Leyenda Menor - S. Buenaventura PDF
Leyenda Menor - S. Buenaventura PDF
Leyenda Menor - S. Buenaventura PDF
1. Conversin de francisco
1.1 Ha aparecido la gracia de Dios, Salvador nuestro, en
estos ltimos tiempos en su siervo Francisco, a quien el
Padre de las misericordias y de las luces previno con tan
copiosas bendiciones de dulzura, que - segn se desprende
claramente de todo el decurso de su vida - no slo le sac
de las tinieblas del mundo a la luz, sino que lo hizo insigne
por la prerrogativa y mritos de sus excelsas virtudes y lo
esclareci de forma extraordinaria mediante los preclaros
misterios de la cruz manifestados en torno a su persona.
1.1 Oriundo de la ciudad de Ass - regin del valle de
Espoleto - , fue llamado primeramente Juan por su madre,
luego Francisco por su padre; y, aunque conserv el nombre
impuesto por el padre, no abandon el significado que
contena el nombre, sealado por su madre. Y si bien en su
juventud se cri en un ambiente de mundanidad entre los
vanos hijos de los hombres y se dedic - despus de
adquirir un cierto conocimiento de las letras a los negocios
lucrativos del comercio, con todo, asistido por el auxilio de lo
alto, no se dej arrastrar por la lujuria de la carne en medio
de jvenes lascivos, ni en el trato con avaros mercaderes
puso su confianza en el dinero y en los tesoros.
1.2 Haba Dios infundido en lo ntimo del joven Francisco
una cierta generosa compasin hacia los pobres, unida a
una suave mansedumbre, la cual, creciendo con l desde la
infancia, llen su corazn de tanta benignidad, que convertido ya en un oyente no sordo del Evangelio - se
propuso dar limosna a todo el que se la pidiere, mxime si
alegaba el motivo del amor de Dios. En la misma flor de su
juventud se oblig con firme promesa ante el Seor a no
negar nunca jams - en cuanto le fuera posible - la limosna
a los que se la pidieran por amor de Dios.
1.2 No dej de cumplir hasta su muerte tan noble promesa,
y con ello lleg a conseguir un aumento copioso de gracia y
amor de Dios. Aunque continuamente arda en su corazn la
llama del amor divino, con todo, en su adolescencia implicado como estaba en las preocupaciones terrenas ignoraba todava los secretos arcanos del lenguaje celestial,
hasta que, hacindose sentir sobre l la mano del Seor, fue
afligido exteriormente con las molestias de una larga
enfermedad, al tiempo que en el interior de su alma fue
iluminado con la uncin del Espritu Santo.
1.3 Despus que hubo recuperado un tanto las fuerzas
corporales y cambiada a mejor su disposicin interior,
inesperadamente le sali al encuentro en su camino un
caballero, noble por su linaje, pero pobre de bienes
materiales. Recordando entonces al Rey generoso y al
Cristo pobre, se sinti tan movido a compasin de aquel
hombre, que - despojndose de los vestidos elegantes con
que de nuevo se haba engalanado - cubri al punto con
ellos al caballero necesitado.
1.3 A la noche siguiente, cuando estaba sumido en profundo
sueo, Aquel por cuyo amor haba socorrido al pobre
caballero se dign mostrarle en revelacin un precioso y
grande palacio lleno de armas militares, marcadas con la
ensea de la cruz. Adems se le prometi y se le asegur
con toda certeza que todo cuanto haba contemplado en
aquella visin sera suyo y de sus caballeros si es que
enarbolaba con firme decisin el estandarte de la cruz. A
partir de este momento, retrayndose de la vida agitada del
comercio, buscaba la soledad, amiga de corazones
adoloridos. All se dedicaba, incesantemente y con gemidos
inefables, a pedir al Seor que le mostrara el camino de la
perfeccin, y, tras largas y reiteradas plegarias, mereci ser
escuchado en sus deseos.
1.4 Un da en que oraba as, retirado en la soledad, se le
apareci Cristo Jess en la figura de crucificado,
penetrndole tan eficazmente aquellas palabras del
Evangelio: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a
si mismo, que cargue con su cruz y me siga, que su alma se
sinti abrasada en un incendio de amor, al mismo tiempo
que fue colmada del ajenjo de la compasin. En efecto, ante
tal visin qued su alma derretida, y tan entraablemente se
le grab en la mdula de su corazn la memoria de la
pasin de Cristo, que casi de continuo vea con los ojos del
alma las llagas del Seor crucificado y apenas poda
contener externamente las lgrimas y los gemidos.
algunos
de
los
cuales