Me despertó la luz titubeante,
las seis de la mañana
no es hora de empezar a desvivirme.
De nuevo me abracé a un cuerpo que no estaba
y mi escasa consciencia
se sumergió en el sueño. Luego supe
que a esa hora morías. No sé cuándo
fue la última vez que discutimos,
-tú me llamabas roja y yo a ti facha-
para luego tomarnos unas copas
y reírnos del mundo, recordando
que siempre nos odiamos tiernamente,
que siempre nos quisimos a pesar de la vida.
Yo sé que fuiste fiel, que me acogiste
-seguramente en contra de tu lógica-
cuando me quedé sola a la espalda del mundo,
cuando salí corriendo por la calle de en medio
y todos se apartaban a mi paso.
Miraba al infinito con la mente dispersa
ante el café humeante y el aroma a tostadas.
Sonaban en la radio las noticias de siempre
pero mi pensamiento andaba distraído
quién sabe en qué entelequias,
aún no había tomado conciencia de mí misma.
Aún no sabía
que ya nunca tú y yo discutiríamos.
Que te fuiste al lugar donde te esperan
tantos, tantos amigos.
sábado, 24 de septiembre de 2016
lunes, 19 de septiembre de 2016
A MI MANERA
Si lo que quieres es cumplir cien años
no vivas como vivo yo.
(Joaquín Sabina)
Mis amigos me dicen
que deje de fumar, que eso es muy malo
y que si sigo así acabaré muriendo
-parece ser que algunos
piensan quedarse aquí la eternidad entera-.
Pues va a ser que este mundo no merece
tamaño sacrificio.
Y que no corra tanto con el coche,
que más vale llegar aunque sea tarde.
Seguro que alguien los está esperando,
pero a mí no y prefiero
no perderme un instante
de los pocos que quedan
dignos de ser vividos.
Y que no tome copas,
que si el colesterol y otros horrores
que amenazan mis días. Pero yo no renuncio
a las noches que vienen repletas de palabras,
de vida compartida,
de amigos que me quieren por un rato
-yo sé que es solo un rato, pero ayuda-,
para morir de asco sobra tiempo.
Dicen que haga ejercicio y que duerma ocho horas,
como si una pudiera mandar en el anárquico
reloj de sus insomnios. No pienso regalarle
ni un minuto de más a una existencia
sin ninguna emoción, sin calor y sin frío
ni vivir por vivir, sin más empeño.
Afortunadamente, amigos míos,
no soy imprescindible,
nadie me necesita con apremio
-así es la soledad, es lo que tiene-.
Ya tengo los deberes presentados,
aunque lleven tachones en algún ejercicio
y otros estén borrosos por las lágrimas.
Pues dejadme vivir a mi manera.
lunes, 12 de septiembre de 2016
DEFINITIVAMENTE
Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.
(Jaime Gil de Biedma)
Hace apenas tres meses
este inmisericorde secarral
era un vergel
cuajado de retamas y jarales,
cuajado de retamas y jarales,
el cantueso cubría las praderas
de cintas color malva
y unas flores sin nombre, diminutas,
tapizaban rincones en la umbría.
En pie quedan tan solo las encinas
resistiendo agarradas al rastrojo
el envite brutal de la canícula,
este sol infinito e implacable
que asesina los brotes de esperanza.
Pero vendrá la lluvia y en noviembre
el oro vestirá las ramas de los chopos
compitiendo en belleza con el ocre del fresno
y, una vez más, el paso de los meses
traerá la primavera.
¡Ojalá fuera igual para nosotros!
¡Ojalá fuera igual para nosotros!
Hace apenas mil años todos éramos
tenaz, impenitentemente jóvenes,
como si aquello fuera a durar siempre.
Pero no somos chopos ni jarales,
lo que se fue no vuelve, se transformó en dolor
la feliz inconsciencia; cada día
recibimos noticias de la muerte,
la vemos acercarse a los amigos,
se agazapa, ladina, entre las sombras
que cubren el recuerdo de esos años.
No es el miedo a morir lo que me mata.
Es el miedo a vivir esto que queda.
Es el miedo a un invierno amenazante.
A que la
primavera no regrese.
martes, 6 de septiembre de 2016
ARREPENTIMIENTO
Si de algo me arrepiento es de haber sido
cobarde cuando entonces,
cuando correspondía ser valiente,
de no haber cuestionado los axiomas,
las verdades eternas que se me dieron hechas,
de haber pecado apenas sin pecar
unos pecados tristes y estreñidos,
de haber amado a medias,
de haber creído en las hadas y en los príncipes
cuando no había más hada que yo misma
y el príncipe besaba a las intrépidas.
Pero de qué me sirve a estas alturas...
He llegado tan tarde a tantas cosas
que aunque intente correr hasta extenuarme
jamás alcanzaré el tiempo perdido.
A no ser que aprendiera
a correr hacia atrás, hacia los años
en que vivir era esperar sentada
el día en que la vida me sacara a bailar
marcándome los pasos, sin salirme
del ritmo establecido
y empujando al deseo con los codos,
no le fuera a rozar la curva de mi pecho.
Si eso pudiera ser
volvería a llorar todas las lágrimas
ahora que sé, por fin, por qué lloraba.
cobarde cuando entonces,
cuando correspondía ser valiente,
de no haber cuestionado los axiomas,
las verdades eternas que se me dieron hechas,
de haber pecado apenas sin pecar
unos pecados tristes y estreñidos,
de haber amado a medias,
de haber creído en las hadas y en los príncipes
cuando no había más hada que yo misma
y el príncipe besaba a las intrépidas.
Pero de qué me sirve a estas alturas...
He llegado tan tarde a tantas cosas
que aunque intente correr hasta extenuarme
jamás alcanzaré el tiempo perdido.
A no ser que aprendiera
a correr hacia atrás, hacia los años
en que vivir era esperar sentada
el día en que la vida me sacara a bailar
marcándome los pasos, sin salirme
del ritmo establecido
y empujando al deseo con los codos,
no le fuera a rozar la curva de mi pecho.
Si eso pudiera ser
volvería a llorar todas las lágrimas
ahora que sé, por fin, por qué lloraba.
lunes, 5 de septiembre de 2016
EL TIEMPO
A mi nieto Álvaro, que algún día lo entenderá.
que corre más deprisa que nosotros
cuando más falta hace que se pare
y que nos dé una tregua
en la que remansar la soledad.
Esos días felices
que vienen a avivar nuestra ternura,
a arrancarnos sonrisas
y a pintar la tristeza de colores brillantes,
se marchan tan veloces
que apenas nos permiten disfrutarlos.
Son una suave brisa momentánea.
unas gotas de lluvia que refrescan
por un instante nuestra piel sedienta.
Luego llega de nuevo lo de siempre,
los días largos, tristes y vacíos,
inexplicablemente interminables,
las horas por llenar con algo que nos mueva,
con alguna emoción que nos despierte
de este letargo gris, de esta apatía.
De esta desconcertante sensación
de no pertenecer a ningún sitio.
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