Charla Sobre La Castidad PDF
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La fascinacin por el sexo es tan antigua como la raza humana; es algo de importancia vital
para todos nosotros. No es de extraarse, pues vivimos en un mundo que presta mucha
atencin a la sexualidad humana. Pero con tantas voces y opiniones acerca del sexo, es
difcil saber cmo hemos de utilizar este don precioso.
Desde la creacin, descubrimos que no slo disponemos del don de la palabra para
comunicarnos, sino que el propio cuerpo habla por s solo, de lo que es y de lo que est
llamado a ser. Tal como nuestras palabras revelan lo que somos, as tambin lo hace
nuestro lenguaje corporal. Nuestro Seor quiere que hablemos este lenguaje sexual con
sinceridad, porque sa es la manera de vivir nuestra sexualidad con alegra.
Este vivir con sinceridad el lenguaje sexual de nuestro cuerpo es lo que la Iglesia llama
castidad.
Hoy en da, la castidad, para gran parte de la poblacin es una virtud en desuso, una gran
desconocida, pasada de moda, incluso para muchos, con un sentido peyorativo, negativo,
de inhibicin, menoscaba la libertad del hombre para vivir su sexualidad. En el mejor de los
casos se entiende como continencia, pero en realidad es mucho ms que la ausencia de
relaciones sexuales. La castidad demanda pureza de mente al igual que de cuerpo y como
iremos viendo, posibilita el amor verdadero que nos lleva a una vida lograda, a una vida
excelente.
Nuestras acciones corporales reflejarn lo que llevemos en nuestro corazn y en nuestra
mente. De cmo ordenemos nuestros afectos depender lo que vivamos y la forma de vivir
como seores o como serviles. Si no tenemos control sobre nuestros deseos o pasiones,
entonces no seremos confiables en las cosas grandes ni en las pequeas. Seguiremos
siendo esclavos de nuestras propias pasiones y dbiles en el espritu. Si no podemos decir
no, entonces nuestro s nada significar. Cuanto ms conozcamos, aceptemos e
integremos la castidad y hagamos de ella nuestra forma de vida, la gente que nos rodea se
percatar mejor de quines somos y de la promesa de vida que llevamos en nosotros.
2. Caractersticas
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tiempo, contribuye a alimentar la civilizacin del amor; cuando por el contrario falta el sentido
y el significado del don en la sexualidad, se introduce una civilizacin de las "cosas" y no
de las "personas"; una civilizacin en la que las personas se usan como si fueran cosas. En
el contexto de la civilizacin del placer la mujer y el hombre pueden llegar a ser objetos el
uno para el otro.
4. Educar el amor humano.
Educar el corazn es ensear a los jvenes y a los que ya no lo son esta doble vertiente
del amor, que requiere, para poder vivirse, el hbito o virtud de la castidad, que es
aquella dimensin espiritual que libera el amor del egosmo y de la agresividad. Esta
educacin del corazn a la castidad, debe apuntar a tres objetivos fundamentales. El
primero es producir y conservar en la familia un clima positivo de amor, de virtud y de
respeto a los dones de Dios; particularmente al don de la vida. El segundo es ayudar
gradualmente a los hijos a comprender el valor de la sexualidad y de la castidad y sostener
su desarrollo con el consejo, el ejemplo y la oracin. El tercero, consiste en ayudarlos a
comprender y descubrir la propia vocacin al matrimonio o a la virginidad.
Por todo ello, de vital importancia reelaborar una propuesta educativa atractiva, que tenga
su centro en la originalidad de la experiencia cristiana del amor. El mtodo educativo
cristiano no se caracteriza por un simple hacer, en el sentido de tener experiencias, ni por un
simple informar, en el sentido de conocer determinados medios o tcnicas, sino que lo
caracterstico de la experiencia educativa es buscar y encontrar un sentido, que nos
conduce a la progresiva unificacin de la persona que le saque del analfabetismo emotivo
en que se encuentra.
