Leyenda Menor - S. Buenaventura PDF

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LEYENDA MENOR

Por SAN BUENAVENTURA

1. Conversin de francisco
1.1 Ha aparecido la gracia de Dios, Salvador nuestro, en
estos ltimos tiempos en su siervo Francisco, a quien el
Padre de las misericordias y de las luces previno con tan
copiosas bendiciones de dulzura, que - segn se desprende
claramente de todo el decurso de su vida - no slo le sac
de las tinieblas del mundo a la luz, sino que lo hizo insigne
por la prerrogativa y mritos de sus excelsas virtudes y lo
esclareci de forma extraordinaria mediante los preclaros
misterios de la cruz manifestados en torno a su persona.
1.1 Oriundo de la ciudad de Ass - regin del valle de
Espoleto - , fue llamado primeramente Juan por su madre,
luego Francisco por su padre; y, aunque conserv el nombre
impuesto por el padre, no abandon el significado que
contena el nombre, sealado por su madre. Y si bien en su
juventud se cri en un ambiente de mundanidad entre los
vanos hijos de los hombres y se dedic - despus de
adquirir un cierto conocimiento de las letras a los negocios
lucrativos del comercio, con todo, asistido por el auxilio de lo
alto, no se dej arrastrar por la lujuria de la carne en medio
de jvenes lascivos, ni en el trato con avaros mercaderes
puso su confianza en el dinero y en los tesoros.
1.2 Haba Dios infundido en lo ntimo del joven Francisco
una cierta generosa compasin hacia los pobres, unida a
una suave mansedumbre, la cual, creciendo con l desde la
infancia, llen su corazn de tanta benignidad, que convertido ya en un oyente no sordo del Evangelio - se
propuso dar limosna a todo el que se la pidiere, mxime si
alegaba el motivo del amor de Dios. En la misma flor de su
juventud se oblig con firme promesa ante el Seor a no
negar nunca jams - en cuanto le fuera posible - la limosna
a los que se la pidieran por amor de Dios.
1.2 No dej de cumplir hasta su muerte tan noble promesa,
y con ello lleg a conseguir un aumento copioso de gracia y
amor de Dios. Aunque continuamente arda en su corazn la

llama del amor divino, con todo, en su adolescencia implicado como estaba en las preocupaciones terrenas ignoraba todava los secretos arcanos del lenguaje celestial,
hasta que, hacindose sentir sobre l la mano del Seor, fue
afligido exteriormente con las molestias de una larga
enfermedad, al tiempo que en el interior de su alma fue
iluminado con la uncin del Espritu Santo.
1.3 Despus que hubo recuperado un tanto las fuerzas
corporales y cambiada a mejor su disposicin interior,
inesperadamente le sali al encuentro en su camino un
caballero, noble por su linaje, pero pobre de bienes
materiales. Recordando entonces al Rey generoso y al
Cristo pobre, se sinti tan movido a compasin de aquel
hombre, que - despojndose de los vestidos elegantes con
que de nuevo se haba engalanado - cubri al punto con
ellos al caballero necesitado.
1.3 A la noche siguiente, cuando estaba sumido en profundo
sueo, Aquel por cuyo amor haba socorrido al pobre
caballero se dign mostrarle en revelacin un precioso y
grande palacio lleno de armas militares, marcadas con la
ensea de la cruz. Adems se le prometi y se le asegur
con toda certeza que todo cuanto haba contemplado en
aquella visin sera suyo y de sus caballeros si es que
enarbolaba con firme decisin el estandarte de la cruz. A
partir de este momento, retrayndose de la vida agitada del
comercio, buscaba la soledad, amiga de corazones
adoloridos. All se dedicaba, incesantemente y con gemidos
inefables, a pedir al Seor que le mostrara el camino de la
perfeccin, y, tras largas y reiteradas plegarias, mereci ser
escuchado en sus deseos.
1.4 Un da en que oraba as, retirado en la soledad, se le
apareci Cristo Jess en la figura de crucificado,
penetrndole tan eficazmente aquellas palabras del
Evangelio: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a
si mismo, que cargue con su cruz y me siga, que su alma se
sinti abrasada en un incendio de amor, al mismo tiempo
que fue colmada del ajenjo de la compasin. En efecto, ante
tal visin qued su alma derretida, y tan entraablemente se
le grab en la mdula de su corazn la memoria de la
pasin de Cristo, que casi de continuo vea con los ojos del
alma las llagas del Seor crucificado y apenas poda
contener externamente las lgrimas y los gemidos.

1.4 Una vez que por amor de Cristo Jess haba


despreciado la hacienda toda de su casa, reputndola por
nada, crea haber encontrado el tesoro escondido y el brillo
de la perla preciosa; y, atrado por su deseo, se dispona a
desprenderse de todos los bienes y a permutar - al modo
divino de comerciar - el negocio mundano por el evanglico.
1.5 Sali un da al campo a meditar -, y, paseando junto a la
iglesia de San Damin - que por su excesiva antigedad
amenazaba ruina -, movido por el Espritu, entr en ella a
orar. Postrado ante una imagen del Crucificado, se sinti
inundado durante la oracin de una gran dulcedumbre y
consolacin. Fij sus ojos, arrasados de lgrimas, en la cruz
del Seor, y he aqu que oy con sus odos corporales una
voz salida de modo maravilloso desde la misma cruz, que
por tres veces le dijo: "Francisco, vete, repara mi casa, que como ves - est a punto de derrumbarse Francisco, vete,
repara mi casa, que - como ves - est a punto de
derrumbarse toda ella!"
1.5 Ante la admirable advertencia de voz tan singular, el
varn de Dios se sinti al principio estremecido de terror,
luego se llen de gozo y asombro, y se levant en seguida,
todo dispuesto a dar cumplimiento al mandato de reparar la
fbrica material de la iglesia, aunque aquellas palabras se
referan principalmente a la Iglesia, que Cristo haba
adquirido con el precioso intercambio de su sangre, segn el
Espritu Santo se lo dio a entender y l mismo lo revel ms
tarde a sus compaeros ms ntimos.
1.6 Poco despus, desprendindose - como pudo -, por
amor a Cristo, de todas las cosas, ofreci dinero al
pobrecillo sacerdote de dicha iglesia, encargndole lo
invirtiera en su reparacin y en la ayuda de los pobres. Al
mismo tiempo le pidi humildemente que le permitiera
convivir con l durante algn tiempo. El sacerdote accedi a
esto ltimo, pero rehus el dinero por temor a los padres.
Entonces aquel verdadero despreciador ya de las riquezas
arroj el peso del metal a una ventana, estimndolo cual si
fuera vil lodo.
1.6 Pensando, empero, que con esto se habra granjeado
contra s el furor de su padre, para dar tiempo a que se
calmara su ira, se escondi en lo oculto de una cueva,
entregndose al ayuno, a la oracin y a las lgrimas. Por fin,

inundado de una inefable alegra espiritual y revestido de


una fuerza de lo alto, sali confiadamente afuera y entr con
decisin en la ciudad. Al verle los jvenes con el rostro
esculido y cambiado en sus ideas, pensaban que haba
perdido el juicio, y - como a loco - le arrojaban el lodo de las
calles y lo insultaban con voces desaforadas. Mas el siervo
de Dios, sin descorazonarse ni inmutarse en absoluto por
ninguna injuria, lo soportaba todo, hacindose el sordo.
1.7 Pero el ms furioso y frentico de todos se mostraba su
propio padre, el cual - como si hubiera olvidado la
compasin natural - arrastr a su hijo a casa y comenz a
atormentarlo con azotes y cadenas, a fin de que, agobiando
el cuerpo con molestias, moviera su nimo a anhelar las
delicias del mundo.
1.7 Pero, convencido del todo por experiencia de que el
siervo de Dios estaba muy dispuesto a sufrir por Cristo
cualquier clase de vejaciones, y viendo adems claramente
que era imposible apartarlo de su propsito, se puso a
insistirle vivamente a que fuera consigo al obispo de la
ciudad para hacer en sus manos renuncia al derecho de la
herencia paterna. El siervo de Dios acept sin resistencia
alguna esta propuesta; y tan pronto como lleg ante la
presencia del prelado, sin ninguna tardanza ni vacilacin, sin
pedir explicaciones ni proferir palabra alguna, se despoj
hasta tal punto de todos sus vestidos, que incluso se
desprendi de los calzones, y - como ebrio de espritu - no
sinti horror a quedar ante todos completamente desnudo
por amor de Aquel que por nosotros colg desnudo de la
cruz.
1.8 Desembarazado ya el despreciador del mundo de la
atraccin de los deseos terrenos, abandona la ciudad, y
mientras seguro y libre cantaba en lengua francesa, a travs
de los bosques, las alabanzas del Seor, salironle al
encuentro unos ladrones; pero el pregonero del gran Rey no
se atemoriz ni dej de cantar, puesto que era un caminante
semidesnudo, desprovisto de todo, y adems porque, a
imitacin de los apstoles, se alegraba en la tribulacin.
1.8 De all, el amante de toda humildad se dirigi a prestar
Sus servicios a los leprosos. Pretenda con ello someterse al
yugo de la servidumbre en favor de las personas miserables
y despreciadas y aprender el perfecto desprecio de s mismo

