Bois Guy G Conclusion y Anexo
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AL SISTEMA FEUDAL
Problemas parciales
del nuevo orden. Así, esta clase social desaparece como tal para fun
dirse en una clase de campesinos dependientes o tenentes, ampliamente
unificada.
En resumen, antes y después del año mil registramos dos dispositi
vos de clases netamente diferenciados, uno de corte antiguo, otro de
corte feudal.
3. Por lo que respecta al intercambio y a la relación ciudad/cam
po, hay que tener presente que este segundo aspecto mantuvo las mis
mas características que en la sociedad antigua. Es una relación unila
teral, de dominio y explotación, pero (he aquí la novedad) sumida en
un proceso de constante debilitamiento. Este fenómeno engendra a su
vez el declive de la ciudad, la ruralización de la sociedad y el desarro
llo del campo. Asociar sistema feudal o feudalismo a ruralización es
un contrasentido: la auténtica causa de la ruralización se encuentra
en las disfunciones de la sociedad antigua. De forma inversa, los nue
vos poderes locales surgidos de la revolución feudal aceleran el desa
rrollo de los intercambios locales y establecen una pareja ciudad/campo
de corte inédito, basada en relaciones recíprocas, sin que desaparezca
la función dominante de la ciudad. Desde sus primeros pasos, el siste
ma feudal es portador del renacimiento comercial; es un sistema bási
camente mercantil, en mayor medida que la sociedad antigua (pese
a ciertas apariencias engañosas); muy pronto permitirá la aparición
de una clase mercantil, perfectamente integrada en el orden feudal y
no marginada como hasta entonces. Por último, al introducir el me
canismo de mercado en la base misma de la sociedad, el sistema feu
dal dotó a la economía de una autonomía nueva, y consiguió así aflo
jarle el corsé político que la comprimía.
4. El crecimiento agrario fue un fenómeno capital en la historia
franca. Se benefició del relajamiento de la dominación urbana y fis
cal, contó con bases de apoyo tales como la consolidación de la célula
conyugal y las solidaridades aldeanas, y acompañó a los progresos de
la pequeña producción en el marco de la explotación campesina, y más
aún en el marco del pequeño dominio, cuyo papel resultó decisivo en
el desarrollo técnico. Dado que la realidad del crecimiento resulta poco
discutible, debemos centrar nuestra atención en sus múltiples inciden
cias. El desarrollo agrario puso de manifiesto la fragilidad de las es
tructuras de encuadramiento del mundo carolingio. Sirvió sobre todo
para modificar el paisaje social, convirtiendo la relación servil en un
vínculo obsoleto y reforzando el peso específico del campesinado. No
186 LA REVOLUCIÓN DEL AÑO MIL
Problemática central
de la misma forma, y todo ello por una razón bien sencilla: no podrá
funcionar de ningún otro modo hasta que las diversas estructuras de
base no hayan sido desmontadas... Con todo, la quiebra del Estado
y el debilitamiento progresivo de sus competencias engendran múlti
ples disfunciones, imponen el recurso a otras soluciones y determinan
de esta forma una lenta desestructuración global del sistema antiguo.
Este es el punto de partida. El punto de llegada se caracteriza por
la cristalización de otro conjunto de estructuras igualmente coherente
que calificaremos de «feudal». Estructuras sociales distintas: la tota
lidad del campesinado está ubicada en una relación de dependencia
nueva (el señorío territorial y banal) frente a una aristocracia cuya he
gemonía descansa en unas bases diferentes. Estructuras económicas
distintas: lo esencial no radica en el feudo, ni siquiera en la atomiza
ción del poder, sino en el ejercicio, por parte de la aristocracia, de un
poder directo sobre el conjunto de los productores. Por último, repre
sentaciones ideológicas distintas: la concepción de los tres órdenes; para
ser más precisos, la de Odilón. Por supuesto, todo este complejo de
estructuras no se generó de golpe. Antes de cristalizar en un conjunto
o sistema nuevo, cada una de las estructuras fue configurándose de
forma más o menos aislada en el seno del sistema antiguo, a través
de procesos de larga duración.
Segunda proposición: los hilos que rigen el tránsito de un sistema
al otro son procesos de larga duración. Se trata de tendencias lentas
(cubren un período de quinientos años), de efectos acumulativos, lo
que las convierte en difícilmente reversibles, aunque no podemos ex
cluir los bloqueos, e incluso los retrocesos momentáneos. Estos pro
cesos afectan por igual al Estado y *a la economía, la vida religiosa
o las estructuras sociales. Incluyen a un mismo tiempo fenómenos de
descomposición del orden antiguo y fenómenos de recomposición. Úl
timo aspecto característico: manifiestan múltiples solidaridades recí
procas. Resultaría muy provechoso elaborar una tipología rigurosa de
estos fenómenos y sobre todo examinar sus interferencias. Nos limita
remos a algunas ilustraciones.
