Carta A Mi Sobrino Juan

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Carta a mi Sobrino Juan

Autor desconocido
(Fragmento de artículo de Carlos Aldana, publicado en Prensa Libre, 28-9-95)

Mi querido sobrino Juan.

Me dices que vas a terminar tus básicos y prevés grandes cosas, más
interesantes que lo pasado.

Quizás mi deber es felicitarte y decirte que debes estudiar mucho, para así
agradecer a la familia. Te quiero hablar con franqueza. Últimamente me
persiguen unos sentimientos que no me gustan. Trato de explicarlos a los
amigos y me dicen que no se puede hablar así. Me voy ha convertir en un
fanático.

Todo comenzó hace unas semanas cuando recibí una carta de la abuela. Me
dice que pasó una mañana entera viendo dibujos que hice a los cinco años. Me
dice que tenía tal curiosidad que me metía en todo, tratando de aprender en un
momento. Recordaba que yo contaba a todo el mundo lo que había descubierto
y lo que soñaba. Y que hasta inventaba palabras cuando éstas me faltaban.

Me habla de un yo –el mío- que no puedo recordar ni reconocer. Si ella dice la


verdad, yo a los cinco era un pintor, un investigador, un escritor y un artista: un
tipo muy valioso.

¿Qué pasó? Ahora no soy nada de eso.

Lo único que leo es el periódico, deportes y chistes, sobre todo.

Tampoco escribo. Y dibujar nunca. Siento que es la primera vez que pienso en
años. Si era tan investigador y creador a los cinco, porque soy tan torpe a los
treinta, durante casi un mes he pensado en esta pregunta. Creo que hay una
respuesta: perdí mi curiosidad y mi creatividad porque pasé diez y siete años
sentado en un pupitre matándome...

Me imagino Juan, cuando tú y yo teníamos cinco años no pensábamos en el


futuro. Sólo nos interesaba el presente.

Sólo dibujábamos cuando teníamos ganas de hacerlo. Cuando llegamos a la


escuela había una asignatura: Dibujo:
La primera vez que estuve en clase, agarré un lápiz como un loco. ¡Como la
gozaba ¡... Llegó la profesora y me dijo: no Miguel, así no...tiene que ser una
flor igual a la de pizarra.

Yo lo encontré absurdo. La llené de colores que me parecieron bonitos. La


profesora tomó mi dibujo y lo puso.

Nunca más trate de dibujar mis gustos. Nunca más me gustó dibujar. No sé si te
pasará igual.

A mi me gustaba la historia. En un examen nos preguntaron el descubrimiento


de América. Había visto una película. Escribí mucho. Pero me suspendieron por
no decir lo que estaba en el libro.

Son ejemplos tontos tal vez, lo importante es que me obligaron a ir a la escuela.


Y en ella nos enseñaron a decir lo que decía el maestro.

Y esta es la principal razón que nos daban: para aprobar y seguir estudiando.

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