Raíces en Movimiento: prácticas religiosas
tradicionales en contextos translocales
Kali Argyriadis, Renée de la Torre, Cristina Gutiérrez Zúñiga y Alejandra
Aguilar Ros (dir.)
Editor: Centro de estudios mexicanos y
centroamericanos
Año de edición: 2008
Publicación en OpenEdition Books: 24 abril
2013
Colección: Historia
ISBN electrónico: 9782821827868
Edición impresa
ISBN: 9789685891127
Número de páginas: 411
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ARGYRIADIS, Kali (dir.) ; et al. Raíces en Movimiento: prácticas religiosas tradicionales en contextos
translocales. Nueva edición [en línea]. Mexico: Centro de estudios mexicanos y centroamericanos,
2008 (generado el 07 enero 2015). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/cemca/252>.
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1
Qué tienen en común un santero y un conchero y qué comperten éstos con un practicante del
new age ? Ésta y otras cuestiones son el hilo conductor de la obra que ahora el lector tiene en sus
manos, un libro que nunca dejará de tomar en cuenta la profundidad histórica y la dimensión
política de los movimientos religiosos. Raíces en movimiento analiza los procesos dinámicos de
translocalización que las religiones conocidas como « tradicionales » (como son las religiones de
raigambre indígena o africanas) están viviendo en el contexto de los flujos globales. Asimismo,
los artículos que conforman esta obra tratan distintos sujetos (santeros, « yorubas del nuevo
mundo », « akan », danzantes, indiígenas o neoindígenas, chamanes, huicholes, mazatecos,
otomíes, new agers, consumidores de yajé, sufíes, etc.), quienes realizan sus prácticas rituales en
distintos contextos geográficos. El conjunto de los textos aquí reunidos contribuye a la
descripción de alteridades culturales genera y activa redes sociales que traspasan los límites
propios de las formas de organización básica estudiadas y de sus eventuales especificidades
identitarias.
2
ÍNDICE
Introducción
Kali Argyriadis y Renée de la Torre
Hacia una antropología colaborativa. De la sierra huichola a Nueva York
Hacia una revisión histórica y política de movimientos contemporáneos
ESTRATEGIAS DE ACOMODACIÓN Y DE PODER DESDE EL RITUAL
ESPACIOS DE RELACIONES Y CIRCUITOS
Primera parte. Dimensiones históricas
De la “Nebulosa Mistico-Esoterica” al circuito alternativo
Miradas cruzadas sobre el new age y los nuevos movimientos religiosos2
Viola Teisenhoffer
LA SOCIOLOGÍA DE LOS NUEVOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS (NMR) EN FRANCIA
LOS NUEVOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS O EL SÍNTOMA DE UNA CRISIS
LA “NEBULOSA MÍSTICO-ESOTÉRICA” O LA “DESCOMPOSICIÓN DE LO RELIGIOSO”
¿REACCIÓN A LA MODERNIDAD O FE EN EL PROGRESO? LAS RAÍCES DEL NEW AGE
RELIGIÓN DEL YO O RELIGIÓN DE LA AUTONOMÍA. HACER DIALOGAR LOS TEXTOS
La estetización y los usos culturales de la danza conchera-azteca
Renée de la Torre
PRIMERA ETAPA. LA CONQUISTA CATÓLICA Y LA RESISTENCIA CULTURAL INDÍGENA
SEGUNDA ETAPA. LA ÉPOCA LIBERAL Y EL SURGIMIENTO DE LAS CONQUISTAS CONCHERAS
TERCERA ETAPA. EL NACIONALISMO DE MASAS Y LA AZTEQUIZACIÓN DE LAS DANZAS
CONCHERAS
CUARTA ETAPA. DEL EXOTISMO A LA FICCIONALIZACIÓN DEL LINAJE ANCESTRAL
QUINTA ETAPA. DEL ESPECTÁCULO A LA MITOLOGÍA AZTECA
SEXTA ETAPA. DE LA DANZA AZTECA AL RESCATE DE LA MEXICANIDAD
SÉPTIMA ETAPA. LA RAZA DE BRONCE Y EL MITO DEL RETORNO A AZTLÁN: LOS CONCHEROS
CHÍCANOS
OCTAVA ETAPA. LA NEOMEXICANIDAD. DE LA NOVELA A LA PROFECÍA MILENARISTA
NOVENA ETAPA. DE LA NEOMEXICANIDAD AL LINAJE “HISPANECA”
PARA REFLEXIONAR
Indio de estado versus indio nacional en la mesoamérica moderna
Jacques Galinier
De la Santería Cubana al orisha-voodoo norteamericano
El papel de la ancestralidad en la creación de una religion “neoafricana”
Stefania Capone
LA UNIDAD CULTURAL AFRICANA O EL SUEÑO DEL PANAFRICANISMO
LA LLEGADA DE LOS DIOSES AFRICANOS
OYOTUNJI VILLAGE O UNA ALDEA AFRICANA EN AMÉRICA
SER O VOLVERSE YORUBA
EL CULTO A LOS ANCESTROS O EL REDESCUBRIMIENTO DE LA IDENTIDAD YORUBA
CONCLUSIONES
3
Segunda parte. Estrategias de acomodación y de poder en el ritual
Danzando a Apaxuki
Interacción entre mestizos y huicholes en la semana santa en San Andrés Cohamiata
Alejandra Aguilar Ros
INTRODUCCIÓN
LOS NUEVOS PARTICIPANTES DE LA SEMANA SANTA. MESTIZOS ECULTURISTAS Y DANZANTES
MÍSTICOS
LOS BUSCADORES ESPIRITUALES Y LA AYUDA MATERIAL
SANTO DOMINGO APAXUKI, EL CRISTO RICO
SEMANA SANTA MEXICA EN TATEI KIE
DISCUSIÓN FINAL
SITIOS WEB
ENTREVISTAS
Los concheros en un contexto mundial
Mexicanidad, espiritualidad new age y sufismo como influencias en la danza
Susanna Rostas
¿Dónde vive Chikon Nangui?
Trayectos, intercambios y translocalización de prácticas religiosas entre los mazatecos del sur de veracruz
María Teresa Rodríguez L
EL CERRO RABÓN. MORADA DE CHIKON NANGUI
CHIKON NANGUI EN NUEVO IXCATLÁN
CONFLICTOS DE PODERES Y SABERES
CONCLUSIONES
La iniciacion de extranjeros en la santeria y en el culto de ifá cubanos
Transnacionalización religiosa, conflictos y luchas de poder en La Habana
Emma Gobin
INICIACIÓN, SACERDOCIO Y DINÁMICAS DE CONFLICTO
LA INICIACIÓN DE EXTRANJEROS. INCREMENTO DE LOS INTERESES EN JUEGO
CATEGORÍAS DE ACUSACIÓN Y RIVALIDADES EXACERBADAS
GRUPOS CUBANOS EN VÍA DE INSTITUCIONALIZACIÓN E INICIADOS DEL EXTERIOR
DE LO NACIONAL A LO TRANSNACIONAL. MODIFICACIÓN DE LAS RELACIONES DE PODER LOCALES
BIBLIOGRAFÍA
Tercera parte. Espacios de relaciones y circuitos
Acerca de algunas estrategias de legitimación de los practicantes de la santería en el
contexto mexicano
Kali Argyriadis y Nahayeilli Juárez Huet
BUSCANDO UNA LEGITIMIDAD EN LA SOCIEDAD MEXICANA. SANTEROS EN EL DF
BRUJOS JAROCHOS Y SANTEROS. UN ESTUDIO DE CASO EN EL PUERTO DE VERACRUZ
A GUISA DE CONCLUSIÓN
Una religión “inclusiva”
Panafricanismo e identidad “akan” en Estados Unidos
Pauline Guedj
EL NACIMIENTO DEL MOVIMIENTO “AKAN”
EL MOVIMIENTO “AKAN” HOY
LA APROPIACIÓN DE LA RELIGIÓN “AKAN” POR LOS AFROAMERICANOS DE ESTADOS UNIDOS
CONCLUSIÓN
4
“El chamanismo es un camino”
Las culturas indígenas como fuentes de sabiduría espiritual en Bogotá
Jean-Paul Sarrazin
UNA PRIMERA CARACTERIZACIÓN DE LA POBLACIÓN DE ESTUDIO
CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO
PRÁCTICAS Y CREENCIAS ENTRE LA POBLACIÓN ESTUDIADA
MOTIVACIONES SUBJETIVAS SOBRE LA PARTICIPACIÓN EN RITUALES INDÍGENAS
ALGUNOS ELEMENTOS QUE CONTRIBUYEN A REPRODUCIR EL INTERÉS POR UNA
ESPIRITUALIDAD INDÍGENA
CONCLUSIONES
La danza neotradicional como oferta espiritual en la estantería exotérica new age
Cristina Gutiérrez Zúñiga
PLANTEAMIENTO GENERAL
EL SEGUIMIENTO DE UN CIRCUITO EN TORNO DE LA PRÁCTICA DE LA DANZA
CONCLUSIONES
SITIOS WEB
Conclusiones
Cristina Gutiérrez Zúñiga y Alejandra Aguilar Ros
LO QUE NO PASÓ (PERO PODRÍA PASAR MÁS TARDE) HETEROGENEIDAD Y LÍMITES DE LOS
PROCESOS DE HIBRIDACIÓN
LO QUE SÍ PASÓ. GLOCAUZACIÓN Y CONTEXTOS NACIONALES
POSIBILIDADES A FUTURO
5
Introducción
Kali Argyriadis y Renée de la Torre
1
El propósito de este libro es atender y analizar los procesos dinámicos de
translocalización1 que las religiones conocidas como “tradicionales” (como son las
religiones de raigambre indígena o africanas) están viviendo en el contexto de los flujos
globales y la interacción entrecultural que provoca.
2
Atravesadas por las dinámicas de la globalización cultural, las prácticas religiosas, incluso
las consideradas más tradicionales o étnicas, están experimentando transformaciones
significativas, debido a que lo “étnico puro” se ha convertido en uno de los instrumentos
más flexibles de la invención cultural, y lo global está definitivamente incorporado en las
formas aparentemente más arcaicas de la “comunidad indígena”2. Por un lado, se puede
observar una intensificación de la circulación transterritorial de adeptos, agentes
religiosos (chamanes, babalawos, jefes danzantes, curanderos), rituales, símbolos,
creencias y mitos que antaño pertenecían a una práctica religiosa relacionada con un
determinado contexto histórico-geográfico, con sus propias implicaciones identitarias,
culturales y políticas. Algunos elementos de estas tradiciones se han desenclavado
progresivamente de sus respectivos marcos históricos, territoriales y culturales
originarios, y han sido puestos en circulación a través de redes globales por las industrias
culturales de la comunicación e información, por las mercancías religiosas o por las
oleadas migratorias de sur a norte. Estas interacciones translocales producen
intercambios que no siguen necesariamente una lógica misionera (como la de las iglesias
protestantes o evangélicas). Esto provoca que día con día descubramos con asombro la
relocalización de símbolos, rituales o fragmentos culturales que son practicados en
contextos inéditos, sea por sus distancias geográficas, sea por sus contrastes culturales.
3
De forma paralela a este escenario, presenciamos que los campos religiosos locales se
abren rápida y masivamente a nuevas prácticas y representaciones. Tanto el México o la
Colombia indígenas, como lo afrocubano o brasileño, se han abierto “hacia una
comunicación transcontinental, por medio del contacto con el turismo étnico y místico, y
por consecuencia a la fetichización de este tipo de comunicación”3 Día con día se
encuentran personas que viajan a las localidades más alejadas para probar nuevas
experiencias de lo sagrado que les eran a priori ajenas o exóticas4 (como son las
6
conformadas por los itinerarios de los actores cosmopolitas o new agers en busca de
experiencias religiosas “auténticas”, “ancestrales”, “puras”, “naturales” o “espirituales”).
El turismo religioso o espiritual contribuye a que los “nativos” renueven sus propias
tradiciones a partir de la visión exotizante de los turistas, y produzcan ritualidades
híbridas o recreen esencialismos ficticios. Esta recreación de “rituales ancestrales” dentro
de espectáculos turísticos o artísticos ha provocado en un sinnúmero de ocasiones la
reinvención de las prácticas rituales dentro de un marco de confusión entre la
preservación de lo real y las simulaciones para el espectáculo. Esta línea entre lo real y lo
imaginario se vuelve cada vez más tenue.5
4
Los “turistas religiosos” no son, sin embargo, los iniciadores de tal movimiento, sino
varios militantes del reconocimiento de los aportes africanos o indígenas a la cultura
americana y al patrimonio de la humanidad en general. Algunas prácticas locales,
presentadas por sus actores como étnicas o autóctonas, son en la actualidad revitalizadas
por actores mestizos y urbanos, nacionales y extranacionales, quienes en interacción con
los nativos hacen eco de reivindicaciones identitarias y enfatizan la necesidad de
preservar, reafirmar y hasta rescatar tradiciones ancestrales vistas como “puras”
(exentas de cualquier forma de sincretismo). Es relevante el hecho de que esos
movimientos urbanos e incluso cosmopolitas (como son los neoindios o neomexicanos y
los movimientos de reafricanización) trascienden cada vez más las categorías sociales o
nacionales que históricamente han sido asociadas con estas religiones, e impactan en la
reinvención de lo tradicional, lo puro, lo ancestral y lo étnico, contribuyendo, por un lado,
a que “tales autenticidades (sean) en el mejor de los casos purificaciones estéticas
artificiales”.6 Habrá que añadir que la creciente creación de categorías globalizadas de la
etnicidad, como pueden ser las de “pueblos autóctonos” o “afrodescendientes”, inspiran a
la vez a las reivindicaciones de comunidades locales, como a la emergencia de
movimientos mundiales de reconocimiento y ciudadanización de las etnicidades. Ello
requiere atender la interacción entre lo local y lo global, pues allí se están produciendo
novedosas confrontaciones entre lo tradicional y las innovaciones. 7
5
Estas dinámicas no van del centro a la periferia, sino que circulan de un lugar a otro, y
producen efectos de transversalización identitaria. La dificultad estriba en que “lo nuevo
es que éste es un mundo en el que tanto los puntos de partida como los puntos de llegada
están en flujo cultural, y así las búsquedas de puntos de referencia fijos ... puede ser
difícil”.8 Esto opera mediante el flujo de bienes y significados de la cultura “global”
(producida por industrias culturales de alcance mundial) que atraviesa desde distintos
puntos a las culturas fijas, a sus territorios locales y a las formas de organización de las
religiosidades nativas y populares, ya que “el retorno de lo local suele ser una respuesta
frente a la globalización”.9 Al mismo tiempo, el proceso de transversalización conecta de
manera más rápida e intensa a estas culturas con redes dinámicas y con extensión y
alcances nacionales, continentales e incluso globales.
6
Esta problemática abre para el debate tres posturas: la primera plantea que la cultura que
procede de la tecnología de las comunicaciones y de la información produce nuevos
marcos identitarios de una cultura posmoderna y globalizadora; 10 la segunda argumenta
que no es una nueva cultura, sino una aceleración de dinámicas espacio-temporales que
amplifican los procesos identitarios que siempre existieron;11 y la tercera plantea que a
partir de la interacción entre las culturas de masas y las populares se crea una cultura
híbrida que desvanece las distinciones entre la cultura culta y la popular. 12
7
7
La dinámica de la globalización no es ajena a la de su localización, produciendo un doble
efecto de relocalización de lo global y de translocalización de lo local. En virtud de que “el
término globalización no explica nada si no profundizamos en los procesos (políticos, de
parentesco y ritual) que suceden localmente”,13 será conveniente superar las limitaciones
propias del concepto de globalización, apropiándonos del concepto de glocalización, 14 “
pues así como lo local se globaliza, también lo global se localiza. Ambos polos conforman
dos caras de la misma moneda, que interactúan produciendo los efectos más diversos y
contrastantes”.15 El proceso de glocalización considera tres fases: 1) la deslocalización de
la cultura (cultura en circulación); 2) la translocalización (globalización de lo local); y 3) la
relocalización (localización de lo global). Explicaremos los tres momentos.
8
1) La deslocalización (o desterritorialización) de las culturas desenraiza y desancla los símbolos,
actores y prácticas de sus contextos territoriales, culturales, “raciales” o “étnicos”, ya sea
porque los pone en circulación a través de redes que los extraen más allá de sus contextos
locales y nacionales o porque los transplantan en otro significantes, contextos y cuerpos.
La dinámica de deslocalización contribuye a que “las personas y las cosas están cada vez
más fuera de lugar”.16 Existen distintos factores que provocan desanclaje: primero las
oleadas migratorias (campo-ciudad, interciudades o de los países del sur al norte), así
como los éxodos poblacionales, que trasladan con ellos sus culturas y sus religiosidades. 17
Segundo, los intercambios ideológicos y artísticos del principio del siglo XX promovieron
una intelectualización/estetización de prácticas religiosas propias de poblaciones o
grupos minoritarios o marginalizados (estigmatizados), abriendo el acceso de las mismas
a un público mucho más amplio.18 El tercer factor de desterritorializa-ción es la dinámica
propiamente mercantil de las industrias culturales. La más evidente es la dinámica de
creación de mercancías a partir de la especificidad recontextualizada de las tradiciones,
que no sólo las valora en su dimensión espiritual, sino también terapéutica, intelectual y
estética. Tanto los objetos rituales como los espacios y las destrezas y cualificaciones
rituales son convertidos en mercancías (tanto bienes como servicios que abarcan el
turismo, los servicios terapéuticos y mágicos y de exploración esotérica) en una dinámica
descrita mejor por la creciente esfera de acción de las industrias culturales que por las
misiones proselitistas particulares.19 La lógica mercantil es a la vez producto y causa del
intenso flujo de significados religiosos y su des-contextualización. El cuarto es el flujo de
significantes y significados que circulan por las tecnologías de la información y la
comunicación. Por un lado los medios de comunicación masiva ponen en circulación
global fragmentos e imágenes provenientes de culturas tradicionales; por otro, en el
ciberespacio están ocurriendo novedosas interacciones entre sujetos y culturas, a partir
de las cuales se generan comunidades virtuales, translocales o transnacionales e
identidades desterritorializa-das. En el nuevo contexto de la era de la información, las
experiencias religiosas mediáticas “constituyen un marco de interacción y referentes de
identificación grupal que están presentes en los contextos donde se localiza la actividad
de los individuos”.20 Hay que recordar que, como planteó Appadurai, “es en el terreno
fértil de la desterritorialización en el que el dinero, las mercancías y las personas se
persiguen unas a otras sin cesar a través del mundo, donde los paisajes mediáticos y los
paisajes ideológicos del mundo moderno encuentran su demediada y fragmentaria
contraparte”.21
9
2) Translocalización o transterritorialización de lo local. Si hasta hace algunos años la
etnicidades estaban inevitablemente inmersas en el territorio (sea éste un lugar de vida o
un lugar mítico de origen), y eran capaces de establecer fronteras nítidas entre lo propio
8
y lo ajeno, entre lo cercano y lo lejano,22 hoy se reformulan y se reinven-tan en territorios
lejanos, en nuevos cuerpos y en culturas contrastantes. Las formas actuales de localizar
las identidades religiosas operan menos ligadas al territorio, a las instituciones, a los
factores biológicos como “la raza”, y emergen localizaciones alternativas, como son los
linajes rituales o imaginarios, la locación global (multinacional), la locación virtual (en la
web), la locación cósmica (ejemplo en el new age), e interior (espiritualidad
subjetivizada).23 La multilocación es un rasgo que caracteriza en la actualidad a las
religiosidades tradicionales, que hasta hace unas décadas estaban identificadas con un
territorio, una cultura, una “raza”, un grupo étnico, una nación. Hoy estas prácticas se
llevan a cabo en otros terruños, incluso distantes a los originales; se practican por nuevos
sujetos, bajo nuevas pieles y con novedosos significados; e incluso se transplantan a otros
continentes, otorgándoles un carácter de movimientos transnacionales. Estos encuentros
entre culturas distantes y diferentes crean nuevos hibridismos entre lo propio y lo ajeno,
entre lo “tradicional” y lo “moderno”, entre lo indígena y lo cosmopolita, entre lo local y
las culturas producidas por las industrias culturales transnacionales. Sin embargo, no por
ello el movimiento anula las raíces, tampoco se inhibe la creación de nuevos
esencialismos culturales:24 nos enfrentamos a raíces en movimiento.25
10
Las prácticas que estudiamos resisten en gran parte al análisis estricto en términos de
categorías grupales: clases sociales, género, “raza”, “etnia”. Sin embargo, estas prácticas
permiten también a sus usuarios la construcción de dichas categorías o de formas de
institucionalización en contextos locales dados. Nos encontramos entonces frente a redes
transnacionales de adeptos muy diversos que abarcan a su vez varias subredes de
individuos y grupos –con amplia gama de formas de organización: en red-tejido, en
grupos jerárquicos, en red de clientela o en asociaciones civiles.
11
Un objetivo del conjunto de los textos aquí reunidos es contribuir a la descripción y al
análisis de la manera en que la interacción de alteridades culturales genera y activa redes
sociales que traspasan los límites propios de las formas de organización básica estudiadas
y de sus eventuales especificidades identitarias. El concepto red es una herramienta
conceptual que auxilia para atender no sólo los enlaces entre personas y grupos, sino
también las conexiones entre los enlaces mismos; considerando, como lo hiciera Firth,
que “lo que pase entre un par de ‘nudos’ en los puntos no puede dejar de afectar lo que
pasa en un par adyacente”.26 Para dar cuenta de este aspecto se incluyen estudios que
destacan los trayectos e itinerarios de ciertos individuos clave –o nodos– que recorren
nuevos contextos geográficos y culturales donde se tejen encuentros con la diversidad,
considerando que sus trayectos entretejen circuitos y construyen puentes entre distintas
redes, configurando así novedosas interfases entre movimientos o conjuntos disímbolos. 27
12
3) La relocalización (o reterritorialización) de lo global se refiere a que en el contexto de la
globalización elementos simbólicos que se encontraban en circulación son finalmente
transplantados en otros lugares y territorios. La relocalización transversaliza las prácticas
locales y las conecta con circuitos y redes globales; asimismo, se resignifican los usos y
maneras de experimentar la religiosidad popular y se conforman nuevos hibridismos
religiosos, producto de la interacción entre las llamadas culturas populares (magia,
santería, nativismo, paganismo) y las culturas híbridas o culturas de la sobremodernidad
(orientalismos o neoindianismos, seudociencia, tecnología de la información y cultura de
masas, ancestralidades ficcionalizadas, neomagia y neoesoteria, técnicas terapéuticas y de
superación personal, contacto con extraterrestres, etc.). Asimismo, de manera opuesta,
9
son capaces de inventar rescates puristas de las tradiciones valoradas como las más
antiguas y auténticas.
13
Por otra parte, también consideramos en el proceso de relocalización los procesos de
anclaje identitario o de apropiación de linajes que producen los buscadores espirituales o
new agers, quienes constantemente encuentran asidero y legitimación de sus menús
creyentes personalizados o “a la carta” mediante procesos de relocalización y reanclaje
en las religiones tradicionales o populares, por ser capaces de proporcionar linaje y
memoria, símbolos de arraigo emotivo y pertenencia territorial.
14
Para comprender los procesos de reanclaje, es de suma importancia atender los procesos
de individuación o subjetivación de las creencias, ya que es allí (en los usos y
resignificaciones) donde los elementos simbólicos descontextualizados, y aparentemente
fragmentados por la pluralidad de ofertas distribuidas en retazos, cobran coherencia y
sentido unitario en menús selectivamente personalizados. Es, como señaló Anthony
Giddens, sobre los marcos de la experiencia personal que los sucesos distantes se integran
como situaciones familiares. Los procesos de glocalización activan la reflexividad del
individuo, en cuanto que promueve la libre elección de estilos de vida:
Cualquier individuo incorpora selectivamente a su conducta diaria muchos
elementos de la experiencia mediada y lo hace de forma activa, aunque no siempre
consciente. En estos casos no se trata nunca de un proceso aleatorio o pasivo, al
contrario de lo que podía hacer suponer la imagen del efecto collage. 28
15
Los procesos de relocalización también requieren atender de manera simultánea tanto los
puntos de contacto cultural que permiten que una práctica se ancle, como aquellos que
impiden su anclaje en una localidad o grupo particular. De igual forma, la relocalización
de los símbolos, ideas, creencias, objetos, imágenes globalizadas, pasan por procesos de
resemantización cuya concordancia entre significado y significante puede variar de un
lugar a otro, o de una época a otra.
16
Como hemos planteado, no se puede entender el fenómeno de lo global sin su componente
local, ambos están articulados mediante la dinámica de la relocalización y la
translocalización de la cultura y los símbolos religiosos. El énfasis de los estudios aquí
reunidos está puesto en la atención de la interacción de los dos procesos de relocalización
de la cultura global y de globalización de la cultura local. Estos dos procesos conforman
una dinámica interfase entre instituciones tradicionales o comunidades primordiales y
dinámicas redes de alcance planetario. Las instituciones o comunidades tradicionales no
sólo no viven en aislamiento, sino que son constantemente transversalizadas por las redes
globales. La transversalización de ambos procesos dinamiza las identidades, que se
regeneran constantemente como experiencias de identidad con marcos multisituados, pero
no por ello desenraizados, dado que las dinámicas que operan en la globalización generan
persistentemente experiencias de identidad mediante las cuales se reconocen los sujetos
colectivos, se diferencian de los otros e interactúan con otras entidades sociales, sea para
reforzar las distancias culturales o para generar representaciones de similitud.
17
La transversalización entre lo local y lo global produce un doble efecto: por un lado los
bienes de circulación global, que han sido desenclavados de sus contextos históricos de
producción, y que circulan por la red, se enraizan en los marcos institucionales presentes
de las culturas locales; pero, por el otro, reubican el alcance de lo local y lo tradicional en
redes de intercambio que los conectan con grupos, instituciones e individuos que
interactúan recorriendo y construyendo circuitos de intercambio simbólico y económico
dentro del sistema de la red global, y que acercan distancias culturales entre realidades
10
lejanas, además de crear nuevas experiencias de identidad que conllevan a creativos e
inimaginados hibridismos. Hervieu-Léger29 planteó que los nuevos movimientos religiosos
constantemente requieren de la tradición para legitimar su existencia, es decir su
experiencia de identidad. Lo anterior cobra relevancia si consideramos que hoy, más que
nunca, la identidad –y con ella la tradición– se adquiere no sólo por la antigüedad
histórica de un grupo específico o por los mecanismos de transmisión y herencia cultural,
sino mediante la apropiación y reinvención de linajes creyentes imaginarios, pero refundados sobre los mitos y los ritos fundacionales de los grupos tradicionales existentes. Es
aquí, en este proceso, donde el impacto de dichos procesos no sólo apunta a la creación de
nuevos mestizajes e hibridismos, sino también a la defensa de las formas puras, que
tienden a rescatar “lo autóctono”, “lo nativo”, “la pureza indígena o racial”.
Translocalización y relocalización en la red
Hacia una antropología colaborativa. De la sierra
huichola a Nueva York
18
Los capítulos que conforman esta obra tratan de distintos sujetos (santeros, “yorubas del
nuevo mundo”, “akan”, danzantes, indígenas o neoindígenas, chamanes, huicholes,
mazatecos, otomíes, new agers, consumidores de yajé, sufíes, etc.) que realizan sus
prácticas rituales en distintos contextos geográficos, desde poblados en apariencia
desconectados de la sobremodernidad, presumiblemente aislados de las interconexiones
globales como pueden ser San Andrés Cohamiata (en la sierra de Jalisco), Nuevo Ixcatlán
(Veracruz) o el castillo de Chris-gaia perdido en la geografía de Zaragoza en España; o
realizados en los contextos metropolitanos de Latinoamérica como son La Habana,
Bogotá, ciudad de México o Guadalajara, hasta las grandes capitales del mundo
cosmopolita como son Nueva York, Miami y Berlín. De la misma manera, los circuitos por
los que transitan y se realizan intercambios entreculturales son de lo más diverso y
disperso. Pueden ocurrir durante las celebraciones rituales de una semana santa en una
comunidad indígena o en un ritual neoindigenista de equinoccio en los centros
arqueológicos de México; en la sala de un artista de Bogotá o en la estantería de una feria
esotérica organizada por la industria cultural esotérica Infinito; en un teatro en Bruselas
11
donde se exhibe el folclor de países exóticos o en un festival musical en Veracruz; en el
cibe-respacio mediante chats e Internet; en África o en Estados Unidos, en Los Angeles o
en Chalma.
19
Ante esta situación se abre el reto de superar los estudios etnográficos basados en
monografías cerradas y rígidamente situadas en grupos étnicos, con fronteras precisas.
Pero, a la vez, se corre el peligro de la seducción de estudios que ponen el objetivo de la
mirada en el movimiento, en las redes transterritoriales, en los circuitos del ciberespacio
y sus flujos de información, en las interconexiones transculturales y en las identidades
virtuales. Estos enfoques, si bien dan cuenta del sentido intercambiable y de la tendencia
a la formación de una ecúmene global o mundial, con frecuencia desatienden las raíces
históricas que explican la peculiaridad y la raigambre de las tradiciones puestas en juego
(su inscripción histórica y sus implicaciones económicas, sociales, identitarias y políticas
en varios niveles). No nos proponemos una “conceptualización general de la cultura
contemporánea que incorpore el sentido de la nebulosidad de la globalización” (como fue
sugerida por Hannerz),30 sino que pretendemos conocer detalladamente las trayectorias y
legados (reconocidos y negados) de los actores que continuamente ponen a andar sus
raíces o que enraizan sus tránsitos, para así poder salir del análisis en términos de
“nebulosas” o “religiosidad a la carta”.31 Para superar estos callejones sin salida,
consideramos que la antropología contemporánea requiere de un esfuerzo de
investigaciones de campo multisituadas,32 de etnografías que consideren los trayectos y
circuitos creyentes de los practicantes religiosos, pero sin desatender “las historicidades
construidas y disputadas, los sitios de desplazamiento, interferencia e interacción”. 33
Urge romper con los aislamientos que producen la hiperespecialización en un grupo,
ritual, contexto, o religión; se requiere también tejer redes, constelaciones y circuitos
entre los mismos investigadores de dichos fenómenos, pues aunque aparentemente
parezcan incomparables como lo son los casos de los estudios sobre las religiones
afroamericanas e indoamericanas, se enfrentan a procesos comunes de relocalización,
translocalización e incluso transnacionalización cultural.
20
Este libro, en conjunto, apuesta a que es desde las trayectorias y los contactos generados a
lo largo de los procesos de glocalización de las prácticas religiosas que éstas pueden ser
comparadas, más allá de las contingencias de cada caso personal, y colocadas dentro de
procesos históricos comunes que fueron los que configuraron el funcionamiento
contemporáneo en red de las prácticas estudiadas. Es por eso que se instó a los autores a
prestar atención en las alianzas y las rivalidades locales, a visualizar las culturas
estudiadas en sus múltiples conexiones, examinadas a la luz de sus interacciones tanto
con las instituciones locales como con las redes globales.
21
Para este fin se convocó a dos reuniones de intercambio y discusión. La primera pretendió
circunscribir dicha problemática al contexto regional mexicano y del Caribe, y se efectuó
a manera de seminario de discusión34 en mayo de 2006 en las instalaciones del Centro de
Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), México. En esta
reunión los participantes pudimos no sólo constatar la potencialidad del análisis
comparativo, sino emprender estudios en colaboración. Finalmente, quienes compilamos
este libro organizamos un coloquio con convocatoria internacional para intercambiar
nuestros estudios en torno de la “Transnacionalización de las prácticas religiosas
neotradicionales (a partir del México y el Caribe)”.35 La convocatoria invitó a los
investigadores a que, por un lado, no se perdieran de vista las prácticas religiosas
estudiadas junto a su lugar o lugares de desarrollo (considerados como punto de partida
12
del análisis), y simultáneamente a que no se perdieran de vista las posibles
interconexiones que las unen. Se profundizó sobre todo el estudio de los procesos lógicos
comunes de desarrollo y formación de las mismas, como eran por ejemplo el
funcionamiento en redes transnacionales que conectan entre sí subredes de individuos y
grupos (con formas de organización propias muy diversas), y que generan nuevas formas
de relación con el tiempo y con el espacio.
22
Una primera versión de los textos que componen este libro fue presentada en las citadas
reuniones. En ellas pudimos constatar que la calidad de las pesquisas etnográficas
permanecía imprescindible, pero no resultaba suficiente. Esto constituyó un reto para el
método etnográfico/monográfico que nos alentó a emprender no sólo esfuerzos
comparativos (como en el caso del trabajo de Kali Argyriadis y Naha-yeilli Juárez), sino
ejercicios de estrecha colaboración, que incluyen el ejercicio de etnografía conjunta (el
caso del artículo de Alejandra Aguilar generó una etnografía conjunta con Séverine
Durin).36 Estas tareas quedan como horizontes para un proyecto futuro, pero ya
emprendido, que pretende generar las condiciones para la etnografía multisituada.
23
Los resultados de las reuniones fueron muy alentadores, ya que se planeó evitar que las
intervenciones se agruparan en religiones amerindias, religiones afroamericanas y
religiosidades new age (como tradi-cionalmente los congresos compartimentan los
fenómenos religiosos); en cambio, se propusieron tres procesos comunes que nos
permitieron encontrar las afinidades entre los diferentes movimientos: desterritorialización, redes y luchas de poder, y relocalización. Esta manera de diseñar las
intervenciones nos permitió apreciar varias interconexiones que ligaban las tradiciones
religiosas con las mismas redes, y varios ejemplos de circuitos constataron los puntos y
nodos donde se cruzaban o interactuaban. Al poner en común nuestros materiales acerca
de los actores y los momentos y lugares clave de ciertos encuentros de nuestros
informantes (congresos, festivales, ferias, rituales o reivindicaciones mediatizadas),
pudimos poner a la luz procesos lógicos de organización y desarrollo compartidos por
todas las vertientes religiosas estudiadas. Los trabajos y las propuestas teóricas que
presentamos a continuación son el reflejo de dicha reflexión.
24
Este libro se divide en tres apartados. En el primero se analiza con profundidad la
dimensión histórica de las prácticas religiosas estudiadas en este volumen, así como las
implicaciones políticas en juego. Se eligió este apartado como punto de partida pues
consideramos que la contextualización histórica y sociocultural precisa de las tradiciones
religosas abordadas permite al lector plantar bases sólidas para la reflexión
antropológica, y demuestra eficientemente que la transnacionalización de dichas
prácticas no constituye una ruptura, sino una continuidad o amplificación de lógicas
culturales y tradiciones inscritas en una temporalidad larga.
25
En el segundo apartado se atienden las relaciones de poder en el nivel “micro”, a partir de
descripciones etnográficas finas que ponen de relieve la importancia del ritual como
espacio y momento inicial de interacciones entre actores (individuos, grupos e
instituciones) portadores y creadores de representaciones en ocasiones muy disímiles. En
otros términos, aquí se analiza el proceso de transnacionalización a partir de estrategias
de acomodación y de negociaciones entre lo tradicional y lo moderno, entre los marcos de
comprensión local y los símbolos y significados globales. La tercera parte considera las
formas de organización que sostienen los procesos estudiados; es decir, las redes y los
circuitos translocales y transnacionales, cuyo funcionamiento es examinado desde una
13
perspectiva claramente multisituada, fortalecida por los aportes de los textos anteriores y
de la metodología colaborativa.
Hacia una revisión histórica y política de movimientos
contemporáneos
26
Una paradoja fundadora dinamiza las redes de practicantes estudiadas en este libro: por
un lado enfatiza el rescate y la defensa de lo local, lo étnico o lo tradicional, alimentando a
veces proyectos nacionalistas o raciales; pero, por el otro, se resignifican estas prácticas
como matrices de una religiosidad universal, ecuménica, milenaria y multisituada. 37 A su
vez, muchos investigadores, tal vez incómodos ante movimientos difíciles de circunscribir
con los métodos etnográficos o sociológicos “tradicionales”,38 han retomado esta
oposición calificando estos fenómenos de “nuevos”, “modernos” o “posmodernos”,
oponiéndolos a prácticas vistas como “antiguas” o “tradicionales”, 39 y separando así
artificialmente grupos, prácticas y movimientos que sin excepción alguna están todos
inscritos en la contemporaneidad40 y, por ende, estrechamente ligados entre sí.
27
¿Qué tienen en común un santero y un conchero? Y, ¿qué comparten éstos con un
practicante del new age? Para esta cuestión principal, que constituye el hilo conductor de
este libro, quisimos contestar considerando ante todo los procesos concretos que
generaron y generan todavía la desterritorialización y el desanclaje de las prácticas
estudiadas de su medio y lugar de origen, así como su consecuente potencial de
relocalización41 en contextos y lugares inéditos. Además, como se ha dicho con
anterioridad, resaltamos la importancia de estudiar cuidadosamente los itinerarios de los
actores.
28
En la actualidad, si algunas conexiones son posibles (y otras no) entre religiones a priori
muy distintas y distantes, es porque la reseman-tización de ciertos elementos continúa
una lógica anterior que tiene pré-contraintes42 ligadas a los distintos contextos locales
transversaliza-dos por estos movimientos y estas prácticas.
29
El texto de Viola Teisenhoffer nos adentra de manera ejemplar en esta problemática, ya
que propone una revisión crítica de los estudios sociológicos franceses recientes acerca
del tema del new age, cuestionando los análisis en términos de “nebulosa” o “religión a la
carta” y sugiriendo, mediante el recuento histórico de dicho movimiento y de sus
antecedentes, la existencia de lógicas sociales que generan la constitución de los grupos y
de las redes transnacionales new age. Para esta autora, más que una reacción a la
modernidad, es una afirmación radical de sus valores lo que está aquí en juego, mediante
una organización en red que precisamente pone en contacto actores y prácticas muy
diversas (desde las más “modernas” hasta otras que son presentadas como “étnicas” o
“tradicionales”), pero que en la actualidad suelen compartir representaciones comunes,
tales como la sacralización de la naturaleza, la referencia constante a una energía
cósmica, el papel central desempeñado por el cuerpo o el desarrollo personal que implica
a su vez una transformación social, en el nivel global (la humanidad).
30
El artículo de Renée de la Torre prolonga esta reflexión. Presenta un profundo recuento
histórico del movimiento de la danza conchera-azteca. Con datos de primera mano, la
autora analiza el proceso de estetización e intelectualización de esta danza en el
transcurso del siglo XX, así como las distintas etapas de su desarrollo, desde su
translocalización en el territorio nacional mexicano hasta su reciente
14
transnacionalización e interrelación con el movimiento new age. Este texto nos
proporciona una fecunda base de reflexión para la comparación señalada ya por varios
autores:43 donde destaca la intelectualización-estetización de prácticas religiosas propias
de poblaciones o grupos minoritarios o marginalizados. En efecto, uno de los factores de
desanclaje de su medio de origen puede ser claramente fechado en la época de los
intercambios ideológicos y artísticos de principios del siglo XX, y de la gran influencia del
primitivismo y del surrealismo sobre las élites latinoamericanas, lo cual, paralelo a un
rechazo del modelo dominante europeo o estadounidense, a su vez influyó de manera
notable en la construcción de las identidades regionales y nacionales a partir de los años
veinte. En todos los casos estudiados, la reivindicación de una autenticidad tradicional y
la patrimonialización de ciertas prácticas abrieron el acceso de éstas a las clases medias y
altas urbanas nacionales, para después abrirlo para los extranjeros; de esta manera se
transformó considerablemente su estatuto en sus países de origen y contribuyó a su
visibilidad exterior.
31
Otro factor de desanclaje-reanclaje o de desterritorialización-relo-calización es la
dimensión propiamente política de estos movimientos, que también conviene explicitar
junto con su profundidad histórica, revisando la interacción entre la historia nacional y la
historia personal de los actores y de sus circulaciones. Las prácticas y representaciones de
lo “autóctono”, “ancestral”, “tradicional”, “puro”, “auténtico”, por un lado, llaman la
atención de practicantes del new age, pero también suelen ser utilizadas, retomadas y
reinterpretadas por personas o grupos que militan por el reconocimiento del aporte de
estas prácticas al patrimonio cultural regional, nacional y global. En ciertos contextos,
generan nuevas formas de nacionalismo étnico o “supraétnico”, como lo señalan en sus
textos Jacques Galinier y Stefania Capone, quienes exploran respectivamente la
construcción de una identidad panamericana desde México (con sus vertientes
intermediarias en Querétaro) y panafricana desde Estados Unidos.
32
Jacques Galinier propone enfocarse en el proceso de “estataliza-ción” de la imagen del
indio, y muestra cómo la representación del indio nacional o “imperial”, retomada en la
actualidad por adeptos del new age en una visión panamericana, contribuye a crear,
mediante una escenificación en los museos y en las principales zonas arqueológicas, una
nueva imagen del “indio de estado”. Esta invención ideológica, que facilita la promoción
de la política cultural del estado de Querétaro en el contexto turístico internacional, es
analizada por el autor en términos de adaptación de un modelo cultural local efectivo
hacia un modelo estatal virtual involucrado en las creaciones fluctuantes de la nueva
“demanda étnica” oriunda del extranjero.
33
Stefania Capone, por su parte, considera el caso de la apropiación de prácticas santeras
cubanas por africanos-americanos, en el contexto del militantismo negro-americano de
los años sesenta. Describe de qué manera esta religión de origen yoruba, pensada en la
isla como componente imprescindible de la cubanidad y abierta a todos
independientemente de su asignación “racial”, fue transformada por estos actores en una
religión “africana”, patrimonio exclusivo de los descendientes de africanos en el mundo.
Así, muestra cómo el proceso de etnización de esta religión se elabora paralelamente a la
construcción de una identidad yoruba universal en el marco de una concepción
panafricanista de la “religión africana”. Ambos textos nos invitan a reflexionar sobre una
cuestión crucial: la relación inextricable que mantienen religión y política, expresada de
manera ejemplar en esta tensión entre universalismo y supraetnicismo, que refleja tal vez
una problemática inherente a toda religión en proceso de transnacionalización.
15
ESTRATEGIAS DE ACOMODACIÓN Y DE PODER DESDE
EL RITUAL
34
La dimensión política, en sus escalas regional, nacional y global, tiene que tomarse en
cuenta a la hora de estudiar los procesos de translocalización y de transnacionalización;
pero esto no significa que las escalas de menor amplitud tengan que dejarse de lado. Al
contrario. Se puede analizar desde el ritual (objeto básico de la observación
antropológica) el hecho de que cohabiten en una misma red distintas matrices de sentido,
que trae por consecuencia tensiones, conflictos, negociaciones o acomodos constantes
entre los practicantes. Estas distintas matrices alimentan el sentido mismo del ritual y
pueden coincidir físicamente en un mismo momento, y aunque aparentemente los
participantes estén realizando ceremonias iguales, aunque manipulen significantes
comunes (términos, imágenes, símbolos), pueden ser diametralmente opuestas en su
significado y en su finalidad según el contexto rela-cional, espacial y temporal, así como
la posición de cada uno de los interlocutores.
35
El artículo de Alejandra Aguilar Ros ilustra este propósito; se basa en el ritual de la
semana santa en un pueblo wixárika (conocido popularmente como huichol) del estado de
Jalisco (México) para dar cuenta de las diferentes interacciones entre éste y un grupo de
danzantes de la neomexicanidad, en el marco de los procesos históricos de intervención
en este pueblo. La autora atiende dos niveles: el de las prácticas in situ durante la semana
santa y el de los intercambios simbólicos entre ambos grupos. Muestra que estos
microprocesos locales no pueden entenderse sin tomar en cuenta las escalas nacionales y
transnacionales (política indigenista del Estado con modalidad sustentable y ecológica,
turismo “étnico” y religioso en busca del “verdadero” indígena y de sus tradiciones
“profundas y verdaderas”). Pero, sobre todo, son las redes translocales que tejieron las
que han ido creando una relación ritual que a ambos beneficia: para los danzantes
mestizos representa un acceso a la experiencia espiritual indígena; y para los wixaritari
significa la entrada a una red que les posibilita el intercambio comercial de sus artesanías,
bienes materiales y relaciones sociales.
36
Susanna Rostas, por su parte, analiza los cambios ocurridos en la práctica dancística
conchera a partir de una etnografía longitudinal de una mesa conchera tradicional de la
ciudad de México, dentro del proceso de cambios estéticos e ideológicos descrito
anteriormente por Renée de la Torre: translocalización, interacción con la construcción
de la identidad nacional mexicana y luego con el movimiento “protonacional” de la
mexicanidad, encuentro con las redes new age y proceso emergente de
transnacionalización (hacia España y Berlín). De manera estimulante, trata de entender
por qué ciertas interacciones se volvieron posibles en un contexto determinado (como es
el caso de la mexicanidad y su versión híbrida con el new age: la neomexicanidad) y por
qué otras fracasaron, como en el caso, en los años ochenta, de la relación con un grupo
sufí originario de Nueva York. Sugiere que la capacidad carismática, pero sobre todo la
posición de los innovadores, influyen considerablemente en el potencial de
resemantización del ritual.
37
El texto de Teresa Rodríguez nos adentra en la temática de los conflictos y negociaciones
que ocurren en el seno de una comunidad mazateca del estado de Veracruz, México,
transplantada e influida recientemente por el movimiento de Renovación Carismática
(católico). Este doble proceso de translocalización influye a su vez sobre la práctica ritual
16
de los shutá chiné, que relocalizan elementos de su pensamiento religioso hacia un
contexto físico y sociocultural distante de sus referentes míticos de origen, mientras que
antiguos rezadores y curanderos vinculados hoy con el movimiento de Renovación
Carismática han logrado acreditar su ejercicio mediante la sanación de los enfermos que
se acercan a los “grupos de oración”, logrando de este modo suplantar su papel anterior,
y compitiendo con los curanderos tradicionalistas que aún realizan sesiones curativas y
adivinatorias.
38
La variedad de los participantes activos con sus respectivas motivaciones y anhelos en un
mismo ritual, observada en todas las prácticas estudiadas, nos llevó a destacar diferentes
tipos de actores cuyo peso en las distintas escalas no eran el mismo. Resalta antes que
todo el actor “nodo”, es decir el que encontramos en todos los eventos importantes o el
que se mediatiza abundantemente, el que posee las claves y maneja con facilidad los
códigos esenciales de todos los contextos donde él evoluciona, incluyendo el contexto
transnacional.44 Otro tipo de actor es el que llamamos actor “eje”:: se trata de los
individuos que concentran localmente una posición de autoridad ritual enraizada en las
estructuras de poder intrínseca a cada práctica. Estos actores activan a menudo en la red
un número de contactos restringidos a sus necesidades propias y se mueven dentro de un
máximo de dos o tres subredes que conocen bien. Puede, en algunos casos, impedir a sus
ahijados/hermanos/fieles/clientes (lo que llamaríamos actores “secundarios”) el acceso a
estas subredes, lo cual genera un proceso de incesantes escisiones y reconfiguraciones
dentro de las mismas, cada vez que un individuo quiere rebasar la posición de un mayor.
La red sirve aquí de herramienta fundamental para contrarrestar la autoridad, la
conexión o branchement45 con una tercera parte, permitiendo rebasar el enfrentamiento
entre las dos primeras partes, la del dominado y la del dominador. 46
39
Emma Gobin, al abordar el tema de la repercusión del proceso de transnacionalización de
la santería en la práctica ritual habanera (especialmente en el caso de la presencia de
extranjeros en ésta), nos adentra en la problemática del cambio de posición de los
distintos actores. Muestra cómo la creación –o voluntad de creación– de alianzas
transnacionales por parte de los iniciados habaneros exacerba por una parte los conflictos
ordinarios que atraviesan la práctica cultual y por otra modifica, aunque a otra escala, las
relaciones de poder que unen diversos actores locales. En efecto, se asiste a la emergencia
de un tipo de élite religiosa cuyas prácticas implican cierta ruptura con las de los demás
iniciados (que no dominan las claves de este contexto) y que, mediante alianzas
transnacionales individuales, tratan de asentar o mejorar tanto su posición local como su
posición en la escala más amplia de la red.
40
Así, por medio de los ejemplos presentados en este trabajo, podemos constatar de manera
muy palpable que el proceso de translocalización o de transnacionalización, aunque no
concierna directamente a todos los miembros o devotos de una práctica, es decir, a todos
los actores, afecta e influye tanto en los rituales como en las relaciones de poder en todos
los niveles de análisis. Por lo tanto, oponer “exteriores” y “verdaderos” no constituye un
enfoque pertinente, ya que todos se vuelven parte del proceso (pero de manera distinta).
ESPACIOS DE RELACIONES Y CIRCUITOS
41
El funcionamiento en red y la multipertenencia potencial de cada actor en la misma
generan entonces una transformación de los modelos antiguos de transmisión ritual y
autoridad, abriendo nuevas posibilidades de conexiones. En este sentido, los conflictos y
17
las rivalidades que se observan localmente, lejos de poner en tela de juicio el
funcionamiento de la red a gran escala, contribuyen, por el contrario, a su incesante
reconfiguración. Este fenómeno nos permite además comprender la alternación de dos
referentes en los discursos (la “tradición” y la “modernidad” –las ciencias por ejemplo–),
así como la tensión entre deseo de institucionalización y plasticidad de las prácticas:
consecuencia del hecho de que cada actor puede ver su estatuto cambiar si se da a la tarea
de contrarrestar la autoridad local multiplicando y activando útilmente sus contactos en
la red, para luego consolidar localmente su nueva posición de autoridad. La
institucionalización (formación de asociaciones, iglesias o grupos religiosos
institucionalizados) en este caso puede ser vista como una estrategia puntual para
acceder a una posición de autoridad en cuanto al enfrentamiento con las instituciones y
autoridades dominantes en varias escalas.
42
Kali Argyriadis y Nahayeilli Juárez analizan precisamente las distintas estrategias que
emplean los practicantes de la santería cubana ante la estigmatización que existe en
torno de sus convicciones religiosas y sus rituales en México. Las autoras, al comparar los
casos de la ciudad de México y del Puerto de Veracruz, distinguen dos niveles en los que
diversos actores tratan de operar dichas estrategias de legitimación. En el primero, los
esfuerzos por conseguir una recepción factible de respeto y legitimidad se hacen visibles
en sus interacciones con la sociedad e instancias públicas y del Estado, haciendo uso de
medios de comunicación, de instrumentos jurídicos o participando en foros abiertos al
público. En el segundo nivel estos esfuerzos se dan más desde las “trincheras”
individuales, a través de la interacción directa y relaciones interpersonales entre
iniciados y extraños a la religión. Sin embargo, ambos niveles están estrechamente
interrelacionados, ya que se pueden observar en una misma red y hasta en un mismo
actor.
43
El artículo de Pauline Guedj ilustra también el hecho de que las estrategias de
acomodación y de poder suelen ser muy distintas según los contextos. La autora explora
un aspecto poco conocido del campo religioso afroamericano: el movimiento “akan”,
basado en una red de practicantes que incluye un templo ghanés junto con sus
descendientes rituales en varias ciudades de la costa Este de Estados Unidos. A
continuación subraya el hecho de que varios practicantes del “akan” son también
practicantes de la religión “yoruba” y fueron anteriormente practicantes de la Nation of
Islam. Para explicar este fenómeno, recordando cómo la empresa de reconstitución de
una identidad étnica africana en la comunidad negra estadounidense se acompaña de la
reivindicación de un sentimiento de pertenencia a una entidad panafri-cana, analiza la
manera en que gracias a un conjunto de innovaciones rituales, los adeptos del
movimiento “akan” americano se han forjado una religión llamada “inclusiva”, capaz de
darle sentido a su empresa de búsqueda de los orígenes.
44
La cuestión de los contextos, tan relevante para nuestro estudio, tiene que ser precisada.
Si seguimos las propuestas de la sociología política, identificamos tres niveles principales
(interrelacionados e in-terdependientes) a partir de los cuales se definen las acciones e
intercambios diversos de las unidades que conforman las redes. 47 El nivel intra– que
atiende las acciones e intercambios que se desenvuelven con base en los intereses,
normas y valores al interior de un grupo, el nivel inter– vinculado con el tipo de relaciones
(alianza o confrontación), acciones e intercambios entre individuos o grupos, mediadas e
influidas por el contexto nacional en las que parcial y físicamente se desenvuelven, y el
nivel trans– donde se procura la movilización de recursos y apoyos diversos que
18
posibilitan el establecimiento de contactos estratégicos que se capitalizan de distinta
manera en los dos primeros niveles. Lo interesante aquí para el análisis de las redes
translocales o transnacionales de practicantes, es que estos niveles corresponden a
espacios de relaciones que no se refieren necesariamente a escalas geográficas (local,
regional, nacional), ya que las relaciones en el nivel intra-grapo pueden desarrollarse aún
dentro de la escala transnacional, abarcando intercambios entre actores que residen en
distintas localidades o países.
45
Aunado al concepto de red, que induce a su vez la distinción entre espacios geográficos y
espacios de relaciones, el concepto de itinerario y de circuito propuesto por Magnani 48
resulta muy útil para nuestros análisis. Este autor define los trayectos o itinerarios como
rutas individuales a partir de la totalidad de la oferta, un sintagma particular, que
permite identificar tipos de usuarios de espacios, productos, prácticas. Por su parte,
el circuito se define como un padrón de la distribución y articulación de
establecimientos que permiten el ejercicio de sociabilidad por parte de usuarios
habituales, que no supone necesariamente una contigüidad espacial, pero sí una
articulación por prácticas típicas.
46
De esta manera, sobre las interconexiones dadas por la red, el seguimiento de itinerarios
y su sistematización, nos lleva al trazo de circuitos, o dicho de otra manera, de la red
practicada en el nivel de varios individuos, que nos permiten a su vez ver trayectos de
consumidores o usuarios que conectan o no (temporalmente) redes. Con sus circuitos
abren caminos y establecen nuevos puentes, nuevas conexiones, tanto dentro de una red
como de una red a otra.
47
La noción de circuito es fundamental entonces para comprender cómo, en concreto, se
vuelve posible el encuentro, la yuxtaposición o la transversalización de varias prácticas
en una misma red. El texto de Jean-Paul Sarrazin nos propone así una reflexión acerca de
la difusión del interés por el chamanismo en Bogotá (Colombia), y muestra cómo se
translocaliza y resignifica la práctica de la toma del yajé en un contexto urbano marcado,
por un lado, por un proceso de reetnicización consecuente con una revisión reciente de la
noción de identidad nacional colombiana (ahora valorizada como multicultural y
multiétnica); y, por el otro, por la construcción de una espiritualidad indígena en un
sector de la clase media y alta de la población citadina fuertemente impregnada de la
ideología new age, es decir, una red (capitalina pero con conexiones transnationales) de
practicantes que comparten un capital cultural y el acceso a ciertos circuitos de consumo
de información y objetos. Por su parte, Cristina Gutiérrez, a partir de la etnografía de una
red de danzantes (vertiente mexicanidad/new age) en la ciudad de Guadalajara, México,
analiza precisamente cómo se transforma el significado de la práctica de la danza “a lo
largo” de sus diversos puntos de intersección o nodos, desde el contexto de una devoción
católica popular, una forma de reivindicación de lo indígena, una imposición de formatos
mercantiles a los saberes asociados con la danza y, consecuentemente, una opción dentro
de una oferta de bienes y servicios de salud alternativa y espiritual existentes en la
ciudad. Propone el concepto de estantería exotérica como representación y como
concretización de esa situación de oferta plural simultánea observable y como espacios de
intersección de diversos circuitos de consumo cultural y en específico espiritual,
privilegiados para el análisis de esta modalidad religiosa contemporánea.
48
Este es el reto que se propone este libro, y detrás de él todo el equipo de trabajo: una
nueva manera de practicar la etnografía, abarcando no sólo un punto o nodo de la red, ni
un solo lugar, y menos aún un corpus de casos individuales restringido a un sólo tipo de
practicante; al contrario, gracias al trabajo en cooperación, pretendemos seguir los pasos
19
de los distintos actores de un punto o nodo a otro, dentro de los varios espacios
geográficos y espacios de relaciones en los cuales se desenvuelven, sin nunca dejar de
tomar en cuenta la profundidad histórica y la dimension política de los movimientos
religiosos que di-namizan estas trayectorias y son dinamizadas por éstas.
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NOTAS
1. Aunque en la mayoría de la literatura acerca de globalización se usan indistintamente los
términos de “translocalización”: y “transterritorialización”, o “relocalización”: y “reterritorialización”, nosotros utilizaremos el concepto de (trans o re) localización para referirnos
a procesos amplios de desanclaje y reanclaje de significados en contenedores significantes
(materiales), que pueden abarcar tanto territorios, pueblos y comunidades, como redes de
parentesco, aspectos biológicos y símbolos e instituciones. En cambio, el uso del término (trans o
re) territorialización lo usaremos exclusivamente para concebir los tránsitos culturales de un
territorio (ocupación de un espacio físico culturalmente delimitado) a otro. En este mismo
sentido, el término “transnacional”: se referirá a la escala nacional, la cual no se restringirá a la
concepción del Estado-nación, sino que incluirá la perspectiva de las comunidades imaginadas
propuesta por Benedict Anderson. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión
del nacionalismo. México: FCE, 1993.
2. Jacques Galinier. “Malestar en el culturalismo. La transnacionalización de Mesoamérica como
capital simbólico”:. Documentos Idymov, núm. 6, marzo, 2006, p. 9.
3. Ibid., p. 1.
4. Exótico en el sentido de que los ojos imperiales construyen y fijan la identidad del otro como
diferente, extraño, lejano. Como sentenció Hall: “Cuando hablo acerca de la cocina exótica no
quiero decir que en Calcuta coman cocina exótica, sino que la están comiendo en Manhattan”:.
Stuart Hall. “Lo local y lo global: globalización y etnicidad”: Trad. de Pablo Sendón (http://
www.cholonautas.edu.'pe/Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales), 1991.
5. Mike Featherstone. “Culturas globales y locales”:. Criterios. Trad. de Desiderio Navarro. Revista
Internacional de Teoría de la Literatura y las Artes, Estética y Culturología, núm. 33, La Habana: Fonds,
1999, p. 85.
6. James Clifford. “Los productos puros enloquecen”. Tos dilemas de la cultura. Barcelona: Gedisa,
1995, p. 19.
7. Elizabeth Cunin. “Introduction: la ethnicité revisitée par la globalisation”. Autreparte. Revue de
sciences sociales au Sud. La Globalisation de l’ethnicité? Paris: IRD, Armand Collin, 2006, p. 8.
8. Arjun Appadurai. La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalisation. México: FCE,
2001, p. 34.
9. Stuart Hall, op. cit., p. 18.
10. Idem.
11. Marc Auge introduce el concepto de sobremodernidad para pensar las transformaciones
aceleradas que el tiempo y el espacio viven en la época actual. Este autor plantea que en la
sobremodernidad la unidad del espacio global “la tierra” se vuelve pensable, y provoca que, por
22
un lado, se refuercen las grandes redes multinacionales y, por otro, que se amplifique el clamor
de los particularismos: de aquellos que quieren quedarse solos en su casa o de aquellos que
quieren volver a tener patria, como si el conservadurismo de los unos y el mesianismo de los
otros estuvieran condenados a hablar el mismo lenguaje: el de la tierra y de las raíces. Marc Auge.
Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa
Editorial, 1993, p. 41.
12. Néstor García Canclini. Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización.
México: Grijalbo, 1995.
13. Jacques Galinier, op. cit., p. 4.
14. Néstor García Canclini, op. cit.; y Roland Robertson. “Glocalization: time-space and
homogeneity-heterogeneity”. Mike Featherstone, Scott Lash y Roland Robertson (eds.). Global
Modernities. Londres: Sage, 1997.
15. Renée de la Torre. “Religiosidades populares como anclajes locales de los imaginarios
globales”. Metapolítica, vol. 5, enero-marzo de 2001, p. 101.
16. James Clifford, op. cit., p. 20.
17. Ulf Hannerz. Cultural complexity. Nueva York: Columbia University Press, 1992.
18. Featherstone se refiere a estos agentes como intelectuales cosmopolitas e intermediarios
culturales, quienes después de la segunda guerra mundial, reinterpretaron la cultura folclórica
para llevarla a auditorios más amplios dentro de la cultura nacional o del consumo. Mike
Featherstone, op. cit.
19. Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez Zúñiga. “La lógica del mercado y la lógica de la creencia
en la creación de mercancías simbólicas”. Desacatos, núm. 18, mayo-agosto de 2005.
20. Renée de la Torre, op. cit., p. 101.
21. Arjun Appadurai, op. cit., pp. 51 y 52.
22. Stuart Hall, op. cit.
23.
Eileen Barker distingue entre factores biológicos (como la raza) o las redes de parentesco y los
linajes, concepto familiar al hinduismo y el budismo, donde se da la pertenencia a una línea
divina, que ocurre mediante la fictive kin, que genera la creación de relaciones familiares o de
herencia de los ancestros, donde los lazos de sangre no existen. Eileen Barker. “We’ve got to Draw
the Line somewhere: an Exploration of Boundaries that Define Locations of Religious Identity”.
Social Compass, vol. 53, núm. 2, junio de 2006.
24. Stefania Capone. “A propos des notions de globalisation et de transnationalisation”.
Civilisations, vol. LI, núms. 1 -2, Bruselas, enero de 2004.
25. Jesús Martín Barbero. “La globalización en clave cultural”. Renglones, núm. 53, marzo-abril de
2003.
26. Firth 1954, cit. en Michel Forsé. “Les réseaux de sociabilité: un état des lieux”. L’Année
Sociologique, núm. 41, 1991, p. 251.
27. Ello nos ayuda a dar cuenta de los lazos entre individuos y grupos como: “El punto de
articulación entre el conjunto de un ego (ya sea un individuo o una familia) y la red (o campo
social) que se expande por todos lados, reside en el hecho de que los vínculos ‘laterales’ entre
unidades del conjunto, distintas del ego, constituyen al mismo tiempo, elementos en otros
conjuntos centrados en torno a tales unidades ... Las unidades componentes del conjunto
mantienen en todo momento un límite conocido, que no es el de la pertenencia del grupo, sino el
de su conexión común con ego central”. Alain Degenne y Michel Forsé. Les réseaux sociaux, une
analyse structurale en sociologie. Paris: Armand Colin, 1994, p. 29.
28. Anthony Giddens. Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea.
Madrid: Península, 1994, p. 239.
29. Daniéle Hervieu-Léger. La religion pour mémoire. París: Les éditions du cerf, 1993. 22
30. Ulf Hannerz. Cultural complexity. Nueva York: Columbia University Press, 1992, p. 96.
23
31. La nebulosa esotérica se caracteriza por su carácter difuso, flexible y fluctuante. Françoise
Champion. “Lo religioso flotante, eclecticismo y sincretismos”. Jean Delumeau (dir.). El hecho
religoso (Una enciclopedia de la religones hoy). México: Siglo XXI, 1997, p. 717. Esta religiosidad es
individualizada, y no institucional, pues se va generando mediante un sistema de consumo de
“religiosidad a la carta”, mediante el cual toma y pega retazos de distintas tradiciones religiosas y
mágico-esotéricas tanto de Oriente como de Occidente; es difícil de ubicar en las clasificaciones
tradicionales de las religiones y sus instituciones. Opera mediante una amplia red flexible de
intercambios entre culturas de distintos orígenes, conformando una red de redes, que en
términos de Mardones es “una religiosidad abierta, que rastrea lo sagrado y el misterio por todos
los vericuetos de la realidad”. José María Mardones. Vara comprender las nuevas formas de la
religión. La reconfiguración poscristina de la religión. Navarra: Editorial Verbo Divino, 1994, p. 162.
32. Georges Marcus. “Ethnography in/of the World System: the Emergence of Multisited
Ethnography”. The AnnualReview of Anthropology, núm. 24,1995.
33. James Clifford. Itinerarios transculfurales. Barcelona: Gedisa, 1999, p. 38.
34. Las Jomadas de estudio Translocalización y relocalización de lo religioso (México, Cuba,
Colombia), fueron organizadas por el proyecto de Idymov (http://www.idymov.com), con apoyo
institucional de IRD, CIESAS, ICANH, y se celebraron en las instalaciones del CIESAS, México-DF, los
días 15-16 de mayo de 2006.
35. El coloquio se realizó en las instalaciones de la Casa Clavijero, en Guadalajara, Jalisco, los días
22 al 24 de febrero de 2007. Las instituciones que financiaron su realización fueron CIESAS, IRD, El
Colegio de Jalisco, ITESO, CEMCA y la Universidad París-x (Nanterre).
36. Este trabajo fue presentado como ponencia en el coloquio, pero será publicado
próximamente. Vid. Séverine Durín y Alejandra Aguilar Ros. “Wixaritari eculturisticos y regios en
búsqueda de raíces. La génesis de espacios sacro-turísticos en Monterrey y la sierra huichola”.
Séverine Durin (coord.). Entre luces y sombras. Indígenas en el Área Metropolitana de Monterrey.
México: CIESAS-CDI, pp. 479-542.
37. Quizá porque la relación al cristianismo constituye precisamente el eje común histórico de
dichas prácticas.
38. Vid. al respecto el texto de Jacques Galinier.
39. Françoise Champion. “La nébuleuse mystique-ésotérique. Orientations psychoreligieuses des
courants mystiques et ésotériques contemporains”. Champion y Hervieu-Léger (éd.). De l’émotion
en religión. París: Centurión, 1990; y Daniéle Hervieu-Léger, op. cit.
40. Marc Augé. Pour une anthropologie des mondes contemporains. Paris: Aubier, 1994.
41. Arjun Appadurai, op. cit.
42. André Mary. Le bricolage africain des héros chrétiens. París: Les éditions du cerf, 2000,
retomando una noción de Claude Lévi-Strauss. La pensée sauvage. Paris: Pion, 1962.
43. Entre otros, vid. las reflexiones de Marc Augé. Génie du paganismo. París: Gallimard, 1982, p. 11
(“La mirada occidental hacia los demás ha dejado de ser despreciativa, sólo para hacerse
estética”); a propósito del caso de Brasil, Stefania Capone. “L’Afrique réinventée ou la
construction de la tradition dans les cultes afro-brésiliens”. Archives européennes de sociologie, vol.
XL,
núm. 1, 1999, p. 17 (“africanizarse significa entonces, de cierta manera, intelectualizarse”); o
de Kali Argyriadis, op. cit., 2006, sobre la dinámica légitimante del movimiento afrocubanista y sus
interacciones con los artistas religiosos cubanos.
44. La figura-tipo de este actor “nodo”, la que emerge en todas las vertientes religiosas
estudiadas y la que a veces las abarca todas, es la del antropólogo (o “investigador”)/artista/
practicante.
45. Jean-Loup Amselle. Branchements. Anthropologie de l’universalité des cultures. Paris: Flammarion,
2001.
46. En otros trabajos nos cuestionamos también acerca del papel de un actor que puede aparecer
como pasivo, pero cuyas acciones participan de manera fundamental en la evolución de una
24
práctica, ya que constituye una fuerza numérica aplastante: el consumidor. Otro tipo de actor que
nos interesa es el “independiente”, que circula de una red a la otra manteniendo aparentemente
cierto distanciamiento, sea porque su implicación religiosa es leve o subordinada a otros
intereses (por ejemplo en el caso de ciertos artistas, comerciantes o promotores culturales), o sea
porque está tratando de crear su propia red o grupo después de distanciarse o romper con sus
mayores originales. En ambos casos, su papel aparece crucial: es el que circula más, de manera
más aleatoria, mientras los “nodos” y los “ejes” suelen aparentemente complacerse con uno o dos
circuitos preestablecidos, aunque puedan salir de éstos en ciertas ocasiones, como la de un
congreso, por ejemplo.
47. Ariel Colonomos (comp.). Sociologie des réseaux transnationaux. Communautés, entreprises et
individus: Hen sodal et système international. Paris: l’Harmattan, 1995, p. 37.
48. José Guilherme Cantor Magnani. “O circuito neo-esoterico na cidade de Sao Paulo”. A Nova Era
no mercosul. María Julia Carozzi (org.). Petrópolis. Ed. Vozes, 1999, pp. 27-46.
AUTORES
KALI ARGYRIADIS
Institut de Recherche pour le Développement
RENÉE DE LA TORRE
CIES a s-Occidente
25
Primera parte. Dimensiones
históricas
26
De la “Nebulosa Mistico-Esoterica” al
circuito alternativo
Miradas cruzadas sobre el new age y los nuevos movimientos religiosos2 1
Viola Teisenhoffer
1
La expresión “nuevos movimientos religiosos”, consagrada en la literatura sociológica,
designa distintas prácticas religiosas –como el new age– nacidas fuera del marco de las
religiones históricas occidentales o de las corrientes innovadoras que las mismas
generaron. Se trata de un movimiento muy heterogéneo que escapa a toda tentativa de
clasificación, hasta el punto de que numerosos investigadores cuestionaron su estatuto de
“movimiento” y su calificación de “religioso”.2 Esta denominación persistió sin embargo
en los trabajos acerca del tema. El new age engloba en efecto distintas prácticas tales
como el yoga, el tai-chi-chuan, la terapia de vidas anteriores, la terapia dancística, la
terapia floral, la psicoterapia transpersonal, el paganismo europeo, el feng shui, la
acupuntura, las danzas sufíes, los sistemas de alimentación natural, los sweat lodges, el
chamanismo de los indios norteamericanos, la comunicación con los ángeles, etc. Sus
distintos componentes presentan, a pesar de todo, como lo veremos más adelante,
características comunes que dibujan los contornos de un movimiento.
2
El análisis del new age y de los nuevos movimientos religiosos representa en la actualidad
un verdadero reto para las ciencias sociales.
3
Se trata de manifestaciones cuyas fronteras son borrosas, difíciles de definir y que,
respecto de los hechos religiosos clásicos, circunscritos a espacios geográficos precisos,
ponen a prueba nuestros esquemas conceptuales. En Francia, a menudo se han
interpretado como los síntomas de una supuesta “descomposición” o “recomposición” de
lo religioso, caracterizada por una “individualización exacerbada” y por la
instrumentalización de sus prácticas, o como “religiones seculares” o “a la carta”. Se
presentan entonces como un conjunto borroso sin lógica propia que mina las bases de las
religiones históricas occidentales. Nutriéndose de tradiciones muy distintas, mezclando
elementos de distintos orígenes, sin coherencia aparente, para cubrir las necesidades
inmediatas de individuos “aislados y desarraigados por la modernidad”, estas prácticas
27
serían la señal de un decaimiento evidente de la religión en Occidente y, más
generalmente, de una crisis social y cultural. Así inspiraron a numerosos autores una
serie de definiciones provisionales destinadas a explicar, mal que bien, el proceso de
cambio que reflejan. Parece que las dificultades que presenta el estudio de estos
fenómenos religiosos condujeron a algunos investigadores a un callejón sin salida.
