad revela-
da, de la que se siga naturalmente una correcta espiritualidad. Pero el he-
cho está en que tal enfoque se da sobre todo en Santo Tomás, cuya manera
de hacer teología no es una entre otras, sino la más perfecta. No parece
necesario que nos extendamos en esto. Lo que el Itinerario nos propone
sin rodeos es hacer de la Suma Teológica nuestro libro de meditaciones.
Porque, además, allí está el antídoto preciso contra los errores modernos.
Contra el antropocentrismo tenemos la sublime contemplación del miste-
rio de Dios de la Iª Pars. Contra el naturalismo, el perfecto equilibrio en-
tre naturaleza y gracia de la IIª Pars. Y contra la abolición de la Cruz, la in-
igualable exposición del misterio de la Redención de la IIIª Pars. Pero pa-
semos más bien a la segunda objeción, cuya dificultad es mayor.
Comencemos confesando una cristiana verdad: no es la sola ciencia
la que nos sostiene en la fidelidad, sino la gracia de Dios. Y a ésta no nos
dispone tanto el estudio como la humildad: “Yo te alabo, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discre-
tos y las revelaste a los pequeñuelos” (Mt 11, 25). Pero la gracia lleva a la
plena verdad, y la verdad no se afirma en el hombre si no ilumina la ra-
zón. Aquí tocamos un asunto profundo del que habría mucho que
I. Conocer lo que es
1 Aristóteles, Metafísica, L. 1, c. 1.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA — CAPÍTULO 1 35
1 Aristóteles, Metafísica, L. 1, c. 2.
36 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1Aristóteles, Metafísica, L. 3, c. 1.
2Podría pensarse que la primera pregunta no es Quid sit sino An sit, es decir, la pre-
gunta acerca de la existencia de algo. Pero la existencia de lo que aparece a los sentidos es
evidente, y no así su naturaleza: “Non enim fit quaestio de immediatis, quae etsi vera
sunt, non tamen habent medium; quia huiusmodi, cum sint manifesta, sub quaestione
non cadunt” (In Post. Analit. lib. 2, lect. 1, n. 412).
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA — CAPÍTULO 1 37
1 Dice Martínez Riu (Dicc. de Filosofía, Herder): “La palabra quidditas se puede tra-
ducir por esencia. La noción de quiddidad entendida como esencia, se relacionaba con la
problemática medieval de la distinción entre la esencia y la existencia. Tomás de Aquino
emplea la noción como sinónimo de esencia entendida como forma que determina la ma-
teria”. W. Brugger (Dicc. de Fil.) dice un poco mejor: “La esencia constituye primeramen-
te el polo opuesto de la existencia. Así como la existencia responde a la cuestión de «si»
un ente existe, la esencia responde a la de «qué» es un ente; por eso la esencia se llama
también quididad (del latín quidditas). [...] En una segunda acepción, el término esencia
denota el fondo esencial interno de las cosas por oposición a su forma exterior. Aquí esen-
cia es el ser propio o verdadero de aquéllas, el cual produce, sustenta y hace inteligible su
forma aparente”. La noción de esencia viene primeramente, como vimos, de la distinción
entre lo esencial y accidental, tarea propia de la inteligencia. No tiene por lo tanto ningu-
na oposición con la existencia. Luego Santo Tomás llegará a distinguir esencia y esse,
donde tampoco hay contraposición con la existencia. De oponer esencia y existencia vie-
nen muchos malentendidos: “La distinción entre quidditas (esencia) y existencia es estu-
diada por Heidegger en el contexto de su concepción del olvido del ser, y sobre ella dice
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA — CAPÍTULO 1 39
que «¿No es esto – lo que acontece en la diferencia entre esencia y existencia – un signo
del olvido del ser? Podemos sospechar que este destino no se basa en que meramente
haya sido omitida por el pensamiento humano, o tampoco en que fuera reducida la capa-
cidad del pensamiento occidental primitivo. La diferenciación de essentia (quiddidad) y
existentia («realidad») oculta en su originación esencial, domina el destino de toda la his-
toria de occidente y de la historia determinada por lo europeo»” (Martínez Riu).
40 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
siento? contestamos diciendo: «Lo que siento es una cosa, algo que es,
un ente»; nuestra respuesta es tan vaga como la pregunta. Pero si con-
testamos: «Lo que siento es esencialmente una sustancia»; entonces sí
hemos progresado, pues decimos que los colores, olores, etc. son aspec-
tos accidentales de aquello coloreado, oloroso, etc., que es lo que pro-
piamente es.
¿Cómo pudimos darnos cuenta de esto? No hacía falta ser un genio.
Quizás podríamos dudar que el celeste del cielo sea el color de una sus-
tancia, aunque bien podemos pensar que si vemos color, es porque hay
algo coloreado. Pero por poco que hayamos jugado con un gatito, com-
prendemos fácilmente que lo que vemos y tocamos, que lo que vemos
en movimiento y a la vez sentimos moverse, que lo que cada vez que
vemos abrir la boca también le oímos emitir tal sonido característico, en
fin, fácilmente entendemos, por poca experiencia que hayamos acumu-
lado sobre tal objeto, que hay allí «debajo» algo que no es color ni ron-
roneo, sino una sustancia que tiene todos esos aspectos. No entende-
mos mucho, pero ya algo sabemos.
cias, pero diferentes en cuanto que uno es una sustancia y el otro otra.
Esta, entonces, no es una diferencia accidental sino esencial, es decir,
quiditativa. Se la llama «distinción numérica» porque sólo distingue las
sustancias por el número: aquí hay una y allí una segunda.
¿Cómo se llega a esta distinción? Tampoco es difícil. Es evidente
que lo que sub-stat a los ladridos es lo mismo que sub-stat a la figura
del perro; y lo mismo para los maullidos y figura del gato. No podemos
no considerar que el sujeto de esas sensaciones es único y el mismo pa-
ra todas. En cambio, si bien los ladridos del perro se dirigen al gato, es
evidente que podemos considerarlos sin tener en cuenta para nada al
gato. El gato no le es esencial al perro, ni el perro al gato. Ambas sus-
tancias son sujeto distinto de distintas sensaciones. No siempre es pa-
tente si hay distinción: podemos dudar si la manzana es una sustancia
distinta del manzano, o si el oro es otra sustancia que la plata del cáliz.
Pero no es razonable poner en duda que el perro sea otra sustancia que
el gato.
1 Sabemos que es sustancia, viviente, sensible, pero vemos también que guarda cier-
tas semejanzas con otros grupos de animales: mamíferos, carnívoros, etc., que revelan as-
pectos esenciales comunes que resulta difícil o imposible discernir. El lobo, la hiena, el
chacal, ciertas especies de perros salvajes, los perros domésticos parecen pertenecer a un
género común, pero es muy difícil decir cual es la semejanza quiditativa de todos ellos.
2 Se suele decir que An sit pregunta por la existencia y Quid sit por la esencia de al-
guna cosa. Es cierto, pero hay que aclarar que la cuestión An sit tiene importancia «cientí-
fica» cuando pregunta por la existencia de la esencia común. Cuando se plantea el pro-
blema An homo sit, no se trata de saber si existe «un hombre» al menos, lo que bastaría
ver a uno para resolverlo, sino que se pregunta si aquellas cosas que llamamos «hombre»
poseen una esencia específicamente idéntica, lo que no se ve con los ojos solamente.
44 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1º La división
• Sobre todo, no se entiende que ser o no ser metal sean dos modos
de ser sustancia. Ser sustancia es ser sujeto de accidentes, y no se ve que
el metal sea un modo especial de sub-stare respecto a los accidentes. En
cambio sí ocurre eso con ser viviente, pues el viviente es dueño de sus
accidentes.
De lo dicho ya podemos entender dos propiedades de la división:
• No podemos dividir un género del que conocemos su existencia
(an sit) pero no conocemos perfectamente su esencia (quid sit) 1.
• No podemos dividir una especie, porque dentro de ella sólo hay
diferencias accidentales.
La importancia de la división reside en que permite progresar en el
conocimiento claro y perfecto de las quididades, comenzando por las
más genéricas y evidentes, para llegar, si fuera posible, a las más parti-
culares y específicas. La división entonces tiene sus reglas, y es tarea de
la Lógica determinarlas.
2º La definición
1 Porque la división, dijimos, debe hacerse mirando los modos como puede darse la
esencia genérica, lo que no puede hacerse si no entendemos perfectamente quod quid est.
2 In II Post. Analyt. lect. 2, n. 419. «Ex-plicare» significa des-plegar: la definición
semejanza más general que ella con las demás cosas, como pasa con
«sustancia», no tiene ni necesita definición. Puede explicarse el signifi-
cado del término «sustancia», que significa «lo que sostiene los acci-
dentes», pero toda esta oratio sigue significando un único y simple as-
pecto quiditativo presente al espíritu.
La «definición» de la quididad específica de las cosas se alcanza por
la «división», partiendo de la semejanza genérica más amplia y simple,
cuya quididad es clara al intelecto, y procediendo ordenadamente con
buenas divisiones hasta delimitar perfectamente quod quid est tal espe-
cie de sustancia. Por ejemplo, la definición de «hombre» es «sustancia
viviente sensible racional». La importancia de la definición es máxima
para la ciencia, porque nos permite conocer claramente Quid sit (y no
solamente An sit) la especie de cosa considerada. Es entonces tarea im-
portantísima de la Lógica enseñar las reglas para llegar a una buena de-
finición.
Parece que sí, porque si se nos pregunta Quid est album? respon-
demos que es un color; y si se nos pregunta Quid est longitudo? res-
pondemos que una cantidad continua; y si se nos pregunta Quid est
currere? respondemos que una acción. Todas estas respuestas dicen al-
go que le pertenece necesariamente al accidente sobre el que se pregun-
ta, y por lo tanto son verdaderas quididades de los accidentes.
Pero si consideramos las cosas de manera más estricta, parece que
no. Porque lo que propiamente observamos no es ni una blancura, ni
una longitud, ni una carrera, sino algo blanco, algo largo y algo que co-
rre. Y si nos preguntamos ¿Qué es esto blanco? no podemos responder
que es un color, ni tampoco: Es algo coloreado, porque no es un aspecto
esencial de la cosa. Tendremos que decir: Es un oso polar, pero estamos
dando la quididad de la sustancia que posee lo blanco, y no la quididad
del accidente. Y lo mismo podemos decir de aquello que es largo y de lo
que corre.
Sin embargo, hay lugar para insistir. ¿Por qué no podemos pregun-
tarnos acerca de la blancura de lo blanco? Como dijimos más arriba, el
abstracto se refiere a aquello en lo que consiste ser lo que es el concreto.
La blancura es aquello que es ser blanco. Y eso es alguna cosa para el
oso polar, que es blanco y no negro. Y nuestra curiosidad intelectual nos
lleva a preguntarnos en qué consiste ser blanco, es decir: Quid est
album seu albedo? Ahora bien, ya vimos que aquello que es ser tal cosa
es la esencia o quididad de esa cosa. Por lo tanto, si bien concedemos
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA — CAPÍTULO 1 47
“Las palabras emitidas por la voz son los símbolos de las pasiones
del alma, y las palabras escritas los símbolos de las palabras emitidas
por la voz. Y así como la escritura no es idéntica en todos los hombres,
tampoco las lenguas son semejantes. Pero las pasiones del alma, de las
que son las palabras signos inmediatos, son idénticas para todos los
hombres, lo mismo que las cosas, de que son imagen estas pasiones, son
también las mismas para todos” 1.
Tres cosas nos propone Aristóteles, por las cuales se conoce una
cuarta. Nos habla de palabras escritas, palabras orales y pasiones del
alma; y por medio de esto conocemos las cosas. Estas hojas están llenas
de palabras escritas que son signos de las palabras orales pronunciadas
en clase. Nos hemos referido así a muchas cosas: perros, gatos y osos
polares. Pero lo más importante que aquí dice Aristóteles, es que las pa-
labras escritas y orales no se refieren directamente a las cosas, sino que
lo hacen por medio de ciertas pasiones del alma. Sobre estas pasiones
del alma en las que consiste el pensamiento debemos reflexionar. Re-
flexio significa volver hacia atrás: hemos estado pensando en las cosas,
ahora volvamos hacia atrás y pensemos en lo que estamos pensando.
Aristóteles dice que las palabras son símbolos o signos de las pasio-
nes del alma en las que consiste el pensamiento; y que estos signos no
son idénticos para todos los hombres. Esto es evidente, porque las le-
tras y las voces son signos convencionales, y otros hombres usan otros
lenguajes: inglés, francés. De las pasiones del alma, en cambio, dice que
son imágenes de las cosas, y que son idénticas para todos los hombres 1.
Esto ya no es tan evidente, pero no es muy difícil verlo:
• Signo de ello es que siempre es posible aprender la lengua de los
otros y que muchos que hablan diferentes idiomas se pongan de acuer-
do para pensar lo mismo sobre alguna cosa, mostrando que las imáge-
nes concebidas de esa cosa son idénticas.
• Además, la imagen se forma por la impresión que dejan las cosas
sobre los sentidos (por eso Aristóteles las llama «pasiones»); ahora
bien, los sentidos son los mismos para todos los hombres; por lo tanto,
las imágenes también.
1 «Imago» se forma por síncopa de imitago, que viene de imitor: imitar. Con la raíz
III. La abstracción
te. Pues bien, eso es lo que hace exactamente el intelecto para concebir
la quididad: separa o aísla lo esencial de todo aquello que le ofrece la
imagen sensible acerca de la cosa.
V. La simple aprehensión
ma conceptus, porque así como una madre concibe al hijo con la alegría
de haber dado a luz una imagen de su amado esposo, así también la in-
teligencia concibe la quididad con la alegría de haber iluminado lo
esencial como imagen del amado ser de lo real 1.
A esta primera operación del intelecto se la llama «simple aprehen-
sión» o intelligentia indivisibilium 2:
• Intelligentia o «aprehensión» porque escoge (legit) o capta lo
esencial de entre (inter) lo accidental.
• Indivisibilium o «simple» porque la idea o concepto de lo esencial
es algo uno y simple, mientras que la imagen sensible de la que se ob-
tiene es algo muy complejo.
Para ser más precisos en nuestra reflexión, señalemos que la simple
aprehensión se distingue del concepto quiditativo como la acción u ope-
ración se distingue de la obra hecha. El concepto quiditativo es una
obra inmaterial que permanece en el intelecto como huella o imagen in-
telectual de la cosa, alcanzada y como construida por la abstracción de
la simple aprehensión.
Es admirable la miseria y la grandeza de la simple aprehensión. Es
admirable su miseria, porque deja de lado infinidad de aspectos de la
realidad; pero es más admirable su grandeza porque alcanza lo esencial.
1 Compendio de Teología, Parte I, cap. 38: “Id autem quod in intellectu continetur, ut
interius verbum, ex communi usu loquendi conceptio intellectus dicitur. Nam corporaliter
aliquid concipi dicitur quod in utero animalis viventis vivifica virtute formatur, mare
agente, et femina patiente, in qua fit conceptio, ita quod ipsum conceptum pertinet ad na-
turam utriusque quasi secundum speciem conforme. Quod autem intellectus comprehen-
dit, in intellectu formatur, intelligibili quasi agente, et intellectu quasi patiente. Et ipsum
quod intellectu comprehenditur, intra intellectum existens, conforme est et intelligibili
moventi, cuius quaedam similitudo est, et intellectui quasi patienti, secundum quod esse
intelligibile habet. Unde id quod intellectu comprehenditur, non immerito conceptio
intellectus vocatur”.
2 In Perihermeneias lib. 1, n. 1: “Sicut dicit Philosophus in III De anima, duplex est
operatio intellectus: una quidem, quae dicitur indivisibilium intelligentia, per quam scili-
cet intellectus apprehendit essentiam uniuscuiusque rei in seipsa”.
De Veritate, q. 15, a. 1 arg. 5: “Actus autem intellectus est simplex: est enim intelli-
gentia indivisibilium, ut dicitur in III De anima”.
Capítulo 3
Las propiedades de las cosas
I. PROPIEDADES Y ACCIDENTES, 55. — II. INTERROGANTES QUE PLANTEAN LAS PRO-
PIEDADES, 56. — III. ACERCA DEL «QUID»: EL PROBLEMA DE LAS CATEGORÍAS, 57. —
IV. ACERCA DEL «QUIA»: EL PROBLEMA DE LA VERDAD CIENTÍFICA, 60.
I. Propiedades y accidentes
Una vez hallado Quid sit tal o cual cosa, la inagotable curiosidad del
amante de la sabiduría le lleva a preguntarse Quomodo sit. Como diji-
mos al comienzo, el filósofo no busca conocer como podría conocer cual-
quier animal, sino que busca saber, tener ciencia de las cosas. Al conocer
a Pedro, Juan y Santiago se preguntó ¿Qué son? y respondió con sabidu-
ría al determinar lo que son propia o esencialmente: hombres. Al pre-
guntarse ahora ¿Cómo son? no le interesa tanto lo que se ve y se toca:
que Pedro está sentado, Juan es morocho y Santiago es alto. No tiene
sentido preguntarse por todo aquello que basta abrir los ojos para res-
ponder. Lo digno del sabio es preguntarse cómo son propiamente, es de-
cir, qué aspectos o atributos tienen Pedro, Juan y Santiago de tal manera
que no puedan no tenerlos. Porque si llegamos a entender que todas es-
tas personas pertenecen a una misma especie de sustancia, fue justa-
mente viendo cómo se daban en ellas ciertas características comunes que
manifestaban un modo de ser esencialmente idéntico.
La pregunta por el Quomodo nos lleva entonces a distinguir, de en-
tre todos los aspectos accidentales que puedan darse en una especie de
sustancias, cuáles le pertenecen propiamente y cuáles no:
• Son accidentes propios o propiedades aquellos que se dan siem-
pre y necesariamente en una misma especie de sustancia; o que se dan
en la mayoría de los casos y de tal manera que si faltan juzgamos que
falta algo que hace a la perfección de tal especie de sustancia 1.
1 Una vaca tiene siempre un sistema digestivo rumiante, y si lo tuviera de otro tipo no
sería vaca. Si hubiéramos nacido en Alemania, podríamos llegar a pensar que ser pálido y
rubio es una propiedad de la persona humana, pero luego de viajar un poco comprende-
ríamos que es algo completamente accidental. Y el que naciera con hocico en lugar de boca
en un pueblo donde son todos hocicudos, podría pensar que es una propiedad del hombre.
56 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Pero luego de irse a atender en el hospital de la ciudad cercana, comprendería que no sólo
no es propiedad, sino que es propio tener boca, porque al hombre le es propio hablar.
1 Ser gordo o flaco no hace al hombre más o menos hombre; salvo que sea tan flaco
que le falle el estómago, o que sea tan gordo que le falle el corazón. Así muchos aspectos
que son completamente accidentales, pasan a ser propiedades si se consideran ciertos lí-
mites. Si encontráramos un elefantito del tamaño de un gato o un gato del tamaño de un
elefante, tendríamos que preguntarnos si no es una nueva especie de animal.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA — CAPÍTULO 3 57
1 Vemos que el perro tiene la propiedad de ser amigo del hombre, y que los hombres
tienen también como propio la inclinación a ser amigos, pero la propiedad del perro se
llama domesticabilidad y la del hombre sociabilidad. Al filósofo le corresponde señalar en
qué se asemejan y distinguen estas propiedades, para poder conocerlas mejor. Lo que
hace al responder Quid sint cada una de ellas.
2 In II Post. Analit. lect. 1, n. 409: “Tunc dicimur quaerere «quia»: non ita quod hoc
quod dico «quia» sit nota vel signum interrogationis, sed quia ad hoc quaerimus ut
sciamus «quia ita est»”.
3 In II Post. Analit. lect. 1, n. 410: “Cum scimus quia ita est, quaerimus propter quid
ita sit. Puta, cum scimus quia sol est deficiens per eclipsim, et quod terra est mota in
terraemotu, quaerimus propter quid sol deficiat, aut propter quid terra moveatur”.
58 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 En una habitación de dos por dos, caben sólo dos puertas acostadas y como cuaren-
ta paradas.
2 Según la Real Academia, magnitud significa “tamaño de un cuerpo”; y dimensión:
nar un cierto número de géneros de modo tal que pudiera decirse que
cualquier accidente que se considerara siempre estuviera incluido en
alguno de estos géneros? Ese es el problema de las «categorías» o mo-
dos de ser de las cosas.
Como puede verse, la tarea de distinguir estas semejanzas genéricas
es extremadamente difícil, pues exige una sutileza de análisis extraor-
dinaria; pero dada la importancia de esta obra, ya desde muy antiguo
los filósofos se entregaron a este trabajo. Los pitagóricos, por ejemplo,
observaron que la diversidad de las cosas esconde siempre oposiciones,
pues cuando una cosa «es» algo, «no es» lo contrario, y por eso clasifi-
caron toda diversidad en diez pares fundamentales de contrarios: “Al-
gunos de los pitagóricos – refiere Aristóteles – dicen que hay diez prin-
cipios, que enumeran paralelamente: Finito e Infinito, Impar y Par, Uno
y Pluralidad, Derecho e Izquierdo, Masculino y Femenino, Quieto y En
movimiento, Recto y Curvo, Luz y Oscuridad, Bueno y Malo, Cuadrado
y Oblongo” 1. Pero el que dio una respuesta a este problema que ha sido,
de hecho, definitiva, es el mismo Aristóteles en su obra llamada justa-
mente “Categorías”. Allí clasifica los géneros máximos de las cosas en
diez «categorías», la sustancia y nueve géneros de accidentes: “Las pa-
labras, cuando se toman aisladamente, expresan una de las cosas si-
guientes: sustancia, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situa-
ción, hábito, acción o, por último, pasión” 2. Los llama «categorías», es
decir, «predicamentos», porque de cada uno de ellos se obtiene un
«predicado» esencial: Esto es sustancia, es cualidad, es cantidad, etc.
Nunca encareceríamos demasiado la importancia que esta clasificación,
jamás superada, tuvo para el progreso de la ciencia.
hoc sit verum quod dicitur [...] tunc dicimur quaerere quia”.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA — CAPÍTULO 3 61
1 ¿Por qué decimos que la cuestión «Quia» pregunta por la propiedad y no también por
la quididad? Parece que podríamos preguntarnos «si es verdad que el perro es mamífero» y
responder «quia ita est». R: Evidentemente es una pregunta que nos podemos hacer, pero
no es una cuestión «Quia» en sentido estricto, porque para preguntarnos ordenadamente
acerca de la verdad de la atribución, deberíamos conocer previamente Quid sint el sujeto y
el predicado, y cuando se pregunta por algún aspecto quiditativo del sujeto, evidentemente
no se conoce estrictamente quid est. La pregunta debería hacerse de otro modo: «Si existe
un mamífero denominado perro». Este género de pregunta pertenece a la cuestión An sit,
en que se pregunta por la existencia misma de la cosa, y no a la Quia, en que se pregunta por
la existencia de un aspecto o propiedad de la cosa. La cuestión An sit es anterior a la Quid
sit, en cambio la Quia es posterior. Si en nuestra exposición no hemos tratado de la An sit,
es porque, como dijimos al comienzo, la existencia es por lo general evidente. Normal-
mente basta comenzar con una definición nominal: A esto que vemos ladrando y moviendo
la cola lo llamamos perro. Luego se pasa a la investigación de la quididad: Es un animal
mamífero canino. Y entonces se pregunta por la existencia de propiedades (cuestión Quia):
Si es doméstico, si se divide en razas, etc. Faltará solamente preguntarse Propter quid po-
see todas estas propiedades para tener una ciencia completa del perro.
2 Contingere es verbo compuesto de cum – tangere: tocar. Una traducción literal
muy moderna sería «con-tactar» (verbo que hasta no hace mucho no aceptaba la Real
Academia). Significa, entonces, tocar, tener un contacto, estar en contacto. Del contacto
físico pasa a significar cualquier tipo de relación: de amistad, de interés, etc. La idea de
contacto supone siempre una relación que adviene entre cosas distintas, que no es de
siempre. Tiene un significado muy cercano a accidere.
62 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Un oso polar que se respete no puede no ser blanco, pues quedaría ridículo siendo
miento de las cosas; tampoco tiene que ver con el lugar ni el tiempo, ni
puede decirse que sea acción o pasión. ¿Podría ser una cualidad? Si lo
consideramos bien, descubrimos que no, porque la cualidad es un atri-
buto de alguna cosa considerada en sí misma, en cambio la verdad de
las cosas hace referencia al conocimiento y la verdad del conocimiento
hace referencia a las cosas. La verdad es propiamente una relación; una
relación mutua de correspondencia o adecuación entre el acto de cono-
cimiento y la cosa conocida:
• La cosa es verdadera si es tal como se piensa.
• El acto del intelecto es verdadero si se adecua a la cosa real, pen-
sando que la cosa es tal como es.
De allí que los escolásticos hayan definido la verdad en general co-
mo «adaequatio rei et intellectu», la verdad de la cosa: «adaequatio rei
ad intellectum» y la verdad del pensamiento: «adecuatio intellectus ad
rem» 1.
Ev. Iohannis, cap. 14, lect. 2: “Nihil enim aliud est veritas quam adaequatio rei ad intel-
lectum, quod fit quando intellectus concipit rem prout est. Veritas ergo intellectus nostri
pertinet ad verbum nostrum, quod est conceptio eius. Sed tamen licet verbum nostrum sit
verum, non tamen est ipsa veritas, cum non sit a seipso, sed ex hoc quod rei conceptae
adaequatur”.
INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA — CAPÍTULO 4 65
1 In III de Anima, lect. 11, n. 15: “Deinde cum dicit «est autem» determinat de
secunda operatione intellectus, quae est compositio et divisio. Et dicit, quod dictio, qua
dicit intellectus aliquid de aliquo, sicut contingit in affirmatione, semper est aut vera, vel
falsa. Sed intellectus non semper est verus aut falsus, quia intellectus est incomplexorum,
qui neque verus aut falsus est quantum ad id quod intelligitur. Veritas enim et falsitas
consistit in quadam adaequatione vel comparatione unius ad alterum, quae quidem est in
compositione vel divisione intellectus. Non autem in intelligibili incomplexo”.
2 I, q. 83, a. 1 arg. 3: “Philosophus, in III de anima, ponit duas operationes intellecti-
vae partis, quarum prima est indivisibilium intelligentia, per quam scilicet apprehendi-
mus de unoquoque quid est; secunda vero est compositio et divisio, per quam scilicet ap-
prehenditur aliquid esse vel non esse”. Nota. Si consideramos los conceptos respecto a
las cosas mismas, el juicio compone afirmando o divide negando, pero si consideramos a
los conceptos en sí mismos, por el juicio siempre se realiza una composición de los mis-
mos en la proposición, y hay siempre un asentimiento de que lo compuesto es en verdad
así. Por eso podemos llamar al juicio compositio a secas.
3 In I Periherm. lect. 3, n. 9: “Est autem considerandum quod quamvis sensus proprii
obiecti sit verus, non tamen cognoscit hoc esse verum. Non enim potest cognoscere habitu-
66 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Para completar este tema, señalemos cuatro cosas acerca del juicio
o composición.
Primero. El juicio es un acto único e indivisible, pero tiene una
materia u objeto complejo. Por eso podemos distinguir dos considera-
ciones o enfoques:
• Considerando la materia del juicio o composición, vemos que con-
siste en la comparación de dos cosas, de la cual una es concebida a mo-
do de sujeto y la otra a modo de atributo o predicado, comparación que
se propone para componer o dividir: «El árbol [es / no es] verde».
• Considerando el juicio en lo propio y formal, consiste en la afir-
mación o negación de esa composición: «es» o «no es».
Estos dos aspectos son tan distinguibles, que podemos tener el pri-
mero sin el segundo (aunque no el segundo sin el primero). En la cues-
tión Quia, justamente, se propone la composición sobre la que hay que
juzgar de un modo exclusivamente material, no como juicio sino como
problema: «[Utrum] homo est [vel non est] politicus».
Segundo. Esta segunda operación del intelecto supone necesaria-
mente la primera, pues su juicio o composición tiene como materia las
quididades abstraídas por la simple aprehensión 1.
Tercero. Así como para la primera operación distinguimos la sim-
ple aprehensión (operatio) del concepto quiditativo (opus); así también
conviene distinguir ahora la acción de juzgar o componer (operatio) de
la obra inmaterial que resulta de ella (opus). Por el juicio o composición
se construye un concepto o verbo mental al que se llama enunciación o
proposición mental 2. Al signo lingüístico del mismo se lo llama propo-
sición oral o escrita.
dinem conformitatis suae ad rem, sed solam rem apprehendit; intellectus autem potest
huiusmodi habitudinem conformitatis cognoscere; et ideo solus intellectus potest cogno-
scere veritatem. Unde et Philosophus dicit in VI Metaphysicae quod veritas est solum in
mente, sicut scilicet in cognoscente veritatem. Cognoscere autem praedictam conformitatis
habitudinem nihil est aliud quam iudicare ita esse in re vel non esse: quod est componere et
dividere; et ideo intellectus non cognoscit veritatem, nisi componendo vel dividendo per
suum iudicium. Quod quidem iudicium, si consonet rebus, erit verum, puta cum intellectus
iudicat rem esse quod est, vel non esse quod non est. Falsum autem quando dissonat a re,
puta cum iudicat non esse quod est, vel esse quod non Est. Unde patet quod veritas et
falsitas sicut in cognoscente et dicente non est nisi circa compositionem et divisionem”.
1 In I Periherm. n. 1: “Sicut dicit Philosophus in III de Anima, duplex est operatio in-
tellectus: una quidem, quae dicitur indivisibilium intelligentia, per quam scilicet intel-
lectus apprehendit essentiam uniuscuiusque rei in seipsa; alia est operatio intellectus sci-
licet componentis et dividentis. [...] Harum autem operationum prima ordinatur ad se-
cundam: quia non potest esse compositio et divisio, nisi simplicium apprehensorum”.
2 El concepto mental, entonces, puede ser quiditativo o enunciativo, según provenga
Nos hemos preguntado Quid est tal sustancia y luego Quomodo est,
es decir, nos hemos interrogado acerca de su quididad o esencia y acer-
ca de sus propiedades. Para saber de las propiedades de manera orde-
nada, distinguimos primero qué géneros o categorías de accidentes
pueden darse en la sustancia; y dividimos entonces la imprecisa pre-
gunta Quomodo est, en varias otras mejor determinadas: Quantum est,
Qualis est, Ad quid est, Ubi est, Quando est, etc. Considerando así, con
inteligencia ordenada, la rica experiencia sensible acumulada acerca de
los aspectos accidentales de tal sustancia, sobre todo de aquellos que
nos permitieron entender cuáles son sus características quiditativas o
esenciales, hemos podido determinar las características esenciales de
una serie de propiedades posibles de la sustancia. Entonces planteamos
la cuestión Quia acerca de cada una de ellas: ¿Tal accidente pertenece
propiamente, es decir, de manera necesaria a tal sustancia?
Una vez determinadas las propiedades de la sustancia, ¿ha sido sa-
tisfecha nuestra admiración y aquietada nuestra curiosidad? ¿Ya nada
nos queda por preguntar? No, todo lo contrario, el deseo de saber se
halla como la cuerda del arco que ha sido llevada a su punto de máxima
tensión, lista para disparar la flecha hacia el blanco. Por ejemplo, des-
cubrimos con admiración que los hombres poseen una misma quididad
específica (an sit); luego, por divisiones adecuadas a partir de la inteli-
gencia de la sustancia, pudimos hallar su definición (quid sit). Una de
las propiedades que nos había sorprendido en el hombre es su manera
de vivir en familia y en sociedad, tan distinta a la de los demás anima-
les; analizando esta propiedad, hemos establecido que consiste en rela-
ciones de tal y cual características (quidditas sec. quid), pudiendo en-
tonces comprobar que tal propiedad pertenece necesariamente al hom-
bre en cuanto tal (quia est). Llegados a este punto, nuestra admiración
70 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Que del enrarecimiento del aire se produzca el fuego se prueba porque si se sopla
con la boca cerrada el aire sale frío por estar condensado, y si lo hacemos con la boca
abierta sale caliente por estar enrarecido.
72 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Martínez y Cortés, Dicc. de Fil.: “La teoría aristotélica de las causas, plenamente
aceptada durante toda la Edad Media, comienza a ser rechazada a partir del Renacimien-
to, criticada sobre todo por Galileo y Bacon. La desaparición de las cuatro causas como
principios explicativos de la naturaleza debe enmarcarse en el rechazo, en primer lugar,
de la autoridad de Aristóteles en filosofía de la naturaleza y, en segundo lugar, en la des-
aparición de la consideración organicista del mundo. Según el mecanicismo naciente, en
la nueva imagen del mundo la causa formal y final se consideran estériles, inobservables y
no experimentables, mientras que la causa material queda inmersa en la explicación que
la filosofía corpuscular da de los fenómenos a partir de las partículas sometidas a movi-
miento, que se constituyen en la única causa (eficiente) con interés científico. A partir de
entonces, se hace usual la interpretación de la causa como causa eficiente”.
74 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
La Causa
es es
es-por-
El Sujeto tal-causa la Propiedad
A. Parece no existir
una disciplina especial del pensamiento
1 La partícula «quiro-» viene del griego cei,ro, y significa mano. De allí viene quirúrgi-
co, y de quirurgia quedó cirugía, que en griego se compone de cei,ro y eé ,rgon (acción) y sig-
nifica toda operación manual o arte. También tenemos quiromancia, que sería el arte de
adivinar lo concerniente a la persona por las líneas de la mano.
84 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
tintas ciencias y artes, pero que la buena pedagogía aconseja que se con-
sideren antes de empezar la investigación de cualquier ciencia filosófica.
En este sentido decimos que es una «propedéutica», del término griego
propaidei,a (de pro: previo y paidei,a: enseñanza, paideutiko,j: relativo a la
enseñanza) que no hace mucho se ha comenzado a usar en las lenguas
modernas 1, y significa “enseñanza preparatoria para el estudio de una
disciplina” 2. Así parecen considerarla Aristóteles y Santo Tomás.
1º El Organon de Aristóteles
Si repasamos los diferentes tratados que componen el Organon ló-
gico de Aristóteles, parece claro que es como decimos. Estos tratados
son: Categorías, Perihermenias, Primeros y Segundos Analíticos, Tó-
picos y Refutaciones sofísticas.
• En las Categorías se estudian los diferentes modos como las cosas
pueden ser, esto es, las quididades más generales en que pueden distin-
guirse los entes. Pero esto no es evidentemente un asunto propio de una
ciencia del conocimiento, sino más bien de lo real, por lo que pertenece
propiamente a la metafísica, como de hecho lo hace Aristóteles en su
tratado de filosofía primera o metafísica.
• El Perihermeneias, como el mismo título lo indica, no trata de la
segunda operación del intelecto, como algunos quieren, sino de los sig-
nos sensibles con que se significa. Porque el verbo h`rmhneu,w significa
expresar el pensamiento por la palabra, hacer conocer, interpretar o
traducir (Bailly). Por eso Aristóteles comienza definiendo el nombre y el
verbo, como partes principales de la oración enunciativa. El tratado, en-
tonces, pertenecería más bien al arte de la gramática.
• De los Primeros Analíticos podemos decir lo mismo, pues allí se
consideran las formas como puede significarse la tercera operación del
intelecto. Las figuras y modos del silogismo no se distinguen por lo que
son en el espíritu, sino por la manera como se expresan en el lenguaje
hablado o escrito.
• Los asuntos considerados por los Segundos Analíticos, que tienen
que ver con la demostración científica, son de difícil comprensión y pa-
recen pertenecer propiamente a la epistemología.
• La Tópica considera el arte de discutir por discutir, y las Refuta-
ciones sofísticas el arte de la mentira. Ambas, con la Retórica y la Poéti-
pañola, pero no, por ejemplo, en la de 1914. «Propédeutique» aparece en el Larousse di-
gital de 1996, pero no en el de 1913.
2 Así trae el Diccionario de la RAE.
86 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
ca, parecen tratar más bien sobre el lenguaje como arte de comunicar el
pensamiento, y no reflexiones sobre las operaciones interiores del inte-
lecto.
Física
Especulativas Matemáticas
Ciencias Metafísica
Activas (morales)
Prácticas
Factivas (artes mecánicas)
1 Cf. Robert W. Schmidt SI, The domain of logic according to Saint Thomas Aquinas,
Martinus Nijhoff, 1966. El autor plantea bien esta objeción al comienzo del cap. II: «Rela-
tion of logic to other sciences».
2 In I De Anima, lect. 1, n. 3: “In scientiis autem quaedam sunt practicae, et quaedam
speculativae: et hae differunt, quia practicae sunt propter opus, speculativae autem prop-
ter seipsas”.
3 In VI Metaph. lect. 1, n. 1166: “Tres sunt partes philosophiae theoricae, scilicet
praedicta”.
5 In XI Metaph. lect. 7, n. 2252: “Omnis enim scientia operativa vel est activa vel
factiva”.
6 In VI Metaph. lect. 1, n. 1152.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 1 87
1º Aprendiendo a pensar
1 R. Schmidt, The domain of logic, p. 24. No es su opinión, sino que lo dice, como no-
1 En la Introducción hemos ejemplificado esta cuestión. Los gatos son todos distin-
tos, y nacen y mueren de manera individual. Pero tienen un comportamiento común y ca-
racterístico, que responde – decimos – a su naturaleza gatuna. Pero aunque a esta natura-
leza no la vemos ni tocamos, es evidente que está, que responde a algo real y no a una pu-
ra ilusión de nuestra mente, pues se trasmite de gato a gato por la generación.
2 F.-J. Thonnard, Précis d’histoire de la Philosophie, 2e édit., Desclée, Paris Rome
1946, p. 10: “Los esfuerzos de los primeros filósofos nos hacen asistir al descubrimiento
progresivo de este principio fundamental del peripatetismo [la teoría del acto y la poten-
cia]. Primero proponen netamente el problema insistiendo sobre los dos aspectos [la
identidad que descubre la inteligencia y el movimiento que perciben los sentidos] con so-
luciones contradictorias: de un lado, los jonios, admirados por el hecho del cambio (per-
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 1 89
clito de Éfeso lleva al extremo este defecto, llegando a decir que lo único
real no es el ser sino el devenir, esto es, el cambio perpetuo. Por esta vía
termina afirmando que lo que es no es, pues en el preciso instante en
que es está cambiando en otra cosa.
En el otro extremo de Grecia, los «eleatas» – Elea era una ciudad
griega de la costa sureste de Italia, en la Magna Grecia – dieron un im-
portante paso hacia la verdad. Parménides de Elea se dio cuenta que la
inteligencia ve más allá de lo que los ojos ven, descubriendo la unidad
del ser y de las esencias en la multiplicidad de las cosas. Pero entusias-
mado con el descubrimiento, no quiso entender de matices y afirmó que
lo único real es el ser, que es uno, universal y eterno, pues es la esencia
de todo lo que es, mientras que la multiplicidad y el cambio que descu-
bren los sentidos son sólo aparentes. Por lo que tiene de exagerado, su
solución puede llamarse «intelectualista». Recién Aristóteles matizará a
Parménides, poniendo las cosas en su lugar 1.
cibido por los sentidos), proponen una solución sensualista; del otro, los eleatas, fascina-
dos por lo absoluto del ser, proponen una solución racionalista. Viene entonces un ensa-
yo de conciliación intentado por los atomistas, pero en vano. Desanimados por tantos es-
fuerzos inútiles, los sofistas abandonaron la especulación por la acción y proclamaron el
escepticismo; sin embargo, su teoría puede considerarse un nuevo ensayo de conciliación,
no ya desde el punto de vista objetivo o físico, sino desde el punto de vista subjetivo o psi-
cológico”.
1 Frecuentemente se contraponen las posiciones de Heráclito y Parménides como dos
2º La crisis sofística
Hacia el fin del siglo V antes de Cristo, Atenas se convirtió, bajo Pe-
ricles, en el centro político y cultural de toda la Grecia. Al confluir en
ella todas las corrientes filosóficas, se puso de manifiesto su insuficien-
cia y sus contradicciones, produciéndose un movimiento de desánimo
escéptico, que dio lugar a los «sofistas». Estos dejaron de buscar la so-
lución del problema de la unidad de la esencia y la multiplicidad de las
existencias por el lado de las cosas, y pretendieron que esta dualidad se
debía solamente a nuestra manera de conocer. Las cosas son concretas,
como nos las descubren los sentidos, pero la inteligencia del hombre
concibe ideas abstractas y le atribuye a muchas un concepto común. Las
definiciones, entonces, no descubrirían la esencia de las cosas, sino la
insuficiencia de nuestra inteligencia, que no es capaz de abarcar la
complejidad infinita de lo real. La solución de los sofistas era «subjeti-
vista». “El hombre – decía Protágoras – es la medida de todas las cosas,
de lo que son aquellas que son, de lo que no son aquellas que no son; es
verdadero lo que a cada uno le parece, y de cada cosa se pueden dar dos
discursos contrarios”.
abstracta → permanente
inteligencia
HOMBRE ENTE
Sofistas
la dualidad está en el hombre
Solución subjetivista
3º El método socrático
aspecto inductivo y deductivo… Sócrates queda ante todo, según él mismo lo quiso, como
el médico de la inteligencia griega: la curó de su escepticismo y la volvió a poner en el
camino de la plena verdad”.
1 G. Fraile, Historia de la filosofía, tomo I, p. 257.
2 En este primer capítulo estamos desarrollando, justamente, este preámbulo, en el
que, por medio de las objeciones, terminaremos formulando el interrogante que prepara
la justificación de la existencia de la Lógica.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 1 93
inteligencia
ENTE
HOMBRE esencia
inteligible
sentidos
accidentes sensibles
Sócrates
adecuación mente → realidad
Platón fue la flor del árbol que fue Sócrates, y el fruto maduro fue
Aristóteles. Filósofo genial, si Platón no llegó a la cumbre de la filosofía
fue porque le faltó ser mejor lógico.
1º La solución platónica
representa un gran esfuerzo para superar en una síntesis las dos actitu-
des antagónicas de la Filosofía griega ante el problema del ser” 1.
La doble consecuencia de este error está en que debilita la unidad
del hombre y de la misma realidad:
• En la explicación de Platón no aparece la necesidad que la razón
tiene de los sentidos, pues ambas facultades parecen obrar casi por se-
parado. Y al no explicar la complementariedad de estas facultades, co-
mo los sentidos están evidentemente ligados más al cuerpo y la razón al
alma, debilita también la unidad de cuerpo y alma en el hombre. Aun-
que Platón no la niega, tampoco la justifica.
• Separa las esencias o Ideas, sosteniendo que existen tal como la
inteligencia las conoce: únicas, inmutables y eternas; y las contrapone
al mundo de los entes físicos: múltiples, cambiantes y contingentes. No
llega a establecer una separación absoluta, pues los entes físicos parti-
ciparían de las Ideas, pero nunca termina de explicar en qué consiste
esta participación.
Ideas
inteligencia inteligibles
HOMBRE REALIDAD
entes físicos
sentidos
sensibles
Platón
adecuación separada
2º La Dialéctica
3º Valoración
cuentemente expresa por medio de entimemas o silogismos truncos, en los que parece
que una proposición se deduce directamente de otra.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 1 97
1º La solución aristotélica
HOMBRE
ENTE
Aristóteles
abstracción de la esencia en lo sensible → concreción de la forma en la materia
2º El «Organon» lógico
Es verdad que Aristóteles no dice con todas las letras que la Lógica
es una ciencia específicamente diferente de las demás, pero es evidente
que así la considera. En primer lugar, hay que tener en cuenta que,
aunque Aristóteles dio todos los elementos para una completa clasifica-
ción de las ciencias, y en muchas partes hace una división de las mis-
mas, en ninguna parte de sus escritos se propone hacer una clasifica-
ción completa. “En el libro VI de la Metafísica establece la distinción de
las ciencias en teoréticas, prácticas y poéticas. Hay tres clases de las
primeras: Física, que tiene por objeto las sustancias móviles e insepara-
bles de la materia; Matemáticas, que versan sobre objetos inmóviles,
pero inseparables de la materia, y Teología, que se ocupa de la sustan-
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 1 99
dores de valor que hubieron, como Plotino, tomaron más de Platón que
de Aristóteles 1.
