Chile, "Crónicas de Providencia 1911 - 1938"
Chile, "Crónicas de Providencia 1911 - 1938"
Chile, "Crónicas de Providencia 1911 - 1938"
Crónicas
de
Providencia
0308115
Editorial Nascimento
BIBLIOTECA NACIONAL DE CHILE
Clasificación ....^..^.£.3L$..?...7..1?:.Y/
Cutter ~^~..
Año Ed
yy/í..f...3../\. Copia...."k.
Crónicas
de
Providencia
1911 -
1938
EDITORIAL NASCIMENTO
SANTIAGO 1981 CHILE
29845
Inscripción N» 52.095
7
'Crónicas de Providencia" es un boceto y un bosquejo
del agreste barrio que conocí en sus primeros años de for
mación y hoy se levanta pujante aires de gran ciudad;
con
El Autor
8
1
(9
pondían en 1546, a Juan Valiente y Pedro de Gamboa; en
1571, a Pedro de Miranda.
El sendero que salía de la capital del Reino de Chile
hacia las propiedades del cacique "Vitacura" y que seguía,
la línea del curso del Mapocho, es lo que hoy se conoce con
los nombres de Ñuñoa y Providencia; originariamente se
denominaba sólo "Ñuñohue".
En el XVII Ñuñoa había crecido y era todo un "Pa-
siglo
go" que extendía
se desde la Plaza Baquedano hasta los
faldeos de la cordillera, y desde el río Mapocho por el norte,
hasta el Maipo por el sur. "Los caminos de Ñuñoa refiere—
río, frente a
pasos o vados, e igualmente en el sector norte,
lo que allí se llamaba, "banda de Ñuñoa" (1).
En el siglo XVII desaparecieron los pueblos indígenas
de "Ñuñohue" y. "Vitacura", quedaron los de Tobalaba,
Apoquindo y Macul. Luego comienzan a formarse las alde-
huelas que habitan españoles indigentes y mestizos, quienes
construyen sus viviendas para reemplazar a las primitivas
10
plemente "Crónicas"; sin embargo, conviene recordar que
para1 llegar a lo que ahora es el barrio alto de Santiago y
antiguo "Pago de Ñuñoa", había dos caminos : uno del mis
mo nombre
que se iniciaba en la calle de la Ollería, poste
riormente "Maestranza" y ahora Portugal, éste seguía por
las calles que hoy llamamos, Diez de Julio, Irarrázaval, Avda.
Ossa y el Canal San Carlos; este camino empalmaba
con el Internacional en la calle conocida hoy con el nombre
de "Santa Elena", entonces callejón "del Traro". El otro ca
otro a Apoquindo.
progresista gobierno de Ambrosio O'Higgins,
Durante el
1795, el arquitecto italiano, Joaquín Toesca, construyó defini
tivamente los Tajamares, muchas veces iniciados en el siglo
anterior; de éstos ahora sólo queda el recuerdo en el obelisco
frente a la calle Condell y en unos trozos informes que se
un Museo subterráneo, en el Parque Balmaceda,
guardan en
íl
Los numerosos canales que había en el de Ñuño
"Pago
hue" constituían un serio impedimento para que los vecinos
de Ñuñoa trajeran sus productos a la capital.
12
II
13
Covarrubias, que tenía trescientas ochenta y dos (382) cuadras
y una capilla que pasó a ser después, como se verá, el templo
de la parroquia de San Ramón.
Lo que en la época del Imperio Español era "la puerta
de entrada al valle fíuñoíno", la antigua chacra de Quinta
Alegre es desde 1860, más o menos, el pórtico de la futura
avenida Providencia; más al oriente eran campos despobla
dos. Refiere el ya citado historiador, León Echaíz, que en
casa del Conde de Quinta
Alegre, procer de la Independencia,
se reunían los patriotas en el invierno de 1810,
para tramar
la deposición del último Gobernador español, Antonio Gar
cía Carrasco; las casas de la hacienda fueron un activo centro
social de la aristocracia santiaguina.
Lentamente se fue
poblando el amplio callejón que desem
bocaba en la parte final de los tajamares. A raíz de la llegada
de las Religiosas de la Providencia del Canadá, con íu Casa
de Huérfanos, a la chacra de Pedro Chacón Morales, entre
las actuales avenidas : Antonio Varas y Pedro de Valdivia, el
Camino de Las Condes tomó el nombre de Providencia.
Planos y antiguos documentos, a mediados del siglo XIX,
denominaban a Providencia con los siguientes nombres: "Ca
mino de Las Condes", "Camino o Alameda del Tajamar",
"Camino de las Minas" y "Camino de Providencia" que fue
el definitivo y p.sí se llamó hasta el "Crucero del Tropezón".
Desde aquí salían los caminos de "Las Condes" y "Apoquin
do" que son las actuales avenidas de los mismos nombres.
La Avenida Providencia empalmaba con la Cañada o
Alameda, antes que se trazara la Plaza Italia, actual Ba
quedano.
En los primeros; años del siglo XX, ya fundada la Co-
M
muña en 1897, se abrieron las actuales calles de Seminario y
los callejones de Lo Pozo, de Baraínca y Azolas que tomaron
más tarde los nombres de Condell, Salvador y José Manuel
Infante respectivamente. Los nombres primtivos de esos "an
gostos e irregulares senderos", como dice León Echaíz, prove
nían de los de antiguos propietarios: "Lo Pozo" en recuerdo
del obispo de Santiago y futuro arzobispo de Charcas, Sucre,
(Bolivia), Alonso del Pozo y Silva (1668-1745) que tenía su
quinta en la actual calle Condell esquina de Rancagua; des
pués pasó a tomar el apellido del héroe Carlos Condell; cuan
do se fundó el Hospital del Salvador en 1871, el callejón de
Baraínca se llamó avenida del Salvador; al callejón de "Azo
las" sucedió la avenida José Manuel Infante Montt, nombre
del acaudalado propietario del sector construido
por él en la
avenida Providencia poco más al oriente de la avenida Sal
vador hasta más allá de la esquina suroriente del
callejón
de Azolas.
"La Población Providencia" se formó en 1895. "Se trazó
una gran avenida —escribe Rene León Echaíz—
que corría
desde la avenida Providencia hasta la avenida Irarrázaval y
que hoy constituye la avenida Pedro de Valdivia". A ambos
lados de la nueva avenida se trazaron hermosos y extensos
sitios en un total de 147. Esta población la
construyó una
sociedad cuyo Presidente fue Joaquín Fernández Blanco. Ha
cia el oriente estaba la chacra "Lo Bravo". (Los Leones,
hoy).
A fines del siglo XIX se pobló mucho la
parte de Pro
videncia que ahora abarca las calles del Salvador,
Tegualda
y Juio Prado, colindante con Azolas.
Antes que el valle oriental de Santiago se poblara para
convertirse en una verdadera ciudad residencial e industria-
15
lizada, fue una zona agrícola cuyos principales propietarios
eran: doña Rosario Concha viuda de Mandiola, dueña de "Lo
Bravo" o "Los Leones", predio que se extendía entre las ac
tuales avenidas Providencia y Diego de Almagro; en 1831,
su dueño era don José Manuel Matte; en 1852 pertenecía a
16
espacio no se ve otra cosa; en otros, de blancas, azules y mo
(2) "Histórica Relación del Reyno de Chile". Alonso de Ovalle. S.J. Lib.
I. Cap. XII.
17
/'.—Crónicas de . . .
III
LA COMUNA DE PROVIDENCIA
18
de esta obra monumental de Toesca, la Curtiembre de Mag
nere y alguna que otra casa vieja.
El alumbrado hacía por medio de faroles a
público se
19
de Ñuñoa 1895 ; lo alcancé a conocer, porque murió de no
en
20
"Villa". Sirvió de tal la población establecida en la avenida
y sus
adyacentes. Todo el sector norte de la antigua
calles
comuna de Ñuñoa quedó en la nueva de Providencia.
Por un decreto del 26 de febrero del mismo año de la
fundación, se asignó a la Municipalidad el número de nue
ve (9) regidores.
En las elecciones generales de ese mismo año, fueron
elegidos ediles los vecinos: Ernesto Lafontaine, Pbro. Espe
ridión Cifuentes (1865-1934), Juan Manríquez, Carlos Fer
nández, Alfredo Manterola, José LuisSalinas, Wenceslao
Sánchez Fulner, Emeterio Villalón y Alberto Varas. Los
alcaldes l9,
ixieron: Lafontaine; 2*?, Esperidión Ci
Ernesto
fuentes y 3o, Juan Manríquez. La Municipalidad se instaló
en un local arrendado en la avenida Providencia 813, donde
21
de Providencia, dependiente de la Prefectura de Santiago y
del Cuerpo de Policía Fiscal, que en 1927, se fusionó con
ei Cuerpo de Carabineros de Chile.
22
IV
23
después había uno edificio y estos terminaban en
que otro
24
en el "chalet" de pisos que éste hizo edificar en la quinta
tres
de su
suegro, que, naturalmente, quedó detrás de la nue
casa
25
tre. Este era hombre de campo y su hermano le dedica estos
26
Entre sus residencias, don Román levantó un templo
dos
en honor de la Virgen del Carmen. Lo erigió a raíz del triun
fo de la Revolución de 1891 y lo dedicó a la Reina de la
patria, de la cual era ferviente devoto como la mayoría de
los chilenos. Según el acta que guardaba la señora Amelia
Díaz Withe de Gomien, hija del acaudalado propietario, el
15 de mayo de 1892, bendijo y colocó la primera piedra de la
iglesia, el Arzobispo Mariano Casanova. Fuera de los dueños
de casa, asistieron a la ceremonia, el Intendente de Santiago,
Carlos Lira Carrera y otras personalidades. El So Díaz hizo
acuñar medallas recordatorias de oro y plata. La señora
Amelia Díaz, quien tuvo la gentileza de darme estos datos
y muchos otros, acerca de Providencia, conservaba hasta su
muerte, una de plata. En ei anverso está grabado el pórtico
de la capilla, al centro los frontis de las dos
viejas man
siones que ya no existen, con la siguiente inscripción: "Tem
plo del Carmen". Al reverso aparece la imagen de la Virgen
del Carmen v dice: "inaugurado el 16 de julio de 1895". A
la muerte de Don Román Díaz, iglesia y casa, hacia el po
niente, las heredó su hijo Luis Díaz Withe; años después
las adquirió en subasta, el Pbro. rancagüino, Lisandro Ramí
rez Lastarria (1877-1950), sacerdote experto en sagrados cá
27
los días prenavideños para participar en los ensayos que ase
guraban una buena presentación en la tarde de la fiesta.
