Gongora Plantilla Nuevo

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LUIS DE GÓNGORA

Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba en 1561. Era hijo del


juez de bienes don Francisco de Argote y de la dama de la
nobleza Leonor de Góngora. Estudió en la Universidad de
Salamanca, tomó órdenes menores en 1585 y fue canónigo
beneficiado de la catedral cordobesa, donde fue amonestado
ante el obispo Pacheco por acudir pocas veces al coro y por
charlar en él, así como por acudir a diversiones profanas y
componer versos satíricos. Desde 1589 viajó en diversas
comisiones de su cabildo y compuso entonces numerosos sonetos, romances y
letrillas satíricas y líricas.

En 1609 regresó a Córdoba y empezó a intensificar la tensión estética y el


barroquismo de sus versos. Hacia el final de su vida, se ordena sacerdote,
residiendo en Madrid como capellán de honor de Felipe III, en 1617. Para
desempeñar tal cargo, vivió en la Corte hasta 1626, arruinándose para conseguir
cargos y prebendas a casi todos sus familiares; sus apuros económicos son
grandes, quiere vivir como gran señor y además es aficionado al juego. Al año
siguiente, en 1627, perdida la memoria, marchó a Córdoba, donde murió de una
apoplejía en medio de una extrema pobreza.

El carácter desabrido de don Luis y la arrogancia con que se comportó como


artista le valieron abundantes enemistades. La más duradera y grave fue con don
Francisco de Quevedo, tan agresivo como él, que profesaba una estética distinta
(el conceptismo). Sus relaciones con Lope de Vega fueron más ambiguas. Lope
de Vega admiraba a Góngora, pero éste lo desdeñaba: “potro es gallardo pero va
sin freno”, escribió Góngora de Lope de Vega.

La característica principal del autor es su gusto por la riqueza verbal, que se


manifiesta en el gran número de figuras retóricas y por un uso sistemático del
hipérbaton, lo que hace que sus textos resulten con frecuencia de lectura difícil.
Los temas que trata en los sonetos son los habituales de la época: amorosos,
filosóficos, patrióticos y, ocasionalmente, burlescos.

La crítica, a partir del siglo XVIII fue muy elogiosa para la lírica juvenil de don
Luis, pero absolutamente negativa para su gran poesía posterior. El rescate de
Góngora como uno de los máximos líricos fue en el siglo XX: lo realizaron una
serie de escritores conocidos como la Generación del 27, precisamente porque en
1927 celebraron en el Ateneo de Sevilla un acto para conmemorar el tercer
centenario de la muerte de Góngora.
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1 Las dos épocas de Góngora

La obra poética de Góngora puede agruparse en dos sectores, atendiendo al


metro utilizado: uno sería el de las composiciones en metros cortos populares
(letrillas y romances); otro, el de los poemas a base de endecasílabos (los
sonetos, el Polifemo, las Soledades).

En los diecisiete últimos años de su vida su estilo es plenamente “culterano”. El


hecho fue anunciado por él mismo y reconocido por sus contemporáneos: el
humanista Francisco de Cascales ya hablaba de dos Góngoras: el príncipe de la
luz, anterior a 1610, y el príncipe de las tinieblas, posterior a esta fecha.

La crítica, a partir del siglo XVIII fue muy elogiosa para la lírica juvenil de don
Luis, pero absolutamente negativa para su gran poesía posterior. El rescate de
Góngora como uno de los máximos líricos fue en el siglo XX: lo realizaron una
serie de escritores conocidos como la Generación del 27, precisamente porque en
1927 celebraron en el Ateneo de Sevilla un acto para conmemorar el tercer
centenario de la muerte de Góngora.

El gran poeta y crítico Dámaso Alonso puso su empeño en demostrar que no hay
dos épocas en la obra de dos Luis de Góngora: ya en sus poemas juveniles se
presentan abundantes artificios “culteranos”. Esto es evidente y constituye gran
mérito de Dámaso Alonso haberlo probado, pero también es innegable que hacia
1610 Góngora acentúa tales artificios, alcanzando una concentración y una
dificultad que antes existían en menor grado.

Poesías en metros populares: letrillas y romances

Tanto en las letrillas como en los romances, utiliza recursos propios de la lírica
popular: canciones, bailes, estribillos, rimas asonantes, irregularidades silábicas.