Como sólo las enseñanzas del Organon aristotélico son más accesi-
bles e inmediatamente útiles, Aristóteles fue conocido y transmitido en
los siglos posteriores no tanto como el Filósofo sino como lógico, y si
bien su Lógica quedará reconocida y aceptada desde entonces como una
ciencia específica, al ser despojada de sus doctrinas filosóficas, consti-
tuirá apenas algo más que una gramática mental.
primeramente el fin de recoger la herencia de todos los grandes filósofos griegos; quiere
reunir y conciliar todas sus teorías, especialmente las de Platón y Aristóteles, de los estoi-
cos y de Filón. Pero el que juzga más grande y al que le debe más, es Platón”.
2 G. Fraile, Historia de la filosofía, tomo I, p. 601.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 1 101
2º El neoplatonismo
tiene en cuenta la elevación del espíritu del hombre al orden sobrenatural, pero en el or-
den natural y puramente filosófico sólo conducen a la aniquilación de la inteligencia y de
la misma personalidad, como en el budismo.
104 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
3º Moraleja
V. La Escolástica católica
dente, “Platón – dice Fraile – tardó en ser recuperado mucho más que Aristóteles. Por
una paradoja, las escuelas neoplatónicas, que comentaron abundantemente a Aristóteles,
apenas nos han dejado comentarios a Platón. Sus obras fueron casi totalmente desconoci-
das en Occidente hasta el Renacimiento, con Pléthon, Bessarión y Ambrosio Traversari.
No obstante, el influjo difuso del platonismo es sumamente profundo, y su línea puede
seguirse claramente a lo largo de toda la Edad Media. Exactamente ha escrito Gilson:
«Plus on étudie le moyen âge, plus on y remarque le polymorphisme de l’influence plato-
nique. Platon lui-même n’est nulle part, mais le platonisme est partout»” (Historia de la
filosofía, tomo II 1º, p. 275).
106 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
2º Dialécticos y antidialécticos
bus es speciebus, illud quidem sive susistant, sive in solis nudis intelectibus posita sint:
sive susistentia corporalia sint, an incorporalia; et utrum separata a sensibilibus, an in
sensibilibus posita, et circa ea consistentia, dicere recusabo: altissimum enim negotium
est huiusmodi, et maioris egens inquisitionis” (traducción de Boecio).
3 Boecio, In Porphyrium Commentaria I, PL 64, 82-86.
108 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 G. Fraile, Historia de la filosofía, tomo II 1º, p. 422. Santo Tomás enseña que este
siglo XIII la noción de metafísica, ciencia general del ente en cuanto tal,
con la que está íntimamente relacionada la Lógica, como disciplina ge-
neral del ente en cuanto conocido.
La posesión del Organon consolida a la Lógica como disciplina es-
pecial y necesaria para la adquisición de las demás ciencias. En la im-
portante escuela de Chartres – fundada en el siglo XI por San Fulberto
pero que florece sobre todo en el siglo XII con Bernardo de Chartres, su
hermano Teodorico y Gilberto Porretano –, sigue predominando el
elemento platónico para la teología y filosofía, pero aumenta la influen-
cia aristotélica en la Lógica. “Tratan de explicar el Génesis aplicándole
la cosmología del Timeo, y a la vez de interpretar a Platón mediante la
Biblia. Otras tesis platónicas las reciben a través de Macrobio, San
Agustín, Dionisio, Boecio y Escoto Erígena. De este fondo platónico di-
fuso procede la actitud de los carnotenses ante el problema de los uni-
versales. Todos o la mayor parte, en una u otra forma, se inclinan hacia
el realismo exagerado. Así como la fuerte tendencia hacia el panteísmo
en sus representantes más destacados. La influencia de Aristóteles se
deja sentir en la lógica y en el método. Poseen y utilizan el Organon
completo. Dan amplia acogida a la teoría hilemórfica, pero no en senti-
do aristotélico, sino platónico… Cultivaron también intensamente los
estudios clásicos y las artes liberales. Sus representantes se distinguen,
en su mayor parte, por la pureza y la elegancia de su latín. Revaloriza-
ron el uso de la gramática y de la lógica como instrumentos indispensa-
bles para constituir la ciencia, con lo que vuelven al sentido que estas
dos disciplinas, junto con la filosofía primera, tenían en Aristóteles co-
mo ciencias generales que suministran sus principios, sus nociones y
sus métodos a todas las demás ciencias particulares” 1.
A fines del siglo XII aparecen las primeras universidades, en las que
maestros y alumnos se organizan a modo de corporación profesional.
“Un elemento de primerísima importancia en el desenvolvimiento cul-
tural del siglo XIII es la fundación de las universidades. El cambio reali-
zado en pocos años está muy bien expresado en esta frase de Haskins:
«En 1100, la escuela seguía al maestro; en 1200, el maestro seguía a la
escuela»” 2. “Había universidades ex consuetudine, que son las más an-
tiguas, y que procedían de escuelas anteriores, cuyo desarrollo desem-
boca en la forma universitaria; y universidades ex privilegio, erigidas o
1 G. Fraile, Historia de la filosofía, tomo II 2º, p. 149. “Los cardenales, sede vacante,
cuentes las perlas lógicas, son sin embargo de una fineza superior. Y
quizás las de mayor valor se encuentran en el comentario a la Metafísi-
ca. Si nos preguntaran dónde encontrar la más auténtica Lógica tomis-
ta, nos parece que señalaríamos esta obra aun antes que el comentario a
los Analíticos posteriores.
La actitud de Santo Tomás nos confirma en la moraleja que nos
había dejado la historia antigua: «Sapere ad sobrietatem». Evidente-
mente, el Doctor Angélico no es un antidialéctico, pero está todavía más
lejos de ser un dialéctico. Aunque no hemos visto que lo diga, sentimos
en sus escritos que aborrece el exceso de las reflexiones lógicas, no tan-
to creemos por lo que tengan de pedantería, sino porque tienden a sus-
tituir la reflexión propiamente filosófica, y este sí es pecado contra el
Espíritu Santo en el orden intelectual. El que prefiere la lógica a la filo-
sofía cae, más pronto que tarde, en el infierno de la ideología.
rrollo abarca casi dos siglos. Desde luego hay que convenir que para
comprenderlo no basta con fijarse en su actitud ante el problema de los
universales ni ante ninguna otra tesis concreta, como tampoco su espí-
ritu crítico, el ergotismo y el abuso de la dialéctica, ni la barbarie del
lenguaje, pecados en que, más o menos, incurrían por aquel tiempo to-
das las escuelas, y que ninguna se preocupaba de echar en cara a las
demás.
El nominalismo no es un sistema, ni siquiera una escuela, sino más
bien un sentimiento, un espíritu difuso, un poco indefinido, pero que
repercute en amplias ramificaciones que se extienden a las manifesta-
ciones más diversas, a la política, a la teología, a la filosofía y a la místi-
ca. Dentro de una tendencia general se destacan individualidades muy
distintas, que siguen orientaciones dispares y hasta discrepantes en sus
doctrinas concretas, pero que acusan la influencia de una atmósfera
común. Su signo es esencialmente negativo y demoledor. Carece de so-
luciones positivas. Es más bien un conjunto de problemas, una actitud
crítica y escéptica ante las aportaciones de la escolástica anterior.
En el aspecto teológico y filosófico significa el desenlace – negativo –
del gran problema de las relaciones entre la filosofía y la revelación, que
hemos visto planteado en siglos anteriores, y que a finales del siglo XIII
culmina en las condenaciones antiaverroístas y antitomistas de París y
Oxford. El nominalismo es una consecuencia del desconcierto produci-
do por aquellas condenaciones y de las luchas doctrinales entre las di-
versas escuelas. Si a principios del siglo XIV prevalece la reacción apo-
logética, con la intención de preservar a la fe de los peligros que podrían
provenir de su alianza con la filosofía, el resultado fue la destrucción de
la teología por el fideísmo, y de la filosofía por el logicismo, el criticismo
y el empirismo” 1.
“El triunfo del nominalismo fue pleno y rapidísimo. Durante siglo y
medio dominó en casi todas las universidades de Europa, infiltrándose
más o menos en todas las escuelas. Su valor intrínseco como sistema es
casi nulo, y no puede compararse ni de lejos con las grandes construc-
ciones ideológicas del siglo anterior. Pero sus consecuencias no pudie-
ron ser más desastrosas. Su actitud crítica y semiescéptica entorpece el
desarrollo del pensamiento filosófico y teológico, falseando por comple-
to el verdadero carácter de la escolástica, y contribuyendo poderosa-
mente a abrir los amplios cauces por donde siglos más tarde se precipi-
tará la filosofía moderna, en la que tendremos buenas ocasiones de
apreciar que muchas de sus tesis – Descartes, Hume, Locke, Leibniz,
I. El problema ontológico
A. La Lógica pertenece
al género de las artes
prio actu, puta cum ordinat conceptus suos ad invicem, et signa conceptuum, quae sunt
voces significativae; tertius autem est ordo quem ratio considerando facit in operatio-
nibus voluntatis. Quartus autem est ordo quem ratio considerando facit in exterioribus
rebus, quarum ipsa est causa, sicut in arca et domo”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 127
1 I-II, q. 57, a. 3 ad 3: “Ad differentiam illarum artium quae ordinantur ad opera per
corpus exercita, quae sunt quodammodo serviles, inquantum corpus serviliter subditur
animae”.
2 In I Post. Anal. lect. 1, n. 1.
3 I-II, q. 57, a. 3: “El arte no es otra cosa que la razón recta de algunas obras que se
han de hacer”.
128 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
2º El arte de la prudencia
“Ahora bien, la razón no sólo puede dirigir los actos de las partes in-
feriores, sino que también es directora de sus propios actos. Pues es
propio de la parte intelectiva el que reflexione sobre sí misma; porque el
intelecto se entiende a sí mismo e igualmente la razón puede razonar
acerca de su propio acto. Por lo tanto, si del hecho de que la razón ra-
ciocina acerca del acto de la mano, se inventó el arte edilicia o fabril,
tionem, tamen illa operatio non est actus scientiae, sed magis virtutis, ut patet in libro
Ethicorum (L.VI, cap. 3). Unde non potest dici ars, sed magis in illis operationibus se
habet virtus loco artis. Et ideo veteres diffinierunt virtutem esse artem bene recteque
vivendi, ut Augustinus dicit in IV De Civitate Dei”.
I-II, q. 58, a. 2 ad 1: “Augustinus communiter accipit artem, pro qualibet recta
ratione. Et sic sub arte includitur etiam prudentia, quae ita est recta ratio agibilium, sicut
ars est recta ratio factibilium. Et secundum hoc, quod dicit quod virtus est ars recte
vivendi, essentialiter convenit prudentiae, participative autem aliis virtutibus, prout se-
cundum prudentiam diriguntur”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 129
por las que el hombre puede ejecutar este tipo de actos fácil y ordena-
damente; por la misma razón es necesario un arte que dirija el acto
mismo de la razón, de modo tal que el hombre proceda en él con orden,
facilidad y sin error” 1.
Los escolásticos denominaron «artes liberales» a aquellas artes que
dirigen los actos de la razón. En primer lugar, la Lógica, que ordena las
operaciones mismas del intelecto, pero también llamaron así a todas las
artes que ordenan todo lo que hace relación inmediata a los actos de la
razón, como la gramática, la retórica, el cálculo matemático, la música,
la danza, etc. Aunque estas últimas artes, por ejemplo, ordenan los mo-
vimientos corporales y utilizan instrumentos, no lo hacen para una uti-
lidad corporal sino con una finalidad significativa, y en este sentido tie-
nen relación inmediata con los actos de la razón. La gimnástica, en
cambio, es un arte servil.
La comparación entre esta disciplina directiva de los actos de la ra-
zón y las dos anteriores sugiere que aquí también quepa distinguir un
principio ordenador, que sería propia y formalmente el arte que esta-
mos buscando definir, y un ordenamiento ordenado a modo de obra o
«artefacto». Pero la distinción no se hace fácil de establecer, porque
ambas cosas se dan en el intelecto. Se hará necesario, entonces, investi-
garlo con más detenimiento.
1 In I Post. Anal. lect. 1, n. 1: “Ratio autem non solum dirigere potest inferiorum
partium actus, sed etiam actus sui directiva est. Hoc enim est proprium intellectivae
partis, ut in seipsam reflectatur: nam intellectus intelligit seipsum et similiter ratio de suo
actu ratiocinari potest. Si igitur ex hoc, quod ratio de actu manus ratiocinatur, adinventa
est ars aedificatoria vel fabrilis, per quas homo faciliter et ordinate huiusmodi actus
exercere potest; eadem ratione ars quaedam necessaria est, quae sit directiva ipsius actus
rationis, per quam scilicet homo in ipso actu rationis ordinate, faciliter et sine errore
procedat”.
2 I-II, q. 57, a. 4: “Ars est «recta ratio factibilium»; prudentia vero est «recta ratio
agibilium». Differt autem facere et agere quia, ut dicitur in IX Metaphys., factio est actus
transiens in exteriorem materiam, sicut aedificare, secare, et huiusmodi; agere autem est
actus permanens in ipso agente, sicut videre, velle, et huiusmodi”.
130 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 In I Post. Anal. lect. 1, n. 2-3: “Et haec ars est Logica, idest rationalis scientia. Quae
non solum rationalis est ex hoc, quod est secundum rationem (quod est omnibus artibus
commune); sed etiam ex hoc, quod est circa ipsum actum rationis sicut circa propriam
materiam. Et ideo videtur esse ars artium, quia in actu rationis nos dirigit, a quo omnes
artes procedunt”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 131
B. El sujeto de la Lógica
todas las demás cosas que tal ciencia o arte consideran, esto es, sus par-
tes, propiedades, causas y efectos.
Es evidente que toda ciencia o arte se determina y especifica en ra-
zón del sujeto que trata. De allí que frecuentemente las ciencias o artes
tomen nombre a partir de los sujetos. La ciencia del hombre se llama
antropología (ántropos significa hombre), la de los vivientes biología
(vida en griego se dice bios), la de las cosas naturales se llama física
(que en griego significa natural). Y el arte de la navegación se dice náu-
tica (nauta significa marinero), el de cabalgar ecuestre (equus significa
caballo), el de curar medicina (medeor significa curar, remediar).
Aunque, como vimos, los sujetos de una ciencia y de un arte pro-
piamente dichos se distinguen en que el sujeto de las ciencias se halla ya
constituido en la naturaleza, mientras que el sujeto de las artes se hace.
Esto podría hacer pensar que para las ciencias está bien que se consti-
tuyan y especifiquen en razón de sus sujetos, pues dependen de él, pero
que no habría que decir lo mismo para las artes, pues los sujetos de-
penden de ellas.
Pero no es así, porque la forma artificial no es algo caprichoso, co-
mo la de un poema que busca expresar los estados de ánimo del artista,
sino que queda determinada por el fin útil que se persigue y la materia
utilizada. El artífice piensa en el artefacto como si ya existiera, de mane-
ra semejante a como el científico considera el sujeto de su ciencia. Así
como el científico considera el fin natural del hombre para dar razón de
la forma que tiene por naturaleza, así el artífice considera el fin útil del
aparato para hallar la forma que debe darle el arte. Por eso se dice que
«el arte imita la naturaleza».
Ambas, ciencia y arte, se especifican en razón de sus sujetos, pero el
sujeto especifica la ciencia como la forma determina la materia (pues el
intelecto es como una blanda materia que puede recibir la forma inteli-
gible de las cosas naturales), mientras que el sujeto especifica al arte
como el fin determina al agente 1.
Dado que la Lógica tiene como finalidad cuidar que pensemos bien,
parece que su sujeto son simplemente las operaciones y obras del inte-
como fin inmediato a realizar. El artificio tiene, a su vez, un fin último, que es la utilidad
en razón de la cual se ideó la forma del artefacto. El fin de que aquí hablamos, que es suje-
to, no es la utilidad última sino la forma artificial, fin inmediato.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 133
1 Aquí parece referirse a Santo Tomás, que In IV Metaph. lect. 4, n. 5 dice: “Ens
1 Cf. Juan de Santo Tomás, Ars logica, II pars, q. 1, a. 3, Marietti p. 261b: “Única con-
clusión. La materia apta para ser dirigida por la Lógica como operación es algo real [= las
operaciones del intelecto]. – La materia denominable por el artificio lógico como objeto o
cosa conocida es todo lo cognoscible por aquellas operaciones del intelecto, ya sea real, ya
de razón. – La forma, en cambio, tanto respecto a la operación a dirigir, como respecto a
la cosa conocida, bajo la cual [estas cosas] pertenecen a la Lógica, es algo de razón, no pu-
ramente ficticio, sino que tiene fundamento en las cosas como intención segunda”. Ver
todo el artículo, aunque es un poco complejo.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 135
1 In IV Metaph. lect. 4, n. 5: “Ens est duplex: ens scilicet rationis et ens naturae. Ens
autem rationis dicitur proprie de illis intentionibus, quas ratio adinvenit in rebus conside-
ratis; sicut intentio generis, speciei et similium, quae quidem non inveniuntur in rerum
natura, sed considerationem rationis consequuntur. Et huiusmodi, scilicet ens rationis,
est proprie subiectum logicae”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 137
1 In I Sent. dist. II, q. 1, a. 3: “Ipsa conceptio intellectus tripliciter se habet ad rem quae
est extra animam. Aliquando enim hoc quod intellectus concipit, est similitudo rei existen-
tis extra animam, sicut hoc quod concipitur de hoc nomine homo; et talis conceptio intelle-
ctus habet fundamentum in re immediate, inquantum res ipsa, ex sua conformitate ad in-
tellectum, facit quod intellectus sit verus, et quod nomen significans illum intellectum,
138 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
proprie de re dicatur. Aliquando autem hoc quod significat nomen non est similitudo rei
existentis extra animam, sed est aliquid quod consequitur ex modo intelligendi rem quae
est extra animam: et hujusmodi sunt intentiones quas intellectus noster adinvenit; sicut
significatum hujus nominis genus non est similitudo alicujus rei extra animam existentis;
sed ex hoc quod intellectus intelligit animal ut in pluribus speciebus, attribuit ei inten-
tionem generis; et hujusmodi intentionis licet proximum fundamentum non sit in re sed in
intellectu, tamen remotum fundamentum est res ipsa. Unde intellectus non est falsus, qui
has intentiones adinvenit. Et simile est de omnibus aliis qui consequuntur ex modo intelli-
gendi, sicut est abstractio mathematicorum et hujusmodi. Aliquando vero id quod signifi-
catur per nomen, non habet fundamentum in re, neque proximum neque remotum, sicut
conceptio chimerae: quia neque est similitudo alicujus rei extra animam, neque conse-
quitur ex modo intelligendi rem aliquam naturae: et ideo ista conceptio est falsa”.
1 De Ver. q. 21, a. 1: “Id autem quod est rationis tantum, non potest esse nisi duplex,
scilicet negatio et aliqua relatio. Omnis enim positio absoluta aliquid in rerum natura
existens significat”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 139
lativo, nada real hay en ellas que funde esta relación. Estas relaciones
son entes de razón de intención directa, pues se dicen de las cosas re-
ales, aunque no digan nada real.
Las relaciones lógicas, por su parte, tienen como sujeto las opera-
ciones y obras del intelecto, que son también, ciertamente, algo real,
pues la quididad «animal» (sujeto de la relación lógica de «género») y
la quididad «hombre» (sujeto de la relación lógica de «especie») han
sido realmente abstraídas de la experiencia sensible y realmente impre-
sas en el intelecto a modo de cualidades perennes suyas, o más preci-
samente, de hábitos operativos. Por eso decimos que las relaciones lógi-
cas son intenciones segundas.
Pero como las relaciones lógicas se fundan en aspectos que les per-
tenecen a las quididades y demás conceptos del intelecto no en cuanto
miran a las cosas conocidas – que serían fundamentos reales –, sino en
cuanto son obras de la razón que están en el intelecto – fundamentos de
razón –, son relaciones de razón y no reales. Esto se verá mejor cuando
vayamos considerando cada una de las nociones lógicas y podamos dis-
tinguirlas de otras nociones reales cercanas, pero expliquémoslo con un
ejemplo:
• Si consideramos la quididad «animal» en cuanto a su contenido
inteligible abstraído de las cosas, vemos que incluye la quididad «sus-
tancia» y que está incluida por la quididad específica «hombre». Estas
relaciones entre las quididades «sustancia», «animal» y «hombre» son
ciertamente reales, porque el sujeto y término de cada una es real (estos
conceptos de la razón, productos de la simple aprehensión) y porque el
fundamento es real (el proceso de división esencial), pues «hombre» se
obtuvo realmente de la división de la quididad «animal», y «animal» se
obtuvo de la división de la quididad «sustancia». Estas relaciones reales
entre los conceptos, fundadas inmediatamente en los diversos procesos
del intelecto, se fundan últimamente en algo real en las cosas, problema
que – como vimos – debe enfrentar el filósofo.
• Pero si consideramos estas mismas quididades no en cuanto a
aquello que nos manifiestan de las cosas, sino en cuanto a las propieda-
des lógicas que obtienen como obras de la razón (propiedades que de-
penden, evidentemente, del contenido inteligible de cada una), enton-
ces decimos que «sustancia» se relaciona a «animal» y «animal» se re-
laciona a «hombre» a modo de género, y que «hombre» se relaciona a
«animal» y «animal» a «sustancia» a modo de especie 1. Aquí las rela-
1 Respecto a «sustancia», se puede decir que «animal» es una de sus especies: «El
Intención
segunda
Género Especie
Nociones de razón
(sin concepto mental)
Hombre
Intención
directa Sustancia Animal Cosas reales
Perro
Conceptos de
quididades reales
C. Definición de la Lógica
cualidad del intelecto que puede tener o no tener el hombre. Como ve-
remos luego al estudiar las categorías, hay cualidades de cuatro espe-
cies: hábitos, potencias, pasiones y figuras. No es difícil determinar que
la Lógica, como disciplina intelectual, es un hábito operativo de la ra-
zón, es decir, una disposición permanente de la razón que la ayuda a
disponer rectamente (es hábito virtuoso y no vicio) sus operaciones.
Para dar un paso más en la definición, debíamos dividir el género de
hábito intelectual en sus especies propias. Una buena división debe dis-
tinguir el género en cuestión en cuanto a aquello que tiene de más pro-
pio y formal. Ahora bien, lo propio del intelecto es el orden, pues sólo la
inteligencia es capaz de considerar el orden que guardan unas cosas con
otras. “Es propio de los sabios ordenar” dice Santo Tomás 1. De allí que
la división que nos pareció más a propósito fue la de hábitos especulati-
vos y prácticos, que se distinguen en cuanto aquellos consideran el or-
den natural de una cosa, mientras que éstos disponen un orden artifi-
cial en una materia. A los hábitos especulativos los llamamos ciencias y
a los prácticos artes. En este sentido decimos que la Lógica es un arte
– aunque vimos que en otro sentido puede decirse también ciencia –.
Pero las ciencias son muchas y también las artes, por lo que debemos
dar un último paso en nuestra definición y distinguir el arte de la Lógica
por aquello que tiene de más propio y específico. Para ello conviene se-
ñalar que, si bien tanto las ciencias como las artes se definen en razón de
su sujeto, sin embargo, como las artes hacen su sujeto mientras que las
ciencias lo encuentran hecho, ambas se definirán de distinta manera.
La definición, como toda explicación (lo mismo habrá que decir de las
demostraciones, que son también explicaciones), camina por lo más cla-
ro (nadie con buena intención explica lo oscuro con lo que es más oscu-
ro). De allí que hayamos comenzado las definiciones por los géneros más
universales, que son para nosotros más evidentes. Pues bien, al comple-
tar la definición por la determinación del sujeto, éste debe considerarse
por lo que tiene de más evidente. Ahora bien, dijimos que el sujeto espe-
cifica la ciencia como la forma determina la materia, mientras que el suje-
to especifica al arte como el fin determina al agente. De allí que, en breve,
la ciencia se definirá por la forma de su sujeto como aquello que tiene de
más evidente, mientras que el arte se definirá por el fin y la materia:
• Muchas cosas considera una ciencia acerca de su sujeto: sus cau-
sas, su esencia o naturaleza, sus propiedades, sus efectos. Y entre todas
ellas hay orden: los efectos dependen de las propiedades, las propieda-
des de la naturaleza y la naturaleza de sus causas. La explicación cientí-
1 Contra gentes, l. I, c. 1.
144 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
fica perfecta, por lo tanto, debería seguir este orden, explicando la natu-
raleza por las causas, las propiedades por la naturaleza y los efectos por
las propiedades. Pero como las ciencias encuentran a sus sujetos ya
constituidos – el hombre, por ejemplo – más fácilmente descubren la
forma esencial de su naturaleza que las causas por las cuales las hizo así
el Artífice divino. Es evidente que el hombre es un animal esencialmen-
te racional, pero no es tan evidente que tenga un alma espiritual y su fin
último sea el conocimiento de Dios. De allí que las ciencias se definan
señalando en la cosa que toman como sujeto la formalidad precisa que
en ella consideran. La física, por ejemplo, tiene como sujeto el ente tal
como se nos presenta: la sustancia corpórea, y lo considera en cuanto a
su aptitud para cambiar, de allí que se defina como la ciencia del ente
móvil. La matemática es la ciencia del ens quantum, pues tiene como
sujeto la misma sustancia corpórea pero considerada en cuanto a la
cantidad. Y la metafísica es la ciencia del ente en cuanto ente. Aunque
muchas veces no llegan ni siquiera a distinguir con evidencia los aspec-
tos esenciales que distinguen el sujeto, y deben conformarse con defi-
nirlo a través de algunas propiedades, como pasa en general con las
ciencias de los diversos minerales, vegetales y animales 1.
• Al sujeto de las artes la razón no lo halla sino lo hace, y como no es
obra de un Artífice superior sino obra propia, evidentemente la razón
puede penetrar perfectamente en todo el orden inteligible que pertene-
ce al artefacto. De hecho lo que se le presenta más claro al artífice es el
fin para el que quiere el artefacto. En razón del fin determina la materia
a utilizar y la forma que le dará. Ambas, materia y forma, se precisan en
correlación una de otra, pero la materia tiene anterioridad pues el artí-
fice la halla hecha en la naturaleza, mientras que la forma es lo que él
propiamente da. De allí que la definición de un arte se de principalmen-
te por el fin, esto es, por la utilidad, aunque también conviene y se suele
dar la materia que utiliza. La forma precisa del sujeto del arte no es de
evidencia primera, por eso no se suele poner en la definición, a diferen-
cia de lo que se hace al definir las ciencias.
“La razón – dice Santo Tomás – no sólo puede dirigir el acto de las
partes inferiores, sino que es también directiva de su propio acto. Por-
1 Definimos la vaca como un mamífero rumiante, pero tanto mamífero como rumian-
1 In I Post. Anal. lect. 1, n. 1: “Ratio autem non solum dirigere potest inferiorum
partium actus, sed etiam actus sui directiva est. Hoc enim est proprium intellectivae
partis, ut in seipsam reflectatur: nam intellectus intelligit seipsum et similiter ratio de suo
actu ratiocinari potest. Si igitur ex hoc, quod ratio de actu manus ratiocinatur, adinventa
est ars aedificatoria vel fabrilis, per quas homo faciliter et ordinate huiusmodi actus
exercere potest; eadem ratione ars quaedam necessaria est, quae sit directiva ipsius actus
rationis, per quam scilicet homo in ipso actu rationis ordinate, faciliter et sine errore
procedat”.
2 In I Post. Anal. lect. 1, n. 2-3: “Et haec ars est Logica, idest rationalis scientia. Quae
non solum rationalis est ex hoc, quod est secundum rationem (quod est omnibus artibus
commune); sed etiam ex hoc, quod est circa ipsum actum rationis sicut circa propriam
materiam. Et ideo videtur esse ars artium, quia in actu rationis nos dirigit, a quo omnes
artes procedunt”.
146 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1º Cosme Alamanni
1 Cosmo Alamannus SJ, Summa Philosophiae, Paris 1885, tomi I, sectio I: Logica, q.
1, a. 3, p. 6b.
2 Alamanni, Summa Philosophiae, t. I, p. 14 a.
3 Juan de Santo Tomás es unos pocos años posterior a Cosme Alamanni, pues vivió
Ésta, como se ve, es una definición por la materia y el fin. Para pre-
cisar cuál es la forma que el lógico induce, Juan de Santo Tomás mira,
como conviene, lo que la materia le ofrece como conformable: “Como
para discurrir y juzgar la razón procede por modo de resolución, esto es,
deduciendo hasta los principios y discerniendo las pruebas por los que
lo manifiestan, que la Lógica dirija la razón para que no yerre es lo
mismo que dirigirla para que resuelva recta y debidamente, ut recte et
debite resolvat” 1. Pero aquí vuelve a estar la misma diferencia con
nuestra posición que señalamos en el autor anterior. Porque Juan de
Santo Tomás pone como lo propio y formal del acto de la razón a la
resolutio, esto es, al análisis por el que se discierne la causa en la de-
mostración, que es lo propio de la razón en su tercera operación, mien-
tras que nosotros pusimos la universalidad, que es producto de la abs-
tracción, propia de toda operación de la razón. Como es una diferencia
en la formalidad misma del sujeto de la Lógica, las consecuencias son
importantes:
• En primer lugar, para Juan de Santo Tomás la construcción
propia del lógico, esto es, su sujeto, es más bien el razonamiento, como
la casa es el sujeto del arte del arquitecto. Lo que tiene que ver con la
primera y segunda operación sólo interesaría como las partes al que
considera el todo, como los ladrillos y las paredes interesan al arquitec-
to. Así lo dice más adelante, al tratar de la Lógica en sí misma: “Entre
los objetos de los que trata la Lógica, ¿cuál es el objeto principal? Se
responde que el objeto principal de la Lógica es el silogismo, que se
hace por la tercera operación, y entre los silogismos, por razón de la
materia, el más principal es la demostración. La razón es manifiesta,
porque – como enseña Santo Tomás en I Periherm. lect. 1 y en I Post.
Anal. lect. 1 – todas las tres operaciones del intelecto se tienen de tal
modo que la primera y la segunda se ordenan a la tercera como a la
principal, en la que se perfecciona el raciocinio y el discurso, que se dis-
pone rectamente por el silogismo y se resuelve cierta y firmemente por
la demostración. Como la ciencia de la Lógica es propia y esencialmente
directiva de la razón, su objeto principal será aquel donde más princi-
palmente se encuentra el raciocinio y el discurso con certeza y sin error.
Mas el error ocurre por el defecto de la forma o por la contingencia de la
materia. Por lo tanto, el objeto principal por parte de la forma es el silo-
gismo rectamente dispuesto, y el principal por parte de la materia es la
demostración, en la que se halla el proceso de la razón sin error tanto
por parte de la materia como por parte de la forma. De aquello que per-
1 Ibid.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 149
tenece a las otras dos operaciones, también trata la Lógica per se, aun-
que menos principalmente” 1. Como el arquitecto también trata per se
de los ladrillos, pero no principalmente.
Para nosotros, en cambio, que ponemos como forma propia del ló-
gico el ordenamiento según las reglas de la universalidad, todas las
construcciones lógicas tales como las definiciones, proposiciones y silo-
gismos entran en la Lógica con igual derecho.
• En segundo lugar, al identificar el sujeto de la Lógica con el
análisis o resolutio de la tercera operación, Juan de Santo Tomás se ve
llevado a identificar la distinción entre la materia y la forma del arte de
la Lógica, necesaria para su definición, con la distinción que Aristóteles
establece en la consideración del análisis. En el tratado de los Analíticos
priores Aristóteles dice considerar la forma del silogismo, mientras que
en el de los Analíticos posteriores dice considerar su materia. Juan de
Santo Tomás aplica entonces esta distinción a toda la Lógica – lo que
guarda coherencia si el sujeto principal fuera el silogismo –, y considera
que el enfoque de los Analíticos priores es el formalmente propio del
lógico, mientras que el de los Analíticos posteriores pertenecería a la
Lógica por parte de la materia. Es así que, después de afirmar que la fi-
nalidad de la Lógica es «ut recte et debite resolvat», continua diciendo:
“De allí que Aristóteles llamó analíticas, esto es, resolutorias, a las par-
tes de la Lógica que enseñan a ofrecer un juicio recto, porque enseñan a
resolver rectamente y sin error. La recta resolutio se hace tanto por la
debida forma como por la certeza de la materia. La materia son las co-
sas u objetos que queremos conocer rectamente. La forma, en cambio,
es el mismo modo o disposición por el que se conectan los objetos cono-
cidos, para que se discurra y conozca debidamente, porque sin [esta]
conexión no se concibe ninguna verdad ni se hace discurso o ilación de
una verdad a otra. Y la resolución por parte de la forma se dice que per-
tenece a la resolución anterior, por parte en cambio de la materia, según
la certeza y condiciones debidas, pertenece a la resolución posterior,
por cuanto la consideración de la forma artificiosa es en cada arte ante-
rior que la consideración de la materia” 2. Dicho esto, propone la divi-
sión de toda la Lógica en dos tratados, Lógica formal y Lógica mate-
rial, que luego se hará clásica en los manuales escolásticos: “De aquí
tomamos, entonces, la división del arte de la Lógica y hacemos dos par-
tes: En la primera trataremos de todo aquello que pertenece a la forma
del arte de la Lógica y a la resolución prioristica, de las que trató el Fi-
3º Otros autores
1Ibid.
2Juan de Santo Tomás se ve llevado a cometer este error también por un problema
pedagógico, porque es fácil enseñar a los principiantes el jueguito de conversión de pro-
posiciones y de las figuras del silogismo con sus reducciones, pero se hace difícil proponer
desde el principio – como queremos hacer nosotros – el vínculo con los problemas filosó-
ficos. Otros escolásticos dividen la Lógica en Minor y Maior, denominaciones que pueden
dejar más claro que se trata de una distinción pedagógica y no formal. De hecho, Juan de
Santo Tomás presenta la Lógica formal como una Summula simple y divertida, que ocu-
pa 80 páginas de las 800 de su tratado de Lógica. En lo que hace a la primera operación
(Libro I) comienza tratando del «término», que no son los conceptos considerados en sí
mismos (lo que haría la Lógica material), sino considerados como partes (extremos, de
allí «términos») de la proposición y del silogismo. La poca paciencia y la brevedad de los
tiempos fue haciendo que de la Lógica sólo se estudiaran estas primeras nociones, dejan-
do la impresión de ser un juego mental sin dependencia de la realidad.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 2 151
1 Eduardo Hugon OP, Cursus Philosophiae Thomisticae: I Logica, editio 3ª, Lethiel-
(o sujeto) material. Porque las artes se encuentran con una materia informe en la que de-
ben poner la forma artificial, que es siempre accidental a la materia. La distinción entre
sujeto material y formal conviene para las ciencias que encuentran a su sujeto ya hecho en
la naturaleza.
152 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Vincentio Remer SI, Summa Philosophiae Scholasticae, I: Logica minor, editio 4ª,
Roma 1921, p. 5.
2 Remer, Logica minor, p. 4.
3 Remer dice que, aunque la materia de la Dialéctica no es necesaria, pues trata de los
argumentos probables, sin embargo, “secundum quod est docens, tradit per necessarias et
demonstrativas rationes modum procedendi ad conclusiones” (p. 4). Lo mismo puede de-
cirse del arte.
4 Remer, Logica minor, p. 2. Aunque hace una distinción muy original y suya entre
sujeto y objeto.
5 Régis Jolivet, Tratado de Filosofía: Lógica y Cosmología, Ediciones Lohlé, Buenos
mo que las leyes físicas, no son objeto de experiencia inmediata. Esas le-
yes son, en efecto, a priori, es decir, anteriores y superiores a la experien-
cia que nosotros realizamos de la actividad lógica y que se expresa y desa-
rrolla en forma de reglas operatorias más o menos numerosas y precisas
(tales son, por ejemplo, las reglas de la conversión de las proposiciones o
las reglas del silogismo). Pero así como la ley física es inmanente al hecho
físico (la ley de la gravedad está implicada en el hecho mismo de la caída
de un cuerpo cualquiera), del mismo modo la ley lógica es inmanente a
las reglas por las que es expresada y dirigida. Esta ley no es otra cosa, en
fin, que la razón misma, que es así la lógica antes de la lógica, es decir, el a
priori de todas las actividades racionales” 1. Si suponemos que estas leyes
lógicas son aquellas que rigen, como pusimos nosotros, las relaciones de
universalidad, la explicación que aquí da hace pensar que no las conside-
ra como intenciones segundas, que son evidentemente posteriores a la
actividad lógica (segundas), sino que las pone en las intenciones directas
y llega a la conclusión – como advertimos nosotros más arriba – de que el
arte de la Lógica tendría el mismo sujeto que la luz misma de la razón. Pa-
rece querer responder la objeción del a priori kantiano y desperdicia la
lucidez del tomismo, al que cierta y sinceramente adhiere.
H. D. Gardeil OP pertenece ya al tomismo revisionista que procu-
ra una mayor fidelidad a la letra y al método del Doctor Angélico. Deja
de lado la distinción entre Lógica formal y material, señalando que sólo
conviene para el razonamiento. Como definición de Lógica trae la de
Santo Tomás y enseña que “el objeto formal de la lógica es el ente de ra-
zón lógico o las segundas intenciones” 2. Al explicar en qué consiste este
ente de razón lógico dice: “El ente de razón lógico pertenece a ésta úl-
tima categoría de la relación de razón. Designa el objeto de nuestro
pensamiento considerado en el conjunto de relaciones que ese mismo
objeto recibe en el espíritu por el hecho de ser concebido por éste” 3. Pa-
ra una breve Introducción a la Lógica como pretende dar Gardeil está
muy bien, pero nos parece mejor poner la universalidad como formali-
dad lógica primera, pues luego convendría comenzar tratando del «uni-
versal» al desarrollar esta ciencia.
Juan José Sanguineti ha publicado un tratado de Lógica que no
carece de méritos. A primera vista, no parece distinguir entre Lógica
formal y material, siguiendo el orden aristotélico, y – lo que nos parece
mejor todavía – pone en primer lugar la universalidad de los concep-
1 Aquí sólo damos algunas pistas de los problemas que se presentan, que tienen mu-
chas implicancias. Nosotros hemos señalado que los conceptos del intelecto son quidida-
des que se dan necesariamente en las cosas conocidas y que son universales en su misma
naturaleza. La adecuación a la realidad es, entonces, una evidencia primera (más allá del
problema filosófico de decir qué es la esencia en las cosas singulares). Salcedo, en cambio,
dice que los conceptos o ideas son representaciones de las cosas (lo que no está mal, pero
no dice que son esencias), y lugar de señalar la universalidad como pertenencia esencial,
distingue sin justificar (oficio supuestamente de la Crítica) la comprensión y la extensión
de las ideas. Este es un enfoque que se aproxima al nominalismo.
Capítulo 3
Propiedades de la Lógica
A. De la unidad de la Lógica, 160. — I. LAS PARTES DE LA LÓGICA, 160. —
1º División tripartita según los actos de la razón, 160. — 2º División según los
modos del discurso, 161. — 3º División del discurso necesario, 161. — 4º Divi-
sión del discurso probable, 162. — 5º Lógica del discurso falso, 163. — II. DE LAS
PARTES DE UNA DISCIPLINA EN GENERAL, 163. — 1º De las partes de un todo en
general, 163. — 2º De las partes de la ciencia, 164. — 3º De las partes del arte,
165. — 4º De las partes de la prudencia, 165. — III. DE LAS PARTES INTEGRALES DE
LA LÓGICA, 166. — IV. DE LAS PARTES POTENCIALES DE LA LÓGICA, 167. — 1º La
Dialéctica, 167. — 2º La Retórica y la Poética, 168. — 3º La Sofística, 168. —
V. DE LAS PARTES SUBJETIVAS DE LA LÓGICA, 169. — 1º ¿Tiene la Lógica partes
subjetivas?, 169. — 2º Parece que sí, 169. — 3º Debe decirse que no, 170. —
VI. LÓGICA DOCENS Y LÓGICA UTENS, 171. — 1º La enseñanza y el uso de las artes,
171. — 2º Ética y prudencia, 173. — 3º Lógica docens y utens, 175. — VII. LÓGICA
MINOR Y LÓGICA MAIOR, 178. — VIII. LA UNIDAD DE LA LÓGICA SEGÚN OTROS
AUTORES, 179. — 1º Cosme Alamanni, 179. — 2º Juan de Santo Tomás, 180. —
3º Otros autores, 183.
B. De la verdad de la Lógica: Si es especulativa o práctica, 187. — I. DE
LO ESPECULATIVO Y LO PRÁCTICO EN GENERAL, 187. — II. EL PROBLEMA QUE PLAN-
TEA LA LÓGICA, 189. — III. LA LÓGICA ES ESPECULATIVA TANTUM, SED REDUCTIVE,
190. — 1º Modos de especulativo o práctico, 190. — 2º La Lógica es sólo especu-
lativa, 191. — 3º La Lógica es reductivamente especulativa, 193. — IV. SI LA LÓ-
GICA ES CIENCIA O ARTE, 194. — 1º De la distinción entre ciencia y arte en general,
194. — 2º La Lógica es ciencia y es arte, sed late dicta, 196. — 3º La Lógica se
reduce más a lo científico que a lo artificial, 197. — V. DEL LUGAR DE LA LÓGICA
ENTRE LAS CIENCIAS, 198. — VI. ¿QUÉ DICEN OTROS AUTORES?, 200.
A. De la unidad de la Lógica
División de la Lógica
1 Acerca de los modos de todo y parte se deberá considerar con mayor precisión al
tratar de la división, como proceso para alcanzar la definición. Véase una exposición com-
pletísima en Ramírez, De analogia, tomo II, CSIC, Madrid 1971, n. 525-539, p. 989 a
1039.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 165
La Lógica es «el arte directivo del acto mismo de la razón para alcan-
zar la ciencia». Ahora bien, la ciencia se alcanza por divisiones, defini-
ciones y demostraciones, que son los tres modus sciendi. Pero las divi-
siones y definiciones implican las dos primeras operaciones del espíritu,
pues ambas suponen la abstracción de géneros y diferencias: «viviente»
y «sensible», lo que pertenece a la simple aprehensión; la división supo-
ne además una proposición negativa: «los vivientes sensibles no son los
no sensibles»; y la definición supone una proposición afirmativa: «tales
vivientes llamados animales son sensibles». La demostración pertenece
a la tercera operación, pero implica tres proposiciones y tres términos de
simple aprehensión. Por lo tanto, los actos de la razón por los que se al-
canza la ciencia suponen las tres operaciones del espíritu.
1 II-II, q. 47, artículo único. Hemos omitido explicaciones para aligerar la cita.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 167
De allí se sigue que las partes de la Lógica que estudian cada una de
las operaciones del espíritu en su estado más perfecto, como los trata-
dos aristotélicos de las Categorías (y la Isagogé de Porfirio), Periher-
menias y Analíticos, son partes integrales de un único arte o ciencia,
que merece propiamente el nombre de Lógica. Los Primeros Analíticos,
que tratan del silogismo sin más, no pueden considerarse por separado
de los Analíticos Posteriores, que consideran el silogismo demostrativo,
pues éste es el que alcanza el fin propio de la Lógica, que es la ciencia.
1º La Dialéctica
2º La Retórica y la Poética
3º La Sofística
1 II-II, q. 51, a. 3 ad 3. Cf. I-II, q. 57, a. 6 ad 3: “Una sola virtus ordinatur ad bene
por su misma naturaleza a un mal fin, que es el discurso falso con apa-
riencia de verdadero.
Pero una disciplina práctica que se ordena per se a un mal fin, pue-
de ser considerada de una manera puramente especulativa, u ordenán-
dola per accidens a un fin bueno. Como la ética, ciencia práctica del
buen obrar que sirve a la prudencia, no sólo considera los actos buenos
y sus virtudes correspondientes, sino también los pecados y sus vicios,
no con el fin de cometerlos ni con un fin puramente especulativo, sino
para no caer en ellos. De la misma manera, la Lógica incluye a la Sofís-
tica como parte potencial, no en cuanto se ordena per se a engañar, si-
no, por el contrario, ordenándola per accidens a sortear sus falacias,
como el policía debe aprender el oficio del ladrón, pues la Lógica tiene
como finalidad «alcanzar la ciencia sin error».