En 1940, un incendio destruyó la propiedad de Don Li-
sandro Ramírez y la casa grande de Don Román Díaz, con
tigua también al templo, hacia el oriente. De la capilla sólo
quedaron los muros de cal y ladrillo que reedificó junto con
su casa, el sacerdote. A su muerte el Pbro. Ramírez legó la
propiedad a las Religiosas Hijas de San José Protectoras de
la Infancia que actualmente atienden el servicio religioso,
mantienen el noviciado y según disposición testamentaria, de
ben hospedar algunas niñas pobres. El eclesiástico fundó ahí
el colegio de Nuestra Señora del Carmen que permaneció
hasta la muerte de las dos personas que fueron sus empleadas,
28
murieron los esposos Díaz Withe, moraron largos años, des
-
29
de huevillo. Había una puerta de servicio y otra que, primiti
vamente, quizás fue la de la cochera de la casa grande que
edificó don Román Díaz, en la esquina suroriente de la ave
nida Providencia y a la cual nuestros padres se trasladaron
en el verano de 1913. Esta era, hasta entonces, la oficina del
30
a la familia y a numerosos vecinos. Sobre ei establo había
un cobertizo donde se
guardaba el pasto; ese era el centro de
nuestros juegos la niñez, principalmente cuando quería
en
31
do y una mesa de fina madera, ricamente tallada, donde los
antiguos soldados y marineros de la patria tenían sus reunio
nes, algunas de las cuales, las destinadas a elegir su di
rectiva, por ejemplo, terminaban en pendencias; otras con
cluían en alegres bailes a los cuales los dueños de casa
invitaban a sus amistades; generalmente una banda de músi
cos del Ejército solemnizaba estos actos que en varias ocasiones
32
la atención, porque nuestros padres con sus parientes y amis
tades, sólo de vez en cuando bailaban "cuadrillas" y "lan
ceros".
La avenida Miguel Claro se abrió a principios de este
33
?. —
Crónicas de . . .
cariño. Nada podría decir de su físico, ni de sus cualidades
intelectuales que debieron ser de subidos quilates, porque se
preocupó del problema social, al que pocos hombres de su
tiempo dieron importancia; su
figura pasa fugaz por mi me
moria.
En una
gran parte de la inmensa casa del obispo, funcionó
el Liceo José Victorino Lastarria, fundado el 1° de junio de
1913, y que más tardeocupó toda la amplia quinta del pre
lado. Del Liceo hablaré largamente más adelante.
Por esta misma acera sur había edificios hasta la avenida
Pedro de Valdivia; más al oriente existían sólo Dredios agrí-
colas y una que otra vetusta casona, hasta la parroquia de
San Ramón, cuya iglesia no pasaba de ser un inmenso co
bertizo.
Un dentista de apellido Peters, quizás nacido en Gran
Bretaña, vivía al lado oriente del Liceo Lastarria; este odon
tólogo nos hacía ver estrellas cuando pasaba la máquina eléc
trica por la dentadura. Entre las calles Miguel Claro y Ma
nuel Montt. por la misma acera, estaba la qumta del caballero
italiano, don Juan Podestá, padre de varias hijas muy corte
jadas entonces, per los jóvenes veinteañeros del barrio.
En la calle Miguel Claro, al llegar a la de Bilbao, la Caja
Hipotecaria comenzó a construir en 1915 o 1916, numerosos
"chaletes" que poblaron esa parte solitaria de la comuna,
a los cuales cantó don Desiderio Lizana en sus "Nichos":
34
Entre los más respetables vecinos de esta avenida, recor
ta señorial, en la avenida.
Un vecino caracterizado, fue don Leoncio Baeza Guz
mán, quien motejaban "El Pescado", hombre simpático
a
35
va a llenar con ansias una losa que digan que es agente sobe
rano de
yanqui y sin igual manufactura y "reclame" será su
sepultura".
Don Narciso Valdivieso, era un rico propietario de Mi
guel Garó y Román Díaz, pero nunca vivió en el barrio.
Don Desiderio Lizana dice: "Aunque tiene don Narciso/ pa
ra todos los suyos sepultura, / disponer de otra en Providencia
quiso / de más nueva y sencilla arquitectura. / Su deseo el
Alcalde satisfizo / Ordenando inscribirle esta lectura: "Sólo
para Narciso Valdivieso / propietario entusiasta y de pro
greso".
Por el lado norte, el del río Mapocho, tenía su casa y
consultorio el doctor Carlos Schmidt, uno de los dos conno
tados galenos de esa época en Providencia, con mucha clien
tela y sumamente querido por su competencia profesional y
bonhomía.
Entre Manuel Montt y Pedro de Valdivia, más o menos
donde ahora está la calle Dr. Manuel Barros Borgoño, había un
r-.-cr'o e u" "difido viejísimo de amplios corredores, regen
tado por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en el cual
estuve muy poco tiempo, cuando era niño de seis años.
Poro mác °TÍba estaba la Casa de Huérfanos, de la cual
36
sicismu. Esta iglesia tiene para mí los más caros recuerdos,
porque la frecuenté en la niñez y juventud, y el 19 de diciem
bre de 1937 ofrecí por vez primera, al día siguiente ele haber
recibido el orden sacerdotal, el Sacrificio Eucarístico.
El templo de Castro, íntegro de madera, se destaca por
su singular belleza entre los del extremo sur de Chile.
37
V
LOS TRANVÍAS
..
Los únicos medios de locomoción que circulaban en los
_
38
tranvías eléctricos. La tercera línea iba de la Avda. Providen
cia esquina de Manuel Montt, hacia el oriente, entraba por
Pedro de Valdivia y llegaba hasta Yrarrázaval, volvía en
igual forma. En general casi todos estos tranvías pasaban
—
rroviario.
—
Los tranvías eléctricos comenzaron a circular en San
39
lor azul. Partían desde el Mercado Central y continuaban
por Bandera, Compañía, Merced, Claras (hoy Enrique Mac-
Iver), Alameda de las Delicias y avenida Providencia hasta
la calle Manuel Montt, frente al almacén de abarrotes de
Don Juan Terzago; regresaba por la misma avenida Pro
videncia, Alameda, San Antonio y volvía al punto de partida.
En 1931, hacía idéntico trayecto, porque en el paradero, fren
te al templo de San Francisco de la Cañada, encontré muchas
veces al Rector del Seminario, Monseñor Juan Subercaseaux
Errázuriz, quien, como yo, esperaba el tranvía para viajar
a Providencia, y continuamente me preguntaba
¿y cuándo
te vas al Seminario?
Desde 1920, parece que iniciaron su recorrido los tran
40
de copa cuadrada y ala redonda muy corta, que se colocaban
ladeados para dejar coquetamente visible el moño, general
mente grande. Las figuras de estas simpáticas y pintorescas
servidoras incitaban a la risa de los niños del barrio que nos
burlábamos de ellas.
Algunos tranvías tenían imperial o segundo piso, al que
se subía por una escalera de caracol; existían también carros
abiertos semejantes a las góndolas, pero éstas sólo circulaban
en el verano. Abajo el pasaje costaba diez centavos, mi madre
lo encontraba muy caro, porque en su juventud, ella pagó
una ficha colorada; en
segunda clase o arriba, valía cinco
centavos, de esos pequeñitos con algo de plata que circula
ban entonces. Los niños, cuando podíamos ir solos al centro
de Santiago o íbamos a buscar a nuestras hermanas al Liceo
N9 en la
1, viajábamos imperial; ahorrábamos un cinco para
comprar los diminutos libros de cuentos de Calleja o pasteles
en el Casino del Portal.
41
de las herraduras de los rocines que montaban administrado
res, mayordomos y otros guasos de esos predios, con sus
V.
VI
VISION DE PROVIDENCIA
43
unos grandes carros de cuatro ruedas; éstos eran verdaderas
paqueterías ambulantes, vehículos de mano, conducidos por
los mismos comerciantes, quienes voceaban sus mercaderías
al grito de "tuto corenta", "todo a cuarenta"; en la noche,
más o menos a las 9, se escuchaba el chillido de los tortille-
tida en otro brazo del río. Una noche fue tan serio el peligro
de que el torrente entrara por el subterráneo de nuestra casa,
que mis padres se prepararon para huir con sus cinco peque
ños hijos, si así acontecía. Han pasado 68 años, y recuerdo
perfectamente el pavor que nos invadió en aquella lúgubre
noche de lluvia torrencial. Mientras esperábamos, con las va
lijas arregladas, para trasladarnos al hogar de nuestra abuela
paterna, mi madre con su entereza peculiar, se encomendaba
a la Virgen del Carmen y atisbaba
por una de las ventanas,
la llegada de mi padre para sacarnos de allí. El, sobre su
cabalgadura, en pleno temporal, como jefe de la Policía, vigi
laba el torrente y calmaba a la aterrada población. Los niños
tiritábamos de miedo, ante la amenaza de que se inundara
el subterráneo, felizmente cesó la lluvia y el peligro pasó.
En la época de la Colonia estas inundaciones eran más
frecuentes, el Padre Alonso de Ovalle al hacer mención del
río Mapocho, recuerda esas salidas de madre: "Por la banda
del norte baña a esta ciudad un alegre y apacible río, que lo
4r4
es mientras no se enoja, como lo hace algunos años, cuando el
invierno es
muy riguroso y llueve, como suele, porfiadamente,
cuatro, ocho y tal vez doce y trece días sin cesar; que en estas
neo o
Metropolitano.
