Psicología de La Liberacion
Psicología de La Liberacion
Psicología de La Liberacion
Trabajo Práctico:
Profundización acerca del pensamiento de
Ignacio Martín Baró y su obra
“Hacia una Psicología de la Liberación”
Asignatura: Escuelas, Corrientes y Sistemas de la Psicología Contemporánea.
El camino desde la nueva praxis, con una nueva ética como base:
Ya Baró(1986) menciona que el problema de la nueva praxis plantea el problema
del poder, de que requería tomar partido, es decir, puesto que asumir una praxis
popular es de cierta manera tomar una postura política. Generalmente, se
presupone que al tomar partido se abandona la objetividad, pero esto no significaba
que adoptar una postura, el ser parcial, fuese lo mismo que ser subjetivx (de hecho,
todxs lxs científicos/as son parciales, al estar inmersxs en cultura, espacio y
momento histórico determinados.) Podría ser inherente a unos intereses, más o
menos conscientes, pero puede ser también de una opción ética (Baró,1986).
La dimensión ética ha estado presente en la psicología desde siempre, y más que
eso, la ética formaría parte de la esencia misma de la psicología, ejemplificado esto
en cómo muchas técnicas psicológicas habrían surgido para mejorar algún aspecto
de la condición humana (Gondra, 2017). José María Gondra en su trabajo “La Ética
como Praxis Transformadora en la Psicología de la Liberación de Ignacio Martín
Baró” detalla la importancia que da Baró a esta dimensión.
Ahora bien, hay un peligro inherente en considerar a los problemas éticos como
simples problemas de integración psicológica, puesto que los valores de una
sociedad modificaban el carácter de un individuo permitiendo el error de adjudicar
un problema a la consecuencia y no a la causa. De allí surge el porqué es tan
necesario el evitar caer en el mimetismo cientista anterior, y como dice la palabra,
de imitar las concepciones psicológicas ajenas a Latinoamérica, cuyos valores no
podían ser más incompatibles con las necesidades de la misma.
Baró comienza dando una crítica a las dos concepciones de la ética más comunes
en la psicología, la positivista y la idealista.
La primera, cuyo mayor exponente era el conductismo de Skinner, perdía de vista
la característica fundamental del ser humano, su interioridad, ya que se ignoraba la
ideología del individuo tras la metodología, y no especificaba lo que significaba ser
bueno o malo en cada profesión, terminando la ética siempre siendo la misma:
hacer el bien, buscar el bienestar de las personas, no aprovecharse de ellas, etc;
(Gondra, 2017). Sin mencionar que dada la definición que daba Skinner a los
valores, el de reforzadores sociales, se podían hacer de estos un sistema de control.
En resumen, no solo se ignoraba la interioridad de las masas, a quienes en muchos
países se hacía sucumbir en la hambruna y pobreza mediante un sistema ético
controlado por una minoría, sino que subestimaba los intereses y valores subjetivos
de las personas dedicadas a la ciencia.
La ética idealista, tenía un problema más evidente, ya que postulaba unos
principios generales y/o universales vinculados a valores absolutos, que en la
práctica eran imposibles de poner en aplicación porque ignoraba las condiciones
sociales que los impedían; dígase la opresión cultural, de expresión y económica
que se sufría en algunas naciones. Extrapolar principios de la sociedad
norteamericana a sociedades diferentes entonces no tenía sentido, y ese mimetismo
por lo tanto podría usarse para un sistema de control similar al que pecaba el
conductismo; justificar un orden impuesto basado en valores imposibles de alcanzar,
el del respeto y anhelo a la riqueza y reconocimiento como objetivo de todo ser
humano por ejemplo.
Por esto, era necesario una nueva ética, una que fuese la base de la praxis que
tenía en mente Martín Baró. Debía de ser una íntimamente vinculada a la
psicología y eminentemente práctica, orientada hacia la transformación de la
realidad social (Gondra, 2017).
