Esa mañana de diciembre el día amenazaba nieve el frío era intenso, un día para estar en casa junto al calor del hogar. Desde el dormitorio a Ángela le llegaba un intenso aroma a café que le hizo levantarse, se dirigió a la cocina, al entrar su tía estaba preparando el desayuno se la veía feliz su gato ronroneaba junto ella era su fiel compañero. Amelia estaba más animada ahora que su sobrina pasaba unos días con ella.
Su mirada dejaba entrever el roce de la nostalgia. Su reto era vivir para volver a ver a sus hijos, siempre que se acercaban las fechas navideñas salía por la tarde paseando hasta la estación haber si veía bajar del tren a alguno de sus tres hijos, no hay un solo día que no los recuerde.
Quiso romper la delgada línea que había quedado en ella de nostalgia, pero el recuerdo permanecía vivo en ella, en esas fechas parecía florecer la esperanza y sentir o creer que sus hijos estarían con ella el día de Navidad. Comenzó a nevar y percibía como iba calando en su alma la tristeza.
Un día antes de Noche Buena subió al desván, sus piernas estaban cansadas por la edad, llamo a su sobrina Ángela para que la ayudara con una pesada caja donde guardaba la figuritas del belén, un abeto de madera con bolas envueltas en papel y guirnaldas de colores limpiaron con mucho cuidado cada adorno, colocaron las velas, encendiéndolas, esta Navidad iba a poner el nacimiento, adornar la casa, desde hacia varios años no se sentía con ánimos para hacerlo.
La tarde languidecía, mientras la nieve iba cubriendo el pueblo, el árbol del jardín se había vuelto blanco, para ella era un buen augurio parecía otra persona, mas alegre y con un brillo especial en los ojos, puso en la casa flores de Pascua, velas, después sacó un mantel con muérdagos y flores he invitó a algunos de sus vecinos que también se encontraban solos a pasar la Noche Buena en su casa. No quería seguir siendo una persona solitaria.
El reloj de pared marcaba las ocho de la tarde, se encontraba cocinando la cena de Noche Buena un ruido de neumáticos se escuchó a través de la ventana Amelia sintió como el corazón le parecía estallar, corrió hacia la puerta, al abrirla eran sus hijos que volvían a pasar las Navidades junto a ella, se fundieron en un largo abrazo mientras sus cansados ojos se inundaban de lágrimas de felicidad...
Partió feliz y acompañada de sus hijos.
Sneyder Caty 2018
-La comunicación es tan importante, aleja miedos, nos inunda de dicha y nos permite llegar a conocer a las personas.