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LOS LMITES DE LA GLOBALIZACIN

Prof. Omar Horacio Gejo (*)


Lic. Ana Mara Liberali (**)
Lic. Jorge Osvaldo Morina (***)

INTRODUCCIN

Por su presencia avasallante en los ltimos tiempos, y siendo el epicentro de casi cualquier discusin
importante -ms all del grado de formalidad de las mismas-, el trmino globalizacin ha devenido casi en
un concepto supremo, cuya capacidad descriptiva y explicativa ha logrado un consenso extraordinario,
abarcando ste, en un apabullante abanico, tanto a la amplia mayora convalidadora como a la variopinta
minora impugnadora.

Sin embargo, ms all de toda la vorgine discursiva desatada detrs de este fenmeno, conviene
mantener una sana prudencia, un preservador escepticismo, para no dejarse arrastrar por las fuerzas
centrpetas generadas por toda imposicin de contexto, que suelen obrar como imponentes aplanadoras
del pensamiento, y forjadoras, as, de consensos vacuos, consentidores en todos los casos del statu quo.


LA GLOBALIZACIN: UNA VUELTA A LA GEOGRAFA?

El sentido central del enseoreo del novedoso concepto no ha sido ni es- otro que el de destacar la
aparicin de un nuevo tiempo, que presentara, lgicamente, sustanciales diferencias con todo lo vivido
anteriormente. En resumidas cuentas, la globalizacin implicara estar en presencia de un mundo
diferente, distinto en muchos sentidos, claro.(1)

Sobre la aparicin del trmino hay, por supuesto, diversas opiniones. Algunos se remontan hasta los aos
60; otros identifican a la dcada del 70. La mayora, empero, asiente que la dcada del 80 ha sido el
momento en que decisivamente ech a correr, para transformarse en un cauce eficaz de ciertas
controversias significativas, quedando los aos 90 signados ya por la abundante fraseologa desprendida
de su simple enunciacin, que todo lo abarca, todo lo termina comprimiendo y aplastando.(2)

Pero la masividad del consentimiento de su existencia como tal ha sido acompaado por una extremada
dificultad para lograr un acuerdo acerca de los significados de los que l es portador. Es decir, si frente a
la aceptacin de su realidad casi no hay disidencias, frente a sus implicancias la cuestin es mucho
menos clara, quedando al descubierto, as, su escasa consistencia, basamento paradjico, no obstante,
pues, de aquel primer extendido acuerdo.

Especficamente para la Geografa, la irrupcin fulgurante de estas discusiones le ha permitido cobrar
cierta figuracin en el firmamento de las ciencias, tras haberse reimpuesto plenamente la dimensin
espacial como una instancia necesaria por no decir decisiva- para el anlisis o el estudio- del
desarrollo, de la evolucin de las sociedades.
Durante varias dcadas habamos asistido a un sustancial dominio de los enfoques sociolgicos de la
realidad. Los anlisis de las organizaciones sociales, resultaban una fenomenal abstraccin, de la que
tenda a sustraerse la materialidad ltima sobre la que se desenvolvan las relaciones sociales.(3)

Esta etapa, probablemente abierta durante los aos 60, comenzaba as a cerrarse -por lo menos
formalmente-, cuando en los aos 90 la cuestin espacial o territorial se reinstal con fuerza,
reapareciendo entonces la necesidad de la inevitable contextualizacin geogrfica de los hechos o
sucesos.

En este sentido, la globalizacin ha sido el vehculo mediante el cual la Geografa ha encontrado una
brecha por la que su discurso ha vuelto a hacerse necesario en el intento de comprender la evolucin de
la realidad.(4)

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(*) Centro de Estudios Alexander von Humboldt
(**) Universidad de Buenos Aires
(***) Universidad Nacional de Lujn

Los alcances

Al respecto, el concepto de globalizacin, evidentemente, rene una serie de implicancias que en gran
medida recogen una innegable impronta geogrfica.

