El Convento Del Santo Ecce-Homo
El Convento Del Santo Ecce-Homo
El Convento Del Santo Ecce-Homo
SANTO ECCE-HOMO
a tres siglos y medio de su lundacin
1620: 15 de marzo, domingo de Pasin: 1970.
(Alocucin de Fr. Alberto E. Ariza S., O. P.,
en el acto conmemorativo).
Et erit desertum in charmel. Et habitabit in sol-
tudine iudicium, et iustitia in charmel sedebit. Et
erit opus iustitiae Pax, et cultus iustitiae, Silentium.
Is., XXXII, 16-17.
(Ad instar manuscripti)
1620, 15 de marzo, Domingo de Pasin. Hoy precisamente,
por das y por fechas, se cumplen 350 aos de la fundacin
del venerable Monasterio del Santo Ecce-Homo, en el Valle
de Saquencip. "El Padre Fray Francisco de Len hizo deja-
cin del priorato del convento de Tunja, y pas al sitio del
Santo Ecce-Homo, y tom posesin en 14 de marzo de 1620.
Y el da 15, que fue Dominica in Passione, dijo la primera
Misa. Los religiosos fundadores, que fueron (con el Padre de
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Len) los Padres Presentados Fr. Miguel Garca, Fr. Diego
Valderas y Fr. Juan del Rosario, empezaron a fortalecer sus
pensamientos con la memoria de la Pasin de Cristo Jess,
que en aquel da representa la Iglesia, y que con viva expre-
sin se les manifestaba en la imagen del Santo Ecce-Homo".
As la constancia del historiador Fr. Alonso de Zamora (His-
toria de la Provincia de San Antonino, Libro IV, c. XX).
"Sapientia attngit a fine usque ad finem, frtiter. et
dispnit omnia suviter". (Sap. 8, 1). Un pincel desconocido
estampa en una tabla la imagen del Redentor, all en la
lejana Italia, en fecha que la bruma del pasado desvanece,
a tiempo que un pueblo indgena viva primitivamente en
estas breas del Valle de Saquencip. "Dios ha criado todas
las cosas con un objetivo determinado; lo mismo pone en
funcin las fuerzas de la Naturaleza para estructurar oca-
nos y continentes, como dirige la mano del hombre para la
produccin de obras artificiales. El Creador al dibujar una
ribera, elevar una montaa, ahondar un valle, cavar el lecho
de un mar, sabe para qu los fabrica. Bajo su direccin, la
Naturaleza prepara el escenario, el Tiempo desarrolla el dra-
ma que registra la Historia, y la Religin pone sus hitos en
determinados lugares, santificados ya por una predestinacin
cuya data se pierde en los secretos de la Eternidad" (1).
El lunes 6 de mayo de 1527, un ejrcito de franceses, ale-
manes, espaoles e italianos, al mando del francs Carlos
Condestable de Borbn, capitn de los cristiansimos y muy
catlicos Francisco I de Francia y Carlos V de Espaa y
Alemania, ataca a Roma; cae el comandante a la primera
(1) Fr. Enrique Domingo Lacordaire, O. P. (1802-1861). Sus obras
"Vida de Santo Domingo" y "Santa Mara Magdalena'' inspiran este es-
crito.
embestida, pero aquellas tropas que en desenfreno nada te-
nan qu envidiar a las huestes de Mahoma, asolaron a la
Ciudad, mientras el Papa Clemente VII se refugiaba, impo-
tente, en el Castillo de Santngelo. Entre los forajidos se con-
taba el soldado espaol Juan de Mayorga Salazar, quien hubo
como recuerdo del saqueo la imagen del Santo Ecce-Homo.
Mayorga Salazar pasa al Nuevo Mundo con sus familia-
res. De las Antillas sigue al Nuevo Reino de Granada con
Alonso Luis de Lugo en 1542, llega a Vlez el 3 de mayo de
1543, y sigue a Tunja, donde en 1544, a 18 de agosto, es nom-
brado Escribano pblico de la ciudad y de su cabildo. Regresa
a Vlez con su mujer Mara Casalla y Tello; obtiene, entre
otras Encomiendas, las de Sorocot, Monquir y Yuca, donde,
a orillas de la quebrada Pavachoque, establece sus primeros
Aposentos, y luego otros, ms al norte, precisamente donde
ahora se levanta el Santuario del Santo Ecce-Homo.
