Carlos Villoria Prieto
(Coordinador)
VII
JORNADAS DE
RELIGIOSIDAD
POPULAR
ELEMENTOS MATERIALES Y
CULTURALES DE LA TRADICIÓN
POPULAR: DE CRUCES Y CRUCEROS
LIBRO HOMENAJE
A DON EMILIO ESTEBAN HANZA
VÓLUMEN I
DIPUTACIÓN DE ALMERÍA I 2020
INSTITUTO DE ESTUDIOS ALMERIENSES
INSTITUTO DE ESTUDIOS ALMERIENSES
Colección Etnografía. Nº 26
VII Jornadas de religiosidad popular. Elementos materiales y culturales de la tradición popular:
de cruces y cruceros
© Textos: Miguel Luis López-Guadalupe y Muñoz, Ramón de la Campa Carmona, Valeriano
Sánchez Ramos, Emilio Esteban Hanza, Juan Pedro Vázquez Guzmán, José Gabriel Lirola Martín, Javier Sánchez Real, Antonio Ramírez Navarro, Andrés Molina Franco, Antonio Andrés Díaz
Cantón, Javier García-Luengo Manchado, Ildefonso Alcalá Moreno, Florencio Castaño Iglesias
y Joaquín Gaona Villegas.
Coordina: Carlos Villoria Prieto.
© Edición: Diputación de Almería. Área de Cultura y Cine.
Instituto de Estudios Almerienses.
www.iealmerienses.es
ISBN: 978-84-8108-699-7
Dep. Legal: AL 2939–2020
Primera edición: diciembre 2020
Maquetación:
[email protected]
Diseño de portada: Susana G. Almenzar. Servicio Técnico del IEA
Imprime: Imprenta Diputación Provincial
Impreso en España
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electrónico o mecánico, sin el permiso previo de esta institución.
ÍNDICE VOLUMEN I
INTRODUCCIÓN
CARLOS VILLORIA PRIETO
11
PONENCIAS
LA DEVOCIÓN POPULAR A LA CRUZ EN LA DIÓCESIS
DE GRANADA EN LA ÉPOCA MODERNA
MIGUEL LUIS LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ
19
“ECCE LIGNUM CRUCIS, IN QUO SALUS MUNDI PEPENDIT”.
EL CULTO A LA CRUZ Y A LAS RELIQUIAS DE LA PASIÓN
EN LA IGLESIA
55
RAMÓN DE LA CAMPA CARMONA
LA REBELIÓN MORISCA Y SU MARTIROLOGIO EN LA
ALPUJARRA: MANIFESTACIONES CRUCÍFERAS
VALERIANO SÁNCHEZ RAMOS
97
COMUNICACIONES
PIEDRAS Y MONTES MULTIPRESENTES EN LA SANTA
CRUZ DEL VOTO DE CANJÁYAR. ALGUNAS CONSIDERACIONES BÍBLICAS
EMILIO ESTEBAN HANZA
LA SANTA CRUZ DE CANJAYAR: CUATRO SIGLOS DE
UNA DEVOCIÓN SINGULAR
169
189
7
PONENCIAS
“Ecce lignum crucis,
in quo salus mundi pependit”
El culto a la cruz y a las reliquias
de la pasión en la Iglesia
Ramón De La Campa Carmona
Academia Andaluza de la Historia
El culto positivo a la cruz, como referencia privilegiada al sacrificio redentor de Cristo, nace en Jerusalén, y a su desarrollo confluyen fundamentalmente estos factores: el desescombro del Gólgota,
con la erección allí de una basílica memorial, la invención de la
santa cruz, con el consiguiente reparto de reliquias, y el rescate y
devolución de la sagrada reliquia jerosolimitana por el emperador
Heraclio en el siglo VII. En occidente se centra, además de en el
Viernes Santo, en las dos fiestas creadas en su honor: la del catorce
de septiembre, Exaltación de la santa cruz, y la del tres de mayo,
Invención de la santa cruz.
I. El simbolismo de la Cruz1
La cruz surge como un suplicio de origen oriental, persa, que los
romanos importan de los cartagineses, y que reservaban a sediciosos
y esclavos. El ser por ello una pena capital vergonzosa a la vez que
crudelísima, junto con el ser quemado vivo o arrojado a las bestias,
explica que, como argumenta san Pablo, se convierta en escándalo
para los judíos y locura para los paganos2.
Además, la crucifixión era extraña a la Ley judía, que prohibía el
uso de instrumentos afilados incluso para las penas capitales, por lo
que los dos medios de aplicarla más comunes eran la lapidación y
la horca. Es la causa de que san Pedro evita la palabra cruz, usando
madero por metonimia3 y en su discurso ante el sanedrín dijo: “El
1
2
3
Cf. KIRCHGÄSSNER, Alfons, El simbolismo sagrado en la liturgia, Ediciones FAX, Madrid,
1963, p 176; FLORISTÁN SAMANES, Casiano, El Año Litúrgico, Juan Flors Editor, Barcelona,
1966, p 212; JACKSON, Rebeca, “Jewish burial procedures at the time of Christ. A Jewish
Cultural Approach”, en Del Gólgota al sepulcro. Posible reconstrucción, Centro Español de
Sindonología, Valencia, 1998, pp 186 ss; FLORISTÁN SAMANES, Casiano, Diccionario
abreviado de liturgia, Editorial Verbo Divino, Estella, 2001, pp 109-110.
Cf. I Corintios 1, 23.
Cf. I Pedro 2, 24.
55
Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis
colgándolo en un madero”4.
San Pedro quería hacer comprensible el kerigma apostólico, y
tenía sin duda en mente la Ley de Moisés:
“Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y
lo hiciereis morir, lo colgaréis en un madero, no dejaréis que
su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterraréis el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado,
y no contaminarás tu tierra que el Señor tu Dios te da por
heredad”5.
La Ley mosaica, como vemos, sólo contemplaba el colgar al reo
ejecutado en un madero como deshonra pública.
Además, Jesucristo, como se evidencia en la santa Síndone de
Turín, que muestra manchas de sangre, no pudo ser sometido, según
la Halachah, a la purificación ritual antes del entierro, la Tahara, por
varias razones: al morir víctima de muerte violenta con derramamiento de sangre, al ser ejecutado por un no-judío, al ser excomulgado de
la comunidad judía y condenado a la pena capital por un delito de
naturaleza religiosa.
Podemos distinguir dos tipos fundamentales de cruces. La cruz
simple o de un solo palo y la cruz compacta, que prolongaba la agonía, formada de dos travesaños: uno vertical, el stipes, y uno horizontal, el patibulum, la que según la tradición se usó con Cristo, que
podía ser crux commissa, si el patibulum descansaba sobre el stipes,
o crux immissa, si el patibulum se clavaba antes del final del stipes.
No sabemos cuál de las dos se usó con Cristo.
A partir de aquí la cruz se va a convertir en el signo religioso por
excelencia del cristianismo, por haber sido condenado a morir en
ella Jesús, y ser, por tanto, la mejor prueba de su entrega total por la
salvación de la humanidad6.
Por ello, sobre todo en el kerigma apostólico y en especial en el
paulino, la cruz pasó de ser el suplicio más ignominioso e infame a
trofeo de victoria, ya que la muerte de Cristo tiene como consecuencia la victoria total sobre el pecado y, por ello, sobre la propia muerte.
En ella, el dolor y el sufrimiento adquieren un sentido de acrisolamiento en la esperanza de la resurrección. El leño seco de la muerte
4
5
6
56
Hechos 5, 30.
Deuteronomio 21, 22-23.
Cf. Filipenses 2, 6-11.
se convierte en el árbol verde de la vida, y la carne corrompida por el
pecado es santificada por el cuerpo destrozado del Hijo del Hombre,
al ser lavada en la sangre de Éste.
De ahí, que el discípulo de Cristo es el que toma su propia cruz7,
el que da testimonio de la cruz como María y el discípulo amado8, el
que se gloría sólo en la cruz del Señor9.
La tradición cristiana, siguiendo a san Pablo, ha entendido la
muerte de Jesús como sacrificio expiatorio de nuestros pecados, por
eso sus reliquias reciben una veneración especial, se han instituido
fiestas en su honor, una cruz procesional abre la marcha del cortejo
litúrgico, en la mesa del Señor hay una cruz de altar, en el Viernes
Santo se adora solemnemente, el crucificado es el centro de las procesiones de la Semana Santa y con el signo de la cruz el cristiano se
santigua y el sacerdote bendice.
Esto hace que incluso, cuando el Imperio Romano se cristianiza,
seguramente bajo Teodosio I (379-395), aunque algunos lo quieran
hacer remontar a Constantino I el Grande, después del 320, se produjo la abolición legal de la pena de crucifixión, y en cualquier caso ya
no se aplicaba en el siglo V10.
II. Las fiestas de la Cruz11
A partir de la invención de la santa cruz por santa Elena que había
viajado al frente de una legación de su hijo el emperador Constantino
prometida al obispo Macario en el Concilio de Nicea para desenterrar
y embellecer los lugares en los que se selló el misterio pascual, se
empieza a rendir culto positivo al lignum Crucis, con la extensión de
7
8
9
10
11
Cf. Mateo 16, 24.
Cf. Juan 19, 26.
Cf. Gálatas 6, 14.
TONGEREN, Louis van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia),
2001, p. 2.
SCHUSTER, A. I., Cardenal O. S. B., Liber Sacramentorum, Marietti, Torino-Roma, 1930,
vol. VII, p 150-153; Ídem, Ídem, 1932, vol. CIII, pp 247-250; Azcárate, Andrés, O. S. B.,
La flor de la liturgia, Abadía de San Benito, Buenos Aires, 1951, p 569; Righetti, Mario,
Historia de la Liturgia, BAC, Madrid, 1955, t. I, pp 877-882; LLORCA, Bernardino, S. J.,
Historia de la Iglesia Católica. T. 1. Edad Antigua. La Iglesia en el mundo grecorromano,
BAC, Madrid, 1960, pp 830 s.; Parsch, Pius, El Año Litúrgico, Herder, Barcelona, 1964,
pp 696-698; Flores, Juan Javier, O. S. B., Las fiestas del Señor, San Pablo, Madrid, 1994,
pp. 6-9. 116-120; Louis van Tongeren, “Crux mihi certa salus. The Cult and the Veneration
of the Cross in Early Medieval Europe”, en Territorio, Sociedad y Poder. Revista de estudios
medievales, Anejo 2. Symposium Internacional: Poder y simbología en Europa. Siglos VIII-X,
Oviedo, Universidad, 2009, pp. 349-370; ZUCKERMAN, Constantino, “Heraclius and
the return of the Holy Cross”, en Constructing the Seventh Century, Association des Amis du
Centre d’Histoire et Civilisation de Bizance, París, 2013, pp 197-218.
57
éstos, y se pasa finalmente al de la
cruz en general como símbolo de la
redención.
La invención debió ocurrir en
primavera del 326, porque de Jerusalén fue santa Elena a Constantinopla, y de allí a Roma, donde
“murió entre el abrazo del hijo y de
los nietos”12 el mismo año, última
vez que su hijo Constantino visitó la
Urbe, el vigésimo primero de su reinado, entre los meses de julio y septiembre; la tradición señala el día de
su natalicio el dieciocho de agosto13.
Ya una década más tarde el emperador Juliano el Apóstata (361Invención de la Santa Cruz, atrib. Antoniazzo
Romano y Marco Palmezzano, siglo XV. Santa
363) reprobaba a los cristianos por
Croce in Gerusalemme, Roma.
rendir culto al leño de la cruz, por
signarse con ella y por grabarla en los vestíbulos de los edificios, a lo
que san Cirilo de Alejandría14 le contesta que el “leño saludable” trae
a la memoria la muerte salvadora del Redentor.
En cuanto a la extensión de las reliquias de la Vera Cruz, son muy
importantes los testimonios de san Cirilo de Jerusalén que encontramos en sus Catequesis, pronunciadas en el 347 o 34815, es decir
unos veinte y pocos años después de la invención y unos trece de la
consagración del Martyrium, en las que se presenta el leño de la cruz
como testimonio de la realidad de la Encarnación y Pasión del Señor.
En la IV, nº10, dice:
Él fue verdaderamente crucificado por nuestros pecados, lo
que, si quisieres negarlo, te convencería este conocido lugar,
este dichoso Gólgota en el que ahora estamos congregados
12
13
14
15
58
GOTHOFREDO, Chronologia Codicis Theodosiani, p. 28, citado en: De Sessorianis
praecipuis Passionis Domini nostri Jesu Christi reliquis commentarius, Francisco Bourlieo,
Roma, 1830, p. 44.
BUTLER, Albano, Vidas de los Padres, Mártires y otros principales Santos, t. V, Valladolid,
Viuda e Hijos de Santander, Valladolid, 1790, p. 64.
