Extracto El Dardo en La Academia PDF
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Impreso en Espaa
Volumen i
Advertencia al lector 11
Notas 691
Volumen ii
Notas 579
fue el reto que finalmente decidimos asumir con esta obra y que trasla-
damos al resto de autores.
Pronto su ambicin embrionaria coloc el proyecto en un camino
de largo recorrido, que inevitablemente conduca a explorar a fondo los
aspectos de la idiosincrasia acadmica, y del ambiente intelectual y la
coyuntura sociopoltica que, en cada periodo, condicionaron su desarro-
llo, su ramificacin institucional y su privilegiada posicin. A medida
que las primeros trabajos de zapa fueron exponiendo las entraas de
las instituciones acadmicas y completando nuestra visin de su ana-
toma, nos dimos cuenta adems de la necesidad de trasladar al lector
un registro ntido y detallado de la imagen que bamos obteniendo,
permitindole as contemplar las mltiples facetas y dimensiones que la
visin oficialista de la rae y de todas las dems academias, de hecho
suele mantener ocultas al comn de los hablantes. A su vez, desde los
primeros pasos de la obra, la complejidad del alma acadmica que se nos
revelaba, su intrincada red de conexiones institucionales, su implicacin
en el juego geopoltico ms all del estricto campo de ordenamiento que
es la estandarizacin lingstica, y su hoy febril actividad hicieron
evidente la imposibilidad de satisfacer plenamente nuestros propsitos
en una nica entrega. Por esta razn, El dardo en la Academia se ha plan-
teado, en fin, como un proyecto de largo recorrido que en esta primera
concrecin alcanza a definir gracias a la lectura entretejida que per-
miten los reenvos en notas de las editoras (v. vol. i, pp. 695-720 y vol. ii,
pp. 579-628) el peculiar perfil histrico, ideolgico e institucional
de la rae y sus asociadas, a describir las sinergias e interferencias con
el mundo poltico, econmico, cultural, cientfico y meditico, y a di-
seccionar una parte sustancial de su labor codificadora. Para una nueva
entrega, que esperamos factible, quedan revisiones extensas algunas
de ellas ya en curso de su mtodo de trabajo lexicogrfico, de los
medios tecnolgicos y humanos de que se vale en su labor productiva,
de su obra gramatical y del funcionamiento de la red interacadmica
que integra la Asale. Con todo ello esperamos contribuir a enriquecer
el acervo de conocimientos sobre las academias de la lengua espaola,
confiando adems en que este dardo logre perturbar las mansas aguas
del debate sobre la planificacin del castellano, en cuya quieta superficie
las academias de la lengua proyectan su imagen pblica.
Es evidente que desde la Historia, los italianos del xvi propugnaban una lengua co-
mn cuya autoridad ante el conjunto estaba en su cristalizacin, mientras que, en el
xix, ante la realidad de la unidad poltica de la nacin italiana, los ciudadanos lo que
sienten es la necesidad de su uso en la comunicacin cotidiana y en la enseanza. En
ambos momentos, sin embargo, aun respondiendo a dos concepciones diferentes de la
organizacin de la colectividad, es la atencin a los planteamientos de las clases hege-
mnicas la que prepondera: en el xvi, la necesidad de una lengua de distincin; en el
xix, la necesidad de una lengua de extensin. [Gil Esteve y Rovira Soler, 1997: 17.]
El concepto de lengua culta, por cuyo tamiz se pasan todas las conside-
raciones respecto de los modelos de uso lingstico aconsejables tal
como puede comprobarse, por ejemplo, en el Diccionario panhispnico de
dudas (en adelante, dpd05), cuya introduccin analizar en la seccin
novena del presente captulo sirve de basamento principal de la auto-
ridad acadmica, que no es, por consiguiente, ms que un ejemplo en el
terreno lingstico del dominio de una clase o estamento privilegiado en
una sociedad dividida en clases sociales, tal como voy a ir desarrollando
en las pginas que siguen.