4
Este artículo propone un análisis bibliográfico de algunos escritos sociológicos acerca del
new age en Francia, los cuales constituyen en este país referencias prácticamente
exclusivas sobre este tema. Sin embargo, enfrentados a los resultados de estudios
históricos y a investigaciones de campo llevadas a cabo en otros países, estos textos
resultan en especial problemáticos. Se trata entonces, inicialmente, de analizar los
principales resultados de las investigaciones sociológicas francesas referentes al new age
para luego interrogar sus límites y, en un segundo momento, hacerlos dialogar con otras
perspectivas tanto históricas como antropológicas.3
LA SOCIOLOGÍA DE LOS NUEVOS MOVIMIENTOS
RELIGIOSOS (NMR) EN FRANCIA
5
En Francia, la reflexión acerca de los NMR fue usualmente llevada por los sociólogos de las
religiones. Estos fenómenos no llamaron la atención de los etnólogos franceses hasta una
fecha reciente;4 las investigaciones de campo son todavía escasas, lo cual da lugar a
generalizaciones precipitadas que no ayudan a la comprensión de las prácticas en
cuestión. En estos trabajos, la borrosidad que parece caracterizar el new age y más
comúnmente a los NMR, se asigna en general a la heterogeneidad de las creencias y
prácticas a las cuales recurren. El hecho de que se refieren a tradiciones muy distantes en
el tiempo y en el espacio parece en efecto ser un problema para los sociólogos,
acostumbrados a analizar lo cercano. En la literatura sociológica, los NMR con frecuencia
se interpretaron como reacción a la modernidad. Cabe entonces analizar el porqué de este
postulado y sus consecuencias.
LOS NUEVOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS O EL
SÍNTOMA DE UNA CRISIS
6
Distintos autores caracterizan la contemporaneidad en ocasiones como moderna, a veces
como posmoderna, y los dos términos aparecen a menudo como intercambiables. Estos
análisis presentan la modernidad (o la posmodernidad) como una fuerza que deconstruye
la tradición, a su vez caracterizada por la estabilidad y la permanencia. Según estos
escritos, este cambio agudo se manifestaría sobre todo bajo la forma de una crisis del
significado, implicada en la crítica de la racionalidad, en la relativización del
conocimiento científico y en la pérdida de crédito de las instituciones religiosas
tradicionales. Los autores que asocian los NMR con la posmodernidad explican estos
fenómenos como la expresión o el resultado de la pérdida de influencia de la ideología del
progreso y del desarrollo, sugiriendo así una especie de ruptura ideológica: a su modo de
ver, los puntos de referencia se volverían “móviles”, “reversibles” e “intercambiables”,
las marcas serían “flotantes” en la pluralidad del mundo moderno 5 y señalarían el
hundimiento definitivo del “mundo de la tradición”.6 La inestabilidad ideológica y
simbólica empeoraría por consecuencia de un sentimiento de amenaza generado por el
28
desarrollo de las ciencias y técnicas, asociado con los peligros de las catástrofes naturales,
de las guerras o del agotamiento de los recursos naturales. Al sentimiento de inestabilidad
que caracterizaría a la edad contemporánea se añadiría la desilusión respecto de las
instituciones de la modernidad, sobre todo en los ámbitos religiosos y médicos.
7
Se puede, ciertamente, caracterizar a la sociedad moderna como una sociedad de riesgos; 7
pero, ¿es la angustia suscitada por la conciencia de esta fragilidad exclusiva de la
modernidad?, ¿es la religión el único medio de restablecer las señales de orientación en
una situación de incertidumbre? El hecho de interpretar la difusión creciente de los NMR
en términos de reacción a la crisis generada por la modernidad sugiere que las “nuevas
creencias” son un medio de compensación para aquellos a quienes la modernidad ha
desposeído de ciertos valores.8
8
Según algunos sociólogos de las religiones, el proceso de racionalización, la autonomía del
individuo y el individualismo creciente que caracterizan la modernidad implicarían la
descomposición necesaria de la religión o, al menos, la desplazarían hacia los márgenes
de la sociedad. Las “nuevas formas de lo religioso” constituirían entonces una
recomposición acompañada de una pérdida, en particular, de la influencia de las
religiones instituidas que, al contrario de las nuevas formas, serían dotadas de una
tradición legítima.9 La modernidad haría nacer religiones “de sustitución”, “analógicas” o
“metafóricas”, de “carácter estallado, móvil, dispersado”, formando un “conglomerado
mal compuesto de creencias, un bric-à-brac imperceptible de reminiscencias y sueños que
los individuos organizan, de manera subjetiva y privada, en función de las situaciones
concretas a las cuales se enfrentan”.10 La modernidad aparece aquí como una fuerza que
deconstruye la permanencia y la estabilidad supuesta del mundo de la tradición religiosa.
Según estos autores, con la desagregación de las comunidades que supuestamente
garantizaban un “sentido fijo del mundo”, el individuo se encontraría sin señales, sin
referencia a una “memoria verdadera”.11 Las instituciones oficiales serían incapaces de
cubrir las necesidades de los individuos que se encontrarían en un mundo racionalizado,
dividido en compartimientos, en el cual las “comunidades tradicionales donde podían
estructurarse identidades unificadas” se disolverían necesariamente. 12 Los NMR y el new
age serían entonces una forma de resistencia contra “lógicas de desintegración social” y
reflejarían una nostalgia por la vida comunitaria.13 Las prácticas que proponen
representarían así una especie de paliativo en una situación de crisis y ruptura ideológica
y religiosa.
9
El proceso de cambio que implica la modernidad, o mejor, la transformación constante
que instaura, es comprendida en estos análisis como una ruptura con la tradición. 14 Es
cierto que la edad contemporánea implica atributos inéditos respecto de los tiempos
anteriores, sin embargo parece reductor ver la modernidad en términos exclusivos de
crisis, o incluso, en lo referente a la religión, en términos de degradación con relación al
pasado, como lo hacen la mayoría de los análisis del new age. Su estudio puede, al
contrario, revelarse rico en enseñanzas, porque este fenómeno expresa precisamente el
cambio de los valores, así como la adaptación constante al cambio. Es cierto que todo
cambio implica necesariamente una pérdida, pero considerando sólo la adhesión a este
movimiento desde esta perspectiva, se vuelve difícil entender las lógicas sociales en
acción en la constitución de los grupos o redes new age. En este sentido, los estudios
cuestionados aquí aparecen más como elementos de una crítica social que como análisis al
servicio de la comprensión de los fenómenos religiosos de la modernidad.
29
LA “NEBULOSA MÍSTICO-ESOTÉRICA” O LA
“DESCOMPOSICIÓN DE LO RELIGIOSO”
10
En un texto de 1989, Françoise Champion consagra el uso de la expresión “nebulosa
místico-esotérica” que, aún en la actualidad, se utiliza para describir los NMR y el new age
en la literatura sociológica francesa.15 La “nebulosa” estaría constituida por “grupos más
o menos laxos que combinan referencias místicas, esotéricas y psicológicas”. 16 Son
“religiosidades” que surgen fuera del marco de las religiones históricas occidentales, en
forma de religiones orientales o exóticas o de “prácticas esotéricas reactivadas”. 17 La
presencia de estas últimas justificaría la caracterización de la “nebulosa” como
“esotérica”. El aspecto “místico” que se le asigna está relacionado con las concepciones
we-berianas de vía de salvación, que se obtiene gracias a una transformación interior. 18
Pero las “religiosidades” en cuestión pueden también corresponder a “sincretismos
psicoreligiosos”, como es el caso en la psicología transpersonal, entonces considerada
como una síntesis de la psicología y de la mística.19 El new age es, según esta misma
autora, un subgrupo de estas “religiosidades paralelas” que constituyen una “subcultura” que adopta distintas prácticas como la meditación, la curación espiritual, el
rebirth, la astrología transpersonal, el tarot, etc.20 Por lo tanto, los criterios que aislan al
movimiento del new age dentro de la “nebulosa” no quedan claros.
11
El conjunto de creencias y prácticas que constituyen los NMR y el new age se define como
una “nebulosa” o como una “esfera de influencia con contornos imprecisos y móviles”, 21
por su organización inédita. Los grupos “místico-esotéricos” forman “redes espirituales”
conectadas por casas de edición, centros de talleres, librerías y asociaciones que
organizan conferencias.22 Esta nueva forma de organización religiosa, desprovista de toda
autoridad centralizadora, acentúa la idea de una disolución de las comunidades
tradicionales en los análisis que asignan un papel central al individualismo, señalando
aún más profundamente el alejamiento de estas nuevas creencias de las religiones
históricas. La “red mística” permitiría al individuo elegir de manera voluntaria entre las
distintas creencias y prácticas en la “nebulosa”. Paradójicamente, el individualismo
implica una tensión entre el individuo y el grupo, ya que los NMR, mientras rechazan toda
autoridad superior al individuo, aspiran a inscribirse en una tradición garante de
autoridad,23 necesariamente transmitida por un grupo, por el “linaje creyente”, para
continuar con la expresión de Hervieu-Léger.24 Pero el antagonismo entre individuo y
sociedad que se transparenta en estos análisis parece más bien provenir de una falta de
etnografía que genera una dificultad conceptual para establecer un vínculo entre los
distintos niveles de análisis.25 Por otra parte, en estos textos, es el presupuesto teórico
previo el que se impone sobre los datos de campo. Esta perspectiva parece ser el fruto de
una cierta perplejidad conceptual generada por el hecho de que la aparición de estos
fenómenos religiosos podría contradecir la previsión de la desaparición de la religión en
la sociedad moderna y su inevitable “desencanto”.
12
El hecho de que el new age esté caracterizado por la puesta en relación de prácticas y
representaciones alejadas en el tiempo y en el espacio, a menudo extranjeras a la sociedad
occidental, parece desconcertar a los sociólogos de las religiones, ya que se trata, en
apariencia, de prácticas desvinculadas de sus contextos de origen:
[Las prácticas y las ceremonias chamalucas, por ejemplo] desconectadas del sistema
de significado y del marco comunitario en que se asientan tradicionalmen-te,
30
pierden, a pesar de los discursos sobre la búsqueda de lo sagrado, su sentido
religioso, y pasan a ser simples prácticas mágicas, en particular de adivinación y de
curación.26
13
Este traslado sería entonces la señal de la “descomposición de lo religioso sin perspectiva
de recomposición”.27
14
Las prácticas religiosas afianzadas en un territorio circunscrito serían entonces más
legítimas que las que vienen de otra parte y pretenden adaptarse a un nuevo contexto.
15
La cuestión de la adaptación de las prácticas a otros contextos so-cioculturales se vuelve
así problemática en estos trabajos. En efecto, algunos autores franceses hasta llegan a
negar la posibilidad de adaptación de prácticas originarias de distintas tradiciones en
Occidente. Los esfuerzos de combinación o puesta en relación sólo indicarían un simple
bris-collage, una yuxtaposición de los recursos ofrecidos por distintas religiones en función
de las necesidades y demandas de los adeptos de la “nebulosa”. 28 La adopción de nuevas
características culturales en la sociedad contemporánea sería así “reveladora de un
pensamiento pragmático que opera por amalgama y al cual no le importa la continuidad
histórica y cultural”.29 Sin embargo, la aclaración de la traducción que se opera entre los
distintos sistemas puestos en relación sería muy útil, no sólo desde el punto de vista de
una mejor comprensión de los valores y procesos de simbolización de la sociedad
contemporánea, sino también para entender el cambio que la “exportación” de estas
religiones puede representar para sus contextos de origen. Cabría asimismo reconsiderar
la aplicabilidad de los conceptos de bricolaje y sincretismo en las investigaciones acerca
del new age.
16
El interés por las religiones orientales y “exóticas”, o por las nuevas interpretaciones de
las religiones históricas y la búsqueda de prácticas y métodos de vida “tradicionales”,
conduce a numerosos investigadores a caracterizar los NMR como una voluntad
“desmodernizante”30 o como una “protesta cultural global”. 31 Pero la crítica de algunos
aspectos de la contemporaneidad que puede aparecer en el discurso de los adeptos del
new age, como por ejemplo la distancia creciente entre el hombre y la naturaleza, los
daños causados por los alimentos industrializados, la impotencia del poder político o la
impersonalidad de la asistencia médica, no es exclusiva de las “místicas-esotéricas”. 32
Tampoco se trata de una aspiración a adoptar métodos de vida tradicionales; como los
autores en cuestión lo observan de manera muy precisa, una traducción se opera
necesariamente, así como una elección entre los elementos que deben adoptarse y
adaptarse.33 Contrario a lo que afirma Rocchi, el lenguaje psicológico, por ejemplo,
constituye a mi entender tal adaptación: no es una simple instrumentalización de estas
prácticas.34 La dimensión terapéutica es, ciertamente, un aspecto que predomina en el
new age y en los NMR en general. Sin embargo no suplanta por completo su dimensión
religiosa.
17
El lugar central asignado a las experiencias personales adquiridas por medio de las
prácticas new age refuerza la idea según la cual la “nebulosa” vendría determinada por
un “individualismo exacerbado”35 y constituiría una religión “a la carta”, 36 un
“supermercado espiritual”37 o un “circo”. 38 Por otra parte, esta caracterización genera
una contradicción en la interpretación de estos autores. Desde su perspectiva, los NMR
proporcionarían un medio para combatir las “lógicas de desintegración social”
desencadenadas por la modernidad o la posmodernidad. Sin embargo, el estudio
sistemático de las relaciones dentro de la “nebulosa” revela nuevas formas de sociabilidad
y lógicas que le dan una unidad a la inconsistencia aparente del fenómeno en cuestión.
31
18
La cuestión de la relación con el mundo de los grupos new age, tal como se analiza en los
trabajos de Champion, parece ser el centro neurálgico de la contradicción. ¿Expresa una
reacción a la modernidad o una afirmación radical de sus valores? Esta autora compara a
menudo los grupos que componen la “nebulosa” con las antiguas sectas cristianas,
descritas por Weber, caracterizadas por el rechazo del mundo y cuya afinidad con la
sociedad global consumiría un “efecto no buscado”.39 En el caso de la “nebulosa”, la
aceptación del orden social aparece en la mayoría de los grupos, sobre todo bajo la forma
de una “mercantilización de las prácticas”. Según este enfoque, el conflicto social que
caracterizaba a los grupos new age desembocaría en una “participación en la sociedad”, 40
ajustándose así los valores y las estrategias de tales grupos a los de la sociedad global
mediante la adopción de estrategias de mercado centradas en el individuo y su
realización.
19
Así pues, al final de los años ochenta un cambio se habría operado con la desaparición de
la creencia en la llegada de una nueva era, dejando de ser el discurso de protesta una
característica principal.41 ¿Pero se trataba en realidad de un rechazo del mundo en los
inicios del new age? Se puede afirmar lo contrario desde una perspectiva histórica, que
nos permitirá vislumbrar que el new age es el heredero de movimientos mucho más
antiguos.
¿REACCIÓN A LA MODERNIDAD O FE EN EL
PROGRESO? LAS RAÍCES DEL NEW AGE
20
El fenómeno social conocido bajo el nombre de new age surge a partir de los años sesenta
en las filas de las clases medias urbanas, en paralelo a las protestas de los movimientos de
estudiantes y movimientos sociales que conocieron distintos países occidentales. Una
ideología de la contracultura se extendió sucesivamente en el conjunto de la sociedad. Sus
prácticas y representaciones no constituían ya las marcas distintivas de una subcultura
marginalizada sino que dibujaban los contornos de un movimiento religioso. El new age
es, por lo que se refiere a su organización y su amplitud, un fenómeno inédito, pero sus
raíces remontan más lejos de los años sesenta. Este fenómeno constituye el renacimiento
de tendencias más antiguas, heredadas del siglo XIX que ya anunciaban la llegada de una
nueva era y predicaban la exploración de las capacidades humanas para la construcción
de un mundo mejor.42 El examen de los orígenes de estas concepciones, comunes a los
distintos grupos que constituyen este movimiento, pone de manifiesto que estas ideas,
aunque se hayan difundido más ampliamente gracias a la contracultura, no representan
una reacción a la modernidad, sino una visión alternativa a ésta.
A)
21
Desde una perspectiva histórica, el new age se origina en el movimiento espiritualista
estadounidense del siglo XIX, cuyas dos fuentes más antiguas fueron el new thought y la
teosofía. Ambos se interesaban en el poder que el espíritu puede ejercer sobre el cuerpo,
más en términos de curación espiritual o psíquica. Se nutrían, en particular, de los
trabajos del sueco Emanuel Swedenborg, filósofo místico cristiano, y del austríaco Franz
Mesmer, magnetizador e hipnotista.43
32
22
Los grupos del new thought se constituyeron en los medios intelectuales cristianos de
Boston, que compartían un interés por el estudio de la metafísica y de la curación
espiritual. Contribuyeron a difundir una idea central de los escritos de Swedenborg,
recurrente en el new age: la teoría de la “chispa divina”. Según ésta, todo ser humano
poseería una “parte perfecta” cuyo despertar y desarrollo restauraría la armonía perdida
por el pecado original.44 Por otra parte, el new thought adoptó también la teoría de las
correspondencias, renovada por Swedenborg, según la cual el mundo espiritual hace eco
al mundo natural, conectándose los dos por un flujo divino. El movimiento afirmaba que
al mantener el espíritu abierto a la luz divina, era posible acceder a fuentes de energía y
de fuerza puras, susceptibles de ser puestas al servicio del desarrollo espiritual del ser
humano.45
23
La corriente teosófica, por su parte, mucho más influida por la obra de Mesmer, tenía
como objetivo el estudio comparativo de las religiones, de la filosofía y de la ciencia, así
como la exploración de las leyes inexplicadas de la naturaleza y las capacidades latentes
del ser humano. Este proyecto se basaba en la idea de una fraternidad humanista abierta a
todos, sin criterios de raza, sexo o creencia. La teosofía afirmaba también la unidad
esencial de todas las religiones, al tener ellas su fuente en una religión universalmente
difundida desde el amanecer de la humanidad. Su fundadora indicaba en sus escritos la
llegada mminente de una nueva era para la humanidad que transformaría al hombre
gracias a la perpetuación de algunas enseñanzas esotéricas. 46 Este movimiento fue el
primero que inició la “exoterización” de los conocimientos esotéricos, acción a menudo
asignada al new age.47 Mientras que el progreso científico y técnico alimentaba grandes
esperanzas, estos conocimientos –hasta la fecha ocultos– nutrían la fe en el desarrollo
espiritual del hombre y la sociedad.
24
Desde un punto de vista histórico, la teosofía aparece como un importante precursor del
new age, ya que, al igual que éste, reviste un método de organización que se puede
calificar de transnacional.48 Así, gracias a los numerosos viajes de Helena Blavatsky, la
Theosophical Society se desarrolló también en Inglaterra, atrayendo, como en Estados
Unidos, círculos de intelectuales que se interesaban por las religiones orientales, por el
ocultismo y por los fenómenos psíquicos. El objetivo de reconstruir la sociedad según una
doctrina que predica una moral rigurosa y “elevada” contribuyó al establecimiento de
vínculos con sociedades científicas y políticas.49 Este movimiento proponía, en efecto, un
proyecto social fundamentalmente progresista, nutriéndose de resultados científicos y, en
este sentido, estaba marcado con fuerza por los paradigmas del siglo XIX. La Theosophical
Society se estableció también en Alemania y en Francia, donde sus fundadores eran
reformistas interesados por las capacidades latentes del espíritu humano. La Sociedad
surgió también en la India, ya que algunos líderes, entre los cuales Blavatsky, habían
transferido su centro cerca de Madras. Allí, sus intereses políticos y sociales los
comprometieron sucesivamente en el movimiento nacionalista indio y, en paralelo,
establecieron contactos con las élites políticas y religiosas locales, como Mahatma Gandhi,
Jawaharlal Nehru y Krishnamurti.50 Así fue como en la exposición mundial de Chicago,
que llamó la atención de los medios de comunicación de la época, el budismo y el
hinduismo fueron representados, con diputados, en el Parlamento Mundial de las
Religiones, en 1893.51 La Theosophical Society fue así uno de los puentes mediante el cual
se introdujeron estas dos religiones en Occidente.
25
En la primera mitad del siglo XX, las corrientes espiritualistas se consolidaron, las
enseñanzas se desarrollaron y se difundieron. Esta época fue marcada por la publicación
33
de un número considerable de obras52 y por la fundación de nuevas asociaciones. Uno de
los continuadores fue Hermann Keyserling, el fundador de la School of Wis-dom, que
atrajo a numerosos intelectuales como Cari Gustav Jung, Rudolf Otto, Erwin Rousselle,
Rabindranath Tagore y Ernst Troeltsch. La Sociedad de Antroposofia de Rudolf Steiner y
la Arcane School de Alice Bailey se sitúan también en esta esfera de influencia. En 1922, el
armenio Georges Ivanovitch Gurdjieff abrió el Instituto para el Desarrollo Armonioso del
Hombre cerca de Fontainebleau, en Francia, donde impartió sus enseñanzas en el marco
de prácticas de meditación y danzas budistas, sufíes, egipcias, así como de su propia
creación, ensalzando el despertar de la conciencia del Yo mediante la modificación de la
percepción del cuerpo.53
B)
26
Estas manifestaciones dieron nacimiento al movimiento conocido bajo la denominación
de new age, el cual surgió en los años sesenta como se ha citado. Entre ellas, es
importante mencionar el movimiento del Potencial Humano, inaugurado por Abraham
Maslow en 1962, en Estados Unidos. Este ofreció el contexto en el cual las distintas
técnicas adoptadas en las prácticas new age, como el yoga utilizado con fines de
desarrollo personal, fueron elaboradas, teorizadas y difundidas, gracias a la creación del
Instituto Esalen, en California. Se incorporaron varias concepciones de la teosofía en el
movimiento del Potencial Humano: la idea de la “chispa divina” presente en todo ser
humano, la de la esencia común de todas las tradiciones místicas y religiosas que se
expresa de diferentes maneras en tiempos y culturas distintos, así como la idea del ser
perfecto dentro de la persona cuyo desarrollo puede conducir a la humanidad hacia una
nueva era.
27
Esalen era una comunidad de hippies en California que albergaba un lugar clave de la
contracultura. La propiedad pertenecía a un profesor de la Universidad de Stanford,
Michael Murphy, interesado en las religiones orientales y que más tarde participaría en la
fundación del Instituto Esalen. La comunidad acogió la psicología humanista de Maslow
casándola con prácticas corporales orientales.54 Según Maslow, la plena realización del
individuo como ser justo, libre y creativo (self-actualisation), no podía llevarse a cabo sin
una previa liberación de las obligaciones sociales y de las dependencias que crea él mismo
con su entorno.55 Los estados denominados peak expérience, que se traducen por un
sentimiento de alegría, éxtasis y gozo, así como el concepto de “fuerza vital”, conocido en
el yoga como prana, eran buscados en prácticas de grupo, concentrados sobre la
comunicación entre el cuerpo y la psique y sobre el momento presente, con el fin de
superar a la persona para ayudarle a deshacerse de sus preocupaciones. Estos conceptos
permitieron la introducción de la psicología transpersonal en Esalen y las experiencias
del grupo fueron sucesivamente interpretadas como experiencias espirituales o místicas.
56
El proyecto de Esalen atrajo rápidamente a numerosos intelectuales interesados en las
capacidades latentes del hombre y el Instituto se convirtió en centro de psicología
transpersonal, organizando talleres, enseñanzas y seminarios para todos los que deseaban
conocer las técnicas desarrolladas. Entre los primeros profesores se contaba con Gregory
Bateson, quien vivió allí los últimos años de su vida.57 Aldous Huxley desempeñó también
un papel esencial en este lugar.
34
28
La corriente del Potencial Humano y las distintas prácticas desarrolladas por el Instituto
Esalen se extendieron rápidamente en Estados Unidos, como en los círculos de los
miembros y simpatizantes de los nuevos movimientos sociales o estudiantes.
29
La creencia en la llegada de una nueva era para la humanidad, afirmada por los teósofos
del siglo XIX, se extendió desde Inglaterra. Algunos grupos ingleses herederos de la
teosofía, como la famosa comunidad de Findhorn, ambicionaban construir una red
internacional con el fin de difundir los conocimientos que harían posible la llegada del
nuevo tiempo y de multiplicar las comunidades poseedoras de este conocimiento. La
organización de encuentros internacionales permitió establecer contactos entre distintos
centros esotéricos y de Potencial Humano en Estados Unidos, al reunir individuos
afiliados a distintas tradiciones ocultistas. A partir de los años setenta, el movimiento
conoció un desarrollo inaudito gracias a la difusión de revistas y libros así como a la
creación de centros de enseñanza y de tiendas de productos naturales, lo cual produjo
una “subcultura espiritual” cada vez más extendida.58 En los años ochenta, el acento
puesto sobre el cambio inminente se relegó a un segundo plano, como consecuencia de la
atención creciente de los medios de comunicación sobre el new age. 59 Del mismo modo, la
dimensión terapeútica fue enfatizada más que el objetivo progresista y se presentaron las
distintas prácticas como paralelas a la medicina alopática y a la psicología oficial, lo que
contribuyó a su percepción como prácticas puramente utilitarias en su nuevo contexto.
30
La insistencia sobre el individualismo de las prácticas y sobre las “composiciones a la
carta” impide sin embargo discernir la lógica común que las une y restituir el dinamismo
de estos fenómenos religiosos. Lo que reúne estas distintas prácticas, presentadas como
equivalentes e incluso intercambiables, es lo que se podría llamar una lingua franca
fundamental; es decir, un discurso basado en constataciones similares acerca de la
condición humana.60 En efecto, el ejercicio de prácticas tan distintas y su conjunción se
explican por una serie de concepciones comunes, señaladas por distintos autores, que
marcan los contornos del movimiento. Se trata de la sacralización de la naturaleza, de la
referencia constante a una energía cósmica, del papel central desempeñado por el cuerpo
y, en el caso de los grupos que adoptan prácticas corporales orientales, de la concepción
de la espiritualidad oriental como un espejo invertido del Occidente, 61 basados en la
afirmación de la posibilidad de una transformación individual. El desarrollo personal es
posible gracias a la implicación del cuerpo del individuo, sea por medio de una práctica
corporal o mediante el cambio de la alimentación, por lo tanto siempre a través de la
experiencia individual, sin mediación institucional propiamente dicha. La experiencia
contemplada es la peak expérience de la psicología transpersonal, o también la experiencia
mística que revela la experiencia cotidiana bajo otro enfoque.
31
El tema de la transformación individual confirma el carácter exclusivamente
individualista del new age a los ojos de varios autores. Sin embargo, si se toma en cuenta
la lógica común que conecta a los distintos grupos por una parte, y por otra se considera
que debido a que la transformación individual implica, en la perspectiva del movimiento,
la transformación sucesiva de la humanidad, se ve que no se trata de una búsqueda de
salvación puramente individual. La plena realización de la persona, gracias a sus
capacidades latentes, no es un asunto individual, ya que conduce al progreso del conjunto
de la sociedad que, poco a poco, alcanzaría un grado evolutivo más elevado por la
apropiación y la difusión de las herencias de sabiduría de la humanidad, una sabiduría
codificada, según esta concepción, en los distintos conocimientos ancestrales. La
conciencia individual no basta, como lo sugieren los sociólogos franceses de las religiones,
35
ya que se amplía y se convierte en sinónimo de conciencia planetaria o cósmica. Si es el
Yo el que está en el centro de las representaciones del new age, lleva en él la clave de su
transformación y su transcendencia.
RELIGIÓN DEL YO O RELIGIÓN DE LA AUTONOMÍA.
HACER DIALOGAR LOS TEXTOS
32
Antes de seguir la reflexión acerca de las características y las implicaciones del fenómeno,
el debate sobre su denominación parece inevitable. Champion, pretendiendo precisar o
sustituir la denominación corriente, enumera alternativas ante estos términos. Así pues,
la “nebulosa” podría concebirse como si formara parte del “entorno cúltico” (cultic milieu)
de la literatura sociológica anglosajona o como una “nebulosa de heterodoxias”. Opta
finalmente por los términos de “creencias o religiosidades paralelas”, que surgen junto a
religiones y conocimientos legítimos desde la época de la contracultura. Todos estos
términos son sin embargo vagos y sugieren que se trata de una especie de subcultura que
hace énfasis en valores disidentes dentro de la sociedad dominante, lo que minimiza el
alcance del fenómeno. El concepto de new age, más extendido en la literatura
anglosajona, es también problemático, ya que los adeptos del movimiento se definen
raramente como integrantes del new age.62 Tiene no obstante la ventaja de explicitar la
diferencia entre este movimiento y sus precursores, como la teosofía o el new thought, es
decir el acento puesto sobre la transformación o el desarrollo personal que implica a su
vez una transformación social.63 El término “circuito alternativo”, empleado por Carozzi
en su análisis de los NMR y del new age en Buenos Aires,64 parece adaptarse mejor a los
datos etnográficos. Esta noción cubre el conjunto de los NMR e incluye al new age,
ofreciendo la posibilidad de tener en cuenta la movilidad de los adeptos entre los distintos
grupos, la organización de los movimientos en red y el hecho de que representan, en
algunos casos, alternativas terapeúticas y religiosas ante las instituciones que gozan de
una legitimidad social mayor.
33
Si se considera que el new age responde a las necesidades de un público más amplio que el
que se opone a la modernidad, se puede entrever que se trata de un fenómeno de mayor
amplitud, en el sentido de que expresa la sacralización de algunos valores de la
modernidad al ofrecer alternativas, a la vez, a los que desean romper con algunos
aspectos de dicha modernidad y a los que aceptan los valores de la sociedad global. 65 Lo
que el movimiento debe a la contracultura no puede así considerarse como un
cuestionamiento de la modernidad en sí: la negación de la racionalidad puede coexistir,
por ejemplo, con el optimismo en cuanto al desarrollo social. La valorización de la
coexistencia del rechazo y de la aceptación de algunos aspectos de la modernidad permite
identificar dos órdenes de adhesión al circuito alternativo. Por un lado, se encuentra a los
herederos de la contracultura para los cuales el desarrollo espiritual viene junto con el
rechazo del consumo capitalista y la voluntad de volver a entablar un vínculo más
estrecho con la naturaleza. Por otro, están los miembros “procapitalistas” que pueden
aprovecharse de su desarrollo personal en el marco de su trabajo, por ejemplo. 66 Así, los
valores representados por estos dos tipos de miembros son complementarios en el
complejo alternativo, e individuos que pertenecen a universos sociales diferentes
encuentran una lingua franca en el new age.
34
Heelas caracteriza por otra parte el new age como una “espiritualidad ‘de’ y ‘para’ la
modernidad”, ya que valores comúnmente admitidos se transponen en una lengua
36
religiosa, en un proceso de radica-lización y sacralización. De esta manera, junto al
progresismo, valores como la libertad, la autenticidad, la responsabilidad, la
autosuficiencia, la determinación, la igualdad, la armonía, la paz, la expresión creativa, el
Yo, el individuo como autoridad, la fe en el cambio, la desconfianza hacia la tradición y la
importancia de liberarse de las obligaciones sociales impuestas en el pasado, así como la
valorización de la naturaleza, ocupan un lugar central en el circuito alternativo. 67
35
Aunque el new age no sea una reacción a la modernidad, es sin embargo una innovación
religiosa moderna. Este aspecto está muy bien subrayado en los trabajos de Heelas, en
Estados Unidos, y de Carozzi, en Argentina. Ponen a la luz la naturaleza del movimiento
como expresión de valores modernos, lo que no hacen las investigaciones francesas. 68
Según Carozzi,69 el estudio de estos fenómenos como equivalentes espirituales del proceso
de disembedding o de “deslocalización”, definido por Giddens como una de las influencias
principales del dinamismo de las instituciones modernas, 70 permite comprender mejor
algunos aspectos del movimiento. La valorización de los contactos efímeros y de la
movilidad de los adeptos en el circuito alternativo es así la expresión de la sacralización
de este proceso.71 La contradicción relativa al individualismo y a la pertenencia al grupo
encuentra otra explicación cuando se consideran las interacciones dentro de las redes y
cuando se toma en cuenta el hecho de que el Yo y su transformación se encuentran en el
centro de este movimiento. En el fondo de esta “nebulosa de creencias”, es posible
distinguir un movimiento religioso construido sobre la creencia en una esencia divina del
individuo, que vincula al mismo con un mundo espiritual y cuyo desarrollo puede
producir transformaciones sociales, lo que Heelas llama “religión del Yo”. 72 Según esta
lógica, es este ser perfecto dentro de la persona el que conduce al individuo a la
transformación espiritual, y no su propia conciencia o una autoridad exterior. Esta
esencia es libre de toda obligación social, es asocial por excelencia, como lo muestra el
análisis de Carozzi.73 La elección de las prácticas y de los líderes se hace entonces
“intuitivamente”, guiada por la “chispa divina” o por el Yo interior. La voluntad de
autonomía del individuo se encuentra así sacralizada en el new age. 74
36
Según esta misma lógica, se borra toda referencia a la autoridad en el discurso de los
líderes del movimiento. En los cursos y los talleres se asigna toda acción y todo
conocimiento a la esencia divina y al cuerpo, igualmente asocial, pero nunca al profesor
que asume el papel de un simple coadyuvante.75 El ideal de autonomía se refleja también
en la organización del movimiento que evita, en numerosos casos, las formas
comunitarias estables. Este ideal se refleja con claridad en el discurso de algunos líderes y
miembros argentinos que no reconocen el new age como movimiento, considerando la
difusión del interés por el desarrollo de la espiritualidad como una consecuencia natural
de la evolución de la humanidad.76 Además, en las enseñanzas, la atención se concentra
sobre todo en los agentes asociales que entran en juego en la terapia. Así pues, la eficacia
de la terapia no se asigna a la interacción con otros individuos, sino a la interacción con
agentes asociales; la experiencia positiva que puede ofrecer una terapia o una formación
no se asocia entonces con lazos sociales externos o internos al circuito alternativo, lo que
valoriza aún más y legitima las relaciones efímeras establecidas durante talleres y
seminarios que permiten acceder a tales experiencias.
37
La movilidad de los adeptos entre los distintos centros se traduce a su vez en un discurso
que retoma la imagen de la energía, sinónimo de vitalidad y salud, que fluctúa y circula
sin cesar.77 La contradicción aparente entre la centralidad del individuo y la pertenencia
al grupo se soluciona entonces dentro del new age a través de la sacralización de la
37
autonomía y de las relaciones efímeras que se pueden observar a menudo en éste. La
sacralización del Yo y de la autonomía aparece así, mediante investigaciones de campo
profundizadas, como uno de los principios estructurantes del new age que aparece
finalmente como una religión para un mundo en movimiento.
***
38
El análisis crítico de la literatura acerca del new age permitió entrever las dificultades
principales del análisis sociológico de los nuevos fenómenos religiosos de la modernidad.
Tratándose de un universo en construcción constante, que articula a la vez referencias
universalizantes y particularizantes, y debido a la escasez de conocimientos obtenidos
hasta ahora, el new age no se deja fácilmente definir ni teorizar. Las generalizaciones
precipitadas que se encuentran en los escritos franceses llevan a contradicciones que
conducen a la reflexión hacia un callejón sin salida, como, en particular, el hecho de
considerar el new age como una simple reacción a la modernidad. La organización del
movimiento en redes, desprovista de autoridad centralizadora, así como la preeminencia
de la experiencia personal en las prácticas, vuelve problemática la comprensión de la
relación entre grupo e individuo en los estudios franceses. La motivación, las
circunstancias y los distintos grados de adhesión a los nuevos movimientos religiosos son
borrados en los análisis, lo que impide medir la amplitud y el alcance del fenómeno y ver
más claramente la relación que mantiene con la contemporaneidad, así como la lógica
común que reúne las representaciones y prácticas diversas movilizadas por el new age. La
cuestión de la adaptación de prácticas religiosas alejadas en el tiempo y en el espacio, así
como la de la traducción entre distintos sistemas simbólicos, merecen también
profundizarse en las investigaciones futuras.
39
La puesta en perspectiva histórica de los orígenes del movimiento puso de manifiesto que
algunas de sus concepciones centrales se remontan a las corrientes espiritualistas del
siglo XIX, aquí consideradas como equivalentes espirituales de las ideologías del progreso,
asociadas con la modernidad y con la evolución social, y paralelas a la evolución espiritual
de la humanidad. La contracultura no generó entonces las representaciones y prácticas
del new age, pero sí contribuyó a perfeccionarlas y a volverlas accesibles a un público más
amplio, dándoles una visibilidad social más importante. La interpretación del new age
como reacción a la modernidad, alegada por algunos autores, resulta así infundada.
Conviene más bien verlo como una expresión particular de la apropiación de los valores
de la sociedad global. Estas prácticas no se presentan entonces como una reacción a
algunas características de la contemporaneidad a menudo interpretadas como una clase
de patología social en los trabajos de los sociólogos franceses. Pueden entonces
considerarse como expresiones particulares de los valores de la modernidad que no son
de ninguna manera extranjera a la dinámica de las instituciones modernas, como lo
sugieren los análisis de Giddens.
40
La multiplicación de los datos de campo, la incorporación de los análisis antropológicos
en las reflexiones sociológicas y la apertura a las investigaciones efectuadas en otros
contextos socioculturales parecen indispensables con el fin de multiplicar los puntos de
vista, definir ejes de comparación y hacer progresar la investigación acerca de los nuevos
movimientos religiosos en Francia y en otros lugares. Las características innovadoras de
los NMR y del new age que parecen desconcertar a los sociólogos franceses de la religión,
como la mercantilización de las prácticas y la creación de redes transnacionales, podrían
38
entonces reinterpretarse en el seno de un nuevo modelo más operativo y proporcionar
más informaciones acerca de la modernidad religiosa.
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NOTAS
1.
2
Traducción del francés de Kali Argyriadis.
2. Valérie Rocchi. “Du Nouvel Age aux réseaux psychomystiques”. Ethnologie française, vol. xxx,
núm. 4, 2000, pp. 583-590.
3. En el marco de mi investigación de doctorado acerca de la implantación y la adaptación de las
religiones afrobrasileñas en Francia, trabajo con grupos que pueden ser catalogados como parte
de los nuevos movimientos religiosos o del new age. Esto fue lo que me llevó a estudiar los
trabajos franceses sobre el new age y a darme cuenta de que sus interpretaciones se adaptaban
difícilmente a los datos de campo. Esta reflexión fue la que me inspiró este artículo. Cabe señalar
aquí que abreviaré el término “nuevos movimientos religiosos” con la sigla “ NMR” en el resto del
texto.
4. Cfr. Marie-Jeanne Ferreux, lue New-Age. Ritualite’s et mythologies contemporaines. París:
L’Harmattan, vol. xxx, núm. 4, de Ethnologie française, editado en 2000 bajo la dirección de
Françoise Champion. Esta obra reúne textos acerca del new age basados sobre trabajos de campo
pero cuyas interpretaciones no se desmarcan de los análisis sociológicos propuestos
anteriormente.
5. Françoise Champion. “La nébuleuse mystique-ésotérique. Orientations psychoreligieuses des
courants mystiques et ésotériques contemporains”. F. Champion y D. Hervieu-Léger (eds.). De
l’émotion en religion. Paris: Centurion, 1990, pp. 17-70.
6. Danièle Hervieu-Léger. La religion pour mémoire. Paris: Editions du cerf, 1993, p. 242.
7. Anthony Giddens. Modernity and Self-Identity. Self and Society in the Late Modem Age. Stanford:
Stanford University Press, 1991.
8. Cabe hacer notar que los sociólogos franceses de las religiones no toman en cuenta los
distintos grados de implicación en los grupos, lo cual permitiría medir su amplitud y ver que no
se reduce a una “protesta cultural”. Cfr. Champion, “La croyance en l’alliance de la science et de
la religion dans les nouveaux courants mystiques et ésotériques”. Archives de Sciences sociales des
Religions, vol. 82, abril-junio de 1993, pp. 205-222; “La religion à l’épreuve des NMR”. Ethnologie
française, vol. xxx, núm. 4, 2000, pp. 525-533; Hervieu-Léger, op. cit., p. 138; “Renouveaux
émotionnels contemporains. Fin de la sécularisation ou fin de la religion?”. F. Champion y D.
Hervieu-Léger (eds.), op. cit., pp. 229-232; Champion y Louis Hourmant. “‘Nouveaux mouvements
religieux’ et sectes”. F. Champion y M. Cohen (eds). Sectes et démocratie. Paris: Seuil, 1999, pp.
59-85.
9. Hervieu-Léger, op. cit.
10. Ibid., p. 44.
11. Ibid, p. 247.
12. Champion, “La nébuleuse mystique-ésotérique...”, p. 40.
13. Champion y Hourmant, “Noveaux mouvements.p. 65.
41
14. El uso de esta noción por los sociólogos franceses de las religiones refleja una falta de
definición y un uso ingenuo del término. Para un análisis más profundo del mismo, vid. Gérard
Lenclud. “Qu’est-ce que la tradition?”. M. Détienne (éd.). Transcrire les mythologies. Tradition,
écriture, historicité. Paris: Albin Michel, 1994, pp. 25-44.
15. El término “nebulosa” sirve también para designar, de manera más general, las producciones
religiosas asociadas con la modernidad, presentadas como “fenómenos que actúan en lugar y
calidad de religiones”. Hervieu-Léger, La religion pour..., p. 42.
16. Françoise Champion. “Les sociologues de la post-modernité religieuse et la nébuleuse
mystique-ésotérique”. Archives de Sciences sociales des Religions, vol. 67, núm. 1, 1989, p. 155.
17. Idem.
18. Champion, “Les sociologues...”, “La nébuleuse mystique-ésotérique...”, “Nouveaux
mouvements...”, “La religion à l’épreuve...”, “La ‘nébuleuse mystique-ésotérique': une
décomposition du religieux entre humanisme revisité, magique, psychologique”. F. La-plantine
(ed). Le défi magique I. Esotérisme, occultisme, spiritisme. Lyon: Presses Universitaires de Lyon, 1993,
pp. 315-326.
19. Champion, “Le croyance...”, p. 206; “Religieux flottant, éclectisme et syncrétismes”. Jean
Delumeau (dir.). Le fait religieux. Paris: Fayard, 1993, p. 751.
20. Champion entiende por new age todas las religiones no cristianas incluyendo diferentes
tradiciones esotéricas y las “creencias y prácticas pararreligiosas” presentes desde hace tiempo
en Occidente, como la videncia, u otras más recientes como la meditación, “La nébuleuse
mystique-ésotérique...”
21. Idem.
22. Champion, “La ‘nébuleuse mysrique-ésotérique': une décomposition...”; Hervieu-Léger. Le
pèlerin et le converti. La religion en mouvement. Paris: Flammarion, 1999.
23. Champion, “La religion à l’épreuve...”
24. La religion pour...
25. Efectivamente, la mayoría de los estudios acerca de los NMR se fundan sobre generalizaciones
a menudo rápidas, que dejan poco espacio a los casos concretos. Vid. por ejemplo el primer
capítulo de De l’émotion en religion, Hervieu-Léger y Champion (eds.), op. cit. La omisión de los
criterios de selección de los datos puede ser señalada en otras obras.
26. Champion en Delumeau, op. cit., p. 549.
27. Champion, “La religion à l’épreuve. p. 532.
28. Idem.
29. Véronique Altglas. “Living in harmony: le souffle à des fins thérapeutiques”. Ethnologie
française, vol. xxx, nύm. 4, 2000, p. 551.
30. Hervieu-Léger, La religion pour..., p. 138.
31. Champion y Hourmant, “Nouveaux mouvements... ”, p. 62.
32. Conviene subrayar que en estos escritos no queda claro que las críticas formuladas proceden
verdaderamente del discurso de los adeptos, ya que las circunstancias y el motivo de la adhesión
no son ampliamente descritas.
33. La relación entre maestro y discípulo en algunos grupos que practican religiones orientales
indica tal adaptación, como lo demuestra A. Koné en su artículo acerca del zen en Francia.
Alioune Koné. “Le zen en Occident: un vieux vin dans une nouvelle bouteille”. Ethnologie française,
vol. xxx, núm. 4, 2000, pp. 535-543.
34. Op. cit.
35. Champion en Delumeau, op. cit., p. 762.
36. Champion, “La nébuleuse mysrique-ésotérique.Hervieu-Léger, La religion pour...
37. Hildegard van Hove. “L’émergence d’un ‘marché spirituel’”. Social Compass, vol. 46, núm. 2,
1999, pp. 161-172; Michael York. “Le supermarché religieux: ancrages locaux du Nouvel Age au
sein du réseau mondial”. Social Compass, vol. 46, nύm. 2, 1999, pp. 173-179.
42
38. David Lyon. “A Bit of a Circus: Notes on Postmodernity and the New Age”. Religion, vol. 23,
núm. 2, 1993, pp. 117-126.
39. Champion, “La religion à l’épreuve...”, p. 527.
40. Idem.
41. Rocchi, op. cit., p. 584.
42. Robert Ellwood. “How New is New Age?” J. R. Lewis y J. Melton Gordon (eds). Perspectives on
the New Age. Albany: State University of New York Press, 1992, pp. 59-68.
43. Catherine L. Albanese. “The Magical Staff: Quantum Healing in the New Age”. J. R. Lewis y J.
Gordon Melton (eds.), op. cit., pp. 68-84. Kay Alexander. “Roots of the New Age”. J. R. Lewis y J.
Gordon Melton (eds.), op. cit., pp. 30-48.
44. Albanese, op. cit.
45. Alexander, op. cit.
46. Helena Petrovna Blavatsky. Isis dévoilée. París: Ed. Théosophique, 1913-1921, IV vols.
47. Champion, “La nébuleuse mystique-ésotérique...”
48. Acerca de la noción de transnacionalización vid. entre otros: Peter van der Veer.
“Transnational religion”. Ponencia presentada en Transnational Migration: Comparative
Perspectives. Princeton University, 30 junio-1 julio de 2001; Ulf Hannerz. Transnational
connections. Londres-Nueva York: Routledge, 1996; Stefania Capone. “A propos des notions de
globalisation et de transnationalisation”. Civilisations, vol. LI, nums. 1-2, 2004, pp. 11-34.
49. Cfr. Alexander, op. cit., p. 32.
50. Paul Heelas. The New Age Movement. The Célébration of the Self and the Sacralisation of Moder-nity.
Oxford: Blackwell, 1996.
51. Este evento fue organizado por Charles Carroll Bonney, que era miembro de una iglesia
swedenborgiana. Cfr. William Sims Bainbridge. The Sociology of Religious Movements. Nueva YorkLondres: Routledge, 1997.
52. Por ejemplo, Aldous Huxley. Ta philosophie éternelle. París: Seuil, 1977; Pierre Teilhard de
Chardin. Le phénomène humain. Paris: Seuil, 1955.
53. Heelas, op. cit.
54. La psicología humanista deseaba romper con el reduccionismo de la escuela behaviorista y
del psicoanálisis.
55. Heelas, op. cit.
56. Alexander, op. cit., p. 42.
57. Maria Julia Carozzi. “La religión de la autonomía: Nueva Era y nuevos movimientos sociales (o
Nueva Era: la autonomía como religión)”. Ponencia presentada en VIII Jornadas sobre Alternativas
Religiosas en América Latina. São Paulo, 1998.
58. A mitad de los años setenta, Esalen contaba con 10 000 participantes al año. Al principio de
esta década, había ya 300 centros de potencial humano en Estados Unidos y aproximadamente 10
millones de personas habían participado en cursos o seminarios de desarrollo personal. Heelas,
op. cit., p. 52.
59. James R. Lewis. “Approaches to the Study of the New Age Movement”. J. R. Lewis y J. Gordon
Melton (eds.), op. cit., p. 11.
60. Paul Heelas. “The New Age in Cultural Context: the Premodern, the Modem and the
Postmodern”. Religion, vol. 23, núm. 2, 1993, p. 104.
61. Andrea Grâce Diem y James R. Lewis. “Imagining India: The Influence of Hinduism on the New
Age Movement”. J. R. Lewis y J. Gordon Melton (eds.), op. cit., pp. 48-58. Conviene observar que
este último tema no se limita al hinduismo, al budismo, al taoísmo o al zen. De manera general, es
el Otro el que está en cuestión: la armonía y el equilibrio que podrían ser alcanzados mediante el
estudio de las tradiciones religiosas y prácticas corporales “exóticas” se asignan a las culturas
que serían portadoras de los mismos. En este sentido, las sociedades no modernas pueden ser
percibidas como un espejo invertido del Occidente.
43
62. Lewis, op. cit.
63. Idem.
64. Maria Julia Carozzi. “Ready to move along: The Sacralization of Disembedding in the New Age
Movement and the Alternative Circuit in Buenos Aires”. Civilisations, vol. LI, núms. 1-2, 2003, pp.
139-154.
65. Heelas, The New Age Movement..., p. 169.
66. Heelas, “The New Age in Cultural...”, p. 108.
67. Heelas, The New Age Movement..., pp. 164-169.
68. La evocación de resultados procedente de terrenos tan distantes puede parecer una falta de
prudencia debido a las particularidades de cada país donde el new age está presente, pero el
carácter universalizante y transnacional del movimiento, así como las semejanzas de los
contextos sociales, pueden permitir tal aproximación.
69. Carozzi, op. cit.
70. “La extracción de las relaciones sociales de los contextos locales de interacción, luego su
reestructuración en campos espacio-temporal indefinidos”. Anthony Giddens. Les conséquences de
la modernité. París: L’Harmattan, 1994, p. 30.
71. Carozzi, op. cit., p. 221. Sería interesante ampliar esta reflexión a partir del análisis de
Giddens, ya que parece que otra característica de la modernidad encuentra también eco en el new
age. El disembedding viene acompañado con la reflexividad que se refiere, generalmente, a la
revisión constante de los acervos sobre la acción social y sobre el medio ambiente, a la luz de
nuevas informaciones y conocimientos (Anthony Giddens. Modernité and Selfl-Identity. Self and
Society in the Late Modem Age. Stanford: Stanford University Press, 1991, pp. 14-21). Según Giddens,
el Yo constituye un proyecto reflexivo en modernidad, es decir que debe ser constantemente
descubierto y reconstruido, no sólo tras una posible crisis, sino en función de los cambios sociales
constantes que sufre el individuo. La reflexividad del Yo repercute en todos los aspectos de la
vida individual (y social), del cuerpo hasta la vida psíquica. El new age podría entonces pensarse
como una expresión de la reflexividad del Yo.
72. Heelas, The New Age Movement...
73. Op. cit. Los escritos de esta autora están basados por otra parte en una investigación de campo
profundizada que efectuó entre los grupos new age de Buenos Aires. Pretendía seguir la
movilidad de los adeptos mediante su participación en numerosos talleres y workshops, así como
por medio de la recopilación de las historias de vida de veinticinco miembros activos del circuito
alternativo de esta ciudad. Cfr. Julia Carozzi. Nueva Era y terapias alternativas. Construyendo
significados en el discurso y la interacción. Buenos Aires: Ediciones de la Universidad Católica
Argentina, 2000, p. 230.
74. Carozzi, “La religión de la autonomía...”, p. 7.
75. Ibid, pp. 13-16.
76. Ibid., p. 8.
77. Carozzi, “Ready to move along...”
AUTOR
VIOLA TEISENHOFFER
LESC-Université de Paris x-Nanterre
44
La estetización y los usos culturales de
la danza conchera-azteca
Renée de la Torre
1
Este trabajo tiene como principal propósito reconstruir la transformación simbólica,
narrativa y estética de la identidad danzante con-chera-azteca, en relación con los
cambios históricos que permitieron conservar, transformar, revivir o reinventar las
raíces de una tradición danzante.1 Utilizaré el término “conchero-azteca” para referirme
a las danzas, ya que tanto los estudiosos de la danza como los mismos actores manifiestan
la dificultad para distinguir nítidamente a los grupos concheros de los grupos aztecas.
Aun cuando hay argumentos estilísticos (el traje, los pasos, las coreografías y los ritmos)
para diferenciarlos, existe discrepancia sobre dichas fronteras porque los grupos de danza
urbanos fueron en un inicio “grupos de conquista”. A partir de finales del siglo XIX y
principios del XX, muchos de ellos fueron “conquistados” y reconvertidos a concheros;
posteriormente, a partir de los años cuarenta muchos de éstos adoptaron la estética e
identidad azteca. En el correr de la década de los sesenta estos grupos se vinculan con el
movimiento de la mexicanidad, y otros más, hacia los años ochenta, se relacionan con la
neomexicanidad.
2
En este trabajo se atenderá el proceso de estetización/intelectuali-zación a partir del cual
se transformaron los sentidos simbólicos de la danza conchera y sus alcances
transculturales. El énfasis en reconstruir estas transformaciones se debe a que fueron las
que permitieron desanclar las prácticas dancísticas de su medio de origen, y de su sentido
religioso ligado al catolicismo popular, así como de su característica étnica y de su
territorio original, para de allí desplazarse a otros contextos y, posteriormente,
reanclarse en otras capas de la sociedad tanto en el ámbito nacional como en los
horizontes transnacionales. A lo largo de esta revisión de la transformación estética y de
los usos culturales del movimiento conchero, se reconstruirán las transformaciones
culturales que esta práctica ha sufrido a lo largo de su historia: los sentidos legitimadores
de las nuevas estéticas, la interacción e intercambio cultural con otras redes de
individuos, su práctica y uso en otros campos especializados, y su translocalización en
nuevos territorios.
45
3
Dado que el objetivo es entender las transformaciones estéticas de la danza concheroazteca, habrá que atender dos dimensiones esenciales de esta visión: la forma y su
significación. En cuanto a la forma, me concentraré en atender los cambios en las
expresiones y manifestaciones estéticas, no sólo como representaciones, sino como
dispositivos de la memoria, en la medida en que contribuyen a forjar y renovar los
rocesos identitarios y la memoria donde se sustenta la “tradición” de los grupos
danzantes concheros aztecas.2 Los procesos de significación se analizarán en relación con
las coordenadas históricas que demarcan la integración de la “simbología azteca”,
entendidos como “formaciones discursivas” (en el sentido de Foucault) 3 que operan como
matrices legitimadoras de discursos hegemónicos; sobre todo, se atenderá la relación de
las estéticas con los contenidos y símbolos que en un momento histórico se convierten en
emblemas de la identidad nacional. Presentaré distintas etapas por las que históricamente
ha pasado la definición de la identidad de las danzas, conocidas en la actualidad como
conchero-aztecas: 1) la conquista católica y la resistencia cultural indígena; 2) de la
marginalidad étnica a la subalternidad urbana; 3) el nacionalismo histórico; 4) el
nacionalismo cultural de masas; 5) la mexicanidad; y 6) la neomexicanidad.
PRIMERA ETAPA. LA CONQUISTA CATÓLICA Y LA
RESISTENCIA CULTURAL INDÍGENA
4
El cronista fray Bernardino de Sahagún, quien llegó a México en 1529, advirtió en
distintas ocasiones del simulacro que se vivía en la conquista evangelizadora. Los
españoles promovieron una estrategia de conquista espiritual mediante la propagación de
imágenes y santuarios, con lo cual intentaban sustituir la idolatría por la veneración de
imágenes católicas.4 Por su parte, los indígenas aparentaban aceptar y practicar el culto y
la devoción a las nuevas imágenes, pero ocultaban tras ellas el significado de sus
anteriores dioses.
5
Las danzas indígenas son un componente medular de esta doble estrategia de sustitución,
por parte de los frailes evangelizadores, y de simulacro creyente, por parte de los pueblos
indígenas, mediante la cual se dio una aparente aceptación de la religiosidad cristiana.
Los pueblos indígenas fingían practicar con fervor la religiosidad católica, pero
practicaban una doble religión, al mantener ocultos tras las nuevas fiestas e imágenes a
sus propios dioses y festividades; de hecho, detrás de los altares muchas veces
escondieron a sus dioses “ídolos”, aquellos que los españoles intentaron destruir. Aún así,
los indígenas ocultaron significados de la religión indígena bajo los significantes
cristianos. Mediante esta estrategia de simulacro creyente es que la cosmovisión indígena
ha logrado resistir y mantenerse vigente, aunque fragmentada e incompleta, hasta la
actualidad.
6
Esto ha mantenido un significado oculto de la religiosidad popular, que en un inicio fue de
resistencia y que actualmente los grupos concheros interpretan como una reconquista
cultural.
7
Las danzas rituales han tenido a lo largo de estos siglos una función de gran importancia
tanto en la resistencia cultural como en la innovación permanente de la identidad y los
símbolos que aluden al pasado prehispánico. Por ejemplo, Sahagún señalaba que la
idolatría se practicaba mediante las danzas, pues con éstas festejaban a la virgen de
Guadalupe así como a sus dioses paganos.5
46
8
En el México prehispánico la danza era parte esencial del sistema ritual mediante el cual
se experimentaba una manera de establecer relación directa entre el hombre-la sociedaddios y la naturaleza. Ésta tenía un sentido cósmico (no sólo representaba el movimiento
del universo, sino que se creía que danzando era como el universo se mantenía en
movimiento) y formaba además parte central de los rituales “mágicos”, ya que para los
aztecas era un medio para obtener los favores de los dioses.6
9
La danza también fungía como eje articulador de la vida social, política y religiosa de
dichas sociedades: los guerreros bailaban antes de ir a la guerra, lo hacían previo a los
sacrificios, y se danzaba en casi todas las fiestas del calendario ritual azteca. Sin embargo,
durante la conquista esta actividad ritual fue prohibida por los españoles por considerarla
una práctica idolátrica, y a la vez los frailes buscaron sustituirla por la danza de moros y
cristianos, introduciendo así su propio sistema ritual, que representaba el triunfo de los
españoles y de la catolicidad sobre los moros (ahora indígenas). 7 En las “danzas de
conquista” confluyeron la religiosidad indígena con el catolicismo popular, y en ellas se
recreó el sincretismo indígena-católico que caracteriza a las danzas concheras
contemporáneas. Pero a diferencia de las danzas de conquista, las concheras y concherasaztecas a lo largo de su historia han adquirido y recuperado el simbolismo nativista del
sistema religioso y ritual en el que se inscribe la danza.
10
Aunque no se sabe con precisión el origen de las danzas concheras, la versión más
aceptada es que éstas nacieron en la zona del Bajío (en los estados de Querétaro y
Guanajuato), entre los indios otomíes.8
11
Gabriel Moedano cita documentos publicados por el profesor Hi-ginio Vázquez de Santa
Ana (1940), en los cuales se hace referencia a un queretano otomí que en 1838 intenta
reorganizar los grupos de danza chichimeca y redacta un plan para la instalación de un
gobierno que asegure “las costumbres y devociones de los indígenas”. 9 En este documento
aparecen ya los elementos emblemáticos de las actuales danzas concheras: las
obligaciones de danzar; el atuendo: “vestidos de penachos de plumas, rosarios largos y
numerosos de patoles o colorines, carcax al hombro”; los lugares: “frente a palacios
municipales e iglesias”; los instrumentos musicales: “al son de guitarras formadas con la
concha de armadillo y alrededor de una enorme bandera cubierta de pinturas llena de
remiendos”.10
SEGUNDA ETAPA. LA ÉPOCA LIBERAL Y EL
SURGIMIENTO DE LAS CONQUISTAS CONCHERAS
12
A finales del siglo XIX los danzantes chichimecas, conocidos posteriormente como
concheros, iniciaron “la conquista” de nuevos adeptos al asistir a las principales
festividades religiosas de los santuarios masivos del país; sobre todo, la tradición
conchera se llevó hacia el centro de México.
13
A partir de la guerra de independencia, México buscaba construir su nacionalidad; así, se
emprende un rescate de las diferentes influencias culturales, de donde surgen distintos
planes para incluir la presencia del pasado indígena en la cultura nacional, esto dentro
del proyecto de “nacionalismo histórico”. Una de esas influencias fue la mirificación de
Cuauhtémoc, el último rey (tlatoam) del pueblo azteca, ya que los intelectuales liberales
coincidían en su admiración por él y lo reconocían como un héroe defensor de la patria. 11
47
14
Al término del siglo XIX, surge un movimiento artístico que plasma a los indígenas como
“nobles defensores de la patria”. Esta corriente estética será retomada por el movimiento
liberal nacionalista, en el cual los héroes indígenas son considerados, junto con los
ilustres hombres de la independencia, como los primeros en defender a la patria. 12
15
Porfirio Díaz, además de realizar el rescate y conservación de importantes joyas
arqueológicas, erigió el monumento piramidal dedicado a Cuauhtémoc en el Paseo de la
Reforma en 1887. Este monumento recordaba al último monarca mexica como un gran
defensor de la patria:
La altiva estatua del príncipe mexica en el pedestal era ejemplo de la moda
indigenista (neoaztequista) en el arte académico de las últimas décadas del siglo XIX
. La pintura y la escultura solían evocar escenas del ‘mundo antiguo’ con indios de
cuerpo apolíneo, toga romana y rostro de apache.13
16
El monumento a Cuauhtémoc se convirtió en los años cincuenta en un santuario cívico, a
donde acudían los grupos danzantes conche-ros a realizar sus rituales en honor al último
tlatoani; con el tiempo esto se instauró como una tradición azteca de los danzantes de la
ciudad de México.14 Como lo testimonia el general Florencio Osorio,
era una ‘obligación’ antigua de los concheros, que actualmente se lleva a cabo en el
zócalo. Don Florencio considera que es muy importante la figura de Cuauhtémoc,
porque defendió con su sangre a su pueblo, y por ende, es digno de reconocimiento.
15
17
Esta concepción de lo indígena, como visión heroica del pasado, fue compartida por los
liberales y por algunos grupos de danza tradicional, quienes hicieron de la peregrinación
al monumento de Cuauhtémoc un acto cívico, vinculado con las festividades promovidas
por el estado. Sin embargo, aunque reivindica el glorioso pasado indígena, no rinde
homenaje a las etnias vivas, sólo refuerza la rnitificación de un aspecto de lo indígena que
48
concentra la diversidad en su expresión de lo azteca y que lo sitúa en la fase final del
periodo prehispánico.
FOTOGRAFÍA 1. Danza de conquista Águila negra (principios del siglo XX). Fotografía del archivo de
Juan Plascencia, fundador en 1936 del Grupo de Danza Ritual Azteca Hermanos Plascencia de
Guadalajara.16
18
Una primera significación de las “danzas de conquista” fue su carácter evangelizador
dentro de la estrategia de los frailes católicos; una segunda es la que se refiere a la
reconquista conchera que se basa tanto en ganar nuevos adeptos para la danza, en
conquistar reciprocidades para el cumplimiento de las obligaciones para con los santos y
vírgenes, en levantar nuevas “mesas” (altares domésticos) en otros lugares, como en
convertir a los danzantes de los bailes de “conquista” (aquellos que representan las
batallas de españoles e indígenas, mediante coloquios y danzas) que frecuentan las
principales fiestas devocionales en los grandes santuarios católicos del país.
19
Durante la colonia hasta principios del siglo XX, la danza ritual estuvo ligada a las fiestas
católicas. Los testimonios de los jefes de las actuales danzas “aztecas” dan cuenta de que
hasta mediados del siglo XIX sus grupos eran danzas de conquista. En las fotografías y
grabados existentes donde se observan los grupos danzantes de la ciudad de México y de
Guadalajara de principios del siglo XX, ya aparecen grupos concheros, pero no corroboran
la existencia de las tradiciones danzantes aztecas.17 Más bien vemos a danzantes vestidos
a la usanza de danzas incorporadas a las de conquista, como por ejemplo los matachines
de Zacatecas, los sonajeros de Tuxpan (Jalisco) o “patíos”18 y los concheros del Bajío
(Querétaro y Guanajuato).
20
No sólo son danzas de conquista porque los concheros conquistaron, sino también porque
las “danzas de conquista” (como fueron las de la ciudad de México y Guadalajara) fueron
reconquistadas por las danzas concheras. Los “conquistadores” concheros levantaron
estandartes y dejaron establecidas “mesas” en las ciudades, por ejemplo en Guadalajara y
49
en el DF, donde se tenía la obligación de mantener las prácticas de la tradición conchera,
al comprometer a los nuevos capitanes a seguir el reglamento bajo juramento:
continuidad del ritual danzante en ciertos santuarios, limpias, alabanzas, velaciones, el
culto a los antepasados, etcétera.
21
Se dice que Jesús Gutiérrez, quien era el gran alférez de Nuestra Señora de Guanajuato, se
trasladó en 1876 de Guanajuato a la ciudad de México, donde fundó la primera mesa
conchera en México; su estandarte es hasta la actualidad venerado como “la reliquia
general”. Los grupos de danza conchera fueron expandiéndose por los alrededores de la
ciudad de México, con el fin de llevar a cabo la conquista conchera “no porque aquí no
hubiera danzas, sino porque existía una gran división y él los unió y renovó todos los
métodos. Quince años permaneció en México el General Gutiérrez y después regresó al
Lla-nito, donde colocó la luz de aceite que iba a arder eternamente para todos los grupos
de danza. Esto ocurrió en 1891”.19 Don Jesús murió a principios de los años treinta del
siglo XX y en 1935 su heredero de bandera, su hijo Ignacio, fue nombrado jefe de todas las
danzas, tanto de los Altos y Bajíos, y fue proclamado “Capitán general de las danzas de la
Gran Tenochtidán” (el DF y el Estado de México, Tlaxcala, Puebla y Morelos). Esta unidad
de la danza con un jefe único duró cincuenta años (hasta 1985).
TERCERA ETAPA. EL NACIONALISMO DE MASAS Y LA
AZTEQUIZACIÓN DE LAS DANZAS CONCHERAS
22
A partir de los años treinta, después de un largo tiempo de revolución, que casi terminó
con la danza en las ciudades, nace una propuesta artística conocida como “nacionalismo
cultural”,20 que se distingue del nacionalismo histórico porque es propuesto por los
creadores revolucionarios y de izquierda, aunque después es apoyado por el Estado
mismo para llevar a cabo el proyecto nacionalista, mediante el cual se retoma el folclor de
los pueblos y pasado indígenas como cimiento del proyecto de nación basado en
conformar el mestizaje.
50
FOTOGRAFÍA 2. Danzantes concheros-chichimecas del Distrito Federal. Francés Toor. A Treasury of
Mexican Folleways. Nueva York: Crown Publishers, 1947.
23
Durante principios del siglo XX en la ciudad de México se desarrolló una nueva versión,
aztequizada, de la danza conchera chichimeca, “hasta el punto de que mucha gente
piensa hoy que ella es originaria de la ciudad de México”. 21
24
Las características estéticas de los danzantes de la ciudad de México parecían estar muy
asociadas con las tradiciones del occidente y del Bajío, entonces, ¿cómo se instauró o
transformó la estética de las danzas hacia su identidad azteca?
25
Los testimonios señalan que fue el general Manuel Pineda22 quien a finales de los años
treinta introdujo el traje azteca a las danzas concheras. Cuentan sus descendientes
directos que
cuando mi padre danzaba todas las danzas se llamaban danzas de conquista y eran
muy diferentes a las de ahora. En aquel entonces el traje que se usaba en la ciudad
de México se llamaba patío, derivado de tapados. Se borra el patío y se viene el
conchero. A lo largo de los años se fue cambiando el modo de vestir de los
danzantes, y pasaron a ser danzas de conquista o concheros. 23
26
Manuel Pineda cambió el traje tradicional de conchero (falda larga y traje como de fraile
pero indígena) por el traje azteca (taparrabos), inspirándose en los códices y murales de
Cuernavaca:
Mi padre es el precursor de la danza azteca, él es el pionero y el que la nombra así.
Mi padre se pone a investigar en los códices, se va a Cuernavaca al palacio de Cortés
a ver a los dioses aztecas y descubre que los concheros corresponden a la tradición
de los chichimecas, entonces él decide volver a la tradición de los habitantes
originarios del Anáhuac. El es el que crea el renacimiento en el traje azteca, esto lo
hace por el año de 1938, y decide rediseñar el traje introduciendo el taparrabos y el
pectoral.24 Cuando él fue vestido de azteca a danzar a Chalma lo meten a la cárcel y
lo tachan de deshonesto y de exhibicionista. Lo golpean otros jefes, capitanes de
danzas concheras, y lo quieren matar.25
51
27
Sin embargo, pese a las críticas y resistencias,26 con el tiempo el traje azteca fue adoptado
por la mayoría de los grupos concheros y de conquista. También en la danza se
introdujeron nuevos instrumentos prehispánicos como el huehuetl, el teponaxtle y los
caracoles. Los pasos de la danza se hicieron más rápidos y las coreografías más
complicadas. Junto con la estética, también se sembró “el orgullo por sus antecedentes
prehispánicos”.27 No obstante, cuando se observa la estética representada en la actualidad
por las danzas aztecas es difícil equipararla con las imágenes de los códices, y nos hace
preguntarnos acerca de qué elementos y discursos realmente inspiraron la estética azteca
de las danzas.
FOTOGRAFÍA 3. San Miguel Arcángel: de ángel romano a guerrero azteca alado. Fotografía de Renée
de la Torre, ciudad de México, 2 de noviembre de 2005.
CUARTA ETAPA. DEL EXOTISMO A LA
FICCIONALIZACIÓN DEL LINAJE ANCESTRAL
28
La pregunta del apartado anterior üene una respuesta que encontramos en la citada
figura del general Manuel Pineda, ya que él trabajaba desde finales de los años treinta en
las artes escénicas, y con el tiempo se convirtió en un famoso coreógrafo de la
“indigenidad azteca” que inspiró a famosas bailarinas (como a las hermanas Estela y
Milagros Inda),28 al propio muralista Diego Rivera y a cineastas de la época de oro del cine
mexicano, esto último porque en varias ocasiones, cuando los directores requerían de
extras para crear un ambiente indígena popular en sus filmes, contrataban a don Manuel
y a su familia:
Algunos grupos lo veían mal, porque a Manuel le gustaba vestir muy lujoso, y
además trabajaba en su oratorio, el curaba, y venía gente de todas clases sociales a
consultarlo. Hasta Diego Rivera iba a visitarlo, cuando iba a pintar los murales de
Chapultepec, fue y se llevó a Manuel para que le ayudara a recrear el paisaje. 29
52
29
Durante 1930 las artes escénicas y en especial la danza se impregnaron del proyecto del
“nacionalismo cultural”. Lo indígena “fue considerado la fuente más segura y genuina de
nuestra tradición”.30 Los escenarios acogieron a grupos autóctonos e indígenas de los
pueblos de México, que escenificaban sus danzas ceremoniales. También se realizaron
espectáculos de masas, como fueron los festivales de Teo-tihuacan en los que se trató de
restaurar las antiguas danzas y rituales aztecas.31 Posteriormente las artes escénicas se
integraron al proyecto educativo nacional de masas.
30
Don Manuel Pineda trabajó como colaborador de Luis Márquez (fotógrafo y director
escénico), actuó como doble en muchas películas mexicanas, y también diseñó las
coreografías de estos filmes durante la época de oro del cine mexicano. 32 Este contacto
con el mundo del espectáculo y el arte propició que Manuel Pineda llevara la danza (no
conchera, sino azteca) a los foros del teatro y del cine.
31
En 1957, don Manuel fue invitado a realizar una gira teatral-musi-cal por Europa. Fue
contratado por Mister Molf. Esta gira se desarrolló dentro de la oferta de arte exótico y
folclor internacional. Don Manuel y su grupo viajaron durante un año completo dando
exhibiciones de su danza “india” en teatros de Bélgica, Francia, Rusia, entre otros.
32
En ese momento en Europa, especialmente en Francia, la danza se promueve como
espectáculo de danza étnica o del mundo, y se ofrece en los teatros como “danza exótica”,
en la cual se remarca la estética de lo lejano, lo distante a la cultura occidental europea.
Esta visión de lo exótico engendró una visión colonialista de los otros que entonces eran
considerados como primitivos, salvajes y bárbaros. Las danzas étnicas fueron
reelaboradas por la escenificación de lo espectacular, extraídas de sus contextos
culturales (festivos y rimales), para ser presentadas como muestras de culturas exóticas,
en las cuales se intensificaba el carácter de la autenticidad y la pureza de lo étnico o
racial.33
33
Uno de los principales rasgos estéticos que la danza adquirió fue el de recrear la etnicidad
mexicana al retomar la escenificación del imperio azteca, del cual se destacaron los
atributos de salvajes, bárbaros, bravios. Esto se ve con claridad en dos escenificaciones
que fueron llevadas por la compañía de danza del general Pineda a los teatros europeos,
pero que después fueron adoptadas por los grupos de danza ritual azteca: el Sacrificio de la
doncella y la Danza del fuego. Ambas representan la bravia del hombre azteca, quien se
presenta como temerario, alguien que puede dominar el dolor extremo (en el caso del
contacto con el fuego), y que llevado al límite es capaz de ofrendar la vida de las doncellas
en un rito a sus dioses.