Si se consideran bien las cosas, hay que decir que la Lógica no tiene
partes subjetivas. La razón está en que para dividir estas diversas fina-
lidades de la Lógica no basta considerar las propiedades de los concep-
tos considerados en cuanto conocidos, como intención segunda – a la
manera del lógico –, sino que se los debe considerar en su intención di-
recta o primera, en cuanto se ordenan a conocer las cosas. Porque las
diversas disciplinas referidas se distinguen según sus sujetos reales, de
allí que, para distinguir, por ejemplo, las nociones y principios que per-
tenecen a la metafísica o a la física, hay que mirar las cosas con ojos de
físico o metafísico, por lo que sólo el físico o el metafísico pueden deter-
minar propiamente qué conceptos pertenecen propiamente a su disci-
plina. En consecuencia, no puede pertenecerle al lógico en cuanto tal di-
vidir su arte en las partes dichas, y por lo tanto no puede decirse que la
supuesta lógica física o metafísica sean disciplinas de su incumbencia.
La reflexión segunda por la que se aplican las reglas de la Lógica a la
adquisición de las diversas ciencias no es oficio del lógico sino de los
mismos científicos que las consideran. La metodología de la física y de
la metafísica le pertenece al físico y al metafísico, respectivamente, con-
siderarlas. Y la buena metodología de las ciencias en general – oficio
propio del Lógico – aconseja, como dijimos al principio de esta Primera
parte, que se dé en cada ciencia hacia el principio 1.
1 In II Metaph. lect. 5, n. 335: “El método propio de cada ciencia debe enseñarse, en
buen catedrático, pero es buen médico el que tiene además «ojo clínico», que es capaz de
juzgar con acierto el caso concreto del enfermo.
2 Aristóteles, Metafísica, libro I, c. 1, 981a25-b9.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 173
2º Ética y prudencia
1 In II Physic. lect. 4, n. 173: “Duae artes sunt principantes materiam, idest quae
1 I-II, q. 57, a. 1.
2 I-II, q. 57, a. 3.
3 I-II, q. 57, a. 4.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 175
1 I-II, q. 57, a. 4 ad 2: “La prudencia es más afín al arte que los hábitos especulativos
en cuanto al sujeto y a la materia, porque una y otra residen en la parte opinativa del alma
y versan sobre lo contingente. Pero el arte es más afín a los hábitos especulativos que a la
prudencia en la razón de virtud, según consta por lo dicho”.
2 II-II, q. 47, a. 2, «Utrum prudentia sit cognoscitiva singularium»: “Las operacio-
nes se dan en los singulares, y por lo mismo es necesario que el prudente conozca no so-
lamente los principios universales de la razón, sino también las cosas singulares sobre las
cuales se dan las operaciones”.
176 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 In IV Meth. lect. 4, n. 577: “In parte logicae quae dicitur demonstrativa, solum
docens, et secundum quod est utens. Secundum quidem quod est docens, habet conside-
rationem de istis intentionibus, instituens modum, quo per eas procedi possit ad conclu-
siones in singulis scientiis probabiliter ostendendas; et hoc demonstrative facit, et secun-
dum hoc est scientia. Utens vero est secundum quod modo adinvento utitur ad conclu-
dendum aliquid probabiliter in singulis scientiis; et sic recedit a modo scientiae”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 177
1 In IV Meth. lect. 4, n. 576: “Et similiter dicendum est de sophistica; quia prout est
magis facile, nisi necessitas aliud requirat. Quandoque enim necessarium est in addiscen-
do incipere non ab eo quod est facilius, sed ab eo, a cuius cognitione sequentium cognitio
dependet. Et hac ratione oportet in addiscendo a logica incipere, non quia ipsa sit facilior
ceteris scientiis, habet enim maximam difficultatem, cum sit de secundo intellectis, sed
quia aliae scientiae ab ipsa dependent, in quantum ipsa docet modum procedendi in
omnibus scientiis. Oportet autem primo scire modum scientiae quam scientiam ipsam, ut
dicitur in II Metaphysicae”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 179
1º Cosme Alamanni
1 Al hacer esta triple división Juan de Santo Tomás está teniendo en vista la triple di-
visión que hace Santo Tomás en el De Trinitate (q. 6, a. 1, qla. 1): “Processus aliquis, quo
proceditur in scientiis, dicitur rationabilis tripliciter”. Los modos primero y segundo co-
rresponden con los que aquí Juan de Santo Tomás pone como usos segundo y tercero.
2 Para este uso Juan de Santo Tomás cita al De Trinitae, q. 5, a. 1 ad 2: “Scientiae
termino in quo sistitur procedendo. Ultimus enim terminus, ad quem rationis inquisitio
perducere debet, est intellectus principiorum, in quae resolvendo iudicamus; quod qui-
dem quando fit non dicitur processus vel probatio rationabilis, sed demonstrativa. Quan-
doque autem inquisitio rationis non potest usque ad praedictum terminum perduci, sed
sistitur in ipsa inquisitione, quando scilicet inquirenti adhuc manet via ad utrumlibet; et
hoc contingit, quando per probabiles rationes proceditur, quae natae sunt facere opinio-
nem vel fidem, non scientiam. Et sic rationabilis processus dividitur contra demonstrati-
vum. Et hoc modo rationabiliter procedi potest in qualibet scientia, ut ex probabilibus
182 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
paretur via ad necessarias probationes. Et hic est alius modus, quo Logica utimur in
scientiis demonstrativis, non quidem ut est docens, sed ut est utens”.
1 Juan de Santo Tomás, Ars logica, II pars, q. 1, a. 5, p. 280b.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 183
3º Otros autores
B. De la verdad de la Lógica:
Si es especulativa o práctica
Pamplona 1993, p. 29: “Existe, pues, una autonomía relativa entre estos dos saberes [la fi-
losofía de la naturaleza y las ciencias experimentales]. El método filosófico no produce de
por sí descubrimientos científicos, y la metodología de las ciencias no sirve para la filoso-
fía… Y al mismo tiempo se da una unidad analógica del saber: la verdad filosófica no pue-
de contradecir a la científica, ni viceversa, y ambas se complementan”.
188 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 In VI Ethic. lect. 2, n. 1126: “Duo opera videntur esse propria homini, scilicet
cognitio veritatis et actus: inquantum scilicet homo agit tamquam dominus proprii actus
et non sicut actus vel ductus ab alio”.
2 Aristóteles, De anima, l. III, c. 10, 433a14.
3 I, q. 79, a. 11: “Secundum hoc autem differunt intellectus speculativus et practicus.
Nam intellectus speculativus est, qui quod apprehendit, non ordinat ad opus, sed ad
solam veritatis considerationem, practicus vero intellectus dicitur, qui hoc quod appre-
hendit, ordinat ad opus. Et hoc est quod Philosophus dicit in III De anima, quod «specu-
lativus differt a practico, fine». Unde et a fine denominatur uterque, hic quidem specula-
tivus, ille vero practicus, idest operativus”.
4 Tan profunda es esta división en el hombre, que funda una doble manera de vivir:
“Quia ergo quidam homines praecipue intendunt contemplationi veritatis, quidam princi-
paliter intendunt exterioribus actionibus, inde est quod vita hominis convenienter dividi-
tur per activam et contemplativam” (II-II, q. 179, a. 1).
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 189
1 In III De Anima. lect. 16, n. 845-846: “La razón especulativa, a la que llaman cien-
tífica, «no mueve, sino queda en reposo»; porque nada dice de procurar o evitar. En cuanto
a la razón práctica, una es universal y otra particular. La razón [práctica] universal es la que
dice que es preciso que tal [persona] haga tal cosa, como que el hijo honre a sus padres; la
razón particular, en cambio, dice que esto es tal [por ejemplo, estos son mis padres], y que
yo soy tal, a saber, soy su hijo, y entonces debo honrar ahora a mis padres. Pues bien, lo que
mueve es la opinión de la razón práctica particular, y no la de la universal. Y si hay que decir
que ambas mueven, la universal mueve como causa primera y quieta, mientras que la parti-
cular como causa próxima y, en cierto modo, aplicada al movimiento. Porque las operacio-
nes y los movimientos se dan en lo particular, por lo que es necesario que, para que se siga
el movimiento, la opinión universal se aplique a la particular”.
2 I-II, q. 57, a. 4: “Differt autem facere et agere quia, ut dicitur in IX Metaphys.
[1050 a 30], factio est actus transiens in exteriorem materiam, sicut aedificare, secare, et
huiusmodi; agere autem est actus permanens in ipso agente, sicut videre, velle, et huius-
modi”.
190 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Juan de Santo Tomás, Ars Logica, P. II, q. 1, a. 4, p. 274a: “Sólo la acción exterior
(esto es, la que se da fuera del conocimiento en cuanto se queda precisamente en la [con-
sideración de la] verdad) pertenece al intelecto práctico o activo, como enseña Santo To-
más en II-II, q. 179, a. 2. Pues los actos del intelecto, en cuanto se revisten de moralidad y
están sujetos a la moción de la libre voluntad, pueden ser regulados por las reglas prácti-
cas de la prudencia, como los actos de las demás virtudes, porque así son en cierto modo
actos exteriores respecto al conocimiento de la verdad, esto es, exteriores a la misma”.
2 Juan de Santo Tomás, Ars Logica, P. II, q. 1, a. 4, p. 273b: “Por parte de la materia
est in ratione, scilicet sententia, quae est iudicium de consiliatis; alia vero quae est in volun-
tate, et huiusmodi est electio: et dicitur conclusio per quamdam similitudinem, quia sicut
in speculativis ultimo statur in conclusione, ita in operativis ultimo statur in operatione”.
4 Alamanni, Summa Philosophiae, pars I, q. 1, a. 4: “Respondo diciendo que esta doc-
diferente. Por eso, aunque la Lógica pueda decirse arte, no debe decirse
práctica ni siquiera secundum quid, sino que es especulativa tantum 1.
Salvo que se tome el término práctico en sentido amplio, refiriéndolo a
toda disciplina que, como las artes, sea directiva o normativa 2.
Por todo eso, Santo Tomás habla siempre de la Lógica como de una
ciencia o arte especulativo: “También en el ámbito de la especulación
se da algo a modo de obra, por ejemplo, la construcción de un silogismo
o de un discurso correcto o el trabajo de numerar o medir. Por eso todos
los hábitos especulativos que se ordenan a estas obras de la razón se
llaman, por cierta similitud, artes, aunque liberales” 3.
3º La Lógica es reductivamente especulativa
Sin embargo, la Lógica no es especulativa en el sentido más propio y
con pleno derecho. Porque las ciencias propiamente especulativas se ca-
racterizan por dos cosas, de las que carece la Lógica:
• Por parte del sujeto, a las ciencias especulativas “le pertenece tra-
tar del orden de las cosas que la razón humana considera pero no
ad artem. Sed ad prudentiam non pertinet nisi applicatio rationis rectae ad ea de quibus
est consilium. Et huiusmodi sunt in quibus non sunt viae determinatae perveniendi ad
finem; ut dicitur in III Ethic.. Quia igitur ratio speculativa quaedam facit, puta syllogis-
mum, propositionem et alia huiusmodi, in quibus proceditur secundum certas et determi-
natas vias; inde est quod respectu horum potest salvari ratio artis, non autem ratio pru-
dentiae. Et ideo invenitur aliqua ars speculativa, non autem aliqua prudentia”.
2 Lo «práctico» en sentido estricto y propiísimo se dice sólo de lo moral. En sentido
más amplio y propio, se dice también de lo artificial. Para abarcar la Lógica hay que en-
tenderlo en sentido amplísimo e impropio. – Al tratar acerca del carácter especulativo de
la Lógica, Juan de Santo Tomás establece como Segunda conclusión que: “La Lógica es,
por sus principios, esencial y simplemente especulativa, aunque adquiere cierto modo de
lo práctico, en cuanto da reglas y dirección a la especulación misma.” (Ars Logica, P. II, q.
1, a. 4, p. 271b). Pero explícitamente dice que este «cierto modo de lo práctico» no es pro-
piamente práctico. A la objeción que arguye: “La Lógica considera las operaciones en
cuanto dirigibles de modo práctico, por lo tanto es práctica”, responde: “Las operaciones
del intelecto son dirigibles y regulables por una regulación y artificio que se tiene por par-
te del objeto en cuanto conocido; no por una regulación y artificio que se tenga por parte
del mismo acto en cuanto operable, producido de modo artificial o moral… Por donde tal
dirección nullo modo est practica” (p. 275b).
3 I-II, q. 57, a. 3 ad 3. Cf. II-II, q. 51, a. 2 ad 3: “Etiam in speculativis alia rationalis
1 In I Ethic. lect. 1, n. 1-2: “Est enim quidam ordo quem ratio non facit, sed solum
considerat, sicut est ordo rerum naturalium… ad Philosophiam naturalem pertinet consi-
derare ordinem rerum quem ratio humana considerat sed non facit; ita quod sub naturali
philosophia comprehendamus et Mathematicam et Metaphysicam”. La filosofía natural,
las matemáticas y la metafísica son las tres ciencias propiamente especulativas.
2 In I Ethic. lect. 1, n. 2.
3 In Boeth. De Trin. p. III, q. 5, a. 1 ad 2. In I Metaph. lect. 1, n. 32-33: “Cum igitur
plures artes sint repertae quantum ad utilitatem, quarum quaedam sunt ad vitae necessi-
tatem, sicut mechanicae; quaedam vero ad introductionem in aliis scientiis, sicut scientiae
logicales: illi artifices dicendi sunt sapientiores, quorum scientiae non sunt ad utilitatem
inventae, sed propter ipsum scire, cuiusmodi sunt scientiae speculativae. Et quod specula-
tivae scientiae non sint inventae ad utilitatem, patet per hoc signum: quia, «iam partis»,
id est acquisitis vel repertis omnibus huiusmodi, quae possunt esse ad introductionem in
scientiis, vel ad necessitatem vitae, vel ad voluptatem, sicut artes quae sunt ordinatae ad
hominum delectationem: speculativae non sunt propter huiusmodi repertae, sed propter
seipsas”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 195
nen cierto ordenamiento. Las podríamos llamar también «virtudes» (cf. I-II, q. 57), pero
esta denominación les pertenece en cuanto consideradas en el sujeto, esto es, en el inte-
lecto, al que determinan a la manera de hábitos virtuosos.
2 Aristóteles, Metafísica, l. I, c. 1, 981a1-17.
3 I-II, q. 57, a. 2: “Virtus intellectualis speculativa est per quam intellectus speculativus
perficitur ad considerandum verum, hoc enim est bonum opus eius. Verum autem est
dupliciter considerabile, uno modo, sicut per se notum; alio modo, sicut per aliud notum”.
196 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
La Lógica, dijimos, puede decirse que es arte, por cuanto es una dis-
ciplina directiva que toma a los actos del intelecto a manera de materia,
lo que es propio y específico de las artes. Pero no es arte en sentido es-
tricto porque esta no es una materia exterior al intelecto, por lo que no
puede decirse que sea una disciplina práctica.
Pero la Lógica puede decirse que es también ciencia, porque trata
siempre de lo universal y nunca se aplica a lo particular o contingente, y
además procede por demostración a partir de principios evidentes por
sí mismos. Pero no es ciencia en sentido estricto, porque no considera
simplemente el orden que tiene alguna cosa en sí misma, esto es, no es
simplemente especulativa, sino que propone reglas artificiales para di-
rigir las operaciones del intelecto.
La Lógica, entonces, puede decirse ciencia y arte, no en sentido es-
tricto, sino en un sentido amplio que no es impropio, porque se asemeja
al arte y a la ciencia en lo que estas tienen de más específico, diferen-
ciándose de ambas por lo que tienen de genérico. Por eso Santo Tomás
denomina a la Lógica tanto «ciencia» como «arte» y aun a veces «cien-
cia y arte», según el contexto en que la considera:
te dicha (cf. I-II, q. 57, a. 2), pero ahora no nos interesa llegar hasta esta última distinción.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 197
1 Robert W. Schmidt SI, The domain of Logic according to Saint Thomas Aquinas,
• Como el médico tiende al vicio de ver todas las cosas desde el án-
gulo de la medicina, así también quien se especializó en la Lógica tiende
a considerar las demás disciplinas bajo el mismo enfoque reflexivo de
segunda intención, lo que llega a constituir un gravísimo impedimento
para el desarrollo de la filosofía.
No se puede ser buen filósofo sin ser buen lógico – como diremos en el
próximo punto –, pero hay que cuidar de no quedarse en el cultivo de la
Lógica sin estar constantemente volviendo al enfoque realista, para no ser
atrapados en la locura del logicismo – como muchas veces hemos dicho –.
1 Hay gran semejanza en el orden de asuntos que tratan Alamanni y Juan de Santo
Tomás porque ambos han seguido el orden que le da Santo Tomás a la cuestión introduc-
toria de la Suma (que tiene 10 artículos):
Santo Tomás Cosme Alamanni Juan de Santo Tomás
«De Sacra Doctrina, qualis sit et «De doctrina Logicae, qualis sit «De Logica, qualis sit et ad quae
ad quae se extendat» et ad quae se extendat» se extendat»
art. 1 De necessitate art. 1 De necessitate ad actus art. 1 Utrum sit necessaria ad
rationis scientias
art. 2 Utrum sit scientia art. 2 Utrum sit scientia art. 2 Utrum sit vera scientia et
ars
art. 3 Utrum sit una vel plures art. 3 Utrum sit una vel plures art. 3 Utrum obiectum sit ens
rationis
art. 4 Utrum sit speculativa vel art. 4 Utrum sit practica vel art. 4 Utrum sit speculativa vel
practica speculativa practica
art. 5 De comparatione ad alias art. 5 Utrum sit necessaria art. 5 De Logica docens et utens
scientias simpliciter omnibus
art. 6 Utrum sit sapientia scientiis
art. 7 Quid sit subiectum eius art. 6 Quid sit subiectum eius
La diferencia principal con el orden que nosotros hemos seguido está en que consi-
deramos el sujeto de la Lógica hacia el principio. Y nos parece justificado, porque el sujeto
de la Teología es evidente, y queda suficientemente precisado desde el primer artículo,
mientras que el sujeto de la Lógica está lejos de serlo, y no se pueden resolver los proble-
mas que plantean sus propiedades sin haberlo precisado.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 201
C. De la bondad de la Lógica:
Si es necesaria para la ciencia
hace por el arte y también por la naturaleza sin el arte: Muchos sanan
por la operación de la naturaleza sin el arte de la medicina” 1.
Ahora bien, como señalamos al tratar del sujeto de la Lógica 2, la
Lógica es como la medicina de las operaciones intelectuales. El intelecto
puede definir, dividir y demostrar sanamente por la misma virtud de la
razón natural, sin necesidad del artificio lógico. Por lo tanto, pueden in-
coarse los hábitos científicos en menor o mayor grado, sin necesidad del
arte de la Lógica, dependiendo de la acuidad del intelecto y de la dificul-
tad de la materia. Hay grandes biólogos y matemáticos que no profun-
dizaron la Lógica aristotélica, y los alumnos pueden introducirse a las
disciplinas filosóficas, aun a la metafísica, sin un estudio serio de esta
disciplina 3.
sidad de la Lógica para las ciencias se puede decir lo mismo que de la necesidad de maes-
tro para aprender (I, q. 117, a. 1): “El que enseña causa ciencia en el que aprende hacién-
dole pasar de la potencia al acto, como se dice en VIII Physic. Para demostrarlo, hay que
tener presente que de los efectos procedentes de un principio exterior, unos provienen ex-
clusivamente de un principio exterior. Ejemplo: La forma de la casa se origina en la mate-
ria sólo por el arte. Otros, proceden a veces de un principio exterior y a veces de un prin-
cipio interior. Ejemplo: La salud es causada en el enfermo unas veces por un principio ex-
terno, la medicina, y otras por un principio interno, como cuando alguno sana por virtud
de la naturaleza. En esta segunda clase de efectos hay que tener presente: Primero, que el
arte imita a la naturaleza en sus operaciones, porque, así como la naturaleza sana al en-
fermo alterando, digiriendo, y echando lo que causa la enfermedad, así también el arte.
Segundo, hay que atender al hecho de que el principio externo, el arte, no obra como
agente principal, sino como susidiario, ya que el agente principal es el principio interno,
reforzándole y suministrándole los instrumentos y auxilios que ha de utilizar en la pro-
ducción del efecto. Ejemplo: El médico refuerza la naturaleza y le proporciona alimentos y
medicinas de los cuales podrá usar para el fin que persigue. Ahora bien, el hombre ad-
quiere la ciencia a veces por un principio interno, como es el caso de quien investiga por sí
mismo; y, a veces, por un principio externo, como es el caso del que es enseñado. Pues a
cada hombre le va anejo un principio de ciencia, la luz del entendimiento agente, por el
que, ya desde el comienzo y por naturaleza, se conocen ciertos principios universales co-
munes a todas las ciencias”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 3 205
1 Aquí hemos seguido la doctrina de Juan de Santo Tomás en todos sus puntos. Cf.
logica propter utriusque communitatem”. In IV Metaph. lect. 4. n. 574: “Ens est duplex:
ens scilicet rationis et ens naturae. Ens autem rationis dicitur proprie de illis intentioni-
bus, quas ratio adinvenit in rebus consideratis; sicut intentio generis, speciei et similium,
quae quidem non inveniuntur in rerum natura, sed considerationem rationis consequun-
tur. Et huiusmodi, scilicet ens rationis, est proprie subiectum logicae. Huiusmodi autem
intentiones intelligibiles, entibus naturae aequiparantur, eo quod omnia entia naturae sub
consideratione rationis cadunt. Et ideo subiectum logicae ad omnia se extendit, de quibus
ens naturae praedicatur. Unde concludit, quod subiectum logicae aequiparatur subiecto
philosophiae, quod est ens naturae”.
Capítulo 4
Acerca del método de la Lógica
A. De la relación de la Lógica con el lenguaje y la gramática, 208. —
I. NECESIDAD DEL LENGUAJE, 209. — 1º De la necesidad del habla, 209. — 2º De
la necesidad de la escritura, 209. — II. LOS ORÍGENES DEL LENGUAJE (CAUSA EFI-
CIENTE), 209. — 1º Supuesto origen natural del lenguaje, 210. — 2º El lenguaje
como hecho social, 213. — 3º ¿Origen divino del lenguaje?, 214. — 4º El
lenguaje es creación artificial, 216. — 5º Discernimiento de las otras opiniones,
219. — III. ÓRGANOS Y ELEMENTOS DEL LENGUAJE (CAUSA MATERIAL), 222. — 1º El
aparato fonador, 223. — 2º El impulso expresivo, 224. — 3º La lengua española,
225. — 4º Elementos de prosodia, 228. — 5º Nociones de Etimología, 230. — 6º
Nociones de morfología, 235. — IV. EL LENGUAJE COMO SIGNO DEL PENSAMIENTO
(CAUSA FORMAL), 239. — 1º Signo, imagen y semejanza, 239. — 2º ¿Los concep-
tos son signo, imagen o semejanza de las cosas?, 242. — 3º Primer objeto del
lenguaje: lo significado por las palabras, 245. — 4º Segundo objeto del lenguaje:
el destinatario, 248. — 5º La palabra interior, 248. — V. EL LENGUAJE Y LA
LÓGICA (CAUSA FINAL), 250. — 1º La tentación del nominalismo, 250. — 2º Bas-
tardía lógica del lenguaje, 251. — 3º Las muletas de nuestros conceptos, 253.
B. El «ordo disciplinae» de la Lógica, 254. — I. ACERCA DEL ORDEN PEDA-
GÓGICO DE LA LÓGICA EN GENERAL, 254. — 1º Del «ordo disciplinae» en general,
255. — 2º Del «ordo disciplinae» de la Lógica en particular, 256. — 3º Del orden
de la Lógica respecto a las otras ciencias, 257. — 4º El orden de la Lógica aristo-
télica, 259. — II. DIVISIÓN DE LA LÓGICA SEGÚN OTROS AUTORES, 260. — 1º Cosme
Alamanni, 260. — 2º Juan de Santo Tomás, 261. — 3º Hugon, Gredt y Sangui-
netti, 264. — III. DIVISIÓN DE NUESTRO TRATADO DE LÓGICA, 267. — 1º Tratado de
los universales, 267. — 2º Tratado de la enunciación, 268. — 3º Tratado del
razonamiento, 269. — 4º Tratado del método científico, 269. — 5º Tratado de
las falacias científicas, 269. — 6º Tratado de la investigación científica, 269.
C. La apertura a la Filosofía, 269. — I. EL PROBLEMA DE LOS UNIVERSALES,
270. — II. UMBRALES DE LA FILOSOFÍA, 271.
A. De la relación de la Lógica
con el lenguaje y la gramática
“Las palabras emitidas por la voz – dice Aristóteles – son los símbo-
los de las pasiones del alma, y las palabras escritas los símbolos de las
palabras emitidas por la voz. Y así como la escritura no es idéntica en
todos los hombres, tampoco las lenguas son semejantes. Pero las pasio-
nes del alma, de las que son las palabras signos inmediatos, son idénti-
cas para todos los hombres, lo mismo que las cosas, de que son imagen
estas pasiones, son también las mismas para todos” 1.
El arte que dispone “las pasiones del alma”, esto es, las concepcio-
nes del intelecto en adecuación a las cosas, de las que son “imagen” o
representación, es la filosofía. El arte que ordena los conceptos entre sí
para que sirvan sin falla a la filosofía es la Lógica. El arte que arregla las
palabras emitidas por la voz para que signifiquen los conceptos menta-
les es el lenguaje. Y el arte que dispone las palabras escritas, que signi-
fican las orales, es la gramática 2. La gramática sirve al lenguaje, el len-
guaje a la Lógica, la Lógica a la filosofía y la filosofía sirve al arte con
que Dios dispuso las cosas.
Así como la filosofía, entonces, necesita la Lógica, así también la
Lógica necesita el lenguaje y la gramática. Este es un asunto sobre el
que hay bibliotecas: consideremos solamente las nociones fundamenta-
les que hagan a nuestro propósito.
Primero trataremos de la existencia del lenguaje y luego de su natu-
raleza. Acerca de la existencia, consideraremos la necesidad que tiene el
hombre de hablar y escribir. Acerca de la naturaleza, la estudiaremos
1 En esta y otras cuestiones del lenguaje nos servimos con reservas de Louis Lachance
OP, Philosophie du langage, Les éditions du lévrier, Ottawa-Montréal, 1943, 216 páginas.
2 In I Perih. lect. 4, n. 47 (trad. de Mirko Skarica).
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 211
1 Tanto Kratylos como Sokrátēs son nombres formados sobre el sustantivo krátos
speciem, sicut imago regis est in filio suo, vel ad minus secundum aliquod accidens pro-
prium speciei, et praecipue secundum figuram, sicut hominis imago dicitur esse in cupro.
Unde signanter Hilarius dicit quod imago est species indifferens”.
2 I, q. 93, a. 1: “Similitudo est de ratione imaginis, et quod imago aliquid addit supra
rationem similitudinis, scilicet quod sit ex alio expressum, imago enim dicitur ex eo quod
agitur ad imitationem alterius”.
3 Fraile, Historia de la Filosofía, tomo III, p. 903-904: “[Según Condillac] el hombre
tiene facultades sensitivas comunes con los animales, pero se distingue de éstos en que
posee el don innato del lenguaje, que consiste en expresarse por medio de signos. Cuanto
más se perfecciona el lenguaje, mayor es su superioridad. El primer lenguaje es el de la
acción, observando los gestos y gritos inarticulados con que se expresaban determinados
sentimientos y pasiones. De aquí se derivó el «arte de los gestos, la danza, la palabra, la
declaración, la pantomima, la música, la poesía, la elocuencia, etc.». Del lenguaje de los
gestos se pasó al lenguaje hablado y articulado. El material fundamental del conocimiento
es la asociación de una idea con un signo que la representa. «No pensamos sino con el
auxilio de las palabras, y esto basta para hacer comprender que el arte de razonar ha co-
menzado con las lenguas». El arte de razonar se reduce a una lengua bien hecha: «une
science n’est qu’une langue bien faite». Mientras que «la metafísica de muchos escritores
no es más que una jerga ininteligible, tanto para ellos como para los demás»”.
4 De Ver. q. 9, a. 4 ad 10; q. 24, a. 2 ad 7. In I Perih. lect. 2, n. 2: “Si homo uteretur
sola cognitione sensitiva, quae respicit solum ad hic et nunc, sufficeret sibi ad conviven-
dum aliis vox significativa, sicut et caeteris animalibus, quae per quasdam voces, suas
conceptiones invicem sibi manifestant”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 213
preferirse el gesto sonoro al manual o facial, por ser más variado y per-
cibirse de más lejos, lo que en un primer momento era pura reacción fi-
siológica habría pasado a ser imagen verbal.
• Otra variante más fina y más antigua – que ensaya Sócrates en su
diálogo con Cratilo y Hermógenes – podría llamarse «filologista». El
bosque del lenguaje ha crecido a partir de ciertas raíces fundamentales
que se descubren por el estudio de las etimologías. Estas nos revelan
que todas las ideas resultan de la traslación y combinación de ciertas
ideas primigenias, de las que los primeros sabios conocieron la armonía
sonora o música que les correspondía, de manera tan propia y adecuada
como los cuerpos animales corresponden a sus almas: “Alabemos a los
varones gloriosos, nuestros padres, que vivieron en el curso de las eda-
des… doctores del pueblo, que lo instruyeron con sabias máximas; in-
ventores de melodías musicales y compositores de poemas y prover-
bios” (Eccli 44, 5). Si se pide una explicación de por qué la adecuación
entre idea y palabra se hace tan natural como la de cuerpo y alma, se
responde con un argumento «quia»: Los filólogos demuestran que to-
dos los idiomas tienen raíces comunes, lo que implica que las ideas
primigenias estaban encarnadas en una única voz. Pero si se pide el
«propter quid», se responde como Cratilo: Es un saber de iniciados que
sólo alcanza quien es capaz de percibir la música del espíritu 1.
En esta misma línea podemos poner a Leibniz, con su pretensión de
hallar una simbología fundamental – el Alphabetum cogitationum hu-
manarum – para construir una especie de álgebra de las ciencias, lo
que supone una adecuación tan perfecta entre símbolo y pensamiento,
que termina negando el carácter convencional del lenguaje 2.
1 Teófilo Urdanoz OP, Historia de la Filosofía, tomo VI, 2ª edición, BAC 1988, p.
349-350. Las citas son de Les formes élémentaires de la vie religieuse, de Durkheim.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 215
Cabe ser más benigno con la opinión sostenida por Platón en el Cratilo. Hay mucha
2
ironía cuando parece defender sin matices la opinión naturalista de Cratilo frente a la
exageradamente convencionalista de Hermógenes, a la que finalmente concede su parte.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 217
1 In I Perih. lect. 6, n. 8 (trad. de Mirko Scarica). Platón usa decir que la palabra es
«instrumento natural»: “¿Habrá que nombrar como es natural que las cosas nombren y
sean nombradas y con su instrumento natural [= el nombre], y no como nosotros quera-
mos?” (Cratilo, 387d). Aristóteles sostiene que la palabra no es instrumento sino conven-
ción: “Toda oración es significativa no como instrumento, sino, como se dijo, a benepláci-
to” (Perih. 17a1). Santo Tomás explica lo que quiere decir Aristóteles, que no es instru-
mento natural, como habría dicho Platón, pero agrega que sí puede decirse instrumento,
pero no de la naturaleza sino de la razón, que está por sobre toda naturaleza. En descargo
de Platón, hay que decir que no usa el calificativo «natural» por oposición a artificial,
pues asemeja la palabra o nombre a los instrumentos artificiales: “El nombre es un cierto
instrumento para enseñar y distinguir la esencia, como la lanzadera [instrumento artifi-
cial] lo es del tejido” (Cratilo 388c). Si lo califica como «natural» es porque para cada ta-
rea el artífice debe diseñar el instrumento que le conviene según su naturaleza y no de
modo caprichoso. Para Platón, que el nombre sea instrumento natural y no convencional
significa que debe ser hecho según las reglas del arte de nombrar y no de manera total-
mente arbitraria. Al condenar la expresión platónica, Aristóteles hace de juez severo, que
se atiene al valor estricto de las palabras: natural significa en sentido estricto que fluye
necesariamente de los principios intrínsecos de la naturaleza, mientras que los nombres
están ordenados por obra de la razón. Platón está llamando natural a lo que tiene cierta
razón de necesidad, sea que fluya de la naturaleza como principio intrínseco o de la razón
como principio extrínseco, por oposición a aquello cuya única razón es la libre conven-
ción. Y aun en cuanto a esto último, Platón terminará reconociendo que en los nombres
hay mucho de arbitrario, pues las razones del arte de nombrar no llegan a justificar en to-
do detalle la imposición de los diversos nombres: “Resulta, sin duda, inevitable que tanto
convención como costumbre colaboren a manifestar lo que pensamos cuando hablamos.
Porque, mi nobilísimo amigo [Cratilo], refirámonos al número si quieres: ¿cómo piensas
que podrías aplicar a cada número nombres semejantes, si no permites que tu consenso y
convención tengan soberanía sobre la exactitud de los nombres? ¡Claro que yo, personal-
mente, prefiero que los nombres tengan la mayor semejanza posible con las cosas! Pero
temo que, en realidad, como decía Hermógenes, resulte «forzado» arrastrar la semejanza
y sea inevitable servirse de la convención, por grosera que ésta sea, para la exactitud de
los nombres” (Cratilo 435b-c).
218 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
son fruto de una convención caprichosa, sino que, como ocurre con to-
dos los productos del arte, deben ser instituidos de la manera más con-
veniente para su finalidad de significar los conceptos 1. Como todo ins-
trumento artificial, el lenguaje tiene un artesano que lo fabrica y otro
que lo usa, estando aquél subordinado a éste:
• Así como el violín es fabricado por el luthier pero a juicio de los
violinistas, así también el lenguaje tendrá un institutor que no debe
responder a las exigencias de cualquiera, sino de los que saben usar la
lengua, esto es, de los dialécticos y retóricos.
• Ahora bien, la finalidad del lenguaje es la comunicación entre los
hombres, por lo que es un instrumento de primera importancia en la
constitución de la sociedad. Por lo tanto, su institución debe ser realiza-
1 Platón, Cratilo o del lenguaje, 386d - 388c: “– Si ni todo es para todos igual al
mismo tiempo y en todo momento, ni tampoco cada uno de los seres es distinto para cada
individuo, es evidente que las cosas poseen un ser propio consistente. No tienen relación
ni dependencia con nosotros ni se dejan arrastrar arriba y abajo por obra de nuestra ima-
ginación, sino que son en sí y con relación a su propio ser conforme a su naturaleza. – Me
parece, Sócrates, que es así. – ¿Acaso, entonces, los seres son así por naturaleza y las ac-
ciones, en cambio, no son de la misma forma? ¿O es que las acciones, también ellas, no
constituyen una cierta especie dentro de los seres? – ¡Claro que sí, también ellas! – Luego
las acciones se realizan conforme a su propia naturaleza y no conforme a nuestra opinión.
Por ejemplo: si intentamos cortar uno de los seres, ¿acaso habremos de cortar cada cosa
tal como queramos y con el instrumento que queramos? ¿O si deseamos cortar cada cosa
conforme a la naturaleza del cortar y ser cortado y con el instrumento que le es natural,
cortaremos con éxito y lo haremos rectamente, y, por el contrario, si lo hacemos contra la
naturaleza, fracasaremos y no conseguiremos nada? – Creo que de esta forma. […] – Pues
bien, ¿acaso el hablar no es también una entre las acciones? – Sí. – Entonces, ¿acaso si
uno habla como le parece que hay que hablar lo hará correctamente hablando así, o lo
hará con más éxito si habla como es natural que las cosas hablen y sean habladas y con su
instrumento natural, y, en caso contrario, fracasará y no conseguirá nada? – Me parece tal
como dices. – ¿Y el nombrar no es una parte del hablar? Pues sin duda la gente habla
nombrando. – Desde luego que sí. – ¿Luego también el nombrar es una acción, si, en ver-
dad, el hablar era una acción en relación con las cosas? – Sí. – ¿Y nos resultaba evidente
que las acciones no tenían relación con nosotros, sino que poseían una naturaleza suya
propia? – Así es. – ¿Luego también habrá que nombrar como es natural que las cosas
nombren y sean nombradas y con su instrumento natural, y no como nosotros queramos,
si es que va a haber algún acuerdo en lo antes dicho? ¿Y, en tal caso, tendremos éxito y
nombraremos, y, en caso contrario, no? – Claro. – Veamos, pues. ¿Lo que teníamos que
cortar decíamos que había que cortarlo con algo? […] – ¿Y, entonces, lo que había que
nombrar, había que nombrarlo con algo? […] ¿Y qué es aquello con lo que habría que
nombrar? – El nombre. – Dices bien. Luego también el nombre es un cierto instrumento
[…] es un cierto instrumento para enseñar y distinguir la esencia, como la lanzadera lo es
del tejido. – Sí. – ¿La lanzadera es para tejer? – ¿Cómo no? – Por consiguiente, un tejedor
se servirá bien de la lanzadera, y «bien» quiere decir «conforme al oficio de tejer». Por su
parte, un enseñante se servirá bien del nombre -y «bien» quiere decir «conforme al oficio
de enseñar». – Sí”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 219
1 Platón, Cratilo o del lenguaje, 386d - 388c: “–¿De quién es la obra de la que se ser-
virá bien el tejedor cuando se sirva de la lanzadera? – Del carpintero. – ¿De cualquier
carpintero, o del que conoce el oficio? – Del que conoce el oficio. […] – Bien. ¿Y de quién
es la obra de la que se servirá el enseñante cuando se sirva del nombre? – Tampoco sé de-
cirte eso. – ¿Tampoco puedes decirme, al menos, quién nos proporciona los nombres de
los que nos servimos? – Ciertamente, no. – ¿No crees tú que quien nos los proporciona es
la ley? – Así parece. – ¿Entonces el enseñante se servirá de la obra del legislador cuando
se sirva del nombre? – Creo que sí. – ¿Y crees tú que cualquier hombre es legislador? ¿O
el que conoce el oficio? – El que conoce el oficio. – Por consiguiente, Hermógenes, no es
cosa de cualquier hombre el imponer nombres, sino de un «nominador». Y éste es, según
parece, el legislador, el cual, desde luego, es entre los hombres el más escaso de los arte-
sanos. […] ¿Entonces, excelente amigo, también nuestro legislador tiene que saber aplicar
a los sonidos y a las sílabas el nombre naturalmente adecuado para cada objeto? ¿Tiene
que fijarse en lo que es el nombre en sí para formar e imponer todos los nombres, si es
que quiere ser un legítimo impositor de nombres? Y si cada legislador no opera sobre las
mismas sílabas, no hay que ignorar esto: tampoco todos los herreros operan sobre el
mismo hierro cuando fabrican el mismo instrumento con el mismo fin; sin embargo,
mientras apliquen la misma forma, aunque sea en otro hierro, el instrumento será correc-
to por más que se haga aquí o en tierra bárbara. ¿No es así? – Desde luego. – ¿Pensarás,
entonces, que tanto el legislador de aquí como el de los bárbaros, mientras apliquen la
forma del nombre que conviene a cada uno en cualquier tipo de sílabas, pensarás que el
legislador de aquí no es peor que el de cualquier otro sitio? – Desde luego. – Pues bien,
¿quién es el que va a juzgar si se encuentra en cualquier clase de madera la forma adecua-
da de lanzadera: el fabricante, el carpintero o el que la va a utilizar, el tejedor? – Es más
razonable, Sócrates, que sea el que la va a utilizar. […] – ¿Y quién podría dirigir mejor la
obra del legislador y juzgarla, una vez realizada, tanto aquí como entre los bárbaros? ¿No
será el que la va a utilizar? – Sí. – ¿Y no es éste el que sabe preguntar? – Desde luego. –
¿Y también responder? – Sí. – ¿Y al que sabe preguntar y responder lo llamas tú otra cosa
que dialéctico? – No, eso mismo. – Por consiguiente, la obra del carpintero es construir
un timón bajo la dirección del piloto, si es que ha de ser bueno el timón. – ¡Claro! – Y la
del legislador, según parece, es construir el nombre bajo la dirección del dialéctico, si es
que los nombres han de estar bien puestos. – Eso es. – Puede entonces, Hermógenes, que
no sea banal, como tú crees, la imposición de nombres, ni obra de hombres vulgares o de
cualesquiera hombres. Conque Cratilo tiene razón cuando afirma que las cosas tienen el
nombre por naturaleza y que el artesano de los nombres no es cualquiera, sino sólo aquel
que se fija en el nombre que cada cosa tiene por naturaleza y es capaz de aplicar su forma
tanto a las letras como a las sílabas”.
220 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 In I Perih. lect. 2, n. 8.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 221
expresan con las palabras orales. Pero el intelecto del niño hace el ca-
mino inverso, aprendiendo primero las palabras y buscándoles luego el
concepto en una experiencia ayudada por el entorno familiar y social 1.
Es propio de los hombres, entonces, heredar un lenguaje cuya riqueza –
mayor o menor según la cultura – pocos alcanzan a conceptualizar to-
talmente, y muchos menos aun a aumentar con nuevas palabras referi-
das a nuevos conceptos: No todos son dialécticos y retóricos. El pensa-
miento del hombre, animal social que se inscribe en una tradición cul-
tural, depende más del lenguaje – con el que tiene, sin embargo, una re-
lación accidental – que de la experiencia sobre la realidad – con la que
tiene una relación esencial –. Quien no recibe un lenguaje culturalmen-
te rico es un desheredado que tiene grandes dificultades para pensar.
Por aquí está la parte de verdad que se le puede conceder al tradiciona-
lismo exagerado de De Bonald.
Origen divino. Es verdad que al hombre le resulta muy difícil pen-
sar sin un apoyo sensible de sus conceptos abstractos. Por eso, a la fina-
lidad principal del habla y de la escritura, que es la comunicación del
pensamiento a los demás, se agrega una segunda finalidad para uno
mismo, que surge de la dificultad que tiene el hombre para permanecer
en la contemplación intelectual, agravada por las heridas del pecado ori-
ginal, y que consiste en servir de sostén material al discurso racional. Pa-
ra precisar un juicio conviene decirlo y para seguir un razonamiento
conviene escribirlo. Pero De Bonald yerra por exageración al decir que el
apoyo del pensamiento en la palabra es absolutamente necesario: “A
causa de nuestra naturaleza sensible, siempre a la caza de apoyos mate-
riales, los signos del lenguaje y de la escritura, destinados esencialmente
a la manifestación social del pensamiento, tienen por efecto secundario
el ofrecer al pensamiento mismo la ayuda más valiosa, por la precisión,
la fijeza y la economía de esfuerzo que le procuran. Hay que cuidarse de
creer, sin embargo, que esos signos materiales son absolutamente nece-
sarios al pensamiento, o que pueden representarlo perfectamente como
una copia integral, o que pueden sustituirlo y reemplazarlo” 2.
De allí que no haya por qué creer que, además de la ciencia, Dios le
dio a Adán también el lenguaje:
1 Quae. Disp. de Potentia q. 7, a. 10 arg. 10: “Cum intellectus sit rerum similitudines,
et voces sint signa rerum, ut dicit Philosophus, aliter ordinantur ista apud discipulum, et
aliter apud doctorem. Doctor enim incipit a rebus in quibus scientiam accipit in suo
intellectu, cuius conceptiones voces signant; discipulus autem incipit a vocibus per quas
in conceptiones intellectus magistri pervenit; et ab eis in rerum cognitionem”.
2 Jacques Maritain, El orden de los conceptos, Club de Lectores, Buenos Aires 1984,
p. 74.
222 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 I, q. 94, a. 1.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 223
1º El aparato fonador
dimensiones de las cuerdas vocales, dando lugar a una muy gran varie-
dad de efectos sono-
ros. Cuando las cuer-
das vocales vibran te-
nemos los llamados
sonidos sonoros, como
el de las vocales y mu-
chas consonantes (m,
b, d, etc.), mientras
que en el lenguaje se
utilizan también otros
sonidos sordos en que
aquellas no vibran (p,
t, s, etc.).