De sus ocho hijos, el mayor Juan de Mayorga Casallas
contrajo matrimonio en Vlez en 1604 con Mara Jernima
Ramrez de Benavides. En la Semana Santa de 1600, su her-
mana Catalina recibe del Apstol San Bartolom la inspiracin
de que se levante un Santuario para honrar la Pasin del
Seor en la Sagrada Imagen del Ecce-Homo. A instancias
suyas, don Juan y su mujer, por escritura pblica otorgada
en Vlez el 9 de enero de 1620, donan a los dominicos, prime-
ros misioneros en el Valle de Saquencip, la Estancia con sus
Aposentos y la Sagrada Imagen del Santo Ecce-Homo, "con
cargo de que fundasen convento en el dicho sitio que hoy est".
(Testamento de Jernima de Mayorga, Vlez, 1661).
Y aquel mismo ao de 1620, a 15 de marzo, se dio prin-
cipio con la celebracin de la Santa Misa. Adaptaciones pro-
visionales hicieron de los Aposentos de la familia Mayorga-
Ramrez, la sede conventual por el espacio de treinta aos
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Lunes 27 de abril de 1650:. celebrada la fiesta titular
Santsima Corona del Seor, 24 de abril se da principio
a la actual edificacin por el tramo occidental. Los religiosos,
sacerdotes y hermanos, encabezados por el Prior Fr. Juan de
Castro Rivadeneira, empuan las herramientas, y a una con
los alarifes y obreros entre los que se cuentan los cuatro ne-
gritos trados de Cartagena: Antonio, Pedro, Juan de Angola
y Josefo ponen en marcha la variada fbrica: aserros, can-
teras, carpintera; hornos para ladrillo, teja y cal; fragua y
herrera para fabricacin de clavos, punteros, barras, sierras,
herrajes para puertas y ventanas, mientras recuas incesantes
afluyen desde el Socorro, Vlez, Tunja, Santaf, Samac y
bat, trayendo las materias primas. Se abren las chambas,
se echan los cimientos, surgen los muros, se levantan las co-
lumnas monolticas, van saltando los arcos de soporte en so-
porte, se forman los techos. . .
Y va tomando cuerpo el Monasterio, con planos a mano
alzada, en que el valor funcional prima sobre la simetra,
dejando un poco de lado la plomada, el nivel, el hilo y la
escuadra; la robustez de los muros ha de suplir la deficiente
solidez de la mezcla de heterogneos materiales: piedra, tierra
pisada, adobe, ladrillo. Escasos son los recursos; pero para el
templo no se repara en economas: oro fino, tallas delicadas,
alfarjes, que. con los arcos mayores en herradura, patentizan
la nostalgia de las tierras andaluzas, donde ocho siglos de
dominio rabe, dejaron monumentos imperecederos del arte
mudejar.
Y as, con esta mezcla de cario y de laxitud por las
normas de la arquitectura y de la construccin, han pasado
tres siglos y medio de sorprendente estabilidad, reforzada a
trechos de tiempo y de espacio con los aportes providencia-
les de la pobreza: "infirma mundi elegit Deus ut confundat
fortia". (I Cor. 1, 27).
Pero qu atrajo a los antiguos hermanos nuestros a
este mar de piedras calcinadas, de arbustos agresivos, de vien-
tos ululantes? Aunque es un hecho que a tiempo de la fun-
dacin el paisaje no presentaba la spera desolacin del
presente, de todos modos es sitio alejado y tranquilo. Qu
vinieron a buscar nuestros hermanos, primeros misioneros
del Nuevo Reino de Granada? Vinieron a buscar la paz en
la soledad. O beata solitudo! O sola beatitudo, inscribieron
como lema los inmortales exponentes del recio Cristianismo
de la Edad Media! Egosmo, soslayo de problemas, cobarde
rehuda del combate, califican los "genios" de nuestros tiem-
pos, de pensar lastimosamente superficial.