En este sentido, Livio Melina, Presidente del Instituto Juan Pablo II, en la conferencia que
pronunci en Segorbe en el verano de 2006 deca:
este analfabetismo emotivo, puesto de relieve por socilogos y psiclogos, significa una
incapacidad de leer y escribir. Incapacidad de leer las propias emociones y los propios
sentimientos, lo que hace que sean alejados o que exploten de manera incontrolada;
incapacidad de interpretar el propio mundo interior y de darle un sentido dentro de un marco
general de significado. Incapacidad de escribir en la trama de la propia existencia y de la
historia lo que se siente dentro de s, permaneciendo silenciado o mal expresado,
incomprensible e irrealizable. El contexto de soledad, la falta de puntos de referencia con
autoridad, de maestros, de historias narradas, de comunidades vividas, impide la
La castidad sera la virtud que integra el mundo de los deseos y de los afectos en el bien de
la persona, en el sentido ltimo de su actuar. Como virtud que es, la castidad permite la
integracin lograda de los dinamismos relativos al mbito de la sexualidad en el bien de la
persona, posibilitando la apertura al don de s de toda ella, en el proceso de construccin de
una comunin. Permite vivir la sexualidad, en sus dimensiones de afectividad, deseo y
racionalidad, en una unidad dinmica.
Sin comprender bien, la castidad, su esencia y su papel en la vida personal, nos jugamos la
propia felicidad y sentido: la integracin afectiva del sujeto moral en modo tal que pueda
construir con excelencia una vida de comunin autntica. Ms all de una cuestin
normativa y de correccin en las acciones concretas, se trata de adquirir el arte de amar en
la realidad de la fragmentacin que tantas veces amenaza el actuar personal.
Karol Wojtyla deca que si hay alguna virtud que haya perdido a causa del resentimiento su
derecho de ciudadana en el alma, en el corazn del hombre, es a buen seguro la castidad.
[] Se ve en la castidad y en la continencia sexual los grandes enemigos del amor, y de
ah que se les niegue la estima y el derecho de ciudadana en el alma humana. Segn esta
opinin, la castidad tiene su razn de ser fuera del amor del hombre y de la mujer, pero no
en s mismo. [] Conviene eliminar, por de pronto, todo ese peso de subjetividad que grava
sobre nuestras opiniones acerca del amor y acerca de la felicidad que puede aportar aqul
al hombre y a la mujer.11
La virtud tiene relacin con la dinmica desiderativa. Vimos que: la clave del deseo no se
halla en dominarlo, negarlo o destruirlo, sino en su ordenacin hacia el bien de la persona;
estamos ante una cuestin de sentido, de orientacin. La castidad -que ordena al fin de
manera razonable-, es una luz que libera al hombre de la dispersin y de la esclavitud
respecto de un placer perdido que hace imposible la vida plena. La virtud de la castidad
integra el deseo sexual en el bien de la persona.
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1. Actitud de egosmo
6. Entusiasmo
3. Decepcin
5. Alegra, gozo
4. Tristeza
4. Encuentro
5. Angustia
3. Colaboracin
6. Desesperacin
2. Respeto y estima
1. Generosidad
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ausencia de significado de la
sexualidad.
Pornografa
Hoy, de la represin que supone una prohibicin irracional de la sexualidad, se ha pasado a
la obsesin de la pornografa. Todo se ve sexualizado hasta convertir la sexualidad en
artculo comercial. La publicidad, los espectculos, etc., se sirven de la sexualidad para fines
lucrativos, degradndola hasta rebajar a la persona humana a objeto o medio para la venta
de cosas o ideas. Esta comercializacin es fruto y fuente, al mismo tiempo, del
pansexualismo, que con visos cientficos, intenta interpretar todo el mbito de la realidad
humana a base de lo sexual, como si ste fuera el nico valor constitutivo de la vida.
Estas acciones dan como resultado experiencias vacas de significado personal verdadero.
