Sobre La Antropología en La Contemporaneidad

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Referencia: LLINARES, Artur (2018). “Sobre la antropología en la contemporaneidad”.

En: Artur
LL. Blog personal. Disponible en: <https://arturllp.blogspot.com/2018/05/sobre-la-
antropologia-en-la.html> [Consulta: 16/09/2018]

Sobre la antropología en la
contemporaneidad.
La contemporaneidad se caracteriza por la modernidad y la postmodernidad. Al
antropología, junto a tantas otras ciencias surgidas en el siglo XIX, ha tenido que
adaptarse, en una acto de resiliencia, a los cambios que ha sufrido la humanidad en los
últimos dos siglos.

Podemos dividir esta reflexión en tres secciones: La antropología en sí; La antropología


en la retrospectiva; la más importante, La antropología de ahora.

Marvin Harris dice que “la antropología nos recuerda que, a pesar de nuestras
diferentes lenguas y culturas, todos somos miembros de la misma especie y
compartimos una naturaleza y un destino común” (Harris, 2015, 21). En estas escasas
líneas Harris aborda los aspectos fundamentales que, me ha parecido entender a mí,
trabaja la Antropología:
 El pasado de la humanidad
 El futuro de la antropología
 El marco en el que mueve el hombre:
 Sea este un marco construido por el mismo
 Sea este un marco ajeno a su voluntad y preexistente.

La antropología se ha erigido a sí misma como una ciencia con una metodología que
aspira a construir una obra de valor reconocible. Pero es fundamental entender que
esta obra posee una finalidad determinad. Aquellos que tenemos vocación
antropológica aspiramos a comprender el hombre en una dimensión universal y a su
vez local; tanto en una dimensión cronológica, nos importa el hombre de las cavernas
igual que el hombre moderno que retrata Magritte; como en una dimensión espacial,
nos atraen por igual las tribus melanesias como las tribus urbanas de Moscú. Es esta
amplitud de miras de la antropología, a mi arecer, que le permite ser una herramienta
tan útil para el hombre y a su vez una materia que se mantiene, en cierto modo, al
margen del lenguaje cuotidiano de las personas de a pie.

Pero ciertamente la Antropología no ha sido siempre un estudio tan plural. Dentro del
escaso reparto de lecturas sobre antropología que uno tiene en su haber, Levi-Strauss
es el antropólogo que, en su célebre pasaje Un vasito de ron (en: Triste Trópicos), con
más encanto ha presentado el espíritu redentor de la antropología.
Se dice a veces que la sociedad occidental es la única que ha producido etnógrafos; que
en esto consistiría su grandeza y, a falta de las otras superioridades que éstos le
recusan, es la única que los obliga a inclinarse ante ella, ya que sin ella no existirían.
De la misma manera podría pretenderse lo contrario: si el Occidente ha producido
etnógrafos, es porque un muy poderoso remordimiento debía atormentarlo,
obligándolo a confrontar su imagen con la de sociedades diferentes, con la esperanza de
que reflejaran las mismas taras o de que la ayudaran a explicar cómo las suyas se
desarrollaron en su seno.
(Levi-Strauss, 1955, 5)

Talvez este sentimiento sea indesvinculable de la materia, pero a diferencia de los


primeros estudios de antropología, impulsado por la curiosidad y el afán de conservar
datos como archiveros; la antropología hoy se puede reconocer dignamente, junto a
otros campos de estudio, ante la voluntad de “hacer una sociedad buena para vivir”
(ibid., 8).

Recientemente se me planteó un análisis comparativo entre B. Malinowsky y Ruth


Benedict.1 Uno de los aspectos fundamentales que entre ambos se destaca,
especialmente comparando Los argonautas (Malinowsky) con El crisantemo (Benedict)
es que en dos contexto de una veintena de años de diferencia la antropología se había
permitido grandes avances, no únicamente en aspectos como que Malinowsky opta
por presentar su etnografía en múltiples volúmenes y Benedict ya en único volumen
(Marcus y Cushman, 1991), cambios a un nivel práctico.

Malinowsky genera una nueva forma de trabajo de campo gracias a/forzado por la
situación (Álvarez, 1994). Benedict también lo hace así. Esto nos demuestra que el
antropólogo desarrolla su estudio con una gran capacidad de adaptación. En este caso
estamos hablando de cuestiones mucho más tangibles como un contexto que más bien
impiden hacer el trabajo de un determinado modo; pero el antropólogo posee la
habilidad sobrada de ampliar el horizonte de sus cuestiones.