CIRILO de Alejandría, san, “Adversum Julianum Imperatorem libri decem”, en Patrologiae
cursus completus. Series Graeca, J.-P. Migne, París, 1859, t. LXXVI, lib. VI, col. 795-802.
Cirilo de Jerusalén, san, “Catecheses”, en Patrologiae cursus completus. Series Graeca, J.-P.
Migne, París, 1857, t. XXXIII, col. 467-470; 685-688; 775-778.
por causa del que aquí fue clavado en la Cruz, y todo el orbe
está ya lleno del leño de la Cruz, seccionado en fragmentos.
En la X, nº 19, encontramos la siguiente afirmación:
Queridos, hay muchos testimonios verdaderos de Cristo. […]
Es testigo el santo madero de la Cruz, que se contempla entre
nosotros hasta el día de hoy y por los que, impelidos por la fe,
separan partículas de éste y desde aquí ya poco más o menos
han llenado casi completamente todo el orbe.
La última referencia está en la XIII, nº 4:
La pasión, pues, fue verdadera, pues verdaderamente fue crucificado, y no nos avergonzamos; fue crucificado y no lo negamos, es más, me glorío cuando lo digo. Pues si lo negare, me
lo haría constar ese Gólgota, junto al que ahora todos estamos
presentes; me lo haría constar el madero de la Cruz, que en
partículas desde este lugar ha sido distribuido ya por todo el
orbe.
Una inscripción, del año 350, en Cape Matifu, ahora Bordj el
Bahri, la antigua Rusgonium, al este de Algeria, atestigua la presencia
allí de una reliquia de la Vera Cruz: “D[e] sancto ligno Crucis Salvatoris adlato adq[ue] hic sito Flavius Nuvel (…) basilicam (…) dedicavit”.
Flavio Nubel es uno de los reyes tribales más poderosos de la Mauritania, asesinado el 371, que, como vemos, fundó una basílica sobre
una reliquia de la Vera Cruz.
Otra inscripción del 359 en Tixter, cercana a Sétif, hoy Kherbert
oum el Ahdam, en el mismo país, recuerda también, entre otras, una
reliquia del santo madero: “de ligno Crucis et de terra promissionis
ubi natus est Christus”16.
Como vemos, en definitiva, el culto a la Vera Cruz estaba ya más
que consolidado a mediados del siglo IV. A partir de la extensión de
éste sobre todo para la adoración del Viernes Santo, donde no había
reliquia se empezó a venerar una simple cruz, con o sin crucifijo.
En el Missale Romanum clásico, anterior a 1962, podemos encontrar dos fiestas en honor del árbol de la salvación desde la Edad
16
DUVAL, Yvette, Loca sanctorum Africae, Roma, 1982, pp 331-337 y 351-353; TONGEREN,
Louis van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia), 2001, p. 21.
59
Media: la fiesta de la Invención de la santa cruz, el tres de mayo,
reducida a calendarios particulares en la reforma del calendario universal de 1962, y la de la Exaltación de la santa cruz, el catorce de
septiembre, que tiene categoría litúrgica de fiesta en el actual calendario romano ordinario y que es compartida con las Iglesias orientales.
Como señala el P. Flores, las solemnidades y fiestas del Señor que
se distribuyen en el Tiempo Ordinario del año litúrgico subrayan o
desarrollan aspectos del misterio pascual de Jesucristo. No son repeticiones, porque, además, contemplan la Obra de la Redención desde
una óptica distinta.
Se hace la conmemoración desde una perspectiva diferente.
Mientras que en el Propio del Tiempo lo hacemos siguiendo a los
sinópticos, que nos acercan detalladamente a la figura de Jesús partiendo de su infancia de una manera cronológica, en estas fiestas se
vive desde el prisma joánico, con una visión teológica unitaria desde
la globalidad del misterio pascual -pasión, muerte, resurrección- en el
tiempo de la Iglesia.
III. La fiesta de la exaltación de la Santa Cruz. Origen y
extensión en occidente
La primera fiesta litúrgica de la cruz, la del catorce de septiembre,
surge a partir del aniversario de la dedicación del complejo jerosolimitano del Santo Sepulcro el trece de septiembre del 335, según
Egeria17. Aunque cuando ella hizo la visita estaban las dos basílicas
terminadas: Martyrium y Anástasis, dicha dedicación ocurrió antes de
terminar la de la Anástasis18.
El cuerpo principal del conjunto edilicio era una basílica de cinco
naves que el arquitecto Zenobio hizo levantar, llamada Martyrium,
porque era memoria de la Pasión, pues se alzaba sobre el lugar de la
invención de la santa cruz. Su ábside estaba frente a la cámara sepulcral. La fachada se abría al Este, al cardo maximus.
San Adamnano de Iona (+704), siguiendo a san Arculfo, que había
realizado un viaje a Tierra Santa en torno al 680, compuso en el 698
su descripción de los Santos Lugares. Cuando habla del Martyrium
dice: “[basílica] levantada en el lugar donde fue hallada la Cruz del
17
18
60
Egeria, Itinerarium, cap. 48-49, http://www.hs-augsburg.de/~harsch/Chronologia/
Lspost04/Egeria/ege_it00.html (05/05/2017).
Vid. TONGEREN, Louis van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia),
p. 29.
Primitivo complejo constantiniano del Santo Sepulcro, Jerusalén.
Señor, con la otras dos cruces de los ladrones, escondida bajo tierra,
después de doscientos treinta y tres años, por merced del Señor”19.
Un atrio porticado comunicaba esta basílica con la rotonda de la
Anástasis, construida en torno a la cámara sepulcral, individuada del
resto del terreno. En el ángulo sudoriental del patio se encontraba a cielo abierto la cima del Gólgota, que se elevaba poco más o menos como
la altura de un hombre, a cuya cima conducía una escalinata, y en cuya
cumbre se erguía una cruz maciza, adornada de oro y piedras preciosas, hecha colocar allí en torno al 385 por el emperador Teodosio.
Aunque Egeria hace coincidir la dedicación con la invención de la
santa cruz, esta relación, para Tongeren, no pasa de ser meramente
conceptual20. El Arcediano Teodosio, norteafricano, con ocasión de
una peregrinación suya a Tierra Santa, alrededor del 530, también
vincula la fiesta a la invención, y dice:
Invención de la Santa Cruz, cuando fue hallada por Elena, la
madre de Constantino, en XXVII calendas de octubre [15 de
septiembre] y por un periodo de siete días en Jerusalén, allí,
junto al sepulcro del Señor se celebran misas y la propia Cruz
es expuesta21.
19
20
21
ADAMNANO de Iona, “De locis sanctis ex relatione Arculfi Episcopi Galli libri tres”, en:
Patrologiae cursus completus. Series Latina prior, t. LXXXVIII, J.-P. Migne, París, 1862, col.
385.
TONGEREN, Louis van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia),
2001, p. 31.
THEODOSIO, De situ Terrae Sanctae, Bonn, 1882, nº 42, p. 20; nº 84, p. 29.
61
Las iglesias, así mismo, se adornaban como para Pascua o Epifanía. Comenta que eran muy frecuentadas, no sólo por los monjes, que abundaban en Mesopotamia, Siria, Egipto o Tebaida, sino
también de fieles, hombres y mujeres, de distintas provincias, que se
sumaban a los habitantes de Jerusalén. Incluso solían acudir en estos
mismos días, siguiendo su relato, más de cuarenta o cincuenta obispos, y, con ellos, muchos de sus clérigos.
Relata, así mismo, que esta conmemoración anual se celebraba
con gran solemnidad durante ocho días, que recibían el nombre de
enceniarum dies, en recuerdo de los celebrados por Salomón al terminar el Templo de Jerusalén22, empezando el trece de septiembre.
En el leccionario griego encontramos la prueba de ello porque se
señalan como lecturas del Antiguo Testamento: I Reyes 8, 22-23a.
27b-30 (oración de Salomón en el Templo), Proverbios 3, 19-34
(sobre la sabiduría), y Proverbios 9, 1-11 (la Sabiduría ha construido
su casa).
Tanto éste citado, como el Leccionario Armenio, ca. 415, relacionan esta fiesta, por tanto, con la judía de los Tabernáculos, celebrada también durante ocho días: del quince al veintidós del mes de
Tishri (séptimo mes). Aquí no tenemos aún una fiesta independiente
de la cruz con nombre propio, pues se seguía centrando la celebración en la dedicación de las iglesias.
Baumstark opina que el día trece de septiembre debió ser elegido
por Constantino para hacer coincidir su conmemoración con la del
templo romano de Júpiter Capitolino, que fue dedicado en la misma
fecha23, aunque para los primitivos cristianos de Jerusalén fuera más
evidente la relación con la coincidente fiesta judía de los Tabernáculos, señalada para la luna llena del equinoccio de otoño. Es también
posible la conexión con el Día de la Expiación, que es para los judíos
la fiesta del Templo por excelencia.
De la octava, el segundo día, el catorce de septiembre, dedicado
a la cruz, según refiere el citado Leccionario Armenio, se celebraba
en el Martyrium y se exponía ante la congregación la reliquia de la
santa cruz, en memoria de su invención, por lo tanto ya se hacía a
principios del siglo V, mientras que Egeria a finales del siglo IV no
hacía todavía mención de ella24.
Borgehammar sugiere que la fiesta de la dedicación sería originalmente celebrada con la veneración de la cruz el primer día, trece de
22
23
24
62
Cf. II Crónicas 7, 8.
Vid. TONGEREN, Louis van, Exaltation of..., p. 31.
Vid. Ibídem, pp. 18 y 30.
septiembre, pero cuando, más tarde, fue terminada la Anástasis, se
consagraría el mismo día con las mismas lecturas (que se repiten por
eso), y la veneración del lignum Crucis fue pospuesto al segundo día,
celebrado en el Martyrium25.
Ya Sofronio I de Jerusalén 26, al perderse la memoria de estas circunstancias históricas, no comprendía por qué se celebraba el primer
día la resurrección en la Anástasis y el segundo día la pasión en el
Martyrium, alterando el orden cronológico y lógico de los acontecimientos.
Predica éste, patriarca de Jerusalén desde el 634 a su muerte, el
638, el día trece de septiembre, el primero de las fiestas de la dedicación:
Hoy procede la resurrección, y por su progresión ilustra y
dignifica todas las cosas. Mañana es manifestada la cruz, y
concede la gracia a los que la veneran. En tiempos pasados,
ciertamente, la cruz precedía a la resurrección, pero ahora la
resurrección es la guía y es como la que marcha delante de
la cruz. Así pues, ¿Por qué no, como en tiempos pasados, la
divina cruz, que se ha levantado antes, ha refulgido, y la luminosa resurrección tras tres días después de ella ha resplandecido? Ciertamente, lo que nuestros mayores consideraran en la
realización de esta permuta, nadie de los nuestros como cosa
cierta ha dicho habiéndolo indagado. […] Quizás subyace otra
razón muy oculta manifiesta para los antiguos maestros de
esta Iglesia; no nos avergonzamos de confesar públicamente
qué desconocida es para nosotros.
El día catorce, el obispo, subido en un ambón o lugar alto, procedía a la ostensión del lignum crucis, alzándolo solemnemente sobre
los cuatro puntos cardinales. Cuándo se introdujo este rito, no lo sabemos con seguridad. Si no se remonta a la dedicación del Martyrium
jerosolimitano el 335, lo cierto es que ya se realizaba a principios del
siglo V, según se desprende del ya citado Leccionario Armenio y de
la Vida de María Egipciaca, como veremos.
Esta ceremonia pasa a ser la más característica de la fiesta y acaba
dándole nombre: Exaltación (en griego hypsósis) de la santa cruz. La
25
26
Vid. Ibídem., p. 34.
Vid. SOFRONIO, “Oratio IV in exaltationem venerandae Crucis et in sanctam resurrectionem”,
en: Patrologiae cursus completus. Series Graeca prior, t. LXXXVII (Pars Tertia), J.-P. Migne, París
1865, col. 3301 ss.
63
primera vez que aparece usado ese término es en Alejandro de Chipre (+565), que atribuye la fiesta a mandato imperial:
Los Padres por mandato imperial definieron que el día de la
exaltación (genitivo ‘hypsóseos’) de la venerable Cruz y de la
dedicación del templo había de celebrarse todos los años el
catorce de septiembre, para honor del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo27.
Vemos aquí ya, también, una combinación de ambos motivos celebrativos: dedicación y exaltación, que nos dirige hacia la invención
del santo madero, porque el motivo de la mostración o exaltación de
cruz durante esta celebración no era otro que éste28.