Tanto gustaron a los moradores de la capital estos taja
mares que, poco después de terminados, a fines del s'glo
XVIII y comienzos del XIX, los convirtieron el paseo de en
45
colocó a
tajamares un rejal en forma de nicho. Don
los
Desiderio Lizana Droguett, poeta, folklori.-ta y Notario Pú
blico de Santiago, antiguo morador de Providencia, dedicó
un nicho a cada vecino; los
primeros versos los recogió en
un folleto en 1917,
y otros quedaron inéditos, uno de éstos
decía: "Un jovencito de nariz borbónica / alegre, inteligente
y vivaracho / pintó en un nicho la figura irónica / de un co
misario jineteando un macho/ y por inscripción le puso: / La
pesquisa es la muía de más brío /Hay que domarla, agárre
sele tío" (2).
Muchas veces transitamos por esos tajamares, primero
con José Tomás Alcalde Fabres, vecino del
callejón de Azo
las, en 1916 y 1917, y en 1918, con mi hermano Sergio, hov
Corone' de Sanidad (R), cuando íbamos camino hacia el
viejo y añorado Seminario de los Santos Angeles Custodios.
—
Los primeros negocios de la despoblada Providencia co
lonial fueron los molinos de los Infantes, en la esquina del
callejón de Azolas, y el de Domingo Costa, que parece haber
estado en Bella Vista; pero entonces la comuna se extendía
hasta }?. otra ribera de! Mapocho. Más tarde se instalaron
46
otros y en los primeros años del siglo actual, cuando aumen
tó la población y comenzaron a circular ios tranvías, el co
mercio tuvo mayor auge.
Frente a la calle Román Díaz, donde el río se desviaba
más hacia el norte se estableció la Fábrica de Tubos de Ce
mento, de los hermanos españoles, Luis y Rafael Grau; de
trás de ella había terrenos baldíos en los cuales, como antiguo
lecho del río, abundaba la greda. Muy próxima a esta fábrica
de los Grau, había otra de velas de esperma, cuyo propietario
era un señor de apellido Maino. A Don Rafael Grau dedicó
47
los Silva Urzúa, a cuyo cuidado estábamos, lavó la herida
en las aguas turbias del Mapocho, y ia gangrena tuvo al futu
ro médico
cirujano a las puertas de la muerte. Esto sucedió
probablemente a fines de 1915, o en los primeros meses de
1916.
El comercio de Providencia era, entonces, muy exiguo,
-"=--
4S
quizás el año 1922, se instaló una Agencia de "El Mercu
en
49
4. —
Crónicas de . . .
bitación como la muy amplia de don Sandalio Ubilla y el
"""Club de Providencia.
Esta institución social la fundó el doctor Luis A. Solís
Várela. En ella se efectuaban todas las reuniones políticas
y sociales de la comuna. Era una casona muyamplia y en
buen estado de conservación. Mi padre, autoridad policial
del barrio, jamás concurría: en parte por su temperamento
retraído, poco comunicativo, quizás heredado de su abuela
doña Antonia Silva Araneda, y también para permanecer
al margen de los peligrosos corrillos del vecindario: Provi
dencia era entonces un verdadero pueblo chico, aunque feliz
mente nunca recuerdo el barrio como infierno grande. Allí
todos se conocían. El jefe de Policía, enviaba en representación
su sobrino político, el periodista
suya a
y poeta, Ramón Ri
cardo Bravo y Bravo, el mismo jovencito de "nariz borbóni
ca, alegre, inteligente y vivaracho" que tan acertadamente
definió don Desiderio Lizana en "Los Nichos". Aquél con su
jocosidad característica y
atávica, se divertía en las reuniones
sociales y pronunciaba siempre el mismo discurso en nombre
de su tío, el subcomisario, palabras que comenzaban con la
consabida frase: "vengo en representación señores de la más
alta autoridad local .". Por cierto que él era ei primero en
. .
50
Allí íbamos diariamente a leer gratis la prensa desde 1922,
cuando ya no le mandaban los diarios y revistas a mi padre,
porque había jubilado y sólo compraba "El Mercurio"; tam
bién adquiríamos en la librería los útiles de escritorio y los
primeros cuentos de Calleja. En 1903, ya existía en el barrio,
pero ignoro donde, la Cigarrería de Amador Toledo.
En la misma avenida Manuel Montt, que era el punto
—
51
(1870-1958), fue Pro-Rector de la Universidad de Chile, Rec
tordel Instituto Nacional en cuyo cargo lo sorprendió la
muerte a los 47 años. Por su carácter retraído y bondadoso fue
52
do, poco después de la creación de la comuna, que el poeta
Lizana jocosamente le dice que con su "porfía" pensaba ins
talar la Botica en un nicho de los tajamares, cuya dimensión
era de
quince centímetros cuadrados más o menos. Casi al
lado, en el mismo altillo, tenía su hogar y consultorio, el den
tista don David Villaseca, respetable profesional que se dis
tinguía por el uso permanente de una impecable corbata blan
ca larga y por su ceño adusto. Tan serio era don David
que
los muchachos de la comuna, agrupados en la esquina sur-
oriente de Manuel Montt, apenas se atrevían a dirigir lán
guidas miradas a sus agraciadas hijas que vivían como verda
deras monjas de riguroso claustro; se solían ver cuando iban
al Colegio de la Compañía de María.
A propósito de muchachos del barrio, éstos eran muy
celosos y se creían los dueños de Providencia, porque cual
quier forastero que llegaba padecía con sus bromas pesadas
y no pocas veces hasta debía soportar las bofetadas. Los gru
pos que se formaban en la esquina de Manuel Montt eran
temibles, constituían verdaderas pandillas integradas por los
jóvenes de todas las clases sociales de la comuna.
Por el mismo costado norte estaba la Curtiduría y Za
patería de Alicides Magnere, que con el tiempo este indus
trial dividió para entregar, una a su hijo Augusto y otra, a
Enrique. Ambos cantaban muy bien; don Desiderio Lizana
les recordó sus dotes artísticas: "Dos sepulturas grandes, casi
iguales / los hermanos Magnere solicitaron ; / y de la Marse-
llesa a los triunfales / acordes los trabajos empezaron; /los
artistas y nobles industriales / de suela y marroquí las tapi
zaron; /por fuera las dejaron a la rústica / creyendo así ob
tener mejor acústica".
53
Al terminar la primera cuadra de la calle Román Díaz,
a los pies de nuestra residencia, estaba la única lechería del
barrio, propiedad de mis padres. Había allí un canal donde
iban a parar la bosta y todos los desperdicios del establo.
En 1903, según la Guía de Santiago, existía en Providen
cia un Hotel, cuyo dueño era el señor Manuel estable
Ayala,
cimiento que no recuerdo haber conocido.
54
VII
ALGUNAS INSTITUCIONES
Y
OTROS VECINOS
55
las ubicadas, entre el Colegio de la Compañía de María y la
del fundo de don Ricardo Lyon. Las primeras moradas de
Providencia, por el lado sur, eran las Religiosas y las alum
nas internas de la Compañía de María o Buena Enseñanza;
%
piedad se conoció desde entonces con el nombre de "Chacra
de la Providencia"; se proyectó también levantar un mani
comio en el fondo del predio. Se erigió la Iglesia de
extenso
estilo romano-veneciano, de la que ya se trató, verdadero
monumento artístico en la agreste soledad del camino de
Las Condes, que estuvo a punto de ser derribada por la "pi
cota" criolla.
En 1890, se inició la construcción de un nuevo edificio
para los Talleres de la Casa de Huérfanos. Se edificó con
cincuenta mil pesos ($ 50.000. ) que obtuvo del Gobierno,
—
57
diversas casas del país; en la ellas debe su nom
avenida, que a
58
go! / ¡Todo va de la fosa a los abismos! / Ya vendrá a dar en
59
doña Sara Otamendi, que vio nacer a varias generaciones de
providencíanos.
Hace medio siglo, el centro, el corazón de la comuna de
Providencia, era la esquina surponiente de la avenida Manuel
Montt, ya muy poblada. Allí estaba el Teatro, en la acera
oriente. En la esquina, a unos metros del Cine, se reunía a
hacer tertulia en las tardes de primavera y verano, la juven
tud del barrio, que como ya hemos dicho era muy cerrada,
rechazaba a toda persona extraña a la comuna.
Frente a la sala de espectáculos, tuvo durante mucho
tiempo, su casaquinta el Intendente de Santiago, don Pablo
Aurelio Urzúa Vergara (1854-1918), talquino, de filiación
política nacional o monttvarista. Don Pablo, había sido regi
dor y Primer Alcalde de Santiago, en 1900; en estos cargos
contribuyó, grandemente, al progreso de la urbe metropoli
tana, lo que movió a su correligionario, el Presidente Pedro
Montt y Montt, para nombrarlo Intendente de la capital en
60
A los 64 años, aparentaba ser un anciano octogenario. En
tonces la Policía, en cierto modo, dependía de la Intendencia
61
de Mayo, y allí edificaron unamodesta capilla en la que,
cuando venía aSantiago, nuestro doble tío abuelo, Fr. José
G2
VIII
TEATRO PROVIDENCIA
xismo de su
desesperación, nervioso, salió a la calle, detuvo
a un buen vecino con cara de payaso, lo contrató y lo hizo su-
63
bir al escenario. El público celebraba los chistes de puro malos
y el primero en lanzar carcajadas era el empresario, sus pa
rientes y amigos.
Ramón Ricardo Bravo, en vista de la estrepitosa ruina,
decidió dejar el negocio de cine. Poco después tomó en arrien
do el Teatro, el conocido empresario cinematográfico, don
José Berio Vianni, de nacionalidad italiana, quien con su
bondad, simpatía, gracejo y don de gentes, supo crear, alre
dedor de la sala de espectáculos, un verdadero centro social
nara la juventud del barrio. Se exhibían las mejores cintas
cinematográficas y frecuentemente, eran alternadas con otras
diversiones. Concurría a las funciones la gente joven de am
bos sexos nue aprovechaban para sus amoríos y "pololeos"
rriollos. No ñocos vecinos teníamos talonarios de abonos,
con los cuales se abarataba mucho la entrada. La pe'ícula
muchas veces carecía de importancia, lo principal era la t----
niha, du'-anr-o los entreactos, en el nórtico y en la acera del
centro de
mayor atracción del barrio.