34
La danza ritual conchera se transformó en danza azteca al adquirir también una
modalidad de espectáculo (coreografías espectaculares como la danza del Sacrificio de la
doncella y la Danza delfuego); pero, al mismo tiempo, y de manera paradójica, contribuyó a
una “autoctonización” de las raíces aztecas en la danza conchera, la que impulsó a que se
retomara el vestuario y los instrumentos musicales de los pobladores del Anáhuac, y a que
se realizara la danza en torno de las deidades aztecas. También se introdujo la traducción
de los principales elementos de la danza al náhuad y la resignificación de los símbolos con
un trasfondo azteca. Poco a poco, algunos grupos concheros se fueron “aztequizando”.
53
FOTOGRAFÍA 4. PUBLICADA EN LA CRÓNICA “EN BRILLANTE FESTIVAL SE ENTREGARON LOS
CUAUHTÉMOC”, PERIÓDICONovedades, marzo de 1953. En la foto Manuel Pineda y Milagros Inda en
la representación de La muerte de la doncella. El pie de fotografía reseña lo siguiente: “El momento
culminante ha llegado: la joven y hermosa princesa –la danzarina Milagros Inda– prisionera de
guerra, va a ser inmolada ante Huitzilopochtli. En brazos del fornido guerrero es conducida hacia el
ara fatal”.
35
Por su parte, la puesta en escena del Sacrificio de la doncella requiere de conocimientos de
actuación dramática para representar el sacrificio y la muerte (incluso se vierte tinta roja
para dramatizar la extracción del corazón de la doncella). En esta danza se produce un
cuadro plástico cuya actuación guarda un estrecho parecido estético con la obra pictórica
de Jesús Helguera, quien como ningún otro artista mexicano, a partir de los años
cuarenta, popularizó su arte haciéndolo accesible a todo mexicano, mediante su
impresión en las cajas de cerillos y en los calendarios de la empresa Gala de México. La
obra de Helguera difundió una idealización de lo indio y del pasado azteca, como se
representa en sus obras El flechador del cielo, La mujer dormida, La leyenda de los volcanes y
Grandeza azteca.34 Un análisis estético de su obra pictórica señala:
Los cuerpos musculosos que el maestro pintó en Cuauhtémoc, El flechador del cielo, las
dos versiones de la Leyenda de los volcanes, el rapto o Gesto azteca y todos los cuerpos
masculinos plenos de volumen, fuerza y resistencia ... No pueden dejar de recordar
el ideal de belleza de la proporción de siete cabezas en el “cuerpo perfecto” que
corresponde espléndidamente a la fuerza evocadora del clasicismo griego. Pero
también evoca el uso que de esta herencia estética hizo el nacional socialismo, al
cultivar la mística del cuerpo con los músculos castigados durante severos
entrenamientos que lo llevan hasta una tensión brutal y al dolor. 35
36
En sus cuadros, Helguera imprimió una visión romántica de los indios mexicanos, que con
el tiempo se retomó como parte de las manifestaciones estético-populares de los
danzantes, con lo que alimentaron el mito del poderío azteca: la raza con cuerpo perfecto,
en posición sublimada (siempre mirando a las alturas), y la imagen del guerrero
triunfador, se convirtieron en la estética de la leyenda de una raza ejemplar. Esta
54
artificiosa estética es totalmente emulada y llevada a cuadros plásticos de los danzantes
concheros aztecas.
QUINTA ETAPA. DEL ESPECTÁCULO A LA MITOLOGÍA
AZTECA
37
Como parte del proceso de “aztequización”, surgieron también elementos que
alimentaban la idea de la mitología del linaje azteca basados no sólo en la recreación
estética del pasado, sino en la reinvención urbana de un linaje imaginario de los aztecas;
es el caso de Fernando Flores Moncada, a quien se le apodó “el Príncipe Azteca”. Fernando
fue hijo adoptivo del general Pineda, se destacó como danzante en las fiestas religiosas,
pero además por su carrera artística, tanto en el mundo del espectáculo como en varias
exhibiciones cívicas promovidas dentro del proyecto de educación de masas impulsado
por las instituciones gubernamentales.
Fernando acompañaba a mi padre en el mundo del espectáculo, y él se hizo muy
famoso como compositor de música folclórica, porque él era un excelente músico y
se le llegó a reconocer en el medio artístico como ‘el Principito’, era el ‘Príncipe
Azteca'. Fernando se hizo muy famoso, no sólo en México, sino en Estados Unidos y
en España. Pero con el tiempo, Fernando se construyó un velo de fantasía de que él
era descendiente directo de los aztecas. Nosotros sabíamos que no era verdad, pues
lo conocíamos desde pequeño ... y sabíamos que él era mestizo como nosotros, y que
no era descendiente directo de indígenas. Fernando escribió un libro en el que dice
que él fue hijo de una princesa de Texcoco, y de ahí se creó la leyenda de ‘El
Príncipe Azteca’.36
38
En su libro La tradición mexica en Iztapalapa,37 “El Príncipe Azteca” argumenta que el linaje
prehispánico de las compañías de danza de la ciudad de México no se deriva de los
concheros del Bajío, sino que es originario del valle de México, y que se mantuvo por
tradición oral desde el siglo XVI hasta el presente. Señala que fue don Fernando de Alba
Iztlixóchitl, descendiente de los caciques de Texcoco, quien recabó los manuscritos y
relatos indígenas acerca de la historia de la danza y quien en 1888 trasformó las danzas en
mayordomías.38
39
El caso de Fernando Moneada no es único, existen otros casos similares donde los
danzantes se han inventado el linaje azteca;39 por ejemplo, el famoso Xokonoschded
Gómorra dice ser descendiente directo de Moctezuma, y desde hace treinta años ha
realizado gestiones en 47 países, además de organizar viajes de grupos de danzantes y de
miembros del Movimiento Restauracionista de la Mexicanidad40 en los exteriores del
museo de Viena, para conseguir apoyo y exigir que el gobierno de Austria regrese a
México el penacho que supuestamente perteneció al emperador azteca Moctezuma.
SEXTA ETAPA. DE LA DANZA AZTECA AL RESCATE DE
LA MEXICANIDAD
40
Los grupos conocidos como de la mexicanidad se fueron desarrollando a partir de la
década de los cincuenta, y se han caracterizado por el aumento de una tendencia nativista
azteca que emergió con la fundación del Movimiento Confederado Restaurador de la
Cultura del Anáhuac. Este movimiento también creó nuevas versiones estéticas y
resignificaciones de la danza conchera azteca, pero a diferencia de los tradicionales busca
55
volver a la “pureza del pasado indígena” reculturalizando la danza hacia una tendencia
indianista, nacionalista y azteca que rechaza el sincretismo con el catolicismo, con la
cultura hispánica y con la cultura moderna occidental. Este movimiento pretende una
reindianización, aunque “aztequizada”, de la cultura nacional, por lo cual rechaza y busca
erradicar los elementos sincréticos de la cuitara nacional, la cultura occidental moderna,
así como del catolicismo dentro de las danzas.41
41
Los grupos de la mexicanidad, aunque reivindican el pasado azteca, no sólo se distinguen
de los grupos de danza conchero-aztecas, sino que en ocasiones tienen fricciones por la
manera en que se interpreta el pasado de los pueblos aztecas, ya que los mexicanistas
niegan que entre éstos se practicaran sacrificios humanos. Por su parte, los grupos
rituales aztecas critican a los de la mexicanidad y les llaman “chimaleros”, porque
después de danzar piden dinero con el chimal (escudo que usan los danzantes).
FOTOGRAFÍA5. Estetización contemporánea de los grupos de danza ritual azteca, conocidos como
“tradicionales”. Fotografía del Grupo Ritual Azteca Hermanos Plascencia. Fotografía de Renée de la
Torre, 13 de octubre 2005, Zapopan, jalisco.
56
FOTOGRAFÍA6. Aprecíese la tendencia estética de los grupos contemporáneos de danza de la
mexicanidad, quienes buscan la nahualización de la tradición, así como la purificación del traje azteca
al retomar las formas más básicas del traje indígena. Grupo de Mexicayotl dirigido por Olpamitzin.
Siembra del nombre durante la celebración del equinoccio de primavera, Cerro de la Reina, Tonalá.
Fotografía de Renée de la Torre, 21 de marzo de 2005.
SÉPTIMA ETAPA. LA RAZA DE BRONCE Y EL MITO DEL
RETORNO A AZTLÁN: LOS CONCHEROS CHÍCANOS
42
La estetización azteca de la danza conchera también se manifestó en Estados Unidos al
recrear una identidad cívico-política en los norteamericanos de origen mexicano. A
finales de los años sesenta, Florencio Yescas, alumno de Felipe Aranda y de Manuel
Pineda, emigró a Estados Unidos y fundó allá el primer grupo de danza azteca, llamado
Mexicayotl. La danza azteca fue incorporada por el naciente movimiento chicano como
un emblema de identidad, y tuvo gran acogida dado que en esas mismas fechas en el
movimiento chicano se desarrollaba el mito del regreso a Aztlán, 42 que hacía referencia al
lugar ancestral del cual los aztecas partieron en busca del lugar señalado para establecer
su pueblo: Tenochtitlan.43 El Plan Espiritual de Aztlán representó un momento crítico en
la conformación de la identidad chicana y el nacionalismo chicano, en torno de los mitos
aztecas y el orgullo cultural como base para su definición. La representación de Aztlán les
permitía a los chícanos, que ya no eran ni mexicanos ni americanos, construirse una
“patria mítica” que les otorgaba pertenencia al territorio. Las danzas aztecas se
convirtieron en un emblema de identidad para los chícanos, y tomaron lugar fuera de los
contextos religiosos al servir para reivindicaciones culturales y políticas. Las danzas les
permitieron asumirse como indígenas, como la raza de bronce, con una visión mitologizada de su pasado y del origen del mexicano, que en el contexto de Estados Unidos
les ayudó a establecer alianzas con movimientos cívicos de los nativos americanos.
Pensarse como “raza” les dio la posibilidad de acceder al discurso por los derechos civiles,
abanderado por los afroamericanos. Las danzas se incorporaron como una actividad
cultural muy importante, tanto para que los chicanos conocieran sus raíces indígenas
como para las manifestaciones públicas, por ejemplo la fiesta del 5 de Mayo en el East L.A.
57
43
Según un danzante de Los Angeles, California,44 en Estados Unidos, las danzas aztecas
mantienen su carácter religioso, el cual continúa ligado al catolicismo popular, y
mediante éste le danzan a la virgen de Guadalupe-Tonatzin, y además a los santos
patronos de las parroquias. Sin embargo, en Los Ángeles la danza ritual azteca adquirió
más que nada una característica cultural:
Principalmente danzamos para dar a conocer la cultura de uno, para que no se vaya
para abajo. Que crezca más y sí está creciendo. Porque allá en Estados Unidos se
siente el corazón mexicano con mucho orgullo de que vean a un danzante ahí en los
Estados Unidos que anda uno danzando. Les da más orgullo, más energía para que
resalte más la cultura de uno.45
44
Los danzantes participan en actividades culturales, deportivas y de espectáculo: “a los
norteamericanos le gusta mucho ver nuestros trajes y nuestros bailes”. Una de las
principales ceremonias es la celebración de los días cívicos patrióticos: el 5 de Mayo da
batalla de Puebla) y el 16 de Septiembre da independencia mexicana). También es
importante la velación que realizan los danzantes para el Día de Muertos; no obstante,
una de las principales fiestas ocurre el último domingo de febrero, cuando se realiza una
peregrinación hacia el monumento de Cuauhtémoc, al cual asisten grupos de danza de
San Diego, Sacramento, Canadá y de la ciudad de México:
Y ahí nos juntamos todos y veneramos al rey Cuauhtémoc. Empezamos con la
velación, con cantos, un altar y después al día siguiente nos reunimos todos en el
monumento a Cuauhtémoc, se empieza a acomodar uno, empezamos a danzar, le
damos danzas por, digamos, unas tres o cuatro horas.
45
Otro elemento importante es que por medio de las danzas, los chicanos sostienen un
intercambio cultural con los indios americanos, quienes asisten a sus fiestas y mantienen
reciprocidad, pues consideran que al igual que los chicanos son
indios también de sangre, pero a ellos les gusta venir con nosotros. Hay lugares
donde
se
ponen
reservaciones,
ellos llegan con sus trajes de otra manera, pero similar a nuestras danzas, pero la
diferencia es que ellos danzan a un sólo tono y diferente. Muy bonito, mucha pluma
de águila. Se ponen los puestos de lo que ellos hacen a mano, venden rebozos,
mucha joyería que es hecha a mano, turquesa. Muy caro todo pero muy bonito.
Pieles. También nosotros vamos como grupo. Vamos a Arizona, cada año vamos a
participar el día de la primavera.46
OCTAVA ETAPA. LA NEOMEXICANIDAD. DE LA
NOVELA A LA PROFECÍA MILENARISTA
46
El movimiento de la neomexicanidad se caracteriza por interpretar la danza dentro de
una concepción new age, en donde lo azteca adquiere un carácter global y planetario, y lo
religioso se practica como espiritualidad.47
47
Uno de los principales exponentes de esta corriente es el movimiento conocido como
“reginos”, cuya inspiración se encuentra relatada en los libros del autor Antonio Velasco
Piña. Aunque la obra Regina ha sido promovida como una novela, que incluso alcanzó
ventas masivas y una difusión que la llevó al teatro, para los seguidores del movimiento
los libros son testimonio de sucesos ocurridos desde 1968, fecha en que Regina, el
personaje central, realizó una ofrenda sacrificial para despertar la cultura prehispánica
mexicana.
58
48
Velasco Piña, además de ser iniciador de este movimiento en México, por medio de sus
novelas estableció el vínculo interpretativo que permite conectar el rescate de la
mexicanidad con una cosmovisión new age.48 En la novela Regina se narra la historia de
una joven mexicana, de padre alemán y madre indígena, 49 que en pleno 1968, durante el
movimiento estudiantil, regresa del Tibet, donde había adquirido conocimientos
esotéricos, e inicia un movimiento para el despertar espiritual nacional de México. Regina
emprende la búsqueda de “los guardianes de las tradiciones de México”, entre los cuales
están los chamanes de los grupos indígenas y también los jefes de las danzas concheras,
quienes le van indicando las rutas sagradas que permiten desbloquear los caminos
energéticos de la ciudad de México. Ella tiene la misión de realizar un importante ritual
para despertar la energía de la mexicanidad, para ello realiza rituales en el zócalo de la
ciudad, en Teotihuacan, y finalmente un ritual de sacrificio dentro de la marcha
estudiantil, en la que muere durante la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.
49
Estos rituales se sustentan en las siguientes creencias, que como veremos retoman
nociones new age. Consideran que el planeta es un ser viviente, y como tal tiene nueve
chakras donde se concentra su energía cósmica, uno de ellos es México.
Los chakras están integrados por varios miles de nadis ... Un nadi es una pequeña
porción de territorio en donde se perciben las energías cósmicas en forma
particularmente concentrada. El zócalo es desde luego uno de los principales nadis
del chakra de México ... ya que en él desembocan diferentes rutas sagradas.
50
De esta manera, los rituales en el zócalo de la ciudad de México tienen una funcionalidad
terapéutica que servirá para liberar la energía de la tierra. También se cree que
actualmente tanto en México, como en los demás chakras del planeta, están por
iniciarse etapas sagradas de las nuevas culturas que irán surgiendo en cada uno de
estos chakras. Esto nos obliga a ir recuperando las rutas sagradas-sagradas, pero es
del todo imposible si no se ha logrado previamente una recuperación de las rutas
sagradas-humanas y de las sagradas-heroicas. La forma de lograr esa recuperación
es la de efectuar caminatas rituales y conscientes por dichas rutas. 50
51
Esta creencia impulsa a los seguidores de la neomexicanidad a realizar rituales, no sólo de
carga de energía, sino para reactivar la energía de la tierra. Entre éstos se encuentran los
de las pirámides, pues las consideran “maquinarias cósmicas” que hay que reactivar para
lograr el despertar de México.51
52
Parte de su compromiso para reactivar los chakras es realizar también marchas
ceremoniales, donde asisten vestidos de blanco, con sahumerio en la mano y humo de
copal, esto para caminar por rutas de peregrinación católica (consideradas rutas
“sagradas-sagradas”) y rutas donde concurren las manifestaciones cívicas o heroicas
(consideradas como rutas “sagradas-humanas”), ya que comparten la creencia de que en
tales caminos, cargados de energía histórica, se encuentra “la línea energética oculta”,
heredada por las civilizaciones prehispánicas de la zona.
53
En estas tareas se han vinculado tanto con los jefes de las danzas concheras como con la
actividad misma de las danzas, puesto que participan con los grupos en las principales
fiestas religiosas pues consideran que esos lugares son puntos neurálgicos para liberar la
energía femenina de la tierra.
59
FOTOGRAFÍA7. Velasco Piña (derecha) en la romería a la virgen de Zapopan, con el grupo de Danza
Ritual Azteca Hermanos Plascencia de Guadalajara. Fotografía del álbum familiar de Malena Sánchez
Ruiz, Zapopan, 2004.
54
La novela se convirtió en best seller, y su difusión se dio entre grupos de mexicanos que
desde años atrás habían emprendido una búsqueda de experiencias espirituales
alternativas, por el circuito esotérico, en la mexicanidad, o por la ruta new age. Una de las
actuales seguidoras del movimiento, quien además es líder del movimiento de “reginas”
en la ciudad de Guadalajara, describe su propio proceso de la siguiente manera:
Entonces cuando me topé con el libro de Regina empecé a entender muchas cosas de
lo interesante de la nueva era, donde lo sagrado femenino es lo que va a preceder el
cambio, no lo sagrado masculino. Yo así lo empecé a hacer síntesis, muy bien, muy
interesante. Fui siguiendo su “hilito”. Eso me ha pasado. Yo me he encontrado a
ancianos de los cuatro rumbos. He aprendido de los ancianos, de los chamanes, y he
llegado a hacer esa integración en mi vida, en mi comunidad. 52
55
La obra de Velasco Piña fue considerada como una obra histórica, en donde se da cuenta
del cumplimiento de una profecía que convoca a una misión para salvar a México y al
planeta. Muchos buscadores espirituales, que se encontraban en grupos diseminados,
descubrieron en la obra literaria de Velasco Piña una propuesta que les permitió ser new
age y a la vez mexicanistas, mestizos-urbanos y al tiempo estar conectados con los
indígenas; ser católicos y a la vez tener una religiosidad abierta al mundo. Francisco de la
Peña lo explica así:
Reivindica distintas tradiciones autóctonas (aztecas, mayas, olmecas o zapote-cas) y
que está dispuesta al diálogo con otras tradiciones culturales (la India, el Tíbet, el
Islam); la doctrina mexicanista se encuentra aquí integrada a un proyecto
planetario cuyo fin es el despertar la conciencia cósmica entre los hombres como
resultado de la espiritualidad india.53
56
Al igual que a los grupos concheros de tradición, al movimiento de las “reginas” se les ha
“levantado” su propio estandarte dedicado a María Regina. En la parte superior está
coronado por una “R” en metal dorado. En el frente tiene impreso un retrato al óleo del
rostro de Regina (una mujer blanca de ojos verdes, con cabellos negros), y como fondo un
60
paisaje del volcán del Iztaccíhuatl (que recuerda el mito del despertar del volcán cuyo
significado es el despertar de la mujer dormida). En la parte inferior dice “ MÉXHICO” (la
palabra que usan los “reginos” en sus rituales considerada un mantra muy poderoso);
también están impresos algunos símbolos aztecas y a un lado la Coyolxauqui. Detrás se
leen los nombres de quienes “levantaron” el estandarte: el licenciado Antonio Velasco
Piña y el general Rosendo Plascencia (dirigente del Grupo de danza Ritual Azteca
Hermanos Plascencia de Guadalajara). Esto significa que el movimiento de la
neomexicanidad ya está autentificado por reconocidos generales, que forman parte de la
red de danzas tradicionales como un grupo que se rige de acuerdo con los reglamentos, y
que debe responder a las obligaciones de los concheros.
FOTOGRAFÍA8. Estandarte de danza conchera del grupo de “reginos”(izquierda), cuya mesa está
dedicada a María Regina, personaje que según la obra literaria de Velasco Piña fue la reencarnación
de Quetzalcóatl, y realizó un sacrificio en 1968 para que resurgiera la auténtica mexicanidad.
Fotografía de Renée de la Torre, romería de la virgen de Zapopoan, 12 de octubre de 2006.
NOVENA ETAPA. DE LA NEOMEXICANIDAD AL LINAJE
“HISPANECA”
57
A finales de los años ochenta (1988) se da un encuentro entre Antonio Velasco Piña (el
creador de la novela de Regina y dirigente del movimiento de la neomexicanidad) 54
Alberto Ruz (quien usa el seudónimo del “Subcoyote” Alberto, en alusión al
Subcomandante Marcos;55 Alberto es fundador de la Comunidad Huehuecóyotl) 56 y Emilio
“Miyo” Fiel (pionero del movimiento alternativo en España).57 De este encuentro se
origina el proyecto de colaboración entre las redes de la neomexicanidad y las de las
alternativas hispánicas para tender el puente Wirikuta, que consistía en la creación de un
puente espiritual que conectara los dos continentes. En esta tarea mística, Alberto Ruz fue
el encargado de crear el extremo del continente americano, y Emilio lo tendería para
61
Europa. En 1992, fecha del aniversario de los quinientos años del “encuentro entre las
culturas europeas e indoamericanas”, se invita a Guadalupe Jiménez Sanabria, conocida
como “la jefa Nanita”, y capitana del grupo de danza Insignias Aztecas de la Ciudad de
México, para que encabece una peregrinación por el camino de Santiago. Con este acto
ritual, interpretan que se “dio inicio la reconquista espiritual de Europa, esta vez no por
la fuerza, sino por la fuerza del amor y del corazón”.58
58
Un año después, en noviembre de 1993, nace la primera mesa conchera “hispaneca”, cuyo
capitán es Emilio Fiel, y quien –como ya mencionamos– es a la vez el líder de un extenso
tejido de organizaciones espirituales agrupadas en la Red Iberoamericana de Luz. Los
nuevos guerreros de la raza “hispaneca” han emprendido también peregrinajes para la
sanación de los chakras del continente europeo. La más importante se realizó en 1996, y se
le conoció como la “peregrinación del corazón de Europa”, emprendida para abrir el
camino a la energía espiritual de Amerikúa en la geografía francesa.
59
A partir de 1999, los guerreros concheros han cumplido con sus obligaciones anuales de
los cuatro vientos de corazón de Hispania;59 han emprendido peregrinaciones para
recorrer diferentes rutas sagradas de más de una docena de países europeos, y también
han logrado ser auténticos conquistadores concheros, pues han creado decenas de nuevas
mesas concheras no sólo en España sino en otros países como son Francia e Italia.
60
En la actualidad ya no sólo se habla de los concheros mexicanos, sino de “la conchería
universal, a escala planetaria y a nivel estelar”. Este nuevo panorama ha hecho que la
Asociación Planeta Gaia, dedicada a la expansión de las tradiciones amerindias, se diera a
la tarea de construir el primer centro de la conchería europea en el “Castillo de Chrisgaia”
(en Zaragoza, España), diseñado para cubrir “las características generales que tiene
cualquier Ashram o Dojo en sus respectivas tradiciones”. Este centro imparte talleres
acerca del conocimiento conchero, pero además es considerado como centro “de
irradiación de esas energías de transformación que tanto necesitamos a nivel planetario”.
60
PARA REFLEXIONAR
61
Si bien en este trabajo se ha querido dar cuenta del proceso de reeste-tización de las
danzas de conquista o danzas concheras, del cual surgió la versión conchero-azteca, lo
importante no es quedarnos sólo en la idea de descalificar este movimiento cultural como
una reinvención artificiosa de la tradición.
62
El problema estriba en que estas prácticas simbólicas son por un lado reconocidas como
expresiones vivientes de la cultura ancestral de los antiguos indígenas mexicanos, las
cuales han sido reproducidas celosamente mediante sistemas de herencia y en
comunidades cerradas con claras fronteras culturales, étnicas y locales. Al mismo tiempo,
a partir de la segunda mitad del siglo XX su memoria y su identidad fueron mediadas por
la concepción “exótica” del espectáculo, pero rein-terpretadas dentro de marcos
nacionalistas con tendencia a aztequizar las manifestaciones dancísticas. Hacia los años
setenta, la interacción con el movimiento chicano y el movimiento de la mexicanidad le
imprimieron una nueva tendencia a “nativizar” o purificar las expresiones étnicas, y de
deslindarse de las expresiones sincréticas que lo ligan con el catolicismo popular.
Después, en los años ochenta las danzas fueron incorporadas a las redes de buscadores
espirituales new age, adoptando nuevos significados dentro de un complejo de prácticas
62
espirituales, naturalistas, esotéricas y terapéuticas. En los años noventa, en el marco de la
Conmemoración del Encuentro entre Europa y América, ocurre la confluencia y posterior
articulación de distintos circuitos alternativos, en los cuales las danzas conchero-aztecas
se reconvierten en una práctica universalista, translocalizada.
63
Responder la pregunta acerca de la autenticidad de las tradiciones, en particular de la
danza azteca, es sumamente riesgoso y complicado. Por un lado, se puede comprobar que
hubo un proceso de transformación estético-identitario que dio como resultado la
“aztequización” de las danzas concheras. Desde esta perspectiva se puede concluir que las
actuales danzas aztecas son producto de una innovación y de una invención de las danzas
basadas en el imaginario del momento histórico; pero lo relevante se encuentra en
entender el valor de dicha invención dentro del sistema cultural que inscribe a la danza
como una práctica mediante la cual los mexicanos están redescubriendo y rescatando las
tradiciones indígenas que fueron negadas, prohibidas y ocultadas por la evangelización
católica hispana. Dentro de este sistema de significados, que es el que comparten y
practican la mayoría de los danzantes, el contacto de éstos (como se muestra en el caso
del general Manuel Pineda) con el mundo del espectáculo, del arte y con los intelectuales,
contribuyó a una reapropiación y resemantización del pasado indígena, bajo una estética
que reavivó el imaginario de la grandeza racial y cultural del pueblo azteca, mediante el
cual se reivindicó y revaloró una práctica popular.
64
El valor cultural de las tradiciones contemporáneas no estriba en su pureza o
autenticidad, sino en la capacidad que los danzantes han tenido para representarse a sí
mismos, y recrear su identidad contemporánea con base en la apropiación de una estética
que transforma la visión del pasado azteca: de un pueblo de vencidos a un pueblo de
guerreros gloriosos (en contraposición al propósito de las danzas de conquista que
llevaron a cabo los frailes españoles).
65
Lo que aquí se presentó es un fragmento de la historia de las danzas concheras-aztecas
que, aunque comparten un tronco común, tienen muchas raíces y muchas ramificaciones.
Con ello se quiso probar la manera en que la identidad, manifestada y alimentada por su
expresión estética, se desempeña de forma ambivalente frente a las dos posiciones del
espejo. Por un lado, vimos cómo el contacto con el espectáculo creó una versión exótica
de las danzas concheras; es decir, una mirada con contenido colonialista sobre la pureza
de nuestra tradición; pero por el otro, atendimos cómo esta ficcionalización se incluye en
una tradición practicada como una manera de retornar al pasado azteca, de recuperar las
tradiciones prohibidas y olvidadas, y de reposicionarlas en mitos legendarios que
reactualizan linajes, los cuales, aunque imaginarios, contribuyen a dotar de continuidad a
la tradición.
66
A partir de la “aztequización” de las danzas concheras (influida por el mundo del
espectáculo) se desenvuelve la estética nativista, la cual no sólo ayudó a ficcionalizar los
rasgos aztecas de la tradición conchera, sino que promovió su mistificación, e incluso la
creación de linajes imaginarios de ancestralidad. De esta estética se desprenden dos
modalidades del sentido de la mexicanidad de las danzas aztecas: la mexicanidad radical y
la neomexicanidad que se hibridiza con el new age. Ambas han experimentado los
procesos de translocalización y relocalización.
67
La reinvención “aztequizada” de los contenidos de la tradición conchera va de la mano de
la transformación de las expresiones estéticas, que se nutren de los imaginarios
disponibles en la sociedad contemporánea y de las necesidades y aspiraciones de sus
practicantes. Son la creatividad y la invención las que permiten perpetuar lo que en la
63
actualidad conocemos como tradición, pero son también las que posibilitan su movilidad.
Las transformaciones estéticas son la que generan “las raíces en movimiento”. 61
68
Los concheros aztecas constituyen en el tiempo actual tanto una visión romántica de las
raíces indígenas del pasado mexicano, cargada de ideología milenarista, como una
identidad translocal que está echando raíces en otras partes del mundo (como Estados
Unidos), o incluso bajo otras pieles y etnicidades (como el caso de los “hispanecas”). En el
marco de la mundialización, la tradición de la danza azteca moviliza sus raíces más allá de
sus fronteras étnicas, nacionales y culturales, y provoca dos proyectos distintos: el de los
chicanos, que son los mexicanos que se transplantan en Estados Unidos y que para echar
raíces en ese país adoptan la identidad de “raza de bronce” y mitologizan el territorio
extranjero como el origen de los mexicas: Azdán; y el de los “hispanecas”, que gozan de
raíces hibridizadas, y que hacen de la mexicanidad un especie de polinización capaz de
volar sin límites, de transitar por los flujos de los nuevos vientos de la nueva era y, con
sus contactos, crear novedosos híbridos en conjunción con otras culturas, con otras razas,
con otras naciones e incluso con otros continentes (Europa).
69
La danza conchera ha estado permanentemente transversalizada por movimientos
globales, cuyos promotores, conocidos como buscadores espirituales, se acercan a las
danzas para darle anclaje a culturas globales (sin fronteras nacionales), o mejor dicho
“cósmicas” (sin fronteras entre distintas tradiciones religiosas), como es el new age. 62 En
este entrecruzamiento se tejen nuevos hibridismos culturales, como ha sido la
neomexicanidad.
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NOTAS
1. El trabajo de investigación se basa en dos estrategias: 1) un trabajo etnográfico a profundidad
de las prácticas simbólicas y la vida cotidiana del grupo de danza Grupo Ritual Azteca Hermanos
Plascencia de Guadalajara, el cual se eligió por ser uno de los de más tradición en la ciudad y
porque está abierto a la relación con actores de la “neomexica-nidad” (híbrido de mexicanidad y
65
nativismo, con tendencia new age). Dicha etnografía plantea describir: organización interna,
redes, genealogía, historia, actividades rituales y culturales; simbología y matrices discursivas,
vida cotidiana y prácticas simbólicas de sus participantes. 2) Una etnografía de itinerarios
transculturales que da seguimiento a los trayectos y circuitos de los buscadores espirituales que
representan nodos de redes y que transversalizan y conectan las danzas tradicionales con redes
alternativas de alcances internacionales. Además, para la reconstrucción histórica de la danza
conchera-azteca, he realizado entrevistas personales con grandes generales de las danzas
concheras o aztecas de diferentes lugares del país, entre ellos: los generales Miguel Ángel y
Andrés Pineda (descendientes de Manuel Pineda, del DF); Rogelio y José Rosas (descendientes de
Jerónimo Rosas, del Estado de México); Florencio Osorio (heredero del general Gabriel Osorio,
grupo de danza conchera de la ciudad de México); Manuel Campos (quien se dice descendiente
del indio Conin, de Querétaro); Rosita Maya (hija adoptiva del capitán Francisco Díaz, de la ciudad
de México); Juan y Rosendo Plascencia (generales del Grupo Danza Ritual Azteca Hermanos
Plascencia de Guadalajara).
2. Cuando me refiero a tradición lo hago con base en la propuesta de Eric Hosbawm y Terence
Ranger. The Invention of Tradition. Cambridge: Cambridge University Press, 1996. Esta la
entendemos como una construcción cultural dinámica que se reinventa para actualizarse, y no
como una narrativa estática que reproduce los sucesos pasados, sino que recrea y actualiza la
memoria.
3. Michel Foucault. La arqueología del saber, México: Siglo XXI, 1970.
4. Serge Gruzsinki. La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019). México:
FCF, 1990.
5. Así lo describió fray Bernardino de Sahagún: “Como llegava esta imagen [se refiere a la Virgen
de Guadalupe] a la casa del que havía de hazerle fiesta con danzas y cantares, con ellos usavan,
porque esta manera de danzar y bailar es muy diferente de nuestros bailes y danzas, pongo aquí
la manera que tienen en estas danzas o bailes que por otro nombre se llaman areitos, y en su
lengua se llaman maceoaliztli. Juntávanse muchos de dos en dos, o de tres en tres, en un gran
corro según la cantidad de los que eran, llevando flores en las manos y ataviados con plumajes;
azían todos a una un mesmo meneo con el cuerpo y con los pies y con las manos, cosa bien de ver
y bien artificiosa; todos los meneos ivan según el son que tañían los tañedores del tambor y del
teponaztli. Con esto ivan cantando”. Historia General de las Cosas de la Nueva España (edición de Juan
Carlos Temprano). Madrid: Editorial Promo, 2003, tt. I y II, p. 76.
6. María Stenn. Ponte a bailar, tú que reinas. Antropología de la danza prehispánica. México: Joaquín
Mortiz, 1990, p. 29.
7. Arturo Warman. La danza de moros y cristianos. México: SEP, 1972 (SepSetentas).
8. En la crónica de la fundación de Querétaro se cita así el pasaje de la batalla: “Llegó la Fe
Cristiana y con ella Conín, el indio daxcalteca, que al trueque de sayal, huípiles, y enaguas, amigo
de los Huachiles de la Cañada de Pathé. También lo hizo con el español Hernán Pérez de Bocanegra, quien lo ‘convenciera’ de la necesidad de someterse pacíficamente a los conquistadores.
Con Conín fueron ‘convencidos’ los habitantes de la Cañada y del Valle de Maxei, dándose al
alborear el 25 de julio de 1531, al filo de la seis de la mañana un simulacro de batalla, entre gritos,
clarines, tambores y chocar de cuerpos. Batalla de antemano perdida por los otomíes,
chichimecas y que en venganza formaron un nuevo Dios que diera hegemonía a su raza hasta
nuestros días”. José Félix Zavala. La fundación de Querétaro. Querétaro: Universidad Autónoma de
Querétaro, 1985, p. 14.
9. Para ver a un danzante indígena de Querétaro véase la fotografía de García Romualdo,
“Retrato, Guanajuato, México, 1905-1914” en Erica Billeter. Canto a la realidad. Fotografía
Latinoamericana 1860-1993. Madrid: Lunwerg Editores, 2003.
10. Gabriel Moedano. “La danza de los concheros de Querétaro”. Universidad. Querétaro:
Universidad de Querétaro, núms. 23/24, 1984, p.7.
66
11. Enrique Krauze. La presencia del pasado. México: Tusquets Editores, 2005, p. 92.
12. Enrique Florescano. Imágenes de la patria. México: Taurus, 2005, p. 191.
13. Krauze, op. cit., p. 21.
14. Entrevista personal con Florencio Osorio, general de la Mesa de Cristo Rey, Guanajuato, 13 de
octubre de 2006.
15. Citado en Jelenea Galovic. Los grupos místico-espirituales de la actualidad. México: Plaza y Valdés,
2002, p. 567.
16. Esta fotografía forma parte del álbum familiar de Rosendo Plascencia, hermano de Juan y
actual director del grupo de danza. Rosendo me comentó que le había cortado la parte inferior a
la imagen para que no se viera que el “indio” traía zapatos modernos y no guaraches.
17. Cfr. Francés Toor. A Treasury of Mexican Folkways. Nueva York: Crown Publishers, 1947.
18. En referencia a las danzas de los tapatios; forma coloquial de nombrar a los habitantes de
Guadalajara.
19. Testimonio de Florencio Gutiérrez (nieto de don Jesús). Galovic, op. cit., p. 547.
20. Josefina La Valle. En busca de la danza moderna mexicana (dos ensayos). México: UNAM, 2002, p.
45.
21. Francisco de la Peña. Los hijos del sexto sol. México: INAH, 2002, p. 51.
22. El general Pineda comenzó a danzar en 1922, con el grupo de Jesús Medina, que era un grupo
de danza de conquista en el Estado de México. Levantó su propia mesa en los años treinta, en
honor a San Miguel Arcángel, y el oratorio o cuartel se encontraba en una vecindad del centro de
la ciudad de México, en la colonia Morelos.
23. Entrevista personal con Miguel Ángel Pineda, heredero directo del general Manuel Pineda,
general de la danza Azteca del príncipe San Miguel, de la ciudad de México, 2 de octubre de 2005.
24. Existen discrepancias acerca de la fecha en que se realizó la primera danza de Chalma con
traje de azteca, pues según el testimonio de Martha Stone (At the Sign of Midnight: the Con-cheros
Dame Cult of Mexico. Tucson: The University of Arizona Press, 1975) esto sucedió en 1940. Fernando
Flores Moncada (La tradición mexica en lztapalapa. México: Delegación Iztapalapa, 1996) se refiere a
este hecho entre 1939 y 1949. En lo que todos coinciden es en que efectivamente el que introdujo
el traje azteca fue Manuel Pineda, y que la primera vez sucedió en la fiesta de Chalma.
25. Entrevista personal con Miguel Ángel Pineda, 1o de octubre del 2005.
26. Como lo asienta Martha Stone, hubo mucha resistencia a la innovación de la tradición, pues
para los danzantes concheros el nuevo traje era inmoral. Así lo constata la reacción de don
Manuel Luna, quien ante la justificación de que danzaban sin camiseta porque así danzaban los
antepasados, respondió indignado: “Ciertamente... pero nuestros antepasados eran salvajes y
nosotros somos gente civilizada”. Stone, op. cit., p. 173.
27. Yolotl González Torres. Danza tu palabra. La danza de los concheros. México: Conaculta- INAHPlaza y Valdés, 2006, p. 143.
28. Estela Inda fue la artista estelar del filme Tos Olvidados, de Luis Buñuel (1950).
29. Entrevista personal con Jerónimo Rosas, danzante casado con Micaela Pineda.
30. La Valle, op. cit., p. 46.
31. Ibid, p. 56.
32. Una muy ramosa es La sonrisa de la virgen, que trata sobre la aparición de la virgen de
Guadalupe, en la que el niño que actúa es Mario el Negro Pineda, hijo de don Manuel. También en
la película La torre de marfil.
33. Decoret-Ahiha. “L’exotique, l’ethnique et l’authentique: regards et discours sur les danses
d’ailleurs”. Civilisations, vol. LIII, núms. 1-2, Bruselas, 2006, p. 153.
34. Cfr. Jesús Helguera, Grandeva azteca en Elia Espinoza. Jesús Helguera y su pintura, una reflexión.
México: UNAM, 2004.
35. Ibid., p. 111.
67
36. Entrevista personal con Miguel Ángel Pineda, actual general heredero de la mesa de San
Miguel Arcángel, ciudad de México, 2 de octubre de 2005.
37. El libro fue publicado por la Delegación Iztapalapa de la ciudad de México, donde él trabajaba
como bibliotecario en 1996.
38. González Torres, op. cit., p. 153.
39. Por citar algunos casos sobresalientes mencionaremos a Felipe Aranda (compadre de Manuel
Pineda y suegro de Fernando Flores Moncada), quien se “dice ser descendiente de Cuauhtémoc, lo
que prueba con una mancha que le aparece en el pecho”, además de que aboga ser el heredero de
una “mesa cuyo estandarte dicen fue levantado en la Ciudad de México en el año de 1731”.
González Torres, ibid., p. 156. Otro caso es el de Xokonoscht-letl, quien se dice descendiente
directo de Moctezuma y a quien se le debe una entusiasta campaña para que el gobierno de
Austria regrese el penacho de Moctezuma a México; otro caso de gran importancia es el de
Salvador Rodríguez Juárez, quien se presenta como descendiente directo de Cuauhtémoc. Fue
quien en los años setenta señaló el lugar donde descansaban los restos del tlatoani y transmitió la
consigna de Cuauhtémoc, que según la creencia fue encomendada a sus familiares para mantener
la cultura del Anáhuac oculta, pero viva hasta el presente, y que tendría que salir a la luz y
reconquistar culturalmente a México hasta que naciera la nueva era del Sexto Sol, a partir de la
cual los aztecas reconquistarían el país. Aunque un grupo de connotados arqueólogos, etnólogos
y médicos certificaron la falsedad de los restos, pues comprobaron que eran de distintos
individuos, don Salvador es en la actualidad el guardián de la tumba de Cuauhtémoc, donde los
seguidores mexicanistas aseguran están enterrados los restos del último tlatoani.
40. La mexicanidad surge en los años cincuenta de la mano del Movimiento Confederado
Restaurador de la Cultura del Anáhuac, como un movimiento más ideológico que religioso, y que
tiene como objetivo el rescate de la civilización de Anáhuac de idealizar el pasado azteca y
destacar la superioridad racial de los mexicas. Odena Güemes. Movimiento Confederado Restaurador
de la Cultura del Anáhuac. México: CIESAS, Cuadernos de la Casa Chata 97, 1984. Este movimiento
entabló relaciones con importantes jefes danzantes, y le imprimieron a la danza azteca un
carácter nativista que rechaza y critica los elementos simbólicos del catolicismo presentes en el
carácter sincrético de las danzas concheras. Algunos grupos de danza, como por ejemplo
Insignias Aztecas, fueron influidos por la mexicanidad reforzando su carácter azteca. También
surgieron nuevos grupos de danzas mexicanistas que realizan sus rituales para las deidades
prehispánicas y rechazan de forma tajante a las católicas, ejemplo de estos grupos son los que
encontramos danzando en el Zócalo de la ciudad de México.
41. De la Peña, op. cit., p. 96. 92
42. El Plan Espiritual de Aztlán fue por primera vez articulado públicamente en la primera
Conferencia Nacional de Liberación de la Juventud Chicana, en Denver, Colorado, en 1969. María
Angela Rodríguez. Tradición, identidad, mito y metáfora. México: CIESAS-Porrúa, 2005.
43. Idem.
44. Humberto García es originario de Guadalajara, Jalisco, y se fue a vivir a la ciudad de Los
Ángeles, Estados Unidos, hace más de treinta años. Danza en el Grupo azteca Idacona-tzin, el cual
fue fundado por Lázaro, quien a su vez es el heredero de Florencio Yescas.
45. Entrevista personal con Humberto García, danzante del Grupo azteca Itlaconatzin, Za-popan,
13 de octubre de 2005.
46. Idem.
47. Para mayor información sobre la neomexicanidad y su relación con las danzas aztecas, puede
consultarse De la Torre, 2005, y González Torres, 2006.
48. Yolotl González Torres. “El movimiento de la mexicanidad”. Religiones y sociedad. Nuevo milenio
y nuevas identidades. México: SEGOB-Subsecretaría de Asuntos Religiosos, núm. 8, enero-abril, 2000,
p. 29.
68
49. Los elementos propios del discurso new age aparecen a lo largo de la obra literaria de Velasco
Piña. En la novela Regina podemos identificar los siguientes contenidos, que posteriormente
cimientan creencias e impulsan prácticas de sus seguidores: 1) Regina nace el 21 de marzo de
1948, día en que según los astrólogos se iniciaba la nueva era de Acuario; 2) la concepción de la
reencarnación, pues Regina es supuestamente la reencarnación de Quetzalcóad; 3) el carácter
ecléctico del movimiento, a partir del cual nace un nuevo mestizaje tanto racial, cultural, como
religioso; 4) la visión de la tierra como un organismo vivo; 5) las actividades y los rituales como
parte de un cambio en la armonía y equilibrio energético; 6) la visión holística que parte de que el
todo está en la parte, por lo que el cambio individual repercute en el cosmos; 7) el eclecticismo
que fusiona nuevos sincretismos donde se fusionan elementos de las tradiciones ancestrales de
oriente y occidente; 8) el amor a la naturaleza y la visión terapéutica. Antonio Velasco Piña.
Regina. 68 no se olvida. México: Jus, 1987.
50. Antonio Velasco Piña. Cartas a Elizabeth. México: Grijalbo-Círculo Cuadrado, 1993, p. 49.
51. Para muestra un botón: Según la novela de Regina, Uriel, quien fuera un jefe danzante,
guardián de la tradición, viaja a Monte Albán un 21 de marzo de 1968, y ahí descubre que la
pirámide es “una gigantesca maquinaria que transformaba cósmicas energías con un objetivo
específico: propiciar el armónico funcionamiento de la naturaleza humana. Seguramente en
lejanos tiempos había sido el centro terapéutico más avanzado del planeta. Un sanatorio de
cuerpos y almas al que llegaban de apartadas regiones seres ansiosos de recobrar el perdido
equilibrio”. Velasco Piña, Regina..., p. 46.
52. Entrevista personal con Patricia Ríos, quien es danzante del grupo ritual Azteca Hermanos
Plascencia y líder del movimiento “regino” en Guadalajara, con sede en la comunidad ecológica
Guayabos de Zapopan; asimismo es discípula del ceremonial lakota del Tío Luciano. Guadalajara,
13 de septiembre de 2005.
53. De la Peña, op. cit., p. 81.
54. El encuentro entre Velasco Piña, Alberto Ruz (líder de Guerreros del Arco Iris) y el español
Emilio “Miyo” Fiel se da el 2 de octubre de 1988, durante la “marcha cósmica” organizada para
rememorar el veinte aniversario del sacrificio de Regina. A este ritual asistieron representantes
de las tradiciones indígenas, miembros de comunidades del grupo Mancomunidad de la América
India Solar (MAIS), grupos de concheros y de voladores de Papanda; seguidores del maestro Roshi
(del budismo Zen), grupos espirituales mexicanos, así como un contingente de extranjeros que
formaban parte del movimiento Guerreros del Arco Iris. A partir de este momento los “reginos”
colaborarán en la construcción del Puente Wirikuta y participarán en los actos de celebración del
Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos, realizado durante 1992. El encuentro está
documentado en Antonio Velasco Piña, Regina, pp. 69-72; Alberto Ruz Buenfil. “La imaginación al
poder: 33 años después”. Regina y el Movimiento del 68 treintay tres años después. México: EDAF, 2002,
pp. 151-193; y Patricia Ríos Duggan. “Qué significa para mí Regina”. Regtnay el Movimiento del 68.
treintay tres años después. México: EDAF, 2002, pp. 89-104.
55. El Subcomandante Marcos es el líder mestizo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (
EZLN), un movimiento que lucha por los derechos de los pueblos indígenas de México.
56. Alberto Ruz se inició como un joven hippie que en pleno 1968 emprendió un peregrinaje por
todo el mundo, estableciendo contactos con los sacerdotes indígenas de Estados Unidos, con
maestros de distintas culturas milenarias como la hebrea, musulmana, sufí, hindú y tibetana,
además de indagar por diferentes escuelas sincréticas de pensamiento. En los años ochenta fundó
la Comunidad de Huehuecóyotl en el poblado de Tepozdán (un pueblo de Morelos que se ha
convertido en un centro de grupos new age) y desde su comunidad lideró peregrinajes de
reapertura de los antiguos centros espirituales como parte de un movimiento planetario new age,
encabezado por José Arguelles, uno de los principales guías del movimiento planetario. A su vez
participó en el movimiento denominado Los Guerreros del Arco Iris. En la actualidad es el
heredero “testigo” del movimiento de Regina. Ruz, op. cit.
69
57. “Es considerado como uno de los pioneros del movimiento alternativo de los 70’s, fundó
inicialmente el Centro Sadhana de San Sebastián en el que se formaron los primeros profesores de
yoga, kundalini y meditación del País Vasco. Desde el año 78 fue guía de la Comunidad del Arco iris
que, hasta su retirada en la Convergencia Armónica del año 87, estuvo a la cabeza del movimiento
comunitario hispano y europeo. A partir del año 88 Miyo se centra en la perspectiva chamánica
de retorno a la Madre naturaleza, creando los Clanes de Quetzalcóatl. Algunas de sus últimas
convocatorias han conformado gran número de ‘guerreros de luz': los Consejos de Visionesy
Guardianes de la Tierra, los Consejos de Sanaáóny de Danza Sagrada Canchera, las 4 Peregrinaciones de
fin del milenio (92 y 95 en Hispania, 96 en Francia y 99 en Europa), el Consejo del Clan Esmeralda de
instructores de grupo. Se dice que Miyo es el primer heredero hispano del ‘ancestral linaje
mexicano de los Concheros’ por transmisión de su ‘Guía Mayor’ Guadalupe Jiménez Sanabria
(conocida como jefa Nanita) y funge actualmente como jefe de la Mesa de Danza del Señor Santiago,
participando como tal en los Consejos de Ancianos de Amerikúa y en las Ceremonias Planetarias”.
Tomado de (http://www.city-yoga.com/cu_emiliofiel.html).
58. Ruz, op. cit., p. 178.
59. Al igual que los concheros del centro de México, “los hispanecas” tienen como obligación
cumplir con las siguientes rituales que establecen la geografía de la cruz ollin, o de los cuatro
vientos: abril, al Este: Nuestra Señora de Monserrat; diciembre, al Oeste: Nuestra señora de
Guadalupe; septiembre, al Norte: Nuestra Señora de Covadonga; marzo, al Sur: Nuestra Señora del
Rocío; y octubre, al Centro: Nuestra Señora del Pilar.
60. Las actividades que se tienen consideradas para el oratorio conchero en el centro de la
conchería europea son las siguientes: desarrollo de la hospitalidad para toda persona vinculada con
las danzas o con otras tradiciones indígenas; realización diaria de una disciplina conchera de
cantos de alabanzas (como en los ashrams hindúes o sufíes), celebración de danzas, fuego y
meditaciones de ascensión, tanto al amanecer como al atardecer. Información tomada de
(
[email protected]), “Red Mexicana”.
61. Jesús Martín Barbero. “La globalización en clave cultural. Una mirada Latinoamericana”.
Renglones. Los desafíos de América Latina. Culturas y Globalisatión. Tlaquepaque: ITESO, núm. 53, 2003,
p. 22.
62. Eileen Barker, “We’ve got to Draw the Line Somewhere: an Exploration of Boundaries, that
define Locations of Religious Identity”. Social Compass, vol. 53, núm. 2, junio de 2006.
AUTOR
RENÉE DE LA TORRE
CIESAS-Ocádente
70
Indio de estado versus indio nacional
en la mesoamérica moderna
Jacques Galinier
1
En esta vuelta de milenio, tanto en las comunidades indígenas como en los contextos
urbanos, la extrema labilidad de las construcciones iden-titarias se ha convertido en un
reto insuperable para la antropología americanista, cuando ésta trata de ordenar todas
esas nuevas formas de adscripción que están surgiendo de manera epidémica. En países
como México, el territorio de “lo étnico” parece en la actualidad no tener ni centro ni
periferia. Se reconfigura en un nuevo espacio del betwixt and between, entre lo local y lo
global, tanto en esas cosmovisiones nativas –plasmadas en tradiciones indígenas
centrípetas, herencias todavía vigentes de la época prehispánica remodeladas en tiempos
de la colonia– como en la red sin fronteras de las ideologías del new age. Su percolación
en la cultura urbana del país, bajo una infinidad de matices, sirve cada vez más de
catalizador de fenómenos inestables, de todas esas “búsquedas de raíces” que resisten a
las tipologías convencionales. Tal es el caso, entre otros, del movimiento de la
mexicanidad, y de una de sus vitrinas coreográficas, la “danza cósmica” de los “hijos del
sexto sol”.1
2
La escenificación de la imagen del “indio imperial” –que podemos contemplar por
ejemplo en el Zócalo de México, en Teotihuacan o en Chichén Itzá– ha permitido a una
infinidad de actores oriundos del llamado primer mundo, de Europa y Estados Unidos,
entrar en la gran “bodega étnica” mesoamericana para surtirse de parafernalia, símbolos,
conceptos, filosofías, estéticas, literaturas, estilos de vida, recombinados en función de
sus inquiEtudes del momento. Las figuras alternativas del “indio imperial”, “chamánico”
o “místico”, reinan en las zonas de gran atracción turística, en el Anáhuac o en la zona
maya, principalmente. Estas construcciones tienen una proyección periférica, fuera del
país, en esta “metamesoamérica” que se está construyendo en California, donde los
movimientos chicanos reivindican valores oriundos de las civilizaciones del Anáhuac,
para incorporarlos en la nueva demanda étnica existente del otro lado de la frontera. De
hecho, se está elaborando paulatinamente un gran eje identitario panamericano,
simbolizado por la conexión entre figuras mitológicas como Mother Earth –omnipresente
71
en Estados Unidos y Canadá, con una difusión exponencial entre las First Nations–,
Coatlicue en el México central, y Pachamama en la zona andina. 2
3
Ahora, ¿qué entiendo por “Mesoamérica moderna”? No la sencilla prolongación de la
antigua Mesoamérica, prehispánica y colonial, sino precisamente este espacio de
civilización remodelado en función de criterios exógenos, manipulados por actores que
no son necesariamente los habitantes permanentes de este territorio, los pioneros de un
nuevo espacio histórico y cultural de acuerdo con la doxa del new age. La “Mesoamérica
moderna” sería entonces este capital simbólico negociado fuera del ámbito académico –
apegado a la definición canónica de Mesoamérica elaborada por Kirchhoff– 3 y un topos
imaginario que la neoindianidad urbana identifica con las “altas civilizaciones”
prehispánicas.
4
El objeto de mi intervención se centra en otros procesos identi-tarios colaterales,
ocultados por la figura cinematográfica del “indio imperial”, que surgen dentro del marco
de la federación de los estados mexicanos, como los describe por ejemplo Liffman cuando
habla de La feria de la mexicanidad en Nayarit, un modo espectacular de valorización del
pasado prehispánico al servicio del juego político del partido en el poder dentro del
estado.4
5
Examinaremos el caso de Querétaro. Se tratará de demostrar por qué la representación
actual de las fronteras étnicas en esta zona del país, a la vuelta del tercer milenio, ya no
coincide con la de la frontera colonial, un corredor que separa dos civilizaciones,
agricultores y cazadores recolectores. Si Querétaro se considera como la “Cuna de la
Nación” y de las civilizaciones más antiguas de Mesoamérica, en la actualidad es un
estado en donde la cuestión identitaria pone de relieve parámetros étnicos atípicos, por
medio de la promoción de un modelo estatal en obras, fruto de la recombinación de
rasgos culturales históricamente presentes en esta región. De hecho, es notable la poca
visibilidad de los primeros pobladores del estado, de la Mesoamérica nuclear hasta hoy, y
de la cultura otomí en particular, así como la implantación tardía de la antropología en
Querétaro.5 Hasta una fecha reciente, esta zona no había despertado ningún interés de
parte de las instimciones nacionales a cargo de la política cultural en el país. Como lo
subraya Viramontes Anzures:
La investigación arqueológica en Querétaro, como en el resto del territorio al norte
de los ríos San Juan y Lerma, fue considerada como de segunda importancia.
Incluso, a la región se llegó a denominar como ‘Mesoamérica marginal’, calificativo
que llevó la discusión académica a no pocos equívocos sobre el carácter de las
sociedades que habitaron la región durante la época prehispánica. 6
6
Los criterios étnicos a los cuales me referiré son en realidad “su-praétnicos” porque ya no
se relacionan con la situación concreta de las comunidades indígenas del estado de
Querétaro, sino con su simbolización en el círculo de los actores a cargo de la promoción
del patrimonio cultural de la región, que participan en la elaboración de esta nueva
construcción étnica que identifico como un “indio de estado”. En el caso presentado aquí,
los museos arqueológicos etnográficos toman el papel de instituciones de referencia,
porque son laboratorios culturales (entre los cuales el más notable es el Museo Regional
de Querétaro) donde se elaboran imágenes del indio en sintonía con una demanda social
local, nacional e internacional. Este proceso de remodelación del concepto de “lo étnico”
en la región involucra varias corrientes culturales: dos nativas –la otomí y la pame (es
decir una mesoameri-cana y otra del semidesierto)–, después la tradición religiosa
colonial, y finalmente la del new age, puesta en escena cada año de manera espectacular
72
en un lugar que se ha vuelto emblemático, el monolito de Bernai, durante los rituales del
equinoccio de primavera.
7
Por falta de un concepto más adecuado, hablaré de un “indio de estado” o de
“institución”, en el sentido político y administrativo, en oposición con el “indio imperial”
inscrito actualmente en el trasfondo del new age mesoamericano. Este “indio de
institución” aparece como una forma transitoria entre las variantes presentes en la
región, archivadas como testimonios del indio histórico –en el Museo Regional de
Querétaro o en el Museo Histórico la Sierra Gorda, en Jalpan de Serra-, y las formas
evanescentes del “turismo místico”, que resuenan con la imagen del “indio imperial”
maya o azteca, o incluso de grupos que tienen una menor visibilidad internacional, como
los mazatecos, por ejemplo.7 Se trata entonces de entender cómo los límites formales de
un estado de la federación sirven de marco ideal para la construcción de un indio sui
generis, el “indio queretano”, por el momento una suerte de originalidad conceptual que
no coincide con ninguna clasificación histórica o antropológica, visto que no se apoya en
la realidad de una frontera cultural entre indios mesoamericanos e indios del desierto.
Esta invención ideológica facilita la promoción de la política cultural del estado, en la
trayectoria del turismo internacional. Instrumentaliza, en prioridad, los vectores
mediáticos privilegiados de las instituciones museográficas. En verdad, se está edificando
ante nuestros ojos un nuevo diseño cartográfico de la república mexicana, que sustituye a
los elegantes mapas policromos de la National Géographie, hasta la actualidad la versión
editorial más popular en el nivel internacional, del nuevo mundo nativo, pasado y
presente.
FOTOGRAFÍA 1.El “conchero”, prototipo del “indio imperial” y nuevo actor de la danza cósmica.
Andador Cinco de Mayo, Querétaro. Fotografía de Jacques Galinier.
8
En México, la desaparición de las poblaciones nativas de la frontera norte del país está
compensada por la dinámica demográfica exponencial de los grupos oriundos del México
73
central –y por medio de las lenguas indígenas– instalados de manera provisional a lo
largo del borderline.8 En Querétaro, la relación entre “indio de estado” e “indio de la
frontera” cobra una importancia crucial, porque se está elaborando una nueva mística
religiosa en torno del culto a fray Junípero Serra, fundador e “inventor” de lo que se ha
vuelto en los últimos años la “ruta de las misiones”, promovida por las oficinas de turismo
a raíz del reciente redescubrimiento del fabuloso patrimonio colonial barroco de la Sierra
Gorda, y la fetichización de una figura heroica (Junípero Serra) como imagen alternativa a
la del indio semisalvaje. La hagiografía del misionero articula dos vertientes cronológicas:
una local, en Querétaro, y otra a larga distancia, en California, estado que también
reivindica su herencia misionera. La figura carismática del padre Mira-de, venerado en
toda la Sierra y que falleció recientemente, contribuyó a alimentar este “tropismo
norteño”, en particular por haber emprendido una caminata de Querétaro a California,
siguiendo las las huellas de Junípero Serra. La imagen de estos dos personajes no sólo
sirve de figura de proa de la ideología civilizadora y de la religión cristiana, sino también
de instrumento ideológico para los promotores del turismo espiritual en la zona, en
contraste con la del indio semisalvaje del limes mesoamericano.
IMAGEN 1. Promocional de un “paquete místico” cultural de la nueva imagen del estado.
9
La situación cultural propia del estado de Querétaro me parece emblemática de este
nuevo proceso de “estatalización” de la imagen del indio que observamos en varias
regiones del país. En el nivel de los estereotipos nacionales, los otomíes han sido
asimilados a un lumpenproletariado étnico, cuyos actores más relevantes serían las
“Marías”, las vendedoras ambulantes, otomíes y mazahuas de la meseta de Toluca
Ixdahuaca.9 Por otra parte, los elementos más impactantes de la cultura otomí que
integran la nueva cosmovisión del turismo internacional no se encuentran en el estado de
Querétaro, es decir el papel de amate, el palo volador o los rituales “nativos” de
renovación cósmica como en Temoaya, alrededor del centro ceremonial otomí. El indio
otomí es aún asimilado a este personaje ancestral, Conin, cuya estatua monumental
domina la autopista de México a Querétaro. Enseña la doble cara del indio legítimo, el
guerrero, alias Fernando de Tapia, natural metamorfoseado en héroe civilizador,
pacificador de la zona. Este double bind no se verifica en el caso del indio del semidesierto,
pame o chichimeca, excluido de este panteón étnico. Al contrario, éste cristaliza la
presencia de todos los indios cuyos nombres ya no evocan más que sombras de un pasado
extinguido: guamares, pisones, guachichiles, tantos grupos enemigos, en contra del
progreso y del avance de la religión cristiana en la región de la Sierra Gorda y que se
enfrentaron con los españoles en el corredor de colonización de la ruta de las minas.
74
FOTOGRAFÍA 2. Estatua de Conin. Autopista Mexico-Querétaro. Fotografía de Jacques Galinier.
10
En otro trabajo, he señalado cuáles son los criterios que gobiernan la cosmovision de los
otomíes orientales respecto de lo que debe conservarse como patrimonio local y lo que se
tiene que expulsar de la comunidad, y sobre todo lo que debe ser física y simbólicamente
destruido.10 Esta política museográfica nativa remite a una lógica ajena a las
construcciones regionales del indio de estado. La dificultad actual se ubica en la
definición de lo que sigue siendo “lo étnico” –un problema que se plantea en las
comunidades de Toliman o del municipio de Amealco–; es decir, de lo que es
auténticamente una cultura indígena para sus portadores. La cuestión que nos interesa
aquí es cómo se realiza la adaptación de un modelo cultural local efectivo, real, hacia un
modelo estatal, virtual, involucrado en las creaciones fluctuantes de la nueva demanda
étnica oriunda del extranjero. En Querétaro, la contaminación de una ideología de
inspiración new age se identifica, como lo hemos señalado, con un topos singular, la Peña
de Bernai. El monolito, desde la época prehispánica, se considera como un lugar de
“vibraciones”, donde las experiencias religiosas y místicas permiten alcanzar un muy alto
grado de armonía con las fuerzas de la naturaleza, en particular durante el equinoccio de
primavera. Lo fascinante de la estatalización de la imagen del indio new age en la región
es que se apoya en un corpus de creencias y de rituales autóctonos, encapsulados en
ceremonias de origen exótico, con la bendición de las agencias de turismo. En Toliman y
Amealco, aún prevalecen las mismas exigencias de hace un siglo: lograr y mantener un
estatus simbólico en la comunidad por medio de la participación al sistema de cargos, al
culto de los antepasados y a la celebración de la fiesta epónima y del carnaval. 11
11
Sabemos que la coalescencia entre formas de identidad individual y colectiva implica la
doble referencia a un modelo para sí y un modelo en sí para entender la articulación de
una identidad histórica, asumida, la que estadiamos con los métodos clásicos de la
etnografía, a una identidad elegida, que instrumentaliza la tradición local para inventar
75
modelos alternativos de representación de sí; es decir, el paso de una concepción
endocéntrica a una visión excéntrica, a una serie de presupuestos cuyos portadores son
los miembros de la galaxia del new age, y que penetra paulatinamente dentro de la
cultura local. La proliferación actual de las etiquetas refleja este paso de lo endógeno a lo
exógeno. Se verifica una notable contradicción entre la erosión patrimonial que afecta a
las comunidades nativas, la autoreferencia reprimida de los otomíes a su propia
indianidad, de un lado, y del otro la efervescencia conceptual escandalosa de los new agers,
en sintonía con la recomposición del mapa étnico a escala continental.
12
De allí la complejidad del caleidoscopio cultural estatal en la actualidad, debido a estas
permanentes reconfiguraciones que reflejan las variaciones de la autoadscripción de los
actores; por ejemplo, los otomíes del estado de Querétaro siguen haciendo sus devociones
a los ancestros, por medio de los cultos a las capillas, a los oratorios, a las cuevas, a los
cerros, más a los elementos naturales.12 Practican la religión católica durante las
devociones a los santos, las peregrinaciones de la virgen, en semana santa. No obstante,
participan eventualmente en los rituales del equinoccio al pie de la Peña de Bernai. Se
ajustan a la glorificación de la “cultura de estado” cuando se organizan eventos como el
Festival de huapango de San Joaquín, que supuestamente pone de relieve una “cultura
huasteca” con un toque queretano, o los festivales de gastronomía del estado.
13
Parece entonces necesario considerar niveles intermediarios de reconstrucción de los
estereotipos del indio, no sólo por la proliferación de nuevos spots del turismo místico,
sino también porque las instituciones estatales reaccionan frente a este nuevo desafío
étnico, e instrumentalizan una infinidad de recursos semióticos alternativos
tradicionales, como la “danza de los concheros”, por ejemplo, que sirve de marcador
coreográfico y estético local de la tradición colonial del estado. Actualmente está
reactivada en el estado de Querétaro por comuneros, campesinos mestizos, que
reivindican una filiación azteca, y se exhiben en el más puro estilo new age en el Museo
Regional de Querétaro para los rituales de primavera.
IMAGEN 2. La institucionalización de un ritual neotradicional en la ciudad de Querétaro.
76
14
Aquí se impone un verdadero programa de investigación que permita descifrar esos
nuevos estereotipos de estado, y desmantelar los mecanismos de dominación de un
modelo ideológico empresarial. Se refiere a esos conceptos neoliberales de la cultura
queretana, que se repiten en otros estados, los que pretenden exportar una imagen de sí
mismo descifrables por medio de códigos “museográficos” como en Oaxaca, Puebla,
Chiapas o Veracruz. En el estado de Querétaro existen pocos lazos de identificación entre
la cultura urbana moderna y las culturas indígenas tradicionales. Primero, porque son
zonas, norte y sur, separadas por un corredor urbano industrial; segundo, porque las
culturas del desierto ya no son sino testimonios arcaizantes de un mundo desvanecido
(como los presenta el Museo Histórico de la Sierra Gorda en Jalpan) y carecen de
elementos rituales o artefactos espectaculares.
15
La emergencia de figuras estatales del indio se puede considerar como un subproducto de
las estrategias múltiples que se están desarrollando tanto a escala local, en los sitios de
interacción entre indios y turistas, como en los grandes sitios arqueológicos; pero
también en otros círculos, donde la negociación de esta imagen implica la participación
de actores que no son necesariamente visibles en el nivel local. En los dos casos, la figura
del “indio imperial” aparece como el vector mediático fundamental. En Querétaro, el
capital turístico incluye una dimensión arqueológica (las pirámides de Ranas y Toluquilla)
y sobre todo una dimensión colonial. Esta se refleja con la masiva presencia de la religión
católica y la invención de la ruta de las misiones, cuya dimensión estética es cada vez más
relevante debido a la rehabilitación del patrimonio barroco de la Sierra. En tal contexto,
se confirma una adecuación ideal entre la escenografía conchera y la representación
combinada de una representación colonial-impérial de la indianidad.
16
En términos de gestión de su capital simbólico, uno de los elementos esenciales en
Querétaro es la cuestión de la antigüedad histórica; lo recuerda un mito de fundación de
la ciudad que justifica la anterioridad de las poblaciones del desierto, dentro de una visión
soñada de la primitividad americana, y este proceso de civilización metaforizado como un
esfuerzo de control del limes, de las últimas franjas de presencia europea, en el camino a
las minas de Zacatecas. En la actualidad, se está construyendo una nueva mitología de la
frontera, cuyo epicentro es precisamente el estado, un espacio saturado de símbolos, una
clase de palimpsesto en el cual se está imprimiendo una nueva escritura etnográfica. La
construcción del paisaje cultural implica a la vez la naturalización del indio salvaje (pame
o chichimeca) y la “culturalización” poscolonial del otomí, dentro del marco de una nueva
museografía del tercer milenio.
17
No se pueden disociar las distintas etapas históricas por las cuales se ha desarrollado este
proceso de humanización del paisaje queretano y la debilidad del patrimonio otomí de
comunidad. No se puede separar la construcción de una zona ecológica conocida como
Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, de las instituciones museográficas en la ciudad de
Querétaro. En concreto, se está armando un conflicto de intereses entre varias
legitimidades: la histórica indígena, la colonial, la posmoderna. Las primeras tratan de
proteger un espacio comunitario, bienes culturales materiales e inmateriales, las otras
remiten a un proceso de invención cultural, actualmente una simple virtualidad étnica.
18
Lo que nos desconcierta, como etnógrafos, es esta ruptura entre lógicas contradictorias
que instrumentalizan ciertos signos diacríticos indispensables para la construcción de
imágenes infranacionales del indio. La problemática que estoy considerando no se apoya
en exégesis formales ni tampoco en la literatura nacionalista, como por ejemplo la del
porfiriato: hace hincapié básicamente a un potencial conceptual, cuyo contenido esta en
77
vía de construcción, en busca de este “indio queretano” imaginario, y cuyos
patrocinadores no son indígenas. Los empresarios culturales del turismo en el estado no
tratan de duplicar estas imágenes locales, del indio auténtico, desprovistas de prestigio
social, sino de promover esta combinatoria de estereotipos que están recombinadas en las
nuevas versiones del “indio equinoccial”, celebrado en Teotihuacan o en Bernai el 21 de
marzo. La refracción de esas imágenes a través de múltiples canales mediáticos expresa la
diversidad creciente de la demanda turística: mística, arqueológica, colonial, ecologista,
etcétera.
19
El problema de la innovación cultural en Querétaro muestra las tensiones en torno de la
gestión de este capital, la imagen histórica, institucional del indio, y sus dificultades para
adaptarse a la vez a las imágenes locales y a las nacionales, reales o potenciales. La
cuestión de la “folclorización del folclor”, como lo explica atinadamente Bausinger
considerando la volkskunde alemana, implica un proceso de extracción de elementos
locales y su reprogramación dentro de un marco exocen-trado, como lo observamos en
Querétaro, bajo la influencia del new age inventado en el primer mundo, para permitir
después su repatriación.13
20
La transnacionalización de la imagen del indio no es un resultado ni una finalidad, sino un
proceso intermediario, consciente e inconsciente, de producción de un dispositivo
semiótico eficaz y atractivo. Su relocalización implica una previa reelaboración, puesto
que su explotación inmediata, in situ, no puede satisfacer los criterios estéticos inherentes
a este tipo de política cultural. Es un problema que presenciamos en numerosos ethnie
spots del continente americano, desde Taos, Nuevo México, hasta San Pedro de Atacama,
Chile.
21
Durante las últimas décadas, el mundo occidental ha fabricado un nuevo modelo del indio
que ya no entra en sintonía con la versión mu-seográfica estándar. Es una versión más
dinámica explicitada a través de nuevos tipos de puesta en escena, la redefinición de sus
artefactos, no sólo en las colecciones de los museos oficiales, sino también en los museos
comunitarios existentes. Estas nuevas estrategias se apoyan en la presencia de “bodegas
virtuales”, donde se acumulan todos los objetos, triviales o no, capaces de entrar en la
construcción “en kif de escenarios étnicos, artefactos arqueológicos, coloniales, indígenas,
cargados de un nuevo semantismo. Pueden ser objetos triviales, de la vida cotidiana,
como en el museo comunitario de Landa de Matamoros, que no son necesariamente
indígenas stricto sensu, y que carecen de una imagen de primitividad clásica.
