Tesisdoctoral .Acto de Ser, Gilson, Fabro PDF
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ESCUELA INTERNACIONAL DE DOCTORADO
Programa de Doctorado en Ciencias Sociales
Gilson: una interpretación del actus essendi
de Tomás de Aquino
Autor:
D. Manuel Alejandro Serra Pérez
Directores:
Dr. D. Alfonso García Marqués
Dr. D. Juan Ramón Carbó García
Murcia, mayo de 2018
ESCUELA INTERNACIONAL DE DOCTORADO
Programa de Doctorado en Ciencias Sociales
Gilson: una interpretación del actus essendi
de Tomás de Aquino
Autor:
D. Manuel Alejandro Serra Pérez
Directores:
Dr. D. Alfonso García Marqués
Dr. D. Juan Ramón Carbó García
Murcia, mayo de 2018
AUTORIZACIÓN DEL DIRECTOR DE LA TESIS
PARA SU PRESENTACIÓN
El Dr. D. Alfonso García Marqués y el Dr. D. Juan Ramón Carbó García como
Directores(1) de la Tesis Doctoral titulada “Gilson: una interpretación del actus essendi de
Tomás de Aquino” realizada por D. Manuel Alejandro Serra Pérez en el Departamento de
Ciencias Humanas y Religiosas, autoriza su presentación a trámite dado que reúne las
condiciones necesarias para su defensa.
Lo que firmo, para dar cumplimiento a los Reales Decretos 99/2011, 1393/2007,
56/2005 y 778/98, en Murcia a 7 de junio de 2018.
(1) Si la Tesis está dirigida por más de un Director tienen que constar y firmar ambos.
GILSON: UNA INTERPRETACIÓN DEL ACTUS ESSENDI DE TOMÁS DE AQUINO
RESUMEN
La metafísica fue considerada ciencia «primera» por tener como objeto el
ente «en cuanto ente», el ente en sí mismo considerado en cuanto tal ente, y no en
cualquiera de sus aspectos accidentales o secundarios. Por esta razón, se la
consideró ciencia «primera», dado que el conocimiento que ella proporcionaba
era acerca de los principios y las causas primeras del ente. Si ciencia es
conocimiento por causas, ésta es la más alta al versar sobre la búsqueda de las
causas primeras de la realidad.
De una u otra manera, la historia de la filosofía da testimonio de cómo el
hombre ha experimentado siempre un gran estupor al contemplar el misterio del
ser. La inteligencia humana está siempre interactuando con la realidad, con el ser
de las cosas, y ha ido generando conocimiento y sabiduría. Una de las preguntas
que más le han despertado su interés intelectual y espiritual es por que existe todo,
es decir, por qué el ser y no más bien nada. Los primeros filósofos son aquellos
hombres que empezaron a intentar responder a esta pregunta por el principio
(arché) de todas las cosas.
Aristóteles habla al comienzo del libro primero de su Metafísica de esta
vocación universal del hombre al saber. Más allá de la simple curiosidad o del
placer intelectual del conocimiento, emprender el camino de búsqueda de las
respuestas a los interrogantes más importantes de nuestra vida y de la realidad de
la que formamos parte, no sólo pertenece al filósofo sino a todo hombre. Es más,
es su vocación primera, pues sólo él tiene la capacidad de preguntarse por la
realidad, y si tiene esta posibilidad debe ser porque ésta esté relacionada con su
propia vocación humana.
Esto quiere decir que el sentido de la vida del hombre está en descubrir las
respuestas a los interrogantes que a realidad le plantea: ¿Quién soy? ¿De dónde
vengo? ¿Qué me cabe esperar? ¿Quién está detrás de la existencia del universo, y
cuál es su fin? En definitiva, si el ser emerge, pero en seguida se agosta, ¿qué
sentido tiene?
De alguna manera, estas cuestiones han sido siempre la razón de la ciencia
metafísica. En cada época, según el espíritu del momento, condicionada por el
8 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
conocimiento científico-‐‑técnico, físico y moral, la metafísica ha tenido una
orientación determinada, pero siempre preguntándose en el fondo el por qué de
todo como preocupación fundamental.
Esta situación se ha visto inmersa en una gran crisis especialmente en la
posmodernidad. La revolución científico-‐‑técnica y el idealismo extremo
comenzaron a poner en crisis la metafísica como ciencia posible. Descartes
pretendió establecer un método filosófico adaptado a las ciencias exactas tal y
como eran conocidas en su época. El resultado fue que el paradigma cambió y
tomó un carácter difícilmente conciliable con lo que hasta el momento había sido
la metafísica. Ésta empezó una historia de decadencia progresiva, que culminó en
la demostración de Kant de la imposibilidad de una metafísica como ciencia. Pero,
en realidad, esta imposibilidad era debida al paradigma desde el cual se pretendía
elaborar la metafísica. En cambio, el paso del tiempo fue siguiendo
inexorablemente las consecuencias de una filosofía que poco a poco fue
desembarazándose de la metafísica, hasta llegar a un punto de total declive. La
metafísica u ontología es una ciencia imposible y estéril.
Cuando parecía que la pregunta por el ser no iba a ver jamás la luz del sol
de la filosofía, los escritos del alemán, Martin Heidegger, provocaron una vuelta
al estudio de las fuentes de la metafísica, especialmente Aristóteles. Además,
debido a sus particulares ideas, otros autores entraron en debate con él suscitando
un resurgir metafísico que ha tenido un importante impacto.
Uno de los autores que polemizaron con Heidegger fue Étienne Gilson,
filósofo medievalista francés que consagró su vocación filosófica al estudio del ser
en santo Tomás de Aquino. Su magisterio, que tuvo un notable impacto, ha
contribuido sin duda a que vuelva a proponerse el estudio del ser como problema
fundamental a que debe enfrentarse la filosofía.
El presente trabajo, fruto del interés en la obra de Gilson, ha motivado que
eligiera como autor y tema de investigación lo que él propone: la novedad del esse
tomista, y lo que esta metafísica puede todavía hoy contribuir en el presente
filosófico en que nos encontramos.
La principal tesis propuesta por el pensador francés consiste en recuperar la
originalidad y la importancia para la metafísica de la doctrina tomista del actus
essendi. El ente, objeto de la metafísica, no es ya principalmente lo que era para
RESÚMENES 9
Aristóteles, la substancia, sino el acto de ser. La forma, que en la ontología del
Estagirita es acto y, por tanto, el elemento de mayor actualidad, queda supeditada
al esse, el acto más íntimo de todas las cosas, acto de todos los actos. El esse es acto
primero incluso respecto de la forma, la cual, respecto de él, pasa a ser potencia
receptiva.
Naturalmente, estos cambios introducidos por la metafísica del esse de
Tomás, son interpretados por Gilson como la razón de una filosofía que ahora es
más capaz de explicar la realidad, tanto la del ente como la de la Causa Primera
del ente. Dios y el ser van de la mano, y nuestro autor pretende demostrar que el
esse tomista es el camino más adecuado para mostrar cómo una correcta doctrina
del ser hace posible llevar a la metafísica a su fin, que es la teología, es decir, a
Dios como Causa Primera y suprema de todo. Algo que había intentado la
ontología aristotélica, pero sin un éxito completo, debido a que a ésta le faltaba
una correcta comprensión del ser.
A lo largo de los cuatro capítulos que componen el trabajo, esta
investigación trata de exponer con el máximo rigor posible cómo entiende este
autor la contribución del esse tomista a los problemas más importantes que trata la
ciencia metafísica. Además, se detiene particularmente en la relación entre Tomás
de Aquino y Aristóteles, dando alguna sugerencia que sirva para renovar la
comprensión tradicional de ambos autores. Finalmente, el trabajo pone en
confrontación el tomismo de Gilson con dos autores, uno más afín a él (Cornelio
Fabro) y otro más crítico (Lawrence Dewan).
PALABRAS CLAVE
Ser, acto, esencia, existencia, ente, Gilson, Aristóteles, santo-‐‑Tomás.
GILSON: AN INTERPRETATION OF THE ACTUS ESSENDI OF THOMAS AQUINAS
ABSTRACT
Metaphysics was considered a "ʺfirst"ʺ science because its object was the
being the "ʺas an entity"ʺ, the being itself considered as such and not as any of its
accidental or secondary aspects. For this reason, metaphysics was considered
"ʺfirst"ʺ science, since the knowledge it provided was about the principles and the
first causes of the being. If science is knowledge by causes, it is the highest one
when dealing with the search for the first causes of reality.
In one way or another, the history of philosophy bears witness to how the
man has always experienced a great amazement when contemplating the mystery
of the being. Human intelligence is always interacting with reality, with the being
of things and it has been generating knowledge and wisdom. One of the
questions that has awakened most intellectual and spiritual interest in man is
why everything exists, that is, why the being rather than nothing. The first
philosophers are those man who began to try to answer this question by the
principle (arché) of all things.
Aristotle speaks at the beginning of the first book of his Metaphysics of this
universal vocation of the man to knowledge. Beyond the simple curiosity or the
intellectual pleasure of knowledge, the fact of undertaking the search for answers
to the most important questions of our life and the reality of which we are part
does not only belong to the philosopher but to every man. Moreover, it is his first
vocation, because only he has the capacity to ask himself about reality and if he
has this possibility, it must be because it is related to his own human vocation.
This means that the meaning of the life of the man is to discover the
answers to the questions that reality poses: Who am I? Where do I come from?
What can I expect? Who is behind the existence of the universe and what is its
purpose? In short, if the human being emerges, but then becomes exhausted,
what is the point?
In a way, these questions have always been the reason for metaphysical
science. According to the spirit of the moment, in each epoch, conditioned by the
scientific-‐‑technical, physical and moral knowledge, metaphysics has had a certain
12 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
orientation, but always asking itself ultimately the reason of everything as a
fundamental concern.
This situation has been immersed in a great crisis especially in
postmodernity. The scientific-‐‑technical revolution and extreme idealism began to
put metaphysics into crisis as a possible science. Descartes intended to establish a
philosophical method adapted to the exact sciences as they were known in his
time. The result was that the paradigm changed and took a nature that was
difficult to reconcile with what metaphysics had been until that moment. Then,
metaphysics began a story of progressive decline which ended with Kant'ʹs
demonstration of the impossibility of metaphysics as a science. But this
impossibility was actually due to the paradigm from which metaphysics was
intended to be elaborated. Instead, the trace of time was inexorably following the
consequences of a philosophy that was gradually getting rid of metaphysics until
reaching a point of total decline. Metaphysics or ontology is an impossible and
sterile science.
When it seemed that the question for the being was never going to see the
sunlight of philosophy, the writings of the German Martin Heidegger provoked a
return to the study of the sources of metaphysics, especially Aristotle. In addition,
due to his particular ideas, other authors entered into debate with him, which
provoked a metaphysical resurgence that has had an important impact.
One of the authors who entered into an argument with Heidegger was
Étienne Gilson, a French medievalist philosopher who devoted his philosophical
vocation to the study of the being in saint Thomas Aquinas. His teaching, which
had an important impact, has undoubtedly contributed to the proposal of the
study of being as a fundamental problem that philosophy must face.
The present work, which is the result of the interest in the work of Gilson,
led me to choose as author and subject of research what he proposes: the novelty
of the thomistic esse and what this metaphysics can still contribute in the
philosophical present we are.
The main thesis proposed by the French thinker is to recover the originality
and importance for the metaphysics of the thomistic doctrine of the actus essendi.
The being, which is the object of metaphysics, is no longer what it was for
Aristotle, that is, the substance, but the act of the being instead. The form, which
RESÚMENES 13
in the ontology of the Stagirite is act and, therefore, the most current element, is
subordinated to the esse, which is the most intimate act of all things, the act of all
acts. The esse is the first act even with respect to the form, which, with respect to
it, becomes a receptive power.
Of course, these changes introduced by the metaphysics of Thomas'ʹs esse are
interpreted by Gilson as the reason for a philosophy that is now more capable of
explaining reality, both that of the being and that of the First Cause of the being.
God and the being go hand in hand, and our author tries to show that thomist esse
is the most appropriate way to show how a correct doctrine of the being makes it
possible to bring metaphysics to its purpose, which is theology, that is, to God as
the First and supreme Cause of everything. That was something the aristotelian
ontology had tried, but without complete success, because it lacked a correct
understanding of the being.
Throughout the four chapters that compose the work, this research tries to
expose with the greatest possible rigor how this author understands the
contribution of the thomist esse to the most important problems dealt with by
metaphysical science. In addition, the author dwells particularly on the
relationship between Thomas Aquinas and Aristotle and gives some suggestion
that can be used to renew the traditional understanding of both authors. Finally,
the work puts in confrontation the thomism of Gilson with two authors, one more
akin to him (Cornelio Fabro) and another more critical (Lawrence Dewan).
KEYWORDS
To be, act, essence, existence, being, Gilson, Aristotle, St. Thomas
GILSON: UN’INTERPRETAZIONE DELL’ACTUS ESSENDI DI TOMMASO D’AQUINO
RIASSUNTO
La metafisica è stata considerata scienza «prima» per avere come oggetto
l´ente «in quanto ente», cioè l´ente in sé stesso considerato in quanto tale ente, e
non in qualsiasi dei suoi aspetti accidentali o secundari. Perciò, ne è stata
considerata scienza «prima», giacché la conoscenza che ne forniva era sui principi
e le prime cause dell´ente. Se la scienza è conoscenza per cause, essa è la più alta
poiché tratta sulla ricerca delle prime cause della realtà.
Da una o un´altra forma, la storia della filosofia rende testimonianza di
come l´uomo ha vissuto sembre con un grande stupore la contemplazione del
mistero dell´essere. L´intelligenza umana agisce constantemente con la realtà,
coll´essere delle cose, è stata generando conoscenza e sapienza. Una delle
domande che con più forza le hanno svegliato il suo interesse intellettuale e
spirituale è perché esiste tutto cioè perché l´essere e non anzi il nulla. I primi filosofi
sono quegli uomini che cominciarono a tentare di rispondere a questa domanda
per il principio (arché) di tutte le cose.
Aristotele parla all´inizio del libro primo della Metafisica di questa
vocazione universale dell´uomo a la conoscenza. Oltre la semplice curiosità o del
piacere intellettuale della conoscenza, prendere la strada di ricerca delle risposte
alle domande più importanti della nostra vita e della realtà alla cui apparteniamo,
non soltanto appartiene al filosofo ma a qualsiasi uomo. Anzi, è la sua prima
vocazione, poiché soltanto lui ha la capacità di fare le domande alla realtà, e si ha
questa possibilità deve essere perché questa abbia rapporto con la sua vocazione
fondamentale.
Questo vuol dire che, il senso della vita dell´uomo è nella scoperta delle
riposte alle domande che la realtà gli mette davanti. Chi sono? Da dove vengo?
Cosa può sperare? Chi è dietro l´esistenza dell´universo, e qual´è il suo fine?
Insomma, se l´essere emerge, ma di seguito scompare, quale il suo senso?
In qualche modo, questi problemi sono stati sempre il motivo della scienza
metafisica. In ogni epoca, secondo lo spirito del momento, condizionata dalla
conoscenza scientifico-‐‑tecnica, fisica y morale, la metafisica ha avuto
16 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
un´orientamento determinato, ma sempre domandandosi dallo sfondo il perché
di tutto come preocupazione fondamentale.
Questa situazione si è vista immersa in una grande crisi specialmente nella
posmodernità. La rivoluzione scientifico-‐‑ tecnica e l´idealismo estremo,
cominciarono a mettere en crisi la metafisica come scienza possibile. Descartes
ebbe la pretesa di stabilire un metodo filosofico adattato alle scienze esatte, tale e
come erano conosciute alla sua epoca. Il risultato fu che il paradigma è cambiato e
ha preso un carattere difficilmente conciliabile con quello che fino a questo
momento era stata la metafisica. Questa è cominciata una storia di declino
progressivo che ha culminato nella demostrazione da Kant dell´impossibilità
d´una metafisica come scienza. Ma, in realtà, quest`impossibilità era dovuta al
paradigma dal quale si aveva la pretesa di elaborare la metafisica. Invece, lungo il
tempo è stato inesorabile con le conseguenze di una filosofia che, man mano fue
liberandosi di essa, fino al punto di arrivare a un declino totale. La metafisica u
ontologia è una scienza impossibile e sterile.
Quando tutto sembrava che la domanda dell´essere no verrebe più la luce
del sole dela filosofia, gli scritti dal tedesco Martin Heidegger, provocarono un
ritorno allo studio delle fonti della metafisica, specialmente Aristotele. Altresì, per
le sue particolari idee, altri autori entrarono in dibattito con lui suscitando una
rinascita della metafisica che ha avuto un importante impatto.
Uno degli autori che sono entrati in dibattito con Heidegger fu Étienne
Gilson, filosofo medievalista francese, che ha consacrato la sua vocazione
filosofica allo studio dell´essere in san Tommaso. Il suo insegnamento, che ha
avuto un grande impatto, ed è stato un grande contributo al ritorno dello studio
dell´essere come problema fondamentale a cui deve confrontarsi la filosofia.
Questa ricerca, frutto dell´interesse nell´opera di Gilson, ha incoraggiato la
mia scelta su di lui come autore e tema di lavoro: la novità dell´esse tomistico, e
ciò que questa metafisica può ancora oggi contribuire nel presente filosofico nel
cui siamo.
La tesi principale difesa da lui è il recupero dell´originalità e l`importanza
per la metafisica della dottrina tomistica dell´actus essendi. L´ente, oggetto della
metafisica, non è già principalmente ciò ch´era prima per Aristotele, la sostanza,
ma l´atto di essere. La forma, che nell´ontologia dello Stagirita è atto, e quindi,
RESÚMENES 17
l´elemento di maggior attualità, resta soggetta all´esse, l´atto più intimo di tutte le
cose, atto di tutti gli atti. L´esse è atto primo pure riguardo alla forma, la cui è
adesso —riguardo lui— potenza ricevente.
Naturalmente questi cambiamenti introdotti dalla metafisica dell´esse di
Tommaso sono interpretati da Gilson come il motivo di una filosofia che ora è più
capace di spiegare la realtà, tanto quella dell´ente come quella della Prima Causa.
Dio e l´essere vanno insieme, ed il nosotro autore ha la pretesa di dimostrare che
l´esse tomista è il cammino più adeguato per mostrare come una corretta dottrina
dell´essere rende possibile portare la metafisica al suo fine, ch´è la teologia, cioè,
Dio come Prima Causa e suprema di tutto. Una cosa che aveva tentato l´ontologia
aristotelica ma senza buon successo, perché ad essa mancava una adeguata
comprensione dell´essere.
Lungo i quattro capitoli che compongono il lavoro, questa ricerca tenta di
sporre col massimo di rigore possibile come capisce questo autore il contributo
dell´esse tomistico alle problemi più importanti che studia la scienza metafisica.
Addirittura, si ferma specialmente nel rapporto fra Tommaso d´Aquino ed
Aristotele, offrendo qualche suggerimento che possa aiutare a rinnovare la
comprensione tradizionale di entrambi autori. Finalmente, il lavoro mette in
confronto il tomismo di Gilson con due autori, uno più vicino a lui (quello di
Cornelio Fabro), ed un altro più critico (quello di Lawrence Dewan).
PAROLE CHIAVE
Essere, atto, essenza, esistenza, ente, Gilson, Aristotele, san-‐‑Tommaso.
AGRADECIMIENTOS
Han sido muchas las personas y las circunstancias que han hecho posible
este trabajo, pero, antes de nombrar a algunas de modo especial, quisiera iniciar
mi agradecimiento expresando una profunda y total gratitud a Dios, porque a Él
le reconozco como la razón y el sentido de mi vida, de mi vocación y de esta tesis.
Es su voz y su presencia la que me llamaban, desde dentro de mi espíritu, a través
de los interrogantes que este mundo y la vida me planteaban, a esta aventura. Por
eso, esta tesis ha querido ser el comienzo de un estudio que no acabará nunca, la
búsqueda de la verdad, de encontrar caminos que hagan accesible a otros un
encuentro con quien es el principio y el fin, el alfa y la omega.
La primera persona que alentó en mí esta vocación al estudio filosófico fue
mi obispo ordenante, Monseñor Manuel Ureña Pastor, quien ha sido para mí
siempre, padre y amigo.
Otra persona que también estimuló mucho mi amor por el conocimiento fue
Fernando Egea Albadalejo, Rector del Seminario de Murcia durante mi
preparación al sacerdocio. También doy gracias a Dios por el bien recibido de su
parte, especialmente en lo que a mis estudios se refiere.
Doy gracias a Dios por quien también fue mi obispo en los cursos 2005-‐‑2009,
Monseñor Juan Antonio Reig Plà, el cual me confió una preparación teológica y
filosófica más profunda, ayudándome así a avivar más aún si cabe mi amor por el
saber. También de él he recibido un gran bien por su paternidad y confianza.
Directamente relacionado con la elaboración de la tesis, agradezco
enormemente la labor, la dedicación, el tiempo y la disponibilidad de mi principal
director, Alfonso García Marqués, Catedrático de Metafísica de la Universidad de
Murcia. Profesor y maestro, consciente vivamente de su vocación, ha conseguido
transmitir lo que durante siglos otros han realizado, la hermosa tarea de legar el
saber por amor a la verdad. Junto a él, agradezco la acogida del grupo de
investigación Noesis, de la Universidad de Murcia, donde he encontrado
compañeros con quienes compartir la pasión común por la filosofía.
Agradezco la acogida y la cordialidad de la Universidad Católica San
Antonio de Murcia, en las personas de su Presidente, Don José Luis Mendoza
Pérez, Andrés Hernández Rodríguez, Secretario de la Comisión de Posgrado, y en
20 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
mi co-‐‑director y tutor, Don Juan Ramón Carbó García, por su acompañamiento y
dedicación en la elaboración del trabajo.
De igual manera, a la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, en la
persona del Profesor Kevin Flannery, que siempre me ha acompañado en mis
estudios y trabajos, con su inestimable ayuda y confianza en mí. Doy gracias a
Dios por él.
Por último, al Profesor Giovanni Salmeri, de la Universidad de Tor Vergata
de Roma y del Pontificio Instituto Juan Pablo II; y a los profesores Lluís Clavell,
de la Pontifica Universidad de la Santa Cruz de Roma, y a Jaroslaw Merecki, del
Pontificio Instituto Juan Pablo II, también de Roma, por su inestimable
colaboración en la evaluación y defensa de la tesis.
Agradezco la colaboración que, de modo particular, han tenido algunas
personas en la elaboración del trabajo. Pedro Javier Moya Obradors, por su
interés y seguimiento, sobre todo en los comienzos. De modo concreto, por su
gran ayuda en la recopilación de la bibliografía sobre Gilson. Igualmente,
agradezco la ayuda de Justo José Sánchez Muelas, en la revisión de textos latinos.
A mi cuñada, Nuria Losa, en los textos ingleses. E Irene Haiku, en los textos
italianos.
A mis padres, Arturo y María, in memoriam
A mis cinco hermanos, Arturo, Francisco Javier, Miriam, Raúl y Nuria; y a mis
sobrinos, Nuria, Gabriel, Miriam, Ángel, Javier, Álvaro, Marc y Marco
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
En cada época de la historia, los hombres han destacado un aspecto
determinado de la realidad, bien de tipo técnico bien cultural o artístico. Pero,
junto con estos elementos que van variando con el correr de los tiempos, existe un
conjunto de interrogantes que provienen de lo más hondo del ser humano, que
permanecen y no cambian, porque no están sujetos a modas ni ideologías, y cuya
respuesta es fundamental para el sentido de su vida. Son las preguntas que le
brotan del centro de su corazón, a saber, ¿quién soy? ¿Por qué existo? ¿Qué es el
mundo? ¿Por qué hay vida? ¿Qué habrá tras la muerte? Estas preguntas no
conocen ideologías ni imperios ni son susceptibles de manipulación. Pertenecen al
hombre, están en su propia naturaleza.
De aquí nace por inclinación natural la vocación de todo hombre al saber1.
Todos necesitan y quieren el conocimiento. Pero, existe la posibilidad de que el
saber sea para el hombre una vocación con un fin en sí mismo o un instrumento
para otros fines. El hombre antiguo consideraba el saber, en su doble dimensión
teórica y práctica, la vocación a la que está llamado el hombre y el camino que le
otorga la auténtica sabiduría. El hombre actual “utiliza” un aspecto parcial del
saber para fines que nada tienen que ver ni con su vocación ni con su propio bien
integral; lo utiliza para fines materiales. El “sabio actual” no es el que vive más
“humanamente” por el saber que, atesorado con el tiempo, ha ido poniendo en
práctica; el sabio de hoy es el que pone todo su empeño en desarrollar destrezas
que le hagan dominar la naturaleza, conquistar fama, éxito, poder, dominio,
dinero.
Dada esta situación generalizada de nuestra época, cabe preguntarse, ¿qué
puede hacer una persona para llegar a ser realmente tal? ¿Qué la dignifica más?
Posiblemente podríamos estar tentados de responder directamente, por ejemplo,
1
Cf. ARISTÓTELES, Metafísica, Α, 1, 980a. A cura di REALE, G. (2000). Milano: Bompiani.
28 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
el amor o la libertad. Y, ciertamente, la respuesta es correcta, pero carece de
fundamento. El amor necesita un fundamento, una razón. La libertad necesita
igualmente un fundamento, una razón. ¿Cuántas personas en distintas épocas
han hecho auténticas barbaridades supuestamente por “amor”? En nombre de la
libertad, ¿a cuántas personas se les ha privado de esa misma libertad que se
reivindicaba y se les ha incluso matado? No. La respuesta no puede ser ni lo uno
ni la otra.
El fundamento y la razón que sostiene el universo y equilibra todo elemento
físico, metafísico y moral es una realidad que, sólo por ser nombrada, se puede
uno ganar la enemistad de la sensibilidad actual. Se le ha echado encima tanta
fealdad y tanta indignidad, que todo está al servicio de su destrucción, se espera
que, apenas sea nombrada, los hombres de hoy la vomiten inmediatamente, la
expulsen de sí. Sin embargo, a pesar de todo, siempre serán aplicables las
palabras de san Agustín de Hipona, según el cual ningún hombre, ni siquiera el
más ruin o embaucador, mentiroso o ladrón, querría jamás ser engañado2. Con
estas palabras, el obispo teólogo pretendía enseñar cómo la vocación universal al
saber está por encima de todo, y resiste a todo.
El fundamento y la razón del mundo, del hombre y de la sociedad es la
verdad. Un amor desprovisto de su raíz, que es la verdad, se convierte en
dominio y tiranía. Una libertad sin verdad igualmente se transforma en dictadura.
No es el amor ni la libertad la que nos hace verdaderos, sino todo lo contrario: es
la verdad la que nos conduce al amor y nos hace libres3. ¿Cómo hallar, pues, la
verdad? De ningún modo, porque ella no se deja aferrar por nadie, es celosa de sí
misma hasta el extremo, y no se deja poseer ni manipular. Sucede que, aquél que
se pone en camino en su búsqueda, se encuentra con ella. Nadie puede decir
“tengo la verdad”, en el sentido de “la verdad me pertenece”. Es ella la que posee
al que la busca, pero, de tal modo, que ella no se deja maniatar por él, porque no
se pertenece sino a sí misma, y no al que acude, de ahí que pueda estar a la vez
con todos los que le abran la puerta.
2
AGUSTÍN DE HIPONA, Sermónes, 394. Obras Completas, X. Madrid: B.A.C.
3
Cf. Jn 8, 31. Madrid: Edición de la Conferencia Episcopal Española (2014).
INTRODUCCIÓN 29
La vocación más elevada a la que está llamado el hombre es, por tanto,
encontrar la verdad, y para ello, necesita atender el camino natural por el que
quiere conducirle su espíritu, que no es otro que el saber, el conocimiento. Todo
hombre que viene a este mundo debe sentir alguna vez el impulso, desde dentro
de sí, a confrontarse con los interrogantes que conforman el misterio del ser. No
todos están llamados a ser filósofos, pero sí a cultivar parte de la actividad propia
del filósofo, que es pensar la realidad, dejarse impactar por ella.
Esta tesis doctoral es fruto de esta inquietud que a duras penas he intentado
esbozar en estas líneas introductorias. Es una aventura que no parece conducir a
un punto de llegada sino al revés, a un punto de partida. La historia del
pensamiento filosófico es tan amplio que no permite reducir ni simplificar la
realidad. El autor y el tema que será desarrollado aquí no es sino un medio para
introducir un estudio más amplio y estimular al investigador a un amor más
grande y recto por el saber. Es la misma experiencia viva de la realidad la que
intenta responder a las preguntas que están dentro de nosotros, pero para eso es
necesario el estudio, el silencio, la contemplación. Y esto es lo que intenta
reproducir este trabajo, un pequeño estudio de un tema muy amplio y complejo,
pero apasionante.
Es difícil sintetizar los distintos elementos que han confluido para llegar a
esta tesis, pero podrían ser resumidos en lo antedicho: la vocación universal al
saber. Más en concreto, ¿por qué el estudio del ser? ¿Cómo algo tan general puede
resultar de interés? Como será expuesto en diversas partes del trabajo, el corazón
de este estudio está reflejado en la pregunta por qué el ser y no más bien la nada. La
ciencia más alta que existe no es la que se pregunta por un aspecto parcial del
ente, sino por el ente en cuanto ente 4 . Como bien estableció el Filósofo, la
metafísica es la ciencia más alta porque, si por ciencia se entiende el conocimiento
de un fenómeno por sus causas, la ciencia que estudia las causas primeras y los
principios del ente tiene que ser la más alta. Esto me parece la razón más
importante que justifica este estudio. Aunque sea la pregunta más general y vaga
que pueda proponerse, es, sin embargo, la más radical y fundamental. ¿Cuáles
4
Cf. ARISTÓTELES, Metafísica Γ, 1003 a 21.
30 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
son, por tanto, las causas de los entes? No es suficiente ni satisfactorio contestar
según causas segundas. Realmente sabemos qué son las cosas cuando conocemos
sus causas primeras y principios, más aún, cuando conocemos su causa primera,
razón por la cual Aristóteles se preguntará en su Metafísica si es posible una
ciencia de lo divino (teología), para introducirlo en su tratado de modo específico.
Debía ser elegido, pues, un autor que pudiera ser una ayuda para el estudio
del problema de la metafísica, el ente en cuanto ente. Uno de los autores que han
tenido cierto impacto en el siglo XX en lo que a la filosofía del ser se refiere es
Étienne Gilson. Su estilo tenía el atractivo de ser claro y persuasivo, por lo que
podría ser de gran ayuda para desarrollar un trabajo sobre este particular. Como
es sabido, algunos filósofos de esta época coincidieron en recuperar el valor de los
escritos y de la filosofía del ser de santo Tomás de Aquino. Junto con Gilson,
Edith Stein, Jacques Maritain, Louis de Raeymaeker, Cornelio Fabro etc.
Concretamente, la motivación que estaba debajo era la de revalorizar una filosofía
que, por estar demasiado vinculada al cristianismo, había caído en descrédito con
el paso del tiempo. Estos autores reivindicaban la originalidad y la contribución
del Aquinate a la metafísica.
A lo que Gilson dedicó más tiempo al principio de su carrera fue a la
historia de la filosofía medieval, fruto de lo cual nacieron distintas obras de gran
interés para revalorizar también este período de la historia del pensamiento
filosófico. Pero, poco a poco, fue generándose en él una vocación particular, la de
responder a la acusación de Martin Heidegger de que Occidente había dado la
espalda al ser en detrimento del ente. Gilson, junto a otros, reaccionó frente a esta
acusación precisamente con la filosofía tomista del actus essendi. ¿Cómo podía un
pensador del siglo XX afirmar tal cosa habiendo en los escritos de Tomás un
tratamiento claro del ser, bien distinguido de la esencia? La vocación de Gilson
fue concretándose en una reivindicación de esta doctrina capital del Aquinate,
algo que le llevó a posturas algo radicales, pero que, en cualquier caso, le hicieron
estudiar la historia de la recepción y la interpretación del actus essendi tanto en la
propia escuela tomista como en las demás, algo que a nosotros nos sirve hoy para
valorar este concepto clave de la metafísica del ser.
De otra parte, como era de esperar, la íntima relación que hay entre la
ontología aristotélica y la tomista, hizo que la recepción tomasiana de los escritos
INTRODUCCIÓN 31
del Estagirita estuviera en el punto de mira del estudio de Gilson. Podría decirse,
incluso, que, después del actus essendi, la substancia aristotélica y su relación con
el esse tomista, es para Gilson lo más destacado en sus escritos.
Las conclusiones a las que el Francés llegó después de muchos años de
investigación fueron aceptadas y discutidas. Gilson tuvo una amplia acogida en
algunas universidades, en cambio, también tuvo críticos que no aceptaron ni su
interpretación de la filosofía del ser de Tomás ni la de Aristóteles. Bien en un
sentido o en el otro, es un autor que merece la pena ser estudiado no sólo por su
impacto sino porque toca el corazón de la metafísica estimulando a los estudiosos
a ir más allá de lo que se ha dicho hasta el momento.
El título del trabajo es Gilson: una interpretación del actus essendi de Tomás de
Aquino. Durante el desarrollo del mismo, he procurado recoger todas las
vicisitudes del estudio gilsoniano de este tema en los distintos capítulos de la
tesis. En total son cuatro capítulos ordenados según el siguiente criterio
metodológico y sistemático:
En el primer capítulo se considera el marco histórico del problema que se va
a tratar en torno al actus essendi. Dentro de éste, hay un apartado amplio que es
dedicado al problema del ser en Heidegger, y otro que resume brevemente el
nacimiento y el ocaso del esse tomista. Para su desarrollo he consultado
directamente las mismas obras del pensador alemán con el fin de conocer bien en
qué consistía exactamente su conocida crítica a la llamada «onto-‐‑teología». Para el
otro apartado, las mismas obras de Gilson han sido las fuentes principales.
En el segundo capítulo he querido introducir el estudio del actus essendi en
la obra de Gilson con los presupuestos de su hermenéutica, dándole a este punto
el nombre de presupuestos de la hermenéutica de Gilson. En él se abordan
principalmente dos apartados, uno dedicado a la recepción gilsoniana del
cristianismo, donde destacan los dos conceptos clave de su interpretación, la así
llamada «metafísica del Éxodo» y la noción de creatio ex nihilo. Las fuentes
principales han sido aquí también las obras tempranas del propio Gilson, donde
el filósofo está descubriendo los conceptos básicos de lo que él reivindica como
una «filosofía cristiana», sobre la cual se apoyará para su lectura particular de los
escritos de santo Tomás.
32 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Otro apartado de gran importancia todavía dentro de los presupuestos de
su hermenéutica es el dedicado a lo que he llamado el problema aristotélico del ser en
perspectiva gilsoniana, donde expongo, por un lado, las ideas básicas de la
ontología aristotélica y, por otro, la particular lectura que de ella hace nuestro
autor, teniendo en cuenta la importancia que esto tiene en la valoración final que
él hace de entrambas metafísicas, y lo que la una le debe a la otra. Los autores que
he consultado para este punto son prácticamente todos actuales, auténticos
especialistas en el Corpus aristotelicum, como son Giovanni Reale y Enrico Berti.
El capítulo tercero nos introduce en el objeto principal de la tesis, de ahí su
nombre El esse tomista según Gilson. Está dividido, a su vez, en distintos apartados,
que corresponden a los puntos más sobresalientes que conforman una filosofía
tomista del ser. Estos son: metafísica del actus essendi, donde se pretende hacer una
presentación inicial del actus essendi en la obra gilsoniana. Y, a continuación, lo
que se deriva de aquí, a saber, la diferencia entre ens y esse, por un lado, y la
composición y distinción real de esencia y ser, por otro. Las fuentes utilizadas para
este central apartado son, naturalmente, las principales obras de Gilson donde
trata el actus essendi y algunas de las obras de santo Tomás por él citadas.
Finalmente el trabajo tiene un capítulo dedicado a cuestiones críticas en
torno a la obra de Gilson. Me pareció importante, en orden a una valoración final
ponderada, confrontar las ideas gilsonianas con otros enfoques o críticas. La
estructura del capítulo está dividida en dos apartados. En el primero se lleva a
cabo un estudio de Lawrence Dewan, dominico investigador de santo Tomás, que
dedicó su magisterio a matizar y criticar las intuiciones del Francés. Para el
desarrollo del apartado he podido consultar las ediciones que los propios
alumnos de Dewan han publicado en la Universidad Sergio Arboleda, en Bogotá.
En el segundo apartado, se expone el tomismo de Cornelio Fabro, el filósofo
italiano también investigador de la obra del Aquinate, más afín a Gilson, aunque
con sus propias ideas, y algo más crítico con la interpretación de Dewan, lo que
nos da la oportunidad de conocer un estudio distinto al de nuestro autor, pero a
la vez, crítico con Dewan. He podido consultar directamente las Obras Completas
de Fabro.
Después de estudiar el marco histórico, los presupuestos, la misma
interpretación de Gilson y algunos aspectos críticos de su pensamiento, la tesis se
INTRODUCCIÓN 33
completa con las conclusiones, las cuales tratan de presentar de modo sintético lo
que constituye un tomismo gilsoniano en torno al actus essendi, cómo puede
enfocarse un estudio de la filosofía del ser tomista, teniendo en cuenta lo que hay
de aristotélico en él y lo que va más allá de éste; cuáles son los puntos que, a la luz
de todo el trabajo, pueden considerarse como más débiles del planteamiento de
Gilson; y, finalmente, una propuesta de estudio al que podría conducir el presente
trabajo, enderezada a la recuperación del problema filosófico de la Causa primera
del ente, que es el fin natural al que tiende la metafísica.
De entre las diversas sensibilidades y enfoques que la ciencia metafísica
hace posible, existe una pregunta que siempre está a la base de todo: ¿Por qué el
ser y no más bien la nada?5. La búsqueda del principio de toda la realidad nos
termina enfrentando a la pregunta por la causa y por la razón del ser. El ser se
impone en la realidad, de eso no se puede dudar. Pero, al descubrir el ser
plasmado en ella, inmediatamente nos viene la pregunta de «por qué». Primero,
nos preguntamos «qué» es el ser, y después, al final, terminamos preguntándonos
ese «por qué». Quizá esto sea debido a que la respuesta a estos interrogantes
encierran una parte muy importante del misterio del ser. La historia de la filosofía
parece ser un eco continuado de este interrogante que, por diversos caminos y de
diversos modos, los filósofos se vienen haciendo desde hace mucho tiempo. Es
verdad que, ha habido épocas, y sigue habiendo escuelas, que se detienen más en
el «cómo» del ser. Otras, han apuntado más hacia su razón originaria. La
metafísica es esa disciplina, nulamente práctica, que conduce todas las energías
humanas a la directa y sola contemplación del ser, ejercicio del que Aristóteles
podría ser situado como auténtico maestro. El ser tiene una parte de misterio
―como acertadamente señaló con tanto denuedo Heidegger―, pero no se oculta
del todo. Conservando su inagotable riqueza, insobornablemente inaferrable, se
despliega, se manifiesta, celebra en cada instante una epifanía accesible a todos
los que han sido dotados de la capacidad del conocimiento intelectual,
sobrevolando la crítica de Kant. De ahí que, toda reflexión acerca de él haga
innecesaria una justificación previa.
5 Esta frase va dando vueltas por escritos y conferencias de modo sorprendentemente
irreductible. Cada uno la pone en boca de un pensador distinto: Heidegger, Spinoza etc.
Según la opinión que he encontrado más aceptada habría que ponerla en boca de Leibniz,
al plantear la cuestión del principio de “razón suficiente”.
36 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Podemos prescindir de cualquier aspecto subordinado a él, pero nunca de
él. Cuando una época o un filósofo han prescindido de él o lo han sustituido por
otra realidad, las consecuencias han conducido a un callejón sin salida, a hacer de
la realidad un absurdo sin sentido. Tanto el nihilismo de Nietzsche, como el
existencialismo del siglo XX, son testigos de que, con el ser muere el hombre
mismo, todo. Sin el ser, primero desaparece Dios, sin Dios ve su ocaso el hombre,
y una vez despojado éste de su dignidad personal, el mismo universo queda
reducido al absurdo.
El filósofo que da razón de este trabajo, afirmaba en el ocaso de su vida:
“Obsesionado desde mis años jóvenes por el ser y su importancia primordial, no
me he podido separar de Tomás de Aquino desde el día en que comprendí que
―también para él― todo partía de su noción y a ella volvía”6.
Si el ser se basta a sí mismo para justificar una reflexión filosófica, no ocurre
lo mismo cuando nos centramos en una interpretación concreta. La interpretación
está sujeta a elementos emergentes de la propia cultura, e incluso al hecho
religioso. Pasamos, aunque sea de soslayo, por el famoso debate acerca de si es
correcto afirmar la existencia de una «filosofía cristiana» o, al menos, cómo ésta
interactúa de hecho con la filosofía. Lo que estábamos diciendo nos vale como
ejemplo ilustrativo acerca de si hay o no una filosofía cristiana. No para entrar a
debatirlo, sino para ver cómo un hecho religioso puede arrojar luz a la razón
humana, que dedica su atención a desentrañar el misterio del ser.
Esto ocurrió con el cristianismo y la filosofía de san Agustín o de santo
Tomás, por mencionar dos casos sobresalientes. En este punto, es necesario el
esfuerzo por mostrar qué interés puede tener una interpretación del ser, máxime
cuando el tiempo fue encargándose de sepultarla. Santo Tomás de Aquino ha sido
considerado como uno de los pensadores cristianos de mayor altura intelectual.
Hay recelos sobre la conveniencia de llamarle «filósofo», más por prejuicios
injustificados que por razones acertadas. Se le suele llamar «teólogo», si bien se le
concede el título de insigne comentador de Aristóteles, del que se “sirve” para
6 GILSON, É. (1992). “Elementos de una metafísica tomista del ser”. Espíritu. Vol. 41, 12.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 37
hacer teología. Este es el santo Tomás que aún en nuestros días sigue enseñándose
en algunos centros docentes, Institutos y Universidades.
Desde el primer cuarto del siglo pasado, algunos filósofos se han encargado
de poner en duda esta imagen del Doctor de Aquino, además de dar auge a la
profundidad del estudio de sus obras y de su pensamiento. Algunos de esos
filósofos 7 , entre los que se encuentra, de modo destacado, Étienne Gilson,
convienen en señalar que el aspecto más sobresaliente y original del pensamiento
del Aquinate es su doctrina del actus essendi, o también llamada doctrina del esse
ut actus8. ¿Qué interés tiene esta doctrina en sí misma, y qué relación puede
establecerse entre ella y la Causa primera de todos los entes, como fin al que
conduce la ciencia metafísica? Estos interrogantes son los que trataremos de ir
respondiendo en el conjunto de este estudio.
1. LA RENOVACIÓN DEL PROBLEMA DEL SER EN LA ÉPOCA DE GILSON
7 Junto a los ya mencionados Fabro, Geiger, Raeymaeker, Forest, Maritain, etc.
8 Cf. MOYA OBRADORS, P. J. (1992). “Teología y pluralismo teológico en Étienne Gilson”.
Sapientia, Vol. 185, 6.
9 Cf. LIVI, A. (1970). Étienne Gilson. Filosofía cristiana e idea del límite crítico. Pamplona:
Ediciones Universidad de Navarra, 59.
38 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
permanecerá siempre con él y le marcará profundamente, sobre todo a la hora de
su quehacer filosófico.
Al margen de su condición de creyente, por un lado, y de su condición de
intelectual, por otro, en el caso de Gilson, como en casi todos los pensadores
contemporáneos a él, la educación católica se basaba aún en una mirada de
conjunto que no distinguía entre fe y filosofía. Es más, quedaba todavía ese cierto
residuo que ha pasado a la historia con la famosa afirmación según la cual
philosophia ancilla theologiae est. En los ambientes intelectuales católicos, no se
comprendía el saber como algo legítimamente separado de la fe. El único valor
que podía tener la filosofía es ayudar a la comprensión del Misterio revelado,
servirse de ella para expresar racionalmente las verdades de la fe, pero no la mera
especulación. El simple ejercicio racional que filosofa a partir de los conceptos
abstractos no tenía valor para un erudito católico.
Al acabar sus estudios de secundaria, quiso frecuentar el último curso de
Bachillerato en el Liceo, que era el centro estatal de estudios pre-‐‑universitarios,
después de lo cual, emprendió su servicio militar, teniendo en mente su vocación
a la literatura, no pasando por su cabeza interés alguno por la filosofía10. Todo
cambió cuando, durante su período de servicio militar, cayó en sus manos los
libros Introduction à la vie de l´esprit, de Léon Brunschvicg y las Méditations
Métaphysiques de René Descartes. En uno de sus muchos discursos académicos,
Gilson manifestó que el encuentro con la obra capital de Descartes fue para él una
verdadera iluminación, no porque a través de esta misma obra en él hubiera
nacido el entusiasmo por el saber filosófico, sino más bien al contrario, por la
inquietud que produjo en su espíritu el encuentro con una filosofía que él intuía
estéril para una nítida comprensión de la realidad11. Nació en esta experiencia a
modo de semilla lo que será para él durante su vida intelectual un punto firme de
apoyo y una auténtica convicción intelectual: la imposibilidad de una
cosmovisión idealista de la realidad. El fruto de este primer encuentro con el
10
Cf. GILSON, É. (1962). El filósofo y la teología. Madrid: Guadarrama, 110.
11
Cf. LIVI, A. Étienne Gilson..., cit. p. 61. Cf. DE URMENETA, F. (1967). “Sobre estética
gilsoniana”. Revista de Ideas Estéticas, nº 25, 150.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 39
saber filosófico engendró una de las obras más conocidas suyas, El Realismo
metódico, un ensayo que trata de mostrar la imposibilidad de fundamentar el
idealismo, y lo infértil de intentar una conciliación entre un método realista con el
idealismo12.
Lejos de alejarle del mundo filosófico, al revés, esta experiencia le alejó de
su antigua pretensión de dedicarse al mundo literario, para dedicarse al estudio
de la filosofía, por lo que ingresó en la Facultad de Letras de la Sorbona.
Su estancia en la Sorbona no tuvo, al parecer, ningún sobresalto ni problema
alguno de adaptación. Existía en aquél ambiente un clima más bien relativista, en
lo que a la religión se refiere, pero la sólida formación religiosa que tenía hizo que
pudiera relacionarse perfectamente con su nuevo ambiente13. Cabe destacar de
este período, el gran afecto que nació en él por uno de sus profesores, Lévy-‐‑Bruhl,
que formaba parte de un claustro marcado con acusada intensidad por la
interpretación sociológica de Auguste Comte, y seguida ahora por Durkheim y el
propio Bruhl, ambos profesores de Gilson. Pero era nuevamente Descartes quien
hacía nacer su particular lucha interna, entre el interés por el mundo filosófico y
la sensación de rechazo provocada por el idealismo cartesiano. Otro profesor por
el que siente gran admiración y gratitud es Henri Bergson, del cual guardará buen
recuerdo14.
Después de obtener su licenciatura en Letras, comenzó su estudio de la
historia de la filosofía. En aquél momento, está completamente ausente de ese
ambiente intelectual un interés ni siquiera vago por una filosofía cristiana. Lo que sí
es destacable es que, desde el comienzo, el estudio de la filosofía para él estuvo
marcado por un interés metafísico 15 . Era para él un reto la firme condena
intelectual de la metafísica, mirada como una ciencia acabada sin posibilidad de
resurgir. Según barruntan los investigadores de la persona y la obra de Gilson, no
es fácil explicarse cómo, en un ambiente tan hostil a los temas filosóficos más
12
Cf. LIVI, A. Étienne Gilson..., cit. p. 62.
13
Cf. LIVI, A. Étienne Gilson..., cit. p. 63.
14
Cf. Ibíd., 64.
15
Cf. Ibíd., 66.
40 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
cercanos al cristianismo (Dios, mundo y hombre), éste pudo inclinarse por la
opción que le llevará, finalmente, al descubrimiento del tomismo. En aquél
contexto, el estudiante de filosofía podía acomodarse intelectualmente al sentir
general del ambiente estudiando la historia de un pensamiento infértil
(metafísica) para aferrarse a un pensamiento marcadamente crítico (positivismo)16.
No contento con el presupuesto común de lo que le enseñaban, se propuso
conocer por él mismo en qué consistían las diferentes denostadas concepciones
metafísicas. Quiso comprobar el valor del criticismo del momento aplicándolo a
las ideas metafísicas supuestamente superadas, no tanto desde el punto de vista
histórico cuanto especulativo17.
Nuevamente salió a su paso Descartes. Su estudio atento le familiarizó con
las ideas metafísicas, que él mismo quiso estudiar en profundidad para conocerlas
y ponderar su valor filosófico. La ocasión se la brindó su profesor Lévy-‐‑Bruhl
cuando, con el fin de obtener su diploma, le propuso a Gilson estudiar las fuentes
medievales del pensamiento de Descartes18. Después de éste, siguió el doctorado,
que obtuvo después de trabajar un tema cuyo objeto se tituló La Liberté chez
Descartes et la théologie. Durante estos años de estudio pudo por fin conocer
directamente a los pensadores medievales, santo Tomás, san Buenaventura, san
Alberto Magno, Duns Escoto. Quedó impresionado —según él mismo expresó19—
porque conoció un período de pensamiento desconocido completamente para él,
ya que, hasta ese momento, para él la historia de la filosofía comenzaba en Grecia,
pero enlazaba directamente con Descartes. Este momento es de especial
importancia en la vida intelectual de Gilson.
16
Cf. GILSON, É. La filosofía y la teología..., cit. p. 115.
17
Cf. LIVI, A. Étienne Gilson..., cit. p. 69.
18
Cf. Ibíd., 69.
19
Cf. GILSON, É. La filosofía y la teología..., cit. p. 108.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 41
decimonónica: o la filosofía cristiana entendida como pura exposición del
dato revelado, independientemente o incluso contraria a la filosofía clásica; o
la filosofía cristiana entendida como auténtica filosofía, pero reduciéndola
entonces a la misma filosofía clásica, con la añadidura de un ropaje teológico.
Si la nueva conclusión a la que había llegado Gilson era válida, muchos
problemas nuevos, o al menos insólitos, debían tomarse en consideración20.
20
LIVI, A. Étienne Gilson..., cit. p. 71.
21
Cf. Ibíd., 73.
22
Ibíd., 76.
42 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
A este estudio de la obra de Tomás, siguió el de san Buenaventura, san
Alberto, san Anselmo, san Agustín, Duns Escoto. De aquí nace otra de sus obras
importantes, El espíritu de la filosofía medieval, nacido de este período de
investigación sobre estos filósofos cristianos23. En todos cree encontrar un empleo
metafísico concreto, pero diverso, de ninguna manera irreducible el uno al otro.
La visión de las ideas metafísicas más importantes, el ser, la causalidad, el
concepto etc. son diferentes en cada uno. Este modo de entender a los pensadores
medievales suscitó críticas que hicieron pensar al francés. De hecho, de esta idea
de encarar el problema aislando lo estrictamente racional de lo sobrenatural, pasó
a lo contrario, hasta el punto de convertirse en el adalid de lo que se conoció más
tarde como controversia en torno al concepto de filosofía cristiana24.
Otra razón que acercó decisivamente a Gilson a una profunda investigación
del tomismo fue el documento pontificio llamado Aeterni Patris (1935), de León
XIII. En la encíclica papal, el Pontífice invita a los pensadores del mundo
intelectual, especialmente a los católicos, a un estudio más esmerado del
Aquinate, si bien deja abierta la puerta a otros posibles enfoques o escuelas de
pensamiento, de modo que el Magisterio eclesial no se compromete oficialmente
con una filosofía particular. No es que Gilson pudiera, por tanto, apoyarse en este
documento del Magisterio para elaborar una filosofía cristiana, pero sí que fue
razón para continuar en esa misma línea de investigación, ocasión que favoreció
su consagración intelectual al estudio de la obra de santo Tomás25.
Si, finalmente, nos preguntamos, ¿qué motivó, desde el punto de vista del
marco histórico-‐‑filosófico, la emergencia del problema del ser, en pleno siglo XX,
después de casi dos siglos de abandono de la metafísica? Dos nombres tienen
gran parte de responsabilidad. En opinión de Raúl Echauri, uno de los
especialistas que han estudiado a Gilson, Martin Heidegger es uno de ellos, quizá
el más importante.
23
Cf. GOULMEN MADEC (1985). “Étienne Gilson et la philosophie augustinienne”.
Doctor Communis, vol. 38, 221-‐‑225.
24
Cf. LIVI, A. Étienne Gilson..., cit. p. 77.
25
Cf. Ibíd., 79.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 43
Sin embargo, y no obstante el conocimiento puramente epidérmico que
posee Heidegger de la metafísica tomista, nuestro autor no le regatea elogios
a este «metafísico de raza», llamándolo incluso, «el espíritu más metafísico de
nuestro tiempo». Por otra parte, a él le debe el pensamiento actual, en gran
medida, la restauración del problema del ser, y este solo hecho lo vincula
directamente a la revitalización de las tesis metafísicas centrales de santo
Tomás, promovida y realizada por Gilson26.
Es bien conocida la saludable reacción contra el positivismo, que provocó
la filosofía bergsoniana. Tomistas eminentes como Maritain, Gilson y muchos
otros le deben, en tal sentido, sus primeros contactos con el dominio
metafísico. Pero, lo más notable, en el caso de nuestro autor, es que el filósofo
de la duración haya incidido en la comprensión de santo Tomás, debido,
quizá, a que en la durée latía, de alguna manera, el esse como actus essendi, tal
como Gilson mismo lo declara: “Lo que esta metafísica ha buscado, bajo el
nombre de duración, es la existencia como acto de ser, pero ella misma no lo
sabía”27.
Entre estos dos autores, por tanto, se fraguó la emergencia del problema del
ser en el mundo intelectual. Si Heidegger provocó el renacimiento de la metafísica
con su crítica del olvido del ser, Bergson, por su parte, condujo a Gilson al
descubrimiento del ipsum purum Esse: “La filosofía de Bergson nos ha facilitado el
acceso al Dios auténtico de santo Tomás de Aquino”28.
Con lo que se acaba de reseñar podemos concluir que el influjo de
Heidegger en la filosofía del siglo XX ha sido, junto a otras corrientes y
26
ECHAURI, R. (1980). El pensamiento de Étienne Gilson. Pamplona: Eunsa, 231.
27
Ibíd., 236.
28
Cf. GILSON, El filósofo y la teología..., 211, apud. ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p.
236.
44 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
pensadores, decisivo. He creído oportuno, por esta razón, dedicar algunas
páginas de nuestro trabajo a conocer algo más de cerca las razones por las que el
tomismo ha pasado, en el siglo XX, entre el oscurecimiento y la renovación, para
concluir dedicando un apartado a las ideas más sobresalientes de Heidegger, con
el fin de situar el marco histórico de nuestro tema.
Nos vamos a detener a considerar en este punto cuáles son las causas que
han suscitado un interés por el estudio del ser, en concreto desde la metafísica
tomista, que lo considera “acto de todos los actos”29. Pero, antes de afrontar cómo
ha surgido ese renovado interés, tenemos que detenernos a considerar aquello
que produjo, primero, su oscurecimiento y, después, su renovación.
Se podría analizar este hecho como una dialéctica cuyos polos son un
elemento de desgaste y otro de renovación30. El elemento de desgaste ha sido
introducido posiblemente por la deriva del idealismo. Lo que empezó siendo un
nuevo punto de partida para la metafísica, la conciencia, fue radicalizándose
hasta el punto de abandonar completamente la esfera del ser, desembocando en
un idealismo puro, el cual tiene en Hegel su cima.
El olvido del ser denunciado por Heidegger tiene en este amplio período de
la historia de la filosofía su oscurecimiento más sombrío. Los frutos de un
idealismo tan exacerbado fue la pérdida total del verdadero sentido de lo real,
algo que fue letal para la misma filosofía como ciencia, no ya del ser, sino, al
menos, como ciencia del pensamiento. A todo esto le sobrevino, en consecuencia,
una sospecha muy acentuada del valor de una filosofía que, a fin de cuentas, se
reducía a conceptos puros y a un discurso completamente lógico, que, a la postre,
29 Cf. TOMÁS DE AQUINO. Sum. Th., I, q. 4, a. 1, ad. 3. “Actus omnium actuum”. Cito
todas las obras de Tomás de Aquino por: Corpus Thomisticum, en:
http://www.corpusthomisticum.org.
30
Cf. DE LUBAC, H. (1989). “Correspondence avec Étienne Gilson”. Reviste philosophique
de Louvain, vol. 87, 615.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 45
nada podía aportar a la vida de las personas, sobre todo en su aspecto social y
político. Cuando algunas filosofías empezaron a calar en el mundo político fue
para sembrar destrucción.
En resumidas cuentas, con una palabra acaba expresándose la deriva de la
historia de la filosofía: «desgaste». La razón pura, el ser lógico, acabado su
periplo, empezó a transformarse en nuevas formas de plantear la ciencia
filosófica, de las cuales cabe destacar el análisis del lenguaje bajo su aspecto
formal (filosofía analítica) y la fenomenología.
Pero, ¿cómo renace, entonces, el problema del ser como elemento de interés
filosófico y como raíz de una vuelta a la metafísica? Gracias a una paradoja que
identificamos con la persona y los escritos del filósofo alemán Martin Heidegger31.
Según él, la metafísica occidental habría caído en un verdadero «olvido» del ser
en detrimento del ente. El interés de los filósofos que han estudiado y escrito
sobre el ser, no habría ido más allá del ente, entendido como esencia, pero sin
advertir el ser, olvidándolo. Independientemente del valor de las observaciones
de Heidegger acerca del ser32, no podemos menos de reconocerle dos grandes
virtudes33. Una, la de provocar una emergencia del ser en plena fase de extinción
31 Sobre la interpretación del ser de Heidegger hay bastantes estudios. Cf. CORVEZ, M.
(1966). “La pensee de I'ʹ être chez Martin Heidegger”. Barcelona: Rev. Thorn. Cf.
COUTURIER, F. (1971). “Monde et etre chez Heidegger”. Presses de l´Université de Montréal.
Cf. KOM, E. A. (1970). La question de I'ʹ etre chez Heidegger. Revue Thomiste, 227-‐‑263. Cf.
BERCIANO, M. (1990). “La crítica de Heidegger al pensar occidental”. Universidad Pontificia
de Salamanca. Cf. BERCIANO, M. (1996). “La superación de la metafísica en Martin
Heidegger”, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo.
32 Cf. VERDÉS Y RIBAS, A. (2002). “El claroscuro del fundamento” (Nihilismo del destino
del ser y memoria substancial del espíritu), PETIT SULLA, J. M.–ROMERO BARÓ, M. (Eds.),
Actas del Congreso La síntesis de Santo Tomás de Aquino, p. 683. Barcelona: Publicacions i
Edicions, Universidad de Barcelona.
33 Cf. KELZ, C. (1990). “El tránsito de la existencia al ser”, Sapientia Vol. XLV, Nº 177,
167-‐‑184.
