CUADERNO DIPLOMADO Supervisor 2a Parte
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Rosenholtz las describía como escuelas en las que los profesores trabajaban juntos con
frecuencia. La mayoría de los profesores, incluso los más veteranos, creían que la enseñanza
es intrínsecamente difícil. Creían además que los profesores no terminan nunca de aprender a
enseñar; y puesto que la mayoría reconocían que enseñar es difícil, casi todos admitían que de
vez en cuando necesitan ayuda. Por tanto, dar y recibir ayuda no implicaba incompetencia; era
parte del propósito común de mejora continua. El disponer del apoyo y de la comunicación
frecuente con sus compañeros acerca de su trabajo llevaba a estos profesores a tener más
confianza, más seguridad sobre lo que trataban de conseguir y más información sobre lo bien
o mal que lo estaban haciendo.
Como observa esta autora, en las escuelas eficaces la colaboración está asociada con normas
y oportunidades de mejora continua y de formación permanente: “Se asume que la mejora de
la enseñanza es una cuestión colectiva más que individual y que el análisis, la evaluación y la
experimentación conjuntas con los compañeros son las condiciones en las que los profesores
aprenden y mejoran” (p. 73). En consecuencia, los profesores están más dispuestos a valorar,
confiar y legitimar el saber compartido, la búsqueda de consejo y el ofrecimiento de ayudar
tanto dentro como fuera de la escuela. Con ello, lo más probable es que sean cada vez mejores
profesores: “Todo esto significa que es mucho más fácil aprender a enseñar, y aprender a
enseñar mejor, en unas escuelas que en otras” (p. 104).
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Los profesores de la segunda escuela poseían un sentido de la eficacia mucho más fuerte.
“Tenían el convencimiento de que podían contribuir significativamente a las vidas de sus
alumnos y estaban pública y personalmente comprometidos a hacerlo” (p. 106). Estos
profesores tenían un mejor concepto de su profesión y de las responsabilidades que lleva
aparejadas; la definición que hacían de su trabajo era más amplia —hacía hincapié en el
desarrollo personal además del rendimiento académico; en el trabajo con los compañeros
además del trabajo con los alumnos—. La colaboración entre profesores, la enseñanza en
equipo y la toma compartida de decisiones constituían los rasgos organizativos de esta
escuela, se compartían los recursos y materiales. La planificación se hacía conjuntamente en
tiempos buscados para tal efecto. Los profesores hablaban sobre todo lo que ocurría en el
centro; discutían sistemáticamente sobre los temas hasta alcanzar un punto de vista común,
lo que determinaba un sentimiento compartido de “estar consiguiendo cosas”, de confianza
en su eficacia.
No debe interpretarse lo anterior como resultados peculiares de dos estudios aislados. Son
resultados que se confirman una y otra vez dentro de una gran línea de investigación
educativa. Lo verdaderamente incuestionable en estas investigaciones es la comprobación de
que los profesores se hacen mejores profesores en algunas escuelas, mientras que en otras, o
no cambian o tienden a ser peores profesionales. Esta conclusión aparece claramente en la
comparación de las actitudes hacia el desarrollo profesional docente que tienen los
profesores de las escuelas “estancadas” y de las escuelas “que progresan” de Rosenholtz. En
estas últimas, “el 80 por 100 de los profesores respondieron [...] que aprenden
constantemente, que aprender a enseñar es una empresa que dura toda la vida” (p. 80). Un
comentario que se repetía con frecuencia era: “Nunca terminas de aprender. Es importante
aprender a enseñar algo de cuantas más maneras distintas sea posible, de forma que puedas
llegar a todos los alumnos. Yo siempre estoy a la búsqueda de nuevas ideas” (p. 80). Los
profesores de este tipo de escuelas tendían a buscar ideas nuevas en sus compañeros,
además de hacerlo en los seminarios, congresos y talleres de formación. Cuando surgían
problemas, era más probable que estos profesores buscaran y recibieran consejo y apoyo de
otros profesores y del director. Eran, en definitiva, profesores con una mayor confianza y
compromiso con la mejora.
En contraste, tan sólo el 17 por 100 de los profesores de las llamadas escuelas “estancadas”
expresaron la posibilidad de aprender y desarrollarse profesionalmente por sí mismos. En
ningún caso asumían que tuvieran algo más que aprender o manifestaban que fuera posible
llegar a ser mejores profesores gracias a nuevas ideas procedentes del exterior de su aula.
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1. Guiarse por valores como: compromiso, esfuerzo, honestidad, tolerancia, solidaridad, y empatía
para generar ámbitos de aprendizaje entre pares, donde, sin restricciones, pueda hablarse de
éxitos y fracasos.
2. Reconocer que los conocimientos y las habilidades de los otros son tan importantes como los
propios.
5. Negociar objetivos para alcanzar una visión y una plataforma común de acciones.
11. Modelar con actitudes optimistas y de confianza en los logros de las metas trazadas.
12. Reconocer que es posible aprender juntos con otros y unos de otros.
Secretaría de Educación Pública, Aprender entre pares. Una propuesta de desarrollo profesional para la mejora de la
escuela, SEP, México, 2011.
b) Recupere tanto sus acciones para atender el área de oportunidad señalada en los puntos
7 y 8 de los rasgos de la normalidad mínima, como las condiciones favorables para
construir una comunidad de aprendizaje, como premisas para redactar un texto de dos
cuartillas que se titule “¿Cuánto hemos avanzado como comunidad de aprendizaje en
mi zona escolar?”