• Fase articulatoria. El sonido que proviene de la laringe es articula-
do por una serie de órganos móviles o activos (la faringe, el velo del pala-
dar o paladar blando, la lengua y los labios), que obran contra otros ór-
ganos fijos o pasivos (el paladar duro, los dientes y los alvéolos o pro-
minencias entre los dientes superiores y el paladar), y por las cavidades
bucal y nasal (y la misma faringe), que actúan como cajas de resonan-
cia. El paladar blando, por ejemplo, puede tomar tres posiciones: alta,
impidiendo el flujo de aire por la cavidad nasal, produciendo los soni-
dos orales (más propios del español); media, dejando escapar aire por
la boca y nariz, produciendo sonidos oronasales (como la sílaba «ma»);
baja, cerrando el paso del aire por la cavidad bucal y produciendo soni-
dos nasales (consonantes m, n y ñ en español). Los labios también
adoptan diversas posiciones: abiertos (vocales), semiabiertos (b), cerra-
dos (p). Pero es ciertamente la lengua el órgano más versátil y que más
interviene en la articulación. Atendiendo a todos estos elementos, los
sonidos lingüísticos se clasifican según el lugar de articulación (labial,
alveolar, etc.) y según el modo de articulación (oclusivo, fricativo, etc.).
2º El impulso expresivo
1 II-II, q. 72, a. 1: “Sicut Augustinus dicit, in II De Doct. Christ., omnia signa, verbis
mico. El lenguaje mímico es más común, pero el oral y escrito varía pa-
ra cada pueblo o nación, constituyendo las diversas lenguas o idiomas.
El idioma que usamos es el español, pues viene de España y la
hablan la mayor parte de sus habitantes, o el castellano, porque en el
antiguo reino de Castilla se habló primero con mayor perfección. El
elemento principal que formó el español fue el latín vulgar de los solda-
dos romanos que conquistaron la península ibérica, en el 206 a.C. El la-
tín de los conquistadores se mezcló con los dialectos de los antiguos po-
bladores, íbero, vasco, celta y celtíbero, dando lugar a otra de las tantas
lenguas neolatinas o romances (románicas). Luego los visigodos inva-
den España en el 409 y dejan no pocas huellas de su idioma. En el 711 la
península es sometida por los árabes, durando casi ocho siglos su do-
minación, por lo que fue notable su aportación lingüística. El primer
romance español que se habló con mayor perfección fue el gallego, pero
no tardó en sobreponérsele el castellano, sobre todo por obra del gran
Rey Alfonso X el Sabio, quien lo sustituyó al latín como lengua oficial de
su reinado en el s. XIII. A finales del s. XV, los Reyes Católicos lo con-
virtieron en la única lengua oficial de España y de Hispanoamérica, con
vistas a asegurar la completa unificación del Reino. En España se ha-
blan, además, el catalán, el gallego y el asturiano (derivados del latín),
y el vasco (de origen enteramente distinto), sin contar las variedades de
estos (como el mallorquín, el valenciano, el charro, el aragonés, el anda-
luz, el extremeño, etc.).
El español, entonces, está formado por elementos de muy diversos
orígenes:
• Latino, en tres cuartas partes (o cuatro quintas según algunos).
Muchas palabras nos quedan sin variantes, como planta, ánimo, libro,
aurora, honor, mundo, etc.; otras con leves alteraciones, como abertu-
ra, amigo, ejemplo, señor, águila, etc.; y algunas con cambios más pro-
fundos, como ojo (oculo), letra (littera), pueblo (populo), pecho (pecto-
re), hombre (homine), etc.
• Vascuence, que perdura en palabras como ama, alpargata, be-
cerra, cencerro, boina, gorra, zorro, pizarra, izquierdo, tirria; y las
terminaciones patronímicas az, ez, iz, oz, uz.
• Griego, que aparece en términos cultos científicos, artísticos,
eclesiásticos, etc., que nos han llegado por lo general por medio del la-
tín: teología, ídolo, limosna, biblia, apóstol, ángel, mártir, atmósfera,
fotografía, meteoro, análisis, etc. Además, las ciencias nuevas suelen
pedirle al griego sus nuevos términos, como cinematógrafo, periscopio,
filatelia, entomólogo, discoteca, hemeroteca, etc.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 227
4º Elementos de prosodia
Paladar
E O
A U
Garganta Labios
1 Ragucci distingue r y rr, pero considera que ya no hay que distinguir los sonidos de
1 Todo conjunto que empieza y acaba con vocal tiene al menos dos sílabas.
230 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
5º Nociones de Etimología
del principio cambia el significado, pero la variación del fin del vocablo por lo general no
cambia el significado. Entre los griegos, en cambio, también varía [accidentalmente] se-
gún el principio del vocablo en la declinación de los verbos”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 231
niosos para las ideas de cosas buenas y nobles, eligiendo sonidos diso-
nantes para las esencias de cosas desagradables. Es evidente que, como
el mismo Platón lo reconoce, la variedad de los conceptos es tal que se
hace imposible dibujarlos con las sílabas, por lo que tiene que haber
por fuerza mucho de puramente convencional en el diseño de las pala-
bras. Pero lo dicho alcanza para justificar lo que se suele dar por su-
puesto: que la sonoridad de las diversas lenguas tiene que ver con la
manera de pensar de los diversos pueblos en que se formaron.
6º Nociones de morfología
1 Como estamos sugiriendo y luego diremos más explícitamente, una lengua culta re-
fleja en sus leyes la constitución de la realidad, que estudia la filosofía. La forma de las pa-
labras, en particular, refleja de alguna manera la distinción filosófica de las formas de ser
de las cosas o «predicamentos». El nombre o sustantivo corresponde a la sustancia, aun-
que como muchas veces se designan las sustancias por ciertos aspectos accidentales, no
todo nombre significa una quididad propiamente dicha (hijo, carpintero, etc.). El adjetivo
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 237
por excelencia corresponde con la cualidad, en la que se incluye todo aquel accidente que
pueda considerarse como modificación intrínseca: la cantidad continua, la relación y el si-
tus o posición. Los adjetivos determinativos, como dijimos, son los que claramente signi-
fican determinación ab extrinseco a modo de medida. El primero es el número, que filo-
sóficamente considerado pertenece al género de la cantidad, pero que a primera vista
afecta como algo exterior a la cosa, como referencia a la unidad. El otro accidente que tie-
ne razón de mensura es el quando, pero el tiempo es mensura del movimiento, y el mo-
vimiento – acción y pasión – es significado por el verbo. Por lo tanto, los modificativos
temporales son más bien adverbios. El habitus o posesión es una manera de relación que
no se funda propiamente en algo a modo de mensura sino más bien a modo de acción (la
acción de poseer), pero en cuanto supone relación de todo y parte (el todo posee la parte),
tiene semejanza con la relación número y unidad.
1 Ragucci distingue además los indefinidos (algo, alguien), los relativos (que, quien,
nero? Porque el verbo significa siempre a modo de acción o pasión, por lo que su denomi-
nación es ab extrinseco por modo de causa, y no cabe que sea modificado por algo intrín-
seco como es el género. Algo así es la respuesta.
238 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
que expresan por sí mismos algún atributo del sujeto: «Pablo viaja»,
que equivale a decir «Pablo es viajero».
to), a un adjetivo (muy perspicaz), y también a un sustantivo (es muy hombre). El adver-
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 239
adverbios indican lugar (aquí, allí, enfrente), tiempo (hoy, ayer, pron-
to), modo (bien, mal, despacio), cantidad (mucho, poco, menos), orden
(antes, después, primeramente), duda (acaso, quizás), afirmación (sí,
también, pues), negación (no, nunca, jamás), etc.
La preposición, así como la conjunción, son palabras invaria-
bles de enlace, que señalan las relaciones que guardan diversas ideas.
Las preposiciones son enlaces de subordinación entre palabras, mien-
tras que las conjunciones son enlaces de coordinación o subordinación
entre oraciones. Las preposiciones se denominan así porque se po-
nen delante de las palabras que expresan una idea subordinada a otra
principal: voy a Roma, estoy ante Pedro, camino con Juan, entre uno y
otro, etc. Hay otras preposiciones que en español son inseparables y se
usan como prefijos: extra-ordinario, in-separable, etc. Las conjuncio-
nes coordinan oraciones o partes análogas de éstas. Se pueden dividir
en conjunciones coordinantes: copulativas (y, ni, que), disyuntivas (o,
ya… ya), adversativas (mas, pero), continuativas (pues, ahora bien); y
en conjunciones subordinantes: causales (porque, puesto que), condi-
cionales (si, ya que), comparativas (como, más que), finales (para que, a
fin de que), ilativas (luego, por tanto), temporales (mientras, apenas),
modales (como, según).
La interjección es una palabra invariable que expresa afectos o
impresiones súbitas del alma, por lo que va en general con signos de
admiración: ¡ah!, ¡ay!, ¡hola!, ¡ja ja! ¡zas! A veces se usan otras palabras
como interjecciones impropias: sustantivos (¡caracoles!), adjetivos
(¡bravo!), verbos (¡vaya!), adverbios (¡arriba!).
bio se aplica a toda forma que puede recibir más o menos, esto es, cierta modalidad. Pero
ninguna forma podría tener modos si no fuera recibida o participada, lo que supone ser
resultado de una acción. De allí que en su primer origen, los adverbios son modos del ver-
bo en cuanto significa acción.
1 Aristóteles, Perihermeneias, L 1, cap. 1, 16a3.
240 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 In IV Sent. d. 1, q. 1, a. 1, qla. 2: “Signum importat aliquod notum quo ad nos, quo ma-
nuducimur in alterius cognitionem. Res autem primo notae nobis, sunt res cadentes sub
sensu, a quo omnis nostra cognitio ortum habet; et ideo signum quantum ad primam sui in-
stitutionem significat aliquam rem sensibilem, prout per eam manuducimur in cognitio-
nem alicujus occulti. […] Contingit autem aliquando quod aliquod magis notum quoad nos,
etiam si non sit res cadens sub sensu, quasi secundaria significatione dicatur signum”.
2 Las relaciones – dice Santo Tomás – se fundan en la cantidad o en la causalidad.
Las que se fundan en la cantidad, lo hacen por razón de cierta conmensuración, que pue-
de trasladarse por analogía a la cualidad, según relaciones de semejanza o desemejanza,
y a la sustancia, según relaciones de identidad o diversidad. Los signos naturales más cla-
ros para el hombre se van a fundar en la figura, cuarta especie de la cualidad que de-
termina la cantidad, pues la figura es lo que mejor caracteriza sensiblemente la naturaleza
de las cosas.
3 Juan de Santo Tomás, Logica, II, q. 21, a. 1, p. 648b.
242 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 I, q. 35, a. 1: “De ratione imaginis est similitudo. Non tamen quaecumque similitudo
sufficit ad rationem imaginis; sed similitudo quae est in specie rei, vel saltem in aliquo
signo speciei. Signum autem speciei in rebus corporeis maxime videtur esse figura,
videmus enim quod diversorum animalium secundum speciem, sunt diversae figurae, non
autem diversi colores. Unde, si depingatur color alicuius rei in pariete, non dicitur esse
imago, nisi depingatur figura. Sed neque ipsa similitudo speciei sufficit vel figurae; sed
requiritur ad rationem imaginis origo, quia, ut Augustinus dicit in libro Octoginta trium
quaest., unum ovum non est imago alterius, quia non est de illo expressum. Ad hoc ergo
quod vere aliquid sit imago, requiritur quod ex alio procedat simile ei in specie, vel saltem
in signo speciei”.
2 Quodlib. 4, q. 9, a. 2 (a. 17): “Tria quaedam per ordinem inveniuntur: nam voces
sunt signa intellectuum, intellectus autem sunt rerum similitudines. Manifestum est
autem quod unitas vocis significativae vel diversitas non dependet ex unitate vel diversi-
tate rei significatae; alioquin non esset aliquod nomen aequivocum: secundum hoc enim
si sint diversae res, essent diversa nomina, et non idem nomen. Dependet ergo unitas vel
diversitas vocis significativae, sive complexae, sive incomplexae, ex unitate vel diversitate
vocis vel intellectus; quorum unum, scilicet vox, est signum et non signatum tantum; in-
tellectus autem signum et signatum, sicut et res”.
3 De Veritate, q. 4, a. 1 ad 7: “Ratio signi per prius convenit effectui quam causae,
quando causa est effectui causa essendi, non autem significandi, sicut in exemplo proposito
accidit. Sed quando effectus habet a causa non solum quod sit, sed etiam quod significet,
tunc, sicut causa est prius quam effectus in essendo, ita in significando; et ideo verbum
interius per prius habet rationem significationis et manifestationis quam verbum exte-
rius; quia verbum exterius non instituitur ad significandum nisi per interius verbum”.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 243
dines relativas, ut dominus, servus, pater et filius, et huiusmodi, et haec dicuntur relativa
secundum esse. Quaedam vero sunt imposita ad significandas res quas consequuntur
quaedam habitudines, sicut movens et motum, caput et capitatum, et alia huiusmodi,
quae dicuntur relativa secundum dici”. — In I Sent. d. 27, q. 2, a. 2: “Hoc nomen verbum
ex virtute vocabuli potest personaliter et essentialiter accipi. Non enim significat tantum
relationem, sicut hoc nomen pater, vel filius, sed imponitur ad significandum rem
aliquam absolutam simul cum respectu, sicut hoc nomen scientia”.
2 Cf. I, q. 35, a. 2.
244 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
den de las cosas sino de la Luz intelectual divina, por lo que tienen más
razón de ejemplares que de imágenes respecto a las cosas creadas. Y al-
go aparece en nuestros conceptos, porque no proceden simpliciter de
las cosas conocidas, sino sólo en cuanto son iluminadas por el intelecto
agente, luz participada de la Luz divina. De allí que Santo Tomás diga
que el concepto tiene razón de imagen o ejemplar de las cosas conoci-
das: “El verbo concebido en el intelecto es imagen o ejemplar de la sus-
tancia de la cosa entendida” 1.
Por todos estos motivos, en la gran mayoría de los casos Santo To-
más utiliza el término del texto aristotélico del Perihermeneias, dicien-
do que los conceptos son semejanzas de las cosas.
Si hemos dado todas estas explicaciones que no sólo exceden lo
conveniente a una introducción a la Lógica, sino que escapan a la Lógica
misma, perteneciendo propiamente a la metafísica, es porque Juan de
Santo Tomás, por motivos más pedagógicos que doctrinales, hace una
generalización de la noción de signo desde el comienzo mismo de su
Lógica, incluyendo como dos primeros subgéneros a los conceptos, co-
mo signos formales, y a las palabras, signos propiamente dichos, como
signos instrumentales. Esta distinción se hará célebre, pero es inconve-
niente, y más inconveniente se vuelve cuando es usada con mentalidad
nominalista, que confunde justamente el concepto con el nombre.
Juan de Santo Tomás la introduce por motivos pedagógicos. Co-
mienza su Summula con la definición de «terminus seu dictio», al que
quiere definir de manera que incluya tanto el concepto mental, como la
palabra oral y escrita: “El término o dicción no se define solamente por
el extremo de la proposición o por el predicado y sujeto, sino por algo
más común, esto es, «id ex quo simplex conficitur propositio»; o mejor,
imitando a Aristóteles que define el nombre, el verbo y la oración por
las voces, porque son signos más notorios para nosotros, se define:
«vox significativa ad placitum, ex qua simplex conficitur propositio vel
oratio». Mas para que incluya al término mental y al escrito, se defini-
rá: «signum, ex quo simplex conficitur propositio», «signo simple del
que se construye la proposición»” 2. Para lograr su intento ha utilizado
1 Contra Gentes, lib. I, c. 11, n. 15: “Est autem differentia inter intellectum et sensum:
nam sensus apprehendit rem quantum ad exteriora eius accidentia, quae sunt color,
sapor, quantitas, et alia huiusmodi; sed intellectus ingreditur ad interiora rei. Et quia
omnis cognitio perficitur secundum similitudinem quae est inter cognoscens et cognitum,
oportet quod in sensu sit similitudo rei sensibilis quantum ad eius accidentia: in intellectu
vero sit similitudo rei intellectae quantum ad eius essentiam. Verbum igitur in intellectu
conceptum est imago vel exemplar sustantiae rei intellectae”.
2 Juan de Santo Tomás, Logica, I P, summul. lib. I, cap. 1, p. 8b.
INTRODUCCIÓN A LA LÓGICA — CAPÍTULO 4 245
ideas pero principalmente las cosas, o “que las palabras externas signi-
fican las cosas mismas y no los conceptos de la inteligencia, aunque ex-
presen tales conceptos: porque una cosa es significar y otra expresar” 1.
Estas distinciones son innecesarias, porque el concepto es concepto
de algo, tiene un objeto que es la quididad de la cosa, de manera que
por el concepto «hombre», la inteligencia no piensa «que piensa hom-
bre», sino que piensa «hombre» (quididad del hombre singular). De
manera que la palabra que significa el concepto, no significa «el pen-
samiento hombre», sino «hombre». Para pensar que piensa, la inteli-
gencia debe volver sobre sí con un acto reflejo, que toma como objeto su
propio acto directo, y entonces podrá decir con palabras: «pienso hom-
bre». Lo que aquí conviene distinguir, entonces, es el concepto mental
considerado en sí mismo, como algo del intelecto, del objeto del concep-
to, determinado por la especie abstraída de la cosa. Los conceptos men-
tales están especificados por sus objetos 2, y lo que significa la palabra
oral al significar el concepto es justamente su objeto. Para tomar como
objeto al mismo concepto mental, se hace necesario, como dijimos, un
segundo acto reflejo del intelecto 3.
1 Juan Cruz Cruz, en nota a la traducción de Mirko Skarica del Comentario al libro de
Aristóteles sobre la interpretación, p. 24, nota 11. La nota atañe al párrafo del Periherme-
neias que hemos citado, y dice así: “La tesis central es nítida: nombres, verbos y oraciones
significan inmediatamente los conceptos y, mediante estos, las cosas. Por eso los autores
tomistas han sostenido que las palabras externas significan las cosas mismas y no los con-
ceptos de la inteligencia, aunque expresen tales conceptos: porque una cosa es significar y
otra expresar. Las palabras significan las cosas, pero expresan los conceptos de la inteli-
gencia: así, la palabra «hombre» significa el hombre y expresa el concepto que en la mente
formamos de él. Pues es doble el sentido de las palabras externas: uno próximo o inmedia-
to, el de la expresión; otro remoto: el de la significación. Próximo o inmediato es el signifi-
cado secundario e indirecto (quo); y remoto es el significado principal y directo (quod). Pa-
ra explicar esta bicefalia debe tenerse en cuenta que el concepto de la inteligencia puede ser
tomado de dos modos: en primer lugar, como cualidad o acción producida por la inteligen-
cia misma, en la cual radica; en segundo lugar, como semejanza natural de la cosa conocida
por la inteligencia; al igual que la imagen del rey pintada en la pared puede tomarse, de un
lado, como una cualidad impresa en la pared, y de otro lado, como un signo natural que re-
presenta al rey. En resumen, las palabras externas significan de manera próxima e inme-
diata los conceptos de la inteligencia: pero ese significado suyo es secundario e indirecto.
Se trata de una tesis «pacífica» que ha orbitado sobre los intérpretes del Aquinate: las pa-
labras sensibles significan los conceptos y, mediante estos, las cosas. Se halla expuesta no
sólo en el libro de La interpretación, sino en el De Potentia, donde se dice «que la palabra
sensible significa el concepto de la inteligencia y, mediante éste, significa la cosa» (De Pot.,
q. 9 a. 5; también en S.Th., I q. 13 a. 1; y en Contra Gentes, IV, c. 11)”.
2 I, q. 93, a. 8: “Diversitas obiectorum diversificat speciem verbi et amoris, non enim idem
est specie in corde hominis verbum conceptum de lapide et de equo, nec idem specie amor”.
3 Juan Cruz Cruz parece haber heredado la tendencia a duplicar las denominaciones:
“Doble es el sentido de las palabras”. Sorprende verle reconocer que la nítida tesis tomista
sostiene que los nombres “significan inmediatamente los conceptos” y decir que “por eso
248 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
5º La palabra interior
los autores tomistas han sostenido que las palabras externas significan las cosas mismas y
no los conceptos”. Vaya. Y para mayor claridad resume diciendo que las palabras signifi-
can de manera próxima e inmediata los conceptos, pero ese significado es secundario e
indirecto. Es difícil entender que la significación inmediata sea indirecta y secundaria. Di-
ce bien que el concepto puede ser tomado de dos modos, pero sería mejor que pusiera en
primer lugar el que sea tomado como semejanza natural de la cosa, porque esto es lo úni-
co que tiene presente la inteligencia al producirlo. Puede ser tomado también como ac-
ción de la inteligencia, pero la inteligencia debe volver sobre sí misma para considerarlo
así. Esta segunda consideración sí puede decirse indirecta y secundaria. Las palabras ora-
les significan y expresan los conceptos, que en su intención primaria y directa no son otra
cosa que semejanzas naturales de las cosas.
1 Cf. Jacques Maritain, El orden de los conceptos, Club de Lectores, Buenos Aires
1 De Ver q. 4, a. 1.
250 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Se puede ver que estos cuatro órdenes están ordenados entre sí. Los dos últimos
minus manifesta procedatur”. — In Dyon. de Div. Nom. c. 2, lect. 2: “Oportet enim ad hoc
quod doctrina sit manifesta, ut procedatur secundum ordinem disciplinae, a manifestiori-
bus incipiendo et ab his per quorum cognitionem alia cognoscuntur”.
2 Super Ev. Ioannis, c. 1, lect. 1, n. 34: “Invenitur ordo in disciplinis, et hic est duplex:
División de la Lógica
1º Cosme Alamanni
Sobre esto sólo señalemos que el nombre y el verbo son las partes
de la proposición, por lo que conviene tratarlas con la segunda opera-
ción, como hace Aristóteles en el Perihermeneias. Pero en un texto para
principiantes no deben urgirse las exigencias del método.
II Parte: Lógica material
Necesidad de la Lógica para las ciencias
Si es ciencia o arte
De la Lógica en sí misma Si su objeto formal es el ente de razón de
segunda intención
Si es especulativa o práctica; distinción
entre docens y utens
Del ente de razón lógico
Del universal en sí mismo; de su causa
Del universal
De la propiedad del universal que es
predicarse de muchos
División del universal en cinco
predicables
Predicables
Primera Del género; de la especie; del individuo
operación De la diferencia; del propio; del accidente
del Antepredicamentos y análogos en
intelecto particular
De la división en diez predicamentos
De la sustancia predicamental
Predicamentos
De la cantidad; de la relación; de la
cualidad
De los seis últimos predicamentos
Postpredicamentos
– Sólo pone el resumen del
Segunda operación del intelecto
Perihermeneias –
264 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Predicamentos: en general y
en particular.
Postpredicamentos
Manifestación de la simple
aprehensión: signos y
términos; división y Utilidad del tratado de los
propiedades universales
Modi sciendi: en común;
definición; división
El juicio: naturaleza; división Naturaleza de la verdad:
estados, actos
La proposición: en general; Existencia de la verdad:
especies escepticismo absoluto e
Segunda hipotético, duda metódica
operación División de las proposiciones
Proposiciones modales Criterios de la verdad:
Oposición, conversión, noción y división, sentidos e
equipolencia intelecto, criterios en
particular
Del raciocinio en general De la demostración
Silogismo: materia, forma, Silogismo probable;
principios, reglas silogismo sofístico
Figuras y modos; reducción De la inducción
Tercera
de los modos
operación
De la invención del medio De la ciencia: noción,
división
División del silogismo Del método: en general, en
particular
2º Tratado de la enunciación
C. La apertura a la Filosofía
El primer principio evidente por sí mismo del que parte toda la Ló-
gica es que los conceptos son universales, esto es, que la unidad de la
quididad abstracta se da en la multiplicidad de los individuos de los que
se abstrae, y que, por lo tanto, puede predicarse de ellos 1. Si conside-
ramos por reflexión lógica nuestros conceptos, percibimos con toda evi-
dencia que esto es así. La noción genérica de «animal» se da verdade-
ramente en lo que entendemos como «hombre», «vaca» y «perro»; así
como la noción específica de «hombre» se da en los individuos «Juan»,
«José» y «Pedro».
Pero ¿qué es realmente la esencia única en la realidad múltiple de
los individuos? ¿Es algo separado, como quería Platón? ¿Es un princi-
pio realmente distinto de lo singular, como han creído algunos filóso-
fos? ¿No es más que un nombre común sin fundamento en la realidad,
como enseña el nominalismo? Este es el problema que el lógico debe
dejar planteado para el filósofo, pero cuidando que nadie traslade la os-
curidad que tiene en el orden real de las cosas al orden de los conceptos,
en el que reina la más completa claridad. Porque – repetimos – es abso-
lutamente evidente que la noción de hombre se ha abstraído de los in-
dividuos referidos, y que la noción de animal se da en las especies men-
cionadas.
El lógico considera la maravillosa aptitud de la inteligencia para
descubrir la esencia inteligible de las cosas y trabaja en ordenar las
ideas según las reglas de la universalidad, pidiendo al filósofo que des-
cubra lo que hay en las cosas como fundamento de tal inteligibilidad.
Todos los demás problemas filosóficos que presenta el lógico no son
A. Problemas generales
1 Aristóteles, Metafísica, L. 3, c. 1.
278 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
sentidos, porque para conocer una cosa y otra se van poniendo y sacan-
do los trajes de cada una, pues los ojos se tiñen del color de las cosas
que ven y los oídos vibran al son de las cosas que suenan. La sensibili-
dad, entonces, parece ser condición general de las cosas, al menos de las
que nosotros percibimos, porque ¿cómo conocer lo que no sentimos? Y
parece ser algo primariamente accidental o posible porque, aunque al
jazmín le es esencial sentirse blanco y con su figura y aroma caracterís-
ticos, sin embargo, puede sentirse o no sentirse.
• Esencia. Por la consideración de las causas podemos penetrar más
profundamente en las cosas y conocer sus esencias. Así como conside-
rando los materiales y la forma podemos conocer qué es una bicicleta, y
sobre todo considerando su finalidad, así también podemos hacer con
las cosas de la naturaleza. Es maravillosa la necesidad que se descubre
en la organización de una colmena, brillando por muchas partes la inte-
ligencia de lo esencial. Pero más evidente es todavía que toda esta orde-
nada organización depende de causas anteriores respecto a las cuales es
totalmente contingente, porque a los vegetales que producen flores con
polen les es contingente que la colmena funcione. No es difícil observar
que todas las regiones de la realidad natural en las que podemos descu-
brir la necesidad de lo esencial, están como enmarcadas y dependientes
de regiones de contingencia y accidentalidad anteriores y más genera-
les. El que vive en los trópicos descubre la necesidad de la sucesión de
las estaciones para el reino vegetal y animal que lo rodea, pero para los
pingüinos del polo y las selvas del ecuador les es necesaria la perpetui-
dad del frío o del calor. Mas los continentes parece que se mueven y
ocupan los actuales lugares por casualidad, y la misma inclinación del
eje de giro terrestre respecto al sol parece totalmente contingente, pues
nada parece haber en el globo terráqueo que le impida girar en otro án-
gulo. De manera que las casi infinitas relaciones esenciales que descu-
bre la ecología entre los seres vivientes, parecen enmarcadas en las me-
ras posibilidades que descubre la geología.
• Existencia. La existencia misma de todas las cosas de la naturaleza
parece ser accidental. Es muy evidente en los animales y plantas; es
bastante evidente en cuanto a los continentes y océanos; y aun lo que
para los antiguos parecía necesario, los astros, los modernos telescopios
nos los muestran naciendo y muriendo como por casualidad. ¿Qué pue-
de decirse esencial en la naturaleza si la existencia misma de la genera-
lidad de las cosas parece ser accidental?
El primer problema general, entonces, que plantea la naturaleza
– entendiendo por naturaleza todas las cosas que se nos presentan in-
mediatamente a nuestro conocimiento – consiste en que lo accidental o
280 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
La lógica nos enseña que la noción más general, primera del intelec-
to y a la que se reduce toda otra, es la noción análoga de «ente». Como
el ente es «lo que es», la pregunta más universal que se puede plantear
es: ¿Qué es «lo que es»? Pero a primera vista no parece ser más univer-
sal que la que plantea lo esencial y accidental, porque lo esencial se ex-
plica por sí mismo y todos los entes aparecen heridos por la accidenta-
lidad hasta en su misma existencia. Parece entonces que preguntar
¿Qué es «lo que es»? equivale a preguntar ¿Por qué «lo que es» co-
mienza y deja de ser? Porque si descubriéramos causas que expliquen la
necesidad de estos cambios, que parecen accidentales, entenderíamos
todo lo que es y ya nada nos preguntaríamos.
Salvo que halláramos que lo que explica la existencia de las cosas
que vemos, sean otras cosas necesarias que no vemos, cuya esencia no
lleguemos a entender – lo que la creencia común de los hombres sostie-
ne y la fe católica nos asegura –. Entonces sí aparecería una cuestión
más general, porque «lo que es» ya no sería sólo aquello cuya existencia
aparece como accidental.
Pero como el buen método nos pide comenzar por lo evidente, pro-
ponemos como primer problema general, primero al menos para no-
sotros, el siguiente: ¿Qué es lo que hace ser y dejar de ser las cosas,
permanecer o cambiar? Porque si hallamos causa necesaria de lo que
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 1 281
1 Nos referimos ingenuamente a la esencia y existencia de las cosas y nos parece ver
que, aun entre tomistas, se plantea aquí un problema falso, que quisiéramos evitar desde
el principio. J. de Tonquédec lo plantea desde el prefacio de su excelente obra La philo-
sophie de la nature, Lethielleux, Paris, 1956. Dice allí: “El favor que encuentran actual-
mente los filósofos de la existencia puede dictar a lectores de nuestras páginas una prime-
ra objeción. La filosofía de la Naturaleza, dirán quizás, tal como Aristóteles y Santo Tomás
la han comprendido, no es más que una filosofía de las puras esencias, «un esencialismo»
seco, totalmente ocupado en análisis conceptuales, definiciones abstractas y que deja de
lado el hecho capital de la existencia. Es muy cierto, en efecto, que esta filosofía considera
ese hecho como adquirido. Parte de él. Es su presupuesto necesario. Antes de toda espe-
culación, en una experiencia anterior y primitiva, la existencia de la Naturaleza nos es da-
da: constituye la materia misma del estudio que se trata. La cuestión ov̀ti, an est? se en-
cuentra así resuelta sin ambages y un juicio espontáneo de existencia es inmediatamente
puesto: «es, hay algo». Pero dicho esto, la labor propia de la inteligencia filosófica co-
mienza. «Hay algo», pero ¿qué es? La cuestión ti,, quid est? ha surgido. […] La filosofía de
la Naturaleza toma entonces su origen en una experiencia fundamental, más allá de la
cual no es posible remontarse, que le entrega como real el objeto de su estudio. Después
de la intuición primera y el juicio inmediato que la traduce, no tiene más que decir sobre
la existencia. Queda como establecida de manera cierta y definitiva. […] Santo Tomás po-
ne la existencia en su lugar, el primero; le asigna la función suprema a ese «acto» que rea-
liza todo, sin el cual nada sería. Pero abrid cualquiera de sus escritos. Lo encontraréis el
ochenta por ciento de las veces ocupado en analizar las esencias, en determinar lo que son
los seres, en definirlos con todo el rigor posible, en distinguirlos cuidadosamente unos de
otros” (p. 1-3). Es un error confundir la existencia de las cosas, que salta a la vista de
cualquiera que abre los ojos, con el acto de ser tomista, a cuyo asalto sólo pudo llegar la
vista de un Santo Tomás. Al acto de ser no puede llegar la física, ni lo necesita. Pero la
existencia de las cosas no es un “dato inicial” del que luego nada se dice. Está constante-
mente ante los ojos del filósofo, y sobre todo del físico, que trata de descubrir lo perma-
nente en medio de cosas que cambian, que entran y salen de la existencia. Hallamos las
esencias leyendo atentamente en lo que la experiencia sensible nos ofrece de las cosas, y la
experiencia queda del choque con la existencia. Pero es propio del sabio descubrir lo per-
manente en medio de lo cambiante.
282 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
do por cuatro notas lo que se entiende por «naturaleza»: “1º Se entiende comúnmente por
Naturaleza el conjunto de los seres materiales, sensibles… 2º En segundo lugar, la Natu-
raleza es el dominio del cambio, del movimiento… 3º La Naturaleza es el dominio de la
diversidad, pues nos presenta a seres distintos… 4º Los seres distintos que componen la
Naturaleza no son sólo móviles: tienen, además, el principio de su cambio en ellos mis-
mos” (p. 19 a 29).
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 1 283
jeto que considera, que son las cosas tal como se nos ofrecen a los sen-
tidos, sino del fin, esto es, del principio o medio explicativo que procura
hallar.
Históricamente se han dado diversas maneras de «Ciencia de la na-
turaleza» o «Física», según la etimología griega, pero para poder juzgar
si se trata realmente de lo que responde al problema que aquí plantea-
mos, y si esta ciencia es una o múltiple, es necesario considerar su suje-
to porque, como vimos en la lógica, toda ciencia se especifica por su su-
jeto.
Capítulo 2
El sujeto de la Física general
A. Una ciencia de la naturaleza parece carecer de sujeto, 285. — I. EL
SUJETO DE UNA CIENCIA DEBE SER ALGO NECESARIO, 286. — II. LA NATURALEZA ES
PRINCIPIO DE LO QUE NO ES NECESARIO, 287. — III. UNA CIENCIA DE LA NATURALEZA
CARECERÍA DE SUJETO, 287.
B. Existencia del sujeto de la Física, 288. — I. ACERCA DE LO NECESARIO Y
SUS MODOS, 289. — 1º Consideración real, 289. — 2º Consideración lógica, 291.
— II. LO NECESARIO EN LOS ENTES NATURALES, 292. — III. LA CIENCIA DE LA
NATURALEZA NO CARECE DE SUJETO, 294.
C. Definición del sujeto de la Física, 295. — I. PRENOTANDO ACERCA DE LA
DEFINICIÓN, 295. — II. ALGUNAS DEFINICIONES INCORRECTAS, 297. — 1º El ente
sensible, 297. — 2º El ente corpóreo, 298. — 3º El ente material, 299. — 4º El
ente natural, 300. — III. OBJECIONES CONTRA LA SENTENCIA ARISTOTÉLICA, 300.
— 1º En razón de la necesidad, 300. — 2º En razón de la accidentalidad, 300. —
3º En razón de la extensión, 301. — IV. EL SUJETO DE LA FÍSICA GENERAL ES EL
«ENS MOBILE», 301. — 1º El sujeto de la Física general debe ser lo primero co-
nocido, 301. — 2º Lo primero conocido es la sustancia real en potencia, 302. —
3º Definición del sujeto de la Física general, 305. — 4º Así lo define Santo
Tomás, 306. — V. BONDAD DE LA DEFINICIÓN, 309. — 1º Respecto al ente sensi-
ble, 309. — 2º Respecto al ente corpóreo, 309. — 3º Respecto al ente material,
310. — 4º Respecto al ente natural, 310. — 5º En cuanto a la necesidad, 311. —
6º En cuanto a la accidentalidad, 311. — 7º En cuanto a la extensión, 311.
sólo puede ser sujeto de la ciencia el ente per se, que tiene un modo de
ser necesario, y no el ente per accidens, cuyo modo de ser no es necesa-
rio: “Nulla speculatio cuiuscumque scientiae potest esse circa [ens per
accidens]” 1.
cosas contingentes sino de las necesarias; pero la filosofía natural trata de las contingen-
tes, pues trata de las cosas móviles y en cuanto a alguna de sus partes, de las cosas que se
generan y corrompen; pero todo lo que se mueve, genera y corrompe, en cuanto tal es
contingente”.
288 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1º Consideración real
1 In V Metaph. lect. 6, n. 832: “Necessarium etiam dicimus sic se habere, quod non
quorum altera sit causa necessitatis; quaedam vero quorum nulla sit causa necessitatis; et
talia sunt necessaria propter seipsa”. — I, q. 2, a. 3: “Omne autem necessarium vel habet
causam suae necessitatis aliunde, vel non habet”.
3 In V Metaph. lect. 6, n. 827: “Causa es aquello respecto a lo cual se sigue otra cosa
por necesidad”.
4 In II Physic. lect. 15, n. 270: “Quaerit ergo primo utrum in rebus naturalibus sit
hemos distinguido sólo lo que conviene a nuestro asunto. Las distinciones de necesario
por sí o por causa y necesario absoluto o hipotético no se siguen una de otra sino que se
cruzan entre sí. El «hecho» en cuanto tal es necesario por sí mismo y no por alguna causa,
pero con necesidad hipotética y no absoluta. Acerca de lo que ocurre «de hecho» nadie
busca causas de su necesidad: dado que es, no puede no ser. Contra factum, non fit
argumentum. Y como dijimos, lo necesario por sí mismo es en cierto modo algo divino: el
«hecho» depende del querer o del permiso divino y recibe de Dios la necesidad de «lo que
es». Pero aunque es necesario por sí, sin embargo lo es hipotéticamente, pues Dios podría
no haber querido que sea. Como se ve, el asunto se las trae.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 2 291
2º Consideración lógica
Ahora bien, las causas que dan razón de la conclusión están impli-
cadas en el término medio de la demostración, que consiste en la defini-
ción del sujeto. La definición puede tomarse de las causas intrínsecas,
material y formal, pero también de las extrínsecas, en especial de la fi-
nalidad. Pero el fin, como veremos mejor más adelante, es la primera de
todas las causas y da razón de la necesidad de la materia y de la forma.
Por eso, además de demostrar la necesidad de muchas propiedades del
sujeto en razón de la materia y la forma, puede demostrarse la necesi-
dad de que el sujeto tenga tal materia y tal forma en razón del fin. De
allí que el fin, aunque es último en el orden del ser, es principio en el
orden lógico de la demostración, porque es primero en el orden de la in-
tención, es decir, es primero en el razonamiento práctico del agente 1.
La demostración «quia» concluye en la existencia de la causa a par-
tir del efecto. Puede ser válida para cualquiera de las cuatro causas, pe-
ro la necesidad se dice de la mera existencia de la causa y no de su qui-
didad.
1 In II Physic. lect. 15, n. 273: “In iis quae fiunt propter finem, eundem ordinem tenet
finis, quem tenet principium in demonstrativis. Et hoc ideo quia etiam finis est
principium, non quidem actionis, sed ratiocinationis; quia a fine incipimus ratiocinari de
iis quae sunt ad finem: in demonstrativis autem non attenditur principium actus, sed
ratiocinationis; quia in demonstrativis non sunt actiones, sed ratiocinationes tantum.
Unde convenienter finis in iis quae fiunt propter finem, tenet locum principii quod est in
demonstrativis. Unde similitudo est utrobique; quamvis e converso se videatur habere
propter hoc quod finis est ultimum in actione, quod in demonstratione non est”.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 2 293
mo, sino a sus causas, esto es, a su esencia y al orden del universo. Por
lo tanto, podemos tomar como sujeto de una verdadera ciencia al ente
natural, considerándolo a la luz de las causas que explican sus cambios,
sin necesidad de justificar todos los problemas que planteen las causas
mismas. Si luego de llevar a término la investigación física, quedan pro-
blemas sin resolver respecto de las causas, será necesario abrir la inves-
tigación de una ciencia superior que intente resolverlos 1.
La Física pretende ser una ciencia general de todo lo que se nos pre-
senta con evidencia inmediata a nuestra percepción. Si de hecho no
más arriba) distinguiendo: “La ciencia es de algo de dos maneras: de un modo, primero y
principalmente; y de este modo la ciencia es de las razones universales sobre las que se
funda. De otro modo, secundario y como por cierta reflexión y por accidente; y de este
modo la ciencia trata de las cosas de las que son aquellas razones, en cuanto también apli-
ca aquellas razones a las cosas particulares. El científico utiliza la razón universal tanto
como la cosa sabido y como el medio de saber; pues por la razón universal de hombre po-
demos juzgar de éste o de aquél; pero todas las razones de las cosas son inmóviles y nece-
sarias; y por lo tanto, en cuanto a esto toda ciencia es de lo necesario; pero las cosas de las
que son aquellas razones, algunas son necesarias e inmóviles y otras contingentes y móvi-
les; y en cuanto a esto, se dice que hay ciencias de las cosas contingentes y móviles” (2 b).
La solución no parece buena, porque da a pensar que la ciencia no fuera de las cosas natu-
rales sino de “razones” eternas. Es cierto que la ciencia no considera las cosas en su parti-
cularidad, pero considera la quididad de las cosas mismas, que en el caso de las realidades
físicas, es contingente, en cuanto compuesta de materia y forma. No se puede escapar tan
fácilmente a la objeción de Platón contra la ciencia de lo físico.
296 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
móvil, cuerpo móvil, sustancia móvil, natural o sensible – en razón de cuya identificación
algunos reducen esta dificultad [de determinar el objeto formal] casi a una cuestión de
palabras – sin embargo, en cuanto a la razón formal, que en las ciencias se distingue de la
material, esta dificultad no hace al modo de hablar sino a la cosa. Pues aunque el móvil o
lo mutable físico sea necesariamente cuerpo y sustancia, sin embargo la formalidad de
cuerpo explicita otra cosa que la formalidad de ente móvil. Porque «cuerpo» dice formal-
mente la raíz de la cantidad y así se define por orden a la divisibilidad; mientras que «mó-
vil» tomado radicalmente dice la raíz de la mutación, esto es, el tránsito de la potencia al
acto, lo que, si se hace con sucesión y continuidad, como ocurre en el movimiento físico,
requiere la divisibilidad como condición, no como razón formal. Y así vemos que ni la na-
turaleza ni el movimiento se definen por el cuerpo ni lo explicitan, sino que la naturaleza
se dice «principio del movimiento y de la quietud», y el movimiento se dice «acto del ente
en potencia», donde sólo se explicita el orden del ente imperfecto, no del cuerpo. Y lo
mismo vemos que se observa en las otras razones formales que se explican, porque si bien
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 2 297
Hay cuatro sentencias que parece pueden sostenerse, las que ponen
que el sujeto de la Física se define como el ente sensible, o corpóreo, o
material, o natural 1. Defenderemos brevemente cada una.
1º El ente sensible
Es evidente que las cosas se nos hacen presentes en cuanto son sen-
sibles y nada hay que caiga bajo nuestra percepción inmediata que no lo
haga en cuanto afecta, de una u otra manera, nuestra sensibilidad. Por
supuesto que no se trata de considerar la sensibilidad distintamente se-
gún sus especies, esto es, el ente en cuanto colorido, sonoro, etc.; sino la
condición general que hace al ente sensible 2.
todo lo coloreado es cuerpo, sin embargo no decimos que el objeto formal de la vista es el
cuerpo coloreado, sino que «coloreado» explicita el objeto formal, mientras que «cuerpo»
el material o presupuesto. Y todo lo inteligible es ente, pero la razón de ente no explicita
formalmente el objeto del intelecto, sino sólo presupuesta y materialmente. Lo mismo
puede entenderse, entonces, respecto al cuerpo móvil y al ente móvil”.
1 Como sentencias contrarias los escolásticos mencionan las que ponen «cuerpo» a
modo de género. Por ejemplo Juan de Santo Tomás: “Quidam asserunt obiectum esse ens
mobile; quidam corpus mobile; quidam corpus naturale vel sensibile, licet haec omnia
dicant alii in idem coincidere et solum differre penes modum loquendi” (Naturalis Philo-
sophiae, 8 a 35). Viene de dividir las sustancias en corpóreas e incorpóreas. Pero esta di-
visión no viene de la observación de las cosas sino de la fe. Aunque Juan de Santo Tomás
sostiene la sentencia tomista, sin embargo pone como “sujeto material” al cuerpo móvil,
concediendo así que la distinción corpóreo/incorpóreo está entre las evidencias primeras.
Dice: “Subiectum materiale seu obiectum quod Philosophiae est corpus naturale seu
mobile, formale vero explicatur per ens mobile seu mobile ut sic” (ibid. 8 b 6).