46 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
total34. Otra, la del acierto en mostrar cómo la escolástica se excedió de tal manera
en sus disquisiciones que dio la impresión de convertir el misterio del ser en un
problema puramente lógico.
Como opinión personal, diré que, lo que podría ser para Heidegger esa
parte incognoscible del ser, inaferrable por el entendimiento humano, para la
metafísica tomista podría concebirse como aquello divino que tiene el ser, su
parte de misterio35, su ser participación del Ser por esencia. Heidegger nunca
identificará esa parte de misterio del ser con el Dios personal de santo Tomás y la
tradición cristiana, pero, entre lo que dicen ambos no tiene por qué haber un
hiato. Edith Stein, por ejemplo, partió en su camino filosófico de parecidos
presupuestos, y, al encontrarse con los escritos de santo Tomás, pudo reorientar
su percepción del ser. Menos conciliadora es la opinión de Joseph Seifert:
La ontología de Heidegger representa más bien (…) un radical olvido del
ser entendido como “el ser en cuanto ser”, o como el ser que verdaderamente
es (…). Una concepción metafísica que, en última instancia, defiende que el
ser es totalmente incognoscible y lo identifica con la nada, y que niega y
excluye la ascesis metafísica hacia el Ser absoluto (…) expresa un radical
olvido del ser, más aún, representa una doble abdicación de la metafísica36.
Sea como fuere, una de las consecuencias del impacto de sus escritos ha sido
la vuelta al estudio del ser como elemento esencial del estudio filosófico. En el
primer cuarto del siglo XX diversos autores volvieron a poner su atención sobre
los escritos de Aristóteles, especialmente de su Metafísica, y de santo Tomás.
Acerca del estudio del ser en el Aquinate, se reabrió el debate acerca de la
interpretación del esse en su magisterio, hecho que ha contribuido a estudiar con
más lucidez aspectos olvidados de su metafísica del ser, además de hacer posible
34 Cf. LA CRUZ, C. (1995). La problematique de l´être et de Dieu selon Étienne Gilson. Roma:
Pontificia Universitas Urbaniana. Facoltà di Filosofia, 39.
35 Cf. GAYO BERLANGA, C. (2003). Vida y pensamiento de Raúl Echauri. Un filósofo tomista
argentino del siglo XX. Pamplona: Universidad de Navarra. Facultad de Filosofía, 204.
36 SEIFERT, J. (1989). Essere e persona, Milano: Vita e pensiero, 225.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 47
un auténtico discernimiento sobre la razón o no de sus diversas interpretaciones.
En cualquier caso, por el impacto que ha tenido el pensamiento del filósofo
alemán y por lo que ha supuesto en la cuestión de la recuperación del problema
del ser, vamos a profundizar un poco en sus tesis más importantes.
El ente nos sale al encuentro por todas partes, nos rodea, nos sostiene y
nos somete, nos encanta y nos colma, nos realza y nos decepciona (…).
Podríamos responder que esta diferencia entre el ente y su ser podría tener a
veces cierta importancia en sus aspectos lingüístico y de significado (…)41.
Preguntamos por el fundamento del ente que es, y es lo que es; y debido a
que no es más bien la nada. En el fondo preguntamos por el ser. Pero ¿cómo
lo hacemos? Preguntando por el ser del ente, interrogamos al ente con
referencia a su ser42.
Ahora bien, a cada paso que damos topamos con el ente. Lo distinguimos
en su ser-‐‑así y en su ser-‐‑diferente; formulamos juicios sobre el ser y el no-‐‑ser.
40 Cf. Ibíd., 25. Se advierte sobre todo aquí la plena identificación entre fisis y ens.
41 Ibíd., 37.
42 Ibíd., 38.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 49
Según esto, sabemos inequívocamente lo que significa «ser». La afirmación
de que esta palabra es vacía e indeterminada sería por tanto tan sólo un
modo de hablar superficial y un error43.
Por otra parte, en su obra más célebre, Ser y tiempo, que pertenece a la
primera etapa de su pensamiento, podemos ver la influencia que el criticismo de
Kant ha tenido en sus ideas. En concreto, en dos niveles: el ontológico y el
gnoseológico. A partir de estos defiende la incapacidad de llegar por los sentidos
al conocimiento del noúmeno (ser en sí).
Los sentidos no hacen conocer en absoluto el ente en su ser, sino que sólo
anuncian el carácter útil o perjudicial de las cosas “externas” del mundo para
el ser corpóreo. Nos non docent, qualia (copora) in seipsis existant; por los
sentidos no recibimos ninguna información sobre el ente en su ser44.
43 Ibíd., 76. Más adelante volverá a declarar, en contra de lo dicho en este segundo texto,
la vaciedad del ser, y la imposibilidad de acceder a él. Llega incluso a decir que el ser debe
permanecer indeterminado para ser determinable. Ibíd., 87. “¿No podemos atenernos
simplemente al ente, a este o a aquél que nos incumbe, que nos oprime o nos alegra o que
nos acaba de salir directamente al paso? El ser de lo ente: eso se lo podemos confiar a los
filósofos para sus vacías y dudosas especulaciones”. HEIDEGGER, M. (1983). Los conceptos
fundamentales de la metafísica. Mundo, finitud, soledad. Madrid: Alianza Editoral, 420. Esta
afirmación de Heidegger pertenece a una de sus últimas obras, donde ha alcanzado la
madurez de sus ideas. Reafirma, pues, sus constantes fluctuaciones entre el valor real del
ser y la imposibilidad de acceder a él. Es más, parece que carece de sentido que siquiera
planteemos la cuestión.
44 Ibíd., 122-‐‑123.
50 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Dasein, puede este último comprender y conceptualizar caracteres
ontológicos tales como la independencia, el “en sí” y la realidad misma45.
Sobre todo en esta primera etapa de su filosofía dedica amplio espacio a un
tema que se ha identificado con su mismo pensamiento metafísico, el Dasein, si
bien en las obras de madurez lo abandonará, al menos explícitamente. Es su tema
central en estos primeros escritos. Como sucede con el enfoque acerca del ser con
Kant, otro tanto sucede con el Dasein, donde puede percibirse claramente la
influencia del existencialismo de la época. El ser del hombre, sein, no es un puro
ser creado bondadosamente por un Dios creador que lo hace a su imagen y
semejanza, como lo presenta el texto bíblico. Es un da-‐‑sein, es decir, un ser que, no
sólo está ahí, como indica el prefijo alemán, sino que está arrojado en el mundo46.
Son temas propios de esta filosofía existencialista marcada por la angustia
existencial.
Es propio de la facticidad de este factum que el Dasein, mientras es lo que
es, se halla en estado de lanzamiento y es absorbido en el torbellino de la
impropiedad del uno. La condición de arrojado, en la que la facticidad se
deja ver fenoménicamente, pertenece a ese Dasein al que en su ser le va este
mismo ser. El Dasein existe fácticamente47.
La pregunta por el sentido del ser sólo es posible si se da algo así como
una comprensión del ser. Al modo de ser del ente que llamamos Dasein le
pertenece la comprensión del ser. Cuanto más adecuada y originaria haya
podido resultar la explicación de este ente, con tanta más seguridad el
45 Ibíd., 228.
46 Cf. HEIDEGGER, M. (1974). ¿Qué es metafísica? Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte,
76. La esencia del Dasein es su constitución fundamental de ser-‐‑en-‐‑el-‐‑mundo.
47 Ibíd., 201.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 51
proceso ulterior de la elaboración del problema ontológico-‐‑fundamental
llegará a su meta48.
Siempre se moverá entre estos dos caracteres, el apofántico y lo contrario. Él
mismo llegará a manifestar, como decíamos poco más arriba, que es consciente de
esta contradicción, y a lo largo de sus escritos se va moviendo entre un aspecto o
el contrario, sin saber el lector a qué atenerse. El ser en sí es «indecible»,
inaccesible (apofantismo), pero, como dice en el último texto reseñado, “la
pregunta por el sentido del ser sólo es posible si se da algo así como una
comprensión del ser”. Es comprensible que algunos de sus críticos le hayan
echado en cara el carácter ambiguo y con doblez de sus planteamientos.
El ser «arrojado» no es un ser cerrado. Esta es la puerta que deja abierta
para una “comprensión del ser”. Su esencial estado es el del “estar-‐‑en-‐‑el-‐‑mundo”.
Pero queda cooriginariamente desvelado en lo que respecta al mundo al
estar-‐‑en, y al sí mismo. En la fáctica aperturidad del mundo queda, además,
codescubierto el ente intramundano. Esto implica que el ser de este ente en
cierta manera ya es comprendido siempre, aunque no ontológicamente
conceptualizado en forma adecuada49.
48 Ibíd., 221.
49 Ibíd., 222.
50 Cf. HEIDEGGER, M. ¿Qué es metafísica?..., cit. p. 69.
51 Cf. Ibíd., 70.
52 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
matiz, aún no se declara preparado el camino para llegar al ser. Para Heidegger
«verdad ontológica» es, en parte, un misterio poco accesible52.
Podemos resumir finalmente en varios puntos los temas que van a influir y
estar presentes en la obra de Gilson:
―La metafísica occidental ha desdibujado el verdadero rostro del ser, aquél
perfil barruntado por los más grandes pensadores griegos, como Aristóteles.
―Este verdadero «ocultamiento» ha producido un giro hacia el ente en
detrimento del ser.
―El ser del hombre, Dasein, se encuentra arrojado en el mundo pero abierto
al mismo tiempo, no teniendo, sin embargo, la capacidad de ir más allá del ente
que se muestra. Podemos reconocer al ente, pero no el ser del ente.
―A pesar de utilizar conceptos que nos recuerdan lo más genuino de la
tradición metafísica occidental, en Heidegger no existe, en realidad, una
verdadera filosofía del ser, puesto que su presupuesto metafísico y gnoseológico se
enraízan más bien en el kantismo.
―No obstante, la especulación del pensador alemán trajo consigo la
emergencia de un estudio renovado de la filosofía del ser, además con la virtud
52 Cf. HEIDEGGER, M. Los conceptos fundamentales…, cit. p. 425.
53 Ibíd., 102.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 53
de cuidar con esmero las ideas más genuinas tanto de Aristóteles como de santo
Tomás (los conceptos de substancia, en el primero, y de esse, en el segundo)54.
54 En su artículo L´être et Dieu, Gilson se confronta con esta propuesta de Heidegger. Cf.
GILSON, É. (1962), “L´être et Dieu”, Revue Thomiste, vol. 62, 399-‐‑403.
55 Para algunos pensadores, entre ellos Étienne Gilson, esta doctrina de santo Tomás es
absolutamente capital y su interpretación no está sujeta a discusión, sin embargo, para
otros este punto no está tan claro. Cuando digo debate “abierto” me refiero, por tanto, a
que, en conjunto, es una cuestión discutida, pero para Gilson no lo es.
56 Vid., nota 18.
51 Cf. HERRERA, J. J. (2015). El actus essendi en Tomás de Aquino. Distinción, evolución y
síntesis personal. IRIZAR, LILIANA B.–SAETEROS, T. (Dirs.), La fascinación de ser metafísico.
Tributo al magisterio de Laurence Dewan, (pp. 55-‐‑85), Argentina: Universidad Sergio
Arboleda, Universidad del Norte (Santo Tomás de Aquino).
58 Cf. TOSO, M. (1982). “Étienne Gilson e la filosofía realista di San Tommaso”.
Salesianum, Vol. 44, 647.
54 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
contextualizar los textos en los que Gilson se introducirá para encontrar en ellos
una metafísica del esse original. Puede ser interesante que nos detengamos un
poco en esta consideración59.
¿Cuál es la verdadera naturaleza del esse para santo Tomás de Aquino?
¿Qué hermenéutica se ha ido desarrollando a lo largo del tiempo en las escuelas
59 Para mostrar este camino progresivo tomo en consideración el estudio citado poco
más arriba de Juan José Herrera, el cual reconoce y asume en su análisis este hecho de la
gestación evolutiva del pensamiento tomista, sin embargo, este autor dice: “Pensamos
que, desde el punto de vista metodológico no es adecuado iniciar la investigación de una
temática tomasiana con el prejuicio de que está necesariamente afectada por una
evolución de fondo o con la prevención de que el autor fue tan influenciado por sus
predecesores que no pudo brindar en su juventud un aporte original. En esta sección
queremos discutir brevemente la opinión de quienes han percibido en la obra del
Aquinate un cambio notable en su concepción del esse”, 67. Sorprende esta conclusión
cuando poco antes afirma este mismo autor en el mismo artículo: “La obra de Tomás de
Aquino no es una unidad invariable, como si el autor hubiese pensado cada uno de los
temas exactamente en los mismos términos desde el principio de su magisterio hasta el
último de sus escritos. De hecho, el avance de las investigaciones sobre la enseñanza del
fraile dominico ha revelado marcados desarrollos, cambios o evoluciones, tanto formales
como doctrinales, en distintas áreas de su producción teológica. Actualmente existe una
mayor sensibilidad para acercarse a los textos tomasianos desde una perspectiva
histórica”, 64. Es difícil defender la coherencia entre ambas afirmaciones. Al contrastar los
dos textos no puede dejar de advertirse una profunda contradicción. Si se admite una
evolución, que, además, se considera necesaria para llevar a cabo cualquier estudio de la
obra del Aquinate, luego no se puede afirmar justo lo contrario, porque asumir el hecho
de la evoución implica necesariamente al revés de lo que dice, o sea, que sí que es
adecuado desde el punto de vista metodológico asumir esa realidad, y no ―como
paradójicamente sostiene el mismo autor― como prejuicio, sino como mera coherencia
reflexiva. Nos parece mejor defendida la tesis del profesor García Marqués, la cual tiene
en cuenta la autoridad de filósofos clave en la cuestión, como son Roland–Gosselind, o el
mismo Fabro.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 55
tomistas? Para elaborar sus propias tesis, nuestro autor no sólo estudió los textos
del Aquinate, sino que se acercó a las fuentes donde él bebió para encontrar su
propio pensamiento. De igual manera, Gilson emprendió esta tarea
encontrándose con una comprensión variada en lo que a la interpretación de los
textos de Tomás se refiere. Puede sernos de utilidad conocer brevemente lo más
sobresaliente de este contexto histórico según los investigadores contemporáneos
a él.
Por ejemplo, Cornelio Fabro y Bernard Montagnes creen que las primeras
obras de santo Tomás están fuertemente influenciadas por Avicena. Prueba de
ello son las expresiones que el Doctor de Aquino utiliza en el De ente et essentia60.
La tesis de Fabro es que, en este período inicial, el Aquinate entiende el esse más
como esse «in actu» que como esse «ut actus»61. En realidad, a mi parecer, no es que
Fabro afirme que no se encuentra el ser concebido como acto en este primer
momento de su magisterio, sino, más bien que, este esse tratado aquí no se aprecia
en toda su fuerza y contundencia como esse ut actus sino como esse in actu. Habrá
que esperar al Contra Gentiles y, sobre todo, al De substantiis separatis y a la Summa
Theologiae para contemplar esta doctrina en toda su profundidad. No estaríamos
tanto ante un problema de cambios substanciales ni de variación, cuanto de
profundización y de claridad a la hora de entender su propia convicción62.
En cambio, para Herrera, las afirmaciones de Tomás ya desde el mismo De
ente serían lo suficientemente clarividentes en la profundización de la doctrina del
esse como actus essendi, que no permitirían si quiera hablar de un progreso o
evolución 63 . Sin ánimo de entrar de lleno en la problemática en cuestión,
60 Esse est id quo fundatur unitas supposit: unde esse multiplex praejudicat unitati essendi. Cf.
HERRERA, El actus essendi en…, cit., 66.
61 Cf. FABRO, C. (2010). Partecipazione e Causalità. Roma: EDIVI, 216.
62 Cf. GARCÍA MARQUÉS, A. (2014). ¿Hay tres Tomás de Aquino? Navarra: Eunsa, 285.
63 Según mi apreciación, Herrera interpreta las afirmaciones de Fabro acerca de este
particular en un sentido que Fabro nunca le dio. Al menos eso me parece a mí cuando uno
se confronta con ellas. Decir que Tomás entendía el ser más como existencia, en sentido
aviceniano, en sus primeros escritos, no sólo no tendría nada de particular dada la clara
56 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
adelantando algún apunte significativo, se podrían mencionar dos textos donde
Herrera encuentra con claridad una afirmación de un esse entendido ya como
actus essendi. Estos textos serían: el Quodlibetum noveno, de finales de 1257: “De
otro modo se dice el ser como acto del ente en cuanto esente, es decir, por lo que
algo se denomina ente en acto en la naturaleza de las cosas”64. También este otro:
Expositio libri Boetii De ebdomadibus (posterior a 1259), donde se dice:
Lo que es se significa como sujeto del ser, así aquello que corre se
significa como el sujeto de la carrera. Por eso como podemos decir del que
corre o del corriente, que corre en cuanto está sujeto a la carrera y participa
de la misma, así podemos decir que el ente o lo que es, es en cuanto participa
del acto de ser. Y esto es lo que dice: que el mismo ser no es, porque no se
atribuye a sí el ser como sujeto del ser, pero lo que es, recibida la forma de ser, a
saber, recibiendo el mismo acto de ser, es y en eso consiste, esto es, subsiste en
sí mismo65.
Oigamos las conclusiones de este autor con sus mismas palabras:
influencia que todos los pensadores tienen respecto de sus influyentes, sino que, además,
no tendría por qué estar negando con ello que el ser sea acto, ya desde ese momento. Una
cosa es el modo en que él podría haber concebido su ser acto en esta época, y otra que su
concepción del ser como existencia fuera excluyente respecto de su ser acto. De todas
formas, por no dar por cerrada una cuestión que es susceptible de profundización e
interpretación, quizá lo más razonable es no hacer afirmaciones demasiado rígidas dado
que el pensamiento de un autor tan singular como Tomás no puede ser interpretado
reduciéndolo a un solo texto.
64 TOMÁS DE AQUINO, Quodlibet., IX, q. 2, a. 2, lin. 41-‐‑43.
65
“Id quod est significatur sicut subiectum essendi, uelud id quod currit significatur
sicut subiectum currendi; et ideo sicut possumus dicere de eo quod currit siue de currente
quod curratin quantum subicitur cursui et participat ipsum, ita possumus dicere quod ens
siue id quod est sit in quantum participat actum essendi. Et hoc est quod dicit quod ipsum
esse nondum est quia non attribuitur sibi esse sicut subiecto essendi, set id quod est,
accepta essendi forma, scilicet suscipiendo ipsum actum essendi, est atque consistit, id est
in se ipso subsistit”. TOMÁS DE AQUINO, De ebdomadibus, c. 2, lin. 52-‐‑63.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 57
De acuerdo con estos textos, es muy difícil corroborar una evolución en el
contenido formal de la enseñanza tomasiana del esse. No nos parece que haya
que excluir la idea del esse ut actus de la posición inicial del Aquinate. Lo que
sí se constata, sobre todo cuando se analizan sus obras de madurez, es una
mayor precisión en la formulación de las tesis metafísicas, que lleva a
detectar más vivamente sus implicancias y, por ello, a establecer de modo
más perfecto las conexiones entre ellas66.
De estas consideraciones lo que se echa en falta es una asimilación de lo que
fueron los distintos períodos de la evolución del pensamiento de santo Tomás. En
el estudio detenido del profesor García Marqués, se da cuenta de dos
acercamientos distintos del Aquinate a los escritos de Aristóteles; uno, donde lo
conoce a través del comentario de Avicena, cuestión ésta de mucha importancia
porque el filósofo árabe interpretó a Aristóteles dentro del esquema filosófico del
platonismo, que es la interpretación común que había permanecido en el tiempo.
En un segundo momento, santo Tomás habría conocido directamente los textos
del Estagirita, esta vez a través de Averroes. Así, se consumaría una apuesta más
decidida por el aristotelismo67.
66 HERRERA, J. J. El actus essendi en…, 71. Que en las obras de madurez de Tomás se
constata una mayor profundidad en la enseñanza del esse ut actus es la misma conclusión
a la que llegan Fabro y los demás autores que la defienden.
67 Cf. GARCÍA MARQUÉS, A. “¿Hay tres Tomás…?” 286. Veamos el equilibrio de la
conclusión a que llega su investigación: “Sobre las posiciones doctrinales de Tomás
durante este periodo, sólo señalo que el haber tenido en cuenta la inestable posición
tomista entre Avicena y Averroes podría haber llevado a entender mucho mejor el sentido
y alcance de sus cinco vías, y de las doctrinas que en ellas hallamos”. Sin duda, creo que
podemos decir que, la doctrina del actus essendi está dentro de las que aquí refiere García
Marqués. Así lo afirma él mismo poco después: “El triple estado aviceniano de la esencia
es abandonado. La teoría de la esencia ante rem desaparece. Abandona la filosofía
esencialista para defender una filosofía del acto. Ciertamente seguirá manteniendo la
distinción entre la esencia y el ser, pero ya no con argumentos lógicos, sino metafísicos.
58 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
b) Oscurecimiento del esse tomista: historia de un olvido
La aportación de santo Tomás a la comprensión de los conceptos básicos de
la metafísica del ser advino tras un proceso de enriquecimiento paulatino que fue
de menos a más. En esto parece haber acuerdo entre todos los especialistas. Lo
que nos planteamos en este apartado es si la recepción del magisterio filosófico de
Tomás fue correctamente asimilado, no ya por las escuelas en general, sino por
sus propios discípulos. Acerca de este particular existen estudios rigurosos que
conviene reseñar con el fin de ir perfilando esta contextualización en torno al esse
tomista68. Es Étienne Gilson uno de los autores que con más precisión ha puesto
Incluso no le dará preferencia al binomio participante-‐‑participado, sino acto-‐‑potencia: el
esse es actus; la esencia, potentia”.
68 “El reverdecer del “tomismo esencial” ha contribuido a esclarecer un punto
neurálgico de la metafísica, a saber, que a poco de la muerte del santo Doctor, se produjo
un oscurecimiento de la noción de ser. La intromisión del vocablo “existencia”, para
significar lo que santo Tomás denominó actus essendi o, simplemente, junto a la habitual
costumbre de asociar el ser con el ente, y el hecho que se ha convertido al ser en un quid,
resultan algunas de las causas del mentado eclipse. Dicho con otras palabras, si el esse
resulta un sinónimo de la existencia, entonces el esse actu (perteneciente al ablativo) se
devora al esse ut actus (propio del nominativo)”. KELZ, C. “El trásito de la…”, cit. p. 168.
Cornelio Fabro subraya en sus escritos la diferencia entre esse in actu y el esse ut actus, para
diferenciar la existencia fáctica del acto metafísico. Que ha habido confusión por hablar de
existencia, siendo así que el término puede entenderse en los dos sentidos está fuera de
discusión porque es un hecho. Por ello, los dos problemas a los que se debería poner
atención son: no entender el esse como mera existencia (facticidad), ni agotarlo en el ente,
es decir, conceptualizarlo, algo que nos llevaría a entificarlo y, por tanto, hacer de él lo que
no es, una “cosa”, o una “parte”, lo cual, en el fondo, sería de alguna manera una
esencialización más del esse. Me parece interesante, a propósito de esto, lo que comenta
Carlos Kelz sobre las intuiciones de Raeymaeker: “el ser tiene un valor absoluto, pues
entre lo que existe y lo que no existe media, precisamente, la creación en el ser. El pasaje
del ser categorial, también denominado copulativo, al ser entendido como actus essendi,
implica disociar el sentido abstractivo propio de la primera dimensión. Dice él: “No se lo
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 59
de relieve esto. Como es bien sabido, una de sus cualidades fue la de gran perito
en historia de la filosofía medieval. Uno de los temas a los que más atención
dedicó fue sin duda la original concepción del esse en santo Tomás.
Según el filósofo francés, ya en tiempos cercanos al mismo Tomás, se
empezó a producir un desplazamiento del esse69. Lo que significó este hecho
puede ser reconstruido a partir del debate que tuvo lugar entre Egidio Romano y
Enrique de Gante, disputa que tuvo consecuencias muy importantes para la
comprensión de la estructura metafísica del ser finito70. Este debate se dio en un
contexto que conviene tener presente. Poco después de la muerte de santo Tomás,
el obispo de París, Étienne Tempier, condena 219 tesis de Averroes, algo que hirió
directamente las especulaciones del Aquinate, cuyo esfuerzo se orientó siempre
hacia la necesaria comprensión y reciprocidad entre razón y fe. Esta condena
produjo una violenta separación entre ambas. Reproducimos las palabras con que
el mismo Gilson hace mención de esto, por su particular estilo, casi poético:
Después de 1277, uno ve cómo cambia la marcha de todo el pensamiento
medieval. Tras su corta luna de miel, teología y filosofía creen advertir que su
boda había sido un error. En espera de la separación de cuerpos, que no
tardará, se procede a la separación de bienes. Cada una vuelve a tomar
posesión de sus problemas y prohíbe a la otra que los toque71.
descubre ni detrás, ni debajo, ni encima, ni al costado, en suma no es de ninguna manera
fuera del ente que se nos presenta a nosotros el esse, sino dentro del ente mismo: él se
revela como el ser del ente, es decir, como aquello en razón de lo cual lo dado posee
intrínsecamente la consistencia propia del ente”. DE RAEYMAEKER, L. (1957). Riflessioni su
termini filosofici fondamentali, Milano: Marzorati, 19.
69 Cf. MOYA OBRADORS, P. J. (2002). “Étienne Gilson: El arte de ser tomista”. PETIT
SULLA, J. M.–ROMERO BAR, M. (Eds.), Actas del Congreso La síntesis de Santo Tomás de
Aquino…, cit. p. 525.
70 Cf. Ibíd., 525.
71 GILSON, É. (19652). La filosofía en la Edad Media. Madrid: Gredos, 288.
60 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Pero esta condena tuvo consecuencias no sólo en el plano teológico sino
también en el plano metafísico. Egidio Romano ―discípulo de santo Tomás―
consignó la controversia en torno al problema de la comprensión del ser en el ente
finito en su obra llamada Theoremata de esse et essentia. Paradójicamente, es en esta
obra donde, quien por su condición de discípulo de Tomás pretendía defender
sus tesis, más se alejó de la más importante.
En su defensa del esse, Egidio no lo concibe como lo que actualiza la esencia
constituyéndola en un ente existente. Lo que hace que un ens sea es la forma:
quaelibet forma dat rei quod sit ens (Theoremata, Th. XIII). Como la actualidad de la
esencia no es suficiente para constituir al ente como existente, entonces, a la
esencia, le «sobreviene» la existencia como acto que le hace existir. Pero,
adviértase que este «acto» así concebido viene a actualizar a la esencia para
hacerla existir desde fuera, y no como un elemento unido, en el ente, a esa misma
esencia. El esse ya no es lo que concebía santo Tomás, a saber, el acto «primero»
por el que la cosa existe, sino más bien, “un suplemento de actualidad en la
misma línea de la esencia”72. El primero que se alzó contra tales consideraciones
fue otro discípulo de Tomás, el dominico inglés Thomas Sutton, quien evidencia
que Egidio Romano está concibiendo las esencias como preexistentes a la
actualidad que reciben de la existencia, siendo así que, antes de recibir la
actualidad del esse, ellas no son nada73.
Pero el que con más fuerza contribuyó al oscurecimiento del actus essendi
fue —a juicio de Gilson— Enrique de Gante, contrincante en la polémica en torno
al ser, de Egidio Romano. Para Enrique, la esencia es la raíz última de los seres.
72 GILSON, É. (1955). History of Christian Philosophy in the Middle Ages. USA: Sheed and
Ward, 742.
73 “In questo senso l´approfondimento dell´originalità della nozione metafísica dello
esse fondata sulla nozione di partecipazione è appena all´inizio: dalla sua esatta
comprensione e dal suo approfondimento dipenderà la consistenza di quell´originalità
dell´atto proprio dello spirito, nel suo costituirsi esistenziale, che è la scelta radicale della
libertà”. FABRO, C. (1974). “L´interpretazione dell´atto in San Tommaso e Heidegger”, Atti
del Congreso Internazionale, Vol. I, Roma, 515. En KELZ, C. “El trásito de la…”, cit., p. 168.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 61
Esta esencia se entiende como una idea divina que posee un ser propio, llamada
esse essentiae74. Por su parte, la existencia que se concibe aquí no forma parte de la
composición metafísica real del ente, sino meramente una esencia posible que ha
sido creada por Dios.
En la misma línea de Enrique de Gante, hará su planteamiento Duns Escoto,
llamado el Doctor subtilis. Una esencia actualmente existente, por haber sido
creada, se distingue realmente de la esencia potencialmente existente. Cuando
una esencia es creada deja de ser puramente posible para ser en acto. Así, la
existencia no es más que una «manera» de ser de la esencia: Ad secundum dici
potest quod essentia et eius existentia in creaturis se habet sicut quidditas et modus, ideo
distinguuntur75. La existencia actúa respecto de la esencia como un nuevo modo de
ser adquirida por haber sido creada por Dios76.
Hay quien ha ido más allá incluso de estas conjeturas hasta llegar a afirmar
la superioridad de la sola esencia posible sobre la existencia, a la manera de
aquella cosa posible actualizada, como si el ser de la esencia se concibiera más
perfecto que el ser de la existencia: Inter esse essentiae reale et existentiae est ordo
perfectionis, et probatur, quia esse essentiae est perfectius esse existentiae, quia esse
existentiae est quodam accidentale adveniens naturae. (Scotus dilucidatus in II Sent., p.
724)77. En este texto puede advertirse la superioridad de la esencia sobre la
existencia, hablando en términos de perfección, según su sentido metafísico. Ésta,
a pesar de ser sólo algo posible, en cuanto que es perfecta en sí misma y recibe
todos los atributos propios de la «forma», es «más»78.
74 Cf. ECHAURI, R. El pensamiento de…, cit., p.131.
75 DUNS ESCOTO. Op. Ox., I, d. 2, q. 2. Madrid: B.A.C.
76 Cf. Ibíd., 132.
77 Cf. GILSON, É. (20055). El ser y los filósofos. Pamplona: Eunsa, 92. «Entre el ser de la
esencia real y la existencia está el orden de la perfección; y está probado, porque el ser de
la esencia es más perfecto que el ser de la existencia, pues el ser de la existencia adviene
para algunos de modo natural».
78 Cf. Ibíd., 133.
62 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
En estas consideraciones, la existencia aparece como accidente de la esencia,
como ya Avicena había enseñado. Frente a esta concepción, seguida por Escoto,
encontramos la defensa de Gilson de un modo de concebir el esse tomista según el
cual, la existencia no es un accidente metafísico (de la esencia) sino un acto, como
tendremos ocasión de mostrar a lo largo del trabajo.
Hay que reconocer a Avicena, en cambio, la virtud de haber puesto de
relieve que la existencia no posee un carácter analítico. Por mucho que el
entendimiento analice lo que hay en una esencia, no hallará la existencia como
«algo» observable unido a ella79. Al contrario de lo que concluyen algunos, este
hecho no debería llevar a negar la condición de «real» de la existencia sino un
desbordamiento por así decir del orden de la esencia, precisamente por no ser un
dato inteligible de ella, sino como lo que compone con ella, como su acto propio, el
acto a través del cual es, resultando ambos elementos intrínsecamente unidos, el
ens.
Esto no debe llevar al menosprecio del valor que la intuición de Avicena
sobre el papel de la existencia y al oscurecimiento de lo que significó. Aunque el
esse no llegaba en sus especulaciones a ser más que un accidente de la esencia,
ésta se ve ya, en cambio, como un elemento que de algún modo rebasa la esencia,
se distingue de ella con un valor propio, no como algo absolutamente ahogado en
ella. Lo que sí sucedió irremediablemente es que, al actualizar los puntos de vista
de Avicena sobre la existencia, ignorando la fuerza especulativa de los hallazgos
de santo Tomás sobre el actus essendi, las escuelas posteriores a la muerte del
teólogo dominico, incluidas las llamadas «tomistas», perpetuaron la
consideración metafísica del esse en la línea de la essentia,80 más que como lo que
es, actus. Que autores como Enrique de Gante o Escoto no siguieran el
pensamiento de Tomás resulta coherente porque no se reconocen como discípulos
suyos. Lo que resulta inaudito, en palabras de Raúl Echauri, es que algunos de
sus discípulos más destacados, como Cayetano, hayan abierto ese hiato con lo
más genuino de su pensamiento. Cayetano —sostiene el filósofo argentino—
79 Cf. Ibíd., 134
80 Cf. KELZ, C. “El tránsito de…”, cit., p. 175.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 63
inmerso completamente en la esencia, queda diluido en ella, llegando a negar la
posibilidad del conocimiento de la inmortalidad del alma por la sola razón. Pero,
a lo que nos interesa a nosotros, el actus essendi no aparece en los escritos de uno
de los más brillantes comentadores del Aquinate81. Como hace ver Gilson, su
vocabulario está transido de expresiones «no tomistas» sino de unas tomadas de
Enrique de Gante y de Escoto, como son las antedichas de esse essentiae y esse
existentiae82.
Otro autor que juega un papel importante para Gilson es Francisco Suárez,
quien contribuyó notablemente, según el medievalista francés, al fortalecimiento
de la primacía de la esencia. El ens, para él, se contrae en dos posibilidades, el ente
entendido como participio presente, y que se refiere a la esencia real con
existencia actual; y el ens, concebido como nombre, que indica también una
esencia real, pero sin la existencia. Así, el ente se concibe como posible o actual.
En ambos casos, nos encontramos con una esencia «real», dando lugar esta
concepción a la pérdida del término «real» como lo que existe (esse habens), como
aquello que pertenece a la esencia, independientemente de su efectiva existencia.
«Real» no es ya «actual», sino la idea de una esencia, el conjunto de elementos
inteligibles, aunque sólo estemos en la esfera de lo potencialmente posible83.
No tiene sentido preguntar si hay algo distinto en una esencia actual
existente, porque esto vendría a decir que la esencia no agota el ser, lo que se
opondría directamente a su propio modo de concebir el esse. Para santo Tomás, lo
que proporciona la actualidad y la existencia al ente es el esse. La esencia, por sí
sola, no constituye el ente. El esse actualiza la esencia, constituyendo, de este
modo, el ente existente. Esta composición, en el ente, de una esencia que es
actualizada por el esse, se da entre dos elementos distintos y es real desde el punto
de vista metafísico. Lo que Suárez no alcanza a ver, para Gilson, por su falta de
comprensión del alcance del esse ut actus, es que, en la realidad haya un acto que
sea de verdad distinto realmente de la esencia y con la cual pueda componerse
81 Cf. ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p. 136.
82 Esta es, según Echauri, la hipótesis de Gilson. Cf. Ibíd., 137.
83 Cf. Ibíd., 140.
64 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
formando el ente existente. Esta inyección metafísica de la esencia, así como la
ignorancia y consecuente devaluación del actus essendi, hacen de Suárez un
contribuyente más de la línea esencialista que ayudará al período posterior a
olvidar más el ser para centrarse aún más en la esencia. La realidad queda así
totalmente «desexistencializada»84.
Por esta razón, Gilson concluye que, los autores más influyentes en la
ciencia metafísica de la era moderna, como son Descartes o Spinoza, siguiendo
esta estela, van construyendo un edificio filosófico donde todo lo que puede
considerarse propio del terreno ontológico se sumerge poco a poco en un modo
de esencialismo, la «idea», cada vez más lejos de la realidad existente. Este
proceso culminará en Wolff. Este será el primero en definir directamente el ente
como: quod existere potest, consequenter cui existentia non repugnat (Ontología, 134). El
84 Cf. Ibíd.,143. En palabras del propio Echauri: “Aquí se comienzan a perfilar ya las
graves consecuencias que tuvo para el pensamiento moderno el olvido del esse tomista. En
plena gestación del mundo moderno, las intuiciones centrales de santo Tomás no jugaron
ningún papel, porque habían quedado completamente inadvertidas. La influencia de
Suárez, en cambio, fue notable, pero lejos de favorecer la especulación filosófica, la llevó
por un rumbo, que desembocó finalmente en una filosofía totalmente abstracta, como la
de Hegel, porque se había eliminado de lo real la savia existencial del actus essendi, con lo
cual se obnubiló el fundamento que otorga al ente su gravedad ontológica y su peso
existencial”. A propósito de esto, no deja de llamar la atención una cosa. El compendio
que resume el magisterio metafísico del profesor Carlos Valverde carece de un
tratamiento del actus essendi. Esto no debería llamar la atención siempre y cuando no fuera
porque su autor se profesa seguidor de Suárez y no de santo Tomás. Pero más allá de
gustos personales, hay que resaltar, al menos esta es nuestra impresión, que los
seguidores de la metafísica de Suárez (Valverde, o el mismo Zubiri) continúan
interpretando el esse tomista como su maestro. No han avanzado en su comprensión.
Expresión de eso ―aquí venimos a parar― es que Valverde no le dedica un solo párrafo
al actus essendi en su obra más acabada y sintética de metafísica, siendo la doctrina más
sobresaliente del Doctor de Aquino. Vid., VALVERDE MUCIENTES, C. (2009). Prelecciones de
metafísica fundamental. Madrid: B.A.C., 628-‐‑635.
I. MARCO HISTÓRICO DEL PENSAMIENTO DE GILSON 65
ente es independientemente de su existencia real y concreta. Ya no es lo que es
porque tiene el acto de ser, sino sólo lo que «puede» ser. Ser y poder ser conviven
en la misma metafísica, llamada ahora «ontología», una nueva ciencia del ser que
culminará un proceso de auténtico «olvido del ser»85.
85 Cf. CARDONA, C. (1997). Memoria y olvido del ser. Pamplona: Eunsa, 112.
Antes de entrar de lleno en el estudio gilsoniano del esse tomista, considero
de interés hermenéutico dedicar un pequeño capítulo, a modo de excursus, a la
comprensión etimológica o semántica de las nociones centrales que están
presentes en la metafísica del ser de santo Tomás. Más allá del valor lingüístico
como tal, es de gran interés para el pensamiento filosófico, partir de aquello que
por sí mismas dicen las palabras, teniendo en cuenta que todo concepto
especulativo hunde sus raíces en el lenguaje común que utilizamos las personas
para la vida ordinaria86. Es más, podríamos llegar a decir que, aquello que un
filósofo entiende por una palabra, condiciona el enfoque de su especulación.
Pensemos en el alto grado de cambio que el concepto de «ser» ha tenido desde
Parménides o Heráclito hasta Kant o el mismo Heidegger. De este ámbito es de
donde la filosofía ha ido construyendo su tejido, razón por la cual empezaremos
nuestra labor examinando qué dicen las palabras más sobresalientes desde su
mismo uso meramente comunicativo87.
«Ser» proviene del verbo latino esse (sum, esse, fui), que es un verbo
polirrizo, pues se ha formado a partir de dos raíces indoeuropeas distintas. Una,
«es-‐‑», que aparece en la conjugación de tres formas: «es-‐‑» (esse, essem); «s-‐‑» (sum,
sumus, sim), por pérdida de la «e» breve inicial; y «er-‐‑» (eram, eris), por rotacismo
86 Cf. GARCÍA MARQUÉS, A. (2014). “Tò ti eînai, tò ti esti, tò ón: su sentido y traducción”.
Anales de Filosofía, nº 10, 1.
87 “Es absolutamente necesario acudir al lenguaje ordinario, si se quiere entender el
origen, evolución y contenido semántico de un término o de una expresión filosófica. Sin
esa previa tarea, es muy difícil proporcionar una traducción adecuada”. Ibíd., 2.
68 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
(transformación de la «s» en «r»). La otra raíz es bheuƏӘ88, que se transforma en
«fui-‐‑» con la variantes «fue-‐‑» ante «r». Aunque la segunda raíz, quizá significó
“crecer”, una vez formado el nuevo verbo por conjunción de las dos raíces, el
significado que predominó fue el de la primera raíz: no significó primeramente la
existencia, sino el mero «estar en un sitio». Así lo expresan, por ejemplo, algunos
poemas de Homero89. Otra prueba de este sentido locativo inicial está en que el
significado de todos los compuestos de sum tienen un significado local que se
conserva claramente: ab-‐‑sum (estar lejos), in-‐‑sum (estar dentro), ad-‐‑sum (estar aquí,
presente), de-‐‑sum (estar debajo), ob-‐‑sum (estar frente, obstaculizar)… Y a esto
podemos añadir que el propio verbo sum, en latín clásico, tiene un significado
predominantemente locativo: el único modo de decir simplemente «estoy en la
urbe» es in urbe sum.
Más problemático se presenta para la filosofía el término ens (tò ón), ente. El
verbo sum carece de participio de presente, pues, el que tuvo, sons, varió su
significado alejándose de su sentido propio. Se creó sens (o quizá esens), que
también se perdió sin dejar testimonio escrito, pero está presente en sus
compuestos absens y praesens. Cuando los romanos se encontraron en la tesitura
de tener que traducir «ón», crearon un neologismo ens malformado, pues no tomó
como base el tema de presente «es-‐‑», que hubiera dado esens o sens (por pérdida
de la «e» inicial). A pesar de esto, aunque siempre fue sentido por los romanos
como una palabra extraña y dura, con el paso del tiempo se consolidó su uso y se
ha mantenido de modo estable90.
Como se quejará Gilson en repetidas ocasiones cada vez que trata del
problema del ser desde el punto de vista de las lenguas, la dificultad está en la
traducción de este concepto cuando pasa a cada lengua propia. Los resultados no
son satisfactorios en todos los casos, y como venimos diciendo, para la
88 Cf. http://www.dechile.net (consultado el 20 de noviembre de 2017).
89 Cf. Ibid., 23. La referencia a Homero es encontrada por el Profesor García Marqués a
través del Profesor Tomás Calvo.
90 Cf. Ibíd., 23.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 69
especulación filosófica esta confusión no ayuda precisamente, sino todo lo
contrario.
No será extraño asistir a encendidos debates originados por una mala
comprensión del concepto mal traducido e interpretado. Y, si hay una palabra que
da pie a esto, es la nuestra, ser. Pensemos en la lengua española. Al no tener
participio de presente, usamos la palabra ente, que poco nos dice al oído, por ser
una palabra que no proviene del uso cotidiano para entendernos las personas91.
Esto “saca de contexto” el término y lo sitúa en un nivel abstractivo que requiere
un gran esfuerzo de comprensión y contextualización. Ente no es en realidad un
participio, sino un sustantivo, lo que lleva consigo dificultades dignas de
consideración. ¿Cómo, entonces, podemos traducir ens? Hay que reconocer el
límite de la frecuente traducción «lo que es», que obliga a construir la fórmula de
la definición de la metafísica como ciencia del “ente en cuanto ente”92.
Peor suerte corre τὸ όόν traducido por «ser», porque aquí «ser» no se
comporta como verbo, sino como sustantivo puro, de ahí expresiones como “los
seres humanos”. Esta traducción crea la indeseable confusión entre «ser» como
verbo, y «ente o existente» como participio, que sería el όόν (ens).
Me parece muy sugerente la propuesta de traducción que ofrece García
Marqués en el artículo que venimos citando. Hay un resto de participio latino que
sí es usado en el lenguaje ordinario y está perfectamente integrado en nuestro
modo de comunicarnos que es el de existente. Es un auténtico participio de
presente con sus tres géneros (el, la, lo existente) que se acomoda perfectamente
en el uso común como equivalente no culto de ente. Se propone, pues, la
posibilidad de usar el doble modo de expresión de ente, junto con existente93.
Vamos ahora a considerar desde el punto de vista lingüístico la palabra
esencia (essentia). En su constitución también presenta anomalías, circunstancia
que la hará problemática, desde su mismo origen, en el uso filosófico. Essentia
tendría que haber tenido su origen no sobre el infinitivo (esse), sino sobre el
91 Cf. Ibíd., 24.
92 Cf. Ibíd., 24.
93 Cf. Ibíd., 26.
70 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
participio de presente (sens). Essentia fue la palabra que se creó para traducir ousía,
pero también se tradujo por substantia, una vieja palabra latina con el mismo
significado cotidiano que ὀυσίία. La traducción de ὀυσίία por substantia alejó
essentia de ὀυσίία, bifurcando sus significados. Substantia significó la realidad
propia y última de algo, y essentia las características universales de una cosa. De
aquí partirá uno de los debates más importantes para Gilson, el de la diferencia
entre esencia y existencia, como uno de los problemas capitales para la
comprensión de la filosofía del ser.
El significado que ha cristalizado para essentia en las lenguas modernas es
de algo común a muchos individuos, con ese matiz abstracto. El filósofo español
Millán-‐‑Puelles la define en su Léxico filosófico como modo de ser abstracto, sin
referencia a la realidad individual: “Una esencia puede ser concebida sin incluirla
en un ente”94. Carlos Valverde recoge este sentido universal definiéndola como
aquello que responde a la pregunta ¿qué es esto? (τὶ ἐστι en griego, quid est en
latín). La esencia es lo primero que decimos cuando sensitiva-‐‑intelectualmente
hemos aprehendido un ente (es un hombre, es un perro, es un árbol). También se
le ha llamado «forma» (morfé), pero se reconoce que esta traducción se presta a
confusiones por lo que este término indica por sí mismo en el lenguaje
aristotélico. Igualmente, se puede entender como aquello por lo cual un ente
queda necesariamente constituido en un determinado grado de ser, y por lo que
se le puede conocer como distinto de todos los demás grados de ser. Puede
advertirse aquí que un ente cualquiera puede ser considerado en cuanto género,
especie e individuo. De ahí que puede hablarse de esencia genérica, específica o
individual95.
Los diccionarios generalistas entienden esencia como “el ser y la naturaleza
de las cosas” (DRAE 1791), y ofrecen como traducción natura. Así pues, el
denominador común de los diccionarios presenta este término como la naturaleza
de algo general que puede ser definido, bien diferenciado de su substancia, que
94 MILLÁN PUELLES, A. (1984). Lexico filosófico, Madrid: Rialp, 283.
95 Cf. VALVERDE MUCIENTES, C. Prelecciones..., cit. p. 794.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 71
queda reservado para ousía96. Essentia indica lo abstracto, la definición de algo, sus
aspectos característicos considerados en su universalidad.
Finalmente vamos a considerar el término existentia, que, por su valor
metafísico en la filosofía del ser, tiene gran importancia, siempre desde el punto
de vista desde el cual vamos a trabajar, que es el de Étienne Gilson.
Existentia, del verbo existere, procede del verbo latino sistere, que, a su vez,
tiene relación con la raíz indoeuropea sta-‐‑ (estar en pie), griego στατόός (estar
firme)97. A su vez, el prefijo latino ex-‐‑ procede de la raíz indoeuropea eghs-‐‑,
conocida en el griego con el prefijo ek/ex (exorcismo, eclipse)98. Sistere, por tanto,
es un verbo que indica estabilidad, firmeza, estar, mantenerse firme; mientras que
ex-‐‑ encontraría su significado en la expresión “salir de”, o, simplemente,
“proceder de”, «procedencia». En conjunto, como puede observarse, ex-‐‑sistere
podría definirse como el acto de constituirse de algo en una estabilidad, firmeza o
bien, una realidad que recibe su constituirse en algo “saliendo de”, que viene a ser
no desde sí mismo.
Así pues, desde el punto de vista etimológico, «ser» tiene un sentido local
(estar en un sitio). Por su parte, «ex-‐‑sistere» indica no tanto el hecho de ser sino su
relación con algún origen, de ahí que podamos definirlo por aparecer, mostrarse,
“salir de”. Tanto «ser» como «existir» poseen un significado muy parecido. En un
primer momento estas nociones parecen haber indicado vagamente el hecho de
aparecer o surgir, y más tarde han visto ampliado su sentido. La razón de la
orientación más elemental de estos significados está claramente ligada a nuestra
percepción sensorial, y su posterior desarrollo está ligado a cómo el conocimiento
intelectual humano lleva los datos sensibles más allá de ellos mismos99.
«Existencia» también es definida como un cierto ser o estar fuera. Lo que
aún está en la causa se entiende como no existente; y, a su vez, lo que existe se
96 Cf. GARCÍA MARQUÉS, A. “Tò tí einai...”, cit. p. 16.
97 Cf. http://www.wikilengua.org (consultado el 20 de noviembre de 2017). Cf.
http://www.rae.es (consultado el 20 de noviembre de 2017).
98 Cf. http://www.dechile.net (consultado el 20 de noviembre de 2017).
99 Cf. GARCÍA LÓPEZ, J. (2001). Metafísica tomista, Pamplona: Eunsa, 46.
72 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
concibe como «fuera de» la nada, como lo que se opone a ella100. En la concepción
moderna, la «existencia» expresa el factum, y no algo más allá, como tendremos
ocasión de ver cuando entremos en el análisis metafísico. «Ser» y «existir», por
esto mismo, tomados desde el punto de vista solamente conceptual o etimológico,
no puede expresar este alcance metafísico que tendremos que valorar después.
Por su parte, santo Tomás no empleó muchas veces en sus escritos el término
«existencia» para referirse al ser. Según Gilson, esto se debe a razones de tipo
metafísico, algo que en este punto aún no entraré a valorar.
En contraposición con su opuesto, «existencia» quiere decir también, en un
sentido más propio, lo que no es un ente de razón. A diferencia de lo que
defendió Suárez, el ente se constituye en relación a la existencia, y no en orden a
la mera posibilidad (Wolff).
Finalmente, consideraremos la noción de «acto». La palabra «acto» viene del
término latino actus, que, a su vez, procede del verbo latino agere. Su significado
primario es «acción», pero esto fuera del ámbito filosófico. Puede ser entendido al
mismo tiempo como lo que resulta de una acción, lo acabado, realizado, hecho101.
100 Cf. MILLÁN PUELLES, A. (200114). Fundamentos de Filosofía, Madrid: Rialp, 430.
101 Cf. MILLÁN PUELLES, A. Fundamentos de..., cit. p. 449.
102 Estos son, principalmente, Cornelio Fabro, Louis De Raeymaeker, Raúl Echauri,
Pierre Aubenque y Antonio Livi.
103 Se conoce de este modo la exégesis filosófica elaborada por Gilson del texto bíblico
de Ex. 3, 14, y que fue expuesta sobre todo en su libro Dios y la filosofía, aunque esta
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 73
primero la influencia que la teología cristiana tuvo en la interpretación de nuestro
autor, para considerar a continuación el influjo aristotélico.
Convencido de la mutua cooperación que cristianismo y filosofía pueden
prestarse, siempre desde el respeto a la autonomía de ambas realidades, Gilson
dedicó un capítulo de su libro Dios y la filosofía, en particular, el capítulo llamado
Dios y la filosofía cristiana, al contenido especulativo del cristianismo. Aunque él
parte del presupuesto de que éste no es una filosofía, insiste en que la filosofía
cristiana es algo que se ha conformado históricamente a través de las reflexiones
de filósofos que fueron abrazando la fe, con una actitud abiertamente positiva
respecto a la filosofía griega. Piénsese, por ejemplo, en el caso de san Justino o el
mismo san Agustín y, por supuesto, santo Tomás. El encuentro se produjo
cuando los teólogos cristianos empezaron a querer expresar las verdades
sobrenaturales apoyándose en los conceptos de la filosofía griega. Lo que observa
nuestro autor es que, fruto de este encuentro, surgieron temas y problemas
nuevos que nunca habían estado en la mente griega. El tema principal de esta
reflexión acerca de la Revelación bíblica es la autorrevelación de Dios como “El
que es”. Según Gilson, a partir de esta confesión de parte de Dios de Su propio
Nombre, los pensadores cristianos no tuvieron más remedio que orientar sus
reflexiones metafísicas hacia un plano más existencial104.
interpretación estará siempre de fondo en las obras posteriores, especialmente en tres de
las obras más importantes, que son, las distintas ediciones de El Tomismo, El ser y la esencia,
y Elementos de una metafísica tomista del ser.
104
Cf. LIVI, Étienne Gilson..., 200.
74 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
vocación existencial de la metafísica. La Revelación cristiana, aceptada por el
filósofo como guía e inspiración, había permitido a la filosofía conquistar la
meta más ambiciosa105.
Se ha hecho célebre esta exégesis filosófica llevada a cabo por Gilson a partir
del texto bíblico de Ex. 3, 14, donde el hagiógrafo pone en boca de Dios la
afirmación, acerca de Sí mismo, de su propio Nombre: “Yo soy el que soy”. La
verdad filosófica contenida en esta afirmación, conocida y aceptada como válida
para el pensador francés, es de capital importancia, porque sería una afirmación
metafísica, conocida por vía de Revelación sobrenatural, pero con una valencia
filosófica válida106. Lo que los griegos habrían conocido de Dios por vía natural,
los judíos lo habrían alcanzado, con más perfección, con la autorrevelación divina
a Moisés.
105
Ibíd., 201.
106
Cf. ZUM BRUNN, E. (1969). “La «philosophie chrétienne» et l´exégèse d´Exode 3, 14”.
Revue de theologiae et de philosophie, vol. 19, 96.
107
GILSON, É. Dios y la filosofía...., cit., p. 59.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 75
Causa Primera de toda la realidad creada108. Al revelar un «Nombre» (“Yo Soy”)
con la existencia (“el que Soy”), y no con la esencia (mera cosa), nuestro autor es
partidario de interpretar que, si la única y verdadera Causa Primera de todo el ser
es “Alguien que es”, es decir, “El que existe”, entonces Dios es Acto Puro de Ser,
entendido como existencia pura, sin mezcla de composición ni de limitación. De
ahí que la tradición cristiana le haya concebido como ipsum Esse, es decir, Aquél
cuya esencia es su existencia, donde Ser y esencia coinciden109.
Los historiadores de la filosofía se enfrentan aquí de nuevo con el hecho,
para ellos tan poco agradable, de una declaración no filosófica que desde
entonces hizo época en la historia de la filosofía. El genio judío no era
filosófico sino religioso. Así como los griegos son nuestros maestros en
filosofía, los judíos lo son en religión. Mientras los judíos reservaron para sí
su propia revelación religiosa, nada le ocurrió a la filosofía; pero, con la
predicación del Evangelio, el Dios de los judíos dejó de ser el Dios particular
de cierta raza elegida, y se convirtió en Dios universal de todos los hombres
(...). Usando nuestra terminología moderna, digamos que la filosofía de los
cristianos es “existencial” por derecho propio110.
Al poner como causa suprema de todo lo que es en alguien que es, y del
que lo mejor que puede decirse es que “Él es”, la Revelación cristiana estaba
108
Cf. Ibíd., 60.
109
Cf. Ibíd., 61.
110
Ibíd., 62.
111
Cf. Ibíd., 63.
76 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
poniendo a la existencia como la capa más profunda de la realidad y a la vez
como el atributo supremo de la divinidad112.
Ha sido una cuestión filosófica siempre muy discutida la concerniente a la
relación entre el mundo y su Causa primera. Aristóteles creía que el mundo era
eterno, y por la descripción que hace de las causas de la substancia, no encuentra
necesario —según entiende Gilson— llegar a una causa absolutamente primera113.
Tomás de Aquino, por su parte, no tomó partido por una posición determinada
acerca de la eternidad del mundo, porque esto no era necesario para su verdadero
objetivo, que era establecer el fundamento del mundo en la doctrina de la
creación por parte de Dios. Gilson toma partido en el debate estableciendo un
hiato neto entre lo que, al respecto, dijo Aristóteles, y lo que dijo el Aquinate.
Pero la realidad es que hay algo que no es Dios. Los hombres, por
ejemplo, no son tales actos eternos de existencia absoluta. Hay, pues, algunos
seres que son radicalmente distintos de Dios, al menos en que, a diferencia de
Él, podían no haber existido, y puede, en cualquier momento, dejar de existir.
112
Ibíd., 64.
113
Cf. GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 52.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 77
Así, ser o existir, no es, de ninguna manera, ser o existir, al modo como Dios
es o existe; tampoco es ser una clase inferior de Dios, sino más bien no ser
Dios. La única explicación posible de la presencia de tales seres finitos y
contingentes es que han sido libremente dados a la existencia por “El que es”,
y no como partículas de su propia existencia, que, por ser absoluta y total, es
también única, sino como imitaciones finitas y parciales de lo que Él mismo
es eternamente por derecho propio. Ese acto por el que “El que es” hace que
exista algo que no es por sí, es lo que en filosofía cristiana se llama creación.
De donde se sigue que, supuesto que todo lo que engendre el Dios cristiano
debe participar necesariamente de la unidad de Dios, todo lo que comparta
esa unidad tiene que ser, por necesidad, no engendrado, sino creado114.
La respuesta está muy clara en la doctrina de Tomás de Aquino, en la que
Dios es la causa de todo lo que es, incluso de la materia. La doctrina de la
creación está llamada a modificar la noción de metafísica, en tanto en cuanto
que introduce en el reino del ser una Causa primera a cuya causalidad todas
las cosas están estrictamente sujetas. Por eso, en el Contra Gentiles, donde no
habla como comentador de Aristóteles, sino en nombre propio, Tomás de
Aquino puede asumir las fórmulas de Aristóteles dándoles, sin embargo, un
sentido claramente nuevo. Porque aún sigue siendo verdad decir que el
conocimiento perfecto es el conocimiento por causas, pero el conocimiento
metafísico no se define ya suficientemente como ciencia del ser por sus
114 GILSON, É. Dios y la filosofía..., cit. p. 72.
115 Cf. ARISTÓTELES, Metafísica A, 983, a 8-‐‑9.
78 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
causas primeras; lo que la metafísica es realmente, es la ciencia del ser por su
«causa» primera116.
Subrayemos de este texto el párrafo que más no interesa: “La doctrina de la
creación está llamada a modificar la noción de metafísica, en tanto en cuanto que
introduce en el reino del ser una Causa primera a cuya causalidad todas las cosas
están estrictamente sujetas”. Esto que denominamos creatio es un concepto
«teológico» que proviene de la Revelación jadeo–cristiana117.
Al demostrar la existencia de Dios por el principio de causalidad, hemos
establecido simultáneamente que Dios es el creador del mundo. Puesto que
es el existir absoluto e infinito, Dios contiene virtualmente el ser y las
perfecciones de todas las criaturas; el modo según el cual todo ser emana de
la causa universal se llama creación (…). La creación no puede ser
considerada sino como el mismo don de la existencia118.
Desde el punto de vista metafísico, el concepto de creación expresa el acto
por el cual Dios, ipsum Esse Subsistens, hace que existan, de la nada, otros seres,
confiriéndoles un grado de ser que les permite subsistir, aunque de modo
contingente y no necesario. Lo que este concepto aporta a la reflexión filosófica es,
para Gilson, de capital importancia. La creatio como doctrina posee una doble
virtualidad: una, resolver la cuestión de la eternidad del mundo; otra, ser la raíz y
el fundamento del descubrimiento de lo que en la filosofía de Tomás de Aquino
será su mayor contribución, el actus essendi. La auto–revelación de Dios como
ipsum Esse permite articular el fundamento ontológico de todas las posibles vías
racionales de acceso al conocimiento de Dios. Si Dios es el Ser Subsistente, el Ser
en plenitud, el Ser necesario, todo lo demás no puede ser, igualmente, necesario,
sino sólo contingente.