Don José Berio, entusiasta emnresano, se encariñó con
Providencia y organizó los Juegos Florales. Para realizados
nombró una comisión integrada por los entonces
populares
jóvenes del barrio: A'ejandro García Lartundo, Adolfo Ova-
Fe Brieba y el autor de estas "C-ónicas": Mantenedor de
signó a! inefable y bondadoso Alfonso Cahan, muerto no
64
hace mucho, en
y poeta de tupé pirami
aquel tiempo "galán
dal", como rezan unas versos
que circulaban entonces y cuyo
65
5. —
Crónicas de . . .
sitaba a los
padres de las niñas favorecidas con la mayoría
de los votos, con el objeto de obtener su venia para que for
maran parte de la Corte. Entonces, generalmente, los padres
66
de las damas de la Corte, que ocupaban el escenario, el poeta
laureado escogía entre ellas la Reina, a quien dedicaba en
seguida el cantopremiado, el cual, a veces, nada tenía que
ver con la
elegida. Omitiré los nombres de las damas de la
Corte y de las reinas en homenaje a los picaros años . .Sólo
.
67
Al día siguiente de la Velada o en el curso de la sema
na, la Reina ofrecía un baile en su casa o en otro sitio ade
cuado, que la Corte, la Comisión Organizadora, el poeta, las
autoridades de Providencia y las amistades de la soberana,
esperaban ansiedad. No olvido el espléndido, efectuado
con
en el Palacio de la familia
Falabella, morada de la festejante,
en la avenida Pedro de
Valdivia, hoy sede de la Municipalidad
de Providencia. Fue una de las fiestas más hermosas y mag
níficas a que asistí en mi mocedad.
Por lo menos hasta 1930, en el mes de noviembre, hubo
una Velada Bufa, en el Teatro
Providencia, en la que se
elegía ai Rey Feo; cierta vez la corona recayó en Alfonso
Cahan, al que le venía de perlas.
"El Semanario de Providencia", obra del empresario don
José Berio, era un periódico "tabloide" en papel satinado con
lujosa diagramación y excelentes ilustraciones: apareció en
1931.
68
IX
69
-Con la música pegajosa de una canción de moda, entre
—
El agua es
indispensable para la vida de un pueblo; en
70
ñoa, las acequias se aumentaron
y ensancháronse; más tarde
trazaron cauces y al Oriente del Santa Lucía se construyó
un
estanque surtidor. Desde allí el agua corría por la calle
Monjitas hasta la Plaza de Armas.
—*
se instaló una
pila de bronce" que después se llevó a la Mo
neda, sitio en
que estuvo, por lo menos, hasta 1973.
Las aguas de la vertiente de Vitacura, ubicada a orillas
del Mapocho a seis kilómetros al Oriente de Santiago, pro
venían de filtraciones subterráneas. El agua era captada por
medio de drenes colocados a cuatro o cinco metros de pro-
71
fundidad. Desde allí era concedida a Providencia, como el
—
Eran los borrascosos tiempos de la pugna política entre
la Unión Nacional y la Alianza Liberal, de las más enco
nadas en la historia de Chile, que precedieron a la condenable
deposición del Presidente Arturo Alessandri Palma.
72
X
•173
de Lo Bravo, y al poniente, la calle Román Díaz, esquina de
Providencia, hasta el río Mapocho.
La primera sede de esta parroquia, estuvo en la calle
Pérez de Valenzuela, en la parte norte ribereña de Providen
cia. Allí había una capilla que perteneció a la extensa pro
piedad de la familia Pérez de Valenzuela, cuyos descendien
tes, los Rojas Meyer Scholle y Celis Meyer Scholle Pérez de
Valenzuela, vivieron en sus propiedades, por lo menos hasta
1922, si la memoria no me
engaña. En 1903, la iglesia parro
quial de San Ramón se trasladó a
capilla de la hacienda
la
"Lo Bravo", en el lugar ahora llamado "Los Leones", que
era un modestocobertizo, ubicado hacia el poniente del tem
plo actual; muy próximos a éste había dos frondosos peumos.
La iglesita campesina era rústica, envigada, con altar barroco,
quizás trabajado por Ambrosio Santelices o Fermín Vivaceta,
tenía imágenes de madera; estéticamente todo lo antiguo era
rnuy superior a lo actual. El nuevo templo edificado, con pési
mo gusto, por el cura Félix Cabrera Ferrada
(1881-1944), muy
abnegado y generoso, pero ayuno de los más elementales
conocimientos artísticos. Su sucesor, José Luis Castro Cabre
ra, (1902-1965), futuro obispo de San Felipe, otro santo varón,
mi profesorde teología dogmática, también muy poco enten
dido bellas artes, trató de restaurar la nueva iglesia, pero
en
74
de altura, que encontró arrinconada donde se guardan los
cachivaches en las
catedrales, parroquias y conventos, en los
cuales suelen encontrarse objetos de arte cuyo valor artístico,
no siempre aprecia el clero
y las religiosas. En esta materia
aquí en Chile, como en otros países del Continente, hay mu
cho paño que cortar. La señora Rosario Concha de Mandiola,
dueña de "Lo Bravo" puso la capilla de su predio bajo la
protección de la Virgen de La Merced; así la conocí en
1911, cuando llegamos a Providencia, ya convertida en pa
rroquia de San Ramón Nonato. Su cura fundador, veneraba
la imagen de Ntra. Señora de La Merced y la tenía en su
altar, en el mismo sitio en que la dejó doña Rosario.
El primer párroco de San Ramón fue el recordado y
celoso. Pbro. Francisco Javier Santelices (1873-1932), hombre
culto, de gran virtud y muy abnegado, que se formó en las
disciplinas clásicas del viejo Seminario Conciliar de Provi
dencia. Este eclesiástico gobernó la parroquia desde 1901 has
ta 1919, y me parece verlo llegar a nuestra en su cabal
casa,
gadura, para administrar los sacramentos a la mamita-tía de
mi madre, ya muy anciana (1).
Le sucedió el Pbro. Juan Bautista González (1874-1939),
quien después pasó a regentar la parroquia de San Saturnino
y después se hizo cargo del rectorado del Instituto de Huma
nidades "Luis Campino". Terminó sus días como canónigo de
la Iglesia Catedral. Era docto en letras humanas
y uno de los
puristas más insoportables que he conocido. Su figura regor-
deta permanece viva en mis recuerdos.
En poco tiempo más desaparecerá el actual de
templo
75
San Ramón y se construirá otro más hermoso en la calle Mar-
doqueo Fernández.
El 30 de abril de 1924, el 59 Arzobispo de Santiago, Cres-
cente Errázuriz Valdivieso (1839-1931), creó la parroquia de
(2) Antonio Bello Silva, era hijo de José María Bello Espinoza y de Ana
Rosa Silva Araneda, prima hermana de mi abuelo Fidel Araneda Silva.
Por línea paterna, Antonio era nieto del sabio Andrés Bello y por la
materna, pariente de numerosos obispos y sacerdotes, entre otros del
Emmo, Sr. Cardenal Arzobispo de Santiago, Raúl Silva Henríquez. Des
cendía legítimamente del conquistador Vicencio del Monti, sobrino del
Papa Julio III.
76
quín Matte Varas, quien después fue capellán de Ejército,
actualmente ocupa una prebenda en la Iglesia Catedral de
Santiago y es autor de importantes trabajos de historia ecle
siástica; Ramón Echeverría y Sergio Venegas Harbín, que
con ocasión del cincuentenario de la
parroquia escribió, en
forma amena y documentada, una breve Historia del Curato.
La tercera parroquia creada en Providencia es la de Je
sús Nazareno y no la de Santo Domingo de Guzmán, porque
ésta queda en avenida Pedro de Valdivia 4028, sector de la
comuna de Ñuñoa. El curato de Jesús Nazareno lo fundó
el Arzobispo Errázuriz Valdivieso en 1929, y fue desmem
brado de San Ramón y San Crescente. Sólo dos años fui
parroquiano e ingresé a las Conferencias de San Vicente de
Paul, en las que desempeñé la secretaría, hasta que inicié los
estudios de filosofía en el Seminario, en 1932.
La nueva parroquia se entregó a los Padres Trinitarios
que la regentan hasta hoy y, con grande esfuerzo, edificaron
una
amplia iglesia gótica.
77'
XI
VECINOS CONNOTADOS
a su palabra
profunda, extraordinaria elegancia y originales
vibraciones. Lo vi muchas veces en la esquina de Providencia
con Miguel Claro,mientras esperaba el tranvía N° 11, para
ir a la Universidad Católica, donde dictaba clases. Había
sido cura de La Estampa y profesor del Seminario.
En la misma calle vivía don Almanzor Ureta Cienfue-
gos (1880-1966), muy querido en la comuna; gozaba de gran
prestigio. Tenía una excelente figura y era un hidalgo, siem
pre bien vestido y de trato amable.
Profesor y bachiller en Derecho, había nacido en Val
paraíso y fue secretario de la Caja de Empleados Públicos.
En 1927, el Gobierno dictatorial del General Carlos Ibáñez
del Campo, suprimió las municipalidades y creó las juntas
de vecinos, con un alcalde a la cabeza; el primero que ejer
ció este cargo fue don Almanzor Ureta, lo desempeñó, con
abnegación y eficiencia, hasta 1932, época en que Arturo
Alessandri Palma, auténtico demócrata, enemigo de todas
las dictaduras, restableció las municipalidades.
En 1931, con motivo de la crisis económica que echó
por
tierra la dictadura del General Ibáñez, el Alcalde Ureta ideó
un sistema
muy humano y caritativo para dar de comer ai
hambriento: catalogó a los desocupados y les otorgó una tar
jeta de almuerzo y de comida en diversas casas del barrio, a
las cuales los necesitados llegaban como a su propio hogar,
sin menoscabo de su dignidad humana.
