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Veinte años de este blog. 2004 - 2024

Veinte años ya desde que decidí, sin saber nada del mundo virtual, que quería tener una página, una web. Porque todo empezó cuando una bolita, una línea, un borde... había que hacerlo prácticamente de cero, con escasos programitas que eran gratis y muy simples, y echándole imaginación a lo que quería hacer. Cada página de esa web era una locura... pero emocionante y llena de ilusión. 

Aquel sueño se llamó "El rincón de Chesana" y nació al mundo el 24 de abril del 2004.

Más tarde y ya buscando la comodidad en el diseño, derivó a lo que entonces se impuso como moda: los blogs. Y aquí estamos, cumpliendo una veintena llena de mucho aunque la vida se ha complicado últimamente. 

Dice la canción que "veinte años no es nada". ¿Que no es nada?. Un tercio de la existencia personal. Pero ha valido la pena, porque si este blog hablara, no de lo dicho, si no de lo callado, de lo oculto... 

Feliz cumpleaños amigo mío. No sé cuánto tiempo podremos seguir juntos. Me duele y mucho que cuando yo ya no pueda escribir (algo que cada vez está más cerca), ni siquiera puedas persistir en el tiempo, y no porque tú o yo seamos importantes si no porque es cruel que los imperios tecnológicos virtuales que lo manejan todo, hayan decidido que a los dos años de no haber actividad en sitios como este, se eliminen.

Pero no nos pongamos tristes, que hoy estamos de celebración. Hoy, tú y yo, cumplimos veinte años juntos. Eres la relación que más me ha durado (sonrío).

De aquel "El rincón de Chesana" todavía conservo aquí la pequeña cascada de agua en movimiento de la portada de este blog, y esa preciosa cara sonriente que lanza besos a todo el que pasa por aquí... aunque muchos ni la miren. También esa diminuta ola de incansables, y esa tan mal querida bandera de un país, el mío, que amo profundamente, amor que hay que esconder para que no te etiqueten de lo que ni por asomo eres. 

Feliz cumpleaños compañero de mil batallas. Intentaré venir a verte pero ya sabes que eso no depende de mí, que la salud anda resquebrajada y la vista más aún. Gracias por lo mucho que me has dado durante tanto tiempo cuando sólo tú acompañabas. No sé si podré volver pero... pienso cumplir otros veinte... contigo siempre.

Y si alguien asoma algún día por aquí, y estás... que pare un poco su apresurado tiempo (que parece que a todo el mundo le comen las prisas) y lea lo mucho que tienes, escrito siempre con un inmenso amor hacia la vida. 


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Necesito...

Necesito algo que no sé dónde encontrar. Algo a lo que agarrarme para no caer en un pozo que amenaza con cerrar mi garganta y desbordar los ojos. 

Esta mañana he tenido que ir al especialista, en consulta de urgencia, porque no podía más. Cuando el dolor corporal lo llena todo, dejas de tener vida. Algo se ha roto y hay, oficialmente, un empeoramiento general de mi estado de salud. Me ha duplicado la medicación y quiere verme de nuevo en dos semanas. 

Leer ya en casa, en el resumen de la visita de hoy, la palabra "Empeoramiento..." ha hecho que todo se me viniera encima. Llevo toda la tarde intentando sujetar no sé bien qué, porque no puedo permitirme el lujo de derrumbarme. 

Miro a mi perro dormido en su cama y pienso que hay que seguir por él... pero ni eso me vale ahora mismo. Busco a mi alrededor, y no encuentro nada. Nada. 

Posiblemente no debería estar ahora mismo escribiendo, pero es otro modo de sujetar caballos desbocados. Por primera vez en mucho tiempo, no sé qué hacer para dejar de pensar. 

Temía ese empeoramiento porque las señales del cuerpo te van avisando: esos malditos dolores se acentúan y aumentan hasta límites que no creías volver a sentir, pero pensaba que podría con ellos. Hasta el pasado miércoles en que tuve que llamar al especialista para pedir cita urgente. 

Su cara, la del médico, conforme me iba escuchando, ha pasado de "la de siempre" a estar serio, muy serio. Al final ni siquiera me han dolido casi las infiltraciones... porque yo ya no me encontraba a mí misma: aumentar la medicación al doble... verme en dos semanas... más medicamentos... Y darte cuenta que ésto, como mínimo, va a ser siempre así por mucho que te empeñes en que no. 

¿A quién le importa, salvo a mí? En barrena. 



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