Efectivamente, cada una de las vías parte de este dato: que, al menos bajo
uno de sus aspectos, algo de la realidad no contiene en sí la razón suficiente de su
116 GILSON, É. El ser y los filósofos..., cit. p. 206.
117 Cf. GILSON, É. La filosofía en la Edad Media…, cit. p. 495.
118 Ibíd., 496.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 79
propia existencia. Lo que es cierto cuando se trata del movimiento y del orden de
las cosas, lo es, con mayor razón, de su mismo ser. Cada ser es «alguna cosa que
es», y, cualquiera que sea la naturaleza o esencia de la cosa considerada, jamás
incluye su existencia119.
¿Cómo el primero da el «ser» que los segundos no tienen? A través del acto
de la creación, que metafísicamente podemos traducir de la siguiente manera:
Dios, Ser necesario, no puede no ser considerado sino como únicamente el
plenamente existente.
Decir que la creación es la emanación totius esse equivale a decir que es ex
nihilo. Si la creación no presupone, por definición, materia alguna,
presupone, igualmente por definición, una esencia creadora que, por ser ella
misma el acto puro de existir, puede causar actos finitos de existir120.
Ser, fuera de este Ser que es sólo Él, no puede acontecer sino por
participación, pero ¿qué participan los seres respecto del Ser necesario? Su
existencia, que es la raíz de toda otra perfección, porque, como ha quedado
explicado, nada puede asumir forma alguna sino después de la existencia.
Un hombre, un caballo, un árbol, son seres reales, es decir, substancias,
ninguno de los cuales es la existencia misma, sino solamente un hombre que
existe, un caballo que existe, un árbol que existe. Por tanto, en este marco
interpretativo gilsoniano, se puede decir que la esencia de todo ser real es distinta
de su existencia; y, a menos que se suponga que lo que de suyo no es, pueda
darse a sí mismo la existencia, lo cual es absurdo, hay que admitir que todo
aquello cuya existencia es distinta de su naturaleza recibe de otro su existencia.
Ahora bien, lo que es por otro no puede tener más causa primera que
aquello que es por sí. Es, pues, necesario que exista, como causa primera de
todas las existencias de este género, un ser en quien la esencia y la existencia
sean una sola y misma cosa. A este ser le llamamos Dios (…). Dios es el Acto
Puro de existencia, o sea, no una esencia cualquiera, como el Uno, o el Bien, o
119 Cf. Ibíd., 494.
120 Ibíd., 496.
80 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
el Pensamiento, a la que se atribuyese, además, la existencia; tampoco es una
determinada manera eminente de existir, como la Eternidad, la
Inmutabilidad, que se atribuyera a su ser como característica de la realidad
divina; Dios es el Existir mismo (ipsum Esse), puesto en sí y sin añadidura
alguna, ya que todo lo que se le pudiera añadir lo limitaría determinándolo
(…). Lo que en los otros seres se llama «esencia», en Dios es el acto mismo de
existir121.
Junto a las ideas que acaban de ser expuestas, Gilson piensa que la
ontología tomista tiene una relación muy importante con la metafísica
aristotélica124. Por esta razón, en el presente punto debemos considerar cómo
entiende nuestro autor las principales ideas del Estagirita, para de ahí valorar en
qué medida éstas pasaron a su manera al pensamiento del Aquinate.
En la filosofía de Aristóteles, la «metafísica» es la ciencia más alta, «filosofía
primera», y es definida con la célebre fórmula τὸ ὄ ἥ ὄν, traducida al latín, a su
121 Ibíd., 494.
122 Cf. GOOK, KIM J. (2008). L´essere e Dio nel pensiero de Etienne Gilson: una possibile
ontoteologia dell´ineffalibità di Dio. Roma: Pontificia Universitas S. Thomae in Urbe, Facultas
Philosophiae, 113.
123 Cf. GILSON, É. Elementos de filosofía cristiana…, cit. p. 130.
124 Cf. STEENBERGHEN, F. VAN (1987). “Étienne Gilson et l´Université de Lovain”. Revue
philosophique de Louvain, vol. 85, 12.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 81
vez, por la fórmula ens qua ens, o ens in quantum ens. Es, por tanto, el estudio de la
noción de ente, no particularmente considerado, sino en cuanto ente. Del ente
particular se encargarán las diferentes ramas del saber. Pero, la metafísica estudia
aquello que hace al ente ser «eso» que es, «ente». La mirada de esta ciencia,
entendida como «filosofía primera», abarca todo lo que puebla la realidad, todo lo
ente, en cuanto ente. La pregunta por lo que existe en cuanto ente (τίί τὸ ὄν) ha
sido como la «razón» principal del pensamiento filosófico desde sus comienzos125.
Como vamos a ver detenidamente en el presente apartado, Aristóteles
identifica el ente con la οὐσίία, de ahí que algunos autores, entre ellos Gilson,
conciben la ontología aristotélica como una «usiología»126. Platón había designado
οὐσίία como lo verdaderamente real, inmutable, idéntico e inteligible. Lo sensible
no puede mantener estos requisitos propios de la substancia porque en él todo se
evapora. Existe una realidad inmutable, permanente, fundamento de lo sensible
εἷδος, que es la verdadera realidad.
Para Aristóteles, en cambio, no hay otra realidad que la que vemos con los
sentidos. Él era reacio a aceptar de Platón un mundo o una realidad más allá de lo
sensible. «Substancia», por tanto, indica lo real y concreto que ven nuestros
sentidos. También forma parte de la realidad del ente la essentia. “Mientras la
substancia indica el ente en su facticidad, la esencia constituye el ente en su
intimidad. La primera resulta objeto de percepción sensible, en tanto que la
segunda, de percepción intelectual”127.
La substancia o ente, forma un todo completo, dotado de una estructura
constituida por una unidad ontológica, una unidad de ser. En tanto que la
sustancia puede ser concebida como una y definida, toma el nombre de
esencia. La essentia no es sino la substantia en tanto que susceptible de
definición128.
125 Cf. ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p. 14.
126
Junto a Gilson, Echauri y Reale.
127
Ibíd., 15.
128
GILSON, É. (2000³). El Tomismo: Pamplona: Eunsa, 243.
82 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Ambas (la substancia y la esencia) son el ente, porque siempre un ente es
algo individual y concreto; y a la vez, es una cosa determinada, tiene una esencia
concreta. Pero aún no lo hemos dicho todo sobre la ontología aristotélica. Existe
un principio que tiene un papel importante, y que debemos conocer para
entender bien lo común y lo diverso entre esta metafísica y la tomista, siempre
desde el punto de vista gilsoniano. En el Libro Z de su Metafísica, Aristóteles se
está preguntando qué es la substancia de modo más perfecto, y concluye que es la
forma (εἷδος), cuya virtud consiste en hacer al ente ser lo que es. El Estagirita
construye así, a través de la teoría del acto y la potencia, la doctrina hilemórfica,
por la cual explica la realidad del ser del ente y su dinamismo. Profundizaremos
todo esto a lo largo de este mismo punto, un poco más adelante.
Igualmente, será necesario conocer bien y ahondar en el capital papel de la
forma para Aristóteles, ya que Gilson insistirá mucho en la relación que en la
ontología tomista tendrá el esse respecto de la forma. Especialmente será objeto de
nuestra investigación conjugar esto mismo con la fórmula, aceptada plenamente
por Tomás, forma dat esse, algo que servirá al Francés para poner en evidencia
tanto lo común como lo original entre ambas perspectivas.
Es indudable que en los escritos de santo Tomás —repetirá constantemente
Gilson— hay un nivel aristotélico del ser donde éste se entiende como aquello que
puede ser identificado con la substancia. Y ello se da —a su juicio— en buena
lógica, primero, porque el segundo parte del hallazgo del primero; segundo,
porque la originalidad de Tomás no está en partir de otra raíz que no sea la
substancia, o menos aún, de negar dicha base, sino en no detenerse ahí como
explicación última en el intento por comprender el ser en su realidad más radical.
Lo que el Aquinate vendría a decir, junto a Aristóteles, es que el ser es la
substancia. Pero después, analizando sus afirmaciones, no es sólo esto, sino algo
más.
b) Etapas de la comprensión del ser en la filosofía griega
i) El ser en la primera navegación: los filósofos de la physis
129
ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p. 14.
130 Cf. ARISTOTELES, A, 980.
84 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
disciplina del saber más elevada. Naturalmente, como los especialistas han
señalado, esto se da dentro de un contexto socio-‐‑político y económico favorable131.
El objeto primero de consideración de los primeros pensadores griegos no
fueron ni las ideas ni la pura especulación, sino los datos proporcionados por la
realidad circundante, la realidad del mundo y de los seres. La filosofía nace por el
impacto de lo que aparece primeramente al entendimiento humano, lo sensible, lo
empírico, lo físico. De ahí que, el primer filósofo reconocido por los historiadores,
el jonio Tales de Mileto, inauguró la ciencia del saber al preguntarse por el
principio originario (arché), causa de todas las cosas existentes, el cual, según él,
era el agua132.
En este contexto filosófico, el agua tiene un significado que va más allá de
su mera naturaleza material y física. Estas serían sus características: 1ª) es fuente y
origen de todo lo existente; 2ª) es su fin propio; 3ª) es lo que siempre está y hace
de base de todo. En conjunto, los historiadores han juzgado que esta realidad
primigenia y permanente, puede ser denominada con el nombre de physis, un
concepto que debe ser entendido más como principio filosófico que como algo
superficialmente físico, dicho en sentido actual133.
Los pensadores posteriores al jonio Tales contribuyeron al desarrollo de la
filosofía, pero siempre quedando dentro del paradigma de la physis. Cabe
destacar entre estos a Parménides de Elea, cuyo pensamiento hace nacer la
llamada escuela «eleática»; y Heráclito, quien presentó la antítesis del
planteamiento parmenideano.
De esta etapa surgieron, pues, lo primeros y más fundamentales
interrogantes acerca de los principios del mundo real y del saber. Ellos pusieron
las bases de un movimiento intelectual, que nació en Occidente, y que llegará
131 Cf. REALE, G. – ANTISERI, D. (2004). Historia del pensamiento filosófico y científico. (I)
Antigüedad y Edad Media. Barcelona: Herder, 28. Cf. COPLESTON, F. (1979). Historia de la
Filosofía. Barcelona: Ariel, 32.
132
Cf. Ibíd., 33.
133 Cf. BERTI, E. – VOLPI, F. (2014). Storia della Filosofia. (A) Dall`antichità all´oggi. Bari:
Laterza, 12.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 85
hasta nuestros días, distinguiendo la civilización y cultura occidental del resto de
enfoques acerca del saber en otros pueblos. No obstante, los resultados de la
filosofía de la physis no llegaron más allá de la toma de conciencia de las
preguntas más esenciales, dentro de un contexto meramente físico, y, además,
estos resultados no estuvieron exentos de aporías y planteamientos
contradictorios134. Es el mismo Aristóteles el que se muestra crítico frente a estos
filósofos por no pensar la realidad más allá de la physis. Los problemas más
acuciantes que estos no pudieron resolver, dejando para los siguientes, eran: la
comprensión de la síntesis entre la unidad y la multiplicidad de los seres, el
devenir, el principio de contradicción, y la inconsistencia de que lo sensible pueda
explicar, por sí sólo, la misma realidad física135.
Sin duda fue Sócrates, maestro de Platón, quien preparó el terreno para el
surgimiento de uno de los elementos más revolucionarios de la historia de la
filosofía, como consecuencia del viraje dado desde el paradigma cosmológico
hacia el antropológico. Para Sócrates, el punto de partida del saber es el hombre; y
la realidad más importante que constituye al hombre es su alma, su interioridad,
aquella realidad inmaterial que no puede reducirse ni identificarse con ningún
elemento físico del universo, y que, sin embargo, juega un papel esencial en lo
que significa la realidad «hombre». Si bien todavía no cristaliza de una forma
acabada en Sócrates una determinada visión de la realidad inmaterial y espiritual
en sentido filosófico, en cambio, este giro pondrá las bases para que, uno de sus
discípulos, descubra un ámbito del ser que cambiará para siempre el rumbo de la
investigación filosófica. La novedad de la que hablamos, será llamada «segunda
navegación», y hace referencia al descubrimiento de la realidad suprasensible.
¿En qué consiste? En una dimensión no física, por tanto, inmaterial, que
fundamenta el ser tal y como se nos presenta en la realidad y a nuestro
conocimiento. Nosotros conocemos las cosas, los seres —los entia, diremos más
134 Cf. REALE, G. – ANTISERI, D. Historia del pensamiento…, cit. p. 83.
135 Cf. BERTI, E. – VOLPI, F. Storia della…, cit., p. 38.
86 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
tarde— pero sólo su aspecto superficial, su materialidad. Pero, por sí mismos, los
entes no son, en su mera apariencia, suficiente fundamento de sí, sino que
reclaman un principio constitutivo que los haga ser lo que son 136 . A esta
dimensión la llamamos «ser supra-‐‑sensible», por estar constituida por una realidad
más allá de lo sensible. Platón explica este descubrimiento en un pasaje del Fedón:
En el fondo de la cuestión estaba, sin duda, el problema antes mencionado
de la falta de fundamento, que lo puramente empírico presenta en la realidad.
Nada que existe, pero corruptible, mudable y pasajero, puede ser la causa última
de su propia naturaleza. Podemos conocer las características de los seres, pero en
ellas no pueden estar sus verdaderas causas, teniendo en cuenta lo que acabamos
de decir, y que hasta el momento era un escollo insuperable. Así lo expresa un
destacado historiador del pensamiento clásico, Giovanni Reale: “Los problemas
más importantes de la filosofía resultan estrechamente ligados al problema de la
generación, de la corrupción y del ser de las cosas, y, en particular, al problema de
fondo del por qué nacen las cosas, por qué se corrompen, y por qué son”138.
136 Cf. REALE, G. – ANTISERI, D. Storia della…, cit. p. 126.
137 Ibíd., 127.
138 PLATONE, Tutti gli scritti. A cura di: REALE, G. (2014). Milano: Bompiani, XXXVIII. “I
problema più importante della filosofia —ci dice Platone— risultano strettamente legati al
problema della generazione, della corruzione e dell´essere delle cose, e in particolare al
problema di fondo del perché esse nascono, perché si corrompono e perché sono”.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 87
Todos los intentos de solucionar esta aporía de la falta de fundamento de las
cosas, que los filósofos de la physis habían intentado, tuvieron poco éxito porque
bien venían a contradecirse con algún aspecto válido y esencial propuesto por
alguno de ellos, bien porque, simplemente, se permanecía en la misma realidad
física y corruptible, incapacitada —insistimos— para ser la verdadera causa del
ser. Veámoslo en otro texto, con un lenguaje aún más directo.
—¿Y acaso no es verdad que, mientras estas cosas mutables las puedo
ver, tocar o percibir con los otros sentidos corporales, en cambio aquellas
otras que permanecen siempre idénticas no hay otro medio para captarlas si
no es mediante el puro razonamiento y la mente, porque estas cosas son
invisibles y no se pueden captar con la vista?
—Supongamos, por tanto, si quieres —agregó él— dos especies de seres:
una especie visible y otra invisible.
—Supongámoslas, respondió.
—Y que la invisible permanezca siempre en la misma condición y que la
visible nunca permanezca en la misma condición.
Es necesario partir de una circunstancia de capital importancia a la hora de
estudiar la relación entre la Idea platónica y la forma aristotélica. Existen
menciones de la concepción platónica de las Ideas en algunos textos de la
Metafísica, y, sin duda, tenemos los Diálogos del mismo Platón. En cambio, es un
139 Ibíd., 128.
88 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
hecho puesto en evidencia por todos los críticos, que es lamentable que no haya
llegado a nosotros nada acerca de las lecciones orales de Platón, donde
hubiéramos podido quizá comprender mejor cómo el filósofo fue profundizando
y asimilando las críticas que iban haciéndole los diversos autores de su época140.
Conviene igualmente advertir, con el fin de conocer más de cerca la
propuesta del Estagirita, el giro efectuado por él desde lo positivo que su maestro
adquirió a partir de su teoría de las Ideas. Quizá se insiste poco en esto, por ser
algo obvio, pero me parece que conviene resaltarlo. Es posible que la concepción
del ser de Aristóteles se contraponga a la de Platón, y que el primero critica
firmemente la teoría de las Ideas del segundo. En un sentido, ciertamente, se
puede considerar así. En cambio, esto puede llevar al olvido de que hay un
importante acuerdo entre los dos. Es otro estudioso del pensamiento griego, W. K.
C. Guthrie, el que llega a expresar la idea de que Aristóteles trata de justificar con
sus reflexiones los argumentos del maestro. Según éste, el Estagirita parte del
hallazgo principal de su maestro, la existencia de una realidad inteligible que
explica el ser sensible. La dificultad que los separará y los distinguirá es que
Platón considera la Idea separada de la substancia, por tanto, pura forma
preexistente; en cambio, Aristóteles, aceptando lo más importante, que es el ser
suprasensible, aduce que la forma, aun siendo de naturaleza inteligible, es
inmanente a la substancia. No obstante, Guthrie comenta: “Es indudable que
(Aristóteles) no logró (porque nadie lo ha hecho) resolver de una vez por todas el
problema de la naturaleza de nuestro conocimiento de los individuales”141. Me
parece igualmente oportuno citar a este respecto una observación de F. Copleston:
Por lo que toca a las afirmaciones de Aristóteles en la Metafísica, conviene
indicar también desde el comienzo, que el Estagirita debió de saber
perfectamente bien qué era lo que Platón enseñaba en la Academia, y se ha
de tener asimismo en cuenta que Aristóteles no era tonto. Es absurdo hablar
como si un conocimiento insuficiente del estado de las matemáticas en su
140 Cf. COPLESTON, F. Historia de la filosofía, cit. p. 174.
141 GUTHRIE, W. K. C. (1993). Historia de la filosofía griega. (VI) Introducción a Aristóteles.
Madrid: Gredos, 227.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 89
tiempo no hubiese podido menos de conducir a Aristóteles a malentender en
lo esencial la doctrina platónica de las Formas, incluso en sus aspectos no
matemáticos. Quizá no entendiese, o no comprendiese del todo las teorías de
las matemáticas de Platón; pero de aquí no se sigue que hubiese de
interpretar con notorio desacierto la ontología platónica. Así, pues, si Platón
“separó” las Formas, no podemos hacer caso omiso de esta afirmación como
si se tratase de una crítica debida a la ignorancia. Pero también hemos de
evitar el dar por bueno “a priori” lo que Aristóteles entendiese por
“separación”, y, en segundo lugar, tenemos que preguntarnos si la crítica de
Aristóteles a la teoría platónica de las Ideas implica forzosamente que Platón
mismo sacara las conclusiones contra las que Aristóteles arremete142.
Puesto que las formas (Ideas) son causa de las otras cosas, Platón retiene
que los elementos constitutivos de las Formas fuesen los elementos de todos
los seres. Como elemento material de las Formas, él ponía lo Grande-‐‑y-‐‑
pequeño, y, como causa formal lo Uno (A, 6, 987 b 18-‐‑21).
142 COPLESTON, F. Historia..., cit. p. 180.
90 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Se aprecia cómo emerge constantemente en el paradigma de esta época el
gran problema que está siempre en el fondo, al que trataron estos dos grandes
pensadores de dar respuesta, el de explicar el porqué de lo múltiple, es decir, el
porqué y el cómo de lo Uno derivan los muchos143. Platón trató de dar explicación
al mismo, como acabamos de ver, con los dos principios supremos que son, lo
Uno y la Díada, si bien ambos principios están jerarquizados, siendo el Primero
superior, aunque cooriginario con él, respecto del segundo144.
La Forma para Platón es, por tanto, el universal, la esencia común que
puede conocerse a través del concepto, es la cosa en sí de lo que nos aparece. Son
múltiples los seres con sus rasgos constituyentes, pero todos se remiten a una Idea
o arquetipo universal que está más allá de las cosas mismas, en el “mundo de las
Ideas”, mundo el cual, en cambio, como advierte Reale145, no significa para Platón
un mundo “físico”, sino una realidad ontológica. Lo que conoce el hombre con su
inteligencia cuando aprehende la Idea es la verdadera realidad de las cosas, su
esencia, que es universal, más allá del objeto sensible146.
Platón descubrió, sin duda, un nuevo camino en la investigación filosófica
de importancia capital; sin embargo, más allá de esto, no fue capaz de satisfacer
los interrogantes que sus explicaciones dejaron en el aire. Aristóteles, su discípulo
más aventajado, entendió bien los problemas que planteaba la filosofía de su
maestro, y con no menos originalidad y audacia, intentó dar respuesta a los
mismos, dando, igualmente, al pensamiento filosófico, un renovado impulso, y
emprendiendo un nuevo camino de investigación de enorme alcance.
143
Cf. PLATONE, A cura di REALE…, cit. p. XLIII.
144
Cf. Ibíd., XLIV.
145
Cf. REALE, G. – ANTISERI, D. Historia del…, cit. p. 129.
146
Cf. COPLESTON, F. Historia de la…, cit. p. 175.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 91
sea para aceptarlo, bien para mostrar disconformidad, su filosofía ha estado
siempre en el punto de mira de todos los autores. Es más, la propia configuración
del lenguaje y la cultura, tanto en el campo filosófico, como en el científico y
teológico, ha asumido a lo largo de los siglos muchos de sus conceptos. Se puede
transcender su pensamiento, pero no soslayarlo. Y puede ser considerado como el
más grande de entre los filósofos, tanto por su realismo especulativo, como por su
habilidad para la síntesis, como por su capacidad de penetración racional de la
realidad.
Por esta razón, me parece oportuno dedicar un extenso capítulo a su
filosofía, y, más en concreto, a su Metafísica. Nuestra intención es comprender lo
mejor posible su pensamiento, dejando para después la confrontación con el
enfoque de santo Tomás, siempre desde la interpretación de Étienne Gilson.
Así pues, acometeré el estudio de la filosofía del Estagirita,
fundamentalmente en dos partes. En la primera, perteneciente a este segundo
capítulo, expondremos, a modo de síntesis, los puntos capitales de su filosofía del
ser. En la segunda, confrontaremos estos resultados con la metafísica tomista, en
el modo en que Gilson la entiende.
La primera constatación de la que se hace eco el primer libro de la Metafísica
es la idea hace poco citada: “Todos los hombres tienden por naturaleza al saber”
(A, 1, 980 a 20). Según Aristóteles, el conocimiento constituye naturalmente
aquello que empuja a los hombres hacia la búsqueda de la sabiduría. Es una
imagen extraña al verdadero espíritu de la filosofía aristotélica, haberla mostrado
a veces como la pura especulación de conceptos abstractos ajenos a la realidad.
Con el objetivo de no caer en ese error, es necesario darse cuenta del significado
de esta afirmación con que él empieza su indagación metafísica. Es el espíritu
humano mismo el que desea, por inclinación natural, conocer la realidad. Por tanto,
el verdadero filósofo no es más que aquél hombre que busca el sentido de todo lo
que le rodea, es aquél que no se conforma con una aceptación aséptica e
impersonal del porqué de las cosas.
Hasta aquí, Aristóteles no estaba haciendo otra cosa que seguir el espíritu
filosófico de su tiempo, para el que la filosofía significaba la búsqueda del
92 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
principio y la causa de todas las cosas. En una palabra: el fundamento de la
realidad, el por qué y el para qué de todo. Dentro de este contexto que asume un
enfoque concreto acerca de cómo encarar estos interrogantes, el filósofo de
Estagira, muy familiarizado con el mundo de la ciencia y de la medicina, infunde
en el debate filosófico un nuevo espíritu caracterizado por una gran síntesis que
acomuna, 1) la consideración del mundo físico (los filósofos de la physis); 2) la
atención al hombre en su parte más noble (Sócrates); 3) la realidad suprasensible
(Platón).
Aristóteles recoge, pues, la problemática del ser, y la encara desde su
contexto propio, la filosofía primera, que versa sobre el conocimiento por causas.
Conocer una cosa quiere decir conocer su causa primera. Por tanto, la ciencia más
alta será aquella que se dedique a la búsqueda de las causas primeras del ser. En
esto consiste la meta-‐‑física, llamada por él «filosofía primera», por ser anterior a la
Física, la cual estudia la naturaleza física o empírica de los seres, que sería,
respecto de aquella, «filosofía segunda»147.
Lo que denominamos «filosofía primera» o metafísica, posee en Aristóteles
una gran riqueza. Por ello, vamos a sistematizar un esquema de exposición sobre
los puntos más sobresalientes de la misma148. Serían estos: 1) ¿Qué es metafísica?
1.1) Las cuatro causas del ser; 1.2) El ser y sus significados; 1.3) Los distintos
modos de ser (las categorías); 1.4) La cuestión de la substancia; 1.5) La substancia
suprasensible.
Aristóteles no escribió su Metafísica de forma directa y primera, fruto de la
pura especulación, sino después de escribir la Física, cuyos resultados le
condujeron seguramente a tomar conciencia de la falta de fundamento que tiene
la realidad sensible por sí sola. Esta impresión motivó que siguiera investigando
acerca de este fundamento, y le llevó a la consideración de lo que llamó «filosofía
147 Cf. BERTI, E. (2005). Nuovi studi aristotelici. II. Física, Antropología e Metafísica.
Brescia: Morcellania, 406.
148 La estructura y las líneas generales del contenido las tomo del estudio de: REALE, G.
(2007). Introducción a Aristóteles. Barcelona: Herder.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 93
primera»149, cuyo objeto de investigación considera los aspectos que vamos a
desarrollar150. Las cuatro definiciones aristotélicas de «metafísica» guardan una
perfecta armonía entre sí: la una conduce estructuralmente a la otra, y cada una
de ellas a todas las demás, de forma orgánica y unitaria 151 . De este modo,
“mientras la física aclara qué es el propio objeto a partir de la sensación, y la
matemática lo asume respectivamente como «más necesario», sin detenerse en
discutir si este objeto «es», la ciencia del ente en cuanto ente aclara, tanto el qué es,
cuanto el si es del propio objeto, por medio de otro tipo de clarificación”152.
Por su propia naturaleza, la filosofía primera no puede resolver las
cuestiones que se plantea por sí sola. Por distintos caminos, tiende a tener un
momento teológico. Primero, porque se pregunta por el principio y por la causa
suprema en el orden de los principios y de las causas primeras. De no ser así, la
filosofía primera sería la física. Se habla de filosofía primera, más allá de la física,
porque las causas y principios supremos del ser no pueden ser de naturaleza
sensible, sino suprasensible, y esa causa primera es Dios, el cual es estudiado en
esa ciencia que también se llama teología por tener, como decimos, un momento
teológico. La metafísica, pues, está llamada a culminar su investigación en la
teología, por cuanto termina en la pregunta por una causa y un principio primero
más allá de lo sensible153.
Después de establecer que el objeto de la investigación de la filosofía
primera es el estudio del ens qua ens, y que sabemos qué es una cosa cuando
conocemos sus causas, la dirección hacia la que se dirige nuestra atención ahora
es a la determinación de cuáles y cuántas son estas causas.
Habiendo estudiado lo ya investigado por los autores anteriores a él,
reconoce que este objeto ya ha sido entrevisto por otros, cada uno de los cuales ha
149 Cf. BERTI, E. (2014). Aristotele. Dalla dialettica alla filosofia prima. Con saggi
integrativi. Milán: Bompiani, 456.
150 Cf. REALE, G. Introducción a…, cit. p. 43.
151 Cf. Ibíd., 44.
152 BERTI, E. Nuovi studi…, cit. p. 411.
153 Cf. IRWIN, T. (1996). I principi primi di Aristotele. Milán: Vita e Pensiero, 194.
94 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
descubierto un aspecto parcial del ser. De una manera no completa, habrían sido
conocidas ya estas causas: material, formal, eficiente y final. Las dos primeras son
las que constituyen todas las cosas, tanto la forma o esencia en sí, como la unión
de ésta con la materia. Vistas las cosas en su realidad estática, las cosas son lo que
son, y las causas formal y material bastarían para explicarlas. Pero, el ser posee un
aspecto dinámico, está en devenir y sujeto a corrupción, lo que implica otra clase
de causas que expliquen su realidad. Este problema de reconducir a una sola
explicación el problema de los múltiples aspectos del ser, es lo que, a juicio de
Aristóteles, llevó al error a sus predecesores, los cuales vieron algunos rasgos de
las cosas, pero quisieron explicarlas aferrándose a un principio excluyendo otro,
cuando la realidad es que debemos ver en la integración de las múltiples causas,
la razón y el fundamento de las mismas154.
Aristóteles parte, como hemos señalado ya, de la problemática propia de su
contexto filosófico, preocupado por conocer qué es «ente» (τὶ τόό ὄν) y cuáles son
las causas que lo fundamentan. Frente a los filósofos eleáticos, que lo concebían
como uno y estático, sin devenir ni multiplicidad, y frente a los platónicos, que lo
concebían como forma pura, más allá de la cosa misma, el Estagirita quiere
averiguar qué es «ente». La pregunta, por tanto, que motiva la investigación es
qué es ente. A lo cual, da la siguiente respuesta:
—El ser se dice de múltiples maneras, y, por tanto, no tiene un sentido
unívoco. Como advierte Reale, que «ser» no tenga un solo significado, no quiere
decir que la alternativa sea concebirlo necesariamente al contrario, esto es,
equívoco, sino encontrándolo justo en el medio155.
—No se limita, por tanto, a un género o a una especie. Va más allá de un
solo género o una sola especie.
La propuesta genial de Aristóteles fue sostener que “ente se dice en muchos
sentidos” (Metafísica Ε, 2). Se trata de una noción análoga: tiene muchos sentidos,
154
Cf. BERTI, E. Nuovi studi…, cit. p. 412.
155 Cf. REALE,G. – ANTISERI, D. Historia del pensamiento…, cit. p. 137.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 95
pero todos ellos conectados. Es más, se trata de una noción supra análoga. «Ente»
es el concepto más amplio, rico y variado que pueda concebirse: todo es ente,
pero, ciertamente, no todo es del mismo tipo, sino que tiene una variedad y una
riqueza enorme156.
—Pero, ¿cuál es el principio unificador de todos los sentidos de «ser»? Un
célebre pasaje de la Metafísica nos lo dice:
La substancia es el elemento vertebrador de todos los sentidos en que puede
predicarse ser. Es un concepto análogo, y se dice de todas las cosas que caen bajo
el concepto «ser», pero de alguna manera, todas se remiten a la substancia. La
metafísica de Aristóteles, según Reale, es una usiología 158 , un estudio de la
substancia, como categoría suprema y aquella que fundamenta la realidad «ser».
El ser es, fundamentalmente, la substancia, y nada puede decirse que «es» sin que
se refiera, de alguna manera, a ella; bien directamente de una substancia, bien de
algo que a ella remite.
156 Cf. GARCÍA MARQUÉS, A. – ZUNICA RAMAJO, I. (2015). “Metafísica”. Capítulo III: Lo
existente. Corpus Philosophicum, 2.
157 ARISTÓTELES, Metafísica Γ, 1003 a 20s.
158 Cf. REALE, G. – ANTISERI, D. Historia del pensamiento…, cit. p. 137.
96 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
ser»; pero, se trata de un modo de ser que no constituye la esencia de ese hombre,
sino algo accidental en él. Un hombre puede ser blanco o negro, alto o bajo, rubio
o sin pelo. Estos nombres indican modos de ser referidos a la substancia «hombre».
Son, pero no son, de suyo, substancia, sino modos de ser accidentales de una
substancia159.
Otro modo de ser es el substancial. Al contrario del accidental, que no es
por sí mismo sino en referencia a otro, el ser substancial es el ser en sí, de lo que
todo se predica, pero él no se predica de nada que no sea él mismo. Lo que tiene
ser por sí mismo y no en otro es, para Aristóteles, la substancia. Según el ejemplo
anterior, un hombre blanco y alto, ni blanco ni alto era substancia, sino accidentes
de «hombre», que es substancia, porque «hombre» no es un accidente de otra
substancia, sino que todo lo que se pueda decir de «hombre» se referirá a él como
a su substancia160.
Un nuevo modo de ser es el «ser veritativo», que se refiere al ser como
verdadero, a lo que se contrapone el significado de no ser como falso161. También
se conoce como ser «lógico», o ente «de razón», porque su existencia se da en la
mente, y no fuera, en la realidad. A pesar de esto, el ser veritativo también es ser
en su sentido propio, porque es una propiedad del juicio162. Naturalmente, esto no
quiere decir que por ser lógico no tenga relación con la realidad. De hecho, si
hablamos de juicio verdadero es siempre en relación a algo que se da en la
realidad163.
El último sentido del ser es el ser como potencia y como acto. El significado
de este modo de ser es que, todo lo que es, está en uno de estos estados, bien en
potencia bien en acto. Una cosa está en acto cuando está realizada, acabada, como
una estatua ya esculpida. Está en potencia cuando está indeterminada, cuando
tenemos solamente el bloque de mármol sin esculpir. Nótese que el estado de acto
159
Cf. Ibíd., 3.
160
Cf. Ibíd., 4.
161 Cf. REALE, G. – ANTISERI, D. Historia del pensamiento..., cit. p. 139.
162 Cf. GARCÍA MARQUÉS, A. – ZÚNICA RAMAJO, I. “Metafísica”…, cit. p. 4.
163
Cf. Ibíd., 5.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 97
o potencia penetra todos los modos de ser descritos, tanto el accidental, como el
veritativo, como el substancial164.
Puede decirse, además, que el ente es aquello que expresan las diversas
categorías, pero en diferente modalidad y en distinto grado. “Lo que se dice en
general de los diferentes significados del ser, se aplica después en particular a las
categorías: las restantes categorías sólo son seres en cuanto guardan relación con
la primera y en virtud de ésta”165. Las categorías son los significados en los que se
divide el ser, son los modos primeros del ser. Por esta razón, cualquier significado
del ser se refiere a algún género de ser de las categorías. Y, a su vez, como hemos
visto, todo significado referido a algún género del ser de la categoría, se referirá al
género primero y fundamental, la substancia.
Desde este punto de vista es claro que la indagación acerca de qué es ser
tiende a convertirse en la pregunta por la substancia. Así lo expresa Aristóteles:
Como se ha señalado anteriormente, los primeros filósofos que se pusieron
en búsqueda del principio de todas las cosas se dieron cuenta de la dificultad que
presenta la estructura ontológica de la realidad, ya que, por un lado, la realidad es
múltiple y dinámica, y, por otro, el fundamento de todo debe remitir esta misma
realidad a una unidad166. Fruto de este problema, como se indicó, el filósofo que
argumentaba en un sentido, se encontraba poco después contradicho por el
siguiente. Así, encontramos propuestas totalmente antitéticas, como por ejemplo,
la de los filósofos de la physis, que pretendían encontrar el principio en una
164
Cf. Ibíd., 6.
165 Cf. REALE, G. Introducción a…, cit. p. 46.
166 Cf. GUTHRIE, W. Introducción a Aristóteles…, cit. p. 221.
98 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
realidad física, frente a Platón, que quiso ver el principio supremo en la Idea,
separada completamente de la realidad sensible167.
Después de encontrar en la substancia la primera y más propia categoría del
ser, se pregunta qué es, entonces, la substancia; o sea, ¿qué cosas podemos
nombrar con el nombre de «substancia»? ¿Son substancias sólo los elementos
físicos, o son substancias sólo las Ideas, que son realidades que transcienden lo
sensible?
Para responder a estas cuestiones, Aristóteles tuvo que ser consciente de las
dificultades planteadas, tanto por un lado como por otro. Considerar substancia
en un sentido último lo sensible no resolvía la cuestión; y, de igual modo, situar el
fundamento de las cosas en un plano absolutamente transcendente de las cosas
mismas, en el mundo de las Ideas, hacía caer en una dificultad de
fundamentación igualmente irresoluble. Gracias a su aguda capacidad de síntesis,
Aristóteles pensó que el punto de partida debía ser una realidad conocida para
todos, lo que le llevó, por consiguiente, al estudio de la ousía a partir del ser
sensible, algo que, en aquél contexto intelectual, nadie negaba.
Por tanto, a la pregunta por la substancia, el Estagirita responde que es: la
materia, la forma y el synolon, que es el compuesto de materia y forma. Veamos
más detenidamente el significado de estos conceptos168:
—La forma o esencia es lo que hace que una cosa sea «lo que» es, lo que la
constituye en eso mismo que es, más allá de aspectos accidentales. Lo que hace que
una escultura sea tal es un modo determinado de estar delineada y dispuesta la
materia que la compone. Llamamos «mesa» a una materia que es «mesa» porque
tiene un modo de ser propio, el de ser «eso que es», mesa. El alfarero que trabaja
el barro imprime como causa eficiente una forma al barro determinando su forma
o esencia, y con ello, haciendo que el objeto sea tal o cual cosa. Conocemos las
cosas como tales por su forma o esencia. Ahora bien, como puede apreciarse, no
existe una substancia o ente cuya forma le haga ser sin una materia a la que
informar. Si la forma es lo que hace ser algo a la materia, que, por sí, es pura
167 Cf. REALE, G. Historia del…, cit. p. 138.
168 Cf. REALE, G. Introducción a…, cit. p. 54.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 99
potencia, al mismo tiempo, la materia constituye el receptáculo de la forma. La
una sin la otra es nada, porque la forma que determina al ente es una forma
siempre de una materia capaz de recibirla. Esto constituye el compuesto de
entrambos, el synolon169.
Es substancia, por tanto, la forma, la materia, y el conjunto de ambas. Sin
embargo, como explica Aristóteles en un texto de la Metafísica, que comentaremos
en el siguiente capítulo, el compuesto no es el mero agregado de dos partes
distintas, la pura mezcla. No es un conjunto de elementos materiales unidos de
modo in-‐‑forme, sino la unión de esos elementos dispuestos en una manera
determinada170.
En un segundo momento —advierte Reale— Aristóteles se plantea cuáles
son las características que constituyen las realidades que podemos considerar
substancias. Y descubre cinco:
—”Lo que no es inherente a otro ni se predica de él, y por tanto, es objeto
de inherencia y de predicación.
—Lo que es «algo determinado» (y no un universal abstracto).
—Lo que tiene unidad intrínseca y no es un mero agregado de partes no
organizadas.
—Lo que es acto o está en acto (y no puramente en potencia)”171.
169
Cf. Ibíd., 54.
170
Cf. Ibíd., 55.
171 Ibíd., 48.
100 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
completo. Y, de estos dos modos más propios, si nos preguntamos cuál sería el
primero, habría de responderse diciendo que, desde el punto de vista sensible,
empírico, el compuesto; y, desde el punto de vista metafísico, la forma o esencia,
ya que, es la forma la que constituye ontológicamente el compuesto, la que le
determina a ser lo que es172.
Según este análisis, Aristóteles habría concluido su indagación acerca de
qué es ser, y el resultado es: el ser es la substancia. Y habría determinado, además,
qué es la substancia y cuáles se considera, más propiamente, jerárquicamente,
substancia, de lo menos perfecto a lo más perfecto. De tal modo que:
En su significado más estricto, el ser es la substancia, y la substancia, en
un primer sentido (impropio) es materia; y, en un segundo (más propio) es
conjunto; y, en un tercer sentido (por excelencia) es forma; por tanto, la
materia es ser; el conjunto es ser en un grado más alto; y, finalmente, la forma
es «ser» en su sentido más elevado173.
Para el Estagirita, el modo más propio de ser, y la causa primera del ente es
la forma o esencia (Metafísica Z 17, 1041b 26), “ya que ella informa la materia y
constituye el fundamento del conjunto”174.
Uno de los elementos que más auge proporciona a la investigación filosófica
es el principio de razón suficiente. Impulsado por él, todo intento de explicación
de la realidad debe habérselas con él, porque continuamente reclama un
fundamento adecuado para cada aspecto de la realidad. En el caso que nos ocupa,
haber descubierto que, el principio constitutivo del ser de las cosas es la forma, ha
sido un descubrimiento muy lúcido. Pero, antes o después, los grandes filósofos
se encuentran con un ulterior y más acuciante problema, que es el de reducir la
complejidad de lo existente a un principio ontológicamente supremo. Conocida
172 Cf. Ibíd., 54.
173 Ibíd., 55-‐‑56.
174 Ibíd., 56.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 101
bien la estela de sus antecesores, Aristóteles se dio cuenta de que sus intentos no
lograban la deseada coherencia racional, porque afirmaban dejando de lado algún
aspecto importante de la realidad175.
Lo que sí parece era común es la convicción de que la realidad sensible no
puede dar razón de sí misma, ni por sí misma, ni por causas de naturaleza
igualmente sensible176. En este clima, el Estagirita, al iniciar su estudio sobre las
causas y los principios del ser, después de concluir que se trata de la substancia,
y, dentro de la misma, la forma, entonces se pregunta si existe algún tipo de
substancia suprasensible, es decir, eterna e inmóvil. Lo trata específicamente en
cinco de los diez capítulos del libro Lambda177.
Los elementos que hacen posible argumentar acerca de la misma son el
«tiempo» y el «movimiento», realidades que son incorruptibles, y, por tanto,
eternas. El tiempo no se ha generado ni se corromperá, porque, tanto la pregunta
por el «antes» de él, como la del «después» de él, son tiempo178. Y lo mismo sucede
con el movimiento, considerado por Aristóteles como una determinación del
tiempo, por lo cual, la eternidad de uno lleva consigo la del otro179. Ahora bien, no
es fácil sostener un movimiento eterno de substancias cuyo movimiento es
producido por otro. Concatenar una serie de causas motoras productoras de
movimiento, igualmente móviles, no da razón del movimiento de lo que es
movido.
¿Y cuáles son las propiedades de este principio del movimiento? La primera
es su «eternidad». No puede producir un efecto eterno una causa que, a su vez,
no es eterna. Por tanto, si el movimiento es eterno, su principio tiene que serlo
igualmente. La segunda es que es inmóvil. Todo lo que se mueve es movido por
otro. Pero, si procedemos así hasta el infinito, no encontraremos la causa primera
175 Cf. REALE, R. Introducción al…, cit. p. 139.
176 Cf. GUTHRIE, W. Introducción a Aristóteles…, cit. p. 265.
177 Cf. BERTI, E. (2011). Estructura y significado de la Metafísica de Aristóteles. Buenos Aires:
Unipe, 133.
178 Cf. REALE, G. Introducción a…, cit. p. 60.
179 Cf. BERTI, E. Estructura y…, cit. p. 144.
102 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
del movimiento, que no puede ser uno que mueve siendo a su vez movido,
porque si así fuera, el anterior haría a éste incapaz de ser causa primera de su
propio movimiento. La causa primera del movimiento de todo lo que se mueve
tiene necesariamente que ser inmóvil180.
Hay, por tanto, un primer motor que produce el movimiento de las
substancias, que no es movido por otro, sino que es inmóvil. Es llamado Primer
Motor inmóvil. La tercera es que no cabe en él potencialidad alguna, porque a su
condición ontológica de causa primera le repugna la posibilidad de no-‐‑ser, la
indeterminación, la falta de perfección181. La eternidad del movimiento es una
actividad perfecta que requiere una actualidad ontológica pura, opuesta
completamente al mínimo de potencialidad. Por este motivo, el Primer Motor es
inmóvil, eterno y Acto puro.
Pero, ¿cómo puede un principio inmóvil ser causa del movimiento de los
seres? ¿De qué tipo de movimiento puede tratarse? Aristóteles dice que por
atracción, como en el caso de lo bueno y lo bello182. Atrae como lo más perfecto a
lo cual todas las cosas se sienten naturalmente atraídas y a lo que todos tienden.
El bien, objeto de la voluntad, atrae a ésta sin que ella se mueva, sino que causa el
movimiento de la voluntad por simple atracción183.
El mundo tal y como Aristóteles lo concibe, y en base al cual diseña su
filosofía primera, ha existido siempre, es eterno, y funciona así descrito porque así
es concebido, a partir de unos principios metafísicos que explican una realidad
que siempre ha sido y será así, la materia, el tiempo, y el movimiento. De igual
modo, dada la cosmología de su tiempo, tiene que explicar el ser y el movimiento
de los astros, considerados divinos, por lo que debe acompañar su Primer Motor
180
Cf. Ibíd., 145.
181 Cf. REALE, G. Historia del…, cit. p. 140.
182 Cf. BERTI, E. Nuovi studi…, cit. p. 408.
183 Cf. OWENS, J. (19784). The doctrine of being in the Aristotelian Metaphysics. Toronto:
Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 447.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 103
inmóvil junto a cuarenta y siete inteligencias motoras igualmente inmóviles y
eternas184.
Tampoco sabemos, porque los escritos de Aristóteles no lo dejan claro del
todo, cuál es la relación entre la Substancia Suprasensible y las substancias
sensibles. Según su concepción de lo divino, Dios no conoce el mundo ni lo que
pasa en el mundo, su impasibilidad es garantía de su perfección ontológica,
transcendencia que filosóficamente está muy bien justificada. Dios sólo puede
conocer lo más perfecto, y, como nada hay más perfecto que Él, sólo se conoce a sí
mismo185.
Con todo lo que se ha querido criticar y contraponer esta imagen del ser de
Dios con el Dios judeo-‐‑cristiano, creo que, desde el punto de vista racional,
Aristóteles lleva nuestro conocimiento natural de Dios hacia la cima más alta, y,
precisamente por salvar su transcendencia, lo intentar proteger de toda
«impureza» ontológica, no por frialdad especulativa186, como se ha querido hacer
ver, sino, al contrario, por coherencia racional.
184
Cf. REALE, G. Historia del..., cit. p. 141.
185
Cf. Ibíd., 142.
186 Aún comprendiendo el sentido de la famosa afirmación de Pascal, “Dios de los
filósofos”, contrapuesto al “Dios vivo” de la Biblia, el hecho mismo de contraponerlos
nunca me ha parecido justo ni acertado. Antes bien, sería una gran labor «desmitificar»
esta idea, mostrando, al contrario, que, entre el llamado “Dios de los filósofos” y el “Dios
de la fe” no hay ninguna contradicción sino total armonía.
104 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Fruto de largos años de investigación, el Estagirita fue escribiendo su
Metafísica, y en ella encontró algunos conceptos válidos para comprender la
realidad del ser. Primeramente, se alejó de la pura forma platónica para buscar el
fundamento del ser a partir de la realidad sensible, accesible a todos. Con esto,
intentó solventar la aporía de la teoría de las Ideas, imposibles de justificar en la
realidad sensible.
En segundo lugar, enseñó que, aquello que con más razón se puede llamar
«ser», es lo que permanece, lo que no depende de otro para ser, lo que es por sí, la
substancia. Y, dentro del mundo de la substancia, determinó los modos
substanciales presentes en la realidad, dando con tres modos: la materia, la forma
y el compuesto de una y otra. De entre estos tres modos, el más elevado en el
grado substancial es la forma.
En tercer lugar, explicó la unidad y la multiplicidad con la explicación de la
analogía del ser, rompiendo el esquematismo anterior, intransigente con la
complejidad de lo real. Igualmente, comprendió el problema del devenir con la
teoría del acto y la potencia, declarando que, en ambos estados, hay «ser»,
independientemente de que éste, esté en potencia (estado de posibilidad), o esté
en acto (en estado de acabamiento, de realización). Por último, Aristóteles fue el
filósofo griego que más se acercó a un conocimiento de la unidad divina, al
monoteísmo.
Bien sea para aceptarlo, bien para contrariarlo, todos los filósofos que se han
adentrado con sus estudios en cuestiones metafísicas, se encuentran con la
Metafísica de Aristóteles, como es el caso de Heidegger, en el siglo XX,
recuperando el problema del ser, poco nombrado por los grandes filósofos de los
siglos XVII-‐‑XVIII.
Ahora bien, reconocer estos logros es una tarea que va unida a esta otra: por
una parte, continuar por el camino que nos ha señalado el Filósofo, a partir de lo
que se puede aceptar acorde con la realidad; y, por otra, advertir los límites que
los filósofos posteriores han subrayado. Uno de los filósofos que hizo esto fue
Tomás de Aquino, quien dedicó mucho tiempo a estudiar y comprender algunas
de las obras de Aristóteles, dedicando importantes escritos a componer sus
comentarios de las mismas. La admiración y el acuerdo de Tomás con Aristóteles
en las cuestiones fundamentales no fue óbice para que el Aquinate fuera
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 105
esbozando su propio pensamiento, gracias al cual hemos podido conocer y
estudiar aspectos importantes de la realidad desde un punto de vista nuevo.
Uno de los estudiosos de la historia de la filosofía que, después de estudiar
a Tomás, ha reclamado su atención con el objetivo de poner a la luz la
originalidad del pensamiento tomista, ha sido Étienne Gilson, el cual, aún
dejando claro que Tomás concuerda en lo fundamental con el Estagirita, ha
dedicado gran parte de sus estudios a demostrar que santo Tomás tiene algo que
decir que no dijo Aristóteles, siempre según su punto de vista. Por esta razón,
después de haber dedicado los apartados anteriores a conocer las ideas más
importantes del Filósofo, vamos a dedicar a continuación un punto a escribir
cómo interpreta Gilson lo original del pensamiento tomista.
Santo Tomás pensó el problema del ser en una época distinta, dentro de un
paradigma nuevo en el cual, a la luz de la doctrina de la creación, los filósofos
empezaron a plantearse el problema de la relación entre esencia y existencia como
tema filosófico relevante, especialmente en Dios y en las criaturas.
En realidad, la doctrina de la creación hizo necesaria la reformulación de los
problemas metafísicos, ya que, como advertíamos, Aristóteles no resolvió todos
los problemas que plantea la realidad, ni dio respuesta de modo conclusivo a
algunas de sus explicaciones. Queda sin resolver —en la interpretación de
Gilson— el problema de la existencia de la substancia. A pesar de que podría
concederse que Aristóteles concebía la substancia incluyendo su existencia, ¿cómo
«sucede» o, cómo se «da», se «produce», la existencia de la substancia? Una cosa
es la facticidad de la existencia. El ente o substancia «es», «existe». Pero, más allá
de su estructura ontológica «substancial», ¿cómo tiene lugar metafísicamente la
constitución de la existencia de la substancia? Se incide aquí en una valencia
distinta de la «existencia», concibiéndola más allá del mero existir fáctico, y
situándola en otro plano, el plano puramente ontológico. Tiene que haber un
proceso de «producción» de la existencia del ente, o una «actualización» previa a
la de la forma.
Como se tratará de ilustrar, una de las razones que da nuestro autor por las
que Aristóteles no pudo llegar a concebir la «existencia» como problema es la
concepción de una materia eterna que forma parte de las causas supremas del ser.
Esto nos lleva a dos de los restantes aporías que no quedan aclaradas, para el
106 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Francés, en esta ontología: el de la causa suprasensible (Motor inmóvil), y el de la
relación entre Éste y los seres. El Dios de Aristóteles no es creador, al menos en el
sentido «judeocristiano» del término. Pero, ¿cómo puede, entonces, ser la causa
primera y suprema, principio del ser, si hay al menos una realidad, que llamamos
ser (la materia) que es eterna y no tiene relación causa-‐‑efecto con Él? Lo mismo
sucede con los cuarenta y siete motores inmóviles, que son los cuerpos celestes y
los astros. Son seres separados y eternos que existen con independencia ontológica
del Motor inmóvil. ¿Cómo puede ser Éste, insistimos, principio y causa suprema
de todo el ser, sin responsabilizarse ontológicamente de éstos? Aunque, como
advierte Reale, Aristóteles consideró jerárquicamente superior a este Motor
inmóvil, al único que reservó el título de «Dios» con mayúscula, desde el punto
de vista metafísico nada sabemos cómo explicar la relación entre Él y los otros
seres divinos reconocidos como tales. Se puede afirmar, por tanto, que en el
mundo griego, a pesar del esfuerzo del Estagirita, no se consigue una concepción
clara de la diferencia ontológica entre lo divino y los seres inferiores.
Algunos de los estudiosos de la obra gilsoniana han afirmado que El ser y la
esencia es uno de los más importantes tratados de historia de la ontología
occidental que han sido escritos. Como era de esperar, uno de los capítulos de
este libro se detiene ampliamente a estudiar la ontología de la substancia de
Aristóteles. En éste, podemos comprobar que Gilson comprende las ideas
aristótelicas acerca del ser, y no construye su análisis tomista a partir de una
lectura parcial, errónea o utilitarista de las mismas.
Es posible afirmar, por tanto, que la idea general sobre la cual vamos a
enfocar este encuentro entre autores, posee su núcleo en una convicción: la
impresión de Gilson acerca de la metafísica de la substancia de Aristóteles es
fundamentalmente positiva y constructiva. Su análisis no lleva a una ruptura
entre Aristóteles y Tomás, sino más bien a un acuerdo básico que, no obstante,
acaba en una importante diferencia cualitativa.
Con esta misma expresión lo dice el historiador medieval. La metafísica del
ser de santo Tomás «supera» la metafísica de Aristóteles. No por mero “capricho”
intelectual, ni por afinidades meta-‐‑filosóficas, sino por coherencia con un
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 107
detallado y exhaustivo análisis de la realidad. No pocos autores han mostrado su
desacuerdo con Gilson; pero, de lo que no es posible dudar, es del esfuerzo y del
dominio que éste tiene de los conceptos básicos que se discuten.
Metodológicamente, el medievalista francés expone sus argumentos de un
modo algo particular. No encontramos un tratamiento organizado de cada punto,
sino un estribillo conceptual que se va repitiendo constantemente.
En lo concerniente a su análisis de la substancia aristotélica, los puntos
capitales sobre los que versa todo el contenido son: 1) la tensión entre lo universal
(esencia) y lo particular (substancia); 2) el reclamo de la existencia o la «cuestión
existencial»; 3) la relación entre forma, existencia y Causa Primera. Este último
punto es especialmente difícil. En él intenta mostrar la falta de fundamento de las
explicaciones de Aristóteles acerca de la existencia de las substancias, a través de
la cuestión de la verdadera «causa» de ésta.
Para Gilson, que Aristóteles no viera la necesidad de dar razón de quién
produce o da la «existencia» a los entes es razón suficiente para afirmar que, para
el Estagirita, la Causa Primera sólo puede ser causa de la substancialidad de los
seres, pero no de su existencia. Personalmente, creo que la intención de estos
razonamiento del filósofo francés quieren conducirnos a la conclusión de que la
Metafísica no puede dar razón ni de la existencia de los entes ni de su dependencia
existencial con el Motor inmóvil, para, desde aquí, mostrar cómo la ontología de
santo Tomás de Aquino, a través del actus essendi, puede dar la respuesta y la
explicación que Aristóteles no pudo dar, a causa de su —como diría el propio
Gilson— esencialismo metafísico.
Este me parece el marco conceptual y explicativo de los textos gilsonianos,
especialmente en lo que a su relación con la ontología aristotélica se refiere.
Para Aristóteles, «lo que» es, es «ente», entendido como οὐσίία; y a su vez,
ésta es comprendida como aquello que la cosa «es», el «lo que» es, que Gilson
subraya constantemente. Falta por saber, depués de lo dicho, qué es lo que a la
substancia le hace «ser» con más derecho, de modo más pleno.
El medievalista francés concibe este razonamiento del Estagirita como el
núcleo más poderoso de su ontología. En efecto, se dice ente con razón de aquello
que es substancia, porque es por sí, y no por otro. Después, aquello que decimos
substancia debe ser definido como ente en algún elemento constitutivo más
simple, elemental, fuerte. Sabemos qué es una cosa, cuál es su ser cuando
conocemos «lo que» la cosa es. Y la respuesta es su forma. Lo que nos hace
conocer que un triángulo es tal figura geométrica es su forma, esto es, una
disposición determinada de sus rectas. Lo que nos hace conocer que un caballo es
un caballo, es la esencia o forma de caballo, la “equinidad”, podríamos decir.
Igual sucede en el caso del hombre. Sabemos que un hombre es un hombre por su
forma, que es el alma racional, la cual hace al hombre ser hombre188.
Por muy obvio que parezca todo esto, no está exento de dificultades, y
cuando parece que hemos llegado a la cumbre de la explicación, vemos que a
penas hemos descubierto más que una parte de la explicación del entramado de lo
real.
Recordemos que, uno de los problemas que Aristóteles advirtió en las
enseñanzas de su maestro Platón, fue situar el verdadero ser de las substancias
187
ARISTÓTELES, Metafísica, Ζ, 1028 b 2-‐‑7.
188
Cf. GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 51.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 109
fuera de ellas mismas, lo que le valió el calificativo de «formas vacías que no dicen
nada». Por tanto, el Filósofo, necesitaba dar respuesta a esta dificultad. Entonces
—argüye Gilson— cuando él creía haber resuelto el problema de la falta de
fundamento real del ser, situando el núcleo formal del ser en la misma substancia
sensible, se encontró con el mismo problema de Platón, no ya en un mundo de
Ideas, sino en el mundo de las formas que, a pesar de habitar en lo sensible, no
explican cómo, siendo de naturaleza universal, pueden pertenecer a todas las
substancias, a lo múltiple. Es, como se ve, el mismo problema de siempre, pero en
otro contexto ontológico. Aristóteles supera a Platón, pero no termina de resolver
el problema en cuestión189. Al menos así lo entiende nuestro autor:
¿Cuál es el problema que surge cuando se hace de la esencia la última raíz
del ser de la substancia? Dicho de otro modo, ¿por qué no puede la forma ser la
última raíz del ser de la substancia? Gilson observa que Aristóteles salva, en
primera instancia, el problema del recurso a las Ideas trayendo las formas del
mundo ideal a lo real concreto de la substancia existente. Pero, en segunda
instancia, al declarar que, lo que constituye el ser en su grado máximo, es la
189
Cf. Ibíd., 53.
190
Ibíd., 54.
110 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
forma, que, de suyo, es igualmente de naturaleza universal, lo que había ganado
respecto de Platón, por un lado, al principio, lo pierde igualmente después191.
Según entiende el filósofo francés, lo que el Estagirita hace aquí es como «si
diera un paso atrás», hacia Platón; o si se prefiere, esboza una explicación que
sigue sin poder dar razón de cómo lo universal, la esencia, habita lo múltiple que
constituyen las substancias. Si la respuesta a «qué es ente», es, en última instancia,
la forma o esencia, ¿qué es ésta, en el fondo, sino una realidad ontológica común a
todas las substancias, por tanto, no predicable sino de todas ellas? ¿Explica esto la
individualidad de los seres? Con esto, no tendríamos más que múltiples
substancias, pero, con una misma forma o esencia, universal, que no da cuenta de
lo particular. En el análisis metafísico de El ser y la esencia, Gilson afirma que, la
forma, por tanto, no puede ser lo que, en última instancia, dé razón del ser de la
substancia.
191
Cf. Ibíd., 54.
192
Ibíd., 55.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 111
El núcleo principal del problema metafísico es, por tanto, explicar cómo lo
universal y lo particular se entrelazan en la realidad concreta y sensible, que es lo
que Aristóteles se propuso resolver, a partir de lo positivo que había encontrado
en Platón. El análisis de Gilson conduce al descubrimiento de un problema que,
no en vano, continuará en la posteridad, llegando a rupturas importantes, como la
del Nominalismo. Lo que intenta poner en luz es que, el primer movimiento que
sitúa en lo individual el receptáculo de la forma —siempre dentro de la lógica de
su particular interpretación— se queda en eso, en una pura constatación de la
existencia sensible, que hace ser a la substancia, la cual es tal substancia por su
esencia, pero de lo que se llama, a fin de cuentas, «ser», no es sino la sola
esencia193.