Se utiliza a las personas como simple medio para provocar una excitacin, no se
corresponde con la verdad de la persona, pues no responde a un deseo de amar y ser
amado. Las personas son utilizadas y se dejan utilizar, por lo que supone una manipulacin
y una mercantilizacin del cuerpo humano (y por tanto de las personas). Convertir a
hombres, mujeres y nios incluso en objetos sexuales y desvincular la afectividad de la
sexualidad no corresponde a lo que las personas quieren y no las hace ms felices, pues
las personas buscan satisfacciones profundas y no nicamente una saciedad fsica
momentnea.
La pornografa pretende, con la exhibicin del cuerpo, generar una reaccin sensual en
quien la examina, pero sin referencia alguna a la persona como tal, al misterio de su
unicidad e irrepetibilidad, ofreciendo un objeto ms a consumir: el cuerpo humano. De este
modo destruye el significado esponsal del cuerpo introducindolo en un nuevo simbolismo:
el del uso.
La pornografa ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta
gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, pblico),
pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia
ilcita. Introduce a unos y a otros en la ilusin de un mundo ficticio15.
D*
Autoerotismo
Este comportamiento afectivo peculiar conduce a la persona a agotar en s misma toda la
experiencia sexual, provocando voluntariamente la excitacin y la saciedad sensual en un
contexto de fantasas y deseos erticos. Pone de relieve la dificultad de una interpretacin
verdadera del actuar sexual. Suele surgir principalmente en el periodo de la adolescencia,
pero puede tambin llegar a prolongarse en el tiempo, o a reaparecer en periodos
posteriores.
Qu valoracin hacer de esta realidad? Ms all de la relacin a una deficiente educacin
sexual, y ms all de la responsabilidad que la persona pueda tener, interesa comprender
cul es el planteamiento directamente tico que est en juego:
Desconexin de esta conducta con la plenitud de una vida lograda. La sexualidad
aparece aqu como la posibilidad de un placer, de una dinmica tensin-distensin
que restablece un equilibrio en la persona.
Percepcin subjetiva del impuso sexual como una necesidad, coactiva y cclica.
Obsesionarse en la satisfaccin sexual impide a la persona comprender lo que est
realmente en juego.
Carece de un elemento directa y realmente personal, que, como mximo, puede ser
simplemente figurado en la propia fantasa. La finalizacin del impulso sexual no
encauza al sujeto a una salida de s mismo para dirigirse a otra persona, sino a
simular la causa neurofisiolgica que produce la descarga de tensin con una
estimulacin genital.
Por eso no ordena a la persona a una plenitud de vida, sino que la encierra en la
soledad. De ser un dinamismo que ayudaba a salir de s mismo, de la soledad,
resulta que ahora confina progresivamente a la persona en la propia soledad,
desfigurando el significado esponsal del cuerpo, que pierde su dimensin relacional.
En el caso de la pornografa y la masturbacin los efectos ms dainos se perciben
despus, cuando realmente tratas de amar a una mujer. Estas conductas de vrtigo, cuando
se convierten en compulsivas, producen tal defragmentacin en la persona, al no tener en
cuenta las dimensiones afectiva y espiritual, y quedar centradas en s mismo, que
incapacitan para la donacin. Estar con la persona amada, podr obtener satisfaccin
fsica, quizs, pero tendr serias dificultades para sentirme en pertenencia y en comunin
con ella. Por qu? Porque he grabado en mi cerebro y en mi corazn una forma de
relacin yo ello, que cosifica, en lugar de una relacin yo t que me trasciende y llama al
encuentro.
Son relaciones de vrtigo, toda relacin sexual separada del amor y del matrimonio, la
masturbacin, pornografa, infidelidad, actos homosexuales, prostitucin, las perversiones
sexuales y todas despus de una aparente euforia nos abocan a la tristeza y soledad,
Muchas de estas conductas de vrtigo si no estamos alerta terminan constituyendo una
adiccin sexual. Explicar ciclo adictivo.