y del mundo antes que ensearlo. Al principio, los leprosos


le produca mucha repugnancia superior a la que pudiera
causarle cualquier otra clase de gente; pero, infundindole el
Seor una gracia muy copiosa, se entreg a su servicio con
un corazn tan humilde, que les lavaba los pies, les vendaba
las heridas, les extraa la podre y les limpiaba las llagas
purulentas. Embriagado por un inaudito y extremado fervor,
se lanzaba a besar las llagas ulcerosas, poniendo su boca
en el polvo, para que, saturado de oprobios, pudiera
someter la arrogancia de la carne a la ley del espritu y,
abatido el enemigo domstico, conseguir pacficamente el
domino de s mismo.
1.9 Consolidado ya en la humildad de Cristo y hecho rico en
la pobreza, aunque nada tena en absoluto, comenz, siguiendo la orden que se le haba dado desde la cruz - a
reparar la Iglesia con tal solicitud, que someta al peso de
las piedras su cuerpo extenuado por los ayunos y no senta
vergenza de pedir ayuda y limosna incluso a aquellos entre
quienes haba vivido en abundancia. Asistido por la
devocin de los fieles, que ya empezaban a reconocer la
singular virtud del varn de Dios, repar no slo la iglesia de
San Damin, sino tambin las iglesias ruinosas y
abandonadas del prncipe de los apstoles y de la Virgen
gloriosa, quedando as significado misteriosamente,
mediante obras materiales y externas, lo que Dios se
dispona a realizar ms tarde espiritualmente por medio de
su siervo.
1.9 Pues al modo de las tres iglesias restauradas bajo la
gua del santo varn, as sera renovada de triple manera la
Iglesia segn la forma, regla y doctrina de Cristo dada por el
mismo Francisco. Del mismo modo, la voz que se le dirigi
desde la cruz instndole por tres veces el mandato de
reparar la casa de Dios, era ya un signo y preludio de lo que
hoy vemos realizado en las tres Ordenes por l fundadas.
2 Fundacin de la religin y eficacia de la predicacin
2.1 Concluida ya la obra de restauracin de las tres iglesias
y morando de continuo en la que estaba dedicada a la
Virgen, por los mritos e intercesin de aquella que nos
entreg al que es el precio de nuestra salvacin, logr
encontrar el camino de la perfeccin mediante el espritu de
la verdad evanglica que le haba infundido el mismo Dios.

2.1 En efecto, cuando un da, dentro de la celebracin de la


misa, se lea aquel texto del evangelio en que se prescribe a
los discpulos enviados a predicar la forma evanglica de
vida, esto es, que no posean oro ni plata, ni tengan dinero
en sus fajas; que no lleven alforja para el camino, ni usen
dos tnicas, ni calzado, ni se provean tampoco de bastn,
nada ms or estas palabras, el Espritu de Cristo lo ungi y
lo revisti de tal fuerza, que lo transform en copia viva de la
predicha forma de vida, no slo por el conocimiento y afecto,
sino hasta en su conducta y en el modo de vestir. Pues al
momento se quit el calzado, arroj el bastn, abandon la
alforja y el dinero y, contento con una sola tnica, se
despoj de la correa, y en lugar del cinto tom una cuerda,
poniendo toda su solicitud en llevar a cabo lo que haba odo
y en ajustarse completamente a la forma de vida apostlica.
2.2 As, pues, todo abrasado por la ardiente fuerza del
Espritu de Cristo, comenz, cual otro Elas, a ser celoso
pregonero de la verdad, comenz a animar a algunos a la
prctica de la justicia perfecta y a invitar a todos a la
penitencia. Sus palabras no eran vacas ni objeto de risa,
sino llenas de fuerza del Espritu Santo, que penetraban
hasta la mdula del corazn en tal grado, que los oyentes se
sentan altamente impresionados, y con su poderosa
eficacia quedaban ablandadas las mentes obstinadas.
Habiendo llegado a conocimiento de muchos los sublimes y
santos ideales de Francisco tanto por la verdad de su
sencilla doctrina como de su vida, a la luz de su ejemplo
comenzaron algunos a animarse a hacer penitencia y a
unrsele a l, adoptando su gnero de vida y su vestido,
habiendo dejado antes todas las cosas.
2.2 El humilde varn decidi dar a stos el nombre de
hermanos menores. Completado ya el nmero seis con los
hermanos que respondieron a la llamada de Dios, su
piadoso padre y pastor se estableci en un lugar solitario,
donde con gran amargura de corazn deploraba la vida de
su adolescencia, transcurrida no sin culpa, y peda perdn y
gracia para s y para la prole que haba engendrado en
Cristo. De pronto le sobrevino un extraordinario gozo y fue
cerciorado de haber sido perdonados plenamente - hasta el
ltimo cuadrante - todos sus pecados. Arrebatado luego
fuera de s, todo envuelto en una luz vivificante, vio con
claridad lo que haba de suceder en el futuro respecto a su
persona y a sus hermanos. El mismo, hablando

familiarmente, manifest dicha visin para confortar a su


pequea grey, anunciando el desarrollo y la dilatacin de la
Orden, que, por la clemencia de Dios, iba a producirse muy
prximamente.
2.2 No pasaron muchos das y ya se les agregaron algunos
otros hermanos, hasta completar el nmero doce. Entonces
decidi el siervo del Seor presentarse con aquel grupo de
hombres sencillos ante la Sede Apostlica para pedir
humilde e insistentemente a la misma autoridad de la Santa
Sede que otorgara la plena confirmacin de la norma de
vida que el Seor le haba mostrado y que l mismo haba
compuesto en pocas palabras.
2.4 Apresurndose, pues - conforme a la decisin tomada -,
a comparecer, junto con sus compaeros, ante el sumo
pontfice el seor Inocencio III, Cristo, fuerza y sabidura de
Dios, se dign en su clemencia prevenirle a su vicario,
advirtindole mediante una visin que prestase favorable
audiencia y benigno asentimiento a las splicas del
Pobrecillo. En efecto, vio en sueos el romano pontfice
cmo estaba a punto de derrumbarse la baslica lateranense
y que un hombre pobrecito, de pequea estatura y aspecto
despreciable, la sostena, arrimando sus hombros a fin de
que no viniese a tierra. Al observar el sabio prelado la
pureza y sencillez de alma del siervo de Dios, su desprecio
del mundo, amor a la pobreza, la firmeza en su propsito de
perfeccin, celo por las almas y el encendido fervor de Su
santa voluntad, exclam:
2.4 Este es, en verdad, el que con sus obras y su doctrina
sostendr la Iglesia de Cristo! Por eso se sinti desde
entonces atrado hacia l por una especial devocin, y,
accediendo en todo a sus peticiones, aprob la Regla, le dio
la encomienda de predicar la penitencia, le otorg todo lo
que se le haba pedido y le prometi que ms tarde le
concedera generosamente otros muchos beneficios.
2.5 Apoyado entonces Francisco en la gracia celestial y en
la autoridad del sumo pontfice, emprendi con gran
confianza el camino de retorno al valle de Espoleto,
dispuesto ya a poner e prctica y predicar con la palabra la
verdad de la perfeccin evanglica que haba concebido en
su mente y prometido en su profesin .

2.5 Suscitse entre Francisco y sus compaeros la cuestin


de si deban vivir en medio de la gente o mas bien retirarse
a lugares solitarios. Habiendo indagado con insistentes
plegarias el beneplcito del Seor sobre el particular,
iluminado por el orculo de la divina revelacin, lleg a
comprender que haba sido enviado por Dios a fin de ganar
para Cristo las almas que el demonio trataba de arrebatarle.
2.5 Discerniendo de all que deba preferir vivir para bien de
los dems antes que para s solo, se recogi en un tugurio
abandonado, que estaba cerca de Ass, con objeto de vivir
all con sus hermanos segn la forma de la santa pobreza
en el estricto rigor de su Religin y salir a predicar la palabra
de Dios a los pueblos conforme a las exigencias de lugares
y tiempos. Convertido, pues, en pregonero de Cristo,
recorra las ciudades y aldeas anunciando el reino de Dios
no con palabras doctas de humana sabidura, sino con la
fuerza del Espritu. El Seor con previas revelaciones diriga
a su heraldo y confirmaba la palabra con las seales que la
acompaaban.
2.6 Una vez en que, alejado corporalmente de sus
hermanos, vigilaba, como de costumbre, en oracin, a eso
de media noche, cuando algunos de los hermanos estaban
entregados al sueo y otros a la oracin, penetr por la
portezuela de la habitacin de los mismos hermanos un
carro de fuego de admirable resplandor, sobre el que se
alzaba un globo luminoso como el sol, el cual dio tres
vueltas a lo largo de la estancia. Ante tal prodigiosa y
refulgente visin, quedaron estupefactos los que estaban en
vela, se despertaron llenos de terror los dormidos, y todos
ellos percibieron la claridad que alumbraba no slo el
cuerpo, sino tambin el alma, pues a travs de aquella luz a
cada cual se le haca transparente la conciencia de los
otros. Coincidieron todos - al leerse mutuamente los
corazones - en que haba sido el mismo santo padre
Francisco el que, transfigurado en aquella forma, les haba
mostrado el Seor, como que, viniendo en espritu y poder
de Elas y convertido en caudillo de la milicia espiritual,
haba sido constituido como carro de Israel y su auriga.
2.6 Vuelto el Santo a los hermanos, comenz a confortarlos,
hablndoles de la visin celestial que se les haba mostrado;
comenz tambin a escudriar los secretos de sus
conciencias y a anunciarles cosas futuras; y de tal suerte