Como decíamos anteriormente, él cree que con la ontología de la substancia
parecería que, la mera colocación de la forma en el individual concreto,
solucionaría el problema que Platón no fue capaz de explicar. Sin embargo, hacer
ver únicamente que el ser existe en lo particular, pero, concluyendo que, lo que le
hace ser es algo que, en realidad, no le pertenece al individual, sino al universal
(la forma), es haber querido explicar un problema dando como una vuelta para
volver al mismo punto desde donde se había partido:
Bajo su forma más general, el problema que Aristóteles debe resolver, se
reduce siempre, en efecto, a conciliar las exigencias de la esencia universal
con las de lo individual concreto. De hecho, la solución que propone consiste
lo más frecuentemente en reducir lo individual concreto al mínimum
indispensable, para que no se pueda decir que ha cesado totalmente de ser.
Lo individual, que, en principio lo es todo, se reduce, de hecho, a no ser sino
el sujeto que encierra lo universal, como si no tuviera otra función ontológica
que permitirle existir. Porque, es muy cierto que, sólo el individuo existe;
mas, sólo de lo universal se puede decir: es; y, como lo universal, incluido en
lo individual, constituye, en último término, el ser, toda esta filosofía, que, en
193
Cf. Ibíd., 56.
112 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
principio sólo se interesa por lo que existe, lo aborda, no obstante, siempre de
tal manera que, el problema de su existencia, no tiene por qué plantearse194.
Descubrir esta —diríamos en lenguaje aristotélico— «aporía», no sólo tiene
el fin de señalar la presunta falta de fundamento ontológico del ser de la
substancia así concebida, sino llegar a un puerto preciso: la existencia. A pesar de
que hemos ido adelantando algo sobre los diferentes modos de concebir
metafísicamente la existencia en este trabajo, quizá no sea vano recordar el
significado que Gilson le da. También de ésta ha habido discusión en una época
más o menos reciente, a través de la concepción existencialista.
En cualquier caso, la existencia de la que se hablará más detenidamente más
tarde, no es el sólo existir, el «estar ahí» del Dasein, sino una existencia referida
siempre al ser como acto (esse ut actus). La existencia que Gilson entiende que
debe juzgarse inexistente en la ontología aristotélica es la que —a su juicio— se
concibe como un acto metafísico que pone el esse en el corazón de lo real, no
“desplazando” la esencia, sino colocándola en dependencia de aquél, siendo así
que, no obstante, hablamos de elementos en «composición», formando, como se
dijo en su momento, una unidad195.
En el fondo, Gilson se mueve siempre en un marco interpretativo que no
reconoce un carácter existencial a la substancia aristotélica, y este dato conviene
tenerlo presente. Gilson considera —y esta es su postura, su reclamo metafísico—
que, saber que «un caballo es un caballo porque tiene la esencia de caballo»,
efectivamente, nos hace conocer que «ese» ente es un caballo. Pero —y aquí su
insistencia— saber que un caballo es un caballo no explica toda la realidad del ser
del caballo. Nos hace conocer que es un caballo, pero, ¿por qué existe el caballo?,
194
Ibíd., 56.
195
Este modo de concebir la existencia como facticidad estaría en las pocas menciones
que el Estagirita hace de la existencia en su Metafísica, por ejemplo, cuando dice: “El acto
es el existir de la cosa, no en el sentido en el que decimos que está en potencia (...). En
cambio, decimos en acto al otro modo de ser de la cosa”. 1048 a 32-‐‑35.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 113
¿cuál es su origen?, ¿qué acontecimiento metafísico, que potencia o realidad
actualizadora hace, no ya que ese caballo sea caballo, sino que sea? Una cosa es ser
«lo que» se es, y otra distinta, «ser».
La existencia —en este marco metafísico gilsoniano— más allá del dato
empírico de existir, requiere una explicación, un proceso ontológico de
producción, una actualización que la forma no puede dar. La forma da el ser
substancial, hace ser al ente en su esencia concreta; sin embargo, una potencia
actualizante, como es la forma, con el poder de constituir en el ser substancial al
ente, no explica, ni «implica», para Gilson, la existencia, entendida en sentido de
su constitución radical.
Esta es la razón por la que, 1) Aristóteles no vería necesario dar una
explicación acerca de qué es ser «acto»; y, además, 2) reconocería que, en cuanto
al origen de la existencia del ente, esta ontología no llega a plantear tal cosa
porque aún no se había considerado de modo directo la distinción metafísica
entre esencia y existencia196.
Lo que Gilson se empeña en defender es que, una ontología de la
substancia así entendida, ni puede plantear el problema de la existencia más allá
de la mera facticidad ni, menos aún, puede dar nociones adecuadas para
resolverlo. Es ahí —dice él— donde acaba la ontología aristotélica de la οὐσίία,
donde empieza la ontología del ser de santo Tomás. Tanto esa supuesta «aporía»
generada por la tensión no resuelta entre forma universal y ente particular y el
problema de hasta dónde puede llegar la explicación del ser de la substancia por
el papel de ésta, son los puntos de acceso que Gilson ve para introducir la
especulación del Aquinate como respuesta a lo que a la otra le faltaría.
196
Cf. Ibíd., 56.
114 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
mucho, ya que entender el acto por medio de la potencia es mucho más
difícil que entender la potencia por medio del acto (...)197.
Comprendidas así las cosas, para nuestro autor era previsible que
Aristóteles no concibiera la importante distinción entre esencia y existencia desde
su propio marco ontológico. Algunas afirmaciones puntuales del Estagirita
habrían puesto en evidencia —según el francés— que en su pensamiento no había
tal distinción199. Una de estas afirmaciones en las que toma pie es, por ejemplo,
esta: “Indagar por qué una cosa «es», es buscar «por qué es ella misma», y en
consecuencia es no buscar nada en absoluto (Z, 17, 1041 a 14).
Que las cosas a partir de las cuales se comienza a hacer una investigación
filosófica existen, era algo tan obvio y tan sentado en el pensamiento del Filósofo,
que preguntarse por la razón del existir de la substancia, no era menos que perder
el tiempo.
Hasta aquí, Gilson justifica la carencia existencial de esta usiología.
Comprende que le falta el dato fundamental para dar el salto a la existencia como
raíz última de lo real, como acto; en cambio, muestra su extrañeza cuando el
filósofo griego, después de observar y estudiar la generación y la corrupción de
los seres, no haya caído en la cuenta de que tal fragilidad ontológica reclama, por
un lado, el planteamiento de la pregunta por la causa del ser, entendido como
197
Ibíd., 54.
198
GILSON, É. El ser y los filósofos..., cit. p. 71.
199
Cf. GILSON, É. El ser y la esencia..., cit., p. 57.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 115
existencia, de la substancia que nace y muere; y, por otro, la consecuencia
inmediata de ello: que su esencia y su existencia no pueden ser lo mismo, no
pueden identificarse; de lo contrario, también las substancias corruptibles serían
acto puro, como el Primer Motor inmóvil200.
Lo que se busca es justo esto: por qué una cosa pertenece a otra. Y, así,
preguntamos: por qué este material dado, por ejemplo, cemento y piedras, es
una casa202.
200
Cf. Ibíd., 57.
201
Ibíd., 58.
202
ARISTÓTELES, Metafísica, Ζ, 1041 a 26.
116 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
El segundo texto que se halla en la Metafísica habla explícitamente de la
«existencia».
Eso que llamamos forma o substancia no se genera; eso que se genera, en
cambio, el compuesto (σὐνολὸν), el cual viene denominado en base a la
forma; y resulta tan claro que en cada cosa generada está presente la materia,
y que, por un aspecto, la cosa generada es materia, y que, por tanto, es
forma204.
203
Ibíd., Ζ, 1041 b 4-‐‑9.
204
Ibíd., 1033 b 15-‐‑19.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 117
De hecho, Aristóteles ya había explicitado en otro libro esta idea, ya que:
“Nadie produce ni genera la forma; lo que, en cambio, es producido es «este
individuo», y eso que es generado es el conjunto de materia y forma”205.
205
Cf. Ibíd., 1043 b 16.
206
Cf. GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 59.
207
Cf. Ibíd., 60.
208
Cf. Ibíd., 61.
118 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Sucede todo lo contrario para quien la substancialidad no es el todo del
ser. Si la existencia es un acto constitutivo de la substancia real, la causa
primera de las substancias no será tenida por creadora sino en el caso de que
su eficacia se refiera también, y en cierto modo, en primer lugar, al acto
primero por el que la substancia existe. La eternidad del mundo vuelve a
recobrar su importancia; la noción de creación no implica que el mundo no
haya existido siempre: exige que el mundo pueda no haber existido siempre.
Esta “posibilidad” de no ser es lo que falta al mundo de Aristóteles, y de sus
auténticos discípulos, para que el problema de su radical origen pueda ser
planteado209.
Por tanto, el problema que plantea el filósofo medievalista es cómo entender
la relación entre Causa Primera, forma y existencia. Si la forma no es generada ni
producida ni siquiera por el Primer Motor inmóvil, no se ve la manera de hacer
de Éste la verdadera Causa Primera del ser. Si Dios es productor, al menos de la
substancia, y ésta es por su forma, decir que la forma ni se produce ni se genera,
crea una confusión y una polémica que requerirían un estudio aparte.
En cualquier caso, lo que nos interesa subrayar es que, para Gilson, hay un
eslabón perdido en la ontología aristotélica que no puede encontrarse dentro de
ese mismo marco metafísico. Decir, máxime en sus propias categorías metafísicas,
que la forma no tiene causa, debe entenderse igual que si nos dice que nada es,
porque lo que no tiene causa no es, pues sólo de los motores incorruptibles e
inmóviles, se dice que producen el movimiento sin ser movidos, son plenamente
por sí. En la mentalidad de nuestro autor, que haya un elemento que es la clave
de todo el edificio ontológico de lo real sin razón ni procedencia, pone en serias
dudas el sostenimiento de todo su edificio lógico.
Parece claro, por tanto, que la existencia de la substancia, para el Estagirita,
es el «esse in actu», y no el «esse ut actus», como, acertadamente, distinguirá
Cornelio Fabro.
209
GILSON, É. El ser y los filósofos..., cit. p. 72.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 119
Entre los diversos significados del «ser», dice Aristóteles, «el primero es
aquél en que significa lo que es y en el cual significa la substancia» (Z, 1028 A 13).
En otras palabras, el es de la cosa es el que qué de la cosa, no el hecho de que
exista, sino lo que la cosa es y lo que la hace ser una substancia. Esto no significa
que no le interese la existencia o la no existencia de lo que habla. De hecho, su
pregunta es: ¿tal cosa existe? Pero la respuesta es corta y definitiva. Una vez
evidenciada por los sentidos o concluida por argumentos racionales, la existencia
es tácitamente desechada210.
210
Cf. Ibíd., 73.
211
Cf. GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. 59.
120 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
que la esencia venga en primer lugar. La οὐσίία es claramente la primera de
todas las causas, porque, como acabamos de ver, siendo aquello por lo que la
cosa es lo que es, por lo mismo es aquello por lo que la cosa es. Ahora bien,
un ser es y es causa en virtud de un solo y mismo principio. Se puede
afirmar, pues, que la esencia es, a la vez, la raíz primera de todo ser y la de la
causalidad212.
Para Aristóteles, por tanto, la raíz última del ser, más aún, la raíz de toda
causalidad, es la forma. La causa formal habría absorbido ontológicamente a la
causa eficiente. Al menos, esta es la consecuencia que parece desprenderse de la
apreciación de Gilson.
Y, más adelante, Gilson nos dice por qué esta explicación metafísica
confunde —según él— toda raíz causal con la forma.
Así, del mismo modo que la forma natural es el principio del movimiento
que termina en la generación de un ser natural, la forma, que está en el
pensamiento del artista o del técnico, es el principio del movimiento, que
concluye en la producción de la obra de arte, o del resultado que se trataba
de obtener. Siendo esto así, la causa de donde proviene el cambio se
confunde con la causa formal, que no es sino otro nombre de la esencia. Toda
212
Ibíd., 57.
213
Ibíd., 58.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 121
generación o producción es un movimiento; toda causa generatriz o
productora es, pues, una causa motriz; y toda causa motriz se reduce en
último término a la ousía o esencia, de lo que es (....)214.
Como dejó en prácticamente todos sus escritos sobre cuestiones metafísicas,
otra de las razones por las que Gilson considera que las explicaciones del Filósofo
griego no pueden dar razón de una auténtica causalidad eficiente, tiene que ver
con la cuestión de la causa material.
En efecto, nuestro autor insiste en que, el Filósofo griego afirma que: “la
materia y la forma (es decir, los principios últimos) no se generan” (1069 b 35). Si
los principios últimos no se generan, —razona él—, el fundamento del orden
metafísico (teología), no posee una jerarquía y una verdadera causalidad, porque
las primeras causas y principios supremos no tienen relación ontológica entre sí,
ni por tanto, orden de procedencia y causalidad. Si la causa material es igual de
causa primera y suprema que la eficiente, entonces, como dice Gilson, Aristóteles
ha anulado por completo la naturaleza de la verdadera causalidad, que es la
eficiente. Pero una causa eficiente que no es causa eficiente de la materia, no es
«tal», ni «tan» causa eficiente215.
Planteábamos el problema de la existencia en el punto anterior y, en el
presente estamos planteando esta nueva aporía que versa sobre la causalidad
eficiente. Gilson encuentra una relación directa entre ambas cuestiones. Según su
impresión, Aristóteles habría evitado el problema ontológico de la existencia
porque habría dado a la causalidad eficiente el mismo valor que a la Idea
platónica. Si la substancia, comprendida como esencia o forma, es la causa última
del ser, el Estagirita no puede menos que declarar la carencia de valor de todo
intento de plantear la existencia como un problema realmente significativo216. De
ahí que, como decíamos anteriormente, a propósito del problema de la causa de la
existencia de los entes, el Filósofo afirme que no tiene sentido preguntarse el «por
qué» de algo que se responde, en realidad, con el «qué».
214
Ibíd., 58.
215
Cf. Ibíd., 80.
216
Cf. Ibíd., 60.
122 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Una realidad vista desde el plano exclusivamente substancial, que no
contempla realmente una causalidad eficiente efectiva, ¿puede apelar a una Causa
Primera del ser? —se pregunta Gilson—. En último término, ¿es posible dar razón
del Primer Motor inmóvil, tal y como Aristóteles lo hace? Esta pregunta pone
mucho en juego en lo que a nuestra investigación se refiere. El actus essendi es la
raíz desde donde santo Tomás fundamenta racionalmente la existencia de Dios.
Es a través de la categoría «existencia» como Gilson encuentra la explicación al ser
substancial y su Causa Primera217.
Ahora bien, si en la ontología aristotélica nada hay más allá de la
substancia, si ésta, además, absorbe a la causalidad eficiente, y declara inútil toda
investigación acerca de la existencia, ¿qué es realmente el Motor inmóvil, y, sobre
todo, qué relación puede tener con unos seres que solamente son conocidos por Él
por mera atracción? Hasta qué punto este Primer Motor de Aristóteles puede ser
con justicia considerado Causa primera del ser, es algo que Gilson mira con
muchas dudas. De hecho, cree que lo único que a esta causa se le puede atribuir
respecto de las substancias es —como se señaló antes— la sola substancialidad.
Para nuestro autor, en el fondo, el Dios aristotélico no difiere
cualitativamente en nada del Demiurgo de Platón. Ambos «producen» las
substancias del mundo, son los responsables de su substancialidad; pero no lo son
de su existencia 218. Causan, pero no originan los seres. Nuestro estudio nos
capacita para diferenciar —en este marco especulativo gilsoniano— dentro de la
ontología aristotélica, entre causar y originar. Para Aristóteles, una realidad fontal
puede ser «causa» o «principio» de algo, pero no en un sentido absolutamente
originario. Habría una realidad fontal, que, en la mentalidad de Gilson,
podríamos denominar «substancial», responsable de la substancialidad de los
seres; y, una realidad fontal originaria, a la que Aristóteles no habría logrado
llegar, y que sería responsable de la existencia, en el sentido de origen radical de
los seres.
217
Cf. GILSON, É. El ser y los filósofos..., cit. p. 72.
218
Cf. GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 59.
II. PRESUPUESTOS DE LA HERMENÉUTICA DE GILSON 123
En cambio, en santo Tomás de Aquino, según entiende nuestro autor, Dios
no es sólo el productor de la substancialidad219 de los seres, sino la Primera y
«única» causa originaria de «todo» el ser de los entes. Desde este punto de vista,
si bien como hemos dicho, entre el Demiurgo platónico y el Primer Motor inmóvil
sí que habría identidad, en cambio, entre éstos y el Dios de Tomás de Aquino,
habría una diferencia importante.
A juicio del medievalista francés, el laberinto donde se habría encerrado la
ontología del Estagirita sería el de la οὐσίία. Al declararla primera en el orden de
la predicación y de las categorías, y, por tanto, asumir dentro de ella los conceptos
de causa y principio últimos del ser, Aristóteles habría encerrado su metafísica en
una esencia que no puede dar razón de lo uno y lo múltiple, por ello, tampoco de
Dios y los seres. Habría radicalizado tanto su ontología centrándola
exclusivamente en la substancia, que no quedaría hueco para la gran pregunta
por el origen radical de todo el ser. Gilson contempla a Aristóteles como el gran
Filósofo de la substancia, de lo formal, pero la señala como carente por completo
de existencialidad, de originariedad, conceptos que, de suyo, están llamados a dar
razón auténticamente última de todo lo real.
Finalmente, las observaciones de Gilson nos llevarían a declarar que, las
razones metafísicas que da Aristóteles, ni fundamentan la radicalidad del ser de
los entes, ni el ser de la Causa Primera. Duda incluso de que pueda llamarse
auténticamente primera, pues, como ya se apuntó antes, es difícil integrar un ser
como causa última de todo con los demás motores igualmente inmóviles y
eternos, no supeditados a él. Gilson tendrá que enfrentarse siempre con este
modo de concebir la causalidad existencial y eficiente de lo divino en Aristóteles,
porque el Estagirita da, de hecho, al Primer Motor inmóvil, un trato lingüístico y
ontológico que, en algunos momentos, parece tener una clara preeminencia fontal
y causal.
219
Decimos «substancialidad» cuando, en un marco conceptual propiamente tomista,
debiera decirse mejor «ejemplaridad», ya que, en santo Tomás, Dios es concebido más
como causa ejemplar de los seres que causa formal.
124 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Sin embargo, tomando en conjunto el panorama de la realidad primera,
nuestro autor juzga que, al entrar en escena esas otras realidades divinas a las que
sitúa «independientes y autónomas» del Motor inmóvil, surgen las dudas y, por
tanto, no parece fácil sostener su primacía y real causalidad. Gilson sintetiza el
conjunto de esta aporía de este modo:
Que las preguntas «qué es ente», y «cuáles son las causas y los principios
primeros del ente», pretendan ser contestadas satisfactoriamente con las
respuestas de la Metafísica, es algo que, al menos Gilson, no considera posible, y,
menos aún, justificado ni justificable.
220
Ibíd., 60.
Para comprender adecuadamente el modo en que Gilson entiende la
filosofía del ser de santo Tomás de Aquino, es fundamental comenzar con la
consideración detenida de la noción de esse como actus essendi. Este modo de
comprender el esse es lo que hace que el estudio del ente cambie y sea del todo
nuevo. En consecuencia, más que una exposición sistemática del actus essendi
como tal, de modo aislado, podemos ver en qué consiste su naturaleza a través
del estudio de su comportamiento, es decir, analizando cómo éste determina la
comprensión del ente y su entramado metafísico, de cómo actúa el esse respecto
del ente, la esencia y la forma.
Así pues, el desarrollo de esta exposición de cómo entiende Gilson el esse
tomista será de la siguiente manera:
1) Metafísica del actus essendi.
2) Diferencia entre esse (como verbo) y ens (nombre).
3) Composición y distinción real de esse y essentia, y relación entre forma y
esse. La cual da lugar a dos órdenes ontológicos interrelacionados, el de la
substancialidad y el del esse (o existencial).
4) El actus essendi como la “sexta vía tomista”.
5) El esse tomista, «más allá» de la forma aristotélica.
Estos puntos constituyen el esquema expositivo que voy a desarrollar para
tratar de ofrecer, del modo más sistemático posible, un estudio del actus essendi
dentro de una metafísica tomista del ser, en la interpretación del pensador
francés.
Para introducirnos en esta cuestión, debemos tener en cuenta algo en lo cual
algunos autores coinciden acerca de la trayectoria intelectual del filósofo francés,
126 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
que es, a saber, la evolución de algunas de sus ideas más importantes acerca del
actus essendi. Dejando de momento las oportunas consideraciones que pueden
hacerse sobre el particular, el hecho es que Gilson, en su obra considerada como
más importante, El Tomismo, varió el modo de expresar el esse221. De esta opinión
es uno de los estudiosos de la obra del francés, Pierre Aubenque, quien dice al
respecto que, el interés de Gilson en el estudio del ser, puede ser considerado
tardío, pues, la cuestión del ser no aparece tratado de un modo particular hasta la
cuarta edición de esta obra222. Siguiendo aún el estudio de Aubenque, es sobre
todo en El ser y la esencia, de 1948, donde el filósofo medievalista plantea de lleno
el estudio de la metafísica tomista del ser, en clara polémica con las opiniones de
Heidegger y Sartre223.
Siempre a la sombra de la amenaza existencialista, los términos «ser»,
«existencia» y «acto», que previamente hemos visto desde el punto de vista
etimológico y metafísico, llevaron a nuestro autor a abandonar la doctrina del
actus essendi en términos de existentia. Ni santo Tomás ni los existencialistas
entendían lo mismo por el término «existencia», y en medio de ambos, Gilson,
con el mismo vocablo, intentó al principio en sus escritos explicar esta importante
221 Ha dedicado un estudio a este tema, LA PLANTE, H. (1964). “E. Gilson and the
concept of existence”, The Thomist, vol. XLV, nº 77, 302-‐‑326, en: KELZ, C. “El tránsito
de…”, cit., p. 173. Con todo, no creemos que, como señala Kelz en su artículo, Gilson
llegue a confundir el ser con la existencia, el esse in actu con el esse ut actus. Más bien, quizá
podría tratarse de una variación en el modo de expresar una convicción que, de suyo, ya
se tiene. El mismo filósofo francés lo dirá explícitamente cuando justifique el cambio de
conceptos (de «existencia», a «ser»), no tanto por un cambio de idea sino para una mayor
claridad. Más en concreto, para evitar confundir la existencia fáctica del existencialismo
con la existencia como acto metafísico. En seguida trataremos otro punto de vista sobre
este tema de manos de uno de los más autorizados discípulos y estudiosos del mismo
Gilson, Raúl Echauri. También constata esta variación, AUBENQUE, P., Étienne Gilson et la
question de l´être, 79-‐‑82.
222 Se refiere a la edición de 1941.
223 Cf. AUBENQUE, P., Gilson et..., cit. p. 79-‐‑82.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 127
cuestión metafísica de la que dependía toda la comprensión de la filosofía del ser.
Al darse cuenta de este gran embrollo, fuente de conflicto hermenéutico, se
decidió por la corrección.
Así pues, habiendo introducido nuestro estudio del actus essendi con estas
consideraciones previas, paso ahora a exponer el modo en que el argumento será
desarrollado. Será de la siguiente manera:
1) Aproximación general al actus essendi. 2) El actus essendi como causa de la
existencia de los entes; 3) La procedencia ontológica del ens respecto del esse; 4) El
actus essendi, fuente originaria de actualidad del ente; 5) La determinación
extrínseca del actus essendi sobre la esencia en la constitución del ente. 6) El
conocimiento del actus essendi a través del «juicio». 7) Respuesta de Gilson a las
objeciones planteadas: la «cosificación» del esse y el conceptualismo metafísico.
Los especialistas en el estudio del tomismo de Étienne Gilson convienen en
señalar con él que, santo Tomás de Aquino asumió el esquema general de la
metafísica aristotélica, sin embargo, el Aquinate fue más allá de ésta gracias al
descubrimiento del significado especial del esse.
Como Gilson advierte constantemente, este «ir más allá» no quiere decir ni
ruptura ni antagonismo, sino todo lo contrario, perfecta armonía. Se trata de
descubrir que, con la nueva concepción del esse, la relación entre los elementos
constitutivos del ente, cambian y adquieren un nuevo esquema. La forma —
afirma Echauri— ˝sigue siendo acto que actualiza la materia, pero no es el acto
último, ni supremo del ente, pues más allá de la forma, y en otro orden, el acto de
ser (actus essendi) actualiza el ente y le otorga así su misma realidad existencial:
Esse dicitur actus entis in quantum est ens (Quodlib., IX, II, 3)˝224.
Como vamos a desarrollar ampliamente en este primer punto del apartado
dedicado al tomismo gilsoniano, el esse es un acto: Esse actum quemdam nominat
(C.G., I, 22). Ahora bien, aunque forma y esse se diferencian y relacionan, y la
224
ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p. 18.
128 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
forma permanece en su carácter de acto sobre la materia, la forma y el esse no son
«acto» de la misma naturaleza.
La esencia, la cual agotaba para Gilson ontológicamente lo real, queda ahora
no como elemento último y de mayor actualidad, ya que, además de la materia y
la forma, el ente indica el acto de ser226.
A partir, pues, de esta novedad de concebir el esse principalmente como acto
(actus essendi), todo el entramado ontológico de lo real que compone el ente queda
completamente cambiado. En los distintos apartados que vamos a desarrollar a
continuación, tratará de exponerse cómo actúa el esse ut actus en la metafísica
tomista del ser según entiende Gilson, y qué implicaciones tiene esta principal
novedad, señalada por los especialistas, sobre todo por el Francés, como el
corazón de lo real.
b) El actus essendi como causa de la existencia de los entes
225
Ibíd., 19.
226
Cf. Ibíd., 20. µμ
227 Cf. GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 197.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 129
Haber descubierto que el ser, a parte de ser la substantia es, principalmente,
actus, nos hace saber que el ente llega a ser un ente real, existente, no meramente
ente posible o del pensamiento, gracias al actus essendi, al esse, concebido como
actus radicalmente entendido, acto que produce la existencia; y ello porque la
fuente originaria del ser, también más allá de Aristóteles no es, sobre todo, Acto
Puro de un pensar228, sino Acto Puro de existencia. Dios es el ipsum Esse, el Ser, no
el que posee el existir en un grado más alto, sino que es «el» Ser, es decir, Actus
Purus Essendi 229 . Por esta razón, la venida a la existencia del ente acontece
mediante un acto de creación, el cual se entiende metafísicamente como el
advenimiento al ente del esse, concebido como actus. El ente viene a la existencia a
través de un acto metafísico, el actus essendi.
La existencia de cualquier ente proviene de un «acto» que hace ser a ese
ente. La luz, a través del acto de lucir; la blancura, porque existe un ser que ejerce
el acto de ser blanco. Por eso, el acto mismo de existir se sitúa en el corazón de lo
real o, si se prefiere, en la raíz misma de lo real. Es, pues, el principio de los
principios de la realidad230.
Esta es la razón de por qué Gilson se muestra dialécticamente intransigente
con aquellas interpretaciones del Aquinate que pasan por alto o no ponen
cuidadosamente el acento en definir el ser en su originalidad metafísica,
netamente separado en su significado de lo que es el ente como tal, y claramente
explicado en su verdadera radicalidad, que es ser “la energía original de donde
fluye todo lo que merece el nombre de ser”231. Como queriéndose, entre líneas,
contraponerse a las aporías que la crítica kantiana hacía a la abstracción
intelectual propia de la época anterior, Gilson defiende que los cien táleros de
Kant tienen el mismo valor existencial que el ente aprehendido como mero ente,
228 Cf. GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 87.
229 Cf. FORMET, E. (1988). El problema de Dios en la metafísica. Barcelona: PPU, 154.
230 Cf. GILSON, É. El Tomismo…, cit. pp. 249-‐‑250.
231 GILSON, É. Dios y la filosofía…, cit. p. 84. Añade, además, una idea que apunta hacia la
conclusión de nuestra tesis: “Tal mundo existencial sólo puede tener como causa un Dios
supremamente existencial”. Ibíd., 84.
130 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
es decir, como un bloque en el que no cabe análisis metafísico alguno, método
que, de por sí, impide cualquier diferenciación ontológica y existencial.
El ente posible sólo puede dejar su valencia meramente potencial a través
de un acto. Pero no el acto entendido como forma, según el esquema aristotélico,
sino el actus essendi, que es el acto que confiere al ente la existencia real, el que
hace pasar a la substancia de la mera posibilidad (potencia) a la existencia real
(acto). Por este motivo, es importante evidenciar cómo la filosofía del ser de santo
Tomás, según la entiende Étienne Gilson, requiere de una gran sutileza
metafísica, con el fin de poner en claro que, esta consideración del ser como acto,
lleva consigo necesariamente la distinción —como trataré en los siguientes
puntos— entre el orden formal y el orden existencial, cómo el actus essendi actúa
en el ente como acto también por encima de la forma, dándole la posibilidad de
que la misma forma sea puesta en acto, no por ella misma, que no puede, sino por
el esse.
Es por ello, volviendo a la refutación del criticismo kantiano, que lo que
tiene el ser, es por eso mismo, actualmente existente 232 . Pero, lo que no es
actualmente existente, no es nada, como los cien táleros; pues, cualquier otra
perfección, para ser real, presupone la existencia 233. El esse es, por tanto, la
perfección suprema, condición de cualquier otra, “la perfección de las
perfecciones”234.
En cuanto a la procedencia ontológica del ens respecto del esse, conviene no
invertir los términos, como —siempre en la denuncia de Gilson— pretende la
ontología esencialista. El problema surge cuando se parte de la substancia para
encontrar la existencia. Por ese camino estamos siempre en peligro de caer en la
antinomia kantiana o, peor aún, en el Dasein heideggeriano; en un ente que está
ahí, pero del que no podemos conocer su raíz existencial, la causa ontológica que
«produce» su existencia, dejándonos, en consecuencia, en un mundo de esencias
donde todo es solamente una mera posibilidad, donde el ser pensable y el ser real
se identifican; donde la idea platónica y la realidad se confunden; donde la
substancia, a la que se le presupone la existencia, aplicada la crítica de Kant, no se
deja explicar sólo con los argumentos de Aristóteles.
Gilson reconoce que la tendencia natural del espíritu humano es ir de la
esencia a la existencia. La razón que él da para justificar este hecho del espíritu
humano, es que el intelecto abstrae la esencia del ente y forma el concepto, y así se
siente cómodo porque tiene a qué acogerse. En cambio, según el pensador francés,
desde el punto de vista metafísico, el estudio debe hacerse invirtiendo el orden.
Como veremos en seguida, si bien es cierto que no podemos formarnos concepto
de la existencia, en cambio, sí que podemos alcanzarla mediante el «juicio». El
235
“La multiplicidad de los entes revela la existencia de diferentes perfecciones y, al
mismo tiempo, presenta una perfección común a todos ellos, a saber, el esse. El ser
transciende toda otra perfección, porque se encuentra realizado en cada una de ellas.
Todo acto presupone el ser, y lo manifiesta de manera variada: la vida, un color, una
virtud, una acción, participan del ser, y esto se da en diversos grados. Tal participación
del ser, unida a la diversidad de modos de poseer y manifestar el ser, muestra que todas
las criaturas están compuestas de una acto (el ser), que engloba de una manera eminente
todas sus perfecciones, y de una potencia (la esencia), que lo limita a un grado
determinado”. LA CRUZ, C. La problematique de l´être…, cit. p. 99.
132 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
metafísico tiene que partir de la existencia para ir, desde ella, a la esencia, de lo
contrario, jamás saldrá del laberinto «crítico»: “Al revés de la inclinación natural,
hay que hacer ascender el ente hasta el plano del esse, no para confundirlos, sino
para señalar suficientemente que el ente sólo es tal «por», y «en relación al», acto
de existir”236.
236 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 250.
237 GILSON, É. “Elementos de una metafísica tomista del ser”…, cit. p. 6.
238 GILSON, É. El ser y los filósofos…, cit. p. 230.
239 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 251.
240 Ibíd., 251.
241 Ibíd., 252.
242 Cf. GILSON, É. El ser y los filósofos…, cit. p. 231.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 133
e) La determinación extrínseca del actus essendi sobre la esencia en la constitución del
ente
Con respecto a lo que defendió Francisco Suárez, Gilson afirma, con santo
Tomás de Aquino, la determinación extrínseca del actus essendi sobre la esencia,
en la constitución del ente. Después de dejar sentado que, “cualquier cosa que
pueda imaginarse que determina el existir, la forma o la materia, por ejemplo, no
puede ser una pura nada, pues es parte del ente”243, nuestro autor explica que no
puede ser parte del ente más que en virtud de un acto de existir.
Prima rerum creatarum est esse. Esta fórmula del Liber De Causis no
significa ya que la primera realidad que merezca el nombre de ser sea
producida por un principio transcendente al ser mismo, sino que quiere
decir, al contrario, que, de un primer principio que es el Esse absoluto,
vienen, por vía de creación, actos de esse, finitos y limitados por sus esencias,
pero en cada uno de los cuales se haya, en primer lugar, como condición de
posibilidad de todo lo demás, su propio acto de existir244.
243 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 254.
244 GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 105.
245 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 250.
134 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
hemos hablado246: “El Acto Puro de existir es íntegramente acto, es decir, que es
en todos los aspectos y en todos los órdenes, por la sencilla razón de que siendo
anterior a todos como condición de su misma posibilidad, transciéndelos a
todos”247. El actus essendi se especifica o se determina por lo que le falta, dándose
aquí una nueva paradoja, a saber, que en este caso es la potencia la que determina
al acto, en el sentido, al menos, de que su grado propio de potencialidad está
inscrito en cada acto finito de existir.
Cada esencia es puesta por un acto de existir que ella no es, y que la
incluye como su autodeterminación. Fuera del Acto Puro de existir, nada
puede existir; es, pues, la jerarquía de los actos de existir la que fundamenta y
regula la de las esencias, pues cada una de ellas sólo expresa la intensidad
propia de un cierto acto de existencia (…). Es preciso que, allí donde la
esencia existe, la existencia se añade a ella en cierto modo desde fuera, como
una determinación extrínseca que le confiere el acto de existencia248.
246 Cf. Ibíd., 254.
247 GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 104.
248 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 255.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 135
diferentes puntos de vista, de tal manera que, incluso esta correspondencia, fue
publicada249. El asunto central de este debate no tiene interés directo en nuestra
investigación, por lo que no entraremos en él.
Podemos encarar el asunto con este sencillo, pero conciso y clarividente
silogismo de Gilson: “El existir es un acto, luego hace falta un acto para
expresarlo. Por esta razón, además, el nervio activo del juicio, que es su cópula, es
siempre un verbo, que es precisamente el verbo «es»”250. Todo juicio expresa, de
alguna manera, el ser, pero sólo hay una que, a través de él, significa el existir,
como vamos a intentar explicar en este apartado.
Gilson parte del clásico ejemplo “Sócrates es”. Esta proposición expresa
tanto la «existencia real» de Sócrates como la «substancia Sócrates». En cambio,
cuando afirmamos “Sócrates es hombre” o “Sócrates es blanco”, en este juicio el
verbo «es» no representa más que el papel de cópula. Hace referencia a la esencia
de Sócrates, bien que es hombre, bien que es blanco (accidente), componentes
ambos pertenecientes a su substancia, por un lado, y a su naturaleza, por otro. En
este caso, como puede apreciarse, el valor existencial del juicio copulativo es
menos directo y, en consecuencia, menos aparente, aunque no por ello, como
veremos a continuación, deja de subsistir completamente251.
Santo Tomás hace observar que, la cópula «es» expresa el predicado: semper
ponitur ex parte praedicati (In I Peri Hermeneias, cap. 3, lect. 5, n. 8), y no ya al sujeto,
como era el caso en los juicios de existencia. En cambio, cuando decimos “Sócrates
es”, el verbo indica que Sócrates es alguien que existe; pero, en “Sócrates es
blanco”, no es la existencia la que se predica, sino el predicado, que es el juicio de
la proposición, en este caso, el hecho de ser blanco. Aquí es una propiedad de
Sócrates la que está significada y no tanto su existencia. Tomada así, la cópula
«es» no posee su valencia principal y primera que es la existencia actual, sino otra
249 Gran parte de una de las tesis doctorales que hemos citado en este trabajo (“La
problematique de l´être et de Dieu selon Étienne Gilson, de La Cruz, Clark), dedica un capítulo
entero al estudio de esta controversia entre Gilson y Maritain.
250 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 264.
251 Cf. Ibíd., 265.
136 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
que podemos considerar más secundaria, pero que deriva, no obstante, de la
principal252.
Lo primero que entiende el pensamiento al decir «es», es el acto mismo de
existir, es decir, esta actualidad absoluta que es la existencia actual; pero, allende
la actualidad de existir, que es su significación principal, este verbo designa
secundariamente toda actualidad en general, principalmente la de la forma, ya
sea substancial o accidental. Ahora bien, formar un juicio es significar que la
forma «hombre» es inherente a Sócrates como acto constitutivo de su substancia.
«Sócrates es blanco», significa la determinación actual del sujeto Sócrates por esta
determinación accidental «blanco»253.
Justamente porque el verbo «es» significa, en primer lugar, la actualidad,
como vimos, puede significar accesoriamente, o como dice Santo Tomás,
«cosignificar», la composición de toda forma con el sujeto del cual es acto. La
fórmula en la que se dice esta composición es la proposición o juicio. Así,
podemos comprender en qué sentido sólo a través del juicio podemos alcanzar la
existencia. No por el mismo camino por el que conocemos el ens commune, a
través de la formación del concepto en el intelecto, sino por el juicio que llamamos
de existencia. Hemos subrayado en los párrafos anteriores, al hablar de cómo se
comporta el actus essendi, que el acto es la raíz misma de lo real; por eso, sólo el
acto de juzgar puede alcanzar lo real en su raíz. Este es el modo por el que
normalmente usamos el verbo «es» como una cópula, para enunciar que una
substancia cualquiera «existe-‐‑con-‐‑tal-‐‑determinación» 254 . La condición de que
podamos ver en una proposición donde aparezca el verbo ser su valencia
existencial, es que la unidad así formada del compuesto se establezca, además,
como un ser real, o sea, que tenga su ser total fuera del pensamiento, y que el acto
último de existir sea el que determine a ese compuesto255. De esta forma, no sólo
se expresa el valor existencial del ente sino que se transciende el idealismo crítico.
252 Cf. Ibíd., 266.
253 Cf. Ibíd., 265.
254 Cf. Ibíd., 266.
255 Cf. GILSON, É (1986). Réalisme thomiste et critique de la connaisance, París: Vrin, 211.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 137
Únicamente, entonces, el pensamiento usa el verbo «es» con la
significación existencial, que es su significación propia, así como el existir es
el acto de los actos: actualitas omnium actuum, el verbo ES significa, ante todo,
el existir en acto: est simpliciter dictum, significat «in acto esse»256.
L´historien français constate tout d´abord que Saint Thomas lui-‐‑même ne
parle nulle part de cette intuition qui, s´il l´eut jugée nécessaire, aurait dû
occuper une place d´honneur dans sa doctrine (cita El Tomismo, 188). En
outre, il y voit un don spécial, plus proche de la grace religieuse que de la
lumière naturele du métaphysicien, car l´experience métaphysique ne se
distingue pas de l´expérience physique par sa rareté ni le mysterieux de son
acte, mais simplemente par la nature spécifique de son object (cita Les
constantes philosophiques de l´être, 153)257.
Una de las objeciones que se le han presentado históricamente a la doctrina
del actus essendi ha sido producida por lo que podemos llamar su
«esencialización», es decir, haber reducido el esse a una «cosa».
256 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 267.
257 “El historiador francés constata que el mismo santo Tomás no habla nunca de esta
intuición que, si él ha juzgado necesaria, habría de ocupar un lugar de honor en su
doctrina. Una adición, que estaría más próxima a una gracia religiosa que de la luz natural
de los metafísicos, pues la experiencia metafísica no se distingue de la experiencia física
por su rareza, ni lo misterioso de su acto, sino simplemente por la naturaleza específica de
su objeto”. LA CRUZ, C. La problematique de…, cit. p. 114.
138 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
El problema parte de querer «aferrar» el ser a través del entendimiento,
hacer de él lo que, por su naturaleza, ni es ni puede ser. Gilson arguye que no es
posible concebir el ser como acto si se le hace ser una esencia. Al hacerlo derivar
de la esencia, el ser se convierte al final en «otra esencia», y cuando entonces,
como esencia, uno se pregunta qué es el ser, se encuentra con que nada hay en lo
real que nos hable de «algo» que pueda ser denominado «existencia». Como el
pensador francés manifiesta, desde este punto de vista, el argumento es
formalmente irrefutable, pero jamás encontraremos a Tomás de Aquino ahí258.
El esse no es una esencia ni deriva de la esencia del ente. Si fuera una
esencia, estaríamos ante «algo», ante una «cosa» susceptible de aprehender y
delimitar con nuestro entendimiento. Pero, como advierte Gilson, el primer error
del que hay que salir es el de hacer del ser una «cosa». Si el esse no es una esencia,
entonces, para los críticos del actus essendi, no es nada, porque lo que no es
esencia, nada es, pues de lo que no es algo concreto no conocemos nada en la
realidad.
Pero ¿qué significa esto sino que la esencia de todas y cada una de las
cosas no es la existencia misma, sino sólo una de las muchas posibles
participaciones de tal existencia? (…). Esto significa que la existencia no es
cosa, sino el acto que obliga a la cosa a ser lo que es (…). Para nuestra
experiencia humana, no hay cosa alguna cuya esencia sea “ser” sin ser “cierta
258 Cf. GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 102.
259 GILSON, É. Dios y la filosofía…, cit. p. 87.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 139
cosa”. Nunca sirve la existencia como definición de ninguna cosa
empíricamente dada, sino que debe ser concebida como distinta de la cosa260.
En la sustancia compuesta de materia y forma dase un doble orden: uno,
de la materia a su forma, otro de la cosa ya compuesta al existir que participa.
En efecto, el existir de la cosa no es ni su forma ni su materia, sino un aliquid
que viene a la cosa por su forma261.
La existencia no es una esencia, por tanto, no es una cosa. Esto nos conduce
al segundo aspecto de la objeción: como del actus essendi no podemos formar
concepto, nada es fuera de la esencia, por tanto, no es nada.
260 Ibíd., 88.
261 GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 98.
140 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
no a lo que la cosa es, sino al acto de existir primitivo que causa tanto el mero
ser como el ser precisamente lo que es. Sin embargo, quien entrevé esto va
logrando atrapar la propia materia prima de que está hecho nuestro
universo, y hasta comienza a percibir oscuramente la causa suprema de tal
mundo262.
Esta es una de las razones por las que Gilson llama «esencialista» a este
modo de hacer metafísica, porque trata exclusivamente todo lo relacionado con la
esencia del ente; es más, no ve más allá de la esencia aspecto alguno que no derive
de ésta y que, por tanto, merezca o pueda ser estudiado. El único modo, entonces,
de poder tener un conocimiento cierto del esse es, en primer lugar,
desembarazarse de la tendencia natural del espíritu humano de querer concebir el
ser como una esencia, es decir, querer conocerlo formando un concepto de aquello
que no puede ser captado de este modo porque no es una esencia, una cosa. En
segunda lugar, remitiéndonos a uno de los puntos anteriores, acercarnos al
conocimiento del ser a través del «juicio de existencia».
262 Ibíd., 89.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 141
suprême et dépassé le niveau de la res, du quod, du quae ou de tout autre
pluriel neutre puor signifier tout object en général263.
Dire qu´il n´y a pas d´experience méthaphysique de l´être parce qu´il n´y
a pas d´idée de l´être, c´est suponer que la métaphysique de l´être devrait
porter sur son idée, alors qu´elle doit porter sur l´être. Cette illusion est quasi
universelle depuis que la philosophie est devenue la chose des professeurs,
dont les idées sont le matériau propre, depuis che, oubliant la leçon de
Platon, ils les ont conçues comme «ce dont il est posible de parler».
Attribuant le physique à ce dont il y a sensation, nous réservons le
métaphysique è ce dont il y a idée, si bien qu´où il n´y a pas idée, il ne
pourait plus y avoir de connaissance métaphysique. On ne peut contester
cette división de la connaissance sans mettre en question la légitimité de
263 GILSON, É. “L´être et Dieu”…, cit. p. 184. “En efecto, reducido a conocimiento de la
esencia, la filosofía primera no puede ser considerada ya sino una lógica de esencias
(quididad). Para retomar los derroteros de la metafísica, debemos referirnos al momento
anterior de la distinción de esencia y de existencia, donde el ser es simplemente dado en el
hecho de un pensar, como una noción inevitable, irreducible y que domina el orden
entero del conocimiento porque está implicado en todas sus operaciones. El ser es
pensado antes de ser explícitamente conocido. Es para nosotros imposible hablar del ser
así primitivamente donado sin ser nombrado y hecho para nosotros una noción
cualquiera. Una vez reconocido distintamente por ella, el ser se encuentra introducido por
todo, mismo donde él no puede ser aún alcanzado con plena consciencia de sí (...). Lo
difícil para nosotros no es introducir la noción de ser, sino de representárnoslo como si
nos pudiera hablar interiormente un tal pensamiento, porque sobrepasaría el nivel de la
abstracción y el nivel de la res, del quod, del quae y de toda otra pluralidad neutra para
significar todo obejeto en general”.
142 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
l´idéalisme, postulat à la fois et mal mortel de la pensé philosophyque
moderne (…). L´experience de l´être est donc d´abord la perception sensible
de l´étant, mais parce que l´étant, que nous percevons, inlut et présuppose
son acte d´être (suum proprium esse) cette perception sensible chargée de
substance intelligible offerte à l´intellect264.
Santo Tomás —sigue explicando Gilson— no pensó la existencia como una
realidad desvinculada de la esencia, pues es bien explicito al declarar que no se la
puede concebir sino como la de una substancia que existe. Separada del concepto
del ente que existe, de la «cosa» real, la existencia como tal es un término vacío.
Pero, como insiste nuestro autor, de ahí no debemos concluir que lo que no es
objeto de concepto no puede ser objeto de conocimiento, y que, por tanto, lo que
no es objeto de conocimiento, no existe.
Exigir que el esse sea conceptualizable, es querer que sea una cosa; mas, si
lo que hemos dicho es verdad, el esse es el acto constitutivo último de todas
las cosas, y, en consecuencia, no podría ser una de ellas. Es, pues, posible
264 GILSON, É. (1983). Les constantes philosophiques de l´être. Paris: Vrin, 152-‐‑153. “Decir
que no hay experiencia metafísica del ser porque no tenemos una idea del ser, es suponer
que la metafísica del ser debería usar una idea, entonces, sobre el ser. Esta ilusión es casi
universal después que la filosofía ha devenido en algo de profesores, por tanto las ideas
son la materia propia, después que, olvidada la lección de Platón, ellas son conocidas
como «algo de lo que es posible hablar». Atribuían a la física lo que, por tanto, es una
sensación, mientras que nosotros reservamos la metafísica a eso que tiene como propio el
conocimiento metafísico. No podemos contestar a esta división del conocimiento sin
poner en cuestión la legitimidad del idealismo, postulado a la vez y mal mortal del
pensamiento filosófico moderno. La experiencia del ser es, pues, lo primero la percepción
sensible del ente, pero porque el ente, que nosotros percibimos , incluye y presupone su
acto de ser (suum proprium esse) esta percepción sensible cargada de substancia inteligible
ofrecida al intelecto”.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 143
para una ontología que no sea un “cosismo” integral, hacer composición del
existir con la esencia y distinguirlo de ella265.
Una vez que ha sido expuesta de una manera más directa y sistemática la
doctrina del actus essendi tomista en la interpretación de Étienne Gilson, puede
resultar ahora más fácil articular las líneas y los matices más sobresalientes de una
filosofía tomista del ser, siempre dentro de este marco comprensivo gilsoniano. La
doctrina del actus essendi reorienta, en primer lugar, la misma noción de ens. Y
esto lo primero que va a ser considerado.
Como hemos ido reseñando en cada apartado, Gilson reconoce en sus
escritos que el objeto de la ciencia metafísica sigue siendo para santo Tomás el ens.
Eso sí, recordando siempre que, en la obra del Aquinate, éste es definido como
«aquello que tiene el ser»: Nam ens dicitur quasi esse habens (In duodecim libros
Metaphysicorum Aristotelis, L. XII, 1.1, nº 2419). El ente es fundamentalmente para
el Estagirita «lo que» éste es, o sea, la esencia. Como acaba de ser expuesto en el
punto anterior, santo Tomás entiende igualmente el ens como «lo que es», pero
subraya el «es» como acto metafísico, es decir, como lo que tiene el acto de ser
(esse habens), más allá de su esencia o lo que el ente es266. El ente es lo que es, pero,
para Tomás, que el ente sea es consecuencia de que el ente está ejerciendo el acto
de ser267.
265 GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 104.
266 Cf. FORMENT, E. (1988). Filosofía del ser. Barcelona: P.P.U., 80.
267 Cf. ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p. 21.
144 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Pero su ontología (de Aristóteles) no ha superado el plano del ser
“entitativo”, o ser del ens, para alcanzar el acto existencial mismo del esse268.
La pregunta que ha motivado a una buena parte de los filósofos de nuestra
cultura occidental, incluyendo a santo Tomás de Aquino, ha sido la de qué es
«ente» (τίί τὸ ὄν). Para responder, el primer cometido que se nos presenta es el de
distinguir con esmero el significado de dos palabras que están, no obstante,
estrechamente relacionadas. Nos referimos a las palabras ens y esse269.
En la interpretación gramatical de Gilson, en español la palabra «ser», como
nombre (ens), se refiere a una substancia. La palabra «ser», como verbo (esse), es
verbo y designa un acto270.
268 GILSON, É. El Tomismo..., cit. p. 220.
269 No todos los idiomas expresan esta relación y diversidad con el mismo éxito.
Conocidos son los problemas que en la lengua francesa y en la española se han planteado
para este análisis. Gilson ha planteado las dificultades que en francés acarrea la traducción
de estas dos realidades con la misma palabra être en su artículo, GILSON, É. (1946). “Notes
sur le vocabulaire de l´être”, Mediaeval Studies, Nº 8, pp. 150-‐‑158. Cf. GILSON, É. El
Tomismo..., cit. p. 242. Cf. DE SAINT-‐‑ MARIE, J. (1985). “Étienne Gilson et la Métaphysique de
la substance”, Doctor communis, vol. 38, p. 305. Con particular detenimiento crítico-‐‑
histórico lo hace FABRO, C. Partecipazione e..., cit. pp. 22-‐‑31.
270 Cf. GILSON, É. Dios y la Filosofía..., cit. p. 82. Una de las ideas más subrayadas por
Gilson es que, santo Tomás no es un mero comentador de Aristóteles sino más bien la que
sigue, a saber, que, cuando el Aquinate comenta al Filósofo, da buena muestra de hasta
qué punto lo ha entendido en profundidad, pero no sólo se ha quedado aquí sino que ha
ido mucho más allá que aquél. En relación con la cuestión del ser como acto, Gilson cita a
los siguientes autores como prueba de esta originalidad de la metafísica tomista: DEL
PRADO, N. (1911). De Veritate fundamentali philosophiae christianae, Societé Saint Paul,
Fribourg, pp. 7-‐‑11; OLGIATTI, F., L´anima di San Tommaso, saggio filosófico intorno alla
concezione tomista, Milano: Vita e pensiero, s.d.; PRUCHE, B. (1947). Existencialisme et acte
d´être, Grenoble: Arthaud; MARITAIN, J. (1935). Sept leçons sur l´être et les premiers príncipes
de la raison spéculative, Paris: P. Tequi, s.d., 26-‐‑30.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 145
Muy frecuentemente, «el ser» ha indicado el ὄν griego y el ens latino; en
tal sentido, la fórmula clásica sobre el objeto de la metafísica, τὸ ὄν ἧ ὄν o ens
qua ens, ha sido traducida por «el ser en cuanto ser». Pero, de esta manera, el
ser como nombre absorbe la significación verbal, que el término ser también
posee, creando una serie de confusiones, que aún reinan en el vocabulario
metafísico271.
271 ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p. 23.
272 Cf. Ibíd., 242. Cf. DE FINANCE, J. (1985). “L´«Esse» dans la Philosophie Chrétienne”,
Doctor Communis, vol. 38, p. 270. Aceptando el término, pero advirtiendo de la posible
ambigüedad si nos quedamos en el mero factum, se encuentra, GONZÁLEZ, Á. L. (2001). Ser
y Participación. Estudio sobre la cuarta vía tomista. Pamplona: Eunsa, 106-‐‑107.
273 Según Gilson, la razón por la que santo Tomás no empleó el término existere para
referirse al actus essendi sería doble: primero por mantener, en su diversidad de
significados, la unidad entre ambos aspectos del esse. Segundo, porque existere no tenía
entonces el sentido que tiene actualmente. Cf. GILSON, É. El Tomismo..., cit. p. 242. De igual
modo, DE SOLANO AGUIRRE, F. (1949). “Dios y la Filosofía”, Estudios Franciscanos, vol. 50, p.
289; DE FINANCE, J. “L´«Esse» dans la Philosophie Chrétienne”…, cit. p. 269; DÍAZ ARAUJO,
E. (1996 ). “Etienne Gilson: Sencillo Homenaje”, Anales de la Fundación Francisco Elías de
Tejada, vol. 2, p. 59; KELZ, C. “El tránsito de..., cit. p. 169; FRANCA ZADRA, A., “La
contribución histórica y metafísica de Etienne Gilson”, Biblioteca Electrónica Cristiana.
Biblioteca Virtual en Línea, 22-‐‑12-‐‑2015, pp. 35 y 39; ECHAURI, R. (1996). “La noción de Esse en
los primeros escritos de Santo Tomás”, Sapientia, vol. 51, p. 59; ELDERS, L. (2013). “El ser”,
Sapientia, vol. 69 (234), p. 129. No obstante, recordemos que, en su último escrito sobre
esta cuestión, se decantará menos por explicar de este modo la diferencia entre ens y esse
146 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
decantando por reservar la palabra «ser»274 exclusivamente para esse, referido al
actus essendi.
Si bien en las primeras ediciones de sus obras filosóficas mayores, Gilson
traducía, algunas veces, en ens por ser, en la segunda edición de El ser y la
esencia afirma que habría modificado la terminología, si hubiese tenido que
redactar nuevamente su obra: “Hoy escribiría sin titubear, de un extremo del
libro hasta el otro, étant, tomado sustantivamente, para designar el ens, o «lo
que tiene el ser», y reservaría la palabra être, tomado también
sustantivamente, para significar lo que santo Tomás llamaba esse o actus
essendi, que es el acto en virtud del cual un ente es un ser actual” (El ser y la
esencia, 13)275.
Aún siendo diversos ambos sentidos de ens y esse, estos no pueden ser
vistos como si su distinción real pudiera ser considerada rompiendo su unidad en
la sustancia, pero al mismo tiempo esta unidad no puede interpretarse de tal
modo que no permita conocer su diferencia metafísica real276. La prueba está en lo
que venimos diciendo en este punto, a saber, que «ser» como ens deriva del verbo
«ser» como esse, el cual habíamos dicho hace referencia a la existencia entendida
como acto277. No obstante, a la composición y distinción real en la sustancia entre
su esencia y su existencia le vamos a dedicar el siguiente punto.
en detrimento de una consideración del ens como tal gracias principalmente al actus
essendi.
274
Vid., nota 188.
275
ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p. 24.
276 Cf. GILSON, É. “L´Être et Dieu”…, cit. 197. Cf. DE FINANCE, “L´«Esse» dans…”, cit. p.
272. Cf. ECHAURI, R. El pensamiento de... , cit. p. 23. Cf. LIVI, A. Étienne Gilson e..., cit. p. 200.
277 Cf. GILSON, É. El ser y los filósofos..., cit. p. 210. Véanse también las siguientes obras,
GILSON, É. “L´Être et Dieu”…, cit. p. 201; GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 85.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 147
Así pues, el ens, entendido nominalmente, indica directamente el actus
essendi, y sólo indirectamente a la essentia278. En seguida recuperaremos esta idea
para profundizarla. Pero resaltemos de esta fórmula279 la claridad y la firmeza con
que Gilson pretende en este escrito de carácter sintético de todo su pensamiento
mostrar con fuerza sobre qué idea se apoya la metafísica del ser de santo Tomás.
Esto no niega lógicamente que la essentia pertenezca al ens como un todo con él
(substancia) sino que aquello por lo que el ens «es», en el sentido de su existencia,
es el actus essendi.
El ente (ens) designa, por lo tanto, lo que es o está siendo y el ser (esse)
señala el es o estar de ese «lo que», o sea del ente (...). El ser del ente ha sido
determinado por santo Tomás, no como el mero estar siendo del ente, sino
como el acto de ser (actus essendi) que el ente ejerce y en virtud del cual existe.
El esse tomista señala, por cierto, el ser del ente, pero no es simplemente su
estar siendo, sino su acto. En este sentido, el acto de ser respalda y funda el
estar siendo del ente, pero es mucho más que eso, ya que ha sido concebido
como el acto de la esencia (actus essentiae), o sea como aquello que, al
actualizar la esencia, hace de ella y con ella, un ente real y existente280.
278 Cf. Ibíd., 84. Cf. GILSON, É. “De la notion d´être divine dans la philosophie de…”, cit.
p. 120. Cf. GILSON, É. “L´Être et Dieu”…, cit. p. 400.
279 Ens non dicit quidditatem, sed solum actus essendi, cum sit principium ipsum. TOMÁS DE
AQUINO, I Sent., 8, 4, 3.
280 ECHAURI, R. El pensamiento de..., cit. p. 25.
281 Cf. GOOK., K. L´essere e Dio nel…, cit. p. 104.
148 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
permiten sostener la composición y distinción real de esencia y ser en el ente. En
un segundo momento, veremos cómo el esse, concebido como acto, se relaciona
con la essentia para concluir, finalmente, en la primacía sobre ella.
Un estudio detallado de los escritos de Gilson sobre este tema, nos permite
percibir que estamos ante uno de los puntos histórica y actualmente más
controvertidos, y, a la vez, importantes en orden a enfocar de una determinada
manera una metafísica del ser, además de llegar a la cuestión de Dios, como el
Único en que esencia y ser se identifican, siendo este hecho la base de la distinción
y composición real. Presentaré, por tanto, esta cuestión en dos partes: en la
primera trataré de la fundamentación de la distinción real a través de la doctrina
del ipsum Esse; y, en la segunda, el análisis gilsoniano de los textos tomistas donde
se prueba la distinción real.