A una de aquellas ostensiones asistió santa María Egipciaca
(+420), la pecadora convertida, según nos refiere san Sofronio, patriarca de Jerusalén (+638)29. El autor nos recrea por qué la mujer, de
moral más que relajada, decidió asistir, al ver la cantidad de gente que
partían desde Egipto para participar en ella:
Viviendo así, veo en cierto tiempo estival acudir al mar a una
turbamulta de varones egipcios y libios, y pregunté al primero
que me salió al paso por qué se apresuraban esos hombres
corriendo de esa manera. Pero aquél me respondió: todos se
dirigen a Jerusalén, por la Exaltación de la Santa Cruz, que
dentro de pocos días se celebrará según la costumbre.
Más adelante nos recrea la multitud que asistía a la ostensión de la
santa cruz en el Martyrium:
Cuando la festividad santa de la cruz exaltada despuntó, yo
ciertamente como antes daba vueltas, cazando las almas de los
adolescentes, y veía muy de mañana acudir a todos a la iglesia
y me marché también yo misma apresurándome con los que
corrían. Así pues, fui con ellos al atrio de la basílica, y en la
27
28
29
64
Alejandro el Monje, “De venerandae ac vivificae Crucis inventione”, en Patrologiae Cursus
completus, t. LXXXVII, Parte tercera, J-P Migne, París, 1863, col. 4071.
Vid. TONGEREN, Louis van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia),
2001, p. 17.
Sofronio, patriarca de Jerusalén, san, “Vita Mariae Aegyptiae quae ex meretrice asceta
facta est in solitudine Jordanis”, en: Patrologiae Cursus completus, t. LXXXVII, Parte tercera, J-P
Migne, París, 1863, cap. II, 19-III, 22, col. 3711 s.
misma hora de la adoración en la exaltación, empujaba y era
empujada violentamente, intentando entrar con la turba.
Podemos rastrear en el origen de la festividad una cierta analogía
con el culto de los mártires cabe su sepulcro, que, al convertirse en
una memoria, propiciaron que fueran edificadas basílicas sobre sus
tumbas, en las que se celebraba anualmente el dies natalis de los
santos.
La basílica del Martyrium de Jerusalén puede ser considerada
la memoria Crucis, y la fiesta de la Exaltación de la santa cruz la
conmemoración anual de la invención de la sagrada reliquia, que de
conmemoración concomitante con la fiesta del trece de septiembre,
pasó a adquirir independencia y entidad propia30. Porque considerar
su origen en un desdoble del Viernes Santo queda descartado porque
la polémica cuatuordecimana estaba ya superada en aquella época.
En definitiva, podemos concluir que la invención de la santa cruz
está en el colorido definitivo de la fiesta de la Exaltación, que se difundió separada de la dedicación de las iglesias del Martyrium y de la
Anástasis, que se celebraba en Jerusalén, como hemos visto, principalmente, el día antes, el trece de septiembre, por lo que acaba por
señalarse para el catorce, día de la hypsósis u ostensión del santo
madero y se empieza a difundir por oriente de la mano de las reliquias
del lignum Crucis. En la Iglesia Siriaca, sin embargo, se sigue celebrando el trece como una fiesta importante, dedicada a la invención
de la santa cruz.
En cuanto a la introducción de la fiesta en occidente, primitivamente el catorce de septiembre se celebraba en Roma exclusivamente
la fiesta de los mártires Cornelio y Cipriano, como se puede comprobar en la recensión de Werssenburg del Martirologio Jeronimiano y
en el Sacramentario Gregoriano (ca. 650). Sólo, paulatinamente, se
empezó por añadir los elementos rituales de la veneración de la cruz,
a los que se fueron sumando otros, hasta que la fiesta más antigua de
los mártires acabó por ser desplazada por completo.
Probablemente la fiesta empezó a celebrarse en Roma por la colonia de griegos cristianos que habitaban en la Urbe desde la tardoantigüedad, que debían ya celebrarla en el siglo VI, época en la que era
familiar en sus lugares de origen.
30
Vid. TONGEREN, Louis van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia),
2001, p. 33.
65
Pero su introducción en el calendario romano debe atribuirse a la
influencia bizantina, máxime cuando había reliquias de la Vera Cruz
en las basílicas sesoriana, laterana o vaticana. Quizás pudo influir en
la introducción del ritual de la veneración de la cruz el Papa Honorio
I (625-638), natural de Capua, en la órbita del Exarcado de Rávena,
bajo cuyo pontificado Heraclio recobró el lignum Crucis jerosolimitano. Igualmente, entre el 678 y el 752, once de trece papas fueron
orientales: de Grecia, de Siria, de Palestina y, sobre todo, de Sicilia31.
Mientras que la liturgia papal unía a la fiesta la ostensión y veneración de un lignum Crucis, independientemente de esto, ésta ya se
celebraba en los siglos VII y VIII en las iglesias titulares romanas, y,
de este modo, se fijó en el calendario litúrgico, toda vez que la veneración de una reliquia pasó a la veneración de la representación de
la cruz.
Desde Roma se difundió a otras Iglesias occidentales, dentro de
la tendencia de estandarización litúrgica, pues ya aparece la fiesta en
el Gelasiano del siglo VIII, como ocurrió en el Reino Franco a consecuencia del proceso de romanización carolingio32. En los libros francos posteriores a este proceso se encuentran diversos textos eucológicos para esta fiesta, con mezcla de materiales galicanos y romanos.
En el citado reino, aunque la fiesta era ya conocida, contribuyó
a la difusión de la devoción a la cruz Alcuino de York (ca.735-804),
teólogo muy influyente en la corte de Carlomagno, que compuso una
misa votiva y el himno Crux, decus es mundi.
Igualmente podemos decir de su discípulo Rabano Mauro (ca.
776-856), Abad del Monasterio de Fulda y obispo de Maguncia, teólogo, poeta, científico y consejero real, cuya obra influyó decisivamente en la Europa central y en la profusión del tema de la cruz en
el arte carolingio.
La obra que nos compete es su De laudibus Sanctae Crucis,
escrita en el 815, y que consiste en un laberinto de cruces insertas en
una global siguiendo en cuanto al estilo la estela de Publio Optancio
Porfirio, poeta de la corte de Constantino, y Venancio Fortunato,
obispo de Poitiers33.
31
32
33
66
Ibídem, pp. 57 s.
Ibídem, pp. 1; 60.
Vid. CARVAJAL GONZÁLEZ, Elena, “El programa iconográfico del De laudibus Sanctae
Crucis de Rabano Mauro a partir del ejemplar custodiado en la Biblioteca Histórica de la
Universidad Complutense de Madrid (BH MSS 131)”, en: Documentos de Trabajo UCM
Biblioteca Histórica, nº 4, Universidad Complutense, Madrid, 2005; Ídem, “El programa
iconográfico del De laudibus Sanctae Crucis de Rabano Mauro a partir del ejemplar
custodiado en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid (BH MSS
La ostensión de la reliquia, que se hacía después de la poscomunión, parece que se hace común a principios del siglo VII, puesto
que pasó al primitivo Sacramentario Gregoriano (ca. 650), que era
usado en San Pedro. El Gelasiano Viejo, que recoge la liturgia presbiteral en los tituli romanos, recoge ya la fiesta de la Exaltación pero
aún no la veneración de la cruz, quizás porque en estas iglesias no
solía haber reliquia de la Vera Cruz.
De Sergio I, Papa entre el 687 y el 701, oriental, sirio de la región
de Antioquía, el Liber Pontificalis dice:
en el tesoro de San Pedro Apóstol halló por revelación divina
un cofre de plata depositado en un rincón muy escondido, que
no parecía ni de plata por la negrura de la acción del tiempo.
[…] encontró depositada en el interior una inefable porción del
salvífico leño de la cruz del Señor. Que también desde aquel
día por la salvación del género humano y por todo el pueblo
cristiano, en el día de la Exaltación de la Santa Cruz, en la
basílica del Salvador, que se llama Constantiniana, se besa y
se adora34.
Es el primer documento expreso de la celebración de esta fiesta
en la Urbe.
En el Ordo Romanus redactado por Cencio Savelli (ca. 11501227), también conocido como Cencio Camerario, por haber sido
camarlengo de Inocencio III, y que después fue papa con el nombre
de Honorio III, se lee que la mañana de esta jornada el Papa y los cardenales se reunían en el Oratorio de San Lorenzo del Patriarchio
de Letrán, actualmente englobado en el santuario de la Scala Santa, y extraían el Lignum Crucis del altar. Al canto del Te Deum,
se organizaba una procesión, primero al Oratorio de san Silvestre,
donde debía ya estar la schola y se veneraba la reliquia como después sólo pasó a hacerse el Viernes Santo, y luego se pasaba a la
basílica Lateranense, y allí, tras cantar Tercia, el papa celebraba
la misa.
34
131)”, en: Imagen y cultura : la interpretación de las imágenes como Historia cultural, vol. 1,
Generalitat Valenciana-Universitat Internacional de Gandía, Valencia, 2008, pp. 393-404.
DUCHESNE, L., Le Liber Pontificalis. Texte, introduction et commentaire par ______ t. I, Ernest
Thorin, París, 1886, p. 374. Cf. ADÓN (+875), arzobispo de Viena, Martyrologium, Pars
Prima, Tipografía de Palas, 1745, p. 471; De Sessorianis praecipuis Passionis Domini nostri
Jesu Christi reliquis comentarius, Francisco Bourliaeo, Roma, 1830, p. 153.
67
Todo esto nos evidencia que es una fiesta de acción de gracias en
memoria de un acontecimiento histórico. Ahora bien, en este tipo de
fiestas hay que distinguir el motivo por el que fueron instituidas y el
mensaje que transmiten a propósito de éste.
El motivo surge por una circunstancia temporal, muchas veces
incluso sumida en una nebulosa entre la historia y la leyenda. En
cambio, la reflexión teológica que suscita es siempre actual y valiosa.
Es éste el caso. Con el recuerdo de la invención del lignum Crucis
por santa Elena y la dedicación de las basílicas hoy integradas en la
basílica Santuario del Santo Sepulcro de Jerusalén, se celebra la glorificación de la cruz de Cristo como signo de redención.
Más tarde, a partir de la reforma litúrgica carolingia, en Occidente
se empezó a celebrar el hallazgo el tres de mayo y el catorce de septiembre la recuperación de la santa cruz en poder de los persas por
el emperador Heraclio, quien la devolvió el tres de mayo del 630 al
patriarca Zacarías.
Tras este suceso, que vino a reforzar el ya asentado culto al lignum Crucis a partir de las partículas pronto diseminadas por toda la
cristiandad, definitivamente se invirtieron los papeles: la Exaltación
de la santa cruz, de conmemoración concomitante, pasa a ser fiesta
principal y la dedicación pasa a no ser más que un proemio, hasta
que llega a oscurecerse y desaparecer. Igualmente, la hipsósis o staurophanéia, de ser un rito subordinado a la memoria de la invención
de la cruz, progresivamente se fue convirtiendo en el elemento celebrativo central35.
Este episodio viene a sumarse el de una reliquia llevada a Constantinopla ante el miedo de una nueva invasión persa unos años después36. Volviendo al episodio histórico que acabamos de referir, es
importante que pasa a ser centro de la fiesta del catorce de septiembre en occidente, esto es, el del rapto de la reliquia de Jerusalén por
el rey de Persia Cosroes II en el 615, pues el General Sharvaraz se la
llevó como botín de guerra.
Fue recuperada por el citado emperador bizantino Heraclio en
Ctesifonte, en la actual Irán, donde fue decapitado el rey sasánida y
su hijo convertido al cristianismo. Entre las condiciones de paz estaba
la devolución de la reliquia. Veámoslo en detalle.
Nos situamos en el siglo VII, en la época del rey de Persia Cosroes II Parviz, es decir, Victorioso (que gobernó entre el 590 y el
35
36
68
Ibídem, p. 35.
Ibídem.
628), que, convencido de su poder -se hizo denominar Rey de reyes
y Señor de señores-, puso en práctica una política expansionista
en detrimento del Imperio Bizantino, aprovechando el ignominioso
asesinato del emperador Mauricio en noviembre del 602, su aliado,
que le llevó a conquistar Fenicia, Siria y Palestina entre los años
613 y 614 con el ejército al mando del general Sharvaraz, antes de
hacerlo con Egipto.
Cuando llegó hasta Jerusalén, en junio del 614, derribó las iglesias
y devastó, incendió y rapiñó todos los alrededores. Sólo se detuvo,
ante la tumba del Señor: cuando quiso acceder, retrocedió atemorizado, pero, sin embargo, requisó y se llevó consigo el lignum Crucis,
que hizo colocar en su capital, Ctesifonte, cerca de Bagdad, en un
rico relicario junto a su trono de oro y piedras preciosas, como si
fuera colega de Dios, en una torre plateada que se hizo construir, dotándola de efectos especiales que reforzaban su majestuosidad. Con
la reliquia fue deportado el obispo Zacarías entre otros prisioneros.