Cacera ritual
Placer
Obsesin
Retorno a la normalidad
Desencadenante
Tentaciones
Situaciones dep.
Adversidades
etc
Torbellino emotivo
Remordimiento
Justificacin
Desesperacin
Promesas
Juicios dainos
No me quieren, soy
despreciable, no
sirvo para nada,
quejarse,
lamentarse etc P.A.
Situacin de
vulnerabilidad
El vrtigo nos desorienta porque no se deja inspirar por el ideal de la unidad. El xtasis nos
centra porque se mueve, agradecido, a la luz del ideal del encuentro.
El proceso de fascinacin o vrtigo no nos plantea exigencias, responde a una actitud de
entreguismo. Nos invita simplemente a dejarnos arrastrar. El xtasis, en cambio, se muestra
muy exigente; nos introduce en una noche de largas y pacientes purificaciones.
El vrtigo es la consecuencia de la fascinacin que nos produce el halago de las ganancias
inmediatas, sean de tipo intelectual o de tipo sensible. El xtasis es fruto de la atraccin que
ejerce sobre nosotros lo valioso cuando no queremos dominarlo, sino respetarlo, estimarlo y
colaborar con l.
El vrtigo es alienante, nos deja fuera de nosotros mismos, dispersos, faltos de la unidad
que nos otorga la vinculacin creadora a lo valioso. Las experiencias de xtasis constituyen
los jalones de nuestro proceso de desarrollo.
Las experiencias de vrtigo son momentos degenerativos que bloquean el despliegue de la
personalidad. El xtasis nos ampara, al abrirnos a formas autnticas de encuentro, tan
arriesgadas como fecundas. El vrtigo, tras la exaltacin del primer instante, nos deja en
situacin de desamparo espiritual.
El dominio de s. Vivir la Castidad Hoy
La castidad implica un aprendizaje del dominio de s, que es una pedagoga de la libertad
humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se
deja dominar por ellas y se hace desgraciado.16 Toda persona sabe, tambin por
experiencia, que la castidad requiere rechazar ciertos pensamientos, palabras y acciones
pecaminosas, como recuerda con claridad San Pablo (cf. Rm 1, 18; 6, 12-14; 1 Cor 6, 911; 2 Cor 7, 1; Ga 5, 16-23; Ef 4, 17-24; 5, 3-13; Col 3, 5-8; 1 Ts 4, 1-18; 1 Tm 1, 8-11; 4;12).
Por esto se requiere una capacidad y una aptitud de dominio de s que son signo de libertad
interior, de responsabilidad hacia s mismo y hacia los dems y, al mismo tiempo,
manifiestan una conciencia de fe; este dominio de s comporta tanto evitar las ocasiones de
provocacin e incentivos al pecado, como superar los impulsos instintivos de la propia
naturaleza.
Nuestra sexualidad y nuestra vida espiritual estn ntimamente vinculadas. La persona casta
integra la sexualidad en su personalidad y por tanto, expresa su unidad interior como ser
8
corporal y espiritual. La persona casta tiene la capacidad de relacionarse con otros de una
manera verdaderamente humana, lo que refleja el estado de vida de la persona: soltera,
matrimonio o celibato consagrado.
Vivir la virtud de la castidad significa colocar nuestro deseo de placer sexual bajo la gua de
la razn y la fe. Es una de las piedras angulares del templo de nuestro cuerpo, un pilar
necesario para una vida recta. La virtud de la castidad supone la integracin de los poderes
del amor y la vida que han sido depositados en nosotros. Esto asegura la integridad de la
unidad de la persona y se opone a cualquier conducta que podra distorsionarla. Las
personas castas no toleran la doble vida ni la ambigedad en el lenguaje de sus cuerpos.
El no vivir castamente conduce a una existencia centrados en nosotros mismos que nos
ciega a las necesidades, las alegras y la belleza del mundo que nos rodea.