282 GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 106.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 149
cosas, al revelar al metafísico que no pueden dar razón de su propia
existencia, apuntan el hecho de que hay una causa suprema en la que
coinciden la esencia y la existencia283.
Pero, ¿cómo sucede, por el contrario, que los seres sean múltiples? Para
entenderlo, hay que admitir una diferencia radical entre lo que es el existir
mismo, y lo que lo posee. Todo lo que es, fuera de Dios, posee la existencia
(omne autem quod est, esse habet), es decir, que no la tiene sino como
participación. Para explicar, pues, los existentes finitos dados en la
experiencia, nos vemos obligados a concebir cada uno de ellos como
283 GILSON, É. Dios y la filosofía…, cit. p. 90.
284 Cf. GILSON, É. La filosofía en la Edad Media…, cit. p. 494.
285 Ningún ser compuesto de esencia y ser, por tanto, contingente, puede ser el Ser
necesario, cuya esencia o naturaleza es puro ser. Este Ser que llamamos ontológicamente
«necesario» sólo puede ser «uno», porque no puede haber dos, de lo contrario, uno de
ellos haría «contingente» al otro.
150 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
compuesto de “lo que es” (su substancia o esencia), y del acto de existir, o
esse, en virtud del cual esta substancia o esencia existe286.
286 Ibíd., 106.
287
GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 259. Gilson cita aquí un texto de santo Tomás donde
apoya esta tesis: “Esse enim rei quamvis sit aliud ab eius essentia, non tamen est
intelligendum quod sit aliquod superadditum ad modum accidentis, sed quasi
constituitur per principia essentiae. Et ideo hoc nomen ens, quod imponitur ab ipso esse,
significat idem cum nomine quod imponitur ab ipsa essentia” (In IV. Metaph., lrct. 2, n.
558, p. 187). Y comenta: “La expresión quasi constituitur indica que, propiamente
hablando, el esse no está constituido por los principios de la esencia; no lo es porque el esse
es siempre el de un ens, luego de una esencia. Es en tanto que acto de esta esencia por lo
que está constituido por sus principios”. Ibíd., 259, nota 62.
288 Ibíd., 260. Gilson cita Sum. Th., I, 8, 1 ad 4m.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 151
primero, defendió que la una no se confunde con la otra289. ¿Cómo sale Tomás del
embrollo? Diciendo que el ser no se puede confundir con la esencia porque es su
acto290.
El esse del ente no es un ente, sino más bien aquello por lo que el ente es
(…). Así pues, no hay nunca devenir de la forma sino por las formas, a las
que el acto de ser (que es inmóvil) confiere existir en la materia en cada
momento293.
Partiendo de la noción general de ens, el esse es lo que tiene el existir.
289 Cf. GILSON, É. La Filosofía en la Edad Media…, cit. p. 502.
290 Cf. Ibíd., 261.
291 Ibíd., 262.
292 GILSON, É. “Elementos de una metafísica tomista del ser”…, cit. p. 8.
293 Ibíd., 9.
152 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Por eso, lo que posee el existir (esse habens) toma el nombre de ser (ens); el
mismo concepto de ser como ens deriva del que designa el acto de existir
(esse): hoc nomen ens (…) imponitur ab ipso esse. El término ens, por tanto, que
principalmente quiere decir la cosa (res), cosignifica siempre el acto de
existir294.
Étienne Gilson se esfuerza, por su parte, en subrayar que, estos dos co–
principios metafísicos que constituyen el ente, no son dos realidades entendidas
como dos «cosas» distintas. Según él, este es el punto de confusión a la hora de
interpretar correctamente las fórmulas tomistas que explican la relación entre el
actus essendi y la essentia. Esse y essentia, de entrada, no son «cosas». Es su
composición lo que constituye la cosa, el ens. ¿Por qué, pues, decimos «reales» a
cada uno de estos elementos? Porque “«ser» es, entonces, ser un «ser», del mismo
modo que «ser tal» es ser «tal ser»”295. Según entiende Gilson, la existencia actual
es la causa eficiente por la cual la esencia es, a su vez, la causa formal que hace
que una existencia actual sea «tal existencia»296.
Indagando, finalmente, sobre la razón última de la individualidad de los
seres, nos sale al paso el problema del quid que hace que esto sea posible. Afirmar
sencillamente que cada ente posee una individualidad no es razón suficiente.
Tenemos que encontrar, en la estructura ontológica del ente que es, qué hace que
lo podamos concebir como realmente distinto de otro. El ente, en sí mismo
considerado, como decimos, no puede ser razón suficiente, porque todos los entes
son, pero saber que son no nos dice por qué son distintos unos de otros. Dijimos
que la forma era el acto que constituye al ente en el ser «lo que» es, por tanto,
explica la substancialidad o formalidad del ente, su ser «lo que» es, pero no la
radicalidad de ser un ente que existe. Además, la esencia, al ser común según
cada especie, menos aún puede justificar la individualidad y singularidad
existencial de cada ente297. La esencia de cien caballos nada puede decirnos acerca
294 GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. pp. 111-‐‑112.
295 GILSON, É. El ser y los filósofos…, cit. p. 225.
296 Cf. GILSON, É. Dios y la filosofía…, cit. p. 90.
297 Cf. DE RAEYMAEKER, L. (19682). Filosofía del ser. Madrid: Gredos, 113.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 153
de la individualidad de cada uno de estos cien caballos. Sólo nos queda el esse,
cuya radicalidad y primacía metafísica, según Gilson, constituye lo propio de la
filosofía del ser de santo Tomás de Aquino. Para el Francés, el actus essendi hace a
cada ente ser un ente distinto de otro ente.
Cada cosa es un ente distinto en virtud del esse que hace de ella un
existente, pero su esse la hace distinta como ente (ens), no como cosa (res).
Puesto que, como causa formal del ente, el acto de ser produce en todos el
mismo efecto, no pueden ser diversificados más que por sus esencias o
naturalezas (…). Tomás dice además, que el ser de un hombre y el de un
caballo no son el mismo ser y que el ser de tal hombre no es el ser de tal otro.
La razón de ello es que tal ser se distingue de tal otro no en tanto que ambos
son, sino en tanto que son de tal o cual naturaleza298.
Esta superioridad del esse sobre la essentia no debe llevar a crear más
confusión en el debate con aquellos que defienden una diferencia menos radical
entre ambos elementos. Algunos autores no conformes con el pensamiento de
Gilson, manifiestan su desacuerdo con él porque interpretan que, para el
pensador francés, la esencia no vale nada, es un concepto metafísico vacío y
totalmente olvidado. En cambio, si por una parte es verdad que Gilson acentúa
por encima de todo lo que le parece más genuino del pensamiento de santo
Tomás, y que este elemento fundamental es el esse (el actus essendi), por otro,
nunca olvida tanto la unidad ontológica del ente, como el papel que, a su vez, la
esencia juega junto al ser: “El esse confiere al ente la existencia actual, pero es la
esencia como forma la que hace al ente ser lo que es. Actualizando una forma tal,
el esse determina necesariamente un ente único, cuya unidad es la de su forma”299.
298 GILSON, É. “Elementos de una metafísica tomista del ser”…, cit. p. 10.
299 Ibíd., 11. En el mismo sentido: “Después de Dios, que es Esse puro, absoluto y por lo
mismo único, hasta la menor de las substancias de las que se puede decir que son, cada
ser posee en propio el acto de exisitir en virtud del cual es: unumquodque est per suum
proprium esse”. En: El ser y la esencia…, 109.
154 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
b) Estudio gilsoniano de la distinción real en el Aquinate
Esto no obstante, para desconcierto nuestro, se dan de forma simultánea
textos, en esta misma época aviceniana, en que el ser es acto, y de carácter
substancial. En cualquier caso, bajo el influjo de Averroes, pasaron a su
último pensamiento los siguientes puntos: el ser y la esencia no se pueden
considerar independientes, como en estado “neutro”. Asimismo, alejándose y
poniendo en evidencia la inexactitud del accidentalismo del ser de Avicena,
mostró que el esse substantiale está formado por los principios internos del
ente, defendiendo así una substancialidad “que no se ordena ad
contradictoria”. Como resultado de esto, acaba la primacía de la esencia
evitándose el peligro del extrinsecismo y de la negación de la distinción
real300.
Las obras en que Gilson trató más detenidamente nuestra cuestión son El ser
y la esencia, y El Tomismo, pero, como se advirtió en el punto primero, en Elementos
de una metafísica tomista del ser, su postura se ha visto sintetizada y matizada301,
aunque conservando las ideas principales.
Para entender acertadamente el genuino pensamiento de Santo Tomás sobre
el ser en el pensamiento de nuestro autor, tenemos que advertir siempre este
doble plano respecto del enfoque de la metafísica de Aristóteles. Ambos se
complementan, pero están ordenados ―dice Gilson― jerárquicamente.
300
GARCÍA MARQUÉS, A. (1989). Necesidad y substancia. Pamplona: Eunsa, 97-‐‑99.
301 Vid. nota 9.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 155
Toda la filosofía del ser de Tomás lleva impresa esta diferencia de
importancia capital entre el orden del “ente en cuanto ente”, que es el de la
sustancia, y el de la causa de este “ser en cuanto ser”, que es el de la
existencia; y si se lleva esta lógica hasta el final, lleva al pensamiento hacia
Dios302.
Se ha de saber que esse se dice de tres maneras. Primero, llámase esse a la
quididad o naturaleza de la cosa, como cuando se dice que la definición es la
fórmula que significa lo que es el ser, y, en efecto, la definición significa la
quididad de la cosa. En segundo lugar, llámase esse al acto mismo de la
esencia; así, por ejemplo, vivir, que es el esse de lo que vive, es el acto del
alma; y no el acto segundo, que es su operación, sino su acto primero304.
Remontando desde lo que el alma hace hasta lo que el alma es, llegamos a la
definición del esse como quidditas, entendiendo aquí el esse no más allá del plano
substancial. De momento, no parece haber una consideración al menos explícita
302 Ibíd., 82.
303 Cf. Íbid., 83. Un ejemplo de santo Tomás comentador de Aristóteles, elucubrando
desde su propio plano de la substancia, es In Metaph., lib. IV, lect. 2.
304
Ilustramos este nivel aristotélico de Tomás en este texto poniendo en paralelo los
siguientes textos, tal como Gilson lo propone: TOMÁS DE AQUINO. In I Sent., d. 33, q. 1, a 1,
ad 1. Cf. ARISTÓTELES. De Anima¸II, 4, 415, b 13.
156 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
de la existencia. El alma, en su realidad más originaria, es vida, por tanto, el acto
de su esencia, eso es su ser.
Al igual que hizo Aristóteles, en esta explicación vemos que santo Tomás —
señala nuestro autor— identifica el esse con el acto primero o perfección primera,
que es lo que hace que la substancia sea, y que sea lo que es. Este es el plano
aristotélico del ser substancial, que es donde están los escritos del Estagirita305. El
acto por el que la substancia es lo que es, en este orden, su acto primero, es la
forma. Y, ciertamente, si nos referimos a la substancia “ya constituida”, nada
habría que objetar.
Con todo, más allá de la sustancia que advertimos en los textos de Tomás,
está su propio pensamiento, como venimos insistiendo. Un ejemplo de esta
concordancia y diferencia lo tenemos cuando trata acerca de la relación entre el
estudio del ser y del uno, que, además, le va a permitir concluir en la distinción
real de esencia y ser, objeto que estamos considerando en este punto. Partimos de
una afirmación acertada que escribe el Filósofo, y que Tomás comenta: unum
autem et ens significant unum naturam secundum diversa rationes306. Esto es correcto
en lo concerniente al ser y al uno; también es acertado en lo que respecta a la
esencia o quididad, porque: “No se engendra jamás un hombre sin que se
engendre un hombre existente, o no se corrompe un hombre sin que lo haga un
hombre existente. Tanto lo que se engendra como lo que se corrompe es uno”307.
La metafísica de Aristóteles sólo alcanza a ver la unidad del ser en la substancia,
entendida como quididad, pues, cierto es que, lo que tiene la esencia, y lo que es
uno, es el ente, la cosa en sí. Entonces —se pregunta Gilson— ¿quiere esto decir
que entre la realidad existente y su existencia no hay ninguna distinción real, sino,
al contrario, identidad real absoluta, con sola distinción de razón? Lo que para
algunos tomistas y posteriores filósofos escolásticos, como Suárez, es un ejemplo
305
Ibíd., 84.
306
TOMÁS DE AQUINO. In Metaph., IV, lect. 2, n° 549.
307
GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 84.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 157
de cómo lo «real» es sólo y sólo puede ser el ente existente, para nuestro pensador
es un ejemplo de una genuina singularidad308.
Santo Tomás —advierte Gilson— no habla de la relación del esse a la
essentia, sino de la relación del ens a la essentia; y lo que dice, junto con Aristóteles,
es que, lo que se designa con el nombre de «ser», es idéntico a lo que por otro lado
se llama «uno», «cosa» u «hombre»309.
Esto es cierto una vez constituido el ser; pero, santo Tomás añade lo
siguiente, que no había dicho Aristóteles: hoc vero nomen ens imponitur ab actu
essendi.
Así como el objeto de que se habla es una “cosa” por su quididad, por su
acto de existir es un “ser”. La quididad existente es pues idéntica al ser real
definido por esa quididad. Que de un hombre que es se diga “es un hombre”,
o “es un ser”, en ambos casos se habla seguramente de la misma cosa vista
bajo dos aspectos diferentes; mas en modo alguno se sigue de ahí que el acto
de existir (actus essendi) que da el ser a la esencia, no se distinga de la esencia
misma sino con una distinción de razón. Todo sucede, pues, como si el
tomismo hubiera heredado del aristotelismo la noción de la substancia
concebida como un bloque ontológico sin grietas, en el que la esencia, la
existencia y la unidad no son sino una cosa310.
308 Cf. GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 85.
309 Cf. MOYA OBRADORS, P. J. (1989). “Étienne Gilson ante las falsas interpretaciones del
pensamiento de Santo Tomás de Aquino”. Sapientia, vol. XLIV, 193.
310 GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 85. Esto no obstante, el mismo Gilson advierte
de nuevo de que hay textos donde Santo Tomás no va más allá de ser comentador del
Filósofo identificando el ser real y la existencia.
158 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
luz impregna totalmente el diáfano que ilumina, pero no se le incorpora. La
prueba está en que, en cuanto cesa la luz, el diáfano vuelve a la carencia de
luz, que es la oscuridad. No sucede así con todas las energías físicas. Por
ejemplo, cuando el fuego calienta una masa de agua, hace que esta masa
posea la forma del calor, y por eso el agua continúa caliente después de
retirado el fuego; en cambio, el aire no recibe la forma del ser luminoso como
el agua recibe la del calor; el aire es iluminado, pero no se hace brillante como
el sol, principio de la luz. Por eso, en cuanto el sol se oculta, el aire vuelve a
la oscuridad. En este sentido, el sol es sin duda causa de la luz, no solamente
in fieri, sino in esse. De análoga manera, causa Dios la existencia (…). La
existencia puede muy bien estar “en” la esencia, pero nunca ser “de” la
esencia. El único ser que existe por naturaleza es Dios; y así como el aire no
puede llegar a ser el sol, así tampoco la criatura puede llegar a ser Dios311.
Que santo Tomás de Aquino y Aristóteles nunca pudieran converger en esta
cuestión tan importante se debe —según el medievalista francés— a que, para el
segundo, la indagación metafísica más relevante consistía en dar razón del ser del
movimiento, lo que le llevó al Motor inmóvil. Si partimos de una materia eterna
que siempre ha existido, como es el caso de la metafísica aristotélica, no podemos
sino reconocer que la explicación es completamente satisfactoria. En cambio, para
santo Tomás, por el contrario, partimos del ser creado y de Dios como causa
eficiente y final de su existencia, lo que nos conduce al descubrimiento de la
consideración, metafísicamente más radical, de la existencia como acto último en
el orden ontológico. Según este texto de Tomás, los seres reciben la existencia de
modo continuado, en parte porque son, pero, de modo absoluto, son en cuanto
que son por Otro312.
Una primera conclusión se impone: la existencia (esse) tiene que ser otra
cosa (aliud)313 que la esencia. Esta es la determinación firme a que llega Tomás.
311 TOMÁS DE AQUINO. In II de anima, lib. II, lect. 14. Cf. TOMÁS DE AQUINO. Sum. Th., I, q.
104, art. 1, ad Resp.
312 Cf. FABRO, C. Partecipazione e…, cit. p. 618.
313 Poco más adelante abordamos este problema “aliud” detenidamente.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 159
Paradójicamente, quienes fueron sus motivadores, porque descubrieron la
importancia de la consideración de la existencia respecto de la esencia, se
quedaron encerrados en la esencia al juzgar la existencia como un mero accidente
de ésta314. En cambio, el que supo reconocer el valor de este descubrimiento, no
sólo no se quedó metafísicamente encerrado ahí, sino que hizo del acto de existir
el acto y la raíz de la esencia, lo más íntimo y profundo que hay en ella. No es,
pues, como he indicado en el punto anterior, el esse el que procede de la essentia,
es la essentia la que procede del esse315. Las cosas son por su acto de ser, no por ser
«lo que» son.
Dando otro paso adelante, Gilson continúa con su investigación acerca de
dónde se encuentra la distinción entre esencia y existencia en los textos tomistas,
y encuentra uno que él denomina “incontestable”316.
Santo Tomás dice explícitamente que, todo lo que está dentro de lo que
llamamos substancia, está compuesto reali compositione. Afirmar esto implica,
naturalmente, el doble plano de la substancia y de la existencia. Pero, aún
más explícitamente lo afirma cuando escribe: “lo que entra en la categoría de
substancia, es subsistente en su existir; preciso es, pues, que su existir sea
cosa distinta de él”. En esta frase podemos reconocer clara, nítida y
explícitamente la noción de ser en su composición de existencia (esse) y algo
que existe (sustancia). Todo ente requiere necesariamente la comparecencia de
estos dos elementos, lo que incluye su distinción real, por una parte, y, por
ende, su composición real317.
Nuestro autor insiste en la importancia capital de subrayar el modo en que
se entiende esta distinción y composición. De no hacerlo, no habría manera de
314 Cf. GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 260.
315 Cf. Ibíd., 261.
316 Cf. FABRO, C. Partecipazione e…, cit. p. 96.
317 GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 96. Vid., TOMÁS DE AQUINO. De Veritate, q. 27, a 1,
ad. 8. Corpus Thomisticum.
160 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
distinguir entre un ente y otro en el plano real. Si estos se distinguen, es porque
esa distinción es real318.
Una vez probada que esta distinción real sí la defendió santo Tomás,
debemos inmediatamente salir al paso de una cuestión que se hizo en seguida
polémica en torno a este mismo tema, y es el de si tal distinción es “real” o sólo de
razón. Según Gilson, el mismo Tomás no empleó excesivamente la expresión
“distinción real”, lo que dio pie a algunos autores a interpretar que sólo la
defendió como de razón319. Y este problema nos lleva a otro que nace de esta
polémica, y que podemos denominar la cuestión del “aliud”.
El Aquinate dice frecuentemente que el acto de existir es aliud, y que la
esencia es también aliud. Gilson advierte que, si traducimos el aliud simplemente
por «otro» ―lo cual sería perfectamente posible―, caeremos en el error de
considerar ambos elementos que componen el ente como «cosas»320, las cuales
vendrían a componer, como realmente existentes en sí, separadas y desde fuera,
el ente321. Para no caer en este absurdo, Gilson traduce el aliud por «otra cosa». El
existir, si bien se distingue de la esencia con la que compone el ente, no es, en
cambio, otra «cosa» distinta a ese ente322. El existir no existe en sí fuera de un ente.
Se distingue de la esencia de un ente pero siendo uno y el mismo ente323. De
hacerlo así, acabaríamos considerando la existencia como si ella misma fuera una
esencia: la esencia del acto de ser. Hay que distinguir, para no acabar en ese error,
entre «cosa» y «acto». La existencia es el acto de la esencia, y no una cosa que
combinara, a modo de compuesto químico, con la esencia para resultar el ente324.
318 Cf. FABRO, C. Partecipazione e…, cit. p. 97.
319 Cf. ECHAURI, R. El pensamiento de…, cit. p. 26.
320 Según Echauri, esta confusión habría sido extendida por Egidio Romano, quien
habría defendido la distinción y composición real no como de una sola res, sino de res y
res, dos cosas distintas. Cf. Ibíd., cit. p. 27.
321 Cf. Ibíd., 98. También: Cf. ELDERS, L. “El ser”…, cit. p. 137.
322 Cf. MOYA OBRADORS, P. J. “El ser en…”, cit. p. 183.
323 Cf. GILSON, É. “Elementos de una metafísica…”, cit. p. 8.
324 Cf. GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 252.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 161
Pero, como ningún ente finito es el Acto puro de existir, este solo hecho de que
ningún ente creado es Dios, debería bastar para zanjar la cuestión de que, en éste,
la esencia y la existencia se deben de distinguir realmente, y no sólo con una
distinción de razón, no siendo dos «cosas» distintas en el sentido que hemos
explicado, sino como dos realidades que se distinguen realmente, pero que no
pueden considerarse como separadas, sino, más bien, constitutivas de una misma
y sola realidad en que son, el ente325.
Nuestro autor escribe así esta conclusión: “El problema de la relación de la
esencia con su acto de ser se plantea de modo inevitable a propósito de todo
aquello cuya esencia no es existir˝ 326 . Este argumento justifica nuestra
investigación, porque la distinción real, que deberíamos llamar mejor
«composición real»327, surge de la constatación de la carencia existencial que
padecen los seres que realmente son, pero, su existencia no encuentra, en su sola
esencia, su justificación. Al no tener el ser creado la justificación de su existencia
en su esencia, estamos obligados a preguntarnos por la causa de éste, que no
viene a ser sino el problema de la existencia del ser328.
Habiendo puesto en claro Gilson que la existencia no existe “en sí misma”
como separada de la esencia, con la que compone la sustancia o el ente, sale al
paso de otro problema metafísico que sale a la luz329. Él lo formula de esta forma:
Lo que se llama composición real de esencia y existencia ―dirá alguien―
debería, pues, llamarse, más bien, composición real de existencia y de
existencia, lo cual es absurdo. Si la esencia de que se habla, existe, no tiene ya
325 Cf. LA CRUZ, C. La problematique… , cit. p. 31
326 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p.253.
327 Cf. GILSON, É. “Langage et doctrine de l´être chez Saint Thomas d´Aquin”, Mediaeval
Studies, 12.
328 Cf. BATTISTA MONDIN, S. X. (1985). “La storia della filosofia mediovale di E. Gilson”.
Doctor Communis, vol. 38, p. 265.
329 Cf. LIVI, A. (1985). “La filosofia di Étienne Gilson”. Doctor Communis, vol. 38, p. 213.
162 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
por qué hacer composición con la existencia; si todavía no existe, como aun
no es nada, con nada puede formar composición330.
330 Cf. DESCOQS, P. (1981). “Thomisme et Scolastique”, Archives de Philosophie, Vol.V,
cuad. 1; París: Beauchesne, p. 103; apud GILSON, É. El ser y la esencia”…, cit. p. 102.
331 Cf. Ibíd., 103.
332 Cf. Ibíd., 103.
333 Cf. Ibíd., 104.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 163
Es fundamental no conceptualizar el ser, cayendo en el error platónico, pues
el filósofo griego hizo del ser real una Idea separada del mundo sensible. Para
Platón y para Aristóteles, la realidad suprema, que está por encima de todo, sería
una substancia infinita que tendría derecho a ser considerada existente. En
cambio, para santo Tomás, Dios es el acto absoluto de existir, ocupando así el
lugar metafísico que, para aquellos, tiene la substancia. El Dios de Tomás es el
Ser, a diferencia de los entes, que son actos de ser determinados, constreñidos por
una esencia. Profundizar este argumento, precisamente como hemos hecho en el
punto anterior, tendría que ser suficiente para probar que, en el caso de los entes
que no son el Acto puro de existir, la esencia se distingue de la existencia.
Adelantamos algún rasgo de lo que piensa Cornelio Fabro a propósito de esta
cuestión, en concordancia con Gilson334:
334 Tanto en la consideración del esse como actus essendi como propio de la novedad
tomística, como en lo concerniente a la capital distinción y composición real del esencia y
ser, ambos autores concuerda. Como accidental respecto de esto dígase al menos que
existen matices entre estos autores.
335 “Mai forse come oggi è più urgente richiamarsi ad essa (distinzione di essentia ed
esse) come all´espressione più matura (e aggiungiamo subito –con stile heideggeriano-‐‑
«troppo presto obliata») per l´ennunciazione della verità dell´essere nella tensione
dell´Uno y dei molti. In questa formula infatti si ha per la prima volta l´emergenza reale e
semántica dell´einai nel significato forte di atto primo assolutamente e talmente originale
che l´essere è l´atto semplicemente e può essere (atto) senza l´essenza, mentre ogni
164 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
El mismo Fabro, poco más adelante, explica por qué esta distinción
metafísica del ente no podría entrar en la crítica de Heidegger sobre el ser, en la
filosofía occidental:
Merece la pena señalar cómo convergen ambos autores, Gilson y Fabro, en
sus respectivas conclusiones:
essenza materiale o spirituale è nulla se non riceve in sè, come atto in una potenza, l´atto
di esse”. FABRO, C. Partecipazione e…, cit. p. 29.
336 “Mentre l´essere significato dalla «copula» è nulla quando è avulso dagli estremi (S
è P) ch´esso lega nel vincolo predicativo, l´esse ch´è l´atto primo dell´ente esige di essere in
sè-‐‑e-‐‑per-‐‑sè prima di essere partecipato ad altro. Si deve allora ammettere che nel
fallimento del pensiero occidentale denunciato da Heidegger va eccettuata la posizione
tomística, mentre il passaggio dal formalismo medievale antitomistico al racionalismo
moderno è continuo, grazie alla comune prospettiva dell´ente nei due stati di possibilità
(essentia) e realtà (existentia); a differenza della posizione tomística nella quale la prima e
più intima partecipazione dell´ente è all´esse, come actus essendi, ch´è l´atto immanente
all´essenza e può operare perciò la mediazione trascendentale fra il finito e l´Infinito”.
Ibíd., cit. p. 29.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 165
En el tomismo, hay que recordar inmediatamente, la composición de
essentia y esse, y la creación o dependencia total del finito respecto del
Infinito, como dos momentos solidarios, que están como lo interior y lo
exterior de la misma situación metafísica: mientras la vieja escuela
agustiniana concebía cada criatura, también las substancias espirituales,
como compuestas de materia y forma, y la nueva escuela averroísta, al
contrario, afirmaba la absoluta simplicidad de las formas espirituales
(compuestas, con todo, sólo de substancia y accidentes), santo Tomás, en
cambio, distinguía netamente las sustancias materiales, en las que limita la
composición de materia y forma en el orden esencial, de las substancias
espirituales, en las cuales ―aunque simples en el orden esencial― vuelve a
encontrar la composición real de esencia y esse en el orden entitativo, la cual
se vuelve, así, la nota distintiva de la criatura, ―la «diferencia cualitativa
infinita»― como tal (ens per participationem) respecto al Creador (Esse per
essentiam)337.
Por su parte, Gilson, en su escrito más elaborado y sintético, escribe:
Santo Tomás no dice que el ser del ente sea otra cosa que la quididad o
esencia del acto finito, pues, ―ya lo hemos dicho―, sin su quididad, el ser
finito no es. Dice, sin embargo, y frecuentemente, que el ser de la substancia
337 “Nel tomismo, tocca subito ricordare, la composizione di essentia ed esse e la
creazione o dipendenza totale del finito dall´Infinito, sono due momento solidali e stanno
come l´interno e l´esterno della medesima situazione metafísica: mentre la vecchia scuola
agostinista concepiva ogni creatura, anche le sostanze spirituali, come composte di
materia e forma e la nuova scuola averroistica, al contrario, affermava l´assoluta seplicità
delle forme spirituali (composte, al più, soltanto di sostanza e accidenti): San Tommaso
distingue invece nettamente le sostanze materiali, alle quali limita la composizione di
materia e forma nell`ordine essenziale, dalle sostanze spirituali nelle quali –benché
semplici nell´ordine essenziale– riscontra la composizione reale si essenza ed esse
nell´ordine entitativo, la quale diventa così la nota distintiva della creatura –la «differenza
qualitativa infinita»– come tale (ens per participationem) rispetto al Creatore (Esse per
essentiam)”. Ibíd…, cit. p. 30.
166 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
es otro que (aliud) la esencia. Omnis autem essentia vel quidditas intelligi potest
sine hoc quod aliquid intelligatur de esso suo: possum enim intelligere quid est homo
vel Phoenix, et tamen ignorare an esse habeant in rerum natura. Ergo patet quod esse
est aliud ab essentia vel quidditate; nisi forte sit aliqua res (scilicet Deus) cuius
quidditas sit suum esse, et haec res non potest esse nisi una et prima (De Veritate, X,
12, Resp.). Nulla res in qua est aliud essentia et aliud esse, potest esse nisi
concurrentibus pluribus, scilicet essentia et esse (De ente et essentia, V, 3). Esta es
la posición que se hizo célebre bajo el nombre (mal escogido) de distinción de
esencia y existencia, o (preferiblemente) composición de esencia y existencia
(o de esencia y ser). Sea cualquiera el nombre que se le dé, es el reverso de la
que pronto nos encontraremos como la identidad en Dios de la esencia con el
ser. Decir que todo ente finito está compuesto de esencia y ser, es decir que
ese ente no es Dios338.
338 Cf. GILSON, É. “Elementos de una metafísica…”, cit. p. 8.
339 TOMÁS DE AQUINO. De potentia, q. III, a. 4, ad Resp.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 167
metafísicos distintos que se dan en la substancia o ente, pero que están
ontológicamente jerarquizados340, pues, como se viene diciendo, no es la forma la
que hace ser al ente (ens), sino el esse, entendido como acto (actus essendi).
Esta novedad y primacía del ser como acto está muy presente en lo que
Gilson considera lo más destacado y crucial de la metafísica del ser de santo
Tomás: “La segunda consecuencia de la reforma tomista de la metafísica ha
consistido en introducir una distinción precisa entre los órdenes de la causalidad
formal y de la causalidad eficiente”341. Emprendemos nuestro camino impulsados
por la pregunta por qué es el ente, lo que equivale a interrogarse acerca de su
causalidad. El orden substancial es el orden de la causalidad formal (o
substancial); y el orden existencial es el de la causalidad existencial (o del ser)342.
Al enfocar la indagación sobre el aspecto de la causalidad, estamos
poniendo la atención sobre la causa primera, el origen, el por qué el ente es343. Y,
como hemos ya mencionado, lo que Gilson encuentra y valora sobre cualquier
aspecto de la filosofía del ser de santo Tomás, no es sino cómo en las formulas del
Aquinate podemos encontrar con firmeza esta doble distinción de dos órdenes
que actúan causalmente, pero en su propio nivel, y entre ellos mismos.
En el orden de la causalidad formal, la forma es verdadera causa del ente,
pero no en cuanto a su existencia, sino en cuanto que ese ente es “lo que” es. Es
una causalidad en el orden formal del ente, pero en el orden existencial, porque la
forma no hacer ser (existir) al ente. Es auténtica causa essendi en cuanto es acto
substancial, es decir, que actualiza al ente para ser «lo que» ese ente «es»; pero,
aquí el «es» no se refiere al hecho de su existencia en cuanto tal ente existente,
sino en cuanto a lo que ese ente existente es como tal.
En cambio, desde el punto de vista del orden de la causalidad existencial, la
forma no es el principio actualizante último del ente, porque la forma no puede
causar el ser (existencia) del ente, como hemos dicho.
340 GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 82.
341 GILSON, É. El ser y los filósofos…, cit. p. 290.
342 Cf. GILSON, É. “Elementos de una…”…, cit. p. 9.
343 Cf. GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 83.
168 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
La forma es verdaderamente causa essendi, pero sólo en ese sentido (en el
orden substancial) (…). Al constituir la substancia, la forma produce el sujeto
receptor de la existencia. El esse no se añade para constituir una substancia,
sino para hacer que esta substancia exista344.
Por tanto, la forma no es causa existencial del ente, y, además, ella misma,
como también se dijo, es puesta en acto por el acto supremo en el orden
ontológico, que es el acto de ser (actus essendi). El esse no sólo es la razón de la
existencia del ente, sino el principio actualizador que pone en acto el orden
formal. El acto actualiza a la forma para que ésta actúe metafísicamente sobre el
ente constituyéndolo como tal ente, pero en su propio orden. De otra parte, si bien
como decimos, el orden formal es puesto en acto por el orden existencial, a su vez,
el esse no podría actualizar sino a un ente cuya esencia esté en grado de «recibir»
la existencia.
Tal como ya lo hemos descrito, la substancia es «lo que» existe, y su esencia
es un id quod est en virtud de su forma. La forma es pues, el acto último en el
orden de la substancialidad. En otras palabras, no hay forma de la forma. En
consecuencia, si hubiéramos de adscribir el «ser» o el «es» a una forma, éste no
podría considerarse como forma de esa forma. Ningún punto podría estar más
claramente establecido —a juicio de nuestro autor— que éste en la metafísica de
Tomás de Aquino. La forma es verdaderamente «causa del ser» para aquél sujeto
en el que es, y no lo es por otra forma (forma non habet sic esse per aliam formam).
Las formas —insistirá él— no necesitan ser puestas en sus actos de formas por
otra forma; sino justamente al contrario: la forma sigue siendo lo supremo en el
orden de la substancia, en su propio ser de forma y en su propia actualidad
formal.
344 Ibíd., 85.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 169
puede y debe recibir además de lo que la hace ser «lo que» es la existencia,
que le es comunicada por alguna causa eficiente345.
Así, pues, el acto por el que la substancia existe actualmente puede e incluso
debe añadirse a ese otro acto en virtud del cual su forma le hace ser una
substancia. Puede añadírsele porque, aunque todas las formas son actos, no todos
los actos son formas. Y debe añadírsele, para que la substancia sea346.
Cuando decimos que el orden existencial es jerárquicamente superior al
orden formal, y que el primero pone en acto al segundo, no quiere decir que el
esse se basta a sí mismo y actúa metafísicamente de modo independiente y
autónomo347. Esto no es así, primero, recordando que estamos hablando de una
realidad marcada por una unidad ontológica; y, segundo, porque el esse necesita
también de la forma, como decimos, para causar la existencia, porque hablamos
de un acto que confiere la existencia pero, ¿a qué? Sin la forma y su papel
metafísico, el acto de ser no sería nada, no podría causar nada 348 . Esta
reciprocidad es condición necesaria para comprender proporcionadamente estas
delicadas relaciones: “Elle est un être dont l´essence est telle qui´il est capable
d´exercer un acte propre d´exister”349. Gilson dedicó abundantes páginas de sus
escritos a explicar cuidadosamente estos aspectos.
345 Ibíd., 87.
346 Cf. GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 223.
347 Cf. GILSON, É. “Elementos de una…”, cit. p. 12.
348 Cf. GILSON, É. El ser y la esencia…, cit. p. 101.
349 GILSON, É. “De la notion d´être divine…"ʺ, cit. p. 122.
170 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
los seres ser lo que son, les hace «ser». Pues bien, las relaciones de estos dos
tipos distintos de causalidad son como sigue. En primer lugar, no pueden
deducirse el uno del otro: del hecho de que una cosa sea, no se puede extraer
ninguna conclusión en cuanto a lo que es, tal como, a la inversa, de nuestro
conocimiento de lo que una cosa es, no se puede inferir correctamente nada
en cuanto a su existencia actual (…). Por otra parte, Tomás de Aquino
mantiene el principio aristotélico de que las causas que pertenecen a distintos
órdenes de causalidad pueden ejercer una causalidad recíproca. En este caso,
la causalidad eficiente puede dar el ser existencial a la substancia, pero, así
como a la inversa, la causalidad formal puede comunicar el ser substancial a
la existencia actual. Donde no hay existencia, no hay substancia, pero, donde
no hay substancia, no hay existencia. Es, pues, literalmente verdadero que la
existencia es una consecuencia que se sigue de la forma de la esencia, pero no
como un efecto se sigue de la causa eficiente350.
Nadie duda de que la luz es la causa de la luminosidad del aire, pero a su
vez, la diafanidad del aire causa la existencia de esa misma luz en el aire
(causa essendi) puesto que capacita a la luz para estar ahí, al capacitar al aire
para recibir la luz. Así, también, al constituir las substancias, las formas
producen los sujetos receptores de la existencia, y, en esa misma medida, son
causas de la existencia. En resumen, las formas son causas «formales» de la
existencia, en tanto en cuanto que contribuyen a la constitución de
substancias que son capaces de existir351.
350 GILSON, É. El ser y los filósofos..., cit. p. 220.
351 Ibíd., 221.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 171
4. EL ACTUS ESSENDI, LA «SEXTA VÍA» TOMISTA
352 GILSON, É. El Tomismo…, cit. p. 253.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 173
de la realidad, cuando se intenta conocer desde un conocimiento «puro» e
intelectual. Aristóteles y santo Tomás no la encararon así. Antes de preguntarse el
por qué el ser y no más bien la nada, se dedicaron a observar y estudiar el ens. ¿Qué
podemos saber después de ver lo que está al alcance de nuestro conocimiento?
Y desde aquí, Aristóteles dio ideas de gran profundidad, y de no poca
importancia: todo lo que hemos ido diciendo en este trabajo acerca de la
substancia y sus causas. Si Heidegger hubiera hecho su indagación del ente por
este mismo camino, nunca se hubiera detenido, porque no hubiera llegado a un
callejón sin salida o a un mundo inaccesible. El problema ya no sería por qué el ser,
sino, antes de eso, constatar que el «ser», de hecho, es. Es quizá demasiado
ambicioso, desde el punto de vista filosófico, empezar con la pregunta del por qué
el «ser». Pero, lo que no ofrece resistencia alguna al entendimiento es, más que
una pregunta, una constatación, la primerísima, la más fundamental, la más
elemental, y es que, amén de lo que pueda llegar a decirse después acerca de las
cosas, es que son.
Y dando un paso muy pequeño adelante, inmediatamente, algo también
accesible al conocimiento humano, es darnos cuenta de que, aparte de que son, no
«son» del todo. Porque el ente, es, y no es. Es, pero, no es. Son las dos cosas a la
vez, y ambas verdaderas; y, paradójicamente, no contradictorias. Esto no es sino
un modo de explicarnos lo que venimos desarrollando acerca de la contingencia
de los seres. Son, y no son, porque son metafísicamente compuestos; no son,
apoyándonos en el lenguaje que hemos empleado, acto puro, sino ser y esencia (o
esencia y existencia). El hecho de la composición, da cuenta de una verdad que
podemos constatar, porque su evidencia nos es dada en la experiencia cotidiana:
los seres no son por sí mismos, no son «necesarios», sino contingentes.
Podemos negarnos a filosofar acerca de Dios por las razones que se
consideren más acertadas, pero la verdad que no podemos soslayar es que las
cosas son, y, además, que no tienen en sí mismas la razón ni la causa de su ser.
Luego, si son, pero, no siendo ellas mismas la razón de su ser, quiere decir que
«poseen» el ser, participan del ser. Si el fundamento del ser contingente está fuera
de él, y, además, es participado, quiere decir que es «recibido» de otro. El ente
«es» porque participa, por el acto de ser, de la existencia, otorgada por el Acto
Puro de existencia, que es el Único que puede dar el ser a lo que no es. No
174 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
podemos acceder al misterio del ser directamente, como pretendía Heidegger, ni
formar concepto puro de él como intentó hacer Kant353; pero, sí podemos acceder
a él a través del análisis metafísico del ente, cuya existencia es gracias a un acto, el
cual, sin embargo, es «recibido». Sólo así puede mostrarse que tiene que existir un
Ser «necesario» que dé fundamento a todos los seres que son contingentes. La
existencia sólo puede ser recibida de un existente, y no de un existente cualquiera.
Tiene que serlo de un existente que sea, Él mismo, existencia pura, de lo contrario,
también sería un ser contingente, imposibilitado para otorgar la existencia a otros.
Tiene que ser un existente necesario que, por tanto, no reciba la existencia de otro,
sino que, Él mismo, sea existencia en plenitud. Dicho en el lenguaje de santo
Tomás, el Acto Puro de Ser.
Si nos fijamos concretamente en el hecho constatable de la existencia de los
seres, si ellos existen, el que les da su existencia, no puede no existir ni, como
estamos diciendo, no ser sino Acto Puro de existencia. Podemos pensar a Dios a
través del actus essendi no sólo para conocer Su existencia, sino, además, para
conocer el fundamento de todos los seres que existen. El actus essendi es, pues, no
sólo el concepto básico de la filosofía tomista del ser, sino también el fundamento
de toda la metafísica que intente fundamentar un argumento que permita conocer
la existencia de Dios.
353 Cf. GILSON, É. (1961). “Trois leçons sur le problème de l´existence de Dieu”.
Divinitas. Vol. 5, 69.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 175
cosas, al revelar al metafísico que no pueden dar razón de su propia
existencia, apuntan el hecho de que hay una causa suprema en la que
coinciden la esencia y la existencia354.
Gilson ha escrito que el actus essendi es “como” la sexta vía tomista que
muestra la existencia de Dios. Santo Tomás nunca habría escrito sobre el actus
essendi como una «prueba», al lado de las cinco vías, sino en el sentido de ser
como el fundamento de todas ellas. Históricamente, el estudio de la existencia de
Dios se ha formulado en torno a las cinco vías, o a alguna de ellas, o a algún
aspecto, como puede ser la finalidad en el universo (quinta), el movimiento
(primera y segunda), la contingencia y los grados de ser (tercera y cuarta), o sobre
la causalidad como coordenada metafísica a través de la cual se articulan las vías,
pero no existen muchos estudios que se hayan dedicado al actus essendi como eje
vertebrador de la construcción de una argumentación sobre la existencia de Dios.
De ahí que Gilson haya podido sugerir la expresión «sexta vía», sin la intención
de formular una vía al lado de las demás. Hay dos textos explícitos suyos donde
sugiere esta idea. El primero, en orden cronológico y sistemático, es este:
354
GILSON, É. Dios y la filosofía…, cit. p. 90.
355
GILSON, É. “Trois leçons sur le probleme…”, cit. pp. 27-‐‑28. “Hay un punto sobre el
cual disputamos sin llegar a ponernos de acuerdo. Martin Guillet, partiendo del
argumento de la distinción real de esencia y ser de las cosas y su existencia ve aquí la
176 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
El segundo texto pertenece también a un artículo ya citado donde presenta
la doctrina tomista de un modo más sintetizado y conciso:
Los diversos entes de los se compone el mundo convienen todos en una
cierta unidad, bien sea la de la especie o la del género. Todos convienen al
menos en la existencia, es decir, en el hecho de que son. Es necesario, por
tanto, que todos tengan un mismo y único principio de su ser: unde oportet
quod omnium istorum sit unum principium, quod est omnibus causa essendi (I Sent.
10, 5, 1). Ya que el argumento consiste en probar la existencia de una causa
única de todo el ser, la prueba de la unicidad de Dios se confunde
frecuentemente con la de su existencia. La argumentación se muestra en toda
su extensión en el Comentario sobre las Sentencias, II, 1, 1, 1. Parte del hecho
de que la entidad, está presente en todas las cosas en diversos grados, más o
menos, según sus naturalezas: invenitur enim in omnibus rebus natura entitatis,
in quibusdam magis nobilis et in quibusdam minus. Estas naturalezas no son el
ser que tienen, puesto que se puede concebir siempre la esencia de una cosa
sin concebir que es: Ita tamen quod ipsarum rerum naturae non sunt hoc ipsum
esse quod habent; alias esse esset de intellectu, cuiuslibet rei possit intelligi non
intelligendo de ea an sit. Ergo oportet quod ab aliquo esse habeant. Remontando de
causa en causa, se llega a un ser cuyo esse no tiene causa, a menos que se
continúe al infinito, lo cual es imposible, oportet devenire ad aliquid natura
ipsum esse. Así, se ha probado la existencia de un principio de todo el ser que
es el Ser mismo. Y no puede haber más que uno; ya que la naturaleza de la
entidad es la misma en todos los entes, al menos analógicamente hablando,
esta causa primera debe ser una: cum natura entitatis sit unius rationis in
omnibus secundum analogiam; unitas enim causati requirit unitatem in causa per
se; et haec est via Avicennae VIII Metaph., quasi per totum. Tomás siempre ha
prueba más evidente de la existencia de Dios, la «más directa», la «más profunda». Yo
mismo pensé escribir hace poco sobre el mismo argumento, aunque me asaltaba una
duda: si esta ha sido verdaderamente la prueba de la existencia de Dios más directa y la
más profunda, es extraño que haya pasado como si santo Tomás él mismo no se haya
dado cuenta, dado que en ninguno de sus escritos aparece usada de modo explícito”.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 177
tenido por legítima esta manera de probar la unicidad de Dios como Ser
supremo y causa del ser de todos los entes: Hoc autem quod est esse,
communiter invenitur in omnibus rebus quantumqumque diversis. Necesse est ergo
esse unum essendi principium, a quo esse habeant quaecumque sunt quocumque
modo, sive invisibilia et spiritualis sive sint visibilia corporalia (S. Th, I, 65, 1,
Resp.) (…)
También en este artículo, como ya lo hiciera en Trois leçons sur le problem de
l´existence de Dieu, se pregunta Gilson por qué no ha incluido este argumento en
las pruebas de la existencia de Dios.
Retomaremos este horizonte al que pretende llegar nuestra investigación en
las conclusiones.
A modo de síntesis, estas serías las ideas que venimos exponiendo hasta el
momento.
178 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
―Lo que dice primera y más radicalmente el ser es el acto que constituye al
ente como tal ente, el actus essendi.
―Lo primero que cae dentro de nuestro entendimiento, por tanto, es el
ente. El entendimiento conoce el ente en su integridad, como compuesto de
esencia y ser, distinguiendo el esse, que es el acto de la esencia y la esencia misma,
dentro de la unidad que compone el ente.
―El ente es susceptible de un análisis metafísico detallado:
—Lo que hace al ente ser un algo que existe es el esse, entendido como
actus essendi.
—Lo que hace al ente ser «lo que» es, es su forma substancial, que, a pesar
de que actúa como acto respecto de la esencia, esta forma es puesta en acto, por
otro acto anterior y más radical en el orden real, el actus essendi.
—Descubrimos, así, un doble orden metafísico, el orden substancial y el
orden existencial. Su relación es la siguiente: la forma actúa como acto respecto de
la esencia, a la que actualiza para constituir la substancia, el id quod est, para que
sea «lo que» ella es. El actus essendi tiene, pues, dos papeles fundamentales: 1) Dar
la existencia al ente, formalmente constituido por su propio acto formal; 2) Es el
acto de esa misma forma. La forma, que actúa como acto respecto de la
substancia, para llegar a dar actualidad a la esencia y constituir la substancia,
necesita de un acto que la ponga, a ella misma, en acto con el fin de poder
actualizar a aquella.
―Para santo Tomás, pues, el esse es primera y fundamentalmente, «acto»,
entendido como perfección de perfecciones, raíz existencial y acto de los actos, el
elemento actualizador de todo orden metafísico, porque sin el acto, que confiere
la existencia, nada puede ser, ni puede haber forma, ni, por tanto, ente. De aquí
procede la primacía del esse sobre la essentia, si bien el primero necesita también
de la segunda para constituir el ente, ya que, la existencia sola, tampoco es nada,
salvo en el caso Esse Puro.
―No hay mayor perfección en el ente, ni elemento alguno perteneciente a la
esencia del ente que pueda acaparar una atención anterior a la consideración e
importancia metafísica del esse ut actus. Este acto, que otorga la existencia al ente,
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 179
si bien se distingue de la esencia de la cual es su acto (que la hace existir), está
unido metafísicamente al mismo ente, pertenece a la unidad inescindible de éste.
―En el orden del conocimiento, lo que la realidad nos presenta es el todo de
la substancia o ente, pero en el orden metafísico, hay un orden y una jerarquía
propios, destacando estos elementos: la primacía del ser como acto, y la
composición, en el ente, de esencia y ser (o de esencia y existencia).
―Si el esse es acto que confiere existencia al ente, pero en ese mismo ente, la
esencia se distingue de la existencia, esto tiene que deberse a que la esencia del
ente, es receptáculo de un acto que le hace existir (actus essendi). Si esto es así,
equivale a decir que hay un acto receptor del ser, que el ser es recibido de, que,
por tanto, procede de otro. Aplicando metafísicamente el principio de causalidad,
dada su perenne validez, llegamos a la necesidad de un Ser que esté en grado de
“dar” a participar el ser al ente; y en este Ser no puede haber composición de
esencia y ser, sino que Su esencia y Su existencia se identifican. Este ser es Dios.
―El conocimiento del ser se da de dos maneras: 1) De modo espontáneo, a
través de la esencia, conocemos «lo que» el ente «es»; 2) A través del conocimiento
metafísico, que implica la reflexión. Por el «juicio de existencia» conocemos la
valencia existencial del esse ut actus, ya que, por la naturaleza misma del «acto»,
no podemos formar concepto de lo que, de suyo, no es una esencia, una cosa.
Si creemos que el mundo fue creado, ¿qué es lo primero que le acaeció en
el mismo momento en que fue creado, sino ser? Es imposible que los hombres
que creen que las cosas han sido creadas de la nada, pasen por alto la
soberana importancia de la existencia y su primacía fáctica. La existencia, y
sólo la existencia, da razón del hecho de que cualquier cosa dada no sea
nada. Por eso, aún antes del tiempo de Averroes, otro filósofo árabe, había
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 181
enseñado que, puesto que existir es algo que les acaece a los seres, la
existencia misma es un «accidente»356.
356
Ibíd., 80.
182 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
como existente, pero no considerando, recordemos, la existencia como el factum,
sino como acto metafísico. La gran virtualidad de la metafísica de santo Tomás,
tal y como la concibe Gilson, está en poner el esse en la cima de lo real, en el
corazón de todo lo que es, por encima de la esencia, como veía, según su parecer,
Aristóteles. Saber qué es una cosa y por qué es en cuanto a su substancialidad, no
nos responde a la cuestión radicalmente primera, que es saber «por qué» es, en el
sentido de «por qué existe», cuál es la «causa» de su existencia. El origen sobre
todo de la materia, y la relación entre substancia sensible (no separada) y Causa
Primera o Motor inmóvil, son interrogantes importantes planteados por esta
ontología, y requieren una debida atención.
—Para el filósofo francés, lo que revolucionó la ontología de Aristóteles fue,
por un lado, la consideración de Dios como única Causa Primera de todas las
cosas. Por otro, la introducción de una «jerarquía» en el orden ontológico entre los
cuatro géneros de causas, toda causalidad se reduce a una, Dios; y, sólo desde Él,
por el acto creador, son conformadas las demás causalidades, pero jerarquizadas
todas desde el acto de ser producido por la única auténtica causa primera, Dios
mismo. Dios es el ipsum Esse subsistens, lo que hace que los seres creados sean,
pero por composición y distinción real de esencia y ser. Estos dos pilares de la
nueva ontología venían a responder a esos interrogantes que una ontología de la
substancia no alcanzaba a ver. Dios es el Ser, y el fundamento de los seres.
—Apoyado en estos dos pilares básicos de la ontología tomista, Gilson
argumenta que, tanto la composición real de los seres creados, como la
consideración metafísica del actus essendi, “conducen hasta Dios”357. Santo Tomás,
partiendo del texto revelado de Ex 3, 14, donde Yahvé Dios dice a Moisés Su
Nombre, “Yo soy el que soy”, contempla a Dios como el Único que, con
propiedad, puede considerarse «ser»; es el ipsum Esse, el Ser mismo subsistente.
Dios, como fuente y plenitud del ser, crea, es decir, produce de la nada el ser de
los entes, haciendo nacer de este modo, seres compuestos de esencia y existencia.
Lo que confiere el ser substancial a los entes es la forma, que configura la esencia
del ser substancial del ente; pero, lo que produce la existencia del ente como tal
357
GILSON, É. El Tomismo..., cit. p. 250.
III. EL ESSE TOMISTA SEGÚN GILSON 183
substancia no es la forma (como pensaba Aristóteles), ni proviene de la esencia
como propiedad de ésta, sino el esse, comprendido como actus (esse ut actus).
Aquí queda resuelta realmente la tensión que la ontología griega no podía
resolver. En la concepción metafísica de Gilson, especialmente en los análisis de
El ser y la esencia, Dios crea llamando a la existencia a lo que no es. A cada ente le
corresponde su propio acto de ser, por lo que la forma sigue siendo universal,
común a todos los individuales, y lo que introduciría la singularidad de lo
particular sería el propio actus essendi.
Dios, para santo Tomás, ya no es Acto Puro de Pensamiento que se piensa a
sí mismo, y nada conoce de lo que está más allá de Él. El Dios de Tomás ya no
viene a menos por tener relación con sus criaturas. Lo que en la ontología
aristotélica era un riesgo que comprometía la transcendencia y unidad del Primer
Motor inmóvil, en la ontología tomista se convertía en un acto de amor, de
donación del ser.
Dios, aristotélicamente considerado, atraía a los seres por razón de la
perfección a que éstos, por natural inclinación, son atraídos, y esta era la única
relación entre ambos. En el segundo caso, Dios está, a la vez, cualitativamente
más allá de la criatura, y, a la vez, en ella. El ser creado es como un verbo de Dios,
una palabra suya, por tanto, algo que procede de Él y le pertenece, sin
comprometer su primacía ontológica.
Se ve aquí con más claridad cómo el desconocimiento, por parte de
Aristóteles, del concepto de creación, y de una idea justa del mundo y la materia,
fueron determinantes a la hora de componer su metafísica. Al revelar Dios mismo
su esencial identidad, que es puro Ser, Acto puro de Ser, todos los conceptos
pertenecientes a la filosofía primera, quedan trastocados, como si de una
“perturbadora” influencia se tratase, en palabras de Gilson358.
—Esta es la razón por la que el pensador francés pudo decir que el actus
essendi es la prueba más tomista de todas las pruebas de la existencia de Dios.
Decir que Dios es pura esencia sólo nos hace conocer la fuente de «lo que» somos,
358
Cf. GILSON, É. El ser y la esencia..., cit. p. 59.
184 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
de nuestra naturaleza o esencia. Decir que Dios es pura existencia, que es
existencia misma, que Su esencia es su existencia, y esta es «pura», esto es, sin
potencialidad alguna, decir esto, le convierte en Fuente y cima de todo ser.
El Dios de Tomás es verdaderamente causa eficiente y causa final de los
seres, no sólo causa formal359, a la que Aristóteles terminaba encerrando toda
causalidad. Por tanto, Gilson piensa a Dios, con santo Tomás, como el Existente
cuya esencia es existencia pura; Alguien, pues, que está en grado de producir
existentes —entes— distintos de sí, pero, a la vez, unidos esencialmente a Él. No
en el sentido de que los seres formen parte de la Esencia divina (panteísmo), sino
en sentido de que la esencia de los entes creados es creada de la nada pero del
pensamiento mismo de Dios.
Es una «participación» metafísica lo que une a la criatura con Dios. La
existencia, concedida y producida por y a través de un acto particular de ser, es
un don irrevocable de Dios a los seres. Algo que, en cualquier caso, no deja de
significar que éstos dependen ontológicamente de Dios siempre.
—Dios es Acto puro de Ser, el verdaderamente existente, Único y máximo.
Por este motivo, cuando vemos la existencia del mundo contingente, vemos una
concesión libre y gratuita (por amor) del don de Su mismo Ser, a ellos. En el
fondo, el don de la existencia.
359
Aunque más que causa «formal», en santo Tomás habría que decir «causa
ejemplar».
Afrontamos la última parte de la investigación, en cuyos capítulos finales
vamos a dedicar nuestro estudio a la recepción que el actus essendi ha tenido
dentro del amplio conjunto conformado por la filosofía tomista. Con el fin de
alcanzar este objetivo, dividiremos la sección en dos partes diferenciadas, que
corresponderán a sus dos únicos capítulos. En el primero analizaremos la
interpretación de otro tomista, el norteamericano Lawrence Dewan, quien,
respecto de Gilson, puede ser considerado el «cabeza» de esa otra escuela de
pensamiento del esse, crítico con éste y de corte más aristotélico. En el segundo
nos detendremos en un autor cercano en cuanto al planteamiento del esse con
Gilson, y que, junto a él, han sido quienes han hecho de «cabeza» en el
redescubrimiento de la importancia del actus essendi en la metafísica tomista. Este
es el italiano Cornelio Fabro.
La interpretación del esse tomista realizada por Étienne Gilson tuvo una
gran repercusión en todo el mundo intelectual. La habilidad de Gilson en el
análisis histórico de las ideas filosóficas, junto con la agudeza de su estilo,
hicieron que fuera tenido como un autor de referencia en lo que a la
interpretación de la filosofía del ser de santo Tomás se refiere. Gilson enseñó en
Toronto, en varias universidades de Hispanoamérica, en Francia y también en
Polonia, lugares que se convirtieron en auténticas «sedes» intelectuales marcadas
con su propia impronta.
De parte de algunos tomistas norteamericanos, encontramos una reserva y
una acogida más bien crítica respecto de sus ideas. Uno de ellos, que también
frecuentó el Pontifical Institute of Maedieval Studies de Toronto, donde Gilson
enseñó y que dirigió, ha tenido más relevancia porque su magisterio creó también
escuela, generando una corriente de pensamiento, aún actual, que trata de
contrarrestar lo que, para ellos, serían los efectos no del todo felices de la
186 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
enseñanza del pensador francés. Hablamos de Lawrence Dewan, dominico
dedicado al estudio del pensamiento del Aquinate, pero especialmente crítico con
la interpretación de Gilson.
Con el fin de considerar el pensamiento crítico de estos autores,
dedicaremos este último capítulo del trabajo a tratar de comprender las razones
de este desacuerdo, y así tener una visión lo más amplia posible del alcance al que
podemos llegar en lo que al tomismo de Gilson se refiere.
Desde el punto de vista metodológico, dividiremos el capítulo en varios
puntos:
1) Relación entre forma y esse; 2) Esse in actu y esse ut actus en Dewan; 3) El
reclamo dewaniano de la prioridad de la forma; 4) Diferencia entre forma y
«formal»; 5) Valoración final.
Paradójicamente, el acuerdo entre Étienne Gilson y Lawrence Dewan en lo
que ambos autores consideran lo más genuino e importante de la filosofía del ser
en santo Tomás de Aquino, es completo. El actus essendi es la doctrina que nos
abre un horizonte nuevo en la comprensión de la estructura metafísica de lo real
concreto, y los dos filósofos que vamos a comentar, están de acuerdo en señalarlo.
El esse ut actus introduce una novedad fundamental en la ontología aristotélica,
haciendo nacer una nueva dialéctica entre acto y potencia, entre forma y ser
(esencia y ser), de tal modo que, como venimos estudiando, el acto, que en
Aristóteles se identificaba exclusivamente con la forma, aún conservando su
estatus ontológico en la constitución de la substancia, pasa ahora a ser «potencia»
respecto del esse, considerado «más allá» del orden formal.