La soledad, el recogimiento, es una exigencia ineludible
de la Naturaleza humana, no como un fin, sino como un
medio para su perfeccin. Alma y cuerpo se compenetran
sustancialmente en nuestra persona, destinada a vivir en so-
ciedad, pero no como parsito sino como ser activamente
til. Por eso necesita buscar la sabidura en la contemplacin,
aquilatar conocimientos, precisar ideas, y as enriquecida,
participar a los dems los frutos de la contemplacin. (Santo
Toms: 2-2, Q. 188, 6). Dotado el hombre de entendimiento
y de voluntad, a imagen y semejanza de su Creador, vive
del Pensamiento y del Amor, en una atmsfera muy supe-
rior a la vida de los sentidos. Para conservar su dignidad,
para no equivocarse respecto a su Destino final, trascendente
a los varios e inestables acontecimientos de lo temporal, ne-
cesita el cultivo de sus facultades espirituales. Slo as podr
ser maestro de los dems. "Nadie puede dar lo que no tiene"
es un aforismo de elemental sentido comn. Qu mensaje de
salvacin, o de perfeccin siquiera puramente humana, po-
drn presentar quienes no cuentan sino con una erudicin
barata de fantasas y de palabras alrevesadas, adquirida me-
diante lecturas apresuradas de producciones de oropel? Y
cmo podrn librarse del cargo de engaadores, quienes ha-
cen de Cristo un ser impersonal, un ente csmico, diluido
en el Universo, y del Evangelio un concepto de leyenda, y
del Magisterio de la Iglesia una quimera? Tenan que echarse
por esos caminos, con su inmensa capacidad de disimulo, en
busca de una justificacin para su equivocado proceder. "Ba-
jo el cielo no se nos ha dado sino el nombre de Cristo, en el
cual podamos ser salvos". (Act. Ap. IV, 12). Cristo es hu-
mildad, es sacrificio, es abnegacin. Pero hoy domina el ho-
rror al sacrificio, el fastidio de la vida humilde, el ansia desa-
forada de comodidades y de placeres; eso es la clave de la
revolucin religiosa de nuestros das; es el dominio del Anti-
Cristo. Entonces el Cristo Redentor hace estorbo; pero como
no pueden negarlo, lo disfrazan de un Cristo csmico para
llegar a un pantesmo que borra toda norma moral, y en-
salza y pretende locamente divinizar toda bajeza.
Las generaciones modernas tratan de arreglar su vida en
un ambiente de espejismo. Pero la realidad es que el hombre
es un ser lacerado, que slo en lucha sincera y decidida con-
tra sus inclinaciones desordenadas, puede hallar consistencia
y esperanza, y slo anclado en la roca firme de la sana doc-
trina tradicional, podr orientarse hacia su Destino eterno.
Por eso la urgencia de acogerse al remanso de la contempla-
cin de la Verdad, en mbitos de Paz y de Silencio, no como
finalidad sino como medio de perfeccionarse, reparar sus
fuerzas, armarse adecuadamente, y as acorazado, salir a li-
brar con xito la batalla por la salvacin del mundo. De aqu
que el valor de la soledad, forja de las almas nobles, de las
almas selectas, de los apstoles efectivos, slo pueda ser apre-
ciado por hombres equilibrados, que nunca faltarn, porque
la obra de Dios, si sufre quebrantos peridicos, no ser ven-
cida por el Esprtu del Mal.
De ah la vigencia de los Conventos en su espritu tradi-
cional.
Pero, qu es un convento? Oigamos cmo lo describe el
insigne Lacordaire, y fijmonos cmo al escribir parece que
hubiera tenido ante sus ojos el de Santo Ecce-Hcmc:
"Un convento es un recinto rodeado de un claustro. En
medio del patio, de acuerdo con las antiguas tradiciones, un
pozo simboliza el agua viva de la Escritura, que salta hasta
la vida eterna. Bajo el pavimento se abren las sepulturas,
sealadas con inscripciones funerarias. En los ngulos del
claustro, se pintan los santos de la Orden. Lugar sagrado.
