Universidad Nacional Autónoma de México
Los intelectuales en la Revolución mexicana
Author(s): Alan Knight and María Urquidi
Source: Revista Mexicana de Sociología, Vol. 51, No. 2, Visiones de México (Apr. - Jun., 1989),
pp. 25-65
Published by: Universidad Nacional Autónoma de México
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/3540678 .
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Los intelectuales en la Revolucion mexicana
ALAN KNIGHT
Se le pueden dar muchas respuestas generales, casi todas equivocadas, a
la pregunta de por que se rebela la gente. Cuando la pregunta se refiere
al caso de Mexico en los inicios del siglo xx, las respuestas, por lo regular, quedan envueltas en narraciones de la revoluci6n, mas que en afirmaciones analiticas. En esta breve disquisicion acerca del papel de los intelectuales en la Revoluci6n mexicana (entre 1910 y 1920) comcnzare por
trazar el marco conceptual, para primero analizar la cuestion de lo que
motiva la actividad revolucionaria y despues discurrir sobre la naturaleza
de los inteiectuales y de la "intelectualidad".
I
Pienso que los motivos y el caratcterde las rebeliones pueden, y deben,
analizarse por separado en, cuatro partes, de acuerdo con las alianzas fundamentales de los grupos y de los individuos, y con la forma como se rebelan: clase,1 clientelismo, region e ideologia, siendo esta ultima la que
se tratara en forma preponderante en este ensayo. Como suele suceder
con algunas tipologias, esta no delimita las categorias mutuamente excluyentes. Por el contrario, el impulso y la resistencia de las sublevaciones se
derivan de combinaciones especificas de estas alianzas, y casi nunca de una
sola causa. El zapatismo, por ejemplo, fue basicamente un movimiento
clasista (aunque para sus contemporaneos haya sido una lucha de castas,
o una "guerra del huarache contra el zapato").2 El levantamiento del Che
Gomez y de los juchitecos en 1911-1912 fue basicamente un movimiento
regional, que podria clasificarse como serrano, una categoria general que
describire mais adelante.3
1 En este ensayo la palabra "clase" se emplea en el sentido weberiano, o sea
de tencr la experiencia comun de "oportunidades vivenciales" [ ...] representadas
exclusivamente por intereses econ6micos; vease a H. G. Gerth y C. Wright Mills
(comps.), From Max Weber: Essays in Sociology, Londres, 1974, pp. 180-83.
2
John Womack, Jr., Zapata and the Mexican Revolution, Nueva York, 1970,
p. 34.
3 Alan Knight. "Peasant and Caudillo in Revolutionary Mexico". en D. A.
Brading (comp.), Caudillo and Peasant in the Mexican Revolution, Cambridge,
1980, pp. 27-36.
[25]
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Hubo otras alianzas -como las que determinaron la division de fuerzas en el pais entre Villa y Carranza durante 1914-1915- que mas que
nada fueron clientelistas (aunque a veces se entrelazaban el clientelismo
y el regionalismo): o sea, que en algunos casos, los cabecillas locales y su
gente se adherian al caudillo nacional para cubrir el expediente inmediato,
o para corresponder a algin favor politico, o para congraciarse politicamente. En estos casos no valian ni la clase ni las ideologias, por lo que
son erroneos los analisis del cisma nacional de 1914-1915 hechos con base
en clases sociales (campesino o proletario contra burguesia/pequefia burguesia) o con base en ideologias (radicales contra moderados/conservadores).
Finalmente esti la cuesti6n ideologica. En muchas instancias quiza sea
este el factor menor importante del cuarteto, ya que gran parte, posiblemente la mayor parte, de la revoluci6n se puede interpretar satisfactoriamente en terminos de las tres categorias ya mencionadas, y el historiador
que combine marxismo y hamierismo no se puede equivocar demasiado.
A la inversa, exagerar la importancia del factor ideologico -ideas, exhortos y manifiestos, discursos, legislaci6n y constituciones- es, en mi opini6n,
uno de los principales pecados de la historiografia de la revoluci6n. Casi
por lo regular, los manifiestos se quedan en el aire y las constituciones
no siempre se respetan. Sin embargo, la ideologia tuvo su papel, y un
papel importante, en la revoluci6n: en particular, fue el preludio vigoroso del movimiento y estuvo presente en una larga serie de temas sutilmente modulados al final. Pero durante el periodo central de la revoluci6n (entre 1911 y 1915) enmudeci6. Y el papel del intelectual clasico,
creador y provedor de ideologias, sigui6 un camino yuxtalineal.
Antes de entrar en esa cronologia (que forma la mayor parte de este
ensayo), hare un breve parentesis teorico: no para que el material empirico quepa en el lecho de Procrusto con postulados o definiciones a priori, sino mas bien para poderlo organizar en forma racional y util y no en
forma arbitraria. Porque, sin este proemio, el termino "intelectual" puede rebotar de un lado a otro y significar algo diferente para cada quien,
y una discusion acerca del papel de los intelectuales en la revoluci6n
podria degenerar en un listado de biografias breves, muchas de ellas de
personas cuya participaci6n no sirve de inspiracion, o no cautiva la imaginaci6n, o no ilustra la verdadera trayectoria de la revoluci6n.
El termino "intelectual" no presenta ningun problema para ciertas
personas: es un termino comun y corriente.4 Pero los terminos comunes
y corrientes a veces presentan mas problemas que los que resuelven. Se
5
podra estar de acuerdo con Krauze en que los "caudillos culturales" me4 V6ase
por ejemplo, a James Joll, Three Intellectuals in Politics, Nueva York,
1965. Joll no intenta definir al intelectual; mas bien su idea del intelectual (v6ase
la p. xii) se asemeja a la de Mannheim.
5 Enrique Krauze, Caudillos culturales en la Revolucion Mexicana, Mexico,
1976.
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recen que asi se les Ilame, pero existen muchos mas postulantes dudosos.
Algo "bueno y grande" tenia que salir de la revoluci6n, segun el escritor
espaiiol Ramiro de Maetzu, "desde el momento en que la preside -y esto
es todo lo que se del sefior Carranza- un hombre que, en medio de las
campafias militares, lee a los clasicos griegos".6 En efecto, Carranza solia
leer Las Vidas de Plutarco, como lo hacia tambien el joven comandante
de la caballeria de Villa, Jose Isabel Robles.7 Habia otros revolucionarios
afectos al modernismo: Salvador Alvarado, sonorense sagaz y practico
a quien seducian la etica de Samuel Smiles y la economia de Henry George.8
Y sin embargo, a Carranza y, por ende, a otros caudillos de la epoca,
les niega la clasificaci6n de "intelectuales" nada menos que por la autoridad de Daniel Cosio Villegas quien, aplicando sus definiciones de diccionario al cuerpo de la historia de Mexico, concluye que o se era activista
intelectual o se era revolucionario: nocion que, por lo visto, se deriva
principalmente de la idea de Karl Mannheim del intelectual como un ente
relativamente desarraigado, despegado y critico de los flujos de la vida
social y politica.9 Pero, en el supuesto de que, de acuerdo con algin criterio preestablecido, se pudiera dividir a toda la poblaci6n revolucionaria
en borregos intelectuales y cabras no intelectuales, que objeto tendria
hacer tal selecci6n? En que forma ayudaria a cumplir el prop6sito principal, que consiste en entender la revolucion?
Es mejor, y ademas es mas practico, quitarle el atributo de "intelectualidad" a ese grupo especial de personas, y considerarlo mas bien como
un atributo aplicable en cierta medida a todo el mundo, con lo cual la
actividad intelectual de cualquier persona, en grado diverso, serla un fenomeno comun e importante en todas las sociedades. En esa forma, y pasando por alto las jerarquias sociales, se haria con los intelectuales lo que
va se ha hecho con los campesinos: eliminar las clasificaciones absolutas
de ser/o no ser intelectual, tomando en cuenta en cambio los niveles o
grados de intelectualidad de diferentes individuos o grupos (que es lo
que hace Henry Landsberger con los grados de "campesinidad").10 Y
haciendolo, seguiriamos un poco la pauta de Gramsci (y dejariamos atras
a Mannheim):
6
Vease Pani a Carranza,febrero12 de 1919, en AlbertoPani, Cuestionesdi-
versas, Mexico, 1922, pp. 15-16.
7 Martin Luis Guzman, The Eagle and the Serpent, Nueva York, 1930, pp.
277-78.
8 Salvador Alvarado, La reconstruccion de Mexico: un mensaje a los pueblos
de America, Mexico, 1919, t. 1, pp. 22-23, 117-18, 181 ss.
9 Daniel Cosio Villegas, "Politics and the Mexican Intellectual", en H. Malcolm MacDonald (comp.), The Intellectual in Politicis, Austin, 1966, pp. 24-34.
10 Henry A. Landsberger, "Peasant Unrest: Thomas and Variations", en Henry A. Landsberger (comp.), Rural Protest: Peasant Movements and Social Change,
Londres, 1974, pp. 6-18.
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Si bien se puede hablar de los intelectuales, no es posible hablar de los nointelectualcs, puesto que los no-intelectuales no cxisten [...] no hay ninguna
actividad humana de la que se pueda excluir todo factor intelectual, no se
puede separar al homo faber del homo sapiens. Toda persona [...] desarrolla
alguna actividad intelectual, es "filosofo", artista, persona de buen gusto,
comparte un concepto del mundo, sigue una linca consciente de conducta
moral, por lo tanto contribuye a conservar y a modificar el concepto del
mundo, cs decir, contribuye al fomento de nuevas formas de pensar.11
Gramsci sugiere, ademas, que la naturaleza dc la intelectualidad no
reside unica o primordialmente en una funci6n/ocupaci6n
especializada
(por ejemplo, maestro universitario o literato bohemio), sino en la forma
de actividad compartida, hasta cierto punto, por todos: la explicacion del
mundo, cambios en la forma de ver las cosas, la creacion y diseminaci6n
de las nuevas ideas. Y en el contexto de este ensayo, es el mundo sociopolitico (la sociedad politica contra la sociedad civil, seguin Gramsci) el
que tiene mayor relevancia, y es alli adonde se les seguira la pista a los
intelectuales y a las ideologias. En ese mundo se despliega la actividad intelectual para conservar, modificar, o destruir los pilares ideolcgicos
de la sociedad politica: pilares que perciben casi todos los observadores,
aunque desde diferentes perspectivas, y que se utilizan, empero con diferentes nombres, para apuntalar el "consenso", la "legitimidad", "la hegemonia ideologica", y quiza' hasta la "enajenaci6n".12
Desde el momento en que los regimenes no se atienen unicamente a
la fuerza para sobrevivir (cosa que ya aceptan todos menos los mas
reacios marxistas y hobbsianos), esos soportes ideologicos son fundamentales, ya que son el complemento necesario de los pilares que sustentan
a las clases, al clientelismo y al regionalismo; a la inversa, en los periodos de revoluci6n social como el que aqui se estudia, el Sans6n revolucionario derriba los viejos pilares -aquellos
del "teatro espacioso" de los
las ideologias rivales compiten por las lealtades/
filistinos de Gath-,
alianzas, y al final, los nuevos edificios ideologicos se levantan sobre los
escombros de los viejos.13
Se trata, por supuesto, de un proceso excesivanmnte complejo. En un
dia se puede realizar una conquista militar, pero a veces pasan muchas
generaciones antes de que prenda una ideologia. Ademas, en este proceso
las apariencias engafian. Los intelectuales -los "grandes", los que desco11 Antonio Gramsci, Gli intellettuali e l'organizzazione della cultura, Turin,
1949, pp. 6-7.
12 V6ase a Christine
Buci-Glucksman, Gramsci and the State, Londres, 1980,
pp. 57-58, para comprobar que a pesar de su origen ideologico diverso, estos conceptos estin vinculados entre si.
13 Hay quienes verian precisamente en ese '"rApidoy total cambio interno de
los valores y de los mitos principales de la sociedad" la caracteristica esencial
de la "revoluci6n";v6asc a Samuel P. Huntington, Political Order in Changing Societies, New Haven, 1971, p. 264 en adelante.
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Ilan, los que se mejor se expresan--14 haran mucho ruido, como los grillos en la famosa ilustracion de Burke, pero atras de ellos estan los callados y estolidos rumiantes -en este caso, los que se encargan de echar
abajo un regimen y levantar otro, trabajando al "son importuno" de los
intelectuales, sin realmente depender de su ayuda practica.'5 Tambien
se puede dar el caso (y aqui sostengo que asi fue en el Mexico revolucionario) de que los intelectuales menos destacados o "tipicos" desempefien
un papel importante aunque poco reconocido en el proceso politico.
Para sostener esta hip6tesis, se tiene que hacer un ultimo sefialamiento te6rico. Los intelectuales que aqui se incluye no son, como ya se dijo.
una casta aut6noma, desarraigada. Por el contrario, hay que situarlos,
como los quiso situar Gramsci, "dentro del conjunto general de las relaciones sociales".'6 En algunas clases especificas, como dice Gramsci, se
han dado intelectuales "organicos", que se ocupan dc explicar, de racionalizar, de exhortar (y, diria Gramsci, de organizar), o en otras palabras.
de crear el "aparato hegem6nico" adecuado para lo: intereses de esa
clase.'7 Lejos de flotar en el vacio, estos intelectuales son parte integral
de su engranaje social. Esta teoria del intelectual organico puede servir
para entender a la Revolucion mexicana y para comprender la funcion
de los intelectuales y de la intelectualidad en ella.
Pero, repito, la teoria no debe convertirse en un lecho de Procrusto.
Al contrario, esta teoria solo puede ser operativa en cl contexto de Mexico
si se modifican o se descartan por lo menos dos de sus proposiciones:
pri-
mero, la idea de Gramsci de que de la clase campesina pueden salir intelectuales para otras clases, pero que no hay intelectuales organicos entre
los propios campesinos, y segundo, el "concepto prolijo del intelectual"
de Gramsci, que abarca a todos los miembros del grupo de vanguardia.
y por lo tanto a todos los activistas y organizadores politicos.18 Yo mas
bien sostengo que es necesario suponer la existencia de intelectuales orgainicos en el sector campesino y que es preferible aplicar el adjetivo de
"intelectual" unicamente a los que se dedican a las ideas, y no a los que
organizan, administran, y gobiernan (o a las actividades de organizacion,
administraci6n, y gobierno). El cacique, por ejemplo, aunque indudablemente es un organizador politico y por lo tanto, para quien lee. a Gramsci,
un "intelectual", sera considerado en este ensayo como miembro de Ia
dirigencia clientelista -y por ende, segin la tipologia establecida con anterioridad- como parte de la hegemonia no ideologica, no intelectual. Sin
14 Buci-Glucksman, Gramsci and the State,
cit., pp. 26, 404.
15 Edmund Burke, Reflections on the Revolution in France,
Londres,
p. 181.
3( Anne Showstack Sassoon, Gramsci's Politics, Londres, 1980, p. 135.
17 Gramsci, Gli intellettuali, cit.,
p. 35.
'8 Buci-Glucksman, Gramsci and the State, cit., p. 35.
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1981.
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embargo, esto no excluye la posibilidad de que la legitimizaci6n ideol6gica
e intelectual sirva para sostener el caciquismo.l9
II
Es comun que los intelectuales participen mucho mas activamente en
la politica de los paises en desarrollo que en la de los paises industrializados.20 Tambi6n es de conocimiento general que los intelectuales descollan en los movimientos revolucionarios.21 Por ambos motivos era de
esperarse que los intelectuales destacaran en la Revoluci6n mexicana, y
asi lo demuestran los hechos, aunque James Cockcroft destaca (en mi
opini6n, atinadamente) la importancia de los intelectuales en los albores de
la revoluci6n, parece inferir de csta una importancia concordante en la
genesis de la revuelta popular; Cockcroft sostiene que Diaz Soto y Gama,
Arriaga, Sarabia, Rivera, Ricardo Flores Mag6n "y otros intelectuales
por el estilo" fueron "personajes de fundamental importancia en la Revoluci6n mexicana", especialmente en su caracter de ideologos cuyos principios triunfaron -por lo menos en papel- en 1917.22 Los historiadores
de la narrativa tambien le dedican mucho espacio a este grupo, aunque
sospecho que esto se debe a que su presencia, aun despues del tiempo
transcurrido, sigue siendo fuerte y accesible.23
En cambio, para Frank Tannenbaum, la Revolucion fue muda, an6nima, rural y popular: "fue esencialmente obra del pueblo [...] No habia
grandes intelectos preparando el programa, formulando la doctrina, esbozando los objetivos [de la Revoluci6n]"; los intelectuales, profundamente
desligados del pueblo, tuvieron un papel de "menor importancia", como
"todavia lo tienen en la actualidad".24 Cosio Villegas decia lo mismo:
"la contribuci6n del intelectual mexicano a la Revolucion es increiblemente parca en calidad y en eficiencia" y aun eran pocos los "intelectuales que se aliaban a los dirigentes militares y [...] su influencia era
19 Veanselos comentarios
interesantesde GilbertM. Joseph,"Caciquismoand
the Revolution:CarrilloPuertoin Yucatan",en Brading (comp.), Cuadilloand
Peasant..., cit., pp. 199-200.