La conclusión a la que hemos podido llegar, después de estudiar los textos
dewanianos acerca del esse tomista, es que, a pesar de este común acuerdo, hay,
sin embargo, algunos puntos de desencuentro que trataré de mostrar, para
acabar, finalmente, con una valoración crítica de la confrontación con Gilson.
Comencemos mostrando en este primer punto cómo concibe él la relación
entre forma y ser. Hay dos textos clave, uno de santo Tomás y otro del mismo
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 187
Dewan (aunque inspirado en Aristóteles) que nos pueden ayudar a plantear el
núcleo del problema.
La razón para eso, a saber, que es lo mismo conocer «lo que es», y
conocer la causa de eso mismo que es, es ésta: que es necesario que haya
alguna causa de que «la cosa sea» (rem esse): algo se dice que es «causado»
por esto, a saber, porque tiene una causa de su esse. Ahora, esta causa del ser
(essendi), o es idéntica con la esencia de la misma cosa, o es distinta de ella.
Idéntica, en efecto, como forma y materia, que son las partes de la esencia,
pero distinta como causa eficiente y final: estas dos causas son de alguna
manera las causas de la forma y de la materia, pues el agente opera en razón
del fin, y une la forma y la materia, pues el agente opera en razón del fin, y
une la forma y la materia. Lo importante aquí es que toda la causalidad es del
esse per essentiam: es por eso que conocer «lo que es la cosa» es conocer la
causa por la que la cosa existe360.
360
TOMÁS DE AQUINO. In Post. An., L. II, lect. 7, nº 2.
361
Cf. DEWAN, L. (2012). La forma como algo divino en las cosas. Dir. por: Liliana Beatriz
Irízar. Bogotá: Fondo de Publicaciones de la Universidad Sergio Arboleda, 76.
188 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
concebido la forma realmente distinta del acto de ser, pero, al mismo tiempo,
como principio de él362.
Pero no perdamos de vista el texto de Tomás. Dewan comenta del mismo lo
siguiente:
Así se ve cómo, en lugar de dejar de lado los principios esenciales como
causas del esse, santo Tomás explica su rol ontológico como instrumentos,
por así decir, dentro del ens causado, de la causa (eficiente) más alta. El esse es
visto como fluyendo de la esencia, así como una genuina contribución a la
victoria es producida por un simple soldado, y una genuina contribución al
bienestar común la hace un simple comandante del ejército. La mera forma
(es decir, una forma que es distinta del esse) puede ser principio del esse363.
El quid del texto tomista está al final, en la afirmación: “Lo importante aquí
es que toda la causalidad es del esse por esencia: es por eso que conocer «lo que es
la cosa» es conocer la causa por la que la cosa existe”. Daría la sensación de que
Dewan ha leído que “toda la causalidad es del esse por «la» esencia”, cuando, en
realidad, santo Tomás dice “causalidad del esse «por» esencia”. La razón por la
que puede interpretarse esta lectura de Dewan es que diga, a partir de este mismo
texto, que santo Tomás habla de un esse que “fluye «de» la esencia”. Pero el texto,
362
En la interpretación de este relación entre forma y ser, y en qué sentido se entiende
esa diferencia y relación entre ambos está el meollo de la cuestión. De momento, Dewan
juzga que la explicación de Gilson acaba por disociarlos completamente al haber
establecido un doble orden metafísico, el formal y el existencial. Desgraciadamente, he
intentado informarme a través de un alumno de Dewan, de por qué en esta crucial
cuestión, Dewan no cita jamás a Cornelio Fabro, dado que éste dedicó muy interesantes y
sugerentes estudios a esta cuestión, pero no existe una respuesta. Otro autor que dedica
un estudio sobre esta cuestión es: GEACH, P. T. (19693). “Forma y existencia”. Trad. por
Juan Carlos León Sánchez, Universidad de Murcia. Proceedings of the Aristotelian Society,
vol. 55, pp. 75-‐‑94.
363
DEWAN, L. (2009). Lecciones de Metafísica (I). Dir. por: Liliana Beatriz Irízar. Bogotá:
Fondo de Publicaciones de la Universidad Sergio Arboleda, 134.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 189
al decir claramente “esse «por» esencia”, se está refiriendo a Dios como causa
suprema del esse, y no de una dependencia ontológica del esse respecto de la
esencia. Tal dependencia, como se vio, se da en el orden formal-‐‑predicamental.
Dewan insiste en no concebir ambos órdenes ontológicos separados, porque
quiere subrayar el núcleo de la distinción, directa y exclusivamente al orden de la
causa eficiente (orden transcendental). La razón que da es que «forma y ser» sólo
se distinguen en las criaturas, no en Dios, por tanto, en los entes, y desde los entes,
no podemos contemplar una diferencia ontológica364.
En otro lugar, en cambio, afirma que la forma se distingue del esse en las
cosas creadas, incluso que, no sólo hay que diferenciarlos, sino que aclara cuál es
el estatuto de la una respecto del otro. La forma es potencia respecto del esse, con
lo que se plantea el problema de cómo entender el hecho de que la forma sea
potencia del ser a la vez que causa y principio suyo365.
La forma de los entes tiene que tener una causa de ese ser substancial,
porque, la esencia del ente no es causada ni agotada en el devenir por el que, a
través de la generación, un ser da el ser substancial a otro. Un perro engendra
otro perro, pero en ese acto de concesión de esa esencia no se genera la
«perreidad», apunta Dewan. Bien concluye él a partir de esta verdad diciendo que
“la forma pertenece a la mismidad de la cosa de una manera que no le puede
corresponder al acto de ser”366.
Presentamos a continuación el segundo texto al que nos referíamos.
364
Vid. nota 147.
365
Cf. DEWAN, L. La forma como algo..., cit. pp. 76-‐‑77.
366
Con este apunte pretende Dewan dar a la esencia un justo estatuto ontológico, lo
que, según él, está ausente en la obra de Gilson, el cual constatemente subraya tanto la
superioridad del acto de ser como su estar “más allá” de ella, algo que Dewan de ningún
modo acepta. El problema que vemos en esta polémica es que, al margen de lo que pueda
haber acertado en las observaciones de Dewan, su propia posición a veces se ve
comprometida, porque al reaccionar a la extralimitación de Gilson, él, sin darse cuenta, se
va al polo opuesto, malogrando la síntesis a la que supuestamente pretendería llegar.
190 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
El mejor modelo es mi primitivo juego de la rueda de la fortuna, en el que
unas letras de madera eran sostenidas manualmente por un ser humano. Las
palabras exhibidas son tres palabras tomadas del inglés, y las letras
suministradas son T, A, y C. Si la persona que debe sostener las letras (y esto es
esencial para la situación) exhibe ACT, tenemos una palabra, y si exhibe
CAT, tenemos otra palabra. Sin embargo, si ella suelta las palabras de
madera, no tenemos ninguna palabra. El orden de las letras es intrínseco a la
situación, pero las letras retienen ese orden sólo bajo la influencia del que las
sostiene. Esa persona, la causa eficiente, controla la existencia a través del
orden dado a las letras. La palabra es una palabra en cuanto que posee el orden
en las letras. El orden de las letras pertenece a la “mismidad” de la palabra,
pero el acto de ser de la palabra, si bien está en la palabra, pertenece a la
naturaleza propia de la causa eficiente, la naturaleza más alta, su propia
superioridad. De este modo, aunque la forma y el esse en una cosa están
íntimamente vinculados, de hecho, son inseparables, no obstante, son
inteligiblemente distintos367.
367
Ibíd., 79-‐‑80.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 191
pequeño ejemplo, Dewan está explicando cómo entiende él la causalidad formal y
su relación con la causalidad transcendental. Con todo, hay algo importante que
no parece estar presente: la explicación del modo en que actúa Dios la existencia
del ente.
Siguiendo el hilo de toda la exposición del trabajo, estamos ante el mismo
problema que Gilson advertía acerca de la ontología aristotélica. Hay una causa
eficiente del ente que causa la existencia, pero, ¿de qué modo la produce, y cómo se
explica metafísicamente tal cosa? A través del esse: prima creatarum est esse. Lo
primero que Dios crea es el ser, por el cual otorga la existencia a los entes, los
cuales son y permanecen en el ser a través de ese acto, mantenido por voluntad
divina, en el tiempo. En la explicación de Gilson, esta explicación cristaliza en la
doctrina que hemos venido desarrollando del actus essendi. Esta explicación es
construida por él a través de la dialéctica entre orden formal y orden existencial,
mostrando no sólo la diferencia sino la relación entre ambos órdenes. No hemos
conseguido alcanzar la razón por la que Dewan y sus seguidores creen ver una
separación inconexa entre ambos órdenes metafísicos en la explicación de Gilson.
El filósofo francés enseña a lo largo de todos sus escritos metafísicos que, a
través del acto creador, Dios hace existir de la nada a las criaturas, siendo el esse el
primer fruto de ese acto creador y a la vez el acto que hace existir a la criatura,
acto de ser limitado y recibido por una esencia. Igualmente, el filósofo Fabro —
como veremos detenidamente en el siguiente apartado— por su parte, explica que
el esse intensivo (que es el actus essendi essentiae) es el acto a través del cual Dios, la
causa eficiente, da a participar la existencia al ente, no sólo causando ésta, sino a
la vez actualizando o poniendo en acto la causalidad predicamental, la cual
depende de la causalidad transcendental para producir la esencia o forma de la
substancia.
En un marco de comprensión metafísica como el de Gilson y también el de
Fabro, el concepto que estaría ausente en Dewan sería el de «participación», el
cual le permitiría descubrir cómo Dios da el ser actual y formal al ente
(participación) por el actus essendi. A pesar de que Dewan quiere exaltar el papel
intensivo del esse, al reaccionar contra el supuesto olvido de la forma y la esencia,
parece que acaba despojándolo de su decisivo papel de medio por el que el ente
recibe la existencia y de su capacidad actualizadora de la misma forma.
192 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Dewan parece querer afirmar esto cuando enseña explícitamente que el esse
actualiza a la forma, potencia para él, pero en su explicación de cómo sucede esto
no es fácil advertir si logra explicarlo con un argumento del todo satisfactorio,
conjugando adecuadamente la relación entre el orden transcendental y formal,
además de explicar cómo actúa realmente el esse sobre la forma en la constitución
del ente.
La clara diferencia que Fabro establece entre esse «in» actu y esse «ut» actus,
donde éste evitaba el problema gilsoniano de reducir la existencia a mera
facticidad, tampoco se encuentra en los escritos de Dewan. Si la causa eficiente,
Dios, da a través de la forma, en una esencia, la «existencia» de la cosa, el esse
entonces, más que acto metafísico a través del cual la cosa recibe la existencia y son
actualizadas tanto la forma como el ente en sí, es la pura existencia. Hay aquí un
matiz que debe ser advertido dada su importancia. Una cosa es decir que el esse es
«la existencia» de una cosa y otra que el esse es el acto que hace existir al ente.
Ambos modos de explicar la misma realidad del esse obedece a dos concepciones
metafísicas distintas, y no acaban expresando lo mismo.
Otro elemento que puede estar influyendo en esta interpretación de Dewan
es, a mi modo de ver, el particular modo de concebir la noción de creación.
Dewan parece no concordar con Gilson en el abismo cualitativo que hay entre una
mera creación al modo helenista, esto es, la producción del ser substancial por
parte de un Demiurgo (Platón), o de un Primer Motor inmóvil (Aristóteles) y una
creatio ex nihilo. Lo que, probablemente, Gilson trata de poner de relieve es el
punto de inflexión que supone esta noción de creación, como verdadero y
relevante tránsito de la nada a la existencia. El Acto de Ser puro, o sea, Aquél
cuyo Ser es Ser, y nada más que ser, por tanto, Acto puro de existencia, da a
participar el ser a criaturas que no son. ¿Cómo? Mediante un acto creador
concreto y singular para cada criatura, cuyo primer fruto es el esse. A través del
acto creador, Dios da el ser a la criatura. Este «tránsito», este misterio de la
emergencia del ser sucede mediante el esse.
Hay que subrayar con fuerza que, concebir el esse como acto o como
perfección no es suficiente para hacer justicia a la riqueza que significa. Porque no
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 193
hablamos de una perfección meramente «actual», lo que Fabro llamaría «in actu»,
sino de una perfección entendida como desarrollo emergente, una producción
pura de la “nada” al ser; de ahí que, tanto es perfección este momento como el
resultado, la existencia. La clave está, por tanto, en profundizar en el concepto de
«existencia», llevándola más allá tanto del factum como del actus, porque aún no
habríamos llegado a su punto culminante de intensidad.
Dewan entiende que para hacer justicia a santo Tomás, se debe poner de
relieve, junto al esse, a la forma: “A la luz de la influencia divina podemos ver por
qué la forma de la criatura que —si bien como distinta del ser— es
necesariamente potencia con respecto al acto de ser, no obstante, es “eficaz” con
relación a dicho acto”368.
Exaltar o poner de relieve el acto de ser no tiene por qué interpretarse ni
como desprecio a la forma ni como separación de ella. Se trata de advertir el
punto de inflexión de la ontología tomista en relación con su matriz, que es el
aristotelismo; y ese punto de inflexión, al menos para Gilson y los que en este
punto concuerdan, no es la forma. Dewan reclama el importante papel de la
forma, algo que él defiende como propio del pensamiento de santo Tomás. Sin
embargo, destacar la importancia y relevancia del papel de la forma no debería
ser razón para eclipsar el papel preeminente del esse tomista.
Como se viene indicando a lo largo del trabajo, lo que repite con energía
Étienne Gilson es que lo más asombroso que penetra el espíritu humano de todos
los tiempos no es advertir que las cosas son «lo que» son, ni tampoco el mero hecho
de que son, sino en que podemos decir que son gracias a un acontecimiento
metafísico que ni Platón ni Aristóteles vieron ni pudieron ver, por faltarles la
capacidad contextual de concebir claramente la diferencia ontológica entre Dios y
el mundo, entre el ser y la nada. Para ellos, la generación y la corrupción era un
acontecimiento puramente fáctico, un devenir, pero nunca metafísicamente
368
Ibíd., 85.
194 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
radical. Las cosas ni son desde la nada ni van a la nada. Este matiz cambia
cualitativamente la orientación de la metafísica, además de la imagen de Dios:
369
Ibíd., 80.
370
Ibíd., 91.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 195
Señalar el esse intensivo no des-‐‑existencializa la substancia. Lo que sí sería
susceptible de una mayor profundización es la opinión de Gilson según la cual en
la ontología aristotélica, la substancia es mera substancia, mera forma de la que
no sabemos si existe o no. Quizá este matiz de radicalidad de Gilson le ha hecho
blanco de justas críticas. Sin embargo, yendo a lo importante de su tesis, poner de
relieve la virtud metafísica del acto de ser no debería interpretarse necesariamente
como una devaluación de la existencialidad de la forma. Es más, al crear en torno
a ello un debate, posiblemente lo que se genere es confusión. Si lo que pone en
acto a la forma es el esse, la forma confiere al ente su entidad substancial mediante
el esse. La forma actúa, es acto, pero por el esse. Crear un debate en torno a la
«existencialidad de la forma» podría ser un germen de confusión. La forma hace
que una cosa exista. Pero, a juicio de Gilson, la forma da el ser substancial, y éste
produce el «lo que» es de la cosa. La forma de una mesa causa el ser de la mesa, el
«ser mesa». Como sucede en el ejemplo de las letras371, la causa eficiente es la que
hace ser de la nada el ente, a través del acto de ser. Afirmar como pensamiento
propio de santo Tomás que la forma es principio del acto de ser no tendría cabida
en el modo en que Gilson concibe la importancia del esse y de la forma.
Entraríamos ya en una analítica del empleo del lenguaje que nos sacaría de
nuestro contexto. Pero, emplear el término «principio» en metafísica compromete
el sentido de la ontología, y es—insisto— cuando menos tremendamente confuso,
desnaturalizar el orden real del mundo metafísico, queriendo hacer derivar el esse
de la forma. Lo que sí existen son los textos que hemos ido citando, donde Gilson
recoge la importancia y la primacía que para santo Tomás tiene el esse sobre todo
elemento metafísico372.
En otro artículo del propio Dewan, proponiéndose considerar la relación y
distinción entre forma y esse, dice citando a Tomás: “El esse creado no es por
371
Cf. DEWAN, L. (2006). “Form and being”. Studies in Philosophy and the History of
Philosophy. Vol. 45. Washington, D.C., 195.
372
Cf. TOMÁS DE AQUINO. In II Sent., dist, I, q.1, a.4. s. El esse es más íntimo a todo que
aquello que lo determina.
196 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
ninguna cosa, si la palabra “por” expresa la causa formal intrínseca; por el
contrario, la criatura es formalmente por él”. Y comenta Dewan:
En este pasaje es suficientemente claro que el esse es visualizado como la
causa formal intrínseca, sin embargo, hacia el final del De Veritate, leemos:
“Dios causa en nosotros el esse natural por creación, sin mediación de
ninguna causa eficiente, mas sin embargo (lo hace) por mediación de una
causa formal: porque la forma natural es el principio del esse natural”. Y
añade el americano: Y es esta doctrina la que prevalecerá373.
Llegados a este punto es conveniente salir al paso de un elemento de difícil
interpretación, y por eso, de debate. Una cosa es «forma», que es el elemento
metafísico. Otra cosa es «formal», expresión que puede ser referida a dos cosas
distintas. Una, al orden ontológico que llamamos formal o substancial. Y otra,
referida a su naturaleza actualizadora. Podría confundir referirse continuamente a
estas expresiones tomistas para querer hacer de la forma y su relación con el esse
lo que no es. Por eso, debemos sopesar la valencia que se le da a estos términos.
Que santo Tomás diga que el esse es lo más formal de todo no debe llevarnos a
confusión.
Primeramente, conviene recordar que el Aquinate se mueve casi siempre en
un contexto terminológico aristotélico, en el que él se siente cómodo. Pero no
debería esto llevarnos al olvido de lo que él mismo ha definido sobre el papel
capital del esse intensivo. Tenemos que recordar que para Aristóteles, la forma, y,
por tanto, el orden formal, es la representación más alta que hay en lo que a
actualidad se refiere. Si el Doctor de Aquino quiere hablar del papel intensivo del
esse, no debe confundirnos que emplee expresiones derivadas de un contexto
ontológico en que lo formal equivale a lo actual.
373
DEWAN, L. Lecciones de Metafísica (I)..., cit. p. 138. Tomás: DE AQUINO. In Sent., I, 8, 1,
2 ad 2.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 197
Gilson piensa que, con la expresión “formal” referida al esse, santo Tomás
indica, pues, dos cosas: una, que pertenece al ámbito del acto, y no al de la
potencia (siguiendo un esquema expositivo de corte aristotélico); otra, cuando
está refiriendo el esse al orden formal, algo que Gilson, como se ha explicado,
distingue en profundidad. En el texto presente que hemos citado, teniendo en
cuenta lo que acabamos de decir, el esse está claramente referido al ens, es decir, a
la cosa. El esse aquí no es el esse ut actus essendi en cuanto tal sino éste
constituyendo el ens, en su unidad.
Para ver con claridad la valencia propia y exclusiva del esse como actus
essendi mirando más a su papel respecto de la forma y el ente, y no en cuanto el
resultado producido en su unidad con estos, hay que buscar los textos en que lo
hace. Ese fue el trabajo precisamente de Gilson y Fabro. El primero dedicó poco
tiempo en estudiar textos donde el esse se “cruza” con “lo formal”, porque explicó
su referencialidad con la substancialidad. El segundo, además de esto, hizo un
detallado estudio de ambos textos, los que hablan del esse formal (forma dat esse)
como los del esse ut actus essentiae (o esse intensivo). Hubiera sido interesante
conocer la opinión de Dewan acerca del análisis del “forma dat esse” de Fabro, pero
no hay vestigio alguno en sus escritos, al menos de esta problemática central. Es
muy probable que Dewan se sintiera mucho más cercano al pensamiento de
Fabro que al de Gilson, en tanto en cuanto el primero dedicó más tiempo y dio
más relevancia a la relación forma-‐‑esse que el segundo.
Siempre y cuando, pues, sea respetado el orden ontológico de los elementos
principales que constituyen el ente, podremos ver con claridad qué expresa santo
Tomás. La forma es «principio» del esse, al igual que la expresión forma dat esse se
refiere siempre al orden de la substancialidad, al orden formal. La forma es
principio del esse, pero del esse substantiale, o sea, del ente (ens qua ens), pero no del
esse ut actus essendi. La forma es principio del esse del ente, pero el esse ut actus es
principio de la forma. La forma, respecto del esse intensivo es, como Dewan
afirma, principio receptor. Si decimos «principio», sin más explicación, puede
sembrarse algo de confusión. Porque un elemento puede actuar como principio
“receptor”, por tanto, verdadero principio y cabeza para un fin, que en este caso es
la constitución del ente; pero, en otro sentido, como principio originario, en lo que
concierne a la existencia de ese ente, el que es verdadero principio es el esse
198 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
respecto de la forma, porque aunque la causa eficiente causa el ser del ente
siempre a través de una causa formal, el acto intensivo por el que hace emerger la
existencia de ese ente, a través de esa causa formal, es el esse, quien, además, es
acto respecto de esa misma causa formal receptiva.
La imagen de Tomás, puesta por Dewan, nos ayuda a ver esto: “Tampoco la
forma es el ser, aunque entre ambos haya cierto orden; pues, la forma comparada
con el ser, es como la luz con la iluminación, o la blancura con el hecho de
blanquear”374. Es el mejor ejemplo para explicar lo que Tomás dice sobre el ser
como acto, que es el acto de la esencia. «Ser», como repite Gilson en todas sus
obras, es un verbo, y, como tal, expresa una acción, es metafísicamente un acto, el
acto de todos los actos. Un acto que «actúa» en íntima e inescindible unión con
una forma, dentro de un conjunto que forma una unidad. Por eso, Dewan,
reconociendo en algunos pasajes con mayor claridad el papel del esse «sobre» la
forma, dice que la forma es «potencia» para el esse375. Los textos donde, a mi modo
de ver, se acerca más a una explicación más coherente con la doctrina del actus
essendi (Gilson) por vía de participación (Fabro), son estos:
374
C.G. II, 54. En, Ibíd., 139.
375
Cf. DEWAN, L. Lecciones de Metafísica (I)..., cit. p. 151.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 199
tienen ser sólo por recibir una participación (“participar en”) la riqueza del
ser del hombre376.
Es por esto que debemos distinguir entre la forma de la cosa inferior y el
esse de la cosa inferior. El esse, es decir, el ser en acto, de la cosa causada (o
inferior) pertenece a la participación de la cosa causada en la perfección
propia de la naturaleza de la cosa superior, es decir, la naturaleza de la causa
eficiente como tal. La forma de la cosa inferior, por otra parte, pertenece a la
naturaleza propia de la cosa inferior. Al ser diferentes las dos naturalezas,
también el esse y la forma de la cosa causada deben ser diferentes uno de
otro, incluso siendo el esse la actualidad de la forma377.
Introduce la noción de participación haciendo derivar el esse causado de la
causalidad transcendental, sin embargo, sigue hablando del esse «in» actu,
concibiendo el acto de ser mirando a su destino, la existencia, pero no alcanza la
doctrina de una participación del Ser de Dios a través de un esse intensivo. Lo
reconoce más tarde, lo concibe, pero no lo integra en su explicación del proceso
constituyente del ente. Parece casi que llega a esta conclusión más adelante:
379
TOMÁS DE AQUINO. Quodlib., XII, q. 5, a. 1.
380
Ibíd., 205.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 201
alma, como forma substancial, mantiene la existencia del ser vivo. De acuerdo.
Pero, como advierte Gilson, estamos en un plano substancial, el propio de
Aristóteles, pero no el de Tomás. Si Dewan reconoce el papel decisivo que el actus
essendi tiene en el Aquinate, es comprometido afirmar como doctrina tomista lo
que no pone al esse en su capital papel. Según Gilson, si es el esse participado
como acto el que actualiza la forma y es raíz del origen de la existencia del
hombre, cuya forma substancial es el alma, lo que radicalmente, en cuanto al ser,
mantiene en la existencia al ente, no es la forma, sino el acto de ser, que, al ser acto de
todos los actos, es conservado por Dios una vez lo da a participar, creando, a
través de un acto de ser particular, el ser substancial. Tanto para el filósofo francés
como para el italiano Fabro, el acto de ser es el «mediante», el resultado y el
garante de la continuidad de la existencia, tanto actual como substancial. La
forma, en la interpretación que venimos presentando, depende ontológicamente
de él, para seguir confiriendo la substancialidad (esencia) al ente.
e) Valoración final
381
Me viene en mente un texto de un artículo de Stephen Brock, alumno de Dewan: “El
esse (actus essendi) es distinto de la forma, sí, pero no es otra naturaleza, absoluta y
autónoma, meramente añadida a la forma. La distinción es mucho más sutil”. BROCK, S.
(2016). “La forma tra la potenza l´atto in Tommaso D´Aquino”. Aquinas LIX, 1, 80.
382
Cf. DEWAN, L. Santo Tomás y la Forma como..., cit. p. 16.
383
Cf. DEWAN, L. Lecciones de Metafísica (I)..., cit. p. 153.
384
Va más allá de esta ambiguedad Stephen Brock cuando afirma: “Tomás no llama a
la forma acto sólo en vista de su función de determinar o actualizar la materia. Así como el
ser, según él, es esencialmente una función de la forma, la forma misma es algo de
204 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
ontológico o de existencial. Es esencialmente causa del ser, esto es, del actus essendi. A mí
me parece que la línea interpretativa recordada arriba (se refiere a Gilson y Fabro,
fundamentalmente) no hace justicia a la causalidad de la forma respecto al ser mismo en
Tomás”. En: BROCK, S. “La forma tra...”, cit. p. 81. Que Brock reclame un estatuto más
«existencial» para la forma (de base aristotélica pero asumida por Tomás sin dificultad) ya
hemos visto que concordaría con una lectura más cercana a los textos tomistas, trámite
Fabro. Pero, lo que no deja de causar verdadero asombro es la afirmación: “La forma es
causa del actus essendi”. ¿En qué textos de Tomás podría conjeturarse tal cosa? ¿Cómo,
entonces, podría ser el esse acto respecto de la forma, siendo ésta, a la vez, causa suya?
Más adelante explica la relación entre forma y esse, en la página 82: “La forma es acto
porque lleva el ser consigo misma, es decir, participa de por sí. De este modo, «el ser
pertenece de por sí a la forma, la cual es acto» (Cita S. Th., I, q. 75, a. 6). Después, «cada
cosa es ente en acto en virtud de una forma, o según el ser substancial, o bien según el ser
accidental, y por eso toda forma es acto». Todavía, «el primer efecto de la forma es el ser»
(Cita S. Th., I, q. 42, a. 1, ad 1)”. Para Gilson y Fabro, el esse, en cuanto acto intensivo, tiene
un sentido diverso en los textos tomistas. En la comprensión metafísica del medievalista
francés, Brock, después de afirmar la máxima actualidad en el esse, lo encierra en la forma,
lo deriva de la forma. Pero lo que parece no distinguir es el esse intensivo o transcendental
con el esse substancial. Es decir, que el esse del que habla al principio como acto respecto
de la forma (actus essendi) no es el esse del que habla después, causado por la forma. Este
esse es el esse substancial. Los textos de Tomás que cita se refieren no al actus essendi sino al
esse formal. Como hará notar bien Fabro, es en De substantiis separatis donde santo Tomás
alcanza la madurez explicativa de la relación forma-‐‑esse, junto con algunos textos de la
Summa. Finalmente, la idea que uno se hace después de estudiar estas explicaciones es que
la forma, incluso en su estado de “potencia” para recibir el esse, es acto y autónoma, lo
cual es una explicación que no podría aceptarse desde el punto de vista, al menos
gilsoniano. No se aprecia, en cualquier caso, que el esse es el acto que, como tal, actualiza y
pone ¡y mantiene! en acto a la forma, tal y como se aprecia en los últimos textos de Tomás.
Al final de su artículo, Brock intenta matizar el alcance de su misma explicación (página
86): “Si he entendido bien, no quiere (esto) decir que la forma produce el ser; de hecho, es
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 205
explicitar la crítica a los excesos “existencialistas” de Gilson, o al supuesto
ocultamiento del papel de la esencia, pero centrar el punto de atención aquí en
detrimento de la originalidad de las ideas de santo Tomás a partir —de acuerdo—
de lo dicho por Aristóteles, no parece un mérito. Se habla más de un «exceso de
acto de ser en detrimento de la forma» que de lo que supone la novedad de
concebir el esse como acto, respecto de la forma. Así las cosas, es conciliadora y
equilibrada la posición que vamos a considerar a continuación, la de Cornelio
Fabro, quien supo corregir las deficiencias de Gilson pero continuando lo mejor
de su intuición, que es la riqueza de concebir el esse como acto de la esencia.
Igualmente, no me parece acertada la denuncia de Dewan de un supuesto
olvido y rechazo de la esencia. Es verdad que, en este punto, los escritos de santo
Tomás, lejos de tener una unidad, en este tema fue ambiguo. Gilson lo explica por
el influjo aristotélico y por su posición de comentador de Aristóteles. Es posible
que esto no sea razón suficiente. Podría pensarse más bien en un propósito
manifiesto del propio santo Tomás. Es sabido que para Aquinate, el hecho de que
Aristóteles afirmara una determinada cuestión, era algo de capital importancia.
Esto no siempre se cumplió, naturalmente, como en el caso del giro metafísico
dado con el actus essendi. Pero, por el resto, él llega a interpretar que en Aristóteles
hay una doctrina de la creación, algo que es objeto aún de discusión, pero que, en
opinión de Gilson, si hablamos de creatio e nihilo, no sería posible encontrar.
Hay muchos modos de concebir una «creación» de los seres. Ahora bien,
podemos decir desde Gilson que, lo que en el pensamiento cristiano se ha
entendido por creación, en sentido de creatio ex nihilo, no está en Aristóteles. La
valencia ontológica de esta noción es tan relevante para la metafísica, que aquí
podemos encontrar el núcleo originario de la doctrina del esse ut actus. Habría que
decir, además, que, el hecho de que santo Tomás quisiera adjudicar una doctrina
de la creación a Aristóteles, no tendría por qué considerarse razón de por sí para
aceptar tal cosa.
sólo «casi» activa (la forma). No parece aclaratorio del todo el matiz, y quizá ponga en
dificultad la coherencia de su mismo argumento.
206 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Finalmente, acerca de la cuestión de la naturaleza de Dios, Gilson se limita a
volcar sobre sus escritos el pensamiento del Aquinate. En contra de lo que
confronta Dewan en un artículo suyo385 dedicado expresamente a Gilson, puede
decirse, apoyados en el sentir de los textos de santo Tomás, que la naturaleza de
Dios está más allá de la esencia. Si la esencia constriñe y limita la substancia, tiene
sentido decir que el puro Ser que es Dios está más allá de la esencia. Se entiende
aquí, la esencia tal y como se da en la realidad creada, en los seres inferiores.
Santo Tomás dijo, a la vez, que Dios es puro ser, Acto puro de ser, e, igualmente,
que es pura Forma. Esta múltiple manera de formular la identificación en Dios de
esencia y ser hace posible que puedan darse interpretaciones diversas, siempre
que respeten la verdad de la identificación misma. Aún así, para Gilson siempre
será más cercano al pensamiento del Aquinate pensar a Dios como Acto puro de
Ser que como Forma.
386
En la ontología aristotélica, la forma se indentifica siempre con el acto, de modo que
no puede haber en ella potencialidad alguna. En cambio, en la ontología tomista, lo que se
identifica máxima y principalmente con el acto no es la forma sino el esse. En el orden
transcendental o del esse, pues, la forma está en potencia receptiva del esse por cuanto éste
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 209
niegan a aceptar, ingeniando fórmulas y tratando de explicar esta cuestión de otra
manera, pero, a juicio de Gilson y Fabro, sin éxito.
El punto de partida, pues, es el ente; y, en esto —en acuerdo pleno con
Aristóteles— coinciden ambos. El ens es lo primero que conoce el intelecto
humano, e indica la realidad «en acto», lo singular, objeto de nuestra aprehensión,
porque lo real es lo que se nos presenta como lo inteligible a nuestro
entendimiento. Es el aspecto formal del ente, su «formalidad» lo que le hace
poder ser conocido, lo que acerca al conocimiento humano a lo real.
Ens es el participio de esse, y expresa su actualidad, su existencialidad o
pertenencia a la realidad. Es el id quod est (o id quod habet esse), lo que tiene el ser.
Las dificultades comienzan —subraya Fabro— a la hora de establecer cómo se
entiende, y qué papel se le da al esse que actualiza el ens, porque, como acabamos
de decir, aquí santo Tomás dio una explicación que no había dado Aristóteles,
dando al esse, y no a la forma, el papel determinante de la actualidad387. No es que
para el filósofo griego el ens careciera de existencia, como afirma Gilson.
Aristóteles no concibe —en la opinión de Fabro— el ens sin la existencia. Pero,
una de las características propias del pensamiento del italiano, es diferenciar entre
el esse «in» actu, y esse «ut» actus, un matiz que servirá de gran ayuda en el debate
en torno al actus essendi, y a su comprensión.
Entrando en la comprensión tomista del esse, Fabro parte, al igual que
Gilson, del texto bíblico de Éx. 3, 14, donde Dios da a conocer Su propio nombre:
es considerado acto primero respecto de aquella. La forma (como acto) hace que una
materia (que es pura potencialidad) sea un ente. Pero, en la metafísica del ser tomista, el
ente no es principalmente la esencia, es decir, aquello que produce la forma cuando
actualiza a la materia haciéndola algo concreto, sino que el ente es principalmente lo que
tiene el acto de ser. Por eso, el orden prdicamental o substancial (donde la forma actúa
como acto) se concibe aquí subordinado al orden transcendetal o del ser (donde la
substancia, consituida como tal por la forma, actúa como potencia receptiva del acto de
ser. Aquí se evidencia la diferencia entre ambas ontologías, siendo la clave la
consideración de la diferencia entre esencia y ser.
387
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 171.
210 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Ego sum qui sum. El núcleo central del que parte santo Tomás es el de la
identificación del Ente supremo con el Esse perfectissimum. Que la Causa Primera y
suprema de todas las cosas sea en su misma esencia puro ser, obliga a reorientar
definitivamente las nociones básicas de la ciencia metafísica, haciendo emerger,
por encima de todo principio de actualidad, el esse
El primer momento (de la originalidad del esse tomista) viene constituido
por la asunción incondicionada de la definición de Dios según el texto del
Éxodo (3, 14): «Yo Soy el que Soy», que santo Tomás tiene en común con todo
el pensamiento cristiano patrístico y medieval. De aquí el esse es asumido
como última determinación metafísica de la esencia de Dios: de este modo, el
esse se imponía sin ambages como «perfección» constitutiva suprema y
dejaba su ambigüedad ontofenomenológica, antes bien, se ponía como la
perfección más alta siendo Dios el Ser perfectísimo388.
388
Ibíd., 178: “Il primo momento è dato dall´assunzione incondizionata della
definizione di Dio secondo il testo dell´Esodo (3,14): «Io Sono Colui che Sono» che San
Tommaso ha in comune con tutto il pensiero cristiano patristico e medievale. Di qui l´esse
è assunto ad ultima determinazione metafisica dell´essenza di Dio: a questo modo l´esse si
imponeva senz´altro come «perfezione» costitutiva suprema e lasciava la sua ambiguità
ontofenomenologica, anzi si poneva come la perfezione più alta essendo Dio l´Essere
perfettissimo”.
389
Cf. Ibíd., 180.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 211
Primera es concebida como Forma Pura. Dios —según estos autores— es Pura
Esencia, porque la esencia es lo que da el ser al ente, es lo más actual y formal que
hay, por tanto, estamos ante un plano diverso al de Tomás, el cual parte de la
concepción que ve en el esse la fuente de donde brota toda actualidad y pureza
ontológica. En este caso, pues, Dios no es ni tiene una esencia, porque ahora la
esencia pasa al plano de la potencialidad en el nivel radical de la constitución del
ser, a pesar de conservar su capacidad actualizadora en cuanto al orden
substancial, como vimos. La esencia ahora es concebida en potencia respecto al
esse, que es “lo más formal que hay”, lo más actual y fuente de toda actualidad.
Desde esta perspectiva, si bien podemos decir que en Dios esencia y ser se
identifican, sin embargo, no en el mismo plano, y tampoco en un sentido circular.
Es decir, podemos decir que la esencia de Dios «es» su mismo ser, pero no
podemos decir lo mismo al contrario, a saber, que el ser de Dios es su esencia.
Dios es Esse puro, pero no Essentia pura. Dios no es esencia, sino ser, y, por tanto,
en cuanto puro ser, podemos afirmar que su esencia se identifica con su ser, pero
no que su ser se identifica con su esencia390. Por tanto, aunque ser y esencia
coinciden en Dios, sigue siendo necesario destacar la primacía absoluta del Esse
en Dios, tal y como tanto Fabro como Gilson hicieron391. En todo caso, si hablamos
de esencia en Dios, lo hacemos en el sentido de que ésta es su ser. Esta fórmula no
está exenta de problematicidad, pues, partiendo de ella, podría sugerirse que sea
legítimo afirmar que el Esse puro no admite una esencia so pena de poner en
cuestión la misma fórmula del ipsum Esse, como, a nuestro juicio acertadamente,
hacen notar los defensores de la capitalidad de la esencia en Dios. Otra cosa será
390
Cf. Ibíd., 180: “San Tommaso cerca mostrare che Dio non ha propriamente
un´essenza, ma che la sua essenza è puro esse”.
391
Habrá que confrontar los análisis de estos autores con aquellos que defienden que
Dios es esencia, pura forma, como discutiremos en el siguiente capítulo. Según los
resultados de la investigación de Fabro, las fuentes cristianas de estos tomistas que
defienden que Dios es, ante todo, Esencia, son san Agustín y san Jerónimo, lo cuales
hablan de Dios como substancia (Agustín) y esencia (Jerónimo).
212 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
si la dificultad se resuelve en la esencia o en la misma primacía del ser. Por su
parte, santo Tomás recurre a tres razones392.
Según Fabro, a lo largo de estas razones se pone claramente de relieve la
emergencia del esse sobre la essentia («ratio Damasceni»): “Dicit «qui est» significat
esse indeterminatum, et non quid est: et quia in statu viae hoc tantum de ipso
cognoscimus, quia est, et non quid est, nisi per negationem, et non possumus
nominare nisi secundum quod cognoscimus; ideo propiissime nominatur a nobis
qui est”393.
La segunda se apoya en la así llamada ratio Dionysii, que presenta el paso
del sentido meramente “existencial” del esse a su sentido propiamente metafísico,
lo que Fabro denomina el esse intensivo394: “Tertia ratio sumitur ex verbis Dionysii
qui dicit quod esse inter omnes alias divinae bonitatis participationes, sicut vivere
et intelligere et huismodi, primum est et quasi principium aliorum, praehabens in
se omnia praedicta, secundum quemdam modum unita”395.
392
Estos argumentos tratan de introducir el tratamiento que Fabro hace del actus
essendi de Tomás, llamado por él «esse intensivo», y parten —según el filósofo italiano—
del análisis que el propio Tomás hace de la naturaleza de Dios en, In I Sent., d. 8, q. 1.
393
Esta es la primera razón explicativa del artículo de la cita nombrada supra. “Dice
Qui est («el que» es), que significa el esse indeterminado, y no quid est («lo que» es): y
porque sólo puede ser conocido por el mismo, como el que es, y no como lo que es, ni
siquiera por negación, ni tampoco podemos referirnos a él según lo que conocemos; por
eso es llamado por nosotros “el que es” como el modo más propio.
394
Como se aprecia, Fabro no utiliza el término «existencial» como lo hace Gilson. De
tal manera que este será el punto esencial de desencuentro entre ambos pensadores. En la
valoración final de este capítulo se comentará este matiz. Por otra parte, Fabro habla en
sus escritos del esse como actus essendi con la expresión «esse intensivo».
395
“La tercera razón la asumimos por las palabras de Dionisio, que dice que el esse es,
entre todas las otras bondades divinas participadas, como el vivir y el inteligir y otras,
primero y casi el principio de todas las cosas, el que posee en sí mismo todas las
anteriores, según un modo de estar unidas”.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 213
La tercera razón, que Fabro llama «de Avicena», profundiza lo propio e
importante del ser de Dios, el cual se identifica con su esencia, algo que le
diferencia cualitativamente de los entes creados. Fabro hace notar que la
importancia del recurso a Avicena aquí no está tanto en la cuestión de la
composición de esencia y existencia, sino más allá de esto, en el paso desde la
terminología utilizada por el libro del Éxodo a la de Aristóteles, poniendo de
relieve la denominación específica del esse como «acto»: «hoc nomen qui est vel ens
imponitur ab ipso actu essendi sicut homo ab humanitate»396.
De hecho, este debate en torno a si Dios tiene o puede tener o no tener
esencia, siendo puro ser, dura hasta el día de hoy, como hemos tenido ocasión de
comentar en el anterior apartado, a propósito de la confrontación con Dewan.
Así pues, en la metafísica de santo Tomás de Aquino existe una extensión
cualitativa de la noción de esse a través de un doble camino, a) el que llega al esse
actual a partir de la concepción de Dios como Acto Puro de Ser, el ipsum Esse
subsistens; y, b) la cualidad de esse intensivo fruto de un renovado concepto de
participación, no en el sentido neoplatónico sino integrando esta noción dentro
del nuevo marco ontológico. Que santo Tomás se apoyara en las nociones de
orden y participación del marco neoplatónico ha sido objeto de discusión y de
crítica. En cualquier caso, esta novedad será la que dé a su filosofía del ser un
aspecto novedoso, según los defensores de este marco interpretativo de Tomás.
Veamos cómo Fabro intenta mostrar el modo en que el Aquinate reformula la
noción de participación, integrándola en su propio contexto metafísico.
396
“Este nombre que es o que es ente le viene por su mismo acto de ser como hombre
de humanidad”; Ibíd., 181.
214 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
(Este progreso) consiste precisamente en tratar el esse como «acto» y en el
proclamarlo la prefección κατ ἐξοχήήν, esto es, lo que constituye una
auténtica revolución respecto al aristotelismo y al platonismo, y quizá
respecto a todas las principales formas históricas de la filosofía que centran el
acto sobre la forma y sobre la esencia. En cambio, santo Tomás, a la esencia
antepone el esse como acto actuante primero397.
Las fuentes principales a las que acude el Aquinate para dar al ser su nueva
virtualidad son neoplatónicas, a través del Pseudo-‐‑Dionisio y de Proclo, aunque
Fabro la sintetiza a la primera, por ser éste maestro del segundo398.
La obra principal que da a Tomás este nuevo horizonte es el De divinis
nominibus, junto con el De causis y la Elementatio theologica. En estos escritos de
tono marcadamente neoplatónico, el esse es precedido del Bonum por derivación o
creación: prima rerum creatarum est esse, afirma el De divinis nominibus. Dios se
identifica con el Bonum como causa suprema, mientras que el esse correspondería
a la primera criatura salida de él399.
No es de extrañar que esta consideración fontal de la metafísica
neoplatónica con la que estos pensadores cristianos tratan de construir la
identidad divina como Causa suprema, no parezca servir coherentemente a una
explicación que se precie de poner de relieve el esse como constitutivo único y
fundamental de Dios. La respuesta a esta aparente incógnita la cree encontrar
Fabro en los Comentarios que Santo Tomás realiza a los citados escritos, los cuales
le sirven para descubrir lo genuino de su metafísica, pero transformándola
cualitativamente desde la nueva perspectiva.
En primer lugar, leemos en el capítulo quinto del De divinis nominibus: “De
Existente, et in quo de Exemplaribus”. En él, santo Tomás comenta la crítica del
Pseudo-‐‑Dionisio al «separatismo» platónico. Estos, aunque descubren cierta
primacía de la Causa Primera, identificada con la Idea del Bonum, en cambio,
397
FABRO, La nozione metafisica di..., 194.
398
Cf. Ibíd., 195.
399
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 182.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 215
conciben el universo causal poblado de formas intermedias, subsistentes, que
corresponden a cada realidad sensible del mundo material400.
Frente a este esquema propio de la especulación típica del platonismo y del
neoplatonismo, Dionisio intentar «unificar» todas esas causas intermedias en la
Única Idea que es en verdad Causa de todo, y que sigue identificándose con el
Bonum. Como es natural, el Aquinate tomará de la corrección dionisiana el «modus
procedendi» por el que reconduce a una Única Causa toda formalidad que hace ser
al ente en el mundo sensible, pero sustituirá el Bonum por el Esse, haciendo en
consecuencia que la primacía causal sea Éste y no Aquél401. Dios, denominado
ahora «el Ser por esencia», no está constreñido ni sujeto a formalidad receptiva
alguna, al ser Puro Ser, tiene, en palabras de Fabro, “la plenitud de la energía de
ser”402: “Omnia alia habent esse receptum et participatum et ideo non habent esse
secundum totam virtutem essendi; sed solus Deus, qui est ipsum Esse
subsistens», secundum totam virtutem essendi, esse habet”403.
En este nuevo marco es más fácil comprender la noción de participación,
«más allá de» su enfoque platónico-‐‑neoplatónico. Al concebir a Dios como única
Causa Suprema, por tanto, como Esse puro, toda realidad que no sea Dios, tiene de
alguna manera que recibir, en una esencia, el esse404:
400
Cf. Ibíd., 183.
401
Cf. Ibíd., 184.
402
Ibíd., 185.
403
TOMÁS DE AQUINO. De div. nom., cap. 5, lect. 1, n. 629. «Todas las cosas tienen el ser
recibido y participado, y no lo tienen según la propia virtud de su ser; sino sólo Dios, que
es el ipsum Esse subsistens, según toda la virtud de su esencia, es el que tiene el ser».
404
Cf. FABRO, C. La nozione di partecipazione..., cit. p. 195.
216 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
participationibus, primo participant ipso esse; prius enim intelligitur aliquod
ens quam unum, vivens vel sapiens405.
Es el esse concebido como actus el que da a los seres creados un modus
essendi particular, que, en cualquier caso les hace ser como existentes, poseedores
de una virtualidad, una energía que brota del esse intensivo; a esto le llamamos
participación: “la participación en el esse es la primera dignidad ontológica de la
criatura finita”406. La participación de la criatura en el esse fundamenta la misma
noción de participación, en cuanto que, al concebirse el ser como lo más perfecto y
fuente de toda perfección, el único modo de explicar la perfección y existencia del
ser creado es porque haya una relación ontológica esencial entre el Esse Puro y el
esse creado (participado).
Este punto será también objeto de discusión. Algún autor actual interpreta
esta relación de participación entre Dios y las criaturas, en la que se establece una
405
TOMÁS DE AQUINO. De div. nom., cit. n. 635. «Dios es muy convenientemente llamado
con el nombre de ente... Lo que por sí es el ser, es el primero y el más digno que por sí es
vida y por su sabiduría, muestra dos cosas: la primera, en efecto, es que por éste
cualquiera de las cosas participan como participaciones, primero participan de ese mismo
ser; el primero, por tanto, entendido por algunos como ente en cuanto que es uno, vive o
sabe».
406
FABRO, C. La nozione di partecipazione..., cit. p. 196.
407
FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 207.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 217
unión esencial entre ambas partes, como un vestigio del emanacionismo helénico408.
Sin embargo, como se tratará de mostrar en su momento oportuno, el
emanacionismo tiene su razón de ser en la necesidad con que los seres inferiores
son producidos por la Causa Primera.
Igualmente, otra crítica que se hace al recurrir a la noción de participación
es por el carácter eminentemente negativo que esta doctrina tenía en la
concepción platónica, la cual veía en esta relación una decadencia, una caída o
degradación del ser a partir del ser puro. Ambas cosas son reconducibles en un
esquema como el de Tomás.
En primer lugar, en el modo en que éste concibe la participación, la
producción de los seres no se produce por emanacionismo sino por creación, dado
que, estos no son fruto de ninguna necesidad ontológica, sino que Dios mismo
actúa la creación como un acto de pura liberalidad y bondad. Al platónico le
resultaba más difícil sostener estas razones porque pretendía conciliarlas con la
necesidad ontológica, de ahí la dificultad.
En la doctrina de la creatio ex nihilo, Dios no crea por necesidad ni las
criaturas vienen a la existencia por ninguna razón que no sea el libre querer de
Dios. Se trata de un acto puro de libertad en el que Dios establece con las criaturas
creadas una auténtica relación ontológicamente esencial. Esta relación, tampoco
pone en peligro ni la unicidad ni la transcendencia divina, porque santo Tomás no
identifica la Esencia divina con la esencia creada de las criaturas. Una cosa es que
la esencia de la criatura sea tal cual la misma Esencia divina, que pertenezca a
ella. Entonces habría razón para afirmar que estamos ante un panteísmo claro. En
cambio, el Angélico habla de una relación esencial a través de la noción de
participación, que quiere decir que, Dios y la criatura están unidos esencialmente,
no por compartir la misma esencia, lo cual es imposible y absurdo, sino porque
Dios, al producir por creación los entes, deja Su huella impresa en ellos .
408
Por ejemplo Enrico Berti, en su artículo “Aristotelismo e neoplatonismo nella
dottrina tomistica di Dio come «ipsum esse». Studi aristotelici. Padova: L´Aquila, pp. 347-‐‑
353.
218 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Santo Tomás explicó esta doctrina recurriendo a ejemplos clásicos que
hemos citado en este trabajo, como el de la diafanidad del aire por el cual se
proyecta la luz. Es decir, al carecer de la plenitud del Esse, algo que corresponde
sólo a Dios, no sólo debemos diferenciar en la criatura ser y esencia, sino que, a
diferencia de los filósofos griegos, debemos explicar la relación entre Dios y las
criaturas. Sólo Dios es puro Ser, y los entes creados «son», pero, a la vez, no son,
porque sólo son en cuanto que Otro, Dios, les hace ser. Es este «hacer ser» de
parte de Dios lo que santo Tomás explica como el modo en que la criatura
participa de Dios.
La creación no es un acto puntual de producción ex nihilo de los seres, sino
un acto que no cesa, lo que se ha venido llamando la doctrina de la conservación de
los entes en el ser. Dios mantiene en el ser a la creación entera, y por tanto, en
cuanto los seres son porque Dios les hace ser (participan del ser), hablamos de
una relación esencial entre ambos. Dios hace ser, a través del acto creador, a la
criatura mediante un acto de ser particular y una esencia. Dios «crea» una esencia,
la educe de la nada, porque al ser el Esse puro, Él puede dar el ser, puede hacer
que exista una substancia con una esencia singular y propia, distinta de la suya
divina, estableciendo una relación ontológica esencial que integra la diferencia
pero en “comunión”, podríamos decir, la unión esencial sin la cual la criatura no
puede subsistir, porque Dios crea un ser y una esencia cualitativamente distintos
de sí, pero no por ser “otro” (la criatura) ésta puede subsistir por sí misma.
Así pues, tanto la dignidad ontológica del ser de la criatura, como la
subsistencia de ésta en el ser, aún respetando la cualitativa distancia ontológica,
hacen que Dios siga siendo necesariamente el garante de ésta.
Dando un paso adelante, después de esta pequeña explicación de la
importante cuestión de la creación y la participación, retomamos el tema que nos
interesa, que es el cómo entiende Fabro el descubrimiento de Tomás del actus
essendi.
De la interpretación del capítulo quinto del De divinis nominibus que íbamos
comentando nace, a partir de la «corrección dionisiana» de la teoría de las formas
separadas, la noción de esse intensivo:
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 219
Y ante otras participaciones del propio ser se ha presentado el propio ser
en sí mismo como anterior a aquello que es por sí mismo, esto es, ser vida y
aquello que por sí mismo es ser sabiduría, y aquello que por sí mismo es ser
divina semejanza; y cualquier otra cosa que participa de la existencia, si bien
todo participa, lo primero de todo, del ser409.
Fabro resume así los elementos principales del camino dionisiano del ser en
la interpretación dada por santo Tomás. Escribe así el filósofo italiano:
a) “Dios no es tanto esse, cuanto superesse, si el esse es entendido como el
acto de las cosas finitas.
b) De los nombres encontrados en las criaturas, el esse es el primero y más
conveniente a Dios.
c) El esse es el efecto propio de Dios en las criaturas”410.
Por su parte, en la opinión de Fabro, el Liber De Causis, aunque no tuvo el
mismo influjo que el Pseudo-‐‑Dionisio, forma parte igualmente de las obras que
sirvieron al Aquinate a elaborar, tanto su concepto de esse intensivo, a través de la
síntesis entre Platón y Aristóteles, como su noción de causalidad411:
409
TOMÁS DE AQUINO. De causis, I, 12. «Et ante alias ipsius participationes esse
propositum est ipsum secundum se esse senius eo quod est per se vitam esse et eo quod
est per se sapientiam esse et eo quod est per se similitudinem divinam esse; et alia
quaecumque existentia participantia, ante omnia illa esse participant».
410
FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 188.
411
Cf. Ibíd., 189.
220 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
causalidad sobre las cosas que vienen después de su mismo género y de
géneros inferiores412.
412
TOMÁS DE AQUINO. De causis, I, 13. «Quia (Platonici) deos appellabant primas formas
separatas in quantum sunt secundum se universales, consequenter et intellectus divinos et
animas divinas et corpora divina dicebant, secundum quod habent quamdam
universalem influentiam et causalitatem super subsequentia suo generis et inferiorum
generum».
413
Ibíd., I, 3. «Oportet enim dicere quod omnia ista sunt essentialiter ipsa prima
omnium causa, a qua res participant omnes huismodi perfectiones, et sic non ponemus
multos Deos sed unum».
414
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 194.
415
TOMÁS DE AQUINO. De causis..., I, 4. «In tantum igitur intelligentia est composita in
suo esse ex finito et infinito, in quantum natura intelligentibus infinita dicitur secundum
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 221
Donde el Angélico sí hace una corrección al platonismo de Proclo es cuando
éste identifica el esse infinito como formalidad intermedia entre el Bonum y el ens.
En contra de este esquema marcadamente platónico, santo Tomás establece que
Dios está por encima de las realidades intermedias (infinito participado), que son
las formas puras, pero no por encima del infinito por esencia, que es Él mismo416.
Para llegar a una noción clara y concisa de esse intensivo, Fabro da un paso
adelante una vez que ha revisado las fuentes de donde santo Tomás irá
formulando una nueva naturaleza del esse. El esse es siempre acto realizado en
cualquier orden, tanto real como lógico, por tanto, debemos distinguir entre un
plano formal (esse formal) y otro real (esse real), que corresponden, a su vez, al esse
essentiae, por un lado, y al actus essentiae: “Al diferenciarse, pues, en toda criatura
la esencia y el ser, no puede la esencia comunicarse a otro subordinado, a no ser
conforme a otro ser que es acto de la esencia”417.
En lo divino la paternidad no añade otro ser conforme a la cosa que el ser
de la esencia en el que Padre e Hijo comunican418. (Y todavía): La criatura
alcanza al propio Dios no sólo conforme a la obra, sino también según el ser:
sin duda el acto de la esencia no es conforme al ser, puesto que la criatura no
potentiam essendi, et ipsum esse quod recipit est finitum. Et hoc sequitur quod esse
intelligentiae multiplicari possit, in quantum est esse participatum: hoc enim significat
compositio ex finito et infinito».
416
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 210.
417
TOMÁS DE AQUINO. In I Sent., d. 4, q. I, a. 1 ad 2. «Cum enim in omni creatura
differat essentia et esse, non potest essentia communicari alteri supposito, nisi secundum
aliud esse quod est actus essentiae».
418
Ibíd., d. 21, q. I., a. 2. «In divinis paternitas non addit secundum rem aliud esse
quam esse essentiae in quo Pater et Filius communicant».
222 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
puede entrar en la naturaleza divina, sino según lo que es el acto de la
hipóstasis o de la persona419.
Como hace notar el filósofo italiano, estos diversos aspectos del esse
requieren un análisis metafísico que ponga en claro el particular sentido con que
el Aquinate utiliza el concepto de esse según se tome en un modo u otro. De
hecho, de estos textos se ha tomado pie para interpretar a un Tomás en una
posición u otra, y el debate llega hasta nuestros días.
Como se ha estado insistiendo a lo largo de toda la exposición, y he aquí
que Fabro es uno de los autores que más se han detenido en el estudio de este
problema, el punto que nos puede hacer entender la diferencia del papel
ambivalente y determinante del esse es la diferenciación entre esse «in» actu, y esse
«ut» actus. El esse in actu corresponde al esse essentiae, el cual abarca tanto el ser
substancial como el ser accidental. En cambio, el esse ut actus corresponde al esse
ut actus essendi, que es el ser que transciende la substancia, porque posee su raíz
en el origen mismo de ésta, y es el que le da la subsistencia a la substancia. Por
tanto, causa transcendentalmente la substancia y le hace subsistir420.
Y, aún cabe una apreciación más dentro de este análisis de los sentidos de
esse. Observa nuestro autor que, partiendo del punto de vista gramatical, esse es el
infinitivo de ens, “como currere de currens, y, como currere tiene su abstracto
formal cursus, que es la formalidad del acto de correr como tal (...) así la esencia
parece poderse decir la formalidad por la cual una cosa y toda cosa es y es lo que
es” 421 . Esta apreciación ha cristalizado en la dialéctica de los dos sentidos
principales del esse, que santo Tomás tomará, en este caso, de Boecio, el cual será,
junto al Pseudo-‐‑Dionisio, una de las fuentes principales del descubrimiento del
actus essendi.
419
Ibíd., d. 37, q. I, a. 2. «Creatura attingit ad ipsum Deum non solum secundum
operationem, sed etiam secundum esse: non quidem prout esse est actus essentiae, quia
creatura non potest transire in naturam divinam, sed secundum quod est actus hypostasis
vel personae».
420
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 201.
421
Ibíd., 202.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 223
Hablamos de la distinción boeciana entre el quod est y el quo est de la
substancia que, ya en Boecio, se convertirá en quod est y esse:
Lo que es, dice el mismo supuesto, es lo que tiene ser. En todas aquellas
cosas en las que hay unión de materia y forma, se da también la unión de
aquello por lo que es y lo que es: a) Puede, pues, llamarse “por lo que es” la
propia forma de la parte que da el ser a la materia; b) Puede llamarse “por lo
que es” el propio acto de ser, evidentemente ser, de la misma forma que por
lo que se corre es el acto de correr; puede también llamarse “por lo que es” la
propia naturaleza que resulta de la unión de forma y materia, como la
humanidad, especialmente según los que sostienen que la forma que es el
todo, que se llama quididad (esencia) no es forma de la parte, entre los que
está Avicena422.