comenz a brillar por los milagros, que se haca patente


comprobar que sobre l descansaba el doble espritu de
Elas con tanta plenitud, que podan sentirse muy seguros
quienes marchaban tras su doctrina y ejemplos de vida.
2.7 En aquel tiempo yaca enfermo en un hospital prximo a
Ass un religioso de la Orden de los crucferos llamado
Morico, el cual sufra una enfermedad tan grave y
prolongada, que se le crea ya prximo a la muerte. En tal
situacin acudi suplicante al Santo por medio de un
enviado, rogndole insistentemente se dignara interceder
por l ante el Seor. Accediendo benignamente a sus
splicas el varn piadoso, despus de haberse recogido en
oracin, tom unas migas de pan, las mezcl con aceite
recogido de la lmpara que arda junto al altar de la Virgen
y, haciendo con ello una especie de electuario, lo envi al
enfermo por medio de los hermanos, dicindoles:
2.7 Llevad a nuestro hermano Morico esta medicina, por
cuya fuerza de Cristo no solo le devolver por completo la
salud, sino, que, convirtindolo en robusto guerrero, le har
incorporarse para siempre en las filas de nuestra milicia. Tan
pronto como gust el enfermo aquel antdoto confeccionado
por inspiracin del Espritu Santo se levant del todo sano, y
obtuvo tal vigor de alma y cuerpo, que, ingresando poco
despus en la Religin del Santo, llev durante largo tiempo
un cilicio sobre la carne, y, contentndose exclusivamente
con viandas crudas, no tom vino ni prob nada cocido.
2.8 Por aquel mismo tiempo, un sacerdote de la ciudad de
Ass llamado Silvestre, varn de vida honesta y simplicidad
colombina, vio en sueos cmo toda aquella regin estaba
cercada por un inmenso dragn, ante cuya espantosa y
horrenda figura se vislumbraba inminente un total exterminio
para algunas partes del mundo. A continuacin vio salir de la
boca de Francisco Una refulgente cruz de oro: su
extremidad tocaba los cielos, y sus brazos, extendidos a los
lados, parecan llegar hasta los confines del orbe; a la vista
de esta cruz luminosa, se daba totalmente a la fuga aquel
horroroso y terrible dragn.
2.8 Al mostrrsele por tres veces dicha visin, comprendi el
piadoso y devoto Varn que Francisco haba sido destinado
por el Seor para que - enarbolado el estandarte de la
gloriosa cruz - destruyera el poder del dragn maligno y para

iluminar las mentes de los fieles con los claros fulgores de la


verdad tanto de su doctrina como de su vida. Todo esto se
lo cont detallada y ordenadamente al varn de Dios y a los
hermanos. Poco despus abandon el mundo, y tal fue su
perseverancia en seguir de cerca - a ejemplo del
bienaventurado Padre - las huellas de Cristo, que su vida en
la Orden demostr ser autntica la visin que haba tenido
en el siglo.
2.9 Un hermano llamado Pacfico, cuando aun viva de
seglar, encontr al siervo de Dios al tiempo en que
predicaba en un monasterio sito junto al castro de San
Severino. All se hizo sentir sobre l la mano del Seor. En
efecto, vio a Francisco marcado, a modo de cruz, por dos
espadas transversales muy resplandecientes, una de las
cuales se extenda desde la cabeza hasta los pies, y la otra
se alargaba desde una mano a otra, atravesando el pecho.
No conoca personalmente al Santo; pero, cuando se le
mostr de aquel modo maravilloso, lo reconoci al instante.
Ante su vista, qued estupefacto, y, compungido y
atemorizado por el poder de sus palabras - como si hubiera
sido atravesado por la espada del espritu que proceda de
su boca -, despreciando todas las pompas del siglo, se uni
al santo Padre, profesando en su Orden.
2.9 Avanzando despus en la Religin en toda santidad, y
antes de ser nombrado ministro en Francia - l fue el
primero que ejerci all este cargo -, mereci ver de nuevo
en la frente de Francisco una gran tau que, adornada con
variedad de colores, embelleca su rostro con admirable
encanto. Dicho signo lo veneraba con gran afecto el varn
de Dios, lo encomiaba frecuentemente en sus palabras, lo
trazaba al principio de sus acciones y lo marcaba con su
propia mano al pie de las breves cartas que escriba por
caridad, como si todo su cuidado se cifrara en grabar el
signo tausegn el dicho profticosobre las frentes de los
hombres que gimen y se duelen, convertidos de verdad a
Cristo Jess.
3.Prerrogativa de sus virtudes
3.1 El insigne seguidor de Jess crucificado y varn de Dios
Francisco, desde los comienzos de su conversin
crucificaba la carne con los vicios mediante una disciplina
tan rgida y frenaba los movimientos sensuales con unas

normas tan estrictas de moderacin, que apenas tomaba lo


necesario para el sustento de la naturaleza. De ah que,
cuando estaba bien de salud, rara vez coma alimentos
cocidos, y, si los admita, los haca amargos mezclndolos
con ceniza, o los converta en inspidos como suceda
frecuentemente - derramando agua sobre ellos.
3.1 Cun austera parquedad observara en la bebida
privando a su carne del vino para elevar el espritu a la luz
de la sabidura, podemos deducirlo claramente del hecho de
que apenas se atreva a tomar agua fresca en suficiente
cantidad cuando le abrasaba el ardor de la sed. La desnuda
tierra serva, las ms de las veces, de lecho para su fatigado
cuerpo, su almohada era una piedra o un madero, y sus
cobertores, ropas sencillas, burdas y speras, pues haba
aprendido por experiencia que los enemigos malignos se
ahuyentan con prendas incmodas y toscas, y que, por el
contrario, se animan a tentar con ms mpetu a los que usan
vestidos delicados y muelles.
3.2 Rgido en la disciplina, prestaba gran atencin a la
vigilancia sobre s mismo, teniendo especial cuidado de la
guarda del inapreciable tesoro que llevamos en vasijas de
barro, es decir, la castidad, que procuraba poseer en sumo
honor por una pureza integrrima de alma y cuerpo. Por
eso, al principio de su conversin, en das de fro invernal se
sumerga muchas veces en una fosa llena de hielo o de
nieve para someter a su perfecto dominio al enemigo
domstico y preservar inclume del incendio de la
voluptuosidad la cndida vestidura de la pureza. Mediante
estos ejercicios comenz a resplandecer en sus sentidos
con tal brillo el pudor, que, habiendo conseguido un pleno
dominio sobre la carne, pareca haber hecho un pacto con
sus ojos no slo de evitar toda mirada carnal, sino tambin
de no fijar la vista en todo aquello que fuera curioso o vano.
3.3 Mas, aunque con la consecucin de la pureza de alma y
cuerpo se acercaba, en cierto sentido, a la cima de la
santidad, sin embargo, no cesaba de purificar
continuamente los ojos del alma con torrentes de lgrimas,
ansiando las limpias claridades del cielo y dando poca
importancia al detrimento que pudiera sufrir en sus ojos
corporales. Y como por el continuo llanto hubiese contrado
una gravsima enfermedad de la vista, el mdico le advirti

que se abstuviera de llorar, si quera evitar la ceguera de su


vista corporal.
3.3 El Santo, empero, no se avino en modo alguno a los
consejos del mdico, asegurando que prefera perder la luz
de sus ojos corporales antes que reprimir la devocin del
espritu y dejar de derramar lgrimas, con las que se limpia
el ojo interior para poder ver ms claramente a Dios. En
medio del celeste riego de lgrimas, el varn devoto de Dios
se mostraba jocundo y sereno tanto en su interior como en
su semblante, como que por el brillo de una conciencia
santa estaba impregnado de la uncin de una alegra tan
intensa, que con su mente se elevaba sin cesar a Dios y
exultaba de continuo en la contemplacin de todas las obras
de sus manos.
3.4 La humildad, guarda y decoro de todas las virtudes, de
tal modo se haba posesionado del varn de Dios, que - si
bien brillaba en l la prerrogativa de mltiples virtudes pareca que sta haba adquirido un dominio especial sobre
Francisco, el mnimo entre los menores. En su opinin, se
reputaba como el mayor de los pecadores, se consideraba
como un vaso frgil y srdido cuando en realidad era un
vaso elegido de santidad, resplandeciente por el multiforme
adorno de virtud y de gracia; un vaso consagrado por la
santidad de su vida.
3.4 Pona sumo empeo en aparecer despreciable ante sus
propios ojos y a la vista de los dems, descubriendo en
pblica confesin sus defectos ocultos y escondiendo en lo
ms recndito de su pecho los dones recibidos del Dador
para no exponerlos a una gloria que pudiera serle ocasin
de ruina.
3.4 Ciertamente, para cumplir toda justicia en el ejercicio de
la perfecta humildad, se esforz hasta tal punto en
someterse no slo a los superiores, sino tambin a los
inferiores, que sola prometer obediencia al compaero de
viaje, por ms sencillo que fuera, para no mandar como
prelado investido de autoridad, sino - como ministro y siervo
- obedecer por humildad aun a los sbditos.
3.5 El perfecto seguidor de Cristo de tal modo procur
desposarse con amor eterno con la excelsa pobreza,
compaera de la santa humildad, que por ella no slo