2 Cf. Jaime Echarri SI, Philosophia entis sensibilis, Herder 1959, 483 páginas. Dice en
su «Liminaria»: “El tratado se titula «Filosofía del ente sensible». Pues intenta ser un es-
tudio filosófico, y no metafísico, de la realidad sensible del mundo externo corpóreo. Asu-
mimos entonces que esta realidad mundana puede ser objeto no sólo de un tratamiento
científico, según se dice, como se hace por ejemplo en la física y química actuales, ni sólo de
un tratamiento metafísico, sino también de un tratamiento filosófico no metafísico y que
sea específico de esta realidad. A este género de tratamiento lo llamamos filosofía del ente
sensible y podría corresponder quizás a lo que contenía el tratamiento filosófico verdadero
y específico de la Física peripatético-escolástica de los cuerpos, llamada también Filosofía
Natural o Filosofía Segunda… La filosofía del ente sensible es definida por nosotros como la
ciencia del ente sensible en cuanto ente sensible. No es definida como «ciencia del ente sen-
sible en cuanto ente», porque el estudio del ente sensible bajo la razón común de ente
pertenece a la metafísica. Y tampoco la definimos «ciencia del ente sensible en cuanto
sensible», porque así es definida propia y específicamente por la ciencia natural actual,
llamada positiva, tanto experimental como teórica… Primero, porque los cuerpos no sólo
se perciben sensiblemente, sino que también son sensibles. Se trata entonces de una rea-
lidad en la cual el ente se halla contraído formal o esencialmente al ser sensible. Por lo
298 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
2º El ente corpóreo
El autor dice que esta ciencia trata del ente móvil: “En obiectum cosmologiae: ens mobile”
(p. 1), sin embargo comienza tratando de la cantidad: “In hoc libro [I] agemus de prima
proprietate corporis i.e. de eius quantitate et de iis quae quantitatem sequuntur scilicet de
loco et spatio” (p. 5). Los títulos de los cuatro libros del tratado dan idea de la marcha de
su investigación: Liber I, De quantitae loco spatio; liber II, De qualitatibus corporeis;
liber III, De continuo fluente; liber IV, De ipsa essentia corporis naturalis. El sujeto de su
tratado es ciertamente el ente corpóreo. — Carolus Frank SI, Philosophia naturalis in
usum scholarum, Herder 1926, 365 páginas. En la Introductio dice que el objeto material
del tratado es el mundo sensible o corpóreo y que su objeto formal es “rerum corporea-
rum cognitio «ex ultimis causis»”, con lo que distingue la formalidad filosófica de la cien-
tífica, que consideraría las causas próximas. Queda claro que lo que el autor llama objeto
material es el sujeto, que debería definir como «ente corpóreo», pues también comienza
tratando de la cantidad en su primer capítulo. Y la formalidad bajo lo que pretende consi-
derarlo es metafísica, pues sólo la metafísica considera las causas últimas. Así lo da a en-
tender: “Las causas internas constituyen la misma esencia de las cosas, por lo tanto, la
misma naturaleza concreta. La causa verdaderamente última eficiente y final es el mismo
autor de la naturaleza. De aquí se induce rectamente que el mismo Dios – pues así se lla-
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 2 299
3º El ente material
obiectum est quidditas sive natura in materia corporali existens; et per huiusmodi
naturas visibilium rerum etiam in invisibilium rerum aliqualem cognitionem ascendit”.
— I, q. 85, a. 5 ad 3: “Intellectus humani proprium obiectum est quidditas rei materialis,
quae sub sensu et imaginatione cadit”. — I, q. 85, a. 8: “Obiectum intellectus nostri,
secundum praesentem statum, est quidditas rei materialis, quam a phantasmatibus
abstrahit”.
2 In I Physic. lect. 1, n. 2: “Sciendum est igitur quod quaedam sunt quorum esse
dependet a materia, nec sine materia definiri possunt: quaedam vero sunt quae licet esse
non possint nisi in materia sensibili, in eorum tamen definitione materia sensibilis non
cadit. Et haec differunt ad invicem sicut curvum et simum. Nam simum est in materia
300 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
4º El ente natural
La materia es sólo uno de los principios del ente físico; hay que te-
ner en cuenta también la forma, el agente y el fin. Ahora bien, la noción
que implica propiamente a todos ellos, es la de naturaleza. Es natural la
materia y la forma de los entes físicos; por naturaleza se entiende ade-
más la causa eficiente que los engendra; y se dice también naturaleza a
la esencia o quididad completa a la que tienden los procesos como a su
fin. Parece entonces que, así como se dice antropología o filosofía del
hombre a la ciencia que toma al ente humano como sujeto, y se dice
biología a la ciencia cuyo sujeto es el ente viviente, así también conviene
definir al sujeto de la Física o Filosofía de la naturaleza como el «ente
natural».
1º En razón de la necesidad
2º En razón de la accidentalidad
En ente móvil en cuanto tal es ente per accidens, porque un ente só-
lo puede cambiar en aquello que no le pertenece per se. Pero en la me-
sensibili, et necesse est quod in eius definitione cadat materia sensibilis, est enim simum
nasus curvus; et talia sunt omnia naturalia, ut homo, lapis”.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 2 301
tafísica se dice que “del ente per accidens no hay ciencia” 1, porque está
compuesto por dos quididades o razones formales y el sujeto de una
ciencia debe tener una razón formal o esencia única, de la que las pa-
siones y propiedades puedan predicarse per se primo. Por lo tanto, el
ente móvil no puede ser sujeto de la Física.
3º En razón de la extensión
1 In VI Metaph. lect. 2, n. 1172: “De ente per accidens non potest esse aliqua
communis est prior quam cognitio minus communis”. — In I Physic. lect. 1, n. 4: “Quia ea
quae consequuntur aliquod commune, prius et seorsum determinanda sunt, ne oporteat
ea multoties pertractando omnes partes illius communis repetere; necessarium fuit quod
praemitteretur in scientia naturali unus liber, in quo tractaretur de iis quae consequuntur
ens mobile in communi; sicut omnibus scientiis praemittitur philosophia prima, in qua
determinatur de iis quae sunt communia enti inquantum est ens. Hic autem est liber
Physicorum, qui etiam dicitur de Physico sive naturali auditu, quia per modum doctrinae
ad audientes traditus fuit: cuius subiectum est ens mobile simpliciter”.
302 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Juan de Santo Tomás trata largamente del ente como lo primero conocido en el ter-
cer y último artículo de su cuestión introductoria a la Filosofía natural. Allí sostiene la si-
guiente tesis: “Prima ratio cognoscibilis a nostro intellectu naturaliter et imperfecto
modo procedente est quidditas materiales sub aliquo praedicato maxime confuso, quod
praedicatum est ens, non gradus aliquis specificus vel genericus, et hoc est cognoscere
totum cognitione actuali confusa”. La tesis va principalmente contra Escoto, que sostiene
que se conoce primeramente de modo confuso la naturaleza específica, pero no deja de
señalar que la noción de ente se conoce en cuanto realizada en alguna naturaleza sensible,
por donde implica potencialidad: “Por lo tanto, ni Santo Tomás ni Cayetano niegan que la
cosa misma que se presenta primeramente al intelecto como aquello que se conoce, como
objeto «quod», es alguna quididad sensible y especie especialísima, pero dicen que en este
concreto y en este todo y en esta especie que se presenta, lo primero que se ofrece al inte-
lecto como razón «quae», es aquella confusión del ente y quasi conocimiento del «an
est», no porque se alcance actualmente aquella suprema universalidad del ente según el
estado de universalidad, sino porque acerca de ese mismo objeto o naturaleza, lo primero
que se alcanza es una razón máximamente indiscernida y confusa. Y como algo es tanto
más confuso cuanto más pocas razones se disciernan, de tal modo que no se distingan sus
propias diferencias o predicados, lo máximamente confuso será aquello en lo que no se
disciernen ni siquiera los grados supremos y más comunes predicados, es decir, la sustan-
cia y el accidente. Y a esto lo llamamos el ente concreto o aplicado a la quididad sensible,
es decir, hallado en alguna naturaleza sensible, no en cuanto sujeto al estado de abstrac-
ción y universalidad según habitud y relación a los inferiores, a los que se tiene poten-
cialmente, sino en cuanto actualmente entra en la misma composición de la cosa, y en
cuanto se conoce secundum se, del modo que llamamos conocimiento confuso de un todo
actual y no de un todo potencial” (24b43-25a31).
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 2 305
ente móvil, del que trata per se la Física, no sólo es móvil sustancialmente, sino también
accidentalmente, de manera tal que terminativamente «móvil» abstrae de la sustancia y
del accidente, refiriéndose no solamente a los principios de la movilidad sustancial, sino
también accidental; aunque desde el punto de vista del sujeto «móvil» sea sustancia. Es-
ta conclusión no es aceptada por todos. Pues algunos dicen que la física sólo trata del ente
sustancialmente móvil… En cuanto a cómo se unan los principios accidentales y sustan-
ciales de la movilidad en el objeto formal de esta ciencia, lo que la sentencia contraria no
puede percibir, se responde que ambas cosas son verdaderas, y que los principios no son
los mismos entitativamente, sino sólo proporcional y analógicamente, como expresamen-
te enseña Santo Tomás en I Metaph. lect. última y en XII Metaph. lect. 4, donde muestra
por el Filósofo que los principios de todos los géneros no son los mismos sino sólo pro-
porcionalmente, como es evidente que, en el género de la sustancia, para la mutación sus-
tancial concurre la materia, que es pura potencia, la privación de forma sustancial y la
misma forma sustancial, que puede generarse. En los accidentes, en cambio, la materia
que puede cambiar no es pura potencia, sino un sujeto que tiene forma sustancial, la pri-
vación de forma accidental y la misma forma accidental, principios que no son los mismos
sino sólo proporcionalmente, como la sustancia y el accidente son proporcionalmente lo
mismo. Por lo demás, pueden considerarse unívocamente y convenir en una única ciencia,
porque revisten la misma razón formal de escibilidad, como también la metafísica trata de
la sustancia y del accidente de modo unívoco, no porque convengan sin más en la razón
de ente, sino porque convienen bajo la misma abstracción formal de toda materia. De
igual manera la física trata de la sustancia y de los accidentes físicos y de los principios de
ambos, en cuanto convienen en la misma formalidad de abstracción de la materia singular
exclusivamente, aunque tales accidentes y la sustancia no convengan en ninguna razón
superior universal y predicable sino sólo analógicamente. Aunque no por esto el sujeto
móvil, del que trata la física como sujeto de la movilidad, abstrae de la sustancia y del ac-
cidente, porque aunque el movimiento o movilidad, de la que trata la física, puede termi-
nar en la sustancia o en el accidente, sin embargo el sujeto que recibe y funda esta movili-
dad como principio primero y per se del movimiento, no es el accidente sino la naturale-
za, que necesariamente es sustancia, aunque la razón formal que se alcanza sólo explicite
la quididad móvil y no la sustancia”.
306 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Aunque decimos que «ente» se tiene a manera de género y «móvil» a modo de dife-
rencia, no se trata de una definición propiamente dicha, compuesta de dos quididades, si-
no de una única noción análoga. “Ens mobile – dice Juan de Santo Tomás – non sumitur
complexe ut duobus, sed incomplexe pro quidditate, cui convenit mobilitas” (Naturalis
Philosophiae 7a26).
2 In I Physic. lect. 1, n. 3: “Quia omne quod habet materiam mobile est, consequens
est quod «ens mobile» sit subiectum naturalis philosophiae. Naturalis enim philosophia
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 2 307
de naturalibus est; naturalia autem sunt quorum principium est natura; natura autem est
principium motus et quietis in eo in quo est; de his igitur quae habent in se principium
motus, est scientia naturalis”.
1 In VI Methaph. lect. 1, n. 9 y 12: “Dicit ergo primo, quod scientia naturalis non est
circa ens simpliciter, sed circa quoddam genus entis; scilicet circa sustantiam naturalem,
quae habet in se principium motus et quietis: et ex hoc apparet quod neque est activa,
neque factiva… Si igitur omnis scientia est aut activa, aut factiva, aut theorica, sequitur
quod naturalis scientia theorica sit. Ita tamen est theorica, idest speculativa circa determi-
natum genus entis, quod scilicet est possibile moveri. Ens enim mobile est subiectum
naturalis philosophiae. Et est solum circa talem sustantiam, idest quidditatem et essen-
tiam rei, quae secundum rationem non est separabilis a materia, ut in pluribus; et hoc
dicit propter intellectum, qui aliquo modo cadit sub consideratione naturalis philoso-
phiae, et tamen sustantia eius est separabilis. Sic patet, quod naturalis scientia est circa
determinatum subiectum, quod est ens mobile; et habet determinatum modum definien-
di, scilicet cum materia”.
2 De Veritate, q. 14, a. 8 ad 16: “Pro tanto veritas prima dicitur esse fidei obiectum,
quia de ea est fides: nec tamen oportet quod quodlibet enuntiabile de Deo formatum sit
credibile, sed illud solum de quo veritas divina testificatur; sicut etiam corpus mobile est
subiectum naturalis philosophiae, nec tamen omnia enuntiabilia quae de corpore mobili
possunt formari, sunt scibilia, sed illa solum quae ex principiis naturalis philosophiae
manifestantur”. — I, q. 84, a. 1: “Primi philosophi qui de naturis rerum inquisiverunt,
putaverunt nihil esse in mundo praeter corpus. Et quia videbant omnia corpora mobilia
esse, et putabant ea in continuo fluxu esse, aestimaverunt quod nulla certitudo de rerum
veritate haberi posset a nobis. Quod enim est in continuo fluxu, per certitudinem appre-
hendi non potest, quia prius labitur quam mente diiudicetur, sicut Heraclitus dixit quod
non est possibile aquam fluvii currentis bis tangere, ut recitat Philosophus in IV Meta-
phys. His autem superveniens Plato, ut posset salvare certam cognitionem veritatis a
nobis per intellectum haberi, posuit praeter ista corporalia aliud genus entium a materia
et motu separatum, quod nominabat species sive ideas, per quarum participationem
unumquodque istorum singularium et sensibilium dicitur vel homo vel equus vel aliquid
308 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
V. Bondad de la definición
que sigue siendo ésta la que debe ser puesta a modo de diferencia en la
definición del sujeto de la Física 1.
3º Respecto al ente material
Materia tiene un significado amplio y uno estricto. Su sentido es-
tricto lo descubriremos al analizar el movimiento, viendo en la materia
un principio intrínseco del ente móvil. Pero tiene también y primera-
mente un significado amplio, que no necesita ningún análisis filosófico
para entenderlo. Materia, que tanto en griego como en latín significa
especialmente madera 2, en su sentido más amplio significa toda sus-
tancia capaz de recibir una forma u otra. Tomando «materia» en su más
amplio sentido, todo lo que se nos presenta a la percepción inmediata
puede decirse «materia sensible», porque todo se percibe como algo
que sub stat a formas sensibles que, o cambian de hecho, o al menos se
las conoce como cambiables, pues los órganos de los sentidos las reci-
ben separadas de sus sujetos o sustancias.
Con este significado, el «ente material» se identifica secundum rem
con el «ente móvil» y secundum rationem está más próximo a éste que
el «ente sensible», pues implica también posibilidad o potencia a diver-
sas formas o modos de ser. Pero no deja de haber diferencia de signifi-
cado, porque «ente material» se refiere a lo que permanece y «ente mó-
vil» se refiere a lo que cambia. Y preferimos definir el sujeto de la Física
como «ente móvil» porque el problema que esta ciencia debe explicar
son más bien las causas del cambio que de la permanencia.
4º Respecto al ente natural
El sujeto de la Física debe definirse por medio de nociones claras y
evidentes, para constituir el primer principio de esta ciencia. Ahora
bien, la naturaleza, que – como diremos mejor – significa cierto princi-
pio intrínseco de operación y movimiento, no es lo evidente sino lo que
se debe descubrir, no es lo que puede intervenir en los principios sino lo
que debe hallarse en las conclusiones de las demostraciones físicas. Por
lo tanto, «ente natural» sirve para designar el sujeto de la Física por lo
último que se busca conocer, pero no sirve para definirlo como lo pri-
mero que se conoce.
1 In I Physic. lect. 1, n. 4: “Non dico autem corpus mobile, quia omne mobile esse
corpus probatur in isto libro; nulla autem scientia probat suum subiectum: et ideo statim
in principio libri de Caelo, qui sequitur ad istum, incipitur a notificatione corporis”.
2 La palabra griega es u,̀lh, significa madera, material de construcción. La palabra la-
tina materia, de donde proviene el español madera, viene de mater, madre, pero de allí se
aplica al material de que se hacen las cosas, en especial a la madera.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 2 311
5º En cuanto a la necesidad
6º En cuanto a la accidentalidad
7º En cuanto a la extensión
del sujeto de la Física en el género de lo escible […]; ente móvil, porque sólo esto puede
ser sujeto material adecuado de la Filosofía natural. Pues el sujeto adecuado de la ciencia,
es decir, aquel que comprende todas las cosas contenidas bajo esa ciencia, es el adecuado
de la pasión universalísima y propia que se considera en la ciencia; pero respecto a la mu-
tación, que es tal pasión en la Filosofía natural, sólo es [adecuado] el ente móvil […]. La
segunda comparación [del sujeto] respecto a la ciencia es que en la ciencia se atiende al
conocimiento del sujeto principal; y según esta condición el sujeto de la Filosofía natural
es el cuerpo móvil […porque] el cuerpo sustancial móvil es principio de todos los acciden-
tes, por lo que estos se contienen en aquél. La tercera comparación es que por el sujeto se
distingue una ciencia de las demás; y de este modo tanto el ente móvil como el cuerpo
móvil o natural es sujeto de la Filosofía natural; pero aquel adecuado y éste principal”. De
manera análoga puede decirse que el sujeto adecuado de la metafísica es el ente en cuanto
ente, mientras que el sujeto principal es la sustancia.
Capítulo 3
La Física y las ciencias
A. Acerca de la unidad de la Física, 314. — I. LOS PROBLEMAS QUE PLANTEA
LA UNIDAD DE LA FÍSICA, 314. — II. LA FÍSICA GENERAL ES CIENCIA PROPIAMENTE
UNA, 315. — III. LA FÍSICA GENERAL SE DISTINGUE FORMALMENTE DE LAS DEMÁS
CIENCIAS NATURALES, 315.
Una ciencia es especificada por su sujeto, pues tanto las causas por
las que explica como las propiedades que son explicadas deben pertene-
cer per se primo al sujeto, es decir, deben pertenecerle al sujeto necesa-
riamente en razón de aquello que lo constituye formal y últimamente
como tal. Si la definición del sujeto es buena, la última formalidad está
significada por lo que hace las veces de diferencia específica. Si el sujeto
constituye propiamente una especie dentro de un género superior, la
ciencia especificada por el sujeto estará subordinada a la ciencia que
considera el género en cuanto tal. La ciencia del hombre, por ejemplo,
debe considerar las causas y propiedades del hombre en cuanto racio-
nal, pues lo que le pertenece en cuanto viviente es asunto de una ciencia
superior, la biología. Siendo así, la ciencia que considere la quididad
más genérica, que ya no puede considerarse incluida a modo de especie
en ningún género superior, será la ciencia general de esa categoría de
entidades, que no estará propiamente subordinada a ninguna otra.
La primera cuestión que se presenta respecto a la unidad de la Físi-
ca, consiste en saber si es ciencia general propiamente una, cuyo sujeto
es un género propiamente dicho, o el sujeto es una noción análoga que
incluye diversos modos genéricos y, por lo tanto, no hay una Física ge-
neral propiamente dicha sino un conjunto de ciencias emparentadas
por la analogía de sus sujetos.
Según cómo se resuelva esta cuestión, puede aparecer una segunda.
Si se demuestra que la Física es una ciencia propiamente una, ¿cómo se
relacionan con ella los diversos tratados que suelen considerar los filó-
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 315
1 II-II, q. 48, a. 1: “Triplex est pars, scilicet integralis, ut paries, tectum et fundamen-
tum sunt partes domus; subiectiva, sicut bos et leo sunt partes animalis; et potentialis,
sicut nutritivum et sensitivum sunt partes animae”.
2 Aristóteles dedica el libro sexto de la Física a considerar las partes materiales del
movimiento.
3 Estudiadas por Aristóteles en el libro quinto de la Física.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 317
de las ciencias no se toma de la sola diversidad de las cosas en sí, sino de la diversa abs-
tracción o modo de conocer e iluminar los objetos”.
3 Cf. Santiago Ramírez, De ipsa philosophia in universum, p. 216: “Ex quo ergo
partes philosophiae [metafísica, física y matemáticas] non sunt partes eius integrales ne-
que subiectivae, necessario sequitur eas esse partes eius potentiales, hoc est, analogas. Et
sic philosophia universa, qua talis, est totum quoddam potentiale sive analogum, sub se
continens partes eius proportionatas, idest potentiales, veluti totidem modos vel analo-
gata inaequaliter participantia ipsam communem rationem philosophiae”.
318 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
la metafísica trata de todos los modos del ente en cuanto entes, y nunca pasa a considerar
el ente móvil en cuanto móvil ni al ente humano en cuanto humano. Cosme Alaman-
nus no sostiene la unidad específica de la Filosofía natural, sino sólo genérica, como aquí
hacemos también nosotros: “Philosophia naturalis non est plures scientiae, sed tantum
una, genere tamen, non specie” (q. 1, a. 2, p. 4 a). Aunque parece distinguir solamente
como ciencia específicamente distinta al tratado De anima.
2 Elders, en La philosophie de la nature de Saint Thomas D’Aquin, distingue una
filosofía general de la naturaleza de otra filosofía particular dividida en tres partes “a par-
tir de cada uno de los tres movimientos continuos, es decir, el movimiento local, la altera-
ción y finalmente los procesos vitales”: a. “La investigación de los diferentes movimientos
locales, que se observan en el cosmos… Se puede llamar a esta parte cosmología”; b. “Los
cambios cualitativos que introducen a menudo la mutación de un cuerpo en otro… En
cierto sentido, esta parte da el trasfondo filosófico a los fenómenos discutidos por la quí-
mica”; c. “El estudio de los procesos vitales… Esta rama de la filosofía particular de la na-
turaleza es llamada a veces psicología filosófica” (p. 34-35). Aunque no lo aclara, da a en-
tender que son todas partes de una misma ciencia específicamente única. — Ponferrada,
en Filosofía de la Naturaleza, considera como “más correcta y mejor fundada” la división
dada por Manuel Barbado (1884-1945), quien “sostuvo la división moderna [wolffiana] de
la Filosofía de la Naturaleza en Cosmología Filosófica y Antropología Filosófica (a ésta
denomina «Psicología Filosófica») que no sólo responde a un uso aceptado sino a razones
objetivas: la primera trata del ente movible con movimiento transitivo y la segunda del
ente movible con movimiento inmanente” (p. 49). Y agrega: “Es preciso puntualizar que
la Filosofía de la Naturaleza se divide en Cosmología Filosófica y Antropología Filosófica
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 319
en forma adecuada, ya que el ente movible es tratado por ambas disciplinas por razones
formales distintas, la movilidad transitiva y la inmanente. Pero como la primera se da tan-
to en los no-vivientes como en los vivientes, el sujeto de la Cosmología Filosófica abarca el
de la Antropología Filosófica, aunque su objeto se distinga en forma adecuada. Ahora
bien, como el estudio de los caracteres comunes a todos los entes físicos precede natural-
mente al de los propios del viviente y del no-viviente y este último no posee (sino negati-
vamente) caracteres propios, resulta superfluo establecer una disciplina general, anterior
a las dos especies en que se divide la Filosofía de la Naturaleza” (p. 50). La división es po-
brísima y fuente de confusión a la hora de desarrollar la materia (la distinción transeúnte-
inmanente es propia del movimiento en cuanto es acción, y no del movimiento absoluta-
mente considerado).
1 Las cualidades por excelencia son las virtudes intelectuales y morales del hombre,
a todos los cuerpos y a nada más que los cuerpos. Por lo tanto, parece
que ambas se identifican. O a lo más, una se subordina necesariamente
a la otra 1.
sunt eaedem, vel una est pars alterius; sed mathematicus philosophus considerat de pun-
ctis, lineis et superficiebus et corporibus, et similiter naturalis (quod probat ex hoc quod
corpora naturalia habent plana, idest superficies, et firma, idest soliditates, et longitudi-
nes et puncta; oportet autem quod naturalis consideret de omnibus quae insunt corpori-
bus naturalibus); ergo videtur quod scientia naturalis et mathematica vel sint eaedem, vel
una sit pars alterius”.
2 Cf. todos aquellos que ponen al «ente corpóreo» como sujeto de la física.
3 Cf. In II Physic. lect. 3, n. 158.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 321
1º En razón de la abstracción
1 I, q. 40, a. 3: “Duplex fit abstractio per intellectum. Una quidem, secundum quod
universale abstrahitur a particulari, ut animal ab homine. Alia vero, secundum quod for-
ma abstrahitur a materia; sicut forma circuli abstrahitur per intellectum ab omni materia
sensibili”. — De Sust. Sep. c. 1: “Intellectus autem noster duplici abstractione utitur circa
intelligentiam veritatis. Una quidem secundum quod apprehendit numeros mathematicos
et magnitudines et figuras mathematicas sine materiae sensibilis intellectu: non enim in-
telligendo binarium aut ternarium aut lineam et superficiem, aut triangulum et quadra-
tum, simul in nostra apprehensione aliquid cadit quod pertineat ad calidum vel frigidum,
aut aliquid huiusmodi, quod sensu percipi possit. Alia vero abstractione utitur intellectus
noster intelligendo aliquid universale absque consideratione alicuius particularis; puta,
cum intelligimus hominem, nihil intelligentes de Socrate vel Platone aut alio quocumque;
et idem apparet in aliis”.
322 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 I, q. 40, a. 3: “Inter has autem abstractiones haec est differentia, quod in abstractio-
ne quae fit secundum universale et particulare, non remanet id a quo fit abstractio, remo-
ta enim ab homine differentia rationali, non remanet in intellectu homo, sed solum ani-
mal. In abstractione vero quae attenditur secundum formam et materiam, utrumque ma-
net in intellectu, abstrahendo enim formam circuli ab aere, remanet seorsum in intellectu
nostro et intellectus circuli et intellectus aeris”.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 323
3º En razón de lo definido
Tanto los entes considerados por la Física como por las matemáti-
cas deben decirse materiales, en cuanto la materia en sentido amplio es
cierto sujeto que recibe las formas y da razón de su individuación y mul-
tiplicación. Así como la materia explica que la misma forma de silla dé
lugar a muchas sillas, así pasa también con las formas naturales y las
matemáticas. Porque la misma forma de nariz y de hombre puede darse
en muchas narices y en muchos hombre gracias a la materia en que se
realiza; y tanto el mismo número 3 (cantidad discreta) puede entender-
se repetidas veces para formar otro número (3 x 3 x 3 = 27), como la
misma figura triangular (cantidad continua) puede repetirse para for-
mar otras figuras (seis triángulos forman un hexágono), porque se en-
tienden como recibidos en cierto sujeto material, la cantidad abstracta.
Pero hay una diferencia, porque la materia de los entes físicos es
siempre materia sensible, mientras que la de los entes matemáticos ha
abstraído de todo lo que puede caer inmediatamente bajo los sentidos.
Aun la cantidad, que como número y magnitud es un sensible común,
no es considerada por las matemáticas en cuanto tal, es decir, como ac-
cidente de un sujeto, sino – dijimos – a manera de sujeto. Los números
de las matemáticas no numeran ni peras ni manzanas, sino una canti-
dad genérica abstraída de toda sustancia, y las figuras geométricas no
determinan la magnitud de nada, sino el espacio de ningún lugar. Aris-
blancura. Pero esta cualidad sensible no deja de implicar cierta composición, pues a la
quididad propia le suma necesariamente la extensión de su sujeto.
2 De aquí viene que Descartes, buen matemático pero pésimo filósofo, haya confun-
1 In II Physic. lect. 10, n. 239-240: “Hoc quod dico «propter quid», quaerit de causa;
sed ad «propter quid» non respondetur nisi aliqua dictarum causarum; non igitur sunt
plures causae quam quae dictae sunt... Quandoque enim propter quid reducitur ultimo in
quod quid est, idest in definitionem, ut patet in omnibus immobilibus, sicut sunt
mathematica; in quibus propter quid reducitur ad definitionem recti vel commensurati
vel alicuius alterius quod demonstratur in mathematicis. Cum enim definitio recti anguli
sit, quod constituatur ex linea super aliam cadente, quae ex utraque parte faciat duos
angulos aequales; si quaeratur propter quid iste angulus sit rectus, respondetur quia
constituitur ex linea faciente duos angulos aequales ex utraque parte; et ita est in aliis.
Quandoque vero reducitur propter quid in primum movens; ut propter quid aliqui
pugnaverant? quia furati sunt: hoc enim est quod incitavit ad pugnam. Quandoque autem
reducitur in causam finalem; ut si quaeramus cuius causa aliqui pugnant, respondetur, ut
dominentur. Quandoque autem reducitur in causam materialem; ut si quaeratur quare
istud corpus est corruptibile, respondetur, quia compositum est ex contrariis. Sic ergo
patet has esse causas, et tot. Necesse est autem quatuor esse causas. – Quia cum causa sit
ad quam sequitur esse alterius, esse eius quod habet causam, potest considerari
dupliciter: uno modo absolute, et sic causa essendi est forma per quam aliquid est in actu;
alio modo secundum quod de potentia ente fit actu ens. Et quia omne quod est in
potentia, reducitur ad actum per id quod est actu ens; ex hoc necesse est esse duas alias
causas, scilicet materiam, et agentem qui reducit materiam de potentia in actum. Actio
autem agentis ad aliquid determinatum tendit, sicut ab aliquo determinato principio
procedit: nam omne agens agit quod est sibi conveniens; id autem ad quod tendit actio
agentis, dicitur causa finalis. Sic igitur necesse est esse causas quatuor. Sed quia forma est
326 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
causa essendi absolute, aliae vero tres sunt causae essendi secundum quod aliquid accipit
esse; inde est quod in immobilibus non considerantur aliae tres causae, sed solum causa
formalis”.
1 In I Physic. lect. 1, n. 2-3.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 327
Como bien dice el Padre Ramírez OP, la razón de ciencia no les per-
tenece a estas tres ciencias de manera unívoca, ni tampoco equívoca, si-
no análoga, según más y menos. Porque – explica – “tampoco los obje-
tos propios terminativos de las tres partes principales de la filosofía es-
peculativa, es decir, de la física, matemáticas y metafísica, convienen
unívocamente, sino sólo analógicamente. Porque el propio objeto ter-
minativo de la metafísica es el ente real en cuanto ente en toda su am-
plitud y comunidad, y por lo tanto no reside en el solo ente finito, divi-
dido en los diez predicamentos, sino que también se extiende hasta el
bien infinito, que es Dios. El objeto terminativo, en cambio, propio de la
física y de las matemáticas se limita al solo ente finito o predicamental.
Mas el ente finito o predicamental y el ente infinito o que trasciende los
predicamentos no convienen unívocamente en la razón de ente, sino só-
lo analógicamente. Por lo tanto, tampoco la metafísica conviene unívo-
camente, sino sólo analógicamente con la física y las matemáticas en la
razón común de filosofía especulativa. Y lo mismo hay que decir de la fí-
sica y matemáticas comparadas entre sí. Porque el objeto formal termi-
nativo de la física es el ente real en cuanto móvil, que se dice sobre todo
de la sustancia, como también la naturaleza, y de allí que el ente móvil
sustancialmente es el principal objeto de la filosofía natural o física. En
cambio, el objeto formal terminativo de las matemáticas es el ente real
en cuanto a la cantidad (ut quantum), pero no en cuanto la cantidad es
el primer accidente de la sustancia corpórea y móvil, sino en cuanto re-
duplicativamente es mera cantidad mensurable y numerable, y por lo
tanto bajo cierta inmovilidad. «Non enim mathematicus – dice Santo
Tomás – considerat corpus, quod est in genere sustantiae, prout eius
pars est materia et forma, sed secundum quod est in genere quantitatis
tribus dimensionibus perfectum; et sic comparatur ad corpus quod est
in genere sustantiae, cuius pars est materia physica, sicut accidens ad
subiectum» 1. Consta, empero, que la sustancia y la cantidad no convie-
nen unívocamente en la razón común de ente predicamental, sino sólo
analógicamente. Por lo tanto, tampoco la física y las matemáticas con-
que pertenece al género de la sustancia, en cuanto la materia y la forma son sus partes, si-
no según que pertenece al género de la cantidad perfecta según las tres dimensiones; y así
se compara al cuerpo que está en el género de la sustancia, cuya parte es la materia física,
como el accidente al sujeto”.
328 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
230-231.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 329
mente en el hombre para que nazca y muera y obre como lo hace, pero
no pretende decir por qué el hombre es como es y mejor no fue. Como
dijimos, la necesidad de la Física es hipotética, dejando la hipótesis co-
mo asunto de otra ciencia superior a ella, la metafísica.
I. Panorama histórico 1
1 Cf. S. Jaki, The Road of Science and the Ways to God, The University of Chicago
Press, Chicago 1978. Jaki ilustra ampliamente su tesis de que la ciencia experimental na-
ció sistemáticamente en el siglo XVII gracias a la «matriz cultural cristiana» que le pro-
porcionó los presupuestos filosóficos necesarios, mientras que en las diversas culturas pa-
ganas se dieron sucesivos «abortos» de las ciencias experimentales en germen. Cf. tam-
bién del mismo autor, Science and Creation, Scottish Academic Press, Edinburg 1974.
334 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
3º El Renacimiento
1 Algunos atribuyen a este esbozo del principio de inercia por Buridán el desprestigio
en que fue cayendo la ciencia natural aristotélica, ya que explicaba aun el movimiento de
los cuerpos celestes por un ímpetu recibido inicialmente. Aunque la explicación de Aristó-
teles había sido dejada mucho antes. Santo Tomás ya daba una explicación muy semejan-
te a la de Buridán.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 335
4º La nueva ciencia
1 El conflicto de Galileo con la Iglesia, aun sin minimizarlo, ha sido muy exagerado y
5º La época moderna
1 Cf. S. Jaki, The Relevance of Physics, The Univ. of Chicago Press, Chicago 1966,
cap. II.
338 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
6º Época contemporánea
Cuando el cardenal Mercier organizó, hacia fines del s. XIX, los es-
tudios filosóficos en Lovaina, insistió sobre la importancia de las cien-
cias naturales, únicas que – decía – pueden darnos un conocimiento
verdadero de la realidad material. Las lecciones de Filosofía de la natu-
raleza, en número muy limitado, tenían principalmente la finalidad de
explicar los conceptos y métodos empleados (materia y forma, lugar y
tiempo), permitiendo hacer una reflexión sobre los resultados de las in-
vestigaciones de las ciencias de la naturaleza (Désiré Nys; Fernand
Rendirte). Así como Santo Tomás se había abierto al conocimiento aris-
totélico de la naturaleza, la neo-escolástica debía abrirse a las adquisi-
ciones de la ciencia moderna. Otros, como el P. Hoenen, introdujeron
una gran cantidad de aportes científicos en la Filosofía de la naturaleza
para adaptarla a los nuevos descubrimientos.
Pero en el s. XX se pusieron más de manifiesto las dificultades de
las ciencias de la naturaleza en cuanto al valor real de sus conocimien-
340 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
ción científica sino más bien de las tesis kantianas. No se puede menos
que guardar una actitud muy crítica sobre las digresiones de los físicos
que salen de su terreno.
La renovación del tomismo trajo consigo una revitalización de la Fi-
losofía natural aristotélico-tomista (Maritain, de Tonquédec, de Kon-
ninck). Dejando de lado aspectos científicos caducos, muchos tratadis-
tas persiguieron el objetivo de mostrar que los principios filosófico-
naturales de inspiración aristotélica poseen una validez perenne capaz
de responder a los problemas filosóficos suscitados en nuestros días
(Hoenen, Selvaggi). Pero la tarea está lejos de haberse llevado a buen
término.
en nota algunas observaciones críticas a las posiciones expuestas, las que recibirán mayor
aclaración cuando resolvamos el asunto.
2 Desidere Mercier, Lógica, n. 5.
342 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Advirtamos que cada ciencia debe considerar las causas que corresponden per se
primo a su sujeto, de manera que las que consideran causas generales, es porque se pro-
ponen sujetos generales, y las que más particulares, sujetos más particulares. El error está
en no tener en cuenta que la Filosofía de la naturaleza incluye todo un género de ciencias
específicamente diversas, de las que la Física general es sólo la primera. Ésta considera
causas más primeras que cualquier ciencia moderna, pero no es la única ni agota el estu-
dio filosófico de la naturaleza. Esta explicación ayuda a confundir la Filosofía de la natu-
raleza con la metafísica, que ciertamente estudia las causas primerísimas.
2 Maritain comete el grave error de conferir un estatuto científico aparte al supuesto
bre «ciencia y filosofía» diciendo: “En conclusión: un análisis de las diversas soluciones
lleva a la convicción que la propuesta de Jacques Maritain es la más acertada” (p. 47).
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 343
1 Petrus Hoenen, Cosmologia, ed. altera, Gregoriana Roma 1936, 535 páginas. ¿Sigue
a Maritain? No lo cita.
2 Filippo Selvaggi, Filosofía delle Scienze, p. 330. Cf. F. Selvaggi, La ricostruzione
della filosofia tomistica della natura nell’opera del P. Petrus Hoenen, en L’uomo e il
mondo nella luce dell’Aquinate, vol. VII de «Atti del VIII Congresso Internazionale
Tomista», Ed. Vaticana, Ciudad del Vaticano 1982, pp. 325-333; M. Vigano, Un malinteso
tragico: la filosofía della natura di Jacques Maritain, ibid., p. 334-341.
3 Fernand van Steenberghen, Epistemología, p. 320. Todos estos padecen en mayor o
menor grado el síndrome kantiano y dejan los fenómenos para las ciencias y el ente para
una discutida metafísica. Siguen así la posición wolffiana.
4 William Wallace, Conception of Natural Philosophy, p. 27. La intención es buena
segundo porque toda ciencia y filosofía de la naturaleza debe usar tanto de la inducción
como de la deducción.
344 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
las observaciones de las nuevas ciencias. En la filosofía de la naturaleza hay siempre mu-
cho de probable y estadístico, pero en lo que se da ut in pluribus hay causas naturales.
Además los «fenómenos» no son sino las apariencias sensibles, que permiten conocer la
naturaleza íntima de las cosas.
2 Aniceto Fernández Alonso, Il problema della relazione fra scienze e filosofia, p.
Aristóteles fue el genio del método científico, igualado sólo por San-
to Tomás. De ambos no tenemos un método científico entre otros, sino
que nos dieron la única manera como la razón humana puede acercarse
al conocimiento científico de las cosas. Manera única, porque las cosas
son lo que son y no hay muchas maneras en que nuestro intelecto pueda
adecuarse perfectamente a ellas. Porque si – como dijo Pío XII en
Humani generis – la filosofía tomista es para siempre por su connatu-
ralidad con la razón y las cosas, esto debe decirse sobre todo de la meta-
física y la lógica. La lógica aristotélica, sostenida por la metafísica, cons-
tituye la metodología perenne de las ciencias.
No es devocional el comentario. Lo que tienen de moderno las
«ciencias nuevas» es su desvinculación del método escolástico. Y si en
algunos hombres de ciencias tal desconexión fue involuntaria, por sim-
ple ignorancia, la historia general de la ciencia muestra que ha respon-
dido a una deliberada oposición a la sabiduría cristiana. Las nuevas
ciencias han constituido la otra mandíbula, en contraposición dialéctica
con las nuevas filosofías, de la pinza moderna que ha estrangulado la
escolástica. El realismo tomista fue atrapado entre el subjetivismo de
las filosofías modernas y el aparente súper objetivismo de las ciencias
experimentales.
Ahora bien, a cualquiera que haya tocado la sutileza y perfección de la
lógica y gnoseología tomistas, se le hace evidente, sin mayor investiga-
ción, que los desarrollos científicos de quienes dejan de lado las distin-
ciones escolásticas básicas, no podrán nunca constituirse en ciencias de-
bidamente estructuradas. No basta ser inteligente para pensar bien, sino
que hay que ponerse en la Escuela de los verdaderos maestros. Entende-
mos fácilmente que un Einstein y un Heisenberg divaguen buenamente
sin alcanzar a distinguir razón de realidad, pues no fueron a la Escuela.
No saben todo lo que ignoran. Pero es imperdonable que alguien como
Maritain, que leyó el Ars logica de Juan de Santo Tomás, sostenga que
las nuevas ciencias alcancen una formalidad científica completa, de cu-
ya existencia los «antiguos» no habrían tenido ni la sospecha 1.
Por lo tanto hay que decir, sin mayor investigación, que las llama-
das «ciencias nuevas» no observan suficientemente el método científico
1 Cf. el Apéndice.
346 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
mienzo de este siglo, E. Le Roy definía el eclipse como «un sistema de ecuaciones». Otro
adepto de la misma filosofía, Wilbois, declaraba que un planeta no era otra cosa que «la
última ecuación de un largo análisis». Actualmente Gaston Bachelard sigue el mismo
rumbo. Inspirándose sobre todo en los trabajos de Louis de Broglie y, parece, más realista
que sus predecesores de 1901, coloca la realidad misma del Cosmos, «la objetividad» ver-
dadera en «el ente técnico», «el ser construido» por el razonamiento matemático. La físi-
ca actual, dice, crea «noúmenos», es decir, objetos no sensibles, no imaginables, sino al-
canzables por la pura intelección”. – El lugar propio para entrar en los detalles de lo que
decimos es el tratado de Cosmología, donde comenzaremos a discernir filosóficamente las
observaciones de la física moderna.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 347
tas, porque las herramientas del pensamiento se especializan guardando analogía con los
usos generales; pero en los simposios de científicos nadie entiende nada más que aquello
en lo que es especialista, de manera que sólo quien está trabajando exactamente en lo
mismo y con las mismas técnicas, está en condiciones de juzgar si se exponen genialida-
des o tonterías (hemos tenido ambas experiencias).
352 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Seuil, Paris 1976, 215 páginas), denuncia el cisma entre ciencias y filosofía: “Llamo «pro-
blemas filosóficos actuales» a aquellos que se imponen actualmente al pensamiento
humano sabio a partir de la astrofísica, de la física, de la biología, de la paleontología y de
la zoología, de la neurofisiología, y más en general a partir de todas las ciencias del Uni-
verso, de la naturaleza y del hombre… Los problemas metafísicos no se han impuestos
jamás de una manera tan viva. Los científicos los perciben, pero no saben tratarlos. Aque-
llos cuya profesión querría que los traten, ya no los perciben, porque no miran del lado de
las ciencias del Universo y de la naturaleza. El drama, la catástrofe de la filosofía contem-
poránea, en Francia sobre todo, consisten en el cisma, el abismo, la sima abierta que exis-
te entre la filosofía y las ciencias de la naturaleza… Cuando un sabio se pone a especular
filosóficamente sobre la ciencia, como la mayoría de las veces no tiene la formación técni-
ca requerida – porque el análisis filosófico implica y requiere una técnica, y por lo tanto
un aprendizaje – la mayoría de las veces el resultado no es glorioso… Vamos a ver que [los
problemas filosóficos que se presentan en los diversos sectores de la investigación cientí-
fica] son problemas que pertenecen a lo que Aristóteles ha llamado «filosofía primera» y
que después de él se llama «metafísica»” (Introduction). La denuncia es legítima. Pero si
bien los científicos tendrían que aprender la técnica filosófica, el filósofo tendría que
aprender cuál es la realidad científica. Porque Tresmontant va a tomar ingenuamente co-
mo certezas científicas el big-bang, la teoría atómica del momento, la evolución de las es-
pecies, etc. Bueno quedará su estómago si no distingue entre porotos y cucarachas. Para
eso es mejor reducirse a estudiar la Física general de Aristóteles y dejar a los científicos
con sus cuadernos.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 3 353
D. Física e ingeniería
de las ciencias, a la manera de Tonquédec: “Nada entonces, en la filosofía natural, tal co-
mo la entendemos, contradice la ciencia experimental, ni ésta la contradice tampoco a
aquella. Más allá de ciertas semejanzas de palabras (como las de materia o fuerza), no se
habla en absoluto, de una y otra parte, la misma lengua, no se ocupan de los mismos obje-
tos. Que cada disciplina conserve, entonces, su personalidad, su pureza, sin contamina-
ción. Que permanezca severamente fiel a sus métodos. Que no intente asimilar a su veci-
na, ni de anexarla. Así se evitarán las confusiones y los conflictos” (Prolegómenos, p. 84).