La primera de ellas es, tal vez, la de mayor amplitud por el grado de aquiescencia que ha alcanzado, y
adems porque es el soporte de la estructura de argumentos que informan esta renovacin conceptual.

La distancia ha constituido histricamente uno de los ms poderosos mecanismos diferenciadores. Lo
distante ha presupuesto lo distinto. Las concepciones contrapuestas de Oriente y Occidente, por ejemplo,
estn sustentadas precisamente en eso. De la misma forma, la menos filosfica, ms material, pero
asimismo tambin dicotmica confrontacin Norte-Sur, lleva en s similar marca en el orillo.

La revolucin de las comunicaciones sobre todo de las telecomunicaciones-, ha implicado la dramtica
reduccin de las distancias en el campo de la transmisin de la informacin. La instanteneidad se volvi,
en cierta medida, una realidad. Y con ella, ha quedado planteada la posibilidad de la unificacin del
mundo. Aquella idea de la aldea global adquiere hoy algo ms que visos de verosimilitud.

Detrs de estas imgenes se mueve la contundente idea del mundo reducido empequeecido-, y de la
ausencia casi absoluta del factor geogrfico, esto es, entendido ste como la mediacin de la distancia y
de las diferencias como entorpecedoras y distorsionadoras de la circulacin. Sin embargo, al mismo
tiempo, el estrechamiento dramtico de las viejas distancias habra hecho del globo terrqueo un lugar; un
lugar sumamente interrelacionado diramos-, lo que obligara al reconocimiento formal de los lugares;
todos activos, todos influyentes.(5)

Un segundo fenmeno que acompaa ineluctablemente a la mencin de la globalizacin es aquello de
que estamos en presencia de una nueva era en la economa, o mejor dicho, de una nueva economa,
directamente.

Esto implicara abandonar, supuestamente, la prehistoria econmica, configurada por ciclos,
discontinuidades, crisis, etc.

Por el contrario, esta economa, inspirada en los felices aos 90 de la economa norteamericana, se
caracterizara por su constante crecimiento. ste sera una consecuencia de haberse alcanzado un
umbral que implicara liberarse de un conjunto de vetustas ataduras que imponan un determinismo
secuencial a la economa. El hipottico alza constante de la productividad, el abatimiento de la inflacin, y
la reduccin del desempleo a mnimos que nos retrotraeran casi a los dorados aos 60, pareceran
demostrar, para los apologistas globalizadores, la existencia de una nueva realidad, la de la expansin
ilimitada. Un tercer elemento que une su existencia al despliegue de la idea de globalizacin, es el
surgimiento de una categora de economas o pases muy promisorios, desde el punto de vista de las
expectativas econmicas acerca de su futuro. Nos estamos refiriendo a los mercados emergentes.

Por mercados emergentes debe entenderse, al desgajamiento parcial, a una diferenciacin de lo que
antes se conoca como Periferia o Mundo Subdesarrollado. Resultan ser un puado de pases con
determinadas condiciones para producir casi un mgico despegue de su situacin de postergacin, a
poco que recibieran un pequeo shock de inversiones externas, que obraran a modo de disparador.

Esta concepcin de los procesos macro-socioeconmicos implica un decidido adis al subdesarrollo, y a
las tradicionales formas de analizarlo y/o encararlo en pos de su superacin. Con ello, aquella otrora
situacin conflictiva, que en su versin ms lgida, emerga como necesaria contrapartida de la
instauracin misma del mercado mundial, ahora, en los nuevos tiempos, este ltimo resulta la condicin
suficiente para generar sin traumas la transformacin de cualquier estructura socioeconmica, por
problemtica que esta fuera.(6)

Un cuarto elemento, un casi obligado colofn a los tres que le precedieron, lo constituye el que el proceso
a que nos estamos refiriendo adquiere un carcter muy peculiar. Y es muy peculiar porque es el elemento
necesario y decisivo que suele cerrar cualquier discusin, por honda que la cuestin sea. Nos referimos a
identificar a la globalizacin como una supuesta coronacin histrica, adquiriendo entonces el rango de
fenmeno inevitable.(7) De esta forma, la globalizacin constituye, primero, un desemboque histrico
natural. En segundo lugar, que este destino es bueno o malo es una cuestin nimia, ya que estamos en
presencia precisamente de eso, el destino, el resultado fatal de mltiples determinaciones que escapan al
control de los hombres.
El contexto

Indudablemente, este conjunto de ideas se han fraguado a partir de determinado marco; esto es, como
todo lo que existe, no se podra haber generado en el vaco.

