Bray - A Través Del Tapon Del Darien PDF
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UNA VISION
DE LA ARQUEOLOGIA DEL ISTMO
DESDE LA PERSPECTIVA COLOMBIANA
WARWICK BRAY
Institute of Archaeology, University College London
Traducción:
ADRIANA ARIAS DE HASSAN
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UNA VISION DE LA ARQUEOLOGIA DEL ISTMO DESDE LA PERSPECTIVA COLOMBIANA
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WARWIC K ORA Y
Un modelo descriptivo
• Poblado modem o
• Sitio arr¡ue!Ogico
o Sitio no discutido en el texto
pe ro con fecha de C 10
Citnaga
• A reas con mas de 500 m .s.n.m.
ESCALA
Figura 1
Las tie rras bajas del Ca ribe desde U rab8 hasta Venezue la
S
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alrededor de la Sabana de Bogotá. Ya que no hay claridad con respecto
a la relación que existe entre estos dos grupos de material, lo mejor es
discutirlos por separado.
Puntas de proyectil
Con base en una visión general de las puntas acanaladas, no veo ninguna
razón para cambiar mi opinión (Bray, 1978a, 1980a) de que podemos
reconocer un subgrupo nol1e con las variedades Clovis y Folsom, y un
subgrupo suramericano con puntas pedunculadas, acanaladas o no. En el
medio, en el Istmo, hay una zona de transición o empalme en la cual se
encuentran tanto las formas Clovis y las puntas pedunculadas como
también algunas variedades que podrfan considerarse intermedias.
Los descubrimientos hechos recientemente en Belice (Hester, Shafer
y Kelly, 1980; Hester, Kelly y Ligabue, 1981; MacNeish y colaboradores,
1980) y un nuevo análisis del material del No11e del Ecuador (Mayer-
Oakes, 1981) vienen a reforzar la idea de que existió una zona de
confluencia en América Central y, además, amplfan las fronteras de dicha
zona. Las puntas tipo Clovis y Cueva Fell (cola de pescado) se han
encontrado también en Belice, y Correal (1983) habla de una punta
pedunculada y acanalada del tipo de la del lago Madden, encontrada en
Bahía Gloria, en la pa11e colombiana del golfo del Darién. Al reconocer
Mayer-Oakes la semejanza casi absoluta entre sus puntas pedunculadas de
Ellnga y algunas de las de Panamá, la zona de confluencia de culturas se
extiende para abarcar la mayor pal1e del área intermedia, extendiéndose
hacia el No11e hasta Chiapas, donde se han encontrado puntas del lago
Madden en Los Grifos junto con una punta relacionada con Clovis en un
estrato fechado aproximadamente entre el 7300 y el 6900 a. de J. C.
(Santamarfa, 1981 ).
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guido en segundo término por el curl, el agutl, el armadillo, la taira, la
rata algodonera, el conejo, las aves y los caracoles de tierra. La mayoría
de estos animales abundan en condiciones de páramo y en áreas limltrofes
del bosque, y la abundancia de esqueletos de venados hace pensar a los
excavadores que los habitantes de la cuenca de Bogotá, a finales del
Pleistoceno, eran cazadores especializados.
Los utensilios de piedra encontrados en todos estos sitios son de
tipo abriense, por lo general son utensilios pequeños, rara vez de más de
5 centímetros, y sus bordes de trabajo, retocados por lascado de percusión
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caza menor, sino que dependía de la pesca de rfo con arpones de hueso
y de la cacería de reptiles en los meandros. Este parece haber sido el
patrón general que prevaleciera en la zona, dado que en una Relación de
1579 se habla de que los indios Tamalameque tenían pescado en
abundancia pero rara vez comían carne (Latorre, 1919: 17).
Estas culturas colombianas conforman el bloque central de una
misma "supertradición" que se extiende desde Venezuela hasta Panama.
En el extremo Oriente esta representada por la fase Kusú, una estación de
pesca en La Pitia, en la costa de la Guajira venezolana (Gallagher, 1976).