354 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
mismos se dan principalmente en la ciencia que versa sobre lo más escible, pues el que
elige el saber por el saber preferirá a cualquier otra la ciencia más ciencia, y ésta es la que
versa sobre lo más escible. Y lo más escible son los primeros principios y las causas”.
2 Metafísica, I, c. 1.
3 Entre otras cosas, se hizo rico previendo una buena cosecha de aceitunas por la ob-
servación de las estrellas. Aristóteles dice de él que demostró que “la filosofía no era una
cosa inútil” (Política I, c.11).
4 En I, q. 14, a. 16, Santo Tomás señala que una ciencia puede decirse especulativa
Todos los saberes prácticos, aun los más necesarios para la vida,
como la agricultura, la medicina y la guerra, dependen por doble vía de
las ciencias de la naturaleza porque, por una parte, utilizan como mate-
riales e instrumentos las cosas naturales y, por otra, imitan en las for-
mas y procesos artificiales a las formas y procesos naturales, de donde
viene el axioma «el arte imita la naturaleza». De allí que las ciencias de
la naturaleza no se hayan buscado, desde el principio, sólo por curiosi-
dad, sino también por utilidad. Pero como se sigue de lo dicho, esta or-
denación de las ciencias naturales a las ingenierías no les pertenece per
se, sino per accidens.
El hombre moderno, sin embargo, que alienta deliberadamente
cierto escepticismo para liberarse no sólo de los dogmas católicos sino
aun de los axiomas metafísicos, ha ido forzando los espíritus a renun-
ciar a la vida contemplativa para conformarse con la activa: la verdad
en sí sería un sueño imposible, por lo que sólo es verdadero lo que tiene
utilidad. De esta manera no sólo ha renunciado a la teología y a la meta-
física, sino que tiende a darles a las nuevas ciencias una finalidad y una
modalidad prácticas: No importa saber lo que las cosas son, sino sola-
mente cómo funcionan, para poder así manejarlas en bien de la huma-
nidad.
356 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
E. La Física y la metafísica
1 In I Physic. lect. 1, n. 5.
360 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
aquí, pero que pertenece al capítulo de epistemología, propio del Tratado de metafísica.
Haremos mención rápida de asuntos que no se terminan de entender sin cierto
entrenamiento en el pensamiento tomista.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 4 361
1 In I Physic. lect. 1, n. 7: “Simpliciter autem notiora sunt, quae secundum se sunt notiora.
Sunt autem secundum se notiora, quae plus habent de entitate: quia unumquodque
cognoscibile est inquantum est ens. Magis autem entia sunt, quae sunt magis in actu: unde ista
maxime sunt cognoscibilia naturae. Nobis autem e converso accidit, eo quod nos procedimus
intelligendo de potentia in actum; et principium cognitionis nostrae est a sensibilibus, quae
sunt materialia, et intelligibilia in potentia: unde illa sunt prius nobis nota quam sustantiae
separatae, quae sunt magis notae secundum naturam, ut patet in II Metaphys. [lect. 1]”.
2 In I Physic. lect. 1, n. 7: “ Sciendum est quod confusa hic dicuntur quae continent in se
aliqua in potentia et indistincte. Et quia cognoscere aliquid indistincte, medium est inter
puram potentiam et actum perfectum, ideo, dum intellectus noster procedit de potentia in
actum, primo occurrit sibi confusum quam distinctum; sed tunc est scientia completa in
actu, quando pervenitur per resolutionem ad distinctam cognitionem principiorum et
elementorum. Et haec est ratio quare confusa sunt primo nobis nota quam distincta. Quod
autem universalia sint confusa manifestum est, quia universalia continent in se suas species
in potentia, et qui scit aliquid in universali scit illud indistincte; tunc autem distinguitur eius
cognitio, quando unumquodque eorum quae continentur potentia in universali, actu
cognoscitur: qui enim scit animal, non scit rationale nisi in potentia. Prius autem est scire
aliquid in potentia quam in actu: secundum igitur hunc ordinem addiscendi quo procedimus
de potentia in actum, prius quoad nos est scire animal quam hominem”.
362 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
la cuestión 1ª introductoria (20 a 1 – 22 a 30), pero aunque hace un buen planteo de las dis-
tinciones a tener en cuenta, no le da mayor importancia al problema que implican. Se va a
detener en discutir contra Durando y Escoto qué es lo primero conocido por el intelecto.
2 In II Physic. lect. 6, n. 189: “Advertendum est autem quod causa universalis et
propria, vel prior et posterior, potest accipi aut secundum communitatem praedicationis,
secundum exempla hic posita de medico et artifice; vel secundum communitatem causali-
tatis, ut si dicamus solem esse causam universalem calefactionis, ignem vero causam pro-
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 4 363
Sin embargo, las causas universales nos son más difíciles de descu-
brir, siéndonos más notorias y fáciles de investigar las causas y propie-
dades más particulares. Nos es más fácil descubrir cuál es la causa que
ha calentado tal jarro de agua particular, que las causas en general que
pueden calentar el agua en general. Y más difícil todavía resulta deter-
minar las causas primeras de todo calentamiento. De allí que debamos
remontarnos a la investigación de las causas más universales partiendo
de las más particulares 1.
Por lo tanto, la «via inventionis» de las ciencias supone cierto círcu-
lo por el que se va de lo general a lo particular y de lo particular a lo ge-
neral repetidas veces. Para definir el sujeto de una ciencia particular es
necesario preconocer el de la ciencia general; pero primero hallamos las
causas del sujeto particular para inducir luego las del sujeto general. Y
el desarrollo de la ciencia particular debe ser precedido del desarrollo
de la universal, pero el mejor conocimiento de la ciencia particular pro-
cura una mejor inducción de las causas universales, perfeccionando la
investigación de la ciencia general. Y la «via disciplinae», esto es, el
camino pedagógico para que el maestro enseñe las ciencias, debe reco-
rrer un camino semejante al de la investigación, comenzando por ense-
ñar las ciencias generales con múltiples ejemplos de los casos particula-
res, pero sabiendo que sólo habrá un conocimiento más acabado de las
causas generales en la medida en que se descienda a las ciencias parti-
priam: et haec duo sibi invicem correspondent. Manifestum est enim quod quaelibet virtus
extenditur ad aliqua secundum quod communicant in una ratione obiecti; et quanto ad
plura extenditur, tanto oportet illam rationem esse communiorem: et cum virtus propor-
tionetur obiecto secundum eius rationem, sequitur quod causa superior agat secundum
formam magis universalem et minus contractam. Et sic est considerare in ordine rerum:
quia quanto aliqua sunt superiora in entibus, tanto habent formas minus contractas, et
magis dominantes supra materiam, quae coarctat virtutem formae. Unde et id quod est
prius in causando, invenitur esse prius quodammodo secundum rationem universalioris
praedicationis; ut puta, si ignis est primum calefaciens, caelum non tantum est primum
calefaciens, sed primum alterans”.
1 In I Metaph. lect. 2, n. 46: “Ibi enim [in I Physic.] dicitur quod magis universalia sunt
nobis primo nota. Illa autem quae sunt primo nota, sunt magis facilia. Sed dicendum,
quod magis universalia secundum simplicem apprehensionem sunt primo nota, nam pri-
mo in intellectu cadit ens, ut Avicenna dicit, et prius in intellectu cadit animal quam ho-
mo. Sicut enim in esse naturae quod de potentia in actum procedit prius est animal quam
homo, ita in generatione scientiae prius in intellectu concipitur animal quam homo. Sed
quantum ad investigationem naturalium proprietatum et causarum, prius sunt nota mi-
nus communia; eo quod per causas particulares, quae sunt unius generis vel speciei, per-
venimus in causas universales. Ea autem quae sunt universalia in causando, sunt poste-
rius nota quo ad nos, licet sint prius nota secundum naturam, quamvis universalia per
praedicationem sint aliquo modo prius quo ad nos nota quam minus universalia, licet non
prius nota quam singularia; nam cognitio sensus qui est cognoscitivus singularium, in
nobis praecedit cognitionem intellectivam quae est universalium”.
364 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
culares, que permiten conocer mejor los casos particulares que ejempli-
fican los principios generales.
Este círculo, empero, no llega nunca a desaparecer, quedando como
un velo – cada vez más transparente, pero siempre existente – sobre el
conocimiento de las cosas. Porque, por ejemplo, la ciencia del hombre
se subordina a la Física general, que establece los grandes principios del
movimiento y la causalidad natural, pero las nociones que utiliza la Fí-
sica general se alcanzan por una inducción analógica de observaciones
más particulares. La luz de evidencia, entonces, que ilumina las conclu-
siones de la antropología, sube de lo particular por cierta inducción y
vuelve a bajar de lo general por cierta deducción, quedando como vela-
da por las distancias cognoscitivas de ese doble movimiento.
1 Así como las conclusiones se conocen por los principios y los efectos por las causas,
tis. Una quidem per modum resolutionis, secundum quam procedimus a compositis ad sim-
plicia, et a toto ad partem, sicut dicitur in primo Physicorum, quod confusa sunt prius nobis
nota. Et in hac via perficitur cognitio veritatis, quando pervenitur ad singulas partes distin-
cte cognoscendas. Alia est via compositionis, per quam procedimus a simplicibus ad com-
posita, qua perficitur cognitio veritatis cum pervenitur ad totum”. — I-II, q. 14, a. 5: “In omni
inquisitione oportet incipere ab aliquo principio. Quod quidem si, sicut est prius in cognitio-
ne, ita etiam sit prius in esse, non est processus resolutorius, sed magis compositivus, proce-
dere enim a causis in effectus, est processus compositivus, nam causae sunt simpliciores
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 4 365
sión, cuando los principios del compuesto son evidentes, o por demos-
tración «quia», alcanzando las causas a partir de los efectos.
Pero ya sea que la «via resolutionis» suponga una demostración
quia, por la cual se determinan las causas a partir de los efectos, o por
simple distinción evidente que permita determinar los principios en el
compuesto, siempre resulta que las causas y principios se conocen con
menos claridad y notoriedad que los efectos o que el compuesto del que
se parte. Pero como estas causas y principios son más notorios por sí
mismos, permiten un conocimiento científico de los mismos efectos y
del mismo compuesto del que se partió. Estos, entonces, que son más
claros por luz de evidencia inmediata, reciben sin embargo una clarifi-
cación por luz mediata de las causas y principios.
Esta mutua dependencia cognoscitiva de los principios del conoci-
miento y de las cosas, que no puede quitarse totalmente por nuestro
modo de conocer, pone otro velo en el desarrollo de cada ciencia, pues
la luz de evidencia con que se conocen las demás conclusiones de la
ciencia depende de la luz con que se conocen sus principios y causas.
effectibus. Si autem id quod est prius in cognitione, sit posterius in esse, est processus reso-
lutorius, utpote cum de effectibus manifestis iudicamus, resolvendo in causas simplices”.
366 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
I. La «via iudicii»
1 De Verit. q. 17, a. 1: “Illa enim via qua per scientiam inspicimus quid agendum sit,
quasi consiliantes, est similis inventioni, per quam ex principiis investigamus conclusio-
nes. Illa autem via qua ea quae iam facta sunt, examinamus et discutimus an recta sint,
est sicut via iudicii, per quam conclusiones in principia resolvuntur”. — I, q. 79, a. 8:
“Ratiocinari comparatur ad intelligere sicut moveri ad quiescere, vel acquirere ad habere,
quorum unum est perfecti, aliud autem imperfecti. Et quia motus semper ab immobili
procedit, et ad aliquid quietum terminatur; inde est quod ratiocinatio humana, secundum
viam inquisitionis vel inventionis, procedit a quibusdam simpliciter intellectis, quae sunt
prima principia; et rursus, in via iudicii, resolvendo redit ad prima principia, ad quae
inventa examinat”. — De Malo, q. 6: “Homo secundum intellectum in via inventionis
movet se ipsum ad scientiam, in quantum ex uno noto in actu venit in aliquid ignotum,
quod erat solum in potentia notum”.
2 In Boeth. de Trin. Pars 3, q. 6, a. 1 (co 22): “Rationalis consideratio ad intellectua-
lem terminatur secundum viam resolutionis, in quantum ratio ex multis colligit unam et
simplicem veritatem. Et rursum intellectualis consideratio est principium rationalis se-
cundum viam compositionis vel inventionis, in quantum intellectus in uno multitudinem
comprehendit. Illa ergo consideratio, quae est terminus totius humanae ratiocinationis,
maxime est intellectualis consideratio. Tota autem consideratio rationis resolventis in
omnibus scientiis ad considerationem divinae scientiae terminatur”.
3 I, q. 79, a. 9: “Secundum viam inventionis, per res temporales in cognitionem
devenimus aeternorum, secundum illud Apostoli, ad Rom. 1: «invisibilia Dei per ea quae
facta sunt, intellecta, conspiciuntur»; in via vero iudicii, per aeterna iam cognita de
temporalibus iudicamus, et secundum rationes aeternorum temporalia disponimus”.
368 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
mer proceso, Santo Tomás suele decir que el iudicium se hace por me-
dio de la resolutio 1, aunque incluya también una compositio 2.
Aristóteles fue, sin duda, el genio del método científico, al que sólo es
comparable Santo Tomás. Por lo que debemos prestar especial atención
al método seguido en el desarrollo de sus ocho libros sobre la Física.
Como señala Santo Tomás, los asuntos tratados en la Física se divi-
den del modo siguiente:
Physica determinat
De rerum naturalium Libro I
principiis scientiae naturalis Libro II
De per intrinseca: de motu et
Libro III
subiecto de ipso infinito
de motu motu per extrinseca: de loco, de
secundum Libro IV
vacuo et tempore
se
divisio in species Libro V
motus in partes quantitativas Libro VI
Anal. prooemium, n.6: “Pars autem Logicae, quae primo deservit processui, pars Iudicati-
va dicitur, eo quod iudicium est cum certitudine scientiae. Et quia iudicium certum de
effectibus haberi non potest nisi resolvendo in prima principia, ideo pars haec Analytica
vocatur, idest resolutoria”.
2 In I Sent. d. 8, q. 5, a. 1, 2ª obj.: “Resolutio intellectus non stat quousque invenit
compositionem”.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — CAPÍTULO 4 369
La sección «de principiis», que abarca los libros I y II, lleva a tér-
mino el proceso resolutivo que establece las causas reales del ente mó-
vil. Los demás libros que tratan «de subiecto» corresponden al proceso
judicativo. El primer iudicium recae sobre la primera passio del ente
natural, esto es, el movimiento, definido ahora a la luz de las causas re-
ales (lecciones 1 a 5 de Santo Tomás). Aquí se distingue el movimiento
en sentido estricto de los cambios sustanciales. Luego Aristóteles trata
de otras propiedades del ente móvil: intrínseca (el infinito, última parte
del libro III) y extrínsecas (lugar, vacío y tiempo, todo el libro IV). Fi-
nalmente vendrá la división del movimiento, tanto en sus partes subje-
tivas o especies (libro V), como en sus partes integrales (libro VI). El li-
bro VII concluye la doctrina de la Física general con el principio de cau-
salidad: omne quod movetur, ab alio movetur, y señalando lo que pue-
de considerarse el límite de la Física: la existencia de un primer motor
no físico. La doctrina del libro VIII, como señala Santo Tomás, pertene-
ce más bien a la Cosmología 1.
En esta última parte estudiaremos los límites con los que se encuen-
tra la investigación de la Física general al considerar el orden de los en-
tes móviles entre sí, tanto desde el punto de vista de la causalidad, como
del lugar y del tiempo. Deberemos aquí delimitar lo que pueda pertene-
cer a una ciencia superior metafísica y lo que pertenezca a ciencias infe-
riores, en particular a la cosmología.
1 Como enseñan los escolásticos, hay tres modi sciendi, esto es, tres instrumentos pa-
1º Heráclito y Platón
2º Aristóteles
1 Las matemáticas son abstractas pero no separadas (dejan de lado pero no niegan).
Platón comete error en ambos casos: también a los entes matemáticos los separa.
2 La idea es original e interesante, aunque hay que tener en cuenta que las matemáti-
1 Principio acertado.
2 La inteligencia no puede separar un accidente de la sustancia, porque es su sujeto
propio; la abstracción formal de la cantidad sólo tiene en cuenta a la sustancia en cuanto
sujeto, dejando de lado su naturaleza.
374 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Tomás son formales para Cayetano, sólo que una abstrae la esencia es-
pecífica [forma totius] y la otra el accidente cantidad 1.
Para la abstracción matemática de la cantidad, queda claro que es
abstractio formalis cayetana, pero hay que precisar para el primer gra-
do de visualización. La abstracción total es una “visualización extensi-
va”, por la que no se pretende descubrir la esencia sino sólo constituir
una noción común con trazos comunes (bípedo implume): es precientí-
fica. La abstracción formal, en cambio, es una “visualización tipológica”
que busca la esencia con sus necesidades inteligibles: es científica.
Así lo aclara Cayetano: la formal va en la línea de la actualidad, dis-
tinción y mayor inteligibilidad, mientras que la total va hacia la po-
tencialidad y menor inteligibilidad. Mientras más formalmente abstraí-
do, más conocido en sí, mientras más totalmente abstraído más conoci-
do quoad nos. Es así porque – dice Cayetano – la formal separa ele-
mentos materiales y potenciales, mientras que la total separa elementos
actuales, las diferencias específicas. Las ciencias se dividen por la dife-
rente abstracción formal, mientras que la total es condición común a
todas. “Por eso – dice Cayetano – los objetos del metafísico, como tales,
no son comparables con los objetos del físico, al modo del todo univer-
sal con las partes subjetivas” 2. “Los objetos del metafísico son compa-
rables a los del físico «ut formalia ad materialia»” (p. 34), no son más
universales (más comunes) sino más formales (reguladores). Los mo-
dernos no conciben sino la abstractio totalis y no pasan jamás a la
formalis 3, de manera que, si unos pretenden con estas nociones hacer
ciencia, se justifica que otros modernos consideren que las únicas cien-
cias “racionales” sean las matemáticas o físico-matemáticas.
Los tres grados de abstracción no están en la misma línea genérica,
pues responden a diferentes operaciones intelectivas. El ente móvil, el
1 En la forma en que aquí se explica, la diferencia sólo sería de vocabulario, pero esta
cío de contenido, la idea más hueca de todas, como lo entiende Escoto y Suárez, un puro
posible. Pero, aunque la intención es buena, es un error pensar que la abstracción de ani-
mal es reductiva. Es cierto que desde un punto de vista lógico, está en potencia a las espe-
cies y es indeterminada. Pero desde un punto de vista filosófico, está con la riqueza de to-
das las especies. Es una forma no coartada y limitada. Santo Tomás señala muchas veces
esta doble concepción de los universales abstraídos. No hay dos formas de abstraer, sino
dos maneras de entender lo mismo. El problema está en que, aunque son ricas y encierran
mucho, no las conocemos en toda su riqueza, sino en pobre rasqueteo de la esencia, de allí
que en la reflexión lógica aparezcan tan huecas.
3 La explicación de Maritain no parece ser el pensamiento de Cayetano, pero explica
la idea nominalista de los modernos, cuyas definiciones son delimitación del grupo de in-
dividuos en razón de su extensión.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — APÉNDICE 375
real cantidad.
2 La esfera II no es ideal, sino real.
376 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Una verdad capital es que hay distinción esencial entre física y me-
tafísica. La esfera del primer orden de abstracción abarca tanto las cien-
cias experimentales como la filosofía de la naturaleza. El que absorbe la
filosofía de la naturaleza en la metafísica es wolffiano.
Pero Aristóteles y los antiguos pecaron porque no advirtieron que
los fenómenos exigen su ciencia específicamente (no genéricamente)
distinta de la filosofía de la naturaleza. Confundían razones de ser con
el detalle de los fenómenos, y creían que filosofía y ciencias experimen-
tales eran un mismo saber, una sola y única ciencia específica que “de-
bía explicar tanto la sustancia de los cuerpos como el arco iris” (p. 46).
Los antiguos carecían de cierta técnica conceptual en lo referente a la
ciencia de los fenómenos, salvo para la astronomía y la óptica. Todo lo
comprendía el análisis que llamaremos de tipo ontológico. Fue así hasta
el s. XVII. Así se ve en “nuestro maestro Juan de Santo Tomás”. Lo
mismo para Descartes. “Debemos al trabajo de los siglos modernos una
ventaja histórica en la que ha tenido parte la síntesis tomista” (p. 48) 1.
Tomás en un campo en el que son maestros, la epistemología. La raíz del problema está
en considerar – como hace Juan se Santo Tomás – que la filosofía de la naturaleza es una
única ciencia con unidad específica. Porque entonces es cierto que la universalidad de la
física general no condice con la particularidad del arco iris. Pero si se tiene en cuenta que
es un género de ciencias, de más universales a más particulares, se ve que la distinción de
Maritain no tiene lugar.
2 Antiguos y modernos están de acuerdo en que filosofía y ciencias deben absorber-
se porque, en verdad, no hay lugar a distinción, salvo para el claro caso de las ciencias
medias.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — APÉNDICE 377
2º Un error trágico
1 La doctrina de las ciencias medias es suficiente para clasificar lo que tienen de cien-
rias, sí se aplican sobre el mismo terreno, aunque tengan sus diferencias, y por lo tanto el
choque es inevitable.
4 Maritain no tiene suficientemente en cuenta que la abstracción matemática pierde
1 Más bien por la extensión y el tiempo, que es número del movimiento y es matema-
tizable. En física moderna el movimiento se entiende en razón del espacio y del tiempo.
2 Señala bien la importancia de la filosofía de la naturaleza en relación a la metafísi-
1 Si la raíz del error de Maritain (como de muchos otros autores) está en no distin-
bajo las cualidades sensibles, tan inmediatamente cognoscible bajo éstas, que Santo To-
más la llama sensible per accidens. Además, volvamos a señalar que el dominio de las
matemáticas (II), y por lo tanto de las ciencias medias (b) no es de razón sino real (se in-
cluyen en I).
2 Para considerar al fenómeno como quiere Maritain, en realidad sí hay que “evitar
toda presunción relativa al ser, a la sustancia, a la causa”, al menos toda presunción muy
inmediata. De hecho, en la frase siguiente reconoce “la utilidad de la ascesis del positivis-
mo”. Pero esto hiere de muerte al realismo.
3 El análisis cuantitativo sí toca la realidad, aunque no lo hace con profundidad.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — APÉNDICE 381
1º Pierre Duhem
1 A la magia o gnosticismo. Esta es una fina profecía de lo que hoy ocurre en el mo-
porque si bien la inteligencia conoce antes la sustancia que los accidentes, sólo conside-
rando las diferencias que revelan los accidentes sensibles, esto es, los «fenómenos» (pues
¿qué otra cosa son?), puede llegar a determinar más en particular la naturaleza de las di-
ferentes sustancias.
3 En el enfoque matemático no hay más causalidad que la formal. Por eso puede de-
cirse que no explica el movimiento, sino que lo describe formalmente, señalando simples
relaciones cuantitativas entre impulso y velocidad de un móvil, o entre espacio y tiempo.
382 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Claro indicio de que las ciencias nuevas no son ciencias en sentido estricto, pues no
C. Posiciones tomistas
acerca de la filosofía de la naturaleza
1 Con esta brutal distinción Maritain desprecia la fineza de las distinciones escolásticas
nir por propiedades, aun por sus operaciones. Maritain cree así librarse de tener que juz-
gar la teoría de la relatividad de Einstein. Nos parece que aquí está la finalidad principal
que lo lleva a enredarse con el kantismo: Distinguiendo la filosofía de las ciencias «feno-
ménicas», cree poder dedicarse tranquilo a su filosofía y no tener que lidiar con las nuevas
teorías científicas, casi imposibles de juzgar. Pero no es tan simple. El tiempo es número
del movimiento, lo que en cierto modo es definición operativa. Si la teoría de la relativi-
dad vale, no habría una única numeración del movimiento, y no nos libraríamos de la re-
latividad del tiempo. Los filósofos usan relojes de la misma marca que los científicos.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — APÉNDICE 385
1 La inteligencia no puede referirse a cualidades y cantidades sin saber que son acci-
dentes de la sustancia, ni considerar acciones o pasiones sin entender que hay agente y
paciente. En las relaciones matemáticas de los fenómenos ya hay cierto grado de abstrac-
ción universal. El análisis puramente fenoménico es el propio de un perro. En cuanto a los
«mitos» matemáticos, hay que tener en cuenta que el matemático cuenta con un sistema
de signos o lenguaje que le permiten discurrir largamente en sus argumentaciones, que
aunque no puedan seguirse mentalmente, no por eso son ilegítimas.
2 Se está jugando con las palabras. Lo «observable», si es observable por la inteligen-
cia, es inteligible, y si es observable sólo por los sentidos, no tiene ninguna universalidad
que lo pueda hacer ingresar como dato científico. Lo inteligible no cae bajo los sentidos en
cuanto tal, pero los inteligibles que se abstraen inmediatamente del fantasma sensible se
dicen sensibles per accidens, y lo sensible se observa bajo estos universales.
3 Sigue el juego. El conocimiento sensible queda informado por la quididad abstracta
del conocimiento inteligible. Cuando conocemos el color, lo vemos bajo la quididad abs-
tracta; ¡y también distinguimos intelectualmente el blanco del azul! Maritain pretende
desvincular ambos conocimientos para fundar su explicación, contra las doctrinas fun-
damentales no sólo del tomismo sino del sentido común.
386 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
científico.
3 La referencia a lo sensible está en la naturaleza misma de la idea, pues de lo sensi-
ante los datos de experiencia, pero una es saber y la otra es no querer saber gran cosa.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — APÉNDICE 387
1 Como advertimos, Juan de Santo Tomás no dice bien en este punto, pues las quidi-
dades diversas son sujeto de ciencias diversas, teniendo siempre alguna diferencia en el
modo de definir.
2 Es cierto que las ciencias modernas dan definiciones operativas (llamémoslas así),
pero en la medida en que no buscan los aspectos esenciales, en esa misma medida no son
definiciones capaces de fundar una ciencia propiamente dicha, pues no implican las cau-
sas, sino sólo ciertas relaciones entre aspectos numerables u observables.
3 La “manera insatisfactoria” que guardan responde a que no son ciencias, sino sim-
ples observaciones; no tienen ningún objeto formal propio (salvo las que logran matema-
tizarse llegando a ser «ciencias medias»).
388 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 La física general es sabiduría secundum quid y no debe bajar a los detalles, pues es
general. Pero la química sí debe tener en cuenta aspectos más detallados, y la perrología –
puesto que hay una – debe tener en cuenta todo lo que se relaciona per se primo con los
perros en cuanto tales.
2 Es verdad que se hace dificilísimo o quizás imposible definir debidamente la especie
perruna, por gradual división formal de géneros. Esto obliga al naturalista a quedarse sólo
con esbozos de múltiples ciencias de las plantas y de los animales. Pero no por eso dejan
de existir estas ciencias específicas.
3 Hacemos nuestra la dificultad de estos escolásticos a la moda tridentina.
4 La prudencia no es ciencia, por lo que no le conviene a Maritain la comparación.
Las ciencias nuevas obedecen a modos de definir insuficientes, que deben ser esclarecidos
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — APÉNDICE 389
por los principios propios del sujeto que consideran, que pueden decirse filosóficos o
científicos. La distinción sólo vale para las ciencias matematizadas, que constituyen cien-
cias medias. Pero éstas no pertenecen al mismo grado de abstracción, porque son for-
malmente matemáticas. La respuesta no ha solucionado nada.
1 La diferencia no debería ser puramente accidental, sino agregarse al sujeto como a
formalidad matemática. Maritain la tiene en cuenta, pero mal, pues la considera ente de
razón.
390 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Esquemas que se pueden asociar a los que hace la cogitativa para abstraer el univer-
sal (Fabro).
2 Aquí Maritain, como lo dirá luego, está pensando en la subalternación de la teología
a la ciencia beatífica. Ambas consideran a Dios en cuanto Dios, pero aquella a la luz de la
fe y ésta a la luz de la gloria.
INTRODUCCIÓN A LA FÍSICA — APÉNDICE 391
6º Aplicaciones a la biología
matematizan, las ciencias nuevas quedan en pañales. La continuidad de las evidencias na-
turales es hecha por la filosofía, y si estas ciencias no resuelven plenamente su objeto, es
porque renuncian a pensarlo como se debe, esto es, filosóficamente. No tienen ninguna
estructura de saber propiamente dicha.
2 La matematización se aplica más en la físico-química porque ésta considera los en-
1 Bello párrafo.
2 Punto importante y muy bien dicho. Y esto es justamente lo que vuelve grave el error
que comete Maritain al separar la filosofía de la naturaleza de la observación experimental.
3 Los antiguos hacían bien. Hay diferencia, pero no específica, porque es cierto que
termina el acto de aquel hábito, y de la cual fluyen las pasiones de ese su-
jeto”: entitas en metafísica, quantitas en matemáticas y mobilitas en fi-
losofía de la naturaleza. El objeto o sujeto formal quod de la filosofía de
la naturaleza es, entonces, ens sub ratione mobilitatis. Se podría llamar
“esfera de inteligibilidad fundamental” [mas no es buen nombre].
Pero está también la ratio formalis objecti ut objectum, la perspec-
tiva formal bajo la cual el objeto es alcanzado por el espíritu, o “luz ob-
jetiva” [obiectum]. Es la “ultima formalitas proportionans et coaptans
obiectum potentiae vel actui” (Juan de Santo Tomás). Esta perspectiva
formal está constituida, según Cayetano, por cierto tipo o grado de in-
materialidad abstractiva: sin materia para la metafísica, con materia in-
teligible para las matemáticas, con materia sensible pero no particular
para la filosofía de la naturaleza.
Dos observaciones.
1ª. La luz objetiva tiene un papel más formalmente especificativo
que el llamado de inteligibilidad 1.
2ª. Una misma esfera de inteligibilidad fundamental, determinada
por un llamado de inteligibilidad surgido de la cosa, puede diversifi-
carse en varias luces objetivas diferentes, en cuyo caso es claro que éstas
especifican los hábitos científicos. Así se distinguen teología y ciencia
beatífica. Ambas tienen el mismo llamado de inteligibilidad: Deus sub
ratione deitatis, pero la luz objetiva es distinta, en cuanto evidente para
la ciencia beatífica y en cuanto revelada para la teología. En este caso,
el llamado de inteligibilidad tiene un valor de determinación genérico y
no específico, mientras que la luz objetiva especifica 2.
A veces el llamado de inteligibilidad puede tener un valor específico,
al que le corresponde una luz objetiva especificativa 3. Pero a veces pue-
1 Le da vueltas tres veces a la afirmación, pero no termina de decir por qué es más
formal.
2 Distingue entre ciencia beatífica, teología y fe; la ciencia beatífica considera a Dios
4º Filosofía de la naturaleza
y ciencias empirioesquemáticas
1 Cabe distinguir filosofía y ciencias según que enfocan sobre un mismo sujeto, el en-
te móvil, una luz plena y una luz parcial. Pero lo que no cabe es darle a las últimas catego-
ría de verdaderas ciencias.
2 Esta supuesta «fenomenalidad» es más bien un llamado a la no inteligibilidad.
396 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Esto vale para la física general, un poco menos para la química, pero no vale para la
perrología.
2 Está bien lo dicho con dos aclaraciones: las investigaciones experimentales sin aná-
lisis filosófico no tienen carácter científico; mientras más general es una disciplina cientí-
398 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
fica (de filosofía natural), más definitivas son sus determinaciones. La física general de
Aristóteles sigue vigente.
1 Ya está cayendo Maritain en el concordismo fácil. No es nada vano negar las con-
quistas del evolucionismo; no es claro que haya que medir el tiempo por lo atómico; no
está demostrado que la tierra no sea el centro del universo. Las nuevas ideas no son ino-
centes…
INTRODUCCIÓN A LA
METAFÍSICA
CAPÍTULO 1: Si existe una ciencia que va más allá de la física ..............403
B. Parece que no hay ciencia más universal que la física, 405. — I. AR-
GUMENTO PRINCIPAL CONTRA LA EXISTENCIA DE UNA CIENCIA TRANSFÍSICA, 406. —
II. PRUEBA DE LO MISMO POR LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, 406. — 1º Entre los
antiguos, 406. — 2º Entre los medievales, 408. — 3º Entre los modernos, 409.
Lalande.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 1 405
cuando se usa para hablar del lenguaje mismo; v. gr.: «palabra» tiene tres sílabas”; y «meta-
matemáticas»: “teoría lógica formal de las pruebas en matemáticas”. Como se ve, para quie-
nes han creado estas palabras «metafísica» significa lógica de las ciencias o epistemología.
2 Elders, op. cit. p. 10.
406 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
gnitionem veritatis. A principio enim, quasi grossiores existentes, non existimabant esse
entia nisi corpora sensibilia. Quorum qui ponebant in eis motum, non considerabant mo-
tum nisi secundum aliqua accidentia, ut puta secundum raritatem et densitatem, congre-
gationem et segregationem. Et supponentes ipsam sustantiam corporum increatam, as-
signabant aliquas causas huiusmodi accidentalium transmutationum, ut puta amicitiam,
litem, intellectum, aut aliquid huiusmodi. Ulterius vero procedentes, distinxerunt per in-
tellectum inter formam sustantialem et materiam, quam ponebant increatam; et perce-
perunt transmutationem fieri in corporibus secundum formas essentiales. Quarum trans-
mutationum quasdam causas universaliores ponebant, ut obliquum circulum, secundum
Aristotelem, vel ideas, secundum Platonem. Sed considerandum est quod materia per for-
408 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
mam contrahitur ad determinatam speciem; sicut sustantia alicuius speciei per accidens
ei adveniens contrahitur ad determinatum modum essendi, ut homo contrahitur per
album. Utrique igitur consideraverunt ens particulari quadam consideratione, vel inquan-
tum est hoc ens, vel inquantum est tale ens. Et sic rebus causas agentes particulares as-
signaverunt. Et ulterius aliqui erexerunt se ad considerandum ens inquantum est ens, et
consideraverunt causam rerum, non solum secundum quod sunt haec vel talia, sed secun-
dum quod sunt entia”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 1 409
1 In I Physic. lect. 2, n. 15: “Ad geometriam non pertinet inducere rationem contra
destruentem sua principia; sed hoc vel pertinet ad aliquam aliam scientiam particularem
(si tamen geometria sit subalternata alicui particulari scientiae; sicut musica arithmeticae
subalternatur, ad quam pertinet disputare contra negantem principia musicae); vel hoc
pertinet ad scientiam communem, scilicet ad logicam vel metaphysicam”.
2 Cf. «dici primo» en los Segundos analíticos, cap. 4, A, III.
3 Santo Tomás parece decir en muchos lugares que ninguna ciencia puede defender
sus principios, salvo la sabiduría o metafísica; sin distinguir entre principios propios y
comunes, como aquí hacemos. Pero dice así porque por «principios» entiende los comu-
nes, que son los únicos que las ciencias propiamente reciben; pues los propios deben
hallarse en la misma ciencia. Es evidente que defender que el hombre tiene intelecto in-
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 1 411
Dado que hay principios primeros evidentes por sí mismos que tie-
nen mayor universalidad que los principios propios de la física, lo que
se pone en evidencia, como dijimos, en que el físico no puede defender-
los porque no pertenecen primeramente al sujeto de su ciencia, el ente
móvil; se sigue necesariamente que la física no es la ciencia universal,
siendo posible hallar una ciencia más universal que argumente a partir
de aquellos principios comunísimos. Esta ciencia universal merecerá
ciertamente que se la llame transfísica o metafísica, pues sus considera-
ciones irán más allá de las propias de la física.
material, le pertenece al psicólogo y no al metafísico, que trata del ente en cuanto ente y
no en cuanto racional.
412 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
est ordinare. Cuius ratio est, quia sapientia est potissima perfectio rationis, cuius pro-
prium est cognoscere ordinem. Nam etsi vires sensitivae cognoscant res aliquas absolute,
ordinem tamen unius rei ad aliam cognoscere est solius intellectus aut rationis. Invenitur
autem duplex ordo in rebus. Unus quidem partium alicuius totius seu alicuius multitu-
dinis adinvicem, sicut partes domus ad invicem ordinantur; alius autem est ordo rerum in
finem. Et hic ordo est principalior, quam primus. Nam, ut Philosophus dicit in XI Meta-
physicae, ordo partium exercitus adinvicem, est propter ordinem totius exercitus ad du-
cem. Ordo autem quadrupliciter ad rationem comparatur. Est enim quidam ordo quem
ratio non facit, sed solum considerat, sicut est ordo rerum naturalium. Alius autem est or-
do, quem ratio considerando facit in proprio actu, puta cum ordinat conceptus suos ad
invicem, et signa conceptuum, quae sunt voces significativae; tertius autem est ordo quem
ratio considerando facit in operationibus voluntatis. Quartus autem est ordo quem ratio
considerando facit in exterioribus rebus, quarum ipsa est causa, sicut in arca et domo”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 1 413
1º El nacimiento de la Metafísica
ente accidental; la física trata del ente en potencia y la lógica del ente de
razón. En los catorce libros que componen el tratado de Filosofía Pri-
mera, Aristóteles establece claramente el sujeto de esta ciencia, el mé-
todo que debe seguir y da los primeros pasos; pero, como señala Santo
Tomás, el Filósofo no alcanza a determinar las causas del ente en toda
su universalidad, pues no logra comprender que la Causa Primera sea
causa no sólo de la forma sino también de la materia. La Metafísica ha
nacido con Aristóteles, pero no sale de la infancia.
2º Prolongado letargo pagano de la Metafísica
El desarrollo de la Metafísica va a ser paralizado por un larguísimo
invierno. Después de Aristóteles, el pensamiento griego sufrió una re-
gresión de corte materialista con los estoicos y epicúreos. El último in-
tento metafísico del paganismo es el del neoplatonismo, que culmina en
Plotino (205-270 d. C.); aunque aquí ya ha comenzado la influencia de
la Revelación divina sobre los esfuerzos de la razón. Quien prepara la
aparición del neoplatonismo es el judío helenizante Filón de Alejandría,
que busca conciliar Platón con la Revelación por medio del recurso abu-
sivo a la alegoría; también influyen las primeras herejías gnósticas sali-
das del cristianismo; pero quien funda la escuela neoplatónica es Am-
monius Saccas, al parecer un cristiano apóstata, maestro de Plotino. Es-
te sistema merece el título de platónico, porque toma de Platón las
principales ideas, sobre todo la distinción fundamental entre el mundo
real de las Ideas y el mundo sensible que es sólo imagen del otro. Pero
es platonismo renovado por el pensamiento judío y cristiano, que pone
a Dios como primer principio y último fin de todo lo que es. Para Ploti-
no, Dios es la causa de todo lo que es y de todo lo bueno – lo que signifi-
ca un enorme progreso en orden a la Metafísica –, pero está más allá del
ser y del bien: es el Uno, inaccesible en su simplicidad. Su ciencia en-
tonces no es tampoco ontología sino más bien «henología» 1. Las clarifi-
caciones de Aristóteles siguen durmiendo en los manuscritos. En el 50
a. C. Andrónico de Rodas había editado por primera vez sus obras com-
pletas 2, las que fueron comentadas por Alejandro de Afrodisia a fin del
s. II, pero sólo se difundirán las obras de lógica 1.
filosófico la herencia intelectual de Aristóteles, llevó a buen fin, en la segunda mitad del s.
I a. C, la publicación de las obras del Estagirita (G. Reale, Guía de lectura de la Metafísica
de Aristóteles, Herder 1999, p. 210).
1 Porfirio, discípulo de Plotino, adopta el Organon de Aristóteles como instrumento
como el Liber de Causis, extracto de los Elementos de teología del neoplatónico Proclo.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 1 417
1 Siempre llevó consigo – aún se conserva el autógrafo – sus apuntes de las explica-
ciones de San Alberto sobre los Nombres Divinos, del Dionisio, y la Ética a Nicómaco. En
Colonia fue ordenado sacerdote y comenzó su tarea docente como “repetidor”. Fue allí
también donde se manifestó su genio. Grande y silencioso, sus compañeros creyeron que
el novicio italiano estaba aplastado por la profundidad de las lecciones de tal maestro, y
comenzaron a llamarlo «el buey mudo de Sicilia»; pero intrigado por algunos indicios,
San Alberto le encomendó de un día para el otro la exposición pública de un problema
muy difícil: expone ordenadamente el tema, el maestro le arguye con fuerza, para respon-
der establece una distinción clave que nadie había visto, “no parece discípulo sino maes-
tro”, “dispense pero no veo otra manera”, lo fulmina con cuatro fortísimos argumentos y
todos son resueltos simplemente con la misma distinción. Entonces profetiza San Alberto:
“lo llaman buey mudo, pero los mugidos de su ciencia resonarán en el mundo entero”.
2 Compárese la Suma Teológica con el Comentario a las Sentencias para tener una
1 Esta distinción parece haber sido concebida desde los primeros contactos del discí-
pulo mudo de San Alberto con el pensamiento aristotélico, pues Santo Tomás ya la expo-
ne en el De ente et essentia, juvenil escrito de esta época. Aunque, como acertadamente
muestra Cornelio Fabro, sufrirá luego una importante maduración que la purificará de
cierta influencia de Avicena.
2 Cf. Ramírez, Introducción, p. 164ss.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 1 421
las facultades concedidas por el Papa Juan XXI, condenaba algunas te-
sis tomistas dentro de una larga de lista de errores averroístas 1. Aunque
fue inmediatamente defendido y rehabilitado, una capa de duda cubrió
a los «aristotélicos» y de allí en más el pensamiento tomista quedó para
los más como un tesoro escondido.
Después de Santo Tomás, el único escolástico que ofreció un siste-
ma digno de tenerse en cuenta fue el «Doctor sutil» Juan Duns Esco-
to, franciscano (1266-1308). También dice que la Metafísica es la cien-
cia del ens commune, pero lo entiende unívocamente a modo de un gé-
nero cuyas primeras diferencias son finito e infinito. De esta manera la
teología o ciencia del ente infinito no sólo queda separada de la Metafí-
sica u ontología, sino que también le queda subordinada, y casi en para-
lelo con la filosofía de la naturaleza o ciencia del ente finito. La Metafí-
sica será la ciencia de la esencia o pura posibilidad de ser (esse
quiditativum), indiferente a la existencia concreta, propia del ente indi-
vidual; pero tal ciencia es difícil de distinguir de una simple lógica de
nuestros conceptos.
Guillermo de Ockham, también franciscano (1295-1349), perso-
nifica el escepticismo del fin de la Edad Media. Como Aristóteles con
Platón, Ockham se opone a Escoto pero depende de él. Reacciona co-
ntra la complicación escotista y, en su simplificación, hace de la Metafí-
sica lo que en Escoto ya casi parecía: la transforma en una lógica sin
fundamento en la realidad 2. Con él, debido a su gran influencia, la Me-
tafísica muere en plena juventud en el espíritu de una gran parte de los
pensadores cristianos, dejando a la teología sin armas ni armadura.
En los siglos XIV y XV la escolástica entra en decadencia y ya no en-
contraremos más cabezas de escuela. Los sabios del Renacimiento acu-
den a los clásicos, apareciendo versiones nuevas y más ajustadas de sus
disminuir en lo más mínimo el prestigio y la autoridad doctrinal de Santo Tomás” (p. 171);
pero en realidad sus efectos fueron funestos. En su Historia de la Filosofía, Fraile dice
que la condenación provocó “una confusión que tuvo lamentables consecuencias para el
desarrollo de la filosofía y la teología durante varios siglos” (vol. II 2º, BAC 1986, p. 475);
y más adelante señala la importancia que tuvo en el nacimiento del nominalismo: “En el
aspecto teológico y filosófico [el nominalismo] significa el desenlace – negativo – del gran
problema de las relaciones entre la filosofía y la revelación, que hemos visto planteado en
siglos anteriores, y que a finales del siglo XIII culmina en las condenaciones antiaverroís-
tas y antitomistas de París y de Oxford. El nominalismo es una consecuencia del descon-
cierto producido por aquellas condenaciones y de las luchas doctrinales entre las diversas
escuelas” (op. cit. p. 538).