El reto de vivir castamente hoy es difcil para todos: solteros, casados o consagrados. El
mundo a nuestro alrededor promueve ideas distorsionadas sobre nuestro cuerpo y
relaciones, ideas que pueden provocar que la gente pierda el equilibrio y permita que
opiniones destructivas sobre la sexualidad ejerzan su influencia. Si queremos permanecer
fieles y resistir las tentaciones, debemos desarrollar estrategias que nos ayuden a vivir en
santidad y en libertad.
La virtud de la castidad17 nos ilumina a quin pertenecemos, de quien somos y nos confiere
una actitud de respeto hacia nosotros mismos y hacia los dems, sanando el deseo de
posesin y codicia hacia el hermano.
El padre Molini, en el libro Mi vocacin es el amor le dice a Sta. Teresita de Lisieux que la
castidad es la alegra de ser un bien de Dios. Dice, Toda revelacin intil de nosotros
mismos es ya algo impuro Castidad, pues, como sentido de pertenencia a Dios y medida de
nuestra intimidad con l. La castidad es una virtud social. El don de la castidad nos da la
capacidad de poseernos a nosotros mismos y de no desear poseer a los dems. Cuando
perdemos el sentido de que pertenecemos a Dios perdemos el gobierno de nuestra persona
y nos volvemos exigentes y posesivos con los dems. La caridad, la castidad y la justicia se
reclaman mutuamente
La castidad se ha vivido desde una visin muy alejada de la visin integral de la persona
humana. La castidad, entendida como virtud de autodominio y autodonacin para aprender
17
a amar, atraviesa todas las dimensiones de la persona (la inteligencia, la voluntad, los
afectos, la libertad y la dimensin fisiolgica). Sin embargo, el significado de la castidad ha
sido reducido prcticamente al gobierno de la continencia en la conducta sexual (si no
practicas no pasa nada), y qu hacemos con los sentimientos, con los deseos, con la
mirada impura?
6. El gobierno de las emociones.
Todos, continuamente, experimentamos aspiraciones muchas veces encontradas entre el
cuerpo y el alma, que hacen exclamar dramticamente a San Pablo: la carne tiene
apetencias contrarias al espritu, y el espritu contrarias a la carne (Gal 5,17).
Estas emociones son manifestaciones de nuestro mundo afectivo profundamente rico y
complejo. No podemos prescindir de nuestra afectividad. No est el ideal humano en la
muerte o represin del afecto, sino en que ocupe su lugar. En el justo medio est el
equilibrio. Si dividiramos a los hombres segn el lugar que el mundo afectivo tiene en sus
vidas nos encontraramos ante el espectculo de tres grupos muy diversos:
En un extremo el hombre desequilibrado por el cerebro: es el insensible, el cerebral, el
inconmovible, el aptico y el glacial. Existe un tal? Conozco un planeta dice el Principito
en donde hay un seor carmes. Jams ha aspirado una flor. Jams ha mirado una estrella.
Jams ha querido a nadie. No ha hecho ms que sumas y restas. Y todo el da repite: Soy
un hombre serio! Soy un hombre serio! Se infla de orgullo. Pero no es un hombre... es un
hongo!18. Estos son hombres interiormente muertos. Es una de las clases de duros de
corazn (que no agota la especie, pues hay otra dureza de corazn que nace del odio
pasional ensaado).
Con un esquema lo representaramos: A (Inteligencia + Voluntad). Como se ve, son mitad
inteligencia y mitad voluntad; con afectos tan disminuidos que apenas se notan.
En el otro extremo colocamos al hombre desequilibrado por los pies: ste es el
sentimental o afectivo; es decir, el sumergido en los sentimientos. No pensemos encontrar
bajo este ttulo nicamente al mendigo de cario; hay que pensar tambin en todos los
tiranizados por la pasin: al romntico, al colrico, al temerario, al sensual, al depresivo. Es
decir, a todos aquellos cuyo mundo espiritual naufraga en la tormenta de los afectos y
sentimientos.