20 EdwardShils, "The Intellectualsin the PoliticalDevelopmentof the New
States",en WorldPolitics,XIII:3, abril de 1960, pp. 329-68.
21 John Rutherford,
MexicanSociety During the Revolution:A LiteraryApproach,Oxford, 1971, pp. 79-80.
22 James D. Cockcroft,IntellectualPrecursorsof the Mexican Revolution,
1900-13,Austin,pp. 232-35.
23 Por ejemplo,vease a Robert E. Quirk, The Mexican Revolution,1914-15,
Nueva York, 1960, pp. 109-11,y obs6rvesela preponderancia
de intelectualesurbanos de la clase mediaenr"Profileof Rebels"de Ruiz: Ram6nEduardoRuiz, The
GreatRebellionin Mexico, 1905-1924,Nueva York, 1980, pp. 213-38.
24 FrankTannenbaum,
Peace by Revolution:Mexico after 1910, Nueva York,
1966, pp. 115-17.
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excesivamente limitada".25Araldo C6rdova, extranamente modesto para
un historiador de ideas, tambien desestima el papel de la ideologia y de
los intelectuales en la revoluci6n: para el, los intelectuales despliegan
sus armas ideologicas s6lo para "justificar el pragmatismo de los lideres
[de la revoluci6n], sin que este venga a motivar o a definir cualquiera
de los valores en los que basan sus acciones".26
No convencen del todo estas definiciones del intelectual como instigador, o del intelectual como espectador. En ambos casos se trata de generalizaciones audaces hechas a traves del tiempo; respondere a las dos
alegando que el papel de los intelectuales en la revolucion se tiene que
ver en terminos dinamicos, diacronicos: que no es lo mismo ese papel en
1911 que en 1909, en 1917 que en 1911, ni en 1929 que en 1917. Tambien sostendre que parte del problema es definicional/semantico: tanto
Tannenbaum como Cosio Villegas -cuya captaci6n de la realidad hist6rica de la revolucion es segura y precisa- arriban a su posicion antintelectual por un camino definicional estrecho del termino "intelectual" (en
el caso de Tannenbaum la definici6n es implicita). En otras palabras,
estos pioneros de la historiografia revolucionaria sabian -mejor que sus
sucesores revisionistas- de que se trataba la revoluci6n, pero la describieron en terminos que parcialmente le dieron forma a sus conclusiones
y que podrian haber mejorado con ciertos calificativos. El empleo de terminos diferentes y de "conceptos organizativos" lleva a diferentes conclusiones, aun cuando se discrepe poco con las conclusiones de estas eminentes autoridades en cuanto a la realidad confusa de los sucesos historicos.
Por lo tanto, en contradiccion a los puntos de vista arriba expresados,
sostendre que aunque el papel de los intelectuales clasicos fue importante
antes (entre 1900 y 1910) y despues (pace Tannenbaum) de la revoluci6n (de 1920 en adelante), su participacion efectiva en el decenio de la
lucha armada fue debil y limitada, tal como lo sugieren Tannenbaum y
Cosio Villegas. Pero tambien sostendre que, con fundamento en la definicion de "intelectual" que ya se dio en contraposici6n con la definici6n
cI'sica o comun y corriente, existi6 un estrato alternativo de intelectuales
cuya contribucion a la historia de ese decenio fue importante. Los intelectuales y las ideologias si tuvieron su lugar, aunque no en el que sugieren Cockcroft y muchos otros historiadores de la narrativa.
III
La ola de animacion politica -esa "animaci6n que habia caido en el
olvido de tantos afos atras"-27 que agitaba a la naci6n politica mexi25 Cosio
Villegas, "Politics and the Mexican Intellectual", cit., pp. 29, 31.
26 Arnaldo C6rdova, La ideologia de la Revolucion Mexicana: la formacion
del nuevo regimen, Mexico, 1973, pp. 26-27.
27 Lefaivre, Mexico, a Quai D'Orsay, 6 de julio de 1909, Archives des Affaires
Etrangeres, Paris-Mexique, Politique Int&rieure,I:45.
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REVISTA MEXICANA
DE SOCIOLOGIA
cana en los ultimos afios del porfiriato, dependia en gran parte del queha-
cer de los intelectuales, no s6lo en el sentido de que habia intelectuales
muy destacados -maestros, periodistas, abogados, estudiantes- sino tambien en el sentido de que la agitaci6n se centraba en ideas e ideales (en
franca oposici6n a la politica del poder, a la politica clasista y a la politica personalista/clicntelista), lo que atraia a grupos y a individuos susceptibles a la Ilamada de las ideologias. "Los ideales", como dijo don
Timoteo, aquel prototipo (aunque ficticio) del maderista, "son eternos,
imperecederos"; "s6lo quienes construyen sobre las ideas". respondi6 Rafael Martinez, "construyen para la eternidad".-s
Por consiguiente, la oposici6n politica del primer decenio de 1900 adquiri6 un tono moralizador, misionero. A partir de 1900, la clase media
liberal, hasta entonces adormecida, anestesiada por el progreso econ6mico
del porfiriato, tom6 conciencia aguijoneada por el clero, en particular
por el obispo de San Luis Potosi.29 Camilo Arriaga dirigio la cargada
liberal, que presagiaba la formaci6n del PLM,el primer verdadero partido
nacional de oposici6n al porfiriato. La plataforma inicial del PLM no tardo
en extenderse mas alla del anticlericalismo para incluir una reafirmacion
del liberalismo tradicional: sufragio efectivo, municipio libre, un poder
judicial honesto e independiente. El manifiesto del partido exhortaba a
que se retomara el camino juarista y se emulara a los heroes liberales del
siglo pasado, un camino "tanto tiempo abandonado" para aflicci6n de
la patria.30 Este llamado al civismo -a sustituir las practicas porfiristas
por la consigna de "mucha politica y buena administraci6n"-31 tuvo buena respuesta, especialmente entre los grupos mas respetables y cultos de
la clase media en las efervescentes ciudades de Mexico. Y despues, cuando la represion porfirista empujo al PLM hacia la clandestinidad, hacia el
extranjero y hacia la izquierda, los reyistas y los maderistas, espoleados
por los desatinados comentarios de Diaz a James Creelman, recogieron v
difundieron mas ampliamente este llamado.
El primer PLM, y sus sucesores, los reyistas y los maderistas, contaron
principalmente con el apoyo de la clase media predominantemente urbana. Quienes firmaron el primer manifiesto fueron miembros de "las clases altas y medias" de San Luis -ingenieros, medicos, estudiantes, abogados-, y fueron otros grupos semejantes los que acudieron al primer
congreso, sugiriendo que el perfil nacional (en 1901) no diferia mucho
del perfil local.32 Aun mas adelante, cuando el PLM se labia convertido
en una organizaci6n radical, clandestina, constituida por emigrados, si28 Mariano Azuela, Obras completas de Mariano Azuela, MNxico, 1958, t. II,
p. 806; El Democrata, noviembre 3 de 1916.
29 Cockcroft, Intellectual Precursors, cit.,
pp. 92-913.
30
Ibid., p. 96; Daniel Cosio Villegas, Historia moderna de Mexico: el poriiriato, vida politica interior, 28 parte, Mexico, 1972, pp. 691-92.
31
El Diario del H-ogar, mayo 23 de 1911.
32
Cockcroft, Intellectual Precursors, cit., pp. 93, 95.
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gui6 recibiendo apoyo de la clase media urbana en Mexico; pero estos
partidarios, que leian Regeneracion, que jugaban a la politica de oposici6n y que eran objeto de vigilancia y a veces de represion por parte de
las autoridades porfiristas, eran mas bien simpati7antes que militantes
revolucionarios. Este, por ejemplo, es el caso de un pequeino grupo de Parral, Chihuahua, dirigido por un comerciante, un empleado y un profesor que, suscribiendose al peri6dico, "deseaba apoyar al Club de San Luis
siempre y cuando no se tratara de una revoluci6n", pero que se separ6
(en 1906) al plantearse la revoluci6n.33No sorprende que las autoridades
porfiristas no se preocuparan demasiado por estas actividades: esta clase
de opositores no "pasaban de las palabras"; eran "utopistas [...] debiles
criaturas en el momento critico, cuyos planes mas que miedo dan risa".34
Antes de 1909-1910, las autoridades llevaban las riendas. El primer
Congreso Liberal fue cortado en seco, lo mismo que los incipientes clubes
liberales que se formaban en diferentes puntos de la Repuiblica. Facilmente se controlaron las agitaciones subsecuentes del PLM, incluyendo dos
intentos de revuelta en 1906 y 1908.35 Sin embargo, posteriormente empez6 a notarse "un cambio radical en la actitud del publico".36 Se percibia este cambio en las calles, en los desfiles, en las manifestaciones y en
las reuniones politicas; en la prensa y en las campanias electorales; hasta
en la forma torpe como el regimen intentaba contrarrestar la oposici6n
con formas nuevas de actividad reeleccionista dirigida a las masas para
luego tomar medidas represivas directas.37 Salta a la vista la semejanza
en el estilo y en el tipo de personas involucradas. El gobernador de Jalisco
informaba que los reyistas de ese estado eran "estudiantes, abogados sin
clientela, y otros de ese tipo"; la correspondencia de Madero esta repleta
de licenciados, ingenieros, periodistas y abogados"; y los conflictos con
los gobiernos locales, como el de Morelos, produjo oposici6n entre la gente
pensante de provincia -"los pueblerinos [...] de cuello blanco, calzado
y ropa interior [..] los empleados y comerciantes y directores de peri6dicos y abogados'".8
33
Enrique CreeI a Rodolfo Valles, jefe politico, Parral, y viceversa, 15 y 20
de octubrede 1906, ArchivoSilvestreTerrazas,BancroftLibrary,caja 26.
Ibid., Rodolfo Valles a Creel, 24 y 29 de octubre de 1906, fuente citada.
Francisco Mateus, jefe politico, Distrito de Bravos, Ciudad Juarez, a Creel,
29 de junio de 1908, Archivo Terrazas, caja 28; vease a Cosio Villegas, Vida politica, p. 695, respecto de la represi6n del primer grupo de liberales en San Luis.
34
35
36 JorgeVera Estafiol,La RevolucionMexicana:origenesy resultados,Mexico,
1957, p. 95.
37 AhimTara,gobernador de Jalisco, a Creel, febrero 3, 1909, Archivo Corral,
Condumex; Cosio Villegas, Vida politica, pp. 664, 799, 831-32, 871.
38 Ahumada a Corral, I de junio de 1909, Archivo Corral; Womack, Zapata,
cit., p. 20. Obsrvese tambien la preponderancia de "j6venes intelectuales, abogados [y] maestros de escuela" entre los integrantes de la oposici6n en Guerrero: Ian
Jacobs, "Rancheros of Guerrero: the Figueroa Brothers and the Revolution", en
Brading,Caudilloand Peasant,cit., p. 81.
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Atestiguan al contenido "intelectual" de estos movimientos de protesta politica su ideologia y el perfil ocupacional de sus partidarios. Fueron
movimientos pensantes; se valoraban la articulacion de sus planteamientos y la coherencia de su ideologia. Atraian a los "pensadores, a los fil6sofos, a los escritores, a los amantes de la Patria y de la Libertad".39Tambien, por supuesto, atraian a los marginados politicos que buscaban la
oportunidad de beneficiarse en lo personal, y cuya adhesi6n al reyismo
o al maderismo se puede analizar en terminos namieristas: quien conoce
a quien, quien patrocina a quien, quien es cliente o enemigo politico de
quien. Quiza Carranza y Maytorena quepan en esta categoria.40 Pero en
1908-1910, este tipo de converso no podia dominar un movimiento politico
en ciernes como el que se describe, ni podian los lambiscones y los arrimados poner en marcha un movimiento asi; ademas, el reyismo y el maderismo todavia no pintaban como triunfadores para los politicos aguzados que buscaban la ganancia segura -de ahi la precauci6n, el temor, con
que obraba la astuta familia de Madero, especialmente su abuelo Evaristo
y su tio Ernesto.41
Hay historiadores que quisieran explicar desde un punto de vista marxista, en vez de namierista, la creciente oposici6n liberal que surgi6 en la
primera decada de este siglo. Observando con suspicacia las intenciones
manifiestas de los participantes ("Sufragio Efectivo. No Reelecci6n") y
ansiosamente buscando motivos oscuros, bajos, quisieran atribuir a presiones econ6micas esta revuelta de la clase media pensante: las penalidades financieras, la competencia del exterior, las zozobras de "venir a
menos", razones todas, segfn Cockcroft, que constituyen una especie de
explicacion general para salir del paso.42 Es mas, hay quienes apuntarian
al trauma creado por la crisis econ6mica de 1907.43 En resumen, desde
este punto de vista, el antirreeleccionismo, a pesar de su enfoque netamente politico, fue un movimiento fundamentalmente clasista, econ6micamente determinado, que debe analizarse en terminos de los agravios socioecon6micos de sus partidarios. La ideologia antirreeleccionista, fundada
en el liberalismo clasico y desatenta de los problemas socioecon6micos (especialmente del imperialismo econ6mico extranjero, supuestamente el
espantajo de esta dolida burguesia nacional), no era mas que una fachada;
39 Madero, citado en C6rdova, La ideologia, p. 109; Vera
Estafiol, La Revolucion Mexicana, p. 95, destaca el efecto que tuvo la entrevista Creelman en las
"clases intelectuales".
40 Respecto de Carranza, convence mas Alfonso Junco, Carranza y los origenes
de sw rebelio'n, M6xico, 1935, que algunos bi6grafos mas recientes; para Maytorena
v6ase a Hector Aguilar Camin, La Reuolucidn sonorense, 1910-1914, Mexico, INAH,
1975, pp. 76-79.
41 Evaristo Madero a Francisco Madero, noviembre
22, 1909, en Jose C. Valades, Imaginacion y realidad de Francisco I. Madero, Mexico, 1960, t. 1, pp.
272-273.
42 Cockcroft, Intellectual Precursors, cit., pp. 57, 87 ss.
43 Ruiz, The Great Rebellion, pp.
51-52, 120-21.
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INTELECTUALES
EN LA REVOLUCION
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no se debe perder el tiempo con los intelectuales y los ide6logos, puesto
que la realidad se encuentra en factores econ6micos mas profundos.4
S6lo que hay una serie de problemas con este punto de vista, y aunque
aqui no se pueden repasar en detalle, en conjunto sugieren que el antirreeleccionismo era mas o menos lo que decia ser: un movimiento politico, preocupado por problemas politicos, desatento, si no inconsciente,
de los problemas sociales, nada critico de la estrategia economica de Diaz
(incluso del lugar que se le asignaba a los intereses extranjeros), y puesto
en marcha por personas motivadas ideologica mas que econ6micamente,
que tomaban muy en serio su ideologia, aun al grado de perseguir metas
ideologicas, como lo hizo Madero, en contra de sus propios intereses econ6micos. Las demandas politicas liberales de la clase media urbana no
eran mera espuma; eran la corriente principal que arrastraba al maderismo.
En primer lugar, se observa que la oposici6ropolitica antecede a la depresi6n de 1907 y, aun cuando la depresion pudo haber incrementado el
problema, la oposici6n sigui6 en aumento despues de sobrepasada la depresi6n y ya en plena recuperaci6n econ6mica. Los detonantes para la oposici6n fueron sucesos politicos como la entrevista Creelman y las elecciones de 1910.45
En segundo lugar, un repaso de la lista de maderistas a nivel regional
y nacional, no apunta a partidarios economicamente privados o con economias en declive, sino por el contrario, incluye a gente acomodada, respetable, y bien establecida; la oposicion en Guerrero, como en todo el pais,
se componia de "beneficiarios del Porfiriato" y no de victimas del mismo.46
En cuanto a los intelectuales desempleados, la supuesta materia prima de
las revoluciones en general y de la mexicana en particular, se pueden encontrar anecdotas tanto a favor como en contra de esta hip6tesis (aunque
no existen datos estadisticos concretos): segun un perspicaz observador
frances, a finales de la depresi6n de 1907 "Mexico no sufre 'una crisis de
intelectualismo'. Todo mexicano educado tiene manera de conseguir un
buen puesto y de ganarse bien la vida".47
En tercer lugar, es de notarse que los propios partidarios de la oposici6n se beneficiaron, y no al reves, de la penetraci6n econ6mica extranjera (principalmente la estadunidense), y que muchos maderistas, desde
44 Bien se sabe
que el antirreeleccionismo tiende hacia los remedios clisicos
liberales; respecto de la falta de atencion al nacionalismo economico, vease a Alan
Knight, "Nationalism, Xenophobia and Revolution: the Place of Foreigners and
Foreign Interests in Mexico, 1910-15", Oxford, tesis de doctorado, 1974, pp. 119-41.