Un primer hecho significativo, conformador del gran teln de fondo de la explicitacin de la globalizacin
es, sin duda, el acentuado cambio tecnolgico al que venimos asistiendo, y al que ya nos hemos referido.

En algunos casos se lleg a hablar lisa y llanamente de revolucin cientfico-tcnica, una forma de rotular,
abarcativamente, de alguna manera, una trama de variaciones tecnolgicas que combinadas generaban
una transformacin productiva primero, y social despus.

Es en este cuadro que pulularon numerosas descripciones sobre una nueva sociedad, cuyos perfiles no
estaban todava totalmente consolidados, y que, por ende, alcanzaba a despuntar como una paulatina
confrontacin negativa, por la oposicin, con aquella que estaba dejando de ser. Era la sociedad industrial
la que se extingua; era la sociedad post-industrial la que despuntaba. La expansin del sector servicios
en desmedro, hipotticamente, del sector industrial, pareca uno de los rasgos esenciales de este proceso
en cierne. Enfrentbamos, entonces, el paso del reino material al inmaterial, de los bienes o productos a
los servicios, de las mquinas al know how. La sociedad de la informacin se abra paso. Obviamente, un
exabrupto sociolgico, tal como apuntramos. O, si se nos permite, una desviacin sociologizante.

A la misma hornada pertenece aquella otra descripcin que haca de las relaciones intrafbrica el origen
de casi todos los cambios de la sociedad actual. La decadencia del viejo sistema de produccin en masa,
individualizado a partir de la experiencia automotriz norteamericana, daba paso a la octava maravilla de la
organizacin fabril, el sistema just in time, proveniente de la reciente y exitosa reconstruccin del podero
industrial nipn.

Dems est aclarar que esta era otra abstraccin sociolgica, probablemente en grado sumo, en escala
micro-sociolgica, que haca del taller la sociedad mundial.

Evidentemente, todas estas interpretaciones responden a un sesgado anlisis, que bien podra
catalogarse como determinismo tecnolgico.

Desde ya que no se puede negar el cambio tecnolgico, as como Herclito nos ha legado desde la
historia la imposibilidad de negar al cambio mismo, pero otra muy distinta es someterse a las ciegas
fuerzas de la imposicin tecnolgica. La tecnologa y el cambio tcnico deben ser analizados a la luz de la
organizacin social y no al revs. Es decir, el proceso tecnolgico tiene una indudable factura social y a
esto ltimo debemos remitirnos.

Un segundo fenmeno que ha marcado esta poca ha sido el fin de los llamados aos de oro del
capitalismo. Nos referimos a la salida del perodo de reconstruccin vertiginosa de la posguerra. Los
llamados 30, 25 o an, quiz, 20 gloriosos aos que mostraron a las viejas zonas centrales adquiriendo
impulso sostenido, y encontrando picos de aumento de largo plazo inusitados en Alemania y -sobre todo-,
en Japn.

La enorme destruccin de la segunda guerra haba incubado la posibilidad de un verdadero milagro de
posguerra. A este milagro de posguerra contribuyeron, tambin, las terapias keynesianas, las conocidas
polticas de demanda, que resultaron populares desde los traumticos aos 30, y que se sistematizaron
luego de la segunda guerra mundial. Durante casi 2 dcadas y teniendo a favor el punto de partida que
haba dejado la segunda conflagracin mundial, la economa conoci un perodo de casi un cuarto de
siglo de gloria.