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Como encierra dos tipos (el afectivo y el ablico), su imagen es una de las dos siguientes:
El tipo B (afectos + inteligencia + voluntad), es el apasionado en quien dominan los
afectos, la inteligencia se aplica a justificar sus actitudes pasionales, y la voluntad viene en
ltimo lugar prcticamente sin jugar ningn papel importante en su vida.
El tipo C (Inteligencia + afectos + voluntad) es el bien pensante pero ablico: juzga bien
especulativamente, sabe lo que est bien y lo que est mal, lo que tiene que hacer, e incluso
hace planes... pero el lugar que debera ocupar la voluntad lo tiene dominado la afectividad.
Por eso es inconstante, dbil, flojo, incapaz de perseverar en sus propsitos. Y llora sus
fracasos y su impotencia espiritual.
Y en el centro, lejos de las anteriores desbarrancadas clases, nos topamos con el hombre
centrado, el equilibrado, el que es seor o sea dueo de s y de sus afectos. Un hombre
que siente, pero que tiene puestos los sentimientos al servicio del alma. Su imagen es sta:
Tipo D (Inteligencia + voluntad + afectos) Para alcanzar este estado de aplomo humano,
la razn y la voluntad deben regular, no anular, la afectividad sensitiva, ordenando e
integrando los valores sensibles en el conjunto armnico de la personalidad humana.
Dominio y educacin de las pasiones
Una determinada pasin, si es muy vehemente, fija de alguna manera la imaginacin en un
objeto y esto predispone para el juicio racional proclive a la pasin, es decir, para que uno
sea favorable y tendencioso hacia el objeto de su pasin y siempre indulgente para juzgar lo
que ama afectivamente. Esto es ms fuerte todava cuando la pasin se ha arraigado por
la repeticin de actos pasionales a modo de hbito pasional. En este caso es capaz de
ejercer un predominio absorbente sobre la razn cautivando la atencin y exigiendo su
justificacin.
El que ama pasionalmente est constantemente preocupado por lo que ama y slo piensa
en ello sin poder apartar su imaginacin. Se dice en este sentido que la pasin ciega el
alma; ms propio sera decir que la obsesiona.
El apasionado siempre tendr razones para hacer lo que hace, es decir, para no
desafectarse de aquello a que est pasionalmente atado. Por supuesto que estas razones
no sern otra cosa que lo que san Ignacio llama sofismas, sutilezas, falacias y aparentes
razones.
Las pasiones ordenadas, es decir, enderezadas al bien, moderadas y sometidas a la
voluntad son de mucho provecho porque estimulan poderosamente la actividad del
entendimiento en el proceso de discernimiento y de la voluntad por el trabajo realizado al
encauzarse en la misma direccin del bien autntico y racional.
Las pasiones hay que educarlas o, de lo contrario, asfixian el alma.
En uno de sus libros, Leonardo Castellani relata la fbula de la Boga glotona y del Sbalo
bonachn pero curioso. Los dos estaban asechados por el pescador del ro cuando la Boga,
picada por la voracidad sali a la superficie tentada por una apetitosa langosta; la gula le
hizo terminar su vida en el tridente del pescador.
El Sbalo no vio la muerte de la Boga, pero lo sospech por el ruido. Y ah se hubiera
quedado escondido si no le hubiese picado tanto la curiosidad. La curiosidad se lo coma
vivo, escribe el fabulista. Y as, despus de un rato, cuando todo qued en silencio sali
despacito y se aventur sigilosamente. Se preguntaba:
Qu le habran hecho a la Boga?. Traz dos crculos silenciosos y se incorpor de un
salto. Vio el cielo, el sol, el ro, los rboles, el Hombre en su canoa... y el relmpago de la fija
mortal, que lo traspas desde lo alto. Y as acab miserablemente.
To..., no entiendo bien esta fbula, le pregunta el nio al escritor. La Boga muri a
causa del vicio de la gula. Pero el Sbalo muri tambin y no tena vicio. No tena vicio;
pero tena dice el to una pasin indomada.
Entends?.19
Aplicaciones educativas
La voluntad debe actuar enseoreando la vida afectiva.