45 La evidencia estadistica e "impresionista"
sugiere que para 1910 se habia
logrado una reactivaci6n bastante completa de la economia, al tiempo que aumentaba la oposici6n politica.
46 Jacobs, "Rancheros of Guerrero", p. 83.
47 Vitold de Szyszlb, Dix mille kilometres a travers le Mexique,
Paris, 1913.
p. 31; Cockcroft, Intellectual Precursors, cit., pp. 44-45, se confia mucho en las
declaraciones de Palavicini.
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lumbreras nacionales como Cabrera hasta el sinfin de activistas regionales, especialmente en el noreste, tuvieron relaciones estrechas y lucrativas
con grupos extranjeros.'8
Por lo tanto, no sorprende la ausencia de un
fuerte nacionalismo economico en el maderismo.
Y finalmente, debe sefialarse que, desde un punto de vista econ6mico,
es muy dificil distinguir entre las facciones en pro y en contra de Diaz
en el primer decenio de este siglo, para explicar por que, por ejemplo,
familias como la Madero, o la Flores Mag6n, se polarizaron ideologica
y politicamente a pesar de su evidente uniformidad econ6mica; pues no
debe olvidarse que muchos sectores de las clases media y alta se mantuvieron tercamente leales a Diaz. O sea que las fisuras politicas del primer
decenio, por lo menos en estos grupos, se manifestaron en forma ideologica, y hasta cierto punto regional, mas que econ6mica, y no debemos
quedarnos atados al reduccionismo grosero que siempre tiene que encontrar la coyuntura exacta entre los fen6menos ideologicos, "superestructurales", y las causas econ6micas "de 'iltima instancia", "de fondo", "infraestructurales".
Por lo tanto, no existe raz6n para desechar los principios manifiestos
de la oposici6n en ese primer decenio del siglo ni hay por que buscar
motivos oscuros subconscientes. Por ese camino se llega al historicismo, y
no a la historia. Es valido ver a esta oposici6n antiporfirista de la clase
media como un retorno a la vieja tradici6n liberal, sostenida ahora por
un creciente contingente urbano, galvanizado por la incertidumbre politica, e inspirado, por lo menos parcialmente, por ejemplos vistos en el
extranjero, especialmente por el movimiento progresista estadunidense.49
Se trat6 de un movimiento profundamente politico e ideologico, nutrido
de una fuerte tradici6n. Fue un movimiento que atrajo a entes politicos
v no a desempleados dolidos: a personas como Francisco Mligica, liberal
de tercera generacion que a los veinte afios se dedico al periodismo de
oposici6n y a la agitaci6n politica (antes de la depresi6n, y no por falta
de empleo: como recaudador de impuestos, sus actividades no lo ayudaban sino que lo perjudicaban en su trabajo); o como el menos conocido
Pipino Gonzalez de Tezontepec, Hidalgo, a quien tanto le molest6 el atraso
politico y los abusos descarnados que veia "aqui en el siglo veinte [...] en
una epoca en que se dice que la civilizacion ya lleg6 a su apogeo [...]
y en un pais supuestamente libre".50
Asi se quejaba la conciencia liberal ofendida. Y para corregir y modi48
Knight, "Nationalism, Revolution and Xenophobia", pp. 76-80.
Cordova, La ideologia, cit., pp. 106-107.
50 Armando de Maria y Campos, Mtigica, cronica biogrdfica, Mexico, 1939,
pp. 12, 24; Pipino Gonzalez, Tezontepec, a Ricardo Flores Magon, marzo 8 de 1902,
Archivo Trerazas, caja 26 (es evidente que Gonzilez no era maderista, pero reaccionaba tipicamente como liberal ofendido, atraido por la promesa de una oposicion creciente). Vease tambi6n a Alberto J. Pani, Apuntes autobiogrdficos, Mexico,
1951, pp. 34-35.
4!)
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EN LA REVOLUCION
ficar la situaci6n, la oposicion liberal no busc6 simpleinente
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"un gobier-
no por voto real y sin cabeza" (aunque este fuese el elemento central de
su programa), sino que se propuso lograr la elevaci6n moral del pueblo
ignorante y degradado -ese pueblo al que los liberales a un tiempo compadecian, protegian, y temian.51 A la vez que pugnaban por elecciones
libres y una vigorosa democracia representativa, los liberales querian que
hubiese moderaci6n, autodisciplina, ahorro, decencia, higiene y, como
medio para lograr alcanzar esas virtudes, educaci6n, que para muchos era
la panacea. En este sentido seguian de cierta manera la pauta porfirista
,y la de otros paises): algunos porfiristas ilustrados como Justo Sierra va
thabianinsistido en estos temas.52 Pero, para los liberales, el viejo regimen
Inohabia cumplido con sus preceptos: '"Acaso no lo he dicho va mil veces [dijo don Timoteo] que la ignorancia de las masas es una vergiienza
nacional?", concepto que repetian muchos reformadores de came y hueso,
que veian en las aulas, asi como en la prensa y en la propaganda, la ma-
nera de elevar al pueblo y de hacerlo apto para tomar parte en un futuro
democratico.:3
Pero para los liberales, en su misi6n de mejoria y constitucionalismo,
el problema consistia en como convencer al pueblo. Como en el caso de
otros movimientos de protesta de esa epoca contra las oligarquias de Ame-
rica Latina, los maderistas s6lo contaban con una endeble base popular,
especialmente
en el campo. Los clubes maderistas atraian a los trabaja-
clores urbanos, especialmente a los artesanos ambiciosos con cierta educacion como Gabriel Gavira, ejemplo clasico de este grupo.51 Pero entonces
no era tan marcada la divisi6n entre la clase media urbana y la aristocracia laboral (inclusive pudieron zanjarla algunos ilustres porfiristas
como Guillermo Landa y Escandon); mientras que entre ambos sectores
v los campesinos, que constituian la mayor parte de la poblaci6n, se abria
todo un abismo.55En Mexico, como en otras partes del mundo subdesarrollado, "de principio a fin, el problema principal de los revolucionarios
51 "Un pueblo ignorante y fanatizado y degradado": Amado Escobar, Torreon,
a Neniesio Tejeda, octubre 14 de 1906, Archivo Terrazas, caja 26. Abunda la evidencia de una actitud moralista y austera entre los maderistas y en la ideologia
constitucionalista.
52 Moises Gonzilez Navarro, Historia moderna de Mexico: el porfiriato, vida
social, Mexico, 1970, pp. 536, 599-600.
53 Azuela, Obras completas, II, p. 806; vease la introduccion de Palavicini a
Antonio Manero, Por el honor y por la gloria, 50 editoriales escritos durante la lucha revolucionaria constitucionalista en Veracruz, Mexico, 1916, pp. 5-7; C6rdova,
La ideologia, cit., p. 111.
54
Rodney D. Anderson, Outcasts in Their Own Land. Mexican Industrial
Workers, 1906-1911, DeKalb, 1976, pp. 254-67; Gabriel' Gavira, Su actuacion
politicomilitar revolucionaria, Mexico, 1933, p. 6.
55
Anderson, Outcasts. cit., pp. 232-34.
4I
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[...] supuestos defensores del pueblo, consiste en encontrar la manera de
comunicarse con ese pueblo".56
En 1910-1911 qued6 al descubierto la impotencia de los liberales; o
mejor dicho, se vio que podian iniciar, pero no controlar, una revoluci6n
popular. La revuelta maderista no fue la operacion limpia, rapida, completa que se tenia pensada. Al contrario, se convirtio, como le escribia
Cabrera a Madero, en "un cataclismo mas fuerte y mas vasto de lo que
tenia usted en mente",57 con todo y su rebelion agrarista, tumultos, 'jacqueria' y matanza. Profundamente alarmados por la agitaci6n que habia
desatado, los maderistas se vieron incapaces de contener la situacion sin
movilizar al ejercito federal, cosa que pronto hicieron. La represi6n fue
necesaria porque la dirigencia maderista -urbana, de clase media, respetable, educada, intelectual- no controlaba ni tenia contacto con la plebe
campesina que habia derrocado al regimen anterior.
En el campo de batalla se nota la ausencia de algunos individuos (como
Cabrera o Palavicini, a quienes no atraia la rebelion armada una vez que
se hubo detenido la acometida maderista en 1910); de algunas regiones
(el noroeste, fortaleza del maderismo civil entre 1909 y 1910, se mantuvo
relativamente tranquilo entre 1910 y 1911, y a la inversa, otras regiones
donde el maderismo no habia hecho mucha mella -Morelos, Durango,
la Huasteca- ahora se hacian presentes), y de algunos grupos sociales
(a medida que los protagonistas de la politica electoral pertenecientes a la
clase media urbana le dejaban el campo libre a los cabecillas rurales y a
su gente, diestra en el arte de la guerrilla).
Es evidente la incapacidad de algunos dirigentes maderistas para pasar de la oposici6n politica pacifica a la rebeli6n armada. Los miembros
del comite antirreeleccionista de Morelia se mantuvieron al margen de la
revuelta maderista, lamentando la tranquilidad de esta ciudad adormilada
y piadosa (una comunidad "quieta, sorda y muda", como le decian), pero
temerosos de aventurarse en el monte, no los fueran a llamar bandidos.58
Tambien hubo maderistas que no pudieron actuar porque cayeron en las
redadas porfiristas y otros que tomaron la via de la rebeli6n, para encontrarse mas bien en el via crucis, lo cual no es sorprendente.59No hacen
falta las advertencias del Che Guevara para percibir los problemas con
que se enfrenta una persona de la clase media urbana cuando se va a la
sierra. Gabriel Gavira ya lo habia advertido aniosantes, con base en sus propias rudas experiencias.60Y para muchos otros con lazos familiares y negocios, los riesgos eran demasiado grandes, por lo menos hasta que em56 Franz
Borkenau, World Communism: A History of the Communist International, Ann Arbor, 1971, pp. 30-31.
57
Ruiz, The Great Rebellion, cit., p. 219.
58 Joce to Cabrera, mayo 12 de 1911, Archivo Robles Dominguez, 16/2.
59 E. Colmenares Rios a Robles Dominguez, junio 13 de 1911, Archivo Robles
Dominguez, 25/218.
RO Gavira, Su
actuacion, cit., p. 35.
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pezo a rodar la carreta de la revoluci6n armada, entre abril y mayo de
1911.61
Entretanto, la clase media maderista, inclusive la gran comunidad intelectual maderista, se ocultaba; o cuando mucho, mostraba su apoyo por
la revoluci6n en la forma acostumbrada y que mejor le sentaba: 62
durante[la revoluci6n]el Sr. Contrerasno dej6 de hacer propagandaentre
las clases media y alta. Escribi6argumentosvigorosos,razonados,contra la
dictadura,en la prensa independiente,y el dia en que se declar6 el armisticio [...] o poco antes, escribi6un articulo notable en el que pedia la renunciadel generalDiaz. lste es un esbozode su contribuci6na la revoluci6n.
Despues del triunfo de la revoluci6n, otros maderistas se dedicaron
a contener a las fuerzas populares, exhortando a la calma, haciendo promesas vacias y, cuando fuera necesario, iniciando consejos de guerra.63
Pero como le sucedio a Madero en sus tratos con algunos cabecillas nortefios como Orozco o Luis Garcia de Bachiniva, una cosa era echar a andar una revoluci6n, y otra disciplinar y dirigir a los individuos rudos,
recalcitrantes, que primero habian acudido a su llamado.64Lo que Rutherford llama 'una gruesa barrera de clases" separaba a los intelectuales dc
los "campesinos revolucionarios": un raro ejemplo, a mi parecer, de "enfoque(s) literarios" que arriban a la correcta conclusi6n hist6rica.65
Por supuesto, vale la pena agregar que la incapacidad de la elite para
ejercer el control se hizo mas patente entre las autoridades porfiristas, y en
el viejo regimen en general. En realidad, lo que la revoluci6n de 1910
revelo -revelacion mas cruda porque vino a ralz del Centenario, con
toda su complacencia y bombo- fue que el viejo regimen habia perdido
su legitimidad en gran escala: un fracaso general auin mas fundamental
que los fracasos individuales del aparato represivo (ejercito, rurales, defensas sociales, etcetera). En algunas regiones del pais, y casi de la noche a
la mafiana, habia cambiado el estado de animo del pueblo -que ahora
se mostraba impaciente, desafiante, menos sumiso- y los viejos caciques
que antafo armaban a sus peones para dar batalla ahora descubrian que
ya no era posible hacerlo, porque estos volteaban las armas y les apuntaban a ellos.66 En lo que respecta al pueblo, los caciques, jefes politicos y
61
Aguilar, La Revolucion sonorense, cit., pp. 19-20, cita a Benjamin Hill.
Guillermo y Gustavo Gaona Salazar a Madero, octubre 10 de 1912, en
Isidro Fabela, Documentos historicos de la Revolucion mexicana: revolucion y re62
gimen maderista, IV, Mexico, 1965, pp. 149-50.
03 Marcos V. Mendez a Gobernaci6n, julio 30 de 1911, en Archivo de Gobernacion, legajo 14, Relaciones con los Estados...,
1911-1912, num. 2 (Michoacan).
64 Michael C.
Meyer, Mexican Rebel: Pascual Orozco and the Mexican Revolution, 1910-1915, Lincoln, 1967, pp. 32-36; Ximena Sepulveda Otaiza, La Revolucion en Bachiniva, DEAS, nuim. 7, 1975.
65 Rutherford, Mexican Society, cit., p. 127.
66 Por
ejemplo, en Chihuahua: Maria Isabel Souza entrevist6 a Simon Marquez Camarena, 1973, INAH PHO/1/113; Jose Fuentes Mares, Y Mixico se refugio
en el desierto. Luis Terrazas: historia y destino, Mexico, 1954, pp. 244-45.
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administradores de las haciendas (quienes supuestamente deberian presentar el frente de defensa "ideol6gica" contra la revuelta campesina,
como lo hacian los rurales en la resistencia armada), no s6lo no pudieron
contener la rebelion campesina, sino que con frecuencia se encontraban
entre sus primeras victimas, pues los corrian del pueblo, del estado, o los
remataban a "puro machetazo".67Y entretanto, en la cumbre, los cientificos -tecn6cratas metropolitanos que carecian de raices en la provincia o de legitimidad en el sector politico- se vieron desprovistos de poder,
en situaci6n precaria, y finalmente dependientes del viejo y decrepito dictador.68
La caida de Diaz y del viejo regimen se debi6 en parte a que se habia
desatendido al ejercito y a los rurales (hasta cierto punto), pero principalmente a que en su afan de modernizacion le habian cargado la mano
sin consideraci6n a la poblaci6n campesina, sin tomar en cuenta la rapida erosion que esto producia en la legitimidad del gobierno. Ni los
terratenientes ni los administradores, jefes, curas y jueces pudieron apuntalar al viejo regimen, al menos sin recurrir a un aparato represivo inadecuado; la hegemonia y el control ideologico se habian deteriorado demasiado. Mexico, a partir de 1910, habia perdido esa "armadura flexible
pero totalmente resistente" que, segun Gramsci, defendio al "bloque agrario" del Mezzogiorno italiano.69
Este argumento es mas convincente cuando se establecen comparaciones entre las regiones del centro y del norte, en las que la rebeli6n popular
denotaba el deterioro del viejo regimen, y aquellas en que las autoridades
seguian controlando sin tener que recurrir a la represion general. En estas
regiones (aunque habia otros elementos en juego), las autoridades y las
elites -los caciques de la Sierra de Juarez, los terratenientes del sur de
Veracruz, los finqueros de Chiapas- estaban bien arraigadas, mantenian
cierta supremacia, y por lo tanto podian armar a sus peones sin arriesgar
el pellejo.70
IV
Y asi sigui6 su curso la rebelion popular campesina, sin dirigentes intelectuales destacados, del tipo clasico, de la clase media, lo cual no s61o
67 G. Carothers, Torre6n, al Departamento de Estado (EU, 8 de marzo de
1911, Archivo del Departamento de Estado (en lo sucesivo S.D.), 812.00/6962;
J. P. C., Tlahualilo a J. B. Potter, abril 13, 1911 Foreign Office (en lo sucesivo
F.O.) 371/1147; 16690; M. Martinez a A. Torres Rivas, 23 de mayo de 1911,
Archivo Robles Dominguez, 13/5.
68 Cosio
Villegas, La vida politica, cit., pp. 853-54.
?9 Buci-Glucksman, Gramsci and the State, cit.,
p. 26.
70 Alicia Hermandez Ch,vez, "La defensa de los finqueros en Chiapas, 19141920", en Historia Mexicana, XXVIII/3,
1979, pp. 338-65, presenta un estudio
sobresaliente de un problema mas general.