Pero hacia fines de los aos 60, se comenzaron a acumular los problemas. La economa comienza a
detenerse, la acumulacin de capital encuentra lmites y los dficits presupuestarios se abultan; los
estallidos inflacionarios forman un paisaje reconocible en el horizonte y los derrumbes de las monedas
constituyeron un elemento imprescindible de las contradicciones internas y externas de esas situaciones
durante los 70.

A partir de all se abrir paso un conjunto de lineamientos que en teora se oponen absolutamente. La
economa insufladora de la demanda ser reemplazada por el ofertismo-, un enfoque que privilegiaba el
desbastamiento de costos, que impondr una reduccin efectiva del ingreso de los trabajadores y
subsidiar al capital.

La poltica adquirir, crecientemente, un carcter ms ntido de clase. El ofertismo representar,
entonces, una ofensiva del capital sobre los trabajadores, que se valdr para ello tambin de la
herramienta tecnolgica.
Finalmente, el tercer elemento que dar forma definitiva al macro-contexto que estamos describiendo, es
un acontecimiento maysculo. Nos referimos al desmoronamiento del Orden de Posguerra.

Este perodo, que abarc la segunda mitad de siglo, estuvo signado por un determinado equilibrio de
clases, partidos, estados y naciones.

La Cada del Muro puso fin a ese estado de cosas. Los grandes espacios socialistas, marginalmente
insertos en el mercado mundial, se hallan en diferentes estadios de un proceso inconcluso de absorcin
por parte del capitalismo.

Este proceso, de una envergadura (poltica, social, econmica) excepcional, impuso una modificacin del
statu quo sancionado tras la segunda guerra mundial.

Europa y Asia constituyen, as, las dos grandes reas del planeta incursas en este proceso. Habiendo
estado en la frontera caliente de la guerra fra, hoy son el epicentro donde se desarrolla la ofensiva
restauradora capitalista.

La repercusin de estos hechos es muy grande. En Occidente se asiste desde hace un tiempo importante
a la insistente ofensiva del capital sobre los trabajadores. El conjunto de derechos y garantas que hacen
a la reproduccin de la fuerza de trabajo ha sido puesto en el centro del ataque. La poltica social de la
burguesa ha perdido, entonces, completamente los cuidados y sutilezas de la inmediata posguerra.
De la contencin social y poltica de los trabajadores en los marcos de lo que se ha conocido
genricamente como Estado de Bienestar, se ha pasado a una sistemtica accin depredadora de los
privilegios o derechos adquiridos por las masas.

Sea en Europa Occidental, en Amrica del Norte o en Japn, esta poltica de guerra tiene un nombre.
Pero tambin en Amrica Latina, frica o Asia este ataque recibe la misma denominacin: flexibilizacin.
Detrs de esta caracterizacin no encontramos otra cosa que la necesaria y natural adecuacin de la
fuerza de trabajo (paraguaya, sudafricana, surcoreana, alemana, norteamericana, japonesa, etc.) a las
necesidades del momento: los imperativos del cambio tecnolgico y de la competitividad mercantil
mundial, es decir, los mecanismos articuladores del sometimiento de los trabajadores a sus respectivas
burguesas.

Esta formidable sobre todo por lo abarcativa- ofensiva, ha contado con un inigualable aliado en el
desmoronamiento de los regmenes socialistas. La profundidad de una va de la mano de la magnitud de
la crisis de la otra.

Al mismo tiempo, la nueva situacin internacional impona un realineamiento entre las principales
potencias capitalistas. El vaco dejado por la desintegracin del bloque oriental, uno de los sustentadores
del orden geopoltico de posguerra, precipit las tendencias a los choques, a la confrontacin econmico-
comercial entre EEUU, Europa Occidental y Japn. Estos enfrentamientos ya se venan anticipando
desde comienzos de los aos 70 cuando el dlar norteamericano comienza un proceso devaluatorio,
modificndose gran parte de la arquitectura sistmica monetaria con la que se haba funcionado tras la
segunda guerra mundial.


La expresin real

La globalizacin est expresando, pues, diversas cosas. Pero en todos los casos estamos en presencia
de una expresin ideolgica (pro-mercado), impregnada de una fuerte textura geogrfica.