En la avenida Salvador, frente a la
parroquia de San
Crescente, tenían su residencia, don Joaquín Larraín Alcaide
y su mujer, la escritora, Inés Echeverría Bello (1869-1949),
"Iris", bisnieta del sabio mentor de Chile, el venezolano, An
drés Bello. El matrimonio Larraín-Echeverría, asemejábase
a las
parejas reales: don Joaquín era el príncipe consorte, de
magnífica apostura; el noble varón poseía una hermosa ca
beza calva que terminaba en luengas barbas blancas; las fac
ciones de su rostro eran perfectas. El sensato y bondadoso
caballero sabía que, por sobre todo, era el marido de "Iris",
una de las mujeres más cultas
que ha tenido la literatura
nacional. Escribió novelas y cuentos de poco valor; algunos
buenos ensayos, a manera de memorias, uno de ellos
muy
desafortunado, y relatos de viajes. Parece que el rico y armo-
79
nioso castellano que tanto cultivó y dignificó su bisabuelo,
le quedaba grande a doña Inés, porque prefería, a veces, es
cribir francés, una muestra es : "Au de la Poeme de la dou.
en
80
Nichos de Providencia". En ella dedica una octava a Ma
nuel Atria: "Y aquí vendrán los huesos amarillos / del que
dio cementerio a la Comuna / jamás se habían pegado
. . .
81
(*. —
Crónicas de . . .
desempeñó la cartera de Guerra y Marina, ahora llamada de
Defensa Nacional, en la Presidencia de Arturo Alessandri
Palma, y fundó el Hospital Militar. Este establecimiento ocu
pó primitivamente, la que fue antigua mansión de don Fran
cisco Celis, y logró un notable progreso científico y técnico,
especialmente bajo la dirección de los coroneles de sanidad,
doctores Atilio Piera (Q.E.P.D.), Sergio Araneda, Ricardo
Sepúlveda y Juan Herrera. El Dr. Araneda Bravo, llegó a
Providencia a pocos días de nacido, y salvo una corta perma
nencia en San Bernardo y Ñuñoa, nunca se ha alejado de
Providencia, donde aún vive con su mujer, Ester Valdivieso
Bañados e hijos.
Dos vecinos muy conocidos del barrio, fueron los herma
nos Ernesto
y José Nicolás Medina Fragüela, el primero Ge
neral de División del viejo Ejército, y el otro, Comisario de la
antigua Policía, ambos vivían en la calle San Gabriel y dis
tinguíanse, fuera de sus conocimientos técnicos en las insti
tuciones que servían, porque eran muy entecos, de nariz
agui.
leña y ojos pequeñísimos, los dos muy semejantes a su
padre,
don Nicolás, que vivió casi un siglo y nunca
dejó da pasearse
solo, por la avenida Providencia.
En la esquina de la calle Montolín,
hoy Nuncio Monse
ñor Sotero Sanz Villalba, tenía su mansión la señora Ana
Luisa Bello Rozas, viuda de Joaquín Edwards
Garriga. Do
ña Ana Luisa era nieta de Andrés Bello. Allí en esa casa.
donde está actualmente, en un nuevo edificio, el Liceo de
Niñas N9 7, vivió largos años con su madre, el
narrador, no
table cronista y académico, Joaquín Edwards Bello
(1887-
1968). Sin ningún miramiento, en sus obras acometió contra
la clase aristocrática a la que pertenecía, y en su
novela, ya
82
clásica "El Roto", deja un cuadro muy vivo de la vida pro
letaria y una crítica amarga y despiadada por las injusticias
sociales chilenas. En sus crónicas, publicadas en "La Nación"
prestigioso diario santiaguino, fundado por el político y esta
dista Eliodoro Yáñez, es mordaz, incisivo, ameno y muy
claro para llamar las cosas por su nombre (1).
En la esquina de lo que hoy es la avenida Pedro de Val
divia Norte, estaba la casa de don Alberto Lecanelier; al fren.
te vivía don Fidel Oteíza, cuyo nombre lleva una de las ca
(1) En "Crónicas de! Barrio Yungay". 1972. Págs. 227-235 está la sem
83
del Teatro Rialto, situado en Pedro de Valdivia al llegar a
Irarrázaval. Don Fidel era corpulento, campechano y bona
chón, pero nadie se la ganaba en habilidad para hacer nego
cios; su figura está inmortalizada por la gracia picaresca de
don Desiderio Lizana en sus "Nichos": "Don Fidel Oteíza
ha reclamado / porque no encuentra sólido su lecho / quiere
que lo hagan de adoquín labrado / y que no se lo dejen es
trecho, / y como él es tan bien desarrollado / a mayor solidez
tiene derecho / y siendo antiguo propietario, / es justo sin más
observación, darle en el gusto".
Don Alfredo Bonilla Rojas, regidor de la
Municipalidad
de Santiago, prestigioso abogado, político radical del viejo
partido de los Gallo, Matta y Mac-Iver, muy popular, candi
dato a diputado por Tarapacá, la muerte lo sorprendió pre
maturamente. Con su esposa, doña Matilde
Rojas, y su nu
merosa familia, don Alfredo vivía en una
gran casa en la ave
nida Pedro de Valdivia.
En la misma calle moraban también el Notario Púb'ico,
don Abraham del Río, y su hermano el renombrado médico
p^diatrs v catedrático universitario, Dr. Roberto del Río So
toAguilar (1859-1917), cuyo nombre lleva el Hospital de Ni
ños que él fundó en
Santiago.
Don Alfredo Barros Errázuriz (1875-1968),
y su esposa
doña Isabel Casanueva Opazo, e hijos, poseían una
gran ca
sona en la cuadra de la avenida Pedro de Val
primera
divia, en el centro del jardín estaba la blanca imagen
del Sagrado Corazón de Jesús. Don Alfredo
pertenecía al
Partido Conservador, fue diputado por el sur
y senador de
la República, Ministro de Hacienda, Guerra Marina de dony
Ramón Barros Luco, pariente, jefe de
su su partido, catedrá-
84
tico universitario, católico observante y uno de los fundado
res de la Acción Católica, de la cual fue presidente. Tanto
él como su mujer, hermana del hacedor de obispos y pro
gresista Rector de la Universidad Católica, don Carlos Casa-
nueva Opazo, eran activos parroquianos de San Ramón. Ella
85
don Darío Urzúa Rojas (1863-1940), morador de la avenida
Pedro de Valdivia. Fue tercer Alcalde en 1921, y en agosto
del mismo año pasó a ser primero, cargo que ejerció hasta el
año siguiente. Don Darío era un personaje célebre, muy con
86
mados "victoria", al que alude don Desiderio Lizana en los
"Nichos": "El dueño de ese nicho tan sencillo / dice que la
carroza es vana gloria / y ha pedido lo traigan en victoria / ti
rada por su potro, fiel tordillo / que por solo ello pasará a
la historia".
En la avenida Providencia, esquina de Holanda, moraba
don Adolfo Ovalle Dávila, subgerente del Banco de Chile,
nieto del Presidente de la Tomás Ovalle. Don
República, José
Adolfo era gran señor, muy bondadoso y de profunda fe
cristiana. Su hijo Adolfo con su mujer, Adela Valdivieso Ba
ñados y familia, vive aún en Los Leones al llegar a Provi
dencia.
En la esquinade Providencia y Thayer Ojeda, fabri
caban los domingos unas famosas empanadas de horno que
87
a cazar las
palomas de don Ricardo. Aquella era una escena
pintoresca, porque el párroco de pequeña estatura y gordo
hasta la obesidad, se balanceaba al andar y no se quitaba el
manteo español ni para dormir,
por lo cual se supone que
en las cacerías
tampoco se lo sacaba. Don Francisco Celis,
Gerente del Banco Popular, que después quebró, tenía su mo
rada en Providencia esquina norponiente de Los Leones, don
de hoy está el Hospital Militar, y que la devastadora piqueta
chilena no respetó.
88
XII
CONVENTILLOS EN PROVIDENCIA
-
Desde el siglo XVII, como ya se dijo, hubo en la parte
oriental de Santiago, indigentes españoles y mestizos que
construyeron sus viviendas para reemplazar a las antiguas
rucas
que ahora sólo se ven muy al sur de Chile; más tarde,
con el crecimiento de la
población, aumentó la pobreza y a
mediados del siglo XIX, como en todo Santiago, Providen
cia también se llenó de conventillos y de poblaciones que hoy
llamaríamos "callampas"; una de ellas, quizás la más deni
grante para un barrio tan aristocrático y de gente adinerada,
era la de los "Areneros", junto al río
Mapocho. Allí la mise
ria se manifestaba en forma inhumana, no se compadecía con
la riqueza y opulencia de algunos de sus moradores. Los con
ventillos o tugurios abundaban en las calles José Manuel In
fante, Román Díaz, Manuel Montt, Pérez Valenzuela y más
hacia el oriente, los del poderoso don Fidel Oteíza.
89
Las Conferencias de San Vicente de Paul de hombres y
mujeres, fundadas en la parroquia de San Ramón, primero,
después en las de San Crescente y Jesús Nazareno, visitaban
a los
indigentes, muchos de los cuales vivían en la miseria
más humillante, indigna de su condición. Los vicentinos y
vicentinas visitaban a sus "protegidos", así los llamaban, en
sus cuartos y les llevaban semanalmente uno o dos pesos y
algún paquete con comestibles.
Nunca faltaron los mendigos en la avenida Providencia
y nadie creía entonces que estas vivas imágenes de Cristo,
evangelizador de los pobres, "afeaban" y "desprestigiaban" el
sector como piensan algunos vecinos de la elegante comuna
de hoy.
Un día, en nombre de las Conferencias de San Vicente
de la paroquia de Jesús Nazareno, visitaba a un joven muy
indigente y enfermo de tuberculosis que vivía en una des
mantelada pieza, sórdida y húmeda, de la entonces miserable
calle Pérez de Valenzuela. El muchacho tendría mi edad,
22 ó 23 años, y yacía, desaseado, en estado lastimoso, en un
jergón tirado el suelo. El enfermo estaba agónico, llamé
en
90
que de inmediato torció el rumbo de mi vida para buscar la
ruta dei sacerdocio en el Seminario Pontificio.