Dado que, en la actualidad, la labor de la rae, segn se establece en
el propio ideario contemporneo de esta institucin, no est situada tanto
en el mbito de la determinacin de las normas del hablar y escribir co-
rrectamente, sino en otros mbitos que voy a examinar en los apartados
siguientes de este trabajo, no parece aventurado afirmar que la idea de que
la principal tarea de la rae es establecer cmo debemos hablar y escribir
y hacernos ver y corregir los errores para evitar el deterioro de la lengua
espaola se ha convertido en un mito de amplia aceptacin por parte del
pblico en general. Siguen muy extendidas las ideas de que la funcin
principal de la rae es establecer las reglas gramaticales del espaol co-
rrecto y de que debe actuar como un juez que dictamina si tal o cual uso
es o no correcto o adecuado. Por esa razn muchas personas se dirigen a
la docta institucin para que indique si tal o cual palabra o expresin es o
no correcta o se usa de modo legtimo. Si esto no es cierto, es decir, si esta
institucin no considera que esa es su funcin principal ni, posiblemente,
su cometido legtimo, entonces me siento autorizado a calificar esa idea
tan extendida de mito del pensamiento espaol contemporneo.
Veamos la definicin de mito que se proporciona en el diccionario
electrnico de la rae:
Si esto fuera efectivamente as, la idea de que las academias deben de-
cir cmo hay que hablar y escribir sera un mito en la cuarta acepcin
de esta definicin. Pero mostrar a lo largo de las pginas que siguen
que, en la prctica, la creencia de que las academias deben especificar
cmo hay que hablar una determinada lengua sigue vigente tanto en su
Voy a comenzar esta seccin con el anlisis del lema funcional de la rae, el
famoso Limpia, fija y da esplendor y su reinterpretacin contempornea.
Segn relata Zamora Vicente (1999: 26), el 13 de marzo de 1715, el Mar-
qus de Villena encarg a los acadmicos que aportaran propuestas para el
lema de la rae. A mediados del mes de abril, se eligi lema definitivo: un
crisol en el fuego con la leyenda Limpia, fija y da esplendor, al parecer,
original de don Jos Sols, conde de Salduea y duque de Montellano.
Dice que el lema alude a que en el metal se representan las voces, y, en el fuego, el
trabajo de la Academia, que, reducindolas al crisol de su examen, las limpia, purifica
y da esplendor, quedando solo la operacin de fijar, que nicamente se consigue apar-
tando de las llamas el crisol y las voces del examen. [Zamora Vicente, 1999: 27.]
1. Introduccin
Durante los primeros aos de vida de las jvenes naciones americanas sur-
gieron ya los primeros sntomas de resistencia a la preservacin de un
sistema cultural nico, es decir, las primeras manifestaciones tanto del
desarrollo de una actitud desde indiferente hasta escptica e incluso hostil
a la autoridad lingstica espaola como de la emergencia de un rgimen
de normatividad especficamente americano. Iban apareciendo, en efecto,
individuos e instituciones que gestionaban (o aspiraban a gestionar) la
lengua, la cultura, la educacin desde la misma Amrica y en base a las
necesidades propias de las nuevas naciones. Quizs el caso ms conocido
y de mayor impacto en la primera etapa sea el del gramtico venezolano
Andrs Bello (1781-1865), quien publicaba, en 1847, la Gramtica de la
lengua castellana destinada al uso de los americanos. La famosa gramtica de
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distingue netamente dos reas bien diferenciadas: una Europa del norte,
protestante y alfabetizada, y otra Europa, al sur, catlica y analfabeta. En
1850, Suecia tena slo un 10 % de iletrados; la seguan Prusia y Escocia
(20 %) y los dems pases del norte; a continuacin, Inglaterra y el Pas
de Gales (30-35 %), Francia (40 %), el Imperio austrohngaro, con Ga-
litzia y Bucovina (40-45 %), y a gran distancia, Espaa (75 %) e Italia
(80 %), junto a otros pases mediterrneos y balcnicos. Y, finalmente,
Rusia, con casi un 95 % de analfabetos. Pero los ritmos de alfabetizacin
no slo fueron desiguales entre bloques y pases europeos, sino que tambin
lo fueron internamente entre los diferentes territorios, poblaciones (rural o
urbana), estamentos, clases, categoras o grupos sociales. Pese a estos muy
diferentes ritmos poblacionales, estamentales y nacionales, podemos decir
que, en general, la alfabetizacin y la escolarizacin se extendieron en
el siglo xix hasta niveles inditos en cualquier otra poca de la historia,
cuando slo una minora (clrigos, aristocracia, alta burguesa, escribanos,
cancilleres...) aprenda a leer y escribir. Como medio unificado de alec-
cionamiento cultural e ideolgico, la institucin escolar fue una de las
herramientas de cohesin estatal ms poderosas de que la Administracin
dispuso, y contribuy decididamente a la reduccin de la heterogeneidad
y a la creacin de una conciencia nacional comn. Duramente disputada a
la Iglesia, la escuela se convirti en el ochocientos en uno de los monopo-
lios esenciales del Estado burgus.