As, la reduccin dramtica de la distancia, llevada hasta el lmite, es la llave maestra que da paso al reino
de la perpetua circulacin, en el que la friccin del espacio ha virtualmente desaparecido.

El mercado, entonces, puede mostrar all en toda su magnitud los efectos benficos, equilibrantes, los que
surgen del intercambio extendido continuo.

Por supuesto que este dominio omnmodo de la circulacin, este circulacionismo, supedita las constantes
referencias geogrficas a un inexpresivo acompaamiento de los acontecimientos, transformando estas
representaciones en una inspida y estril geografizacin, que, en verdad y en esencia, es la ms
acabada muestra de rotunda negacin de la geografa misma.(8)

LA VUELTA DE LA REGIN: EL REDESCUBRIMIENTO DE LA GEOGRAFA?

Ortodoxos y heterodoxos, unidos

Pero a poco de andar, en el transitado camino de la globalizacin han ido apareciendo algunas
manifestaciones generadoras de una sbita perturbacin.

El dominio de la circulacin continua, de la desaparicin de los obstculos, de la reduccin de las
diferenciaciones, se ha visto conmovido por las crecientes e insoslayables expresiones de supervivencia
de condiciones que contradicen -en los hechos- los supuestos centrales de la globalizacin.

As es como a la par de la imposicin de las ideas de la globalizacin fue consolidndose tambin la
nocin de regin.

De pronto, entonces, frente a la abstraccin mundial por excelencia (globalizacin), se constataba la
existencia de reas con un conjunto de caractersticas que las dotaban internamente de cierta
homogeneidad; y que esta ltima las identificaba a su vez como heterogneas respecto del resto del
espacio mundial. Adems, claro est, estas heterogeneidades homogneas, necesariamente implicaban
influencias decisivas, cuando no representaban abiertamente discontinuidades, en el fenmeno de la
circulacin.

Con el correr de los aos 90, y tras la furia obnubiladora globalizante, se inicia un movimiento opuesto, el
que a su manera tambin redescubrir la geografa.

Tempranamente, una inobjetable fuente, conservadora y europea como pocas, The Economist, dar toda
una leccin de apologa de la geografa y, al mismo tiempo, har una denuncia de los lmites insalvables
de los enfoques circulacionistas en boga.(9)

Desde una perspectiva tal vez diferente, el economista norteamericano Paul Krugman tambin ha hecho
una profesin de fe en la geografa, y ha enfatizado la necesidad de contemplar el marco material del
desenvolvimiento de los acontecimientos econmicos, que analizados al margen de esa encarnadura
comportan un esfuerzo vano, ftil, cuando no directamente mistificador, constituyndose, entonces, en el
epifenmeno de la desembozada ideologa vulgar de los adoradores del mercado.(10)

Lo interesante de este rescate de la geografa es que esta revalorizacin de la distancia como fenmeno
posicional, y de la regin como un hecho referido a la vigencia de las diferenciadora de los sitios, nos
remite, sin embargo, a una situacin discutible.

Por ejemplo, resulta pattico encontrar a connotados miembros del liberalismo ms acrrimo, haciendo
una serie de piruetas verbales para finalmente recurrir al antiqusimo expediente de la distancia, erigida
otra vez como un factor crucial de lo econmico. Y todo esto, luego de haber abogado por la inevitabilidad
de la globalizacin y por la irrefutabilidad de los incrementos cuanti-cualitativos del arsenal tecnolgico,
pretendidos generadores de una nueva historia, para que nos terminen transportando y nos retrotraigan
casi a la Prehistoria, o por lo menos digamos-, a la Edad Media.(11)

Pero no slo para el pensamiento conservador el echar mano del factor geogrfico constituye la vuelta a
un arcasmo conceptual. Aun para los keynesianos o neo-keynesianos, el redescubrimiento de la
geografa comporta una peligrosa encrucijada, ya que tambin puede ser el puente de plata para hundirse
-hasta encajarse- en el fango de las pesadas herencias del pasado.