abandon al padre y a la madre, sino que tambin se


desprendi de todo lo que pudo poseer. Nadie hubo tan
codicioso del oro como l de la pobreza, nadie que tan
solcito en guardar un tesoro como l en guardar esta
margarita evanglica. Desde la fundacin de su Religin considerndose rico con la tnica, la cuerda y los calzones slo pareca gloriarse en la penuria y alegrarse en la
escasez.
3.5 Si alguna vez vea a alguno ms pobre que l en el porte
exterior, se reprochaba inmediatamente a s mismo y se
animaba a igualarlo, como si al luchar con una rival pobreza,
temiese, por cierta nobleza de espritu, ser vencido en el
combate. En efecto, habiendo preferido la pobreza - como
arras de la herencia eterna - a todas las cosas caducas,
reputaba en nada las falaces riquezas - un feudo concedido
para una hora -; amaba la pobreza sobre todos los tesoros,
y quera sobrepujar a todos en su prctica el que por ella
haba aprendido a ser inferior a los dems.
3.6 Creci el varn de Dios - mediante su amor a la altsima
pobreza - en las esplndidas riquezas de la santa
simplicidad, de modo que, no teniendo absolutamente nada
propio en la tierra, pareca poseer todos los bienes en el
mismo Autor de este mundo. En efecto, como quiera que
con ojos de paloma, esto es, con sencilla intencin de la
mente y con pura mirada de la especulacin, lo refera todo
al supremo artfice y en todas las criaturas reconoca,
amaba y alababa al mismo Hacedor, por una concesin de
la divina clemencia llegaba a poseer todas las cosas en
Dios, y a Dios en todas las cosas.
3.6 En consideracin al primer origen de todos los seres,
llamaba a las criaturas todas - por ms pequeas que fueran
- con el nombre de hermano o hermana, como procedentes,
al igual que l, de un idntico principio, si bien profesaba un
afecto ms dulce y entraable a aquellas criaturas que
reflejan, por semejanza natural, la compasiva mansedumbre
de Cristo y aparecen en las Escrituras con esa significacin.
Por lo cual resultaba, en virtud de un influjo sobrenatural,
que la naturaleza de los brutos sintiera, en cierto sentido,
aficin por l y que hasta los seres inanimados obedecieran
a sus deseos, cual si el mismo santo varn - como simple y
recto - hubiese sido ya reintegrado al estado de inocencia.

3.7 De la fuente de la misericordia se haba derramado


sobre el siervo de Dios la dulzura de la piedad en tan
desbordante plenitud, que pareca llevar entraas de madre
para aliviar las miserias de las personas afligidas por alguna
desgracia. Posea una clemencia congnita, que se
duplicaba mediante la piedad infundida por el mismo Cristo.
Se derreta su corazn a la vista de los enfermos y de los
pobres, y a quienes no poda echarles una mano, les ofreca
su cordial afecto; y es que cualquier necesidad o deficiencia
que viera en alguna persona, llevado de la dulzura de su
piadoso corazn, la refera al mismo Cristo.
3.7 Como en todos los pobres vea la efigie de Cristo, al
encontrarse con ellos, no slo les daba liberalmente aun
aquellas cosas necesarias para la vida que a l le haban
proporcionado, sino hasta juzgaba deban serles restituidas
como si fueran propiedad suya. Por eso no perdonaba nada,
ni manteles, ni tnicas, ni libros, ni ornamentos de altar sin
entregar todas estas cosas - en cuanto poda - a los pobres
deseando cumplir el deber de la perfecta piedad hasta
desgastarse a s mismo.
3.8 El celo por la salvacin de los hermanos, que procede
del horno de la caridad, de tal modo penetr como espada
aguda y llameante el corazn de Francisco, que este varn
celoso pareca estar todo l inflamado en el ardor y deseo
de ganar almas, as como tambin llagado por el dolor de
compasin. En efecto, cuando vea las almas redimidas por
la preciosa sangre de Cristo manchadas con alguna
inmundicia de pecado, traspasado de un indecible y agudo
dolor, lo deploraba con tan tierna conmiseracin, que bien
poda decirse que, como una madre, las engendraba
diariamente en Cristo.
3.8 De ah su esfuerzo en la oracin, de ah sus correras
apostlicas en la predicacin, de ah tambin su extremado
empeo en dar buen ejemplo, pues no se consideraba
amigo de Cristo si no trataba de ayudar a las almas que por
El han sido redimidas. Por eso tambin, aunque su inocente
carne, sometida ya espontneamente al espritu, no
necesitaba del flagelo para expiar los propios pecados; no
obstante - para dar ejemplo -, le impona nuevas cargas y
castigos, recorriendo por otros los duros caminos, con el
objeto de seguir perfectamente las huellas de Aquel que por
la salvacin de los dems entreg a su alma a la muerte.

3.9 Puede uno darse cuenta del fervor de perfecta caridad


con que era arrastrado hacia Dios este amigo del Esposo si
considera, sobre todo, el siguiente hecho: su ardentsimo
deseo de ofrecerse a Dios como hostia viva mediante el
fuego del martirio. Por esta causa, tres veces emprendi
viaje a tierra de infieles, pero dos veces por disposicin
divina encontr obstculos para realizar su objetivo, hasta
que la tercera vez - tras haber sufrido muchos oprobios,
cadenas, azotes e innumerables trabajos - fue conducido,
con la ayuda de Dios, hasta la presencia del sultn de
Babilonia. All anunci el Evangelio de Jess con tal eficaz
demostracin de la fuerza del Espritu, que el mismo sultn
qued admirado, y, amansado por intervencin divina,
escuch benignamente al siervo de Dios.
3.9 Y, viendo el fervor de espritu de Francisco, su profunda
conviccin, su desprecio de la vida presente y la eficacia de
la palabra divina, sinti tan gran devocin hacia l, que lo
juzg digno de un singular honor, le ofreci valiosos regalos
y le invit con insistencia a morar en su compaa. Pero el
verdadero despreciador del mundo y de s mismo rehus
todos los ofrecimientos como si fueran lodo; y al ver que no
poda lograr la realizacin de su objetivo - despus que
sinceramente haba hecho lo que pudo -, advertido por una
revelacin, retorn a tierra de cristianos.
3.9 Y as result que el amigo de Cristo buscara con todas
sus fuerzas morir por El y no lo consiguiera, para de este
modo lograr, por una parte, el mrito del deseado martirio, y,
por otra, quedar reservado para un privilegio singular con el
que sera distinguido ms adelante.
4.Vida de oracin y espritu de profeca
4.1 Como quiera que el siervo de Cristo se senta en su
cuerpo como un peregrino alejado del Seor, si bien por la
caridad de Cristo se haba ya totalmente. insensibilizado a
los deseos terrenales, para no verse privado de la
consolacin del Amado, se esforzaba - orando sin
intermisin - por mantener siempre unido su espritu a Dios.
Pues ora caminase o estuviese sentado, lo mismo en casa
que afuera, ya trabajase o descansase, de tal modo estaba
entregado a la oracin, que pareca consagrar a la misma no
solo su corazn y su cuerpo, sino hasta toda su actividad y
todo su tiempo. Sumergase muchas veces en el xtasis de

la contemplacin, de tal modo, que, arrebatado fuera de s y


percibiendo algo ms all de los sentidos humanos, no se
daba cuenta en absoluto de lo que aconteca al exterior en
torno suyo.
4.2 Para recibir con mayor sosiego los raudales de las
consolaciones espirituales, de noche se diriga a la soledad
y a las iglesias abandonadas; aunque all sostena horribles
luchas contra los demonios, que, combatiendo con l como
mano a mano, se esforzaban por perturbar]o en el ejercicio
de la oracin. Mas, ahuyentados stos con la virtud de sus
incesantes y fervorosas plegarias y quedando solo y
apaciguado el varn de Dios, llenaba de gemidos los
bosques, baaba la tierra de lgrimas, se golpeaba con la
mano el pecho, y como si hubiera hallado un santuario
ntimo, ora responda al Juez, ora suplicaba al Padre, ya se
recreaba con el Esposo, ya hablaba al Amigo. All lo vieron
orar de noche con las manos y los brazos extendidos en
forma de cruz, mientras todo su cuerpo se elevaba sobre la
tierra y quedaba envuelto en una nubecilla luminosa, como
si la maravillosa luz y elevacin del cuerpo fueran una
prueba de su admirable iluminacin interior y de la elevacin
de su espritu.
4.3 Por la virtud sobrenatural de estas sobreelevaciones,
segn est comprobado por indicios ciertos, se le
descubran ocultos misterios de la divina sabidura; aunque
no los haca pblicos sino en cuanto se lo urga el celo por la
salvacin de los hermanos o se lo dictaba la inspiracin de
la suprema revelacin. El incansable ejercicio de la oracin,
unido a la continua prctica de la virtud, haba conducido al
varn de Dios a tal limpidez y serenidad de mente que, a
pesar de no haber adquirido por el estudio y adoctrinamiento
humano el conocimiento de las sagradas letras, iluminado
por los fulgores de la luz eterna, llegaba a sondear con clara
agudeza de entendimiento las profundidades de las
Escrituras.
4.3 Repos tambin sobre l el mltiple espritu de los
profetas en tan pluriforme plenitud de gracia, que con su
maravilloso poder el varn de Dios se haca presente a los
ausentes, tena conocimiento cierto de los que estaban
lejos, descubra los secretos de los corazones y anunciaba
acontecimientos futuros, cosa que comprueban con

evidencia muchos ejemplos,


consignamos a continuacin.