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EN LA REVOLUCION
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puso al descubierto la crisis de legitimidad del regimen porfirista, sino
que a la vez le plante6 a su sucesor maderista un problema insuperable
de control. De cualquier manera, sirvi6 para sefialar el abismo que existia entre la ciudad y el campo, entre la "gente decente" y el campesino,
entre los intelectuales y el pueblo. /Tratabase, entonces, de una rebeli6n
sin contenido intelectual?, un arrebato bruto, mudo, atavico de peones
sanguinarios? La prensa contemporanea (tanto la porfirista como la maderista), como despues muchos de los historiadores, asi solia ver el problema. "Como los monstruos con cabezas de alfiler de la prehistoria", dice
Rutherford, "la Revoluci6n mexicana no tuvo el control mental ni la dirigencia adecuada para poder con la fuerza fisica que se habia desatado"."
Aunque expresadas con menos ingenio, en ese mismo sentido hubo otras
opiniones.720 bien, como variante del mismo tema, se ha sostenido que
la revoluci6n popular fue obra de agitadores corruptos que se aprovechaban de las mentes incultas de las masas ignorantes.73
Este punto de vista no es aceptable, aunque hay que admitir desde
ahora que existen fuertes obstaculos metodologicos para ofrecer una alternativa cabal y positiva. Sin embargo, ya no es posible negarle al campesinado atributos intelectuales e ideologicos como contrapartida al concepto
de "la imbecilidad de la vida rural", ni partir del supuesto, como lo hace
Gramsci, siguiendo la tradici6n marxista que todavia tienen sus seguidores, de que el contenido intelectual/ideologico de la conciencia revolucionaria campesina necesariamente tiene que venir de "afuera" por conducto de contactos urbanos, del partido de vanguardia o de cualquiera
agencia externa.74 El numero reciente de estudios realizados sobre campesinos demuestra que la conciencia campesina es mas compleja, y que
tiene mas elementos de intelectualidad de lo que antes se suponia.7 No
71
Rutherford, Mexican Society, cit., p. 127, y vease, por ejemplo, a Womack,
Zapata, cit., p. 100.
72 La anarquia insensata del movimiento popular fue tema constante en los
informes del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y del British Foreign
Office. Aun los historiadores que simpatizan con el movimiento popular tienden
a descartarlo; vease, por ejemplo, a Joln M. Hart, "Agrarian Precursors of the
Mexican Revolution", en Americas, XXIX, 1972-73, p. 244.
73 Otra vez, el punto de vista comun en el extranjero; veanse, por ejemplo,
las extensas respuestas al cuestionario de Mallet Prevost de noviembre de 1912
en S.D. 812.00/6891, o The Rosalie Evans Letters from Mexico (arr. D. C. Pettus),
Indianapolis. 1926.
74 Karl Marx y Friedrich Engels, The Manifesto of the CommunistParty, Moscu, 1959, p. 51. Comparesecon E. J. Hobsbawm, "Peasants and Politics", en Journal
of Peasant Studies, I, 1973, pp. 9, 11, y con Fowler, Agrarian Radicalism, cit.,
pp. 45-46.
75 Emmahuel Le Roy Ladurie, Montaillou, Cathars and Catholics in a Frenclh
Village, 1294-1324, Londres, 1980, pp. 232-33; y vease tambien la seccion "Peasants Speak" del Journal of Peasant Studies, asi como el material recopilado por
los historiadoresdedicados a la historia oral, en especial los que han trabajado con
tan buenos resultados en el INAH bajo la coordinaci6n de Eugenia Meyer.
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REVISTA MEXICANA
DE SOCIOLOGIA
hay razon para excluir de esta generalizacion a los campesinos mexicanos;
ademas, existen pruebas -aunque de fuentes adversas- de la diseminaci6n de ideas radicales entre la gente de pueblo en los centros urbanos y
en el campo, durante el movimiento revolucionario.78Se podria ir mas
lejos y sugerir que el campesinado mexicano de 1910-1920 tuvo a sus
propios "intelectuales organicos" que presentaron una visi6n diferente a
la de Diaz (o a la de Madero, o Carranza), y que a veces proponian
politicas distintas, dando pabulo ideol6gico a la protesta y a la revuelta
campesina durante mucho tiempo.
Esto no se refiere a los aduladores, oportunistas y charlatanes que se
enganchaban a las rebeliones populares triunfantes para ponerse a salvo,
o en pos de prestigio o favores: ese ejercito de ex estudiantes, maestros,
periodistas, abogados y otros que competian por los puestos de escribientes, secretarios y autores de discursos y manifiestos de la revoluci6n. Intelectuales, si, pero su funci6n era crear, discurrir y difundir ideas, y a
veces darle a los movimientos rebeldes ideol6gicamente mudos un cierto
grado de expresi6n y publicidad que de otra manera no tendrian, debido
a que los dirigentes originales, populares, rurales, no tenian propensi6n
para esas tareas. Diaz Soto y Gama, por ejemplo, que poco tiempo antes
habia jurado hacer de San Luis el Chicago de Mexico, se ostentaba en
traje de manta como campesino y se proclamaba fiel a la revoluci6n de
Morelos.77 Otros conversos intelectuales a la rebeli6n popular, como Palafox y Vasconcelos, tambien tenian algunas de estas caracteristicas del
charlatanismo, el "prototipo" del cual tambien se encuentra en la novela,
en el Luis Cervantes de Azuela.78
Pero si por un lado hay acuerdo acerca del grado de intelectualidad
de estos tribunos del pueblo, por otro lado se puede cuestionar la profundidad de sus raices populares, su "calidad organica".79Diaz Soto y Gama,
ostentandose en Aguascalientes, no era la voz autentica del zapatismo; no
era mas que uno de los chupatintas a quienes se acostumbraba mandar a
esas juntas (reuniones que por cuanto a dirigentes populares resultaban
ser una vergiienza en lo personal o una gran perdida de tiempo).80 Ni
era Luis Cervantes la personificacion de Demetrio Macias y su grupo revolucionario. Hay dos maneras de ver esta falta de representatividad o de
identificaci6n. Primero, desde un punto de vista negativo, se puede alegar
7C
Por ejemplo, M. A. Dellille a Gobernaci6n, 2 de octubre de 1911, Gober1911-1912, num. 2 (Michoacan);
naci6n, legajo 14, Relaciones con los Estados...,
Freeman, Durango, 30 de julio de 1911, S.D. 812.00/2262.
77 Cockcroft, Intellectual Precursors, cit., pp. 190-91; Womack,
Zapata, cit.,
pp. 193-94, 217.
s8 Rutherford, Mexican Society, cit., pp. 96-99.
79 "Se debe poder medir la 'calidad organica' (organiciti) de los diversos estratos intelectuaJes, su grado de vinculaci6n con un grupo social basico": Sasson,
Gramsci's Politics, p. 138, cita a Gramsci.
s0 Arturo Warman, ...Y
venimos a contradecir. Los campesinos de Morelos
el
Estado nacional, Mexico, 1976, p. 114.
y
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INTELECTUALES
43
EN LA REVOLUCION
que los movimientos populares eran refractarios al control externo, especialmente al control de intelectuales ambiciosos, colonizadores. A pesar
de que, segun lo que dicen algunos observadores de la epoca e historiadores posteriores, los dirigentes populares supuestamente se dejaban manejar como titeres por sus secretarios intrigantes, la evidencia apunta a
lo contrario.81Movimientos como el zapatista eran muy cerrados y suspicaces de cualquier interferencia externa, cosa que se puso de manifiesto
en 1914 para el pesar de los enviados de Carranza que habian sido seleccionados por su supuesta afinidad con las susceptibilidades de los zapatistas.82 La misma cerrazon se vio en otros movimientos menos importantes.83
Por lo tanto, no era facil para los consejeros y manipuladores intelectuales penetrar y cooptar esos movimientos: Venancio, que despepitaba
contra los curros "que se cuelan por todas partes como la humedad", y
Pancracio, que mataba a vistas a cualquier petimetre citadino, eran simbolos de una realidad.8' Con todo y su importancia revolucionaria, Manuel
Palafox (a quien no le ayudaba el hecho de ser homosexual), no se ganaba el afecto de los surianos, y la gente citadina (los curros, los catrines)
tenian que romper muchas barreras de prejuicios antes de que los aceptaran. En ese sentido, en 1914 fueron la excepcion los j6venes agr6nomos
de Morelos, entre ellos Carrillo Puerto y Fidel Velazquez, pero es que
estos tenian unas aptitudes muy especiales. Otros citadinos que llegaban
a la regi6n zapatista corrian el riesgo de que los mataran.85En resumen,
el zapatismo aprovech6 la experiencia y los conocimientos de la gente citadina cuando y como le convino, sin claudicar en absoluto con la autonomia del movimiento.86
Tampoco en otras partes se nota que el secretario/orador/consejero
haya sido el titiritero que se supone. Los mentores y consejeros -autonombrados- de Villa, los villistas "buenos" o "decentes" como los Madero,
Angeles, Diaz Lombardo, Escudero, Martin Luis Guzman, tuvieron poco
exito en inculcarle "principios [morales y politicos] que para el o no existian o le eran incomprensibles".87Esto se puso de manifiesto entre 1914
y 1915 con el comportamiento de los villistas, especialmente en la ciudad
81 Fernando Diaz Diaz, Caudillos y Caciques. Antonio Lopez de Santa Anna y
Juan Alvarez,M6xico,1972, pp. 333-43, presentaun argumentointeresantey comparablecon el caso de Alvarez.
82 Womack,Zapata,cit., pp. 206-10.
83 DoloresHuerta,Apizaco(Tlaxcala) a RoblesDominguez,
mayo 27 de 1911,
ArchivoRoblesDominguez24/6, en relaci6ncon el problemade desbandara "la
gente muy cerrada"de IsidroOrtiz.
84
Azuela, Obras completas, I, pp. 341, 387.
s' Womack, Zapata, cit., pp. 231-33, 241-43: Warman, ....Y
renimos, cit.,
p. 127.
s, Warman, op. cit., p. 134.
87
T. B. Hohler,Ciudadde Mexico, 11 de septiembrede 1914, F.O. 371/2031,
56920; Martin Luis Guzman, The Eagle and the Serpent, cit., pp. 117-18.
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REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIA
de Mexico, no solo en cuanto a los pecados veniales por comisi6n: alborotos, pendencias, secuestros y asesinatos -una de sus victimas fue el mas
indiscreto de los intelectuales, David Berlanga, y Vasconcelos estuvo a
punto de sufrir la misma suerte a manos de Juan Banderas-, sino en
cuanto a los pecados cardinales por omisi6n, como el no haber establecido una administraci6n nacional sana, ordenada, reformista, tal y como
lo aconsejaban los villistas respetables.88
Tampoco les fue bien a las eminencias grises de los caudillos menores.
El abogado de Chilpancingo, de quien se decia que manipulaba a Juliain
Blanco, no pudo resolver el faccionalismo de los revolucionarios de Guerrero ni pudo evitar que Silvestre Mariscal aniquilara a Blanco.89 A la
inversa, los Cedillo funcionaron muy bien aun sin los servicios literarios
de Jesus Silva Herzog.90 Pastor Rouaix, esencia misma del reformador
civil sincero, no pudo goberar Durango con los cabecillas populares advenedizos; Emilio Sarabia, que habia tenido una experiencia semejante
en Durango en 1912, no pudo manejar a Urbina en San Luis en 1915;
y por otra parte, la intenci6n de Vasconcelos de hacer el papel de Plat6n
para el Dionisio de Eulalio Gutierrez, acabo en tragicomedia.91Hay cantidad de ejemplos que dan fe de la independencia de los dirigentes y movimientos populares ante los intentos de controlar, dirigir o manipularlos
intelectualmente. Y aunque algunos de los guias/manipuladores (como
Rouaix) fueron sin duda sinceros y de buena voluntad, muchos otros, incluyendo al Ulises Criollo, propalaron las versiones hist6ricas que sirvieron de base para crear el estereotipo literario-del revolucionario intelectual: languido, frivolo, inconstante y sentimentalmente erotico.92 Porque
si las novelas de la revolucion nos pueden decir algo de la realidad hist6rica (y es dificil que lo hagan), es precisamente en este campo, esbozando el caraicter del revolucionario clasico intelectual: lo cual explica
por que, como dice Cosio Villegas, "no fueron muy numerosos los inte-
SS Ibid., pp. 293 ss.; Canova, Ciudad de Mexico, diciembre 17 de 1915, S.D.
812.00/14122.
s' Informedel Comandanteen Jefe de la Flota del Pacifico de los Estados
Unidos, 1 de octubre de 1914, 18 de enero de 1915, S.D. 812.00/13672, 14239.
90 Gavira,Su actuacion,cit., p. 134; James W. Wilkie y Edna Monz6nde
Wilkie,Mexico visto en el siglo XX, Mexico, 1969, pp. 606-07 en relaci6ncon los
discursosde Silva Herzoga favor de Ei,lalioGutierrezy de los Cedillo; posteriormcnte Silva Herzog fue secretariode Gutierrez-de ahi que lo hayan sometido
a consejode guerralos carrancistas- en tanto que los Cedillo siguieronluchando
con exito, lanzandode paso manifiestosbien redactados:vease cl Manifiestodel
del Centro,la y 2a Brigadas,Ciudaddel Maiz, agosto 16
EjercitoConvencionalista
de 1916, Archivode Carranza,Condumex,carpeta91.
0' Matias Pazuengo, Historia de la Revolucidn en Durango, Cuernavaca, 1915,
pp. 109-10; Bonney,San Luis, 25 de junio de 1915, S.D. 812.00/15374; Vito
Alessio Robles, Mis andanzas con nuestro Ulises, M6xico, 1979, pp. 186-87.
2' Rutherford, Mexican Society, cit., p. 86.
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INTELECTUALES
45
EN LA REVOLUCION
lectuales que se vincularon con los dirigentes revolucionarios [...] y fue
excesivamente limitada su influencia".93
Hago hincapie en lo clasico. Cosio Villegas y los novelistas se concentran en los intelcctuales de la clase media urbana que, por diversos motivos, "se fueron con el pueblo", como los Narodniki de la Rusia del siglo
xrx. Pero (de acuerdo con la teoria de Gramsci) no fueron estos los unicos intelectuales revolucionarios, y su fracaso relativo para penetrar y
dirigir el movimiento popular pudo deberse en parte a la existencia dentro del mismo de autenticos intelectuales organicos o, para decirlo de otro
modo, de un nivel mas elevado de calidad organica (organicita) que el de
los instrusos. Estos intelectuales organicos no tenian que "irse con el
pueblo", porque ya estaban alli. Gozaban, ademas, dq la confianza y de la
simpatia populares; no tenian que romper barreras de prejuicios, y por su
mera presencia podian servir de filtro para evitar la coopcion y el control
externos.
Cosio Villegas9 repar6 en su existencia. Comenta que algunas veces
habia "cierta afinidad entre el jefe y sus amanuenses". Algunos jefes iletrados como Emiliano Zapata podian contar con la ayuda de maestros
rurales, y comparada con la de las grandes figuras intelectuales nacionales,
"la literatura que producian era menos elaborada, pero quizas mas sincera".
Existen ejemplos en otras culturas de intelectuales participantes en moPara
vimientos sociales (como los intelectuales c'itaros de Montaillou).
terminar, hay un ejemplo especialmente oportuno. Segun Masao Maruyama,
para la tarea de transformar en grupos parafascitas a los muy explotados
campesinos japoneses durante la entreguerra, se recurri6 a los "pseudointelectuales" o "subintelectuales", o sea a "maestros de primaria, autoridades de nivel medio [...] curas, capataces de pequefas industrias, y
pequefios propietarios", personas que en contraste con los "verdaderos"intelectuales
("hombres cultos, periodistas,
profesores, abogados,
estudian-
tes universitarios"), y debido a su "comprensi6n del lenguaje, los sentimientos, y los valores morales de las masas" rurales, podian hablar con
la "voz del pueblo".96
En cada caso, los intelectuales locales tuvieron un papel importante
en movilizar y radicalizar a los campesinos contra sus explotadores. Naturalmente, en otras circunstancias, estos intelectuales tambien podian
controlar y manipular a los campesinos a favor de sus explotadores. Segmn Gramsci, esa fue exclusivamente su tarea en el Mezzogioro (aunque
93 Coslo Villegas, "Politics and the Mexican Intellectual", cit., p. 31.
94 Ibid.
95 Juan Martinez Alier, Haciendas, Plantationls and Colective
Farms, Londres.
1977, pp. 43-44, 64; George D. Jackson Jr., "Peasant Political Movements in Eastern
Europe", en Landsberger (comp.), Rural Protest, cit., pp. 312 ss.; Rodney H. Hil-
ton, "Peasant Society, Peasant Mo'ements and Feudalism in Medieval Europe", en
la misma obra, pp. 89-90.
96 Masao Maruyama,
Londres, 1963, pp. 58-64.