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que los mismos religiosos recorren en silencio, llevando en
la mente el pensamiento de la eternidad y la memoria de
sus antepasados. La sacrista, el refectorio, las celdas y las
oficinas rodean esa solemne galera, que comunica con la
iglesia por dos puertas. Una escalera conduce a los pisos su-
periores. En los ngulos, cuatro lmparas iluminan durante
la noche. A lo largo de esos corredores, cuyo nico lujo debe
ser la limpieza, van las puertas, todas iguales. En el espacio
que las separa, penden antiguos cuadros, representativos de
motivos geogrficos y arquitectnicos relacionados con la
Orden, y otros recuerdos sencillos del cielo y de la tierra.
Al taido de la campana se abren las puertas de las cel-
das, suave y respetuosamente. Viejos encanecidos y serenos,
hombres maduros, adolescentes en quienes la juventud y la
mortificacin producen un matiz de belleza desconocida pa-
ra el mundo de todas las pocas, aparecen uniformados con
el hbito religioso. La celda es pobre, suficiente apenas para
contener el lecho, una mesa y dos asientos. Un crucifijo y
las imgenes de la Santsima Virgen y del Patriarca Santo
Domingo, le sirve de adorno. De esta habitacin para los
aos mortales, pasa el religioso a la tumba que precede a la
inmortalidad, en donde contina asistido de sus hermanos
vivos y muertos. Se le entierra amortajado con su hbito; sus
cenizas se mezclan con la de sus antepasados, mientras las
alabanzas del Seor, los cantos funerarios, plenos de espe-
ranza ultraterrena, entonados por sus contemporneos de vi-
da conventual, conmueven lo que an queda de sensible en
sus restos: Credo quod Redemptor meus vivit! S que vive mi
Redentor, y en el ltimo da me levantar del sepulcro, y en-
tonces, en este mi propio cuerpo, ver a Dios, mi Savador!
(Job, 19, 25).
"Amables y santas Casas del Seor! Sobre la tierra se
han erigido sublimes sepulturas; se han hecho para Dios mo-
radas casi divinas; pero ni el Arte ni el Corazn del hombre
han superado la creacin del Monasterio". (Vida de Santo
Domingo, c. VIII).
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Este misterioso encanto del Monasterio ha subyugado
a travs de los tiempos. El de Ecce-Homo, desde su encan-
tador aislamiento, atrae profesores de los claustros univer-
sitarios: misioneros de las pampas de Barinas, Apure, Ca-
sanare y Llanos de San Juan; Maestros en Teologa, Predi-
cadores Generales, ancianos y enfermos que buscan un am-
biente propicio para el balance en el atardecer de la vida;
y tambin jvenes, cuyos cerebros no se han hinchado con
los humos de la vanidad, hacen del Santo Ecce-Homo el cen-
tro de un apostolado autntico y fecundo que cubre las pro-
vincias del Socorro, Vlez, Tunja y Ubat.
Y as por muchos aos. ..
Pero lleg la hora de la prueba. La traicin de unos, la
ambicin de otros, la soberbia de unos y otros atados con el
lazo de la impiedad, se conjuraron sacrilegamente contra el
lugar sagrado. Y se aleg, para destruirlo, una ley que, a pe-
sar de su iniquidad, era necesario retorcer para hacerla apli-
cable. Y los religiosos fueron expulsados, las fundaciones pas
usurpadas y destinadas a menesteres profanos por quienes
alardeaban de profundamente respetuosos de la voluntad de
los fundadores. Se silenci la meloda coral de la alabanza
divina; se extingui la lmpara del Santuario; ces la pre-
sencia sacramental de Cristo, y el silencio y las tinieblas del
Mal, lo invadieron todo. Y manos pas e impas, en escanda-
loso contubernio, entraron a saco, y se apropiaron de bienes
muebles e inmuebles del Monasterio.