[ SESIÓN 2 ]
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En palabras de una coordinadora: “Las TIC traen como consecuencia un nuevo alfabetismo y nuevas
formas de organizarnos para seguir generando aprendizajes, como las comunidades de
aprendizaje…”
Para convocar a otros a cambiar y cambiar nosotros mismos, para realizar acciones de mejora y de
transformación será preciso entonces considerar los siguientes principios de trabajo:
2. Plantear la visión de futuro deseado, que es inventar para que se modifique lo que ocurre
y es insatisfactorio.
3. Estimular la responsabilidad de los protagonistas para orientar la acción hacia esa visión.
La escuela como comunidad de aprendizaje crece desde la experiencia acumulada al servicio del
aprendizaje. En una escuela que avanza aprenden tanto los alumnos como los docentes. La
institución en su conjunto, capta la realidad, encontrando formas de acción que son beneficiosas
para el logro de sus objetivos. Hoy día, el aprendizaje es el propio cambio. Es en este sentido
que la institución misma aprende. Así, en el día a día, eleva su capacidad de generar experiencias
enriquecidas de trabajo para lograr el aprendizaje de todos los alumnos, dado que éste es el
verdadero sentido del cambio y la mejora en educación.
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Anexo 1
Las comunidades de aprendizaje
César Coll Salvador
Universidad de Barcelona
Introducción
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educación escolar y de los sistemas de educación formal (Coll, 2003), y que afectan a
algunos de sus planos o niveles esenciales: las aulas, los centros educativos, el
contexto social y comunitario y la utilización de las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación.
En el marco de este simposio, dedicado a explorar “Nuevos horizontes”, el objetivo de
la presente ponencia es más bien señalar y comentar algunos de los retos y desafíos
que plantea el movimiento de las Comunidades de Aprendizaje en este ámbito de
conocimiento y de práctica profesional fronterizo entre la psicología y la educación en
el que nos situamos y que se ha convenido en denominar “Psicología de la Educación”.
Procederemos para ello como sigue. En primer lugar, haremos una breve revisión de
diferentes tipos de Comunidades de Aprendizaje con el fin de señalar sus rasgos
definitorios y sus ingredientes básicos.
Seguidamente, procederemos a identificar, tras la heterogeneidad de significados y
prácticas puestas de manifiesto mediante la revisión anterior, algunos puntos
compartidos que revisten una especial relevancia e interés cuando se contemplan
desde la perspectiva de la Psicología de la Educación. Y por último, procederemos a
señalar y comentar los desafíos y retos que plantean los aspectos identificados, tanto
desde el punto de vista de la construcción del conocimiento psicoeducativo como del
ejercicio profesional.
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(i) Hacia una visión amplia de la educación. Las Comunidades de Aprendizaje son un
reflejo de la tendencia creciente a recuperar el sentido amplio original del concepto
de educación, que se ha ido restringiendo y limitando de manera injustificada en el
transcurso de los dos últimos siglos hasta identificarse prácticamente con la
educación formal y escolar. La idea clave en este sentido es que laeducación –
entendida como el conjunto de prácticas sociales mediante las cuales y gracias a
las cuales los grupos humanos promueven el desarrollo y la socializaciíon de sus
miembros, incluidos los más jóvenes– es una responsabilidad que compete a la
sociedad en su conjunto. Adoptar una visión amplia de la educación obliga a
postular la necesidad de una mayor articulación entre, por una parte, la educación
escolar, y por otra, los escenarios y prácticas educativas no escolares que tienen
una influencia iguialmente decisiva sobre el desarrollo, la socialización y la
formación de las personas. Y esto, a su vez, comporta la exigencia de redefinir las
funciones, competencias y responsabilidades de los diferentes escenarios y
agentes educativos, así como a potenciar el establecimiento de un compromiso
entre todos ellos en torno a esta redefinición.
(ii) La construcción de un conocimiento colectivo como contexto, plataforma y apoyo a
los procesos individuales de aprendizaje. Las Comunidades de Aprendizaje, sea
cual sea la categoría a la que pertenezcan –aulas, centros educativos, grupos
territoriales o entornos virtuales– nos hablan de grupos de personas con diferentes
niveles de experiencia, conocimiento y pericia, que aprenden mediante su
implicación y participación en actividades auténticas y culturalmente relevantes,
gracias a la colaboración que establecen entre sí, a la contrucción del conocimiento
colectivo que llevan a cabo y a los diversos tipos de ayudas que se prestan
mutuamente. En este sentido, las Comunidades de Aprendizaje presentan fuertes
similitudes con las “Comunidades de Práctica”, expresión utilizada por Wenger
(1998,1999) para designar un grupo de personas que se implican activamente en
procesos colaborativos de resolución de problemas apoyándose en la experiencia
y el conocimiento al mismo tiempo compartido y distribuido entre todas ellas.
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