En este y en otros campos, la evolucin social, poltica y adminis-
trativa del Estado francs, a lo largo del siglo xix, fue paradigmtica y
ejerci una considerable influencia sobre otros estados. Tal fue el caso
de Espaa, donde se seguira el modelo francs desde la subida al trono
de la monarqua borbnica, en la persona de Felipe V, quien oficializara
la Real Academia Espaola en 1714 e iniciara el decidido proceso uni-
tarista y uniformista del que surgira la configuracin de Espaa como
Estado nacional centralizado.
1. La normalizacin terminolgica
viable, como en los campos del conocimiento donde existen varias postu-
ras tericas o escuelas del pensamiento diferentes que compiten entre s,
ya que, entre otras cosas, esto implicara forzar a que todas las culturas y
todos los individuos conceptualizaran de la misma manera, lo cual es im-
pensable. Ahora, desde un punto de vista eminentemente prctico, dejar
que la terminologa evolucione sin ningn control puede tener tambin
consecuencias negativas que pueden provocar desde prdidas econmicas
ms o menos importantes hasta amenazas serias a la salud o a la seguridad
de las personas o de los bienes. Bastara imaginar lo que podra suceder si
el lenguaje de los controladores areos estuviera sujeto a la interpretacin
personal de los pilotos para que nadie se subiera a un avin.
Esto nos lleva a deducir que la normalizacin terminolgica slo es
necesaria en las situaciones en que es indispensable lograr una ptima
precisin en la comunicacin especializada, ya que sin ella habra un
riesgo real de que fuera ambigua, y por ello pudiera provocar daos de
diversos grados a las personas o a los bienes. La ambigedad en la comu-
nicacin especializada se debe principalmente a tres razones:
Las normas de terminologa que nos conciernen en este trabajo son los
vocabularios normalizados, que pese a las mltiples crticas que han reci-
bido, son un hecho. La iso cuenta con un catlogo de ms de 700 normas
de terminologa en campos del conocimiento tan distintos como los ma-
teriales de uso dental y quirrgico, diseo de experimentos, equipos de
deportes, cinematografa, estadstica,7 etc. La iec ha publicado alrededor
de 200 vocabularios normalizados en materia de electricidad, electrni-
ca y electromagnetismo;8 copant tiene 160 vocabularios normalizados9
mientras que los organismos nacionales de normalizacin de los pases
de habla espaola cuentan con un nmero muy variable de vocabula-
rios normalizados en espaol entre los que destacan aenor10 con 850, la
11 12 13
dgn con 175, iram con 120 e icontec con 90.
A continuacin se muestra un ejemplo tpico de un trmino norma-
lizado en espaol tomado de la Norma copant 1683: Vocabulario Inter-
nacional de Trminos Bsicos y Generales de Metrologa (copant, 2000: 43):
1. Introduccin
Diccionario de autoridades;2
Diccionario de la Real Academia Espaola;
Diccionario manual e ilustrado de la lengua espaola;
Diccionario escolar de la Real Academia Espaola;
Diccionario del estudiante;
Diccionario panhispnico de dudas;
Diccionario esencial de la lengua espaola y
Diccionario prctico del estudiante.
Tenianse estas Juntas en la Posda del Marqus, sin observar formalidd en assien-
tos, ni en votos. Reducianse tratar las matrias que ofreca la conversacin; bien
que siempre venan parar los discursos en que se formasse Acadmia, que tuviesse
por primero y principl instituto el trabajar un Diccionario de la lngua. []
No se dud sera trabajo util la Nacin, porque se manifestara con evidncia
las dems, que nuestra lngua Castellana no era inferior ninguna de las mas cul-
tivadas de Eurpa. = Deciase tambien ser justo fijar la lngua, que [] se hava
pulido y adornado en transcurso de los tiempos, hasta llegar su ltima perfeccin
en el siglo passado: y no era decente nosotros, que logrando la fortna de encon-
trarla en nuestros dias tan perfecta, no eternizassemos en las prensas su memria,
formando un Diccionario al exemplo de las dos celebradissimas Acadmias de Pars
y Florencia. [] los Franceses, Italianos, Ingleses y Portugueses han enriquecido
sus Ptrias, Idimas con perfectissimos Diccionarios, y nosotros hemos vivido
con la glria de ser los primeros [por la obra de Covarrubias], y con el sonrojo de
no ser los mejores. [rae [da], 1726: x-xi; la negrita es nuestra.]