Es as como el fenmeno regional es planteado muchas veces como una contradiccin en el macro
contexto de la globalizacin. Algo as como una especie de rmora de la historia.

En forma ms matizada, algunos otros analistas, cuanto menos, ubican a la regionalizacin como una
estacin intermedia y, tal vez, una circunstancia no meramente pasajera- en el predestinado viaje hacia
la globalizacin definitiva.

En este sentido, la regin reaparece aqu como un fenmeno del pasado, como un hecho en gran medida
naturalizado es decir, con una fuerte carga del conjunto de condiciones naturales bsicas que
distinguen, como punto de partida, a cualquier regin- y, por lo tanto, como una resistencia frente a los
procesos actuantes, por caso, el tan comentado de la globalizacin, es decir, el de la efectiva destruccin
de la distancia fsica como elemento engendrador de realidades diferentes.

Redescubriendo a Bujarin

Sin embargo, y muy a su pesar, lo que algunos, sin ambages, reconocen como la hora de la
regionalizacin (Tokatlian, 2000), no significa el retorno a una criatura del pasado, que representara una
especie de intrusin de la historia en el futuro. Muy por el contrario, es un fenmeno resultante de
fenmenos claramente actuantes en el presente, y que no implican una contradiccin formal de la
globalizacin; mucho menos, desde ya, una resistencia temporaria al destino manifiesto del fin de las
distancias.

Frente a esto, afirmamos que la regionalizacin es una clara manifestacin de la imposibilidad de la
globalizacin en los trminos en que sta es planteada-, ya que aquella responde a la fractura del
mercado mundial producto de las pugnas de los monopolios, y de sus estados apadrinadores, por
supuesto.

Es decir, el planteo de la globalizacin nos remite a la superada discusin de principios de siglo acerca de
la posibilidad de una integracin absoluta del mercado mundial bajo la gida, lgicamente, de un poder
poltico geogrficamente situado lo que se ha conocido como el ultraimperialismo-(12) y a la taxativa
denuncia de su imposibilidad fctica, contenida en la magistral refutacin geogrfica de Nikolai Bujarin.
(13)



BIBLIOGRAFA

BANCO MUNDIAL: Globalizacin, Produccin Internacional Integrada y Economa Mundial Cap. 3, en
World Investment Report. 1994.
BUJARIN, Nikolai: El Imperialismo y la Economa Mundial, Ediciones Pasado y Presente. Buenos Aires.
1971.
EL ECONOMISTA: La Geografa aun sigue teniendo importancia. Las fuerzas del globalismo estn
siendo contrarrestadas por la vecindad, Buenos Aires, 5/08/94.
DOS SANTOS, Theotonio: La Teora de la Dependencia y el Sistema Mundial, en Herramienta Nro 8.
Buenos Aires. Primavera-Verano 1998/99.
GIDDENS, Anthony: La Reconstruccin del Estado, en diario La Capital, Mar del Plata, 14/05/00.
HARVEY, David: La Geografa del Manifiesto, en Periferias Nro 5, Buenos Aires, 1998.
KRUGMAN, Paul: De Vuelta a la Economa de la Gran Depresin. Edit. Norma. Buenos Aires. 1999.
MENEM, Carlos: La Gobernabilidad es el Principal Desafo, en diario mbito Financiero, Buenos Aires,
24/05/00.
NAVAJAS, Fernando: Nada puede reemplazar al MERCOSUR, en mbito Financiero, Buenos Aires,
23/03/00.
PARRINI, Carl: La Era del Ultraimperialismo, en Periferias Nro 6, Buenos Aires, 1999.
SACHS, Jeffrey: Argentina: la gran ilusin, en diario Clarn, Buenos Aires, 9/01/00.
TOKATLIAN, Juan Gabriel: La Hora de la Regionalizacin, en diario La Nacin, Buenos Aires, 18/12/99.
von HUMBOLDT, Alexander: Cosmos. Berln.