422
TOMÁS DE AQUINO. In I Sent., d. 8, q. V, a. 2. «Quod est» dicit ipsum suppositum,
habens esse... In omnibus illis in quibus est compositio ex materia et forma, est etiam
compositio ex quo est et quod est; a) Potest enim dici «quo est» ipsa «forma partis, quae
dat esse materiae»; b) Potest dici «quo est ipse actus essendi», scilicet esse, sicut quo
curritur est actus currendi; c) Potest etiam dici «quo est» ipsa natura quae relinquitur ex
coniunctione formae et materia, ut humanitas, praecipue secundum ponentes quod forma
quae est totum, quae dicitur quidditas, non est forma partis, de quibus est Avicenna».
423
FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 202.
224 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
por sí, es indiferente a la realidad, e intenta probar esta afirmación diciendo que
es absoluta en el sentido de que tanto puede como no puede tener relación a la
existencia, real o lógica. Lo único que existe de modo actual, de por sí, es el ens,
puesto que sería contradictorio afirmar un ens non ens, esto es, un ens no
existente424.
Entonces, el esse es principalmente el actus essendi, porque es el que le da la
subsistencia y el otorga la máxima actualidad al ente real. El esse como esse
essentiae corresponde a la esfera formal (lógica o real) donde el ente (substancial)
recibe todo lo que es, en cuanto es «lo que» es. Aquí coincidirían plenamente
Gilson y Fabro, si bien el segundo dedica una atención más rigurosa tanto a la
fuente de esta distinción como a su desarrollo analítico.
Está, por tanto, el esse essentiae, y el esse que es actus essendi; en la esfera
del esse essentiae se distinguen el ens (esse) substantiale, y el ens (accidentale), en
el sentido que se ha dicho: pero el esse actualizante que es el actus essendi no
divisible, es tal porque indica la cualidad de acto absoluta que hace la
primera discriminación de lo real en el primer fundamento de la verdad,
porque es inescindible y simplicísima afirmación de su acto, y tiene por
contrario simplemente el no-‐‑ser. La esencia en cambio, es dividida ya en
substancia y accidentes, y toda esencia, por el hecho que es finita —es decir,
determinada—, es compuesta de género y diferencia, y en la esfera material
también de materia y forma, así que es distinta de las otras, y tiene por
contrarias todas las otras425.
La conclusión es clara y se apoya en un texto que difícilmente deja lugar a
dudas respecto de la cuestión: el esse intensivo, entendido como actus essendi, tiene
la primacía absoluta en la concesión de actualidad fontal u originaria respecto del
ente:
Dando otro paso adelante, en la Proposición V (II) del comentario al De
ebdomadibus, observa santo Tomás: “Antes es necesario tener el «esse simpliciter»
424
Cf. Ibíd., 203.
425
Ibíd., 204.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 225
para tener después el «esse aliquid»”. Y comenta Fabro: “Si bien para santo Tomás
el esse simpliciter no es la esencia substancial por sí misma, sino el ipsum esse, que
es el actus essendi o bien, el esse intensivo”426. Y en la proposición sexta de este
mismo comentario dice: “Omni composito aliud est esse, aliud ipsum est”.
La composición del ente real se resuelve en esta dialéctica, la cual
fundamenta toda estructura posterior, lógica o predicamental. Fabro añade que la
distinción tiene que ser real en su primer momento crucial, que es el
transcendental, en su propia constitución primera, de lo contrario, el resto
derivado de esta distinción tampoco podría ser considerada «real», lo cual es
absurdo: “Esta distinción de esse y quod est es el «prius» ontológico en la estructura
de lo finito, y constituye el momento transcendental puro de la creación en su
término”427.
Santo Tomás empleará, a veces, la expresión, referida al esse, como aquello
«más formal que hay», otra afirmación que ha confundido y sigue siendo apoyo
para algunos autores, los cuales quieren ver en ella una justificación para
reclamar otro trato para la forma o, más aún, para relacionar de una manera muy
determinada forma y esse. Para el filósofo italiano, entender bien esta dialéctica es
la clave para comprender la originalidad del pensamiento tomista.
Esto no es solamente un punto de referencia de resolución lógico-‐‑formal,
sino el fundamento de derivación real de toda perfección y formalidad, la
forma formarum y el acto de todos los actos que realmente no participa de
nada, pero del que todo y todos participan (...). Santo Tomás rompe el círculo
de la inmanencia cerrada del aristotelismo. Cualquier forma pura separada es
incluso siempre particular, donde se distingue de toda otra, cada una, si se
puede decir que es la propia esencia no es sin embargo, el ipsum esse, sino
participa del esse. El ipsum esse es uno solo, Dios428.
426
Ibíd., 210.
427
Ibíd., 211.
428
Ibíd., 213.
226 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
d) La causalidad predicamental
Santo Tomás, en cambio, sitúa el problema que no era resoluble en los dos
anteriores, en el del ser predicamental. En el ejemplo clásico “Pedro es hombre”,
429
Ibíd., 323.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 227
“Pedro” no sólo comporta la humanidad como nota universal de su esencia, sino
que esta universalidad está representada en Pedro, por tanto, Pedro, que tiene las
notas características propias de la humanidad, aún formando parte de ella y
representarla, la encarna de un modo del todo concreto y particular430. Cuando un
padre genera un hijo, por ejemplo, Pedro genera a Pablo, según santo Tomás, es
cierto que genera una naturaleza humana, pero no la humanidad como tal, sino
ésta en su devenir concreto431.
En este importante punto, Cornelio Fabro trata de conciliar la antítesis entre
platonismo y aristotelismo a través de la especulación tomista. Según entiende el
filósofo Italiano, el Aquinate parte de una fórmula que procede del Estagirita,
pero no puede agotar la nueva valencia que, según él, posee el esse tomista.
En efecto, Fabro muestra que Aristóteles descubrió la razón última de todo
lo que es (incluyendo su naturaleza o esencia) en la forma substancial. Ésta no
sólo se comporta como principio de unidad y vitalidad del ente, sino además
como razón de todo el ser accidental. Toda potencia y facultad del ente deriva de
un único principio, y éste es el ser substancial, concebido como forma. La forma da
el ser en todos los ámbitos propios de la substancia: “La forma no es solo el acto
substancial, sino en conjunto, y precisamente porque el acto substancial debe ser
único, ésta es el principio y la causa de todo grado de actualidad del ser, sea en el
orden substancial como accidental”432.
Santo Tomás siguió con exactitud esta doctrina de Aristóteles, subrayando,
eso sí, la unidad esencial de la forma substancial. Todo ente tiene una sola forma
substancial que le constituye y le hace ser lo que la cosa es433.
También el ser de la substancia se tiene como unidad de la cosa, puesto
que la unicidad y el ente convergen: de donde una cosa no puede tener dos
430
Cf. FABRO, C. La nozione metafísica di..., cit. p. 168.
431
Cf. FABRO, C. Partecipaione e..., cit. p. 324.
432
Ibíd., 323.
433
Cf. Ibíd., 331.
228 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
seres substanciales, a no ser que pierda su unicidad; por lo que en una cosa
compuesta de substancia y accidente no hay unicidad a no ser según la
esencia. Así pues, no sostendríamos ninguna contradicción, si pusiéramos en
la cosa algunas formas, a las que sin embargo no siguiera el ser. Pues sólo por
la naturaleza del propio ser, que se encuentra en la substancia de modo
absoluto, se impide la pluralidad en simplicidad de formas de substancias en
la misma cosa. Por lo que es cierto, y mostrado por el Filósofo, que es
imposible establecer varios seres substanciales en una sola cosa, en la propia
cosa se ponga solamente la forma a la que sigue el ser; además, en cambio, no
pueden connumerares con él. Por eso, siendo una sola cosa el supuesto del
mixto y el ser, una sola es su forma434.
434
TOMÁS DE AQUINO. De nat. mat., c. 8. «Esse etiam substantiae habet se sicut unitas
rei, quia unum et ens convertuntur: unde una res non potest habere duo esse
substantialia, nisi amittat unitatem suam; unde in re composita ex substantia et accidente
non est unitas nisi secundum quid. Nihil ergo contradictionis sustinebimus, si posuerimus
in re aliquas formas, ad quas tamen non sequatur esse simpliciter. Solum enim per
naturam ipsius esse simpliciter, quod in substantia reperitur, simpliciter impeditur
pluralitas formarum substantialium eiusdem rei. Unde certum est, et a Philosopho
ostensum, quod impossibile est plura esse substantialia in una re ponere sed solum forma
ad quam esse sequitur, in re ipsa ponitur; aliae vero ei non connumerantur (...). Unde cum
unum sit suppositum mixti et esse unum, una tantum est forma eius».
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 229
validado esta dialéctica del ser substancial-‐‑formal dentro del ámbito
exclusivamente «predicamental»435.
Para santo Tomás, la formula forma dat esse, si es válida en el orden sea
esencial como real, lo es en el orden predicamental solamente. No podía serlo
en el transcendental. Es decir, la forma es el principio determinativo y por
tanto propiamente constitutivo de la esencia real porque es acto de la
materia, y es el principio realizante (el acto) en el orden real, porque todas las
actividades del concreto hacen cabeza al acto primero de la substancia que es
la forma. Pero, en el orden transcendental la forma no es el esse, que es el
actus essendi, el cual procede por participación de Dios436.
435
Cf. Ibíd., 332.
436
Ibíd., 333.
437
TOMÁS DE AQUINO. De ente..., c. 5. En la introducción se lee también: Sed essentia
dicitur, secundum quod per eam et in ea res habet esse. Y en el capítulo 2: quamvis huiusmodi
esse suo modo sola forma sit causa; apud., Ibíd., 335. Texto latino: «Talis invenitur habitudo
230 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Fabro ve aquí el «principio de la emergencia del acto». La forma da
verdaderamente el ser substancial porque actúa como acto respecto de una
materia (potencia). Pero igualmente se subraya con cautela esta superioridad
relativizando su valencia porque no hay forma sin materia, lo que equivale a decir
que no se puede dar la una sin la otra, pues una forma es siempre forma de una
materia, formando en su conjunto el ente, la cosa.
2. Dice Tomás:
El ser no es causado eficientemente por los principios de la esencia: todo lo
que se allega a algo, o bien está causado por los principios de su propia
naturaleza, como la capacidad de reír al hombre, o bien le viene por algún
principio extrínseco, como la luz en el aire. Sin embargo, no puede ser que el
propio ser sea causado por la propia forma de la causa o por su esencia.
Digo, en cambio, causado como por una causa eficiente: puesto que así
alguna cosa sería causa de sí misma y alguna cosa se llevaría a sí misma al
ser438.
materiae et formae, quod forma dat esse realiter materiae. Et ideo est impossibile esse
aliquam formam sine materiam».
438
TOMÁS DE AQUINO. De ente..., c. 5; apud, Ibíd., 333. «Esse non causatur efficienter a
principiis essentiae: Omne quod convenit alicui, vel est causatum ex principiis naturae
suae, sicut risibile ab homine; vel advenit ei ex aliquo principio extrinseco, sicut lumen in
aëre. Non autem potest esse quod ipsum esse sit causatum ab ipsa forma rei vel
quidditate. Dico autem causatum sicut a causa efficiente: quia sic aliqua res esset suipsius
causa, et aliqua res seipsam in esse produceret».
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 231
desde el punto de vista metafísico, santo Tomás enseña que deben comprenderse
como dos elementos distintos.
3. “Dicendum quod «esse creatum non est per aliquid aliud», si per dicat
causam formalem intrinsecam: immo «ipso formaliter est creatura; si autem dicat
causam formalem extra rem, vel causam effectivam, sic est per divinum esse et
non per se»439“.
Aquí, apunta Fabro, aún no está presente bien definido el principio forma
dat esse, pero aparecerá en los siguientes textos.
4. “Dios, por la creación, confirió a las cosas el ser de la naturaleza y aquel ser
es formalmente la forma recibida en la propia cosa creada, que es casi el término de
la obra del mismo agente; y de nuevo aquella forma es el principio de las obras de
la naturaleza, que Dios ha obrado en las cosas”440.
El ser substancial, efecto del acto creador de Dios, capacita a esa naturaleza
para obrar según las facultades que le son propias. Aunque es el ser substancial el
que realiza, considerado en su conjunto, las operaciones, sin embargo es la forma
la que recibe el esse por participación transcendental, como tratarán de mostrar los
demás textos.
5. “Pues que algo sea forma substancial de otro, se requieren dos cosas. Una
de las cuales es que la forma sea principio del (ser-‐‑existir) substancialmente de
aquel cuya forma es: y digo principio no efectivo, sino formal, por lo cual algo es
y se denomina ente. De donde se sigue una segunda condición: a saber, que la
forma y la materia convengan en un sólo ser, lo cual no ocurre respecto del
439
TOMÁS DE AQUINO. In Sent., d. 8, q. I, a. 2, ad secundum.
440
Ibíd., ad tertium. «Deus per creationem contulit rebus «esse naturae», et illud esse est
«formaliter a forma recepta» in ipsa re creata, quae est quasi terminus operationis ipsius
agentis; et iterum forma illa est principium operationum naturalium, quas Deus in rebus
operatur».
232 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
principio efectivo con aquel al cual se da el ser, y es en este ser en el que subsiste
la substancia compuesta, que es una según el ser y consta de materia y forma”441.
El sentido formal es confrontado al final del texto, apunta Fabro: Quanto la
forma est nobilior, tanto in suo esse semper excedit materiam. La distinción —subraya
el pensador italiano— de los dos tipos de causalidad, tanto formal como efectiva,
queda explicitada442.
6. “Sin embargo, es doble la causa del ser: a saber: a) La forma por la que
algo es en acto y el agente que hace el ser en acto. b) Es evidente, pues, en las
cosas corruptibles que la corrupción accede por lo que algo es apartado de su
propia causa formal, por la cual algo tiene el ser en acto; así pues, como la
generación que es el camino hacia el ser es por medio de la adquisición de la
forma, así la corrupción que es el camino hacia el no ser, es por pérdida de la
forma; si, en efecto, la substancia que está por su propia esencia se corrompe,
conviene que se separe de su causa formal, pero su forma es su esencia, por lo que
se separaría de su propia esencia, lo cual sería imposible. Así pues, no es posible
que la substancia que es por sí misma se corrompa. Sin embargo, para que nadie
crea que las substancias que están de este modo por su propia esencia no
dependen de alguna causa agente superior, consecuentemente se excluye esto,
allí: Y no llega a ser causa de sí mismo etc.… Y dice que esto no se debe entender
así, que la sustancia de este modo sea causa de sí misma como no dependa de otra
causa agente superior; pero se dice esto porque la substancia de este modo por sí
misma tiene relación con la causa primera en cuanto sin duda es causa de su
formación. Vemos, pues, que las cosas materiales se refieren a una causa primera
para que tomen el ser de ella por su propia forma; y hasta tal punto la sustancia
441
TOMÁS DE AQUINO. C. G. II, 68. «Ad hoc quod aliquid sit forma substantialis alterius,
duo requiruntur. Quorum unum est ut «forma sit principium essendi» substantialiter ei
cuius est forma: «principium» autem dico «non effectivum sed formale», quo aliquid est et
denominatur ens. Unde sequitur aliud, scilicet quod forma et materia conveniant in uno
esse, quod non contingit de principio effectivo cum eo cui dat esse; et hoc esse est in quo
subsistit substantia composita quae est una, secundum esse ex materia et forma constans».
442
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 335.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 233
cuya forma es todo esencia, tiene por sí misma relación siempre con su propia
causa y no es causada esa relación con la sustancia de este modo por alguna otra
forma”443.
Esta es, para Fabro, la formulación más acabada de la correcta
interpretación de la investigada fórmula forma dat esse en los escritos de Tomás.
7. “Aquellas cosas que no son compuestas de materia y forma, son un único
ser constante, puesto que la materia es un ser en potencia y llega a ser un ser en
acto por la llegada de la forma, que es su causa de ser. Pero, la forma no tiene así
el ser por medio de otra forma; de donde si es alguna forma subsistente, es sólo
un ser constante, y no tiene causa formal de su propio ser; tiene, sin embargo,
causa una que le da el ser, pero no una causa que mueva que la vuelva de
potencia preexistente a acto”444.
La forma es como el «mediante» del esse: Esse naturale Deus facit... mediante
aliqua causa formali.
443
TOMÁS DE AQUINO. De causis I, 24. «Est autem duplex causa essendi: a) scilicet
«forma per quam aliquid actu est, et agens quod facil actu esse». b) Manifestum est enim
in rebus corruptibilibus quod corruptio accidit per hoc quod aliquid separatur a sua causa
formali «per quam aliquid habet esse in actu»; sicut enim «generatio» quae est «via ad
esse, est per acquisitionem formae», ita corruptio «quae est via ad non esse, est per
referuntur ad causam primam ut accipiant esse ab ea per suam formam»; et ideo
substantia cuius tota essentia est orma, habet per seipsam relationem semper ad causam
suam et non causatur ista relatio in huiusmodi substantiam per aliquam aliam formam”.
444
TOMÁS DE AQUINO. Q. De Spir. Creat., a. 1, argum. 5. «Illa enim quae non sunt
composita ex materia et forma, statim sunt ens et unum, quia materia est ens in potentia, et
fit ens actu per adventum formae quae est ei causa essendi. Sed forma non habet sic esse per aliam
formam; unde si sit aliqua forma subsistens, statim est ens et unum, nec habet causam
formalem sui esse; habet tamen causam influentem ei esse, non autem causam moventem quae
reducit ipsam de potentia praeexistenti in actum».
234 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
8. “Dios crea en nosotros el ser natural por creación sin que medie ninguna
causa agente, sino mediando alguna causa formal: pues la forma natural es el
principio del ser natural”445.
El sentido del «mediante» está en que es por la forma como la substancia se
relaciona con el primer principio:
9. “La forma da el ser a la materia; pero el accidente no da el ser al sujeto,
sino el sujeto al accidente. Y, puesto que la forma hace ser en acto, así se dice que
la forma es acto: lo que, sin embargo, hace ser acto substancial se llama forma
sustancial, y lo que hace ser acto accidental se llama forma accidental”446.
En conclusión, forma dat esse a su modo y en su ámbito propio (que es el
substancial):
10. “Puesto que la forma no es el propio ser, sin embargo se tienen según un
orden: pues se compara la forma al propio ser como la luz al lucir, como la
blancura al ser blanco. Luego, porque a la propia forma también se le compara el
propio ser como acto. Por esto, pues, en las cosas compuestas de materia y forma
se dice que la forma es el principio del ser, porque es complemento de la
substancia, cuyo acto es el propio ser: como la transparencia es para el aire
principio de iluminación que lo hace propio sujeto de luz. De donde, en los
compuestos de materia y forma, ni de la materia ni de la forma puede decir que
eso mismo es lo que es, ni de la forma puede decir que eso mismo es lo que es, ni
tampoco que sean el propio ser. Sin embargo, la forma puede decirse que es por
lo que es, según lo que es el principio de la iluminación; pero la propia substancia
445
TOMÁS DE AQUINO. De Ver., XXVII, 1, ad tertium. «Esse naturale per creationem Deus
facit in nobis nulla causa agente mediante, sed tamen mediante aliqua causa formali: forma
enim naturalis principium est esse naturalis».
446
TOMÁS DE AQUINO. De princip. nat. II, q. 8. «Forma dat esse materiae; accidens autem non
dat esse subiecto, sed subiectum accidenti (...). Et quia forma facit esse in actu, ideo dicitur
quod forma est actus: quod autem facit esse actu substantiale, dicitur forma substantialis,
et quod facit actu esse accidentale, dicitur forma accidentalis».
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 235
en su totalidad es lo que es propiamente; y el mismo ser es por el que la
substancia se denomina ente”447.
A este texto, añade Fabro el siguiente comentario:
447
TOMÁS DE AQUINO. C. G. II, 54, tertio. «Quia nec forma est ipsum esse, sed se habent
secundum ordinem: comparatur enim forma ad ipsum esse sicut «lux» ad «lucere», vel
«albedo ad album esse». Deinde quia ad ipsam etiam formam comparatur ipsum esse ut
actus. Per hoc enim in compositis ex materia et forma dicitur forma esse principium
essendi, quia est «complementum» substantiae, cuius actus est ipsum esse: sicut
diaphanum est aëri principium lucendi quia facit eum proprium subiectum luminis. Unde
in compositis ex materia et forma nec materia nec forma potest dici ipsum quod est, nec
etiam ipsum esse. Forma tamen potest dici «quo est», secundum quod est principium
lucendi; ipsa autem tota substantia est ipsum «quod est»; et ipsum esse est «quo»
substantia denominatur ens».
448
FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 338, nota 37. “Il significato del «forma dat esse»
nel tomismo non è più semplice, ma duplice: vale a dire, uno implicito e fondamentale e
un secondo esplicito e secondario. Anzitutto, «forma dat esse formale», ovvero essa è
l´elemento costitutivo (da sola o con la materia) di ogni essenza reale: è il significato
schiettamente aristotelico (ed anche platonico, nel suo fondo). Poi «forma dat esse», in
quanto solo l´essenza reale ch´essa determina come atto formale è il vero soggetto dell´esse
236 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
La valoración general que Fabro hace de los textos es la siguiente:
El ente sólo puede ser concebido como lo que es, ente, por tanto, algo que
existe en la realidad, por el esse formale, es decir, por su acto substancial
determinativo, que le hace ser, en el orden predicamental, como tal ente. Pero, si
lo que se busca no es la causalidad —Fabro llama, «segunda»—, que es la que
corresponde al ser formal, entonces nos elevamos a un nivel transcendental, que
es el del esse intensivo, esto es, a la causalidad primera y originaria del ente, y que
proviene de Dios, el cual hace participar, a través del actus essendi intensivo, a la
criatura en su propio esse449.
ii) La causalidad de la forma y la emergencia del esse
actus essendi: in questo senso la forma nella metafisica tomistica quasi si trasfigura
metafisicamente, in quanto conferendo all´essenza l´atto formale la rende nel senso
prossimo la potenza recettiva dell´esse, actus essendi (“... est complementum substantiae
cuius actus est ipsum esse”).
449
Cf. Ibíd., 339.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 237
Es por ello que Fabro distingue dos momentos en su comprensión de la
doctrina tomista de la causalidad, el inmanente, que corresponde a la causalidad
formal de la substancia; y la transcendente, que corresponde a la causalidad
eficiente. Lejos de excluirse, ambas de interrelacionan y necesitan. El esse necesita
de la forma para constituir el ente en su orden propio, y para actualizar un id quod
receptivo sin el cual no hay ente. Al mismo tiempo, la forma necesita del esse para
ser actualizada y cumplir su función, en este caso, actualizadora, respecto del
ente. Actúa, pues, en un sentido como potencia (respecto del esse), y como acto
(respecto de la essentia)450:
Toda forma que viene del existir en acto, es forma accidental. Pues la
forma substancial hace ser simplemente en acto. Es imposible que haya
distintas formas substanciales en un único y mismo ser: y esto hasta tal punto
porque la cosa tiene ser y unicidad por ello mismo. Es manifiesto, sin
embargo, que la cosa tiene ser por la forma, de donde también por la forma
tiene la cosa unicidad: y por esto, dondequiera que haya multitud de formas,
no hay un ser simple como el hombre blanco no es un ser simple, ni un
animal bípedo fuera solamente uno solo, si por una cosa fuera animal y por
otra bípedo, como dice el Filósofo451.
La forma es causa del ser y agente; de donde el agente en cuanto conduce
a la materia al acto de la forma transmutando, es su causa de ser. Si algo, sin
450
Cf. Ibíd., 354.
451
TOMÁS DE AQUINO. Quodlib., I, a. 6. «Omnis forma adveniens existenti in actu, est
forma accidentalis. Forma enim substantialis facit esse actu simpliciter (...). Impossibile est
in uno et eodem esse plures formas substantiales: et hoc ideo quia ab eodem habet res esse
et unitatem. Manifestum est autem quod res habet esse per formam, unde et per formam
res habet unitatem: et propter hoc, ubicumque est multitudo formarum, non est unum
simpliciter, sicut homo albus non est unum simpliciter, nec animal bipes esset unum
simpliciter, si ab alio esset animal et ab alio bipes, ut Philosophus dicit».
238 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
embargo, es forma subsistente, no tiene ser por algún principio formal ni
tiene causa que transforme de potencia a acto452.
La integración del esse tomista con la substantia aristotélica es máxima en el
orden predicamental y formal. Donde emerge, pues, el esse intensivo propio de la
genuina metafísica tomista, es en el de la causalidad transcendental. Es ahí donde
toda la dinámica ontológica se resuelve en un único principio radical y fontal, la
Causa Primera, el ipsum Esse, la cual, esta vez sí, encierra la plenitud de todos los
órdenes de los principios causales (formal, eficiente y final)453.
452
TOMÁS DE AQUINO. S. Th., I, q. 75, a. 5 ad tertium. Cfr. S. Th. I, q. 90, a. 2 ad primum.
«Forma est causa essendi et agens; unde agens in quantum reducit materiam in actum
formae transmutando, est ei causa esssendi. Si quid autem est forma subsistens, non habet
esse per aliquod formale principium, nec habet causam transmutatem de potentia in
actum».
453
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 355.
454
Cf. Ibíd., 356.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 239
Se debe considerar que las cosas que participan del ser a partir de un
primer ente, no participan del ser según un modo universal de ser, según lo
que es en un primer principio, sino particularmente según cierto modo
determinado de ser que conviene a este género y especie. Sin embargo, cada
una de las cosas se adapta a un único y determinado modo de ser según el
modo de su propia substancia. Sin embargo, el modo de cada una de las
substancias compuestas de materia y forma, es según la forma por la que
pertenece a determinada especie. Así, por tanto, la cosa compuesta de
materia y forma, por su propia forma llega a ser participativa del propio ser
de Dios según su propio modo455.
Fabro entiende en este texto que santo Tomás considera la forma como
aquella realidad que se convierte en «intermediario metafísico» por la dinámica
de la participación en el Esse per essentiam. Santo Tomás —entiende él— estaría
distinguiendo claramente aquí dos causalidades en el esse, una predicamental y
otra transcendental456.
Por tanto, se encuentra en la sustancia compuesta de materia y forma un
doble orden: uno sin duda de la materia propia a la forma; otro, sin embargo,
de la misma cosa ya compuesta al ser participado. No es, pues, el ser de la
cosa ni su forma ni su propia materia, sino algo que se allega a la cosa por la
forma. Así, por tanto, en las cosas compuestas de materia y forma, la materia,
sin duda, considerada en sí misma, según el modo de su esencia, tiene ser en
potencia y tiene este mismo ser a partir de alguna participación del primer
455
TOMÁS DE AQUINO. De subst. sep., c. VI, n. 44. «Considerandum est quod ea quae a
primo ente esse participant, non participant esse secundum universalem modum essendi,
secundum quod est in primo principio; sed particulariter secundum quemdam
determinatum modum essendi qui convenit huic generi vel speciei. Unaquaequae autem
res adaptur ad unum determinatum modum essendi secundum modum suae substantie.
Modum autem uniuscuisque substantiae compositae ex materia et forma, est secundum formam
per quam pertinet ad determinatam speciem. Sic igitur res composita ex materia et forma,
per suam formam fit participativa ipsius esse a Deo secundum proprium modum».
456
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 356.
240 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
ser; carece, en verdad, considerada en sí misma, de forma por la que
participe del propio ser en acto según su propio modo457.
457
TOMÁS DE AQUINO. De subst. sep., n. 44b. «Invenitur igitur in substantia composita ex
materia et forma duplex ordo: unus quidem ipsius materiam ad formam; alius autem ipsius rei
iam compositae ad esse participatum. Non enim est esse rei neque forma eius neque materia
ipsius, sed aliquid adveniens rei per formam. Sic igitur in rebus ex materia et forma
compositis, materia quidem secundum se considerata, secundum modum suae essentiae
habet esse in potentia, et hoc ipsum est ei ex aliqua participatione primi entis; caret vero
secundum se consderata, forma, per quam participat ipsum esse in actu secundum proprium
modum».
458
Ibíd., n. 44c. «Ipsa vero res composita, in sui essentia considerata, iam habet formam
esse, sed participat esse proprium sibi per formam suam. Quia igitur materia recipit esse
determinatum actuale per formam, et non e converso; nihil prohibet esse aliquam formam
quae recipiat esse in seipsa, non in aliquo subiecto».
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 241
y con cierto orden conduciendo la materia hacia la forma más próxima y
dispuesta459.
Como se puede apreciar, el texto no parece atenerse al principio aristotélico
según el cual la forma es causa formal, eficiente y final del cuerpo como su acto
substancial. De aquí la conclusión de Fabro:
Santo Tomás de Aquino distingue, por tanto, una causalidad predicamental
de otra transcendental. Los elementos característicos de la primera son
sintetizados por Fabro de la siguiente manera:
461
Ibíd., 358.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 243
causal. Lo que habría logrado la síntesis tomista es poner de acuerdo a ambas
tesis, resolviendo el eslabón último que Aristóteles no llegó a conocer.
El objeto o término propio de la creación —dígase lo que se quiera— es el
esse en el sentido último de acto intensivo supremo: porque esse est effectus
universalissimus (S. Th., I, 45, 5), esse est communisimus (De Causis, lect. 2), esse
est formalissimum omnium ( De anima, a. 1 ad 17 um), esse est id quod est magis
intimum... (In II Sent., d. 1, q. I, a. 4), et profundius inest (S. Th., I, q. 8, a. 1)463.
En el contexto de la causalidad, esto implica dos cosas. En primer lugar, de
parte del agente: el principio «inmediato» por el que actúa el agente es el esse, el
cual confiere la subsistencia al ente a través de la forma. En segundo lugar, de
parte del efecto: si todo lo que recibe el efecto (su actualidad) es comunicada a
través del esse, el esse tiene que ser lo primero en el orden causado, para que todo
462
Cf. Ibíd., 358.
463
FABRO, C. (1959). “La problematica dell´esse tomistico”, Aquinas II, 194ss.
244 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
ente «sea» “lo que” sea. Primero está la perfección primera y fontal, que es el acto
de esse, a través del cual adviene toda actualidad y perfección al ente; y, después,
la perfección segunda, que sería la substancialidad, la esencia (ser una piedra, ser
un hombre, ser una casa etc.)464.
(Ahora bien), el efecto más universal, el más íntimo, el más actual, el más
formal... no puede derivar más que del Esse por esencia que es el acto puro
de ser. Por eso, todo ente por participación, que es tal y todo ente finito por
tanto fuera de Dios, es causado por el Ser por esencia que es Dios mismo
como pura forma essendi. Es esta la fórmula definitiva del principio de
causalidad465.
Es necesario decir que todo ser, que es de cualquier modo, es a partir de
Dios: si, pues, algo se encuentra en algo por participación, es necesario que
sea causado en sí mismo por otro al que se acerca en la esencia, como el
hierro llega a ser inflamado por el fuego. Está mostrado, sin embargo, que
sólo Dios es quien tiene el ser por sí mismo y que, teniendo el ser, no puede
ser sino único, como si la blancura fuera subsistente, no podría ser sino una
sola, cuando las blancuras son multiplicadas según las cosas que la reciben.
Así pues, queda el hecho de que todo lo demás no tiene su propio ser a partir
de Dios, si no participan del ser… (de donde) puesto que el hecho de que
algo es por participación se sigue de que sea causado por otro466.
464
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 359.
465
FABRO, C. (1936). “La difesa critica del principio di causa”. R.F.N.S., vol. 28, 79.
466
TOMÁS DE AQUINO. S. Th., I, 44, 1 e ad unum. «Necesse est dicere omnes ens quod
quocumque modo est, a Deo esse»: «Si enim aliquid invenitur in aliquo per
participationem, necesse est quod causetur in ipso ab eo cui essentialiter convenit, sicut
ferrum fit ignitum ab igne. Ostensum est autem... quod solus Deus est ipsum esse per se
subsistens, et... quod esse subsistens non potest esse nisi unum, sicut si albedo esset
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 245
Es imposible que lo que se produce por creación, sea causado por otra
cosa que por la causa primera de todo; la razón de lo cual es, según los
Platónicos, el que cuanto más elevada es alguna causa, tanto más se extiende
su causalidad a más cosas. De donde conviene que en los efectos lo que se
extiende a más cosas, se refiera a una causa superior. Es manifiesto que en el
orden de los principios esenciales en tanto alguna forma es posterior, tanto
más es reducida y se extiende a cosas más pequeñas. Sin embargo, en tanto
alguna forma es anterior y más cercana al sujeto primero, tanto conviene que
se extienda a más cosas. Se sigue, así pues, que las formas posteriores son a
partir de agentes inferiores, pero las primeras y más comunes a partir de las
superiores467.
Y así queda que, lo que es lo que subsiste primero y en una sola cosa, sea
a partir de la primera causa de todo. Así pues, cualquier otra causa excepto la
subsistens, non posset esse nisi una, cum albedines multiplicentur secundum recipientia.
Relinquitur ergo quod omnia alia a Deo non sint suum esse sed participent esse...
(Unde)... ex hoc quod aliquid est per participationem sequitur quod sit causatum ab alio».
467
TOMÁS DE AQUINO. Quodlib., q. III, a. 6. «Impossibile est quod id quod per
creationem producitur, ab alio causari quam a prima omnium causa; cuius ratio est
secundum Platonicos, quia quanto aliqua causa est altior, tanto eius causalitas ad plura se
extendit. Unde oportet ut in effectibus id quod ad plura se habet, ad superiorem causam
referatur. Manifestum est autem quod in ordine principiorum essentialium quanto aliqua
forma est posterior, tanto est magis contracta et ad pauciora se extendit. Quanto autem
aliqua forma est prior et propinquior subiecto primo, tanto oportet quod al plura se
extendat. Sequitur ergo quod formae posteriores sunt ab inferioribus agentibus, priores vero et
communiores a superioribus».
246 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
primera conviene que otorgue al presupuesto sujeto lo que es en efecto de la
causa primera. Por tanto, ninguna otra causa puede crear, a no ser la causa
primera que es Dios; pues crear es producir algo al sujeto no presupuesto468.
Con relación al problema histórico del origen de la materia, Fabro considera
que “Platón y Aristóteles se quedan en el devenir de las formas, sin haber
alcanzado el concepto de creación de la materia: “Unos y otros consideraron el
ente desde cierta consideración particular, o en cuanto es este ente o en cuanto es
tal ente; y así asignaron a las cosas unas causas agentes particulares”469.
El paso que Aristóteles no pudo o no llegó a dar es del devenir de las
formas a la creación ex nihilo de la materia, no habiendo, por tanto, elemento de lo
real alguno que sea independiente o autónomo respecto de la Única Causa
Primera, que es Dios470.
En este mismo contexto, en su escrito más acabado, que es el De substantiis
separatis, encontramos sus intuiciones expresadas con mayor claridad:
En cuanto alguna cosa es superior, tanto más universal es y su virtud se
extiende a más cosas. Pero, lo que se encuentra primero en cada uno de los
entes, en gran manera es común a todo: pues, cualquier cosa que se
sobreañada, contiene lo que primero encuentran. Pues lo que en la cosa se
468
FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 360. «Et sic relinquitur quod id quod est primum
subsistens in unoque sit a prima omnium causa. Quaelibet ergo alia causa praeter primam
oportet quod agat praesupposito subiecto quod est effectus causae primae. Nulla ergo alia
causa potest creare nisi prima causa quae est Deus; nam creare est producere aliquid non
praesupposito subiecto».
469
TOMÁS DE AQUINO. S. Th., I, 44, 2. «Utrique consideraverunt ens in particulari
quadam consideratione, vel in quantum est hoc ens, vel in quantum est tale ens; et sic
rebus causas agentes particulares assignaverunt».
470
Cf. FABRO, C. Partecipazione e..., cit., p. 362.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 247
entiende en segundo lugar, se compara a lo anterior como el acto a la
potencia. Sin embargo, la potencia se determina por medio del acto471.
La comprensión de la producción de las formas y de la materia se integra en
la categoría de «participación», y tiene como única causa a Dios. El origen y la
subsistencia de las formas, incluso de las formas puras, deriva exclusivamente del
acto creador y de Su voluntad de mantener en el ser a todo lo que existe:
Por lo tanto, así conviene que lo que, en primer lugar, subsiste en cada
una de las cosas, sea efecto de la virtud suprema; pero, en cuanto algo es
posterior, así es producido por virtud de una causa inferior. Así pues,
conviene que lo que subsiste primero en cada cosa como materia en las cosas
corporales, también en las substancias inmateriales, puesto que es
primordial, sea efecto de la propia virtud primera y efecto del agente
universal. Es imposible, pues, que, a partir de causas segundas, se produzca
cosa alguna en el ser sin efecto alguno presupuesto del agente superior; y así
ningún agente más que el primero produce nada en el ser, como el ente que
produce simplemente por sí mismo y no por accidente, lo cual es crear472.
471
TOMÁS DE AQUINO. C.G., III, cap. 74, n. 6. «Quanto aliqua causa est superior, tanto
est universalior et virtus eius ad plura se extendit. Sed id quod primum invenitur in
unoquoque ente, maxime est commune omnibus: quaecumque enim superadduntur,
contrahunt id quod prius inveniunt: nam quod posterius in re intelligitur, comparatur ad
prius ut actus ad potentiam. Per actum autem potentia determinatur».
472
TOMÁS DE AQUINO. De subst. sep., c. 10. «Sic igitur oportet ut id quod primum
subsistit in unoquoque, sit effectus supremae virtutis; quanto autem aliquid est posterius,
tanto producitur ab inferioris causae virtute. Oportet igitur quod id quod primum
subsistit in unoquoque sicut in corporalibus materia, et in immaterialibus substantiis
quod proportionale est, sit proprius effectus primae virtutis, et universalis effectus
agentis. Impossibile est igitur quod ab aliquibus causis secundis aliqua producantur in
esse non praesupposituo aliquo effectu superioris agentis; et sic nullum agens post
primum totam re in esse producit, quasi producens ens simpliciter per se et non per
accidens, quod est creare».
248 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Santo Tomás distingue, pues, dos órdenes de causalidad bien distintos que,
sin embargo, co-‐‑actúan en la constitución de lo real concreto. Sirviéndose del
principio platónico de participación, y del principio aristotélico del movimiento,
logra una síntesis que nos permite comprender de modo más sintético e integral
las dos grandes intuiciones de los dos filósofos más influyentes del pensamiento
clásico. Es el concepto de esse intensivo el que le ha permitido comprender la
diferencia y la relación entre forma y esse, de la cual derivan los dos órdenes
ontológicos que estructuran la realidad, poniendo de relieve, en cambio, la
primacía y originariedad dinámica y fontal del esse ut actus essentiae473: Primus
effectus Dei in rebus est ipsum esse», quod omnes alii effectus praesupponunt et supra
quod fundantur. Necesse est autem quod aliquo modo est a Deo esse (Compendium
Theologiae, c. 68)474.
Por tanto, para Fabro, entre el esse, acto puro por esencia que es Dios, y el
esse, acto creado por participación, que es propio de la criatura:
(...) está la mediación de la forma o acto esencial. En el orden dinámico,
igualmente, si Dios es la Primera Causa, no sólo de la creación sino también
de la conservación, secundariamente, pero en sentido propio, pueden
conservar el esse también las causas creadas. El orden de esta causalidad es
todavía según el grado de universalidad de las causas mismas475.
La prolija producción literaria del filósofo italiano es prueba evidente de su
vocación a la investigación, especialmente en el campo filosófico. A través del
estudio de sus obras puede apreciarse su capacidad, a) de comprensión de los
problemas clave de la filosofía, sea del campo que sea, b) y de síntesis de las
diversas ideas y enfoques, procurando llevar el entramado hacia un punto de
solución.
473
FABRO, C. Partecipazione e..., cit. p. 366.
474
Ibíd., 367.
475
Ibíd., 369.
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 249
En lo que concierne a nuestro estudio, es interesante sintetizar ahora los
puntos más sobresalientes de su detenido análisis del esse tomista, para intentar,
finalmente, descubrir los puntos débiles.
Coincidiendo con Gilson y junto a él a otros autores contemporáneos, este
grupo de pensadores unieron sus escritos para reclamar la atención sobre el
pensamiento de santo Tomás de Aquino, de modo muy particular, sobre su
doctrina del esse, de la cual sobresale con fuerza lo más original de ella, que es
concebir fundamentalmente el ser como actus essendi. Hasta aquí, más o menos el
acuerdo es total.
En cambio, a la hora de desarrollar esta noción, cada uno lo ha hecho según
sus propias virtualidades, y aquí Fabro quizá sea un autor que podría
considerarse como destacado. Las razones serían las siguientes:
—Centra y sitúa con claridad el objeto del problema a la luz del contexto
filosófico del momento, condicionado por los escritos de Heidegger, que había
acusado a toda la tradición metafísica occidental de haber esencializado y
oscurecido el esse.
—Santo Tomás comprendió la naturaleza del esse poco a poco, sobre todo a
través del contacto con autores y escritos que le sirvieron tanto para
comprenderlo como para ver la importancia de su papel en la realidad.
—Matizó la crítica de Gilson a la substancia aristotélica, haciendo la
importante distinción entre esse «in» actu, y esse «ut» actus. El medievalista francés
no daba ningún valor existencial a la substancia aristotélica, por faltarle una
noción adecuada de esse, más aún, por confundirlo con la substancia, la cual lo
absorbía completamente, haciendo de la esencia y la forma los elementos de
actualidad principal, y el esse una consecuencia de aquellas.
En realidad, la conclusión a la que llegan ambos es la misma: en Aristóteles
no existe el concepto de esse ut actus essendi; por tanto, la «existencia» para el
Estagirita tiene un valor más factual que metafísico. Falta, pues, una comprensión
metafísica de la existencia no tanto como «hecho» dado sino como acto.
Por otra parte, la crítica lanzada sobre Gilson se centra en dos puntos: 1) la
radicalidad de negarse a ver alguna clase de «existencialidad» en la substancia
aristotélica y 2) la intransigencia de simplificar un problema de mayor
250 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
complejidad. En este punto, el análisis de Fabro introduce el binomio antedicho,
distinguiendo entre el ser fáctico (esse in actu), y ser como acto (esse ut actus).
—Fabro evitó en todo momento lo que fue una de sus mayores objeciones a
Gilson: el haber introducido, en pleno debate con Heidegger y el existencialismo,
el concepto de «existencia» para hablar del actus essendi, algo que ni siquiera santo
Tomás hizo. Esta identificación no sólo era peligrosa y confusa, sino además poco
acertada, pues, para el italiano, el actus essendi es un concepto mucho más rico que
la noción de «existencia». Fabro no niega que en el concepto de actus essendi esté
comprendida la existencia como consecuencia ontológica y por ende,
“existencial”. Por eso, decíamos poco más arriba que, salvando el modo de
explicar este problema y el lenguaje empleado, es lo que en realidad les
diferencia, porque el sentir filosófico y el modo de concebir el comportamiento
del ser como acto es común a los dos, comparten la naturaleza del actus essendi.
—Otro elemento destacable de los análisis de Fabro es que, al igual que
Gilson, distinguió en Tomás un doble comportamiento del esse, que puede estar,
desde el punto de vista de la substancialidad (esse substantialis) en potencia
respecto de la forma (forma dat esse) o en acto (como actus essendi), dando lugar a
un doble orden metafísico, el formal y el transcendental. En el orden de la
substancialidad, forma dat esse, y, por tanto, el esse (substantialis) está en potencia
respecto de la forma, que le actualiza para conformar a la substancia en un id quod
est. En el orden transcendental, en cambio, la forma está en potencia respecto del
esse, el cual aquí se comporta en su modo intensivo, siendo el “acto más formal que
hay”, el acto de todos los actos, lo que más actualidad tiene.
Por su parte, Gilson explica con lucidez y pericia este doble orden, pero —a
mi parecer— no llegó quizá a la profundidad de éste ni supo poner en relación
este doble orden metafísico con el problema de la causalidad y la participación
metafísica. De nuevo aquí, Fabro “corrige” a Gilson, transformando el adjetivo
existencial por transcendental, dando a éste una valencia más apropiada en este
contexto metafísico.
—Por último, Fabro tiene el mérito de haber relacionado las nociones de
participación y causalidad, dentro del contexto de la doctrina del actus essendi.
Estos conceptos, siempre penetrados del doble orden metafísico y del
comportamiento del esse según dichos órdenes, logran trazar un esquema de
IV. DISCUSIONES CRÍTICAS SOBRE GILSON 251
explicación de la realidad cercano a los escritos tomistas. De sus escritos no
aparece un Tomás ni meramente aristotélico, ni platónico, ni completamente
separados de ellos. Al contrario, encontramos a un filósofo que supo tomar de
cada destacado filósofo lo más genuino e importante, pero con un sentido nuevo
y más elevado, lo que le permitió lograr la gran síntesis entre Platón y Aristóteles,
algo, sin embargo, que siempre está en discusión.
Después de sintetizar en diversos puntos los aspectos interesantes de los
escritos de Fabro sobre la doctrina del esse, nos centramos en lo que podrían ser
puntos más débiles.
—Aunque no nos hemos ocupado en nuestro trabajo del tema que voy a
nombrar ahora, me parece necesario al menos mencionarlo por su relación con lo
que podría juzgarse más frágil de los análisis del filósofo italiano. Tanto a éste
como a Gilson, algunos pensadores no están de acuerdo con lo que se ha conocido
en el siglo como el problema en torno a la existencia o no de una «filosofía
cristiana». Ya es un tema que pertenece al pasado, pero conviene recordarlo para
entender la confusión que de ello puede generarse. Aunque será objeto de
particular atención sobre todo en las conclusiones, se podría adelantar aquí por
conveniencia con una posible crítica a Fabro, plantear el siguiente interrogante:
¿Se puede aceptar como objeto filosófico algo que deriva de una revelación
sobrenatural? Personalmente mi respuesta es que «no» podemos aceptar como
verdad filosófica una verdad que proviene de una supuesta revelación
sobrenatural. Pienso, además, que se trata de una confusión de planos, y una
mala comprensión de ambos órdenes de la realidad, el filosófico y el teológico. La
filosofía pertenece al ámbito exclusivo de la razón, y se hace filosofía si el
instrumento para desarrollarla es la razón y la experiencia común. Ni hay ni
puede haber un camino racional para deducir o asumir una verdad filosófica a
través de una fuente que sea sobrenatural. Si Dios es el ipsum Esse subsistens, y yo
así lo creo, se debe buscar un camino para ese estudio que no sea la Sagrada
Escritura, sino otro que pertenezca al ámbito exclusivamente racional.
Igual sucede con la creatio ex nihilo, que es una cuestión crucial para la
filosofía. Si no encontramos —creo que hoy sí existe— un camino secular y no
religioso para conocer esa doctrina, tampoco podemos trabajar con ella. Retomaré
esta cuestión y sus posibles vías de investigación en las conclusiones.
252 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
—Dicho todo esto, la consecuencia es clara: la clave de toda construcción
filosófica es la «fundamentación de los principios», y aquí encontramos un
problema no pequeño. Y ya no en Fabro, sino en el mismo santo Tomás, porque
las fuentes principales de su doctrina del actus essendi, son principalmente la
Biblia, los pensadores cristianos que han bebido en esa fuente común476 y los
filósofos árabes, especialmente Avicena. Esto genera una dificultad enorme, y
creo que explica que Santo Tomás no esté teniendo ninguna atención filosófica en
el contexto secular, a lo sumo como mero comentador de Aristóteles. Mi
valoración personal es que, no obstante lo que acabo de expresar, entiendo que la
doctrina tomista del actus essendi es verdadera, pero es necesario encontrar —y
creo que podría ser hallado— un camino de investigación que valide los mismos
resultados a los que llegó él.
De ese modo, la filosofía de Fabro —y también de Gilson— podría tener un
impacto y una aceptación mayor en el ámbito secular. Creo que sería un error
aparcar una doctrina tan importante como la del actus essendi para centrar la
atención en los clásicos, cuando un filósofo de la altura de Tomás de Aquino nos
abrió un camino para encontrar a los dos pensadores más grandes de la historia
de la filosofía. Que la fuente no sea la adecuada no es razón para descartar, ni el
camino ni la búsqueda de la fuente adecuada.
476
Expresándome de esta manera no pretendo desautorizar la Biblia como lo que ella
es, pero es no da lugar a no poder decir, o no tener que decir lo que ella «no» es. La
filosofía ayuda a investigar los preambula fidei y a comprender el dato revelado como tal,
pero la Biblia no puede ser considerada fuente de conocimiento filosófico, no porque no
pueda contener verdades de ámbito secular, sino porque provienen de una fuente que es
suprarracional, por tanto, está más allá del ámbito propio de la filosofía.
CONCLUSIONES
El objetivo de esta tesis era presentar el tomismo de Étienne Gilson dado el
influjo que éste ha tenido en el siglo XX en no pocas escuelas filosóficas cercanas
al pensamiento de Tomás de Aquino. Dedicamos el primer capítulo al marco
histórico de donde surgió tanto el tema como el enfoque de Gilson. En el segundo
nos detuvimos a considerar los presupuestos de su filosofía, haciendo especial
hincapié en la ontología aristotélica, la cual tuvo siempre para él una importancia
particular. Finalmente, llegamos en el capítulo tercero a una exposición
sistemática de la filosofía del ser de Tomás de Aquino —poniendo de relieve la
doctrina del actus essendi— en la obra gilsoniana. Y ya en un último capítulo
dedicamos la atención a la recepción y al impacto de las ideas del Francés, de un
modo particular en dos autores, uno más crítico (Lawrence Dewan) y otro más
afín (Cornelio Fabro).
Después de recorrer este camino que nos ha permitido acercarnos al
pensamiento de Étienne Gilson, es necesario ahora presentar las conclusiones de
esta investigación. Para lograr este fin me parece oportuno desarrollar este último
punto del trabajo en los siguientes apartados, 1) Síntesis de las ideas más
importantes del tomismo de Gilson y aportación de su magisterio: 2) Valoración
personal del pensamiento de Gilson; 3) Posibles líneas de investigación abiertas
(aportación que pretende esta tesis).
Algunas de las ideas del filósofo medievalista han tenido una repercusión
importante en los sectores más cercanos a la ontología, digamos, aristotélico-‐‑
tomista del siglo XX. El tomismo, en alza ya desde mediados del siglo XIX, vio
nacer en los albores del siglo pasado un debate en torno a la interpretación de la
filosofía del ser de Tomás de Aquino a través del pensador francés Gilson. Estas
254 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
que exponemos a continuación son las ideas que hemos presentado en el trabajo y
que ahora mostramos de forma sintetizada.
477
TOMÁS DE AQUINO, S. Th., I, q. 4, a. 3 ad tertium.
CONCLUSIONES 255
descubren que el contenido revelado ilumina la razón humana en su búsqueda de
la verdad.
Nuestro autor entiende que los filósofos griegos iban en búsqueda de la
verdad última, identificada por ellos con el así llamado «principio» (arché) de
todas las cosas. Gilson entiende, haciéndose eco del contenido mismo de los
testimonios bíblicos que, en la Sagrada Escritura judeo-‐‑cristiana, esa Causa
Primera de todo sale de su misterio y entabla un diálogo amistoso con los
hombres para compartir su historia y su destino con ellos.
El momento más importante de la Revelación bíblica es cuando Moisés,
delante de la presencia de Dios, le pregunta a Éste su nombre, obteniendo la
siguiente respuesta: “Yo Soy el que Soy” (Ex. 3, 14). Haciendo una lectura literal
de este pasaje, Gilson recoge y actualiza metafísicamente lo que ya los pensadores
cristianos habían creído ver en el mismo, caso por ejemplo de San Juan
Damasceno, Boecio y también santo Tomás de Aquino. Pero, la incomprensión de
la propia escuela tomista y la deriva anti metafísica de la historia del pensamiento
occidental había desdibujado totalmente esta verdad esencial que permitía
comprender mejor el misterio del ser.
Por su parte, la crítica de Heidegger de que la filosofía occidental había
olvidado el ser en detrimento del ente (onto-‐‑teología), fue el acicate que le sirvió a
Gilson para sumergirse en un detenido estudio de la historia de la metafísica,
desde los filósofos griegos hasta la modernidad.
Uno de los últimos trabajos de Gilson, Elementos de una metafísica tomista del
ser, nos ayuda delinear cómo entendió el Francés, ya en un momento maduro de
su magisterio, el problema del ser en santo Tomás. Aquí subrayó, después de
haber leído y escuchado las críticas de otros pensadores, lo que para él era
irrenunciable para interpretar a Tomás de Aquino de la manera más adecuada
posible. Estos serían los elementos principales:
—El esse es, principalmente, como verbo, un acto el cual ejerce la acción,
como verbo que es, de existir. Por tanto, el esse es, principalmente, actus essendi, el
256 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
acto de ser (existir) del ente. El ente es, entonces, la cosa existente gracias a su acto
de ser. El ente indica ahora fundamentalmente el acto de ser que le hace existir,
que le da la existencia como tal, y en un segundo lugar, podríamos decir, indica la
esencia, la substancialidad, el «lo que» es de eso que existe.
—Habría, por tanto, dos órdenes ontológicos entrelazados conformando
una unidad inescindible, y que no podrían darse el uno sin el otro. El orden
formal o substancial que es el que hace ser al ente «lo que» es ese ente: perro, casa,
piedra etc. En este propio orden, forma dat esse; la forma, como acto, da el ser
substancial al ente, le hace ser «tal» ente. En cambio, este orden estaría unido pero
en dependencia ontológica del otro orden, llamado por Gilson «existencial o de la
causalidad eficiente», que es el del ser. Este orden del esse es el que hace existir al
ente. No le hace ser «tal o cual» cosa, sino ser. De tal modo que, respecto a este
orden existencial, la forma actúa como potencia receptora del esse, el cual está
sobre la propia forma como acto respecto a potencia. La forma aquí no es acto
principal y último, lo cual le corresponde, en la metafísica de santo Tomás, sólo al
esse.
—El esse comprendido como actus essendi, a parte de hacer que se distingan
estos dos órdenes metafísicos, lleva necesariamente a la distinción real de esencia
y existencia, y esto es doctrina enseñada por santo Tomás. La razón principal
acuñada por Gilson sería que esta composición y distinción real es la única
manera de salvar la distancia ontológica cualitativa entre Dios como ser necesario
y las criaturas como seres contingentes 478. Sólo en Dios, como ser necesario,
esencia y ser no se distinguen porque en Él no puede haber composición alguna.
Algo que no sucede en la criatura para la cual el ser que tiene es recibido y no es
necesario479 y, por tanto, compuesto entre una esencia con su acto de ser. Si no se
478
Al menos en la interpretación gilsioniana del tomismo, a pesar de que las criaturas
tienen el ser como por derecho propio, sin embargo, siguen siendo contingentes en cuanto
que dependen del acto creador para subsistir, lo que teológicamente se ha venido
llamando «conservación en el ser».
479
Dios ha querido la subsistencia por así decir “natural” de los seres creados, por su
propio y mismo ser, pero «necesario» aquí se refiere a que no puede no existir, algo que
CONCLUSIONES 257
distinguieran estos elementos, también en la criatura ser y esencia se
identificarían y, por tanto, también la criatura sería Dios, lo que nos situaría en
una doctrina panteísta y emanacionista480. Igual sucede, según interpreta Gilson,
si se piensa esta distinción como «de razón» con fundamento en la realidad, que
es la tesis defendida por Suárez.
El magisterio de Étienne Gilson ha sido, a parte de prolijo, de gran impacto
intelectual, al menos en cierto ámbito del mundo filosófico. Esto sólo puede
explicarse por el aspecto novedoso y controvertido de algunas de sus ideas481.
La primera aportación que podría reconocerse en él es, en pleno siglo XX, en
un ambiente centrado sobre todo en la fenomenología y en las ideas
posmodernas, como por ejemplo el existencialismo o el pensamiento débil (sin
metafísica), haber dedicado su tiempo y estudiado un tema tan poco actual y de
línea tan diversa a la de su tiempo482. El fruto de sus largos años de investigación
en el campo de la filosofía medieval es la revalorización de esta época y el
estímulo provocado en pensadores de nuestro tiempo para volver al estudio de
las fuentes del pensamiento filosófico483. Muchos de los estudios que se han ido
no puede decirse de ningún ser creado. La irrevocabilidad del acto creador por el que la
criatura tiene el ser, a su manera, como necesario, no le da el carácter de «necesidad» que
tiene de modo absoluto sólo Dios.
480
Incluso los autores que no concuerdan con una distinción “real” de esencia y ser,
reconocen, sin embargo, que sí se da algún tipo de distinción que permita explicar la
diferencia ontológica entre Dios y los seres. Este es el caso de Suárez, que defiende una
distinción de razón con fundamento en la realidad.
481
Cf. STEENBERGHEN, F. VAN (1979). “Étienne Gilson, historien de la pensée
médièvale”. Revue philosophique de Louvain, vol. 77, pp. 487-‐‑508.
482
Cf. MAURER, A. A. (1984). “The legacy of Étienne Gilson”. Pontifical Institute of
Mediaeval Studies, vol. 23, p. 29.
483
Cf. MOYA OBRADORS, P. J. (1992). “Las virtudes naturales en Santo Tomás de
Aquino”. Otawa: IX Congreso Internacional de Filosofía Medieval, 3.
258 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
realizando durante el siglo XX sobre las fuentes del pensamiento filosófico, han
sido gracias al trabajo y al impacto de los escritos de Gilson.
Otra aportación que me parce estimulante es la lectura crítica que Gilson
hace de Aristóteles. Estábamos acostumbrados a considerar al Estagirita como «el
Filósofo», y a Tomás como el brillante comentador de Aristóteles. Gilson nos ha
ayudado a ver en santo Tomás un continuador y admirador de Aristóteles, pero
algo más. El mismo Tomás deja entrever en su modo de escribir la autoridad que
para él representa la figura del Estagirita, a quien llama «el Filósofo».
En cualquier caso, me parece un aspecto muy positivo de la crítica de Gilson
a esa imagen tradicional de la relación entre Aristóteles y Tomás de Aquino,
porque invita a un estudio más considerado y detenido de ambos filósofos, más
allá de los aspectos comunes y de lo que el primero supuso para el segundo. Un
ejemplo fructífero lo encuentro en el pensador italiano Cornelio Fabro, quien, a mi
modo de ver, logra una síntesis sugestiva y equilibrada de lo que hay de
aristotelismo en Tomás, y de cómo le sirvió al dominico el pensamiento del
Estagirita para descubrir lo original de su propia ontología, especialmente el actus
essendi, que el Italiano llamó «esse intensivo».
El pensamiento de Gilson ha buscado de alguna manera conducir a la
metafísica hacia su término “natural”, que es hacia la pregunta por la Causa
Primera, algo que parece haber perdido importancia para la filosofía. Desde la
muerte filosófica, social y existencial de Dios, declarada por Nietzsche en favor
del advenimiento del presente y reinante nihilismo, el estudio de la Causa
primera, del Principio de todas las cosas, ha quedado eclipsado en detrimento de
aspectos secundarios de la realidad: la fenomenología, el existencialismo, la
filosofía analítica, la filosofía política. Todo esto supone una huida de la realidad.
Sin una verdad que alcanzar, sin un Dios que buscar, sin una razón capaz de
penetrar en la realidad íntima de las cosas, al filósofo sólo le queda la metafísica
de un devenir fatuo, el estudio del acontecer de los fenómenos, que ni dicen nada
más allá de ellos mismos ni nos llevan a un más allá de ellos mismos. Es la
consagración de una inmanencia pura que, por ser tal, se repugna a sí misma y se
va desgastando hasta ir poco a poco erosionándose y desilusionándose.