Thought
and Behaviour in .lodern
Japanese Politics,
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REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIA
parece que Gramsci pudo estar equivocado en esta cuesti6n).97 Tambien
en Mexico hay muchas quejas contra los tinterillos, como en Papantla, Veracruz, antes de la revoluci6n, cuando estos se ponian del lado de los
odiados terratenientes de la regi6n, o contra personas como Francisco Urteaga, el "eterno" secretario de Zaragoza (Coahuila) que result6 ser "indispensable" con cada nuevo cacique del pueblo.98
El intelectual del pueblo no siempre se caracterizaba por ser el siniestro agitador, el perseguidor de victimas inocentes, sino que podia tambien
ocuparse de representar y organizar a la comunidad, como miembro "organico" de la misma y compartiendo sus intereses pero con la ventaja de
tener preparaci6n especial para esas tareas.99El cura del pueblo es el que
mejor representa el caracter janosiano del intelectual pueblerino: apaciguador o campe6n de agravios populares. Por supuesto que la propaganda
revolucionaria le atribuye al cura el papel de apaciguador, vendido al patron o al cacique, enemigo del progreso y de la reforma. Y, pace Jean Meyer, la propaganda tiene cierto fundamento: sobran pruebas de la antipatia
que le tenia el clero a la revoluci6n y, por ejemplo, de la simpatia del
clero por Huerta, aunque no hubo provocaci6n anticlerical revolucionaria.100Y esto no se circunscribia al episcopado.101
Pero tambien hubo curas del mismo calibre que Hidalgo y Morelos.
La Iglesia todavia funcionaba como una via de movilidad vertical y como
un canal para la protesta popular: Hans Gadow hacia el contraste entre
los curas mestizos y los curas indigenas que "si lograban regresar a sus
lugares de origen, hacian causa comun con otros indigenas".'02La idea es
clara, aunque habria que actualizar la terminologia. Los curas de pueblo
aparecen con frecuencia en la revoluci6n. En Morelos, por ejemplo, donde
un cura mecanografi6 el Plan de Ayala de los zapatistas en noviembre
de 1911, y donde los curas tuvieron zafarranchos con los carrancistas invasores; en Altotonga, Veracruz, donde el comecuras Gavira tuvo que
97
En Gramsci, Gli intellettuali, pp. 11, 18, el autor parece referirse tambi6n
a Am6rica Latina. Stuart Wolf y Jonathan Steinberg, investigadores especializados
en Italia, concuerdan con mi opini6n de que el punto de vista de Gramsci es demasiado simplista.
98 Gavira, Su
actuacion, cit., p. 99; vease el extenso informe an6nimo "para
Porfirio Garza" con la lista de nombres y actividades de los caciques de Zaragoza,
en Gobernaci6n, legajo 873.
99 De nuevo aclaro que distingo entre representaci6n y organizacion ideologica
-tarea del intelectualy representacion/organizacion de clientelas por parte del
cacique.
100 Palomar y Vizcarra al obispo Orozco y Jimenez, 23 de febrero de 1915,
Archivo del Conflicto Religioso, rollo 9; existen testimonios abundantes del regocijo de la clerecia y de los cat6licos por la derrota de Madero por Huerta.
101 Paul Friedrich, Agrarian Revolt in a Mexican Village, Englewood Cliffs,
1970, pp. 47-48, 25 ss.; este autor aclara que los sacerdotes podian hacer, y de
hecho hacian, Io que les atribuian los polemistas de la revolucion, o .ea, legitimar
el dominio de la hacienda y contraponerse a la protesta agrarista.
o10 Hans Gadow, Through Southern Mexico, Londres, 1908, p. 237.
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INTELECTUALES
EN LA REVOLUCI6N
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aceptar que el cura (casado y haciendo las veces de medico del pueblo)
era popular y era partidario de la revoluci6n, y en muchos otros lugares
---Zautla, Zitlaltepec, Tecamachalco, Pichucalco.103
No sorprende que en ciertas circunstancias un cura tenga un papel
relevante en una rebelion local. En muchas comunidades se le consideraba, si asi se lo proponia, el personaje principal: "el jefe, el consejero, el
dirigente natural en la encrucijada de la rala red de colaboracion del
mundo rural".104El cura predicaba, educaba, curaba, aconsejaba y representaba -y no s6lo en los pueblos remotos, pacificos y devotos como San
Jose de Gracia.105A fines del siglo pasado, en Bachiniva, un pueblo porfiado en la sierra de Chihuahua, el cura era "progresista, inteligente, trabajador"; trato de plantar un vifiedo para seguir el ejemplo del "padre
Gambino de Santa Cruz de Rosales, para que sirviera de escuela de agricultura para estas partes y como nueva fuente de riqueza para el distrito";
pero, como a otros infelices habitantes, lo defraud6 el cacique del pueblo.l10 Diez afios mis tarde su sucesor en Bachiniva hacia las veces de medico del pueblo, y en San Buenaventura, en esa misma regi6n, la gente
lamentaba la salida de su cura que tanto habia hecho por el pueblo en
cuanto a educacion, caridad, y hasta en haber organizado una sociedad
mutualista.l07
Tambien tenia sus precedentes el que un cura encabezara la protesta
de un pueblo contra las autoridades. En la Huasteca, el cura Zavala capitaneo la rebeli6n agraria de 1883 (Tamazunchale, escenario de la rebeli6n, volveria a rebelarse en 1910); en Bachiniva, adonde el regimen del
cacique Comaduran pesaba mucho, el cura "esta con el pueblo y el pueblo con el" (Bachiniva tambien se uni6 a la revoluci6n despues de 1910),
y en el pueblo minero de Velardeila, la aprehensi6n del cura local en 1909
durante una procesi6n religiosa encendi6 la mecha de una seria confrontacion con las autoridades.108Este incidente ilustra el caracter de esta
103
Womack, Zapata, cit., pp. 396; Fernando Horcasitas, De Porfirio Diaz a
Zapata. Memoria Ndhuatl de Milpa Alta, Mexico, 1974, p. 127; Gavira, Su ac-
tuacion,cit., p. 35; EverardoArenasa Gobernaci6n,junio 12 de 1911, Gobernaci6n, legajo 898; AntonioMachorroa Carranza,agosto 16 de 1916, ArchivoJorge
Denegri,rollo 1; ManuelGonzSlezCalzada,Historia de la RevolucionMexicana
en Tabasco,Mexico, 1972, pp. 78-79; El Democrata,4 de febrerode 1916.
104 Jean
Meyer,The CristeroRebellion,The MexicanPeople BetweenChurch
and State, 1926-1929,Cambridge,1976, p. 187.
105 Luis Gonzilez,Puebloen Vilo: Microhistoria
de San Jose de Gracia,Mexico, 1972, pp. 65, 69-72, 87-93, 96, 100-102,107-108.
106 Petici6n sin fecha (1899) de los vecinos de Bachinivaa Luis Terrazas,
ArchivoTerrazas,caja 26.
107 El Correode Chihuahua,23 y 24 de marzode 1909 (aunquepor ser un
organocatolicoprogresista,El Correosin duda estaba a la caza de este tipo de
lbuenasobrasclericales).
108Ibid., 14 y 28 de abril de 1909. El motin contra las autoridadesempez6
cuando el jefe politico, que habia prohibidose hiciera una procesi6nreligiosa,
detuvo al cura y a su congregacioncuando estos salian del pueblo cargandouna
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REVISTA MEXICANA
DE SOCIOLOGiA
teocracia localista (que, como sugieren estos ejemplos, se extendia por el
norte y el centro de Mexico). El cura tenia el apoyo del pueblo no solo
por su oficio sino tambien por su caracter. En sus labores pastorales y
liturgicas, propugnaba valores y obtenia adhesiones que podrian ir en contra de los preceptos del Estado. Gracias a la politica de Diaz de conciliacion entre el Estado y la Iglesia, el choque se noto menos en la primera decada del siglo de lo que se hubiera notado en 1850 o en 1920;
pero siempre habia el riesgo de un choque entre los caciques eclesiasticos y los seculares, en el cual los curas podian alentar, organizar y articular la oposici6n local. La Iglesia ofrecia "diversi6n, informaci6n y
educacion"; necesariamente funcionaba como guia intelectual y politica
en los pueblos pequefios, en su mayor parte analfabetas, y con frecuencia
indigentes.109
Mientras el cura catolico tenia la posibilidad de usar todas las armas
de la liturgia y del ritual, y hasta podia en ciertos casos -como por ejemplo en su lucha contra la Casa del Obrero Mundial- invocar la ira celestial y retirarle los sacramentos a su rebafio rebelde, su rival protestante
no tenia esos recursos institucionales. Pero los pastores protestantes aparecen
con regularidad en las filas de los rebeldes, sugiriendo una vez mais que los
sacerdotes de no importa cual fe tienen un papel importante en la genesis de
las revueltas. La correlacion entre el protestantismo y la rebelion -que
se ha estudiado, por ejemplo, en relaci6n con Africa colonial- no debe
descartarse como una conspiracion revolucionaria o estadunidense.110Mas
bien podria decirse que el protestantismo representa la facllada religiosa
del disentimiento politico; puede repicar con el liberalismo progresista ilustrado, y tambien puede reflejar, desde un punto de vista mas practico, la
tarea educativa de las iglesias protestantes y por ende la tendencia de las
personas que buscan educarse y mejorar su situaci6n, de convertirse al protestantismo a la vez que a la protesta politica.11l Hubo algunos revolucionarios norteniosprotestantes (entre ellos, Braulio Hern.indez, quiza el mas
destacado; no se ha corroborado el dato en este sentido de Samuel Inman
acerca de Pascual Orozco); pero tambien aparecen pastores y conversos
protestantes en la parte central de Mexico, en el corazon del catolicismo.
imagen de Cristo, exhortaindolos a que dijeran adonde se dirigian con ese "trozo
de palo". Para otros ejemplos, veanse Leticia Reina, Las rebeliones campesinas en
Mexico, 1819-1906, Mexico, 1980, pp. 271-79; y Petici6n de Bachiniva (en la nota
106).
109
Meyer, The Cristero Rebellion, cit., p. 187.
110 Ibid., pp. 26-27. Comparese con George Shepperson, "Nyasaland and the
Millennium", en Sylvia L. Thrupp (comp.), Millennial Dreams in Action, La
Haya, 1962, pp. 144-59.
I11 Oscar Lewis, Pedro Martinez, Iondres, 1969, pp. 237-48, 262-63; el misionero protestante estadunidense Samuel Guy Inman, de Piedras Negras, observ6
que varios miembros de su congregaci6n se mostraban "sumamente interesados en
la politica": Inman, "Apuntes de una gira. . ", Archivo Inman, Biblioteca del
Congreso. caja 11.
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INTELECTUALLS
EN I,A REVOLUCION
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Por ejemplo, en Morelos, Trinidad Ruiz fue un zapatista importante. El
Colegio Metodista de Puebla no s6lo producia reclutas para la revoluci6n,
sino que publicaba manifiestos revolucionarios; Jose Rumbia result6 ser
mentor de los agraristas tlaxcaltecas.1-' En Ia decada de los anos veinte,
en El Rayo, Hlidalgo,
la mayor parte dc la poblaci6n, incluso los miembros del comite agrarista,
se unieroyl a un ranchero que a la vez era patlrn y hacia poco se habia convertido al protestantismo. No solo se gano el apoyo personal de estos campesinos, sino que convirti6 a varios a su nueva religi6n.113
Parece entonces indiscutible que en estos casos la correlacion entre las
actividades politicas y la dirigencia religiosa -especialmente
la dirigencia
religiosa de tipo desviacionistaimplicaban una forma de tutela intelectual, o, si se quiere, de "hegemonia ideologica". El ranchero protestante
de El Rayo no se gaIn el apoyo de la gente simplemente por ser el patr6n,
y los pastores comno Ruiz y Rumbia solo contaban con sus recursos ideologicos e intelectuales para atraer reclutas. Por lo tanto, su autoridad se
sustentaba en raices ideologicas mas que (o ademias de) en raices de clase,
regionales, o clientelistas.
Es mas dificil fundamentar los casos de tutela intelectual cuando la
clirigencia rebelde localista era laica y las bases de apoyo estaban vincu!ldas a estas alianzas alternativas. Sin embargo, pese al supuesto acostumbrado de la imbecilidad de los campesinos y de la indiferencia de estos
por las abstracciones ideologicas, se puede encontrar la contraparte del
cura en el maestro, y como lo han demostrado Cockcroft y otros autores,
el maestro insurgente fue una figura muy familiar en el panorama revolucionario.114 Empero, no es de gran interes el maestro individual que se
vio arrastrado por el remolino revolucionario; nos interesa mas bien el
maestro (especialmente el maestro rural) que sirve de guia y mentor en
su comunidad, d&ndole a la rebeli6n campesina la dimensi6n intelectual
(lue algunos le niegan, y que otros quieren reservar como prerrogativa del
"partido de vanguardia". No nos interesan, por tanto, los revolucionarios
independientes, desarraigados, como Luis Monz6n, David Berlanga ni Calles, sino los activistas locales como Alberto Carrera Torres o Candido
Navarro, que respectivamente encabezaron importantes rebeliones rurales
en la Huasteca y en Guanajuato.ll5
112
Ibid., y E. Vcstriip a Inman, febrero 22 de 1906; W. Llewelyn a G. Wickersham, febrero 10 de 1912, S.D. 812.00/2873 solre Hernandez; Womack, Zapata,
cit., p. 87; Raymond 'Thl. J. Buve, "Peasant Movements, Caudillos and Land Reform during the Revolution (1910-1917) in Tlaxcala, Mexico", en Boletin de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, XVIII, 1975, pp. 126, 130.
113 Frans
J. Schrycr, 7'he Rancheros of Pisaflores. The History of a Peasant
Bourgeoisie in Twentieth Century Mexico, Toronto, 1980, p. 82.
114
James D. Cockcroft, "El maestro de primaria en la Revolucion Mexicana",
en Historia Mexicana, LXIV, 1967, pp. 565-87.
115
Ibid., sobre Carrera Torre-; Glenn, Guanajuato, 16 de mayo de 1911, S.D.
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REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIA
Es evidente que algunos maestros, como algunos sacerdotes, ocuparon posiciones centrales, de alta estima, en las comunidades rurales: alimentaron
el fuerte deseo de los pobladores de educarse (como tal, al maestro se le
atribuian poderes y conocimientos comparables con los del cura, el otro
simbolo de la instrucci6n); los maestros tambien podian hacer otras cosas:
curaban, escribian cartas, tomaban fotografias, hasta reparaban relojes.1?6
El maestro rural no era un intelectual despegado, indiferente. Era ademais
(y de esto hablare mas adelante), el simbolo de la tradici6n liberal. Dadas
estas precondiciones, los maestros tuvieron un papel importante en las
rebeliones locales, rurales. Participaron en Tlaxcala, donde se sabe que
convencieron a los mas destacados dirigentes campesinos para que se unieran a la revoluci6n.ll7 En Morelos, Pablo Torres Burg6n, el tinterillo en
cuya casa se plane6 el levantamiento zapatista, "a menudo ayudaba a los
rancheros del pueblo con cuestiones legales sencillas: sabian que era un
hombre de buen corazon y le tenian confianza"; por lo tanto, aunque no
habia duda alguna de que Zapata era el verdadero capitan de la rebeli6n,
Torres Burgos tenia su lugar -"sabia c6mo hablar", y por eso lo comisionaron para leer el Plan de San Luis en Ayala.1ls Los morelenses Luciano
Cabrera y Otilio Montafno tambien fueron intelectuales de este tipo.11'
Otros maestros menos conocidos tambien tuvieron su parte en la Revoluci6n: David Aguilar, por ejemplo, maestro en Jayacatla,n, Oaxaca, y
uno de los muchos maestros zapotecas de la regi6n, encabez6 a un grupo
de rescate para salvar a once agraristas que iban rumbo a la carcel despues da atacar una hacienda cerca de Etla. Por instancias de Aguilar, fueron sustituidos en la carcel por el hacendado (un ingles furibundo).120
Tambien Veracruz tuvo a sus maestros revolucionarios: Gabriel Gavira,
quien se habia refugiado en Santa Ana Atzalan en los primeros dias dificiles de la revoluci6n maderista, recibi6 ayuda de "Jesus Jimenez, maestro
de musica del pueblo, quien con unos indios decididos ofrecio ponerse
a mis 6rdenes".121
Segun estos ejemplos, el maestro del pueblo tambien hacia las veces de
abogado, y los abogados ocupaban el segundo lugar en los pueblos despues del maestro en el papel del clasico intelectual laico pueblerino. Este
tipo de abogado distaba mucho del abogado citadino -grupo muy aferrado al viejo regimen o, cuando mucho, simpatizante oportunistamente
812.00/1948 sobre Navarro; los dos fueron maestros rurales y los dos se criaron
en la fe cat6lica.