Tal concepción de la ética era apreciable en la definición que él daba a la misma:
“Praxis iluminada teóricamente, que pretende la transformación del hombre, de la
sociedad y de la historia”(Martín Baró,2016, p.179), definición que procedía de
Ignacio Ellacuría, de quien conoció la teología de la liberación durante sus estudios
de teología.
Creemos que tal liberación y transformación sólo puede darse si la nueva praxis
pensada incluye en un principio la interacción entre oprimidxs y quienes quieran
lograr la liberación de lxs mismxs desde la psicología. Tal como Burton (2004)
hablando de la liberación, aclara:
Tiene sus orígenes en la interacción de dos tipos de agentes o activistas:
1) Los agentes catalíticos externos (que puede incluir a psicólogos
comunitarios).
2) Los propios grupos oprimidos.
Ésta noción latinoamericana de la liberación propone una alianza estratégica entre
estos dos sectores”. (p.3)
Para explicar su visión, Baró se basó en la imagen del horizonte: Todo objeto
podía tener múltiples horizontes, según fuese su naturaleza y el punto de vista del
observador (Gondra,2017). La psicología no era la excepción a la regla y podía
tener distintos horizontes según se la considerase como ciencia o como profesión.
La delimitación de un horizonte permitía visualizar las preguntas desde dónde y
hacia dónde se dirigía, las meta u objetivo podríamos decir; esto nos lleva a una
tercera pregunta de gran importancia: Tal o cual psicología ¿Realmente se dirige
hacia ese horizonte o está obteniendo los resultados deseados?, “Cuáles son las
consecuencias históricas concretas que esa actividad está produciendo”
(Martín-Baró, 1985, p.110)
Sí lo que se pretende es potenciar las virtudes de los pueblos latinoamericanos,
primero habría que definir un horizonte ético de la psicología, uno libre de modelos
copiados y de naturaleza autóctona. Baró resumió el horizonte ético con dos
constructos, el de hombre social y el de la sociedad humana.
Hombre social hacía referencia a la persona como sujeto de relaciones sociales
que vive en una sociedad en continua transformación y sociedad humana se refiere
a una sociedad humanizadora. Al primero lo configuraba en gran medida la
sociedad, si bien luego era complicado desenvolverse como persona en el espacio,
sobre todo si la clase social era una oprimida, por lo que había que preguntarse por
el objetivo último de toda sociedad particular: “¿pretende el bien común de todos
sus miembros o, por el contrario, sólo busca el beneficio de unos pocos?”(Gondra,
2017, p.6). La psicología como profesión social debía hacer hincapié, propone el
mismo, en la creación de una persona, una sociedad y una historia mejores que las
presentes y eso comenzaba con poner el acento en el “para qué”, es decir, cuáles
eran las verdaderas necesidades de los pueblos, haciendo a un lado las que eran
plantadas por los sectores dominantes, que en última instancia tenían un origen
individual que era ahistórico y por tanto, carente del contexto y la dimensión
comunitaria. Deberíamos entonces, concientizarnos y ayudar a las personas a tomar
conocimiento de los mecanismos que ocultaban la palabra comunitaria y personal
tras los significados impuestos desde arriba y que así pudieran encontrar su propia
identidad social. Claro que este proceso es una serie de procesos, un movimiento,
el cual no puede ser localizado en un momento determinado.
1) El ser humano se transforma al ir cambiando su realidad(...)por(...)un proceso
activo(…)el diálogo.
2) Mediante la paulatina decodificación de su mundo, la persona capta los
mecanismos que la oprimen y deshumanizan(…)se abre el horizonte a nuevas
posibilidades de acción.
3) El nuevo saber de la persona sobre su realidad circundante le lleva a un
nuevo saber sobre sí misma y sobre su identidad social(…)le permite no sólo
descubrir las raíces de lo que es, sino de lo que puede llegar a ser.
(Burton, 2004, p.3)