Esta apertura a nuevos cambios plantea un replanteamiento de la propia materia


respecto a la sociología. Ciertamente los límites de os estudios de ambas ciencias hoy
en día son difusas, la diferencia la hemos de buscar en la metodología; y talvez en esta
misma metodología la antropología se alza con un cierto honor sabiéndose poseedora
en exclusiva de la observación participante.

Siguiendo con la idea de Levi-Strauss de crear una sociedad mejor la antropología ha


sido la ciencia, o una de las ciencias, mas predispuesta a poner la luz sobre los temas
más escozases, ya desde los estudios sobre la sexualidad de la primera mitad del siglo
XX de Malinowsky y M. Mead, hasta los actuales estudios sobre Género o
discriminación en términos más amplios. Así se erige como un “adalid” de la “justicia”
y la verdad. Y es a mi parecer donde más destaca la investigación antropológica, no
solo busca la verdad sino también la justicia.

Esta casi quimérica búsqueda se hace en uno de los mundos más autoconscientes de
su propia complejidad. El antropólogo trabaja con esa densa masa de realidad y, talvez

1
<https://www.academia.edu/36378408/Sobre_Bronislaw_K._Malinowsky_y_Ruth_F._Benedict>

2
en una lógica postmoderna, sus múltiples superficies de interpretación, a lo que se ha
llama intertextualidad (Jameson, 2012).

La inmensa capacidad de revisión que posee la antropología es uno de los elementos


fundamentales de la misma para proceder a reincorporar viejas tesis, tesinas, estudios,
ideales, etc. añadiéndoles las nuevas pruebas, tecnologías de investigación y
problemáticas de que disponemos; pero siempre sobre aspectos específicos y sin caer
en divagaciones, o aspirando a ello. M. Augé llama a esto el modelo de “la carta
robada”, un modelo que se pregunta “¿Cómo nuestros predecesores pudieron ignorar
un hecho que sin embargo saltaba a la vista?” (Augé, 1996, 62).

Y obviamente dentro de esta constante revisión el elemento fundamental que marca


hoy la mayoría de estudios humanísticos es la globalización. “Nos están “globalizando
a todos; y ser “globalizado” significa más o menos lo mismo para todos los que están
sometidos a ese proceso.” (Bauman, 2001, 7) y esto nos fuerza a poseer una visión
“ingrávida” (jugando con el concepto de Bauman) sobre el mundo y sus relaciones. Y
es que es justamente sobre estas tensiones sobre las que debe trabajar la antropología
como bien defiende Marc Abélès. El mundo se globaliza y eso es irrefrenable,
ciertamente la Antropología ya surge de una iniciática globalización; la colonización, es
talvez por ello que es la que mejor puede gestionar el presente marco. La geografía
física de por sí sufrió una gran crisis en la segunda mitad del s. XX y nos hemos
olvidado de que existía antes un cosa llamada geografía que nos marcaba el porvenir,
puede ser ilustrativo de este aparente olvido colectivo la obra de Robert D. Kaplan
titulada La venganza de la geografía (2012). La globalización desdibuja estos límites en
una primera instancia pero la colisión c0on las otras evoluciones que se han producido
a lo largo de la historia, hacen evidente una realidad; no estamos solo en este proceso
de globalización, hemos de convivir. En la nueva dialéctica global, la Hermenéutica
Diatópica en palabras de Boaventura de Sousa Santos, me parece a mí que es donde
debe apuntar la nueva Antropología.

Pero no solo debemos observar la intervención del antropólogo como un ser que se
alza sobre todo el globo para observar un proceso de dimensiones superiores a lo
territorial. El antropólogo no dejará de estudiar marcos más reducidos como las
ciudades o los pueblos. Las ciudades se erigen a día de hoy como los grandes núcleos
de intercambio. Como tales son catalizadores de lo global y a su vez de lo local.
Ciertamente alguien podría alzar la voz en pro de los estados como formas intermedias
entre lo global y lo urbano, pero la Crisis del Estado moderno es algo ya palpable;
Bauman lo expone sin disimulos en Estado de crisis, y Umberto Eco no falla ni un pelo
al vincular la Crisis del Estado moderno a la posmodernidad (Eco, 2016). Esto me obliga
a advertir que este breve trabajo no puede girar en torno a una antropología de la
modernidad, pues con esto solo llegaríamos hasta la década de los 60 del siglo

3
pasado2, pero el presente exige muchísimo más para bien o para mal; la
postmodernidad es el marco sobre el que debe elaborar sus nuevos pensamientos la
antropología.

