3 El Abrazo

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D Í A

EL ABRAZO
TEXTO CLAVE: MARCOS 1: 40-45

«Vino a él un leproso que, de rodillas,


le dijo: -Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús, teniendo misericordia de él, extendió
la mano, lo tocó y le dijo: -Quiero, sé limpio.
Tan pronto terminó de hablar, la lepra
desapareció del hombre, y quedó limpio».
Marcos 1: 40-42 (RVR1995)
SOJA 2020 DÍA TRES

TODOS LO CONSIDERAN UN MUERTO EN VIDA, PERO ÉL TODAVÍA


NO HA CERRADO EL HORIZONTE DE SU ESPERANZA, A PESAR DE
QUE «NINGUNA OTRA ENFERMEDAD REDUCE A UN SER HUMANO
POR TANTOS AÑOS A UNA RUINA TAN REPULSIVA».1


El veredicto del sacerdote había sido inapelable: ¡Leproso! Y no fue
todo, debió abandonar lo que constituía su vida y quedar excluido
para siempre de su casa, de su familia y de su pueblo, condenado a
deambular por el «cementerio de los leprosos». Lo mismo sucedía Cada acto del ministerio de
en la Edad Media. El sacerdote, vestido con sus hábitos ceremoniales
y con un crucifijo en la mano, conducía al leproso a la iglesia y leía Cristo tenía un propósito de
ante él el servicio fúnebre. A partir de ese momento se lo consideraba
largo alcance. Abarcaba más de
como un muerto… Debía vestirse con un manto negro y habitar
en un lazareto.2 lo que el acto mismo revelaba.
La lepra despertaba terror. Según el tipo de lepra, se ulceran las
Así fue en el caso del leproso.
manos y los pies, se pierden dedos, pies, manos. Es una muerte Mientras Jesús ministraba
progresiva del cuerpo. El leproso se convierte en un ser repulsivo
para los demás y para él mismo. a todos los que venían a él,
anhelaba bendecir a los que no
Desde entonces tiene que asumir, aunque no lo comprenda, que lo
que aflora en su piel es una maldición, de la que él no sabe nada, de venían.”
la que nadie había sospechado nunca, pero que ahora todos creen
ver. El veredicto marca el antes y el después. Ese fue el último día Ellen G. White, El Deseado de todas las gentes, p. 230.

y el primero de otra vida en la que dejó de ser él para convertirse


en un leproso, ante quien todos vuelven la cara huyendo hasta de
su sombra.

En contra de todos, el leproso del evangelio se escapa del «mundo


de los muertos» para evadirse, aunque solo sea por unas horas,
asomándose al de los vivos, esperando el milagro.

Esa sensación de haberse convertido de pronto en un peligro ame-


nazador, le hace más daño que su propia condición de leproso, que
en realidad no le produce dolor. Sufre por sentirse expulsado de su
mundo y no poder regresar jamás. Ese miedo le hace estremecerse
EL ABRAZO


Da la impresión de que quisiera
aproximarse a los que se con-
sideran más alejados de Dios:
los rotos, los marginados, los
abandonados, los malditos.”

Ha cambiado de mundo, de cara, de cuerpo, pero aún despojado


de todo eso, algo de él permanece arraigado para siempre en su
entraña: sus sueños. Ya no quiere ni imaginar lo que hubiera podido
ser en su vida, según sus proyectos, pero…

En la soledad dolorosa de su ser interior, no puede reprimir el deseo


de volver a ser quien era y de sentirse acogido, un día, por el abrazo
de quienes se despidieron de él sin atreverse a tocarlo. Desde enton-
ces vaga merodeando los lugares habitados, reconociendo de vez
en cuando a algunos de los suyos sin que ellos lo sepan, al margen
del camino, tapándose la cara.

Cuando se acerca alguien, los gritos de ¡Inmundo!, ¡Inmundo!, rom-


pen el silencio. A veces, desde los carros les arrojan algún óbolo, un
mendrugo de pan, o las sobras que no han querido los perros. Se
precipitan sobre el polvo y, si consiguen algo, levantan los brazos al
cielo bendiciendo la dádiva. Si algún leproso se acerca a jinetes o
carros, los alejan con el látigo, golpeando sus espaldas, sus manos.
menos ante la muerte espantosa que le espera, que ante la vida de
apestado que ya lleva. Para todos ha dejado de ser «persona», es un Las mieses están ya casi doradas… Al ocultarse entre las espigas
leproso. Pero las garras de su memoria siguen aferradas a los lugares para no ser visto, alzan el vuelo bandadas de gorriones; las aveci-
de donde lo desterraron y a las gentes que él sigue amando, que llas exigidas en la ceremonia de purificación de los leprosos, bien
continúan viviendo con él en los recuerdos de una realidad anterior, lo sabe él. La senda que conduce al lazareto se aleja del camino
desaparecida de modo tan completo que parece increíble. por el que transitan gentes, rebaños… El leproso va acercándose a
paso lento porque ya le faltan varios dedos en los pies y los que le
Al tormento de ver que su cuerpo se va cayendo a pedazos, se une quedan no los siente.
el sufrimiento moral de preguntarse: ¿Qué falta estaré pagando?
¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Cómo es posible que el Hace tiempo que el leproso vigila el posible paso del Maestro, del
Cielo me haya enviado algo así? Al rechazo social y afectivo se une que se cuentan milagros, y hoy, por fin, lo reconoce al llegar rodeado
la marginación espiritual al creerse también maldito de Dios. entre los suyos, y se dirige a él.