22
En conclusión, la emergencia del “indio new ager”, “místico” o “equinoccial” en el estado
de Querétaro, está introduciendo paulatinamente una nueva visión de la historia del
estado, por medio de cambios cosméticos, pero que al final llegan a una distorsión notable
de la realidad histórica. Lo mismo que la construcción del indio nacional, imperial o
místico, el “indio estatal” no deja de ser un artefacto ajustado a demandas
contradictorias, de las cuales excluimos las de los indios “verdaderos”, que no necesitan
tales artefactos. Además, la relocalización de la imagen estatal implica necesariamente la
absorción continua de conceptos transnacionalizados, que una producción cien por ciento
endógena no alcanzaría a lograr, es decir una imagen aceptable, “liofilizada”, 14 purificada,
en conformidad con las normas internacionales de la etnicidad, en una ciudad que en
1996 ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
23
El “indio queretano” es una realidad virtual, que nadie quiere reivindicar, no queda
ninguna duda. Sin embargo, forma parte, de hoy en adelante, de las estrategias formales e
informales de los empresarios de la cultura oficial, de sus líderes institucionales, en la
78
capital estatal. Al contrario de la ideología del new age mesoamericano, presenta por el
momento una discreta visibilidad, pero es un síntoma de los nuevos procesos religiosos
que están fraccionando actualmente el espacio étnico neotradicional en México.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
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2. Galinier y Molinié, Les neo-indiens. Une religion du III o millenaire. París: Odile Jacob, 2006, p.
112.
3. Paul Kirchhoff. “Mesoamérica: sus límites geográficos, composición étnica y caracteres
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4. Paul Liffman. “Huichols and Proto-Aztecs in State Spectacle. La Feria de la Mexicanidad”. A.
Ariel de Vidas y J. Galinier (eds.). “Las figuras nacionales del Indio”. Ateliers de Caravelle. Nayarit,
México, núm. 11, 1998, pp. 103-106.
5. Diego Prieto Hernández y Beatriz Utrilla Sarmiento (coords.). Ya hnini ya ja'itho Maxei. Los
pueblos indios de Querétaro. México: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas,
2006, pp. 101-116.
6. Carlos Vinamontes Anzures. “El centro norte en la época prehispánica”. Guadalupe Zárate
Miguel (ed.). La arqueología en Querétaro. El reto ante un nuevo milenio. Cinco Miradas. Memoria. Primer
encuentro de estudios queretanos. Balancey Perspectivas. Querétaro: Centro ANAH, 2006.
7. Magali Demanget. “Reconstruction of the Shamanic Space and Mystical Tourism in the
Mazatec región (México)”. Henri-Paul Francfort y Roberte Hamayon (eds.). The Concept of
Chamanism: Uses and Abuses. Budapest: Akadémiai Kiadó, 2001.
8. Françoise Lestage. “La construction des différences chez les migrants de la frontière mexicoétasunienne”. Etudes Rurales, nums. 159-160, 2001, pp. 189-204.
9. Lourdes Arizpe. Indígenas en la dudad. El caso de las “Marías”. México: SepSetentas, 1975.
10. Jacques Galinier. “Détruire pour conserver-Notes sur l’imagination muséographique en
Mésoamérique”. Anthropologie et Sociétés, vol. 28, núm. 2, 2004.
11. Prieto Hernández y Utrilla Sarmiento, op. cit., p. 132.
12. Eduardo Solorio Santiago. “Redescubriendo el territorio en San Miguel de las Tetillas”. Prieto
Hernández y Utrilla Sarmiento, op. cit., p. 169.
13. Helmut Bausinger. Volkskunde ou l’ethnologie allemande. De la recherche sur l’antiquité à l’analyse
culturelle. Paris: Editions de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1994.
14. Envueltos al vacío.
80
AUTOR
JACQUES GALINIER
LESC-CNRS/ Université de Paris X-Nanterre
81
De la Santería Cubana al orisha-voodoo
norteamericano
El papel de la ancestralidad en la creación de una religion “neoafricana”
Stefania Capone
1
En este artículo analizaremos el proceso de difusión y de relocalización de las prácticas
religiosas de la santería cubana en Estados Unidos, a partir de los años sesenta, es decir
después de la revolución castrista y de las primeras olas de migración cubana hacia el
norte. Lo que trataremos de demostrar aquí es cómo esta relocalización, en un contexto
sociocultural extremadamente marcado por el militantismo negro norteamericano de los
años sesenta, ha producido nuevas formas de entender la religión de origen yoruba. La
apropiación de prácticas santeras por los afroamericanos ha transformado una religión,
que era pensada como uno de los componentes de la cubanidad, fuertemente enraizado
en el imaginario nacional cubano, en algo completamente distinto, es decir en una
religión que se convierte en el patrimonio exclusivo de los descendientes de africanos en
el mundo.
2
El ejemplo del orisha-voodoo, también llamado “religión yoruba” en Estados Unidos,
servirá de contraejemplo en el análisis de una de las paradojas fundadoras de los procesos
de transnacionalización, donde el particularismo de las prácticas religiosas es
constantemente sometido a una tendencia hacia la universalización, para que estas
prácticas obtengan un estatuto comparable al de las grandes religiones universales. En
este caso, veremos que el proceso de universalización se concreta de dos maneras
distintas y complementarias. La primera consiste en la atribución de un papel central a la
ancestralidad, la cual reduce sensiblemente las márgenes de una pertenencia “natural” a
este tipo de religión, negando así toda legitimidad a los practicantes “blancos” –o
percibidos como “blancos”– en la santería. De forma paralela, la reivindicación de una
identidad “yoruba” por parte de los afroamericanos deconstruye también las fronteras de
lo que significa ser “yoruba”, en el nivel local y global, produciendo una relación
paradójica entre los “yoruba del nuevo mundo” y los “yoruba de Nigeria”. Veremos que la
etnicización de una religión que desde hace mucho tiempo ya se había vuelto en Cuba una
religión nacional, abierta a todos independientemente de sus orígenes raciales o sociales,
82
se acompaña también de la universalización de la identidad yoruba en el marco de una
concepción panafricanista de la “religión africana”.
LA UNIDAD CULTURAL AFRICANA O EL SUEÑO DEL
PANAFRICANISMO
3
Una de las constantes en los estudios afroamericanos es la idea de una supuesta
uniformidad cultural de África, encarnada en culturas específicas que fungen como
símbolo de esta unidad y como modelo a partir del cual la cultura afroamericana se
estructura. Esta idea de una unidad de fondo de la experiencia africana y afroamericana
se encuentra también en la noción de “iglesia negra” (black church), donde las diferencias
internas son minimizadas para resaltar la homogeneidad de la black expérience. 1 Por
supuesto, nada es más distante de la realidad si tomamos en cuenta, por ejemplo, la gran
complejidad de las diferentes denominaciones religiosas protestantes. 2 A pesar de esto,
para la mayoría de los autores norteamericanos, la uniformidad de la experiencia
religiosa se haría presente en la historia afroamericana en todo su conjunto, remontando
el curso del tiempo hasta al ritual del ring shout, es decir la danza en círculo de los
esclavos norteamericanos. Según varios autores, en el ring shout se expresaría el “alma
afroamericana” mediante la reactivación de la práctica africana de la posesión por los
espíritus.3 El ring shout se convierte así en la metáfora principal de una cultura africana
unificada, una puesta en escena ejemplar del “ser africano”.
4
Este referente simbólico africano constituye también una constante en la mayoría de los
movimientos ligados al nacionalismo negro, que defendieron la “vuelta al África”, una
vuelta real o simbólica, como la única solución delante de la política de discriminación y
de segregación racial norteamericana.4 El nacionalismo negro norteamericano ha sido
caracterizado, desde su inicio, por tres objetivos principales: el rechazo a la cultura
blanca americana; la lucha para establecer un gobierno exclusivamente negro; y la
reapropiación de una identidad africana o “afroasiática”, en el caso de grupos religiosos
como el Moorish Science Temple o la Nation of Islam Esos grupos religiosos defienden la
idea de que el negro, para liberarse de su condición subordinada en la sociedad de los
blancos, tiene que adoptar una nueva identidad y una nueva cultura.
5
Esos movimientos brindaron las bases para el nacionalismo negro de las décadas de 1960 y
1970, que fue caracterizado por el énfasis tanto en la autodeterminación del pueblo negro
y su independencia política y económica, como en el proceso de rescate cultural. 5 En esta
época, el movimiento del black power luchaba por la liberación de los afroamericanos en
disantos frentes, dentro de los cuales la cultura desempeñaba un papel primordial, ya que
debía apoyar a la política, al ser ambas inseparables. El movimiento nacionalista negro se
dividió consecuentemente entre nacionalistas “políticos” y nacionalistas “culturales”;
pero los dos combates se unían en uno: la lucha por la libertad y la autodeterminación del
pueblo afroamericano. Según este movimiento, la América negra era “una nación cultural
que intentaba tomar el poder para convertirse en nación política”.6 Por lo tanto, los
militantes que concentraban todas sus fuerzas en el combate político debían también
convertirse en “culturalmente conscientes”. De igual forma, los artistas e intelectuales
negros debían desarrollar un arte políticamente comprometido, en sintonía con el
mensaje político nacionalista. Tenían que colaborar, mediante su arte, con el esfuerzo de
creación de un partido político africano mundial (World African Political Party), presente
83
tanto en África del Sur como en Chicago. Todos los negros del mundo pertenecían de
hecho a la nación africana, una sola nación para los descendientes de africanos.
6
A partir de los años sesenta, el movimiento negro norteamericano concentró así sus
actividades alrededor de una política de “restauración cultural”, que se expresó a través
del movimiento de “retorno a las raíces” o de back to black. La US Organization fue una de
las organizaciones que siguieron este proceso. Esta “restauración cultural”, fundada por
Maulana Karenga, el creador panafricanista del kwanzaa en 1966, se obtenía mediante
ceremonias que tenían como objetivo reemplazar los nombres cristianos por nombres
africanos (naming ceremonies), llevar ropas africanas y peinados afros, estudiar lenguas
africanas, así como la realización tanto de iniciaciones o ritos de pasaje africanos como de
bodas y de ritos funerarios siguiendo un modelo africano.7 Este movimiento subrayaba
también la importancia de regresar a África, de manera permanente o temporaria, con el
fin de restablecer los lazos con la Tierra Madre. El objetivo declarado de la US
Organization era “la creación, la recreación y la circulación de la cultura negra”. 8
7
En el conjunto de los defensores de una revolución cultural, Mau-lana Karenga defendía la
idea de que ninguna victoria política era posible sin la misma: los negros norteamericanos
tenían que regresar a la tradición africana. Maulana Karenga era también ministro de la
educación del gobierno provisorio de la República de Nueva África (RNA), formado en
marzo de 1968 por los militantes de diferentes organizaciones del nacionalismo negro.
Los miembros de esta república se autodefinían new afrikans, neoafricanos, ya que eran el
producto de varias naciones africanas “con algunos genes amerindios y europeos”,
conformado al cabo de doscientos años de historia americana. La RNA constituía el más
ambicioso de los diferentes proyectos que ansiaban la adquisición de un territorio
independiente en el cual construir la “nación negra”. Junto con Maulana Karenga, la RNA
contaba en 1968 con dos coministros de la cultura: Baba Oseijeman Adefunmi, el futuro
rey de Oyotunji Village, y LeRoi Jones, quien ya en esa época había cambiado su nombre
por el de Amiri Baraka y era uno de los principales líderes del movimiento de las black
arts. Los tres estaban involucrados, cada uno a su manera, en las prácticas religiosas de
origen yoruba importadas a Estados Unidos.
LA LLEGADA DE LOS DIOSES AFRICANOS
8
En los años sesenta, en medio de la lucha por los derechos civiles y el desarrollo del
nacionalismo cultural, empezaron a llegar a Estados Unidos miles de cubanos que huían
de la revolución castrista. Con los cubanos de las primeras olas de inmigración llegaron
también los practicantes de la santería afrocubana. El arribo de los cubanos y las
migraciones de puertorriqueños practicantes del espiritismo, crearon las bases de un
verdadero proceso de reafricanización.9 Muchos puertorriqueños, que ya eran médiums
espiritistas, se iniciaron entonces en la santería cubana, un culto considerado como más
cercano a las raíces africanas, más poderoso y más eficaz, dando así origen a una nueva
forma de culto llamada santerismo.10 Toda la dinámica de los intercambios y de las
readaptaciones rituales provocadas por la incorporación de elementos originarios de la
santería, indica la existencia de un verdadero proceso de reafricanización que excede
rápidamente las fronteras de la comunidad latina para llegar también a la comunidad
afroamericana.
9
De hecho, a partir de los años sesenta varios militantes del nacionalismo negro –y sobre
todo los militantes del frente cultural– comienzan a buscar ya no simplemente las marcas
84
de un pasado africano que habría sido preservado en América, sino la revitalización de las
raíces africanas por el contacto con las culturas “hermanas” de la diaspora, en ese caso, la
cultura cubana. En esta primera etapa, la búsqueda de raíces no excluía la acumulación de
elementos distintos, provenientes de varias religiones africanas, de las religiones de la
diaspora y hasta de la egiptología. Todos estos elementos eran reunidos en la práctica de
la llamada “religión africana” o “yoruba”, una práctica que constituye una verdadera
reinterpretación panafricanista de la religión de origen africano. 11
10
En esa misma época, muchos afroamericanos provenientes del nacionalismo negro y de
grupos como la Nation of Islam comienzan a aproximarse a las religiones afrocubanas. La
santería parecía ser en esa época una oportunidad única para entrar en contacto con la
cultura de los antepasados africanos, ya que la iniciación permitía a los negros
norteamericanos transformarse, gracias a la posesión, en poderosos dioses africanos,
reestableciendo simbólicamente la relación interrumpida con la tierra de los orígenes. Al
contrario, los miembros de la Nation of Islam ofrecían una solución para el rescate de la
población afroamericana, donde el origen valorizado no era el africano, sino el
afroasiático. La iniciación en la santería parecía, al menos en ese tiempo, el único camino
disponible para la reivindicación de la identidad africana del negro norteamericano.
11
Algunos miembros del nacionalismo negro fueron entonces a iniciarse en Cuba. Sin
embargo, desde el principio la relación entre los afroamericanos y los santeros cubanos se
reveló problemática. Dos obstáculos hacían en particular difícil la incorporación de los
negros americanos a las casas de culto de los santeros en Estados Unidos: por un lado, la
presencia de un gran número de blancos en los grados más altos de la jerarquía religiosa;
por otro, el sincretismo afrocatólico. En el contexto norteamericano, marcado por la
segregación, la presencia de blancos en una religión “negra” era considerada como una
provocación por los afroamericanos, quienes interpretaban la sumisión ritual hacia un
iniciador blanco como algo difícilmente tolerable. La presencia de figuras católicas sobre
los altares de los santeros constituía también una paradoja: ¿cómo podía ser ésta una
religión africana si la representación de las divinidades africanas eran estatuas de santos
católicos? Esta identificación, mucho más aceptable para un brasileño o para un cubano,
se tornaba totalmente absurda para un afroamericano criado en la religión protestante.
La santería cubana tenía que ser “purificada” de todas las marcas de catolicismo, para
volver a ser una religión “puramente” africana.
OYOTUNJI VILLAGE O UNA ALDEA AFRICANA EN
AMÉRICA
12
El mejor ejemplo de la reapropiación de la religión afrocubana por los militantes
nacionalistas afroamericanos es el caso de Walter King, quien fue iniciado en Matanzas
(Cuba) en 1959 y quien se convertiría, años después, en el “rey de los yoruba” en Estados
Unidos. En esta época, el movimiento de los derechos cívicos era dirigido por ministros de
iglesias cristianas negras. Para Walter King, sólo su iniciación dentro de una religión
africana podía autorizarlo a hablar en el nombre de los afroamericanos, expresando
cuestiones ontológicas y epistemológicas que el clérigo cristiano no podía entender. El
sacerdocio en la religión yoruba y la implicación en la lucha por recolocar la cultura
africana en el corazón de la vida afroamericana eran, para King, la única manera de
luchar por un nacionalismo negro. La política no podía ya hacerse sin un trabajo paralelo
de “redención cultural”.
85
13
De vuelta en Nueva York, King, quien había recibido el nombre africano de Oseijeman
Adefunmi, funda un primer centro de culto, el Shango Temple, que se convertiría un año
después en el Yoruba Temple de Harlem, un barrio que había sido rebautizado en la época
New Oyó, en referencia a la capital del antiguo imperio yoruba. King concentró entonces
todos sus esfuerzos en la reconstitución de la “pureza” del culto africano, contaminada
por las “mezclas” cubanas. El leyó todo lo que pudo encontrar acerca de las culturas y,
principalmente, sobre las religiones africanas, transformando el Yoruba Temple en un
centro de estudios para los “americanos descendientes de africanos”.
14
La práctica de la religión africana proporcionaba también modelos de acción en el mundo:
venerar a un orisha equivalía en realidad a venerar “a su propia personalidad”,
reestableciendo una conexión estrecha con las fuerzas cósmicas y las energías que
estructuran el mundo, una conexión espiritual que iba a reordenar por completo la
relación al mundo del afroamericano. La implicación religiosa tendría por consecuencia la
rehabilitación de un pueblo confuso, ayudándolo a encontrar sus marcas (repères)
culturales y sociales. En el material didáctico de los cursos ofrecidos en el Yoruba Temple,
King citaba los textos del antropólogo norteamericano Melville Herskovits para
demostrar cómo la cultura afroamericana se originaba en África occidental, donde la
religión de los voduns fon ya se había amalgamado a la religión de los orishas yorubas. King
comenzó entonces a hablar de un culto llamado orisha-voodoo, que podría ayudar a los
negros americanos a recuperar sus verdaderas identidades africanas.
15
King, o Adefunmi, el nombre que él prefería usar y que significa “la corona me fue
entregada”, había fundado el Yoruba Temple apenas un año después de su iniciación en la
santería. Los adeptos de este templo se vestían con ropas africanas, cambiaban sus
nombres “de esclavos” por nombres africanos y practicaban una forma de poligamia que
se había convertido en la prueba de esta nueva identidad “yoruba”. También dejaban de
lado el uso de las figuras católicas y multiplicaban sus esfuerzos para hacer popular la
religión africana. Por ejemplo, King se presentaba en la televisión para cantar los cantos
sagrados y daba cursos para personas no iniciadas, lo que rompía con la “ley del secreto”
de la santería.
16
Por supuesto, los cubanos podían difícilmente tolerar este comportamiento de parte de
un iyawó (un recién iniciado) que quería reafri-canizar la religión afrocubana, enseñando
a los antiguos lo que ellos deberían de hacer. Para los santeros, eran los orishas los que
elegían a sus hijos, independientemente del origen racial de cada uno. Al contrario,
Adefunmi introdujo un aspecto racial hasta entonces desconocido; es decir, que los
adeptos tenían que probar su descendencia africana, ya que los antepasados de los
iniciados eran adorados al lado de sus divinidades. En el contexto norteamericano, sería
evidentemente una ofensa para los ancestros africanos ser “alimentados” junto con los
ancestros de un iniciado blanco, los antiguos esclavos junto a sus amos. La separación de
los cubanos se tornó, así, inevitable.
17
En 1970, Adefunmi decide dejar Nueva York para establecerse en Carolina del Sur, donde
empieza a iniciar “a la manera africana” a otros afroamericanos que no querían
someterse a los rituales de iniciación realizados por santeros blancos. 12 Para Adefunmi,
los afroamericanos tenían que decidir lo que querían preservar de la religión y de la
cultura africana, como antiguamente ya habían hecho los cubanos y los brasileños. Los
rituales de iniciación cubanos fueron así readaptados con base en la idea que King se
había hecho acerca de la verdadera religión africana, después de pasarse meses en las
86
bibliotecas leyendo los textos de los antropólogos africanistas. En 1970, Adefunmi funda
en Carolina del Sur una aldea africana llamada Oyotunji Village.
18
Escoger Carolina del Sur era en particular significativo, ya que este estado formaba parte
del “territorio subyugado” que la Republic of New África (RNA) había querido liberar
convirtiéndolo en una república negra. Como ya se especificó, Adefunmi había sido
nombrado, en 1968, coministro de la cultura del gobierno provisional de la RNA, que tenía
como propósito juntar a 5 millones de negros americanos en un territorio que incluía los
estados de Georgia, Alabama, Mississippi, Luisiana y Carolina del Sur. Este territorio
hubiera fungido como reparación para los años de esclavitud y de discriminación que el
pueblo afroamericano había sufrido. Junto con este programa independentista estaba
asociado también el “nuevo credo africano”, el cual preconizaba la creación de “nuevas
relaciones sociales” basadas en la fraternidad, el respeto mutuo y la valorización de un
comportamiento ejemplar a través del cual el individuo se convertía en “espejo de su
comunidad”.13
19
En agosto del 1972, Adefunmi fue invitado por Nana Yao Opa-rebea Dinizulu, el padre del
movimiento akan en Estados Unidos,14 para que lo acompañara en una gira de su grupo de
danza a África. En Nueva York, Adefunmi había trabajado con esta tropa,
confeccionándoles sus trajes. Esta invitación le ofreció una ocasión única de “corregir” su
destino. En efecto, durante su iniciación en Matanzas (Cuba), el odu de Adefunmi –el signo
del sistema de Ifá que revela el destino individual durante la adivinación del itá, propia de
los rituales de iniciación– había sido Oshé Meji, presentado en una configuración negativa
(osobo), lo cual representaba para los cubanos “el signo de un liderazgo peligroso”. 15
Consecuentemente, su iniciador cubano le había prohibido iniciar a otras personas.
20
Con el inicio de las iniciaciones en Oyotunji Village, Adefunmi reinterpretó esta
prohibición como la expresión de una discrirninación de los santeros cubanos hacia los
negros americanos. El viaje a África le permitió legitimar su posición dentro de la
comunidad de practicantes de la religión de los orishas en Estados Unidos, mientras que se
agudizaba la fractura con los cubanos. Declaró haber aprendido, durante una sesión de
adivinación, que tenía que volverse babalawo, un sacerdote de Ifá y especialista de la
adivinación. La gira a África le permitió viajar a Ghana y a Nigeria, donde realizó las
iniciaciones en el culto de Ifá. Lo que pudo ver en África, así como en las interpretaciones
de sus iniciadores nigerianos, supuestamente más “auténticas” que las recibidas de los
cubanos, conformaron la legitimidad de la posición que ocupaba en su pueblo “africano”.
21
Al regresar de Nigeria, en octubre de 1972, Adefunmi fue coronado oba (rey) de Oyotunji
Village, en calidad de fundador y líder espiritual de la comunidad. Recibió el título de
kábiyèsí, lo cual en yoruba significa “su alteza real”. El nombre del pueblo hacía
referencia, otra vez, al principal símbolo de la grandeza yoruba, la antigua capital de su
imperio, Oyó, que ya había sido escogida como emblema de la re-vitalización cultural
afroamericana en el Harlem de los años sesenta. Oyotunji significa en yoruba “el
renacimiento de Oyó” (Òjó-tún-jí-Oyó de nuevo despierto), un nombre que marca la
recreación de la cultura y de la civilización yorubas en tierra americana. 16
SER O VOLVERSE YORUBA
22
En 1981, en un segundo viaje a Nigeria para participar en la primera Conferencia Mundial
sobre la Tradición y la Cultura de los Orishas (Comtoc), Adefunmi recibió, de las manos de
87
Okunade Sijuwade Olubu-se n, ooni (rey) de Ilé-Ifé, el título de “balé (jefe) de los yorubas
de América”. No obstante, las relaciones entre el padre del movimiento yoruba en Estados
Unidos y los nigerianos no siempre habían sido fáciles. En los años sesenta, Adefunmi no
estaba convencido de la tradicionalidad de las prácticas religiosas de los yoruba de
Nigeria, cuya cultura había sido dañada por los colonizadores. A su modo de ver, lo que
quedaba “no era más que una mezcla híbrida (a bastardization) de las culturas africanas y
occidental”.17 Existía desconfianza de parte del fundador del Yoruba Temple y de sus
miembros hacia los nigerianos, quienes veían con un ojo muy crítico la revitalización de
sus costumbres en las calles neoyorkinas. Para los yoruba que residían en Nueva York, los
afroamericanos parecían ridículos con sus vestimentas tradicionales. 18 A pesar de sus
esfuerzos, los “yoruba” de Adefunmi no eran percibidos como tal por los africanos que
miraban con sospecha a estos “extranjeros” que posaban como defensores de las
tradiciones perdidas, lo cual no impedía que Adefunmi19 declarara, en los folletos
publicados para los miembros del Yoruba Temple, que “la mayoría de los negros del sur
de Estados Unidos eran originarios de los mercados bulliciosos y de las antiguas ciudades
con altas murallas de la Nigeria occidental”.
23
Para los “yoruba” de Oyotunji Village, la llegada de religiones de origen africano a Estados
Unidos era el resultado de una misión divina confiada a los cubanos: los orishas les había
ordenado “devolverle al pueblo negro sus secretos”. El objetivo de Adefunmi en aquel
entonces se había ya convertido en “regresar la santería a sus raíces africanas”, al
subrayar la importancia del modelo africano, encarnado por la estructura del pueblo
precolonial. Así, por ejemplo, había modificado la pronunciación de los términos de la
lengua ritual (lucumí), en función del yoruba estándar, un convenio lingüístico de los
misionarios protestantes. Además de modelo de comunicación entre el consultante y los
dioses por mediación del sacerdote, la consulta adivinatoria se transformó en el locus
principal de elaboración de un lenguaje, construido siguiendo una ideología racial, que
pregonaba por la redención de la “nación negra”. Oyotunji Village se convirtió así en una
alternativa “racializada” a la santería cubana. Pero, si la “negritud” (blackness) era una
calidad suficiente para poder reconocerse como miembro de una misma comunidad, la
“yorubanidad”, al contrario, tenía que ser reconstruida por rituales que retejían la
relación con el pasado africano. La blackness no era entonces más que un primer paso
hacia la adquisición de una identidad étnica, mediante una identidad religiosa.
24
A pesar de las relaciones ambivalentes que mantenían los miembros de Oyotunji Village
con los yorubas de Nigeria, la única manera para Adefunmi de legitimar su papel y sus
opciones era colocarse bajo la tutela de las autoridades políticas y religiosas nigerianas.
Sin embargo, el título recibido en Nigeria no correspondía al papel desempeñado por
Adefunmi en Oyotunji. En realidad, el término yoruba oba hace referencia al jefe de un
reino, mientras que el término bálè define al jefe de una ciudad al interior de un reino, 20 lo
cual implica entonces una dependencia política hacia una instancia superior, en el caso
presente, el ooni de Ilé-Ifé. La coronación de Adefunmi en Ilé-Ifé constituyó empero un
acontecimiento histórico, ya que por primera vez el título de jefe yoruba era atribuido a
un extranjero que residía del otro lado del océano.
25
Esta ceremonia es un excelente ejemplo de la complejidad del proceso de adquisición de
una nueva identidad, en este caso la identidad yoruba, y también de la habilidad política
de los jefes tradicionales yorubas, cuyo poder ha sido dramáticamente reducido por la
colonización inglesa y por el gobierno federal nigeriano. Al poner en escena rituales
aparentemente auténticos, estos jefes autorizan y legitiman así la producción de nuevas
88
élites en la diaspora americana, que supuestamente deberían de quedar ligadas a ellos por
una relación de sumisión ritual y política. Sin embargo, el reconocimiento de estas elites
afroamericanas no es algo simple, porque muy a menudo la autenticidad de estos nuevos
jefes, que residen fuera de las fronteras nigerianas, es cuestionada por los tradicionalistas
yorubas de Nigeria, para quienes la identidad yoruba se funda en lazos biológicos
comprobados y no puede ser reivindicada a través de un proceso puramente ideológico de
búsqueda de raíces, como es el caso de los yorubas de Oyotunji Village. Así,
paradójicamente, a los ojos de los tradicionalistas nigerianos, los afroamericanos de
Oyotunji Village siguen siendo qyinbo –un término yoruba que designa a los blancos en
general y a los europeos en particular.
26
Las críticas dirigidas hacia los afroamericanos ponen también en escena las diferentes
percepciones de la identidad yoruba, las cuales llevan a una negociación constante de los
valores y de los símbolos que se le atribuye a la misma para conferirle características
tradicionales. No obstante, la tradicionalidad de los yorubas de Nigeria es, también,
cuestionada por los “yorubas” norteamericanos. Después de su viaje a África, varios de
ellos le comentaron su decepción a K. Clarke (2004). Ellos esperaban reencontrar su Tierra
Madre en África y habían descubierto un país donde la influencia de los grupos cristianos
y musulmanes era arrasadora, incluso dentro de las estructuras de jefatura tradicional. A
pesar de estas reservas, los residentes de Oyotunji Village, de vuelta en Estados Unidos,
limitaron sus comentarios con tal de no cuestionar ellos mismos la validez de los lazos
que acababan de establecer con los jefes tradicionales yorubas en Nigeria. Las críticas
sobre el impacto del cristianismo y del islam en los nigerianos fueron prudentemente
mantenidas en el ámbito de las conversaciones privadas. Decidieron sin embargo que la
preservación de las tradiciones culturales y religiosas yorubas ya no podía dejarse en
manos de los yorubas de África, demasiado influidos por “la cultura del hombre blanco”;
esa tarea le pertenecía con todo el derecho a los “africanos de la diáspora”. Oyotunji debía
desempeñar un papel clave en este proceso; de manera paradójica, el futuro de África
estaba ya entre las manos de los negros norteamericanos.21
EL CULTO A LOS ANCESTROS O EL
REDESCUBRIMIENTO DE LA IDENTIDAD YORUBA
27
En el proceso de recuperación de esta identidad yoruba, considerada como la identidad
original de los afroamericanos iniciados en el orisha-voodoo, la revitalización del culto a
los antepasados se vuelve central. En Estados Unidos, la comunidad de Oyotunji Village ha
sido de facto la primera en revitalizar el culto de los Egungun o Egun, los ancestros yorubas.
Todas las dificultades vividas por los afroamericanos son entonces interpretadas como el
resultado del abandono del culto a los ancestros.
28
Iniciada en 1971, la implantación en la aldea del culto a los ancestros no estaba aún
terminada a finales de los setenta.22 Sin embargo, en esa época los Egungun (los ancestros
divinizados yorubas) poseían ya su cueva y ejercían una “función policiaca” como
custodios de la vida social, al proteger a la comunidad en contra de todo tipo de ataque a
la cohesión y a la armonía de la misma. De hecho, la santería cubana había dejado un
vacío –el del culto a los ancestros, desaparecido desde hace mucho tiempo en la isla– que
los practicantes norteamericanos ya podían llenar. Para los “yorubas” de Oyotunji Village,
la mayoría de los problemas enfrentados por los norteamericanos eran el resultado
directo del abandono del culto a los ancestros y del no-cumplimiento de los rituales
89
funerarios africanos. Aquello empezó a ser corregido en los años setenta con la
realización, durante la llegada de cada nuevo adepto al pueblo, de una tanda de
adivinación que subrayaba invariablemente la importancia para los descendientes de
africanos en Estados Unidos de venerar a sus propios ancestros. Las dificultades vividas
por el consultante estaban puestas en relación con el abandono del culto a los ancestros
africanos, que no habían sido admitidos en el paraíso cristiano “reservado a los blancos”,
y permanecían en el limbo. Por esta razón no descansaban en paz y causaban toda clase
de problemas a su descendencia. Su desgracia se reflejaba en los padecimientos de una
“raza” entera.
29
A medida que pasaron los años otra forma de culto fue introducida, la Egungun masquerade
, que ponía en escena las máscaras de los ancestros. La sociedad Egungun fue fundada en
1973 y su jefe recibió el titulo de Alagba. En 1999, Oyotunji contaba con seis Alagba y varios
tipos de Egungun. Se suponía que el mayor, el Agba Egungun, era el más potente, mientras
que el de oba se caracterizaba por llevar el cráneo de un animal sacrificado.
FOTOGRAFÍA 1. Máscara de Egungun (ancestro) de Adefunmi. Oyotunji Village. Fotografía de Stefania
Capone.
30
La revitalización del culto a los ancestros permitió establecer una especie de continuidad
entre un pasado africano y un presente americano, borrando la ruptura fundadora de la
historia afroamericana que constituye la trata de negros. Esto es también una manera de
reencontrar una forma de vivir “holista”, como se explica en un folleto acerca del culto a
los ancestros, publicado en Oyotunji Village:
Tradicionalmente les rendimos culto a nuestros ancestros, porque representan
nuestro pasado, nuestra gloria y nuestros cumplimientos. Hoy le rezamos y
respetamos a nuestros mayores, porque son los guardianes del saber ancestral ...
Para vivir una vida más holista, debemos amar, alimentar e inspirar a nuestros
hijos, ya que encarnan nuestras esperanzas y nuestras aspiraciones para el futuro.
90
Tenemos que mirar de nuevo al mundo y a la vida terrenal de esta forma. El culto a
los ancestros es el primer paso hacia nuestro regreso a la grandeza [pasada]. 23
31
El lugar central otorgado a la ancestralidad justificaba plenamente la interpretación
racializada de la religión de origen yoruba, la cual ya era norma en el Yoruba Temple de
Nueva York, y que había sido una de las causas de separación definitiva con los cubanos.
Para convertirse en miembro del Yoruba Temple, había que dar pruebas de su
ascendencia africana, ya que ancestros y orishas eran venerados juntos. De hecho, los
ancestros africanos no podían aceptar ser “alimentados” al mismo tiempo que los
ancestros de un iniciado blanco, la víctima al lado de su verdugo.
32
La comunidad de Oyotunji nació de este cambio de actitud hacia la religión afrocubana,
reapropiada por los afroamericanos. Así, en un discurso en Columbia University en enero
de 1993, Adefunmi declaraba que, para los residentes de Oyotunji, “todo el poder para la
resurrección y la protección del pueblo africano” provenía de los ancestros, única fuente
de moralidad.24 Los orishas no son los depositarios de las nociones de bien y de mal, son los
ancestros quienes decidieron cómo vivir en sociedad, son ellos quienes deben servir de
modelos a los afroamericanos. Sin embargo, recuperar el culto de los ancestros se vuelve
también una manera de librarse de la dominación simbólica de los cubanos, ya que en la
santería no existe un culto a los Egungun, los ancestros divinizados, que no se deben
confundir con los Eggun, los espíritus de los muertos. La revitalización del culto de los
Egungun permite entonces crear una diferencia infranqueable entre los latinos y los
blancos de un lado, y los negros norteamericanos de otro.
33
Esta idea de una religión esencialmente “étnica” es la base de las creencias de los
practicantes del orisha-voodoo, pero es también compartida por todos aquellos que, sin
haber sido necesariamente iniciados en Oyotunji Village, se reconocen en las luchas del
nacionalismo negro. Así, durante la Quinta Comtoc, realizada en 1997, en San Francisco, 25
Michael d’Oshosi, un iniciado en la religión de los orishas, centró su ponencia sobre las
cuestiones de la ancestralidad, de las relaciones entre orishas y ancestros y de la presencia
de blancos dentro de esta religión. Para él, existiría un tipo especial de orisha, el “orisha
guardián”, que sería diferente del orisha “ángel de la guarda” o “dueño de la cabeza”. El “
orisha guardián” es un antepasado divinizado que se queda cerca de la persona para
orientar sus acciones. Este orisha transmitiría un tipo especial de ashé (energía sagrada),
llamado “ashé ancestral”. Los afroamericanos son entonces los únicos que pueden
mantener contacto con este tipo especial de ashé, ya que ellos son los descendientes de
africanos. Al contrario, los blancos, iniciados en la religión de los orishas, no pueden
alcanzar puestos elevados en la jerarquía del culto porque no poseen este tipo de ashé, que
es otorgado por los ancestros. Los Eguns (o Egungun) de los blancos son, en realidad, “
Eguns adversarios”, es decir, espíritus de los antiguos dueños de esclavos que, como
vimos, no pueden ser adorados junto con los ancestros africanos.
34
La importancia atribuida a los lazos ancestrales se vuelve entonces fundamental y
modifica profundamente la relación entre el individuo y la religión, la cual de repente
depende estrechamente de los lazos familiares. Así, gracias al redescubrimiento del culto
de los antepasados, los negros norteamericanos pueden recuperar la modalidad africana
de transmisión de la divinidad protectora en el seno de un mismo linaje, una transmisión
que había sido destruida por el sistema esclavista en las Américas. De hecho, la santería
cubana, como el candomblé brasileño, ha sustituido el idilé (el linaje) por el ilé (el grupo de
culto), pasando de un parentesco biológico a un parentesco ritual. 26 La variante afro-
91
americana de la religión de los orishas intenta así recrear los lazos con los antiguos linajes
africanos.
35
Este proceso de reconstitución de los lazos con los ancestros permite también
transformar la identidad religiosa afroamericana en una identidad “étnica”. Así, en
respuesta a la universalización de las religiones de la diaspora –religiones abiertas a
todos, sin distinciones raciales–, los practicantes afroamericanos del orisha-voodoo o de
la “religión yoruba” pasan de una identidad religiosa que selecciona un origen cultural
africano bien determinado y valorizado, a una identidad religiosa que naturaliza este
mismo origen “étnico”. El individuo no es más “yoruba” por haber realizado una
iniciación en un culto que reivindica este origen africano, sino que se torna “yoruba”
porque ha redescubierto su verdadero origen, su ancestralidad.
36
Uno de los rituales creados para redescubrir la propia identidad africana ha sido la root
divination o adivinación de las raíces. En este tipo de adivinación por el sistema de Ifá son
identificados el nombre y el lugar de origen del linaje del consultante, las razones que han
llevado sus antepasados a ser esclavizados y también las diferentes experiencias vividas
por ellos durante la travesía del Atlántico en los navios negreros.
37
Kamari Clarke27 ha analizado varias ceremonias de adivinación de las raíces: 95 % de ellas
establecen una conexión directa con África, en su gran mayoría con los yorubas y con el
emperio de Dahomey. Todas llevan a la necesidad de una “redención cultural” yoruba.
También ponen de relieve la nobleza de los linajes de los consultantes, lo cual genera la
realización de nuevos rituales para rendirles culto a los ancestros, rituales cuyo precio
oscila entre 700 y 1 000 dólares.28 Ade Tola, cuyo nombre sobreentiende una ascendencia
real (ade significa “corona”), descubrió de esta manera, durante esta ceremonia, que
descendía de un linaje real de Oyó, ligado al culto de Ifá, y cuyos miembros habían sido
traicionados y vendidos como esclavos. Este acontecimiento trágico había tenido el
mérito de importar en América “lo mejor del stock real”.29 Por fin, Ade Tola recibió la
siguiente recomendación: que los hombres y las mujeres de su “clan” acepten las
tradiciones yorubas, que se consagren a los cultos de Ifá y que se comprometan en la
lucha por la restauración cultural africana.
92
FOTOGRAFÍA 2. Templo de Olokun, representación de los ancestros africanos muertos en la travesía
del Atlántico. Oyotunji Village. Fotografía de Stefania Capone.
38
La gran mayoría de las consultas que tienen como objetivo identificar el linaje africano de
origen se concluyen, por ende, como una interpretación de la esclavitud, vista como el
resultado de un mal comportamiento –el no querer rendirle culto a Ifá o la traición– en el
seno del clan. Por lo tanto, los africanos se convierten en corresponsables de la trata de
negros, ya que no respetaron sus propias tradiciones. Para corregir los errores del pasado,
tienen en la actualidad que regresar a su propia cultura, revitalizar estas prácticas
religiosas cuyo abandono causó la mayor tragedia de la historia africana. Así, la
adivinación de las raíces resulta ser muchas veces el primer paso hacia el
involucramiento religioso.
39
Sin embargo, este tipo de adivinación permite también expresar las reivindicaciones
políticas contra los cubanos porque, a través del restablecimiento de los lazos con los
antiguos linajes yorubas, los practicantes afroamericanos de la religión de los orishas
pueden reivindicar, de forma legítima, el monopolio de la “verdadera tradición” yoruba
en Estados Unidos, volviendo además reversible la experiencia de la esclavimd y
deslegitimando las prácticas de la santería cubana por estar éstas muy marcadas por el
catolicismo y la experiencia colonial.
40
Otro ejemplo que ilustra el papel central desempeñado por la an-cestralidad en el
reacomodo de las prácticas santeras desde una lógica afroamericana es el de la ponencia,
durante la Octava Comtoc,30 de Baba Ifatunji, fundador del lié Ifá Jalumí de Chicago,
primera egbé (sociedad) Egungun en Estados Unidos. Expresó de manera ejemplar uno de
los fundamentos de Oyotunji Village, es decir que no hay religión sin cultura o militancia
política. La religión de los orishas no puede tener como único objetivo el de resolver los
problemas personales, como es el caso en la mayoría de los itinerarios religiosos en Cuba
o en Brasil. El compromiso religioso no debe tender a mejorar la vida del iniciado; al
contrario, el sacerdote debe ejercer un papel de líder dentro de su comunidad, así como
93
ayudar a reconstruir la cultura y la sociedad africanas en América. Si los afroamericanos,
que Ifatunji llama “los africanos de América del Norte”, han perdido toda conexión con su
cultura, la responsabilidad se tiene que buscar una vez más en la historia yoruba y en las
escrituras de Ifá. De hecho, Ifatunji empezó su ponencia citando los ese (versos) de Ifá
sobre el odu Oturopon Meji, transcritos por Wan-de Abimbola (1976). Este odu cuenta la
historia de Oyepolu, un yoruba que fue separado de sus padres cuando era muy joven y
quien, por esta misma razón, no conocía la cultura ni tampoco los rituales religiosos de su
pueblo. La vida de Oyepolu no era fácil. Durante una consulta, Ifá le recomendó dirigirse a
la sepultura de sus ancestros. Lo hizo y su vida mejoró (se volvió “dulce”).
41
Se trata aquí de una metáfora evidente de la historia de los afroamericanos en Estados
Unidos. El conocimiento sobre su propia historia se convierte de tal manera en el bien
supremo al cual todo afroamericano debe aspirar, y el estudio de la cultura ancestral se
vuelve indispensable para la preparación de un nuevo sacerdote. Como declaraba Baba
Ifatunji: “los sacerdotes yoruba norteamericanos no deben simplemente ayudarse a sí
mismos. Si no tienen conciencia de su historia, inevitablemente han de equivocarse en sus
diagnósticos”. El diagnóstico aquí es el que lleva al healing the community, a “curar”, no
más al individuo, sino al conjunto de la comunidad afroamericana. La adivinación de las
raíces se vuelve entonces el medio principal para descubrir las “predisposiciones
genéticas al culto de Ifá”: si el consultante desciende de un linaje que le rendía culto a Ifá,
estará entonces “genéticamente” predispuesto a convertirse en un sacerdote de la
religión yoruba.
42
Algunos años antes, el desarrollo de la religión de los orishas en todo Estados Unidos había
motivado a una periodista de Filadelfia, Dorothy Ferebee,31 a afirmar que no se trataba de
una religión alternativa, sino de una religión “étnica”: “Si uno es negro, es algo que lleva
dentro de su propio ADN cultural”.
CONCLUSIONES
43
En la actualidad, la religión de los orishas se ha transformado en una de las principales
estrategias identitarias de los negros americanos, gracias a la revitalización de una
identidad étnica supuestamente preexistente a la esclavitud. Esto cuestiona la idea de la
universalización de esta religión, porque si la ancestralidad se convierte en el centro de la
práctica ritual, ya no es posible iniciar a los blancos, cuyos antepasados esclavizaron a los
africanos. La ancestralidad se convierte de esta forma en una nueva arena de la lucha
racial. Esta reversión de la historia afroamericana, gracias a la abolición simbólica de la
experiencia de la esclavitud, rehaciendo el vínculo con la tierra de los orígenes, funciona
como el eje principal de la oposición entre el orisha-voodoo y la santería cubana.
44
Podemos decir que en los dos casos evocados aquí –la santería cubana implantada en
Estados Unidos y el orisha-voodoo o “religión yoruba” practicada por los afroamericanos–
África funciona como un referente mítico y legitimador, una especie de significado
flotante, que permite neutralizar la inscripción histórica de estas prácticas religiosas en
contextos socioculturales específicos. El redescubrimiento de la ancestralidad permite
entonces reivindicar un papel central para los afroamericanos en el proceso de
establecimiento de redes transnacionales de practicantes de la “religión de los orishas”, lo
que lleva también a cuestionar la legitimidad de los detentores de este patrimonio
cultural, sean cubanos o nigerianos.
94
45
Estamos aquí confrontados por una representación “metaétnica”, para retomar la
expresión empleada por Jacques Galinier, de lo que es la identidad africana reconstruida
en Estados Unidos. “Metaétnica” porque la llamada identidad “yoruba” es en realidad el
producto de un proceso de fusión entre elementos distintos de las culturas africanas –
como el mismo nombre de orisha-voodoo lo muestra–, en el marco de una concepción
panafricanista de la religión africana. En este caso también, como en los danzantes
aztecas, se construye una figura noble del africano y de sus descendientes, ya que todos
los que se someten a la adivinación de las raíces descubren ser los descendientes de
linajes nobles o hasta reales yorubas o dahomeanos (actual Benin).
46
Otro punto de contacto con el caso de los danzantes aztecas, presentado por Renée de la
Torre, es la tendencia hacia la purificación de las prácticas, el rechazo del sincretismo que
debe ser combatido y la inscripción en un panafricanismo que nos hace pensar en el
panin-dianismo de los danzantes en Estados Unidos, que se van a Arizona a bailar junto
con los indios americanos, redescubriendo así una unidad de fondo de la “indianidad”.
Mucho más podría ser dicho acerca de los procesos comunes de estetización y del papel
de los trabajos antropológicos en estos procesos. Todo esto nos permite pensar que el
trabajo de comparación que propone este proyecto, entre prácticas neoindígenas y
afroamericanas, nos abre nuevas vías de investigación particularmente fecundas y
prometedoras.
BIBLIOGRAFÍA
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96
NOTAS
1. Vid., entre otros, a W. E. B. Du Bois. The Negro Church in America. Atlanta: Atlanta University
Press, 1903; E. F. Frazier. The Negro Church in America. Nueva York: Schocken Books, 1974; C. Eric
Lincoln. “The Black Church since Frazier”. E. F. Frazier, op. cit., pp. 99-216; C. Eric Lincoln y
Lawrence H. Mamiya. The Black Church in the African American Expérience. Durham: Duke University
Press, 1990.
2. Cfr. Hans A. Baer y Merrill Singer. African-American Religion in the Twntieth Century: Variet-ies of
Protest and Accommodation. Knoxville: University of Tennessee Press, 1992.
3. Cfr. Sterling Stuckey. Slave Culture: Nationalist Theory & the Foundations of Black America. Nueva
York: Oxford University Press, 1987.
4. Vid., entre otros, a Essien-Udom. Black Nationalism: A Search for an Identity in America. Chicago:
University of Chicago Press, 1962; Wilson Jeremiah Moses. The Golden Age of Black Nationalism,
1850-1925. Hamden, Conn.: Archon, 1978; y Classicat Black Nationalism: From the American Révolution
to Marcus Garvey. Nueva York: New York University Press, 1996; Sterling Stuckey (ed.). The
Ideological Origins of Black Nationalism. Boston: Beacon Press, 1971; William L. van Deburg (éd.).
Modem Black Nationalism: From Marcus Garvey to Louis Farrakhan. Nueva York-Londres: New York
University Press, 1997.
5. William L. van Deburg. New Doy in Babylon: The Black Power Movement and American Culture,
1965-1975. Chicago: University of Chicago Press, 1992.
6. Van Deburg (éd.), Modem Black Nationalism..., p. 137.
7. Maulana R. Karenga. The African American Holiday of Kwanzaa: A Celebration of Family, Community,
and Culture. Los Ángeles: University of Sankore Press, 1988, p. 27.
8. Ibid., p. 28.
9. El movimiento de “retorno a las raíces” es un fenómeno que ha sido llamado por algunos
investigadores como “africanización” (Reginaldo Prandi. Os candomblés de Sao Paulo. São Paulo:
HUCITEC/EDUSP,
1991), y por otros “reafricanización” (Stefania Capone. La quite de l’Afrique dans le
candomblé. Pouvoir et tradition au Brésil. París: Karthala, 1999; Frigerio Alejandro. “ReAfricanization in Secondary religious Diasporas: Constructing a World Religion”. Civilisations,
Bruxelles, vol. LI, núms. 1-2, 2004, pp. 39-60). En este proceso de retorno a las raíces, la vuelta a
los orígenes no significa necesariamente querer transformarse en africano, sino intelectualizarse
por medio del aprendizaje sobre la cultura yo-ruba, considerada la matriz de estas prácticas
religiosas. El término “reafricanización”, al contrario del de “africanización”, implica el
reconocimiento de la importancia del origen africano en las religiones afroamericanas y el deseo
de “rectificar” sus prácticas religiosas hacia una “purificación” ritual de las mismas.
10. George Brandon. Santeria from Africa to the New World: the Dead Sell Memories. Indianapolis:
Indiana University Press, 1993.
11. Stefania Capone. Les Yoruba du Nouveau Monde: religion, ethnicité et nationalisme noir aux EtatsUnis. París: Karthala, 2005.
12. Carl Hunt. Oyotunji Village: The Yoruba Movement in America. Washington: University Press of
America, 1979.
13. Van Deburg (ed.). Modern Black Nationalism..., p. 201.
14. Cfr. Pauline Guedj. “Le chemin du Sankofa: religion et identité ‘akan’ aux Etats-Unis”.
Université París X-Nanterre, 2006 [tesis de doctorado].
15. Kamari M. Clarke. “Genealogies of Reclaimed Nobility: The Geotemporality of Yoruba
Belonging”. University of California, Santa Cruz, 1997, p. 96 [ Ph.D. dissertation].
16. Acerca de la organización social de Oyotunji y la recreación de las prácticas religiosas
yorubas, vid. Kamari M. Clarke. Mapping Yorübá Networks: Power and Agency in the Making of
97
Transnational Communities. Durham, N.C.: Duke University Press, 2004 ; y Stefania Capone. Les
Yoruba du Nouveau Monde...
17. En Stephen C. Clapp. A Reporter at Large. African Theological Arch-Ministry, New York Public
Library, Collection of the Schomburg Center, 1966, p. 4.
18. Ibid, p. 24.
19. Oserjeman Adefunmi. African Names from the Ancient Yoruba Kingdom of Nigeria. Nueva Yotk:
Yoruba Academy, 1970, p. 8.
20. R. C. Abraham. Dictionary of Modem Yoruba. Londres: University of London Press, 1958.
21. Para una profundización de esta cuestión, vid. Stefania Capone. Les Yoruba du Nouveau Monde...,
pp. 254-265.
22. Hunt, op. cit., p. 72.
23. Chief Alagba Olaitan. Ancestor Veneration. Sheldon, S.C.: Oyotunji Village, s.d., p. 4.
24. Oseijeman Adefunmi I, Keynote Address, Columbia University (http://jalumi.com/articles/
adefunmi_newyork_address.htm), 16 enero 1993.
25. Las conferencias Mundiales de la Tradición y de la Cultura de los Orishas (Comtoc) son los
foros privilegiados de esta puesta en escena de las identidades religiosas. Vid. Capone, Les Yoruba
du Nouveau Monde..., pp. 283-297.
26. El término yoruba idílé designa el clan patrilineario, un grupo de personas descendientes de
un ancestro común. Para los yorubas, el orisha es generalmente heredado por el individuo en el
seno de su idilé. El término ilé designa al contrario la casa y, por extensión, en el uso cubano o
brasileño de la palabra, la casa de culto.
27. Kamari M. Clarke. Genealogies of Reclaimed Nobility...
28. Ibid.,p. 160.
29. Ibid., p. 162.
30. Esta conferencia mundial tuvo lugar en La Habana del 7 al 13 de julio de 2003.
31. Dorothy Ferebee. “Mojo Rising”. Vibe. New Cork: Miller publishing Group LLC, vol. 7, núm.
10,1999-2000.
AUTOR
STEFANIA CAPONE
LESC-CRNS /Université de Paris X-Nanterre
98
Segunda parte. Estrategias de
acomodación y de poder en el ritual
99
Danzando a Apaxuki
Interacción entre mestizos y huicholes en la semana santa en San Andrés
Cohamiata
Alejandra Aguilar Ros
INTRODUCCIÓN
1
San Andrés Cohamiata o Tatei Kie1 se encuentra enclavado en la sierra norte de Jalisco, en
el municipio de Mezquitic. Usualmente se llega por tierra vía Colodán, Jalisco, o por
avioneta desde Ixtián del Río, Nayarit. Desde Ixdán son aproximadamente cuarenta
minutos, y antes por tierra se hacían trece horas desde Guadalajara vía Colodán y
Huejuquilla; sin embargo, ahora el trayecto se ha hecho más corto. La carretera que con
anterioridad era de terracería desde Huejuquilla, la cual se recorría en ocho horas, ha
reducido su trayecto a sólo tres después de que el gobierno federal construyera una
carretera de asfalto, que si bien todavía no llega a San Andrés, queda ya muy cerca de
éste.
2
Esta proximidad a Huejuquilla, considerada como la entrada de la sierra y antiguamente
también pueblo wixárika, hace percibir a San Andrés como más cercano. Así, el modelo
cultural que nos indicaba que los wixaritari vivían en una “zona de refugio”, donde las
costumbres se salvaguardaban de la vista insidiosa de los mestizos, comienza a
desbaratarse.
3
No obstante, la carretera no es más que la concretización de los procesos globales que
tocan a las comunidades, que en realidad nunca han estado completamente aisladas, y
nuestra percepción de su exotismo no concuerda con las rutas de intercambio que los
wixaritari desde tiempos prehispánicos han trazado para comercializar con otros pueblos.
2
4
Tatei Kie ha sufrido en los últimos años un proceso de cambio intenso generado por la
acción de treinta años de programas gubernamentales y de estudios antropológicos
diversos. Un proceso reciente, producto de estos apoyos e intervenciones tanto
gubernamentales como de las ONG, es el Proyecto Eculturístico auspiciado por la CDI,3 el
100
cual tiene apenas dos años y ya ha provocado diversas reacciones a favor y en contra, así
como la creación de varios proyectos cobijados a su sombra y que colocan a los wixaritari
en el mercado mundial con la mercantilización de su mano de obra. 4 De manera
importante, sirve como plataforma para promover la cultura wixárika como una
mercancía susceptible de ser experimentada si se paga por ella. El proyecto repercute en
ámbitos anteriormente no comercializables de la cultura wixárika, como son los rituales,
y ficcionaliza5 la cultura indígena al mostrar la cara romántica de un modo de vivir
indígena.
5
Este trabajo surge de la inquietud por observar y analizar los cambios que Tatei Kie ha
pasado en los dos últimos años (2006-2007); así, me enfocaré en el ritual de semana santa 6
y en quiénes participan en ella, ya que es un momento privilegiado para atender los
procesos que se entrecruzan en las diferentes interacciones de los wixaritari con los
mestizos.
6
Si bien la semana santa en San Andrés ya ha sido estudiada por varios antropólogos, 7 lo
que se destacará en este trabajo es el contacto entre un grupo de danzantes de la
neomexicanidad y los wixaritari, al mostrar cómo los primeros han logrado en los últimos
tres años (2004-2007), gracias a su búsqueda espiritual y su compromiso con una deidad
wixárika una inserción poco usual en los rituales de la semana santa. La inserción tiene
como marco los procesos históricos de intervención en San Andrés, los cuales se
concretan de manera importante en el Proyecto Eculturístico.
7
En las etnografías sobre la semana santa wixárika no se constata la injerencia y la relación
con los mestizos en el ritual, como tampoco la relación simbólica que el ritual contiene en
la interacción con los mestizos. Si bien la semana santa como universo simbólico y como
práctica indígena se instala con la evangelización franciscana, en la práctica de sus
rituales –las procesiones, los personajes, el culto a los santos y los simbolismos rituales–
los mestizos sólo participan como observadores y eventuales participantes, por lo que las
etnografías no han considerado pertinente hablar de esta relación como algo central. 8
8
El trabajo de campo muestra lo difícil que es separar los rituales de semana santa de la
relación con los mestizos, tanto en el nivel simbólico como en el de la práctica ritual. Por
un lado, en el ámbito práctico, si bien la mayoría de los mestizos no participamos en el
ritual mismo –en el sentido de eficacia ritual, puesto que no estamos directamente
reproduciendo el universo wixárika–, sí lo hacemos en la ayuda práctica y en la ayuda
económica. Los danzantes en este aspecto, han logrado una participación poco común en
el mundo wixárika en las ceremonias. Si bien la curiosidad mestiza ha sido continua, es en
general puntual y privada; en el caso de los danzantes, es pública y ahora cíclica.
9
Esta participación, sin embargo, no es casual: está prevista en el mundo simbólico
wixárika, particularmente en esta fiesta. La semana santa es el ritual solar por excelencia
que en el culmen de la temporada de secas confronta los ciclos importantes de la vida
wixárika: las secas y las lluvias y los ciclos político y agrario. En un ámbito de purificación,
la semana santa muestra y resuelve las contradicciones de los opuestos por medio de la
inversión, el intercambio y el sacrificio. Al ser la semana santa originaria de la
evangelización franciscana en la sierra, el sacrificio de Cristo se equipara al de
Kauyumari, héroe cultural que da origen al pueblo wixárika, de manera que los rituales
desde su origen tratan la relación con los mestizos y con lo que ellos proporcionan. Así,
los santos provenientes del mundo cristiano son los dueños del ganado, el dinero y los
metales con los que se hacen las herramientas para el trabajo –todos ellos, productos
101
mestizos. Los danzantes, como veremos, logran insertarse en este simbolismo
participando en los riruales de una manera diferente que el resto de los mestizos.
10
Estos dos niveles, el de las prácticas in situ durante la semana santa y el de intercambios
simbólicos, no pueden entenderse sin tomar en cuenta el telón de fondo de los procesos
transnacionales que se pueden observar en estos microprocesos locales. En el contexto de
apertura y acceso debido a procesos económicos y de desarrollo, producto a su vez de la
política indigenista del Estado con modalidad sustentable y ecológica, asisten los turistas
globales a los rituales de semana santa en busca del “verdadero” indígena entre los
wixaritari de San Andrés. Asimismo, los danzantes de la neomexicanidad, 9 ligados a
procesos de desanclajes culturales como el new age y a su vez en busca de raíces
espirituales que los anclen a tradiciones “profundas y verdaderas”, 10 logran un
intercambio simbólico en los rituales de esta fiesta, lo que los coloca en una posición
privilegiada en la relación con los wixaritari.
11
Con el Proyecto Eculturista los wixaritari se articulan en el discurso sustentable que
mercantiliza aspectos de su cultura –las artesanías y ahora el performance de sus rituales–,
al tiempo que reciben a turistas cosmopolitas y los beneficios económicos que éstos traen.
A la vez, con este mismo proyecto logran mantener un precario equilibrio en el que la
frontera espacial y cultural mantiene controlados el acceso a los rituales para la mayoría
de los visitantes. No sucede así con los danzantes, quienes gracias a la trayectoria que ha
escogido San Andrés, en particular en la relación con los mestizos, un grupo como ellos ha
logrado entrar en “el costumbre”.11 Gracias a las redes que tanto los danzantes como los
wixaritari tejieron,12 se ha creado una relación que a ambos beneficia: la translocalización
de las prácticas neomexicanas a un contexto local que les proporciona acceso a lo
espiritual indígena, por parte de los danzantes, y a los wixaritari la entrada a una red que
les proporciona el espacio y la posibilidad de intercambiar por bienes materiales y
relaciones sociales sus artesanías y el acceso a rituales.
12
El trabajo tratará primero al Proyecto Eculturístico como una de las entradas que han
permitido el aumento de mestizos de tipo “cosmopolita”13 en la semana santa. Introduciré
los rituales de esta última y a continuación relataré la historia de los danzantes y la
relación con el Cristo Apaxuki que los llevó hasta la sierra, para entender cómo
simbólicamente lograron su colocación en el significado amplio de la semana santa en
Tatei Kie, al puntualizar su participación en los rituales de la misma. Esta fiesta en la que
se incluye a los mestizos, tiene como sustento los cambios culturales y económicos
globales en los que los wixaritari de San Andrés se están insertando.
LOS NUEVOS PARTICIPANTES DE LA SEMANA SANTA.
MESTIZOS ECULTURISTAS Y DANZANTES MÍSTICOS
13
El Proyecto Eculturístico en San Andrés Cohamiata, o Tatei Kie, se inauguró a mediados de
2005, con financiamiento de la CDI y con la gestión de la comunidad misma. Ha sido, dicen
tanto la comunidad como los funcionarios, un plan exitoso, y la comunidad ya devolvió el
dinero que el proyecto inicial costó: un millón de pesos.14
14
El proyecto consta de dos espacios cercados junto a un espectacular barranco que mira
hacia el río Chapalagana, al oeste de San Andrés. Uno de estos espacios es un complejo
con varias cabañas, dos de ellas destacan por su tamaño. Una funciona de cocina y otra
como centro de exposición, donde se vende artesanía en la semana santa, o se utiliza
102
como centro de reunión. Estos dos edificios están rodeados por varias cabañas hechas de
adobe con techo de paja, con un par de camas y decoradas con artesanía. Entre la cocina y
el centro de exposiciones hay un enorme carretón15 que se utiliza como hospedaje, con
dos camas de tamaño matrimonial. El costo por una noche es de 300 pesos en el carretón y
250 en las cabañas, lo cual depende de la temporada.16
15
Si seguimos el borde de la barranca, a unos 400 metros más hacia el norte se encuentra el
área de acampado, que es bastante amplia pues contiene un área de cocina –en semana
santa ésta es la más económica–,17 un área de baños, un temascal que todavía no se usa,
pero que los danzantes rápidamente identificaron como hecho para ellos, y una
construcción que imita un Cali Huey.18 Este último ha sido objeto de controversia, pues a
decir de algunos wixaritari no puede haber más Cali Huey que los que ya hay en los
centros ceremoniales y que construyeron los ancestros.19 Lo cierto es que en la actualidad
tanto el temascal como el Cali Huey son atractivos para la oferta turística que vende
cultura indígena en San Andrés.
16
Rosalío Rivera, un indígena wixárika,20 promotor entusiasta de este proyecto, sueña con
recibir al turista con un marakame21 que haga limpias dentro del Cali Huey, donde también
se podrían dar muestras de danzas huicholas. Además, aunque está consciente que el
temascal no es de tradición local, “es indígena” y eso es suficiente. Se le ha ocurrido
también que podrían organizarse trekkings22, rentar bicicletas, y coordinar a las mujeres
para que procesen plantas medicinales en mi-crodosis.23
17
El proyecto ha contribuido a hospedar más gente que desee visitar la comunidad. Quien
busque un poco de aventura y exotismo puede reservar ahora por Internet, arribar
cuando lo desee para pasar unos días en las cabañas visitando Tatei Kie, al tiempo que
atiende sus ofertas culturales: aventura, cultura y magia, como proponen los folletos de la
CDI que promueven el proyecto. Al parecer queda poco lugar para la incomodidad que con
anterioridad se podía sentir por el hecho de ser mestizo y estar en rituales a los que no se
estaba en definitiva invitado. La curiosidad mestiza ahora puede ser auspiciada, pero
también controlada: las cabañas y el área de acampado están a dos kilómetros de San
Andrés, con la pista de aterrizaje de por medio.
18
Durante este tiempo, comenzando desde el fin de semana anterior a la semana mayor, la
cantidad de mestizos24 es considerable respecto del resto del año. Un cálculo rápido en
2007 arrojó alrededor de 200 mestizos. En el trabajo de campo de esa semana levantamos 25
un diagnóstico de los tipos de turistas que llegaban a San Andrés, preguntando las
razones de su visita y cuál era la historia de su relación con la cultura wixárika. El grupo
más numeroso era el de los danzantes de la neomexicanidad, pero antes de tratar acerca
de ellos me gustaría mostrar brevemente el espectro de gente que visitaba el lugar.
LOS BUSCADORES ESPIRITUALES Y LA AYUDA
MATERIAL
19
A Tatei Kie se va por recomendación y ayudado por la red de amigos que han ido
anteriormente; son raros los que se aventuran por sí mismos por primera vez y puede
observarse que los que van solos tienen amigos en la comunidad. Antes de que comenzara
el proyecto eculturista (2005), los turistas se quedaban en casa de amigos o conocidos
wixaritari, o en tiendas de campaña que levantaban donde podían, desde el arroyo en el
sur del poblado hasta cualquier pedazo de parcela. Algunos hablan de haberse
103
“enamorado” de la cultura wixárika, En este sentido, y para entender este
enamoramiento, ayudaría la idea de “buscadores espirituales”.
20
Estos buscadores tienen un discurso en el que se resalta lo “verdadero” de la cultura
indígena, su carácter espiritual por estar en contacto con la Madre Tierra, y su
ancestralidad expresada en sus tradiciones. Se resalta el contraste con la mercantilización
en la ciudad, en el marco de una sociedad que va perdiendo sus lazos comunitarios. Es por
ello que les preocupan los cambios que está sufriendo San Andrés y se refieren a éstos
sobre todo cuando se habla de la adquisición por parte de los wixaritari de nuevos
productos y objetos, como la televisión26 o el pantalón vaquero 27 en lugar del uso de la
vestimenta de manta tradicional. Prevalece además un discurso de desconfianza ante el
resto de los mestizos. Existe una impresión generalizada de que los demás son los que
están “echando a perder la cultura huichola”, mientras que la acción de sí mismos es
percibida como de mucha consideración o sin tantas consecuencias. Se consideran como
respetuosos de la cultura wixárika y como participantes de ella sólo en la medida en que
los mismos wixaritari los inviten.
21
La preocupación toma forma cuando se habla de la “pérdida de las tradiciones”. En este
senddo, es un discurso crítico de la globalización y sus efectos, pues consideran que entre
los wixaritari todavía existen tradiciones originales. En su búsqueda espiritual, Cario,
joven empresario extranjero y radicado en Guadalajara, encontró a los wixaritari y nos
dijo: “Los turistas somos insaciables, siempre buscando y no encontrando. Es como buscar
la esencia y al tocarla, la destruíste. Las culturas son dinámicas y no puedes atraparlas
más que por momentos. Hay que estar ahí antes de que desaparezcan”. Uno de sus
acompañantes intervino: “Entonces no deberíamos ni siquiera estar aquí”, a lo que Cario
replicó: “No, somos la parte más sana de la globalización, pues al menos aprendemos a
respetarnos y a dejar dinero aquí. Si no tienes más que cultura para vender y eres pobre,
¿qué te queda?”28
22
Este testimonio muestra la contradicción que viven los mestizos frente a los wixaritari.
Por un lado está el hecho de no querer que nada cambie, por el otro está el saber que los
procesos del mercado son muy poderosos. Esto hace que para los mestizos los indígenas
en general o cambian o se quedan en lo más marginal del mercado. “Es mejor un cambio
en el que ellos aprovechen”, dice Cario. De igual forma, “sólo llevará un momento y
desaparecerán, por lo que hay que estar aquí antes de que eso suceda”. Estos turistas se
dan cuenta de que con la presencia de proyectos como el eculturista y con la afluencia de
turistas se transformará justo lo que están buscando: la esencia intocada de un grupo
como los wixaritari.
23
El proyecto eculturístico es una metáfora de esa contradicción: en este proyecto no se
considera la luz eléctrica y se desea trabajar con la luz solar; no hay ruidos y se mantiene
un discurso naturista, como la escenografía de un pueblo no tocado por la civilización. Del
lado de San Andrés, en tanto, sí hay luz, refrigeración, televisión satelital, Internet
inalámbrico29 y pronto la carretera pavimentada llegará hasta ellos.
24
Entre los más jóvenes, o los que no han tenido una trayectoria larga en el encuentro con
la cultura huichola, hay una asociación sutil con la idea de “hacer misiones”. Ésta es una
práctica común entre las clases acomodadas del occidente del país, y que han asistido a
escuelas particulares de corte católico. Esta práctica consiste en participar en
comunidades marginadas –campesinas o indígenas– para colaborar con las parroquias en
la celebración de los rituales católicos de la semana mayor, como también se le conoce.
Para varios de estos jóvenes, si bien no se trata ahora de colaborar con ninguna
104
parroquia,30 sí tiene que ver con una idea de asistencialismo que proviene de esta
práctica.
25
Dentro de este asistencialismo hay, sin embargo, personas que han colaborado con la
población de San Andrés durante varios años, y que en la veta de la ayuda llevan
asistencia médica en estas fechas; dentistas, doctores generales e incluso artistas se
hospedan en las cabañas buscando cómo ayudar y vivir la semana santa de una manera en
que no todo sea simple observación.31 En este sentido, la caracterización de Hannerz
acerca de los cosmopolitas resulta de interés, ya que estos turistas se ven a sí mismos
como tales, tanto porque entran en la experiencia de vivir la semana santa –más que
como simples observadores (turistas)– como en las “estructuras de significación” del
Otro.32
26
El lugar es un bullicio de mestizos, teiwaris interesados en ver a través de San Andrés una
ventana al mundo wixárika: jóvenes de Guadalajara y del DF, parejas en busca de
aventuras ecológicas, en busca de trekkings; antropólogos, cineastas y reporteros, jóvenes
en el campamento que junto con los danzantes tocan tambores en la puesta de sol. Lo que
predomina es la búsqueda de la experiencia espiritual. Martín, un español que vive en
México desde hace ya varios años y practicante de meditación pragmática, lo resumió de
esta manera:
Es como si en San Andrés todos fuéramos iguales, como si estuviéramos en un lugar
fuera del tiempo donde no hay clases sociales y ahí más bien los huicholes son los
que mandan. A lo mejor lo puedo explicar mejor pensando que en San Andrés es el
ser lo que cuenta, no quién eres o lo que has hecho, sino sólo estar en el lugar. 33
27
Los wixaritari a su vez han aprendido a tratar con estos cosmopolitas involucrándolos en
su sistema de significados y en el “intercambio de reciprocidades”, 34 pero sólo hasta un
cierto punto, en particular con quienes han mantenido una relación desde mucho antes. A
éstos, el sistema de intercambio wixárika los obliga a dar dinero o a contribuir con trabajo
en la fiesta; sin embargo, estos cosmopolitas se quedan a raya en la observación prudente
y participando cuando los wixaritari consideran que pueden hacerlo. Los danzantes en
cambio participan alterando las estructuras de significación y a la vez insertándose en
ellas. Al tiempo que están envueltos en redes trasnacionales, participan en una cultura
territorial como es la wixárika.
28
El grupo Cuautli Iyarieya,35 como se hacen llamar, sube a la sierra desde hace tres años. El
grupo central consta de un nutrido círculo de mujeres –más de catorce estables– y
alrededor de cuatro hombres fijos, quienes junto con amigos y familiares suman
aproximadamente cuarenta personas.
29
Rigo es el dirigente moral de Cuautli Iyarieya, es un hombre maduro que se mudó de
Guadalajara a Monterrey; es instructor de meditación pragmática36 y participa en diversos
grupos y enseñanzas de corte new age.37 Cumplió en 2007 quince años de subir a la sierra,
tiempo que se fusiona con la participación del grupo de danza, aunque el grupo como tal
hace apenas tres años que va a San Andrés a danzar, como hemos citado. Apolonio, por su
parte, es quien dirige la danza técnicamente hablando; es hermano e hijo de danzantes,
quienes tienen un grupo de la mexicanidad en Guadalajara. Un tiempo vivió en Monterrey
para dirigir la danza de Cuautli Iyarieya, pues allá radica la mayor parte de los miembros
del grupo, ya que éste nació de los cursos de meditación que dirige Rigo. Recientemente
decidió regresarse a Guadalajara; su presencia en el grupo es importante, pues gracias a él
se da la conexión con la tradición dancística de grupos que sí tienen “levantada su mesa”.