116 Frederick
Starr, In Indian Mexico: A Narrative of Travel and Labor, Chicago, 1908, p. 305; Horcasitas, De Porfirio Diaz a Zapata, cit., p. 33; Lewis, Pedro
Martinez, cit., pp. 190-91; Gadow, Through Southern Mexico, cit., pp. 114-15.
117 Buve, "Peasant Movements",
cit., p. 126.
I18 Womack, Zapata, cit., pp. 29, 70, 75.
119 Ibid., pp. 29-30, 75, 398-399.
120
Hohler, Ciudad de Mexico, 18 de julio de 1911, F.O. 371/1148,30410;
Gadow, Through Southern Mexico, cit., pp. 163, 211, sobre los maestros zapotecas.
121 Gavira, Su actuacion, cit., p. 28.
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de la revoluci6n a nivel nacional, como civil.122Unos peldainos mas abajo se encontraba el abogado que, a pesar de su educaci6n juridica, preferia representar a la gente de los pueblos, a veces de su pueblo de origen.
Hans Gadow habla de un muchacho listo de Oaxaca que estudi6 derecho
en la ciudad de Mexico y "ahora (1909) es un distinguido abogado en
la capital con una gran clientela indigena" -prueba de que no se habia
cerrado el camino de Juarez para llegar a la fama.123Otros regresaron a
sus pueblos cargados con sus nuevos conocimientos: Joaquin de la Cruz
a Naranja; Jose Cardel a La Antigua, Veracruz; Felipe Carrillo Puerto a
Notul.124 Llegada la Revoluci6n, los dirigentes ambulantes como Gavira
facilmente encontraban a pasantes de derecho para vigilar la restituci6n
legal de las tierras a las comunidades desposeidas como Villa de Reyes,
en San Luis Potosi.l25
En el escalon inferior de la jerarquia se encontraban los abogados pueblerinos que carecian de educacion formal, pero que conservaban su puesto (informal) en virtud de que tenian cierta instruccion (a juzgar por
alguna de sus cartas, una instruccion relativa), buena reputacion y conocimientos autodidactas del derecho, especialmente en relaci6n con las leyes de propiedad. Lo que realmente les daba de comer a los abogados de
los pueblos en todo el pais durante el porfiriato, y lo que les dio fama
en la revoluci6n, fue el alud de pleitos y litigios por tierras. Severino Ceniceros represent6 a los indios ocuila de Cuencame en su pleito con la HIacienda de Sombreretillo,y aunque Calixto Contrerasfue el que los dirigi6 en
su larga revuelta agraria despues de 1910, Ceniceros es quien se destac6
en la revoluci6n de la Laguna.126En Ometepec, Guerrero, unos indigenas
rebeldes retomaron unas tierras que antes habian sido de la comunidad,
azuzados, se dijo, por "un tinterillo de mala ley y de mala fe", un tal Liborio Reyna, y el comandante maderista que reprimi6 el levantamiento
(y cuya familia habia sufrido por causa del mismo), se refiri6 a esos "ladrones togados" que se aprovechan de las susceptibilidades del pueblo.27
Sin embargo, Reyna no parece haberse aprovechado de la susceptibilidad
de la gente, sino mas bien se ocup6 de darles consejos legales y de dirigirlos politicamente en un movimiento que tenia claras raices agrarias. Lo
mismo debe haber pasado con el juez indigena de Santa Fe, Guerrero, que
122
Coen, Durango, 8 de julio de 1915, S.D. 812.00/15462, sobre la imposibilidad de encontrar a un buen abogado "adicto a la Revolucion" que se hiciera
cargo del juzgado federal en Durango.
123
Gadow, Trough Southern Mexico, cit., p. 422.
124
Friedrich, Agrarian Revolt, cit., pp. 52-56; Fowler, Agrarian Radicalism,
cit., p. 154; Joseph, "Caciquismo and the Revolution", cit., p. 208.
125
Gavira, Su actuacion, cit., pp. 136-37.
126
Pazuengo, Historia de la Revolucion en Durango, cit., p. 7.
127 Archivo Robles
Dominguez, 12/22,2935; 27/2-210.
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apres6 al uinico terrateniente que quedaba en "este pequeiio distrito azucarero" -pues a los otros los habian corrido, expropiado o matado.128
Finalmente, hubo muchos otros dirigentes desconocidos que, con o
sin conocimientos de derecho, se hacian de fama por ser los voceros de
los agravios colectivos, enfrentandose con las autoridades y con los terratenientes, y ejerciendo alguna forma de control intelectual en la protesta
campesina. Hubo algunos como el viejo Isidro de Ixcotla, Tlaxcala, que
se sabia de memoria todos los linderos de las tierras de la localidad, y a
quien buscaban para resolver pleitos de tierras; hubo los "cabesiyas [sic]
del pueblo" como Juan Martinez de Huejanapan, Puebla, que vivian en
peligro porque les habian encomendado el cuidado de todos los titulos de
propiedad del pueblo "para que no se los fueran a robar los caciques".129
En Bachiniva. Heliodoro Olea, ranchero e1 mismo. defendio al pueblo
contra los caciques y otros rancheros locales que tenian monopolizada la
tierra y el gobierno local; lo tenian por hombre muy educado (habia publicado un libro), y habia sido magistrado y mas tarde presidente municipal, con un breve parentesis en la carcel por sus actividades politicas.130
Aunque varios factores sociales y politicos contribuycron a que Bachiniva
fuera un pueblo revolucionario en 1910, no se puede dudar que la obra
de Olea como precursor a nivel local fue un elemento decisivo.
Quiza una veintena de afnos atras Manuel Chaivez --el inteligente y
ecuanime hermano de Cruz Chavez, a quien buscaban los peones para que
los aconsejara- habia desempefiado el mismo papel en la genesis de la
rebeli6n de Tomochi.131
Esta clase de resistencia no se limitaba a los pueblos, aunque tenia mas
posibilidades de exito alli que en otras partes del pais. Por ejemplo, en
Zacatecas, en la hacienda del Refugio, le sali6 caro al padre de Zacarias
Escobedo, incitar a la rebeli6n:
mi padre [...] era algo listo, no tenia educacion,pero sabia c6mo arreglarselas [...] sabia como hablar y les dijo [a los peones] que teniamos que ver
c6mo se podian componer las cosas para todos en el rancho; les pidi6 que
nos dieran tierra para cultivar [...] Asi cl y otros dieron a conocer sus ideales, que querian mis libertad, y los corrieron de la hacienda, les dijeron
vayanse,aqui no hay trabajopara ustedes.l32
128 I.
Mathewson, Santa Fe, Guerrero, a J. P. Hallihan, 26 de febrero de 1912,
S.D. 812.00/3478..
129
Starr, In Indian Mexico, cit., p. 193; Juan Martinez a Madero, 19 de septiembre de 1911, Archivo Madero, rollo 19.
130 Marquez Camarena, entrevista, PHO 1/113; Olea a Terrazas, agosto 28,
1899, agosto 18, 1903, febrero 15, 1904, Archivo Terrazas, caja 26.
131 Francisco R. Almada, La Rebelion de Tomochi,
cit., Chihuahua, 1938,
p. 39.
132
Zacarias Escobedo Giron, entrevistado por Ximena Sepulveda Otaiza, 1973,
INAH, PI1o 1/129.
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Algunos de esos dirigentes se pudieron quedar en sus lugares y, a medida que la revolucion le quitaba fuerza a los terratenientes, poco a poco
fueron encontrando formas mas efectivas de representar a los campesinos,
a los peones: con violencia, por medio de organizaci6n politica, a traves
de sindicatos. Asi fue como Primo Tapia -"muy indio pero muy listo"se hizo dirigente en Naranja; asi sucedi6 con la formidable dofia Lola, de
Atencingo, y con Ursulo Galvan y Manuel Almanza de Huatusco, originalmente gente del campo, que regresaron al agrarismo despues de haber
pasado una temporada importante de formaci6n en el ejercito revolucionario y en los sindicatos de las ciudades.133
El refinamiento progresivo de los intelectuales pueblerinos en los afnos
20 fue muy importante (volvere a este punto en mis conclusiones); pero
no ha\ que pensar que sus antecesores en el porfiriato y en la revoluci6n
fueron tontos. Es cierto que muchos fueron autodidactas, y su ideologia
a menudo era simple y casi nunca sistematizada. Poco interes tenian en
el anarco-sindicalismo mal articulado que circulaba entre los grupos de
las clases trabajadoras -muy pequefios grupos, que a menudo se centraban alrededor de politicos burgueses y generales manipuladores.134Mas
bien ofendia a las susceptibilidades campesinas el anticlericalismo violento
(con su correspondiente austeridad) que le habia dado cierto denominador
comun a los constitucionalistas, y esto mas que un puente, producia un
abismo entre la ciudad revolucionaria y el campo revolucionario. Aunque
se dio algo de polinizaci6n ideologica -al trasladarse a Morelos algunos
voceros de la Casa, y mas, al pasarse al campo carrancista algunos autenticos agraristas- en general el campo y la ciudad tenian una ideologia
difercnte, al menos en la etapa de la revuelta armada.l35
Es dificil ponrmenorizarel repertorio ideologico y los simbolos de los
intelectuales de pueblo en la revuelta rural, excepci6n hecha de las versiones catolicas qtue arriba expuse. Los sacerdotes -catolicos o protestantes- tenian sus crencias y ademas tenian sus simbolos emotivos y sus ritos:
los sacramentos y las misas, los santos del pueblo y del barrio, la panoplia
del ritual religioso, las advertencias que aparecian en los retablos de la iglesia, y sobrc todo, el ptilpito y el confesionario, que para muchos -y no s6lo
para los comecuras revolucionarios- eran poderosos centros de difusi6n,
no solo de ideologia religiosa, sino tambien de ideas politicas.36
Quie podia ofrecer a cambio el intelectual laico del pueblo, el maestro,
el abogado. el tribuno por cuenta propia?, con que recursos ideologicos
133 Friedrich, Agrarian Revolt, cit., pp. 72 ss.; David Ronfeldt, Atencinoo, The
Politics of Agrarian Struggle in a Mexican Ejido, Stanford, 1973, pp. 12-49; Fowler, Agrarian Radicalism, cit., p. 30. Veanse tambien mis conclusiones en este ensayo.
134 Barry Carr, El movimiento obrero y la politica en Me'xico, 1910-1929, Mexico, 1976, t. 1.
135 Esta diferencia se borro con el tiempo, como se vera mas adelante.
136 Vera
Estafiol, La Revolucion Mexicana, cit., p. 247.
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o institucionales podia contar? Primero, a diferencia de los doctrinarios
anticlericales citadinos, recurrian a la oratoria cat6lica cuando les convenia. Se dice que en 1891, Cruz Chavez manifesto que el pueblo de Tomochi "defendia el pabellon de la Virgen y la religi6n de Dios, y que
por este motivo, de alli en adelante repudiaban a la autoridad [local]; lo
mismo que a toda autoridad que no emanara del pabellon de la Virgen".l37
Veinte afnos despues el Plan de Ayala del zapatismo -redactado, dice
Womack, en un estilo que le debe haber "provocado nausea o risa a los
anarcosindicalistas"- se referia a la Revoluci6n "gloriosamente iniciada
con la ayuda de Dios y del pueblo".138Y aun mas tarde, cuando el anticlericalismo penetraba al movimiento agrario, principalmente como resultado de la polinizaci6n arriba mencionada, a los dirigentes populares les
convenia seguir usando la ret6rica y los simbolos catolicos para sus propios
fines: Primo Tapia, por ejemplo, hablaba de la Biblia en sus arengas, y
en Yucatan, Carrillo Puerto pretendia "trabajar dentro de la tradici6n
[popular cat6lica] sustituyendo simplemente los nuevos simbolos graficos
del socialismo por lo viejos y desgastados simbolos catolicos". Este extranio
sincretismo politico-religioso tuvo su culminaci6n en Tabasco con Garrido
Canabal.139
Pero si bien estos dogmatizadores subsiguientes se aproliaban del ritua)
de
la iconografia catolicos, distorsionandolos y caricaturizandolos, los zay
patistas lo hacian con reverencia y naturalidad; cosa comuin, dada la multiplicidad de representaciones de la Virgen de Guadalupe, en toda la rebelion popular campesina.1'" Es mas, esta religiosidad sencilla campesina,
reprobable segun los discipulos de Ferrer, coexistia tranquilamente con
una forma tradicional campestre de liberalismo, que se remontaba a la
epoca de los heroes de la Reforma (que aunque expropiaron las propiedades de la Iglesia nunca sofiaron en extirpar al catolicismo, como pretendieron hacerlo algunos nuevos dogmatizadores post-revolucionarios).
Por lo tanto, el liberalismo tradicional -nostalgico, patriota, sentimentalligado y no en conflicto con el catolicismo, le servia de base ideologica a
los intelectuales laicos de los pueblos, y por extensi6n, tambien les servia
a sus seguidores.
Algunos maestros como Montafio difundian la versi6n de la historia
de los libros de texto porfiristas, contrastando las viejas hazafias con la
decadencia politica del momento; "si Hidalgo o Juarez se salieran de su
tumba y vieran la terrible esclavitud en que viven sus hijos" decia un viejo
Comparese con Almada, La rebelion de Tomochi, cit., pp. 41, 62.
Womack, Zapata, cit., pp. 398, 401.
139 Friedrich, Agrarian Revolt, cit., pp. 65; Joseph, "Caciquismo and the Revolution", cit., p. 216, y del mismo autor, "Revolution from Without: the Mex:can
Revolution in Yucatan, 1915-1924", Universidad de Yale, tesis de doctorado, 1978,
p. 317; Carlos Martinez Assad, El laboratorio de la Revolucion, el Tabasco garridista, Mexico, 1979, pp. 46 y ss.
140
Knight, "Peasant and Caudillo", cit., pp. 48, 267 (nota 123).
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liberal, "se regresarian indignados a la tumba", y para individuos como
este, "entre mas extravagantes los cientificos, mas grandes se ven los heroes
tradicionales".'41Los discursos de la revolucion popular estaban pletoricos
de referencias a la tradici6n liberal, encubierta de sentimientos patrioticos
-aunque no nacionalistas.142 Francisco Figueroa, intelectual revolucionario de Huitzuco, se destacaba porque habia escrito una biografia de Juarez; pero muchos dirigentes menos preparados (y aun algunos de sus
seguidores) metian referencias a Juarez, Lerdo, o Morelos en todos sus pronunciamientos y conversaciones, invocando el "c6digo inmortal del 57", o
la "sangre revolucionaria de Ayutla", repitiendo el clasico lema liberal
"el respeto al derecho ajeno es la paz".143Tomaban muy en serio sus principios liberales y patri6ticos: cuando los rebeldes de Sinaloa capturaron
al viejo general Higinio Aguilar en 1911, Juan Banderas orden6 que lo
pusieran en libertad porque habia sido "corneta a las 6rdenes del general
Zaragoza en la batalla de Puebla [...] y por lo tanto [era] un heroe de la
patria, digno de todo respeto".144
Esta forma de lealtad ideologica -combinada con otros factores, econ6micos, clientelistas y regionales- era la base de la perdurable afiliaci6n
liberal de muchos grupos de la sociedad mexicana: de comunidades como
Cuchillo Parado en la frontera norte, o Mixquiahuala de Juarez en el
Valle del Mezquital, Hidalgo; de familias como de los Zapata, los Sanchez Magallanes de Tabasco, los Salazar de Casas Grandes, los famosos
jacobinos de Los Altos, y evidente y significativamente, de profesionales,
maestros -muchos de ellos "bien versados en la teoria liberal y jacobina",
como Esteban Baca Calder6n- a quienes siempre buscaba Gabriel Gavira,
dondequiera que lo llevara su odisea por la faz de Mexico, seguro de que
le darian buenos consejos, ayuda y atenciones.145Gavira no era ninguintonto. El cura seria el centro de una tradicion intelectual, pero el maestro y la
141 Womack, Zapata, cit., pp. 399; Gonzalez a Flores Mag6n (en la nota nuim.
50 de este trabajo).
142 Aunque aqui no se puede entrar en detalle, distingo entre el patriotismo
politico del siglo xix, y el nacionalismo mas agresivo del xx, que se caracteriza por
su estatismo, anticlericalismo y, sobre todo, por su importante dimensi6n econ6mica.
143 Jacobs, "Rancheros of Guerrero", cit., p. 81; Womack, Zapata, cit., pp.
401; Manuel Gonzalez Calzada, Historia de la Revolucion en Tabasco, Mexico,
1972, pp. 73-74; John Reed, Insurgent Mexico, Nueva York, 1969, p. 66.
144 Hector Olea, Breve Historia de la Revolucion
en Sinaloa, Mexico, 1964,
p. 35.