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El leproso sabe que Jesús quiso purificar el templo de mercaderes in- Pero Jesús no solo no teme al riesgo ni a las normas, sabe que este
dignos, pero jamás oyó decir que purificase los caminos de leprosos. hombre necesita tanto la salud como el abrazo de Dios. Todos ne-
Da la impresión de que quisiera aproximarse a los que se consideran cesitamos sentirnos aceptados, sabernos queridos, amados y hasta
más alejados de Dios: los rotos, los marginados, los abandonados, los abrazados. Es muy difícil desarrollar una personalidad equilibrada,
malditos. Los perdidos inspiran en él una ternura singular. Gente que serena, sólida sin un mínimo de autoestima, que solo se comunica
no cumple las reglas de la pureza, tanto si tiene la culpa como si no. bien a través del contacto.

El Maestro, dejando a los suyos aterrados, avanza resuelto al encuen- Una vez sanado, Jesús lo envía a cumplir con las exigencias legales
tro del leproso, como si comprendiera lo que espera de él. Jesús sabe para su purificación. Le urge a que se presente al sacerdote en el
que el amor es el medio para acercarse sin miedo, tanto al corazón templo, antes de que corra la noticia de que un leproso ha sido
del más miserable, como al corazón de Dios. curado por Jesús. Así, sin prejuicios, las autoridades le darán sin
más su certificado de curación, y será aceptado en el seno de su
El leproso no vacila. En la mirada del Maestro hay un imán que lo familia y su medio.
atrae. Avanza a su vez hacia Jesús y de rodillas gritando, le dice: «¡Si
quieres, puedes limpiarme!» (Marcos 1: 40).

Entonces el Maestro sigue avanzando hasta él y lo toca, o lo abraza.


Toca sin miedo al intocable. Su abrazo lo realiza antes de la curación,
y a un cuerpo ulcerado, mutilado, repugnante. De haberlo sanado
a distancia hubiera reforzado la impresión de asco y repulsión que
el leproso está harto de leer en los rostros de la gente.

El Maestro conoce las leyes; si toca a un leproso se hace inmundo.


Es muy difícil
desarrollar una
personalidad
equilibrada, serena,
sólida sin un mínimo
de autoestima, que
solo se comunica bien
a través del contacto.”

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EL ABRAZO


Jesús enseña con su ejemplo, a darlo
todo, a no limosnear. A luchar por la
justicia, a no contentarse con un poco
de caridad, a dignificar y reinsertar a los
marginados.”

El Maestro le insta a que no diga que ha sido sanado por él, pero eso
es imposible, tanto como pedirle al sol que deje de brillar.

El ex leproso corre hacia el templo a por el deseado documento. Por


las calles sortea los empujones de los esclavos que tiran de asnos
cargados, de rameras que bullen junto a la caserna de los soldados
romanos y llega al atrio para comprar su ofrenda en el rincón de
las aves, destinadas al sacrificio por las mujeres paridas, ofrendas
de leprosos curados…

Tras la ofrenda ritual, el leproso es admitido de nuevo en el mundo


de los sanos.

Estrechando contra su pecho su certificado de pureza, corre hacia


su casa, a abrazar a su mujer, sus hijos, sus padres, sus hermanos. A
retomar su vida donde las injusticias del mundo le obligaron a dejarla.
Por fin vuelve a ser él mismo. Tocado por la gracia, entiende que ya
es otro, más libre que nunca, porque Dios lo quiere libre como las
avecillas que revolotean en los sembrados.

Pero ahora es Jesús quien debe retirarse en cuarentena. Su encuentro


con el leproso ha tenido lugar en público y son numerosos los testi-
gos que lo han visto abrazado a un inmundo. Como consecuencia,
el Maestro tiene que permanecer fuera de las ciudades, cuarenta
días, como los sospechosos de lepra. Jesús enseña con su ejemplo, a
darlo todo, a no limosnear. A luchar por la justicia, a no contentarse
con un poco de caridad, a dignificar y reinsertar a los marginados.
Jesús vino a este mundo a sanar y salvar, aunque nadie, ni siquiera
sus propios discípulos, entienda el extraño porqué de su abrazo
generoso a un repulsivo leproso.