El proceso más activo en la desestructuración del sistema antiguo
es con toda seguridad el debilitamiento de las funciones del Estado
(habida cuenta del papel básico que desempeña). Parece como si la
lógica descubierta por Finley se hubiera invertido, pues la atrofia su
cede a la hipertrofia. El Estado se debilita porque se han cortado las
raíces que hundía en los campos; la savia (el impuesto) ya no subirá
DEL SISTEMA ANTIGUO AL SISTEMA FEUDAL 189
más por el tronco. Los intentos dirigidos a revitalizar el seco árbol del
Estado (especialmente las conquistas) son de duración y alcance limi
tados. Otros procesos se insieren directamente sobre éste: el languide
cer de las ciudades, en las que la antigua burocracia se disipa rápida
mente; el declive del comercio a gran escala ante la contracción de la
demanda urbana; la disminución generalizada de los intercambios, por
que la circulación monetaria ya no se alimenta de las distribuciones
de numerario entre funcionarios y soldados. El declive del Estado es
uno de los factores determinantes de la ruralización generalizada de
la sociedad. Pero también advertimos sus efectos en otros terrenos. Los
progresos del vasallaje y de la inmunidad y la creciente influencia del
aparato clerical, de la diócesis a la parroquia local, son distintas res
puestas a la necesidad de encontrar nuevas formas de encuadramiento
de los hombres. La organización del gran dominio carolingio obedece
también al mismo contexto político y a sus prolongaciones comercia
les. En muchos aspectos es la política quien parece conducir el juego.
El Estado, que había sido la clave de arco del sistema antiguo, dirige
todavía, a través de su propio debilitamiento, la desestructuración del
viejo orden, una desestructuración que sigue un recorrido vertical, de
arriba hacia abajo.
Los procesos de recomposición, por el contrario, se van dibujan
do desde los pisos inferiores del edificio social. Los más evidentes y
sin duda los más activos son el desarrollo de la pequeña producción
familiar y el crecimiento agrario, vinculados el uno al otro. Vincula
dos también, no hay que olvidarlo, a la disminución de la influencia
del Estado. De forma directa en la medida en que, por regulación ma-
croeconómica, el relajamiento de la tenaza fiscal es un factor de des
pegue rural; pero también por la presencia de múltiples vinculaciones
que deberían ser examinadas más de cerca. Pongamos un ejemplo: la
consolidación de la célula conyugal se debe por una parte al aumento
de la influencia clerical, y por otra favorece la cohesión de la célula
de producción doméstica, convirtiéndose así en un factor de crecimiento
agrario, para a su vez nutrirse de éste. Si adoptamos una óptica más
general, la cristianización del mundo rural puede interpretarse como
uno de esos procesos de larga duración que participan en la transfor
mación global de la sociedad.2 No obstante, el impulso principal vie-
Incidencias conceptuales
que sucede cuando Finley evoca la evolución del bajo imperio domi
nado por la hipertrofia creciente del Estado. De esta forma, Finley inau
guró una profunda renovación del materialismo histórico3 (Witold
Kula hizo lo propio con otro período histórico).4
Por último, ¿la noción de sistema social mantiene alguna relación
de parentesco con la de «economía-mundo»? Fernand Braudel ha sido
el más importante y el más creativo de los historiadores franceses de
la segunda mitad de este siglo (para la primera mitad, tal galardón re
cae forzosamente en Marc Bloch). Sin embargo, Braudel se vio atena
zado por las exigencias de una conceptualización amplia, a la que supo
dar una respuesta particular con el concepto de economía-mundo, que
aplicó a vastos conjuntos históricos, fuertemente estructurados y je
rarquizados, con su centro, sus zonas concéntricas y sus periferias. Su
aproximación resulta diferente de la propuesta aquí, pues privilegia
lo económico en detrimento de lo social, la esfera del intercambio en
detrimento de la producción; se presenta como una alternativa a las
exigencias globalizadoras del marxismo. No importa; su aportación
es capital. La noción de sistema social debe configurarse en gran me
dida a partir de ella. Braudel ha esclarecido una de sus caras ocultas.
El sistema social no es sólo un conjunto coherente de estructuras, sino
que además tiene una proyección espacial, unas fronteras, un centro,
unas zonas concéntricas; conforma un todo orgánico en cuyo interior
el intercambio desigual desempeña un papel básico.
La comprensión del tránsito de la sociedad antigua a la sociedad
feudal debe integrar esta dimensión. El punto de vista microhistórico
adoptado aquí me ha alejado aparentemente de esta perspectiva. Ya
es hora de regresar a ella, aunque sólo sea con breves palabras. El sis
tema antiguo era una economía-mundo dominada primero por Roma
y después por Constantinople. La Galia merovingia no era más que
3. La reciente síntesis (al cabo inteligente y estimulante) ensayada por Chris Wick
ham peca, a mi parecer, de una ambigüedad a este nivel. Por una parte, adopta como
punto de partida el «sistema antiguo» de Finley (con todo lo que implica desde un pun
to de vista conceptual); por otra, sólo razona en función de las «relaciones de produc
ción» (olvidando por el camino al sistema global), para ver en qué momento lo nuevo
se impone sobre lo viejo, dentro del más estricto marxismo «tradicional». Advierto un
error en la coherencia conceptual de Wickham, como si se quedara a la mitad del vado...;
cf. Chris Wickham, <¿The other Transition: from the Ancient World to Feudalism». El
mismo uso del concepto de «transición» exigiría comentarios críticos (entra en contra
dicción con la fuerte coherencia del sistema antiguo que le sirve de punto de partida).
4. Witold Kula, Théorie économique du système féodal, Paris, 1970.
196 LA REVOLUCIÓN DEL AÑO MIL
I e l d in u s I HUGO
nobilis en 1005 casado con
Roseline
(hija de Achardus)
I ADEMAR I
primo de Achardus
y de Arleius
MAÏEUL
preboste del obispo
I I I
so ffr e d o s WICHARDUS GAUSSERANUS AREMBERTUS Γ
Primo hermano preboste del
de Achardus lENGELELMUSl SENDELENUS
obispo cesado con Emma arcediano
(familia Arleus)
--------------- 1
ARLEIUS BERNARDUS
casado con Roseline
AGNUS