El patricio Nicetas, primo de Heraclio, comandante bizantino en
el Este a partir del 610, había ya hecho trasladar la Santa Esponja de
Jerusalén a santa Sofía de Constantinopla poco antes de la toma de
la Ciudad Santa.
Obtuvo también la Santa Lanza como una donación de un seguidor de su contrincante persa Shahrvaraz, un poco después de la
pérdida de Jerusalén; fue depositada en la misma iglesia el veintiocho
de octubre del 614. Su ostensión se ligó a la fiesta de la Exaltación
de la santa cruz.
La toma de la Ciudad Santa y el requisamiento de la reliquia del
lignum Crucis causó una gran conmoción en Constantinopla, que
hizo que el patriarca Sergio conminara al emperador Heraclio a hacer
la guerra a los persas. Éste, a partir del 622, acomete una ofensiva de
reconquista de territorios ocupados. En el 628, ante el fracaso militar
de Cosroes, asumió el poder su hijo Kavadh II Siroes, y a los cuatro
días el padre fue asesinado. Kavadh II murió poco más tarde de peste,
después de algunos meses de reinado, y le sucedió su hijo de ocho
años Ardashir III, con el emperador Heraclio como regente.
Pero aún Sharbaraz dominaba Siria, Palestina y Egipto, y aunque
Khavad II había dado orden de evacuar esas provincias por el acuerdo
con Heraclio, este viejo general y su ejército permanecieron en ellas
hasta julio de 629, haciendo caso omiso a las órdenes de Khavad.
Esto obligó a Heraclio a entrar en negociaciones con él y le ofreció una alianza personal sellada por el matrimonio de la hija del general, Niki, con uno de sus hijos habidos con Martina, Teodosio. Igual-
69
mente su hijo Nicetas fue nombrado patricio por el emperador y se
le prometió el auxilio de tropas bizantinas en su conquista del trono
de Persia.
A cambio, Sharbaraz, una vez tomado el poder en Persia, pagaría
a Heraclio una fuerte indemnización de guerra y restauraría las fronteras del 591.
Además, de inmediato, como prueba de buena voluntad, comenzaría a evacuar Egipto, Palestina y Siria, y, en cuanto alcanzara el
gobierno, devolvería el lignum Crucis a Heraclio y liberaría a los
prisioneros.
En octubre del dicho 629, Sharbaraz cruzó el Eúfrates con el refuerzo de las tropas de Heraclio y, tras derrotar a sus rivales, tomó la
capital, Ctesifonte. Mientras consolidaba su poder, permaneció como
primer hombre de Persia, vuzurg-framadhar del pequeño rey, hasta
que tres meses después, en marzo de 630, asesinó al pequeño rey y
se coronó Shahansha o Rey de reyes.
Heraclio también reconoció al hijo cristiano de Sharbaraz, Niketas, como su heredero. Un cristiano persa como heredero del Imperio
Sasánida abrió las posibilidades de la cristianización de Persia, pero a
este viejo imperio le quedaba poco tiempo de vida, porque en el 644
sería totalmente conquistado por los árabes musulmanes.
Recuperado el relicario de santa Elena, o lo que quedara de él,
inmediatamente después de la derrota persa, el tres de mayo del 628,
fue sellado y enviado primero para ser examinado a Jerusalén, donde
llegó a finales de ese año, el 628.
Había recibido la reliquia capturada el desprecio de los persas: se
narra que éstos la colocaron en un peldaño y forzaron a los cautivos
cristianos a pisotearla bajo amenaza de muerte; el rey Cosroes II y sus
dignatarios se mofaron de ésta colocándola delante de ellos “como
Cristo ante Pilatos”.
La tradición dice que el clero jerosolimitano encontró intacto el
sello del relicario y sin forzar la cerradura, que abrieron con la llave
que había quedado en su poder. Esto queda en contradicción con la
anécdota de que una reina nestoriana obtuvo la cruz del Rey, la sacó
del relicario, la veneró y la volvió a sellar en su estauroteca.
Con un solemne cortejo triunfal, Heraclio, al tiempo que dio la
orden de reconstruir el complejo del Santo Sepulcro lo antes posible37,
la envió a Constantinopla en agosto del 629, donde fue recibida solem37
70
El recinto fue rodeado de un muro y el Gólgota fue incluido en dos capillas superpuestas: en
la superior, sobre la cima fue colocada una cruz de plata. La lujosa cruz de oro y piedras
preciosas de Teodosio había caído en poder de los persas, que la desmontaron y fundieron.
nemente en las Blanquernas por el patriarca Sergio y llevada a santa
Sofía, donde éste la exaltó.
Poco después, en septiembre, llegó a la capital Heraclio, y fue
recibido con gran honra entre aclamaciones; debió dilatar su llegada
para no ver ensombrecida la celebración de su triunfo por la llegada
de la sagrada reliquia. Se celebró con el lignum Crucis físicamente
presente la fiesta de la Exaltación de la santa cruz.
Teófanes, en su Cronographia, nº 18, interpreta simbólicamente
estos acontecimientos históricos en relación a la creación: la conquista de Persia duró seis años, de la primavera del 624 a agosto del 629;
su retorno en septiembre del 629 marcó el comienzo del séptimo
año, el año de la paz.
A principios de primavera, finales de febrero del 630, aunque
algunos opinan que fue en el 631, Heraclio emprendió viaje a Jerusalén para devolver en persona la Vera Cruz a su patriarca Modesto,
que acababa de iniciar su pontificado. Se escogió como fecha el
veintiuno de marzo, sin duda no al azar: el veintiuno de marzo es
el equinoccio de primavera según los cálculos astronómicos hechos
en Alejandría en esa época, considerado el día de la creación del
mundo.
Rabano Mauro (ca. 776-856), que llama a Heraclio Gracchus,
nos relata con todo lujo de detalles este episodio histórico en su Homilia LXX , “Reversio Sanctae atque gloriosissimae Crucis Domini
nostri Jesu Christi”38, aunque simplificando y estilizando la confrontación bélica. Con sentido providencialista, el autor atribuye el flagelo
pagano persa a la multitud de los pecados de los cristianos.
Empieza haciendo como introducción una reseña de la invención
de la cruz: visión constantiniana de la cruz, hallazgo de las cruces por
santa Elena y discriminación de la misma por la sanación de un enfermo y la vuelta a la vida de un muerto (se suman las dos variantes),
división en dos del sagrado leño: una parte envió al hijo a Constantinopla y otra la dejó, preservada en un relicario de plata, para que
fuera venerada por el pueblo en el lugar donde Cristo había sufrido
el suplicio.
Este autor hace depender el desenlace de la guerra entre persas
y bizantinos de un combate singular en un puente sobre el Danubio
de los dos monarcas: Kavadh y Heraclio. El cristiano, lógicamente, se
38
MAURO, Rabano, “Homiliae (ab anno 826 ad annum 844)”, en: Patrologiae cursus
completus. Series Latina, t. CX, J.-P. Migne, París, 1864, col. 131-134.
71
encomendó a la cruz, y dedicó su victoria a Cristo. El persa, con toda
su familia, se sometió de grado al griego por su poder y por su fe.
Heraclio, benignamente, les concedió clemencia para que se bautizaran. A renglón seguido el bizantino se presentó con unos pocos
fieles ante Cosroes, que estaba sentado en su trono, que no fue defendido por los suyos a causa de su extrema crueldad.
Le conminó a convertirse, bajo el compromiso de respetarle vida
y reino; ante la negativa de éste, lo degolló él mismo, pero lo mandó
sepultar con honores porque había sido rey.
A renglón seguido él mismo sacó de la pila de bautismo al hijo del
ejecutado, de doce años. Dio como botín a su ejército la torre plateada, excepto el oro y las piedras preciosas de vasos y utensilios para
emplear su valor en la restauración de las iglesias destruidas, y tomó
el lignum Crucis para devolverlo él mismo a Jerusalén.
Y cedemos la palabra al propio Rabano Mauro, que narra la llegada de la sagrada reliquia a Jerusalén:
“alegrándose todos del pueblo, se encaminaron unos y
otros, siguieron con ramos de palmas, cirios y lámparas
o con otro aparato de gloria. Y cuando el emperador, con
diadema regia y revestido de insignias imperiales, descendiendo del monte de los Olivos, sentándose, se disponía a
entrar por esta puerta por la que el Señor había entrado
cuando venía para su pasión, unas piedras que de repente
cayeron de la puerta, se compactaron unas con otras y se
formó un tabique.
Habiendo visto lo ocurrido atónitos, invadidos de un gran
terror, mirando hacia arriba vieron el signo de la santa cruz
brillar en el cielo con ígneo fulgor. Y un ángel del Señor, sosteniéndolo entre sus manos, se paró sobre la puerta y sentenció: ‘Cuando el rey de los cielos Señor de todo el mundo hizo
su entrada para completar con esto los sacramentos de su
pasión, no se exhibió cubierto de púrpura ni resplandeciente
por su corona, o demandó el vehículo de un potente caballo,
sino que, sentándose en el lomo de un humilde jumento, dejó
ejemplos de humildad a sus discípulos.
Entonces el emperador, alegrándose en el Señor por la visión
angélica, inmediatamente, habiendo depuesto las insignias imperiales, descalzo, sólo ceñido por un sudario, tomando en
su mano la cruz del Señor, bañado su rostro en lágrimas, le-
72
Exaltación de la Santa Cruz ante el Emperador Heraclio, Juan de Valdés Leal, 1684-5. Iglesia de San Jorge, Hospital
de la Santa Caridad, Sevilla.
vantando su mirada al cielo, se aprestaba avanzado hacia la
puerta.
Acercándose humildemente, al punto la dureza de las piedras
experimentó el poder celeste y al instante la puerta, despejándose, dejó expedito el paso libre a los que entraban”.
Continúa la narración que un fragante aroma invadió a los circunstantes, que alababan gozosos a Dios, y que el emperador prorrumpió
en un canto de alabanza a la cruz, y que, restituido el lignum Crucis
en su lugar, en dicho día un muerto recobró la vida, cuatro paralíticos,
diez leprosos y quince ciegos fueron sanados milagrosamente, diversos endemoniados liberados y muchos libres de varias enfermedades.
El emperador por su parte, hizo muchas ofrendas e hizo reparar
las iglesias a sus expensas y restableció todo lo correspondiente al
orden anterior y estableció las defensas adecuadas. Terminado su cometido, regresó a Constantinopla.
En el saqueo de los persas, no obstante, se perdió la memoria de
la mitad del titulus Crucis que había quedado depositada en Jerusalén por santa Elena; a partir de entonces ni lo citan los peregrinos ni
aparece en la lista de reliquias de su lipsanoteca.
Las lecciones del II Nocturno de la fiesta de la Exaltación en el
Breviario Romano, que persistieron cuando fue eliminada la fiesta de
la Invención, estaban dedicadas al robo sacrílego y rescate del lignum
Crucis jerosolimitano39.
39
Breviarium Romanum, A. Mame e hijos, Tours, 1917, Pars Autumnalis, p. 582-584.
73
Se relata como el rey de los persas Cosroes, en los últimos tiempos del emperador bizantino Focas, habiendo ocupado Egipto y África, tomó Jerusalén, donde asesinó a muchos cristianos, y se llevó la
reliquia de la cruz entre el botín de guerra.
Heraclio, sucesor de Focas, en una guerra penosa, consiguió derrotar a Cosroes y entre las condiciones de la paz estuvo la de restituir
la reliquia de la cruz, que estuvo catorce años en poder de los persas.
Heraclio en persona quiso devolverla a su sitio, llevándola sobre sus
hombros.
Pero, adornado de oro y piedras preciosas, llegado a la puerta que
conducía al Calvario, fue paralizado por una fuerza paranormal ante
el estupor de todos. En ese momento se dirigió a él Zacarías, patriarca de Jerusalén, haciéndole ver que no se compaginaba su lujo con la
humildad y pobreza de Cristo.
Entonces Heraclio, habiéndose despojado de sus galas y habiéndose descalzado, sólo vestido con un sayal plebeyo, recorrió fácilmente el resto del camino y repuso la cruz en el lugar del que había
sido arrebata por los persas. Así, la solemnidad de la santa cruz que
se celebraba en este día anualmente empezó por la memoria de este
suceso a ser más prestigiada.
Solo nueve años más tarde, en el 638, Jerusalén fue conquistada
por los árabes musulmanes, al mando del segundo califa de La Meca,
Omar ibn Khattab, que recibió personalmente la capitulación de la
ciudad, con la promesa de respetar los Santos Lugares.
Uno de sus sucesores, Harún al-Rashid, califa de Bagdad, concedió, ante la incuria de los bizantinos, el protectorado sobre los Santos
Lugares a Carlomagno, emperador de los Francos.