38
105
30
Mariana es otra de las líderes. Originaria de Jalisco, alumna de Rigo, danzante y quien
ahora imparte los cursos de danza en Monterrey, mantiene un liderazgo fuerte entre las
mujeres del grupo, que son mayoría. Rigo comenzó a subir a la Sierra cuando por azares
del destino tuvo que llevar de regreso a su comunidad a un cristo alado, empotrado sobre
cornamentas de venado, de vuelta a territorio wixárika. Esto sucedió hace quince años y
desde entonces Rigo sube a danzarle cada año. Sin embargo, como hemos dicho, fue
apenas hace tres años que lo hace con el grupo de Cuautli, el cual él ha estado formando.
El grupo llega con el acopio que realiza sobre todo desde Monterrey, y logra juntar hasta
dos toneladas de bienes de distintos tipos: comida, vestimenta y en últimas fechas
carretillas y herramientas de construcción. Arriban desde Monterrey, acampan el
domingo anterior a la semana santa y realizan labores de asistencia de domingo a martes,
antes del miércoles santo, en el que no se debe ya trabajar. Durante la semana santa el
grupo participa de diferentes maneras en los rituales. Es el sábado por la tarde cuando
llegan al culmen de sus actividades, pues es el día que danzan al Cristo en la plaza central
de San Andrés, cuando todavía se realizan los sacrificios de toro de los wixaritari.
31
Para mostrar el trasvase de los rituales entre ambos grupos, seguiré a Cuautli Iyarieya
durante esa semana y relataré primero la historia de su relación con el Cristo Apaxuki,
pues éste es clave de su inclusión. Introduciré después brevemente la semana santa
wixárika y su simbolismo, destacando los puntos de encuentro entre el grupo de
danzantes y los rituales de semana santa para explicar así el contexto de su exitosa
inserción en San Andrés.
SANTO DOMINGO APAXUKI, EL CRISTO RICO39
32
Cuautli Iyarieya se nutre de dos fuentes principales, en donde puede hundir sus raíces en
busca de nuevos sentidos que le otorgan un linaje indígena.40 Por un lado de un grupo de
danzantes concheros otomíes radicados en Monterrey,41 y por otro, del grupo wixárika de
San José, comunidad ritual y políticamente perteneciente al Cali Huey de San Andrés.
33
Roxana es una mujer de edad mediana quien ha estado involucrada en la sierra y ha
trabajado con los huicholes desde los años setenta. Allí en San Andrés conoció al coronel
Óscar Ramírez, de quien hay diferentes versiones acerca de su estancia en la sierra. Lo que
parece ser verdad es que era un retirado del ejército y que por alguna razón vivía en San
Andrés.42 Durante la cristiada, 43 cuando aún era soldado raso, salvó a Apaxuki de ser
destruido por los federales.
34
El cristo es una estatuilla de madera de aproximadamente 45 cm de altura, el cual en
aquel momento tenía alas dobles de querubín en su espalda y se encontraba empotrado
sobre una cornamenta de venado, símbolo de autoridad para los wixaritari. 44 Se veneraba
en Tenzompa, de donde lo sustrajo Ramírez para mantenerlo oculto hasta su muerte en
1995 o 1996; antes mandó llamar a Roxana para que lo llevara de nuevo a la sierra. Roxana
tenía contacto con don Cipriano, un ma-rakame (chamán) originario de San José, 45 quien
aceptó reintroducir al cristo en la sierra. A la reunión para llevarlo de regreso asistió por
casualidad Rigo, quien se ofreció para subir al cristo y tiempo después fue nombrado por
don Cipriano como danzante de Apaxuki, obligándolo así a tomar el cargo de bailarle.
35
El regreso del cristo a la sierra no fue fácil: ya existía otro Apaxuki. En Nueva Colonia
reinaba Santo Domingo Apaxuki, el cual desde los conflictos territoriales con San Andrés 46
estaba resguardado por un mariotome que no deseaba prestarlo para que visitara otros
106
lugares.47 Por esto la legitimación de este reaparecido Apaxuki en San Andrés tomó algún
tiempo. En un principio nadie lo quería recibir, y para lograr el consenso entre
comunidades don Cipriano visitó las rancherías pertenecientes al centro ceremonial de
San Andrés para convencerlas de la autenticidad del Cristo Apaxuki que él poseía, y poder
cambiar así el sitio donde se le debía ofrendar. De esta forma el cristo comenzó a ser
venerado dentro del territorio de San Andrés, con un Cali Huey en San José. 48 Pero al
llegar Apaxuki los marakate49 seguían sin convencerse: “no tiene almas”, oPiñaban. Así,
varios de ellos fueron a San Sebastián (Wautia), que es otro de los centros ceremoniales, y
le quitaron a san Sebastián sus almas, para ponérselas a su cristo. 50 Los de San Sebastián
no debían enterarse, pero finalmente lo supieron y desde entonces San Sebastián no visita
San Andrés en la semana santa. Si san Sebastián, el santo, era poderoso, ahora no lo
necesitan porque tienen a Apaxuki, que lo es mucho más.51 Don Cipriano se quedó a cargo
del cristo y con él legitimó su práctica chamánica, ya que no cantaba, sólo curaba, y eso le
restaba autoridad.52
36
Santo Domingo Apaxuki, Tamatsi Paritsika o Paritsika Apaxuki, como también se le
conoce,53 es Señor de los Rayos, del ganado, manda a los alacranes y propicia la caza del
venado: es el cristo rico. Cuando Apaxuki se enoja o no se le cumplen las ofrendas, manda
alacranes para poner en cintura a quien no lo respeta. Se le puede pedir que aumente el
ganado o la riqueza, pero si uno no cumple las ofrendas que pide, puede sufrir la muerte
de todo su ganado. El dinero está asociado con los mestizos; simbólicamente, entonces, es
un cristo que está ligado a lo que los mestizos han traído: ganado y dinero. 54
37
A este cristo exigente, el grupo Cuautli Iyarieya le rinde tributo cada año al subir a San
Andrés a danzarle; por encargo de don Cipriano nombra en 2004 a Roxana y a Rigo como
cargueros principales, cargo que dura cinco años. Roxana no danza, pero su hijo sí. Por
medio de un sueño, Apaxuki le pidió además a don Cipriano un carguero (mariotome) de
origen wixárika, Aníbal. El marakame encargado después de la muerte de don Cipriano en
2005 es don Jerónimo, quien en ocasiones tiene ayuda de don Javier, otro marakame
reconocido de San José.
38
A continuación describiremos la semana santa en San Andrés, y seguiremos la
participación del grupo Cuautli Iyarieya para entender su inserción en estos rituales.
SEMANA SANTA MEXICA EN TATEI KIE
39
Para poder entender la dinámica de la semana santa y la manera en que los danzantes
interactúan con los rituales wixaritari, es necesario introducir a los personajes
principales y los ciclos a los que se adscriben.
40
San Andrés es el centro ceremonial que rige a su vez a otros tuki menores, es decir
templos circulares en las diferentes rancherías. A cargo de estos templos están los
ancianos, los xukuritamate o jicareros (kamterutsixi); su cargo dura cinco años. Por otro
lado se encuentran los peyoteros, los cuales se organizan en grupos por cada tuki o
ranchería; su labor es ir a la caza del peyote (xíkuri) a Wirikuta en San Luis Potosí,
reintegrándose a la misma durante la semana santa. Las ceremonias que estos dos cargos
realizan se hacen en general en su propio tuki, excepto en semana santa, cuando acuden a
la cabecera en San Andrés para finalizar la cacería del peyote. Los dos cargos, jicareros y
peyoteros, son de origen prehispánico e integran lo que se ha llamado el ciclo tradicional
55
o agrícola, el cual acontece a lo largo de la temporada de lluvias y secas. Corresponde
107
también a la cosmogonía wixárika de la creación del mundo, donde en las lluvias reina la
oscuridad y la fertilidad, y en las secas reina el sol.
41
En otra instancia se encuentran las autoridades de origen colonial, los itsukate y los
mayordomos o mariotome. Éstos son cargos políticos y religiosos que fueron introducidos
por los franciscanos: los políticos comprenden un gobernador, alguacil, alcalde, dos
topiles, un capitán y el comisario de cada ranchería. Los mayordomos por su parte se
encargan de servir a los santos56 que se encuentran en la iglesia o teyopani, originalmente
católica, de la plaza central de Tatei Kie. Ambos cargos duran un año y son designados por
medio de los sueños de los ancianos marakate, pertenecientes a los cargos de origen
prehispánico. Estos cargos duran un año, de enero a enero, y comienza con el ritual del
cambio de varas (Patxia).
42
Dentro de los cargos de origen colonial hay dos cuidadores (xaturi) que se encargan de dos
cristos grandes, de aproximadamente 1.60 m de altura: Tatata (Nuestro Padre, en náhuad),
perteneciente a la comunidad de San Miguel, y Tartana (Nuestra Madre), también
representada por la imagen de la virgen de Guadalupe, de San Andrés. A diferencia de los
otros cuidadores de santos, estos dos cargos, como los tradicionales, tienen una duración
de cinco años. Estos son cargos eminentemente religiosos: de ellos dependen los judíos,
los doce bailadores (vainaruri) y los payasos rituales (tsikuaki). 57
43
Cosmológicamente, la semana santa tiene el sentido de encontrar los dos ciclos que rigen
la vida wixárika: el agrícola o tradicional y el político. Esto se logra con varios tipos de
rituales: de purificación,58 de inversión,59 intercambios de bienes entre los cargos políticos
y religiosos, el ofrecimiento de xikuri por parte de los peyoteros a las autoridades políticas
(itsakate), el culto a los santos –cambio de ropas, velaciones y ofrendas– y, de gran
importancia, el sacrificio de los animales, que en Tatei Kie es en particular abundante. 60 La
semana santa es propicia para pedir por los bienes materiales: riqueza y ganado, pero hay
que cumplir a los santos cinco años de ofrenda y servicio.
44
El Cristo Apaxuki no aparece en ninguna de las reseñas de semana santa hasta que el culto
que le rinden los danzantes lo sitúa en ella. Apaxuki es un santo que está a cargo de un
mayordomo, pero a diferencia de los santos de cada tuki, como San Andrés, San José o
Tonan-tzin, el carguero no lo cuida sólo por un año, sino por cinco, como los cargos
prestigiosos de los xaturi. Es entonces un cargo prestigioso.
45
Los rituales de semana santa comienzan desde el viernes anterior al domingo de palmas,
en que los xaturi, encargados de los cristos, extienden las palmas para secarlas y
distribuirlas el domingo por la mañana.61 Lunes y martes se dan los intercambios rituales,
dirigidos por los xaturi, comenzando por los mayordomos, para extenderse a los demás
encargados. El intercambio se da una vez que los kawiterutsixi, los ancianos, dan el
permiso de comenzar. Los xaturi se intercambian cerveza, tejuino, fruta, tamales y
galletas. Cada xaturi se encuentra en una casa y se visitarán cinco veces cada uno; cada
intercambio es mutuo y se hace extenso a los invitados wixaritari, primero, y mestizos,
después.
46
Mientras los intercambios se llevaban a cabo, los danzantes ofrecieron sus servicios para
embellecer la iglesia y restaurar a los santos que se habían quemado en un incendio
previo a la fiesta; pero la restauración fue más lejos y el grupo terminó por barrer, limpiar
y poner flores de papel y plástico, así como tiras de papel picado por todo el interior del
templo. La cruz del centro de la plaza también fue restaurada, barnizada y adornada con
flores. Lijaron los santos, quitaron lo que se pudo de las partes carbonizadas, los pintaron
de nuevo y los colocaron en su lugar. Terminaron el martes, justo antes del comienzo de
108
los días rituales en los cuales no se permite trabajar. Al respecto, una de las integrantes
mencionó al año siguiente: “El año pasado se quemaron los santos, y nos dieron el honor
de restaurarlos, en serio fue una experiencia inolvidable, yo no lo podía creer”. 62
47
El martes los danzantes hacen una procesión a Apaxuki desde el campamento en la
barranca. Salen danzando, en medio de los tambores y los caracoles que los anuncian,
rumbo al cuarto donde se hospeda Apaxuki, en la casa de Aníbal, el mariotome. Frente al
cuarto ululan los caracoles y suenan los tambores, formándose para entrar uno por uno,
donde una vez dentro se hincan frente a Apaxuki; los marakate los sahuman y bendicen
con agua bendita con sus muwieri.63 Todos ingresan, incluso mesdzos curiosos que pasan o
estamos observando.
48
La procesión aumentó el recorrido en el último año. Dos niños wixaritari encabezaron la
procesión con una pancarta con el nombre del grupo y detrás dos miembros de la danza
tomaron a Apaxuki y lo llevaron hasta la cruz en medio de la plaza, donde el marakame
bendijo a los asistentes y la cruz para pasar luego al templo católico, donde desde las
escaleras, junto a los demás santos, el mariotome bendijo entonces al resto del grupo.
49
Esta procesión siguió hasta la casa del gobernador de San José en la plaza, donde los
danzantes –esta vez sólo ellos– participaron de la bendición del fuego. Salieron los
danzantes de esta ceremonia, todavía con el cristo, para arribar a los portales, donde al
mismo tiempo llegaron los peyoteros de San José. Apaxuki fue colocado en las mesas de
los gobernadores, junto a las varas de San José. Casi de inmediato varias mujeres
acudieron con gran alboroto a desgajar el peyote que los peyoteros habían ofrecido a las
autoridades. Uno de los marakame que dirigió la procesión de Apaxuki dijo un discurso
elocuente en español acerca del deber de haber recibido el cargo y a los peyoteros como
debía ser; es por ello que nos dieron la bienvenida a todos y ofreció a continuación
consumir el xícuri, la planta sagrada. El público era en ese momento mestizo en su
mayoría. Los mestizos no danzantes presentes dudaron en pasar, mientras que los
danzantes, con toda la confianza, fueron los primeros en hacer la fila. Poco a poco se
integraron los mestizos y, por si las dudas, uno de los marakate preguntó en voz alta quién
faltaba, e hizo gestos de que todos debíamos pasar. Apaxuki y las varas de San José
avalaron la comunión. Al finalizar, el grupo llevó a Apaxuki a su cuartito al lado de la casa
del mariotome.
50
Lemaistre y Kindl ubican la llegada de los peyoteros el miércoles, 64 lo cual sucedió en las
demás comunidades, pero no en la de San José, quienes además compartieron xikuri con
los mestizos. Durante los rimales de semana santa los cazadores de peyote llegan de su
cacería mítica, triunfantes para enfrentarse a su vez con la autoridad política de los
itsakate. Se encuentran todavía sucios pues no pueden entrar por su condición liminal
hasta este momento, de manera que velan en una casa ritual antes de entrar al pueblo. 65
Ingresan con mucho ruido, y como guerreros heroicos presentan las canastas del peyote
recolectado en el viaje a Wirikuta ante las autoridades de su propia comunidad. Algunos
grupos bailan en la plaza y colocan un poste en el centro para bailar alrededor de él,
finalizando con el sacrificio de un borrego.66 Al terminar la semana pueden regresar a sus
hogares, pero mientras ésta dura hacen rituales de inversión y de broma donde las
autoridades políticas son el blanco de sus burlas, o también los sucesos que son
importantes en la comunidad; por ejemplo, el grupo de peyoteros de San Andrés de este
año (2007) se llamaron a sí mismos como los eculturistas.
51
El hecho de que los peyoteros de San José no llegaran el miércoles que es cuando
comienza en forma la actividad ritual, y de que se incluyera a los mestizos en el ritual de
109
toma de peyote –de hecho fue un ritual para mestizos, no para los wixaritari–, apunta a
una inclusión de manera marginal y dentro de los rituales de inversión a los mestizos, con
los danzantes a la cabeza. El grupo que lo hizo fue precisamente el de San José, con
quienes están ligados los danzantes. El peyote purifica al mismo tiempo que concilia a los
peyoteros con las autoridades políticas. En este caso, incluyeron a los mestizos en el ritual
de purificación, pero de una manera marginal, para no violentar el miércoles a los
peyoteros que llegan a presentar sus ofrendas de otras comunidades. 67 De hecho, los
rituales en los que los danzantes forman parte fueron presididos todo el tiempo por el
mariotome y el marakame que están a cargo de ellos toda la semana. Si bien participaban
más, nunca estuvieron solos en estos rituales.
52
Los danzantes recolectan al menos dos toneladas de víveres en cada subida. 68 Este último
año, además, llevaron doce carretillas con su juego de palas, azadones y pico para repartir
entre las comunidades pertenecientes a San Andrés,69 esto el miércoles que comienzan los
rituales. El acopio se reparte según su percepción entre las comunidades satélites
dependientes de San Andrés. En realidad, el acopio es manejado por las autoridades de
cada una de estas comunidades y no necesariamente lo reparten a toda la comunidad.
Como una imitación del cambio de varas, donde las autoridades salientes obsequian a las
entrantes una serie de ofrendas de comida y tejuino, y todos los obsequios son
rigurosamente contabilizados para que las autoridades al año siguiente den a su vez lo
mismo, Aníbal, el mariotome de Apaxuki y encargado de los danzantes, contabilizó
también los bienes entregados. La ceremonia de reparto de bienes imita perfectamente el
ritual donde las autoridades políticas son instauradas a principios del año en el solsticio
de invierno, las cuales serán sustituidas en el tiempo de la semana santa para anunciar el
paso al ciclo de lluvias, precedido por las autoridades agrícolas-religiosas. En la semana
santa se produce un estado liminal donde se confrontan los ciclos ya citados y se expresan
por medio de la inversión de papeles hasta culminar en la sustitución de las autoridades
políticas –que usualmente son viejos– por jóvenes, quienes de manera interina se
encargan del gobierno en ese momento.
53
Los rituales de inversión son expresados también con los mestizos. Los santos, traídos al
universo simbólico wixárica por los mestizos, son los que presiden esta ceremonia –no los
héroes culturales– y los que representan la riqueza y el ganado. En esta inversión, ahora
son los mestizos quienes sirven a los wixaritari: en una petición expresa para el acopio,
Aníbal, el mariotome de Apaxuki, le pidió al grupo de danzantes, además del acopio de
alimentos, ropa, cobijas, picos, palas y una camioneta de doble tracción. Esta última les
parecía un tanto extravagante, pues “no se puede todo”, como dijo una de las danzantes.
54
El miércoles comienzan los rituales de purificación y de abstinencia. Está prohibido
bañarse, gritar, correr, tener relaciones sexuales y tomar cerveza. La purificación durante
la semana santa se hace a través de rituales como los azotes que los encargados de los
santos inflingen en los que hacen mandas o visitan a los santos el miércoles por la noche,
o la lavada de los santos y sus vestimentas, el jueves por la mañana. Todos los rituales son
en la plaza, en las casas de las autoridades (xicarerus), en la iglesia, originalmente católica
(teyupani), y no se utiliza el Cali Huey.70
55
En la iglesia, Apaxuki fue colocado para los mestizos tanto en el ritual de los azotes como
en el tendido de los santos, junto a Tatata y Tanana, los santos con cargos más
importantes; Apaxuki no está reportado en las etnografías de semana santa, por lo que
podemos suponer que su inserción es reciente. En este ritual, Rigo, el dirigente más
importante de los danzantes, realizó él mismo los azotes para su gente; 71 el resto de los
110
mestizos pasamos también con Aníbal. Carolina, una maestra wixárika de la preparatoria
de San Andrés, preocupada porque al entrar en el ritual de los azotes se tiene que
continuar por cinco años, me preguntó si había sido con Aníbal con quien me formé. Le
dije que sí: “¡ah!, entonces no importa, no vale”, me contestó aliviada. Este comentario
parece apuntar a una puesta en escena para los mestizos, que no deja, sin embargo, de
tener su tensión entre los wixaritari que lo realizan y los mestizos que los reciben. Como
expresó otro maestro sobre la restauración de los santos hecha por los danzantes: “nada
más falta que los santos comiencen a hablar en español”.
56
Durante el jueves por la mañana los santos se tienden en el suelo de la iglesia, y ese día y
el viernes Santo los cargueros llevan a cabo procesiones alrededor del pueblo, y circulan
simbólicamente como la salida y puesta del sol. El Vía Crucis celebra la muerte de
Kauyuma-ri, héroe cultural equiparado con Cristo y simbolizado en el peyote, que ofreció
la vida por su pueblo.72 Estas procesiones las presiden los cargueros encargados de los dos
grandes cristos (xaturi), quienes son seguidos por los demás encargados de los santos. Al
final van los mestizos, quienes siguen con timidez la procesión. Durante una de las
procesiones, el ritual comenzó antes y los danzantes no alcanzaron a llegar, lo que los
dejó muy frustrados. Esta imprecisión en el trato hacia los danzantes se repitió hasta
terminar la semana. Al finalizar la procesión, los tsikuaki, tradicionalmente personajes
ambiguos y poco confiables, nos pidieron con amabilidad pasar a visitar a los santos a su
vuelta a la iglesia al final de las procesiones, una vez que los wixaritari ya habían pasado.
57
A cargo de cada santo están los xaturi y sus familias, quienes reparten bendiciones, apagan
o prenden velas de los ofrendantes y reciben en una jicara las ofrendas de dinero. A cargo
de Apaxuki, ahora incluido entre los santos, estaba Roxana, quien repartía bendiciones
con agua y una flor de bugambilia, como los demás cargueros. A ofrendarle al cristo iban
sobre todo los danzantes, quienes tenían turno para velarlo jueves y viernes.
58
Los danzantes llevan, como los wixaritari, morrales con ofrendas que dejan frente a
Apaxuki toda la noche. Su marakame les ha enseñado a hacer velas de ofrenda, con
monedas pegadas y listones. En los morrales además incluyen objetos que desean que se
“carguen” energéticamente. Los miembros del grupo readaptan los rituales de la semana
santa wixárika a sus marcos de referencia y práctica ritual. De hecho, al conversar con
ellos, no se refieren a la semana santa desde la sim-bología o mitología wixárika, sino
desde la práctica de los rituales de la mexicanidad, o desde los comentarios al respecto
por parte de Rigo.
59
Jueves y viernes se hace vigilia y en la plaza se encienden cinco fogatas. Los marakate se
quedan junto a éstas y hacen el canto ritual, además de pedir por la renovación de la
noche del mundo. Los peyoteros de cada comunidad realizan cinco procesiones durante la
noche: de las fogatas al templo y de regreso. Los danzantes pasan toda la noche en la
fogata de la casa de la comunidad de San José, la cual es una de las más grandes. Esta es la
noche más intensa y con más expectación. Un poco antes del amanecer se hace el primer
sacrificio de un toro en el cepo, el cual se lleva al templo para bendecir con su sangre a los
que tienen cargo con los santos, además de a familias. Al rayar la luz se siguen los demás
sacrificios de las reses de quienes prometieron sacrificio o de los encargados de los santos.
Los danzantes también sacrifican su res, la cual en esta ocasión sacrificó su marakame, don
Jerónimo, durante la mañana siguiente. Después del sacrificio, don Jerónimo bendijo con
esa sangre los objetos que los danzantes habían preparado con anticipación; aquí salieron
las velas adornadas con papel de china y monedas, además de diversos objetos que ya se
encontraban “trabajados”: paliacates, fajos, velas, que ahora deseaban hacerlos aumentar
111
en poder. Muchos de los objetos están relacionados con la danza, como los tambores, o las
baquetas con las que se tocan, o plumas de los penachos, o paliacates y fajos que también
se usan para no dejar escapar la energía por el octavo o tercer chakra.
60
Toda la mañana continuaron los sacrificios, hasta la tarde del sábado. 73 Después del
sacrificio de su toro, los danzantes se fueron por fin a sus tiendas a descansar, pues por la
tarde del sábado era su turno de ir a danzar.74 Alrededor de las tres de la tarde
comenzaron a arreglar sus penachos y uniformes para prepararse y congregarse dos
horas más tarde. Aparecieron entonces los mejores trajes para la danza, ya que durante la
semana habían sacado trajes y vestidos indígenas cada vez más elaborados: blusas
bordadas, los ríkuris (paliacates wixaritari para cubrir la cabeza de las mujeres) y las
faldas más coloridas. Rigo se vistió de marakame y varias de las mujeres portaron lo más
parecido a la vestimenta bordada nativa: los danzantes se fueron convirtiendo en wixas. Se
formaron a la entrada del campamento para hacer una procesión hasta el centro de la
comunidad. Adelante iban las sahumaduras, seguidas de las caracoleras, y los “guerreros”
iban danzando seguidos del huéhuetl, al final. La entrada iba anunciada con el aullar de
caracoles, el tam tam de los tambores y el cascabeleo de los caracoles anudados en los
tobillos de los danzantes. Muchos niños comenzaron a seguirlos y la gente salió de sus
casas para verlos. Pasaron primero a la casa donde se guarda a Apaxuki y danzaron frente
a ésta unos momentos, para seguir después a la plaza central. La entrada a la plaza fue
impresionante: se posicionaron frente al templo y danzaron ahí primero, para luego
entrar ahora ya con los santos en su lugar, al fondo en las escalinatas. Adentro danzaron
un par de piezas, para luego salir de nuevo a la explanada y danzar allí siete piezas más, a
cargo de diferentes danzantes. Mucha gente, pero sobre todo niños y jóvenes, los rodeó
para verlos. Atrás de ellos los sacrificios de reses continuaban.
FOTOGRAFÍA. El grupo de danza Cuautli Iyarieya baila para Apaxuki en la Plaza de San Andrés, el
sábado santo, abril de 2006. Fotografía de Alejandra Aguilar Ros.
112
61
Vale la pena recordar que las danzas mexicas poseen una estética y presentación corporal
distinta a la wixárika. Los vestidos de las mujeres van cortados por un lado para facilitar
los movimientos, varios hombres van vestidos con taparrabo, pectorales y penachos de
plumas vistosas. Durante la danza se grita y se hacen alabanzas al Ser Supremo, al ritmo
fuerte de los tambores. A diferencia de los bailes wixaritari, esta danza exige ser vista, no
puede ser ignorada; es un performance de mucha intensidad y color. Al terminar de
danzar, el grupo se dirige en procesión a la tumba de don Cipriano, que se encuentra en el
cementerio en uno de los extremos del pueblo. Hacia allá no los siguen los wixaritari ni
los niños. Al terminar, el grupo se va en procesión de nuevo a su campamento, donde
terminan de danzar en el Cali Huey hasta terminar el ciclo que tenían programado. Se
retiran a descansar, pero no por mucho tiempo: por la noche los mandan llamar para
terminar de hacer rituales en la tumba de don Cipriano. Por la madrugada los vuelven a
despertar –a los que tienen cargo de Apaxuki– para hacer más rituales, y a las seis de la
mañana del domingo los despiertan a todos para terminar el ritual de repartición de
comida de las reses sacrificadas. Ser carguero y querer saber de la cultura y rituales
implica sacrificio y trabajo, y así se los hacen ver a los danzantes.
62
Mientras tanto, el orden es reinstaurado en el mundo wixárika: los sacrificios se reparten
y se comienza a hacer comida para todos los participantes, para repartirla durante la
noche y el domingo por la mañana, cuando los cargueros reparten los sacrificios. Los
marakate siguen con el trabajo al bautizar, y los judíos se reponen de las desveladas con
riruales de limpieza en los que participan los marakate para ayudarles. La regeneración
del mundo y la solución de las contradicciones llega a su conclusión.
DISCUSIÓN FINAL
63
La semana santa de Tatei Kie muestra lo dinámico del ritual sanandre-seño y la
imposibilidad de un análisis del mismo fuera de sus procesos más amplios. En ninguna
otra comunidad de la sierra suceden tal número de sacrificios ni acude tal cantidad de
visitantes durante la semana santa, ahora acogidos por el Proyecto Eculturístico. El
discurso de lo indígena y la retribución económica que la imagen del indio tiene ha
alcanzado a los proyectos gubernamentales de aplicación para el desarrollo. El proyecto
eculturista en particular se inserta en dinámicas históricas del poblado de San Andrés en
su relación con diferentes grupos de mestizos. Los turistas cosmopolitas llegan atraídos
por estos proyectos y, sin dejar de ser críticos, aprovechan sus facilidades y consumen las
experiencias que los wixaritari comercializan, como su cultura.
64
A su vez, los danzantes, insertados en redes translocales y transnacionales en la búsqueda
de raíces que los liguen a las tradiciones indígenas por quienes danzan, se anclan en el
ritual wixárika de una manera peculiar. Los danzantes parecen ser las puntas de lanza de
esta especie de experimento comunitario con los mestizos por parte de los habitantes de
San Andrés. La semana santa involucra a los mestizos ya desde sus bases simbólicas: los
santos católicos son guardianes del ganado y la riqueza, y así lo es Apaxuki, quien ahora
se integra al panteón ritual de la semana santa de manera prestigiosa pero ambigua: su
cargo se hace por cinco años, como los xaturi, los cargos más importantes por la cantidad
de dinero y tiempo que consumen. Sin embargo, Axiíbal es llamado mariotome, y no xaturi
como los encargados de los santos, de menor prestigio.
113
65
Al enlazarse por medio de este cristo relacionado con la riqueza y el ganado, los
danzantes se integran al sistema de intercambio wixárika, y participan así en los rituales
de inversión, purificación, intercambio de bienes simbólicos, participación en la entrega
del peyote y la comunión final en los sacrificios.
66
El sistema de intercambio implica una retribución puntual de los bienes: se da
exactamente lo mismo que se entrega. A los danzantes se les dan a cambio bienes de
acceso a la “cultura”, tal como se hace en el Proyecto Eculturista, pero con una
ficcionalización más compleja y realista. Al donar ese acopio, además de entrar en el
sistema de intercambio, el grupo Cuautli Iyarieya entra en los rituales de inversión que
siempre tienen un guiño de ironía: ahora son los mestizos quienes obsequian, como en el
cambio de varas, cuando entran las autoridades del gobierno tradicional. Es Aníbal el que
escrupulosamente cuenta los bienes y los reparte –hay que recordar que son las
autoridades salientes las que entregan la donación.
67
Los mestizos entramos en ese guiño irónico de saber que son los wixaritari los que
mandan; nos ponemos a sus órdenes y trabajamos para ellos o dejamos dinero en
donación para tomar fotografías que luego son prohibidas o para cualquier servicio que
necesiten nuestros conocidos para cumplir el cargo en la fiesta. Los danzantes en
particular son a su vez a quienes más se les exige: a ellos se les puede pedir lo que se desea
desde antes y se les puede exigir ser escrupulosos en el ritual, como por ejemplo cuando
tuvieron que levantarse durante la noche para cumplir rituales que no sabían que tenían
que realizar. A cambio se les dejó participar en el cuidado de los santos, en llevar a
Apaxuki por todo el pueblo en procesión, en la presentación de los peyoteros de San José,
la toma del xikuri y en la lavada de los santos. Un aspecto muy importante es que los
danzantes sacrifican toro junto con los demás wixaritari; ningún otro mestizo lo hace.
También entran en los rituales de purificación: la flagelación, la bendición de los santos y
ahora en la veneración a un cristo especial para los mestizos, tanto para cuidar de él como
para pedir bendiciones y favores. Entran en los rituales wixaritari en su propios términos
y con su propio vocabulario ritual.
68
Es importante notar que danzar por la tarde del sábado no genera sin embargo
reciprocidad por parte de los wixaritari en este ritual tan importante para los danzantes:
“Esta es su costumbre”, me dijeron varias veces al comentar acerca de la danza del sábado
por la tarde.75 Lo que se pudiera intercambiar ya estuviera dado: a los wixaritari no les
interesa participar a su vez en la danza, les interesa intercambiar. El intercambio que
ofrecen es el acceso a sus propios rituales, pero de una manera en que no resulta
perjudicial para el verdadero “costumbre”, como lo mostró el comentario de la maestra:
“Si te dio los azotes el mariotome de Apaxuki, entonces no vale”. Esto nos habla a su vez de
una deslocalización de los wixaritari respecto de su cultura, moviéndola lo más lejos
posible del “costumbre” y localizándola en los performance del indio global.
69
El sentido último de la semana santa, integrar y resolver las contradicciones entre los
ciclos político y ritual y los grupos centrales y periféricos, se cumple también con los
danzantes que no dejan de ser mestizos. A su vez, estos cosmopolitas obtienen lo que
desean: participar –aunque en diferentes grados– en rituales indígenas verdaderos y
originales, donde pueden lograr tocar algo que los transforme espiri-tualmente, aunque
sea “la última vez”.
114
SITIOS WEB
70
De la Torre, Renée. “Alcances translocales de cultos ancestrales: el caso de las danzas
rituales aztecas”. Revista Cultura y Religión, (http://www.culturayreligion.cl/samples/
articulos/Renee%20de%20la%20Torre.pdf), 20 junio 2007.
71
Pérez, Matilde. “Huicholes piden a Fox evitar que siga la herencia de pobreza y
exclusión”.
La
Jornada,
3
de
enero
(http://
www.jornada.unam.mx/2006/01/03/007nlpol.php), 29 junio 2007.
72
(http://www.craudes.com/), 25 junio 2007.
73
(http://www.tateikie.com), 25 junio 2007.
74
(http://proyectowixaritari.blogspot.com/2006_05_01_archive.html), 29 junio 2007.
ENTREVISTAS
75
Entrevista a Rigo (seudónimo), por Séverine Durin, 15 de diciembre de 2005.
76
Entrevistas a Denis Lemaistre, Nicodia (seudónimo) y Herminio, por Alejandra Aguilar,
San Andrés Cohamiata, abril de 2006 y abril de 2007.
77
Entrevista a Rosalío Rivera, diario de campo, por Alejandra Aguilar, julio de 2006.
78
Entrevista al secretario de la Unión de Centros Ceremoniales Wixaritari (uccw), por
Alejandra Aguilar, Guadalajara, Jalisco, 20 de junio de 2007.
79
Entrevista a Carlo (seudónimo), por Alejandra Aguilar, San Andrés Cohamiata, abril de
2007.
80
Entrevista a Roxana (seudónimo), por Alejandra Aguilar, San Andrés Cohamiata, abril de
2007.
NOTAS
1. Nombre de San Andrés Cohamiata en wixárika (huichol). Es uno de los centros ceremoniales
wixaritari más importantes; comprende un territorio propio dentro del polígono más grande del
espacio territorial wixárika. La palabra wixárika es en singular y su plural es wixaritari. De aquí en
adelante utilizaremos el nombre wixárika, como ellos prefieren llamarse, a menos que se
mencione “huichol” por otros personajes o fuentes.
2. Cfr. Phil Weigand. Ensayos sobre el Gran Nayar: entre coras, huicholesy tepehuanos. Mexico: CEMCAINI, El Colegio de Michoacán, 1992.
3. Comisión Nacional para el Desarrollo de los pueblos Indígenas, antiguamente Instituto
Nacional Indigenista (INI).
4. Por ejemplo el Proyecto de Casco Viejo, el cual paga a un grupo de artesanos por maquilar
marcos de chaquira para botellas de tequila que serán exportadas, Cfr. Salvador Maldonado.
“Casco viejo le apuesta a la visión del mundo huichol”. Público, 29 de junio de 2007.
115
5. Marc Auge. El viaje imposible. El turismo y sus imágenes. Madrid: Gedisa, 1998.
6. Este ensayo está basado en trabajo de campo de 2006 y 2007, durante la semana santa y en
diferentes subidas a San Andrés. Agradezco a Gabriela Gil su ayuda durante la temporada 2007.
7. Fernando Benítez. Los indios de México. México: Editorial Era, vol. n 1968; Denis Lemais-tre y
Olivia Kindl. “La semaine sainte huichol de Tateikie: rituel solaire et légitimation du pouvoir par
les sacrifices”. Journal de la Société des Americanistes, núm. 85,1999, pp. 175-214; Ramón Mata
Torres. Los huicholes. Guadalajara: Casa de la Cultura Jalisciense, 1970; Schaeffer, Stacy. Semana
santa en la sierra huichola. Tepic: Instituto Cultural y Artístico de Nayarit, 1987; R. Zingg. Los
huicholes. Una tribu de artistas. México: INI, 2 vols., 1982.
8. Denis Lemaistre y Olivia Kindl, op. cit., observan que los franciscanos participan en la procesión
y destacan su papel poco relevante en los rituales.
9. De la Torre identifica entre los grupos de danzantes a los concheros, los de la mexica-nidad y
los pertenecientes a grupos de neomexicanidad. Cfr. (http://www.culturayreli-gion.cl/samples/
articulos/renee_20de_201a_20torre.pd£). Estos últimos se ligan a redes espirituales de tipo new
age, que han localizado sus prácticas espirituales en grupos de danza tradicionales de tipo
conchera o azteca.
10. Cfr. De la Torre y Gutiérrez Zúñiga en esta misma obra.
11. A la vez, los wixaritari logran guardar un tanto su propio “costumbre”, pues como veremos,
crean una ficcionalización más compleja de su propia cultura frente a los danzantes, mientras
que los dejan entrar más que al resto de los mestizos.
12. Cfr. Séverine Durin y Alejandra Aguilar. “Wixaritari eculturísticos y regios en búsqueda de
raíces. La génesis de espacios sacro-turísticos en Monterrey y la sierra huichola”. Séverine Durin
(coord.). México: CIESAS-CDI. Entre luces y sombras. Indígenas en el área metropolitana de Monterrey, s/f,
p. 479-572 (inédito).
13. Cfr. Ulf Hannerz. “Cosmopolitas y locales en la cultura global”. Alteridades, año 2, núm. 3,1992,
pp. 107-115.
14. Para un relato más detallado de la realización del proyecto, consúltese Durin y Aguilar, op. cit.
15. Los carretones en las comunidades sirven de lugares de almacenaje de granos y en ocasiones
también para dormir. Son construcciones en alto, se colocan sobre pilotes, hechos de bejuco y
techos de paja. Cada familia tiene uno en el centro de su predio.
16. Esta es la tarifa actualizada en el sitio del proyecto (http://www.tateikie.com); alrededor de
30 y 25 dólares respectivamente.
17. En el área de acampar costaba 100 pesos mexicanos la semana de acampado en 2007. La
comida en el área de acampado costaba 10 pesos cada una, mientras que en las cabañas costaba
30 pesos la comida fuerte y 20 los desayunos y cenas (el cambio monetario era aproximadamente
de 11 pesos por un dólar).
18. Templo ceremonial donde se realizan los rituales wixatari de origen prehispánico.
19. Uno de estos comentarios fue la opinión contundente del secretario de la Unión de Centros
Ceremoniales Wixaritari (UCCW). (Entrevista, 20 de junio de 2007, por Alejandra Aguilar). Para
otros, este es un Cali Huey “pirata”.
20. A excepción del nombre de Rosalío Rivera, que ha declarado en periódicos y es un conocido
promotor del proyecto, todos los nombres han sido cambiados.
21. Chamán wixárika. Marakame en singular, marakate en plural.
22. Caminatas. Rosalío utilizó la palabra en inglés, lo cual es interesante ya que denota la
influencia cultural de la actividad. Si bien en México se realizan caminatas, el sentido y los
contextos en otros países es distinta, ya que implica recorridos trazados, noción del grado de
dificultad y, en ocasiones, guías locales.
23. Entrevista a Rosalío Rivera, diario de campo, Alejandra Aguilar, julio de 2006.
24. A San Andrés durante este tiempo acuden también mestizos de Huejuquilla a vender sus
mercancías, o se instalan en la plaza para vender comida, pero son los menos. De aquí en adelante
116
me referiré con mestizos a los visitantes “de fuera”, como nos dicen en Tatei Kie, y no a los
comerciantes.
25. Agradezco a Gabriela Gil su colaboración en el levantamiento de datos de esta ocasión.
26. La luz eléctrica es un cambio también reciente (2005) y de alto impacto. Ahora es posible ver
televisión con cable, tener refrigeradores e Internet. Un entrevistado indicó cómo la luz, además,
hace que los patrones de sueño cambien, que se pueda ver televisión hasta más tarde y se tomen
modelos culturales y estéticos de otras partes del mundo.
27. Omnilife donó los pantalones vaqueros, lo que indica una pronta apertura del mercado de
esta empresa en la sierra.
28. Entrevista a Carlo, San Andrés Cohamiata, abril de 2007.
29. Consultar el proyecto catalán de Internet inalámbrico ( http://proyecto-wixaritari.blogspot.com/2006_05_01_archive.html).
30. Los franciscanos tienen una comunidad de mujeres de la orden de las Clarisas de manera
permanente en la zona. Sin embargo, su influencia es muy poca en la cabecera. Para la semana
santa no participan en ninguno de los rituales, ni siquiera acompañan el Vía Cru-cis de jueves y
viernes. Sólo se les observó viendo danzar al grupo de mexicas el sábado santo.
31. No todos tienen proyectos de intervención altruistas, como el caso de Irene, una americana
comerciante de artesanías quien posee una galería y un hotel en Puerto Vallarta. Conoce bien a la
comunidad y los wixaritari la buscan para que compre sus artesanías, las cuales ella en su
mayoría exporta. Sin embargo, la motivación por el ritual se encuentra también presente, pues
participa lo más que puede en las ceremonias.
32. Ulf Hannerz, op. cit., p. 10.
33. Notas de campo, Alejandra Aguilar, domingo 5 de abril de 2007.
34. Ulf Hannerz, op. cit., p. 110.
35. El nombre significa “Corazón de Águila” y reúne las tradiciones mexicas con las wixaritari, ya
que cuautli viene del náhuatl (“águila”) e iyatieya proviene del wixárika (“corazón”).
36. Esta meditación utiliza una combinación de técnicas de programación neurolingüística,
técnicas orientales y de manejo de energías de yoga. Consultar la página del centro donde
trabajan varios de los danzantes (http://www.craudes.com/).
37. Entrevista a Rigo, 15 de diciembre de 2005, por Séverine Durin. También consultar Alejandra
Aguilar y Séverine Durin, op. cit.
38. Las mesas son la base organizativa de los grupos de danza, se organizan como la milicia,
jerárquicamente. Muchos de estos grupos datan de linajes muy antiguos, por lo que si un grupo
nuevo desea ligarse a estos linajes tiene que ser ritualmente aceptado en uno de ellos por medio
de lo que se llama la “levantada de mesa”. Cuautli Iyarieya no está ligado a un linaje específico, lo
que da sentido a su búsqueda de anclaje en las tradiciones indígenas y en el parentesco de
Apolonio con mesas que sí tienen este linaje. Cfr. Renée de la Torre. “Alcances translocales de
cultos ancestrales: el caso de las danzas rituales aztecas”. Revista Cultura y Religión (http://
www.culturayreligion.cl/samples/articulos/renee_20de_201a_20torre.pdf), 20 junio 2007, p. 9.
39. Los siguientes datos fueron reconstruidos de diferentes entrevistados durante las temporadas
de campo de abril de 2006 y abril de 2007. Entrevistas a Denis Lemaistre, Nicodia y Herminio,
abril de 2006 y abril de 2007.
40. Cfr. De la Torre en esta misma obra sobre la búsqueda de significados que anclen la memoria
mítico-histórica en lo indígena.
41. Cfr. Olimpia Farfán, Jorge Castillo e Ismael Fernández. “Los otomíes: identidad y relaciones
interétnicas en la ciudad de Monterrey”. Miguel Bartolomé (coord.). Visiones de la diversidad,
relaciones interétnicas e identidades indígenas, INAH: México, vol. I, 2005.
42. Entre los datos recopilados de este hombre se dice que era gringo, que era miembro de la CIA
(Central Intelligence Agency, por su siglas en inglés) y que estaba en San Andrés Cohamiata
escapando del gobierno de su país.
117
43. Las fechas aproximadas son los años 1926-1927.
44. Ahora ya no tiene las alas ni está empotrado en las astas de venado. Roxana dice que no sabe
por qué razón don Cipriano se las eliminó (Entrevista a Roxana, abril de 2007). De un informante
escuché que a Apaxuki le quitaron las alas “porque era un cristo muy cabrón y se iba a donde
quería”.
45. San José es una comunidad ligada política y ritualmente a San Andrés, así como una
comunidad de donde salen muchos de sus gobernadores tradicionales. San Andrés (Tatei Kic) es
una de las cinco comunidades políticas, administrativas y rituales del territorio wixárika.
46. Éstos se agudizaron en 2004, con la decisión de San Andrés de aceptar los planes
gubernamentales de PROCEDE, los cuales movían los linderos ya ganados por otras comunidades,
entre ellas Nueva Colonia. Diario de campo junio de 2007, entrevista a Mauricio Maldonado.
47. Es probable que Apaxuki haya sido un cristo viajero que configuraba simbólicamente el
territorio huichol. Este es un dato por confirmar. Notas de campo, Alejandra Aguilar y Séverine
Durin, fechas varias.
48. San José es de los pocos lugares con dos Cali Huey, uno dedicado al Sol y otro a Paritsike o
Cristo Apaxuki (debo esta información a Denis Lemaistre, Diario de Campo, Alejandra Aguilar,
abril de 2007).
49. Plural de marakame, chamán wixárika.
50. Entrevista a Nicodia, diario de campo, en San Andrés, julio de 2006.
51. Entrevista a Nicodia, diario de campo, Alejandra Aguilar, abril de 2006.
52. A pesar de decirse marakame, don Cipriano no cantaba, requisito indispensable para ser
reconocido como un marakame de prestigio. En palabras de Roxana, “los danzantes lo habían hecho
marakame” (cursivas mías). La réplica de una danzante fue “pero sí curaba”, a lo que Roxana
asintió (diario de campo, Alejandra Aguilar, abril de 2007). La propia historia de don Cipriano
para legitimarse como marakame ayuda a entender la imposición de Apaxuki en San Andrés. Su
primera esposa era una marakame, con la cual tuvo varias hijas. Al morir ésta, Cipriano se volvió a
casar, pero él seguía sin poder cantar. El ser encargado de Apaxuki le atrajo así el prestigio que
buscaba.
53. Agradezco a Denis Lemaistre esta información, producto de sus muchos años de experiencia
en la sierra.
54. En este tono, es interesante observar que cuando el ex presidente Vicente Fox fue a inaugurar
la
luz
eléctrica,
lo
bendijeron
con
este
cristo
(http://
www.jornada.unam.mx/2006/01/03/007nlpol.php).
55. Johannes Neurath. Las fiestas de la Casa Grande. Procesos rituales, cosmovision y estructura social en
una comunidad huichola. México: INAH-Universidad de Guadalajara, 2002.
56. Tza André, Tza José, Tutekwiuy Tzatzunatsi o Tonantzin. Cada uno perteneciente a las siguientes
rancherías: San Andrés, San José, Cohamiata y los dos últimos de San Miguel.
57. En las comunidades existen además cargos originados durante la revolución (1917), que
provienen del cambio legal de las comunidades indígenas a ejidos; son representados por un
consejo de vigilancia. No tienen injerencia en la semana santa.
58. Entre ellos, la flagelación, el cambio de vestimenta de los santos, la lavada de los santos, la
abundancia de agua en las bendiciones y las prohibiciones durante jueves y viernes.
59. Existen varios ejemplos de esto: el bufón ritual (tsikuaki) se mofa de todo y de todos, hace
siempre lo contrario y parodia los rituales y a los cargueros; los judíos y los tsikuaki son quienes
en realidad controlan el ritual en su movimiento a lo largo del Vía Crucis y el orden del mismo;
las autoridades (itsakati) se tienen que hacer a un lado y son sustituidas por jóvenes interinos; los
peyoteros cambian el nombre de las cosas e instauran un gobierno interino; los mestizos son
quienes trabajan para los wixaritari.
60. Cfr. Denis Lemaistre y Olivia Kindl, op. cit.
61. Ibid., p. 188.
118
62. Realmente sí fue un acontecimiento extraordinario, pues los santos sólo son manipulados por
los mariotome o xaturi, sus encargados. Diario de campo, Gabriela Gil, abril de 2007.
63. Varitas de madera o hueso, con plumas al final, que utilizan los marakate en las curaciones.
64. Denis Lemaistre y Olivia Kindl, op. cit., p. 190.
65. Ibid., pp. 192-193; cfr. con Michel Perrin. “Notes de Ethnographie Huichol: la notion de ma'ive
et la nosologie”. Journal de la Société des Americanistes, núm. 80, 1994, pp. 195-206.
66. Lemaistre y Kindl, op. cit., mencionan que en San Andrés es el único lugar donde los peyoteros
llegan en estas fechas, pero no ha sido posible confirmarlo.
67. Durante el miércoles que comienza la semana, inicia también un periodo de abstinencia,
cuando para los mestizos está prohibido ya tomar fotografías. Los peyoteros de las rancherías se
acercan a ofrecer su cacería a los itsakate; es un momento particularmente intenso, donde la
intromisión de los mestizos de alguna manera puede provocar serios problemas. En 2007, un
mestizo que había gestionado con las autoridades un permiso para tomar fotografías, tuvo un
altercado fuerte con un peyotero por el intento de fotografiar. El tema de tomar o no fotos en la
sierra es siempre un tema de poder sobre el propio territorio y la cultura. En semana santa, por
ejemplo, aunque algunos turistas le pagan al gobernador por tomarlas, puede ser que otros
wixaritari no los dejen, puesto que el gobernador interino no está presente, aunque esto los
turistas usualmente no lo saben. Es común que sean justamente los peyoteros quienes entren más
en conflicto con los turistas sin que les importe que éstos muestren los papeles firmados por el
gobernador o el secretario. En estas tensiones se puede ver la pugna por el poder entre el
gobierno tradicional y los peyoteros, que actúan con su propia ley en este momento.
68. El acopio lo hizo el grupo por medio de boteo y gestión con diversas instituciones para poder
llevar la máxima ayuda posible a San Andrés. Rigo les dijo que aunque pudieran pagarse su
propio viaje (alrededor de 40 dólares), valdría la pena hacer trabajo de este tipo para ganarse el
viaje.
69. Estas comunidades son trece, pero los danzantes se equivocaron y tuvieron que resarcir a la
décimo tercera, que no tendría carretilla.
70. Durante 2006 los danzantes pudieron ver de cerca el ritual de lavado de los santos en la iglesia
–entrando sin la compañía de otros mestizos–, pues Aníbal los dejó pasar. En 2007 entramos todos
los mestizos, aparentemente bajo el acuerdo de la asamblea de San Andrés, que decidió dar paso a
los visitantes. Este hecho nos indica la influencia de los visitantes en general en el ritual, sobre
todo con la instauración del proyecto eculturístico, puesto que se discute su participación y los
limites de la observación en los rituales.
71. Rigo reporta que desde 2005 los dejaban entrar seguido a las ceremonias. Entrevista a Rigo
por Séverine Durin, 15 de diciembre de 2005.
72. El símbolo de la muerte/resurrección es el símbolo con el que la semana santa se rige: los
santos se acuestan, salen los judíos a imponer su orden y junto con los tsikuaki--los payasos
rituales– son las verdaderas autoridades. El sábado se restituye el orden primordial: los judíos
dejan su cargo, las autoridades interinas dan paso a las autoridades tradicionales.
73. En 2007 eran alrededor de 50 reses, más decenas de cabritos y borregos.
74. Lo siguiente está tomado del diario de campo, Alejandra Aguilar, temporada 2006.
75. Al preguntar a un par de wixaritari acerca de lo que opinaban de los mestizos visitantes, uno
dijo: “No... pues está bien, es el costumbre de ustedes, así como también nosotros tenemos
nuestro costumbre”. Diario de campo, Gabriela Gil y Alejandra Aguilar, abril de 2007.
119
AUTOR
ALEJANDRA AGUILAR ROS
CIESAS-Ocádente
120
Los concheros en un contexto mundial
Mexicanidad, espiritualidad new age y sufismo como influencias en la
danza
Susanna Rostas
1
En esta era de globalización, de movimiento rápido de gente, bienes de consumo y capital
cultural donde incluimos lo religioso, en la que por diversos medios tecnológicos la
comunicación instantánea es posible en casi cualquier parte del mundo, muchas de las
prácticas religiosas populares se hacen más y más translocales, si no es que
transnacionales. Aunque la Iglesia católica ha dominado la escena religiosa en distintas
partes del mundo –como en México– desde hace siglos, en los últimos tiempos ha sido
retada.
2
En el presente mercado global no sólo hay un gran rango de sectas ofertadas, protestantes
o de estilo protestante, sino también religiones orientales, sectas de la nueva era e incluso
religiones indígenas. Un gran número de sectas establecidas han experimentado un
proselitismo mundial y han aparecido en diversos lugares en formas muy similares (al
menos al comienzo), como los mormones, los testigos de Jehová o los bautistas. 1 ¿Pero qué
podemos decir de las formas sagradas que son más locales, menos formales y que, por lo
pronto, han estado ligadas a lugares específicos (en vez de a iglesias particulares o
movimientos)? ¿Cómo incide en ellos la globalización?
3
A continuación quisiera explorar cómo las tradiciones de los concheros, que eran
predominantemente orales hasta años recientes, nunca han estado cerradas ni quietas,
aunque tengan la creencia de que continuarán las formas tradicionales de sus danzas al
pie de la letra. Durante todo el siglo XX, las danzas se han difundido no sólo de forma muy
extensiva en México, sino también a otras partes del mundo, y han establecido contactos
con diversas tendencias culturales, políticas, económicas y religiosas. En el aspecto
religioso, en algunos casos no han cambiado, pero en otros han incorporado elementos
ajenos.2
121
LOS CONCHEROS Y LA MESA DE SANTO NIÑO DE
ATOCHA
4
Los danzantes manifiestan su religiosidad por medio de danzas circulares que se
desarrollan en diversas locaciones particulares, en distintas ocasiones del año. Cada
danzante (conocido como soldado) pertenece a un grupo (mesa), el cual está representado
por su líder, el jefe y otras personas clave. En el grupo de Santo Niño de Atocha se
encuentran la sahumadora, los cuatro capitanes que tienen la responsabilidad de la danza
junto con el jefe, los dos sargentos que la guardan y el alférez que porta el estandarte. Por
lo menos en este grupo, el resto de los danzantes son heterogéneos en extremo y
provienen de un amplio rango de niveles sociales. De ser un grupo muy cerrado, sobre
todo formado de parientes o personas ligadas socialmente, la danza, después de los
últimos años de 1950 y primeros años de 1960, se abrió y permitió entrar a “gente de la
banqueta”. En la actualidad casi cualquier persona puede danzar.
5
La mayoría de las mesas (grupos) en el DF pertenecen a la asociación La Gran Tenochtitlán,
pero los danzantes del Santo Niño pertenecen a la palabra de La Reliquia General (uno de
los subgrupos dominantes). La mesa tiene sus propias reglas de conducta (el “Reglamento
de conquista” fechado en 1930), las cuales indican de manera general las
responsabilidades tanto del jefe como de los demás miembros y enseñan muy
detalladamente los prerrequisitos rituales de cada uno, así como la disciplina y los
castigos por infringirlas. Los prerrequisitos, aunque así formulados, en la actualidad son
interpretados de manera mucho más indulgente que en el pasado.
6
La danza no cuenta con creencias predeterminadas, es decir que no tiene una teología
distintiva en sí misma, más bien consta de una red compleja y asociativa de conexiones
interpersonales de larga duración, en muchas ocasiones afectivas y enmarcadas en la
disciplina de sus prácticas. Con respeto, no sólo por sus danzas sino por sus oraciones
rituales, alabanzas y música, cada mesa como comunidad, de acuerdo con los preceptos
tradicionales que aún son predominantemente orales, intenta bailar junto con otras en
“unión” y “conformidad”, como se dice entre ellos. Su jerarquía, a pesar de que la
nomenclatura sugiere una de orden militar, es más metafórica que coactiva: está
relacionada con el poder interior, no con el exterior. El trabajo que desempeñan es de
carácter espiritual, ya que danzar es orar. En conformidad, la danza se desarrolla
mientras cada danzante busca alcanzar de manera individual un estado de conciencia
impersonal y trascendental (conquista), estableciendo así un contacto (o colaboración)
con las ánimas de sus antepasados, los cuales denen suma importancia para ellos.
7
Los concheros de este grupo sostienen que la constancia de su tradición se ve asegurada
por las danzas mismas, las cuales, aseveran, no cambian jamás. Esto ha sido en verdad
difícil de registrar hasta un tiempo más o menos reciente, en cuanto al aspecto
profundamente incorporado de sus prácticas.3
122
FOTOGRAFÍA 1. La mesa del Santo Niño de Atocha preparándose para danzar en el barrio de Puente
Negro en 1989. Véase la cruz del santo patrón a la derecha. (Todas las fotografías de este artículo
pertenecen a Susanna Rostas, a menos que se señale otro autor).
8
Pero, ¿cuál ha sido la religiosidad de los concheros? Durante la mayor parte del siglo XX, si
bien algunos no practicaban la religión católica de una manera cotidiana, muchos se
describían como fieles. Su tradición está hondamente enclavada en el catolicismo. Las
cuatro obligaciones principales, celebradas cada año, forman parte de fiestas católicas
romanas en las que los danzantes participan bailando en el atrio de la iglesia mientras el
cura celebra una serie de misas dentro del recinto. Bailan por la virgen de los Remedios
en septiembre, por la virgen de Guadalupe en La Villa, en diciembre; por el señor del
Sacramento en Amecameca el miércoles de ceniza; y en Chalma por su señor una semana
después del jueves de la Ascensión. La quinta danza más importante se lleva a cabo en
Tlatelolco (México, DF), en julio. En esta locación, se dice, se encuentra el centro de la cruz
conceptual formada por otros cuatro lugares. El resto del año, aproximadamente cada dos
semanas, el grupo lleva a cabo danzas menos importantes ligadas a diferentes fiestas en la
ciudad de México y sus alrededores, como en Tepetlixpa (Estado de Mexico) o Caxuxi
(Hidalgo); algunas de ellas son seculares y algunas son eventos especiales a los que van
por invitación –como la danza en Valle de Bravo (Estado de México), organizada por la
Casa de la Cultura y las autoridades del lugar.
123
FOTOGRAFÍA 2. Una mesa danza afuera de la iglesia de Chalma.
9
Las secuencias ritualizadas que los concheros desempeñan antes de que empiece una
danza son sostenidas con oraciones básicamente católicas. La danza es acompañada por la
concha (instrumento que, vemos con claridad, es de origen español ya que tiene cuerdas).
La mayoría de sus alabanzas, cantadas durante los bailes y con más frecuencia en
velaciones, tienen un contenido cristiano. No obstante, los concheros también ofrecen
oraciones a los cuatro vientos (o los cuatro rumbos o direcciones, algo muy común en
diversas tradiciones indígenas). Esta costumbre destaca en especial durante sus
velaciones, las cuales están menos enlazadas con la práctica católica romana. Por lo
general estas celebraciones se realizan en casas privadas, donde los participantes se
quedan despiertos toda la noche para trabajar en una construcción hecha de flores traídas
especialmente para la ocasión. Esto se acompaña de otras ofrendas, y todo se presenta
ritualmente a los cuatro vientos, frente al altar. El trabajo es acompañado con música y
alabanzas, y dura casi siempre hasta el amanecer, cuando la construcción o forma floral
se desmantela y se atan las flores a unos bastones para que todos los presentes puedan
recibir una “limpia” ritual.
124
FOTOGRAFÍA 3. Los bastones preparados para la limpia al final de una noche de trabajo en una casa
particular.
10
La forma de la cruz que se dispone varía: en los hogares católicos tiene la figura de una
cruz cristiana, en los hogares donde no son tan católicos puede verse una cruz de brazos
iguales, como también se acostumbra en el día de los muertos, una fecha muy importante
para los concheros porque es la velación principal del año y es cuando hacen contacto con
las ánimas de todos sus antepasados. Esta última cruz tiene once brazos y uno de ellos es
más recargado que los demás, representando así la forma del soporte –el santo xuchil–, al
cual posteriormente se le colocan las flores. El santo xuchil –nombre mitad español, mitad
otomí– no es de reciente innovación sino una indicación palpable de las raíces del Bajío en
la tradición; ésta, igual que el catolicismo mexicano, resulta claramente sincrética.
ORÍGENES DE LA DANZA
11
Se dice que la danza llegó al DF a finales del siglo XIX y principios del XX; pero, ¿qué
podemos decir de las formas de las danzas? ¿Son éstas originarias de los indígenas del
Bajío o son aztecas como muchos quieren creer en este momento –y es verdad que
sabemos que los habitantes de Tenochtidan realizaban danzas circulares–, o tal vez son
innovaciones de la posconquista? Estas cuestiones resultan en extremo difíciles de
confrontar, ya que la danza es una disciplina ante todo corporal –que se aprende sólo
mediante la práctica– aunada a una identidad interna y de alguna manera menos abierta
al cambio que otras prácticas adquiridas discursivamente (como en el caso de las
canciones, oraciones y creencias).4
12
Lo que sí se conoce es que después de la conquista las danzas de los moros y cristianos
fueron traídas de España e impuestas a grupos indígenas, incluso a los del Bajío. Fueron
utilizadas como una de las principales medidas del proselitismo cristiano. Las danzas se
125
manifestaron entre los otomíes pertenecientes a las confraternidades asociadas con sus
iglesias locales.5 Sin duda, estas danzas indígenas se mezclaron con las españolas (de las
cuales existía una gran variedad) creando formas híbridas. Con el paso del tiempo muchas
de las danzas de los moros y cristianos tomaron la forma de danzas de los chichimecas
contra los españoles. Aunque algunas tomaron formas menos antagónicas fueron
conocidas genéricamente como danzas “chichimecas”, ¿pero por qué chichimecas?
LA INFLUENCIA CHICHIMECA DE LOS CONCHEROS
13
“Chichimeca” era el nombre peyorativo aplicado en el siglo XVI a numerosos grupos
indígenas que vivían como cazadores y recolectores nómadas en las grandes extensiones
de tierra árida, al norte del centro de la Nueva España. Muchos de estos grupos siguieron
resistiéndose frente a los españoles durante un tiempo considerable. De hecho, el mito del
origen de los concheros se centra en una batalla llevada a cabo cerca de Guanajuato (en el
Bajío), la cual se conmemora en una de sus alabanzas clave. Aunque el término
“chichimeca” siguió empleándose para nombrar a cualquier grupo o persona que fueran
considerados paganos o bárbaros, sus connotaciones sufrieron un cambio sutil.
14
A principios del siglo XIX, las danzas celebradas en el Bajío tenían una marcada identidad
chichimeca, y con los años este término se volvería cada vez más aceptable mientras se
convertía en un tropo que representaba una identidad autóctona opuesta a la española. El
uso del nombre les daría a las confraternidades una manera para conservar una identidad
indígena o, cada vez más, una identidad sincrética sociorreli-giosa durante un periodo de
cambio social acelerado. También durante la primera mitad de este siglo aparecieron
formas fraternales como las asociaciones que ostentaban ser menos religiosas en carácter
que las cofradías, y que empezaron a surgir en el contexto de la subyugación de la Iglesia
y de la disolución lenta del orden colonial.
15
El significado de esta interjección histórica es que aquellos que llevaron la danza a la
ciudad de México desde el Bajío pertenecían a la gran migración ocurrida a finales del
siglo XIX y principios del XX que buscaba nuevas opormnidades de vida, y quienes llevaron
una danza que no tenía idenddad azteca, sino chichimeca (o más bien otomí). El portador
de la danza, según se dice, fue Jesús Gutiérrez, “quien llegó conquistando” del Bajío en la
década de 1870, con su estandarte (la reliquia física) y un documento, para asumir el
cargo de capitán general de La Reliquia General.6 Dicho relato se atribuye a sus miembros
y presenta una perspectiva Bajío-céntrica de la danza, que ya (probablemente) existía en
el DF. Sin embargo, muchos de los jefes concheros que danzaron durante el siglo XX eran
emigrantes. Por ejemplo, el compadre Ernesto, jefe de la mesa del Santo Niño, llegó con
sus padres de Guanajuato a México en 1902. Por lo tanto, cuando La Reliquia arribó a la
ciudad de México era obviamente católica, pero no estaba asociada –por lo menos al
principio, sino sólo por su nombre– con el lugar en el que se encontraba. No obstante, la
situación cambiaría gradualmente para muchas de las mesas durante el siglo XX. A pesar
de que los emigrantes al principio retenían lazos con sus lugares de origen, al pasar de los
años, por lo general, establecieron nuevas identidades para sí mismos.
126
LA INFLUENCIA AZTECA DE LA DANZA
16
Desde luego el pasado de la ciudad de México es azteca, y el interés en la iconografía
azteca (aztequismo) como fuente del simbolismo utilizado en la propaganda nacionalista
se fecha, por lo menos, desde finales del siglo XIX. Sin embargo, la revolución de 1910 dio
inicio a un interés aparentemente de mayor seriedad en la población indígena mexicana.
Una faceta del proyecto del mestizaje era introducir aspectos de la cultura indígena,
relacionada con las artes populares, a la cultura nacional. Por ejemplo, Gamio sugirió que
la música y la danza deberían folclo-rizarse y recibir apoyo. Esto pudo haber dado
ímpetus a algunos danzantes animándoles a asumir una identidad más ligada al estilo
azteca, aunque retenían su mitología basada en el Bajío y las alabanzas que relataban sus
orígenes.
FOTOGRAFÍA 4. El compadre Ernesto frente a su altar en su oratorio. A la derecha su sobrino y
heredero, instalado como jefe después de la muerte del primero en 1997.
17
Al inicio de los años treinta, la “aztequización” de los concheros había empezado. 7 Por
ejemplo, a finales de esta década, los danzantes de una mesa (parte de la gran
Tenochtitlan) lucían vestuarios, si no de estilo azteca, por lo menos decorados con este
tipo de diseño, como figuras emplumadas de guerreros con escudos que empezaban a
competir con diseños más tradicionales como lo es la greca.8 Lentamente la forma general
del vestuario cambió: del ropaje que cubría todo el cuerpo (estilo que yo siempre califiqué
como moda chichimeca) a vestuarios como los que se ven en algunos códices –con
taparrabos y cubiertos por una capa (estilo que he denominado azteca)–. 9 Hacia finales de
1950 y principios de 1960, cuando algunas mesas, como Santo Niño de Atocha,
comenzaron a abrirse y a aceptar ya no sólo a gente proveniente del Bajío sino también a
“gente de banqueta” citadina –que no provenía de familias que bailaban y algunas más
127
bien eran de clase media–, el estilo azteca ya predominaba en los vestuarios, a pesar de la
actitud de la Iglesia que requería que el cuerpo, considerado sagrado, estuviera cubierto.
FOTOGRAFÍA 5. Danzantes en Tlatelolco que todavía lucían ropas de un estilo chichi-meca.
FOTOGRAFÍA 6. Estilo azteca (en el Zócalo del DF).
18
De allí en adelante los nombres de héroes aztecas empezaron a oírse en las alabanzas. Por
ejemplo, la alabanza intitulada “Cuando nuestra América fue conquistada”, grabada
verbalmente a finales de los años treinta, aún celebraba las raíces Bajío-céntricas de la
danza. De las nueve estrofas, tres mencionan los orígenes míticos del Bajío. 10 En una
128
grabación del Santo Niño de Atocha toda mención del Bajío ha desaparecido y el énfasis
total se centra en los aztecas. Son ellos, en vez de los chichimecas, quienes son bautizados.
11
Más tarde, todavía en una versión grabada verbalmente, aparece la historia de la caída
de Tenochtitlan.
19
En suma, los numerosos cambios que ocurrieron después de la llegada de los danzantes a
la ciudad de México (y definitivamente a partir de 1930) fueron culturales o contextúales,
más que religiosos en sí, incluso durante el periodo de la presidencia de Plutarco Elias
Calles (1924-1928), cuando la identidad católica de la danza se vio amenazada porque las
iglesias fueron cerradas.
20
La introducción de estas representaciones proporcionó una manera de celebrar el pasado
azteca, un pasado que había sido marginado y hasta suprimido durante siglos. Algunos
danzantes, en la década de 1930, dijeron que la forma de sus penachos se basaba en el de
Cuauhtémoc, el último emperador (tlatoani) azteca, y que en la Villa se consideraron a sí
mismos como danzantes bailando ante Tonantzin, en lugar de ante la virgen de
Guadalupe (y en Chalma ante Huitzilopochtli). Pero eso fue más una parte de la búsqueda
del pasado azteca que un deseo de en realidad recrear la religiosidad de Tenochtitian.
Aunque muchas de las mesas denominan sus danzas azteca-chichimeca o azteca, la
mayoría de las mesas tradicionales hasta la fecha llevan nombres católicos (como el Santo
Niño o el grupo afiliado en Tepetlixpa, el “Dulce Nombre de Jesús”).
21
Aun cuando algunos danzantes hubieran querido deshacer o aflojar sus lazos con el
catolicismo, tales cambios en las danzas fueron impedidos por los jefes viejos como el
compadre del Santo Niño.12 El se resistió con firmeza a cualquier cambio al considerar que
las danzas habían sido dejadas por los antepasados (quienes desde su punto de vista eran
los franciscanos) y que habían sido heredadas de generación en generación sin sufrir
alteraciones. El compadre opinaba que el intento de hablar náhuati (la lengua de los
aztecas) era una pérdida de tiempo, ya que los idiomas eran una forma para facilitar la
comunicación entre las personas, no para dificultarla. Presenció la desaparición de la
influencia del pasado chichimeca de algunas alabanzas, pero se resistió ante la idea de
traducir al náhuatl los nombres de las danzas o de las alabanzas. Consideraba inapropiada
que la forma floral para una velación fuera construida como una nahui ollin (el símbolo
azteca que representa los cuatro movimientos, semejantes a una cruz). Finalmente,
hubiera considerado absurda la reintroducción de una forma de religiosidad que se
pensaba existió en Tenochtidan en la época en que se llevó a cabo la conquista. No
obstante, en los últimos años en ciertos grupos (incluyendo al del Santo Niño que antes
fue uno de los más cerrados desde el punto de vista religioso, pero que ahora tiene un jefe
joven) la danza empezó a apartarse de su base católica, para ser reemplazada poco a poco
por una forma de religiosidad más azteca o mexica. En la medida en que los nombres de
las deidades aztecas han sido escuchados cada vez más, las mesas también han
comenzando a llamar a su danza azteca o incluso azteca-mexica.
LA INFLUENCIA DE LA MEXICANIDAD
22
Las prácticas religiosas de los aztecas en sí desaparecieron hace siglos, y esta religiosidad
mexica no es la continuación de una tradición viva sino más bien de una inventada o
imaginada,13 parte de un movimiento más amplio político-cultural que se llama
mexicanidad o mexikayotl. El movimiento de la mexicanidad comenzó en los años treinta y
sus promotores eran en gran parte de la clase media alta y profesional, todos
129
nacionalistas ardientes.14 Durante 1920 y 1930, mientras que México se movía
políticamente hacia la izquierda, algunos de estos promotores participaban más bien a la
derecha, y se volvieron cada vez más extremistas, xenófobos y racistas. Determinados a
aumentar la conciencia del pasado azteca promovieron un escenario de un pasado
idealizado. En este contexto un hombre en particular destaca, Rodolfo Nieva, quien fundó
entre otros movimientos el Movimiento Confederado Restaurador de Anáhuac (MCRA), en
1959.