Entre la ceramica de esta fase se cuentan ollas y los ubicuos tecomates
semiglobulares. En lo que a Colombia se refiere, la incisión ancha y la
decoración punteada de Kusú se asemejan mucho a las de Barlovento,
aunque los detalles son diferentes.
En Panamá, Monagrillo parece ser un miembro periférico de esta
familia. Cualquiera que sea la fecha inicial exacta (Cooke, 1984), desde
el punto de vista de estilo, Monagrillo encaja dentro de la primera parte
de la secuencia colombiana. Entre las formas están los tecomates, y
algunos de los elementos decorativos de Monagrillo aparecen también en
Puerto Hormiga, entre ellos las líneas incisas rematadas en puntos,
ornamentos en espiral debajo de bandas horizontales y, ocasionalmente,
áreas excisas en los puntos donde se encuentran las lineas. Por otra parte,
en Monagrillo están ausentes los diseños exuberantes, modelados,
estampados, punteados y hachura de Puerto Hormiga, pero la decoración
pintada de sus utensilios no tiene paralelo en Colombia (Myers, 1978).
Las diferencias entre las culturas que constituyen la tradición del
tecomate son tan marcadas como las semejanzas, y cada sitio ofrece
indicios de un proceso de adaptación a las condiciones puramente locales.
La impresión global es la de una relación familiar generalizada, quizas
con contactos esporadicos pero sin interacción sistematica ni migración.
La mejor prueba sobre la difusión a larga distancia es la de la ceramica
temperada con fibra vegetal y los montículos anulares desde Colombia
hasta el Sudeste de los Estados Unidos (Bullen y Stoltman, 1972) pero tal
desplazamiento, si es que alguna vez sucedió, pasó sin tocar el Istmo.
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el descubrimiento del estilo de Caño del Oso en los llanos, puede decirse
que las técnicas de pintura existían en Venezuela hacia el año 1000 a. de
J. C. (Zucchi, 1972). Tal parece que estas técnicas (aunque no los dibujos)
se difundieron desde los llanos hasta el Noroeste de Venezuela, en donde
Tocuyano tiene una fecha de 230 ± 300 a. de J. C. (M-257). Gallagher
(1976) plantea una hipótesis bastante aceptable acerca de la difusión de
la pintura policroma y de ciertos motivos desde esa área hasta Ranchería,
pasando por La Pitia.
Al Occidente de Ranchería, el caso es menos claro, aunque las
semejanzas entre la cerámica del Primer Horizonte Pintado colombiano y
las primeras cerámicas bicromas y policromas de Panamá son lo
suficientemente grandes como para merecer un estudio más a fondo. En
las ilustraciones en blanco y negro (en las cuales se tace caso omiso de
las formas de las vasijas y el valor de los colores) hay una similitud
marcada de familia entre los fragmentos pintados de Ranchería y los de
Taboguilla-1 y también con los del grupo Aristide del periodo IV en las
provincias centrales de Panamá. Estos estilos tempranos solamente tienen
ornamentos geométricos y en ellas no aparece la iconograffa Conte. La
semejanza entre estos estilos se aprecia en una preferencia por dibujos
rectilíneos y en espiral compuestos por bandas de líneas paralelas, haces
de lineas rectas, paralelas y cortas, y una tendencia a dejar burbujas de
espacio abierto dentro del diseño.
Dos de los motivos comunes son bastante específicos y proyectan
el vinculo hasta el período V. El zigzag sigmoide (Gerardo y Alicia
Reichel-Dolmatoff, 1951, láminas 8, 146) ocurre esporádicamente en los
policromos Tonos! del período IV (Ichon 1980, placa 32) y en policromos
del período V en las tumbas 4 y 13 de Sitio Conte (Lothrop, 1942: Figs.