tres personas ms: Francisco Pizarro, marqus de San Juan; Jos de Sols,
marqus de Castelnovo, y Vincencio Squarzafigo. En esta sesin acorda-
ron que deban realizar un diccionario y, al mismo tiempo, llevar a cabo
los trmites necesarios para la constitucin oficial de la corporacin que
pensaban fundar. Con este fin, se inici la redaccin de las actas, y el
marqus de Villena, como director de la academia elegido provisio-
nalmente como tal el 6 de julio por los siete fundadores y ratificado en el
cargo el 3 de agosto, redact un memorial para notificarle al rey dicha
constitucin, exponer sus fines e implorar su proteccin. Este documento
fue aprobado en la reunin siguiente, celebrada una semana ms tarde, el
10 de agosto, y seguidamente presentado a Felipe V.
Al mpetu de los acadmicos y a la rapidez con que entraron en ma-
teria iniciaron los trabajos de redaccin del diccionario ese mismo
verano se opuso la evolucin de los trmites necesarios para que su
corporacin fuera aprobada. As, lo que se perfilaba como una mera for-
malidad, puesto que disponan del beneplcito real, se convirti en trece
meses de espera, en los que surgieron dos escollos que superar. Primero,
ellos debieron presentar al monarca un borrador de los Estatutos de la
academia, cuya redaccin tuvo lista lvarez de Toledo en menos de un
mes. Y segundo, Felipe V hubo de lidiar con la firme oposicin del
Consejo de Castilla, que, por una parte, exigi que la academia diera
cuenta del sello, o emblema, que la identificara,5 as como de con qu
fines lo utilizara; y, por otra parte, expuso claramente sus dudas sobre la
capacidad de aquellos hombres de llevar a cabo su proyecto:
Habindose visto en el Consejo pleno el contexto referido del Memorial del mar-
qus [de Villena], [] encuentra el Consejo la duda de su efecto en la prctica
de esta grande obra, por cuyos motivos le pareciera conveniente que, por ahora,
permitiera el agrado de V. M. la junta de los celosos Acadmicos en la casa del
marqus de Villena, mandndoles hiciesen alguna obra que demostrase su aplicado
intento, y la pusiesen en las Reales manos de V. M., quien, en su vista, reconocera
las precisas cualidades de utilidad, necesidad y oportunidad. [Gil Ayuso, 1927:
594; cit. en Lzaro Carreter, 1972: 21-22.]
Slo cuando Felipe V, a instancias del marqus de Villena, ordena en tono terminante
cumplir los deseos de la academia, el Consejo de Castilla emite, por fin, el deseado docu-
mento de reconocimiento: una Cdula real, de 3 de octubre de 1714. [Fries, 1989: 31.]
[] sugetos condecorados y capaces de especular y discernir los errores con que se halla
viciado el idioma espaol, con la introduccin de muchas voces brbaras, e impropias
para el uso de gente discreta []. [rae, Actas 3-8-1713, cit. en Alcoba, 2007: 28.]
el acierto con que, mucho tiempo atrs, sealaba que el uso lingstico era
el nico rbitro, juez y dueo en cuestiones de lengua.
Como decimos, la misma Academia reconoce que, a pesar de la tra-
dicin secular que le otorga ese papel, no es ella la generadora de la
norma, sino que lo es el uso. El uso, personificado en los hablantes, en
cada uno de nosotros que nos valemos de la lengua y que somos sus
dueos, sus legtimos propietarios. Somos dueos de la lengua quienes
la usamos, quienes nos servimos diariamente de ella para comunicarnos,
para debatir, escarnecer, pelearnos, amarnos, declararnos, identificarnos,
justificarnos o acusarnos a travs de ella. Y el uso, el uso del que todos
y todas somos soberanos, no lo puede constreir una institucin; no lo
puede decidir, no lo puede prohibir y ni siquiera lo puede regular, pues
cuando quiere hacer lo uno o lo otro, o ambas cosas, como pretendi de-
masiadas veces la Real Academia Espaola durante sus casi tres siglos de
historia, no consigue ms que alejarse da a da de los hablantes, y, por
ende, de la misma lengua, cuyo avance, como ro que fluye desbordando
su cauce, no logra contener.
