Hay quien podrá tachar a su director (y co-guionista) de aprovecharse de que Skype, Google, Whatsapp o Facebook inundan nuestras vidas, para montar una peli en la que sean reclamo, pero dudaría de que el que así la definiera hubiese visto siquiera unos minutos del filme.
Porque la tecnología, como ya ocurriese en la reciente “Her” de Spike Jonze, no es más que un elemento catalizador que apoya la narración de una historia de amor que gravita aquí sobre las medias naranjas y aquella frase de “si quieres ver a Dios reír, cuéntale tus planes”, o la de Ortega, “Yo soy yo y mis circunstancias”. Porque lo que cuenta Marqués-Marcet entre los poderosísimos (y cuan distintos) polvos inicial y final, que delimitan como prólogo y epílogo la película, es como puedes tener un quién, pero te puede fallar el cuándo, y no ser, sencillamente, el momento porque, en ese preciso instante, el azar os pone a 10.000 km de distancia. Y tu relación de golpe se convierte en una suerte de Google Street View, con el que estás pero no estás.
Alex y Sergio tiene planes...
Dos cosas me han fascinado en el modo de contar esta relación en conserva, que como todas, las conservas, tienen fecha de caducidad. En primer lugar, el audaz modo en que este debutante en el largo suple falta de presupuesto con talento. Rodada en una Barcelona que es a ratos Los Ángeles. Con el empleo de múltiples pantallas que se enturbian, ralentizan y pixelan, como la historia de sus protagonistas. Con el poder sinérgico de constantes metáforas sobre la comunicación siempre presentes, por ejemplo, en el trabajo de la prota. Y unos diálogos y colección de instantes que pese a su aparente inanidad conforman un devenir lógico, necesario, para concluir en un climax final a flor de piel. Además, esa capacidad para subsumir a los espectadores en incómodos vouyeurs de la intimidad cotidiana… Y todo ello sin que lo que veamos sea teatro en pantalla grande, ni mero juego de formatos estéticos, sino puro cine que es filigrana en el plano secuencia inicial de 23 minutos con que el filme pone sus cartas sobre la mesa, por si alguien podría dudar de lo que su realizador y actores son capaces.
Carlos Marqués-Marcet dirige el plano secuencia inicial
Lo que me lleva al otro arma de conquista masiva de la cinta: su dúo protagónico. En David Verdaguer y Natalia Tena, empieza y termina el reparto de la película y de la responsabilidad de sostenerla sin que la aparente cotidianeidad insulsa de sus personajes la dinamite. Están esplendidos en esa colosal labor. Si bien, la que me arrebata es la Osha de “Juego de Tronos”. Me creo su fragilidad, carácter, ironía, determinación, sensualidad, y todo lo que su gestualidad me transmite de la vida interior de su personaje. En su primer papel, además, en castellano. Su lengua natural es el inglés, justo lo contrario de lo que parece en el film. Chapó.
¿10.000 km no son nada?
Un dúo protagonista que cuando está frente a frente, sin gadgets ni inventos; cuando los kilómetros del título son centímetros; cuando desaparecen los artificios; cuando no hay virtualidad sino fisicidad; cuando ello ocurre, amigo mío, hace que el filme alcance su cenit al calor de una química proverbial, entre unos actores en la perfecta simbiosis que requiere esta historia de amor desencontrado que es, a la postre, un bolero, de los de siempre. Que habla de almas sin cuerpos que acariciar y, claro, sí, de la jodida modernidad que hace que pueda tenerte sin que realmente estés para tocarme y tocarte. Y de cómo, muy probablemente, la distancia es el olvido, o no…
NOTA: 8/10
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TÍTULO ORIGINAL: "10.000 KM"
TÍTULO ORIGINAL: "10.000 KM"
WEB OFICIAL: http://www.10000km-movie.com/
DATOS ADICIONALES: http://www.imdb.com/title/tt3114132/