Las letrillas, siempre graciosas y vivaces, oscilan entre lo finamente sentimental


y lo maliciosamente satírico. En la letrilla “la más bella niña…” su tono popular es
solo aparente: todo en él está muy elaborado. Es el lamento de una muchacha
recién casada, cuyo esposo ha sido llevado a la guerra. En “ándeme yo caliente…”
el poeta toma un refrán popular y a partir de él desarrolla el poema de forma
jocosa deformando un tópico de la literatura culta, el Beatus ille, que el poeta
satiriza.

Góngora fue un creador de romances nuevos o artísticos. La


gran masa de romances que se componen a partir de 1580
reciben el nombre de romances nuevos o artísticos para
diferenciarlos de los romances viejos medievales. Lope de Vega
y Góngora junto con Cervantes y seguidos por Quevedo
actualizan el viejo género dotándolo de contenidos nuevos. Hay
que destacar el romance “Amarrado al duro banco” cuyo
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protagonista es un cautivo español que añora su patria desde su prisión en un


barco turco.

Poesías en metros cultos:

Los sonetos

Aparte de los grandes poemas, lo esencial de la producción gongorina en


endecasílabos es una abundante serie de sonetos. Lo mismo que en las letrillas
y romances, también hay motivos burlescos en algunos sonetos como en
“Prisión del nácar era articulado”. También encontramos burlas en el soneto “El
conde mi señor se fue a Nápoles” en el que se ve la reacción burlona del autor
ante el hecho de que algunos grandes de España llevaban en sus viajes al
extranjero poetas y artistas, y Góngora deseaba ser invitado pero vio con
amargura que eran preferidos otros de menor ingenio. Hay que destacar el
soneto de tema amoroso que es una versión barroca del “Carpe diem”, cuyo
primer verso es “Mientras por competir con tu cabello”, cuya semejanza en el
tema es evidente con el soneto de Garcilaso “En tanto que de rosa y azucena”.

Los grandes poemas: el Polifemo y las Soledades

La Fábula de Polifemo y Galatea, escrito en octavas


reales, se basa en un tema de Ovidio: el gigante
Polifemo, enfurecido de celos por los amores del pastor
Acis y la ninfa Galatea, arroja un peñasco sobre su
rival. Galatea invoca a las divinidades marinas, que
convierten la sangre y los huesos de Acis en un
cristalino arroyo. Es un poema perfecto en su
construcción y lleno de hermosas imágenes,
insuperable en la expresión de lo terrible (la furia del
cíclope) o de lo delicado (la belleza de Galatea). Es quizás el poema más
plenamente logrado de toda la lírica barroca.

En Las Soledades, el elemento narrativo, realmente insignificante, desaparece


bajo una exuberante fronda ornamental. Las Soledades iban a ser cuatro poemas
de exaltación a la naturaleza por la que pasa un peregrino en cuatro edades:
juventud, adolescencia, madurez y senectud. Pero Góngora solo escribió la
primera y parte de la segunda: unos dos mil versos, en silvas.

En la primera (Soledad de los campos), un joven náufrago llega a tierra y,


acogido por unos cabreros, presencia las fiestas con que solemnizan unas bodas.
Más tarde, (Soledad segunda o “de las riberas”) asiste a los trabajos de unos
pescadores y convive con ellos unas horas.
LUIS DE GÓNGORA 4

2 La polémica en torno a Góngora

Si las poesías breves de Góngora (letrillas, romances) fueron siempre objeto de


un elogio unánime, el Polifemo y las Soledades tuvieron la virtud de provocar una
de las más ruidosas polémicas literarias del siglo XVII. Se atacó su oscuridad con
argumentos eruditos o con sátiras mordaces y se tildó a Góngora de poeta huero
y pedante. Sin embargo, el nuevo estilo briosamente defendido por los amigos
del poeta, dio origen a toda una escuela gongorina y llegó a influir sobre los
mismos impugnadores.

El siglo XVIII fue adverso a la poesía de Góngora, cuya obra no se vio


rehabilitada hasta que a fines del siglo XIX, Verlaine y los modernistas españoles,
con Rubén Darío a la cabeza, se declararon partidarios suyos. Hoy, gracias a los
estudios de Dámaso Alonso y a la general revalorización del estilo barroco, se le
considera como una de las más altas cumbres de la poesía castellana.

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