23
Un mensaje estridente y mesiánico se encuentra debajo de las proposiciones ideológicas
principales del movimiento. Algunos de los reclamos que mexikayotl afirma, son bastante
forzados. Por ejemplo, dicen que la gente de habla náhuatl vivió no sólo en México sino en
el resto de América Central, y que ellos también se fueron a Egipto donde construyeron
las pirámides, posteriormente a Roma e incluso hasta la India. La posición que adopta la
mexicanidad es también muy selectiva; por ejemplo, se niega la evidencia del sacrificio
humano por parte de los aztecas y sostienen que fue una invención de los españoles. Una
buena parte de estas ideas fueron incluidas en un libro también titulado Mexicayotl, 15 y
después propagadas por una revista llamada Izka-lotl (que todavía en la actualidad es
publicada). El mensaje del libro era que había llegado el tiempo para que los mexicanos se
deshicieran de la dominación española y de Estados Unidos: “Ha llegado el momento de
cumplir ... ha sonado la hora de que tú, mexicano, realices esos mandatos de nuestros
gloriosos antepasados”.16 En suma, su mensaje promueve sentimientos protonacionalistas
extremistas.
24
La Mexicanidad se estableció con más fuerza en los años noventa, ligada a las
celebraciones del encuentro de América y Europa (de 1992).
25
Una de las sugerencias para recrear el pasado azteca es hacerlo de una manera social.
Para los seguidores esto consiste en formar un kal-putin (el término náhuatl para una
comunidad pequeña autogobernada) y desarrollar actividades aztecas, como la
astronomía, interpretando el tonalamatl; la construcción de temazcales (baños de vapor), y
la chiconte-quiza, una de sus expresiones para la danza en náhuatl. En términos de lo
religioso, la sugerencia es que México tiene que deshacerse de la influencia de la Iglesia
católica; es decir, regresar al pasado, a las prácticas religiosas de los aztecas hacia sus
deidades, a la devoción a Ometéod, Queztalcóatl y Tezcatlipoca, entre otros. Sobre todo
abogan por la necesidad de deshacerse del idioma español y sustituirlo por el náhuad.
26
La mexicanidad ha tenido una fuerte influencia en los últimos quince años sobre los
concheros, en parte porque muchos de sus fieles, que se reconocen como mexicas,
también danzan, y como siguen las mismas “formas”,17 eso permitió entonces poner en
contacto a dos grupos distintos. Los mexicas creían que las formas tenían descendencia
directa de las de los aztecas, y que eran parte de sus tradiciones, una creencia que
también ha ganado terreno recientemente entre los concheros. Muchos de los concheros
sienten que las ideas mexicas representan un aztequismo demasiado extremo; es decir,
que los mexicas rechazan cualquier aspecto de la danza que tiene orígenes gachupines o
católicos –como las velaciones, las oraciones y, el instrumento central, la concha, por ser
instrumento de cuerdas.
27
En general, los mexicas encuentran dificultad para aceptar la actitud plural de los
concheros, para los cuales la danza es ante todo un hábito. Las afirmaciones de las
creencias concheras tienen una importancia secundaria y para ellos el consenso en este
respecto no es necesario. Contrario a los mexicas, los concheros (sobre todo de la mesa de
Santo Niño) expresan tolerancia hacia estos danzantes que expresan ideas diferentes. Son
130
inclusivos, no exclusivos. Si tienen algunas preocupaciones de índole política, éstas se
refieren a la continuidad interna, es decir a la estabilidad y la sucesión, y no a los asuntos
externos.
28
No obstante, un buen número de concheros se identifican con la meta de la mexicanidad
de recrear las creencias cosmológicas de los aztecas. Para los últimos, Huitzilopochtli, por
ejemplo, no es el dios que pedía sacrificios humanos diariamente para que el sol pudiera
subir, sino una fuerza o energía abstracta y poderosa, y fue descrito por un líder mexica,
Tlakaelel, como la “fuerza de propia voluntad”.18 En general, los mexicas se rehúsan a la
idea de que las deidades tienen cualidades o sustancias antropomórficas, y prefieren
pensar en ellos como representaciones o energías. Algunas de estas representaciones
reflejan aspectos humanos o del ser: Quetzalcóad es reconocido como inteligencia
cósmica, y Tezcadipoca como memoria.19 El movimiento new age (sobre el que
hablaremos más adelante), así como los libros de Carlos Castaneda y otros, 20 sin duda han
ayudado a los mexicas a concebir las energías de la manera en que lo hacen. Es
importante notar que la mayoría de ellos no desean calificar sus creencias como religiosas
o verlas como religiosidad, dado que en sus mentes estos vocablos significan la
hegemonía, represión y manipulación europea (en otras palabras el catolicismo). Un
mexica llamado Texca, del calpulli Cuauhtémoc, me dijo con firmeza que “las religiones no
existen”; sin embargo también opinó que “los concheros no existían”.
29
Los mexicas utilizan la danza para lograr fines políticos; su interés se centra, antes que en
cualquier otro, en la política de identidad, no en la religiosidad. Las formulaciones ideales
y esencialistas que usan (basadas en el antecedente Mexicayott), crean una agenda política,
con la cual realizan proselitismo. Cada danzante aspira a elaborar una identidad que
puede ser representada ante otros por medio de la danza, y con igual importancia puede
ser presentada retóricamente, con la esperanza de que sirva para politizar; es decir,
convencer a otros, convirtiéndolos a su causa. En efecto, han desarrollado una subcultura
propia que impulsa a una forma de protonacionalismo.21 Los mexicas no valoran la danza
en sí como un medio de sabiduría o como fuente de experiencia, sino como un medio para
hacer un proselitismo ideológico. Su manera de bailar no es una reinterpretación del
momento que brota desde el interior del danzante, sino una declaración política
preparada de antemano, más política y externa que espiritual.22
LA INFLUENCIA DE LA MEXICANIDAD RADICAL
30
Uno de los jefes mexica más extremistas y uno de los promotores más fuertes de esta
posición es Tlakaelel, quien muestra una actitud no sólo xenofóbica sino también de
confrontación, aunque su ambición ha sido siempre la de unir a todos los grupos
indígenas de las Amé-ricas.23 Con este objetivo, en 1992 publicó una autobiografía, escrita
con la asistencia de una antropóloga, con el título Nahui Mitl: las cuatro fléchas 24 Su calpulli
fue probablemente mejor conocido en este tiempo por su danza del sol tomada de la
tradición siouxdacota (de Estados Unidos), la cual era muy diferente –no sólo en su forma
sino en su contenido– de la danza del sol de los concheros. Su danza dura cuatro días y los
participantes (sólo hombres) no pueden comer ni beber (ni siquiera agua). Conlleva
además otras formas de autosacrificio: tienen que producirse heridas en brazos y pecho
con el fin de sangrar, y también colgarse de sus espaldas –con cuerdas de maguey– de las
ramas de un árbol durante horas.25 Este ritual supuestamente indígena se desarrolla en
una comunidad cerca de Chalma.
131
31
Durante los años noventa para sorpresa de todos, Tlakaelel empezó a mostrar más interés
en el lado místico y espiritual de la tradición, del cual él se decía el heredero. Cuando
inscribió su asociación In kato-nal (La casa del sol) en 1993, dijo que en efecto “no
adoramos dioses diferentes sino más bien veneramos la expresión del espíritu grande en
la naturaleza y en nosotros mismos”,26 mostrando en esto una clara influencia del new
age.
LA INFLUENCIA DE LA NUEVA MEXICANIDAD O
MEXICANIDAD COSMOPOLITA
32
Otros seguidores de la mexicanidad han sido influidos todavía más por el movimiento new
age. La nueva mexicanidad o mexicanidad cosmopolita no tiene mucho en común con la
mexicanidad extrema. Esta rama es mucho menos nacionalista y política. Sus seguidores
no sólo insisten en orígenes mexicanos, sino que ven a México en un contexto más amplio
y tienen un discurso bastante esotérico y espiritual. Como subcultura, con participantes
predominantemente de clase media, tiene mucha más capacidad para tolerar diferencias.
El personaje más ligado con este movimiento en los primeros años de 1990 fue Antonio
Velasco Piña. Él estaba (y está todavía) involucrado con una variedad de tradiciones
esotéricas del oriente (como el budismo, el hinduismo y la tradición hermética) y con
otras prácticas (como el tai chi, la meditación trascendental y el yoga). En sus novelas
examinó el pasado azteca,27 pero sobre todo se enfocó en lo que tendría que pasarle a
México en el futuro.28 Muchos se entusiasmaron con su mensaje de que México
desempeñaría un papel importante en el futuro del mundo, cuando el centro espiritual se
moviera desde el Tíbet a México, experimentando así una redención espiritual y la
apertura de su chacra. Un ejemplo se observa en su novela Regina, en la cual usa la muerte
de una edecán de los Juegos Olímpicos de 1968 como base de una figura mítica que está
imbuida con fuerza en el esoterismo tibetano. Según él, esta figura estaba predestinada a
actuar como una redentora espiritual y abrir el “chacra de México”. 29
33
De sus escritos se derivó un movimiento llamado “Las Reginas”. Sus seguidores no sólo
celebran encuentros con representantes rituales de varias tradiciones sagradas, también
viajan a los diferentes chacras del planeta y organizan viajes a otros países como Perú
(para ayudar al despertar del chacra de los Andes); asimismo, limpian y purifican los
lugares sagrados de poder en México, como Amatlán, en Morelos. 30 Muchos de sus
seguidores en la década de 1990 eran mujeres de clase media o clase media alta, con
suficiente tiempo y dinero. Velasco Piña, en colaboración con el director del teatro
Nicolás Núñez, desarrolló una forma de danza llamada Cidalmina, una mezcla de danzas
tibeta-nas y concheras. Aquí vemos un ejemplo de sincretismo preformativo, es decir
intencional, entre dos tradiciones danzantes. ¿Pero cómo han afectado las dos tendencias
de la mexicanidad el espacio menos formalizado de las prácticas rituales de los
concheros?
34
En los años noventa, las ideas de los dos hilos de mexicanidad tuvieron varias
oportunidades para influir en los concheros, sobre todo porque todos estaban
involucrados en los mismos eventos culturales, como los días de dignidad y resistencia
para los pueblos indígenas coordinados por el Consejo Restaurador de los Pueblos Indios
(Corepi), en ocmbre 1989.31
132
35
La mesa Insignias Aztecas (que mencionaré más adelante) no sólo ha incorporado hasta
esta fecha diversos elementos mexicas, sino que también ha tenido vínculos fuertes con
varias organizaciones new age –como con el Puente Wirikuta, iniciado por Alberto Ruiz
(miembro del Consejo Tribal Internacional de las Tribus del Arco Iris), y con Emilio Fiel
(líder de una red de espiritualidad alternativa en España).
36
Por su parte, Andrés Segura, un jefe conchero y sobre todo “un hombre conquistador”, ya
había incorporado elementos de mexicanidad desde hacía mucho tiempo y estaba
involucrado con la forma más extrema de la mexicanidad; dio a su mesa el nombre
Xinachtli a principios de 1970 y su apoyo a eventos políticos como las celebraciones a
Cuauhtémoc. Los grupos que él estableció después en Estados Unidos se pueden clasificar
como mexicas y no como concheros. Ellos se interesaban predominantemente en una
espiritualidad (si se le puede llamar así) que tenía fines políticos más que religiosos.
37
Una buena parte de los grupos en Estados Unidos (en Califaslan, Novo Mexicaslan y Texaslan
–nombres dados por Andrés Segura a estos estados frontera–) tienen un mensaje fuerte de
reivindicación del pasado mexicano. Atraen a mexicanos que trabajan allá o que vivían en
el exilio, en particular a gente de la segunda generación, es decir, los chicanos.
38
Sin embargo, esta postura protonacionalista de la mexicanidad extrema no atrae a todos,
sino más bien a los que desean perseguir un tipo de nacionalismo radical con
propensiones milenarias.32 un sinnúmero de grupos o mesas nuevas que han empezado en
México en las últimas décadas han sido influidos con fuerza por la tendencia mexica: no
tienen suficiente conciencia de que la invocación a deidades aztecas (por ejemplo) es una
innovación relativamente reciente. En general, ellos están menos interesados en la danza
como un medio para llegar a un nivel más alto de espiritualidad y la toman más como una
forma de política identitaria y una manera de tener poder personal (“nosotros también
podemos tener un poder como el de los aztecas”).
39
Otras mesas están persuadidas por las prácticas espirituales y el lenguaje del new age, y
no han advertido que esto formó parte de la danza sólo de manera muy reciente. Las
mesas de mayor antigüedad han tenido hasta hace poco tiempo jefes viejos –como la del
Santo Niño de Atocha–, quienes creían que las formas de la danza nunca tenían que
cambiar porque forman parte de una tradición heredada por “nuestros antepasados”.
Estos jefes nunca hubieran permitido el tipo de cambios que han ocurrido después de su
muerte. Al respecto, la mesa del Santo Niño, después del fallecimiento del jefe Ernesto en
1997, se encontraba más abierta a la idea de aprender náhuad, de dar nombres aztecas a
sus danzas y de invocar a deidades aztecas. Esta mesa, como otras, tenía conexiones
fuertes con la mexicanidad cosmopolita durante los años noventa y muchos danzantes
mostraban un deseo de introducir ideas y prácticas no sólo de mexicanidad sino también
del new age.
EL SUFISMO Y LOS CONCHEROS
40
Quisiera ahora seguir un camino un poco diferente, es decir, analizar el encuentro entre
dos tradiciones disímiles: una rama del sufismo y los concheros. Espero mostrar con esto
por qué las ideas de la mexicanidad fueron capaces de impregnar a la tradición de los
concheros, mientras que las del sufismo tuvieron un éxito menor.
41
Un vínculo al parecer fuerte se estableció entre el sufismo del Hal-veti-Jerrahi y la mesa
del Santo Niño en la década de 1980.33 En 1989 la mesa se encontraba muy reducida no
133
sólo en términos de número de danzantes sino, sobre todo, en lo que el jefe llamaba “sus
pilares”. Por su edad, él dependía de estos danzantes, sus capitanes, no sólo para apoyarse
en la danza, sino también en la vida cotidiana. Un considerable número de ellos había
estado con él durante veinte años, y se fueron (sin darle explicaciones) a danzar con los
sufíes en su nuevo centro en el Distrito Federal.
42
La presencia de los sufíes en México se dio cuando Nur (Lex Hixon), un americano rubio y
carismático, llegó como emisario de la orden de la mezquita Al-Farah de Nueva York –
donde él era sheikh (guía espiritual)– con la finalidad de establecer su orden en el DF. Su
viaje a México fue sugerido por los sueños de unos “derviches mexicanos” que vivían en
Nueva York; es decir, danzantes concheros que empezaron a bailar con los sufíes. 34 Como
no había mezquitas en el DF, él deseaba establecerse allí por medio de los concheros.
Parece que su intención al juntarse con los danzantes en el DF siempre fue ganar
miembros para su orden: “conquistar” adeptos (usando una expresión de los concheros)
de una tradición a la otra.
43
De nuevo, lo que las dos tradiciones tienen en común, como con las tradiciones del Tibet,
es que en ambas danzan. No obstante, las danzas de los derviches son muy diferentes a las
de los concheros; son más individualistas, aunque existen también otros tipos de danzas
más comunales. Comparativamente, cuando los concheros forman un círculo y cada quien
tiene que moverse en unión con los demás, un derviche tiende a danzar en un solo lugar y
a buscar un logro interno, y no a alcanzar un estado de intersubjetividad con los demás
danzantes, aunque estar y sentirse miembro de la comunidad es importante. Los sufíes
como los concheros, “rezan con todo su cuerpo” mientras danzan, pero además cantan,
ofreciendo palabras a un solo dios que creen, al igual que los concheros, “se encuentra en
el corazón”.
44
Nur empezó a danzar con el Santo Niño durante su primera visita, y mostró en varias
ocasiones su danza. Aunque bailó un sinnúmero de veces con ellos durante sus
encuentros, se dice que su forma de danzar era siempre sufí; indicativo de su deseo de
propagar su fe. Un nutrido grupo de concheros se sintió atraído a esta otra forma de
danza y a la religiosidad de los sufíes. Después de la apertura de la mezquita, muchos iban
a las sesiones semanales los sábados (mientras que la mayoría de las danzas de los
concheros se llevan a cabo los domingos).
45
La información que tengo de esta época proviene de una danzante con quien conversé en
distintas ocasiones. Ella me explicó que, aunque estaba atraída por los sufíes y se iba a
danzar con ellos, sintió que no era para ella, porque “ser sufí es ser parte del conquistado,
en lugar de ser conquistador”. Quiere decir que juntarse con los sufíes es unirse con una
tradición bien definida, con prácticas de danza formadas de antemano y con una filosofía
muy desarrollada y profunda, y que es, en este sentido, una tradición más hermética al
cambio.
46
Muchos no se sienten así. Margarita, por ejemplo, que enseñaba estudios árabes, estuvo
tan involucrada que con frecuencia dejó de asistir a las danzas de los concheros; sólo
participaba en las obligaciones principales, un requisito rnínimo para alguien recibido en
la danza desde hace mucho tiempo. Ella ha vivido en Nueva York y facilitó, junto con
otros, la visita de Nur.
47
¿Pero por qué tantos danzantes fueron atraídos poe el sufismo? Quizá porque las danzas y
las ideas del camino detrás de ellos no eran totalmente ajenas. También era novedoso,
134
diferente y parecía transnacional o internacional; tenía además el exotismo del otro y no
tenía referencia con México.35
48
Aunque algunos concheros me han dicho que danzando no se puede saber lo que va pasar,
para otros la experiencia de la danza no es así, ni tan abierta ni tan creativa. Por ejemplo,
un danzante me dijo que después de muchos años desempeñando las mismas formas, se
vuelven habituales y un poco aburridas. Esto implicó que experiencias nuevas o cambios
en la danza no fueron suficientemente frecuentes para mantener su interés. Para él, las
danzas de los sufíes le ofrecieron algo nuevo y diferente; una tentación que Nur aseguró
fue llevada hacia el interior del círculo de los danzantes concheros. Según algunos
conche-ros, parte del atractivo radicaba en que era una obligación semanal en un lugar
fijo, en un edificio que estuviera abierto durante la semana; mientras que las danzas de
los concheros se desempeñan en espacios públicos, los cuales se tienen que enmarcar y
limpiar de una manera rimai para cada obligación. Por otro lado, otros rechazaron la
tentación, aunque algunos de ellos participaron en un viaje a Nueva York en 1988
organizado y pagado por los sufíes o Nur. En aquel sitio, el jefe viejo conchero fue
nombrado como sheikh y recibió el nombre de Aziz, en lugar de Ortiz.36
49
Lo interesante de este momento en la danza es que el acercamiento de los sufíes a los
concheros fue, si se puede decir así, asintótico. Nur no tenía interés de unirse con los
concheros, tampoco, al parecer, de introducir elementos sufíes en la danza conchera.
Aunque recibió la bienvenida por parte del jefe, el trabajo de Nur consistió en fomentar la
tradición sufí a la cual él pertenece. Su objetivo fue hacer proselitismo para su propia
danza. Los danzantes que desertaron se encontraron forzados a saltar de una práctica
religiosa a otra da danza), y un gran número no pudo seguir apoyando estas dos exigentes
tradiciones al mismo tiempo.
50
Si tomamos en cuenta la cercanía de ambas tradiciones durante los primeros años de
1990, y que buena parte de los danzantes practicaban una y otra, ¿no es extraño que no se
haya incorporado ningún elemento sufí en las prácticas de los concheros?
51
Durante varios años, pareció que los sufíes les “ganarían” a los concheros; pero con el
tiempo, para muchos de los que desertaron, la novedad se disipó y comenzaron a sentirse
atrapados, y empezaron a “regresar al redil”, donde el jefe los esperaba con paciencia.
52
Nur había estado involucrado con varias tradiciones espirituales que él llamó “mundos
sagrados paralelos” –vajrayama budismo, ra-makrishna vedanta, ortodoxo cristianismo
del Este y el orden jerrahi de los sufíes–,37 y obviamente pensó que una hibridación
hubiera sido posible cuando escribió el poema “El círculo del encuentro” usando el idioma
tanto de concheros como de sufíes:38 “Los integrantes de este círculo de acercamiento, los
Derviches universales del globo entero, son los invitados a la tertulia de trascendencia”. 39
53
Nur murió en 1995 y la orden está ahora liderada por dos mujeres de la ciudad de México.
Sin duda algunos fueron atraídos por el carisma personal de este personaje, ya que los
danzantes, por ejemplo, desertan de una mesa conchera cuando un jefe carismático
muere. Quizá la enseñanza con la que Nur venía era muy distinta y demandante, aunque
es verdad que otorgó a algunos danzantes un lenguaje con el cual pueden hablar de la
danza de los concheros. De los que desertaron, algunos volvieron después por la
influencia de la mexicanidad, precisamente, pues ésta añade una ideología más pertinente
a la danza de los conche-ros, y que comienza a aparecer cada vez más durante este
momento, dándole una nueva vida. La danza es de esta manera más animada y no
solemne, pausada o muy ritualizada, y resulta así más interesante. En el caso del grupo de
Santo Niño quizá era también más atrayente porque se hacía paulatinamente más política
135
con nuevos nombres, lemas y creencias (los concheros fueron claramente nacionalistas en
el pasado según fotografías de 1950 y 1960, donde se observan con sus propias banderas y
en ocasiones portando la bandera nacional).
54
Estos danzantes también regresaron a la conchería porque finalmente el sufismo era una
religiosidad extranjera que no había sido tan internacionalizada como las creencias del
new age; asimismo, el sufismo no está abierto al tipo de cambios que en las tradiciones
orales pueden crecer y cambiar con el tiempo por medio de sus prácticas; los danzantes
no pueden conocerlo como conocen su danza, atada a su propia cultura.
FOTOGRAFÍA 7. Danzantes en Santiago Tlatelolco en 1958, nombre de mesa desconocido. Fotografía
de Ruth Lechuga.
LA DIFUSIÓN HACIA EL EXTRANJERO, LOS
CONCHEROS EN EUROPA
55
No sólo se trata de una (diseminación desde adentro sino también hacia afuera. La danza,
encontrada desde mediados del siglo XX, con predominio en el DF y sus alrededores, así
como en el Bajío, se difundió y en la actualidad se encuentra no sólo en muchos lugares en
México, incluyendo los estados de Jalisco (sobre todo en Guadalajara), Michoacán y
Yucatán (en Cancún por ejemplo), sino también en Estados Unidos, como en Chicago y sus
alrededores, en Los Angeles y otros lugares de California. Este esparcimiento se da por el
intenso proselitismo del jefe Andrés Segura (ya difunto), y por tanto la danza se
encuentra en todos los demás estados estadounidenses que tienen frontera con México. 40
La diseminación de la danza ha creado una red amplia de conexiones internacionales que
ha sido facilitada por la posibilidad de hacer viajes económicos, el desarrollo de la
Internet y el correo electrónico. En fechas recientes han aparecido también mesas en
Europa, como en España y Alemania.
56
En Alemania, el maizal teutón fue formado en 1990 por una danzante mexicana, Sadie
Sésin, quien se fue a vivir y a trabajar a Ham-burgo, ciudad alemana. Ella fue nombrada
136
como representante del grupo del Santo Niño por el viejo jefe. En este momento la mesa
era pequeña, constaba de trece danzantes quienes se encontraban repartidos entre
Hamburgo y Berlín: siete alemanes y tres mexicanos.41 Sadie Sésin viaja a México una vez
al año mientras que, por ejemplo, una de las danzantes alemanas, Ángela Bruhn, danzaba
en México y por un tiempo incluso actuó como sahumadura (mientras trabajaba en su
tesis de licenciatura). Las formas de las danzas que ellos siguen son exactamente como las
que se desempeñaban en la mesa de México en los años noventa, aunque acuden a lugares
alemanes y hablan en alemán; no obstante, cantan la mayoría de las alabanzas en español.
42
57
El norte de Alemania es predominantemente protestante, por tal motivo tiene una menor
tradición católica que México. Dado que la mesa no tiene ninguna intención de afiliarse
con iglesias católicas locales –aunque se danza en conformidad con la mesa en DF y
también con la mesa en España, previamente establecida–, ¿puede la danza mantener la
cualidad viva y autóctona que tiene en México?, ¿es posible que una tradición religiosa
popular pueda ser algo más que folclórica cuando se recrea en otra parte?43
58
La situación del grupo en España es posiblemente un poco diferente. No sólo es España un
país católico sino que además se habla el castellano. Los primeros contactos con España
fueron establecidos en 1978 cuando algunos miembros de la mesa del Santo Niño se
fueron a Santiago de Compostela para seguir la ruta de peregrinación y mostrar su danza.
Después de otra visita en 1992, en conformidad con la mesa mexicana, Insignias Aztecas
formó una mesa española llamada La Santa Cruz Espiral del Señor Santiago de
Compostela. Esta mesa se encuentra todavía muy viva bajo la dirección de su jefe Emilio
Fiel (conocido como Miyo), y sus integrantes fueron reconocidos en 2006 como danzantes
de tradición por uno de los jefes mayores en el DF, el Jefe Luna de la palabra de Santiago
Tlatelolco.44 El oratorio central de los concheros de España se encuentra en la ciudad de
Zaragoza, donde cada semana tienen ensayos a los cuales acuden alrededor de cien
danzantes.45 Danzan para el Señor Santiago de Compostela y para la virgen del Pilar en
octubre, en Zaragoza, donde también participan en fiestas culturales; en 2006, por
ejemplo, aparecieron al lado de gigantes y “cabezudos” (tradicionales personajes en las
fiestas de España), además en un circo (un sinnúmero de mesas en México están invitadas
para apoyar eventos culturales).46 Anualmente, desde hace catorce años, un grupo de
entre trece y treinta danzantes viaja a México para danzar y cumplir con una de las
obligaciones principales en el santuario del señor de Chalma.
59
La mesa de Alemania fue creada en sus nuevas locaciones a imagen de la mesa de Santo
Niño de Atocha en México como era en los años noventa, la mesa de España y la de
Estados Unidos (con algunas excepciones) son de índole un poco diferente. Desde el
principio mostraron el mismo influjo y tipo de cambios ocurridos a gran parte de los
grupos de México, incluyendo a Insignias Aztecas, abiertos a las diversas influencias de la
mexicanidad y el new age.47
60
Por otro lado, los danzantes en Alemania siguieron las formas enseñadas por el viejo jefe
Ernesto en los años noventa y puede decirse entonces que este grupo tiene una posición
muy similar a la del sufismo en México: una danza ligada a prácticas religiosas ajenas que
se encuentra en otro país. Indicativo de cuán cerrado está el grupo de Alemania a nuevos
cambios (y quizá entonces reinvindicativo o folclórico) es el hecho de que todavía existen
alrededor de cinco danzas que se dice ya han desaparecido en México. Algunos de los
danzantes son mexicanos (o tienen lazos con México) y mantienen contacto con el grupo
137
madre del Santo Niño de Atocha de la ciudad de México, pero aparentemente han
decidido no seguir los cambios que han ocurrido en este grupo.
REFLEXIONES FINALES
61
Lo que se ha mostrado aquí es que aunque la danza y sus prácticas en diversas mesas
concheras han experimentado numerosos cambios en las últimas dos décadas todavía no
está abierta a cualquier influencia.
62
La danza conchera y sus prácticas rituales de la mesa del Santo Niño han ido cambiando
desde una religiosidad popular con raíces católicas a una tendencia mexicanista que tiene
una agenda más política. Los cambios graduales que ocurrieron durante el siglo XX
mostraron un proceso lento de absorción. La tradición se desarrollaba poco a poco
mientras que algunos elementos se incorporaban de una manera bastante casual desde
fuentes diversas bajo condiciones que no amenazaran las bases católicas de la danza –
como por ejemplo los elementos new age, que representan un lenguaje internacional–. Lo
importante para los seguidores del new age es lograr “la unidad esencial de los seres
humanos, quienes tienen que rechazar diferencias étnicas o de la nacionalidad”. Para
ellos la espiritualidad o autoconciencia viene desde adentro o de la propia experiencia. 48
63
Aunque muchas de las creencias y prácticas de la mexicanidad han sido tomadas de las
mismas fuentes históricas que influyeron a los concheros durante mediados del siglo XX,
como movimiento no desafían las prácticas y creencias de estos últimos por medio de un
ataque frontal. La tradición de los concheros ha sido siempre algo fluida, abierta a
cambios y con una capacidad de adaptarse al zeitgeist del momento, pero también siempre
ha tenido una tendencia a resistir un ataque del otro, como el del sufismo. En este caso,
parece que Nur Al-Jerrahi no estaba preparado para construir una forma híbrida como
átlalmina (danza híbrida de influencias tibetanas y concheras), quizá por ser danzas
ligadas a un cuerpo de creencias muy diferente.
64
La reacción de los concheros enfrentándose con los mexicas al inicio fue muy parecida a
la que tuvieron con los sufíes; pero, como hemos visto, poco a poco se fueron
incorporando cada vez más elementos de la supuesta religiosidad de la mexicanidad en
sus creencias y prácticas, aun cuando en realidad nadie puede reintroducir las formas de
las danzas aztecas aunque sean autóctonas, porque como dice Lock-hart, la danza no deja
rastros tangibles.49
SITIOS WEB
65
(http://www.nurashkijerrahi.org).
66
Fiestas del Pilar, 2006 (http://wwwfiestasdelpilar.com/asp/programacion_completa.asp?
fecha=15/l-/2006).
67
AUDIO
68
El águila blanca. Conjunto los concheros de Ernesto Ortiz Ramírez. México: Bertelsmann de
México S.A. de C.V., 1993 (esta cinta apareció por primera vez en 1969).
138
BIBLIOGRAFÍA
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139
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Warman, Arturo. La danza de moros y cristianos. México: INAH, 1972.
NOTAS
1. David Stoll. Is Latin America Turning Protestant? Berkeley: University of California Press, 1990;
David Martin. Tongues of Fire: the Explosion of Protestantism in Latin America. Oxford: Basil Blackwell,
1990; G. Giménez. Identidades religiosas y sociales en Mexico. México: Instituto de Investigaciones
Superiores-UNAM, 1996.
2. Este capítulo consiste en una versión de la ponencia preparada para el Coloquio Internacional,
“Transnacionalizacion de las prácticas religiosas neo-tradicionales”, Guadalajara, febrero de
2007, del grupo de investigación sobre “Translocalización y relocalización de lo religioso”,
México, DF, mayo de 2006. Quisiera agradecer a Renée de la Torre, Cristina Gutiérrez Zúñiga y Kali
Argyriadis por su invitación a asistir a ambos y las revisiones sugeridas. También quisiera
agradecer a Iván Ureta Vaquero y a Renée de la Torre por su ayuda con la traducción, aunque en
principio la traducción era mía. Este capítulo está basado en trabajos de campo llevados a cabo en
la ciudad de México (durante seis meses en 1989-1990 y posteriormente por periodos más cortos
en 1993, 1995, 2001, 2002 y 2006). Me concentré en el grupo del Santo Niño de Atocha, con quien
dancé en el DF. Mis datos provienen en gran medida de sus danzantes. Una monografía se
publicará por parte de la Universidad de Colorado en su serie Mesoamerican Worlds: From the
Olmecs to the Danzantes. El libro se enfoca en la organización del grupo, su lugar en la
organización mayor, sus rituales y actividades culturales, el significado sobre la ropa y la danza
expresado por quienes están involucrados, las luchas por el poder que han formado y siguen
formando las varias mesas, la historia del grupo en el contexto más amplio de la danza en general
y los vínculos de los concheros con la mexicanidad.
3. Es difícil categorizar la danza de concheros como una tradición o neotradición, porque el
cambio depende del punto de vista del analista o quizá, de forma más importante, del de los
participantes. Cuando comencé a danzar en la mesa del Santo Niño me di cuenta de esto porque
se discutía que la danza nunca cambia; sin embargo, probablemente ello se debe a que en ese
momento estaba cambiando rápidamente.
4. Paul Connerton. How Societies Remember. Cambridge: Cambridge University Press, 1989, p. 102.
140
5. Arturo Warman. La danza de moros y cristianos. México: INAH, 1972; M. Harris. The Dialogical
Théâtre: Dramatisations of the Conquest of Mexico and the Question of the Other. Londres: St. Martin’s
Press, 1993.
6. Martha Stone. At the Sign of Midnight The Concheros Dance Cult of Mexico. Tucson: The University
of Arizona Press, 1975, p. 208.
7. Y más tarde de una manera más amplia en el mundo teatral. Vid. De la Torre en esta obra.
8. A. Solorzano y R. Guerrero. “Ensayo para un estudio sobre la ‘danza de los concheros de la Gran
Tenochtitlán’”. Boletín Latino-Americano de Música. Montevideo-Río de Janeiro, vol. 5, 1941, pp.
449-476.
9. Susanna Rostas. “‘Mexicanidad’: The Resurgence of the Indian in Popular Mexican Nationalism”. Cambridge Anthropology. Cambridge, vol. XXIII, núm. 1, 2002, pp.20-38.
10. Solórzano y Guerrero, op. cit., p. 475.
11. El Águila Blanca. Conjunto los concheros de Ernesto Ortiz Ramírez. México: Bertelsmann de
México S.A. de C.V., 1993. Esta grabación apareció por primera vez en 1969.
12. El compadre Ernesto ha bailado desde muy pequeño y ha sido jefe de la mesa de San Juan de
los Lagos desde 1922, pero decidió, después de que su oratorio se quemó, unirse a la mesa del
Santo Niño de Atocha en 1948. El jefe Gabriel Osorio –su cuñado– murió en 1958 y su esposa
Dolores lo sustituyó como jefe, pero ella también murió en 1973. En 1980 levantó de nuevo el
estandarte de la virgen de San Juan de los Lagos, adoptando la imagen del Santo Niño de Atocha
en recuerdo de su hermana.
13. Eric Hobsbawm y Ranger Terence. The Invention of Tradition. Cambridge: Cambridge University
Press, 1992; Benedict Anderson. Imagined Communities. Londres: Verso, 1983.
14. Lina Odena Güemes. Movimiento Confederado Restaurador de la Cultura de Anáhuac. México: CIESAS
, 1984.
15. María del Carmen Nieva. Mexicayotl. México: Editorial Orión, 1969.
16. Ibid, pp. 223-224.
17. Esta es una palabra usada por los concheros para significar no sólo las formas y patrones de
las danzas, sino también las de las alabanzas.
18. Yolotl González Torres. “El movimiento de la mexicanidad”. Religiones y sociedad. México:
Secretaría de Gobernación, 2000, núm. 22, pp. 9-35, citando de un artículo de Izkalod, 1995.
19. V. Linares Aguirre. “Acerca de la raíz: Teod o Deo Ignoto”. Ce-Acatl. México, núm. 67, 1995, pp.
5-7.
20. Carlos Castaneda. A Separate Reality. Londres: The Bodley Head-Penguin Books, 1971.
21. Susanna Rostas, op. cit., pp. 20-38.
22. Susanna Rostas. “Perforrning Mexicanidad: Popular ‘Indigenismo’ in Mexico City”. V .
Napolitano y X. Leyva Solano (eds.). Encuentros antropológicos: Power, ldentity and Mobility in Mexican
Society. Londres: Institute of Latin American Studies, 1998, pp. 56-68.
23. Dice que él como han hecho muchos otros, era el fundador del MCRA nombrado luego el
Movimiento Confederado Restaurador de la Cultura del Anáhuac ( MCRCA).
24. Patricia Heuzé Vid. Tlakaelel (Feo. Jiménez), Isabel Luengas y Gertrude Zenzes. Patricia Heuzé
(coord.). Nahui Mit! (Las cuatro flechas). México: UAM, 1992.
25. Francisco de la Peña Martínez. “Le mouvement de la mexicanité ou l’invention de l’autre:
neo-tradicion, millénarisme et imaginaire indigène”. París: École de Hautes Études en Sciences
Sociales, 1999, p. 149 [tesis de doctorado]; E. Gonzalez Torres y Y. Acevedo Martínez. “In Kaltonal:
‘La Casa del Sol’ Iglesia del Movimiento de la Mexicayotl”. México: EN AH, 2000 [tesis de
licenciatura].
26. De la Peña, op. cit., p. 22.
27. Antonio Velasco Piña. Tlacaélel. México: Editorial Jus, 1979.
28. Antonio Velasco Piña. El despertar de Teotihuacán. México: Editorial Jus, 1990; y El retorno de lo
sagrado. México: Círculo Cuadrado, 1994.
141
29. Antonio Velasco Piña. Regina. México: Editorial Jus, 1987; Ayocuan (seudónimo de Antonio
Velasco Piña). La mujer dormida debe dar a luz. México: Editorial Jus, 1972.
30. De la Peña, op. cit., p. 245.
31. El Corepi ligado con el PIPI (Frente Independiente de los Pueblos Indígenas) y con la
participación también de muchas comunidades indígenas y de la Asamblea de Barrios con su
activista, Superbarrio vestido como superhombre. Corepi organizó conferencias informativas y
danzas, entre otras cosas.
32. De la Peña, op. cit., p. 5.
33. El sufi orden Nur Ashki Jerrahi es una orden mística de derviches fundado por Nur Al-Anwar
Al-Jarrahi y Fariha Al-Jerrahi en los años ochenta. Ellos recibieron “transmisiones directas” del
Gran Sheikh Muzaffer Ozak Al-Jerrahi de Istanbul, Turquía, heredero de Muhammad Nureddin
Al-Jerrahi, quien fundó la orden en el siglo XVII. Los derviches han viajado siempre celebrando
dhikrs (recuerdos de Dios) y son tolerantes de otros caminos hacia Dios. Se dedican al amor divino
y a la cultivación del corazón (http://www.nurashkijerrahi.org).
34. Nur Al-Jerrahi. Recolección de la miel, el camino sufi del amor. México: Orden Halveti-Jerrahi de
México, 1989, p. 8.
35. Precisamente la razón por la que yo inicié mi estudio de los concheros fue por sus cualidades
autóctonas.
36. Nur Al-Jerrahi, op. cit.
37. (http://en.wikipedia.org/wiki/Nur_al-Anwar_al-Jerrahi), 2007.
38. Nur Al-Jerrahi, op. cit., pp. 77-84.
39. Ibid., p. 79.
40. Vid. la contribución de Renée de la Torre en esta obra para más detalles de los grupos en
Estados Unidos.
41. Hay también un español, un colombiano y un venezolano.
42. Sésin, comunicación personal, 12 de febrero de 2007.
43. Por folclórica quiero decir una tradición que se tiene que preservar siguiéndola al pie de la
letra, la cual no puede ser más que estática porque no está enclavada culturalmente ni ha
cambiado al ritmo de la cultura.
44. La palabra de Santiago Tlatelolco también pertenece a “La Gran Tenochtitlan”. Mucha de la
información en esta parte viene de mi correspondencia con Miyo, por correo electrónico, 13 de
febrero de 2007.
45. En total consta de alrededor de 200 integrantes, divididos entre diez grupos regionales,
algunos reconocidos como mesas independientes.
46. Fiestas del Pilar, 2006 ( http://www.fiestasdelpilar.com/asp/programacion_completa.asp?
fecha=15/l-/2006).
47. Vid. Renée de la Torre en esta obra. 222
48. Paul Heelas. The New Age Movement: the Célébration of the Self and the Sacralisation of Modernity.
Oxford: Basil Blackwell, 1996, pp. 15-18.
49. James Lockhart. The Nahuas after the Conquest: A Social & Cultural History of the lndians of Central
Mexico, Sixteenth through Eighteenth Centuries. California: Stanford University Press, 1992, p. 374.
142
AUTOR
SUSANNA ROSTAS
University of Cambridge
143
¿Dónde vive Chikon Nangui?
Trayectos, intercambios y translocalización de prácticas religiosas entre
los mazatecos del sur de veracruz
María Teresa Rodríguez L
1
Nuevo Ixcatlán, Veracruz, es un poblado fundado en 1955 por familias mazatecas
reubicadas desde el municipio de San Pedro Ixcatlán, Oaxa-ca. Como consecuencia de la
construcción de la presa hidroeléctrica “Miguel Alemán”, fueron movilizados alrededor
de 20 000 habitantes de los municipios de Jalapa de Díaz, Soyaltepec, San Pedro Ixcatlán e
Independencia. Las partes más altas de este territorio permanecieron habitadas, ya que
no fueron alcanzadas por el agua de la presa, de manera que en San Pedro, el Viejo
Ixcadán, en la actualidad el número de habitantes es de alrededor de 10 000, cifra similar
a la que tenía antes de que se llevara a efecto la movilización de una parte de su población
hacia el predio Yogopi, en el municipio de Playa Vicente, Veracruz, ubicado a 210
kilómetros de distancia.
2
Acmalmente el poblado de Nuevo Ixcadán cuenta con 3 600 habitantes aproximadamente,
de los cuales por lo menos 70 % son indígenas mazatecos (a partir del criterio lingüístico).
1
Se trata de una localidad con membresía abierta a otros tipos de población, ya que
algunos años después de su fundación recibió inmigrantes de distintas regiones del país,
en especial de los estados de Jalisco y Michoacán, así como de la propia entidad
veracruzana.
144
MAPA. Ubicación de San Pedro Ixcadán, Oaxaca, y Nuevo Ixcadán, Veracruz.
3
En esta localidad operan mecanismos y categorías de diferenciación étnica entre los
indígenas mazatecos y la población mestiza, sin embargo, en determinados momentos de
la historia local, el pueblo en general ha manifestado su adhesión a una identidad étnica
específicamente mazateca, estrategia que ha sido instrumentada en espacios y tiempos
concretos de negociación política.
4
La diversificación laboral incluye quehaceres ocupacionales que sólo en escasa medida
corresponden al trabajo agrícola de la milpa maicera; predominan los pastizales y los
cultivos comerciales y día con día se acentúa la emigración de la población masculina
joven hacia la capital del país o hacia Estados Unidos. Un gran número de las familias
mazatecas relocalizadas en Nuevo Ixcatlán vendieron los predios de diez hectáreas que les
fueron otorgados por la Comisión del Papaloapan en la época de la movilización. La
llegada de colonos mestizos suscitó una fuerte presión sobre las parcelas indígenas, de
modo que al paso del tiempo éstas se fueron perdiendo ante operaciones de compraventa
sumamente ventajosas para los nuevos rancheros, quienes de esta manera lograron
conformar extensos pastizales para sus hatos ganaderos.
5
Hoy, gran parte de los jóvenes de Nuevo Ixcadán emigra de la localidad para trabajar en
las factorías o en la industria de la construcción en la ciudad de México, o bien como
trabajadores indocumentados en Estados Unidos, principalmente en el estado de Indiana.
Los pobladores indígenas que permanecen en el pueblo se dedican al trabajo asalariado en
los ranchos ganaderos, a la crianza de algunas cabezas de ganado en terrenos arrendados,
al pequeño comercio y a la prestación de servicios en el sector terciario. Para muchas
familias indígenas, es fundamental para su supervivencia el envío de las remesas que
efectúan los familiares que han emigrado.
6
Por otra parte, la relación con el pueblo de San Pedro, el Viejo Ixcatlán, es variable y
diversa: mientras algunas familias mantienen vínculos fuertes y se desplazan de un punto
a otro con cierta regularidad, otras han visto fracturadas del todo sus redes parentales y
los nexos con los pobladores que quedaron en la región mazateca de Oaxaca. Todos, sin
145
embargo, coinciden en su adscripción identitaria al lugar de origen de sus ancestros,
señalando que ellos son más oaxaqueños que veracruza-nos, y que la vida en aquellas
tierras –de las que fueron forzosamente movilizados– era menos difícil y más confortable
que las calurosas llanuras del sotavento. La nostalgia por el terruño se acompaña casi
siempre de un discurso victirnizante que se añade a su principal referente de
identificación común.2
7
En este trabajo se busca responder a algunos cuestionamientos relacionados con la forma
en que los habitantes indígenas de Nuevo Ixcatlán han llevado a efecto un proceso de
relocalización de elementos de su tradición cultural y pensamiento religioso, hacia un
contexto físico y sociocultural distante de los referentes míticos principales de su zona de
origen. Huelga decir que su cosmovisión3 no puede estudiarse como una totalidad
homogénea, puesto que es eco de las contradicciones resultantes de la asimetría
económica y cultural en que se ubican las poblaciones indígenas en el contexto nacional.
Por otra parte, en el campo de las reinterpretaciones simbólicas es necesario considerar
las prácticas y creencias religiosas como resultado de un ejercicio vinculado al poder,
reelaborado ante las acciones de la jerarquía eclesiástica.4
8
Se analizan aspectos de la religiosidad actual de los habitantes de Nuevo Ixcadán, al
considerar que ésta es resultado de un doble proceso de translocalización: por una parte,
el legado del pensamiento mítico mazateco en un nuevo espacio físico de colonización, y
por otra, la apropiación y reelaboración del catolicismo en la vertiente del Movimiento de
Renovación Carismática, introducido en la región a mediados de los años setenta del siglo
XX. Interesa mostrar cómo ha perdurado una parte del trasfondo simbólico del
pensamiento maza-teco, reproduciéndose más allá de la aparente desaparición de su
causalidad, pero no desde una fórmula lineal, sino mediante fisuras, discontinuidades y
correlaciones. A partir de observaciones etnográficas, ha sido posible detectar algunas de
las conexiones interpretativas que han desarrollado los individuos en cuestión, con la
finalidad de tender puentes y construir una significación propia, de forma que sus
intereses, valores y creencias aparezcan como congruentes y complementarios. 5
9
En estas páginas se examinan aspectos de dicho proceso de rese-mantización y
relocalización de prácticas y representaciones que proceden de distintas tradiciones
religiosas, y que confluyen en un determinado contexto histórico y geográfico. No es la
intención reificar la tradición en aras de una división binaria entre tradición y
modernidad, la cual en ocasiones sostiene la existencia de oposiciones análogas entre
ritual y racionalismo, emoción y razón, magia y ciencia. Estas oposiciones pasan por alto
el hecho de que las tradiciones y las modernidades son el resultado de las energías
combinadas de los grupos superordinados y subordinados.6
10
En el caso que nos ocupa, un sector de la población se mantiene ferviente al corpus de
conocimientos y prácticas religiosas tradicionales, en las cuales tiene un papel primordial
la creencia en Chikon Nangui, “Dueño del Cerro”. Por su parte, otro sector ha optado por
adherirse al catolicismo oficial en su vertiente carismática, respondiendo al proselitismo
y al ejercicio de las instancias eclesiásticas que desaprueban los rituales y dogmas
provenientes de la tradición indígena.7 Dicha situación no ha estado exenta de tensiones y
conflictos, y es evidencia de que los procesos de translocalización de prácticas religiosas
se traducen a menudo en luchas de poder en el seno de los contextos específicos en que se
desenvuelven. Por otro lado, es preciso observar, como señala Capone, que la identidad
religiosa es producto de una elaboración y regeneración constante de los diferentes
segmentos que componen el universo religioso.8
146
11
Veremos pues que una parte de los habitantes de Nuevo Ixcadán optó por subrayar la
continuidad de un acervo mítico y religioso que los vincula con sus antepasados y con su
tierra de origen. En esta operación, han tomado elementos de dicho acervo
confrontándolos con la experiencia de la desterritorialización.
12
Por otra parte, la inserción en un nuevo contexto social y físico generó un proceso
dinámico de redistribución social y política de los diferentes sectores de la población
reacomodada, en combinación con otros actores sociales insertos en el ámbito local y
regional. Dicho proceso polimorfo ha repercutido en los procesos sociales de transmisión
cultural y en la reconstitución de los lazos sociales entre las familias mazatecas. De allí
que figuras como la libre adhesión a un grupo religioso, como lo es el Movimiento de
Renovación Carismática, se han impuesto sobre la pertenencia a una tradición
preconstituida. Este movimiento traduce la regresión del ascendente religioso en la
definición de la identidad colectiva.9 Las situaciones generadas por la desterritorialización se expresan, en síntesis, en evoluciones muy sensibles a corto plazo,
especialmente en el campo de la religión y en la transmisión de otros aspectos de la
tradición mazateca.
13
Este trabajo es parte de los resultados de una investigación etnográfica bisituada entre el
poblado de San Pedro, el Viejo Ixcadán –ubicado en la orilla sureste de la presa “Miguel
Alemán” en la mazateca oaxaqueña–, y Nuevo Ixcadán, congregación del municipio de
Playa Vicente, en el sur de Veracruz,10 una de las zonas de reacomodo de la población
mazateca movilizada. A través de esta mirada de ida y vuelta, se aportan elementos para
una etnografía del itinerario transcultural11 de los mazatecos reubicados en Nuevo
Ixcadán, quienes han desarrollado estrategias acomodativas –no siempre exitosas– de
ciertos componentes del bagaje cultural y acervo mítico que los vinculan con su territorio
originario.
EL CERRO RABÓN. MORADA DE CHIKON NANGUI
14
—¿Usted cómo aprendió a curar? –Pregunté a don Gaudencio, un reconocido curandero de
San Pedro Ixcadán, en la subregión de la Mazateca Baja, en el estado de Oaxaca.
15
—Yo creo que es como una herencia que yo traigo, porque mi papá, mi abuelo, mis tíos,
todos fueron curanderos. Pero además un día me desmayé, estuve como una semana
dormido y ahí fue donde me revelé muchas cosas, ahí aprendí cómo curar.
16
—¿Vio a alguna persona mientras estaba desmajado?
17
—Vi el cielo, la tierra, vi varias personas como reyes, esos son los que mandan. Tiene un
rey, un espíritu la tierra. Por eso se enferma uno, por los reyes, los chaneques que tiene la
tierra, cuando una persona se cae, se asusta y ahí es cuando se enferma. A ellos se les pide,
se les ruega para que devuelvan el espíritu del enfermo.
18
—¿Ellos se parecen a nosotros los humanos?
19
—Son hombres, son personas, pero no son iguales a nosotros, tienen unas caras muy
diferentes.
20
—¿Pero cómo son, son altos o bajitos?
21
—Algunos, algunos son altos, la mayoría no crecieron desde que el Dios hizo la tierra y el
cielo, se quedaron chiquitos, algunos son chapa-rritos y gorditos, algunos son delgaditos.
147
El encabezado de todos es un rey, el Chikon Nangui, le decimos en dialecto, y los que son
como sus soldados se llaman chikones.
22
—¿El rey que vive en el Cerro Rabón es otro, o es el mismo?
23
—Es el mismo, vive ahí pero tiene sus soldados, su gente, algunos pertenecen al río, otros
al cerro, están divididos como nosotros, aquí por ejemplo es San Pedro, allá es Tuxtepec.
24
—¿El rey tiene esposa, tiene familia?
25
—Sí tiene, por eso también ellos viven, porque tienen su familia. Pero no es igual como
nosotros que tenemos hijos y año con año hay niños, ellos tienen familia pero ya son
contados.12
26
El complejo cerro con sus referentes naturales –manantiales, cuevas y árboles sagrados– y
simbólicos –como símbolo emblemático condensador de los ancestros tutelares y los
santos patronos protectores– ocupa un lugar clave en la cosmovisión, ritualidad y
representación del espacio en el pensamiento religioso de distintas culturas indígenas de
tradición mesoamericana. Las concepciones relativas a los “dueños de los cerros” se
sitúan en el contexto de esta tradición religiosa.13 En el marco de esta tradición, se
reconoce a las cuevas como marcadores espaciales y temporales entre dos ámbitos
delimitados de la cosmografía mesoamericana: la exterioridad y la profundidad, lo
temporal y lo intemporal, lo profano y lo sagrado. Representan la entrada al infra-mundo
y a las entrañas de la tierra, lugar de origen y reproducción de los animales silvestres, la
vegetación y las divinidades. Para distintos pueblos indígenas contemporáneos, el
subsuelo es la morada de los dueños de la tierra, equivalente al Tlalokan de los pueblos
nahuas precolombinos, el paraíso silvestre, lugar de mantenimientos.
27
Las cuevas son por lo tanto umbrales, puntos de transición entre el ámbito subterráneo y
la superficie terrestre, son además los surtidores de donde emanan los vientos y las
lluvias. El simbolismo mesoameri-cano vincula a las cuevas y los cerros como unidad
conceptual y como las partes más significativas del paisaje. 14
28
Los dioses de este complejo tienen como su principal refugio o morada las entrañas de la
tierra, o bien un gran cerro, en cuyo interior se atesoran formidables riquezas vegetales,
multitud de animales silvestres y domésticos, y prolíficas corrientes de agua. Al tiempo
que cumplen la función de guardianes de dichos caudales y tesoros, estas deidades
infringen castigos cuando no se realizan adecuadamente los rituales propiciatorios
prescritos. Su dimensión ambivalente se expresa en el intercambio simbólico que
precisan realizar con los seres humanos, a cambio de beneficios materiales o poderes
extraordinarios. Es necesario para ello la intervención de un mediador, un especialista en
la unión de los dos mundos y en la gestión del infortunio que en ocasiones causan
aquellos seres a sus desafortunadas víctimas.15
29
En la tradición de los pueblos mazatecos, cada una de las tres su-bregiones que integran la
región mazateca16 cuenta con un cerro que es la montaña de mantenimientos o su centro
emblemático: el Cerro Rabón en la subregión Baja, el Cerro San Martín Caballero en la
Media, y el Cerro de la Adoración en la Alta.17 Estas grandes cumbres sagradas constituyen
el eje de una línea en cuyo extremo occidental se encuentra el Volcán de los Tuxdas, o
Volcán San Martín, ubicado en la región de Los Tuxdas, al sureste del estado de Veracruz.
Algunas versiones señalan que en esta montaña reside el dios del trueno, y que cuando
resuena en el interior de su cráter, le responden las cumbres mazatecas. Otras versiones
aseguran que este volcán es la morada del Padre Eterno, señor de los arquetipos en plata
de todos los seres vivos que existen en el mundo.18
148
30
Chikon Nangui o Chikón Tokosho vive en el interior de los cerros mazatecos; su forma de
vida emula las características de la vida campesina: se rodea de campos sembrados de
maíz y café, bosques, pastizales y ganado vacuno, y un núcleo familiar extenso cuyos
conflictos amorosos y domésticos se expresan en distintos relatos de su tradición oral. 19
Los chikones son parejas de dueños, deidades menores que constituyen el séquito de
Chikon Nangui y cuyo dominio se asigna a lugares específicos del bosque o de la selva,
cruces de caminos, ríos y manantiales. Estos personajes son concebidos de forma
ambivalente como justos y protectores, caprichosos y peligrosos. Corresponden al gran
complejo de seres húmedos, fríos y nocturnos, al dominio del crecimiento y la
reproducción.20
31
Como decía don Gaudencio, Chikon Nangui es como un rey que gobierna en el monte y
que pastorea a los animales silvestres, a los cuales cuida y mantiene como si fueran su
ganado. Es el jefe máximo de los chikones. En general, los chikones son semejantes a los
humanos, pero de color oscuro, muy bajitos; eran los habitantes del mundo cuando aún
no había luz, antes de que Dios creara el día y la noche y el cielo y la tierra. 21 El Chikon
Nangui también habita en las pochotas, árbol sagrado de los mazatecos. En algunas
localidades de la serranía maza-teca se denomina a este personaje como “El Güero”,
debido a que se supone que sus cabellos son muy rubios, o casi blancos.
32
Determinados rituales se dirigen a Chikon Nangui y particularmente a los chikones
asignados a lugares definidos, para que devuelvan a los espíritus humanos que se pierden
o espantan en el bosque, o cerca de los ríos y manantiales, provocando severos trastornos
en la salud de las personas afectadas. Algunos otros rituales se vinculan con el calendario
de las actividades agrícolas: antes de preparar el terreno para la siembra se realizan
ofrendas para solicitar permiso a estos dueños sobrenaturales, y prevenir de este modo el
hecho de incurrir en una trasgresión que pueda afectar la productividad del suelo. El
momento de la cosecha es motivo, asimismo, de un ritual de agradecimiento a Chikon
Nangui.
33
Para los ixcatecos (gentilicio que designa a los habitantes tanto del Viejo como del Nuevo
Ixcadán), el Cerro Rabón es la morada principal de Chikon Nangui; allí se localizan
riquezas inmensas y todas las especies de animales que existen sobre la tierra. Este cerro
se localiza en la zona baja de la serranía mazateca, cerca de Jalapa de Díaz y de San Pedro
Ixcadán, Oaxaca, los municipios más afectados por el embalse de la gran presa
hidroeléctrica “Miguel Alemán”.
34
Debido a que el Cerro Rabón es la principal morada de este personaje mítico, dicha
cumbre es considerada por los ixcatecos como un espacio encantado, reservado para los
hombres y mujeres de conocimiento, shutá chiné, quienes experimentan allí la
intensificación de sus facultades. Es sin embargo, un lugar potencialmente peligroso para
los inexpertos en el manejo de las formas ritualizadas de interacción simbólica, con dicho
entorno y las entidades que lo habitan. En ocasiones, las personas contratan los servicios
de un shutá chiné para llevar a efecto ceremonias propiciatorias en el cerro o sus
inmediaciones, en busca de la consecución de buenas cosechas, o la solución de algún
conflicto o atribulación de índole personal. El especialista realiza las peticiones
ofrendando a Chikon Nangui pollos vivos, semillas de cacao, huevos, copal y otros
elementos ceremoniales. También se le invoca en el espacio doméstico antes de habitarlo
por vez primera, y en ocasión del inicio de un nuevo año; entonces se le implora
bienaventuranza, dirigiéndose hacia el oriente mientras se realiza un banquete
ceremonial y se disponen ofrendas especiales.
149
35
También se dice que en el Cerro Rabón vive el arco iris, en una jicara o recipiente cóncavo
que gira continuamente en la superficie de un lago que se localiza en la cima. Cuando se
intensifica la época de sequía, los habitantes de los alrededores se dirigen hacia una cueva
ubicada en las faldas de dicha elevación. En el interior de esta cueva se encuentran dos
formaciones rocosas que simulan los pechos de una mujer. Allí se realiza un ritual
propiciatorio de petición de lluvias, puesto que se supone que es la morada de Jchún Majé,
dueña del rayo y del agua y deidad de la fertilidad. 22 El mito fundador de los ixcatecos
establece que de un sitio conocido como Cabeza de Tilpan, ubicado en la actualidad en la
parte norte del litoral de la presa “Miguel Alemán”, emigraron los habitantes hacia el
ahora pueblo de San Pedro. Según esta versión, los antepasados de los ixcatecos actuales
huyeron de Cabeza de Tilpan, ya que un águila gigante se robaba a los niños en sus
primeros años de vida, y no siempre conseguían burlarla, aunque lo intentaban ocultando
a los pequeños en las canastas utilizadas para la cosecha de maíz. Una de las versiones de
este relato refiere que Chikon Nangui eludió finalmente al águila y logró que su gente
residiera en el territorio que Dios les había asignado, el actual pueblo de San Pedro
Ixcadán. Según Barabas23 este mitema es común a cuicatecos, chinantecos, mazatecos,
mixes, chontales y triquis. En todos los casos las águilas “comeniños” obligaron a los
antepasados a emigrar y a fundar nuevos pueblos.
CHIKON NANGUI EN NUEVO IXCATLÁN
36
Puesto que para los ixcatecos la principal morada de Chikon Nangui y su séquito los –
chikones– se localiza en el Cerro Rabón, uno de las tres elevaciones emblemáticas de la
geografía mítica mazateca, me interesó cuestionarme acerca de la relación de quienes
fueron reubicados en Playa Vicente, a 210 kilómetros de distancia (pero a varias horas de
trayecto), con dicho referente mítico y territorial.
37
Los habitantes indígenas de Nuevo Ixcadán siempre se refieren a San Pedro, el Viejo
Ixcadán, como su lugar de origen, aunque nunca hayan pisado aquellas tierras por haber
nacido ya, años después del reacomodo, en el nuevo asentamiento. Casi todos coinciden
en afirmar que aquella tierra era más fértil y con mejor clima. Al trasladarse a los llanos
de Playa Vicente, los fundadores del pueblo tuvieron que adaptarse a un entorno selvático
que en la actualidad, cincuenta años después, se encuentra integrado por amplias sabanas
para ganadería extensiva y algunas plantaciones comerciales en manos de pobladores
mestizos de la región. El poblado se encuentra asentado en las márgenes del río Lalana, y
el paisaje es de extensas llanuras sin elevaciones mayores.
38
Cuando pregunté a un anciano curandero de este lugar acerca del rey de la tierra, Chikon
Nangui, me dijo al respecto:
Sí hay Chikon Nangui aquí, son de San Pedro Ixcadán, de allá vienen y son así,
chaparritos, su pelo parece nieve, es blanco, está bonito; él es morenito como
nosotros y tiene todo como nosotros, con el pelo largo a la cintura, con su ropa
blanca. Un día lo ví allá en Ixcadán Viejo, en el campo, trabajando. Llegó como a las
doce y desapareció y tenía bonito el pelo, platicando viene, quién sabe qué habla, no
se le entiende, nada más como que grita... vive en el monte y en el cerro hay
muchos, ahí en Ixcatlán Viejo en un cerro grande, en Cerro Rabón, hay mucha
tierra, mucho tigre, mucho león, puro animal, víboras grandes, es bien fuerte ese
cerro, ahí está el dueño, ahí está todo. Y la gente sí puede caminar por ahí, pero es
muy peligroso.24
150
39
Si bien sería fácil interpretar estas palabras como una clara expresión de continuidad del
pensamiento mítico mazateco y de su adscripción a un territorio étnico ancestral, la
realidad en Nuevo Ixcadán es mucho más compleja.
40
A mediados de los años setenta del siglo XX, dos décadas después de la fundación del
poblado, el sacerdote católico asignado a la localidad promovió la introducción del
Movimiento de Renovación Carismática, al mismo tiempo que predicaba la disolución de
las prácticas y creencias que él llamaba supersticiosas y de brujería. Hasta entonces se
encontraba en funciones un grupo de “principales”, hombres de estatus y prestigio
adquirido que hacían lo posible por reproducir las costumbres y los ceremoniales
religiosos tal y como se desarrollaban en el terruño. Durante un tiempo, los habitantes del
pueblo se dividieron entre quienes abogaban por el mantenimiento de la tradición en
cuanto a los ceremoniales religiosos como la celebración de la semana santa y las fiestas
patronales a la usanza de su pueblo de origen, y entre quienes estaban a favor de
practicar el “catolicismo renovado”, vertiente pentecostal de la Iglesia católica.
41
Al mismo tiempo, algunas de las prácticas curativas tradicionales, como “las limpias” y las
ofrendas a los chikones, así como los métodos de adivinación con base en la ingestión de
hongos alucinógenos (San isidro y Derrumbe), Hierba María (Salvia divinorum) y Semillas de
la Virgen (Olloliuhqui) fueron severamente cuestionados; es decir, se generó una especie
de censura hacia el quehacer de los shutá chiné en su carácter de rezadores, curanderos e
intermediarios entre los dueños de lugares y los seres humanos.
42
El conflicto se prolongó durante varios meses. La facción tradicio-nalista tomó las
instalaciones del templo para impedir que se celebraran los oficios religiosos bajo la
modalidad impulsada por el sacerdote carismático en turno. Después de infructuosas
gestiones de los principales ante la jerarquía eclesiástica –en las que solicitaban
explícitamente que se les permitiera continuar celebrando las fiestas y ceremonias
religiosas, de acuerdo con la costumbre de sus antepasados mazatecos–, el obispo de la
diócesis de Tuxtepec falló a favor del sacerdote y sus seguidores y se adjudicó a Nuevo
Ixcadán la categoría adminis-trativa de parroquia. Tras esta resolución, los principales se
retiraron de la contienda y abrieron las puertas del templo al sacerdote y sus partidarios.
La defensa de la tradición se tradujo de este modo en una competencia por el dominio del
espacio público ritual, el cual quedó finalmente bajo el control de los prosélitos
carismáticos.
43
Algunos de quienes protagonizaron aquella pugna en defensa de la tradición, mantienen
hasta ahora su distancia de las actividades y oficios que se realizan en la parroquia, y
continúan realizando procedimientos curativos y otros rituales domésticos a la manera
antigua. Aún comenta uno de ellos: “la renovación es palabra nueva, la palabra de antes
tiene más vida”. En algunos de estos sabios ancianos mazatecos, la prédica de los
sacerdotes parece no haber mermado su fe en las prácticas ancestrales y con extrema
discreción todavía consumen psi-cotrópicos durante las sesiones curativas y ejecutan
procedimientos de adivinación mediante la lectura de granos de cacao y de maíz, entre
otros procedimientos terapéuticos tradicionales. El conocimiento y ejecución de los
cantos y rezos fúnebres de antaño es otro ingrediente muy valorado entre quienes se
mantienen arraigados a este acervo cultural.
44
Don Matías –curandero tradicionalista y uno de los más notables impugnadores del
Movimiento de Renovación Carismática durante la década de los años setenta– continúa
llevando a cabo la ejecución los procedimientos prescritos para devolver a sus pacientes
151
el espíritu atrapado por Chikon Nangui. Después del desenlace del conflicto con el
sacerdote y sus seguidores, don Matías cayó en un sueño prolongado. En su viaje onírico
fue recibido por Jesucristo –y no por Chikon Nangui– quien lo condujo hasta un altar y ahí
le señaló aspectos de su vida que debía cambiar para estar en paz con Dios, así como el
tipo de prácticas que debía excluir de su ejercicio como shutá chiné.
FOTOGRAFÍA Altar doméstico de shutá chiné. Fotografía de María Teresa Rodríguez L.
45
Don Matías relata que tras quince días de permanecer en trance y en ayuno entendió que
debía abstenerse de utilizar psicotrópicos para diagnosticar los males de sus pacientes, así
como elegir sólo a una de sus dos esposas para tener con ella vida marital. 25 A partir de
entonces resolvió que su campo de actuación sería la adivinación mediante la lectura de
la flama de dos velas que le indican las causas del infortunio de sus enfermos (sin recurrir
más a la ingestión de psicotrópicos), la aplicación de remedios a base de herbolaria, las
“limpias” y otros procedimientos en los que incorpora la lectura de pasajes tomados del
Antiguo Testamento.
46
De este modo, don Matías disipó parcialmente uno de los planos del antagonismo entre
diferentes sistemas cosmológicos. Realizó una adaptación selectiva, en la que
determinados métodos fueron excluidos en su afán por construir un sistema coherente de
ideas y de prácticas adivinatorias y curativas. Sin embargo, a pesar de su encuentro con el
dios cristiano durante su trance prolongado, estima indiscutible la existencia de Chikon
Nangui, misma que aún considera como una de las principales causas de enfermedad. Así
lo exponía mientras curaba a una de sus pacientes: “Ella no quiere trabajar, no quiere
nada, se espantó porque la agarró el Chikon Nangui, es la gente de la tierra, son muy
malos, viven debajo de la tierra”.26
47
Otros shuta chiné, por su parte, se adaptaron a la ideología pente-costal reestructurando
sus vidas y asumiendo sus experiencias como una nueva iluminación; convirtiéndose en
“sanadores” por medio de la oración, a semejanza de lo que ocurre en otras iglesias de
corte pen-tecostal.27 En la actualidad, los “grupos de oración” impulsados por el
movimiento carismático –los cuales se dan cita en viviendas ubicadas en distintos puntos
152
del poblado– atraen a personas de Nuevo Ixcadán y poblados circunvecinos que buscan
alivio a problemas de salud física o de otra índole.
48
Don Agustín relata que él se alejó del ejercicio como shutá chiné tras las proclamas del
sacerdote en torno de la existencia de un solo dios, y su reprobación de las
“supersticiones” relacionadas con Chikon Nangui Sin embargo, aunque don Agustín acata
este mandato, asegura que
una persona puede morir de un día para otro si alguien se propone hacerle daño
invocando a Chikon Nangui. Él vino de San Pedro Ixcadán Oaxaca, de un cerro muy
grande que es como su casa. Es como el dios de la tierra y siempre está escuchando,
acrúa y responde mucho más rápido que Jesucristo.28
49
Y agrega que cuando alguien muere bajo estas circunstancias, su espíritu se va con los
chikones y nunca llega ante Dios, se queda atrapado con ellos en el infierno, en calidad de
esclavo.
50
Como otras divinidades de raigambre mesoamericana, los chikones tienen características
que denotan su carácter dual: son al mismo tiempo malévolos y benévolos. Sin embargo,
en las declaraciones emitidas por don Agustín se expresan netamente sus atribuciones
malignas vinculadas con la noción del demonio cristiano, no obstante que la cosmología
mazateca también observa la existencia de un espíritu maligno (Shindají o Sutajnú), quien
habita en profundas cavernas ubicadas al Poniente del universo, donde guarda todas las
enfermedades que azotan a la humanidad. Es por ello que los shutá chiné dirigen sus
plegarias hacia el Oriente, donde se localizan el mar sagrado y el Padre Eterno, el dador de
vida.29
51
Chikon Nangui es dador de riqueza pero también puede producir enfermedad. No
obstante, como señala Incháustegui,30 aun cuando su proximidad es peligrosa (pues en
ocasiones se aparece en los parajes deshabitados o en los cruces de caminos, y en estos
casos puede provocar enfermedades u otras desventuras) se trata de una deidad que se
preocupa por su pueblo y se manifiesta cuando se presentan acontecimientos que afectan
la vida de la gente. Durante la construcción de la presa “Miguel Alemán”, por ejemplo,
Chikon Nangui hostigaba a los trabajadores de la Comisión del Papaloapan –instancia
gubernamental encargada de la construcción de dicha obra hidráulica– provocando
accidentes continuamente y cobrando vidas humanas.31
CONFLICTOS DE PODERES Y SABERES
52
A partir de la introducción del Movimiento de Renovación Carismática en Nuevo Ixcadán,
se acentuó “la ideología de la sospecha”32 en torno de la actividad de los curanderos 33 (
shutá chiné) y de los brujos o hechiceros34 ( teej). El ejercicio de ambos sistemas de
conocimiento y de tratamiento del infortunio había sido siempre un mecanismo patente
en la canalización de tensiones y conflictos y en la demarcación de los límites
comunitarios hacia el exterior, y si bien la sospecha en torno de los especialistas en el
manejo de la relación con las fuerzas sobrenaturales estaba presente en la vida diaria, la
presencia del modelo alternativo propuesto por la corriente carismática desencadenó
nuevas respuestas afectivas y culturales.
153
FOTOGRAFÍA 2. Shutá Chiné de Nuevo Ixcadán. Fotografía de María Teresa Rodríguez L.
53
Algunos ancianos que antes fueron rezadores y curanderos a la manera indígena y que se
adhirieron de lleno al Movimiento de Renovación Carismática, en la actualidad se
enfrentan simbólicamente a los shuta chiné que aún se apegan a la tradición y quizá sin
proponérselo, han realizado también una adaptación selectiva de los dos sistemas en
aparente contradicción. Uno de ellos, don Alfredo, dirigente de un “grupo de oración” del
Movimiento Carismático, refiere el fuerte conflicto que el pueblo tuvo que enfrentar a
partir de que esta corriente católica llegó al poblado en 1975.
En ese tiempo todavía había muchos curanderos y cuando el padre dio el curso de
renovación, explicó que ya no debíamos ir a ver a los curanderos, que es mejor
buscar apoyo en la oración y ya no recurrir a las limpias ni hacer ofrendas a los
chikones. Entonces mucha gente, sobre todo los curanderos, se pusieron contra el
padre, porque a los curanderos no les convenía la existencia de un grupo de la
renovación porque la gente no los iría consultar y les quitarían su trabajo.