Si la miseria afea y desprestigia el barrio, según decía
un vecino
que denunciaba en la vía pública, ante el carabi
nero, a un
mendigo, en los adinerados de la comuna está
la solución: la mendicidad disminuye con una más justa y
equitativa distribución de la riqueza, dando trabajo y habita
ciones dignas a los desocupados. El Papa Juan Pablo II, al con
templar acongojado la miseria de las "favelas" en Río de
Janeiro (Brasil), preguntó a los poderosos cariocas .si no les
remordía la conciencia ante tanta desigualdad.
9J
XIII
92
1810, se fundó el nuevo colegio que tanto auge y prestigio
habría de adquirir más tarde.
Eufrosina Aguirre, mendocina, fue elegida primera rec
tora; superior eclesiástico se designó al canónigo, Manuel Pa-
rreño Castro (1823-1876), quien constituyóse en padre y be
nefactor de las religiosas. Algunas de las primeras alumnas
chilenas ingresaron después a la Congregación. En 1882, se _
93
Frente a su cuarto, en el patio de profesores del Semina
rio, vecino al de los alumnos de teología, tenía grandes jau
las con hermosos canarios del más variado colorido, que él
mismo solícito cuidaba; los estudiantes de teología, abrían
las jaulas y soltaban los paj arillos para fastidiar al venerable
anciano, que airado quejaba al Rector de las diabluras de
se
94
titud que a Sor Juana Rosa hacía mucha gracia. Las cole
gialas hace medio siglo, no podían salir solas del colegio don
de se educaban, esperaban formadas en el amplio pasadizo y
sólo abandonaban el establecimiento cuando eran llamadas
por suspadres o hermanos que iban a buscarla al grito de:
"¡Las fulanas, Madre!". Parece que veo a las alumnas con sus
impecables uniformes azules en invierno y blancos en verano.
Entre las religiosas de la Compañía de María hubo al
gunas muy populares, cuyos nombres trascendían a las fa
milias de las educandas, como Sor Rosa Romo, por ejemplo,
profesa en 1893, y Sor Luisa Labbé que fueron superioras
largo tiempo, ambas fallecidas. Sor Ester Mesa, procuradora
muchos años, grande amiga de los seminaristas, que acaba
de morir (septiembre de 1980). Sor Ana Romo y Sor Susana
Sotomayor, fueron profesoras muy queridas de sus alumnas.
A los seminaristas nos complacía participar en las misas
cantadas de la capilla de la Buena Enseñanza, que entonces
(1932-1937) eran siempre en la mañana y muy temprano,
porque las religiosas, fuera de regalarnos con un opíparo
desayuno de capellán, que en el Seminario se desconocía, nos
obsequiaban con un gran paquete de dulces chilenos de fabri
cación casera.
95
pañía de María, no era un colegio en el cual abundara la
aristocracia, en esto las religiosas eran una cristiana excepción,
la generalidad de las alumnas pertenecían a familias adine
radas o acomodadas.
96
XIV
97
7. —
Crónicas de . . .
tos de la época hablan de "el Seminario de la Santa Iglesia
Catedral"; en la Colonia, se le conocía por el del "Santo Án
gel Custodio". _Más tarde el establecimiento se trasladó a una
casa propia, comprada a Antonio Cardoso, en la Calle Cate
98
vimos la inmensa alegría y el honor de ser formados en sus
aulas (1).
En 1869, comenzó la edificación de los claustros de la
parte sur, entre otros, el de profesores, hacia el cual daba el
pequeño cuarto o covacha que ocupamos desde nuestra lle
gada al Seminario en 1932, hasta 1937, cuando recibimos el
diaconado y habitamos una de las piezas destinadas a los diá
conos en el patio de
teólogos.
Por sucesivas compras de terrenos, el colegio se extendió
por el oriente hasta la avenida Condell, por el poniente has
ta más allá de donde se construyó después la estación de Pir
99
(30.000. ) volúmenes escogidos, entre los que había algunos
—
100
viembre, fresca, alegre, aromática y religiosa, nos trae a la
memoria los más bellos días de nuestra niñez y juventud.
Los corazones de los levitas, pequeños y grandes, se abrían
a las más legítimas esperanzas y en ese momento ofrendába
mos a María nuestros cantos y plegarias. Desde la capilla
hasta el lugar de la estatua, los seminaristas adornábamos los
caminos del parque con faroles de papel de variados colores,
dentro de los cuales se colocaba un pedazo de vela; a la hora
del crepúsculo se encendían, y el Seminario cobraba especial
encanto. La imagen de María, de 70 centímetros, traída de
101
hastiado abandoné el colegio, en diciembre de 1918, haciendo
mil protestas de que jamás volvería a él. Por la avenida Pro
videncia, en el antiguo parque que llegaba hasta Condell,
en 1919, se
construyeron durante este lapso 1920-1932, algu
nas residencias
que perturbaron la paz, el silencio acogedor
indispensable y la independencia del Seminario. En una
ocasión, poco después que salí del establecimiento, ordenado
sacerdote, el Ministro del colegio sorprendió a un joven alum
no de
teología, ciudadano de un país amigo, rondando la casa
de la dama de sus pensamientos. La aventura costó al ena
su regreso a la tierra
morado, que le vio nacer.
La inflación y la crisis económica disminuyeron las exi
102
Hoy lo único subsistente del viejo colegio, fundado por
elobispo franciscano, Fr. Diego de Medellín, en 1584, es la
capilla del actual de los Santos Angeles
templo parroquial
Custodios, que se alza en medio de las nuevas calles con
nombres de obispos y sacerdotes, y de los altos edificios, para
recordar a los habitantes de Providencia y de Santiago, que
allí se formó el clero de esta arquidiócesis, respetado y queri
do por muchos títulos.
Durante su Providencia, los rectores del Semi
estada en
103
recordado Dr. Augusto Orrego Luco, "le gustaba dorar el
oro y perfumar las
flores", frase lapidaria que retrata lo que
era
Vergara Antúnez, como escritor. Ejerció el rectorado es
casamente dos años, sin pena ni gloria. Cuatro lustros
go
bernó el colegio el canónigo Gilberto Fuenzalida Guzmán
(1866-1938); fuera de la prebenda que tuvo en la Catedral de
Santiago, fue escritor de pluma castiza y elegante, sus pasto
rales y sermones son modelo de corrección idiomática; no le
faltaba el don de la palabra, pero carecía de voz
potente, era
bondadoso y de vida integérrima. Se hizo querer y admirar
de los seminaristas en los que ejerció
grande influjo en lo re
ferente a las ideas políticas y sociales ultraconservadoras que
profesaba. Fue nombrado obispo de la Concepción (1918).
Le sucedió su discípulo, el Pbro. Rafael Lira Infante (1879-
1958). Recibió el título de abogado (1902), y fue un eclesiás
tico fie! a su sacerdocio, muy terco y ultramontano
por atavis
mo
y educación. Permaneció en el rectorado sólo cuatro años
(1918-1922), y por sus ideas anticuadas tuvo grandes difi
cultades con el visionario
Arzobispo Errázuriz Valdivieso.
Fue el primer obispo de Rancagua y el segundo de Valparaíso.
Desde el Padre Villalón hasta Lira Infante, los rectores
guiaron el Seminario según el espíritu conservador y tradi-
cionalista de Joaquín Larraín Gandarillas. El establecimien
to mantuvo sus tres secciones:
preparatoria, eclesiástica y
seglar, todas con una rígida disciplina, poco adecuada para
formar sacerdotes seculares, cuya actuación está en medio
del "mundanal ruido" como diría Fr. Luis de León. Los se
minaristas internos salían los lunes primeros de cada mes
y
las visitas de las familias de los alumnos eran los
domingos
y jueves de 2.30 a 4.40 de la tarde; las salidas las visitas
y
104
eran suprimidas a los alumnos de mala conducta. El Estable
cimiento asemejábase a un reformatorio, donde había tam
bién duros castigos, el más suave quizás era la "cachucha" o
105
Señor "derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los
humildes" (2).
Probablemente época considera un traspié lo que
nuestra
hace un siglo parecía acertado, con el objeto de acrecentar
las vocaciones sacerdotales, pero es evidente que el colegio
creado por el Arzobispo Valdivieso, sin soñarlo él, contribuyó
a excitar en el
país la diferencia de clases, la rebeldía del pobre
contra el rico; sin embargo-, Manuel Antonio Román,
largos
años vecino de Providencia, carecía de malicia y de
complejo
de inferioridad y no fue partidario de la supresión del Semina
rio de San Pedro Damiano; el autor del célebre "Diccionario
de Chilenismos" estimaba útil y necesario este colegio ecle
siástico, pero el Arzobispo Casanova, en hora oportuna, cap
tó el fenómeno de la lucha de clases y, a pesar de la opinión
contraria desu amado Secretario de
Cámara, Román, enér
gicamente, lo cerró para siempre.
El canónigo de la Catedral, Julio Rafael Labbé Torreal-
ba (1868-1945), fue Rector del Seminario Conciliar desde
1922 hasta 1926. El inició las grandes reformas en el estable
cimiento, secundado por su ministro o vicerrector, Juan Su
bercaseaux Errázuriz (1896-1942). Labbé, como pocos sacer
dotes de su tiempo, poseía muy buen gusto artístico y era un
eximio conocedor de las Bellas Artes, fundó con el Pbro.
Julio Restat (1882-1933), el Museo del Seminario, que exhi
bía valiosas obras artísticas, y, por. orden de la Santa Sede,
suprimió la sección seglar con el fin de dedicar exclusiva
mente el colegio a la formación del clero. Grave error
que
dio comienzo a la crisis de vocaciones sacerdotales,
porque
106
la sección seglar, formaba buenos cristianos, futuros padres
de familia y jefes de hogares católicos, también en esta sec
ción se fomentaron las vocaciones eclesiásticas y algunos alum
nos pasaban a continuar sus estudios en el curso de teología
107
Nunca olvidaremos las sapientísimas lecciones literarias
de dos de sus más entusiastas presidentes: Eduardo Escudero
Otárola (1891-1949), y Julio Tadeo Ramírez Ortiz (1889-
1951). En 1950, también tuve el honor de ser uno de los úl
timos presidentes, nombrados por el Rector, Emilio Tagle
Covarrubias.