110, 311h). El paralelo más interesante de todos -tan exacto que es dificil
que se trate de una casualidad- es el dibujo de "un peine sigmoide en
volutas" que aparece en una jarra efigie de la tumba 32 en Sitio Conte
(Lothrop, 1942: Fig. 122). Se trata de una de las tumbas más antiguas de
Sitio Conte, cuya fecha se remonta al 450-500 A. C. El dibujo en forma
de peine se repite con frecuencia en La Pitia y en Ranchería, pero es un
hallazgo raro en Sitio Conte. En este caso, la difusión pudo haber ocurrido
únicamente desde Colombia hacia Panamá.
En resumen, tal parece que durante los siglos inmediatamente
anteriores y posteriores al siglo I de nuestra era, se movieron por
Colombia y el Istmo una serie de rasgos (pendientes con alas, pintura en
cerámica, ciertos motivos de dibujo y un conocimiento de metalurgia). Si
la cerámica pintada se difundió desde Colombia hacia Panamá (y, en mi
opinión, tal cosa no ha sido demostrada), las técnicas se adaptaron
rápidamente a los gustos decorativos de los habitantes de Panamá. La
evidencia relativa a la metalurgia, analizada en la sección siguiente, viene
a reforzar la opinión de que Panamá recibió más de lo que aportó durante
estos siglos.
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Metalurgia
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concentrados en mayor número en el Sinú, fueron imitados en Panamá y
Costa Rica, y las imitaciones llegaron incluso hasta Chichén ltza
(Falchetti, 1979). Los pendientes ístmicos en forma de figura humana
semidesnuda, abundantes en Costa Rica y Panamá, muestran influencia
evidente del estilo Quimbaya del valle del Cauca colombiano (Bray,
1981). En la dirección opuesta, algunas piezas Coclé llegaron hasta el
Sinú (Bruhns, s.f.) y un pendiente ístmico en forma de rana viajó hasta
Annenia, en el Quindío (Museo del Oro No. 10.491). En algunos casos
es tan grande el cruce de estilos que no es posible atribuir los objetos a
un detenninado centro de fabricación . Esto sucede principalmente con
algunas categorías cuya distribución abarca desde Panamá hasta el Caribe
colombiano: animales de cola enroscada, cocodrilos y figuras humanas
con adornos retorcidos en la cabeza (Falchetti, 1976: Figs. 10-2 1; Bray,
1978b, Nos. 227-229).
Este intercambio floreciente de artículos pequeños, portátiles y
valiosos se refleja apenas levemente en la cerámica y estoy convencido de
que la información proporcionada por la cerámica está muy lejos de
representar la cantidad de contacto interregional que existió en todo
momento.
El vacío atribuido al "tapón del Darién" no se debe tanto a factores
geográficos sino a un muestreo inadecuado. Como hemos visto, en las
crónicas del siglo XVI el golfo de Urabá aparece como un centro
importante de redistribución de oro en bruto y joyería de todas las zonas
circundantes. La evidencia presentada aquí muestra que el patrón idéntico
se remonta aproximadamente a mil años antes.
Entonces, ¿dónde está el estilo metalúrgico faltante del Darién, el
cual debería llenar el vacío entre Colombia y el centro de Panamá? Están
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quienes sugieren que una de las razones para haber abandonado la rona
pudo haber sido el exceso de sedimentación (Shlemon y Parsons, 1977;
Parsons, 1978). Las fechas del C" de las superficies de cultivo sepultadas
sugieren que la región fue abandonada antes del siglo XII (Shlemon y
Parsons, 1977) y que los campos se explotaron desde el siglo Vlll a. de
J. C).
La información que brindan los fosfatos contenidos en esos estratos
confirma que son antrosoles, lo cual indica que hubo una explotación
agrfcola bastante intensiva, con cifras comparables a las de los cultivos
modernos de mandioca (Plazas y Falchetti , 1981; Eidt, comunicación
personal). Además, Parsons (comunicación personal) ha identificado
tentati vamente un polen semejante al del maíz proveniente de caño Carate,
con lo cual estas tierras del San Jorge entran a coincidir con sus
equivalentes de Laguna de los Cocos (Puleston, 1977) y Pulltrouser
Swamp en Belice (Mikisicek y Wiseman en Tumer et al., 1980).