(a) En las situaciones normales...
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potencias para que puedan alcanzar los fines que las perfeccionan. El mismo Seor que
dijo:
Sin m, nada podis hacer (Jn 15,4).
Yo estoy con vosotros (Mt 28,20).
No temis, yo he vencido al mundo (Jn 16,33).
Para que se comprenda adecuadamente la funcin de las virtudes morales en el plano de la
afectividad creo muy conveniente hacer notar que tanto en el ejercicio del bien (actos
buenos) como del mal (actos malos) hay tres posibles modos de accin.
Ante todo, un acto bueno que involucre nuestra afectividad puede hacerse de tres modos:
(a) De modo puramente casual, como cuando una persona se sirve una cantidad
juiciosa de vino simplemente porque sa es la nica cantidad que quedaba en la
botella o porque el encargado de servir slo ofrece esa cantidad, pero no porque l
elija tomar esa medida y no ms ni menos. Esto es un acto humano en sentido
impropio, porque no hay eleccin personal propiamente dicha.
(b) Cuando la voluntad refrena el instinto imponindole con firmeza la medida. Y esto es
lo que hace la virtud imperfecta de la continencia, la cual, sin embargo, por ser virtud
que acta sobre el afecto desde la voluntad, slo puede ejercer su seoro ante
inclinaciones pasionales normales, pero no puede hacerlo (ordinariamente) en las
pasiones vehementes imprevistas y a veces en las muy vehementes, aunque sean
confusamente previstas.
(c) Finalmente, cuando la misma afectividad ha sido ordenada desde adentro,
imprimindole una inclinacin propia a seguir el dictamen prudencial; y esto es lo que
hace la virtud moral (templanza o fortaleza). Esta inclinacin, por ser intrnseca al
afecto previene la pasin imprevista o da la capacidad de corregirla desde adentro
cuando surge.
Esta distincin que acabo de hacer es clave en la doctrina de las virtudes de Aristteles y
Santo Toms y nos lleva a plantear un principio psicolgico y moral de enorme importancia,
y es el siguiente: para hacer un acto bueno, en el orden afectivo, es suficiente la virtud
imperfecta de la continencia mientras no haya ataques pasionales repentinos; pero para
tener un equilibrio afectivo estable no basta esta virtud imperfecta sino que hace falta la
virtud moral correspondiente.
Ejemplo. 1
Saltarse el disco en rojo (vicioso)
Pararse en el disco porque est en guardia en la esquina (persona continente) La
continencia como virtud imperfecta, que vale para un apao pero no me da la felicidad
porque vivo el hecho aguantndome porque no me queda otra.
Pararse en mbar porque lo percibo como un bien para m y para los dems y lo tengo
perfectamente integrado en mi vida. (Virtuoso)
La virtud de la continencia sirve para momentos porco exigentes del da a da pero ante una
situacin de mxima exigencia es necesaria la virtud de la castidad.
Ejemplo 2. Infidelidad.
En sntesis, la castidad permite:
a) Integrar todos los dinamismos de la persona, que hace posible la donacin al otro de
toda la persona, en la construccin de una comunin.
b) Permite vivir la sexualidad, la afectividad, el sentimiento, en una unidad dinmica, en la
apertura al don de s, en conformidad con el estado de vida en que se desenvuelve la vida
de cada cual.
c) Supera las dificultades que obstaculizan el amor, como la inestabilidad o la tristeza, dando
estabilidad, facilidad y alegra para actuar segn el bien.
d) Permite amar de verdad, actuando o dejando de hacerlo en orden a la totalidad personal,
y no hacia una de sus partes buscando una vida lograda.
La persona casta
No es aquella que busca, de una manera narcisista, una especie de equilibrio, a
partir de unos conocimientos tericos o unas habilidades prcticas adquiridas.
No es un hombre o una mujer continente en el orden sexual, una especie de ser
invulnerable a cualquier realidad que pueda afectarle, o que reaccionara con una
frrea fuerza de voluntad evitando todo impulso sexual.