Ordenado obispo de Linares, Juan Subercaseaux Errázu
riz, "promoveatur ut removeatur", promovido para ser remo
vido, en marzo de 1935, el Arzobispo de Santiago, José Ho
racio Campillo, que sería tozudo, pero no despistado, corno al
gunos creen, nombró Rector al director espiritual del colegio,
Mons. Alejandro Huneeus Cox (1900), joven entonces de
35 años, actual Dean de la Catedral de Santiago y Protono-
tario Apostólico. Mons. Huneeus era el sacerdote más ade
cuado para el desempeño del cargo, porque tenía grande au
toridad moral sobre los seminaristas, y sus conocimientos
pe
dagógicos le permitieron comprender que era necesario sua
vizar las asperezas producidas entre los alumnos
por la rí
gida disciplina de! colegio, sin quebrantarla ni destruirla., por
que ella es
indispensable en tocia institución y con mayer ra
zón en unSeminario. El 19 de marzo de 1935, día del Arzo
bispo, en su quinta de San Bernardo, a la que invitaba todo
los años a los seminaristas, a los cuales
quería entrañablemen
te, nos dio a conocer la grata nueva de la de Mons.
designación
Huneeus, como Rector del colegio.
Desde entonces hubo mayor amplitud para que los alum
nos de teología conocieran el mundo o el ambiente en el cual
debían actuar más tarde; el novato Rector abrió esa
pequeña
ventana de que hablaría casi un cuarto de más
siglo tarde, el
Papa Juan XXIII, para que entrara al Seminario el aire puro
103
de la vida secular que debíamos respirar los levitas cuando
saliéramos a ejercer el ministerio sacerdotal. Mons. Huneeus
tuvo gran respeto por la persona y dignidad de los jóvenes
109
-
Antes de la llegada de Mons. Huneeus, los seminaristas
estábamos divididos en dos bandos: los que seguíamos las ins
piraciones del Cardenal Eugenio Pacelli, después Pío XII,
que prohibía la intervención del clero y de los dirigentes de
la Acción Católica en la menuda política de partidos y aqué
llos que, con subterfugios, orientados por algunos superiores
y profesores de tendencias conservadoras, formados en la es
cuela de Larraín Gandarillas, Eyzaguirre y Fuenzalida Guz
mán, opinaban que el sacerdote debía favorecer al entonces
único partido integrado por católicos. Nunca el clero chileno
se mezcle más directa
y entusiastamente en la política de par
tidos que desde 1845 hasta 1935; pero tal intromisión era del
agrado de los conservadores, nacionales de hoy, de los capi
talistas, porque los
favorecía, ahora que los obispos y sacerdo
tes estamos en favor de los pobres y defendemos a los perse
guidos, entonces hacemos política Se aplica la ley de! em
...
disputas los
entre teólogos seminaristas. Esto bastaría para
señalarlo como el mejor maestro del clero en este siglo. El
alejamiento de Mons. Huneeus del establecimiento, no sólo
fue sentido soo llorado por numerosos profesores
y la mavo-
110
ría del alumnado. No fui testigo del triste suceso, porque
ya estaba de párroco interino en Santa Filomena.
A Monseñor Alejandro Huneeus sucedió, Monseñor
Eduardo Escudero Otárola. Este había nacido en San Felipe,
e hizo sus estudios enei Seminario de Santiago y en la Uni
versidad Gregoriana de Roma, en la cual recibió el doctora
do filosofía y teología. En la ciudad eterna fue ordenado
en
111
ras, quien también hoy forma parte del Senado eclesiástico y
fue un leal colaborador de Mons. Escudero.
Mons. Escudero era un sacerdote esclarecido, franco, sin
cero, de pocas palabras, sin revés, con excepcional espíritu de
El de su alumno en filo
"Crónicas" fue
justicia. autor estas
112
por él, y naturalmente no se arredraba en hacerlos aparecer
como de su cacumen.
113
8 —
Crónicas de . . .
Mientras Mons. Tagle estuvo a cargo del establecimien
to defendió su patrimonio espiritual y literario y se hizo que
rer de sus
discípulos.
114
XV
115
El Liceo inició sus labores docentes con cuatro cursos,
dos de preparatorias y dos de humanidades, con un total de
ciento veinte alumnos.
.Don Tomás Guevara Silva (1860 1935), fue el primer
Rector, a quien acompañaban los señores Carlos Calderón
Vergara y Alberto Ossa, como inspector general e inspector
respectivamente. Los primeros profesores, fuera del señor
Estay, eran los señores: José Manuel Castillo, de Historia y
Geografía; Maximiliano Cid, de inglés; Armando Carrillo de
francés; los Pbros. José Agustín Erazo (1875-1951) y Ricardo
Canales Granifo (1850-1942), de religión; a cargo de la se
gunda preparatoria estaba el Sr. Manuel Núñez Ibar.
Entre los alumnos del primer año de humanidades de
1913, recuerdo ai actual General de División en retiro y pres
tigioso jefe de] antiguo Ejército, Carlos Guiraldes.
Los rectores que sucedieron a don Tomás Guevara, son
los señores: Ulises Vergara, después Rector del Instituto Na
cional (1927-1928), Emilio Muñoz Mena (1929), Juan N.
Duran Muñoz (1929-1944), José del Carmen Gutiérrez Fre-
des (1944-1946), Belisario Avi'és (1947-1964), Agustín Can
día Valdebenito (1964-1971), Ramón Molina Guzmán (1971),
Francisco Arans Camus (1972-1975), Bernardino Silva Ries
co (1975 1976),
Alejandro Karelovic Kirigin (1976), Raúl
Pérez (1976-1977) y María Eugenia Abarca desde 1977, hasta
nuestros días.
Evocaré, naturalmente, al Rector de mi época de Lasta-
rrino, don Tomás Guevara Silva, y a algunos de los profesores
de entonces. Don Tomás era al mismo tiempo profesor de
castellano, en los tres primeros años de humanidades; venía
de Temuco, cuyo liceo regentaba; antes había sido profesor
116
en el de
Angol y desde 1892 hasta 1896, sirvió la secretaría
de la Intendencia de Malleco; en 1893, fue el primer gober
nador del departamento de Mariluán, al que se asignó como
capital la ciudad de Victoria; formó parte de la Comisión
Organizadora encargada de crear el Liceo de Niñas de An
gol, colegio que inició sus tareas docentes en 1900, y en 1903,
se convirtió Fiscal. En 1897, cuando se reabrió el Licc
en
mo Cid Morales
y Agustín Maturana. Víctor Sánchez Agui
lera, en "La Ciudad de Los Confines", escribe, al referirse
a don Tomás Guevara: "El primero gran historiador, etnó
Santiago".
"Escribió muchas obras notables sobre el idioma caste
llano, sobre la historia de la Araucanía y sobre la vida mapu
che, que él pudo estudiar junto con el idioma, en las prime
ras reducciones indígenas. El señor Guevara es una autori
117
fue destruido en una de esas inundaciones tan comunes en
el sur.
Domingo Amunátegui Solar (1860-1940), Rector de la
^
118
tualmente; pocas veces nos esperaba en la puerta de la sala.
no
119
nía entonces sesenta años, era de elevada estatura, derecho,
enteco, de hermosas facciones, ojos azules, escaso cabello gris
ensortijado; la boca muy fina y la nariz bien perfilada, im
ponía respeto por su noble apostura y era elegante en sus
modales y en el vertir. Hubo un tiempo que don Tomás
Guevara se destacaba como la personalidad intelectual más
importante de la comuna.
120
en Providencia, no habíamos visto nunca un descendiente
121
que definió mi vocación a ios estudios históricos y a las letras:
"Don Fidel, expresó don Tomás a mi padre, voy a cam
biar de sección a Fidel, lo enviaré al tercero, donde hace
clases de historia, don Gabriel Amunátegui".
El Rector, don Tomás Guevara, era un gentil hombre
que bien hubiera podido llevar capa y espada. Naturalmente,
el sistema pedagógico del Rector distaba mucho del que
empleaba el señorCastillo; pero entonces el principio de au
toridad era
sagrado y solía atrepellar la virtud de la justicia,
sin embargo, como "más sabe el diablo por lo viejo que por
lo diablo", el Rector buscó una solución que no perjudicó a
nadie y a la larga favoreció al alumno.
Don Gabriel Amunátegui Jordán, en 1921, regentaba la
clase de historia en el establecimiento y poseía condiciones
de maestro eximio: dominaba ampliamente la materia y
122
de Bandera. Allí conocí e intimé con los señores: Augusto
Orrego Luco (1848-1933), que tanto me ayudó a conocer la
literatura chilena y extranjera, y Enrique Blanchard Chessi,
jefe de la sección chilena, que divulgaba en "El Peneca" la
historia de Chile, y traté también al ilustre folklorista y más
tarde académico, como Orrego Luco, don Ramón A. Lava].
quince años escribí pésimamente, pero con mucho
A los
entusiasmo, esas vidas de los presidentes constitucionales de
Chile que tuve la desgracia de publicar tres años después,
opúsculo detestable del que ya a los veinte años me avergon-
gaba, pero del cual recibí entusiastas y elogiosas críticas del
querido Rector don Tomás Guevara y de Alone, en "La Na
ción", que fueron para mí más valiosas que un certificado
de bachiller en humanidades que obtuve ni he nece
nunca
123
Gabriel Amunátegui Jordán también era profesor de De
recho Constitucional, en la Facultad de Leyes de la Universi
dad de Chile y sus alumnos opinan lo mismo que el autor
de estas"Crónicas". Jamás olvidaré las valiosas lecciones de
Gabriel Amunátegui acerca de la historia ejemplar de nues
tro país y de su fe en las instituciones democráticas chilenas.