La escala de estos trabajos públicos es característica de los pueblos
grandes y bien organizados. El modelo del cacicazgo sugiere que tuvo que
existir una jerarquía de asentamientos, lo cual ha sido corroborado por
estudios arqueológicos recientes a través de los cuales se han enmarcado
los campos cultivados dentro de su contexto más amplio (Plazas, Falchetti
y Sáenz, 1979a, 1979b, 1980; Plazas y Falchetti, 1981). Las plataformas
de las viviendas se encuentran dispersas por los campos, aisladas o
formando grupos pequeños, pero en Potrero Marusa hay un asentamiento
más grande y mejor organizado alrededor de un núcleo (el cual podrfa
encajar dentro de la denominación del poblado), con una distribución
formal de canales y con cerca de 100 plataformas de viviendas dispuestas
en hileras (Plazas y Falchetti, 1981 ). En algunas de estas plataformas hay
túmu los funerarios. Las fechas del C 14 oscilan entre el 70 ± 90 (Beta-
2596) y el 150 ± 70 (Beta-2598). En lo que se refiere a la cerámica, los
escavadores describen vínculos con Malambo y con Momil 11/Ciénaga de
Oro, así como también con la cerámica de la tradición modelada-pintada .
Esta tradición modelada-pintada es la que domina el panorama
subsiguiente en la cuenca del San Jorge y está claramente relacionada con
los campos cultivados, las plataformas de las viviendas y los túmulos
funerarios (Plazas, Falchetti y Sáenz, 1979b, 1980). La cerámica
característica es de color crema con apliques y decoraciones modeladas o
con dibujos geométricos en pintura roja. Existe una separación evidente
entre las vasijas para cocinar y servir y la gama de formas destinadas
excl us iv~mente para uso funerario, entre las cuales se cuentan fi guras
antropomorfas que llevan joyas al esti lo Sinú, definido por Falchetti
(1976).
Los entierros se encuentran en túmulos, los cuales se agrupan en
cementerios. El tamaño del montículo varia desde muy pequeño hasta
muy grande y, en genera l, las dimensiones son proporcionales a la
suntuosidad de las ofrendas fun erarias. Un montículo de Ayapel, saqueado
en 1919, contenía 9 1 ornamentos de oro en estilo Sinú puro (Farabee,
1920), y en El Japón, cerca de Cuiva (Plazas y Falchetti, 1979b) se
encontraron entierros semejantes de personajes de elevada posición.
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Algunos objetos de oro de este estilo característico llegaron a Plato, en el
río Magdalena, a la región Tairona y al Istmo (Falchetti, 1976).
El complejo Betanci del río Sinú está estrechamente relacionado
con estos desarrollos del valle del San Jorge (Gerardo y Alicia Reichei-
Dolmatoff, 1957). En él se repite el mismo ritual de los entierros en
túmulos y también el mismo estilo de orfebrería. Además, la cerámica del
San Jorge perteneciente a la tradición modelada-pintada tiene su contra-
parte en la Betancf modelada-incisa y la Betanci bicroma. Los otros tres
tipos Betancl no ocurren en el San Jorge y una de ellas (la Betancf incisa,
con excisión profunda) parece más bien tener afinidad con Urabá y Darién
al Occidente.
A lo largo del bajo San Jorge, la tradición modelada-pintada llegó
a su fin un poco antes del año 1300 A.C. (IAN-124), aunque probable-
mente no antes del siglo décimo. Los sitios antiguos -y probablemente
también los sistemas de campos cultivados- fueron abandonados y el área
pasó a ser ocupada por otra gente proveniente del río Magdalena, el cual
trajo consigo un patrón de asentamiento diferente y cerámica de la
tradición incisa alisada (véase sección siguiente). Río arriba, las costum-
bres antiguas pudieron haberse prolongado hasta el siglo dieciséis, ya que
los españoles describen un cacicazgo floreciente en Yapel (Ayapel), en
donde existía un pueblo grande con aldeas satélites, túmulos funerarios y
vastos huertos y jardines (Simón, 1882-1892[4]: 56; Castellanos, 1955[3]:
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De las crónicas españolas se desprende que los grupos tairona del siglo
XVI poseían una de las culturas más complejas del Caribe americano, con
densas poblaciones que derivaban su sustento de una mezcla de cultivos.