1 E. W. G. Masterman, citado por William Barclay en Comentario al Nuevo Testamento


Volumen 3 - Marcos, Terrasa, Barcelona: Editorial CLIE, 1995, p. 57.
2 William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento Volumen 3 - Marcos, Terrasa, Barce-
lona: Editorial CLIE, 1995, p. 59.

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SOJA 2020 DÍA TRES

PREGUNTAS
1. ¿Qué actitudes pueden hacer que las personas a tu alrededor se sientan marginadas e ignoradas, como el leproso?
¿Cómo puedes evitarlas?


2. ¿Qué nos enseña la experiencia del leproso acerca de la gracia de Dios? ¿Cómo se acerca Jesús al leproso?


3. ¿Cómo podemos, como iglesia y como individuos, hacer que los demás se sientan «aceptados, queridos, amados y
hasta abrazados»? Pon en práctica alguna de las propuestas en las próximas 2 semanas.





4. ¿Por qué piensas que Jesús le pidió al leproso que permaneciera callado? ¿Qué podemos aprender de la incapaci-
dad del leproso para hacerlo?



5. «Jesús… debe retirarse en cuarentena… Son numerosos los testigos que lo han visto abrazado a un inmundo. Como
consecuencia, … tiene que permanecer fuera de las ciudades, cuarenta días, como los sospechosos de lepra». ¿Qué
te produce el ver que Jesús lo da todo por nosotros? ¿Cómo te inspira su ejemplo?



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DESAFÍO PERSONAL
Piensa en una persona que pueda sentirse desplazada, marginada o sola. Escríbele un mensaje positivo esta
semana, ora por ella e invítala a hacer alguna actividad especial contigo o con tu grupo de amigos.

PROFUNDIZA
Mateo 8: 2-4; Marcos 1: 40-45; Lucas 5: 12-28.
Ellen G. White, El Deseado de todas las gentes, cap. 27 «Puedes limpiarme», pp. 227-236.
Roberto Badenas, Encuentros decisivos, Madrid: Safeliz, 2017, cap. 7«El abrazo», pp. 99-108.
La lepra era la enfermedad más temible de las conocidas en aquella época. Véanse las medidas contra la lepra
en Levítico 13: 1-3, 45-46.
William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento Volumen 3 - Marcos, Terrasa, Barcelona: Editorial CLIE,
1995, pp. 57-61.

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SOJA 2020 DÍA TRES

ACTIVIDADES
ACTIVIDAD 1. LA EPIDEMIA

Materiales: pinzas para colgar la ropa (unas 3-5 por persona)

Descripción de la actividad:
Todas las personas deben empezar la actividad con 3 ó 5 pinzas colgadas en su ropa.
La pinza de la ropa representa una enfermedad contagiosa. El objetivo de la actividad es librarte de la enfermedad
en unos 5 minutos deshaciéndote de todas las pinzas colgadas en tu ropa. Para ello, debes poner tus pinzas a
otras personas y evitar que otras personas te pongan a ti sus pinzas.

Aplicación:
¿Qué observasteis al hacer esta dinámica? ¿Consiguió alguien «sanarse»? ¿Cómo trataban los «sanos» a los «infectados»?
Cuando alguien tiene una enfermedad contagiosa, la reacción instintiva es evitarlo a toda costa. No se nos ocurre
acercarnos para tocarle, como ocurría con el leproso.
Lo cierto es que en este mundo todos hemos sido contagiados por el pecado. No vale con intentar traspasar nuestra
«enfermedad» al compañero. La única solución definitiva a nuestro problema es el toque sanador de Jesús, que nos
convierte en nuevas personas (2 Corintios 5: 17).
Dedica tiempo a orar pidiendo el toque sanador de Jesús en tu vida, para que convierta el egoísmo en generosidad,
el orgullo en humildad, el rencor en bondad, la indiferencia en amor…

ACTIVIDAD 2. SIETE COSAS EN COMÚN

Materiales: 1 folio por grupo, 1 lápiz/bolígrafo por grupo

Descripción de la actividad:
Forma grupos de 5-6 personas cada uno.
Cada grupo debe descubrir 7 cosas que tengan todos sus miembros en común (no cuenta lo evidente, como, por
ejemplo, que todos sois seres humanos).

Aplicación:
Reflexionad acerca de cómo tenemos más cosas en común de lo que parece a primera vista.
Cuando logramos encontrar puntos en común con otras personas, resulta más fácil tender puentes de relación en
lugar de construir muros de separación. Dios nos invita a reconciliarnos a todos los niveles, tanto con él como con el
resto de personas (2 Corintios 5: 18-19).
Ahora aplicad este principio de reconciliación a las personas a las que posiblemente trates como a marginados,
como el leproso. ¿Qué cosas prácticas puedes hacer para acercarte a todos por igual?

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