2 Fraile, op. cit. p. 569: “La verdad es que, a pesar de sus propósitos «realistas», lo
que hace Ockham es sustituir la ontología por la lógica, llegando a un logicismo y un abs-
tractismo mucho peor que el de aquellos a quienes trataba de suplantar”.
422 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
5º La muerte de la Metafísica
ra, sólo una se conoce en sí misma. Esta es, por lo tanto, el sujeto de tal
ciencia. De allí que, cuando se quiera denominar la ciencia por aquello
de lo que trata, se lo hará por el sujeto, como se dirá ciencia equina o
del caballo si el caballo es su sujeto.
Sólo se puede tener conocimiento cierto de aquello que no puede
ser de otro modo. Se puede conocer que el árbol es verde y que es un
vegetal; pero el árbol podría no ser verde, por lo que no se puede estar
cierto de que lo sea en verdad; mientras que el árbol no puede no ser un
vegetal, por lo que de esto sí se está cierto. Pero lo que no puede ser de
otro modo, es necesario. Por lo tanto, aquello de lo que se tiene ciencia
simpliciter debe ser necesario 1.
La ciencia es también conocimiento perfecto; y conocer perfecta-
mente lo necesario supone conocer, en primer lugar, su esencia o quidi-
dad y, además, sus partes, sus propiedades, sus causas y sus efectos.
Ahora bien, esencia o quididad sólo tienen simpliciter las sustancias,
que son en sí, mientras que las realidades accidentales sólo la tienen
secundum quid, según que se entiendan y definan a modo de sustan-
cias. En consecuencia, el sujeto de toda ciencia es siempre una sustan-
cia o algo que se tiene a modo de sustancia.
Partes. Además, el conocimiento de las partes necesarias no es co-
nocimiento simpliciter sino secundum quid, porque las partes no pue-
den conocerse en cuanto tales si no se las conoce en el todo sustancial.
Las paredes son parte de la casa y sólo puede tener ciencia de las pare-
des quien tiene ciencia de la casa y en cuanto la tiene; lo mismo hay que
decir del que conoce de ojos, pues sólo puede tener ciencia del ojo en
cuanto tiene la ciencia del animal, pues el órgano no se conoce sino en
relación al todo y en cuanto es parte de él. Por eso hay que decir que no
pueden ser las partes el sujeto de una ciencia, sino el todo sustancial,
pues las partes se conocen en el todo y sólo el todo se conoce en sí mis-
mo, esto es, simpliciter.
Propiedades. Algo semejante hay que decir de las propiedades; no
hay conocimiento simpliciter de ellas, porque sólo pueden conocerse en
la medida en que se conoce la sustancia de la que son propiedades. Sólo
puede tener ciencia de lo antisísmico aquel que conoce de cons-
trucciones, y quien conoce de amaestramiento conoce secundum quid,
según que conoce simpliciter de perros. Por lo tanto, tampoco puede ser
sujeto de una ciencia lo que es propiedad de alguna sustancia, sino que
lo será más bien aquella sustancia de la que es propiedad.
1 In I Post. anal. lect. 4, n. 34: “Illud de quo simpliciter habetur scientia, oportet esse
considerat aliquod genus subiectum, oportet quod consideret principia illius generis, cum
scientia non perficiatur nisi per cognitionem principiorum, ut patet per Philosophum in
principio Physicorum. Sed principiorum duo sunt genera. Quaedam enim sunt quae et
sunt in se ipsis quaedam naturae completae et sunt nihilominus principia aliorum, sicut
corpora caelestia sunt quaedam principia inferiorum corporum et corpora simplicia
corporum mixtorum. Et ideo ista non solum considerantur in scientiis ut principia sunt,
sed etiam ut sunt in se ipsis res quaedam; et propter hoc de eis non solum tractatur in
scientia quae considerat ipsa principiata, sed etiam habent per se scientiam separatam,
428 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
sicut de corporibus caelestibus est quaedam pars scientiae naturalis praeter illam, in qua
determinatur de corporibus inferioribus, et de elementis praeter illam, in qua tractatur de
corporibus mixtis. Quaedam autem sunt principia, quae non sunt naturae completae in
se ipsis, sed solum sunt principia naturarum, sicut unitas numeri et punctus lineae et
forma et materia corporis physici, unde huiusmodi principia non tractantur nisi in
scientia, in qua de principiatis agitur”.
1 I, q. 1, a. 7: “Omnia autem pertractantur in sacra doctrina sub ratione Dei, vel quia
sunt ipse Deus; vel quia habent ordinem ad Deum, ut ad principium et finem. Unde se-
quitur quod Deus vere sit subiectum huius scientiae”. Siguiendo a Santo Tomás, que
habla normalmente del «genus subiectum» de una ciencia (“secundum Philosophum in I
Poster. [87 a 38], una scientia est quae est unius generis subiecti”. I, q. 1, a. 3, arg. 1), di-
remos que el sujeto es un «género», aunque también puede ser una especie. Se justifica
hablar así porque, como vemos en el siguiente punto, para llegar a la ciencia de las espe-
cies debemos empezar por la de los géneros, más notorias y universales y, por lo general,
únicas alcanzables por el hombre.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 2 429
materia; y del compuesto de materia y forma puede decirse algo del agente, si éste no es
evidente (por demostración quia).
2 Los animales tiene por principal función sentir y tiene sus cabezas vueltas al hori-
zonte; las plantas tienen por función principal alimentarse y tienen sus partes capitales
(las raíces) vueltas hacia las sustancias de la tierra. Cf. I, q. 91, a. 3, ad 3.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 2 433
1 Proemium in Metaph.: “Hoc enim est subiectum in scientia, cuius causas et passio-
nes quaerimus, non autem ipsae causae alicuius generis quaesiti. Nam cognitio causarum
alicuius generis, est finis ad quem consideratio scientiae pertingit”.
2 Proemium in Metaph.: “Ex quibus intellectus certitudinem accipit, videntur esse
intelligibilia magis. Unde, cum certitudo scientiae per intellectum acquiratur ex causis,
causarum cognitio maxime intellectualis esse videtur”.
3 Proemium in Metaph.: “Illa scientia maxime est intellectualis, quae circa principia
maxime universalia versatur. Quae quidem sunt ens, et ea quae consequuntur ens, ut unum
et multa, potentia et actus. Huiusmodi autem non debent omnino indeterminata remanere,
cum sine his completa cognitio de his, quae sunt propria alicui generi vel speciei, haberi non
possit. Nec iterum in una aliqua particulari scientia tractari debent: quia cum his unum-
quodque genus entium ad sui cognitionem indigeat, pari ratione in qualibet particulari
scientia tractarentur. Unde restat quod in una communi scientia huiusmodi tractentur;
quae cum maxime intellectualis sit, est aliarum regulatrix”. — Nota. El genial proemio de
Santo Tomás a la Metafísica busca dar una síntesis de lo que es esta ciencia, pero no pre-
tende – como nosotros – seguir la via inventionis. Por eso no tomamos todo tal cual está
allí. Santo Tomás hace una consideración más metafísica, nosotros más lógica, pues esta
es la ciencia en la que nos apoyamos para introducirnos. No partimos de considerar la
metafísica como sabiduría (como hace Santo Tomás) sino como ciencia universal; y no
damos los tres argumentos metafísicos para mostrar que es la ciencia más intelectual, si-
no sólo argumentos de orden lógico para mostrar que es la ciencia más cierta.
434 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 I, q. 13, a. 11: “Hoc nomen Qui est est maxime proprium nomen Dei […] propter eius
universalitatem. Omnia enim alia nomina vel sunt minus communia; vel, si convertantur
cum ipso, tamen addunt aliqua supra ipsum secundum rationem; unde quodammodo
informant et determinant ipsum. Intellectus autem noster non potest ipsam Dei essen-
tiam cognoscere in statu viae, secundum quod in se est, sed quemcumque modum deter-
minet circa id quod de Deo intelligit, deficit a modo quo Deus in se est. Et ideo, quanto
aliqua nomina sunt minus determinata, et magis communia et absoluta, tanto magis pro-
prie dicuntur de Deo a nobis. Unde et Damascenus dicit quod «principalius omnibus quae
de Deo dicuntur nominibus, est Qui est, totum enim in seipso comprehendens, habet ip-
sum esse velut quoddam pelagus sustantiae infinitum et indeterminatum». Quolibet enim
alio nomine determinatur aliquis modus sustantiae rei, sed hoc nomen Qui est nullum
modum essendi determinat, sed se habet indeterminate ad omnes; et ideo nominat ipsum
pelagus sustantiae infinitum”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 2 435
mero y propio el ens, es decir, id quod est, y todo lo que cae bajo la
aprehensión del intelecto lo hace bajo la razón de ente, como alguna de-
terminación suya 1. Como el ente es, entonces, el objeto primero y pro-
pio del intelecto bajo el cual entiende todo lo que entiende, debe ser
tomado como sujeto de la ciencia universal.
Respecto a los principios. El sujeto de la ciencia universal debe
ser aquel en el cual se fundan los principios más comunes. Ahora bien,
el principio comunísimo es el de no contradicción, que se funda inme-
diata y exclusivamente en la noción de ente. Porque el principio más
evidente y que está implicado en todo juicio del intelecto, es el llamado
de no contradicción: «Es imposible que lo que es no sea»; pues cuando
decimos que los perros son adiestrables, damos por supuesto que si lo
son, no pueden no serlo. Y este principio, como se ve, se funda en «lo
que es» o ente: «El ente es y no puede no ser» 2. Por lo tanto, el ente
debe ser sujeto de la Metafísica.
Respecto a las propiedades. Todas las ciencias tratan de «lo que
es» bajo cierta determinación particular; la psicología trata del ente en
cuanto es hombre, la física trata del ente en cuanto cambia, las mate-
máticas tratan del ente en cuanto a la cantidad; y ninguna de las
ciencias particulares trata del ente en cuanto ente. Ahora bien, como
cada ciencia sólo considera las propiedades que se siguen per se primo
de su sujeto; y lo que se sigue per se de lo particular no pertenece sino
per accidens a lo universal, como político se sigue per se de animal
racional y pertenece per accidens a animal; en consecuencia, ninguna
de las ciencias particulares considera lo que se sigue per se del ente en
cuanto ente. Pero es altamente necesario saber estas cosas, pues de ello
depende el conocimiento de todo lo demás, porque el conocimiento de
lo particular depende del conocimiento de lo común. Por lo tanto, es
necesario que, por encima de todas las particulares, haya una ciencia
1 Contra gentiles, l. II, cap. 83: “Adhuc. Cum natura semper ordinetur ad unum,
unius virtutis oportet esse naturaliter unum obiectum: sicut visus colorem, et auditus
sonum. Intellectus igitur cum sit una vis, est eius unum naturale obiectum, cuius per se et
naturaliter cognitionem habet. Hoc autem oportet esse id sub quo comprehenduntur
omnia ab intellectu cognita: sicut sub colore comprehenduntur omnes colores, qui sunt
per se visibiles. Quod non est aliud quam ens”. In I Metaph. lect. 2, n. 46: “Primo in
intellectu cadit ens”. — De Veritate, q. 1, a. 1: “Illud autem quod primo intellectus concipit
quasi notissimum, et in quod conceptiones omnes resolvit, est ens, ut Avicenna dicit in
principio suae Metaphysicae. Unde oportet quod omnes aliae conceptiones intellectus
accipiantur ex additione ad ens”.
2 Contra gentiles, l. II, cap. 83: “Naturaliter igitur intellectus noster cognoscit ens, et
ea quae sunt per se entis inquantum huiusmodi; in qua cognitione fundatur primorum
principiorum notitia, ut non esse simul affirmare et negare, et alia huiusmodi”.
436 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
universal que tenga como sujeto al ente en cuanto ente, en toda su uni-
versalidad 1.
Respecto a las causas. Mientras más anteriores y universales son
las causas, más comunes son las naturalezas que dependen per se de
ellas; la fotosíntesis es causa particular de la vida de muchos vegetales,
pero la nutrición es causa más general de la vida de todos los cuerpos
vivos. Ahora bien, la ciencia universal busca los primeros principios de
las cosas y las causas altísimas. Por lo tanto, como la naturaleza de la
que son principios y causas debe darse en todas las cosas, el sujeto de la
ciencia universal no puede ser otro que el ente en cuanto tal. Esto se ve
en la intención de los primeros filósofos que buscaban los elementos
primeros por los que todas las cosas tenían ser 2.
Conclusión. Bajo la consideración de la ciencia universal o Metafí-
sica caen – materialmente consideradas – todas las cosas y todos los
aspectos de las cosas, esenciales o accidentales, actuales o potenciales,
reales o pensados; pero – formalmente consideradas – no caen en
cuanto son tales o cuales naturalezas particulares, sino en cuanto son o
tienen relación con lo que es. Por eso decimos que el sujeto de la Meta-
física es «lo que es quocumque modo en cuanto que es» o el «ens com-
munis inquantum ens». La Metafísica, entonces, considera simpliciter
al ente en cuanto tal, extendiendo su consideración a todo lo que le per-
bus, considerant quidem de ente, cum omnia subiecta scientiarum sint entia, non tamen
considerant ens secundum quod ens, sed secundum quod est huiusmodi ens, scilicet vel
numerus, vel linea, vel ignis, aut aliquid huiusmodi. […] Ad scientiam non pertinet consi-
derare de his quae per accidens insunt subiecto suo, sed solum de his quae per se insunt.
Geometra enim non considerat de triangulo utrum sit cupreus vel ligneus, sed solum
considerat ipsum absolute secundum quod habet tres angulos aequales etc.. Sic igitur
huiusmodi scientia, cuius est ens subiectum, non oportet quod consideret de omnibus
quae insunt enti per accidens, quia sic consideraret accidentia quaesita in omnibus scien-
tiis, cum omnia accidentia insint alicui enti, non tamen secundum quod est ens. Quae
enim sunt per se accidentia inferioris, per accidens se habent ad superius, sicut per se
accidentia hominis non sunt per se accidentia animalis. Necessitas autem huius scientiae
quae speculatur ens et per se accidentia entis, ex hoc apparet, quia huiusmodi non debent
ignota remanere, cum ex eis aliorum dependeat cognitio; sicut ex cognitione communium
dependet cognitio rerum propriarum”.
2 In IV Metaph. lect. 1, n. 533: “Hic ostendit, quod ista scientia, quae prae manibus
habetur, habet ens pro subiecto, tali ratione. Omne principium est per se principium et
causa alicuius naturae: sed nos quaerimus prima rerum principia et altissimas causas,
sicut in primo dictum est: ergo sunt per se causa alicuius naturae. Sed non nisi entis.
Quod ex hoc patet, quia omnes philosophi elementa quaerentes secundum quod sunt
entia, quaerebant huiusmodi principia, scilicet prima et altissima; ergo in hac scientia nos
quaerimus principia entis inquantum est ens: ergo ens est subiectum huius scientiae, quia
quaelibet scientia est quaerens causas proprias sui subiecti”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 2 437
III. Dificultades
considerare sustantias separatas, et ens commune, quod est genus, cuius sunt praedictae
sustantiae communes et universales causae. Ex quo apparet, quod quamvis ista scientia
praedicta tria consideret [primas causas, ens commune et sustantias separatas], non ta-
men considerat quodlibet eorum ut subiectum, sed ipsum solum ens commune”. — In IV
Metaph. lect. 1, n. 529: “Quia vero scientia non solum debet speculari subiectum, sed
etiam subiecto per se accidentia: ideo dicit quod est quaedam scientia, quae speculatur
ens secundum quod ens, sicut subiectum, et speculatur «ea quae insunt enti per se», idest
entis per se accidentia”. — In III Physic. lect. 6, n. 327: “Sed quia posset aliquis dicere
quod consideratio de infinito pertinet ad philosophum primum ratione suae communita-
tis, ad hoc excludendum interponit quod non omne ens oportet esse finitum vel infinitum:
nam punctus et passio, idest passibilis qualitas, sub nullo horum continetur: ea autem
quae pertinent ad considerationem philosophi primi, consequuntur ens inquantum ens
est, et non aliquod determinatum genus entis”. — I, q. 44, a. 2, ad 2: “Et ulterius aliqui
erexerunt se ad considerandum ens inquantum est ens, et consideraverunt causam rerum,
non solum secundum quod sunt haec vel talia, sed secundum quod sunt entia. Hoc igitur
quod est causa rerum inquantum sunt entia, oportet esse causam rerum, non solum
secundum quod sunt talia per formas accidentales, nec secundum quod sunt haec per
formas sustantiales, sed etiam secundum omne illud quod pertinet ad esse illorum
quocumque modo”.
438 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Porque las ciencias tienen siempre como sujeto una naturaleza única y
unívoca.
Ahora bien, el ente en su significado común es una noción no uní-
voca sino equívoca. El ente dicho de la sustancia es esencialmente di-
verso del ente dicho de los accidentes; más diversidad hay todavía entre
el ente entendido en acto y entendido en potencia, que no es sino sólo
puede ser; y aún más entre el ente real y el ente de razón. El ens
commune en cuanto tal no puede ser, entonces, sujeto de una única y
misma ciencia.
Pero si se tiene en cuenta que el accidente no tiene ser por sí mismo
sino que lo tiene en la sustancia; si se tiene en cuenta que el ente en po-
tencia es algo sólo en orden y referencia al ente sustancial en acto; si se
considera que el ente de razón es algo sólo en la medida en que se lo
piensa a modo de sustancia; entonces sí pueden considerarse todas es-
tas cosas dentro de una misma ciencia. Pero esta ciencia no tiene como
sujeto al ente en su sentido común, sino al ente en su sentido primero y
simple, que es la sustancia 1.
Esta parece ser la opinión explícita de Aristóteles, que en el libro IV
de la Metafísica dice: “El Ente se dice de varios modos; pero todo ente
se dice en orden a un solo principio. Unos, en efecto, se dicen entes
porque son sustancias; otros, porque son afecciones de la sustancia;
otros, porque son camino hacia la sustancia, o corrupciones o privacio-
nes o cualidades de la sustancia, o porque producen o generan la sus-
tancia o las cosas dichas en orden a la sustancia, o porque son negacio-
nes de alguna de estas cosas o de la sustancia. Por esto también decimos
que el No-ente es No-ente. Pues bien, así como de todo lo sano hay una
sola ciencia, igualmente sucede esto también en las demás cosas. Perte-
nece, en efecto, a una sola ciencia considerar no sólo lo que se dice se-
gún una sola cosa, sino también lo que se dice en orden a una sola natu-
raleza; pues también esto, en cierto modo, se dice según una sola cosa.
Es, pues, evidente que también pertenece a una sola ciencia contemplar
los entes en cuanto entes. Pero siempre la ciencia trata propiamente de
lo primero, y de aquello de lo que dependen las demás cosas y por lo
cual se dicen. Por consiguiente, si esto es la sustancia, de las sustancias
tendrá que conocer los principios y las causas el filósofo” 2.
1 In IV Metaph. lect. 1, n. 546: “Omnis scientia quae est de pluribus quae dicuntur ad
unum primum, est proprie et principaliter illius primi, ex quo alia dependent secundum
esse, et propter quod dicuntur secundum nomen; et hoc ubique est verum. Sed sustantia
est hoc primum inter omnia entia. Ergo philosophus qui considerat omnia entia, primo et
principaliter debet habere in sua consideratione principia et causas sustantiarum; ergo
per consequens eius consideratio primo et principaliter de sustantiis est”.
2 Metafísica, libro IV, cap. 2, 1003b5-19. Traducción de García Yebra, Gredos 1990.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 2 439
quididad de la cosa material, que es el objeto de nuestro intelecto”. Cf. I, q. 85, a. 8; q. 87,
a. 2 ad 2.
2 I, q. 84, a. 7: “Intellectus autem humani, qui est coniunctus corpori, proprium obie-
ctum est quidditas sive natura in materia corporali existens; et per huiusmodi naturas
visibilium rerum etiam in invisibilium rerum aliqualem cognitionem ascendit”.
3 Metafísica, libro VII, cap. 2 1028b8-30.
440 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
IV. Soluciones
mira a Dios. Bien porque se trata de Dios mismo, bien porque se trata de algo referido a
El como principio y como fin. De donde se sigue que Dios es verdaderamente el sujeto de
esta ciencia”.
2 In Boet. de Trin. q. 5, a. 3: “In operatione intellectus triplex distinctio invenitur.
possumus considerare de Deo quomodo sit, sed potius quomodo non sit”.
4 Ibid.: “Potest ostendi de Deo quomodo non sit, removendo ab eo ea quae ei non
Cada ciencia considera las causas del sujeto, a la luz de las cuales
explica sus propiedades. Pero las causas pueden ser de dos géneros;
unas pueden ser a su vez sustancias con esencia o naturaleza completa,
otras pueden ser sólo principios sin esencia completa, como la materia y
la forma en los cuerpos 2. Si lo que se cree sujeto de una ciencia apare-
ciera ser efecto formal y propio de una causa con esencia completa, de-
bería tomarse como sujeto más bien la causa que el efecto; es lo que
ocurre, como dijimos, entre el artefacto y la idea del artista. El sujeto
bien determinado, en cambio, no se sigue como efecto formal y propio
de las causas consideradas en sí mismas como sustancias; en este caso,
las causas son sujeto, a su vez, de otra ciencia superior. Por ejemplo, el
mixto tiene como causa material a los elementos, que son a su vez sus-
tancias completas; pero el mixto no se sigue necesariamente de los ele-
mentos, porque respecto a la naturaleza de éstos, la posibilidad de la
mezcla es accidental. Una es, entonces, la ciencia del mixto y otras dis-
1 In VII Metaph. lect. 2, n. 1297-1301: “De sustantiis sensibilibus prius est agendum,
quia huiusmodi sustantiae sensibiles sunt confessae apud omnes: omnes enim confitentur
quasdam sensibiles esse sustantias. Sustantias autem non sensibiles, non omnes
confitentur. Unde prius quaerendum est de sustantiis sensibilibus sicut de notioribus…
Ideo prius dicendum est de essentiis sustantiarum sensibilium, quia hoc est praeopere,
idest ante opus sicut praeparatorium et necessarium ad opus, ut ex his sustantiis sensi-
bilibus, quae sunt magis manifestae quo ad nos, transeamus ad illud, quod est notius sim-
pliciter et secundum naturam, idest ad sustantias intelligibiles, de quibus principaliter
intendimus. Ita enim fit disciplina in omnibus rebus, sive omnibus hominibus, per ea
quae sunt minus nota secundum naturam, procedendo ad ea quae sunt magis nota secun-
dum naturam. Cum enim omnis disciplina fiat per ea quae sunt magis nota addiscenti,
quem oportet aliqua praecognoscere ad hoc ut addiscat, oportet disciplinam nostram
procedere per ea quae sunt magis nota quo ad nos, quae sunt saepe minus nota secundum
naturam, ad ea quae sunt notiora secundum naturam, nobis autem minus nota”.
2 Cf. In Boet. de Trin. q. 5, a. 4.
444 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
tintas son las de los elementos, siendo éstas anteriores y aquella subor-
dinada.
Pues bien, el ente tiene como causa propiísima, tanto eficiente como
final, a la Sustancia divina, la que evidentemente tiene esencia comple-
tísima en sí misma. De allí que la ciencia del ente debería tomar como
sujeto a la Sustancia divina, considerando los diversos modos del ente
como sus efectos propios. Pero, aunque a la luz de la razón natural co-
nocemos todo lo que es bajo la razón común de ente, sin embargo nos
es imposible conocer la Quididad divina en sí misma, alcanzando a co-
nocer a Dios sólo en cuanto es causa de todas las cosas. Por lo tanto,
debido a la imperfección de la luz natural del intelecto, no podemos to-
mar como sujeto de la teología más que la noción común de ente, consi-
derando a la Sustancia divina no tanto como parte del sujeto sino más
bien como causa. Porque si bien la noción común de ente, considerada
en sí misma, incluye evidentemente al Ente divino como analogado
primero y principal; sin embargo, quoad nos, no podemos considerarlo
parte del sujeto de la Metafísica porque no sólo no conocemos su esen-
cia, sino que su misma existencia se alcanza por demostración «quia» a
partir de los entes finitos, y del sujeto de toda ciencia debe preconocerse
tanto «an sit» como «quid sit» 1.
Esto implica, por supuesto, una posesión imperfecta de la ciencia
universal; pero, como diremos más adelante, la teología no es una ciencia
humana sino divina, y el hombre participa de ella según su condición. A
la luz de la fe se alcanza un cierto conocimiento de Dios en sí mismo, y
la teología se participa entonces de modo más perfecto, pudiendo tomar
como sujeto – según se debe – a la Sustancia divina en sí misma.
En conclusión, la Metafísica o teología filosófica tiene como sujeto
al ente en cuanto ente y trata de Dios en cuanto es principio y causa de
los entes; la teología revelada, en cambio, tiene como sujeto a Dios en
cuanto Dios y trata de las cosas en cuanto son efectos de la Sustancia
divina 2.
En cuanto a los argumentos tomados de Aristóteles y Santo Tomás,
señalemos que el sujeto de la Metafísica se distingue del sujeto de la fí-
sica en que éste tiene necesariamente materia, porque la física conside-
1 In I Post. Anal. lect. 2, n. 15: “De subiecto oportet praecognoscere et quid est et quia
considerantur res divinae non tamquam subiectum scientiae, sed tamquam principia
subiecti, et talis est theologia, quam philosophi prosequuntur, quae alio nomine metaphy-
sica dicitur. Alia vero, quae ipsas res divinas considerat propter se ipsas ut subiectum
scientiae et haec est theologia, quae in sacra Scriptura traditur”. Ver todo el artículo.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 2 445
ciencia puede decirse que es principio tanto la definición del sujeto como la proposición
que predica la definición del sujeto. Decir que el ente es «lo que es no necesariamente
material» es una manera de explicar la universalidad del ente frente a la experiencia del
hombre, presente ya desde la primera concepción de esa noción por el intelecto. La pro-
posición «el ente no es necesariamente material» equivale, entonces, al principio que
predica la definición del sujeto. Nota. Tomamos así partido en una cuestión muy dispu-
tada dentro del tomismo, pero en esta parte introductoria no hay lugar para entrar en dis-
cusiones. Puede verse el status quaestionis del problema en Santiago Gelonch, Separatio
y objeto de la metafísica en Tomas de Aquino, EUNSA 2002. En el comienzo del camino,
al discípulo no le queda otra opción que seguir las preferencias del maestro, debe esperar
las cumbres para juzgar por sí mismo.
Capítulo 3
Las propiedades de la Metafísica
A. Los nombres de la Metafísica, 448. — I. CIENCIA DEL ENTE COMÚN O
«METAFÍSICA», 448. — II. CIENCIA DE LAS CAUSAS ALTÍSIMAS O «FILOSOFÍA
PRIMERA», 450. — III. CIENCIA DE LA SUSTANCIA SEPARADA O «TEOLOGÍA», 453.
huius scientiae attenditur, sortitur tria nomina. Dicitur enim scientia divina sive theolo-
gia, inquantum praedictas sustantias considerat. Metaphysica, inquantum considerat ens
et ea quae consequuntur ipsum. Haec enim transphysica inveniuntur in via resolutionis,
sicut magis communia post minus communia. Dicitur autem prima philosophia, in-
quantum primas rerum causas considerat”.
2 Proemium in Metaph.: “Scientia debet esse naturaliter aliarum regulatrix, quae
maxime intellectualis est. Haec autem est, quae circa maxime intelligibilia versatur”.
Santo Tomás, en su Proemio, parte del nombre de «sabiduría» que la metafísica merece
por relación a las otras ciencias y lo justifica remontándose a las tres propiedades que
hacen de esta ciencia la maxime intellectualis, según las cuales recibe los tres nombres
dichos. Nosotros seguimos fielmente su esquema, pero en sentido inverso: partimos del
nombre de «metafísica», más cercano al sujeto, y descendemos al de sabiduría.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 449
sunt nobis magis nota, in ea quae sunt magis nota naturae; sed ea quae sunt nobis magis
nota, sunt confusa, qualia sunt universalia; ergo oportet nos ab universalibus ad singu-
laria procedere”.
2 In I Post. Anal. lect. 4, n. 43: “Oportet quod quoad nos, universalius sit prius et
magis notum. In omni enim generatione, quod est in potentia est prius tempore et pos-
terius natura, quod autem est completum in actu est prius natura et posterius tempore.
Cognitio autem generis est quasi potentialis, in comparatione ad cognitionem speciei, in
qua actu sciuntur omnia essentialia rei. Unde in generatione scientiae nostrae prius est
cognoscere magis commune quam minus commune”.
450 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
más inteligibles y claras las nociones más universales. Por lo tanto, da-
do que la Metafísica trata de las nociones maxime universales y, en con-
secuencia, maxime inteligibles quoad nos, resulta que la Metafísica tie-
ne como propio ser la ciencia maxime intellectualis 1.
Corolarios. Primero. Si bien la Metafísica es la ciencia cuyos prin-
cipios son los más claros y ciertos para nosotros, el conocimiento que
permite de las cosas es general y confuso. No nos basta saber del hom-
bre lo que le pertenece en cuanto ente, sino que debemos saber también
lo que le es propio en cuanto cuerpo, en cuanto viviente, en cuanto sen-
sible y en cuanto racional. La Metafísica es la ciencia universal no por-
que incluya explícita y actualmente la universalidad de los conceptos,
como pretendía Descartes, sino porque considera el sujeto, los princi-
pios y las propiedades más universales de las cosas.
Segundo. Si bien la Metafísica exige ser completada por el conoci-
miento de las ciencias particulares; sin embargo, las ciencias particula-
res no podrían alcanzar un conocimiento claro de sus sujetos sin la Me-
tafísica; porque las quididades más particulares y específicas se expli-
can por las más universales, las primeras de las cuales son sujeto de la
Metafísica 2.
Secundo, ex comparatione intellectus ad sensum. Nam, cum sensus sit cognitio particula-
rium, intellectus per hoc ab ipso differre videtur, quod universalia comprehendit. Unde et
illa scientia maxime est intellectualis, quae circa principia maxime universalia versatur.
Quae quidem sunt ens, et ea quae consequuntur ens, ut unum et multa, potentia et actus”.
2 Proemium in Metaph.: “Huiusmodi autem [ens, unum et multa, potentia et actus]
non debent omnino indeterminata remanere, cum sine his completa cognitio de his, quae
sunt propria alicui generi vel speciei, haberi non possit. Nec iterum in una aliqua
particulari scientia tractari debent: quia cum his unumquodque genus entium ad sui
cognitionem indigeat, pari ratione in qualibet particulari scientia tractarentur”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 451
tamente la materia con que comienzan a pensar los jóvenes que se dis-
ponen a la filosofía; pero sólo consideradas reflexivamente como nocio-
nes, en cuanto conocidas, y no consideradas tal como se dan en las co-
sas; por lo que tal consideración pertenece a la lógica. Es así que, al es-
tudiar los unívocos, se consideran los géneros supremos o categorías; al
estudiar los análogos, se aprenden las nociones más universales o tras-
cendentales; se consideran también los opuestos, las nociones de todo y
parte, lo que se dice per se y per accidens, los cuatro géneros de «por-
qués» o causas, etc. Pero el que hace filosofía no se queda en la defini-
ción nominal de sus conceptos, sino que busca saber cómo son las cosas
y cuáles las causas reales que las explican.
Filosofía primera. La Metafísica, entonces, tiene como sujeto al
ente común y considera las partes, propiedades y efectos más comunes
a la luz de sus causas propias. Ahora bien, hay que advertir que a la
communitas praedicationis le corresponde una communitas causalita-
tis; es decir, si cierta razón se dice de más o menos cosas, es porque hay
una causa más o menos común que lo explica 1. Por lo tanto, la ciencia
que considera las razones o formalidades que se dan en todas las cosas,
investiga las causas de virtud más universal, que necesariamente serán
las causas altísimas y primeras 2. Por esta razón, Aristóteles le dio a la
Metafísica el nombre de «filosofía primera» 3.
Propiedad. Las causas son siempre más inteligibles en sí mismas
que los efectos, porque es más inteligible lo que tiene más ser y está más
en acto, y las causas son entitativamente anteriores y más actuales que
los efectos que de ellas dependen. Ahora bien, la filosofía primera con-
sidera las causas altísimas de las que depende toda la realidad, y de allí
toma los principios para sus demostraciones. Por lo tanto, es la ciencia
1 In I Post. Anal. lect. 4, n. 42: “Et quia prius et notius dicitur dupliciter, scilicet
quoad nos, et secundum naturam… ea, ex quibus procedit demonstratio, sunt priora et
notiora simpliciter et secundum naturam, et non quoad nos”.
Proemium in Metaph.: “Maxime autem intelligibilia tripliciter accipere possumus.
Primo quidem ex ordine intelligendi. Nam ex quibus intellectus certitudinem accipit,
videntur esse intelligibilia magis. Unde, cum certitudo scientiae per intellectum acquira-
tur ex causis, causarum cognitio maxime intellectualis esse videtur. Unde et illa scientia,
quae primas causas considerat, videtur esse maxime aliarum regulatrix”.
2 Es difícil darse cuenta por qué una aguja imantada se orienta al norte si no se ob-
effectus per causam cognoscitur, manifestum est quod causa secundum sui naturam est
magis intelligibilis quam effectus, etsi aliquando quoad nos effectus sint notiores causis
propter hoc quod ex particularibus sub sensu cadentibus universalium et intelligibilium
causarum cognitionem accipimus. Oportet igitur quod simpliciter loquendo primae rerum
causae sint secundum se maxima et optima intelligibilia, eo quod sunt maxime entia et
maxime vera cum sint aliis essentiae et veritatis causa, ut patet per Philosophum in II
Metaphysicae, quamvis huiusmodi primae causae sint minus et posterius notae quoad
nos: habet enim se ad ea intellectus noster sicut oculus noctuae ad lucem solis quam
propter excedentem claritatem perfecte percipere non potest”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 453
1 Proemium in Metaph.: “Cognitio causarum alicuius generis, est finis ad quem consi-
deratio scientiae pertingit”. Como después se verá al tratar del método, el hallazgo de las
causas es lo último en la via resolutionis, aunque luego se juzgue de las propiedades según
la via iudicii.
2 Metafísica, l. VI, c. 1, 1026a19: “Por consiguiente, habrá tres filosofías especulati-
Tertio ex ipsa cognitione intellectus. Nam cum unaquaeque res ex hoc ipso vim intellecti-
vam habeat, quod est a materia immunis, oportet illa esse maxime intelligibilia, quae sunt
maxime a materia separata. Intelligibile enim et intellectum oportet proportionata esse, et
unius generis, cum intellectus et intelligibile in actu sint unum. Ea vero sunt maxime a
materia separata, quae non tantum a signata materia abstrahunt, sicut formae naturales
in universali acceptae, de quibus tractat scientia naturalis, sed omnino a materia sensibili.
Et non solum secundum rationem, sicut mathematica, sed etiam secundum esse, sicut
Deus et intelligentiae. Unde scientia, quae de istis rebus considerat, maxime videtur esse
intellectualis, et aliarum princeps sive domina”.
2 Metafísica l. II, c. 1, 993b10. Cf. In II Metaph. lect. 1, n. 284.
3 In II Metaph. lect. 1, n. 285.
4 In I Metaph. lect. 2, n. 46: “Illa enim quae sunt a materia penitus separata secun-
dum esse, sicut sustantiae immateriales, sunt magis difficilia nobis ad cognoscendum,
quam etiam universalia”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 455
I. Si la Metafísica es una
1 In I Metaph. lect. 2, n. 45: “Illa scientia est difficillima, quae est maxime de
universalibus”.
2 Proemium in Libro de Causis: “Philosophorum intentio ad hoc principaliter erat ut,
subiecti”.
456 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
una noción análoga que encierra bajo cierta confusión muchos géneros
supremos esencialmente diversos. Por lo tanto, bajo el nombre de Me-
tafísica se incluyen tantas ciencias como géneros supremos se distin-
guen en el ente.
Segundo. Aun cuando se justificara la existencia de una ontología
general que trate del ente en común; así como la filosofía de la natu-
raleza no es ciencia una, sino que incluye una física general que trata
del cambio en común y tantas otras ciencias subordinadas como gé-
neros de cambios hay; así también habría que distinguir, dentro de lo
que se denomina «Metafísica», una ontología general y otras me-
tafísicas especiales que traten de los modos fundamentales del ente.
Por lo tanto, como el ente común se divide en real y de razón, además
de la ontología debe haber una gnoseología o crítica del conocimiento;
como el ente real se divide en finito e infinito, debe distinguirse la teo-
logía filosófica; como en el ente finito se distingue especialmente el
alma como sustancia separada, cabe hablar de una psicología me-
tafísica. Así han dividido la Metafísica muchos de los escolásticos más
recientes 1.
ordena los diversos tratados de la siguiente manera: I. Logica minor; II. Logica mayor;
III. Ontologia seu Metaphysica generalis; IV. Cosmologia quae est Philosophiae natu-
ralis pars prima; V. Psychologia quae est Philosophiae naturalis pars altera; VI. Theo-
logia naturalis seu Metaphysica specialis. Después de afirmar que la metafísica es una
única ciencia, agrega: “La división entre Metafísica general y particular pertenece a los
filósofos más recientes. Como por la luz de la razón natural no podemos llegar a conocer
las sustancias separadas de la materia, sino según que somos conducidos a ellas por los
efectos, los antiguos no las trataban sino en cuanto son principios de todas las cosas, es-
to es, en aquella doctrina en la que se ponen las cosas comunes a todos los entes, que
tiene como sujeto el ente en cuanto ente, que también llamaban Teología y la enseñaban
íntegramente después de la Física. Los recientes, en cambio, en la Metafísica general,
que llaman Ontología, tratan las cosas máximamente universales y comunes del ente en
cuanto ente, y de las causas de las cosas; y la ponen inmediatamente después de la Lógi-
ca; en la Metafísica especial, en cambio, que dejan para después de la Física, tratan de
Dios y de las demás cosas menos comunes. Seguiremos esta división, respetando la cos-
tumbre establecida por el uso”.
J. Donat SI, Summa Philosophiae Christianae, Herder 1944, distribuye los trata-
dos de manera semejante: I. Logica; II. Critica; III. Ontologia; IV. Cosmologia; V. Psy-
chologia; VI. Theodicea; VII-VIII. Ethica generalis et specialis. Distingue la Metafísica de
la Lógica, Crítica y Ética; y la divide en Metafísica general u Ontología y Metafísica espe-
cial: Cosmología, Psicología y Teodicea.
E. Hugon OP, en su Cursus Philosophiae Thomisticae, Paris 1935, se refiere a la di-
visión anterior: “Los recientes dividen la Metafísica en Metafísica General, que después de
Wolf llaman Ontología, y en Metafísica especial, que abraza la Cosmología, Psicología y
Teología natural”; pero la corrige aclarando que lo propio de la Filosofía de la Naturaleza
debe estudiarse antes de la Metafísica, y por eso divide su tratado de Metafísica en tres
partes: Metafísica psicológica, que trata del alma en cuanto trasciende lo material; Meta-
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 457
sunt diversa; ita quod nec ambarum scientiarum principia procedant ex aliquibus prin-
cipiis prioribus, nec principia unius scientiae procedant ex principiis alterius; quia sive
procederent ex eisdem principiis, sive alia ex aliis, non esset diversa scientia”.
458 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
2º La unidad de la Metafísica
considerare ens secundum quod est ens. Sed praedicta omnia [los opuestos y las nociones
más comunes] sunt per se accidentia entis et unius secundum quod huiusmodi. Sicut
enim numerus, inquantum huiusmodi, habet proprias passiones, ut superfluum, aequale,
commensuratum et huiusmodi, quorum quaedam insunt alicui numero absolute, ut par et
impar, quaedam uni per comparationem ad alterum, ut aequale: et etiam sustantia habet
proprias passiones ut firmum, idest corpus, et alia huiusmodi. Similiter et ens inquantum
ens, habet quaedam propria, quae sunt communia praedicta. Ergo consideratio eorum
pertinet ad philosophum”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 459
cado al análisis de las nociones más comunes que utiliza esta ciencia y
Santo Tomás muestra como cada una de ellas tiene que ver con el sujeto
de la Metafísica, ya sea como causas, ya como partes, ya como propie-
dades 1. Por lo tanto, la Metafísica no sólo tiene unidad de género sino
que es específicamente una única ciencia.
Principios. La unidad de una ciencia puede también discernirse
según los principios primeros de los que parte, porque la ciencia es co-
mo un movimiento cuya unidad se considera no sólo según el término
«ad quem»: el sujeto, sino también según la unidad del término «a
quo»: los principios. Ahora bien, los principios comunes de los que par-
te la Metafísica están constituidos por las nociones comunes que, como
acabamos de decir, se siguen todas del ente 2. Por lo tanto, la Metafísica
es una porque parte en sus demostraciones de unos mismos principios.
1 In V Metaph. lect. 1, n. 749: “Et quia ea quae in hac scientia considerantur, sunt
omnibus communia, nec dicuntur univoce, sed secundum prius et posterius de diversis,
ut in quarto libro est habitum; ideo prius distinguit intentiones nominum, quae in huius
scientiae consideratione cadunt… Cuiuslibet autem scientiae est considerare subiectum,
et passiones, et causas; et ideo hic quintus liber dividitur in tres partes. Primo determinat
distinctiones nominum quae significant causas, secundo, illorum nominum quae signifi-
cant subiectum huius scientiae vel partes eius... Tertio nominum quae significant pas-
siones entis inquantum est ens”.
2 In IV Metaph. lect. 5, n. 595: “Propositiones per se notae sunt, quae statim notis
terminis cognoscuntur… Illa autem sunt per se nota omnibus, quorum termini in concep-
tionem omnium cadunt. Huiusmodi autem sunt communia, eo quod nostra cognitio a
communibus ad propria pervenit, ut dicitur in primo Physicorum. Et ideo istae proposi-
tiones sunt prima demonstrationum principia, quae componuntur ex terminis communi-
bus, sicut totum et pars, ut, omne totum est maius sua parte; et sicut aequale et inaequale,
ut, quae uni et eidem sunt aequalia, sibi sunt aequalia. Et eadem ratio est de similibus. Et
quia huiusmodi communes termini pertinent ad considerationem philosophi, ideo haec
principia de consideratione philosophi sunt”.
460 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 In IV Metaph. lect. 4, n. 574: “Ens est duplex: ens scilicet rationis et ens naturae.
Ens autem rationis dicitur proprie de illis intentionibus, quas ratio adinvenit in rebus
consideratis; sicut intentio generis, speciei et similium, quae quidem non inveniuntur in
rerum natura, sed considerationem rationis consequuntur. Et huiusmodi, scilicet ens
rationis, est proprie subiectum logicae”.
2 In VI Metaph. lect. 4, n. 1242: “Illius vero, scilicet entis veri, causa est aliqua passio
que tener en cuenta que, en cuanto considera al alma como forma del
cuerpo y principio de operaciones materiales, la psicología se subordina
especialmente a las ciencias naturales que consideran los géneros supe-
riores a los que pertenece el hombre en cuanto animal; pero en cuanto
considera al alma como subsistente por sí misma y principio de opera-
ciones inmateriales, se subordina inmediatamente a la Metafísica, redu-
ciendo al hombre las verdades generales de la ciencia del ente común.
La escolástica de los últimos siglos sufrió una fuerte influencia de la
filosofía moderna, en especial de la línea de pensamiento Descartes-
Leibniz-Wolff-Kant, que la llevó a dividir la Metafísica en una general y
varias especiales. El cogito cartesiano impone la crítica del conocimien-
to como una etapa previa indispensable para justificar el conocimiento
del ente real, etapa que Kant declarará infranqueable. De allí en más
toda la filosofía pasa a ser «metafísica», pero entendiendo por «física»
la fisicomatemática moderna; y viendo en el «metá» el salto imposible
que la crítica debía dar entre el pensamiento y el ente real. Por eso, des-
pués de la crítica aparece una «ontología» o Metafísica general que es,
en realidad, una ciencia de las esencias entendidas como pura posibili-
dad de ser. Y por último se tiene la metafísica especial en un planteo
tripartito de corte subjetivista: el yo, el mundo y Dios. Según la termi-
nología impuesta por Wolff, al mundo lo estudia la «cosmología», al yo
la «psicología» y a Dios la «teodicea», término en el que se reemplaza el
logos (ratio) sobre Dios de la teología, por el término dikeia, que viene
de diké: justicia, significando algo así como «justificación de Dios» 1.