54
Convaleciente de una larga enfermedad, agrega:
Todavía nos atacan los brujos que hay aquí que no quieren la renovación, se ponen
celosos contra nosotros porque visitamos a los enfermos y no les cobramos.. . casi
me matan, pero vino el padre a hacerme oración, si no viene el padre no sé qué iba
a suceder, ya me iba a morir. Aquí en mi casa se juntó mucha gente a hacer oración,
pero un grupo dejó de venir porque tuvo miedo de los brujos que me estaban
haciendo mal. Yo les decía: no me dejen solo, ayúdenme. 35
55
A partir de esta experiencia don Alfredo constató que la fuerza de la oración ganó la
batalla al poder de los brujos. La contienda se dio, de este modo, en el campo cognoscitivo
de los saberes en tensión o en conflicto.
56
Pero no sólo los católicos “renovados” se dicen víctimas de brujería. Don Matías,
curandero tradicionalista a quien referí en páginas precedentes, también asegura recibir
constantemente señales de que los brujos (teej) quieren hacerle daño, de las que se
protege tomando su Biblia y leyendo en voz alta pasajes completos del Antiguo
Testamento. Por su parte, el juez auxiliar con frecuencia interviene para mediar en caso
154
de conflictos o perjuicios provocados a ciertos individuos mediante prácticas de brujería.
Durante una de mis visitas al poblado, una familia mantuvo secuestrado durante varias
horas a un anciano a quien acusaba de haber perpetrado un maleficio a uno de sus
miembros. El juez auxiliar de la comunidad intervino ante las angustiadas súplicas de los
familiares del sospechoso, consiguiendo que lo liberaran. Él mismo juez asegura:
Mucha gente tiene miedo, tiene desconfianza ... si la comadre les regala algo, no se
lo comen, porque la gente es muy dada a echarle algo a la comida, por eso yo casi no
como con la gente así, sobre todo si he tenido problemas con alguien ... en ese
aspecto soy muy cuidadoso.36
57
Y agrega que los teej son tan poderosos que pueden volar, convertirse en animales y matar
a las personas mediante la imposición de terribles padecimientos.
58
Como ha señalado Galinier,37 los brujos y curanderos portan toda la carga emotiva de la
comunidad y tienen la capacidad para controlar la violencia colectiva, violencia de la que
ellos mismos son víctimas al encontrarse siempre bajo sospecha, culpados ya sea por los
pacientes de otros o por curanderos rivales. De este modo, el fenómeno chamanico
comparte con Chikón Nangui y los dueños de lugares su carácter ambivalente. Se
relaciona con ese vaivén continuo entre la norma y la trasgresión, entre lo público y lo
oculto, lo diurno y lo nocturno, conducción del bien e instrumento del mal.
CONCLUSIONES
59
Hemos visto que el Cerro Rabón, uno de los lugares sagrados y más emblemáticos de la
región mazateca de Oaxaca, continúa como una referencia significativa para muchos de
los habitantes de Nuevo Ixcatlán. Sin embargo, la relación con la figura mítica de Chikon
Nangui y su séquito de dueños de lugares (chikones) es ambigua y ambivalente, dado que el
proselitismo efectuado por los sacerdotes católicos carismáticos ha influido de forma
sustantiva en la delimitación de un contorno negativo hacia dichas figuras, así como hacia
la gestión de los shuta chiné, especialistas del infortunio.
60
Si bien en Nuevo Ixcadán los curanderos y rezadores –tanto tra-dicionalistas como
“renovados”– tienen aún un papel relevante como terapeutas, ya no realizan los rituales
de fertilidad agraria (ante el decrecimiento de la importancia del trabajo agrícola) ni
tienen influencia en el ciclo ceremonial del calendario religioso como ocurría en el Viejo
Ixcadán. Sus funciones más notables se desarrollan en el ámbito privado, en sesiones
adivinatorias y curativas y en su gestión como psicopompos (guías de las almas de los
muertos hacia el otro mundo) en los rituales funerarios.
61
Por su parte, los seguidores del Movimiento de Renovación Carismática han asignado a su
práctica una dimensión cultural propia como “diferencia simada”; es decir, una
singularidad que ha tomado cuerpo en un tiempo y espacio específicos, donde adquirió
ciertos significados.38 Posiblemente, de acuerdo con Ceriani, 39 el énfasis de la teología del
Espíritu Santo en la curación y la experiencia extática le permite una mejor articulación
con los complejos rituales y cosmológicos de las sociedades nativas.
62
Antiguos rezadores y curanderos vinculados hoy con el Movimiento de Renovación
Carismática han logrado acreditar su ejercicio mediante la sanación de los enfermos que
se acercan a los grupos de oración, obteniendo de este modo suplantar su papel anterior,
y compitiendo con los curanderos tradicionalistas que aún realizan sesiones curativas y
adivinatorias en Nuevo Ixcadán y las localidades vecinas. Al estar orientada hacia la
acumulación de capital simbólico, esta competencia transforma los dones de sanación en
155
objetos intercambiables, signos de comunicación que son, al mismo tiempo, signos de
dominación y de poder.40
63
La desterritorialización de la población movilizada desde el Viejo hasta el Nuevo Ixcadán
comportó la resemantización y translocalización de elementos de su bagaje cultural y
pensamiento religioso en el nuevo paisaje físico y social. Otros autores han señalado que
la apropiación del catolicismo en distintas regiones indígenas del área mesoame-ricana se
articula con la cosmovisión y prácticas rituales ligadas a los cerros y a los dueños de
lugares. En el caso que nos ocupa, la influencia del catolicismo –en su vertiente
carismática– ha sido en particular significativa en la vigorización de la asociación de
Chikón Nangui con la figura del mal, desplazando su flanco benévolo de dueño y protector
del territorio étnico y de las riquezas naturales. En este proceso ha influido también la
reubicación de los pobladores originales de Nuevo Ixcatlán, en un entorno lejano de los
referentes físicos y espaciales que articulaban a dicha deidad con el ámbito de los
mantenimientos, la vida silvestre, las elevaciones, las cuevas y las labores agrícolas;
aspectos casi ausentes en el nuevo paisaje físico.
64
El proceso de translocalización de nociones y prácticas asociadas con la tradición de los
antepasados mazatecos ha generado efectos antagónicos entre los habitantes de Nuevo
Ixcatlán: el imaginario en torno del dueño o rey del cerro y su séquito de chikones o
dueños de lugares, colectiviza a sus miembros (ya que todos comparten –en este campo
específico– un mismo trasfondo simbólico), pero la adscripción religiosa los opone. En la
dinámica local se expresan disensos y conflictos entre quienes manifiestan añoranza y
lealtad al pensamiento religioso de sus antepasados indígenas, y quienes han decidido
declarar su adscripción al catolicismo carismático.
65
Nuevo Ixcatlán conjuga así elementos de lo que Balandier llama las sociedades de la
tradición: la transmisión de los saberes más valorizados mediante procedimientos muy
codificados, la reminiscencia a una realidad primera y la existencia de un núcleo de
especialistas.41 Pero también existe el movimiento y la incertidumbre que caracteriza a las
sociedades de hoy, en especial a las que se han visto enmarcadas en procesos de
desterritorialización. Dichos procesos no excluyen la existencia de movimientos de
recreación, parcialmente anclados al territorio ancestral y adecuados a las pulsiones y
resistencias de su difícil pasaje de un medio cultural a otro.
66
No es posible, por lo tanto, buscar determinaciones o movimientos unidireccionales en los
fenómenos de translocalización de prácticas culturales y creencias religiosas, sino fisuras,
discontinuidades y correlaciones múltiples en los dispositivos culturales mediante los
cuales una sociedad particular responde ante cuestiones primordiales. 42 En todo caso, se
trata de un proceso cultural de producción de sentidos y énfasis sobre aspectos clave, en
el marco de las relaciones de poder existentes y en la coexistencia contradictoria de
valores opuestos.
BIBLIOGRAFÍA
156
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2004.
NOTAS
1. Base de datos del INEGI. Censo General de Población y Vivienda, 2000.
2. Vid. María Teresa Rodríguez. “Etnicidad y prácticas de la diferencia en la construcción de un
espacio local (sotavento veracruzano)”. Memoria de la Segunda reunión anual del proyecto idymov.
Xalapa: CIESAS-IRD-ICANH, 2004, pp. 93-102.
3. López Austin define el concepto de cosmovisión “como un hecho histórico de producción de
pensamiento social inmerso en decursos de larga duración; hecho complejo que se integra como
un conjunto estructurado y relativamente coherente por los diversos sistemas ideológicos con los
que la entidad social, en un tiempo histórico dado, pretende aprehender racionalmente el
universo. La religión, en su carácter de sistema ideológico, forma parte de este complejo”.
Alfredo López Austin. Tamoanchan y Tlalocan. México: FCE, 1994, p. 13.
4. Félix Báez-Jorge. Los disfraces del diablo. Xalapa, México: Universidad Veracruzana, 2003.
5. Alejandro Frigerio. “Estableciendo puentes: articulación de significados y acomodación social
en movimientos religiosos en el Cono Sur”. Alteridades. México: Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Iztapalapa, núm. 18, 1999, p. 7.
6. Saurabh Dube. Sujetos subalternos. Capítulos de una historia antropológica. Trad. de Germán Franco
y Ari Bartra. México: El Colegio de México, 2001, p. 17.
7. El Movimiento de Renovación Carismática surgió en 1966 en Estados Unidos en el seno de la
Iglesia católica. Llegó a México en 1970 y desde entonces se ha diseminado por todo el país, con
mayor o menos vigor en distintos contextos sociales. María Cristina Díaz de la Serna. El
Movimiento de la Renovación Carismática como un proceso de socialización adulta. México: Universidad
Autónoma Metropolitana, núm. 22,1985 (Cuadernos Universitarios). Este movimiento manifiesta
elementos característicos del pentecostalismo: alta emotividad, presencia de carismas, don de
lenguas, trance y posesión. Existen comunidades de oración vinculadas con las parroquias
locales, de manera que dichas comunidades generalmente se encuentran supervisadas por un
sacerdote y sujetas a la aprobación del obispo de la diócesis. Los feligreses acuden a los servicios
litúrgicos generales y además realizan reuniones especiales llamadas Asambleas de Oración,
presididas por los dirigentes seglares o por un sacerdote y acompañadas con música y cantos. Los
158
adeptos se organizan en subgrupos llamados ministerios los cuales están cargo de tareas
específicas; además deben acudir a cursos y retiros especiales para ascender en la jerarquía y
conocer a fondo los cánones del movimiento y los conocimientos acerca del manejo de los dones
y carismas. Asimismo, se reúnen a orar una vez por semana en el domicilio particular de algún
miembro de los llamados Grupos de Oración. Según Garma, algunos líderes de este movimiento
consideran a las tradiciones católicas populares como superficiales o de una fe mal encauzada.
Carlos Garma. Buscando el espíritu. Pentecostalsimo en Iztapalapa y la cindad de México. México:
Universidad Autónoma Metropolitana-Plaza y Valdés, 2004, p. 64.
8. Stefania Capone. “Recomposición de las identidades religiosas ante el Estado-nación. El caso de
los cultos afroamericanos”. Leticia Reina, François Lartigue, Danièle Dehouve y Christian Gros
(coords.). Identidades en juego, identidades en guerra. México: CIESAS, 2005, pp. 39-66.
9. Jean Pierre Albert y Dominique Blanc. “Identidades del sur. La construcción de la identidad
regional en el sur de Francia”. María Ángels Roque (ed.). Nueva Antropología de las Sociedades
Mediterráneas. Barcelona: Icaria Antrazyt-Institut Catalá de la Mediterrània, 2000, pp. 37-53.
10. El trabajo de campo fue realizado durante estancias cortas efectuadas en ambas localidades a
lo largo de los meses de primavera y verano de 2003 a 2005. Otros resultados de esta investigación
han sido presentados en diversos artículos y ponencias desarrollados en el curso del proyecto
IDYMOV (CIESAS-IRD-ICANH ),
vigente de 2003 a 2006. Los nombres de los informantes citados fueron
sustituidos por seudónimos.
11. James Clifford. Itinerarios transcultura/es. Trad. de Mireya Reily de Fayard. Barcelona: Gedisa,
1999.
12. Entrevista con don Gaudencio, San Pedro Ixcadán, Oaxaca, abril de 2004.
13. Alicia Barabas. “La construcción de etnoterritorios en las culturas indígenas de Oaxaca”.
Desacatos. Revista de Antropología Social. México: CIESAS, núm. 14, primavera-verano, 2004, pp.
145-167; y Félix Báez-Jorge, op. cit.
14. Johanna Broda. “La etnografía de la fiesta de la Santa Cruz: una perspectiva histórica”.
Johanna Broda y Félix Báez-Jorge (coords.). Cosmovisión, ritual e identidad de los pueblos indígenas de
México. México: Conaculta, FCE, 2001, pp. 165-238; y Alfredo López Austin, op. cit.
15. Michel Perrin. “Lógica chamánica”. Isabel Lagarriga, Jacques Galinier y Michel Perrin
(coords.). Chamanismo en Latinoamérica. México: Plaza y Valdés -UIA-CEMCA, 1995, pp. 1-20.
16. La región mazateca posee una gran variedad ecológica que abarca tres subsistemas
regionales: la tierra caliente (0-800 msnm), la tierra templada (800-1 800 msnm) y la tierra fría
(1 800-3 200 msnm). Se ubica en el extremo norte del estado de Oaxaca, en la Sierra Madre
Oriental. Eckart Boege. Los mazatecos ante la nación. Contradicciones de la identidad étnica en el México
actual. México: Siglo XXI, 1988.
17. Alicia Barabas, op. cit., pp. 75-77.
18. Carlos Incháustegui. La mesa de plata. Cosmogonía y curanderismo entre los mazatecos de Oaxaca.
Oaxaca: Instituto Oaxaqueño de las Culturas-FONCA-UNESCO-SECYR, 1994.
19. Carlos Incháustegui. Relatos del mundo mágico mazateco. México: INAH, 1977.
20. A pesar de algunas variantes dialectales, en la región mazateca se reconoce a esta deidad bajo
los siguientes términos: Chikón Tokosho, dueño de todo el territorio de los mazatecos; Chikon
Nangui, rey de la tierra; y Chikón Nanda, dueño del agua. El vocablo chikón significa en lengua
mazateca “poderoso” o “rico”. Carlos Incháustegui, ha mesa de plata...
21. Eckart Boege, Los mazatecos..., p. 117.
22. Eckart Boege, ibid., p. 139. 238
23. Alicia Barabas, op. cit., p. 91.
24. Entrevista con don Matías, Nuevo Ixcadán, Veracruz, mayo de 2004.
25. Entre los mazatecos ha sido común la práctica de la poliginia, aunque entre las nuevas
generaciones es cada vez menos frecuente.
26. Observación personal, Nuevo Ixcadán, Veracruz, mayo de 2004.
159
27. Carlos Garma Navarro. “La socialización del don de lenguas y la sanación en el pentecostalismo mexicano”. Alteridades. México: Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Iztapalapa,
núm. 20, 2000, pp. 85-92.
28. Entrevista con don Agustín, Nuevo Ixcatlán, Veracruz, septiembre de 2004.
29. Carlos Incháustegui, La mesa de plata..., p. 41.
30. Ibid, p. 46.
31. Ibid., p. 76.
32. Jacques Galinier. La mitad del mundo. Cuerpo y cosmos en los rituales otomíes. México: UNAMCEMCA-INI, 1990, p. 157.
33. Los shuta tshinea efectúan procedimientos relacionados con el tratamiento del infortunio,
mediante rituales propiciatorios de una relación armónica entre los humanos y los seres
sobrenaturales, así como a través de conocimientos de herbolaria y del manejo del equilibrio
entre frío y calor. Se trata de una relación transversal, ya que une dos mundos en principio
diferenciables. Supone procedimientos de endorcismo, es decir de reincorporación de la entidad
anímica perdida. Michel Perrin. “Lógica chamánica”. Isabel Lagarriga, Jacques Galinier y Michel
Perrin (coords.). Chamanismo en Latinoamérica. México: Plaza y Valdés -UIA-CEMCA, 1995, p. 1.
34. En las prácticas de brujería las relaciones entre el origen del mal y la víctima (el embrujado) o
el terapeuta son horizontales, ya que son seres humanos tanto quienes generan el informnio
como los que lo tratan. El tratamiento supone mecanismos de exorcismo para retirar el maleficio
del cuerpo de la víctima. Michel Perrin, ibid., p. 12.
35. Entrevista con don Alfredo, Nuevo Ixcatlán, Veracruz, febrero de 2005.
36. Comunicación personal, Nuevo Ixcadán, Veracruz, marzo de 2005.
37. Jacques Galinier, op. cit., p. 157.
38. Arjun Appadurai. La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Buenos
Aires: FCE de Argentina, 2001, p. 28.
39. César Ceriani. “Convirtiendo lamanitas: indagaciones en el mormonismo toba”. Alterida-des.
México: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, año 13, núm. 25, 2003, p. 122.
40. Pierre Bourdieu. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama, 2000.
41. Georges Blandier. El desorden. La teoría del caos y las ciencias sociales. Barcelona: Gedisa, 1990.
42. Guy Lardreu. “Prefacio”. Georges Duby. Diálogo sobre la historia. Madrid: Alianza Editorial,
1988, pp. 11-35.
AUTOR
MARÍA TERESA RODRÍGUEZ L
CIESAS-Golfo
160
La iniciacion de extranjeros en la
santeria y en el culto de ifá cubanos
Transnacionalización religiosa, conflictos y luchas de poder en La
Habana
Emma Gobin
1
La santería cubana, también conocida bajo el nombre de regla de Ocha, es un complejo
religioso basado en iniciaciones múltiples. La principal consiste en la incorporación por el
neófito de una entidad extrahumana perteneciente al panteón del culto y, así,
personalizada. En La Habana, la santería está ligada con fuerza al culto esencialmente
adivinatorio de Ifá. A pesar de no ser proselitistas, estas vertientes religiosas empezaron a
conquistar nuevos adeptos fuera de su contexto originario desde hace varias décadas. A
partir de los años 1940-1950, mediante los desplazamientos regulares de artistas cubanos
iniciados, y luego, de 1959 a la actualidad, mediante las diferentes olas migratorias que
marcaron el periodo revolucionario, su práctica se implantó en varios países de América
y, más recientemente, de Europa.1 En efecto, aeste proceso de expansión se ha
intensificado de manera significativa durante los últimos quince años, a tal punto que la
santería y el culto de Ifá se conviertieron en religiones que, hoy, se pueden legitimamente
calificar de transnacionales.2
2
En Cuba, ciertos elementos, propios a un contexto marcado por la caída de la Unión
Soviética y la entrada progresiva del país en la economía global, favorecieron esta
aceleración. El “periodo especial en tiempo de paz”, perífrasis oficial que designa la crisis
económica que conoce el país desde 1991, incrementó efectivamente los movimientos de
personas por medio, por una parte, del fomento del turismo de masa por el gobierno 3 y,
por otra, del aumento de la emigración cubana, ésta facilitada en numerosos casos por las
relaciones entabladas por los cubanos con extranjeros de paso en la isla. 4 En cuanto al
aspecto religioso propiamente dicho, el gobierno modificó además su posición oficial en el
IV Congreso del Partido Comunista de Cuba (1991), y los iniciados en las vertientes
religiosas evocadas –así como todos los demás creyentes– dejaron de ser discriminados
profesional y politicamente. Como consecuencia indirecta de ello, la santería y el culto de
161
Ifá fueron adquiriendo una visibilidad creciente en la esfera pública y, en particular, en
las representaciones de carácter folclórico-artístico destinadas a un público foráneo. 5
3
En el actual campo religioso local, la santería e Ifá gozan, pues, de un prestigio singular y,
desde los años noventa, el número de sus adeptos, tanto extranjeros como cubanos,
registra un crecimiento exponencial. Hoy afluyen a Cuba numerosos extranjeros
candidatos a la iniciación: muchos de ellos provienen del continente americano,
principalmente de México, Venezuela y algunos de ellos de Colombia, pero también de
ciertos países europeos como España, Italia, y en menor cuantía Suiza, Alemania y
Francia. Con el fin de iniciarse, la mayor parte escoge Ciudad de La Habana, capital
administrativa, económica y cultural del país, también marcada, en materia de práctica
religiosa de origen yoruba, por el sello de la historicidad. Este fenómeno tiene una
magnitud tal que una gran mayoría de los sacerdotes de Ifá y de la santería habaneros,
repartidos en barrios muy disímiles, cuenta en la actualidad con algún ahijado extranjero
en su descendencia ritual, sea en iniciaciones mayores o menores.
4
En este contexto, y cualquiera que sea el enfoque de investigación, ha devenido hoy
imposible para el etnógrafo ignorar esta situación. Pocos trabajos sin embargo se han
interrogado acerca de la incidencia que tiene en las prácticas locales. Al partir de una
etnografía realizada en La Habana, este artículo propone precisamente bosquejar un
cuadro general de sus implicaciones a distintos niveles. Pretende, además, que la creación
–o voluntad de creación– de alianzas transnacionales por los iniciados habaneros,
mediante el padrinazgo ritual de extranjeros o la colaboración creciente con iniciados del
exterior, exacerba los conflictos ordinarios que atraviesan la práctica cultual y modifica, a
escala mas amplia, las relaciones de poder que unen diversos actores locales. Para
aprehender en toda su sutileza el fenómeno enfocado, se evocará primero la organización
sociológica de este sistema cultual, las lógicas individuales de evolución que engendra y
las dinámicas agonisticas que les están intrinsecamente ligadas. Se describirán y
analizarán luego las consecuencias generales de la presencia en la isla de extranjeros
candidatos a la iniciación, en términos a la vez de exacerbación y de modificación de estas
mismas lógicas de conflicto para, finalmente, resaltar los efectos últimos de esta situación
acerca de las prácticas de ciertos grupos locales rivales, quienes son en particular atentos
a la existencia de una red de iniciados extranjeros y quienes pretenden proyectarse tanto
en el nivel nacional como en el transnacional.
INICIACIÓN, SACERDOCIO Y DINÁMICAS DE
CONFLICTO
5
En Cuba, las personas acuden generalmente a la iniciación principal en la santería a causa
de “problemas de salud”, expresión que recubre tanto disfunciones físicas como sociales o
psíquicas.6 Aunque ciertas personas también recurren a la iniciación principal en Ifá en
busca de un equilibrio general, la lógica simbólica de esta última tiende más bien a
consagrar especialistas e intérpretes del oráculo de Ifá, en otros términos individuos –sólo
hombres heterosexuales– específicamente destinados al sacerdocio. En todos los casos,
tanto en la santería como en Ifá, estas iniciaciones, al hacer del neófito un iniciado –
respectivamente un santero o un babalao– le abren la vía eventual del sacerdocio. En
efecto, al cabo de un año de iniciación todo iniciado puede teóricamente acceder al
sacerdocio, el cual consiste en prestar servicios religiosos de distinta índole (consultas
adivinatorias, limpias rituales, sacrificios menores, etc.) y, ante todo, en la posibilidad de
162
iniciar a nuevas personas, es decir de crear su propia descendencia ritual. Si retomamos la
terminología elaborada por Argyriadis y De la Torre, el sacerdocio consiste pues en pasar
de la posición de actor “secundario” del sistema cultual a la de actor “eje” o “base”. 7
6
Más allá del hecho de que, al asumirlo, la persona cumple con un destino que le fue
marcado por la adivinación durante el proceso iniciá-tico, el ejercicio del sacerdocio
incluye intrínsecos beneficios. Éstos se entienden a la vez en términos de capital
simbólico –prestigio y poder-y de capital económico –debido a la retribución de los
servicios rituales prescrita en la mitología común a la santería y a Ifá–. El incremento de
estos beneficios es esencialmente en función del número de personas que recurren de
manera progresiva a los servicios rituales puntuales y, sobre todo, a las iniciaciones que el
sacerdote, santero o babalao, se encuentra entonces en medida de realizar. La iniciación
es literalmente concebida como un “(re)nacimiento”; estas personas serán unidas al
sacerdote que escogieron por una relación de filiación ritual que se declina bajo el
registro del padrinazgo. El nuevo iniciado llamará a su iniciador “padrino” o “madrina”.
El mismo se convertirá en un “ahijado” de este último y se integrará a la comunidad o
“familia” ritual formada por las demás personas iniciadas por su propio iniciador. 8 Ahora
bien, desde el punto de vista del “padrino”, un ahijado deviene alguien que, además de
proporcionarle un provecho monetario al retribuirlo ritualmente para su iniciación, por
la afiliación religiosa que contrae con él, agranda por una parte los rangos de su
descendencia religiosa y, por ende, aumenta en un plano público su prestigio. Por otra
parte, entra en un plano privado en relaciones de parentesco ritual, definidas por la
afinidad, la familiaridad y la ayuda mutua. Mediante la iniciación se teje pues una
verdadera alianza –en el sentido amplio de la palabra– entre el iniciador y el iniciado,
alianza que posee un fundamento ritual y cuyos beneficios son múltiples para ambas
partes. En el nivel de la lógica que guía la progresión individual de un sacerdote o de un
aspirante a serlo, el “reclutamiento” de ahijados representa pues un elemento
fundamental.
7
En realidad, los diversos actores religiosos se ven así posicionados en un verdadero
mercado religioso, según la terminología de Bourdieu, en el que los distintos especialistas
están opuestos, debido precisamente al modo de organización del culto, por relaciones
objetivas de rivalidad y de competencia.9
8
Tanto en Ifá como en la santería, en el ámbito estrictamente local, los iniciados se
agrupan en efecto según relaciones restringidas de parentesco ritual alrededor de la
figura de su iniciador. Forman así “casas religiosas” estructuradas según un principio
jerárquico de senioridad: el prestigio y la autoridad son allí privilegios del “padrino”. A
una escala más grande, las relaciones entre “casas religiosas” se piensan sin embargo
sobre el estricto modo de la horizontalidad. Cada una vive y funciona de forma
relativamente autónoma. En este contexto, el problema de la legitimidad, ligado a las
dinámicas simbólicas y económicas mencionadas, se plantea con agudeza. Siempre está
sujeta a negociaciones y las relaciones entre sacerdotes reposan entonces sobre dinámicas
de afirmación, de autovalorización, de oposición y de diferenciación. El chisme, al tener
como objeto principal la comparación permanente de su propia práctica ritual a la de los
demás y reciprocamente, constituye pues el mecanismo elemental de estrategias de
legitimación y deslegitimación que tienden a afirmar sus propias competencias rituales
en el mercado religioso.10
9
Esta configuración general, segmentaria y ancestral, hace de las dinámicas agonísticas un
elemento estructural de este universo.11 Sin embargo, en sus discursos, muchos iniciados
163
tienden a considerar la situación planteada como el fruto del contexto en el que se
desarrolla la práctica desde los años noventa. Más aún, algunos de ellos atribuyen
explícitamente el nacimiento de estas lógicas de competencia a la llegada masiva de
extranjeros en el mercado religioso.
LA INICIACIÓN DE EXTRANJEROS. INCREMENTO DE
LOS INTERESES EN JUEGO
10
Entender las razones de esta afirmación requiere el análisis previo del papel que
desempeña la presencia de extranjeros en una descendencia ritual. 12
FOTOGRAFÍA 1. Neo fita suiza en vísperas de su iniciación. Su madrina cubana le sirve la primera
comida ritual.
11
El hecho de iniciar a extranjeros incrementa primero el capital simbólico del iniciador. En
estas vertientes de culto esencialmente pragmáticas, la prosperidad de los ahijados
después de su iniciación es siempre señal de la amplitud de las competencias del iniciador
y constituye su puesta en escena. En Cuba, los extranjeros –que provienen de países del
mundo occidental o de los dichos países en vías de desarrollo como lo son la mayoría del
continente americano– son casi uniformemente percibidos como personas que gozan de
una buena situación material y de cierta solvencia monetaria.13 Los que contraen lazos
rituales procuran, además, si ya no era el caso antes, viajar regularmente a Cuba, lo cual
viene a apoyar esta idea. Por otra parte, para un iniciador, el hecho de ser solicitado, o al
menos escogido, por un extranjero para iniciarlo es claramente smónimo de un
reconocimiento de sus competencias rituales que trasciende o trascenderá las fronteras
locales o nacionales, lo cual engendra a la vez prestigio y satisfacción personal. Es así que
con frecuencia, en el marco de las dinámicas de autovalorización, los santeros y babalaos
enumeren las nacionalidades de sus ahijados frente a los demás iniciados. Más aún, se
164
refieren casi constantemente a estos ahijados extranjeros, a pesar de que los vínculos que
guardan con ellos sean en ciertos casos muy tenues y hasta inexistentes. 14
12
El padrinazgo de extranjeros también presenta ventajas más pragmáticas. Varios
elementos deben ser tomados en cuenta. Existe en el padrinazgo en general, como hemos
visto, cierta dimensión económica. Globalmente, la iniciación en la santería, y más aún en
Ifá, representa una inversión enorme de parte del neófito: se cifra en miles de pesos
cubanos para un cubano residente en la isla y en miles de CUC para un extranjero o un
cubano del exterior (de 2 000 a 6 000).15 En el segundo caso, aunque también en menor
medida en el primero, esto representa una ganancia consecuente para el iniciador así
como para los demás oficiantes solicitados por el mismo y que perciben en todos casos un
“derecho” ritual, es decir una remuneración por sus servicios. Además de ello, los
beneficios materiales teóricamente implicados en la alianza ritual, según el principio de
ayuda mutua entre padrino y ahijado, revisten aquí nuevas dimensiones. En la medida de
sus posibilidades, un cubano traerá para su padrino comida, cigarros, café, etc., y le
brindará su ayuda para diversos trámites o tareas domésticas. Pero un ahijado extranjero
o un cubano del exterior, podrá provisionarle con productos inexistentes o difícilmente
encontrables en la isla –medicamentos, ropa de buena calidad, otros inumerables objetos
de la vida cotidiana e, incluso, ciertos ingredientes rituales-, así como facilitarle el acceso
a servicios reservados para las extranjeros –entre otros ejemplos, la apertura de una línea
telefónica móvil, el acceso libre a Internet, la renta de vehículos, etcétera-. En diversas
ocasiones, después de la iniciación, los extranjeros que han sido iniciados también los
ayudarán de forma financiera, indirecta o directamente, puntual o regularmente. En el
caso de los iniciados procedentes de América Latina (México y Venezuela sobre todo),
aunque también de España, es decir de países donde la santería e Ifá están relativamente
conocidos y practicados por cierta parte de la población, se debe señalar que se puede
instaurar un nuevo tipo de relación de clientelismo, donde el ahijado extranjero o cubano
del exterior, a menudo en el marco de su propia progresión en el culto y porque esto le
proporciona a su vez ciertos beneficios, lleva con regularidad a casa de su padrino cubano
a personas de su país de origen para proceder a ceremonias religiosas. 16
13
Finalmente, en todos los casos existe una posibilidad última: un viaje fuera de la isla. En
efecto, no es inusual que la alianza ritual desemboque en un viaje para el iniciador, sea
por la propia iniciativa de su ahijado extranjero o gracias a su ayuda para concretar un
proyecto del iniciador.17
14
Mediante el padrinazgo de extranjeros, y en cierta medida de cubanos que residen en el
extranjero, los iniciadores cubanos tejen alianzas transnacionales cuyos beneficios
materiales son amplios y particularmente fuertes, y tienden a relegar a un segundo plano
a aquéllos de orden simbólico. Es, al menos, lo que occurre, como veremos enseguida, en
las prácticas discursivas de deslegitimación que estructuran las relaciones entre
sacerdotes.
CATEGORÍAS DE ACUSACIÓN Y RIVALIDADES
EXACERBADAS
15
Al incrementar los beneficios que corresponden al ejercicio del sacerdocio, la presencia
creciente de extranjeros candidatos a la iniciación en este mercado religioso habanero
165
nutre rivalidades preexistentes y exacerba las dinámicas de conflictos entre sacerdotes
sin modificarlas a profundidad.
16
El hecho de tener ahijados extranjeros se convierte, en efecto, en un argumento de doble
filo en los discursos de santeros y babalaos. Por una parte, les brinda prestigio; pero, por
otra, les somete a posibles acusaciones de “explotación” de la religión, entonces
considerada como vergonsozamente mercantilizada. Al evacuar todo beneficio simbólico,
los iniciados efectivamente presentan como motivo de la competencia entre potenciales
iniciadores un interés material, reductible a la ambición desmedida y condenable por
sacar un provecho financiero de la práctica religiosa. Los santeros y babalaos deploran a
coro este fenómeno que definen como una situación de “explotación” o de
“comercialización” de la religión, sostenida por un proceso de “dolarización”, de
“metalización” de sus iguales.18 En el marco de las iniciaciones de extranjeros, todo ello
constituye en la actualidad un verdadero cargo de acusación entre iniciadores, designado
por Argyriadis bajo la denominación general de “acusación de mercantilismo”. 19 Ésta en
realidad no es nueva, deviene en este marco central en las tentativas de deslegitimación
de la práctica de los pares (o de los demás iniciadores). Otra acusación íntimamente ligada
a esta última es la de corrupción y degeneración de la práctica religiosa. Aspectos
particularmente sujetos a chismes son las posibles modificaciones, adaptaciones y
acomodaciones del sistema ritual en ocasiones observadas en el caso de iniciaciones para
extranjeros, sean adoptadas por necesidades logísticas o a partir de peticiones del néofito.
Ejemplos de ellas se encuentran en la posible reducción del tiempo de los ciclos rituales,
en el hecho de raspar sólo una coronita de pelo en el centro de la cabeza en vez de raspar,
como se hace usualmente, el cráneo íntegro del neófito, o en el hecho de otorgar al recién
iniciado cierta libertad respecto de las obligaciones rituales que le corresponden, a veces
a cambio del pago de “multas rituales”.20 Estas acomodaciones también se practican a
veces –algunas de ellas a menudo– en el caso de iniciaciones de cubanos de la isla. Cuando
se trata de iniciaciones de extranjeros son, no obstante, asimiladas por los rivales a un
afán de lucro que conduce a los oficiantes implicados a ser poco cuidadosos o respetuosos
de la autenticidad y tradicionalidad de las prácticas rituales.
17
Del mismo modo, varios ejemplos de discrepancias y conflictos abiertos entre iniciados
observados en el marco de iniciaciones de extranjeros revelan que revisten formas
usuales en este medio. Subrayan que lo que releva de lógicas bastante comunes cuando la
iniciación implica nada más cubanos de la isla, está sistemáticamente atribuido a la
presencia de extranjeros cuando ellos son el centro de la actividad ri-mal. Muy frecuentes
son las rupturas debidas a una redistribución juzgada desigual del dinero entre los
oficiantes del rito. En realidad, ésta siempre lo es y representa en sí una fuente posible de
conflicto, pero en el caso de la iniciación de un extranjero, es juzgada como prueba de la
“metalización” del redistribuidor, es decir del padrino. Tan habituales son las rupturas
entre dos sacerdotes acostumbrados a trabajar juntos, incluso un padrino y uno de sus
ahijados que se convirtió en sacerdote, por el motivo de que uno supuestamente trató de
“quitarle” al otro un ahijado extranjero (o a veces un ahijado potencial), lo cual también
es moneda corriente con ahijados cubanos. Los ejemplos se podrían multiplicar y, lo
vemos, evidencian finalmente lógicas vigentes en este mundo.
18
Sin embargo, habría que mencionar, en los casos más extremos, la irrupción de una
práctica bastante nueva: las denuncias de los rivales en instancias oficiales, tales como la
Oficina de Inmigración y Extranjería. Allí, el cargo de acusación sale con claridad del
marco ritual para desplazarse a un nivel propiamente civil, y casi político, el motivo
166
invocado es el alojamiento ilegal de un extranjero, lo cual expone al ciudadano cubano a
una multa de alrededor de los mil CUC. Esta última alternativa ilustra así de forma
magistral el incremento paroxístico de las lógicas de vigilancia que organizan la práctica
cultual y de las dinámicas de conflicto propias a este mundo.
19
A modo de resumen, podemos afirmar que, en el nivel de estas redes rituales que se
desenvuelven en una escena microlocal e implican actores “eje” o “base” tienen una
proyección esencialmente local, las alianzas rituales transnacionales que los iniciadores
contraen con ahijados extranjeros contribuyen a asentar, a reforzar su posición de poder,
su estatus, su prestigio, en el barrio y en la ciudad, al mismo tiempo que, por ello mismo,
atizan rivalidades subterráneas preexistentes y desencadenan lógicas agonísticas
exacerbadas por la presencia de beneficios materiales presentes en la mente de todos
20
Sin embargo, la presencia de extranjeros candidatos a la iniciación no sólo alimenta las
rivalidades entre sacerdotes que se desarrollan en un escenario microlocal. También
influye, y esto es un fenómeno más reciente, a otra escala. Esta vez, implica grupos
constituidos de sacerdotes cuyos discursos y prácticas aspiran, ya no sólo a asentar una
legitimidad propiamente local, sino que tienden a un reconocimiento a escala
propiamente nacional y hasta transnacional.
GRUPOS CUBANOS EN VÍA DE
INSTITUCIONALIZACIÓN E INICIADOS DEL EXTERIOR
21
A consecuencia del cambio de la posición oficial del gobierno respecto de la religión,
varios grupos de sacerdotes, liderados en su mayoría por babalaos y con proyectos de
institucionalización y de “ortodoxisación” de las prácticas religiosas de origen yoruba,
emergieron en la escena pública. Hasta ahora, su pluralidad ha contradicho su anhelo de
unidad y engendrado nuevos antagonismos así como líneas suplementarias de
fragmentación en la población religiosa. El paisaje de estos grupos está dominado, en
términos de visibilidad, por uno de ellos: la Asociación Cultural Yoruba de Cuba ( ACYC).
Esta asociación es la única que goza en la actualidad de un reconocimiento legal en
materia de religión de origen yoruba.21 No obstante, los grupos concurrentes no
abandonaron sus propios proyectos, algunos de ellos están hoy en negociaciones con
miembros del gobierno con el fin de lograr también cierto reconocimiento. Desde hace
alrededor de quince años, todos se ven así comprometidos en luchas de poder acerbas al
tener como objeto el monopolio de definir la ortopraxia de estos cultos y de
representarlos en esferas públicas.
22
La presencia en Cuba de extranjeros candidatos a la iniciación se convirtió, pues, en un
elemento de peso en el marco de estas luchas. En este nivel, sin embargo, las alianzas
tejidas con iniciados extranjeros, o más generalmente del exterior, no reposan en
exclusiva sobre el parentesco ritual, sino más bien sobre afinidades de diferentes tipos, y
son claramente estratégicas.22 Conforme a las lógicas antes señaladas, dichos grupos usan
en sus discursos estas alianzas valorizantes para intentar influir en el juego de relaciones
de poder locales, y cuentan con que una forma de reconocimiento fuera de las fronteras
nacionales recaiga de alguna manera en el contexto nacional. Ciertos de ellos usan
efectivamente las alianzas transnacionales que entablaron para tratar de contrarrestar su
posición de marginalidad relativa en el nivel local. El grupo llamado Comisión
Organizadora de la Letra del Año, competidor directo de la ACYC para ciertas actividades
167
rituales colectivas, trata así de reivindicar su legitimidad superior mediante este
argumento: tal vez no tenga, a diferencia de la ACYC, respaldo legal, pero puede
enorgullecerse de contar en sus rangos con más de una centena de sacerdotes
extranjeros. Más aún, la prensa extranjera cubre sus actividades y entrevista a sus líderes
anualmente, y publica sus declaraciones en Internet y en periódicos extranjeros, norte y
sudamericanos.
23
En realidad, todos los grupos en vía de institucionalización han tomado recientemente
acta, implícito de que, a principios del siglo XXI, era tiempo de contar, de forma general,
con los ya numerosos iniciados extranjeros, cuya cifra parece que seguirá creciendo.
Prueba de ello es que la ACYC procuró en últimos tiempos tomar medidas para controlar
este fenómeno y asentar en definitiva su ascendiente sobre los demás grupos. En enero de
2005, dicha asociación presentó un proyecto a la muy oficial “Oficina de asuntos
religiosos”, órgano del comité central del Partido Comunista de la cual depende. Aquel
texto preconizaba la inscripción obligatoria en la ACYC de todo extranjero que viniera a
iniciarse en Cuba así como el registro previo y obligatorio de su futuro iniciador, padrino
o madrina. Sugería también que un certificado de la ACYC fuera necesario en los servicios
de aduana aeroportuarios para que el extranjero, a la hora de partir, pudiera llevarse sus
atributos religiosos.23 Este proyecto –rechazado hasta ahora por las autoridades-poseía
varios objetivos.
24
En primer lugar, hubiera permitido captar fieles extranjeros para la red propia de
sacerdotes de la asociación y hasta garantizarse su monopolio. Al mismo tiempo, hubiera,
de hecho, excluido a los grupos rivales al reducir con fuerza su posibilidad de trabar, en el
futuro, alianzas transnacionales suplementarias. Representaba en tercer lugar una
manera de asentar, por vía oficial, su autoridad en Cuba sobre los iniciados cubanos que
contestan con frecuencia su legitimidad. Pero, más aún y ante todo, consistía en intentar
erigirse frente a los extranjeros como único interlocutor válido en Cuba en materia de
religión de origen yoruba. Efectivamente, esta iniciativa no se fundaba sólo sobre la
consideración de una situación local y nacional que pretendía regular. Con ello, la ACYC
deseaba conquistar una legitimidad oficial tendiendo a concretar sus pretensiones a la
exclusividad de representar las vertientes religiosas cubanas de origen yoruba frente al
exterior también, en el marco de un mercado religioso claramente percibido como
transnacional.
DE LO NACIONAL A LO TRANSNACIONAL.
MODIFICACIÓN DE LAS RELACIONES DE PODER
LOCALES
25
Durante los últimos años, tanto en Europa (sobre todo en España) como en otros países
del continente americano, las religiones yoruba de África del Oeste –sus vertientes
nigerianas ante todo– conocieron un auge paralelo al de las prácticas cubanas. Una
verdadera red transnacional de practicantes de las religiones de origen yoruba, cuyo
medio de contacto y espacio de intercambio privilegiado ha sido y sigue siendo Internet,
también se ha constituido.24
26
A pesar de ser, mediante el padrinazgo de extranjeros, actores activos de la
transnacionalización religiosa, la mayoría de los iniciados cubanos se encuentra no
obstante en una situación de aislamiento relativo respecto de este contexto transnacional
168
y las informaciones acerca de los debates que animan esta amplia red le llegan en
fragmentos.25
27
El caso de los líderes de los grupos evocados es, sin embargo, sensiblemente distinto. Son
en realidad actores que podemos identificar con claridad, por oposición a los actores
“secundarios” y “eje” ya evocados, como actores “nodos”, es decir como actores
“detentores de las claves de diversos contextos, incluyendo el transnacional” y que
“manejan con facilidad sus codigos esenciales”.26 Poseen mucho más datos que los demás
actores habaneros sobre la implantación de sus prácticas religiosas fuera de su contexto
de origen y, clave esencial, saben que las vertientes de culto yoruba de África
representan, para ciertos practicantes, un modelo de tradición alternativo al cubano. Sus
discursos revelan, en efecto, que tienen una conciencia aguda de la existencia de esta red
transnacional y de los debates que la atraviesan.
28
Esta toma de conciencia es en sí misma el fruto del fenómeno creciente de iniciaciones de
extranjeros en los años noventa. Hace algunos años, estos actores “nodos” pertenecían a
la masa de los iniciados “eje” y, precisamente mediante el padrinazgo de extranjeros o de
cubanos del exterior, pudieron irse por un tiempo del país, en muchas ocasiones para dar
conferencias religiosas u oficiar en ceremonias. Se percataron así de la situación antes
expuesta y, al mismo tiempo, entraron en redes nuevas con las cuales mantuvieron luego
intercambios intensos, mediante desplazamientos físicos, correo postal y electrónico, lo
cual los mantuvo y los sigue manteniendo informados de las polémicas que animan esta
red transnacional. Han entendido, pues, que el público potencial de sus discursos y
prácticas puede ser mucho más amplio que el nacional y que supera también el único
público de extranjeros que viene iniciarse en Cuba, lo cual constituye como veremos, un
factor de peso en los proyectos actuales que encabezan. En realidad, los conflictos
recientes que vienen a actualizar los antagonismos preexistentes entre estos grupos son
hoy esencialmente mediatizados por una voluntad convergente de inserción en estos
marcos y debates transnacionales.
29
El caso de un conflicto sin precedente que tuvo lugar en La Habana a finales de 2004 y que,
en realidad, inspiró directamente a la ACYC su proyecto de 2005 es paradigmático de ello.
Surgió a partir de la iniciación de una mujer venezolana en el sacerdocio hasta entonces
exclusivamente masculino en Cuba de Ifá. Esto hacía eco para un debate en la red
transnacional acerca de la posibilidad de esta iniciación, en general negada en Cuba pero
parte integrante de la tradición africana. El conflicto abierto opuso el grupo instigador de
la iniciación, llamado Ifá Iranlówo, a la ACYC Además de revelar por primera vez en la
escena pública las dinámicas agonisticas intrínsecas a este universo, este conflicto abierto
también evidenció dos elementos: en primer lugar, la influencia sobre ciertas prácticas
rituales y discursivas a priori locales de las que atraviesan la red transnacional de
practicantes de las religiones de origen yoruba y, en segundo, la aparición de un nuevo
objetivo implícito consistente en conquistar la legitimidad a emitir un discurso religioso
definiendo (o redefiniendo), desde la isla, la tradición cubana sobre el amplio mercado
religioso transnacional de la religión de origen yoruba, frente a los iniciados del exterior.
27
30
En este conflicto, sí reencontramos las mismas lógicas que las que aparecen en el nivel
microlocal cuando se trata de la iniciación de extranjeros, a saber la acusación de
mercantilismo de los iniciadores y la de corrupción de la tradición, extremadamente
fuertes en este caso. También se movilizaron estrategias de legitimación y
deslegitimación inéditas de parte de ambos grupos, como la distribución masiva de
169
panfletos, la organización de conferencias de prensa, el empleo de Internet y de
tentativas de coerción, la introducción de categorías de acusación política como la de
“disidencia”, el desarrollo de discursos distintos y particularmente complejos acerca de la
noción de tradición nacional y, al mismo tiempo, el uso de argumentos rituales ajenos al
contexto propiamente cubano así como del discurso de varios iniciados extranjeros. Si la
controversia fue tan violenta, fue, es cierto, porque la iniciada era venezolana (dos
mujeres cubanas habían ya pasado por esta iniciación en 2003 sin que haya habido
ninguna reacción de parte de los grupos rivales), pero también, y ante todo, porque
aquella modificación ritual constituía, por parte de Ifá Iranlowó, un discurso en actos
frente a los iniciados del exterior sobre lo que era o podía ser la tradición cubana.
31
En el marco de la temática tratada en este artículo, lo más importante es notar que este
nuevo objetivo implícito se revela capaz de llevar al paroxismo los antagonismos
anteriores y de engendrar nuevas estrategias de (des)legitimación así como de modificar
por un tiempo las relaciones de poder de los grupos locales. En este conflicto, de grupo
netamente marginal, Ifá Iranlowó pasó a un primer plano en la esfera pública. Más aún,
encontró fuertes apoyos en numerosas instituciones científicas del país –algunas de ellas
dedicándose a estudios religiosos-así como en importantes intelectuales iniciados y no
iniciados quienes, de forma paralela, condenaron los medios empleados por la ACYC en
este conflicto, a pesar de su posición de autoridad relativa sostenida por su estatus legal.
Al mismo tiempo, Ifá Ìranlowó se vio impulsado en la escena transnacional –
esencialmente por el uso de Internet en el conflicto– como un interlocutor válido para
ciertos iniciados de afuera favorables a su iniciativa. Estos últimos contribuyen hoy a
fortalecer la nueva posición lograda por el grupo en este conflicto.
FOTOGRAFÍA 2. Babala(w)o nigeriano finalizando la iniciación “a la manera africana” de dos
muchachos cubanos. La Habana, julio de 2006.
170
32
Así es como, a principios de 2006, un hombre mexicano, iniciado en la santería por un
cubano y hasta ahora cercano a la ACYC, contactó por correo electrónico al líder de Ifá
Iranlowó y mantuvo correspon-dancia con él, lo que fue una consecuencia directa del
conflicto que popularizó el nombre del grupo. Habiéndose ido a Nigeria para iniciarse en
el culto de Ifá, este iniciado mexicano fue a Cuba, acompañado de su padrino nigeriano, a
visitar al líder y a los miembros principales de Ifá Iranlowó. Algunos meses después, en
julio de 2006, el mismo padrino y otro babalao nigeriano volvieron a La Habana –siempre
acompañados del ahijado mexicano y mediante su ayuda financiera–, con el fin de
realizar, por primera vez en la isla y con Ifá Iranlowó, una triple iniciación en Ifá a la
“manera africana”. Éste fue un evento al cual asistieron alrededor de cincuenta o sesenta
sacerdotes de La Habana, pero que fue rodeado de silencio por parte de los grupos rivales,
aunque algunos de ellos fueron invitados. A los pocos días, la iniciación fue seguida de
una conferencia dada por los nigerianos en el Centro de Antropología de La Habana, pero
ésta estuvo a punto de ser anulada a última hora por causa de una llamada telefónica de la
ya citada oficina de asuntos religiosos. La ACYC había denunciado la organización de esta
conferencia sin autorización legal. Había además pretendido frente a los oficiales de dicha
oficina que su objetivo era el de reclutar miembros así como el de recaudar fondos para
una asociación fundada por los dos nigerianos con la complicidad de los huéspedes
cubanos. Estos eventos confirmaron el uso de ciertas estrategias de deslegitimación y la
existencia de luchas exacerbadas para garantizarse el monopolio interno al emitir un
discurso sobre la tradición cubana legítima y sobre las posibles reformas a adoptar para
su unificación y “ortodoxisación”.
33
A modo de conclusión, se puede afirmar que la presencia de extranjeros candidatos a la
iniciación en Cuba y la creación de alianzas con iniciados del exterior constituyen hoy un
dato de gran relevancia en el análisis de ciertos antagonismos locales: exacerban los
beneficios potenciales y las dinámicas que están en el corazón del vínculo ritual así como
las luchas de poder que son intrínsecas al campo religioso local. Sus efectos repercuten en
varias escalas, cada una de ellas implicando distintas lógicas de evolución en el culto de
los sacerdotes cubanos, lógicas que pueden ser consideradas de manera cronológica pero
cuyo encadenamiento no es necesario. En cuanto a las novedades que introduce en las
estrategias de deslegitimación respectivas, una constante parece destacarse, sea en el
nivel microlocal o en el de grupos en vía de institucionalización. Se trata del
desplazamiento de los conflictos religiosos a otras esferas de la vida social, lo cual se
transparenta en el recurso creciente a categorías de acusación política y en el intento de
movilizar instancias estatales para zanjar ciertos antagonismos.
34
En estas páginas, se trató de destacar cómo la actual posibilidad de entablar alianzas
transnacionales influye sobre las relaciones entre iniciados cubanos de la isla, también se
pueden vislumbrar elementos interesantes para entender sus relaciones con iniciados
extranjeros o del exterior. Por medio de los casos estudiados, vemos fluctuar la posición
de estos últimos. En las lógicas más comunes, son siempre vistos, es cierto, por los
cubanos como “consumidores”, presas inocentes frente a los depredadores cubanos. Los
cubanos son entonces implícitamente concebidos como los únicos detentores, a veces
poco escrupulosos, del saber y de la tradición religiosa. Sin embargo, a medida que pasa el
tiempo o que se profundizan las relaciones, los extranjeros pueden adquirir otro estatus,
claramente perceptible en el último caso evocado. En éste, los cubanos van hasta
conceder a iniciados del exterior una posición de poder relativo, una igualdad de
conocimiento o, por lo menos, la posibilidad de ser un interlocutor válido respecto de lo
171
que es la tradición religiosa. Este cambio se podía augurar, de cierta forma, a través de las
nuevas relaciones de clientelismo que se crean, en ocasiones, en el nivel microlocal.
35
Más que nunca y con el fin de aprehenderlo mejor desde una perspectiva etnográfica y
antropológica, el fenómeno de la transnacionalización religiosa debe ser enfocado a partir
de la diversidad de relaciones que engendra.
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López Calleja, Sonia. Diffusion des cultes afro-cubains à Paris et à Valenda: influence des processus
cognitifs dans l’adhésion à une nouvelle religion. Memoria de DEA, Universidad París X-Nanterre, 2005.
Ramos, Miguel W. “La División de La Habana: Territorial Conflict and Cultural Hegemony in the
followers of Oyo Lucumi Religion, 1850s-1920s”. L. Pérez y U. De Aragón (coord.). Cuban Studies.
Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2003, pp. 38-70.
Testa, Silvina. “La conquête de l’Est. Reconfigurations régionales de la santería cubaine”.
Universidad París X-Nanterre, 2006 [tesis de doctorado].
NOTAS
1. Este proceso ya se ha estudiado detalladamente en diversos países. Para el caso de Estados
Unidos vid., entre otros, a David H. Brown. Garden in the Machine: Afro-Cuban Sacred art and the
Performance in urban New Jersey and New York. Ph.D. Dissertation, Yale University, 1989; Georges
Brandon. Santería from Áarica to the New-World: The Dead sell Memories. Bloomington and
Indianapolis: Indiana University Press, 1993; y Stefania Capone. Tes Yoruba du Nouveau Monde.
Religion, ethnicité et nationalisme aux États-Unis. Paris: Karthala, 2006. Para el caso de Mexico, vid.
Nahayeilli B. Juárez Huet. “Un pedacito de Dios en casa: transnacionalización, relocalización y
práctica de la santería en la ciudad de México”. El Colegio de Michoacán, 2007 [Tesis de
doctorado]. Para el caso de Francia, vid. Kali Argyriadis. “Les Parisiens et la santería. De
l’attraction esthétique à l’implication religieuse”, Psychopathologie africaine, 1- XXXI, 2001-2002, p.
17-44. Para un proyecto comprativo del caso francés y del caso español, vid. Sonia López Calleja.
Diffusion des cultes afro-cubains à Paris et à Valencia: influence des processus cognitifs dans l’adhésion à
une nouvelle religion. Memoria de DEA, Universidad París X-Nanterre, 2005. Memoria de DEA,
Universidad París X-Nanterre, 2004.
2. Vid. Kali Argyriadis y Renée de la Torre en la introducción de este libro así como Stefa-nia
Capone. “Les pratiques européennes des religions afro-américaines”. Psychopathologie africaine,
vol. XXXI, núm. 1, 2001-2002, y “Religions transnationales”, Civilisations, vol. LI, núm. 1-2, 2004.
173
3. En la actualidad, dos millones de extranjeros viajan anualmente a esta isla que cuenta con
alrededor de once millones de habitantes.
4. Para poder salir legalmente del país, fuera de un marco profesional, los ciudadanos cubanos
necesitan una “carta de invitación” firmada por un residente de un país extranjero. Esta “carta”
es un documento notarial establecido, mediante el pago de 160 pesos convertibles (equivalente a
160 dólares americanos), por la Consultoría Jurídica Internacional de La Habana.
5. A lo largo del siglo XX, algunas de sus manifestaciones rituales centradas alrededor del baile, de
la música y del canto habían efectivamente sido valoradas en su dimensión estética como parte
de un “folclor afrocubano”. Hoy, todas las guías turísticas editadas en América y Europa
consagran un capítulo al tema de las religiones afrocubanas. También indican los principales
lugares donde se pueden apreciar espectáculos inspirados de este universo.
6. Al respecto vid. Kali Argyriadis. La religión à La Havane. Actualités des représentations et des
pratiques cultuelles havanaises. París: Archives Contemporaines, 1999.
7. Vid. Kali Argyriadis y Renée de la Torre. “El ritual como articulador de temporalidades: un
estudio comparativo de la santería y de las danzas aztecas en México”. Odile Hoffmann y Teresa
Rodríguez (eds.). Los retos de la diferencia. Los actores de la multiculturalidad entre México y Colombia.
México: CIESAS-IRD-ICANH-CEMCA, 2007.
8. En el caso de Ifá, culto en esencia masculino, los iniciadores siempre son hombres. En la
santería, este cargo puede indiferentemente ser asumido por un hombre o una mujer. En el resto
del artículo y por comodidad gramatical se emplearán los términos genéricos de “iniciador” y
“padrino”, ya no para designar un individuo de sexo masculino sino para referirse a esta función.
9. Acerca de la noción de “mercado religioso”, vid. Pierre Bourdieu. “Genèse et structure du
champ religieux”. Revue Française de Sociologie, vol. XII, núm. 3, 1971, pp. 295-334. Sobre la noción
de “relación objetiva”, vid. Pierre Bourdieu. “Une interprétation de la théorie de la religion selon
Max Weber”, Archives Européennes de Sociologie, vol. XII, núm. 1, 1971, pp. 3-21.
10. En este medio, la noción de “tradición” está intrínsecamente ligada a la “casa religiosa”. La
práctica ritual, aunque siga una lógica simbólica y principios básicos compartidos por todos,
presenta cierta plasticidad y es susceptible de variar, en sus detalles, de una casa a otra. La
complejidad de los rituales y la cantidad de secuencias que los componen nutren así ad infinitum
el chisme, el cual puede tener como objeto el uso de ciertos ingredientes rituales (plantas,
piedras, animales, etc.), la disposición del espacio ritual, los propios gestos rituales y su
cronología, los cantos apropiados a tal ritual o su versión “ortodoxa”, etcétera.
11. Varias etnografías más antiguas así como trabajos con carácter propiamente histórico sobre
estas vertientes religiosas lo confirman. Vid., entre otros, R. Lachatañeré. “La influencia bantúyoruba en los cultos afrocubanos”. El sistema religioso de los afrocubanos [reedición de artículos de
1940-1946]. La Habana: Ciencias Sociales, 2001, pp. 205-216; L. Cabrera. El monte. Igbo, Finda, Ewe
orisha, Vititinfinda. La Habana: Ed. SI-MAR S.A., 1996, p. 1 ; L. Cabrera. Koeko Iyaivó: Aprende novicia.
Pequeño tratado de regla lucumi. Miami: Library of Congress Catalog Card, 1980, pp. 182-184; D. H.
Brown, op. át, pp. 10-108; y M. W. Ramos. “La División de La Habana: Territorial Conflict and
Cultural Hegemony in the Followers of Oyo Lucumi Religion, 1850s-1920s”, L. Pérez y U. De
Aragón (coords.). Cuban Studies. Pktsburgh: University of Pittsburgh Press, 2003, pp. 38-70.
12. La expresión “extranjeros” representa una categoría monolítica en el discurso de los
iniciados cubanos. Está retomada como tal en este artículo, ya que, salvo mención explícita, la
nacionalidad de estos extranjeros no es un elemento relevante en la comprensión del fenómeno
estudiado.
13. Los salarios mensuales cubanos varían del equivalente de 6 a 40 dólares, y es evidente que, a
pesar de no ser por tanto ricos, la totalidad de los extranjeros que vienen a Cuba, todas
nacionalidades confundidas, gozan de ingresos ampliamente superiores a los de la población
media cubana.
174
14. Las referencias a ahijados cubanos residiendo en el exterior, cuya cifra se ha incrementado
fuertemente en los quince últimos años, están a veces movilizadas en el mismo sentido.
15. En Cuba circulan dos monedas: el CUC o peso cubano convertible, equivalente al dólar
americano, y la llamada “moneda nacional” o simple peso cubano. Un CUC equivale a 24 pesos
cubanos. Los salarios son pagados en su mayoría en pesos cubanos. Sin embargo, al igual que todo
lo brindado específicamente a los extranjeros, los servicios y productos de mejor calidad en el
país se pagan en CUC. En cuanto a los llamados “cubanos del exterior”, se puede decir que
representan una categoría intermedia. No son realmente extranjeros, pero tampoco son
considerados cubanos con el mismo título que los de la isla. Desde el punto de vista insular,
poseen todos los atributos del extranjero y, de hecho, gozan legalmente de los mismos privilegios
(acceso a servicios diversos en la isla y movilidad personal ilimitada). Generalmente son así
tratados, al menos en materia de dinero, como los extranjeros.
16. Aunque varios sacerdotes realizan iniciaciones en estos países, la iniciación en Cuba siempre
goza del sello de una autenticidad, y hasta de una eficiencia ritual, superiores.
17. Aunque los trámites relativos a la salida son extremadamente onerosos (360 CUC como
mínimo además del precio del boleto de avión), “viajar” representa un objetivo para muchos
cubanos, omnipresente en las conversaciones cotidianas. En las representaciones de muchos
equivale a la posibilidad de ganar dinero, sea, en el caso de los iniciados, por el ejercicio de su
sacerdocio afuera o por cualquier otra vía. Esta posibilidad no es accesible para todos, así, el
hecho de “haber viajado” se vuelve también fuente de cierto prestigio social al regreso a la isla.
18. En el lenguaje popular cubano, se puede decir de las personas que “se dolarizan” que “se
metalizan”. En estas dinámicas discursivas, al igual que en otros tipos de acusación como la de
brujería malévola, el “metalizado” siempre es el otro.
19. Kali Argyriadis. “El desarrollo del turismo religioso en La Habana y la acusación de
mercantilismo”. Desacatos, núm. 18, 2005, pp. 29-52.
20. Para otros ejemplos vid. Silvina Testa. “La conquête de l’Est. Reconfigurations régionales de la
santería cubaine”. Universidad París X-Nanterre, 2006, pp. 180-185 [tesis de doctorado]
21. La Asociación Cultural Yoruba de Cuba fue creada por una docena de babalaos habaneros y
simultáneamente reconocida por el Estado cubano en 1991. Este último le otorgó un local en el
corazón de La Habana Vieja, el barrio más turístico de la ciudad. Esta asociación pretende así
representar, en su integralidad, la población iniciada del país así como unificar y centralizar, a
largo plazo, el culto. Para más detalles acerca de este grupo y de los de que se van a tratar a
continuación vid. Kali Argyriadis y Stefania Capone. “Santería y cubanía: les enjeux politiques de
la transnationalisation religieuse”. Civilisations, vol. LI nums. 1-2, 2004, pp. 81-137, y Emma Gobin.
“Les religions d’origine africaine à La Havane. Ethnologie d’une harmonie rêvée”.Universidad
París X-Nanterre, 2003, pp. 89-103 [tesis de maestría].
22. Al respecto, es importante señalar que la mayoría de estos grupos funciona como
asociaciones, con sistema de inscripción, cotización, etcétera.
23. En cualquier nivel de iniciación, los iniciados reciben receptáculos de diversos materiales,
formas y tamaños que materializan las entidades extrahumanas y cuyo cuidado les incumbe
personalmente.
24. Acerca de estos aspectos vid. Stefania Capone. “Les dieux sur le net. L’essor des religions
d’origine africaine aux États-Unis”. L’Homme, núm. 151, 1999, pp. 47-74, y Alejandro Frigerio.
“Internet y la creación de una esfera pública religiosa trasnacional: practicantes ‘tradicionalistas’
y ‘diaspóricos’ de religiones afroamericanas en la web”. Ponencia presentada en el Coloquio
Transnacionalización de las Prácticas Religiosas Neotradicio-nales Guadalajara, Jalisco, 22 al 24 de
febrero de 2007.
25. Recordemos que los cubanos de la isla no disponen libremente de internet y que son, además,
limitados en sus posibilidades de circulación fuera del país.
175
26. Kali Argyriadis y Renée de la Torre, “El ritual como articulador...”. La categorización aquí
usada presenta la gran ventaja de escapar al enfoque de las relaciones entre iniciados en
términos de dominados/dominantes, el cual, por la presencia permanente de la contestación y de
la negociación de los estatus, es totalmente inadecuado para entender las relaciones que se
desarrollan en este mundo. Ser un actor “nodo” no equivale, en ningún momento, a ocupar una
posición de poder objetiva. Este mismo actor puede, por ejemplo, ser un actor marginal o
marginalizado en un contexto local dado, como es mayoritariamente el caso aquí.
27. Acerca del primer aspecto, que no será tratado aquí, así como para el análisis detallado del
conflicto, vid. Emma Gobin. “‘Innovation’, circulation, fragmentation. Ethnographie d’un conflit
religieux à La Havane”. Ateliers du LESC, núm. 31, 2007 ( http://ateliers.revues.org/
document411.html), 23 de julio.
AUTOR
EMMA GOBIN
LESC-UNIVERSITÉ DE PARIS X-NAN TERRE
176
Tercera parte. Espacios de relaciones
y circuitos
177
Acerca de algunas estrategias de
legitimación de los practicantes de la
santería en el contexto mexicano
Kali Argyriadis y Nahayeilli Juárez Huet
1
La santería, a la par de otras religiones “afroamericanas”, forma parte de un amplio
proceso de transnacionalización1 coadyuvado por las tecnologías de comunicación,
industrias culturales y la movilidad física (migración y turismo) de muchos de sus adeptos
y creyentes simados en puntos geográficos diversos y unidos por medio de diversas redes
transnacionales (rituales, políticas, artísticas).
2
La presencia de la santería cubana en México2 puede simarse desde hace más cincuenta
años, y la imagen que sobre ésta se ha construido en la sociedad mexicana ha cobrado
distintos matices y particularidades a lo largo de su proceso de transnacionalización, el
cual puede ser dividido en tres etapas. La primera podemos ubicarla en los años cuarenta
y cincuenta, en la que las industrias culturales de la música y el cine fueron importantes
mediadores en la construcción de una imagen “exótica” de algunos de los elementos
pertenecientes a la misma, en especial la música y la danza.
3
A partir de 1959 comienza una segunda etapa en la que las olas migratorias de cubanos a
Estados Unidos, después de este año, lograron generar a la larga otras opciones –además
de Cuba– para aquellos mexicanos aún muy escasos, que se iniciaban en la santería:
Miami, Los Ángeles, Nueva York. Es en esta segunda etapa que podemos observar los
primeros cambios cualitativos de su difusión en el país, en especial en los años setenta y,
al menos para el caso de la ciudad de México, podemos rastrear a los primeros mexicanos
que no se iniciaron en el extranjero, aunque en realidad hasta este decenio la santería se
mantenía bastante oculta y el número de sus practicantes no era significativo. En los años
ochenta, tanto sus practicantes como aquellos que recurrían a consultar a los santeros
iban en aumento, y sus estratos –hasta entonces predominantemente medios y altos–
ahora se diversificaban, una apreciación que parece demostrarse cuando a finales de esta
misma década el escándalo de los llamados narcosatánicos de Matamoros 3 hace de la
178
santería noticia nacional, asociándola de manera ambigua con el narcotráfico, la
delincuencia y el satanismo.4
4
La década de los noventa marca el comienzo de una tercera etapa. En ésta, se empieza a
apreciar una divulgación y visibilidad particularmente manifiesta y mucho más amplia de
la santería en la capital y sus zonas conurbadas y también, aunque en menor medida, en
otros estados del país tales como Veracruz, por ejemplo. Nuevos canales y ámbitos de
difusión, consumo y oferta de la misma entran en escena, contrastando de manera muy
notoria con lo que se observa en las etapas anteriores de su transnacionalización,
periodos en los que sus medios de divulgación predominantes eran por la vía “boca en
boca” y la movilización de personas a través de las fronteras, a los que se vinieron a
sumar después los diversos medios de comunicación masiva (televisión, radio, prensa,
Internet).
FOTOGRAFÍA 1. Mercado de Sonora, espacio de comercialización de objetos para uso ritual y de
parafernalia de santería y prácticas esotéricas. Imagen de la santa Muerte (der.) con algunos
elementos simbólicos de Oyá, orisha de la santería. Mercado de Sonora, México, DF. Fotografía de
Nahayeilli B. Juárez Huet.
5
A lo anterior se adjunta el entrecruzamiento y concurrencia de la santería con diversas
tradiciones de arraigo prehispánico y colonial, prácticas del catolicismo popular, el
espiritismo, el espiritualismo trinitario mariano y el boom que en los últimos años ha
tenido una amplia gama de prácticas neoesotéricas, y que a través de los posibles
paralelismos y articulaciones de sus diversos elementos coadyuvan de manera importante
en el proceso de su divulgación y relocalización en México.5
6
Sin embargo, a pesar de su difusión cada vez más palpable, la santería en México no está
reconocida como religión. Se inserta dentro de un campo religioso que la coloca en franca
desventaja respecto de algunas expresiones religiosas minoritarias, pero en especial con
relación a la institución religiosa todavía hoy dominante: la católica. La sociedad en
general no está familiarizada con su universo, y en numerosas ocasiones la percepción
179
negativa que los mexicanos pueden expresar sobre ésta se nutre con frecuencia de
experiencias personales o de terceras personas consideradas por las mismas como
“desagradables” (sacrificio de animales, posesión), experiencias muchas veces
entretejidas con imaginarios relacionados con la “brujería” y “cuestiones del demonio”;
con la imagen difundida por diversos medios de comunicación (impresos y mediáticos),
así como con la visión transmitida por algunos sacerdotes de la Iglesia católica o incluso
de algunas denominaciones protestantes. Continuamente se le categoriza como “secta”,
“falsa religión”, lo cual junto con su vinculación con el imaginario de lo demoniaco
conforman representaciones que tienden a confinarla a la estigmatización. 6
7
Por su calidad de “diferente” en relación con la institución religiosa dominante del
entorno cultural en el que se inserta, y que a muchos todavía inquieta, a la santería se le
atribuye una posición de “inferior” que encierra varios defectos e imperfecciones. Éstos
se magnifican y resaltan cuando a la luz pública se le asocia no sólo al “satanismo”, sino
también, como ya señalamos, a la delincuencia y a la droga. Una visión que pone de
relieve también cómo en la tercera etapa de su proceso de transnacionalización se inserta
en un contexto político nacional en el que el narcotráfico y la delincuencia han cobrado
en México dimensiones alarmantes, dándole así un sentido o reinterpretación social
vinculados también a estas dinámicas específicas. Sin embargo, habría que hacer énfasis
en que la santería no es una práctica privativa de los grupos que se desenvuelven en las
esferas de actividades peligrosas (consideradas algunas como criminales y clandestinas) –
como algunos medios han querido hacerlo ver–, sino, como ya se hizo mención, que
abarca una gama de estratos mucho más amplia; aunque su atractivo en dicho ámbito
tampoco podemos ignorarlo.