algunos

de

los

cuales

4.4 En cierta ocasin, el santo varn Antonio - entonces


egregio predicador, hoy ya preclaro confesor de Cristo disertaba a los hermanos reunidos en el captulo provincial
de Arls sobre el ttulo de la cruz: Jess Nazareno, Rey de
los judos. Mientras de su boca fluan melifluas palabras, el
santo varn de Dios Francisco, que entonces se hallaba
lejos del lugar, apareci de pronto a la puerta de la sala
capitular elevado en el aire, bendiciendo Con las manos
extendidas en forma de cruz a los hermanos, y colmndolos
de tan copiosa consolacin espiritual, que por iluminacin
del Espritu Santo tuvieron en su interior certeza de que en
aquella admirable aparicin estaba actuando el poder divino.
Adems - como esto no se le qued oculto al
bienaventurado Padre -, se deduce claramente de all cuan
presente y abierto estaba su espritu a la luz de la Sabidura
eterna que es ms mvil que cualquier movimiento, y, virtud
de su fuerza, lo atraviesa y lo penetra todo; y entrando en
las almas buenas de cada generacin, va haciendo amigos
de Dios y profetas.
4.5 Una vez en que - segn costumbre - se hallaban
reunidos los hermanos en captulo en Santa Mara de la
Porcincula, uno de ellos, aduciendo especiosas razones en
propia defensa, se negaba a someterse a la disciplina.
Vindolo en espritu el santo varn, que estaba recogido en
oracin en la celda haciendo de intercesor y medianero
entre sus hermanos y Dios, mand llamar a uno de stos y
le dijo: He visto al diablo sobre la espalda de ese hermano
desobediente, tenindole por el cuello.
4.5 Dicho hermano, sometido a las rdenes del jinete, se
deja guiar por las bridas de sus sugestiones, una vez que ha
despreciado el freno de la obediencia. Anda, pues, y dile al
hermano que sin dilacin someta su cerviz a la santa
obediencia, que esto es lo que le sugiere hacer aquel por
cuyas insistentes oraciones ha marchado confuso el diablo.
Advertido el hermano mediante este enviado, se sinti
compungido en su espritu, y, percibiendo la luz de la
verdad, se arroj a los pies del vicario del Santo, se
reconoci culpable, pidi perdn, acept y cumpli la
penitencia y en adelante obedeci humildemente en todo.

4.6 Cuando estaba morando en el monte Alverna retirado en


la celda, uno de sus compaeros sinti vivos deseos de
tener algn escrito del Santo con palabras del Seor y
breves anotaciones de su propia mano. Crea que de este
modo se vera libre de una grave tentacin - no de la carne,
sino del espritu - que lo atormentaba, o que al menos le
sera ms fcil superarla. Ardiendo en tales deseos, viva
interiormente angustiado, porque como era humilde,
pudoroso y sencillo, vencido por la vergenza, no se atreva
a manifestar su problema al venerable Padre.
4.6 Pero lo que el hombre no le descubri, se lo revel el
Espritu. Mand a dicho hermano le trajera tinta y papel, y,
conforme a su deseo, escribi de su propia mano las
alabanzas del Seor, aadiendo al fin su bendicin. Le
ofreci generosamente lo que haba escrito, y desapareci
por completo aquella tentacin. Esta pequea carta,
conservada para la posteridad, concedi a muchos el
remedio y la salud, de suerte que se hace patente a todos el
gran mrito que tendr ante Dios su redactor, el cual dej
tan poderosa eficacia en el billete que escribi.
4.7 En otro tiempo, una noble y piadosa mujer acudi
confiada al Santo, pidindole insistentemente que se dignara
interceder ante el Seor en favor de su marido, para que,
con una abundante efusin de gracia, Dios le ablandara su
duro corazn. En efecto, se mostraba muy cruel con ella,
contrarindola y ponindole obstculos en el servicio de
Cristo. Habindola escuchado el varn santo y compasivo,
la confirm en el bien con palabras sagradas y le asegur
que pronto conseguira el consuelo apetecido, y al fin le
mand que anunciase a su marido, de parte de Dios y de la
suya, que ahora es el tiempo de la clemencia y que luego
ser el de la justicia.
4.7 Dio fe la mujer a las palabras del siervo de Dios, y,
recibida la bendicin, volvi con presteza a su casa,
encontr a su marido y le comunic el mensaje recibido,
confiando plenamente que se cumplira la deseada promesa
del Santo. Tan pronto como sus palabras llegaron a odos
de su marido, descendi sobre l el espritu de gracia,
ablandando de tal manera su corazn, que desde entonces
permiti a su devota cnyuge servir libremente a Dios, y,
junto con ella, se ofreci tambin l al servicio del Seor.
Por insinuacin de la santa mujer vivieron durante muchos

aos en perfecta continencia y finalmente ambos emigraron


el mismo da al Seor; la mujer a la maana y el hombre a la
tarde; ella como sacrificio matutino, l como ofrenda de la
tarde.
4.8 Cuando el siervo de Dios yaca enfermo en Rieti, le
presentaron en una camilla - vctima de grave enfermedad a un prebendado de nombre Geden, hombre lascivo y
mundano. Con lgrimas en los ojos le rogaba, junto con los
presentes, que trazase sobre l la seal de la cruz. Le
repuso el Santo: Has vivido en el pasado segn tus antojos
de la carne, sin temer los juicios de Dios. Mira: no por tus
splicas, sino por las devotas plegarias de los que
interceden en favor tuyo, har sobre ti la seal de la cruz;
mas te aseguro desde ahora que, si vuelves otra vez al
vmito del pecado, sufrirs mayores males.
4.8 Hecha la seal de la cruz sobre el enfermo desde la
cabeza hasta los pies, crujieron los huesos de su cintura ruido que oyeron todos - con un chasquido semejante al que
se produce cuando con la mano se rompe lea seca. Al
instante, el que haba estado postrado con los miembros
agarrotados, se levant sano y salvo, prorrumpiendo en
alabanzas a Dios, y exclam: "Ya estoy curado!"
4.8 Mas poco despus, olvidndose de Dios, volvi a
entregarse a la vida de impureza. Y he aqu que cierta tarde
en que haba cenado en casa de un cannigo y se haba
quedado aquella noche a dormir all, de pronto se derrumb
sobre todos ellos la techumbre del edificio. Todos escaparon
a la muerte, excepto aquel miserable, que pereci. As se
puso de manifiesto al mismo tiempo con este singular
acontecimiento Cuan severo es el celo de la justicia de Dios
par a con los ingratos y cuan veraz y cierto en las dudas fue
el espritu de profeca de que estaba lleno Francisco.
4.9 En aquel mismo tiempo, despus de haber regresado de
su viaje a ultramar, lleg a Celano a predicar; y all, un
caballero, movido por la devocin, le invit insistentemente a
quedarse a comer con l, y casi le forz al que se resista.
Pero antes de ponerse a comer, al dirigir el devoto varn segn su costumbre - preces y alabanzas a Dios, vio en
espritu que a aquel hombre se le aproximaban la muerte y
el consiguiente juicio, y con la mente fija en Dios tena los
ojos vueltos al cielo. concluida por fin la oracin, llam a

solas al bondadoso husped y le predijo la cercana de su


muerte, le exhort a que se confesara y le anim - cuanto
pudo - a hacer el bien. Accedi en seguida el hombre a las
palabras del Santo y descubri en confesin todos sus
pecados al compaero de ste. Puso en orden su casa, se
encomend a la divina misericordia y se prepar, en cuanto
pudo, a recibir la muerte.
4.9 Mientras los dems tomaban la refeccin corporal, aquel
caballero que pareca tan sano y robusto, sbitamente
exhal su espritu - segn se lo haba anunciado el varn de
Dios -, siendo arrebatado por una muerte repentina. Con
todo, gracias al espritu proftico del Santo, fue confortado
de antemano con las armas de la penitencia, para evitar as
la condenacin eterna y poder entrar conforme a la promesa
evanglica en las moradas eternas.
5. Obediencia de las criaturas y condescendencia divina
5.1 En verdad, asista al siervo de Dios el Espritu del Seor,
que lo haba ungido, y el mismo Cristo, fuerza y sabidura de
Dios, por cuyo poder y gracia no slo le eran descubiertos
los arcanos misterios, sino que tambin le obedecan los
elementos de este mundo.
5.1 En una ocasin en que le aconsejaban los mdicos y le
persuadan los hermanos con insistentes splicas a que se
sometiera a la operacin del cauterio para curar la
enfermedad de los ojos, el varn de Dios se avino
humildemente a ello, considerando que sera no slo
remedio para la dolencia corporal, sino tambin materia para
ejercitarse en la virtud. Estremecida su carne con un
sentimiento natural de horror a la vista del instrumento de
hierro ya incandescente, comenz a hablar al fuego como a
Un hermano suyo, mandndole en nombre y poder del
Creador, que atemperase su ardor, para que, quemando
suavemente, fuera capaz de soportarlo. Penetr crujiente el
hierro en aquella carne delicada, extendindose el cauterio
desde el odo hasta las cejas. Al trmino de la operacin, el
varn lleno de Dios, exultando en su espritu dijo a sus
hermanos: Alabad al Altsimo, pues - a decir verdad - ni el
ardor del fuego me ha producido molestia alguna ni me ha
afectado en lo ms mnimo el dolor de la carne.