145 Alberto Morales Jimenez, Hombres de la Revolucion Mexicana: 50 semblanzas biograficas, Mexico, 1960, p. 178; Lucio Mendieta y Nunfiez, Efectos sociales de la Reforma Agraria en tres comunidades ejidales de la Republica Mexicana,
Mexico, 1960, p. 134; Leonardo Pasquel, La generacion liberal veracruzana, Veracruz, 1972, pp. 321-22; y Lespinasso, Frontera, 8 de abril de 1911, S.D. 812.00/
1405; Jose Renteria, jefe politico, Distrito de Ray6n (Chihuahua) al Gobernador
Sanchez, marzo 15 de 1907; Archivo Terrazas, caja 28; Aguilar, "The Relevant
Tradition: Sonoran Leaders in the Revolution", en Brading, Caudillo and Peasant,
cit., p. 118; Gavira, Su actuacion, cit., pp. 134, 136, 144.
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escuela eran el simbolo de otra. La escuela era, para algunos, "el templo
de la mas alta trascendencia nacional". La frase no viene de los escritos de
algiun gran intelectual nacional, porfirista o revolucionario, sino de una
peticion hecha por gente humilde del pueblo de Amecameca, que protestaban en 1913 porque el ejercito estaba usando la escuela como cuartel.l46
Los abogados de pueblo tambien tenian sus simbolos de oficio: en su
mayor parte, titulos de propiedades en litigio que les dejaban a su cargo,
y que cuidaban casi con veneracion.l47 La custodia de esos documentos
importantes, un tanto deshilachados, por parte de los tinterillos, era una
forma de preservar la historia de la comunidad. "La historia no formaba
parte, o casi no formaba parte de la cultura de Montaillou", dice Le Roy
Ladurie; pero no se podia decir lo mismo de las cornunidades indigenas
de Mexico en el porfiriato y en la revolucion. Las peticiones que dirigia
el pueblo a las autoridades politicas casi siempre venian con un largo
preambulo hist6rico para justificar el caso: cuando el pueblo de Ixtepeji,
Oaxaca, se dirigio a Madero en junio de 1911, se hizo referencia a su
participaci6n en las revueltas de La Noria y de Tuxtepec, repasando en
detalle v con pasi6n, los pecados de los caciques Hernandez y Meixueiro,
padres de los caciques de la sierra en 1911.148 Es evidente que los intelectuales del pueblo tenian que recordar esos hechos hist6ricos, asi como
los linderos tradicionales de las propiedades del pueblo.
Para reforzar su posicion e inculcar su ideologia liberal/patri6tica, los
intelectuales laicos tenian sus dias festivos y ceremonias en competencia
con los de la Iglesia: en especial, el 5 de mayo y los dias 15 y 16 de septiembre, cuando la banda tocaba en el z6calo, habia discursos patri6ticos,
fuegos artificiales, y los nifios del lugar le cantaban el saludo a la bandera.149Es interesante observar que durante las campanias de Madero en
los inicios de la revolucion (abril y mayo de 1911), estos ritos familiares
muchas veces precedian a la caida de las autoridades porfirianas, que
enseguida eran sustituidas por aspirantes maderistas -por lo regular con
el maestro local o el perenne jefe de la oposicion (abogado/intelectual
local) desempefiando un papel principal. De nuevo (como en Atlacomulco, Mexico), tocaba la banda, se izaba la bandera, se hacian discursos
desde el monumento a Hidalgo y se daba rienda suelta al entusiasmo; con
la diferencia principal de que el retrato de Diaz se retiraba de las oficinas
del avuntamiento y los fuertes "vivas" eran ahora para "Madero y Libertad".'?5 En afios posteriores, los dirigentes revolucionarios aprovecharon
14G
Petici6n de Amecameca, junio de 1913, Gobernaci6n, 62/51.
147 Womack, Zapata, cit.,
pp. 371-72, 381-82; Gadow, Through Southern Mex-
ico, cit., p. 172; Oscar Lewis, Life in a Mexican Village: Tepoztlan Restudied,
Urhana, 1963, pp. 114-15.
148 Le Roy Ladurie, Montaillou, cit., p. 281; petici6n de unos "pobres labradores" a Madero, junio 16, 1911, Archivo Madero, rollo 20.
149 Horcasitas, De Porfirio Diaz a
Zapata, cit., pp. 85, 93, 95-99.
150 Marcos L6pez Jimenez a Madero, 24 y 30 de junio de
1911, gobernacion 898.
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INTELECTUALES
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EN LA REVOLUCION
el aniversario de la Independencia para demostrar su patriotismo, para
cambiar los nombres religiosos de las calles por nombres seculares (cosa
bastante frecuente en esos dias) y para premiar a los maestros y artesanos
destacados, asi como para dinamitar las mojoneras de algunos latifundios.151
En una sociedad basicamente analfabeta, el intelectual del pueblo salia
a relucir en estos eventos publicos que tenian lugar con regularidad en los
aniversarios nacionales (que irian aumentando a consecuencia de la revoluci6n),
y reforzaba su identificaci6n
con las tradiciones liberales patrio-
ticas. Otilio Montafio y Braulio Hernandez, por ejemplo, que pronto
seran capitanes intelectuales de la revoluci6n, tomaron parte en las celebraciones del Centenario de 1910. Ambos, con sus seguidores, se daban
cuenta del contraste entre la ideologia oficial y la przacticaoficial; por ello
hasta el Centenario --que debia representar la reivindicacion triunfal del
regimen- servia de plataforma para la protesta popular de la provincia
contra las autoridades.'52Pero sucediera o no lo anterior, era en esos momentos de conmemoraci6n nacional -especialmente cuando el eco del
Grito salia del zocalo de la ciudad de Mexico para repiquetear en todos
los pueblos de la provincia- cuando el intelectual laico se ubicaba en su
lugar y el kiosko del pueblo se convertia en el pillpito laico de la comunidad.
Ram6n Puente resume el caricter y la funci6n de este desatendide estrato social en terminos habiles aunque un tanto avispados. Describe a:
los que hacen comentariossobre la prensa de la ciudad y opinlaniso)bre la
politica del pais, los que tienen a su cargo los discursosen las bodas, bautizmos y funeralesdistinguidos;los que con sus corazonesinflamadosde devoci6n por nuestrosheroesy martires,ocupanla tribunacada 15 de septiembre,
galvanizandoa las multitudesristicas; los que [...] son los eternoscandidatos
para las secretariasde jefaturadel pueblo, o para cualquierotra secretaria.'5"
Con la revolucion abundaban las secretarias. en las recien constituidas
presidencias municipales, o al lado de algu'n cabecilla. A medida que se
extendia la revoluci6n popular, el intelectual del pueblo, "el mago de la
palabra",154avezado en los ritos y en la ideologia liberal, necesariamente
desempef6o un papel importante en la revoluci6n a cierto nivel, en la
articulacion, direccion, y cohesion de los programas, llenando asi un
vacio ideologico creado por la ausencia y por la impotencia de los "grandes" intelectuales de las ciudades.
151
Gavira, Su actuacion,
152 El Correo de
cit., pp. 142-44.
Chihuahua, 15 y 18 de septiembre de 1910.
153 Ram6n Puente, Pascual Orozco
y la Recuelta en Chihuahua, Meixico, 1912.
p. 49.
154 Cosi(l
Villegas, "Politics and the Mexican Intellectual", cit., p. 31.
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REVISTA MEXICANA
DE SOCIOLOGIA
V
Pero esto solo ocurri6 a medida que se extendia la revoluci6n y se
diluia el poder central, difundiendose de las ciudades y centros militares
a los pueblos, las sierras y las zonas rurales. Los sucesos militares podian
cambiar el flujo. Los triunfos de 1911 y de 1915, y la dictadura contrarrevolucionaria de 1913 intentaron devolverle el poder al centro por encima
de un engranaje de pequeiias revueltas locales. Para la dirigencia revolucionaria (primero la maderista y luego la carrancista) prevalecia una
division del trabajo revolucionario: que lucharan los campesinos -en
1910-1911, y otra vez en 1913-1915- pero gobernar era la prerrogativa
de las clases educadas. Madero pensaba que el "elemento intelectual" y
no las "masas analfabetas" era el que debia gobernar en Mexico; 1e queria licenciados, y no carpinteros, en los gobiernos de la Federaci6n.155Carranza, decian sus enemigos, era presidenciable; Zapata no. El propio
Carranza hubiera estado de acuerdo con esto, pues le encantaba sefialarle
su falta de instrucci6n a sus subalternos analfabetas o semiinstruidos.l56
Ellos, a su vez, se sentian molestos por esta situaci6n, ya que muchos
recordaban los sucesos de 1911 cuando el Tratado de Ciudad Juarez habia
detenido la revoluci6n popular (para el disgusto de cabecillas triunfadores
como Orozco),157 y salieron los licenciados de su refugio citadino para
reclamar su herencia politica y engrandecerse a la sombra de los nuevos
patrones, llevandose los mejores puestos -secretarias de estado, gubernaturas, jefaturas- mientras que los autenticos capitanes de la revolucion
se quedaban con las sobras, como comisiones sin importancia con los rurales. Por eso, a medida que los respetables maderistas (o peor aun, los
respetables porfiristas) formalmente tomaban el poder, los revolucionarios
agraviados tomaban de nuevo las armas, enfrentandose con el regimen
maderista en una serie de rebeliones entre las que la de Orozco y la de
Zapata fueron las mas serias.
La segunda etapa de guerra civil (1913-1914) se caracteriz6 por una
tendencia semejante, pero cambiante. Cuando el golpe de Huerta le puso
fin al experimento liberal de Madero, la iniciativa volvi6 a pasar a manos
de los cabecillas rurales, sus fuerzas campesinas, y sus respectivos caciques
intelectuales. A partir de entonces, mientras Carranza y los sonorenses
dirigian una revoluci6n ordenada, semiprofesional, enfocada principalmente a defender las limitadas ganancias politicas contra la intransigencia de Huerta, los demas revolucionarios constitucionalistas (y eran la
mayor parte) se encontraban descentralizados, fragmentados, y capitaneados por cabecillas populares del estilo del Demetrio Rojas de Azuela: Julian Medina (fue el modelo de Rojas), Juan Carrasco, Juan Banderas,
155 C6rdova, La
ideologia, cit., p. 112; Gavira, Su actuacio'n, cit., p. 58.
156 Luis
Felix
Manuel
Un decenio
Liceaga,
Diaz, Mexico, 1958, p. 57;
Calero,
de politica mexicana, Nueva York, 1920, p. 145.
157 Pedro Sandoval a E. Vizquez Gomez, 26 de
julio de 1911, Gobernaci6n 898.
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EN LA REVOLUCION
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Julian Blanco, los Herrera, los Cedillo, los Arrieta, Calixto Contreras,
Panfilo Natera, Jesus Salgado y, por supuesto, Villa y Zapata.
Nuevamente sufri6 Mexico una "traicion del clero" a gran escala. Casi
todos los maderistas respetables le hacian caravanas a Huerta. Quiza Carranza no, porque no tuvo oportunidad de hacerlo. Los liberales pensantes, educados, de la ciudad aceptaron la dictadura militar. Los gobernadores estatales como Manuel Mestre Ghigliazzi de Tabasco -un serio
joven maderista y poeta lirico, que poco antes habia jurado su lealtad
inquebrantable a la causa constitucional- humildemente le telegrafiaron
a Huerta su adhesion.l58 Hicieron otro tanto Cepeda en San Luis, Leyva
en Morelos, Riveros en Sinaloa, Silva en Michoacan, Castillo Brito en
Campeche, Perez Rivera en Veracruz. El Bloque Renovador de la XXVI
Legislatura, la elite intelectual del maderismo, se dedico a la prevaricaci6n y a la discusi6n, y solo mas tarde, cuando ya tomaba impulso la revolucion constitucionalista, se dirigieron al norte algunos de sus miembros,
adonde los recibieron con poco entusiasmo en el campo carrancista sonorense. Es evidente que solo una parte de la intelectualidad del maderismo
se reintegr6 a la revolucion constitucionalista. Algunos de los intelectuales
clasicos urbanos se alejaron totalmente de la politica; 159 otros, despreciados por los carrancistas, coquetearon con Villa, algunos, como Jesu'sFlores
Magon y Toribio Esquivel Obreg6n, empujados por su antipatia hacia
la revoluci6n popular, se pusieron al servicio de Huerta.
De esta manera, en parte por decisi6n propia, y en parte porque las
circunstancias asi lo dictaron, los constitucionalistas evitaron repetir el
error mas grande de Madero, es decir, prescindir de los mas autenticos dirigentes populares, o despreciarlos, o perder su apoyo. Los sagaces pragmaticos sonorenses percibieron la necesidad de tener una base popular politico-militar y en tanto no la pudieran generar con trinquetes, sobornos, o
apelando al pueblo, estaban dispuestos a dejar que los cabecillas locales
colonizaran el movimiento revolucionario en un medida inaceptable en
el regimen de Madero. Asi fue como los Arrieta llegaron a dominar en
Durango; Luis Gutierrez, apoyando a Carranza en contra de su hermano,
en el noreste; Maximo Rojas de Tlaxcala -todos ellos allegados tardios
a la coalici6n de Carranza. De hecho, el triunfo del carrancismo primero
contra Huerta, y luego contra Villa, se debi6 a esta combinaci6n de dirigencia pragmatica, nacionalista y politico-militar populista: una "sintesis
nacional" que podia tomar y conservar el poder.'6
Sin embargo, esa sintesis presentaba un problema, especialmente una
vez que triunf6 el constitucionalismo, se derroto a Villa, y la reconstruc158 Manuel Mestre Ghigliazzi a Pino Suarez, 8 de mayo de 1912; idem, a Gobernaci6n, 15 de febrero de 1913, en Fabela, Documentos historicos de la Revolucion mexicana: revolucion y regimen maderista, III, Mexico, 1965, p. 366; Revolucion y regimen constitucionalista, IV, p. 51.
159 Krauze, Caudillos culturales, cit., pp. 59-60.
wo Knight, "Peasant and Caudillo", cit., pp. 49-58.
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REVISTA MEXICANA
DE SOCIOLOGIA
ci6n/normalizaci6n estaban nuevamente en la agenda, como en 1911. Para
los carrancistas mas instruidos, respetables, esto significaba que habia que
regresar rapidamente a la vida y al gobierno civil, ordenado -gobernar
con licenciados- dando de baja el ejercito. La victoria se debia, decia
El Dem6crata en 1916, a una alianza de "los que pensaron y los que
actuaron, los apostoles y los guerreros"; pero "terminada ya la acci6n,
se necesitan personas que puedan conjuntar y vigorizar las ideas sobre
una base solida".'1l O bien, como lo expreso un ano mas tarde Vicente
Lombardo Toledano, uno de los recientemente surgidos intelectuales revolucionarios: "el patriotismo que ahora se necesita no es el de los valientes, sino el de los sabios, para que nos guien, nos eduquen, y nos muestren
los caminos que nos tiene deparados la vida".162Cortesmente se les estaba
indicando la puerta a los militares, como en 1911. Pero ahora los militares tenian paladines poderosos, como Obreg6n o Benjamin Hill, y no
pensaban cederle el paso a petimetres civiles oportunistas.163Y es aqui
donde se vuelve mas evidente el "antiintelectualismo" de la revoluci6n,
como lo percibio Cosio Villegas.164
El intento de los intelectuales/civiles de retomar su lugar, y la fuerte
resistencia que provoco en los militares (evidenciada en la ciudad de Mexico y en Aguascalientes en 1914, y nuevamente en Queretaro en 19161917) produjo una divisi6n fundamental entre los civiles y los militares
en el movimiento constitucionalista, divisi6n que suele atribuirse erroneamente a diferencias ideologicas de base. Pero en esencia, el choque no
fue de principios ni de clases, sino de castas.l65Y naturalmente, Palavicini
fulminaba contra los militares en las paginas de El Universal (cuando
estos se lo permitian); Nieto se lamentaba de que el gobierno no pudiera
controlar a sus generales pendencieros, y en la Convenci6n Constitucional
se desgarraban unos a otros los civiles y los militares.166Finalmente, en
1910 Carranza perdi6 el poder y perdi6 la vida en un vano intento de
asegurar la sucesi6n civil, al tratar de bloquear a Obreg6n a favor del
exalumno de MIT, "Meester" Bonillas.
Los militares ganaron en 1920. Se conservaron el presupuesto militar,
los trinquetes militares y el poder politico-militar. Pero con el tiempo,
esta result6 ser una victoria pirrica, porque parad6jicamente, la uinica
forma de domeniar, profesionalizar, debilitar y, aleg6ricamente hablando,
confinar en el cuartel al ejercito revolucionario, fue mediante un periodo
de transici6n de supremacia militar. Como se sabe, esto lo lograron ObreEl Democrata, 3 de noviembre de 1916.
Krauze, Caudillos culturales, cit., pp. 86.
1.63 F. Barrera
Fuentes, introducci6n a Cronicas y debates en las sesiones de la
Soberana Convencion Revolucionaria, M6xico, 1964, t. 1, pp. 37, 73.