Y pasan las revoluciones: patriotas y realistas, liberales
y conservadores hacen del recinto sagrado, cuartel de trans-
humantes tropas. Apenas si qued en pie, como grito de per-
manente protesta, cmo testimonio elocuente de la obra de
Dios, la austera estructura, sostenindose por aos y por
siglos al amparo de la Providencia, monumento severo y sen-
cillo, que en medio del adusto paisaje, semeja un barco en-
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callado fortuitamente, que aguarda una mano vigorosa que
de nuevo lo ponga a flote sobre las olas. Pero as, en esa
aparente inmovilidad, sigue proclamando la leccin de su
destino. Ni la elocuencia ni la poesa se hallan tan expues-
tas a morir como un monumento arquitectnico; pero lo mis-
mo la elocuencia que la poesa no hablan sino a espritus
cultivados, a travs de libros que no llegan sino a manos pri-
vilegiadas; el monumento arquitectnico se adapta a los
ojos y al corazn de todos: habla al pobre y al rico, al sabio
y al ignorante.
"Todo lugar santo debe tener una guardia que lo pre-
serve de la profanacin y del olvido; es ley del mundo so-
brenatural". El Ecce-Homo surgi a la existencia, y vivi al
impulso y bajo el amparo de esa guardia. Pero los centinelas
desaparecieron al fatdico gclpe del Mal. Qued en pie el mo-
numento material, cuya mole contempla el piadoso visitante,
vencedora ms de los hombres que del tiempo; se adivinan
las sombras de los frailes, que acentan la nostalgia de algo
grande y sigificativo que fue, y de lo cual no queda sino el
recuerdo: falta la vida conventual, el alma del Monasterio
Pero aqu estn clavados los corazones de las piadosas gen-
tes. Ni siquiera la sacrilega sustraccin, y la injusta reten-
cin de la Sagrada Imagen original del Santo Ecce-Homo en
lugar extrao, ha logrado distraer la atencin, o disminuir
el cario y la veneracin 'de los pueblos por este lugar que
Dios eligi y santific con su presencia, y que, por tanto,
nadie tiene derecho a mudar por otro, y que tiempo alguno,
por prolongado que sea, no podr imponer prescripcin algu-
na valedera.
Contra tanta malicia de los hombres y tanta injuria de
los tiempos, los Dominicos desde la lejana, aunque impo-
tentes para impedir la profanacin y la ruina, siguieron vi
guando con cario este monumento de la Religin, del Arte
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y de la Historia. Un piadoso sacardote, nacido en el vecino
pueblo de Guatoque, Don Buenaventura Senz, redime el
convento de la subasta pblica a que lo sacaron los.t usur-
padores; intenta que vuelva a sus legtimos dueos, lo que
logra solo por breve tiempo, porque el infortunio habra de
golpear nuevamente. Pasan aos, y los religiosos an cons-
cientes de que la dispersin a que estaban sometidos no les
permitira atenderlo personalmente, recobran la propiedad, a
ttulo gravoso, de los herederos del Padre Senz. Y todava
por muchos aos habran de turnarse la cariosa vigilancia
del fraile solitario con el silencio y la soledad.
Pero cuando parece que definitivamente el convento va
a desaparecer, surgen religiosos y religiosas que, sin reparar
en las incomodidades, sin miedo a los fantasmas, no solo a
los de consejas y fantasas, sino a los de carne y hueso, se
ofrecen a colaborar en la restauracin. Y se va recobrando
la antigua fortaleza; y vuelve a llamar la atencin, no solo
de turistas, sino de entidades culturales que se van intere-
sando por contrarrestar y neutralizar la destructiva pesadum-
bre de los aos.
"Son en la tierra los lugares santos lo que los astros en
el cielo: fuentes de luz, de amor y de vida. Y si uno se pre-
guntara por qu el Seor ha santificado esta montaa o aquel
valle, sera lo mismo que inquirir el por qu ha hermoseado
el firmamento con la Estrella Pelar que gua a los navegan-
tes sobre las alborotadas ondas del Ocano. Pluguiera a Dios
que fueran menos raros estos sitios donde ha vivido el Amor!
