Flores silvestres - Thomson
Releo tus cartas, Miralles, y
agradezco como un grato regalo el que me hables de tus cosas, de tus proyectos
y tus ilusiones, tus miedos e inseguridades. Entreviéndote, sé que comparto
contigo todo un firmamento de saludable inquietud. Codicias seguir creciendo,
aún a sabiendas de que para cuantos llevamos una vida acomodada, por
comparación con la de quienes sufren, resulta insultantemente sencillo sobrevivir...
Sabes cómo te entiendo.
Y me hablas del Siddartha de Hesse y me revelas tu más
íntima crisis, porque te sientes frágil y vulnerable (quise vivir como
sentía, ¿por qué habría de serme tan difícil?), desamparada... y porque en
ti conviven tendencias contradictorias. Piensa, sin embargo, en clave de
aceptación; tal vez la clave esté en aprender a coexistir con nuestros temores,
a domesticarlos sin consentir que nos amedrenten y paralicen. A vueltas con la
inseguridad, creo que es posible saberse cada vez más firme, desde la intuición
de que en la vida todo, absolutamente todo, es mucho menos sólido que lo que
uno se imaginaba. En mi vocación de aprendiz, también me toca batirme con la
vacilación que me endosan las metas inaccesibles. Fueron muchas las veces en
que corrí por algo, con tanta desesperación como insensatez, hasta que
comprendí el sinsentido de la huida hacia delante. Por eso trabajé para librarme
de la tiranía del modelo que seguía, para bajar el listón e irlo ajustando a mis
posibilidades, a mi medida. Sólo así he podido no sólo conocer mejor mis límites,
sino también hacerme una idea más exacta de la distancia real que me separa del
suelo. Consigo aceptarme, tal cual soy: un ser notablemente imperfecto que día
a día descubre, empero, que la imperfección inspira, que es una impagable
fuente de creación.
Y, entretanto, mi vida interior
discurre por derroteros marginales: Cansado de marear razones y un tanto
aburrido de tener-que-tener una opinión sobre casi todo, me emperro en abrir
cauces para los sentimientos, en otorgar a cada momento el sentido que merece,
en mirar al frente, esperanzado por darme de bruces con alguna azarosa
oportunidad de amar... Yo también vivo en una agridulce y permanente crisis, y
te lo confieso con una sincera sonrisa. Porque tú lo sabes, Miralles: la crisis
es, en efecto, una ocasión más que te ofrece la vida para aprender y mejorar...
Ahora se habla mucho, muchísimo, de esto y, fíjate, leí que los chinos expresaron
esta idea ya hace miles de años y que el pictograma que utilizan para la
palabra crisis es el mismo que utilizan para la palabra oportunidad.
Una idea provocadora, la de explorar la oportunidad que hay detrás de cada uno
de los periodos críticos a los que nos enfrentamos a menudo. ¿No te parece...? Cree,
pues, concédete márgenes y confía en ti y en tu capacidad, en esa cohesión
interior que traducen tus palabras, cuando reconoces tu anhelo por sentir y por
vivir como sientes...
Celebro tu entrañable cercanía, querida
Miralles. Queda prendida, en mi álbum de las cosas bellas, la ilusión de haberte
reencontrado hoy, en esta mañana que, siendo tan luminosa, sugiere mil armonías
por descubrir, respirar y gozar.