NOTAS

1) El mundo, atraviesa una etapa de grandes cambios, que generan una conmocin generalizada. La
aceleracin del ritmo de la revolucin tecnolgica, que est detrs del proceso de globalizacin de la
economa, tiene una magnitud de tales caractersticas que arrastra en su torbellino a todos los pases,
incluso a los Estados Unidos... En el escenario internacional de principios del siglo XXI, Estados Unidos
no es ya un poder entre otros, sino que emerge con una fuerza excepcional, a veces amenazante,
siempre estremecedora, que se nutre del determinismo tecnolgico y de la globalizacin econmica que
caracterizan a esta etapa de la historia mundial (Carlos Menem, en mbito Financiero, 24 de mayo de
2000; p.16).

2) Debe recordarse que el concepto de globalizacin es sorprendentemente joven. La gente piensa que
como todo el mundo habla de ello se trata de algo muy antiguo, pero no es cierto... Un rasgo de la
globalizacin es la misma globalizacin del concepto. En los ltimos dos aos he podido visitar cerca de
40 pases y no he encontrado ninguno en el que no se hable del tema. Hace diez aos ni se conoca la
palabra (Anthony Giddens, en diario La Capital de Mar del Plata, 14/05/00; p.5.

3) Una interesante visin al respecto nos la da Theotonio dos Santos, 1998: hasta los aos 30, en
Argentina o en Brasil, por ejemplo, tenamos un movimiento obrero sin mucha conciencia latinoamericana,
tena una formacin ms europea. Pero despus de los aos 30 el movimiento obrero va ganando una
dimensin profundamente latinoamericana que fue ignorada y hasta atacada por las formaciones
socialistas obreras anteriores, que no comprendieron que la latinoamericaneidad era parte de la
afirmacin de la clase obrera de esta regin, porque t no puedes afirmarte como clase si no ests dentro
de tu nacin o de tu realidad social inmediata. Un sector de la izquierda muy grande ha vivido esta
enajenacin de lo real, de las formas concretas del movimiento histrico, con una visin de una
humanidad abstracta, que no tiene contenidos culturales sociales concretos, pp. 61-62.

4) Que los nombres de Confines y Periferias correspondan a revistas de Ciencias Sociales, reflejan en
Argentina claramente este hecho. En el nro 5 de la revista Periferias, por ejemplo, puede observarse que
el trabajo de un gegrafo anglosajn, David Harvey, encabeza la conmemoracin del 150 aniversario del
Manifiesto Comunista. El ttulo de este trabajo es por dems elocuente: la Geografa del Manifiesto.

5) Muchos de los desarrollos tecnolgicos del perodo de posguerra han mejorado tecnologas existentes.
Las mejoras acumulativas en la tecnologa del transporte ha continuado, reduciendo el tiempo y el costo
de los movimientos de materiales, productos y de personas. Por ejemplo, la evolucin del avin a
reaccin hacia el turbohlice acort dramticamente las distancias globales: Nueva York est ahora ms
cerca de Tokyo en trminos de tiempo de viaje de lo que estuvo de Chicago en la segunda mitad del siglo
XIX. Asimismo, la llegada de la tecnologa satelital a principios de los 60, expandi el alcance geogrfico
de las comunicaciones. Sin embargo, un rasgo fundamental del perodo posterior a la segunda guerra
mundial ha sido el desarrollo y (desde finales de los 60) la amplia difusin de nuevas tecnologas basadas
en la revolucin microelectrnica y en particular lo que se considera la ms importante y nueva tecnologa
genrica: la tecnologa de informacin. Esto define un nuevo paradigma tecno-econmico, dado que la
introduccin de las tecnologas de informacin tiene tales efectos de penetracin en la economa que
cambia el estilo de produccin y de gestin a travs del sistema(Banco Mundial, 1994).

6) Desde ya, tambin la utilizacin del trmino mercado emergente denota la prdida en gran medida de
las perspectivas desarrollistas ms alineadas con la posibilidad de inversin extranjera directa en un
espacio perifrico, y el predominio de la inversin financiera como el mecanismo de contacto centro-
periferia.