5.2 Encontrndose el siervo de Dios bajo el peso de una


gravsima dolencia en el eremitorio de San Urbano, y al
sentir el desvanecimiento de la naturaleza, pidi un vaso de
vino. Al responderle que era imposible acceder a su deseo,
puesto que no haba all ni una gota de vino, orden que se
le trajera agua. Una vez presentada, la bendijo, haciendo
sobre ella la seal de la cruz. De pronto lo que haba sido
pura agua, se convirti en ptimo vino, y lo que no pudo
ofrecer la pobreza de aquel lugar desrtico, lo obtuvo la
pureza del Santo. Apenas gust el vino, se recuper de su
enfermedad con tan gran presteza, que se puso claramente
evidencia que aquella deseada bebida le fue concedida por
el generoso Dador no tanto para satisfacer el sentido de su
gusto como para ofrecerle una eficaz medicina para su
salud.
5.3 En otro tiempo, quiso el varn de Dios trasladarse a un
eremitorio para dedicarse all ms libremente a la
contemplacin, y, como estaba dbil, se hizo llevar en el
asnillo de un pobre campesino. Era un da caluroso de
verano. El hombre segua al siervo de Dios en la ascensin
de la montaa, iba cansado por la spera y larga caminata y
se senta desfallecer por una sed abrasadora. Sin poder
resistir, comenz a gritar reiteradamente, diciendo que, si no
beba algo, exhalara pronto su espritu. Sin tardanza, se
ape del jumentillo el varn de Dios, e, hincadas las rodillas
en el suelo y alzadas las manos al cielo, no ces de orar
hasta que comprendi haber sido escuchado. Terminada la
oracin, dijo al hombre sediento: Corre a aquella roca.
Corri el hombre al lugar sealado, y bebi del agua brotada
de la roca en virtud de la oracin del Santo y extrajo el
lquido que Dios le proporcionara de una pea dursima.
5.4 En cierta ocasin en que el siervo del Seor predicaba
en Gaeta, a orillas del mar, queriendo esquivar los aplausos
de la turba, que, llevada de la devocin, se precipitaba sobre
l, corri a refugiarse l solo en una barca que estaba junto
a la orilla. Y he aqu que la barca - como si fuera movida por
un motor interior dotado de razn -, sin remero alguno, se
apart de la tierra mar adentro ante la mirada y asombro de
todos. Alejada a cierta distancia en medio del mar,
permaneci inmvil entre las olas todo el tiempo en que el
varn de Dios quiso predicar a la muchedumbre que le
miraba desde la orilla. Cuando la gente que haba
escuchado el sermn y contemplado el prodigio, se retir de

all, a ruegos del Santo, despus de haber recibido Su


bendicin, arrib a la orilla la barca, impulsada no por otras
rdenes que las del cielo, como si la criatura que sirve a su
Hacedor se sometiese sin rebelda a este perfecto adorador
del Creador y le obedeciese sin tardanza.
5.5 Mientras estaba morando una temporada en el
eremitorio de Greccio, los habitantes de aquel lugar se vean
atormentados por muchos males. Por una parte, las
tempestades de granizo desvastaban anualmente los
campos y viedos; por otra, manadas de lobos rapaces
hacan grandes estragos no slo entre los animales, sino
hasta en los mismos hombres. Compadecido en su bondad
el siervo del Seor omnipotente de aquellas gentes tan
gravemente afligidas, en una predicacin les prometi
pblicamente - y sali fiador de ello - que desapareceran
todas aquellas calamidades si, confesados sus pecados,
estaban dispuestos a hacer dinos frutos de penitencia.
5.5 Siguiendo las amonestaciones del Santo, hicieron
penitencia y desde aquel da cesaron las plagas,
desaparecieron los peligros, y ni los lobos ni el granizo
volvieron a causarles dao alguno. Es ms, si alguna vez el
granizo llegaba a desvastar los campos vecinos, al
acercarse a los trminos de Greccio, se disipaba all mismo
la tempestad o tomaba otra direccin.
5.6 En otra ocasin, cuando el varn de Dios recorra
predicando el valle de Espoleto, al acercarse a Bevagna
lleg a un punto donde se haba reunido una gran bandada
de aves de toda especie. Se detuvo a mirarlas con ojos
piadosos, e, invadido por el Espritu del Seor, se dirigi
velozmente hacia ellas y, saludndolas alegremente, les
impuso silencio y les mand que oyeran con atencin la
palabra de Dios. Despus de haberles hablado largamente
de los beneficios que el Seor prodiga a las criaturas y de
las alabanzas que stas deben rendirle, las avecillas,
gesticulando de modo admirable, comenzaron a alargar sus
cuellecitos, a extender las alas, abrir los picos y a mirarle
fijamente, como si se esforzaran en sentir el poder
maravilloso de sus palabras.
5.6 Y era justo, en verdad, que el varn lleno de Dios, que
senta una inclinacin piadosa y humana hacia las criaturas
carentes de razn, fuera, a su vez, correspondido por stas,

aficionndosele de modo tan admirable, que le escuchaban


cuando las instrua, le obedecan cuando les daba rdenes,
se posaban con confianza en sus manos y permanecan sin
dificultad con quien las retena.
5.7 En aquel tiempo en que, por conseguir la palma del
martirio, intentara pasar a tierras de ultramar - proyecto que
no pudo llevar a feliz trmino impedido por las tempestades
marinas -, de tal modo le asisti la amorosa providencia de
Aquel que lo dirige todo, que le libr de los peligros de
muerte juntamente con otros muchos y realiz, en atencin
a l, obras maravillosas en medio del mar. Efectivamente, al
proponerse volver de Eslavonia a Italia, embarc en una
nave sin avituallamiento alguno. Ahora bien, nada ms subir
a bordo, se present un desconocido enviado por Dios en
favor del pobrecillo de Cristo, que traa consigo los alimentos
necesarios para la travesa, y, llamando aparte a un
marinero temeroso de Dios, se los entreg para que en
tiempo oportuno los distribuyera entre aquellos pobrecillos
que nada tenan.
5.7 Y sucedi que a causa del fuerte temporal no pudieron
arribar los tripulantes a ningn puerto. Entre tanto se
consumieron todos los vveres quedando tan slo la
pequea porcin de limosna prodigiosamente otorgada para
el dichoso varn. Por las plegarias y mritos de Francisco,
hizo el poder divino que se multiplicara tan
considerablemente esa insignificante cantidad, que, a pesar
de tener que estar muchos das en el mar debido al continuo
temporal, fue suficiente para llenar cumplidamente las
necesidades de todos hasta que llegaron al ansiado puerto
de Ancona.
5.8 Aconteci tambin otra vez que, viajando el varn de
Dios con un compaero suyo, por motivo de predicacin,
entre Lombarda y la Marca Trevisana, junto al ro Po, les
sorprendi la espesa oscuridad de la noche. El camino que
deban recorrer era sumamente peligroso a causa de las
tinieblas, el ro y los pantanos. Vindose en tan apretada
coyuntura, el compaero le rog al Santo que implorase el
auxilio divino. Respondile el varn de Dios lleno de una
gran confianza: Poderoso es Dios - si place a su bondad para disipar las sombras tinieblas y concedernos el
beneficio de su luz Cosa admirable! Apenas haba
terminado de hablar, cuando de pronto - por intervencin del

cielo - comenz a brillar en torno suyo una luz tan


esplendente, que, siendo oscura la noche en otras partes, al
resplandor de aquella claridad ellos distinguan no slo el
camino, sino tambin muchas cosas que se presentaban en
torno suyo al otro lado del ro.
5.9 Ciertamente. en medio de las densas tinieblas de la
noche hiciera patente que no pueden ser envueltos en la
oscuridad de la muerte quienes por senda recta siguen la luz
de la vida. As sucedi que, dirigidos corporalmente y
reconfortados en el espritu con el maravilloso resplandor de
aquella luz, recorrieron gran parte de la ruta cantando
himnos y alabanzas hasta que llegaron al lugar del
hospedaje.
5.9 Oh varn preclaro y admirable!, a quien el fuego le
atempera su ardor, el agua le cambia de gusto, la roca le
brinda bebida abundante, le sirven los seres inanimados, se
le amansan las bestias feroces y le atienden con inters las
criaturas irracionales; el mismo Seor del universo se pliega
benignamente a sus deseos cuando con liberalidad le
prepara el alimento, le gua por el camino con la claridad de
su luz, de suerte que - como a varn de eximia santidad toda criatura se pone a su servicio y hasta el mismo Creador
de cielo y tierra condesciende a sus deseos.
6. Las sagradas llagas
6.1 Francisco, fiel .siervo y ministro de Cristo, dos aos
antes de entregar su espritu a Dios, habiendo iniciado en un
lugar elevado y solitario, llamado monte Alverna, la
cuaresma de ayuno en honor del arcngel San Miguel inundado ms abundantemente que de ordinario por la
dulzura de la suprema contemplacin y basado en una llama
ms ardiente de deseos celestiales -, comenz a
experimentar un mayor cmulo de dones y gracias divinas.
6.1 Elevndose, pues, a Dios a impulsos del ardor serfico
de sus deseos y transformado por el afecto de su tierna
compasin, en Aquel que, en aras de su extremada caridad,
acept ser crucificado, una maana prxima a la fiesta de la
Exaltacin de la Santa Cruz, mientras oraba en uno de los
flancos del monte, vio bajar de lo ms alto del cielo as como
la figura de un serafn, que tena seis alas tan gneas como
resplandecientes. En vuelo rapidsimo avanz hacia el lugar

donde se hallaba el varn de Dios, detenindose en el aire.