164 Cosio
Villegas, "Politics and the Mexican Intellectual", cit., p. 30.
165 C. B. Parker, Quer6taro, 6 de diciembre de
1916, 11 de enero de 1917.
S.D. 812.00/20033, 20258.
166 Thurstan, Ciudad de
Mexico, 16 de abrilt de 1917; Body, Ciudad de Mexico, 7 de diciembre de 1917; F.O. 371/2960,96568;
/2964,236721.
1l6
162
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EN LA REVOLUCION
gon, Calles y Amaro durante los anios veinte. La decada que empez6 con
la matanza de Tlaxcalantongo termin6 con la creaci6n del PNR en Queretaro.
VI
A medida que retrocedian los militares -orillados - persuadidos por
sus viejos paladines, Obregon y Amaro-, empezaron a resurgir los intelectuales civiles y nacionales. La institucionalizaci6n de la revoluci6n necesit6 de sus talentos, de personas como Moises Saenz, Puig Casauranc y
Vasconcelos en educaci6n, Pani y Montes de Oca en las finanzas. Tambien en los estados, los gobernadores rusticos de la revoluci6n, Domingo
Arrieta en Durango, Luis Gutierrez en Coahuila, Carlos Greene en Tabasco, le empezaron a ceder sus lugares a los ide6logos educados: Zuno
(Jalisco), Portes Gil (Tamaulipas), Tejeda (Veracruz), Garrido Canabal
(Tabasco).1;7 Con el paso de los anos se hizo evidente que el prestigio y
la popularidad de los campos de batalla ya no eran un pasaporte para
llegar a los altos puestos: ahora se necesitaban los titulos profesionales y
la experiencia; la Universidad se convirti6 en el trampolin para entrar
en la politica nacional.'18 Simbolicamente, Luis Cervantes se dio de baja en
la revoluci6n, y us6 sus ganancias mal habidas para obtener un titulo
universitario en los Estados Unidos.
Los autenticos veteranos sobrevivientes (y sufrieron un altisimo indice
de mortalidad no solo durante la revolucion sino tambien despues, durante las revueltas de los afnos veinte) o cayeron en el olvido, como los
Arrieta, o permanecieron en un estado de molesta ambivalencia, defendiendo enclaves de populismo tradicional contra el Estado revolucionario absorbente, destructivo, como Saturnino Cedillo hasta que se vio forzado a tomar
una decisi6n final, fatal, en 1938.169Mientras tanto, la nueva elite nacional,
incluyendo su creciente numero de intelectuales, recordando la amarga
experiencia del periodo 1910-1920, decidio mejorar el inconcluso programa de desarrollo del porfiriato. Se seguiria por el camino del capitalismo,
se estimularla la produccion de mercado, la industrializaci6n y la proletarizaci6n, dentro de ciertos limites, pero sin descuidar la infraestructura
social, comnofue el caso de don Porfirio, para su desgracia.l70 Se habia
167
Comp6arese con Fowler, Agrarian Radicalism, cit., pp. 74-75, 113-14, quien
parece refttar a Tejeda en su pretensi6n de ser un "lider organico" del campesinado. Yo prefiero la divisi6n entre los viejos y los nuevos caudillos que hace Dudley Ankerson, "Saturnino Cedillo, a Traditional Caudillo in San Luis Potosi, 18901938", en Brading, Caudillo and Peasant, cit., pp. 140-141. En el mismo tomo,
Jacobs, "Rancheros of Guerrero", pp. 90-91, explica la forma en que la familia
Figueroa atraviesa por las dos etapas.
1';S Krauze, Caudillos culturales, cit., pp. 98, 105-106.
169
Ankerson, "Saturnino Cedillo", cit., pp. 159-68.
170 William
P. Glade, Jr., "Revolution and Economic Development: a Mexican Reprise" en William P. Glade, Jr. y Charles W. Anderson, The Political Economy of Mexico, Madison, 1968, p. 18.
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creado una naci6n, se habia forjado una patria. <Pero como? Por un
tiempo, el Estado revolucionario podia contar con el agotamiento, el desgaste causado por la guerra, y la fuerza bruta para generar una legitimidad espuria: despues de la derrota de Villa en 1915, Carranza y los constitucionalistas gobernaron como pudieron. Siempre tenian el recurso de
la vieja formula de Diaz: pan o palo. Pero el nuevo Estado, que alimentaba a los hambrientos o apaleaba a los rebeldes, no se atrevia a descuidar el alma y la mente de sus ciudadanos como lo habia hecho Diaz. El
Mexican Herald, que no simpatizaba con la revoluci6n, habia advertido
anos atras que el gobierno deberia copiar al socialismo y no dejar que
los peones quedaran a la merced de la propaganda anarquista,l71 o de
otra manera se podria repetir la crisis de legitimidad de 1910.
La nueva elite revolucionaria estaba plenamente consciente de este
problema. Para tener un gobierno estable y poner en marcha un buen
programa de desarrollo economico se tenia que crear legitimidad (o 11amese como se quiera, consenso, hegemonia ideologica, enajenamiento). Y,
como se ha dicho, para esa tarea se requeria una mayor participaci6n de
los intelectuales. Un ejemplo clasico fue cuando los constitucionalistas
buscaron el apoyo de los trabajadores, no solo por medio del pacto con
la Casa del Obrero Mundial, sino mas tipicamente, a traves de la subsiguiente lucha ideologica entre los constitucionalistas y el Departamento
del Trabajo, por un lado, y la Casa del Obrero Mundial por el otro:
lucha que tuvo lugar en las juntas de sindicatos, afuera de las fabricas,
y en las calles de las principales ciudades de Mexico.l72 La politica del
gobierno en este sentide se podia llevar a cabo en los centros urbanos,
donde la propaganda tendia a ser mas efectiva, y el proletariado mas concentrado y receptivo. Pero que pasaba con el campo disperso, mudo,
analfabeta, y con las multitudes de "pueblos reacios al progreso",73 tan
poco afectos al constitucionalismo, a los sonorenses, o al Estado revolucionario, que habian salido de la revoluci6n ensangrentados pero no agachados, ya no sumisos como antes, y las viejas elites rurales muy debilitadas? 174
En este sentido, el Estado se centro en la educacion rural, que funcionaria al lado del programa de reforma agraria -la precavida, manipulativa reforma de los afnosveinte, la extensa (tambierrmanipulativa) reforma del cardenismo. En Mexico como en Francia, el maestro rural seria
el agente de vanguardia del Estado laico, la Repuiblica unica e indivisible: el paralelo lo senialaronrevolucionarios que leian a Hugo o a Zola.175
171 The Mcxcan
Herald, 6 de marzo de 1913.
172 V6anse, por ejemplo, los informes de Manuel Diaz
y Daniel Galindo al
14.
Departamento de Trabajo, 22 de marzo-23 de julio de 1915, Trabajo, 31/2/1/13,
173 Una frase
constitucionalista, cuyo origen no localizo de momento.
174
Buve, "Pesant Movements", cit., pp. 148-49; Lewis, Life in a Mexican
Village, pp. xxvi, 51, 429-30.
175 Martinez Assad, El laboratorio de la Revolucion, cit.,
p. 36.
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INTELECTUALES EN LA REVOLUCION
En su papel de agente de vanguardia, el maestro rural podia luchar contra la ignorancia e indiferencia del campesino, el particularismo local, "la
reacci6n", y sobre todo, contra la hegemonia rival de la Iglesia. Fue previsto
este papel durante la revoluci6n, se proclamo en Queretaro, se llev6 a
cabo con Vasconcelos y Narciso Bassols.76 Los bur6cratas de la educaci6n
se entusiasmaron con su causa trascendental, y el maestro rural entr6 a la
brecha para luchar -a veces de verdad- contra los enemigos del Estado.77
En poco tiempo, hasta los candidatos presidenciales habrian de seguir
el camino trazado por el maestro rural, llevando promesas revolucionarias y propaganda a los rincones mas rec6nditos del pais.178Ya para entonces estaba listo para entrar en el juego a toda maquina el mas poderoso aparato de producci6n de legitimidad: la reforma agraria. La
reforma agraria, en un nivel, era una politica economica: llevarle beneficios materiales al campesino, socavando de paso a los latifundios tradicionales, y en otro nivel, era clientelismo a gran escala, capaz de crear
una masa de ejidatarios dependientes, parcialmente satisfechos. Pero aparte de estas dimensiones marxista y namierista, tambien llevaba un fuerte
impacto ideologico. La reforma agraria y la educaci6n rural, en la epoca
"socialista" de los afos treinta, iban de la mano; el personal era intercambiable, pues como maestros estimulaban y procesaban las demandas campesinas; lo mismo en las respectivas ideologias, ya que a traves de la
educaci6n se difundian, el agrarismo y su pariente cercano, el indigenismo,
ambos con sus santos y martires, mitos y murales, catecismos y ritos. La
escuela rural se convirti6 en el "principal vehiculo para difundir la politica oficial a las masas, y en el centro de fermento ideologico y de activismo social".l79Todo esto ocurri6 fuera de los pianos que dibujaban los
ambiciosos ingenieros sociales: ocurri6 en pueblos de verdad como Valerio
Trujano, adonde, segfn Beale, "la escuela se habia convertido en el centro material, social, y espiritual del valeroso pueblo".'80
El intelectual necesariamente desempefiaba un papel principal en las
tareas de activismo ideol6gico y de legitimaci6n, a la par con el politico,
el planeador, y el cacique. Aunque la violencia politica sigui6 siendo endemica en los afnosveinte y bien entrados los treinta, y aunque el maestro
rural a veces era la victima principal, fue cambiando poco a poco la forma del conflicto politico, a medida que el maestro reemplazaba al cabecilla, y el burocrata reemplazaba al caudillo. Este proceso es muy evi176
Charles C. Cumberland, Mexican
Revolution.
The
Constitutional
Years,
Austin, 1972, pp. 225-26, 343-45; David L. Raby, Educacion y revolucion social
en Mexico, Mexico, 1974, pp. 11-18.
177 Stuart Chase, Mexico. A Study of Two Americas, Nueva York, 1931, p.
300; Raby, Educacion, cit., p. 202.
178 Luis Gonzilez, Historia de la Revolucion Mcxicana, periodo 1934-1940, los
artifices del cardenismo, Mexico, 1979, pp. 236-43.
1"9 Raby, Educacidn, cit., pp. 42-44, 110-125; Fowler, Agrarian Radicalism,
cit., pp. 56, 160-61; Carleton Beals, Mexican Maze, Nueva York, 1931, p. 197.
180 Beals. Mexican Maze, cit., p. 147.
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REVISTA MEXICANA
DE. SOCIOLOGIA
dente en la cima de la jerarquia politica, donde se notaba el aumento
de intelectuales nacionales: los ministros, los planeadores, los ecoiomistas
y los propagandistas, asi como su ejercito de colaboradores, "los pintores,
los muisicos,los medicos, los arqueologos, los cientificos [...] en la n6mina
del gobierno", cuya presencia not6 un observador estadunidense a principios
de los alnos treinta.181
Pero los intelectuales de pueblo que formaban la banda de transmisi6n
entre el Estado y el campesinado tambien desempeiiaban un papel importante, aunque menos brillante.182La intelectualidad nacional y los tecn6cratas dependian de sus humildes contrapartes si querian evitar la suerte
de sus antecesores los cientificos: un aislamiento remoto v politicamente
precario.183En otras palabras, necesitaban enganchar bien el ancla en la
poblaci6rorural, y la poblaci6n rural, especialmente las comunidades campesinas rebeldes de 1910-1920, ya habian llegado a un acuerdo con el nuevo monstruo y ahora necesitaban, como nunca antes, a sus secretarios y
redactores de discursos, a sus propagandistas y a sus paladines.184 En
cuanto a la plana de enmedio, los maestros y tinterillos, estos tambien
tuvieron que cambiar con el tiempo. Ya no trabajaban a las 6rdenes del
irascible indiferente cabecilla rebelde y en ese sentido eran mas independientes, y mas podrosos; pero ahora tenian que familiarizarse con el modo
del nuevo monstruo, tenian que sacar el nuevo pasaporte, aprenderse el
nuevo abrete-sesamo para poder penetrar en la guarida del monstruo.l85
Los antiguos aforismos liberales le cedieron el paso a los lemas radicales
agraristas. Se adoptaron nuevos terminos y simbolos. Marx sustituy6 a Morelos; se usaban camisas rojas en vez de blusas de manta; la hoz o el
machete usurpaban a la Virgen de Guadalupe.186Ahora las peticiones se
dirigian a las nuevas fuentes de poder -comisiones agrarias, autoridades
ejidales, comites del partido- y a los gobernadores de los estados y a los
presidentes. Ademas, los campesinos tuvieron que formar nuevas organizaciones, propias para la emergente economia politica corporativista: ligas,
partidos, sindicatos y otros.187
A medida que fueron aumentando estas demandas ideologicas e institucionales, se fue creando una nueva clase de dirigentes agrarios (o, cosa
mas dificil, los viejos dirigentes cambiaban con los tiempos). IOrsuloGal18i Chase, Mexico, cit., p. 321.
182 Gonzalo Aguirre Beltran, introduccion a Rafael Ramirez, La escuela rural
mexicana, Mexico, 1976, pp. 10-11.
183 Como se lo demostr6 Obreg6n a Vasconcelos, con su ingenio acostumbrado;
ibid., pp. 41-42.
184 Un buen
ejemplo es Ronfeldt, Atencingo, cit.
185 Como sefiala
Raby, Educacion, cit., p. 54, la ideologia podia cambiar, pero
el maestro seguia siendo el mismo.
1s6
Fowler, Agrarian Radicalism, cit., pp. 54-55; Beals, Mexican Maze, cit.,
p. 128; Ronfeldt, Atencingo, cit., p. 15.
187
C6rdova, Arnaldo, La politica de masas y el cardenismo, Me6xco, 1976.
pp. 112-17.
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EN LA REVOLUCION
van fue de visita a Rusia y Felipe Carrillo Puerto se carteaba con Lenin.188
Los modelos ideologicos tenian menos del liberalismo patri6tico del pasado, y mas del socialismo internacionalista actual y futuro. En terminos
generales, la dirigencia postrevolucionaria de segunda y tercera generaci6n tenia mas educaci6n y mas agudeza politica: en mayor nuimeroprocedian de ciudades y universidades -ya no s6lo en Veracruz- "la dirigencia
de orientacion rural, de procedencia rural, fue sustituida gradualmente
por una dirigencia de orientaci6n mais urbana, de procedencia urbana,
v con capacitaci6n tecnica".189 Por lo tanto, con el tiempo los intelectuales orginicos, productos del pueblo campesino, le cedieron el paso a agentes de origen urbano y de capacitaci6n especializada. Esto se aplica
especialmente a los maestros rurales: los primeros reclutas de los afios 20
---pueblerinos que sabian leer y escribir y que sobre esa base eran contratados como maestros rurales- fueron sustituidos por agentes educadores
capacitados, voceros de la ideologia socialista revolucionaria, tendencia
(que se acelero despues de las "purgas" de los afios 30.190
En este proceso, hubo quienes se vendieron. Se hicieron de bienes y
predicaron un falso agrarismo.19l Pero hubo otros que cumplieron con
servicios vitales, valientes, articulando los agravios v defendiendo los intereses de los campesinos dentro del nuevo sistema, demostrando que eran,
como Francisco Franco en Morelos, "dignos herederos del legado de Zapata": hombres y mujeres como Galvan, Tapia, dofia Lola, L6pez Huitr6n, y otros.'92 Es facil y grosero sefialar que al mismo tiempo estos
intelectuales rurales se desempefiaron como agentes del Estado para apuntalarlo, incrementar su legitimizaci6n, y reducir al campesinado a su control;
pero sin un revolucionismo abierto, quijotesco y peligroso (mas ftlcilmente
dicho que hecho), no les quedaba mnas remedio que trabajar con o al
menos )ara el Estado revolucionario. "El mundo es como es", como le
dijo un maestro veterano a David Raby, "pero hay que seguir tratando
de cambiarlo".19'
Traduccio'n de Maria Urquidi
Iss Fowler, Agrarian Radicalism, pp. 44; Joseph, "Caciquismo and the Revolution", p. 207.
189
Fowler, Agrarian Radicalism, cit., pp. 143-51.
190
Raby, Educacion, cit., pp. 14, 19, 55-56.
191 Womack, Zapata, cit., pp. 379-81; Schryer, The Rancheros of Pisaflores,
pp. 79. 107-12; Raymond Buve, "State Governors and Peasant Mobilisation in Tlaxcala", en Brading, Caudillo and Peasant in the Mexican Revolution, cit., p. 243.
192 Womack,
Zapata, cit., pp. 371-82; para referencias de Huitron, vease a
Fowler, Agrarian Radicalsm, cit., pp. 160-61.
193
Raby, Educacion, cit., p. 148.
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