Estas pésimas influencias comenzaron a corregirse con la vuelta al to-
mismo alentada por León XIII y los Papas posteriores, pero el Vaticano
II acabó con los frutos que empezaban a percibirse 2.
dei Seminari para los obispos de Italia, del 26-4-1920: “La Filosofia razionale ha le sue
parti, che sono: la Logica, la Metafisica generale, la Cosmologia, la Psicologia, la Teodicea,
l’Etica col Diritto Naturale” (Enchiridium Clericorum n. 1538).
2 Regis Jolivet, en su Tratado de filosofía: Metafísica, Buenos Aires 1957, denuncia
la distinción entre metafísica general y especial: “La Metafísica – dice – no es otra cosa
que la ciencia del ser en cuanto tal, y la Teología Natural o Teodicea no es sino una parte
de ella”; y aclara en nota: “La expresión de Metafísica general es bastante impropia y pa-
rece suponer una concepción wolfiana de la Metafísica (que es dividida por Wolff, por
Kant y en general por los modernos, en Metafísica general, que sería la Ontología, y en
Metafísicas especiales: Cosmología, Psicología y Teología racionales). Hemos visto que es-
te punto de vista es erróneo, porque, hablando en rigor, no existe una «Metafísica espe-
cial»” (p. 23). Pero no logra todavía librarse de considerar la crítica como un preámbulo
necesario a la metafísica: “Todo lo que acabamos de decir del objeto de la Metafísica no
vale, como lo hemos visto, sino ex hypothesi. Podemos y debemos, en efecto, preguntar-
nos si la inteligencia es realmente capaz de llegar al ser, es decir, cuál es el valor ontológi-
co de la razón, tal es el objeto propio de la Crítica del conocimiento, que es como una in-
462 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
operabilibus”.
2 I-II, q. 57, a. 2: “Verum autem est dupliciter considerabile, uno modo, sicut per se
notum; alio modo, sicut per aliud notum... Verum autem quod est per aliud notum, non
statim percipitur ab intellectu, sed per inquisitionem rationis, et se habet in ratione
termini. Quod quidem potest esse dupliciter, uno modo, ut sit ultimum in aliquo genere;
alio modo, ut sit ultimum respectu totius cognitionis humanae. Et quia ea quae sunt
posterius nota quoad nos, sunt priora et magis nota secundum naturam, ut dicitur in I
Physic.; ideo id quod est ultimum respectu totius cognitionis humanae, est id quod est
primum et maxime cognoscibile secundum naturam. Et circa huiusmodi est sapientia,
quae considerat altissimas causas, ut dicitur in I Metaphys.. Unde convenienter iudicat et
ordinat de omnibus, quia iudicium perfectum et universale haberi non potest nisi per
resolutionem ad primas causas. Ad id vero quod est ultimum in hoc vel in illo genere
cognoscibilium, perficit intellectum scientia. Et ideo secundum diversa genera scibilium,
sunt diversi habitus scientiarum, cum tamen sapientia non sit nisi una”.
464 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
simas, puede juzgar y ordenar todas las cosas, por lo que se dice y es sa-
biduría. Ahora bien, dado que el juicio eminente de la sabiduría se ex-
tiende a todo lo que consideran particularmente las ciencias y que las
ciencias se dividen en especulativas y prácticas; por lo tanto, parece ser
un hábito que abarca por eminencia tanto a lo especulativo como a lo
práctico 1.
Causas. La Metafísica alcanza un conocimiento eminente sobre to-
das las cosas porque se remonta a la Causa divina, por lo que merece el
nombre de teología. Ahora bien, como la teología, siendo una, juzga a la
luz de la Primera Causa todo lo que las demás ciencias consideran a la
luz de causas particulares; por lo tanto, aunque las demás ciencias se
dividen en especulativas y prácticas, la teología abarca en sí misma am-
bas modalidades; porque Dios no sólo es causa primera de la existencia
y naturaleza de las cosas, sino también de sus acciones y fabricaciones.
Aunque es más especulativa que práctica, porque trata principalmente
de las cosas naturales y divinas que de los actos humanos, de los que
considera el Bien al que se ordenan como a fin. – Esto es lo que dice
Santo Tomás de la teología revelada, pero no parece que deba juzgarse
distinto de la teología filosófica 2 –.
1 In III Sent. d. 35, q. 2, a. 3, qla. 2, arg. 1: “Quia quanto aliqua cognitio est altior,
tanto ad plura se extendit. Sed scientia donum est altior quam scientia quae ponitur virtus
intellectualis. Ergo cum scientia quae est virtus intellectualis, se extendat ad operabilia et
speculabilia, videtur quod multo fortius scientia quae est donum”. Lo que se dice del don
de ciencia parece poder decirse de la sabiduría.
2 I, q. 1, a. 4: “Sacra doctrina, ut dictum est, una existens, se extendit ad ea quae
1 In III de Anima, lect. 15, n. 820: “Intellectus, qui movet, est intellectus qui ratioci-
natur propter aliquid, non propter ratiocinari tantum; et hic est intellectus practicus, qui
differt a speculativo secundum finem. Nam speculativus speculatur veritatem, non prop-
ter aliquid aliud, sed propter seipsum tantum; practicus autem speculatur veritatem prop-
ter operationem”.
2 In I Metaph. lect. 1, n. 1-4.
466 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
I. «Domina scientiarum»
cia de los otros sentidos, que lo hacen no a las cosas mismas sino a lo que procede de
ellas, como el gusto, el olor o el sonido (n. 8). Pero ahora no podemos decir lo mismo,
porque parece que la luz es también un fluido procedente de las cosas. Aunque es tan ve-
loz su propagación, que en las cosas próximas equivale a un contacto inmediato. Al decir
que la luz es muy sutil, nos referimos tanto a que no parece ser cuerpo como a la extrema
pequeñez de sus longitudes de onda, cosas ambas que le permiten ser reflejada por cosas
o partes de cosas muy pequeñas.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 469
1 Las cosas más perfectas son últimas in via generationis para un mismo individuo,
prudencia es la recta ratio agibilium, en cuanto ex ratione deliberan qué les convenga
hacer. En los brutos el juicio de lo que deben hacer no proviene de la deliberación de la
razón sino de cierto instinto natural. De allí que puede definirse la prudencia en un ani-
mal como naturalis aestimatio de convenientibus prosequendis et fugiendis nocivis.
3 Aristóteles dice en De Sensu et Sensatu que el oído es el sentido de la disciplina y
San Pablo dice fides ex auditu. Las abejas no tiene oído y por sordas no aprenden nada,
hacen siempre lo mismo. Pero eso no quiere decir que el sonido no las afecte, pues pue-
den captarlo no por el oído sino por el tacto, en cuanto captan la vibración del aire (como
un vidrio puede romperse por un sonido). Es notable que tiene mayor dificultad para el
desarrollo intelectual un sordomudo que un ciego de nacimiento, porque es más propio
del hombre aprender por enseñanza que por invención.
470 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
vinculado con las circunstancias antecedentes y consecuentes de tal manera que determi-
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 471
nen para el futuro la percepción de las mismas. De allí en más, el rojo del semáforo se ve
con más respeto.
1 In I Metaph. lect. 1, n. 17-30.
472 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
sino per accidens, en cuanto sana a Sócrates. Aunque ser hombre conviene per se a Sócra-
tes, le conviene per accidens a Sócrates en cuanto curado.
2 Lleva mejor la parroquia el viejo sacristán que el cura novato.
3 Prueba de la mayor. El conocedor de la causa y propter quid se compara al que co-
noce sólo quia como el arte arquitectónica a la del simple operario. El arte arquitectónica
es más noble, pues tiene la operación principal. Las operaciones artificiales se distinguen
así: a) las que disponen la materia; b) las que inducen la forma; c) las que usan la cosa
constituida. Ésta es principalísima y la primera es ínfima, pues se ordena a la segunda, y
la segunda a la tercera. Por ejemplo el astillero es arquitecto respecto al maderero, pero el
marino es arquitecto respecto al astillero. Como la materia es propter formam, el que in-
duce la forma sabe por qué necesita tal materia, no así el que sólo dispone la materia. Y el
que usa, sabe por qué debe tenerse tal forma, no así el que induce. Así se ve que los arqui-
tectos conocen las causas, y los simples operarios no. En eso son semejantes a las cosas
inanimadas que obran en cuanto ordenadas por otro inteligente.
4 La demostración es un silogismo faciens scire.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 473
1 Sólo la prudencia es activa en todos sus aspectos: objeto, modo y fin; pero no puede
hace, es primero el intelecto, que halla primeramente el arte; segundo es el arte, que es un
hábito del intelecto y tercero es alguna potencia ejecutora, como la potencia motora, por
la que el artífice ejecuta la concepción de su arte” (n. 1153).
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 475
1 La ciencia del hombre dice que la quididad de hombre es animal racional, pero no
dice en qué se distingue la quididad o esencia del hombre concreto o persona. Da por evi-
dente que los hombres tienen una quididad común y lo que se dice quiditativamente de
uno vale para todos; pero la universalidad de la quididad frente a la particularidad de los
supósitos concretos pide explicaciones que sólo la metafísica es capaz de dar.
2 La «epistemología» o teoría de las ciencias no es una disciplina filosófica específi-
camente distinta de las demás, sino una función de la metafísica, como un capítulo del
tratado de gnoseología.
476 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 Estos dos modos de definir dependen de los dos modos de abstraer: universal de
particular y forma de materia. — I, q. 40, a. 3: “Duplex fit abstractio per intellectum. Una
quidem, secundum quod universale abstrahitur a particulari, ut animal ab homine. Alia
vero, secundum quod forma abstrahitur a materia; sicut forma circuli abstrahitur per
intellectum ab omni materia sensibili”. — De Sust. Sep. c. 1: “Intellectus autem noster
duplici abstractione utitur circa intelligentiam veritatis. Una quidem secundum quod ap-
prehendit numeros mathematicos et magnitudines et figuras mathematicas sine materiae
sensibilis intellectu: non enim intelligendo binarium aut ternarium aut lineam et superfi-
ciem, aut triangulum et quadratum, simul in nostra apprehensione aliquid cadit quod
pertineat ad calidum vel frigidum, aut aliquid huiusmodi, quod sensu percipi possit. Alia
vero abstractione utitur intellectus noster intelligendo aliquid universale absque consi-
deratione alicuius particularis; puta, cum intelligimus hominem, nihil intelligentes de
Socrate vel Platone aut alio quocumque; et idem apparet in aliis”. — In I De Anima, lec. 4,
n. 6: “Habemus autem duplicem modum abstractionis per intellectum: unum qui est a
particularibus ad universalia; alium per quem abstrahimus mathematica a sensibilibus”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 477
rales, que tienen como sujeto al ens mobile; porque no podría conside-
rarse el movimiento si no se tiene en cuenta tanto el sujeto material co-
mo sus formas sensibles. La definición sin materia sensible es propia de
las ciencias matemáticas, que tienen como sujeto al ens quantum; por-
que, aunque son aspectos de las sustancias materiales sujetas al cambio,
están considerados separadamente y, por lo tanto, sin razón de mo-
vimiento. Tanto las ciencias naturales como las matemáticas conside-
ran, entonces, lo que no está separado de la materia secundum esse, pe-
ro aquellas lo consideran en cuanto no separado y éstas en cuanto sepa-
rado secundum rationem.
Subiectum secundum esse secundum rationem
Physicae non separatum non separatum
Mathematicae non separatum separatum
Metaphysicae separatum separatum
su comentario a De ente et essentia, de Santo Tomás), y luego Juan de Santo Tomás toma
esa interpretación como la propia de Santo Tomás, dando lugar a estos malentendidos.
478 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
5º La Metafísica es sabiduría 1
1 In I Metaph. lect. 2.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 479
sus causas, buscada por su mismo saber, que ordena y persuade a las
demás». Así debe ser todo sabio y toda ciencia que quiera llamarse sa-
biduría; y todo el que así sea y posea una ciencia tal, es sabio y posee la
sabiduría.
Sólo la Metafísica es sabiduría. Las propiedades señaladas se
cumplen en su totalidad sólo para la ciencia que considera las causas pri-
meras y universales, esto es, para la Metafísica. Veámoslo una por una:
1. Todo el que conoce los universales, conoce en cierto modo todos
los particulares que les están sujetos, pues conoce aquellos en éstos.
Ahora bien, a los universales máximos, como el ente y lo que se sigue de
él, le están sujetas todas las cosas. Por lo tanto, la Metafísica o ciencia
de los máximos universales sabe en cierto modo de todas las cosas.
2. Las cosas más difíciles de conocer por los hombres, son las más
alejadas de los sentidos, porque el conocimiento humano tiene inicio en
lo sensible y, por lo tanto, el conocimiento sensible es común a todos.
Ahora bien, el sentido es de lo particular; en consecuencia, lo más ale-
jado de los sentidos son las cosas más universales. Por lo tanto, la cien-
cia de las cosas más universales es dificilísima. Aunque aquí hay que
volver a aclarar lo que ya se dijo antes 1; porque los universales per
praedicationem son primo nota quoad nos, esto es, las nociones más
generales según la simple aprehensión son las primeras que alcanza el
intelecto y, por lo tanto, son las más evidentes y fáciles; pues el intelecto
progresa en la ciencia yendo de los más general a lo más particular. Pe-
ro los universales in causando son prius nota secundum naturam sed
posterius nota quoad nos, esto es, en la investigación de los principios y
causas de las cosas, se conoce primero y más fácilmente lo más particu-
lar y sólo después se llega a lo más universal. Y si son difíciles de cono-
cer los principios y causas más generales unidos a las cosas sensibles,
muchísimo más difíciles de conocer son las causas separadas de toda
materia, como la Sustancia divina. De allí que la Metafísica sea la pri-
mera ciencia en dignidad y la última en aprenderse.
3. Mientras más superior es una ciencia, tanto más certeza tiene,
quanto prior tanto certior. Toda ciencia cuyo sujeto agrega algo en su
definición respecto al sujeto más universal de una ciencia superior, tie-
ne menor certeza porque debe abarcar más cosas en su consideración.
Así, por ejemplo, la física, que trata del ens mobile, tiene menor certeza
que la matemática, cuyo sujeto es el ens quantum, en el que no entran
los aspectos sensibles del ente. Ahora bien, la Metafísica es la ciencia
universal que trata del ente sin más, y por lo tanto es certissima. Por lo
6º La Metafísica es divina 2
por lo tanto entre todas las ciencias sólo ella es libre. Lo que puede en-
tenderse de dos modos:
– Genéricamente, referido a todas las ciencias especulativas. Sólo
este género de ciencias se busca por sí mismas. De allí que, entre las ar-
tes, se distingan las artes liberales (libres), que se ordenan a la ciencia,
de las artes mecánicas o serviles, que se ordenan a alguna utilidad a ser
alcanzada por alguna acción.
– Específicamente, referido a la Metafísica. Porque trata de las cau-
sas altísimas, entre las que se cuenta principalmente la causa final. De
allí que esta ciencia considere el fin último y universal de todas las co-
sas. Por lo tanto, todas las otras ciencias se ordenan a ésta como a fin,
siendo sólo la sabiduría maxime propter se.
Ciencia no humana. Una ciencia maxime libera no puede ser po-
sesión de una naturaleza que es de tantas maneras esclava, como lo es
la humana. La naturaleza humana es esclava porque está sometida a
muchas necesidades, de donde muchas veces debe dejar lo que se busca
por sí mismo para buscar lo necesario para la vida 1. Por eso la sabiduría
no le compete al hombre como posesión. Porque se posee aquello que se
puede tener cuando guste (ad nutum) y de lo que libremente se pueda
usar; pero el hombre no puede poseer así la sabiduría, porque, por una
parte, se lo impiden muchas veces las necesidades de la vida; y por otra,
no puede alcanzarla perfectamente. Pero lo poco que de ella se alcance
vale más que todo lo que se conozca por las otras ciencias.
Objeción. Sólo a dioses compete el honor de querer la ciencia que es
amable por sí; el hombre sólo es digno de buscar la ciencia apropiada a
su condición, la que se ordena a las cosas que el hombre necesita para
vivir. Porque los dioses son envidiosos de su honra y no quieren comu-
nicar sus bienes. Si alguno buscara la sabiduría sería desafortunado, al
ganarse el disfavor de los dioses.
Respuesta. La sabiduría es ciertamente ciencia divina de la que el
hombre sólo puede participar, pero Dios no es envidioso: la comunica-
ción de sus bienes no lo disminuye como para tener envidia.
Ciencia honorabilísima. La ciencia más honorable será la más
divina, pues Dios es lo más honorable entre todas las cosas. Ahora bien,
esta ciencia es la más divina. Porque hay dos modos como una ciencia
podría considerarse divina, y la sabiduría es la única en la que se dan
ambos:
1 Se dice en III Tópicos que es mejor filosofar que enriquecerse, pero muchos, faltos
na, considerada como concepto se identifica con la Segunda Persona divina, el Theo-
Logos (Dios Verbo).
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 483
1 Cf. II-II, q. 1, a. 1 y 2.
2 I, q. 1, a. 2, Decimos “a modo de ciencia subalterna”, porque, como venimos dicien-
do, la teología revelada y la Ciencia divina no son propiamente dos ciencias formalmente
distintas: ambas tienen el mismo subiectum.
484 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
revelada lo sabe sin dejar de ser formalmente una única ciencia, prin-
cipalmente especulativa, pero también práctica. Así como la teología
beatífica conoce todo lo que pueden llegar a conocer los saberes huma-
nos – por sabiduría, por matemáticas o ciencias naturales, por ética o
artes, por historia o prudencia – con la infalible certeza de ver su ade-
cuación a la Esencia divina; así también la teología revelada, a partir de
los principios revelados y de toda especie de principios de razón natu-
ral, saca conclusiones que tocan todos los ámbitos del saber humano
– más unos que otros, según la importancia que tengan en orden a la
salvación 1 –, con la superior certeza que le comunica la autoridad divi-
na de la Revelación.
Patrocinio. La teología revelada, entonces, puede ejercer un ver-
dadero patrocinio sobre la filosofía en particular y sobre todos los sabe-
res humanos en general. Como el teólogo cristiano conoce inmediata-
mente por revelación verdades fundamentales que la filosofía sólo po-
dría alcanzar con dificultad después de mucha argumentación, sobre
todo en el ámbito de la Metafísica y de la moral, puede ejercer un ver-
dadero magisterio, guiando la investigación racional por el camino ver-
dadero 2. ¿Qué mejor maestro de filósofos que el Doctor Angélico?
Servicio. Aunque la teología revelada se basta a sí misma como
ciencia y en nada depende de la filosofía, porque todo lo que puede in-
tafísica, psicología, moral, política, artes liberales, prudencia e historia: todos aquellos
que más tienen que ver con la conducta del hombre. Pero no deja alcanzar, en parte, los
ámbitos de la física y la biología. El teólogo tiene siempre algo para decir en todas las co-
sas, hasta en las matemáticas – el simbolismo sagrado de los números – y en las artes
mecánicas – el uso diabólico de la tecnología –.
2 Pío IX, carta Tuas libenter, 21 de diciembre de 1863, Denzinger 1681: “A la verdad,
al afirmar todos los hombres del mismo congreso, como tú escribes, que el progreso de las
ciencias y el éxito en la evitación y refutación de los errores de nuestra edad misérrima
depende de la íntima adhesión a las verdades reveladas que enseña la Iglesia Católica,
ellos mismos han reconocido y profesado aquella verdad que siempre sostuvieron y ense-
ñaron los verdaderos católicos entregados al cultivo y desenvolvimiento de las ciencias. Y
apoyados en esta verdad, esos mismos hombres sabios y verdaderamente católicos pudie-
ron con seguridad cultivar, explicar y convertir en útiles y ciertas las mismas ciencias. Lo
cual no puede ciertamente conseguirse, si la luz de la razón humana, circunscrita en sus
propios límites, aun investigando las verdades que están al alcance de sus propias fuerzas
y facultades, no tributa la máxima veneración, como es debido, a la luz infalible e increada
del entendimiento divino que maravillosamente brilla por doquiera en la revelación cris-
tiana. Porque, si bien aquellas disciplinas naturales se apoyan en sus propios principios
conocidos por la razón; es menester, sin embargo, que sus cultivadores católicos tengan la
revelación divina ante sus ojos, como una estrella conductora, por cuya luz se precavan de
las sirtes y errores, apenas adviertan que en sus investigaciones y exposiciones pueden ser
conducidos por ellos, como muy frecuentemente acontece, a proferir algo que en mayor o
menor grado se oponga a la infalible verdad de las cosas que han sido reveladas por Dios”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 485
non quod ex necessitate eis indigeat, sed ad maiorem manifestationem eorum quae in hac
scientia traduntur. Non enim accipit sua principia ab aliis scientiis, sed immediate a Deo
per revelationem. Et ideo non accipit ab aliis scientiis tanquam a superioribus, sed utitur
eis tanquam inferioribus et ancillis; sicut architectonicae utuntur subministrantibus, ut
civilis militari. Et hoc ipsum quod sic utitur eis, non est propter defectum vel insufficien-
tiam eius, sed propter defectum intellectus nostri; qui ex his quae per naturalem rationem
(ex qua procedunt aliae scientiae) cognoscuntur, facilius manuducitur in ea quae sunt
supra rationem, quae in hac scientia traduntur”.
2 I, q. 1, a. 5 sed contra: “Aliae scientiae dicuntur ancillae huius [sacrae doctrinae].
ñala claramente que la teología no necesita de la filosofía, pues sus principios – las ver-
dades reveladas – están por encima de cualquier otra ciencia; la teología se sirve de la fi-
losofía, y no porque no se baste a sí misma, sino por la limitación de nuestra inteligencia:
para que, mediante lo conocido por la razón natural, se profundice más fácilmente en las
verdades sobrenaturales”; y envía a I, q. 1, a. 5 ad 2. Cursivas del autor.
4 Op. cit. p. 112. Cursiva del autor.
486 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 No es difícil ver, por dar un ejemplo, que la distinción entre el ser y la esencia, fun-
damental para la metafísica, es establecida por Santo Tomás a luz de las verdades revela-
das acerca de la simplicidad del Ser divino y la espiritualidad de los ángeles, para dar ra-
zón precisa de la diferencia entre el Ente divino y los entes creados.
2 In Boet. de Trin. q. 2, a. 3 ad 5: “Quando alterum duorum transit in dominium
alterius, non reputatur mixtio, sed quando utrumque a sua natura alteratur. Unde illi, qui
utuntur philosophicis documentis in sacra doctrina redigendo in obsequium fidei, non
miscent aquam vino, sed aquam convertunt in vinum”. Las elaboraciones de la razón uti-
lizadas en contexto teológico, no constituyen una mezcla de filosofía y teología, sino que,
lo que en contexto filosófico pertenecía a la filosofía, en contexto teológico se convierte en
teología. Ibid. ad 8: “In quantum sacra doctrina utitur philosophicis documentis propter
se, non recipit ea propter auctoritatem dicentium, sed propter rationem dictorum, unde
quaedam bene dicta accipit et alia respuit”. Los principios de razón que el teólogo toma de
la filosofía, no los recibe como una ciencia subalterna recibe los principios de una ciencia
superior, sin juzgarlos, sino que los toma en cuanto los entiende como verdaderos y útiles
a su propósito.
3 Maritain comete el mismo error que denunciamos en su Introducción a la Filoso-
fía. Al tratar de la relación de la filosofía con la teología (edición del Club de Lectores, Bs.
As. 1985, p. 105-107), dice lo siguiente: “La teología, considerada en sí misma, como cien-
cia subalterna de la ciencia de Dios y de los bienaventurados, no tiene esa necesidad de
hacer uso de la filosofía; es absolutamente independiente. Sin embargo, de hecho, en ra-
zón del sujeto en que radica, es decir, por causa de la pequeñez del espíritu humano que
no puede razonar sobre las cosas de Dios sino por analogía con las de las criaturas, no
puede desenvolverse sino sirviéndose de la filosofía”. Según él, la que no tiene necesidad
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 487
Aunque la Metafísica reina sobre todas las ciencias, tiene sin embar-
go una especial afinidad con la menor de todas ellas, la lógica, como lo
señala repetidas veces Santo Tomás 1. Y esta afinidad se funda en que sólo
la lógica alcanza a tener la misma universalidad: “[La Metafísica] tiene
cierta afinidad con la lógica en razón de la universalidad de ambas” 2.
La lógica conviene con la Metafísica en que su consideración no se
reduce a un género particular de cosas, sino que trata de todas; porque,
en cuanto es arte, la materia sobre la que trabaja son las operaciones
mismas de la razón, que se refieren a todas las cosas, pues todo puede
caer bajo la consideración del intelecto. Además, como todo lo que el in-
telecto conoce, lo conoce bajo la razón común de ente; la materia circa
quam de la lógica es el ente en común, que es también sujeto de la Me-
tafísica 3.
Es verdad que las razones bajos las cuales ambas ciencias conside-
ran al ente en común son diferentes. La Metafísica tiene como sujeto al
ente en común considerado en cuanto es, mientras que la lógica lo con-
sidera en cuanto conocido. Además, el ente en común (en cuanto cono-
cido) no es sujeto sino materia (circa quam) de la lógica; su subiectum
propiamente dicho son las intenciones segundas que la razón descubre
en esa materia, tales como las de universalidad, género, silogismo, etc.,
que le sirven para ordenar el proceso del pensamiento. Pero como estas
intenciones segundas abarcan todo lo que tiene razón de ente, aunque
la Metafísica tiene como sujeto al ente real (ens naturae) y la lógica al
ens rationis, sin embargo, la amplitud o universalidad de los sujetos de
ambas ciencias son equiparables 4.
De aquí se siguen dos consecuencias de no pequeña importancia.
En primer lugar, que la argumentación de orden lógico es más cercana
1 In III Metaph. lecc. 1, n. 345: “…hoc esse propter affinitatem huius scientiae [sc.
quod dialectici est considerare de omnibus. Hoc autem esse non posset, nisi consideraret
omnia secundum quod in aliquo uno conveniunt: quia unius scientiae unum subiectum
est, et unius artis una est materia, circa quam operatur. Cum igitur omnes res non con-
veniant nisi in ente, manifestum est quod dialecticae materia est ens, et ea quae sunt
entis, de quibus etiam philosophus considerat”.
4 Ibid. n. 574: “Ens est duplex: ens scilicet rationis et ens naturae. Ens autem rationis
dicitur proprie de illis intentionibus, quas ratio adinvenit in rebus consideratis; sicut in-
tentio generis, speciei et similium, quae quidem non inveniuntur in rerum natura, sed
considerationem rationis consequuntur. Et huiusmodi, scilicet ens rationis, est proprie
subiectum logicae. Huiusmodi autem intentiones intelligibiles, entibus naturae aequipa-
rantur, eo quod omnia entia naturae sub consideratione rationis cadunt. Et ideo subiec-
tum logicae ad omnia se extendit, de quibus ens naturae praedicatur. Unde concludit,
quod subiectum logicae aequiparatur subiecto philosophiae, quod est ens naturae”.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 3 489
probat Philosophus per viam motus, quae quidem probatio est per viam naturalis philoso-
phiae, sed per viam praedicationis, quae est propria logicae, quam in quarto huius dicit
affinem esse huic scientiae”.
2 In Boet. de Trin. P. 3, q. 6, a. 1: “Processus aliquis, quo proceditur in scientiis, dici-
tur rationabilis […] uno modo ex parte principiorum, ex quibus proceditur, ut cum aliquis
procedit ad aliquid probandum ex operibus rationis, cuiusmodi sunt genus et species et
oppositum et huiusmodi intentiones, quas logici considerant. Et sic dicetur aliquis pro-
cessus esse rationabilis, quando aliquis utitur in aliqua scientia propositionibus, quae tra-
duntur in logica, prout scilicet utimur logica, prout est docens, in aliis scientiis. Sed hic
modus procedendi non potest proprie competere alicui particulari scientiae, in quibus
peccatum accidit, nisi ex propriis procedatur. Contingit autem hoc proprie et convenien-
ter fieri in logica et metaphysica, eo quod utraque scientia communis est et circa idem
subiectum quodammodo”.
Capítulo 4
El método de la Metafísica
A. La problemática Metafísica, 492. — I. IMPORTANCIA DEL BUEN CUESTIO-
NAMIENTO, 492. — II. LAS CUESTIONES EN LA METAFÍSICA, 493.
A. La problemática Metafísica
1 In II Post. Anal. lect. 1, n. 408: “Aequalis est numerus quaestionum et eorum quae
sciuntur. Cuius ratio est, quia scientia est cognitio per demonstrationem acquisita. Eorum
autem oportet per demonstrationem cognitionem acquirere, quae ante fuerint ignota: et
de his quaestiones facimus, quae ignoramus”.
2 In III Metaph. lect. 1, n. 339-342.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 4 493
1 Aristóteles, Metafísica, L. 3, c. 1: “Los que quieren investigar con éxito han de co-
menzar por plantear bien las dificultades, pues el éxito posterior consiste en la solución de
las dudas anteriores, y no es posible soltar, si se desconoce la atadura. Pero la dificultad
del pensamiento pone de manifiesto la atadura en relación con el objeto; pues, en la me-
dida en que siente la dificultad, le ocurre algo así como a los que están atados; en ninguno
de los dos casos, efectivamente, es posible seguir adelante. Por eso es preciso considerar
bien, antes, todas las dificultades, por las razones expuestas y porque los que investigan
sin haberse planteado antes las dificultades son semejantes a los que desconocen adónde
se debe ir, y, además, ni siquiera conocen si alguna vez han encontrado o no lo buscado;
pues el fin no es manifiesto para quien así procede, pero para el que se ha planteado antes
las dificultades sí es manifiesto”.
2 In III Metaph. lect. 1, n. 343-345.
494 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
A los sentidos sólo se nos ofrecen las cosas sensibles; por lo tanto, la
primera respuesta a la cuestión metafísica que el intelecto obtiene de la
experiencia, es la quidditas rei materialis, esto es, la sustancia sensible:
Lo que propiamente es, es aquello que sustat y permanece debajo de los
múltiples y variables accidentes sensibles. De allí que los primeros filó-
sofos dijeron que el ente era el agua, o el aire, o los elementos que sir-
ven de sustrato a los cambios naturales.
Pero no sólo la sustancia es, también son algo los accidentes; por-
que lo que no es, nada es. Por eso Parménides creyó poder decir que el
cambio es sólo apariencia, porque lo que pasa de blanco a rojo no pasa
de ser a no ser, ni de no ser a ser, sino que sigue siendo, pues tanto lo
blanco como lo rojo es algo y tiene realidad. Es más, lo que es nunca
podría dejar de ser, porque ¿de dónde le vendría el cambio? No de lo
que es, porque si ya es, nada nuevo hace; ni tampoco de lo que no es,
porque lo que no es, nada es ni nada hace. Y por lo mismo, lo que no es
nunca podría comenzar a ser.
Parménides se equivocaba al hablar de «lo que es» de manera uní-
voca, y no darse cuenta que «ente» se dice de muchas maneras esen-
cialmente distintas, pues es una noción análoga. De un modo se dice
«ente» la sustancia, de otro los accidentes; de una manera se dice «en-
te» lo que puede llegar a ser, de otra lo que está siendo. En el libro de
las Categorías, Aristóteles llevó a cabo la delicada tarea de distinguir los
modos del ente en sus géneros máximos, dentro de los cuales tal modo
de ser pueda predicarse unívocamente. Pero si «ente» se dice de mu-
496 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
cipio determinativo del modo de ser de los entes. Así entonces se com-
prende que el Principio divino no sea sólo informador de una materia
eterna, sino verdadero Creador de los entes finitos, compuestos de ser y
esencia, porque las esencias son también dignos efectos de un Ser dota-
do de inteligencia; y puede entenderse también que no sólo las sustan-
cias materiales, sino también las espirituales, formas puras, son partici-
paciones limitadas del Acto puro de ser, causa eficiente, ejemplar y final
del ente en todos sus modos.
Si bien el hecho que el intelecto todo lo conoce bajo alguna modali-
dad del ente persuade acerca de la existencia de una ciencia del ente en
cuanto tal, ésta no queda científicamente fundada hasta que no se dis-
tingue essentia y esse y pueden comprenderse los modos del ente como
participaciones diversas de un único principio: el acto de ser. Si se tiene
en cuenta que para lograrlo hizo falta un Santo Tomás, se puede colegir
cuál será la altura de una ciencia cuyo mismo sujeto presenta tan ex-
trema dificultad en ser establecido.
nes segundas sino primeras o directas; sólo que se las considera en cuanto conocidas (cf.
la introducción al tratado de los Predicamentos).
498 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
¿Cuáles son las partes del ente evidentes quoad nos? Es de primera
evidencia que hay cosas que son en sí, las sustancias, y aspectos o pro-
piedades que son de las cosas, los accidentes. Es también evidente que,
ante un análisis delicado, los accidentes muestran nueve modos genera-
les de ser. Se ve también que, además de estos modos de ser per se, hay
que distinguir modos de ser per accidens, por cuanto hallamos sustan-
cias con accidentes, y accidentes que existen en un sujeto con otros ac-
cidentes. La experiencia muestra también que muchas cosas no son y
llegan a ser, son y dejan de ser; de modo que hay que hablar también de
la posibilidad de ser o ente en potencia. Por último vemos que aun de
cosas que no tiene ser real decimos que verdaderamente son, como de-
cimos que es la ceguera, el mal y la nada; esto nos pide distinguir el ente
real del ente de razón o ens verum. Podemos decir entonces que la ex-
periencia nos muestra los siguientes modos del ente: la sustancia (sen-
sible) y los accidentes (nueve modos), y el ente per accidens, en poten-
cia y de razón.
Cada uno de estos modos ofrece, a la vez, una luz y una dificultad
particulares en orden al conocimiento del ente en general; de allí que
Aristóteles, después de haberlos distinguido al comienzo del libro IV,
los toma como sub-subiecta de las partes iniciales de su Metafísica. De
los accidentes trata passim, según lo necesita; deja de lado, como me-
nos importantes, el ens per accidens y ens verum, de los que trata bre-
vemente en el libro VI; pero dedica a la sustancia sensible los libros VII
y VIII, y el IX al ente en potencia y en acto. Después de las objeciones
de los modernos, nosotros no podremos dejar tan fácilmente de lado la
consideración del ens verum, que da lugar al desarrollo de lo que hoy se
llama gnoseología; y tampoco podremos omitir la consideración de ac-
cidentes tales como la cualidad (sobre todo por la naturaleza de los
hábitos) y la relación; ni un cierto tratamiento del ente per accidens,
para resolver cuestiones como el sentido de la existencia personal y el
ser de la historia. Nos toca entonces resolver cuál es el orden pertinente
en el tratamiento de cada una de estas secciones.
C. Los procesos
de la investigación Metafísica
I. Prenotandos
quasi consiliantes, est similis inventioni, per quam ex principiis investigamus conclusio-
nes. Illa autem via qua ea quae iam facta sunt, examinamus et discutimus an recta sint,
est sicut via iudicii, per quam conclusiones in principia resolvuntur”. — I, q. 79, a. 8:
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 4 503
veritatis. Una quidem per modum resolutionis, secundum quam procedimus a compositis
ad simplicia, et a toto ad partem, sicut dicitur in primo Physicorum, quod confusa sunt prius
nobis nota. Et in hac via perficitur cognitio veritatis, quando pervenitur ad singulas partes
distincte cognoscendas. Alia est via compositionis, per quam procedimus a simplicibus ad
composita, qua perficitur cognitio veritatis cum pervenitur ad totum”. — I-II, q. 14, a. 5:
“In omni inquisitione oportet incipere ab aliquo principio. Quod quidem si, sicut est prius
in cognitione, ita etiam sit prius in esse, non est processus resolutorius, sed magis compo-
sitivus, procedere enim a causis in effectus, est processus compositivus, nam causae sunt
simpliciores effectibus. Si autem id quod est prius in cognitione, sit posterius in esse, est
processus resolutorius, utpote cum de effectibus manifestis iudicamus, resolvendo in cau-
sas simplices”.
3 In Boeth. de Trin. Pars 3, q. 6, a. 1: “Rationalis consideratio ad intellectualem
devenimus aeternorum, secundum illud Apostoli, ad Rom. 1: «invisibilia Dei per ea quae
facta sunt, intellecta, conspiciuntur»; in via vero iudicii, per aeterna iam cognita de tem-
poralibus iudicamus, et secundum rationes aeternorum temporalia disponimus”.
504 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Anal. prooemium, n. 6: “Pars autem Logicae, quae primo deservit processui, pars
Iudicativa dicitur, eo quod iudicium est cum certitudine scientiae. Et quia iudicium
certum de effectibus haberi non potest nisi resolvendo in prima principia, ideo pars haec
Analytica vocatur, idest resolutoria”.
2 In I Sent. d. 8, q. 5, a. 1, 2ª obj.: “Resolutio intellectus non stat quousque invenit
1 Se podrá juzgar de las propiedades del sujeto cuya existencia ya se conoce remon-
tándose a las causas constitutivas del mismo sujeto (via iudicii); y se podrán hallar nuevas
propiedades y consecuencias a partir de esos mismos principios (via inventionis).
506 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
1 In V Metaphysic. lect. 5, n. 824: “Deinde dum dicit «ex dictis» reducit omnes modos
praedictos ad unum. Sciendum est autem, quod reductio aliorum modorum ad unum
primum, fieri potest dupliciter. Uno modo secundum ordinem rerum. Alio modo secundum
ordinem, qui attenditur quantum ad nominis impositionem”. — In V Metaph. lect. 8, n. 866:
“Illa quae sunt penitus indivisibilia, maxime dicuntur unum: quia ad hunc modum omnes
alii modi reducuntur, quia universaliter hoc est verum, quod quaecumque non habent
divisionem, secundum hoc dicuntur unum, inquantum divisionem non habent”.
2 Cf. In XI Metaph. lect. 3.
508 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Los procesos resolutivos, que nos deben llevar de las primeras no-
ciones y proposiciones (más evidentes quoad nos) al conocimiento de
los principios y causas del sujeto en cuanto tal (más evidentes in se),
exigen a la inteligencia un esfuerzo sobrehumano; porque pretenden
justamente ir más allá de los límites propios de nuestra manera de co-
nocer. De allí que Aristóteles diga que “el estado del entendimiento de
nuestra alma frente a las cosas más claras por naturaleza es como el de
los ojos de los murciélagos ante la luz del día” 2.
El ejemplo más próximo a la Metafísica de lo que implican estos
procesos, es el de la física. Aristóteles comienza el libro I de su Física
con un breve proemio (cap. 1) en el que distingue las nociones de prin-
dad y después los modos más particulares; pero para explicitarlos in actu signato, con-
viene comenzar por los modos particulares para explicar luego lo que tienen de común.
2 Metafísica, libro II, cap. 1, 993b9. Cf. In II Metaph. lect. 1, n. 279-286.
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 4 509
causa: principio es una noción más general. La resolución de un todo en dos partes poten-
cial y actual – genialidad de Aristóteles –, es una distinción en coprincipios, que por sí
mismos no tienen razón de causas. Posteriormente se podrá ver que las causas se reduz-
can (o no) a ellos. Cuando luego se resuelva el ente en esencia y acto de ser, se verá que las
causas materiales y formales están por parte de la esencia, mientras que el acto de ser sólo
puede tener razón de fin.
510 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
Una vez hallados los principios y causas del ente en cuanto tal, se
está en condiciones de juzgar de las propiedades trascendentales del en-
te: la unidad, verdad y bondad, así como todo lo que de ello se siga. En
la Metafísica predomina largamente la via iudicii sobre la via inven-
tionis, porque lo propio de ella no es tanto hallar nuevas verdades, sino
iluminar las verdades más comunes a la luz de las causas altísimas. La
via iudicii, como se dijo, consta de un doble movimiento: arranca de las
verdades comunes relativas a la unidad, verdad y bondad de los diver-
sos modos del ente, conocidas por evidencia o por opinión pero no por
las causas; se eleva a las causas altísimas del ente por un proceso reso-
lutivo; y vuelve sobre esas mismas verdades por un proceso compositi-
vo, terminando en una visión de sabiduría sobre las mismas verdades
comunes.
El término último de este proceso, entonces, es la contemplación
racional, por la que se considera la unidad de todas las cosas en la par-
ticipación de un mismo y único Principio; se considera la verdad de to-
INTRODUCCIÓN A LA METAFÍSICA — CAPÍTULO 4 511
1 Vale advertir que cuando se dice que la metafísica es el único saber capaz de volver
sobre sus principios, no se hace referencia al modo como aquí defiende Aristóteles el prin-
cipio de no contradicción. En este lugar hace una defensa de orden dialéctico, propia del
momento inicial, como cualquier ciencia tiene que hacer en el momento de establecer sus
principios. Lo propio de la metafísica es volver sobre los principios a la luz de las causas
altísimas, defendiendo en el tratado de gnoseología el valor del conocimiento como parti-
cipación de la luz divina. La defensa del libro IV pertenece al proceso de inducción, mien-
tras que la defensa propia de la metafísica es un proceso de iudicium del primer principio.
2 Como dijimos más arriba, sólo los modos o partes del ente son inducidos inmedia-
tamente de la experiencia, y por eso debemos arrancar de ellos como de principios más
evidentes quoad nos.
514 UMBRALES DE LA FILOSOFÍA
lección 4ª) y el ens verum (del que trata en la lección 5ª y última del li-
bro). Quedan entonces los otros dos modos que, junto con el unum
(considerado por Aristóteles tan evidente como el ens), constituyen las
tres bases de apoyo para elevarse, por la via resolutionis, a la inventio
del Principio divino.
VII – VIII. En los dos libros siguientes, Aristóteles hace el análisis
del ente per se, de cuyos modos considera sólo la sustancia, por ser el
principal. Aclara que sólo considera la sustancia sensible, porque sólo
de ella tenemos experiencia. En el libro VII hace una larga investiga-
ción, de orden dialéctico en su mayor parte, que termina con una muy
importante conclusión: la distinción real entre supósito (id quod est) y
sustancia (id quo est). En el libro VIII analiza este gran descubrimiento
a la luz de sus principios de materia (potencia) y forma (acto); llega a
mostrar cómo la forma constituye al supósito según grados de ser seme-
jantes a los números (lección 3ª), analogía que Santo Tomás utilizará
muy especialmente para distinguir esentia et esse; pero es aquí donde
no logra superarse a sí mismo y no llega a ver la distinción tomista que
reclamaban sus principios.
IX. En el libro IX comienza una nueva vía analítica a partir de la
distinción entre ente en acto y en potencia. Pule aquí las nociones de ac-
to y potencia y establece sobre todo la primacía del acto, fundamento
del principio de causalidad que permitirá demostrar la existencia del
Primer Principio actual.
X. En el libro X recorre la tercera vía a partir de los modos del
unum. Estudia especialmente el problema de los contrarios, íntima-
mente relacionado también con el movimiento y la causalidad.
XI. En el libro XI Aristóteles hace una síntesis de la perspectiva
universal de la Metafísica acerca del ente y retoma lo que la física había
establecido acerca del movimiento. Aquí aparece de nuevo la debilidad
de la solución aristotélica del problema metafísico, porque no va a lo-
grar superar los análisis de la física en orden a demostrar la existencia y
naturaleza del Primer Principio.
XII. En el libro XII lleva a término la via resolutionis, establecien-
do la existencia del Principio divino. Completa las conclusiones de la fí-
sica señalando que Dios no sólo es primer motor, sino también último
fin (como lo exige el análisis de la causalidad). Pero como no logró ver
en Dios al principio de todo el ente, sino sólo de la forma, tampoco lo-
gra ubicarlo por encima del orden temporal, dejando una visión dema-
siado física de la inmutabilidad divina.
XIII – XIV. Los últimos dos libros no fueron comentados por San-
to Tomás, pues presentan menos interés, ya que en ellos Aristóteles se
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