Y apareci no solo alado, sino tambin crucificado: tena las
manos y los pies extendidos y clavados a la cruz, y las alas
dispuestas, de una parte a otra en forma tan maravillosa,
que dos de ellas se alzaban sobre su cabeza; las otras dos
estaban extendidas para volar, y las dos restantes rodeaban
y cubran todo el cuerpo.
6.2 Ante tal visin qued lleno de estupor y experiment en
su corazn un gozo mezclado de dolor. En efecto, el
aspecto gracioso de Cristo, que se le presentaba de forma
tan misteriosa como familiar, le produca una intensa alegra,
al par que la contemplacin de la terrible crucifixin
atravesaba su alma con la espada de un dolor compasivo.
6.2 Comprendi entonces - instruido interiormente por aquel
que se le apareca al exterior - que, si bien la debilidad de la
pasin en modo alguno se avena con la inmortalidad del
espritu de un serafn, se le haba presentado a sus ojos
aquella visin para que el amigo de Cristo supiese de
antemano que deba ser del todo transformado en una clara
imagen de Cristo Jess crucificado no por el martirio de la
carne, sino mediante el incendio de Su espritu. Y as
sucedi, porque, al desaparecer la visin despus de un
arcano y familiar coloquio, qued su alma interiormente
inflamada en ardores serficos y exteriormente sellada en su
carne la efigie conforme al Crucificado, como si la previa
virtud licuefactiva del fuego le hubiera seguido una cierta
grabacin configurativa.
6.3 Al instante comenzaron a aparecer en sus manos y pies
las seales de los clavos, vindose las cabezas de los
mismos en la parte interior de las manos y en la superior de
los pies, mientras que sus puntas se hallaban al lado
contrario. Las cabezas de los clavos eran redondas y negras
en las manos y en los pies; las puntas aparecan alargadas,
retorcidas y remachadas, y, sobresaliendo de la misma
carne, rebasaban el resto de ella. Y, en verdad, las puntas
de los clavos remachadas debajo de los pies, eran tan
destacadas y prominentes hacia el exterior, que no solo no
le permitan fijar libremente las plantas en el suelo, sino que
- segn me informaron los que lo vieron con sus propios ojos
- se podan introducir fcilmente un dedo a travs de la
curva que formaban las dichas puntas.

6.3 Asimismo, el costado derecho - como si hubiera sido


traspasado por una lanza - llevaba una roja cicatriz, que,
derramando con frecuencia sangre sagrada, empapaba tan
copiosamente la tnica y los calzones, que, al lavarlos luego
a su tiempo los compaeros del Santo, advertan sin duda
que as como en las manos u en los pies, tambin en el
costado tena el siervo del Seor impresa la semejanza con
el Crucificado.
6.4 Viendo el varn lleno de Dios que no podan permanecer
ocultas a sus compaeros ms ntimos aquellas llagas tan
claramente impresas en su carne y temeroso, por otra parte,
de publicar el secreto del Seor, se vio envuelto en una
angustiosa incertidumbre, sin saber a qu atenerse: si
manifestar o ms bien callar la visin tenida. Por fin,
estimulado por el aguijn de la conciencia, refiri
detalladamente - no sin mucho temor - la dicha visin a
algunos de sus compaeros ms ntimos; y aadi que
Aquel que se le haba aparecido le revel algunas cosas que
jams, mientras l viviera, descubrira a hombre alguno.
6.4 Despus que el verdadero amor de Cristo haba
transformado en su propia imagen a este amante suyo,
terminado el plazo de cuarenta das que se haba propuesto
pasar en aquella soledad de Alvernia y prxima ya la
solemnidad del arcngel Miguel, descendi del monte el
anglico varn Francisco, llevando consigo la efigie del
Crucificado, no esculpida por mano de algn artfice en tabla
de piedra o de madera, sino impresa por el dedo de Dios
vivo en los miembros de su carne.
6.5 Como quiera que el varn santo y humilde se esforzaba
por encubrir con toda diligencia aquellas sagradas seales,
plugo al Seor realizar para su gloria, mediante las mismas,
algunos patentes prodigios, para que, poniendo en evidencia
por estos claros signos el poder oculto de dichas llagas,
resplandeciese como astro brillantsimo en medio de las
densas oscuridades de este siglo tenebroso. Sirva como
prueba de ello el siguiente hecho.
6.5 Antes de la permanencia del Santo en el mencionado
monte Alvernia, se sola formar en el mismo monte una
oscura nube, que desencadenaba en las cercanas una
violenta tempestad, devastando peridicamente los frutos de
la tierra. Pero a partir de aquella dichosa aparicin ces el

acostumbrado granizo, no sin admiracin y gozo de los


habitantes del lugar, de modo que el mismo aspecto del
cielo, serenado fuera de costumbre, pona de manifiesto la
excelencia de aquella visin celeste y el poder de las llagas
que all fueron impresas.
6.6 En aquel mismo tiempo se haba propagado en la
provincia de Rieti una grave peste, que en tal grado
comenz a infestar todo ganado lanar y vacuno, que casi
todo l pareca estar atacado de una enfermedad sin
remedio. Pero un hombre temeroso de Dios que advertido
en una visin nocturna que se acercara apresuradamente al
eremitorio de los hermanos donde a la sazn moraba el
bienaventurado Padre y que, consiguiendo de sus
compaeros el agua en que el Santo se haba lavado las
manos y los pies, rociara con ella los animales enfermos; de
este modo desaparecera toda aquella peste. Habiendo
cumplido diligentemente dicho encargo aquel hombre, Dios
infundi tal poder al agua que haba tocado las sagradas
llagas, que por poco que alcanzase su aspersin a los
animales enfermos, se alejaba al punto la plaga pestilencial
y, recuperando los animales su primitivo vigor, salan
corriendo a pastar, como si antes no hubieran padecido mal
alguno.
6.7 Aquellas manos consiguieron desde entonces un poder
tan maravilloso, que a su contacto salutfero devolvan a los
enfermos una slida fortaleza, y a los paralticos la
recuperacin del sentido y movimiento en sus miembros ya
ridos, y lo que es mucho ms prodigioso que todo esto:
otorgaban a los mortalmente heridos la reintegracin a una
vida totalmente sana. De entre sus muchos prodigios voy a
adelantar dos en forma resumida.
6.7 En Lrida, un hombre llamado Juan, devoto del
bienaventurado Francisco, una tarde fue tan atrozmente
cosido de heridas, que se crea difcil pudiera sobrevivir
hasta el da siguiente. Entonces se le apareci de modo
admirable el santsimo Padre, y, tocndole en las heridas
con sus sagradas manos, en el mismo momento recuper
tan por completo su salud, que toda aquella regin
proclamaba al prodigioso portaestandarte de la cruz como
dignsimo de toda veneracin. Pues quin podra
contemplar sin admiracin a un hombre no desconocido que
unos segundos antes se encontraba desgarrado por heridas

gravsimas y que ahora apareca gozando de perfecta


salud? Quin no recordarlo sin accin de gracias? En fin,
qu alma fiel puede ponderar sin devocin un milagro tan
lleno de piedad, tan poderoso y preclaro?
6.8 En Potenza, ciudad de la Pulla, un clrigo llamado
Rogerio, mientras pensaba con ligereza acerca de los
sagrados estigmas del bienaventurado Padre, de improviso
fue herido en su mano izquierda debajo del guante que
llevaba puesto, como si le hubiera alcanzado una saeta
despedida por una ballesta; el guante, empero, permaneci
intacto. Atormentado durante tres das por agudsimos
dolores y sinceramente arrepentido ya de su
comportamiento, invoc al bienaventurado Francisco y le
conjur por sus gloriosas llagas que viniera en su auxilio; y
obtuvo una curacin tan cabal, que desapareci todo dolor y
no le qued la ms leve huella de la lesin. De lo cual se
deduce claramente que aquellas sagradas seales fueron
grabadas con el poder y dotadas de la virtud de Aquel de
quien es propio infringir heridas y proporcionar su curacin,
vulnerar a los obstinados y sanar a los contritos de corazn.
6.9 Era justo que este afortunado varn apareciera
distinguido con tan singular privilegio, ya que todo su
empeo - lo mismo en pblico que en privado - se cifr en la
cruz del Seor. En efecto, tanto su admirable suavidad y
mansedumbre como su austeridad de vida, su profunda
humildad, su pronta obediencia, su eximia pobreza y su
castidad incontaminada; su amarga compuncin, el torrente
de sus lgrimas y su piedad entraable; el ardor de su celo,
su anhelo de martirio, el exceso de su caridad, y, en fin, la
mltiple prerrogativa de sus virtudes cristiformes, qu otra
cosa pretenden ser en l sino un asimilar a Cristo y como
una especie de preparacin para recibir sus sagradas
llagas?
6.9 Por eso, desde su conversin y en el decurso de su vida
toda fue adornado con los gloriosos misterios de la cruz de
Cristo, y, por ltimo, a la vista del sublime Serafn y del
humilde Crucificado, fue todo l transformado - mediante
una fuerza deiforme e gnea - en la efigie que se le haba
aparecido, segn han testimoniado quienes vieron, tocaron y
besaron las sagradas llagas; y, jurando - con las manos
puestas sobre los libros sagrados - que as sucedi y que