Pluguiera a Dios que nuestros corazones hallaran ms fre-
cuentemente en el fro desierto de este mundo, el tibio y re-
confortante oasis de estos lugares privilegiados!" ... n... ;
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Poesa de espejismo? Hace ciento veinte aos exacta-
mente, al pasar por este sitio el jactancioso peregrino de
Alfa, Manuel Anezar, estamp en su diario la sarcstica ob-
servacin de que "El Ecce-Homo hoy, con la decadencia de
las Ordenes monsticas, ninguna utilidad ni objeto tiene".
Insultante cuanto falsa afirmacin! Dios nos libre de los
dogmatismos de ciertos genios, de esa autosupervaloracion in-
telectual que se confunde con el ridculo! Por encima de
las fluctuaciones temporales, estn los valores eternos, que
las revoluciones humanas no superarn jams. Pasar el ci-
cln materialista que azota al mundo de hoy; vendr el has-
to por ese brutal hedonismo, que hoy se proclama libertador
de tabs, y que no es sino el disfraz de la actual revolucin
moral y religiosa; no quedar sino el recuerdo execrable de
los telogos de relumbrn, de los apstoles en trance de po-
pularidad, inventores del Cristo csmico, impersonal fntas-r
magora que no alcanza a convencer ni a su'ameStMjasiau^'
tores. Pasar el loco afn de los innovadores que desacrali-
zan todo lo que se dedic a Dios y Este acept, que despojan
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a la Religin de su misterio y de su poesa, dejando a las
almas agostadas como barrancos quemados por el violento
esto; luego del transitorio dominio del espritu diablico,
tras la presente hora de tinieblas, tras la nueva cristiandad,
cuyo fracaso se vislumbra ya, porque a Dios no lo podemos
cambiar con nuestros mezquinos criterios, y El no puede de-
jar su obra a merced del Mal, brillar de nuevo la Luz de la
Verdad, de la Justicia y de la Santidad. Tras los huracana-
dos embates, que anuncian dejar en tabla rasa la tradicin
cristiana, vendr la serenidad: post nbila, foebus! Enton-
ces la Providencia recoger el grano limpio de paja; el crisol
de la tribulacin brindar el metal precioso libre de escoria,
y Dios continuar, paciente pero efectivamente, su obra de
salvacin. La Humanidad, desengaada de los falsos aps-
toles, volver humilmente a Dios, su Principio y su Fin. Y
se revaluarn los conceptos de la Realidad trascendente, que
ao cambia como no pueden cambiar la naturaleza del hom-
bre, ni su destino final.
Los siglos han probado que no slo es compatible sino
que es indispensable la rigurosa disciplina monstica que
forma al contemplativo, con la heroica libertad del apstol
que avanza esparciendo a su paso la buena semilla. Es, pues,
una necedad aquello de que el viejo convento ninguna uti-
lidad ni objeto tiene ya. Nosotros, los que por una invitacin
especial de la Providencia, hacemos ahora la memoria de la
fundacin del Monasterio del Santo Ecce-Homo, a tres siglos
y medio de distancia, no le neguemos nuestro cario, nuestra
veneracin, nuestra ayuda en orden a su completa restau-
racin. Secundemos la accin de la Providencia que quiere
conservar este puerto de tranquilidad para los nufragos de
la hora presente, que aqu vendrn, muchos de ellos, los de
buena fe, a recapacitar sobre su conducta, a ponderar sus
aciertos y sus desaciertos. No nos neguemos a preparar abri-
gado techo para los hijos prdigos de maana, a quienes,
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desde este lugar santo, para hablar con el poeta, el autntico
Cristo, "dulce pastor del hombre fiero", dirige pacientemente
su llamado, mientras meditabundo piensa: "aqu llegarn, y
aqu espero"! ( 2 ) .
Y entonces, cuando de nuevo venga sobre nosotros el
Espritu de lo alto, Erit desertum in charmel: Et habitbit in
solitudine iudicium, et iustitia in charmel sedebit. Et erit opus
iustitiae Pax, et cultus iustitiae, Silentium: el desierto se
trocar en vergel; y habitar el derecho en el desierto, y la
Justicia en el vergel; la Paz ser obra de la Justicia, y el ho-
nor de la Justicia, el Silencio!
(2) Guillermo Valencia. "La Balada del Pozo".
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