El marco urbano, siguiendo con el hilo anterior, es la idónea para una observación
participante más humana3 y aplicar los resultados de este. Las ciudades son áreas de
experimentación sometidas a inmensa presión especialmente aquellas que siguen
creciendo como Barcelona, y aún más cuando este crecimiento se debe
fundamentalmente a la inmigración. Esto obliga a hacer un análisis intertextual que
combine todo tipo de discriminaciones en su análisis. Pero talvez invadidos por un mar
de temas y cuestiones a tratar (feminismo, animalismo, humanitarismo, política, a
política, lo nacional, lo supraestatal, lo regional, etc.) nos podemos olvidar de algo
fundamental:
No me cabe la menor duda de que la desigualdad social es uno de los problemas más
importantes y persistentes que padecen nuestras sociedades, quizás el más
transcendente de ellos. También estoy convencido de que indispensable que vuelva a
ser un tema prioritario.
(Reygadas, 2007,346)

Como señala Reygadas las desigualdades sociales son a día de hoy lo que mejor
describe el papel de la antropología en un mundo globalizado que va al son de lo
occidental postindustrial terciarizado. Un estudio transversal, y tal vez mas moderno
en tanto que renuncia a las múltiples superficies de la postmodernidad y recupera la
“profundidad” del análisis moderno.

Pese a esto los estudios sobre las múltiples discriminaciones alas que se someten los
sujetes ya sea por causa de religión, sexo, género, raza, etc. Siempre teniendo en
menta ese proyecto eufónico4 que es la humanidad.

2
Cojo esta década simbólica por el desarrollo de lo que hoy en día se llama Internet, a mi parecer el más
importante elemento para describir el panorama actual de ingravidez de información y capitales.
3
Entendamos que el hombre forma parte de la globalización y por ende puede emplearse en la
observación participante, pero esta seria, desde mi punto de vista, alienada, deshaciéndonos de nuestra
subjetiva y respetable humanidad.
4
Que no sinfónico.

4
Bibliografía:
ÁLVAREZ, Arturo (1994). La invención del método etnográfico. Reflexiones sobre el
trabajo de campo de Malinoiwski en Melanesia. En: Antropología; revista de
pensamiento antropológico y estudios etnográficos. Nº7. Pp. 83-100. ISNN: 1131-5814.
<http://www.ugr.es/~aalvarez/observadorcultural/Documentos/Alvarez_1995_esp.pd
f> [Consulta: 31/03/2018]
AUGÉ, Marc (1996). Hacia la contemporaneidad. En: Hacia una antropología de los
mundos contemporáneos. Barcelona: Gedisa. Pp. 61-79.
BAUMAN, Zygmunt (2001). La globalización: Consecuencias humanas. México: Fondo
de Cultura Económica. P. 171. ISBN: 968-16-5210-X
ECO, Umberto (2016). La sociedad líquida. En: De la estupidez a la locura. Barcelona:
Penguin Random HouseGrupo Editorial. Pp. 9-11.
HARRIS, Marvin (2015). Introducción a la antropología general. Madrid: Alianza
Editorial. P.719. ISBN: 978-206-4323-6.
JAMESON, Fredric (2012). Postmodernidad. Vol. I. Argentina: la marca editorial. P. 194.
ISBN: 978-950-889-234-8
LEVI-STRAUSS, Claude (1955). Un vasito de ron. En: Tristes Trópicos. Barcelona: Paidós.
Pp.483-494.
MARCUS, George E.; CUSHMAN; Dick E. (1991). Las etnografías como textos. En: El
surgimiento de la antropología posmoderna. Clifford Geertz (coord.), James Clifford
(coord.). Pp. 171-213. ISBN: 968-852-100-0
REYGADAS, Luis (2007). La desigualdad después del multiculturalismo. En: ¿Adónde va
la Antropología?. México: Universidad Autónoma Metropolitana. Pp. 341-364.
de SOUSA SANTOS, Boaventura (2002). “Las tensiones de la modernidad”. En: Porto
Alegre; Otro mundo es posible. España: El viejo topo. Pp.163-189.

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