Volviendo a la celebración de la fiesta, cuánto tiempo se mantuvo
generalizado el ritual de veneración de la cruz no es fácil establecerlo
a partir de los libros litúrgicos. Parece ser que, con la extensión de
la fiesta en territorio franco, se fue oscureciendo el lugar central que
ocupaba la ostensión de la cruz, porque no todas las iglesias poseían
reliquia del lignum Crucis.
De ser una fiesta narrativa, como otras del año litúrgico, en la
que acaban por concurrir varias circunstancias históricas, consideradas providenciales, aunque no de la Historia Salutis40, pasa a considerarse una conmemoración de la cruz en cuanto símbolo de la
40
74
Como, en parte, también el Corpus Christi, a partir del milagro de Bolsena. Vid. UNTERSEHER,
Cody C., “We should Glory in the Cross: The Feast of the Exaltation of the Cross and its
Contemporary Liturgical Significance”, en: Seminary Graduate Papers/Theses, Paper 3,
School of Theology, Collegeville (Minnesota), 2006.
realización histórica de la obra salvífica de Jesucristo que se consumó
con la muerte redentora, que otorga a la humanidad la victoria sobre
el pecado y la muerte.
En el uso ordinario del rito romano, la eucología tiene una marcado carácter sacrificial, recordando el Viernes Santo. En la exaltación
de la Cruz se revela el incondicional amor salvador divino; definitivamente el velo del Templo, que simbolizaba el abismo ontológico
y moral entre Dios y la humanidad, se rasga41 en la obediencia del
Verbo encarnado, que lleva la donación de sí hasta sus últimas consecuencias.
En la oración colecta, el amor salvífico del Padre se revela en
toda su plenitud en la muerte de Cristo en la cruz, por cuyo sacrificio
redentor se nos permite alcanzar la salvación eterna. En la super
oblata, se nos recuerda que esta sacrificio redentor se actualiza en
la Eucaristía, por lo que, como señala la poscomunión, el celebrar la
Eucaristía es celebrar el misterio pascual de muerte y resurrección del
Señor, pues en ella Jesús se ofrece a sí mismo al Padre por la salvación del mundo.
La actual Liturgia de la Palabra se centra en la exaltación de Cristo
en la cruz en la plenitud de los tiempos, que trae la salvación total y
definitiva al género humano.
En el pasaje joánico del diálogo de Cristo con Nicodemo42, que
enlaza con la lectura que narra el episodio veterotestamentario de la
Serpiente de Bronce43, se nos presenta al Hijo del Hombre exaltado
en la cruz como culminación de la Obra de la Redención.
Así se convierte en signo de victoria sobre el pecado y sobre la muerte, y como la serpiente curaba a los mordidos que la miraban y guiaba
al pueblo hebreo errante en el desierto, la cruz en la Iglesia señala del
camino de salvación y la patria definitiva, la vida eterna que Cristo dona
a los que creen en Él: Per Crucem ad lucem. Por eso en san Juan la
elevación en la cruz es la Hora de Jesús, el momento de su glorificación.
La exaltación de Cristo como resultado de su proceso de kénosis
o vaciamiento de sí mismo, que culmina en la cruz, es el tema de la
segunda lectura, el himno cristológico de Filipenses44, construido en
torno a la antítesis abajamiento-exaltación, que construye una paradoja: la cruz que supone la profundidad del abismo de abajamiento
41
42
43
44
Cf. Mateo 27, 51.
Juan 3, 13-17.
Números 21, 4b-9.
2, 6-11.
75
en clave humana se convierte en el
ápice de exaltación según el plan divino.
Finalmente, no podemos dejar
de llamar la atención sobre la armonía del contenido teológico-litúrgico
de la fiesta y la época del año en que
se celebra: coincide la exaltación del
sagrado madero al comienzo del otoño; la cruz es enarbolada para disipar
las tinieblas del pecado y de la muerte, en esta estación que es símbolo
de la lucha de los poderes del infierno. A esto se une el carácter escaIcono de la Exaltación de la Santa Cruz, Escuela de Novgotológico de esta etapa final del año
rob, finales del siglo XV.
litúrgico: la Iglesia, como pueblo elegido de la Nueva Alianza, alza la cruz en la espera de la segunda venida
del Señor: “Mirarán al que traspasaron”45.
IV. La fiesta de la exaltación de la Santa Cruz en las liturgias
orientales
En oriente, la Exaltación Universal de la Preciosa y Vivificante
Cruz del catorce de septiembre es una de las grandes “doce fiestas”
del año litúrgico ortodoxo, que se prolonga en octava hasta el día
veintiuno, y mientras que en occidente se ha perdido, como uso litúrgico prescrito, la ceremonia de la exposición y veneración de la cruz
en las liturgias orientales se ha conservado.
El icono de esta fiesta resume las circunstancias históricas que propiciaron esta fiesta: en el centro se presenta al obispo Macario subido
en un púlpito mostrando la Vera Cruz, escoltado por diáconos ceroferarios en la dedicación de la basílica del Santo Sepulcro, en presencia
moral, claro, pues no fue física, generalmente de la emperatriz Elena,
la fautora de la invención del Santo Madero, y, a veces, también, del
emperador Constantino, su hijo, que sufragó la construcción.
En la víspera de la fiesta, antes de las pequeñas vísperas, habiendo
sido preparado un pie con la cruz, colocada sobre un lecho de hojas
de albahaca y flores, cubierto con un aër (velo litúrgico), el preste co45
76
Juan 19, 37. Cf. Apocalipsis 1, 7. Vid. PARSCH, Pius, The Church’s Year of Grace, vol. 5,
The Liturgical Press, Collegeville (Minnesota), 1963, p. 191.
loca el conjunto en la mesa de la prothesis. Después de este oficio, el
sacerdote lleva el pie sobre su cabeza precedido de luces y del diácono
incensando la cruz hasta el altar, en cuyo centro lo deposita, en el lugar
del Evangeliario. Las partes de vísperas y maitines que se acostumbran
a celebrar ante el icono de la fiesta, tienen lugar ante el altar.
La ceremonia de la exposición tiene lugar durante la Gran Doxología de Maitines. El celebrante, revestido de sus vestiduras sacerdotales, inciensa la cruz, que, como hemos visto, ha sido previamente
colocada sobre el altar, y entonces, levantándola sobre su cabeza, la
lleva en procesión alrededor del altar a la Puerta Regia.
Cuando los fieles terminan de cantar la Gran Doxología y el Trisagio, él eleva la cruz y entona: “Sabiduría, está atenta”, a lo que el pueblo responde con el canto del tropario de la santa cruz. A continuación
coloca la cruz en el pie preparado al efecto y la inciensa por los cuatro
puntos cardinales. Después de incensarla, el celebrante, de pie delante
de la cruz, la eleva sobre su cabeza y entona la primera petición de la
Letanía de Súplica: “Ten misericordia de nosotros, Señor”.
Cuando los fieles han respondido a las doce peticiones con esta
jaculatoria, en escala descendente, el celebrante se inclina profundamente con la cruz; a continuación
éstos empiezan a cantarlas en tonos
ascendentes, mientras el celebrante
se yergue y bendice tres veces con
la cruz levantada hacia el este. Esta
misma ceremonia es repetida desde
los otros tres puntos cardinales, haciendo una diferente petición de la
letanía cada vez: por el papa, el gobierno, los obispos y el clero y, finalmente, por el pueblo, impartiendo
una triple bendición cada vez a los
cuatro puntos de la tierra.
Para terminar esta ceremonia, el
celebrante coloca la cruz en el pie y
entona el himno de veneración “Adoramos tu Cruz, Señor, y alabamos tu
santa resurrección”, durante el cual
los fieles hacen inclinación profunda.
Los fieles repiten el himno dos veces,
al que sigue el canto de los Stichera
Exaltación de la Santa Cruz, Archidiócesis Grecoortodoxa de América.
o versículos para el beso de la cruz,
77
durante los que esta ceremonia tiene lugar. Los fieles se encaminan
desde su sitio de uno en uno hacia la cruz, ante la que hacen inclinación
profunda y la besan.
La cruz permanece en el pie para la pública veneración toda la
semana, durante la que se canta en la Divina Liturgia en lugar del
Trisagio el anteriormente citado himno de veneración.
a) Las fiestas de la cruz en la Iglesia Armenia
La Iglesia Apostólica Armenia celebra esta fiesta, llamada Khachverats en su lengua, en el domingo más cercano al catorce de septiembre, por lo que oscila entre el once y el diecisiete. Es considerada
una de las cinco fiestas más importantes de su calendario litúrgico. La
hace preceder de un ayuno de cinco días, de lunes a viernes, llamado
el Ayuno de la santa cruz, como las fiestas de la Transfiguración y de
la Asunción. Se celebra también la vigilia, llamada Navagadid, en la
que ya se comen productos lácteos y huevos fritos, y se prolonga la
fiesta durante siete días.
El lunes siguiente es el Día Memorial, de acción de gracias y oración por los que nos han precedido con el signo de la fe y recibieron
la bendición de la cruz. El martes, miércoles y jueves siguientes están
consagrados a la Iglesia, con la memoria de las cuatro iglesias mandadas construir por santa Elena: la del Santo Sepulcro, la de la Natividad
de Belén, la de la Ascensión, en el monte de los Olivos, y la de santa
María, junto al huerto de Getsemaní.
La Invención de la santa cruz, en armenio Gyut Khachi, ligada al
viaje de santa Elena en el 326 con tal fin, como sabemos, en cambio,
se celebra a finales de octubre, seis semanas después de la fiesta de la
Exaltación. La individuación de la cruz de Cristo se atribuye a la vuelta
a la vida de un joven recién muerto al entrar en contacto con ella.
b) La fiesta de Meskel en la Iglesia de Etiopía y Eritrea
Gran solemnidad adquiere la fiesta de la Exaltación de la santa
cruz en la Iglesia de Etiopía y Eritrea. Tras celebrar el Tseday (o Año
Nuevo), el once de septiembre46, en que los varones encienden el
chibó (o ramas de árboles sin hojas) en el interior de las casas para espantar la mala suerte y las niñas recogen en Addis Abeba, y también
46
78
El año administrativo en el Imperio Bizantino comenzaba el uno de septiembre, y sobre este
cómputo se distribuyó el año litúrgico oriental. En el hemisferio norte es la fecha del comienzo
del otoño.
Fiesta de Meskel, Etiopía.
en otras poblaciones y pequeñas aldeas, pasamos a esta celebración
a finales de septiembre, los días veintiséis y veintisiete (el diecisiete del
mes de Mäskäräm), conocida por el festival de Meskel.
Las hogueras en esta festividad son un elemento imprescindible.
Los orígenes de esta costumbre son legendarios. Unos los remontan
a la leyenda de santa Elena, que, en sueños, encendió una hoguera
para quemar incienso invocando la ayuda del Espíritu Santo para que
le fuera inspirado el lugar donde estaba sepultada la cruz, y se formó
una densa humareda con forma de arco que la guio al lugar donde
estaba enterrada la cruz, por lo que para celebrar el feliz descubrimiento, la reina prendió antorchas alrededor del enterramiento.
Otra leyenda narra el transporte de un lignum Crucis a Etiopía,
en la Edad Media, donado por el patriarca de Alejandría a uno de sus
soberanos, en agradecimiento a la protección a cristianos coptos, y,
durante su traslado, los fieles encendían piras de fuego avisando de la
ilustre llegada. Esta reliquia la ubican actualmente enterrada a los pies
del Monasterio de Gishen Mariam, al noreste de Dessie, en la región
Amhara, lugar sagrado de Etiopía. El estar enterrada se debe a que,
según la creencia etíope, quien se acerque al lignum Crucis, queda
cegado por su potente luz.
Sea cual fuere su origen, en cualquier caso en torno al simbolismo
de la luz como principio ordenador divino y del fuego como símbolo
de purificación, los fieles preparan la Demera, una construcción de
estacas en forma de choza, decorada de margaritas amarillas, y rematada con una gigantesca cruz conmemorativa. No podemos olvidar
79
tampoco que el Meskel coincide con el cambio de estación, cuando el
sol regresa y se da por finalizada la época de lluvias, en cuanto cristianización de un antiguo rito pagano.
En Addis Abeba se instala en Meskel Square. Otros lugares que
destacan por este ritual son Bahir Dar, Gonder, Axum y la famosísima
Libella. En el lugar señalado se citan las autoridades civiles y religiosas, con los ornamentos litúrgicos correspondientes, y el pueblo, que
llega procesionalmente desde las distintas iglesias, y se entonan cánticos festivos de san Yared y oraciones de exaltación a la cruz.
Al ponerse el sol, entre júbilo y palmas, el patriarca de la iglesia
ortodoxa etíope prende la madera e inaugura la celebración anual de
la festividad, mientras los clérigos cantan himnos a la santa cruz con
sus vistosos ornamentos litúrgicos tradicionales.