124
25 aniversario de la fundación del Liceo y hubo un acto en
el Teatro Baquedano, el 2 de junio de 1938. Allí, recién orde
nado sacerdote, a petición muy honrosa del Rector radical,
'"abo ennombre de los ex-alumnos. Diserté sobre el "Magis
terio Docente de la Iglesia". El discurso sirvió, poco des
pués, al señor Duran, para defenderse de alguien que lo
censuró, injustamente, como sectario y enemigo de la fe cris
tiana. En memorable ocasión recordé a don Tomás Gue
esa
125
bien nos adiestró en el conocimiento de la lengua gala, con
V.5
la Literatura Chilena de la Conquista y de la Colonia", en
dos tomos, en la que "pone al día el trabajo semejante de don
José Toribio Medina", editado en 1878; Milton Rossel (1901-
1968), mi recordado amigo, crítico literario ecuánime, cons
tructivo y versado, director de la revista "Atenea" de la Uni
versidad de Concepción, que gozó de gran prestigio conti
nental y en cuyas colaboraron los mejores escritores
páginas
hispanohablantes; Rossel mantuvo y acrecentó el prestigio
de "Atenea"; José Caracci (1887-1979), célebre pintor, Pre
mio Nacional de Arte, 1956, conocido como paisajista del
Maule, discípulo de Pedro Lira. "Sus visiones, según Antonio
Romera, sonrecias y vigorosas", fue nuestro querido profesor
de dibujo; Carlos Meló Cruz, autor de la música del himno
del colegio, de justo renombre en el círculo de las artes musi
cales, fallecido hace algunos años y Alberto Zañartu Campino,
profesor muy competente y estimado por los alumnos ; éste en
las clases de Historia y Educación Cívica, como en todas las
actividades de su corta vida, se mostró, invariablemente, par
tidario de las libertades públicas y de la democracia sin ape
llidos. Murió trágicamente, baleado en los funerales del he
roico estudiante de medicina, Jaime Pinto Riesco, muerto tam
bién en las refriegas de los últimos días de la dictadura del
General Carlos Ibáñez del Campo, en julio de 1931.
En cuanto a los ex-alumnos, mi ánimo es recordarlos a
todos, pero la memoria es frágil y han pasado ya casi sesenta
años desde que abandonamos el colegio; además, no se trata
de una obra histórica; mencionaré sólo a aquellos cuyos nom
bres vienen a mi mente: Galileo Urzúa Casas-Cordero, profe
sor, abogado, periodista y diplomático; Víctor León Quinta
na, servidor público, los innumerables hermanos, Bonilla Ro-
127
jas; los generales Rene Schneider Cherau, cobardemente ase
sinado en 1973, por su fidelidad a la democracia; Gustavo
Leigh Guzmán, ex-Comandante en Jefe de la Fuera Aérea, in
tegrante de la Junta de Gobierno, entre los años 1973 y 1979,
hombre de armas, fiel a sus convicciones y principios; los
distinguidos médicos: Pedro García Palazuelos, Osvaldo Qui
jada, catedráticos universitarios muy connotados, Víctor Gae-
te Ahumada y
Sergio Araneda Bravo, este último ya mencio
nado en otra parte de esta obra; Enrique Lafourcadé, narra
dor y periodista de talento y Eduardo de Calixto Armijo,
"Celedonio Menares", famoso actor cómico, tan popular por
su actuación en
"Hogar Dulce Hogar".
Los alumnos formaban "patotas" o grupos temibles, que
eran elterror del vecindario y tenían en ascuas a la Policía.
En unaocasión un grupo de liceanos de un sexto año, tomó a
viva fuerza al compañero más estudioso, que era el predilecto
de los profesores y se lo llevaron a la ribera del Mapocho,
frente a Providencia, esquina de Román Díaz, y allí, después
de propinarle una feroz paliza, lo soltaron no en buenas
muy
condiciones físicas.
Algunos muchachos se reunían para ir a formar desór
denes al Teatro Providencia o con el objeto de treparse a los
centenarios árboles de la avenida, estos grupos budiciosos
cuando eran sorprendidos por 'os "pacos", los llevaban a la
subcomisaría y allí mi padre los reconvenía; genéraseme,
entre estosalumnos revoltosos estaban : los hermanos mayores,
Bonilla Rojas, los Cortés Monroy, los Müller y otros.
Al terminar la grata evocación de los
queridos maestros
del Liceo, un deber de gratitud me impulsa a
mencionar,
una vez más, al inolvidab'e Rector don Tomás Guevara.
128
Cuando fui joven lo conocí más íntimamente, y no me que
dó la menor duda de que había tenido un maestro sapientísi
mo y bondadoso, un erudito y un hombre todo corazón, sen
129
9. —
Crónicas de . . .
XVI
130
patía y admiración no sólo de sus alumnas, sino de todo el
barrio.
Quizás en 1912, doña Isabel creó un kindergarten mixto
en Escuela, y en él fuimos matriculados, mi hermana Inés,
la
de cuatro años y yo de seis; pero asistimos muy poco tiempo
a clases; recuerdo que eran en las tardes y regentaba el curso
131
XVII
ACTIVIDADES LITERARIAS
132
nida de Román Díaz. La Academia cele
Providencia, esquina
bró, más o menos, diez sesiones, en las cuales perdimos el
tiempo en discusiones bizantinas y peleas, entre académicos,
provocadas por rivalidades para ocupar los cargos directivos.
No pocas veces, mi madre llegaba "con mucho señorío", como
recuerda, Luis Rodríguez Pacheco, a hacernos callar, porque
con nuestros alegatos y disputas, despertábamos "a la
niña" (1). Los contertulios, de 16 a 18 años, salían a continuar
sus
alegatos en la Plaza "Manuel Atria" o en la esquina de
Providencia con Manuel Montt, mientras yo, "según Luis
Rodríguez Pacheco", quedaba perplejo en casa.
La Academia "Alberto Blest Gana" eligió directores ho
norarios a los señores: Tomás Guevara y Samuel A. Lillo,
este último, poeta, cantor de Arauco, creador y sostén del "Ate
133
quien se lo arrebató la dictadura del General Carlos Ibáñez
del Campo.
El afán de los jóvenes de ese tiempo era conocer a don
Samuel A. Lillo para que nos introdujera en el Ateneo, que
ya comenzaba a decaer, y en el ambiente literario santiaguino.
La Academia "Alberto Blest Gana" tuvo dos sesiones
134
urbanos de sangre, don Fidel Oteíza, porque el avance del
progreso se lo impuso.
En Providencia, en el Liceo Lastarria, comenzaron nues
tras inquietudes intelectuales y literarias, gracias al estímulo
de excelentes maestros.
135
XVIII
136
el cura, Mons. Augusto Larraín Undurraga; finalmente, se
conservan el par de leones que adornan la Plaza de su nombre
y que antes estaban en el Palacio de don Ricardo Lyon. Por
el lado norte, en el antiguo lecho del Mapocho, se construyó
el Parque Balmaceda; hasta Los Leones, si algo de]queda
pasado en
edificios, no valen nada y carecen de
significación.
Ahora levantan por
se
doquiera, avenidas, calles, horri
blesrascacielos, altos edificios; por todas partes se ven avisos
luminosos en idiomas extranjeros; cerca de Pedro de Valdi
via, vi por milagro, uno
que reza en español: "Heladería y
confitería". Sobraba
lugar en Providencia para dejar paso
al progreso urbanístico, pero nunca debieron demoler: la
antigua Municipalidad, la casa de Joaquín Edwards Bello y
la modesta capilla en que se fundó la parroquia de San
Ramón.
El ruido ensordeceder de la locomoción colectiva y par
ticular, el excesivo comercio, todo ha contribuido a privar a
la avenida Providencia de su quietud y belleza de antaño.
La vida apacible de la comuna terminó con el aumento
de población, el afán de vivir en el barrio alto y de prolongar
hacia arriba la actividad comercial de Santiago, en desmedro
del barrio poniente, que hoy inspira lástima por su abandono.
Providencia ha perdido el encanto de sus primeros años, con
la febril agitación y ansia de lucro que caracteriza nuestro
tiempo.
137
EPILOGO
138
ÍNDICE
Págs.
Prólogo 7
I. —
La comuna de Providencia 18
IV. —
Primeros Recuerdos de Providencia ... 23
V. —
Los Tranvías 38
VI. —
Visión de Providencia 43
VIL —
Teatro Providencia 63
IX. —
Conventillos en Providencia 89
XIII. —
141
Págs.
XV. —
142
Agradezco a quienes colaboraron en la
publicación de este libro: a la Editorial
Nascimento, a don Carlos, al personal que
lo imprimió, al párroco de San Ramón,
Mons. Eduardo Canessa Ibarra, a los crí
ticos literarios, Alfonso Calderón y José
Luis Rosasco, a Gastón Rojas Elgueta que
diseñó la portada, al fotógrafo Ricardo
Jordán, a la señora Amelia Díaz de Go-
mien (Q.E.P.D.) a Adolfo Ovalle Brieba
y Víctor Pinto Infante, a Inés Giminiski
Hinojosa y a mis hermanos: Sergio,
Carmen Luz, Lucía y Ena.
El Autor.
Fidel y Sergio Araneda Bravo, cuando niños, con la burrita,
frente a la puerta de servicio de su casa.
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Iglesia de la antigua Casa de Huérfanos, actual templo
parroquial de la Divina Providencia.
Imagen policromada de Nuestra Señora de la Merced que
se conserva en la iglesia
parroquial de San Ramón.
BIBLIOTEC/
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O
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5
E! hombre hace a la ciudad y la ciudad al hombre, y es en la
historia de los barrios donde se anida y perpetra la esencia de esas
hechuras. El padre Fidel Araneda Bravo entrega en esta obra una
luego los vecinos notab'es, los queribles, los anecdóticos, los empren
dedores, los extravagantes. La antigua Providencia, la subdelegación
rural de Ñuño*l de sólo cinco mil almas a fines del siglo pasado, va
creciendo y reviviendo ante los ojos y a través* de ¡a pluma de un
escritorio, de un sacerdote, entonces un niño, un adolescente, y así
viajando por estas crónicas de Providencia nosotros podemos compar
tir el conocimiento y el gozo de un mundo, tiempo y .sergs que no
fueron en vano.