ellos contemplaron dichos estigmas, confirmaron el hecho


con una mayor garanta de certeza
7 . El trnsito
7.1 Clavado ya a la cruz, juntamente con Cristo, tanto en su
carne como en su espritu, el varn de Dios no slo se
elevaba a Dios por el incendio del amor serfico, sino que,
atravesado su corazn por un ferviente celo de las almas, a
una con el Seor crucificado anhelaba la salvacin de todos
los que han de salvarse. Y, no pudiendo caminar a causa de
los clavos que sobresalan en la planta de sus pies, se haca
llevar su cuerpo medio muerto a travs de las ciudades y
aldeas para que - como aquel otro ngel que suba del
oriente - encendiera en la llama del fuego divino los
corazones de los siervos de Dios, para dirigir sus pasos por
el camino de la paz y marcar sus frentes con el sello de Dios
vivo. Se abrasaba tambin en el ardiente deseo de volver a
la humildad de los primeros tiempos, dispuesto a servir como al principio - a los leprosos y a someter a la
servidumbre de antes su cuerpo, desgastado ya por el
trabajo y sufrimiento.
7.2 Se propona - teniendo a Cristo de gua - realizar cosas
grandes, y, aunque sumamente dbil en su cuerpo, pero
vigoroso y frvido en e1 espritu, soaba con nuevas
batallas y nuevos triunfos sobre el enemigo. Y, en verdad,
para que en el pequeuelo de Cristo se acrecentase el
cmulo de mritos que tienen su real consumacin en la
perfecta paciencia, comenz a sufrir tantos y tan graves
enfermedades, que se extendieron las dolorosas molestias a
cada uno de los miembros de su cuerpo, y, consumidas ya
sus carnes, pareca como si solo le quedara la piel adherida
los huesos.
7.2 Y, a pesar de verse atormentado con tan acerbos
dolores, deca que aquellas sensibles angustias no eran
penas, sino hermanas suyas, y, sobrellevndolas
alegremente, diriga tan ardientes alabanzas y acciones de
gracias a Dios, que a los hermanos que le asistan les
pareca ver a otro Pablo, en su gozoso y humilde gloriarse
ante 1a debilidad, o a un nuevo Job, en el imperturbable
vigor de su nimo.

7.3 El Santo tuvo, con mucha antelacin, conocimiento de la


hora de su muerte, y, estando cercano el da de su trnsito,
comunic a sus hermanos que pronto iba a abandonar la
tienda de su cuerpo, segn se lo haba manifestado el
mismo Cristo. As, pues, dos aos despus de la impresin
de las sagradas llagas, es decir, al vigsimo ao de su
conversin, pidi ser trasladado a Santa Mara de la
Porcincula, para que all donde por mediacin de la Virgen
madre de Dios haba concebido el espritu de perfeccin y
de gracia, en el mismo lugar - rindiendo tributo a la muerte llegase al premio de la eterna retribucin.
7.3 Conducido, pues, a dicho lugar y para demostrar con un
ejemplo de verdad que nada tena l de comn con el
mundo, en medio de aquella enfermedad tan grave que dio
trmino a todas sus dolencias, se postr totalmente desnudo
sobre la desnuda tierra, dispuesto en este trance supremo en que el enemigo poda an desfogar sus iras - a luchar
desnudo con el desnudo. Tendido as en tierra y desnudado
como atleta en la arena, cubri con la mano izquierda la
herida del costado derecho para que no fuera vista, elev en
la forma acostumbrada su sereno rostro al cielo y, fijando
toda su atencin en la gloria, comenz a bendecir al
Altsimo, porque, desembarazado de todas las cosas, poda
ya libremente sumergirse en El.
7.4 Acercndose ya, por fin, el momento de su trnsito, hizo
llamar a su presencia a todos los hermanos que estaban en
el lugar y, tratando de suavizar con palabras de consuelo el
dolor que sentan ante su muerte, los exhort con paterno
afecto a amar a Dios. Adems les dej, como legado y
herencia, la posesin de la pobreza y de la paz, les
recomend encarecidamente que aspiraran a los bienes
eternos precavindose de los peligros de este mundo, y con
toda la fuerza persuasiva de que fue capaz, los indujo a
seguir perfectamente las hullas de Jess crucificado.
7.4 Sentados los hijos en torno al patriarca de los pobres,
cuya vista se haba ya debilitado no por la vejez, sino por las
lgrimas, el santo varn - medio ciego y prximo ya a la
muerte - extendi las manos sobre ellos, teniendo los brazos
en forma de cruz por el amor que siempre haba profesado a
esta seal, y bendijo, en virtud y en el nombre del
crucificado, a todos los hermanos, tanto presentes como
ausentes.

7.5 A continuacin pidi que se le leyera el pasaje del


evangelio segn San Juan que comienza as: Antes de la
fiesta de pascua, para escuchar en esa palabra la voz de su
amado que lo llamaba, de quien tan slo le separaba la dbil
pared de la carne. Por fin, cumplidos en l todos los
misterios, orando y cantando salmos, se durmi en el Seor
este afortunado varn, y su alma santsima - liberada ya de
las ataduras de la carne - se sumergi en el abismo de la
claridad eterna.
7.5 En aquel mismo momento, un hermano y discpulo suyo,
varn insigne por su santidad, vio subir derecha al cielo
aquella dichosa alma bajo la forma de una estrella
fulgentsima, transportada hacia arriba por una blanca
nubecilla sobre un mar de agua. Efectivamente, aquella
alma - brillante por el candor de su conciencia y la
prerrogativa de sus virtudes - se remontaba a lo alto con tal
empuje por la afluencia de gracias y de virtudes
conformantes con Dios, que no se le poda retardar ni
siquiera un momento la visin de la luz y de la gloria
celestes.
7.6 Asimismo, el ministro a la sazn de los hermanos en la
Tierra de Labor, de nombre Agustn, varn amado de Dios,
que se encontraba a las puertas de la muerte y que tiempo
atrs haba perdido el habla, de pronto exclam de forma
que le oyeran que estaban presentes: Esprame, Padre que
ya voy contigo. Al preguntarle admirados los hermanos a
quin hablaba as, asegur que vea ir al cielo al
bienaventurado Francisco y nada ms decir estas palabras,
l mismo tambin descans felizmente en paz.
7.6 En aquel mismo tiempo, el obispo de Ass haba ido en
peregrinacin al santuario de San Miguel, sito en el monte
Gargano. Estando all, se le apareci, lleno de jbilo, el
bienaventurado Francisco a la hora misma de su trnsito, y
le dijo que dejaba, mundo y que se iba muy contento al
cielo. Al levantarse a la maana siguiente, el obispo refiri a
los compaeros la visin que haba tenido, y, vuelto a Ass,
comprob con toda certeza - tras una cuidadosa
investigacin - que a la misma hora en que se le present
dicha visin haba emigrado de este mundo el
bienaventurado Padre.

7.7 Cun eximia fuera la santidad de este preclaro varn de


Dios - en su inmensa bondad - se dign darlo a conocer
mediante muchos y estupendos milagros realizados tambin
despus de su trnsito. En efecto, a su invocacin y por sus
mritos la fuerza todopoderosa de Dios, otorg vista a los
ciegos, odo a los sordos, la palabra a los mudos, el andar a
los cojos, el sentido y movimiento a los paralticos; restituy
una completa salud a lo miembros ridos, contrados y rotos,
libert a los encarcelados condujo a puerto de salvacin a
los nufragos, facilit el alumbramiento a las que peligraban
en el momento del parto, ahuyento los demonios de los
cuerpos posesos; finalmente, concedi limpieza y sanidad a
los que padecan flujo de sangre y a los leprosos, hizo
recobrar el perfecto estado de salud a los mortalmente
heridos y, lo que todava es mucho ms prodigioso que todo
eso, devolvi la vida a muertos.
7.8 Innumerables son tambin los beneficios de Dios que
por su intercesin no cesan de derramarse a raudales en
diversas partes del mundo; yo mismo, que he descrito todo
lo anterior, lo he comprobado por propia experiencia en mi
persona. Pues, estando muy gravemente enfermo cuando
an era nio pequeo, mi madre hizo una promesa en favor
mo al bienaventurado padre Francisco, y me libr de las
fauces de la muerte, quedando completamente restablecido.
Y, conservando un vivo recuerdo de ello, ahora lo confieso
sincera y abiertamente, no sea que, silenciando tamao
beneficio, se me tache de crimen de ingratitud.
7.8 Recibe, pues, Padre bienaventurado - aunque pobres y
por mucho inferiores a tus mritos y beneficios -, nuestras
acciones de gracias, y, cuando acojas nuestros votos,
excusa nuestras culpas y ruega para que tus fieles devotos
se vean libres de los males presentes y lleguen a los bienes
eternos.
7.9 Para concluir el tema con un eplogo que sea como una
recapitulacin de todo lo anteriormente escrito: quienquiera
haya ledo estas reflexiones, considere finalmente que la
conversin del bienaventurado Francisco, acaecida de modo
maravilloso; su eficacia en la predicacin de la palabra
divina, la prerrogativa de sus excelsas virtudes, su espritu
de profeca, unido a la inteligencia de las Escrituras; la
obediencia de las criaturas irracionales, la impresin de las
sagradas llagas y su glorioso trnsito de este mundo al cielo

son como siete testimonios que muestran y confirman


claramente ante el mundo entero que Francisco - como
preclaro heraldo de Cristo, que lleva en s mismo el sello de
Dios vivo - es digno de veneracin por su ministerio,
autntico en doctrina y admirable por su santidad.
7-9 Que le sigan, pues, seguros quienes salen de Egipto,
porque, dividido el mar con el bculo de la cruz de Cristo,
atravesarn el desierto, pasando el Jordn de la mortalidad,
para entrar - gracias al prodigioso poder de la misma cruz en la tierra prometida de los vivientes, donde se digne
introducirnos, por los sufragios del bienaventurado Padre, el
nclito salvador y gua Jess, a quien con el Padre y el
Espritu Santo en trinidad perfecta sea dada toda alabanza,
honor y gloria por los siglos de los siglos Amn.

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