Es, sin duda, el punto culminante de la ceremonia, en memoria
de la invención de la santa cruz. Las cenizas son empleadas para hacer la señal de la cruz en la frente de los fieles. Al día siguiente de la
Demera, la fiesta de Meskel se celebra con festines y bailes, con los
creyentes marcados con la cruz de ceniza en sus cabezas.
V. Fiesta de la invención de la Santa Cruz
Es propia de la Iglesia de occidente. Tradicionalmente se ha creído
que esta fiesta fue primeramente adoptada por la liturgia galicana,
titulada De inventione Sanctae Crucis, asignándola al tres de mayo.
La elección de la fecha, unos la vinculan a la leyenda de Judas Ciriaco, divulgada a principios del siglo VI47, cuya fiesta se celebra el día
siguiente, cuatro de mayo, y que fija la invención del lignum Crucis
el tres de mayo y hace remontar la fiesta al propio mandato de la
emperatriz Elena.
El Liber Pontificalis dice al respecto en el pontificado de Eusebio
(309):
Él fue obispo en el tiempo de Constantino. Mientras él era
obispo, la cruz de nuestro Señor Jesucristo fue hallada, el tres
de mayo, y Judas fue bautizado, que es también llamado Ciriaco48.
47
48
80
Vid. TONGEREN, Louis van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia),
2001, pp. 4. 6.
ROPES LOOMIS, Louise, The Book of the Popes (Liber Pontificalis), t. I, Evolution Publishing,
Merchantville (New Jersey), 2006, pp. 39 s.
Otros la hacen remontar a la Apparitio Crucis en Jerusalén el
siete de mayo del 351, cuya memoria al pasar a occidente se vinculó
a la invención del santo madero y quizá por error de lectura se fijó el
tres de mayo. Los textos eucológicos de la misa pasaron a la redacción galicana del Sacramentario Gelasiano, y en época carolingia a
los libros romanos.
Hay quien opina, no obstante, como Chavasse, que esta fiesta del
tres de mayo es de origen romano y aun anterior allí a la del catorce
de septiembre49. La celebración solemne de este día, en cualquier
caso, se puede constatar desde el siglo VII; en el siglo VIII, la fiesta
penetró en la Galia con la reforma litúrgica carolingia, y finalmente
entró en el Misal Romano de 1570.
Esta fiesta aparece, por otra parte, lo que viene a reforzar la tesis
galicana, en Hispania, en muchos calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes50. Sin embargo, la fiesta del catorce de septiembre no figura
en ningún calendario hispánico, por lo que debió introducirse con el
rito romano.
Aún no figura en el calendario epigráfico de Carmona, entre los
siglos VI y VII, ni entre las fiestas con vacación de la Lex Romana
Visigothorum de Chindasvinto (653), mientras que en su renovación
por Ervigio, en el 681, la menciona entre las de mayor solemnidad
del calendario litúrgico y en la que se prohíbe trabajar a los judíos,
por lo que su introducción debió ser a mediados del siglo anterior al
menos.
Aparece51, así mismo, en el Leccionario de Silos (ca. 650) como
dies Sanctae Crucis. El Oracional Tarraconense o Códice de Verona, por el lugar donde se conserva, del 700, presenta dos missae
(doce oraciones); también la encontramos en el Liber Missarum de
Toledo. Figura, así mismo, en los Pasionarios del siglo X52 y en el
Liber Commicus (leccionario) de León, del siglo XI.
En Jerusalén, debido a que, en 1955, el Papa Pío XII instituyó la
fiesta de san José Obrero para el calendario general el uno de mayo,
con intención de cristianizar la fiesta del trabajo, y que se tuvo que
49
50
51
52
Vid. TONGEREN, Louis van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia),
2001, p. 4.
Vid. GARCÍA RODRÍGUEZ, Carmen, El culto de los santos en la España Romana y Visigoda,
CSIC, Valencia, 1996, pp. 120-124.
Vid. TONGEREN, Louis van, Exaltation of the Cross, Leuven-París-Sterling (Virginia), 2001, p.
253.
Vid. FÁBREGA GRAU, Ángel, “Lectio ex Storia eclesiástica de Inventione sanctae Crucis,
quem repperit Helena augusta; die V nonas maias”, en Pasionario Hispánico. Tomo II. Texto,
CSIC, Madrid-Barcelona, 1955, pp 260-266.
81
trasladar la fiesta de Santiago el Menor, obispo de Jerusalén y patrono
de la diócesis jerosolimitana, al tres
de mayo, se escogió entonces para
su celebración, que se ha mantenido
aquí como particular incluso después
de su eliminación del calendario general en 1969, la fecha del siete de
mayo, haciéndola coincidir con el recuerdo del acontecimiento del 351,
que comentamos en el apartado de
las fiestas ortodoxas, del que todas
las Iglesias orientales han hecho
siempre memoria.
En las lecciones que se leían en
el II Nocturno de Maitines del BreSanta Elena. Capilla primitiva de las reliquias de la Pasión,
viario Romano de la fiesta de la InSanta Croce in Gerusalemme, Roma.
vención53 se recoge la versión sumaria más divulgada de todos los hechos que rodearon la invención de
la santa cruz. Se atribuye a santa Elena, impulsada por sueños, tras la
victoria de su hijo Constantino sobre Majencio, la invención de la santa cruz en su viaje a los Santos Lugares del 326. Hizo derribar la estatua de mármol de Venus, colocada sobre el Calvario, para erradicar la
memoria de la pasión de Cristo por mandato de Adriano, hacía cerca
de ciento ochenta años; la de Adonis sobre el lugar del nacimiento
del Señor, y la de Júpiter en el de la resurrección, y mandó edificar
suntuosos edificios de culto.
En las minuciosas excavaciones para desescombrar el Gólgota,
fueron halladas tres cruces y el titulus Crucis. Para individuar la de
Cristo, Macario, obispo de Jerusalén, habiendo elevado plegarias a
Dios, decidió aplicarla a una mujer gravemente enferma, que sanó al
momento al contacto con la tercera de las cruces.
Una parte de la cruz, en estauroteca de plata, dejó en la magnificentísima iglesia que mandó construir allí, y otra la llevó a su hijo
Constantino, y una tercera que fue depositada en Roma en la basílica
de santa cruz en Jerusalén, edificada en el palacio sesoriano.
También le llevó a su hijo los clavos con los que había sido crucificado Jesucristo. Impresionado por todo ello, decretó en esta época
que nadie recibiera el suplicio de la cruz; así lo que antes era para
53
82
Vid. Breviarium Romanum, A. Mame e hijos, Tours, 1917, Pars Verna, p. 1009-1010.
los hombres escarnio se convirtió en
gloria.
En torno a esta fiesta litúrgica
se fue desarrollando a lo largo del
tiempo una celebración popular llamada cruz de Mayo54, muy arraigada en España y en Hispanoamérica,
donde, incluso, en su calendario litúrgico se ha preferido dejar ésta de
mayo a la de septiembre.
Aunque fiestas de la cruz en
mayo las hay en toda España con
diverso carácter, en Andalucía, sobre todo, se ha desarrollado, en
espacios comunales o públicos, un
tipo con un fuerte carácter lúdicoCruz de Mayo, Plaza del Cardenal Toledo, Córdoba.
festivo, que ha, en cierta medida,
eclipsado su contenido netamente religioso, sin participación además
de la jerarquía eclesiástica por lo común, y que, de alguna manera,
suponen una cristianización de ritos ancestrales de celebración de la
regeneración primaveral de la naturaleza, en torno al culto del árbol
y a las mayas.
Sin duda, su origen religioso gira en torno a los festejos populares en torno a la fiesta litúrgica de la Invención promovidos por los
franciscanos desde el siglo XIV, denominados de la Cruz Verde o Vera
Cruz. En los ámbitos rurales iban acompañados de la bendición de los
campos y rogativas por el buen tiempo.
Se exorna una cruz desnuda con flores silvestres y de papel y se le
levanta un altar con telas y elementos suntuarios de las casas: velones,
calderos de cobre, cacharros de cerámica, etc. En algunos sitios tienen
un carácter informal, organizadas sobre todo por mujeres, en patios,
plazas y calles, y se reúnen los vecinos para comer y beber y bailar en
honor de la cruz. Hay un segundo modelo, en que la celebración está
estructurada a través de hermandades y mayordomías, que veneran
la cruz desnuda, vestida con un traje bordado o revestida de flores de
talco o naturales. En el condado de Huelva es muy característico que
54
Vid. LADERO QUESADA, Miguel Ángel, Medievo festivo. Tópicos y realidades de la Edad
Media (III), Real Academia de la Historia, Madrid, 2004, p 113; RODRÍGUEZ BECERRA,
Salvador, “Las cruces de mayo en Andalucía: historia y antropología de una fiesta”, en Las
Cruces de mayo en España. Tradición y ritual festivo, Universidad de Huelva, Huelva, 2004,
pp. 55-78.
83
Cruz de Arriba, Aznalcázar, Sevilla
vayan circundadas por una aureola
floral en forma de corazón. Marcan
el espacio festivo e incluyen, en este
caso, actos religiosos.
En las localidades puede haber
una o varias; el caso más característico es cuando hay dos, que dividen
al pueblo en dos mitades, como el
caso de Aznalcóllar (Sevilla), con la
Cruz de Arriba y la Cruz de Abajo,
o de la Palma del Condado (Huelva), con la Cruz de la calle del Cabo
y la Cruz de la calle Sevilla, por poner dos ejemplos emblemáticos.
Del primer modelo tenemos un
magnífico testimonio de Lope de
Vega referente a Sevilla, a la que señala como:
“la ciudad de las fiestas más famosas de la Cruz”: “Paseando
por Sevilla, / día de la Cruz de mayo, / en él muestra más
grandeza / que en el discurso del año, / porque con su devoción / en mil partes levantando / pirámides a la Cruz, / al
mismo sol vence en rayos, / en unos altares vi, / en su riqueza admirado, / a Lisardo, a quien el cielo / dio su merecido
pago55.
Veamos ahora algunos ejemplos de Hispanoamérica. En Venezuela, la celebración de la Cruz de Mayo se celebra todos los sábados
en las casas particulares. A la cruz, de madera, color caoba o pintada
de azul, se le preparan altares especiales, adornados con papeles de
colores y flores silvestres. Se impetra la protección del signo salvífico
en el inicio de la temporada de cosechas y lluvias. Todo se acompaña
con manifestaciones musicales propias, bebidas y dulces típicos.
En Méjico, la devoción a la cruz está documentada a finales del siglo
XVI, cuando el Capitán Juan de Grijalva dio el nombre de Isla de la santa
cruz a la que hoy es conocida como Cozumel, Quintana Roo. Los albañiles están bajo el patronazgo de la cruz y lo celebran en mayo. Decoran
55
84
“El testigo contra sí”, en Obras, Madrid, 1939, acto II, t. IX, pp 700-701.
algún edificio en construcción con una cruz y flores y papeles de colores,
y celebran una fiesta a expensas del constructor o contratista.
VI. La fiesta del triunfo de la Santa Cruz, del antiguo propio de
España56
El día diecisiete de julio, se celebraba en los dominios hispánicos la
fiesta del Triunfo de la santa cruz, en memoria de la victoria cristiana
sobre los musulmanes en la batalla de las Navas de Tolosa, acaecida
el dieciséis de julio del 121257, de gran trascendencia para el avance
definitivo de la reconquista cristiana de la Península Ibérica, por darle
la llave de Andalucía por el este. En ella se habían coaligado los reyes
Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra.
La victoria se atribuye a la santa cruz, con la que estaban marcados todos los participantes en la batalla, a modelo de los cruzados
de Tierra Santa. Se añadió luego un detalle legendario: que una cruz
muy luminosa había aparecido en el cielo encima de la tienda del rey
Alfonso VIII el día anterior a la batalla, dato registrado por primera
vez en la tardía Crónica de Castilla, en torno a 1300.
Martín Alvira nos informa que esta fiesta, por los testimonios conservados, se debió empezar a celebrar muy poco después del hecho
conmemorado y su relato pasa a formar parte de los Flos sanctorum
a partir del siglo XIV, formados a partir de la narración del arzobispo
Rodrigo Jiménez de Rada, anterior a su obra histórica De rebus Hispaniae sive Historia Gothica (ca. 1243-1247), escrita poco después
de la batalla, y en otra versión combina con pasajes de las crónicas
postalfonsíes, aragonesas y navarras.
A partir de la publicación del Flos Sanctorum del toledano Alonso de Villegas (1578-1580), de corte postridentino, encontramos
una nueva recensión que es prácticamente una glosa del De rebus
Hispaniae citado con algunas informaciones de otras fuentes. Poco
después, el jesuita Pedro de Ribadeneira presenta un texto similar en
su Flos Sanctorum (1599-1604).