La pregunta que pone en jaque a este panorama es, ¿qué clase de influencia
tiene hoy el saber filosófico en la sociedad? ¿No se trata de una influencia que ha
CONCLUSIONES 259
instrumentalizado la filosofía para ponerla al servicio de determinadas ideologías
políticas? La naturaleza de la ciencia filosófica es pensar la realidad para hacer
pensar a los que vivimos en ella. Cuando esta vocación no se da, es porque la
filosofía se está des-‐‑naturalizando.
El desarrollo de este trabajo da la posibilidad al doctorando de sumergirse
en el pensamiento del autor a través de sus escritos. Pero este estudio no sólo
puede familiarizarnos con sus ideas sino que también nos capacita para ser crítico
con ellas. El estudio de los artículos y las obras de autores que no han aceptado
las interpretaciones de Gilson ayudan y obligan a un estudio más profundo y
atento de los temas discutidos.
Recogiendo el fruto de mi propio estudio del tomismo gilsoniano, junto
estas críticas de otros autores, estos me parecerían los puntos más discutibles de
la obra del pensador francés.
—La crítica de Gilson de un «esencialismo universal» que estaría presente
prácticamente en toda la historia del pensamiento filosófico 484 , por la sola
explicación de que el pensamiento se siente más cómodo en el «concepto», en las
484
Cf. BOMEYER, B. (1952). “Où va «l´être et l´essence» de M. Gilson?” Archives de
philosophie vol. 18, p. 83. De la misma opinión: SCHMITZ, K. L. (1987). “What has clio to Do
with Athena? Étienne Gilson: Historian and Philosopher”. Pontifical Institute of Mediaeval
Studies. The Étienne Gilson series 10, pp. 17-‐‑18. También: PERINI, G. (1985). “Gilson: un
tomismo contestato”. Doctor Communis. Vol. 38, pp. 356-‐‑360. Perini intenta en este artículo
poner en diálogo las tesis de Gilson con las críticas vetidas sobre las mismas.
Especialmente hay que tener en cuenta las de: QUINN, J. M. (1971). The Thomism of Étienne
Gilson. A critical Study. USA: Villanova University Press, pp. 180-‐‑188. Algunos autores
respondieron a su vez a este artículo de Quinn, por ejemplo, un célebre profesor del
Pontifical Institute of Mediaeval Studies: Maurer, A. A., escribe en 1974 una recensión al
artículo de J. M. Quinn “The Thomism of Étienne Gilson. A critical Study”, publicada en
1973 en la revista The Thomist. Vol. XXXVII, pp. 389-‐‑391.
260 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
cosas, por tanto, en la esencia, antes que en la existencia, la cual, al ser «acto», no
podría ser descubierta sino tras un verdadero esfuerzo especulativo de
razonamiento, a través del juicio.
Que pueda existir lo que podríamos llamar una tendencia al esencialismo
quizá pueda ser objeto de un debate y creo que puede tener su verdad. Pero
generalizar la compleja historia del pensamiento filosófico en dos únicas variables
contrapuestas y radicalmente presentadas no me parece justificado. Esto no resta
valor, a mi parecer, a lo que de acertado hay en los análisis de Gilson y sus ideas.
Simplemente creo que es una percepción exagerada la que él concibe.
—Igualmente, el uso que Gilson hizo durante un largo período de su
magisterio del término «ser» como «existencia» tampoco me parece acertado. Es
cierto que esta tendencia suya se vio corregida en sus últimos escritos, pero no
deja de pesar lo que de hecho enseñó durante el período más amplio de su
carrera. La palabra «existencia» no parece la más adecuada para traducir el esse
tomista, comprendido como acto. Como algunos autores le hicieron ver, entre
ellos Fabro o el propio Echauri, la existencia como tal no expresa el significado
metafísico del actus essendi; además de que puede crear la confusión de
desposeerlo de su valencia metafísica propia, que es ser un acto, y no un estado ni
el mero hecho de existir. El árbol, la piedra, la casa, Pedro son entes existentes,
tienen la existencia, pero así sin más no expresan el significado del actus essendi.
Como entes que existen o simplemente «entes reales» son —en lenguaje de
Fabro— el esse in actu. En cambio, el esse ut actus es el esse concebido como acto a
través del cual el ente recibe y tiene la existencia. Se trata del orden
transcendental del ser por el que la criatura participa del ser, recibe la existencia y
la conserva.
—Dejando para poco más adelante una valoración más detenida de la
relación entre Aristóteles y Tomás, otro de los temas controvertidos de la
interpretación de Gilson es que versa acerca de la substancia aristotélica, que éste
concibe carente de valor existencial. Después de varias atentas lecturas de la
Metafísica y de consultar los escritos y comentarios de los estudiosos del
Estagirita, no me parece justificado decir que la substancia que Aristóteles tiene
en mente está —al menos de facto— desprovista de existencia, máxime cuando
éste lo afirma directamente cuando dice que la forma de la substancia es la
CONCLUSIONES 261
existencia de la cosa. Lo que Gilson no logró advertir —o al menos no lo explicó
con éxito— es la posibilidad de concebir la existencia actual del ente (esse in actu)
pero no de su origen transcendental (esse ut actus).
—Otro aspecto discutible de la interpretación de Gilson tiene que ver con su
concepción de Dios en la obra de Aristóteles. A su parecer, la divinidad en el
mundo griego no alcanza la unicidad del monoteísmo judeo-‐‑cristiano, y en este
sentido, concuerda con el sentir de los especialistas. También es cierto que, en los
escritos del Estagirita, sobre todo en su Metafísica (libro Lambda), no hay un
tratamiento específico de la relación del Motor inmóvil con los demás motores
inmóviles, y de ambos con el mundo sensible. Que de esta laguna no se pueda
llegar a conclusiones definitivas en lo que a la divinidad en el pensamiento de
Aristóteles se refiere me parece reconocido por todos los especialistas.
Ahora bien, Gilson no parece valorar lo que sí escribió el filósofo griego
acerca de la Causa Primera, y que, si bien no permite como estamos diciendo
conclusiones definitivas y claras, en cambio, sí que nos dan la posibilidad al
menos de conducirnos a pensar que la tendencia de su teología es la que conduce
a la unidad y a la primacía del Motor inmóvil. Prueba de ello es que sólo al que
consideró como verdadera Causa Primera reserva el nombre de Dios (Ὁ Θέέος). E
igualmente, la afirmación final que hace al final de este libro de la Metafísica,
aporta significatividad al respecto: “No es bueno el gobierno de muchos; es mejor
dejar gobernarse por uno sólo”485, subrayando, con esta frase de Homero, la
necesidad de un Principio verdaderamente Primero y supremo.
—Finalmente, quisiera mencionar un problema tratado en la segunda parte
del trabajo, y que tiene que ver con las «fuentes» del pensamiento de santo Tomás
y, en general, de todo el pensamiento filosófico cristiano. Esta cuestión es el centro
del problema también mencionado de una «filosofía cristiana», algo menos
transcendente hoy día en sí mismo considerado, pero de mayor envergadura si se
tiene en cuenta la valencia que algunas ideas provenientes de esta fuente tuvieron
para, entre otros, santo Tomás de Aquino y su particular ontología del ser.
485
HOMERO, Ilíada II. Traducción (año 2000) de Emiliano Aguado. Madrid: EDAF, 204.
262 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Como se planteará en seguida, parece que Gilson heredó este problema sin
tener conciencia de sus consecuencias. Los pensadores cristianos antiguos
tuvieron mayor dificultad en darse cuenta del mismo, en cambio hoy es más fácil
advertirlo, dada la diferencia que reina entre un paradigma y otro. En cualquier
caso, el problema existe y persiste.
En la alta Edad Media ningún pensador cristiano podía reconocer como
problema el estatuto epistemológico de las fuentes. Para los teólogos cristianos,
las fuentes del saber eran la razón y la divina Revelación. Si en alguna cuestión
había confusión o duda entre ambas, el filósofo cristiano siempre se inclinaría a
favor de lo que enseñara la Biblia.
La dificultad nace cuando procedemos a una valoración crítica de las
fuentes. ¿Puede una ciencia autónoma como la metafísica considerar una fuente
de conocimiento válida a un escrito sobrenatural? El problema que se discute en
este caso no es la legitimidad de esa fuente en su propio ámbito, ni siquiera la
razonabilidad de esa misma fe. El problema es si se puede aceptar como válida
una fuente de conocimiento de naturaleza suprarracional.
Esta cuestión me parece particularmente importante, porque una de las
fuentes de conocimiento de la que se sirve Gilson para elaborar parte de su
particular metafísica es la Sagrada Escritura, y esto plantea un serio problema de
fundamentación; y no ya para la interpretación de Gilson, sino para la misma
filosofía del ser de santo Tomás 486, el cual bebió de esa misma fuente para
elaborar su doctrina del actus essendi.
En efecto, para dar con la centralidad del ser y su carácter de acto, para
nuestros autores no fue solamente Aristóteles quien le preparó a Tomás el
camino, sino la Biblia. A pesar de que éste procedió siempre como verdadero
teólogo y filósofo, con un método rigurosamente científico, en cambio, para
descubrir y elaborar su doctrina de ipsum Esse, de la distinción de esencia y ser, y
por tanto, del actus essendi, tomó de Aristóteles la base de la doctrina del acto y la
potencia, la naturaleza de la substancia y demás, pero —al menos según Gilson—
sobre todo de la Biblia y su identificación entre Dios y el ser.
486
Al menos esta es la opinión de Gilson y Fabro.
CONCLUSIONES 263
Junto a esta identificación de Dios y ser debe añadírsele otro elemento
fundamental que está a la base de la ontología tomista, como de todo el
pensamiento cristiano, la doctrina de la creatio ex nihilo, como se ha puesto de
relieve en este trabajo. Como se dijo, esta noción tiene una importancia capital en
la elaboración de esta concepción metafísica del ser, y de igual modo hunde sus
raíces en el texto sagrado judeo-‐‑cristiano. La creación de los seres de la nada tiene
una importancia fundamental en la elaboración de la doctrina del actus essendi, y
puesto que, como decimos, proviene de un texto religioso, ¿es válida su
incidencia?
Llegamos así a uno de los puntos más delicados de nuestra valoración.
Dicho todo esto, ¿se puede legitimar o fundamentar una filosofía tomista del ser
tal y como la hemos recibido, habida cuenta del problema crítico, o es mejor
abandonarla o ignorarla? Trataré de dar una respuesta a cada una de estas
cuestiones más a modo de vías abiertas para una posible investigación que de
solución definitiva.
En primer lugar, como ya he puesto de relieve, no me parece posible ni
conveniente defender la posibilidad de una «filosofía cristiana». Otra cosa distinta
es que entre ambas existen puntos de interés común y de mutua ayuda. Sin
embargo, aún existiendo esta posibilidad de entendimiento, ambas ciencias
pertenecen a dos ámbitos distintos de conocimiento independientes. La
Revelación sobrenatural es objeto de fe, y la razón ayuda a comprender y a
encontrar la razonabilidad del dato revelado. Pero la Revelación sobrenatural no
puede ser objeto de investigación especulativa más allá de lo dicho porque excede
el mismo campo estrictamente racional.
De la misma manera, y esto es lo que más nos interesa, la Revelación
sobrenatural no puede ser considerada fuente para el conocimiento filosófico, no
porque su contenido no tenga valor noético y veritativo, sino porque su objeto no
pertenece al ámbito natural, sino sobrenatural, y por tanto, una afirmación
proveniente de una fuente sobrenatural no es accesible sino a través de la fe, y la
ciencia filosófica sólo puede considerar como fuente de conocimiento legítima
aquél conocimiento que pertenece al ámbito racional. Por tanto, si es posible
acceder al conocimiento de la naturaleza divina como Acto Puro de ser, Ente
necesario por esencia, y a la existencia de los entes creados a través del actus
264 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
essendi como participación transcendental en el Ser de Dios, debemos buscar otro
camino.
A juicio de Gilson, los filósofos empezaron a considerar el valor de la
existencia como elemento metafísico más allá de lo fáctico a partir de la noción de
creatio ex nihilo. Si bien es cierto que el conocimiento de esta noción ha sido
históricamente hallado por vía sobrenatural, y que, como acabamos de decir, no
podemos apoyarnos en ésta, por otro lado, existe otro ámbito exclusivamente
racional por el que podemos saber que el mundo no es eterno sino que ha tenido
un comienzo y tendrá un fin, y que, por tanto, la materia no preexiste al acto
creador. Este nuevo camino es la ciencia astrofísica con sus actuales
conclusiones487.
No se trata de afirmar ni zanjar un problema de tal envergadura, pero
quisiera justificar esta posible vía de investigación para que pueda ser
considerada digna de un posible y fecundo estudio. Porque, en efecto, en un
mundo eterno, lo divino es la causa y el principio que crea el mundo. Pero —al
menos en la interpretación de Gilson— lo divino no produce la existencia de los
seres de la nada, al menos esto no cabe en la mente griega, para la cual no existe el
487
Ciencia, filosofía y fe son saberes independientes con un campo de investigación
autónomo, sin embargo, se relacionan. Existe en la comunidad científica actual una
tendencia más generalizada a pensar que, con los datos hoy conocidos, el mundo no es
eterno sino que ha tenido un comienzo y tendrá un fin. De hecho, la única teoría contraria,
la llamada “Auto-‐‑creación”, encabezada por Hawking, a pesar de que pueda haber tenido
mayor impacto mediático, en cambio dentro del ámbito científico está lejos de ser
aceptada, y menos aún fundamentada, ni científicamente ni, menos aún, filosóficamente.
Algunos estudios relacionados con el status questionis del inicio del universo: FERNÁNDEZ
RAÑADA, A. (1996). Nuestros orígenes, el universo, la vida, el hombre. Madrid: Centro de
Estudios. Igualmente: Los científicos y Dios, donde estudia las distintas posiciones de la
comunidad científica sobre la cuestión, mostrando cómo la tendencia más general es la
antedicha. Otro autor cuyo estudio refleja esta postura y que ha tenido muy buena
acogida: WEINBERG, S. (1979). Los tres primeros minutos del universo. Madrid: Alianza
Editorial.
CONCLUSIONES 265
tránsito de la nada al ser. De ahí que el principio de mayor actualización en este
marco metafísico es la forma, porque ésta da el ser substancial (el ser «tal» o
«cual» cosa) a las cosas. Naturalmente hablamos de cosas realmente existentes,
desmarcándome en este punto de Gilson. Pero, sí concuerdo con él en que la
creación de Dios en el pensamiento de Aristóteles no puede plantearse en el
sentido de una producción ex nihilo, algo de lo cual no hay un solo rastro en
ninguna de sus obras.
Esta «creación» del ser de la filosofía griega —para Gilson— es obra de un
Demiurgo que confiere el ser substancial a partir de una materia eterna y
preexistente 488 . Este es el dato crucial. Al igual que un alfarero puede ser
considerado una clase de «creador» y causa eficiente por cuanto que moldea y
confiere una forma a una materia que está, así sucede en la concepción griega.
Pero, en ambos casos, hacer que una materia preexistente y eterna sea tal cosa no
es lo mismo que, en un solo y mismo acto creador vienen al ser a la vez todos los
elementos que conforman la existencia de un ente, siendo lo primero la existencia
comprendida como acto que da y conserva el ser, acto al que se le supedita —no
cronológica sino metafísicamente— la forma y la substancialidad.
Tomando pie de esta imagen, ¿puede considerarse a este alfarero o
Demiurgo Causa Primera y Suprema? No, porque trabaja sobre un principio
preexistente cuya relación y jerarquía respecto de él nos es desconocida, y cuya
actividad se limita a con-‐‑formar un ser, hacer que exista en el orden de la
substancialidad ese tal ser. Al igual que el alfarero humano, el Demiurgo tanto
platónico como aristotélico (Motor inmóvil) no son creadores en el mismo sentido
que para santo Tomás es el Dios creador. El alfarero es el productor de la vasija
porque le confiere una forma y la hace ser vasija; pero nadie diría que es el
creador, en el sentido intensivo de la palabra, del ser de la vasija, porque el
pequeño detalle de no responsabilizarse de esa materia preexistente lo imposibilita.
488
Como ya se señaló en su momento, Gilson no ve diferencia en el fondo entre el
demiurgo platónico, el Motor inmóvil y el Uno neoplatónico. A cada uno de los tres les
falta —a su jucio— el elemento esencial que marca la diferencia, que es la creación de la
nada, y la no existencia eterna de la materia.
266 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
En la interpretación de Gilson, sólo una Causa sobre la cual no preexiste
elemento alguno puede considerarse auténtico creador, y esto no existe en la
cosmovisión griega, luego parte de razón hay que darle para recelar sobre una
identificación, al menos total, entre el Dios aristotélico y el Dios de Tomás.
Es justamente aquí, en esta concepción particular del acto creador donde la
valencia existencial y actualizadora del ser puede encontrar su fundamento. Si las
cosas han venido al ser de la nada, este movimiento (en sentido metafísico)
requiere una causa eficiente y una potencia actualizante. Dios aún es Acto Puro
de pensamiento en la concepción de Aristóteles, porque en este punto, Platón está
presente en él. No sólo Platón sino toda la tradición griega. En cambio, si existe
una acción creadora de la nada y un acto creador que hace que las cosas vengan a
la existencia, esto quiere decir que la mayor perfección está en el esse, porque es
más perfecto existir que contemplar. Luego, si el punto de perfección más alto ha
acontecido para los seres creados en su producción de la nada al ser, y por tanto,
«ser» es lo más perfecto que hay en ellos, la perfección suprema de Dios como
Principio y Causa de los seres venidos así a la existencia, debe ser precisamente
eso, «puro Ser» (purum Esse).
Luego Dios es Acto Puro de Ser, y da a participar la existencia (que es la
mayor perfección) a otros seres, y lo hace a través del acto creador por el cual lo
primero que produce-‐‑crea-‐‑dona es el ser, la existencia (actus essendi). Este esse es el
acto de existir, la mayor de las perfecciones. La existencia es un acto, no un
estado. Volviendo a la imagen del alfarero, éste puede pensar en una vasija en su
cabeza y no hacerla existir; y en cambio, a otra, darle la existencia. La concesión
de la existencia es lo que la ontología tomista señala como el acto primero que le
hace ser al ente.
Este es el camino que entiendo ha querido trazar Gilson para elaborar una
interpretación fiel al tomismo, acentuando por encima de todo la valencia
existencial y original del actus essendi. Lo positivo de acoger los datos que nos van
aportando las ciencias empíricas es que no se apoyan en una fuente ilegítima para
la ciencia metafísica sino en una fuente válida, la realidad sensible, porque es ésta
misma la que nos desvela que la materia es corruptible y no es eterna.
Creo que es un campo de investigación que está abierto a posteriores e
interesantes estudios directamente relacionados con cuestiones propiamente
CONCLUSIONES 267
metafísicas. La filosofía siempre ha crecido y trabajado unida a las ciencias físicas,
desde su inicio mismo. No es posible que los grandes descubrimientos científicos
del siglo XX no tengan nada que aportar a la metafísica. Al contrario, éstos, a
pesar de lo que pensaba Heidegger, nos «des-‐‑velan» el misterio del ser, nos
ayudan a responder a la gran pregunta de todos los tiempos, ¿por qué el ser y no
más bien la nada? Ahora le toca al filósofo especular a partir de la actual
cosmovisión de un mundo que ha empezado a existir; por tanto, no era, pero
empezó a ser, y tendrá un ocaso, dejará de ser; luego, detrás del misterio de la
emergencia y el ocaso del ser tiene que existir «el» Ser, porque el movimiento de
la potencia al acto, la contingencia, pero, no obstante, la conservación en el ser de
eso mismo que de suyo es contingente, son la «epifanía del ser», de uno que es
necesario, y de otro que, aunque contingente, no obstante es por voluntad del
necesario.
En este último punto de las conclusiones quisiera aportar una reflexión que
esté orientada a señalar las cuestiones que me parecerían importantes para una
futura atención filosófica. Serían las siguientes:
Por otra parte, acerca de la esencia, podemos decir que es el elemento que
hace de blanco hacia donde se dirigen todas las críticas a Gilson, éste citaba este
texto de Tomás: Nomen rei a quidditatem imponitur sicut nomen entis ab esse (C.G. I,
25, 10). Y comenta Gilson:
489
Nihil est formalius aut simplicius quam esse (C.G. I, 23, 2)”.
490
GILSON, É. “Elementos de una...”, cit. p. 4.
CONCLUSIONES 269
Essentia deja traslucir la raíz verbal esse y hace pensar en un imaginario
participio de presente «essens», que estaría con respecto a esse en la misma
relación que el inglés «being» está respecto a «to be». Siguiendo en esto a
Boecio, Tomás interpreta essentia por un equivalente del griego ὀυσίία: Ousia
enim apud grecos idem est quod essentia apud nos, ut ipsemet (Boetius) in libro De
duabus naturis fatetur (De ente, II, 6) (...)
Por otra parte, aunque la esencia no sea el ser, es aquello por lo que y en lo
que la cosa tiene el ser: Essentia dicitur secundum quod per eam et in ea res habet esse
(De ente I, 2). Por esta razón, la esencia es lo que se responde a la pregunta ¿qué
cosa es?: Essentia est id quod per definitionem rei significatur (De ente II, 3). Quidditatis
vero nominem sumitur ex hoc quod per definitionem significatur (De ente I, 2).
Et quia illud per quod res constituitur in proprio genere, vel specie, est
quod significamus per definitionem indicantem quid est res, unde est quod
nomen essentiae a philosophis in nomen quidditatis mutatur: et hoc est quod
Philosophus in 7 Metaphysicae frecuenter nominat quod quid erat esse, id
est: hoc per quod aliquid habet esse quid (De ente I, 2)491.
491
Ibíd., 4-‐‑5. «Y porque aquello por lo que la cosa es constituida en su propio género o
especie, es lo que significamos por definición indicando qué es la cosa, como es el nombre
de la esencia cambiada por el nombre de la quididad, según los filósofos: y esto es lo que
el Filósofo fecuentemente llama en 7 Metaphysicae quod quid erat esse, id est (lo que tiene el
ser, esto es): esto por lo que algo tiene el ser tal cosa».
270 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
cual, una esencia o cosa es: Non sic proprie dicitur quod esse sit, sed quod per esse
aliquid sit (In de Div. Nom., art. 751)”492.
Asimismo, me parece algo que podría considerarse fuera de discusión que,
en la metafísica de Tomás de Aquino la primacía del esse pertenece al corazón de
su más original contribución filosófica, algo que Gilson subraya, y que contrasta
con la interpretación tomista de autores como Dewan y otros:
Nunca se insistirá demasiado en que este primado del ser es la línea que
divide el tomismo de una metafísica del bien. Para ser bueno, es preciso, ante
todo, ser. Para ser causa, propio de lo que es bueno y diffusivum sui, es
necesario, ante todo, ser: Hoc nomen bonum est principale nomen Dei inquantum
est causa, non tamen simpliciter, nam esse absolute proeintellegitur causae (S. Th., I,
13, 11, ad 2)493.
¿Estamos, por tanto, ante una ruptura, una continuación o una superación
de la ontología aristotélica? Como dije antes, no me atrevo a pronunciarme sobre
un particular de tal envergadura. Lo que sí me parece es que, en la metafísica de
santo Tomás de Aquino, hay aspectos originales respecto a la metafísica de
Aristóteles. Que algunas afirmaciones de Gilson, como hemos insistido ya,
puedan ser matizadas me parece justo, pero creo que se le puede reconocer el
mérito de haber afirmado y justificado que, en el Aquinate, hay un filósofo cuya
ontología no se limita ni a comentar ni a exponer a Aristóteles. Me parecen del
todo insuficientes e insatisfactorios los argumentos de algunos comentaristas de
Tomás que se apoyan exclusivamente en los textos en que éste comenta a
Aristóteles para querer extraer de ahí sus conclusiones. Del mismo modo, me
parece un argumento sin consistencia cuando se dice que santo Tomás pone en
boca de Aristóteles ciertas ideas, descuidando lo que decía al inicio de las
conclusiones acerca de la admiración que el segundo sentía por el primero.
Parece justo y equilibrado reconocer la importancia que tuvieron las ideas
más sobresalientes de la ontología del Estagirita para la elaboración de la propia
492
Ibíd., 5.
493
Ibíd., 6.
CONCLUSIONES 271
ontología del ser de Tomás. Pero, creo que es también justo reconocer y más aún,
estudiar en profundidad y con independencia, la contribución original del
Aquinate. Estudiar y leer a santo Tomás como quien meramente repite a
Aristóteles o que simplemente viene a decir lo mismo, pero que, en el fondo, no
dice nada nuevo respecto de aquél, me parece discutible y susceptible de una
mayor profundización. La doctrina del actus essendi, con todo lo que ésta conlleva,
es original y tiene quizá algo aún que decir para el estudio actual de la metafísica.
Una de las características más importantes de la metafísica aristotélica es la
de trazar a lo largo de su camino una lógica de la que difícilmente puede
sustraerse la historia de la filosofía. La prueba de ello es el replanteamiento del
problema del ser en Heidegger. Un pensador que, en pleno siglo XX, después de
un largo período marcado por el Racionalismo y un ambiente abiertamente anti
metafísico, vuelve a proponer la necesidad de una vuelta al problema del ser. El
interrogante que Heidegger pone encima de la mesa no tiene nada de nuevo. Es
simplemente re-‐‑situar el objeto de la investigación filosófica para colocarlo donde
debe estar, en la pregunta por la naturaleza del ser y la pregunta por la causa del
ser.
El paradigma griego tuvo en Aristóteles la sistematización más acabada. El
Estagirita no concibió la ciencia metafísica como una ciencia que se responde a sí
misma. La metafísica empieza por la pregunta por la naturaleza del ente en
cuanto ente, para terminar por la pregunta por la Causa suprema del ente. Desde
este punto de vista, querría terminar estas conclusiones aportando lo que hasta
ahora he podido aprender de la historia del pensamiento filosófico, y para la que
ésta me ha ayudado. Me pregunto, ¿de qué sirve conocer los secretos vericuetos
de la realidad y de las causas segundas? Como he señalado en algunos momentos
del trabajo, el objeto por antonomasia que conquista la atención del espíritu
humano es que las cosas, al margen de lo que hacen, de lo que están compuestas o
de la complejidad de sus relaciones, son. La ciencia metafísica consiste en
desentrañar el misterio del ente en cuanto ente, lo que son las cosas en cuanto son;
pero, insisto, más allá de lo que esta ciencia tiene que decirnos acerca del misterio
del ser, lo que nos dice es que las cosas que son, no son «por sí», ni siquiera
272 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
aquellas que, en cuanto que pueden considerarse substancias, son substancias,
porque son «por sí», pero no de un modo absoluto. La creación y muerte, esto es,
su devenir, pero, antes aún, su emergencia en el ser desde la nada y su
corruptibilidad prueban, junto a otros elementos, que son «por Otro», por tanto,
que su ser y su existir es recibido de Otro494.
Como ya hicieron Platón y Aristóteles, maestros de la metafísica, esta
ciencia del ente sólo puede necesariamente concluir planteando la pregunta por la
Causa Primera de todo, la pregunta por Dios. Si sabemos que las cosas son, y que
son pero son por otro, la filosofía, siguiendo la lógica de su propia naturaleza,
debe recuperar la pregunta por la «cuestión de Dios». La especulación cristiana lo
hizo, pero en el presente no podemos asumir el mismo camino especulativo por
las razones dadas. Quizá es el momento de volver a la pregunta por Dios desde
un ámbito adecuado, el ámbito racional, autónomo y transcendente a la vez, ya
que, la filosofía, si quiere volver a ser lo que ella es, tendrá que recuperar la
pregunta por el ser, y, por ende, la pregunta por Dios.
494
Cf. SCIACCA, M. F. (19644). Il problema di Dio e della religione nella filosofia attuale.
Milano: Marzorati, 69.
CONCLUSIONI
Lo scopo di questa tesi era presentare il tomismo di Étienne Gilson, giacché
l´influsso che ne ha avuto nel XX secolo in tante scuole filosofiche vicine al
pensiero di Tommaso d´Aquino. Nel primo capitolo abbiamo visto il marco
storico da dove è nato il tema ed anche il punto di vista di Gilson. Nel secondo
abbiamo visto i pressupposti della sua filosofia, sottolineando specialmente
l´ontologia aristotelica, la quale ha avuto sempre in lui un´importanza particolare.
Finalmente, arriviamo nel terzo capitolo a un`esposizione sistematica della
filosofia dell´essere di san Tommaso —mettendo in luce soprattutto la dottrina
dell´actus essendi— nell´opera gilsoniana. Ed alla fine nell´ultimo capitolo
abbiamo studiato come le idee di Gilson sono state ricevute in maniera critica da
parte di due autori conosciuti, uno più vicino al pensiero del Francese, Cornelio
Fabro, e l´altro più lontano, Lawrence Dewan.
Dopo questo percorso che ci ha permesso di avvicinarci al pensiero di uno
dei filosofi più riconosciuti del secolo scorso, occorre ora presentare le conclusioni
di questa indagine. Per raggiungere questo fine mi sembra opportuno sviluppare
quest´ultimo punto del lavoro in questo modo: 1) Sintesi dell´idee più importanti
del tomismo di Gilson ed il contributo del suo insegnamento (magistero
filosofico); 2) Valutazione personale del pensiero di Gilson; 3) Possibili punti di
indagine aperte (contributo della tesi).
Alcune delle idee di Gilson hanno avuto una ripercussione importante nei
contesti più vicini all´ontologia aristotelico-‐‑tomista del XX secolo. Il tomismo, in
crescendo, dalla seconda metà del XIX secolo, ha visto la nascita all´inizio del
secolo scorso un dibattito in torno all´interpretazione della filosofia dell´essere di
Tommaso d´Aquino attraverso il pensiero del Francese. Queste che esponiamo in
274 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
seguito sono le idee che abbiamo svolto nel nostro lavoro e che adesso
presentiamo in modo sintetico.
b) Metafisica dell´Essodo
Gilson è stato uno dei più grandi difensori della così chiamata «filosofia
cristiana», cosa che si capisce come l´insieme de idee che la Rivelazione cristiana
fornisce al pensiero filosofico. Nasce dallo sforzo razionale dei pensatori cristiani
che vogliono comprendere e pensare la fede dentro le categorie proprie della
scienza filosofica, e quindi, dell´ambito razionale. Così, questi autori scoprono che
il contenuto rivelato illumina la ragione umana nella sua ricerca della verità.
495 TOMÁS DE AQUINO, S. Th., I, q. 4, a. 3 ad tertium.
CONCLUSIONI 275
Il nosotro autore capisce che i filosofi greci cercavano la verità ultima,
identificata per essi col principio (arché) di tutte le cose. Gilson capisce, facendose
eco del contenuto stesso delle testimonianze bibliche che, nella Sacra Scrittura
cristiana, questa Prima di tutto, esce del suo mistero e si mette in rapporto di
amicizia con gli uomini per condividere la sua storia ed il sup destino con loro.
Il momento più importante della Rivelazione biblica è quando Mosé,
davanti alla presenza di Dio, domanda Lui il suo Nome, ottenendo questa
risposta: "ʺSono colui che Sono"ʺ (Es 3, 14). Facendo una lettura literale del testo,
Gilson raccoglie e attualizza metafisicamente ciò che i pensatori cristiani avevano
creduto vedere nello stesso, come per essempio san Giovanni Damasceno, Boezio
ed anche san Tommaso. Ma, l´incomprensione della stessa scuola tomistica e la
deriva antimetafisica della storia del pensiero occidentale, aveva sfocato talmente
questa verità essenziale che permetteva comprendere meglio il mistero
dell´essere.
Da sua parte, la critica di Heidegger che la filosofia occidentale aveva
trascurato l´essere a scapito dell´ente (onto-‐‑teologia), fu la motivazione che gli ha
servito a Gilson per fare la sua immersione nello studio della storia della
metafisica dai filosofi greci persino alla modernità.
496
Al menos en la interpretación gilsioniana del tomismo, a pesar de que las criaturas
tienen el ser como por derecho propio, sin embargo, siguen siendo contingentes en cuanto
que dependen del acto creador para subsistir, lo que teológicamente se ha venido
llamando «conservación en el ser».
497
Dios ha querido la subsistencia por así decir “natural” de los seres creados, por su
propio y mismo ser, pero «necesario» aquí se refiere a que no puede no existir, algo que
no puede decirse de ningún ser creado. La irrevocabilidad del acto creador por el que la
criatura tiene el ser, a su manera, como necesario, no le da el carácter de «necesidad» que
tiene de modo absoluto sólo Dios.
CONCLUSIONI 277
essenza si identificherebbero, e quindi anche la creatura sarebbe Dio, ciò che ci
metterebbe in una dottrina panteistica ed emanazionistica498. La stessa cosa capita,
secondo Gilson, se si pensa questa distinzione come «di ragione» con fondamento
nella realtà, che è la tesi difesa da Suarez.
L´insegnamento di Étienne Gilson è stato, a parte la sua grande estensione,
di grande impatto intellettuale, al meno in certo ambito del mondo filosofico.
Questo soltanto può spiegarsi grazie all´aspetto di novità di alcune delle sue
idee499.
Il primo contributo che potrebbe riconoscersi in lui è, in pieno XX secolo,
dentro un ambiente centrato soprattutto nella fenomenologia ed nelle idee
posmoderne, come per essempio l´esistenzialismo o il pensiero debole (senza
metafisica), aver dedicato il suo tempo ed aver studiato un tema poco attuale e di
linea tanto diversa a quella del suo momento500. Il frutto di tanti anni di indagine
nel campo della filosofia medievale è di ri-‐‑valorizzazione di questa epoca, e
l´incoraggiamento provocato in molti filosofi del nosotro tempo per ritornare allo
studio delle fonti del pensiero filosofico 501 . Molti degli studi che si hanno
sviluppato durante il XX secolo sulle fonti del pensiero filosofico, sono stati
propposti grazie al lavoro e allo influsso degli scritti di Gilson.
498
Incluso los autores que no concuerdan con una distinción “real” de esencia y ser,
reconocen, sin embargo, que sí se da algún tipo de distinción que permita explicar la
diferencia ontológica entre Dios y los seres. Este es el caso de Suárez, que defiende una
distinción de razón con fundamento en la realidad.
499
Cf. STEENBERGHEN, F. VAN (1979). “Étienne Gilson, historien de la pensée
médièvale”. Revue philosophique de Louvain, vol. 77, pp. 487-‐‑508.
500
Cf. MAURER, A. A. (1984). “The legacy of Étienne Gilson”. Pontifical Institute of
Mediaeval Studies, vol. 23, p. 29.
501
Cf. MOYA OBRADORS, P. J. (1992). “Las virtudes naturales en Santo Tomás de
Aquino”. Otawa: IX Congreso Internacional de Filosofía Medieval, 3.
278 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Un altro contributo che mi sembra stimulante è la lettura critica che Gilson
fa di Aristotele. Eravamo abituati a considerare lo Stagirita come «il Filosofo», e a
san Tommaso come il brillante commentatore di quello. Gilson ci ha aiutati a
vedere in Tommaso un continuatore di Aristotele ma qualcosa di più. Lo stesso
Tommaso lascia intravedere nel suo modo di scrivere l´autorità che per lui
rappresenta la figura dello Stagirita, che lui chiama «il Filosofo».
Comunque, mi pare che sia un aspetto molto positivo della critica di Gilson
a quest´immagine tradizionale del rapporto tra Aristotele e Tommaso, perché
invita a uno studio più curato entrambi, aldilà degli aspetti comuni e di quello che
il primo è stato per il secondo. Un essempio fruttifero lo trovo anche nel filosofo
italiano Cornelio Fabro, chi, al mio modo di vedere, riesce ad una sintesi
suggestiva ed equilibrata di ciò che c´è di aristotelismo in Tommaso, e di come
questo gli sia servito al dominico il pensiero dello Stagirita per scoprire ciò che di
originale sta nella sua propria ontologia, specialmente l´actus essendi, che l´italiano
ha chiamato «esse intensivo».
Il pensiero di Gilson ha cercato in qualche maniera di portare la metafisica
al suo termine ˝naturale˝, ch´è alla domanda per la Causa Prima, cosa che sembra
aver perso importanza per la filosofia. Dalla morte filosofica, sociale ed
esistenziale di Dio, dichiarata da Nietzsche per l´avvento del presente e regnante
nichilismo, lo studio della Causa Prima, del Principio di tutte le cose, è rimasto
eclissato a discapito di aspetti secondari della realtà: la fenomenologia,
l´esistenzialismo, la filosofia analitica, la filosofia politica. Tutto questo suppone
un sfuggire della realtà. Senza una verità da raggiungere, senza un Dio che
cercare, senza una ragione capace di penetrare la realtà intima delle cose, al
filosofo soltanto resta la metafisica di un divenire fatuo, lo studio dell`avvento dei
fenomeni, che ne dicono nulla aldilà di loro stessi, ne ci portano a un aldilà di essi.
È la consagrazione di un´immanenza pura che, per essere tale, si rifiuta se stessa e
si va erodendo fino ad andare pian piano disincantandosi.
La domanda che mette in difficoltà questo scenario è, che tipo di influsso ha
oggi la sapienza filosofica nella nostra società? Non si tratta di un influsso che ha
strumentalizzato la filosofia per metterla al servizio di alcune ideologie politiche?
La natura della scienza filosofica è pensare la realtà per fare pensar a coloro che
CONCLUSIONI 279
viviamo in essa. Quando non vi è questa vocazione è perché la filosofia ha perso
la sua vera essenza.
502
Cf. BOMEYER, B. (1952). “Où va «l´être et l´essence» de M. Gilson?” Archives de
philosophie vol. 18, p. 83. De la misma opinión: SCHMITZ, K. L. (1987). “What has clio to Do
with Athena? Étienne Gilson: Historian and Philosopher”. Pontifical Institute of Mediaeval
Studies. The Étienne Gilson series 10, pp. 17-‐‑18. También: PERINI, G. (1985). “Gilson: un
tomismo contestato”. Doctor Communis. Vol. 38, pp. 356-‐‑360. Perini intenta en este artículo
poner en diálogo las tesis de Gilson con las críticas vetidas sobre las mismas.
Especialmente hay que tener en cuenta las de: QUINN, J. M. (1971). The Thomism of Étienne
Gilson. A critical Study. USA: Villanova University Press, pp. 180-‐‑188. Algunos autores
respondieron a su vez a este artículo de Quinn, por ejemplo, un célebre profesor del
Pontifical Institute of Mediaeval Studies: MAURER, A. A., escribe en 1974 una recensión al
artículo de J. M. Quinn “The Thomism of Étienne Gilson. A critical Study”, publicada en
1973 en la revista The Thomist. Vol. XXXVII, pp. 389-‐‑391.
280 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
prima che nell´esistenza la quale, come atto, non potrebbe essere scoperta se non
dopo un vero sforzo speculativo attraverso il giudizio.
Forse potrà essere oggetto di un dibattito l´esistenza di ciò che potremmo
chiamare una tendenza allo essenziale essenzialismo, e credo che può avere la sua
verità. Ma, fare una generalizzazione del termino «essere» come «esistenza»
neanche mi sembra corretto. È vero che questa tendenza sua è stata cambiata nei
suoi ultimi scritti, ma non lascia di avere importanza ciò che di fatto ha insegnato
durante il periodo più lungo del suo percorso. La parola «esistenza» non sembra
la più adeguata per tradurre l´esse tomistico, compreso come atto. Come alcuni
autori gli hanno fatto vedere, per essempio Fabro o lo stesso Echauri, l´esistenza
come tale non sprime il significato metafisico dell´actus essendi; altresì che può
creare la confusione di togliergli il suo significato metafisico proprio, che è essere
un atto, e non uno stato ne il fatto di esistere. L´albero, la pietra, la casa, Pietro
sono enti esistenti, hanno l´esistenza, ma così semplicemente non sprimono il
significato intensivo dell´actus essendi. Come enti che esistono o semplicemente
«enti reale» sono —nel linguaggio di Fabro— l´esse in actu. Invece, l´esse ut actus è
l´esse concepito come atto attraverso il quale l´ente riceve e ha l´esistenza. Si tratta
dell`ordine trascendentale dell´essere per il cui la creatura partecipa dell´essere,
riceve l´esistenza e la conserva.
—Lasciando una valutazione esatta fra Aristotele e Tommaso più avanti, un
altro tema in discussione dell´interpretazione di Gilson è quel che tratta la
sostanza aristotelica, che lui concepisce senza valore esistenziale. Dopo di varie
letture in proffondità della Metafisica e aver consultato gli scritti e commenti degli
studiosi dell´opera dello Stagirita, non mi sembra giustificato dire che la sostanza
che Aristotele ha in mente è —al meno di fatto— senza esistenza, soprattutto
quando lui afferma questo direttamente quando dice che la forma della sostanza è
l´esistenza della cosa. Ciò che Gilson non è stato in grado di comprendere —al
meno non ha spiegato con fortuna— è la possibilità di concepire l´esistenza
attuale dell´ente (esse in actu) ma non del suo origine trascendentale (esse ut actus).
—Un altro aspetto discutibile dell´interpretazione di Gilson ha a che fare
con la concezione di Dio nell´opera di Aristotele. Al suo parere, la divinità nel
mondo greco non giunge all´unicità del monoteismo giudeo-‐‑cristiano, ed in
questo senso è d´accordo col sentire degli specialisti. Anche è vero che in questi
CONCLUSIONI 281
scritti dello Stagirita, soprattutto nella sua Metafisica (libro lambda), non c´è un
trattamento specifico del rapporto fra il Motore immovile con il resto dei motori
immovili, e di questi col mondo sensible. Che di questo vuoto non si possa
arrivare a conclusioni deffinitive riguardo alla divinità nel pensiero aristotelico
nei suoi confronti mi sembra riconosciuto da tutti gli specialisti.
—Ciò nonostante Gilson non sembra capace di fare una valutazione di ciò
che ha scritto il filosofo ateniense circa la Causa Prima, e che, sebbene non
permette conclusioni definitive e chiare, invece si che ci danno la possibilità di
portarci al meno a pensare che la tendenza della sua teologia porta all´unità e al
primato del Motore immovile. La proba di questo è che soltanto questo è
considerato come vera Causa Prima, ed gli ha riservato il nome di Dio (Ὁ Θέέος).
E come tale, l´affermazione finale che fa alla fine di questo libro della Metafisica,
ha valore al riguardo: ˝Non è buono il governo di molti; è meglio lasciarsi
governare da uno solo˝503, sottolineando con questa frase di Omero, la neccesità di
un Principio veramente Primo e supremo.
—Finalmente vorrei fare menzione a un problema visto nella seconda parte
del lavoro, e che ha a che fare con le fonti del pensiero di san Tommaso ed, in
generale, di tutto il pensidero cristiano. Questo punto è il centro del problema
anche accennato di una «filosofia cristiana», cosa meno trascendente oggi in sé
stesso considerato però di maggior peso se ci rendiamo conto del significato che
alcune idee procedenti di questa fonte avrebbero fra i tanti, san Tommaso
d´Aquino e la sua particolare ontologia dell´essere.
Sembra che Gilson ha preso questo problema senza rendersi conto delle sue
conseguenze. I pensatori cristiani antichi hanno avuto più difficoltà di esserne
consapevoli, invece oggi è più facile vederne, grazie alla differenza che c´è fra un
contesto e un altro. Comunque il problema esiste e persiste.
Nell´alto medioevo nessun pensatore cristiano ha potuto riconoscere questo
problema dello statuto epistemologico delle fonti. Per i teologhi cristiani, le fonti
della sapienza erano la raggione e la divina Rivelazione. Se in qualche punto
503
HOMERO, Ilíada II. Traducción (año 2000) de Emiliano Aguado. Madrid: EDAF, 204
282 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
aveva confusione o dubbio entrambe, il filosofo cristiano sempre si inclinerebbe in
favore di ciò che insegna la Bibbia.
La difficoltà nasce quando procediamo a una valutazione critica delle fonti.
Può una scienza autonoma come la metafisica considerare una fonte di
conoscenza valida a uno scritto soprannaturale? Il problema in discussione in
questo caso non è la legittimità di questa fonte nel suo ambito proprio, neppure la
ragionevolezza di questa stessa fede. Il problema è si è possibile aceettare come
valida una fonte di conoscenza di natura soprarrazionale.
Questo dibattito mi sembra particolarmente importante perché una delle
fonti di conoscenza de la cui si serve il Gilson per elaborare parte della sua
particolare metafisica è la Sacra Scrittura, e questo ci mette in difficoltà per la
fondazione; e non già per l´interpretazione di Gilson, ma per la stessa filosofia
dell´essere di san Tommaso504, il cui ha preso di questa stessa fonte per elaborare
la sua dottrina dell´actus essendi.
Infatti, per giungere alla verità della centralità dell´essere e il suo carattere
di atto, per i nostri autori non è soltanto Aristotele chi ha preparato a Tommaso il
cammino, ma la Bibbia. Malgrado lui abbia proceduto sempre come vero filosofo
e teologo con una metodologia rigurosamente scientifica, invece, per scoprire ed
elaborare la sua dottrina del ipsum Esse, della distinzione di essenza e di essere, e
quindi dell´actus essendi, ha preso di Aristotele la base della dottrina dell´atto e la
potenza, la natura della sostanza e di più però —al meno secondo Gilson—
soprattutto della Bibbia e la sua identificazione tra Dio e l´essere.
Insieme a quest´identificazione fra Dio e l´essere occorre aggiungere un
altro elemento fondamentale ch´è alla base dell´ontologia tomistica, come di tutto
il pensiero cristiano, la dottrina della creatio ex nihilo, come si ha messo in rilievo
in questo lavoro. Come è stato detto, questa nozione ha un´importanza capitale
nell´elaborazione di questa concezione metafisica dell´essere, e allo stesso modo si
basa nel testo bibblico. La creazione degli esseri dal nulla ha un´importanza
fondamentale nell´elaborazione della dottrina dell´actus essendi, e poiché, come
diciamo, proviene da un testo religioso, è valida la sua incidenza.
504
Questo pensano al meno Gilson e Fabro.
CONCLUSIONI 283
Arriviamo così a uno dei punti più delicati della nostra valutazione. Detto
tutto questo, si può legittimare o fondare una filosofia tomistica dell´essere tale e
come la abbiamo ricevuta, avendo conto del problema critico, o è meglio
abbandonarla o ignorarla? Tratterò di dare una risposta a ogni questione, però
più come vie aperte per una possibile indagine futura che come soluzione
definitiva.
In primo luogo, come già è stato messo in rilievo, non mi sembra possibile
né conveniente difendere la possibilità di una «filosofia cristiana». Un`altra cosa
distinta è che entrambe esistono punti di interesse comuni e di mutuo aiuto,
ambedue scienze appartengono a due ambiti differenti di conoscenza
indipendenti. La Rivelazione soprannaturale è oggetto di fede e la ragione aiuta a
capire e trovare la raggionevolezza del dato rivelato. Ma la Rivelazione
soprannaturale può essere oggetto di indagine speculativa aldilà ciò che abbiamo
detto perché eccede lo stesso campo strettamente razionale.
Allo stesso modo, e questo è ciò che più ci interessa, la Rivelazione
soprannaturale non può essere considerata fonte per la conoscenza filosofica, non
perché il suo contenuto non abbia valore noetico e veritativo, e quindi, una
affermazione proveniente da una fonte soprannaturale non è accessibile se non
attraverso della fede, e la scienza filosofica soltanto può considerare come fonte di
conoscenza legittima quella conoscenza che appartiene all´ambito razionale.
Dunque, se è possibile accedere alla conoscenza della natura divina come Atto
Puro di Essere, Ente necessario per essenza, e all´esistenza degli enti creati
attraverso l´actus essendi come partecipazione trascendentale nell´essere di Dio,
dobbiamo cercare un altro cammino.
Secondo Gilson, i filosofi hanno cominciato a considerare il valore
dell´esistenza come elemento metafisico aldilà del factum, a partire dalla nozione
di creatio ex nihilo. Sebbene è vero che la conoscenza di questa nozione è stata
storicamente trovata da una via sopranaturale, e che, come diciamo, possiamo
sostenerci in questa, da altro canto, esiste un altro ambito esclusivamente
razionale per il cui possiamo sapere che il mondo non è eterno ma che ha avuto
284 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
un inizio e avrà un fine, e che, allora, la materia non pre-‐‑esiste all´atto creatore.
Questo nuovo cammino è la sciencia fisica con i suoi attuali conclusioni505.
Non si tratta di affermare né stabilire un problema di tale grado, ma vorrei
giustificare questa via di indagine perché possa essere considerata degna di un
possibile e fecundo studio. Infatti, in un mundo eterno, ciò divino è la causa ed il
principio che crea il mondo. Ma —al meno nell´interpretazione di Gilson— quello
divino non produce l´esistenza degli enti dal nulla, al meno questo non entra nella
mentalità greca, per la quale non esiste transito dal nulla all´essere. Perciò il
principio di maggior attualità in questo marco metafisico è la forma, perché essa
da l´essere sostanziale (l´essere «tale» o «quale» cosa) alle cose. Naturalmente
parliamo di cose realmente esistenti, staccandomi qui da Gilson. Ma, sono
d´accordo con lui nell´opinione che la creazione di Dio nel pensiero di Aristotele
non può propporsi nel senso di una produzione ex nihilo, cosa di cui non c´è
nessun accenno nelle sue opere.
Questa «creazione» dell´essere nella filosofia greca —per Gilson— è opera
di un Demiurgo che conferisce l´essere sostanziale a partire da una materia eterna
505
Ciencia, filosofía y fe son saberes independientes con un campo de investigación
autónomo, sin embargo, se relacionan. Existe en la comunidad científica actual una
tendencia más generalizada a pensar que, con los datos hoy conocidos, el mundo no es
eterno sino que ha tenido un comienzo y tendrá un fin. De hecho, la única teoría contraria,
la llamada “Auto-‐‑creación”, encabezada por Hawking, a pesar de que pueda haber tenido
mayor impacto mediático, en cambio dentro del ámbito científico está lejos de ser
aceptada, y menos aún fundamentada, ni científicamente ni, menos aún, filosóficamente.
Algunos estudios relacionados con el status questionis del inicio del universo: FERNÁNDEZ
RAÑADA, A. (1996). Nuestros orígenes, el universo, la vida, el hombre. Madrid: Centro de
Estudios. Igualmente: Los científicos y Dios, donde estudia las distintas posiciones de la
comunidad científica sobre la cuestión, mostrando cómo la tendencia más general es la
antedicha. Otro autor cuyo estudio refleja esta postura y que ha tenido muy buena
acogida: WEINBERG, S. (1979). Los tres primeros minutos del universo. Madrid: Alianza
Editorial.
CONCLUSIONI 285
pre-‐‑esistenti506. Questo è il punto centrale. Come un vasaio può essere considerato
come un «creatore» e causa efficiente per quanto che stampi e conferisce una
forma ad una materia che c´è, così succede nella concezione greca. Ma, nelle due
casi, fare che una materia pre-‐‑esistenti ed eterna sia tale cosa non è lo stesso che,
in un solo ed medesimo atto creatore, vengano all´essere allo stesso tempo
elementi che conformano l´esistenza di un ente, essendo il primo l´esistenza
compresa come atto che da e conserva l´essere, atto al cui gli è soggetto —non
cronologica ma metafisicamente— la forma e la sostanzialità.
A partire da quest´immagine, può essere considerato a questo vasaio o
Demiurgo Causa Prima e suprema? No, perché lavora su un principio pre-‐‑
esistente il cui rapporto e gerarchia riguardo a lui è per noi sconosciuto, e la cui
attività si limita a con-‐‑formare un essere, fare che esista nell´ordine della
sostanzialità questo tale essere. Allora, come il vasaio umano, il Demiurgo tanto
platonico come aristotelico (Motore immovile) non sono creatori nello stesso
senso che per san Tommaso è il Dio creatore. Il vasaio è il produttore della
pentola di terracotta perché le conferisce una forma e le fa essere pentola di
terracotta; ma nessuno direbbe che è creatore, nel senso intensivo della parola,
dell´essere della pentola di terracotta, perché questo piccolo dettaglio di non
risponsabilizzarsi di questa materia pre-‐‑esistente lo rende incapace.
In questa lettura gilsoniana, soltanto una Causa sulla quale non pre-‐‑esiste
nessun elemento, può essere considerata autentica Causa Prima e suprema, e
questo non esiste nella cosmovisione greca. Quindi, parte di raggione dobbiamo
concedergli a Gilson quando dubbita su un´identificazione, al meno totale, tra il
Dio aristotelico e il Dio di Tommaso.
È giustamente qui, in questa concezione particolare dell´atto creatore dove il
significato esistenziale e attualizzatrice dell´essere può trovare il suo fondamento.
506
Como ya se señaló en su momento, Gilson no ve diferencia en el fondo entre el
demiurgo platónico, el Motor inmóvil y el Uno neoplatónico. A cada uno de los tres les
falta —a su jucio— el elemento esencial que marca la diferencia, que es la creación de la
nada, y la no existencia eterna de la materia.
286 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
Se le cose sono venute all´essere dal nulla, questo movimento (in senso
metafisico) richiede una causa efficiente e una potenza attualizzante. Dio ancora è
Atto Puro di un pensiero nella concezione di Aristotele, perché in questo punto,
Platon è presente in lui. Non solo Platone ma tutta la tradizione greca. Invece, se
esiste un´azione creatrice dal nulla e un atto creatore che fa che le cose vengano
all´esistenza, questo vuol dire che la maggior perfezione è nell´esse, perché è più
perfetto esistere che contemplare. Qundi se il punto di perfezione più alto è
successo per gli esseri creati nella sua produzione dal nulla all´essere, deve essere
proprio questo, puro essere (purum Esse).
Dunque Dio è Atto puro di Essere, e da a partecipare l´esistenza (ch´è la più
grande perfezione) agli altri esseri, e lo fa attraverso l´atto creatore per il cui ciò
che produce in primo luogo è l´essere, l´esistenza (actus essendi). Questo esse è
l´atto di esistere, la più alta delle perfezioni. L´esistenza è un atto, non uno stato.
Ritornando all´immagine del vasaio, si può pensare come ad una pentola di
terracotta nella sua testa e non farla esistere; e invece, ad un`altra, darle
l´esistenza. La concesione (il dono) dell´esistenza è ciò che l´ontologia tomistica
sottolinea come l´atto primo che fa essere all´ente.
Questo è il cammino che penso abbia voluto percorrere Gilson per elaborare
la sua interpretazione fedele al tomismo, sottolineando al di sopra di tutto il
significato esistenziale e originale dell´actus essendi. Quello positivo da accogliere
qui sono i dati che ci forniscono le scienze empiriche è che non si basano in una
fonte illegittima per la scienza metafisica ma in una con piena validità, la realtà
sensibile, perché è la stessa quella che si svela che la materia è corrutibile e non è
eterna.
Mi sembra che sia un campo di indagine che è aperto a posteriori studi
direttamente in rapporto con questioni metafisiche. La filosofia sempre è cresciuta
e ha lavorato insieme alle scienze fisiche fin dal suo inizio. Contrariamente,
questi, malgrado il pensiero di Heidegger, ci svelano il mistero dell´essere, ci
aiutano a rispondere alla grande domanda di tutti i tempi, perché l´essere ed non
anzi il nulla? Adesso tocca il filosofo speculare a partire dall´attuale cosmovisione
di un mondo che ha avuto un inizio temporale; quindi, non c´èra però ha
cominciato ad essere, ed avrà un crepusculo, lascerà essere; quindi dietro il
mistero dell´emmergenzia e dell´crepusculo dell´essere deve esistere «l»´essere,
CONCLUSIONI 287
perché il movimiento della potenza all´atto, la contingenza però nonostante la
conservazione nell´essere di questo stesso che di suo è fragile, sono «l´epifania
dell´essere», di uno che è necessario, e di un altro che, benché fragile, nonostante
è per il volere del Necessario.
507
Nihil est formalius aut simplicius quam esse (C.G. I, 23, 2). Comenta Gilson: “Aquello
que en el ente es otro que (aliud) el ser está, respecto de este acto de ser, en la relación de
materia a forma, y potencia a acto: Ipsum esse est perfectissimum omnium. Comparatur enim
ad omnia ut actus; nihil enim habet actualitatem nisi inquantum est. Unde ipsum esse est
actualitas omnium rerum, et etiam ipsarum formarum. Unde non comparatur ad alia sicut
recipiens ad receptum, sed magis sicut receptur ad recipiens, cum dico esse hominis vel equi, vel
cuiuscumque alterius ipsum esse consideratur ut formale et receptum, non autem illud cui
competit esse (S. Th., I, 4, 1, ad 3m)”.
508
GILSON, É. “Elementos de una...”, cit. p. 4.
CONCLUSIONI 289
stesso rapporto che l´inglese «being» riguardo a «to be». Seguendo ne Boezio,
Tommaso interpreta essentia per ὀυσίία: Ousia enim apud grecos idem est quod
essentia apud nos, ut ipsemet (Boetius) in libro De duabus naturis fatetur (De ente,
II, 6) (...)
Quindi, anche se l´essenza non sia l´essere, è quello per lo cui e nello cui
la cosa ha l´essere. Essentia dicitur secundum quod per eam et in ea res habet esse (De
ente I, 2). Perciò l´essenza è ciò che si risponde alla domanda, cos´è?: Essentia est id
quod per definitionem rei significatur (De ente II, 3). Quidditatis vero nominem sumitur
ex hoc quod per definitionem significatur (De ente I, 2).
Et quia illud per quod res constituitur in proprio genere, vel specie, est
quod significamus per definitionem indicantem quid est res, unde est quod
nomen essentiae a philosophis in nomen quidditatis mutatur: et hoc est quod
Philosophus in 7 Metaphysicae frecuenter nominat quod quid erat esse, id
est: hoc per quod aliquid habet esse quid (De ente I, 2)509.
509
Ibíd., 4-‐‑5. «Y porque aquello por lo que la cosa es constituida en su propio género o
especie, es lo que significamos por definición indicando qué es la cosa, como es el nombre
de la esencia cambiada por el nombre de la quididad, según los filósofos: y esto es lo que
el Filósofo fecuentemente llama en 7 Metaphysicae quod quid erat esse, id est (lo que tiene el
ser, esto es): esto por lo que algo tiene el ser tal cosa».
510
Ibíd., 5.
290 MANUEL ALEJANDRO SERRA PÉREZ
appartiene al cuore del suo contributo più originale, cosa che Gilson sottolinea, e
che contrasta con l´interpretazione tomistica di autori come Dewan ed altri:
511
Ibíd., 6.
CONCLUSIONI 291
dell´actus essendi, malgrado tutto ciò che questa porta in se, è originale e ha forse
qualcosa ancora da dire per lo studio attuale della metafisica.
512
Cf. SCIACCA, M. F. (19644). Il problema di Dio e della religione nella filosofia attuale.
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