7) Yo creo que hay que regular algunos aspectos de la globalizacin, pero no pienso que sea reversible.
No hay ms que observar el fenmeno de internet. En principio era un proyecto del Pentgono, un
proyecto de la Guerra Fra. Y ahora existe en todo el mundo. Sencillamente no puedes dar marcha atrs
a todo eso, tienes que adaptarte a ello. Hay que comprender las oportunidades que genera pero tambin
regular lo que produce (Anthony Giddens, op. cit.).

8) la naturaleza es para la observacin pensante- unidad dentro de la multiplicidad, unin de lo mltiple
en forma y mezcla, suma de los sujetos y cosas naturales y de las fuerzas naturales como un todo vivo. El
resultado ms importante de la investigacin fsica realizada con sentido- es, por eso, la siguiente:
reconocer la unidad en la multiplicidad, desde lo individual abarcar todo lo que en la ltima era nos
ofrecen los descubrimientos, aislar las particularidades analticamente y no ser derrotados por su masa.
Teniendo en cuenta el destino superior del ser humano comprender el espritu de la naturaleza que yace
escondido bajo el envoltorio de la apariencia. Por este camino nuestra vocacin traspasa la estrecha
frontera del mundo de los sentidos y podemos as lograr el dominio, por medio de las ideas, de la materia
cruda del punto de vista emprico, entendiendo a la naturaleza.(Humboldt: Cosmos, Berln).

9) Las personas no son mquinas pensantes (absorben al menos tanta informacin a travs de la vista,
el olfato y los sentimientos, como de los smbolos abstractos, y el mundo no es inmaterial: la realidad
virtual no es tal realidad. El peso sobre la humanidad del tiempo y del espacio, del terruo y de la historia
en suma, de la geografa-, es mayor que el que probablemente pueda levantar jams cualquier
tecnologa terrcola (The Economist Newspaper, agosto de 1994).

10) De este autor se puede consultar: De vuelta a la Economa de la Gran Depresin (1999).

11) Por liberalismo acrrimo debe entenderse conservadorismo u ortodoxia. A continuacin veremos dos
ejemplos:
El primer punto que uno debera mencionar es que el incremento del comercio con los socios del
MERCOSUR, que por la forma en que se ha gestado se lo califica de desvo (en contraposicin con
creacin) de comercio, es un fenmeno que de todos modos se hubiera dado en los aos recientes de
haber seguido polticas unilaterales. Ello es as porque en un mundo en donde los costos de transporte y
comunicacin son todava altos, la apertura tiene que favorecer necesariamente el comercio con los
vecinos, es decir, la integracin comercial regional. El hecho de que la geografa importa en la
determinacin del comercio, tira rpidamente por la borda otras propuestas de integracin sea con el
NAFTA o con los marcianos. El punto central es que Brasil no puede ser ignorado en la poltica comercial
de la Argentina(Fernando Navajas, en mbito Financiero, 23/03/00).

No cabe duda de que parte de los problemas ms profundos de la Argentina obedecen a la gran
distancia que separa al pas de los mercados centrales de Europa y los Estados Unidos. Si la Argentina
estuviera ubicada en Europa Occidental, sus problemas de retraso comercial y tecnolgico ya se habran
superado. El problema, por supuesto, es cmo sobreponerse a esa distancia fsica. En este sentido, los
avances en la tecnologa de la informacin dan a la Argentina una ventaja especial y de enorme
importancia. Ahora que la comunicacin instantnea es posible, las economas ms distantes de los
mercados centrales pueden ser muy competitivas en las reas de alta tecnologa (Jeffrey Sachs, en
Clarn 9/01/00; p. 7).

12) La versin clsica del ultraimperialismo corresponde a Karl Kautsky, a comienzos de siglo. Pero se
han observado continuas recreaciones de este enfoque. Puede consultarse, por ejemplo, a Carl Parrini,
1999.

13) Nos referimos a su conocida obra El Imperialismo y la Economa Mundial, 1971.

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