La organización política correspondía a la del cacicazgo. Las aldeas
pequeñas rendían tributo a los poblados más grandes, los cuales eran las
capitales de unos miniestados que tenían su propio cacique, respaldado
por una clase de nobles y sacerdotes especializados.
Las excavaciones realizadas en los edificios destinados a las
ceremonias y también en las casas de familia en Pueblito, dan testimonio
de una vida ritual compleja, algunos de cuyos elementos persisten aún hoy
entre los koguis de la Sierra Nevada de Santa Marta . Muchas de estas
prácticas rituales podrían tener su origen en Mesoamérica:
El contenido de elementos mesoamericanos más grande que se haya
registrado hasta ahora se encuentra entre los indios Kogui, una tribu de la
Sierra Nevada, aislada, poco aculturizada, cuyo lenguaje pertenece al
grupo chibcha y que parece haber continuado con la esencia de la
tradición Tairona. Las semejanzas más asombrosas son: énfasis en el
"amanecer" en los mitos sobre la creación; creaciones múltiples del
universo y la raza humana ; el concepto de varios mundos estratificados
de difícil acceso; asociación de los colores, las fuerzas de la vida y la
muerte y los seres teriomórficos con los cuatro cuartos del mundo; un
sitio especial de reposo para quienes mueren durante el parto o ahogados;
creencia de que las deidades provienen de los reptiles; dualidad de las
deidades (malévolas y benévolas); mono y polimorfismo, y cuadruplicidad
de las deidades; el jaguar como encamación del dios sol; danzantes
enmascarados como personificación de la deidad; el nueve como número
ritual; el pecado como causa de la enfermedad; la "escoba" y el acto de
"barrer" como símbolos del perdón de los pecados; la confesión; la
adivinación a través de los espasmos musculares y los golpes en las uñas;
un largo período de entrenamiento para los sacerdotes; un sacerdocio muy
bien organizado; el perro como gula para llegar al Más Allá; observación
atenta de los solsticios y equinoccios y de las señales astronómicas ..
Parece lógico suponer que no hubo una difusión aislada de detenninadas
características sino que estos conceptos religiosos y todo lo que los
acompaña fueron transmitidos como un complejo. Por lo tanto, podría
pensarse que hubo una relación filosófica en el plano religioso y que, en
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el caso de los koguis, se aprecia la presencia de un patrón básicamente
mesoamericano, el cual ha sobrevivido en una cultura que todavía existe
en las montañas de Colombia (Reichei-Dolmatoff, 1965a: 157-158).
Los taironas antiguos son bien conocidos gracias a las publicaciones
de Mason (1931-1939), G. Reichel Dolmatoff (1954a, 1954b), Gerardo y
Alicia Reichei-Dolmatoff, ( 1955) y Bischof ( 1971 ). En los últimos años,
el interés arqueológico se ha centrado en los estudios de los asentamientos
y de las cuestiones ecológicas. Entre 1973 y 1975 se descubrieron más de
200 sitios en todas las altitudes, desde el nivel del mar hasta más allá de
los 2.000 metros (Cadavid y Turbay, 1977), y tadavia siguen descubrién-
dose más sitios. La presencia de conchas marinas en los sitios altos y los
recuentos históricos acerca del comercio de pescado, sal y oro, indican
que existfa un control vertical semejante al practicado actualmente por los
koguis e ijkas, según el cual cada comunidad tenia acceso a las distintas
zonas ecológicas.
Tal como se preveía a partir de la información etnohistórica, los
asentamientos tenían su jerarquía. Algunos de los sitios recién descubier-
tos son pequeños, con algunas casas solamente, pero otros son lo
suficientemente grandes como para haber sido capitales de estado. De
estos, Buritaca-200, con fechas de C" que corresponden al siglo XIV,
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