56
57
Vid. ALVIRA CABRER, Martín, Las Navas de Tolosa, 1212. Idea, liturgia y memoria de la
batalla, Sílex, Madrid, 2012; ÍD, “El ‘Triunfo de la Santa Cruz’ en los flores sanctorum:
pervivencia en castellano de un texto latino medieval”, en e-Spania. Revue interdisciplinaire
d’études hispaniques médiévales et modernes, CLEA, París, 2018 (https://journals.
openedition.org/e-spania/26450).
Al estar el día dieciséis de julio ocupado por la celebración en la Iglesia universal de la
Virgen del Carmen, de un gran esplendor en España, esta conmemoración litúrgica del
triunfo de las armas cristianas sobre las de la Media Luna se trasladó al día siguiente.
85
Un Oficio del Triunfo de la Santa Cruz ya aparece en un Collectaneum Cisterciense de las Huelgas anterior a 1265, y de una anotación marginal de un Sacramentario Toledano, datado ca. 1200,
parece inferirse la celebración en la catedral primada aún antes.
El Oficio contenía la citada narración de la batalla de Las Navas
escrita por el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada, que
participó en la contienda, anterior a la contenida en su De rebus Hispaniae sive Historia Gothica, fechada esta obra en torno a los años
1243 y 1247.
Después de la reforma litúrgica tridentina, la fiesta fue confirmada
por bula del Papa Gregorio XIII Buoncompagni de treinta de diciembre de 1573.
VII. Fiestas de la Cruz propias de la liturgia bizantina
La cruz tiene un lugar relevante en la liturgia bizantina: todos los
miércoles y viernes del año se la conmemora con el canto de un tropario. A lo largo del ciclo litúrgico bizantino, aparte de la fiesta de la
Exaltación de la santa cruz del catorce de septiembre, de lo que ya
hemos escrito, encontramos la del Domingo III de Cuaresma y otras
dos fiestas dedicadas a la cruz: el siete de mayo (Conmemoración de
la aparición del venerable signo de la cruz en el cielo de Jerusalén
durante el gobierno de Constancio, el hijo de Constantino el Grande)
y el día uno de agosto (Procesión de la preciosa y vivificadora cruz),
ambas fiestas vinculadas a acontecimientos históricos relacionados
con la cruz, que en su momento oportuno comentaremos. Para los
armenios la primera es una fiesta movible, pues se celebra el quinto
domingo de Pascua.
El domingo de la Cruz en la iglesia bizantina
La principal veneración de la santa cruz, mientras que en las Iglesias de ritos occidentales se hace el Viernes Santo, en los ritos orientales se hace en el tercer domingo de la Gran Cuaresma.
Parece ser que tiene su origen en la celebración del retorno de
la reliquia de la Cruz a Jerusalén el 630. En algunas Iglesias locales
orientales este retorno es conmemorado el propio día que ocurrió, el
seis de marzo, que en el año citado cayó en la tercera semana de cuaresma, y por lo tanto es el tema central de la fiesta, aunque también
se conecta con el de la invención.
86
Aparece documentada en san Sofronio58, que tiene una homilía,
anterior a su elección de patriarca de Jerusalén (634-638) con este
motivo, y dice:
en medio del ayuno suele ser expuesto, para ser adorado, el
leño vital de la Cruz, digna de veneración, y porque nuestra
causa de salvación ha sido clavada en medio de la tierra.
Es, por tanto, como un alto en el camino, mediada la cuaresma,
para fortalecer el espíritu de los fieles con la perspectiva del triunfo,
tanto a nivel somático como espiritual, y prepararlos para el ascenso
al Calvario del Viernes Santo. Se coloca la cruz en medio de la iglesia,
mediada la cuaresma, para recordar a los fieles el triunfo de la salvación, pues en Cristo crucificado reside “el poder de Dios y la sabiduría
de Dios”59, y la meta a la que se dirigen: “El que no toma su cruz y me
sigue, no es digno de mí”60.
La cruz se dispone sobre una fuente, rodeada por flores, además
de tres velas encendidas. En la vigilia de este día, después de la Gran
Doxología, la cruz se acerca en procesión hasta el centro de la Iglesia, donde permanecerá toda esa semana, para ser venerada por los
creyentes.
Cuando la procesión litánica llega al centro de la Iglesia, porque en
ella está la justicia de Dios y su misericordia, se canta: “Ante Tu Cruz,
nos prosternamos, Soberano nuestro; y Tu Santa Resurrección, glorificamos”, considerando el sacrificio de Cristo en dimensión pascual.
Al terminar la letanía, los fieles se acercan a la cruz para venerarla
y besarla. Es la adoración de la cruz o stauroproskynésis, que en
Jerusalén incluso terminó por sustituir a la de la Semana Santa. Este
rito fue introducido en esta conmemoración en Constantinopla entre
el 670 y el 73061.
El sacerdote les ofrece a los fieles una flor para que se acuerden
que “por la Cruz vino la alegría al mundo” (Horológion de Pascua).
Ésta simboliza, por tanto, a Cristo resucitado de entre los muertos.
Tener la flor en la mano significa que aceptamos con alegría sumarnos a la pasión de Cristo para resucitar con Él.
58
59
60
61
SOFRONIO de Jerusalén, san, “Oratio V in adorationem venerandae ac vivificae cruces
media Sanctae Quadragesimae hebdomade”, en: Patrologiae cursus completus. Series
Graeca prior, t. LXXXVII (Pars Tertia), J.-P. Migne, París, 1865, col. 3314.
I Corintios 1, 24.
Mateo 10, 38.
TONGEREN, Louis van, Exaltation of..., p. 3.
87
Las tres velas encendidas sobre la fuente simbolizan a la Trinidad.
La cruz puesta en medio de ellas indica que nuestra salvación se hizo
por la voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por la muerte
de Cristo el árbol de la cruz florece y se convierte en fuente de vida.
Fiesta del siete de mayo62
La del siete de mayo conmemora un acontecimiento extraordinario sucedido en ese día del año 351, fiesta de Pentecostés: la aparición de una luminosa cruz en el cielo de Jerusalén, que permaneció
desde la mañana, hacia la hora tercia, durante muchas horas y fue
contemplada por todos. Se extendía desde el Calvario al monte de los
Olivos (unas dos millas) y brillaba más que el sol.
Lo relata san Cirilo de Jerusalén en una carta al emperador Constancio II, hijo de Constantino I el Grande, ese mismo año:
“En estos santos días de la Pascua, el siete de mayo, sobre la
hora tercia, una enorme cruz luminosa apareció en el cielo,
sobre el santo monte del Gólgota, y se extendía hasta el Monte
de los Olivos. No fue revelada a una o dos personas sólo, sino
que apareció inequívocamente a todos en la ciudad”.
Aprovecha el relato para hacerle al monarca una llamada a la fe ortodoxa que había mantenido su padre. Esta visión supuso un importante
refrendo de la intensa actividad episcopal en la Ciudad Santa, que había
comenzado un año antes, y de su lucha contra el arrianismo. Sozomeno
también la refiere y reseña que fue motivo de muchas conversiones de judíos y paganos, así como de la vuelta a la fe ortodoxa de muchos arrianos.
Fiesta del primero de agosto63
La otra es la del uno de agosto, que es también el primer día del
Ayuno de la Dormición. Los textos propios de la fiesta se combinan
con los de los Macabeos Mártires, la conmemoración de cuya heroi62
63
88
Cirilo de JERUSALÉN, San, “Epistola ad Constantium imperatorem”, en: Patrologiae cursus
completus. Series Graeca, t. XXXIII, Jean-Paul Migne, París, 1857, col. 1167-1174; AA.
VV., “Testimonia veterum de signo Crucis Hierosolymis viso”, en: ibídem, col. 1175 ss.;
CHACÓN, Alfonso, O. P., De signis Sanctissimae Crucis, quae diversis olim regionibus,
et nuper hoc anno 1591 in Gallia et Anglia divinitus ostensa sunt, et eorum explicatione,
Tractatus, Ascanio y Girolamo Donangelos, Roma, 1591, pp 13-17; TONGEREN, Louis
van, Exaltation of the Cross, Peeters, Leuven-París-Sterling (Virginia), 2001, p. 3.
TONGEREN, Louis van, Exaltation of..., p. 3.
cidad es considerada apropiada para el primer día del ayuno. Aunque
es una fiesta menor, también se expone y venera la cruz como el
catorce de septiembre.
Desde el siglo X, en Constantinopla, como defensa contra enfermedades y epidemias, que se declaran muchas veces en verano, así
como catástrofes naturales, la vigilia de esta fiesta se trasladaba la reliquia de la vera cruz desde la cámara del tesoro imperial al altar de la
basílica de santa Sofía, donde permanecía hasta el quince de agosto,
fiesta de la dormición de María.
El día de la fiesta se colocaba solemnemente en el centro de la
iglesia para ser venerada por los fieles. Era sacada procesionalmente
por las calles y plazas de la urbe diariamente para santificar la ciudad
hasta el día de su retorno al tesoro imperial.
En conmemoración de esta fiesta el ritual prescribe una procesión
fuera del templo con la bendición menor de las aguas para la ilustración del pueblo. Es ésta la primera de las tres fiestas dedicadas al
Salvador el mes de agosto, y, por este rito, recibe el sobrenombre de
fiesta del Salvador del Agua. También se bendice la nueva miel, por
lo que también la fiesta es llamada del Salvador de la Miel.
En la Iglesia Rusa la fiesta está vinculada a la conmemoración del
bautismo de Rusia en el 988, con el Gran Príncipe Vladimir de Kiev a
la cabeza. A esto se sumó la acción de gracias de los bizantinos y rusos al Todomisericordioso Salvador y Dios Cristo y a la Purísima Virgen por las simultáneas victorias del emperador Miguel I Comnenos
sobre los sarracenos y del Gran Príncipe Andrei Bogolubsky sobre los
búlgaros del Volga en el siglo XII.
VIII. Veneración especial del lignum crucis y demás reliquias
de la pasión64
Disposiciones generales
La cruz, puesto que quedó santificada por la muerte de Cristo e impregnada de su propia sangre, es la reliquia más preciada que se pueda
64
SolÁns, Joaquín, Manual litúrgico, Imprenta de Subirana Hermanos, Barcelona, 1897, t.
I , nº 240, p 147; nº 423, p. 241; nº 1017, p 423; t. II, p. 527 (apéndice tercero);
Soláns, Joaquín & Pantaleón Casanueva, C.M.F., Manual Litúrgico, Imprenta de E. Subirana,
Barcelona, 1913, t. I, nº 47, p 43; Martínez de Antoñana, Gregorio, C. M. F., Manual
de Liturgia Sagrada, Coculsa, Madrid, 1950, nº 403. 423, pp 456. 499; Kirchgässner,
Alfons, El simbolismo sagrado en la liturgia, Ediciones FAX, Madrid, 1963, pp 178-182.
89
atesorar. En primer lugar, por su importancia, las reliquias de la santa
cruz no deben ponerse entre los candelabros del altar, como es la costumbre general, sino que deben ocupar el lugar principal en el centro.
Si el sacerdote cuando va a decir misa pasa por el altar mayor y
en él estuviera el lignum Crucis, si la reliquia se encontrase expuesta
sobre el altar, la veneraría con genuflexión sin quitarse el bonete, si lo
lleva, como la reserva eucarística, pero sólo con inclinación profunda
si estuviera reservada en su custodia, como se recuerda en el decreto
de la Sagrada Congregación de Ritos de siete de mayo de 1746 para
la archidiócesis de Varsovia.
Cuando esta reliquia se encuentra expuesta, se le venera igualmente con simple genuflexión en las ceremonias litúrgicas, como a la
reserva eucarística, según se recuerda en el decreto de la misma Congregación de veintitrés de mayo de 1835 para la diócesis de Luçon,
y, en la incensación del altar, se inciensa de pie con tres golpes dobles
después de incensado el crucifijo, repitiendo genuflexión antes y después, como se lee en el decreto de veintitrés de septiembre de 1885
para la diócesis de Fiésole.
A pesar de la máxima veneración que recibe, no puede olvidarse que
debe distinguirse de la Eucaristía, en que se encuentra la presencial real
de Jesucristo Resucitado. Por eso se prohíbe exponerla sobre el sagrario
en el que está reservado el Santísimo, de modo que le sirva como base,
como se desprende del decreto de la citada Congregación de doce de
marzo de 1836 para la archidiócesis de Trento, ni ante la puerta del
sagrario, como decreta la dicha Congregación el seis de septiembre de
1845, y de ningún modo puede ponerse corporal debajo de esta reliquia
de santa cruz, según se recoge en decreto de la mencionada Congregación de dos de febrero de 1883 para la diócesis de Cuneo.