Entonces, de dnde surge el mito del control acadmico sobre los
designios lingsticos de los hablantes?
En este extremo se ha actuado con especial precaucin, porque, entre otros aspectos
que muestran la singularidad del Diccionario de la Academia, la forma de redactar
sus artculos es materia que debe ser revisada con gran delicadeza. Solo se ha in-
tervenido [...] en aquellos otros donde la innovacin mejoraba claramente el texto
primitivo.
La consulta del Banco de datos del espaol ha hecho posible tambin proceder con
cierta rapidez y seguridad en una labor de sentido opuesto, a la que se hace refe-
rencia en el Prembulo: suprimir del Diccionario muchos registros innecesarios,
que ya solo servan de incmodo lastre. [...] Resultado de esta consulta ha sido la
supresin de muchas voces o acepciones que, si en algn momento llegaron a tener
vigencia en determinadas reas geogrficas del espaol, ya la haban perdido en
nuestros das. [drae, 2001: xxviii-xxix.]
chicho. 1. m. coloq. Rizo pequeo de cabello que cae sobre la frente y es propio
del peinado de mujeres y nios.[11]
cabello. en ~. 2. loc. adj. ant. Dicho de una mujer: soltera (que no est casada).
flor. 18. f. p. us. Menstruacin de la mujer.
men, na. 3. f. coloq. p. us. Mujer, y ms comnmente nia recin nacida.
sin razn aparente alguna, diecisis (16) que contaban con el preceptivo
aporte documental de tres textos de solvencia que la misma rae conside-
raba necesario para proceder a la inclusin de trminos nuevos.15 Estas
propuestas se realizaron a instancias de la propia Academia, la cual, con
motivo de la ltima edicin del drae, decidi en principio revisar y
corregir algunos de sus sesgos ideolgicos. As, en el ao 2000, M. nge-
les Calero, Eulalia Lled y yo misma recibimos el encargo por parte de la
Real Academia Espaola de detectar dichos sesgos y proponer soluciones
o frmulas alternativas a los lemas y ejemplos que tuvieran algn bies
discriminatorio por cuestiones de sexismo, racismo o religin. La publica-
cin de la vigente edicin del drae en el 2001 nos hizo inmediatamente
evidente que la Academia haba desestimado incorporar incomprensi-
blemente muchos de los cambios propuestos.16
Sin embargo, no sera justo dejar de sealar la labor hecha por la
Academia en relacin a la incorporacin de nuevas palabras al diccio-
nario. Se vanagloria de ello en varios lugares y su director no deja de
sealarlo cada vez que tiene oportunidad de ello. Pero detengmonos
un poco a examinar cules son las palabras aceptadas. Dejando aparte la
incorporacin de nuevos trminos nacidos en la sociedad durante los l-
timos aos decisin que ha sido duramente criticada por los puristas
de siempre17 gran parte de las nuevas entradas se referan a variantes
hispanoamericanas aportadas por las academias correspondientes. Nada
que objetar, al contrario; solamente que hemos detectado, en el aspecto
que nos preocupa, que algunos rasgos de delicadeza social, que se
van incorporando poco a poco a las definiciones del lxico del espaol,
quedan descompensados a la baja por muchas de esas nuevas incorpo-
raciones, especialmente las referidas al mbito sexual y al de la mujer.
As, son ejemplos de nueva incorporacin unos 230 lemas de mbito
femenino, de los que, lamentablemente, no podemos alegrarnos, ya que
no aportan nada positivo a la imagen que el diccionario da de las mu-
jeres;18 muy al contrario, nos parecen innecesarios, absurdos e incluso,
muchos de ellos, denigratorios. El abanico de posibilidades va desde la
descripcin de nuevas prendas femeninas en las que, cmo no, se sigue
equiparando a las mujeres con las criaturas:
braga1. 1. f. Prenda interior femenina e infantil, que cubre desde la parte inferior
del tronco y tiene dos aberturas en las piernas.
las Lenguas del Mundo llevado a cabo por la Unesco (publicado como
Words and Worlds Multilingual Matters, 2005 y en castellano con el ttulo
Palabras y Mundos, Barcelona: Icaria, 2006) y particip en el proyecto
eurotyp (tipologa de las lenguas de Europa) financiado por la European
Science Foundation (1990-1994). En la actualidad es miembro del co-
mit cientfico de Linguamn-Casa de les Llenges de la Generalitat de
Catalunya.