Es ms bien alguien cuyos dinamismos han sido integrados y finalizados en el bien
de la persona, que se actualiza en las acciones concretas que pone en juego en el
mbito de la sexualidad.
Es una persona que ha adquirido un hbito electivo: La castidad hace posible algo
singular: reaccionar siempre bien, ser atrados por el bien verdadero y no slo por un
buen momento. [] La castidad implica una orientacin total del sujeto hacia la
persona amada, con la intencin de promoverla y de construir una comunin con
ella; una intencionalidad que configura el deseo sexual de los dos.
Es un hbito electivo, porque ha adquirido la habilidad de elegir cum ratione, de amar en
verdad. Slo as seremos dueos de nosotros mismos para libremente poder donarnos.
La virtud de la castidad, como cualquier otra, necesita un terreno adecuado para surgir:
El primer elemento de este marco es la gracia divina necesaria para nuestra
naturaleza herida por el pecado. La castidad no se plasma slo desde la voluntad a
fuerza de codos, es necesaria la vida sacramental y de intimidad con Jesucristo. En
el encuentro con l, la vamos conformando a lo largo de las distintas edades de la
vida y con relacin a las diversas experiencias que vamos viviendo. En esta vida en
Cristo adquieren un valor determinante la vida de sacramentos. La Eucarista no slo
permite comprender el sentido ltimo de la sexualidad, es decir, la donacin de s
mismo en el cuerpo, sino que adems otorga la fuerza para vivirlo, alimentando
desde el interior a la propia persona. El perdn de los pecados reconcilia y sana,
como verdadero leo, el corazn de la persona.
El segundo elemento es el realismo psicolgico: debemos conocernos como
somos, sin falsas autocompasiones ni falaces presunciones. Debemos conocer
nuestros lmites y nuestras capacidades, porque la virtud crecer muchas veces
realizando los dones potenciales que Dios ha dado a nuestra naturaleza. Vale muy
bien aqu aquello de santa Teresa: por la mayor parte, todas las inquietudes y
trabajos [sufrimientos] vienen de no entendernos.
Un tercer elemento es el orden del amor: porque en gran medida la educacin de
las pasiones o afectos y la adquisicin de las virtudes depende de que est ordenada
la caridad, es decir, de que cada amor ocupe en nuestro corazn el lugar que le
corresponde (Dios por encima de todo, nuestra alma, el prjimo, etc.); muchas veces
los afectos desordenados se disfrazan de celos, intereses, preocupaciones, etc. que
no son tales y que con una ordenacin debida se regularizan.
La cuestin es no de quedarnos anclados en la belleza y en la bondad de algo creado como
es nuestra realidad corporal y confundir lo que es puente hacia Dios, con el mismo Dios. La
idolatra del cuerpo (y todo abuso de nuestra sexualidad es una idolatra, como lo es todo
pecado) hace de ste un obstculo para el amor verdadero entre el hombre y la mujer y
entre toda persona humana y Dios.
La castidad tiene que ver mucho con la mirada, icnica de admiracin, que remite a un amor
mayor que la sostiene, (belleza de un cuadro, un atardecer o de una mujer) o idoltrica
(mirada de posesin, que cosifica). Las mujeres que tienen una sensibilidad especial se dan
cuenta cuando son miradas de esta forma.
Sin la castidad, la mirada del hombre y de la mujer sobre la sexualidad es una
contemplacin tergiversadora: el sexo es visto no ya como un comienzo del viaje del hombre
hacia Dios, o como un jaln ms del itinerario hacia nuestro destino, sino como el final del
viaje; y echamos anclas antes de salir del puerto.
Slo la castidad puede devolvernos esa mirada del cuerpo purificada, capaz de admirar sin
rebajar, de gozar sin abusar, de caminar sin detenerse, de amar sin extraviarse. Por eso la
castidad verdadera es delicada pero una vez adquirida nunca es dbil.
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