Joaquín Solans, profesor de Liturgia del seminario de Urgel a finales del siglo XIX, constata que era costumbre, sobre todo en algunas
iglesias parroquiales, llevar la cruz con reliquia del lignum Crucis en
la procesión de entrada para la misa solemne en las fiestas más importantes, a pesar de la reprobación de ella en el decreto de la mencionada Congregación de Ritos de veintisiete de febrero de 1883, lo
que no obstaba para que pudiera exponerse dicha reliquia antes de
la misa con sobrepelliz y estola roja, y, si se quiere, pluvial, y con el
acompañamiento de costumbre. En algunas iglesias la llevaba el subdiácono delante con velo humeral; en otras, el diácono, y en otras,
incluso, el celebrante.
La reliquia del lignum Crucis puede darse a besar, incluso el Viernes Santo, con sobrepelliz y estola, roja o negra el Viernes Santo, o
90
Procesión de Viernes Santo, Lima, Perú.
bien con los ornamentos de la misa, recitándose la siguiente jaculatoria:
“Per signum Crucis, de inimicis nostris libera nos, Deus noster”.
Procesiones con el lignum crucis u otras reliquias de la
pasión65
De las procesiones en general y de las reliquias insignes en particular, de las que quedan excluidas las de los beatos, se trata en la
parte IV del Rituale Romanum, capítulo XIII. Se pueden desarrollar
inmediatamente después de la misa, las Vísperas o independientes de
otra función.
Si la procesión se desarrolla intramuros del templo, se comienza
por el lado del evangelio y se regresa por el de la epístola. Si salen
al exterior, como en las del Santísimo, se exhorta a adornar lo más
decentemente posible las iglesias y las calles por las que va a pasar la
procesión, con colgaduras, imágenes, pinturas, flores, ramas...
Los acompañantes deben ir con luces encendidas, cantando las
letanías de los santos, el himno Te Deum, el Salmo CXLVIII Laudate
Dominum de caelis, y otros salmos e himnos, en este caso propios
de la santa cruz, y nunca en honor de la Virgen o de los santos.
65
SolÁns, Joaquín, Manual litúrgico, Imprenta de Subirana Hermanos, Barcelona, 1897, t.
II, nº 764 s., pp 487 ss.; Martínez de Antoñana, Gregorio, Manual de Liturgia Sagrada,
Coculsa, Madrid, 1950, nº 628. 630-632. 639-641, pp 840. 844. 848-849. 863 ss.;
Trimeloni, Ludovico, Compendio di Liturgia Pratica (1820), Marietti, Milán, 2007, pp 632 s.
91
El celebrante se reviste con alba, estola roja (según fue esclarecido
por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos de once de marzo
de 1871 para la diócesis de Borgo San Donnino) y pluvial del citado
color, y los ministros con alba y dalmáticas del mismo color. El Viernes
Santo se usa estola y pluvial negros. Si no hay ministros, el celebrante
llevará sobrepelliz y pluvial. El clero acompañante va con sobrepelliz.
En las procesiones del lignum Crucis, santificado por la sangre de
Cristo derramada, como en las del Santísimo Sacramento, los eclesiásticos y laicos van con la cabeza descubierta, como se recuerda en
los decretos de la sobredicha Congregación de uno de diciembre de
1657 para la archidiócesis de Fermo y de veinticinco de septiembre
de 1690 para la archidiócesis de Gaeta. El celebrante que lleva las
reliquias y los ministros que le acompañan, van también con la cabeza descubierta, pero el obispo, con solideo e incluso con mitra, aun
tratándose de un lignum Crucis, según se aclara en decretos de la
misma Congregación de veinticinco de enero de 1639 para la diócesis de Cuenca, de catorce de junio de 1692 para la archidiócesis de
Matera66 y de trece de febrero de 1892 para la diócesis de Calahorra,
con lo que se marca la diferencia entre una reliquia y la Persona divina de Jesucristo, Dios y hombre, realmente presente en la hostia
consagrada. Es lícito llevar las reliquias en andas, incluso portadas por
laicos en defecto de clérigos.
Al comienzo de la celebración van al altar donde está la reliquia los
ministros, precedidos del turiferario. Después de haber hecho genuflexión por ser reliquia de la cruz, arrodillados oran breves momentos.
Si la reliquia no estuviera expuesta, el diácono sube al altar, la descubre y vuelve a su sitio.
A continuación se levantan, el celebrante pone incienso en el incensario, ministrándole el diácono e inciensa de pie, aunque se trata
del lignum Crucis (según se establece en decretos de la Sagrada Congregación de Ritos de quince de septiembre de 1736 para la diócesis
de Brescia y de veinte de marzo de 1869 para la archidiócesis de
Monreale), con tres golpes dobles (como el Santísimo Sacramento, la
cruz del altar, las imágenes de las Divinas Personas expuestas en lugar
principal del altar, el evangeliario y el celebrante), haciendo con los
ministros antes y después genuflexión.
Terminada la incensación, arrodillados todos, se comienzan las letanías de los santos, y se ponen de pie al Sancta Maria; el preste y los
66
92
Vid. CAVALIERI, Juan Miguel, O. S. A., Opera omnia litúrgica, Ex Tipographia Remondiniana,
Venecia, 1758, p. 158.
Gentile Bellini, Procesión en la Plaza de San Marcos, 1496, Galleria dell’Accademia, Venecia.
ministros suben a la tarima y, hecha la debida reverencia, el diácono
toma la reliquia y la entrega al preste, para comenzar la procesión. Si
el celebrante no porta la reliquia, va inmediatamente detrás de ella.
El decreto general de la Sagrada Congregación de Ritos de veintisiete de mayo de 1826, sanciona la costumbre de que el lignum
Crucis y las demás reliquias de la Pasión se lleven con velo humeral
rojo, menos el Viernes Santo, que se usa morado, así como bajo palio
rojo, excepto el Viernes Santo que se lleva morado, como se deduce
del decreto de la citada Congregación de dieciséis de septiembre de
1741 para la archidiócesis de Braga.
El palio pueden llevarlo clérigos o laicos con la cabeza descubierta;
el más digno toma la primera vara de la derecha (la más cercana al
preste), el segundo la pareja de la izquierda, el tercero la segunda de
la derecha, y así sucesivamente.
Durante la procesión el turiferario va inmediatamente delante incensando la reliquia, agitando levemente el incensario en el camino.
En las del lignum Crucis y reliquias de la Pasión pueden llevarse dos
incensarios, como en las procesiones eucarísticas, donde haya costumbre inmemorial, como se permite en decreto de la dicha Congregación de veinticuatro de 1852 para la diócesis de Cádiz, que llevará
en la mano diestra el de la izquierda, y en la siniestra el de la derecha.
Por analogía con las procesiones eucarísticas, pueden hacerse estaciones en altares dentro de la iglesia o en templos del recorrido,
e incluso parar en altares instalados al aire libre para bendecir los
campos.
Si durante el curso de la procesión se hace estación en alguna
iglesia es recibida la procesión con repique de campanas, Al entrar
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será recibida por el clero de la misma en la puerta de la iglesia, rociando a los que entran con agua bendita un sacerdote con sobepelliz
si hay costumbre, dándola per contactum al celebrante con el mismo
aspersorio, según lo establecido en decretos de la sobredicha Congregación de doce de septiembre de 1699 para la archidiócesis de
Turín y de nueve de mayo de 1857 para la diócesis de Parma, y se
canta allí la antífona, verso y oración del santo titular de la misma o
del Santísimo Sacramento si hay reserva.
Es obligatorio concluir dando la bendición después de procesión
o exposición solemne de reliquias del lignum Crucis o instrumentos
de la Pasión. Por ello, al fin de la procesión, llegados a la iglesia, el
celebrante deja la reliquia sobre el altar y la inciensa de la misma manera que al principio. Si es obispo, se despoja de mitra y solideo para
la bendición con el lignum Crucis, según se responde en decretos de
la misma Congregación de veintitrés de septiembre de 1837 para la
archidiócesis de Módena y de dieciocho de agosto de 1877 para la
diócesis de Angra.
Reza luego de rodillas las preces de costumbre y cantados antífona
y verso por los cantores, entona en pie la oración correspondiente.
Sube despues al altar y tomando con ambas manos con velo humeral
la reliquia de la cruz, da la bendición de cara al pueblo, haciendo la señal de la cruz sin decir nada, como se deduce del decreto de la sobredicha Congregación de veintitrés de mayo de 1835 para la diócesis
de Luçon. Se puede conservar la costumbre de hacer la genuflexión
mientras se da la bendición, según se establece en decreto de la misma Congregación de dieciséis de abril de 1853 para la Orden de los
Menores de san Francisco.
IX. Bendición de los campos y de los aires67
Durante los meses de verano, se da o se daba en muchos sitios
después de la misa la bendición del tiempo, ceremonia que desde la
Edad Media ha ido evolucionando de manera distinta en cada Iglesia
particular.
La que se da diariamente al acabar la misa, por lo regular, no consiste más que en una oración que reza el sacerdote en voz baja en las
gradas del altar o también en voz alta para que lo oiga todo el pueblo,
67
94
Soláns, Op. Cit., t. II, nº 772, p 490; Jungmann, José Antonio, S. J., El Sacrificio de la Misa,
BAC, Madrid, 1953, parte II, nº 661, p 1177.
y que va seguida de una bendición con el Santísimo o también con un
lignum Crucis.
En la bendición con el lignum Crucis que se dé fuera del oficio
coral se usan ornamentos rojos (decreto de la Sagrada Congregación
de Ritos de dos de septiembre de 1871 para diócesis de FabrianoMatelica).
En la Iglesia Armenia, el domingo más cercano al catorce de
septiembre se señala en la liturgia el servicio de antasdan, bendición
de los campos, durante la que la cruz procesional es adornada con
albahaca, llamada basilico porque es símbolo de realeza, y se bendicen las cuatro esquinas de la iglesia como signo de la santificación
del mundo.
También se practicaba esta bendición a modo de conjuro con ocasión de tormentas y plagas. Esta práctica religiosa ha llegado incluso
a desarrollar una arquitectura propia para su realización: los llamados
conjuratorios y esconjuraderos.
El conjuratorio es un vano o balcón abierto en un lugar elevado de
la iglesia, normalmente en el campanario o espadaña, de pequeñas
dimensiones, que recibe su nombre porque permitía al sacerdote la
realización de rituales propiciatorios o apotropaicos, conjuración de
las tormentas y plagas, y la bendición de los campos y de los aires,
que donde había se solía hacer como ya ha quedado expresado con
el lignum Crucis.
Ejemplo paradigmático es la torre de la catedral de Murcia. Su
cuarto cuerpo, que fue levantado en el siglo XVIII, alberga la capilla
de los Conjuros, que se abre a un balcón con cuatro conjuratorios cubiertos, desde los que se bendecía la naturaleza con el lignum Crucis,
dedicados a los cuatro santos hermanos de Cartagena, en los cuatro
puntos cardinales.
También tenemos, como elemento propio de la rural cultura pirenaica, los llamados en aragonés esconjuraderos. Son pequeñas construcciones o templetes, cuya construcción se extiende por toda la
Edad Moderna, que se construyeron ex profeso para estos rituales ya
citados, por ello ubicados estratégicamente es espacios abiertos. Son
de unas formas arquitectónicas simples, de materiales comunes y de
sobria decoración con vanos abiertos a los cuatro puntos cardinales,
generalmente de medio punto. Aunque existen en el Pirineo catalán,
donde reciben el nombre de comunidors, y en la vertiente francesa,
donde hay más ejemplos es en el norte de Aragón, sobre todo en su
pre-Pirineo y Pirineo.
95
X. Conclusión
Terminemos este trabajo con las palabras de san Alfonso María
de Ligorio, el gran maestro napolitano de la vida espiritual del siglo
XVIII, que resumen todo el contenido del símbolo de la cruz para el
pueblo cristiano:
Peleemos, pues, señores, todos juntos debajo de la Santísima
Insignia de la Cruz, no sólo crucificando la vanidad delas razones heréticas, por la oposición de la santa y sana doctrina,
sino crucificando también entre nosotros al antiguo Adán, con
todas nuestras concupiscencias, para que, conformes a la Imagen del Hijo de Dios, cuando este Estandarte de la Cruz se vea
plantado sobre los muros de la Jerusalén Celeste, en señal de
que todas sus riquezas y magnificencia serán concedidas a los
que hubieren valerosamente combatido, podamos tener parte
en estos ricos despojos, que el Crucifijo promete en recompensa del ánimo y valor de sus Soldados, que es el Tesoro de
la inmortalidad68.
68
96
LIGORIO, Alfonso María de, san, El Estandarte de la Santísima Cruz, Imprenta del Convento
de la Merced, Madrid, 1738, p. 17.