8
En este sentido, quizá se puede afirmar que el medio de inseguridad potencializa las
posibilidades de su apropiación y el universo más amplio al que pertenece, como una
instancia intercesora a través de la cual es posible activar y propiciar la protección y
“favores” de entidades espirituales para actividades consideradas por estos interesados
tan legítimas como otras. Por otra parte, la connotación de la santería como una
“encarnación del mal” en términos de narco y delincuencia, podría ser una forma en la
que algunas estructuras del Estado construyen sus propios “demonios” para justificar su
incapacidad e incompetencia en áreas en donde son también parte del problema. A lo
anterior debemos agregar que a pesar de su estigmatización, el atractivo que la santería
genera entre muchos mexicanos lejos de dismmuir parece mostrar una tendencia
contraria, lo que refleja en parte cómo los individuos construyen sus creencias e
imaginarios con lo trascendente al margen de la doctrina e instimción eclesiástica, en
especial si tomamos en cuenta que la mayoría de sus adeptos siguen considerándose
católicos.7
9
Ahora bien, como respuesta al estigma que en torno de la santería se ha construido, se
observa la puesta en marcha de lo que Frigerio, retomando a Snow, denomina “de
estrategias acomodativas”,8 por medio de las cuales diversos actores se esfuerzan por
alcanzar una recepción factible de respeto y legitimidad en la sociedad mexicana, en la
que si bien no podemos afirmar que de forma generalizada la condene, tampoco se
muestra del todo favorable hacia su aceptación. Este mismo autor también ha señalado,
que después de haber pasado por largos procesos de lucha, la posición social que las
religiones afroamericanas –como la santería– han alcanzado en sus lugares de origen
como parte de una herencia cultural común legítima tiene que ser readquirida al
desplazarse a otros contextos. La vinculación de origen de estas religiones con narrativas
180
identitarias de grupos étnicos locales o nacionales, es una de las características sobre las
que si bien está cimentada su valor, al mismo tiempo se manifiesta como un factor que
dificulta los intentos de sus practicantes de hacer extensivo dicho estatus a nuevos
contextos, en los que, salvo algunas excepciones, se les considera como “verdaderas
religiones”.9
10
Asimismo, habría que poner en relieve que las escalas, contextos y espacios de relación en
los que los diversos adeptos de la santería se desenvuelven, necesariamente influyen en
las posibles particularidades que sus estrategias de legitimación adquieren. En el presente
texto, distinguimos dos niveles principales en las que éstas pueden ser operadas. En el
primero, los esfuerzos por conseguir una recepción factible de respeto y legitimidad se
hacen visibles en sus interacciones con la sociedad e instancias públicas y del Estado; al
hacer uso de medios de comunicación, de instrumentos jurídicos o al participar en foros
abiertos al público (académicos, culturales). En el segundo nivel, estos esfuerzos se dan
más desde las “trincheras” individuales, por medio de la interacción directa y relaciones
interpersonales entre iniciados y extraños a la religión, por un lado, y entre sus
correligionarios o “rivales” y “competidores”, por el otro. De esta manera, trataremos de
ilustrar a partir del caso del Distrito Federal y del puerto de Veracruz la forma en la que
dichas estrategias son instrumentadas en estos dos niveles, las particularidades que el
contexto nacional y “local” les imprimen, pero que al mismo tiempo están
interrelacionadas. Para el primer caso, en el que la santería tiene mayor arraigo y
desarrollo, haremos énfasis en las estrategias instrumentadas en un nivel social amplio,
mientras que para el segundo, nuestro interés será destacar el nivel más individual.
BUSCANDO UNA LEGITIMIDAD EN LA SOCIEDAD
MEXICANA. SANTEROS EN EL DF
11
Consideramos importante señalar, primeramente, que las estrategias de legitimación que
algunos de los practicantes de la santería han instrumentado en otros contextos –en
especial en Estados Unidos–10 con el fin de lograr un reconocimiento de la misma como
una religión y contrarrestar los estigmas que acerca de ésta se han difundido en el nivel
social, han tenido una influencia notable en las propias estrategias de los practicantes en
México, tanto cubanos como nacionales. Entre las posibilidades más comunes que se
muestran como factibles para dicho propósito, éstas se centran principalmente en dos
direcciones: la primera consiste en abrir espacios (académicos, culturales, artísticos,
mediáticos) que permitan expresar y difundir el cuerpo de creencias y prácticas desde la
perspectiva de los creyentes o de algunos elementos de sus prácticas religiosas, haciendo
énfasis en su aporte y valor cultural; y la segunda, conformar agrupaciones o asociaciones
religiosas reconocidas legalmente.
12
Respecto de la primera, habría que señalar grosso modo que la valoración de los aspectos
artísticos (música y danza), estéticos y culturales de la santería, sobre todo a partir de su
tercera etapa de transnacionalización, han confluido con el interés de mostrarla como
una expresión cultural no solamente cubana, sino también perteneciente a un legado
africano en América digno de ser enaltecido. Y si bien, al menos para el caso del Distrito
Federal, aún no se aprecian hasta el momento entre sus practicantes –varios de los cuales
han participado en estos foros-discursos identitarios que la reivindiquen como un
patrimonio cultural propio de las poblaciones de origen africano en México, dichos
espacios ofrecen la posibilidad hasta cierto punto de “atenuar” el estigma que sobre la
181
santería pesa. Varios de sus adeptos consideran que su participación en eventos abiertos a
un público ajeno al “verdadero” conocimiento de sus prácticas resulta de fundamental
importancia, para que al menos dicho público pueda tener “una idea de la base real de la
religión”. Estos ámbitos no se reducen a temáticas culturales, pues en años más recientes
se observa la participación de algunos –también de nacionalidad cubana– en foros
académicos en los que han tenido la oportunidad de expresar y discutir sus puntos de
vista acerca de la religión que profesan y de lo que de ésta se tiende a pensar y decir.
Otros han tenido la oportunidad de expresar estas opiniones en algunos medios de
comunicación, como la prensa, televisión, la radio e Internet.
13
Entre otros ejemplos podemos señalar el caso de la Revista Santería Ciencia y Religión, cuyos
articulistas y editores eran sobre todo de nacionalidad cubana (residentes en México,
Cuba y Estados Unidos) y mexicana. Fue publicada por primera vez en 1993 y para 1999
podía ser adquirida en varios estados de la república mexicana. Esta revista conformó uno
de los primeros espacios de comunicación impresa que dio voz a los diversos devotos y
practicantes de la santería para exponer, entre otros aspectos, su postura respecto del
estigma que sobre la misma existe. Con frecuencia aparecían exhortaciones a unirse en la
lucha común conducida por otros iniciados, sobre todo en Estados Unidos, en aras de
lograr un reconocimiento legítimo de su religión.
14
En algunos programas de la radio y televisión algunos practicantes también han sido
invitados a discutir y exponer ante el público cuál es el corpus de creencias y prácticas de
la santería. Por ejemplo, el ba-balawo11 cubano Leonel Gámez, residente en México desde
hace más de diez años, fue invitado a mediados de los noventa a un programa de
televisión de difusión importante y dedicado en dicha ocasión a la santería, en el que
también participaron dos sacerdotes, uno católico y otro protestante. Justamente en esta
emisión varios de los estigmas que hemos venido señalando acerca de la santería salieron
a flote y los argumentos que esgrimió Gámez para contrarrestarlos pueden escucharse
igualmente en la voz de muchos otros de sus correligionarios. Por ejemplo, respecto del
frecuente calificativo de secta con el que se le tilda a la santería, Gámez hizo énfasis en
que esta religión, cuyo origen lo remitió a África (específicamente Ile Ife, Nigeria), no es
una secta en contraste con ”... la religión cristiana [que] es una secta derivada de las
escrituras bíblicas antiguas ... Las verdaderas escrituras las poseen los judíos de ahí Cristo
sacó sus interpretaciones y por lo tanto es una secta derivada de las escrituras del viejo
testamento”.
15
Con referencia al tema de los narcosatánicos, señaló que si un practicante “de esta
religión” es narcotraficante y lo arrestan, casi de forma automática ya es narcosatánico,
pero que nadie hablaba de “narcoca-tólicos” cuando las prisiones están llenas de ellos.
También aclaró que la santería no adora “fetiches” como le imputan, pues “toda religión
se basa en imágenes, pinturas, piedras ... nosotros nunca hemos llamado fetiche al Cristo
de madera en la cruz Ante el comentario de que la santería es un negocio redondo en el
que todo se cobra, replicó que en la Iglesia “toda ceremonia también tiene sus precios”,
que oscilan según el lujo con la que se lleve a cabo.
16
En años más recientes algunos practicantes también han optado por instrumentar
estrategias que persiguen una legitimación a través de la vía jurídica, es decir la
conformación de agrupaciones o asociaciones reconocidas legalmente. Hasta antes de
1992 el Estado mexicano sólo reconocía la libertad individual de credo religioso; con la
reforma al artículo 130 de la Constitución y después reafirmada con la Ley de
Asociaciones Religiosas y Culto Público que entró en vigor en julio de 1992, se reconoció el
182
derecho a la expresión de la fe de manera colectiva, creando así la figura jurídica de
asociación religiosa.12 En noviembre de 2003 entró en vigor el reglamento de esta ley, en
el que se agregaron algunas disposiciones específicas respecto de varios artículos de la
misma. La ley y su reglamento contienen, sin embargo, algunos “candados” que reducen
las posibilidades de registro para algunos grupos interesados en este último.
17
Su aplicación, como ya ha lo ha puntualizado Carlos Garma, presenta varios aspectos
problemáticos para algunos grupos religiosos que no pertenecen a las iglesias establecidas
para quienes en realidad esta ley fue elaborada.13 A este respecto cabe hacer notar que si
bien aquellas asociaciones religiosas que han sido registradas como tales conforme a la
ley gozan de ciertas ventajas sobre los grupos que no cuentan con dicha calidad jurídica
(exención de impuestos, celebración de actos de culto público en bienes propiedad de la
nación, utilización de medios de comunicación masiva –no impresos– para transmitir
algunas de sus celebraciones, propagar su doctrina, identificación jurídica, etc.), en
realidad los derechos y obligaciones estipuladas por la misma no siempre son compatibles
o adecuados con el cuerpo de creencias, prácticas y organización de las agrupaciones
religiosas minoritarias.
18
Por ejemplo, para el caso de los practicantes de la santería cabe destacar que iniciarse en
esta religión implica también formar parte de una casa de santo o familia de religión,
organizada por relaciones de parentesco ritual conformadas por ahijados y padrinos o
madrinas, quienes son las cabezas de las mismas. Se trata de redes rituales
transnacionales que agrupan iniciados de diversas nacionalidades. Sin embargo, no existe
una institución o jefe supremos reconocidos explícitamente como tales, que regulen y
administren la creencia y práctica de sus adeptos o que normen u organicen la acción que
éstos emprenden; es decir, no hay una instimción centralizadora y suprema como se
observaría por ejemplo para el caso del catolicismo. A lo anterior debemos sumar la
constante reconfiguración de dichas redes y la diversidad de variantes rituales que
caracterizan a las diferentes casas de santo, además de las frecuentes pugnas en torno de
las competencias rituales y “modelos de tradición religiosa”.
19
En este sentido sería muy difícil pensar, al menos hasta el momento, en la posibilidad de
crear una asociación religiosa que representara y aglutinara de manera amplia y “oficial”
a los practicantes y creyentes de la santería en el país o al menos a una parte importante
de dicha población. Lo que se observa en su lugar son escasas iniciativas de algunos
líderes religiosos, que si bien persiguen una formalidad jurídica que a la larga pudiese
generar cierta legitimidad social, se enfrentan no sólo con los obstáculos que implica la
propia estructura que organiza las relaciones de las familias de religión y las dinámicas
que las caracteriza, sino también a los propios lineamientos de esta ley.
20
De acuerdo con la información proporcionada por la Dirección General de Asociaciones
Religiosas, hasta finales de 2004 no se tenía ningún trámite de solicitud de registro de
alguna agrupación que practicara la santería. Sin embargo, sabemos de al menos dos
casos que intentaron explorar dicha posibilidad, aunque finalmente no lograron
concretarla. Por consejo de algunos funcionarios de dicha dependencia así como de los
asesores particulares de las agrupaciones en cuestión, se optó por un registro pero de una
naturaleza jurídica distinta a la religiosa. En ambos casos se decidió por una
denominación civil, ya que los trámites requeridos para el registro en materia religiosa
resultaban, según explican, “más complicados”. Para el caso de la Asociación Ile Ifá de
México, constituida legalmente en julio de 2003 y al parecer la primera relacionada con
una religión afroamericana en la ciudad capital, la sugerencia fue aceptada, pero “no
183
quitan el dedo del renglón” sobre las posibilidades que puedan tener en el futuro para
cambiar su naturaleza jurídica; a este respecto su líder expresa: “Yo creo que mejor lo
empezamos así, que vean realmente que esto es algo serio y ya con el tiempo yo creo que
lo aceptarán como una sociedad religiosa”.
21
Respecto del Templo Internacional Africano de Curación y Enseñanza, una rama en
México de HATTAF Internacional14 de acuerdo con uno de sus miembros, uno de los
principales requisitos para obtener el registro jurídico tenía que ver con el hecho de que
el inmueble en el que realizan sus ceremonias, como es el caso común de los practicantes
de la santería en general, es un domicilio particular. De acuerdo con la Ley de
Asociaciones Religiosas, éstas deberán registrar los bienes inmuebles que adquieran,
posean o administren, los cuales habrán de ser destinados para los fines propuestos por la
asociación. Es así que ningún miembro estaba dispuesto a registrar su domicilio como un
bien inmueble en esas condiciones, dado los riesgos que esto implicaría en caso de que
dicha agrupación desapareciera.
22
Asimismo, otro obstáculo particular al que se enfrentan estas asociaciones en materia de
leyes tiene que ver con la cuestión del sacrificio de animales, uno de los fundamentos
principales de esta religión.15 Justamente éste es uno de los aspectos que le impide
registrarse como asociación religiosa, a diferencia de lo que sucede en su constitución
como asociación civil, a través de la cual cobijan bajo un giro de carácter cultural no
lucrativo prácticas como la antes citada.
23
En lo que se refiere específicamente en materia legislativa, para el caso del Distrito
Federal, de acuerdo con la Ley de Protección a los Animales que rige a dicha entidad –
publicada en la Gaceta Oficial de dicha entidad en febrero de 2002– está prohibido el uso de
animales en la celebración de ritos y las prácticas de sacrificio de éstos que no estén
destinados para el consumo humano, no pueden efectuarse en la vía pública y sólo están
permitidas por razones humanitarias (sufrimiento, enfermedad, incapacidad, trastornos
seniles), con excepción de aquellos que signifiquen una amenaza para la salud, para la
economía o un peligro para la sociedad. Asimismo se estipula entre otros aspectos que
tales prácticas o bien la mutilación de algún animal sólo podrán efectuarse bajo el cuidado
de un especialista o persona debidamente autorizada.
24
Por último, quisiéramos hacer hincapié en que los intentos de algunos religiosos en
México por obtener una personalidad jurídica de los grupos que encabezan pueden
encontrar sus motivaciones no sólo dentro de la arena religiosa más local, sino también
dentro de la arena transnacional en la que se desenvuelven, pues los líderes fundadores
de las asociaciones anteriormente mencionadas están vinculados con el llamado
movimiento de “reafricanización” o “retorno a las raíces”, el cual se observa en el ámbito
transnacional y enaltece y revalora el origen cultural yoruba además de perseguir el
reconocimiento del “la religión de los orishas” como una religión universal. 16 En este
sentido el reconocimiento jurídico o “formal” puede convertirse en un recurso simbólico
de prestigio y también político que busca “amparar” un estatus transversal y capitalizable
en distintas arenas y contextos.17 Un fenómeno que se observa igualmente en otros
contextos, como en Cuba, en donde las asociaciones culturales permiten el acceso al
debate a escala transnacional sobre la “tradición yoruba” o sobre la cuestión crucial del
reconocimiento de la misma como religión universal fundadora de todas las marcas de
“civilización”: monoteísmos, ciencia y medicina moderna, grandes corrientes filosóficas. 18
184
BRUJOS JAROCHOS Y SANTEROS. UN ESTUDIO DE
CASO EN EL PUERTO DE VERACRUZ
25
A raíz de su creciente desarrollo en la capital, la santería ha empezado a desenvolverse
también, aunque de manera todavía mucho más incipiente, en otras ciudades del país, lo
cual genera nuevas estrategias de legitimación/acomodación más propiamente locales,
que trataremos de ilustrar en el presente texto a partir del caso de un centro religioso
veracruzano, que gira en torno de un personaje clave: la guía del templo. Éste se organiza
de una manera muy jerárquica y se extiende a partir de su actor “eje” –la guía– en una red
que abarca, además de Veracruz, ciudades como el Distrito Federal, Cancún y La Habana.
26
En la actualidad, en el puerto de Veracruz la santería se inserta dentro de un mercado
religioso “popular” extremadamente rico, similar al que se encuentra en todas las
ciudades de México: el culto a los santos y a las vírgenes en primer lugar, base común o
“puente cognitivo”19 esencial en la implicación de los mexicanos con la santería; el
espiritismo, las prácticas locales llamadas de “brujería” o “curanderismo”, el culto a la
santa Muerte y, en fin, las múltiples prácticas neoesotéricas emergentes. 20
27
Al igual que en la capital, en Veracruz es frecuente que los santeros (cubanos y
mexicanos) se preocupen por explicar a sus clientes21 (y de vez en vez a los medios de
difusión locales) que la santería es, por un lado, una “religión tradicional cubana de
origen yoruba”, con una historia “que se remonta varios milenios atrás” y que, por otro
lado, no es satánica, sino que contrariamente a esta idea, en realidad se inscribe dentro de
un espíritu cristiano de tolerancia y de amor hacia el prójimo, cuya práctica es compatible
en muchos sentidos con la práctica de la religión católica.
28
Por otra parte, hay que señalar que estas estrategias que buscan mermar el estigma en el
terreno de las relaciones interpersonales se han visto favorecidas de manera indirecta por
los discursos y las representaciones positivas de la santería que se observan desde hace
aproximadamente quince años, y que son vehiculadas por medio de espectáculos, talleres
de música y de danza, conferencias, festivales y fiestas locales diversas inscritas dentro
del movimiento de la “tercera raíz”.22
29
En efecto, los intelectuales y los artistas implicados en la “red de promotores de la cultura
afro en México” –como ellos mismos se au-toproclaman– han enfatizado sobre todo el
repertorio musical y coreográfico “afrocubano”, especialmente cuando el énfasis se hace
en los aportes africanos a la cultura regional local. De esta manera, además de proponer
una visión de la santería como religión de “gente estudiada”, han contribuido a la
construcción de una identidad jarocha que insiste claramente sobre la “caribeanidad” y
más en específico sobre la cubanidad de la región (en oposición con las otras regiones del
país). Paralelamente, la investigación etnográfica permite observar de qué manera, en
Veracruz, los fenotipos asociados con la negritud permanecen estigmatizados, mientras
que la referencia a un posible ancestro africano que permita hacerla explícita es con
frecuencia “corregida” por la referencia a un ancestro cubano, cuya oscuridad de piel
sería entonces “más aceptable”.23
30
Dentro de este marco, varios santeros del puerto buscan la manera de anclar localmente
su legitimidad jugando dentro de su red ritual o “familia de religión”, 24 y en cada espacio
geográfico que recubre la misma, con una identidad múltiple cubano-jarocha-mexicana y
en cierta medida “indígena”.
185
31
El caso de Déborah ilustra de una manera muy interesante este fenómeno. Antes de
convertirse en guía de su templo, Déborah (que cuenta hoy con 52 años de edad) empezó
su carrera religiosa como médium espiritista. Descubrió su facultad a una edad muy
temprana y aunque en un principio esto generó no sólo el asombro sino también el
rechazo de sus padres, fueron éstos quienes la llevarían eventualmente a un centro
espiritista en el Puerto para que desarrollara su facultad. Déborah considera su don como
una “misión” de la que no puede librarse. En este centro, descubrió tanto los rezos y
preceptos de Alan Kardec como algunas técnicas curativas que ella misma denomina
“indígenas” (v.gr. “sacar objetos del cuerpo”), así como imágenes provenientes de otros
universos religiosos. Los miembros de dicho Templo formaban parte de una asociación
transnacional de espiritistas de varios países de América y Europa. En este contexto, los
hermanos espiritistas de Brasil obsequiaron a este templo la imagen de una mujer de piel
blanca, vestida de blanco caminando en el mar bajo la luna, con perlas y estrellas
brotándole de las manos, y conocida en Veracruz bajo los nombres de Yemayá, 25 “Lucero
de la mañana” o “Flor blanca del universo”. Esta última apelación, que hace explícita
referencia a la santa Muerte, designa para Déborah la faceta “encarnada” de la misma,
bajo la forma de “una bellísima mujer de pelo largo, vestida de novia, pero que cuando
voltea se le ve su cara de esqueleto”. Déborah sostiene que al ver esta imagen se identificó
rápidamente con aquella mujer hasta el punto de “extasiarse” (posesión) a menudo con
ella y finalmente tomarla como guía espiritual de su propio templo (Templo Flor
Universal Yemayá), fundado en 1993.
32
Déborah es una ferviente lectora y compiladora de todo lo que se puede encontrar en los
mercados (de Veracruz, de Sonora en el DF) y en Internet sobre temas llamados por ella
“esotéricos”. Dentro del marco de la competencia feroz que agita el mundo de los
curanderos en el Puerto, busca distinguirse de sus rivales y contrarrestar la acusación de
bruja de la que es objeto mediante el empleo de un discurso inspirado por el vocabulario
científico: “cirugía espiritual”, “abrir el canal energético”, “magnetizar el agua”,
“medicina holística”. A lo anterior se suma su habilidad en el ámbito de los negocios:
comercializa toda una serie de objetos derivados con la imagen de Yemayá (veladoras,
amuletos, playeras, discos), la cual fue rápidamente retomada y comercializada también
por los yerberos de los mercados veracruzanos. A pesar del disgusto que esto le ocasionó
y que incluso la llevó a hacer demandas judiciales para obtener los derechos de propiedad
(copyright) sobre dicha imagen, reconoce que esta difusión “pirata” contribuye a su
notoriedad, la cual mantiene viva mediante una participación regular en la prensa local
(crónicas en un periódico, emisoras de radio y televisión).
186
FOTOGRAFÍA 2. Mercado Hidalgo, Veracruz. Puesto de doña Lupe. Veracruz, 2005. Fotografía de Kali
Argyriadis.
33
En sus inicios (entre 1993-1998), el Templo tuvo una orientación chamanística. Déborah
tomaba cursos de danza con un chamán radicado en el DF (a quien contactó por medio de
una revista) que con frecuencia visitaba Veracruz para impartir clases y respaldarla en
ceremonias y curaciones. Sin embargo, al paso del tiempo este enlace fue perdiendo
fuerza, simultáneamente Déborah consolidaba su posición de líder en el grupo. Al final
vino la ruptura, cuando –según afirma– descubrió que el chamán sólo quería
aprovecharse de ella económicamente.26
34
Durante 1998, Déborah curó al familiar de un hermano del centro espiritista en el cual
había estado involucrada. Este hermano veracruzano era santero: residía y trabajaba en
Cancún en donde había conocido a algunos artistas cubanos que lo introdujeron a la
santería y que finalmente fungirían como mediadores para que realizara su ceremonia de
iniciación en La Habana.27 De acuerdo con Déborah, fue él quien le explicó:
Oye, Yemayá y La santísima Muerte no es la misma y en la santería la muerte le
llamamos Oyá, y Yemayá es la virgen o la diosa de las aguas y es muy diferente y no
se llevan porque hay un patak28i que dice que antes Yemayá era la dueña del
panteón y Oyá la dueña del mar y que se lo cambiaron.
35
Precisamente en este momento, el conflicto con los demás devotos de la santa Muerte en
el Puerto se agudizaba: algunos ya habían empezado a cuestionar la relación entre la
santa Muerte y Yemayá, aunque nunca se atrevieron a cambiar la imagen, ya muy popular
para entonces. Déborah se aferró entonces a este patakí y decidió adentrarse en la
santería, también siguiendo la lógica competitiva local que conduce a los rivales a buscar
siempre algo inédito para protegerse y actuar en contra de sus enemigos. Recibió los
guerreros y los collares29 con este hermano que consideró desde entonces como su padrino
de santería. Poco a poco fue introduciendo referencias y prácticas rituales santeras en su
templo, y en 2006 durante un viaje a La Habana, adquirió con los padrinos de su padrino
187
niveles iniciáticos mayores. En la actualidad, organiza viajes colectivos a Cancún para que
sus médium y seguidores más fieles reciban a su vez los guerreros de manos de su padrino y
se prepara para viajar nuevamente a Cuba y “hacerse santo”.
36
En La Habana, tanto su padrino como ella han negociado su estatus. Cabe subrayar que en
este caso la red de amistades (en Cancún) y las redes rituales conformadas por el grupo
espiritista (en Veracruz) preceden y priman sobre la integración en la familia de religión
(transnacional). Por ser amigos, muerteros30 y jarochos, “se hacen respetar” por sus
interlocutores cubanos. No son considerados al igual que cualquier otro cliente mexicano,
o para retomar las palabras de sus parientes rituales cubanos: “chilangos curiosos que se
le puede meter cualquier cuento”. Un ejemplo que ilustra muy bien esto, es el hecho de
que a pesar de que previa a la ceremonia de iniciación en la santería, existe un
procedimiento ritual a través del cual se determina qué oricha deberá ser coronado
simbólicamente en la cabeza del neófito, en el caso de Déborah y su padrino, éstos
lograron imponer su deseo de que tal oricha fuera Yemayá y no otra deidad, aunque
también habría que decir que estos casos, lejos de ser excepcionales, ponen de manifiesto
las frecuentes rivalidades entre especialistas rituales.31 Pero sobre todo cabe precisar que
esta familia de religión cubana se trata de apegar de manera férrea a una manera de hacer
las cosas “a la antigua, como nos enseñaron nuestros abuelos”, lo cual significa para ellos
darle especial importancia a los muertos y a “la parte espiritual” en general. Por lo tanto
reconocen y admiran la mediumnidad de sus dos ahijados vera-cruzanos. Saben que ellos
ya tienen “su pueblo” (clientes y fieles) en México y elogian sus facultades: “¡tiene
tremendo muerto, mi respeto la verdad!”. Déborah, además, funda su legitimidad ritual
en una de sus muertas, una cubana santera “negrita” llamada Natalia, identificada y
entregada32 por su padrino, quien fue “la que la trajo a Cuba”. Por su parte, su padrino, al
realizar una misa espiritual en La Habana, “descubre” que su abuela era cubana y
espiritista.
37
En este caso, que puede ser considerado como extensivo a otros, el espiritismo, ligado a la
peculiaridad de la “cubanidad de los jarochos”, fungen claramente como “puentes
cognitivos” y matrices de legitimidad y reconocimiento mutuo dentro del espacio de
relaciones o red-básica que constituye la familia de religión santera, permitiéndole a los
ahijados jarochos, a pesar de su posición subordinada como santeros, de hacer valer una
posición de igualdad y hasta de superioridad como espiritistas. En La Habana, la
multipertenencia y complementariedad (en este caso entre el espiritismo y la santería) de
las redes rituales cubanas resultó aquí totalmente movilizada.33 Pero a su vez, ya de
regreso al Puerto, Déborah mantiene muy claramente su posición de superioridad sobre
sus fieles: como espiritista y también mediante su nuevo estatuto de santera (como futura
madrina de los demás y primera entre todos sus rivales devotos de la santa Muerte en
“hacerse santo”). Frente a otros santeros del Puerto, aunque varios tengan más años de
iniciación que ella, todavía su antigüedad y notoriedad en esta localidad la mantiene en
una posición privilegiada.
A GUISA DE CONCLUSIÓN
38
Dentro del campo de redes transnacionales de los adeptos de la santería, el Distrito
Federal puede ubicarse como un lugar nodo y de tránsito, ya que esta entidad se ha
consolidado paulatinamente como una opción preferente de iniciación en esta religión
para los mexicanos no sólo de dicha entidad sino de varios puntos del país. En la
188
actualidad parece concentrar el mayor número de santeros y babalawos en el nivel
nacional, y cuenta con la materia prima y recursos humanos suficientes para las distintas
ceremonias de iniciación. Sin embargo, de forma paralela las iniciaciones en el extranjero
se mantienen, y dentro de las mismas, Cuba permanece como uno de los destinos
privilegiados para dichos propósitos, ya que simbólicamente es considerada como “la
cuna” de la santería. En recientes fechas, África (específicamente Nigeria) se ha erigido
igualmente como una fuente simbólica de la tradición vinculada con el incipiente
movimiento de reafricanización que se observa en la ciudad de México, la cual, a pesar de
ser un lugar nodo, no es considerada aún como portadora legítima de la “tradición”, lo
que la posiciona en una situación de “inferior”, cuyo estatus tiende a ser extensivo a los
sacerdotes de dicho origen.
39
Las estrategias que algunos practicantes de la santería han instrumentado en un nivel
social más amplio aún no han logrado concretar acciones colectivas de impacto
significativo en dicho terreno. Lo que no significa que se le deba restar importancia a las
que se han podido llevar a cabo, pues a pesar de que no existe en realidad un frente
común amplio que busque el reconocimiento de la santería como asociación religiosa, hay
que hacer hincapié en que el mismo contexto mexicano y las características propias de la
red de sus practicantes lo impide. Es decir, a pesar de las numerosas alianzas específicas,
siempre en recomposición de sus diversos practicantes y de los discursos que insisten
sobre la cohesión y el origen común, este fenómeno parece permanecer
fundamentalmente acéfalo. Multilocalizado, es atravesado por problemáticas culturales,
étnicas, raciales y políticas fuertemente ancladas en sus contextos nacionales respectivos.
40
En contraste, en otras ciudades del interior, como Veracruz, la santería no ha cobrado aún
la misma importancia en su difusión y crecimiento, y las estrategias de legitimación de
sus adeptos buscan posicionarse no sólo ante los sacerdotes de origen cubano –como se
observa igualmente para el caso de la ciudad capital– sino también respecto de sus rivales
locales, brujos, curanderos y líderes de grupos de rezos a la santa Muerte, quienes
proponen servicios similares de “sanación espiritual” o “trabajos” para contrarrestar los
infortunios de la vida cotidiana, sin cuestionar nunca la posición del catolicismo como
religión hegemónica.
41
Asimismo, hay que señalar que en el ámbito nacional, específicamente en lo que se refiere
a la Iglesia católica, la santería no parece aún figurar en el mismo nivel de preocupaciones
de la jerarquía católica mexicana respecto de otros nuevos movimientos religiosos: las
llamadas “sectas” –que no es un calificativo privativo de la santería– o “nuevas
espiritualidades”, como podría ser el caso de new age.34 Sin embargo, en fechas más
recientes la condena explícita contra este movimiento ha traído a colación a la santería
como parte de la lista oficial de prácticas que forman parte de “todo aquello que no es de
Dios”. En este sentido, la frecuente referencia “negativa” o no a la Iglesia católica por
parte de los practicantes de la santería en México, puede ser considerada como una de las
estrategias acomodativas más frecuentes de los mismos, tanto en un nivel individual
como social. Podríamos distinguir así dos tipos generales de estrategias que pueden o no
contraponerse a la Iglesia católica y que dependen del contexto en el que se
instrumenten. A la primera podríamos llamarla “estrategia de legitimación extensiva”, la
cual busca o recalca el vínculo y semejanza con varios aspectos de una religión aceptada
como legítima, tratando así de hacer extensivo dicho carácter a la propia, y que al menos
para el caso del Puerto de Veracruz es la que hasta el momento ha permanecido como
predominante.
189
42
En lo que respecta a la ciudad de México, la legitimación extensiva puede igualmente
crear un vínculo con una cultura africana ancestral (como se observó para el caso de
Gámez, cf. supra), que al considerarse como la cuna de la humanidad, trata de validar su
continuidad y por tanto eliminar su carácter desacreditable respecto de las instituciones
religiosas dominantes y de arraigo en el país (y el mundo). Entre los iniciados de la Regla
de Ocha-Ifá, son “los babalawos” los que tienden a hacer referencias a África y no
necesariamente al catolicismo, cuyos elementos dentro de la religión muchas veces tratan
de eliminar. Cabe añadir que la valorización de un origen cultural africano también se
observa a través de los intentos de algunos practicantes de dar un carácter intelectual a la
religión que profesan, lo que Capone ha denominado “reafricanización”. 35
43
Igualmente esta estrategia de legitimación extensiva se hace con referencia a Cuba, al
erigirse como un lugar simbólico de legitimación de la santería; o con una cultura cubana
presentada como parte de la identidad local como se observa particularmente para el caso
de Veracruz.
44
La segunda estrategia acomodativa la designamos como “estrategia de contrapeso”, la
cual busca equilibrar o moderar los argumentos que “la contraparte” se supone ha
esgrimido contra los afectados, resaltando ciertos elementos de la misma que son
interpretados como similares: “En la Iglesia también se toma sangre de Cristo” (haciendo
referencia al sacrificio de animales en la santería); “existe la devoción de santos en sus
representaciones materiales (imágenes)” (como se observa para el caso de la santería);
“nosotros también tenemos nuestras “escrituras” (es decir, el oráculo de Ifá)”; “en la
Iglesia también hay que pagar por las ceremonias” (en la santería hay que dar
“derechos”). O señalando sus tropiezos como “más graves”: “nuestra religión no llegó
destruyendo templos ni la cultura de los otros; nosotros sacrificamos animales pero
ustedes sacrificaban al negro que lo hacía, etc.”; o bien, intentado revertir sus propias
acusaciones: “Ustedes son una secta, lo nuestro es religión que viene desde la formación
del mundo”; “el diablo viene de las escrituras bíblicas”; “el abuso sexual también lo
cometen los curas”; “ustedes también cobran”. Lo anterior se observa muy claramente
para el caso del babalawo cubano Leonel Gámez (cf. supra), que en México y dentro de la
red transnacional de la que forma parte goza de una posición de legitimidad y autoridad
religiosa relativamente reconocida.
45
En fin, los contextos que determinan la utilización ya sea de una y otra estrategia, o
ambas, tienen que ver con situaciones en las que aquellos que se consideran en cierta
desventaja respecto de su aceptación, crédito y legitimidad, buscan defenderse,
eliminando o al menos ponderando algunos de los estigmas con los que frecuentemente
se les asocia, en el que subyace, claro está, el reto por conseguir el estatus de su religión
como tal y que no sólo se realiza en escenarios públicos más amplios, sino también, como
se señaló previamente, desde las iniciativas individuales y los ámbitos más privados.
BIBLIOGRAFÍA
190
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NOTAS
1. Vid. Stefania Capone. “La diffusion des religions afro-américaines en Europe”. Psychopathologie
africaine, vol. XXXI, núm. 1, 2001-2002, pp. 3-16 ; “A propos des notions de globalisation et de
transnationalisation”. Civilisations, vol. LI, núms. 1-2, enero de 2004, pp. 9-21.
2. El término “santería” se utilizará en el presente trabajo de manera genérica para referirnos
también a su universo complementario de origen (catolicismo popular, espiritismo, palo
mayombe, regla de Ifá). Vid. al respecto Kali Argyriadis. La religión à La Havane. Actualité des
représentations et des pratiques cultuelles havanaises. Paris: Ed. des Archives Contemporaines, 1999;
“Religión de indígenas, religión de científicos: construcción de la cubanidad y santería”.
Desacatos, núm. 17, México, enero-abril de 2005a, pp. 85-106. Cabe aclarar que en México si bien
sus practicantes y creyentes están familiarizados con dicho término, a menudo hacen referencia
a que su denominación “más correcta” es “religión yoruba”, “religión lucumí” o regla de OchaIfá, entre otras.
3. Santeros supuestamente vinculados con el narcotráfico fueron acusados de realizar “sacrificios
humanos”.
4. Vid., Nahayeilli B. Juárez Huet. “La santería dans la ville de Mexico: ébauche étnographi-que”.
Civilisations, vol. LI, núms. 1-2, 2004, pp. 61-79.
5. Vid. Nahayeilli B. Juárez Huet. “Un pedacito de Dios en casa: transnacionalización,
relocalización y práctica de la santería en la ciudad de México”. El Colegio de Michoacán, 2007
[tesis de doctorado].
6. Erving Goffman. Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2001.
7. Juárez Huet, “Un pedacito de dios en casa...”.
8. Alejandro Frigerio. “La expansión de religiones afro-brasileñas en el Cono Sur:
representaciones conflictivas de cultura, raza y nación en un contexto de integración regional
192
NAFTA-MERCOSUR ”.
Albuquerque: Universidad de Nuevo México, Working Paper Series, núm. 1,
febrero de 2000, p. 8.
9. Alejandro Frigerio. “Re-Africanization in Secondary Religious Diasporas: Constructing a World
Religion”. Civilisations, vol. LI, núms. 1-2, 2004, p. 42.
10. Vid. al respecto Kali Argyriadis y Stefania Capone. “Cubania et santería. Les enjeux politique
de la transnationalisation religieuse (La Havane–Miami)”. Civilisations, vol. LI, núms. 1-2, enero de
2004, pp. 81-137. Stefania Capone. Ves Yoruba du Nouveau Monde. Religion, ethnicité et nationalisme
noir aux Etats-Unis. Paris: Karthala, 2005.
11. El babalawo que en yoruba significa “padre del secreto” es el sacerdote especialista en la
adivinación del oráculo de Ifá. Dicha jerarquía es comúnmente reservada para hombres
heterosexuales.
12. Roberto Blancarte. “El contexto socio-histórico en el proceso de las reformas constitucionales
en materia religiosa”. Patricia Galeana (comp.). Relaciones Estado-Iglesia: encuentros y desencuentros.
México: Archivo General de la Nación, 1999, p. 257.
13. Carlos Garma Navarro. “La situación legal de las minorías religiosas en México: balance
actual, problemas y conflictos”. Alteridades, año 9, núm. 18, julio-diciembre de 1999, pp. 138-139.
14. HATTAF, por sus siglas en inglés, significa: Healing, Teaching and Tourism Temple of African
Faith International.
15. En la santería, el sacrificio de animales es parte de las diversas ofrendas que reciben los
orishas. Entre otros motivos éstos pueden ser utilizados con la finalidad de llevar a cabo rituales
de limpieza en donde se transfiere al animal en cuestión el mal que aqueja al que lo ofrece; o en
las diversas ceremonias de iniciación en las que la sangre es vertida en los receptáculos de los
orishas como “alimento” y su carne es parte del banquete que se ofrece a los invitados y
participantes.
16. Respecto del movimiento de reafricanización transnacional vid. Stefania Capone. La quête de
l’Afrique dans le candomblé. Pouvoir et tradition au Brésil. Paris: Karthala, 1999; Alejandro Frigerio,
“Re-Africanization...”.
17. Para el caso de México, vid. Nahayeilli B., Juárez Huet, op. cit., 2007.
18. Kali Argyriadis. “Ramas, familles, réseaux. Les supports sociaux de la diffusion de la santería
cubaine (Cuba-Mexique)”. Journal de la société des américanistes. núm. 91-2, 2005b, p. 167.
19. Alejandro Frigerio. “Estableciendo puentes: articulación de significados y acomodación social
en movimientos religiosos en el Cono Sur”. Alteridades, año 9, núm. 18, julio-diciembre de 1999,
pp. 5-17.
20. Vid. respecto de las prácticas neoesotéricas Cristina Gutiérrez Zúñiga. Nuevos movimientos
religiosos. La nueva era en Guadalajara. México: El Colegio de Jalisco, 1999; Miguel Hernández
Madrid. “Entre las emergencias espirituales en una época axial y la mercantilización
contemporánea de los bienes de sanación”. Desacatos, núm. 18, mayo-agosto de 2005, pp. 15-28;
Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez Zúñiga, “Lógica del mercado y la lógica de la creencia en la
creación de mercancías simbólicas”. Desacatos, núm. 18, mayo-agosto de 2005, pp. 53-70.
21. Con este término se designa comúnmente a aquellos consultantes interesados en los servicios
que ofrecen los iniciados en la santería: lectura de oráculos, “limpias”, “trabajos”, etcétera.
22. Este término se refiere comúnmente al aporte de las poblaciones de origen africano a la
cultura y mestizaje de México. Los estudios acerca del tema fueron inaugurados por Aguirre
Beltrán (vid. La población negra de México: estudio etnohistórico. México: FCE, 1989). Fue sin embargo
hasta 1980 que Guillermo Bonfil Batalla institucionaliza el programa “La tercera raíz”, que reúne
investigadores y artistas mexicanos en la militancia por el reconocimiento, el estudio y la
valorización del aporte africano a la identidad mexicana (vid. al respecto el estudio realizado por
Odile Hoffmann. “Negros y afromestizos en México: viejas y nuevas lecturas de un mundo
olvidado”. Revista Mexicana de Sociología, núm. 1, enero-marzo de 2006, pp. 103-135). Este
193
movimiento forma parte a su vez de una amplia red transnacional de intelectuales y artistas
vinculados entre otros con el programa “La ruta del esclavo” de la UNESCO.
23. Este fenómeno recubre a su vez una ambigüedad: es cierto que la “cubanidad” del jarocho es
valorada a través de todo el imaginario positivo que acarrea (sensualidad, elegancia, aptitudes
para el arte, el baile, la música y la fiesta, inteligencia, valentía), fenómeno que Juan Antonio
Flores Martos calificó de “gusto por travestirse de lo mismo”. Portales de múcara. Una etnografía del
puerto de Veracruz. Xalapa: Universidad Veracruzana, 2003, p. 391. Sin embargo, en la realidad
cotidiana los cubanos residentes en Veracruz son frecuentemente víctimas de actitudes racistas y
xenófobas, independientemente del color de su piel. El estereotipo se inversa entonces y se les
acusa de lujuriosos, presumidos, depravados, deshonestos y violentos.
24. En la santería la transmisión religiosa se hace mediante ceremonias de iniciación en las cuales
los iniciadores son llamados padrinos y los novicios ahijados. Los ahijados de los mismos padrinos se
llaman entre sí hermanos de religión. Estas familias rituales forman amplias redes llamadas
también ramas. Para un análisis de la organización de las redes rituales, vid. Kali Argyradis,
“Religión de indígenas ... “, y Nahayeilli B. Juárez Huet, “Un pedacito de Dios en casa...”.
25. En la santería cubana, Yemayá es la deidad (oricha [término que junto con orisha se utilizará
de manera indistinta a lo largo del presente documento, oricha/orisha]) del mar y de la
maternidad y está relacionada con la virgen negra de Regla (municipio de Regla, La Habana). Se
representa bajo la forma de una mujer negra de piel, vestida de azul. Sin embargo, en el
imaginario umbandista brasileño (culto afrobrasileño nacido en Rio de Janeiro de donde proviene
esta imagen), Yemayá es vista como una mujer blanca (agradecemos esta precisión a Stefania
Capone).
26. Las acusaciones de mercantilismo nutren constantemente las luchas de poder entre los
curanderos del Puerto, junto con las acusaciones de brujería malévola, charlatanería e
ignorancia.
27. Cada santero es hijo simbólico de un oricha/orisha en particular, el cual es asentado o
coronado simbólica y ritualmente en su cabeza durante la ceremonia de iniciación llamada
“coronación de santo”, a la que también se le refiere como “hacer santo”.
28. Los patakís son relatos de un tiempo pasado que hablan sobre el origen del mundo, del paso de
los orishas en la tierra; de sus diferentes atributos y caminos y la naturaleza de sus relaciones, así
como de las situaciones y dificultades que enfrentaron y las soluciones que ante éstas
esgrimieron. En la actualidad estos relatos no sólo se transmiten oralmente sino que una vasta
parte de los mismos están recopilados en diversos textos sobre la materia.
29. Objetos preparados ritualmente y considerados como parte de los niveles iniciáticos dentro
de la santería, aunque de un “menor nivel” respecto de la ceremonia de santo o de “coronación
de santo”.
30. Término que en Veracruz designa a las personas que se “extasian” con espíritus de difuntos o
que tienen la facultad de comunicarse con ellos. En La Habana esta facultad propia de los
espiritistas es considerada por una gran mayoría de religiosos como complementaria de los
rituales santeros. Por ejemplo, para iniciarse en la santería se requiere primero realizar una
investigación espiritual, donde el futuro novicio aprenderá quiénes son los espíritus o muertos
que lo acompañan, protegen y aconsejan, cómo trabajar con ellos y cómo desarrollarlos
31. Se trata de casos muy comunes también en La Habana, que pueden surgir sobre todo cuando
se trata de “jalar ahijado extranjero”, ya que introducir una duda sobre el oricha que tiene que ser
coronado equivale a cuestionar la capacidad ritual del especialista que determinó en un primer
momento la identidad de este oricha.
32. Bajo la forma de una muñeca negra.
33. Cabe notar que esto hubiese sido mucho más difícil en el marco de la corriente “tradicionalista” de los santeros que impulsa la organización en asociaciones en México DF. Esta no
194
reconoce el espiritismo como práctica y fuente legítima de conocimiento religioso, por ser
“sincrética” y no proceder de la “tradición africana”.
34. Vid. a este respecto a Cristina Gutiérrez Zúñiga, Nuevos movimientos religiosos...
35. Stefania Capone, La quête de l’Afrique...
AUTORES
KALI ARGYRIADIS
Institut de Recherche pour le Développement
NAHAYEILLI JUÁREZ HUET
Posdoctorante en CIESAS-Ocadente
195
Una religión “inclusiva”
Panafricanismo e identidad “akan” en Estados Unidos 1
Pauline Guedj
1
Desde los años sesenta, el campo religioso afroamericano de Estados Unidos está
caracterizado por la aparición de nuevas religiones pensadas como “africanas”. Entre
éstas, el culto “yoruba”2 –nacido del encuentro de las teorías del nacionalismo cultural y
de la aparición de religiones afroamericanas, la santería sobre todo, en las ciudades del
Este del país– fue objeto de varios estudios.3 Esta literatura supo demostrar cómo, a partir
de los años sesenta, algunos militantes afroamericanos usaron la santería y sus dioses, los
orisha, para investigar acerca de lo que consideraban como su cultura africana ancestral.
Así pues, estos practicantes habrían operado progresivamente la transmutación de su
identidad religiosa santera en identidad étnica, reivindicando su pertenencia a una etnia
“yoruba” desterritorializada, de la cual serían en adelante los representantes en el otro
lado del Adántico.
2
Respecto del tema de la formación y la evolución del movimiento “akan”4 en Estados
Unidos (el segundo movimiento religioso “africano” nacido en esta época), este artículo
mostrará cómo la empresa de reconstitución de una identidad étnica africana en la
comunidad negra estadounidense se acompaña, sin embargo, casi siempre de la
reivindicación de un sentimiento de pertenencia a una entidad panafrica-na. 5 Veremos
cómo gracias a un conjunto de innovaciones rituales los adeptos del movimiento “akan”
americano se han forjado una religión llamada “inclusiva”, capaz de darle sentido a su
empresa de búsqueda de los orígenes.
EL NACIMIENTO DEL MOVIMIENTO “AKAN”
3
El movimiento “akan” nació en 1965 cuando un percusionista afroamericano, Gus
Edwards, salió de gira con su compañía de danza a África Occidental. Antes de su salida,
Edwards ya se había implicado en la valorización de la herencia africana de las
poblaciones afroamericanas de Estados Unidos. Había fundado en 1947 una asociación
cultural denominada The Ghanas, la cual organizaba cursos de danza y exposiciones
196
acerca de África en la YMCA6 de Harlem. Algunos años más tarde instituyó en Nueva York,
en complicidad con Walter King, futuro “rey del yoruba de América”, el orden espiritual
de Damballa Hwedo, cuyas prácticas mezclaban ritos akan, yoruba y voodoo. Finalmente, a
principios de los años sesenta, después de haberse rebautizado como Dinizulu en honor a
un jefe zulú de la actual Sudáfrica, Gus creó su compañía de danza africana a la cual llamó
The Dinizulu African Dancers, Singers and Drummers, y cuyas prestaciones durante
distintos festivales de música afroamericana fueron muy apreciadas. En 1965, mientras
que la compañía comenzaba a gozar de cierta notoriedad en Norteamérica, Dinizulu y sus
bailarines volaron a África Occidental donde participaron en numerosas manifestaciones
culturales. La gira pasó por Nigeria y Costa de Marfil, pero fue en Ghana donde el líder de
la compañía residió más tiempo y donde encontró al que iba a convertirse en su alter ego
africano.
4
En Ghana, Dinizulu pasó varios días en Accra, donde efectuó investigaciones acerca de las
tradiciones occidentales africanas y akan en particular. Frecuentó, para ello, las
bibliotecas de la universidad de la ciudad, y tomó como guía a Amantefio, un
representante en hierbas y especias que le hizo descubrir varios sitios de la región. Fue
entonces Amantefio el primero en indicarle a Dinizulu la presencia de un santuario de
religión “tradicional” muy popular, simado en Akwapem, en la ciudad de Larteh Kubease,
a algunos kilómetros de Accra. Este santuario se llamaba el Akonedi shrine, y su sacerdotisa
principal, Nana Ekua Oparebea, encabezaba entonces una asociación muy valorada en el
país, cuya vocación era reunir a todos los sacerdotes “feticheros” y médicos tradicionales
de Ghana.
5
Intrigado, Dinizulu decidió dejar Accra para ir a residir algún tiempo en Larteh Kubease,
donde esperaba conocer a Nana Oparebea. Allí fue acogido calurosamente por la
sacerdotisa, la cual le abrió las puertas de su santuario y le enseñó los rudimentos de las
creencias y de los rituales que en éste se realizaban. Para Nana Oparebea, la llegada de
este americano constituía una oportunidad para extender su red de influencia y acentuar
el papel de unificadora de las tradiciones ghanesas y africanas que Nkrumah le había
otorgado nombrándola presidenta de la Ghana Psychic and Traditional Healing
Association.7
6
En el transcurso de la visita de Dinizulu al Akonedi Shrine, Oparebea le propuso al
americano efectuar una sesión de adivinación (rea-ding) durante la cual sería, sin lugar a
dudas, pensaba ella, capaz de informarlo sobre los orígenes de sus antepasados y sobre la
realidad de su misión en Ghana y América. Dinizulu aceptó y es ésta la adivinación que
constituye para numerosos “Akan” americanos el acto fundador del movimiento.
7
Durante la sesión, Nana Oparebea le reveló a Dinizulu que sus antepasados habrían sido
originarios de un pueblo akan vecino y descendientes del mismo clan paternal de la
sacerdotisa. Además, Dinizulu y Oparebea recibieron en esta adivinación la misión divina
de ir en busca de estos negros americanos que, como Dinizulu, tendrían antepasados akan
originarios de Ghana y más concretamente de la región del Akwapem, alrededor de
Larteh.
8
Dinizulu, “misionero” del Akonedi shrine en América, se vio entonces recibir el título de
omanhene, “ jefe de los Akan de América”, y fue rebautizado como Nana Yao Opare
Dinizulu, Nana designando el título honorario otorgado a un mayor, Yao el día de la
semana en que éste vino al mundo, un jueves, y Opare un nombre consustancial al clan de
sus “antepasados”, clan paternal de la sacerdotisa principal del Akonedi shrine. Por último,
en esta primera visita a Ghana, Dinizulu obtuvo una primer enseñanza acerca del culto de
197
los abosom (en singular obosom), divinidades veneradas en el santuario. 8 Volvió a Nueva
York con altares para las divinidades Asuo Gyebi, Nana Esi y Adade Kofi, consagrados por
Oparebea en persona.
9
De vuelta a Estados Unidos, Nana Dinizulu buscó inmediatamente la manera de homar su
misión, manteniendo estrechos contactos con Nana Ekua Oparebea y lanzándose en una
verdadera campaña de conversión destinada a atizar los orígenes akan de sus
conciudadanos afroamericanos. En 1967 adquirió un local donde instauró el centro
cultural The Aims of the Modzawe9 y el templo Bosum Dzemawodzi.10 Simada en el barrio
Queens de Nueva York, en Long Island City, la estructura acogía cursos de danza y
percusiones, exposiciones y conferencias sobre África y los Akan, así como ceremonias
públicas, akom, organizadas por Dinizulu. El centro cultural y el templo funcionaban
entonces en binomio, ofreciéndole a los afroamericanos un programa de actividades
variadas, ideal para su tentativa de redescubrimiento de África.
10
Por su parte, Nana Oparebea acogió en Ghana a varios afroamericanos quienes a partir de
este primer contacto intentaron también redescubrir sus orígenes, e incluso iniciarse
como sacerdotes. Entre estos numerosos viajeros, algunos, como Caletha Nock, futura
Nana Koran-temaa Ayeboafo, y el doctor Brown, rebautizado como Nana Kwabena Brown,
revistieron de una importancia muy particular al movimiento. Nana Korantemaa,
bailarina de la compañía Arthur Hall Afro-American Dance Ensemble, la cual había venido
a visitar Larteh como lo había hecho antes la de Dinizulu, residió siete años en el Akonedi
Shrine junto a Nana Oparebea, quien hizo de ella la principal representante del
movimiento “akan” en Filadelfia. Por su parte, Nana Kwabena Brown, antiguo portavoz de
Dinizulu que se había escindido ya, fue iniciado al culto de la divinidad Tegare en 1978 por
la sacerdotisa principal del santuario, y fundó el principal templo “akan” de Washington
DC.
11
Entre 1965 y 1995, fecha de su fallecimiento, Oparebea se dedicó a la iniciación de los
afroamericanos a la religión “akan” tal como se practicaba en el Akonedi Shrine de Larteh
Kubease. Para ello efectuó, además de las numerosas sesiones de iniciación organizadas
en Ghana, nueve viajes a Estados Unidos, principalmente a Nueva York, Washington y
Filadelfia, viajes con los que pudo controlar el buen funcionamiento de los rituales
efectuados por los afroamericanos, orquestar algunas ceremonias, enviar a otros
sacerdotes ghaneses al nuevo mundo e instalar altares en las principales casas de culto
americanas.
EL MOVIMIENTO “AKAN” HOY
12
En la actualidad, la mayoría de los practicantes de la religión “akan” son miembros de
casas de culto simadas en la costa Este del país, alrededor de los polos de Nueva York,
Filadelfia y Washington. En Nueva York, el templo Bosum Dzemawodzi se desplazó hacia
una parte más retirada de Queens, y desde la muerte de su fundador, Nana Yao Opare
Dinizulu, es dirigido por el hijo de éste. En Filadelfia, dos casas de culto se comparten a los
adeptos y simpatizantes de la ciudad. Washington, finalmente, posee varias casas de culto
“akan”; cuenta en particular con la Nana Asuo Gyebi shrine, lugar de culto instituido por
Nana Kwabena Brown y Nana Oparebea a principios de los setenta.
13
Los conflictos entre las distintas casas de culto “akan” son muy numerosos. Los miembros
de las shrine houses se reúnen así, respectivamente, alrededor de sus iniciadores, y
198
mantienen a menudo relaciones cercanas con su padre o madre de religión en detrimento
de los otros. Entre Nueva York, Filadelfia y Washington, los practicantes de la religión
“akan” tienden entonces a desplazarse con frecuencia para participar en los
acontecimientos y rituales organizados, sea por su familia de religión sea por las familias
amigas. En esta lógica, la geografía importa poco. Para los miembros de una casa de culto
neoyorquina, siempre es preferible ir a una ceremonia organizada por un templo aliado
de la sacerdotisa principal de la casa, aunque aquélla tenga lugar en Washington, que
participar en un ritual en Nueva York pero en una casa rival.
14
Cada casa de culto “akan” es dirigida por un sacerdote o una sacerdotisa, que llevan el
título de Nana. La mayor parte de los rituales se realizan en la residencia de los mismos,
donde se encuentran los principales altares. El o la Nana está encargado de organizar las
ceremonias para las divinidades, alimentar los altares y llevar a cabo la iniciación de
aquéllos que él o ella llama sus godchildren (ahijados) o akomfowa. En estas tareas el Nana es
asistido por sacerdotes secundarios, akomfo, quienes han terminado recientemente sus
tres años de itinerario iniciático pero no tienen la antigüedad suficiente para instaurar
sus propias casas de culto. Los lugares de culto “akan” abren también sus puertas a los
raros adeptos cuya vocación no es la práctica del sacerdocio, así como a simpatizantes que
participan en las ceremonias y son clientes de las sesiones de adivinación (reading)
efectuadas por el Nana.
15
Cuando alguien se integra a una casa de culto “akan”, el simpatizante debe someterse a
una serie de rituales cuyo objetivo es su incorporación dentro del grupo. Después de estas
distintas etapas, se le considera como un descendiente legítimo de los akan de Ghana y
como un adepto que practica con todo el derecho la religión de sus ancestros. El primero
de estos rituales consiste en la entrega de un nombre, llamado shrine name, a la persona
que piensa participar en las actividades de la casa de culto. Este nombre se le revela en
una sesión de adivinación efectuada por el Nana delante de los altares de la casa. En
general, el “Akan” americano recibe un patronímico que corresponde a su día de
nacimiento, por ejemplo Abena si se trata de una mujer nacida un martes, o Kodjo para un
hombre nacido un lunes. Este atributo va seguido de un apellido que pretende integrar al
devoto a la estructura del clan de la ciudad de Larteh y en particular a la familia
extendida de Nana Ekua Oparebea. Agyiriwah, Antesewaa, Tacheampong u Oparebea son
así denominaciones asignadas al “Akan” americano para que honre al antepasado que se
supone ha elegido ofrecerle su identidad y velar por él.
16
A continuación, el “Akan” americano, después de haber pasado por una serie de sesiones
de adivinación efectuadas por el sacerdote del lugar y recibido un baño espiritual para
purificarlo de las fechorías de la sociedad occidental sobre su ser, observa cómo sobre el
brazo derecho realizan escarificaciones que simbolizan su conexión con el Akonedi shrine
de Larteh Kubease. En Ghana, estas mismas escarificaciones (una línea vertical de la cual
parten en diagonales varias ramas) se efectúan sobre el brazo de las personas que se
destinan al sacerdocio; en Larteh se realizan durante la ceremonia que celebra el nuevo
estatuto del principiante y son emblemáticas de este cambio en el transcurso de su
existencia. En Estados Unidos, sin embargo, estas escarificaciones revisten un sentido y
una implicación en la vida del devoto ügeramente diferentes. Rebautizado tree, como un
árbol genealógico, estas muescas en el brazo del fiel harán hincapié, según los adeptos, en
el vínculo que los une a aquellos que consideran como sus semejantes ghaneses y en
particular a los oficiantes del Akonedi shrine. “El tree, es Larteh”, me revelaron en varias
ocasiones durante mis investigaciones. Al enarbolar su árbol genealógico y su conexión
199
con el Akonedi shrine y la Tierra Madre, el “Akan” americano demuestra completamente su
akanidad, akanidad inscrita de ahora en adelante en su propia carne.
17
Por último, al “Akan” americano se le entregan progresivamente los ahene, collares y
pulseras que simbolizan las distintas divinidades veneradas en el Akonedi shrine y en sus
sedes americanas. Llevando sus collares, debe entonces informarse acerca del conjunto de
divinidades presentes en el cuarto de los altares de la casa de culto. Debe conocer sus
cantos y danzas respectivos y aprender a distinguirlos cuando se personifican durante
una ceremonia, en un oficiante o en un simple practicante. Más tarde, si el nuevo “Akan”
es “poseído”11 por una o más divinidades (generalmente varios), él deberá someterse a un
itinerario iniciático de una duración media de tres años durante el cual aprenderá a
orquestar los rituales y “a poseer” correctamente las entidades. Al final de estos tres años,
será entronizado okomfo, sacerdote.
18
Convertido en sacerdote, el miembro del grupo dedica su existencia al servicio de los
dioses. Pensándose profundamente transformado, en su propio ser, desde su integración
en el movimiento, enarbola las insignias de este cambio fundamental en su existencia y
adopta un modo de vida muy distante de aquel que llevaba antes de su incorporación al
grupo. Los “Akan” americanos consideran su participación en las actividades de las casas
de culto como un extenso proceso de curación (healing), gracias al cual aprenden
progresivamente a vivir en la virtud y el respeto por ellos mismos. Volverse “Akan”
significa entonces para ellos elegir el camino recto, huir de la violencia de las
comunidades urbanas negras y dejarse guiar por lo que llaman a menudo la “Voz de
África” y de sus divinidades.
LA APROPIACIÓN DE LA RELIGIÓN “AKAN” POR LOS
AFROAMERICANOS DE ESTADOS UNIDOS
19
Cuando se implantó en Estados Unidos, el movimiento “akan” tuvo que adaptarse a las
otras numerosas confesiones religiosas presentes en la comunidad negra. En efecto, se
oponían entonces, en los barrios mayormente afroamericanos de Nueva York, Filadelfia o
Washington, iglesias cristianas bautistas, evangélicas y presbiterianas en su mayoría;
templos musulmanes de la Nation of Islam12 y las primeras instituciones “africanas”
dichas como el Yoruba Temple, casa de culto instituida por Oseijeman Adefunmi, gran
promotor de la práctica de la religión “yoruba” en la comunidad negra americana.
20
Incorporado en este campo religioso, el movimiento “akan” se opuso a la religión
cristiana, criticó fuertemente al islam negro y pretendió negociar su lugar al lado del
movimiento “yoruba”. En efecto, para el practicante “akan” y para el fundador del
movimiento Gus Dinizulu en particular, el cristianismo lleva en él los rastros profundos
de la esclavimd de la población negra en Estados Unidos. 13 En las plantaciones, los
esclavos convertidos al cristianismo tuvieron que adoptar la religión de su amo, forzados
entonces a olvidarse de sus creencias y hábitos ancestrales. El cristianismo constituye así
para los miembros del movimiento “akan” un arma utilizada por los blancos para
mantener a los afroamericanos en una posición subalterna. Religión juzgada contra natura
para los negros, puesto que pertenece al occidente y no a su Tierra Madre, el cristianismo
debe entonces ser abandonado por los “Akan” americanos, los cuales dejarían así libre
curso a su “ser africano”.14
200
21
Por su parte el islam, tal como es predicado por la Nation of Islam, también es tachado por
los adeptos como una práctica que va en contra de la esencia africana de los negros del
nuevo mundo. Fundado en los años treinta por Fard Muhammad, la Nation of Islam, la
organización musulmana más popular en Estados Unidos hasta ahora, reivindica el origen
“afroasiático” del hombre negro.15 Para Fard y su sucesor Elijah Muhammad, se trataba de
demostrar que los negros de Estados Unidos no eran los descendientes de africanos
juzgados como salvajes y pueriles, sino de un pueblo glorioso calificado de “afroasiático”
y que, según la escatología adoptada por el movimiento, habría fundado en La Meca, junto
con Allah, la primera civilización humana. Para los miembros del movimiento “akan”, el
islam, a pesar de lo importante que fue para la reivindicación de los derechos de los
negros, constituye para la comunidad afroamericana una influencia tan dañina como el
cristianismo. Si quiere liberarse de la opresión, el negro americano debe, para Dinizulu,
recuperar lo que el líder considera como su verdadera identidad, una identidad africana y
“akan”.
22
En la actualidad, es entonces interesante tener en cuenta que, a pesar de las críticas
virulentas proferidas contra el islam dentro del movimiento, numerosos “Akan”
americanos participaban regularmente, al principio de su carrera religiosa, en las
actividades de la Nation of Islam. Así pues, Nana Baakan, una de mis principales
informantes en el movimiento, dejó la Iglesia católica que frecuentaba en los años sesenta
por la Nation of Islam, cuando entró a la universidad. Al inscribirse en este movimiento
puso fin a sus estudios, se casó con un discípulo de Fard Muhammad y se dedicó a la
predicación “musulmana” en las calles de Filadelfia. Posteriormente, cuando falleció
Elijah Muhammad en 1975, siguió al renovador del movimiento Wallace D. Muhammad en
la nueva organización que acababa de crear: World Community of Islam in the West,
grupo “ortodoxo” y sunita. Tres años más tarde, Nana Baakan decidió renunciar al islam
para integrar un grupo de culto “africano”, que llenaba más sus expectativas de búsqueda
de los orígenes. Después de pasar por un templo kemet cuyos adeptos predicaban el
regreso de los afroamericanos a las creencias de la antigüedad egipcia, se incorporó a una
casa de culto “yoruba” y luego se volvió sacerdotisa de la religión “akan”.
23
El recorrido espiritual de esta joven mujer constituye una larga marcha durante la cual
ella tuvo constantemente que redefinir su identidad y sus prácticas, cambiar de modo de
vida y enfrentarse a las miradas de algunos individuos perplejos que no entendieron
nunca, según ella, la necesidad de lo que llama a veces sus distintas “transiciones”.
Sometiéndose a los rituales de cambio de nombre que practican a la vez la Nation of Islam
y el movimiento “akan”, Nana Baakan ha visto su estado civil transformarse en al menos
tres ocasiones, pasando de Sybil Fecha, su nombre de nacimiento, a Anessah Rasheed,
cuando se integró a la Nation, para convertirse finalmente en Nana Baakan Agyiriwah. De
paso, Baakan multiplicó las actividades profesionales, desde modista oficial del templo
número 11 de la Nation of Islam a percusionista en espectáculos musicales “africanos”.
24
Hoy, a pesar del carácter accidentado de su recorrido espiritual, Nana Baakan considera
que cada una de estas etapas era necesaria para entender la misión que los dioses akan le
mandaron a cumplir. Afirma que no habrá nuevas “transiciones” en su existencia y que
seguirá siendo siempre una “akan” americana. En efecto, para la sacerdotisa, si su
iniciación a la religión “akan” constituye el culmen de su camino espiritual, es porque
este culto es el único que le permitió encontrar el vínculo entre varias de sus distintas
experiencias espirituales pasadas. El culto “akan” sería, según ella, “inclusivo”, es decir,
que brindaría la posibilidad de incorporar prácticas prestadas por varios sistemas de
201
creencias y de adoptar divinidades extranjeras, las cuales en conjunto con los abosom,
adquirirían su sentido pleno (would make sense). Para Baakan, el campo religioso
americano afro se divide entonces entre prácticas que se pueden incluir en la religión
“akan”, el culto “yoruba” sobre todo, y otras de las cuales al contrario sería necesario
alejarse, como el islam y el cristianismo.
25
El ejemplo de Nana Baakan es un caso común dentro del campo religioso afroamericano,
en particular porque es con las entidades yoruba, los orisha, con quien, además de los
abosom, mantiene relaciones más estrechas. Durante mis investigaciones en Estados
Unidos, me encontré en varias ocasiones con sacerdotes iniciados a la vez en los sistemas
“yoruba” y “akan”, así como fieles “yoruba” americanos interesándose o incluso
iniciándose en las prácticas ghanesas. A pesar de la existencia de numerosas categorías de
acusaciones entre los dos movimientos,16 al parecer para estos adeptos es la asociación
misma entre las religiones “yoruba” y “akan” lo que revela su mayor eficacia. El cúmulo
de iniciaciones pasa a ser para el devoto fuente de prestigio, una señal de madurez y de
realización en el itinerario espiritual.
26
La casa de culto dirigida por Nana Baakan en Filadelfia acoge regularmente a dos mujeres
de Baltimore, las dos iniciadas al sacerdocio yoruba en Nigeria. Éstas participan en los
rituales y están presentes en todas las celebraciones orquestadas por Nana Baakan. Los
otros miembros de la casa de culto las nombran a veces por sus nombres yoruba,
Sangotola y Ogunfumilayo, a veces por sus nombres akan, Ekua y Ama. En febrero de 2005,
una de ellas, Ama, empezó su recorrido iniciático en la religión “akan”. Sacerdotisa de la
divinidad Ogún, será “en el Akan”, al final de sus tres años de aprendizaje, una okomfo de
la entidad Adade Kofi.
27
En su vida diaria, Sangotola y Ogunfumilayo, en contacto permanente con las dos
religiones, adoptan entonces una serie de actitudes juzgadas específicamente “akan”.
Cuando entran en su vivienda común, las dos mujeres se quitan los zapatos delante de la
puerta, lo que hacen sistemáticamente cuando van a la casa de Nana Baakan. Cuando
reciben a un visitante, lo hacen esperar en la sala de estar antes de darle un vaso de agua
servido en una mesita, de pedirle su “misión” y finalmente de darle la bienvenida en su
domicilio. Al igual que los miembros del movimiento “akan”, reúnen las ofrendas de sus
huéspedes en una ensaladera que cargan sobre sus cabezas hasta el cuarto de los altares.
28
Además de estas actitudes calificadas en el “Akan” americano de “protocolarias”,
Sangotola y Ogunfumilayo instauraron toda una serie de equivalencias entre los sistemas
“yoruba” y “akan”, las cuales se manifiestan tanto en el ritual como en la caracterización
de las entidades espirituales. La religión “akan”, por ejemplo, tal como se practica en
Estados Unidos, se basa en la veneración de los abosom, los cuales reciben tres días por
semana, el martes, el viernes y el domingo (shrine dajs), las ofrendas de los adeptos que
vierten libaciones sobre sus altares. Sangotola y Ogunfumilayo proceden entonces en su
casa a una tentativa de “akanización” del ritual “yoruba”. Poseen en su habitación altares
para los orisha Eshú, Ogún, Shangó, Oyá, Yemanjá y Oshún, así como para las divinidades
akan Adade Kofi y Nana Esi: veneran todas estas entidades según el mismo principio de
los shrine days. Honrados según el calendario ritual “akan”, los orisha reciben libaciones de
Gordon gin, bebida preferida de los abosom, acompañadas de rezos pronunciados en una
mezcla de inglés, yoruba y twi.
29
No obstante, las divinidades son mayormente las que, en un extenso sistema de creencia
unificado, se asocian y se enfrentan. Si “los abosom y los orisha trabajan juntos”, como me
lo repiten a menudo in situ, es porque cada orisha encuentra su equivalente o su
202
complemento en el mundo “akan”. Así pues, Asuo Gyebi, una de las principales
divinidades “akan”, se asocia a menudo con el Shangó yoruba, compartiendo con éste su
arrogancia y su dignidad, mientras que Ogún se convierte, para el “Akan”, en la versión
yoruba de Adade Kofi, obosom autoritario vinculado con el hierro. Por su parte, Tegare,
divinidad originaria del norte de Ghana, con frecuencia se asocia con la figura del Eshú
yoruba, pasando así por un verdadero proceso de metamorfosis con relación al papel que
le corresponde en África.
30
En efecto, en el Akonedi shrine de Larteh Kubease, Tegare se reconoce como uno de los
“hijos” de Akonedi. Especialista de la lucha contra la brujería, ayuda a la divinidad a
prescribir los remedios que frustran el juju.17 Hoy, en Estados Unidos este mismo Tegare
se considera como el mensajero que une los abosom al mundo de los vivos, adoptando así
la principal característica del orisha Eshú. Esta asociación entre Eshú y Tegare implica
numerosas innovaciones en la práctica afroamericana de la religión “akan”, de modo que
muchas veces es Tegare quien, en las ceremonias de trance, anuncia al simple practicante
la necesidad de su iniciación. Tegare “abriría las puertas” del culto de los abosom,
especificidad que no lo caracteriza en Ghana. Se supone también que Tegare mantiene
estrechas relaciones con su socio yoruba. Muchas veces los dos tramposos, tricksters, 18
Tegare y Eshú, están contenidos en un altar común, simado a la entrada de la casa del
devoto donde reciben sus ofrendas juntos. Son numerosos los “Akan” americanos capaces
de reproducir algunas de las conversaciones que ambos mantendrían cuando, vertiendo
libaciones, el adepto se agacha sobre su altar.
31
En realidad, todo pasa aquí como si los fieles del movimiento “akan” pretendieran forjar
un nuevo sincretismo, el cual califico de “panafricano”. En Estados Unidos, la
reafricanización se había basado en la lucha contra el sincretismo dentro de la santería
cubana, sea en un esfuerzo de “purificación” de la santería de sus influencias católicas,
sea en la formación de otra tradición religiosa que buscaba su fuente directamente en
África; sin embargo, atraviesa hoy una nueva fase que supone precisamente un
“resincretización” entre sistemas de creencia considerados como auténticamente
africanos. Allí donde los esclavos de Cuba habrían disimulado sus divinidades africanas
detrás de los santos católicos, los miembros de los movimientos “yoruba” y “akan”
asocian entre ellas las entidades espirituales africanas. Así, se convierten en los
detentores de una tradición “africana” propiamente norteamericana que los diferencia a
la vez de los practicantes de la santería y de los propios africanos, africanos que juzgan
corrompidos por siglos de colonialismo. Al poner a la luz lo que consideran como
equivalencias entre dos religiones del África occidental, y al incorporar estas asociaciones
en sus prácticas y rituales, reivindican en voz alta la existencia de un sistema de creencias
único, herencia de una África cul-turalmente unida, olvidada, destruida por los colonos
europeos, pero hoy reterritorializada en Estados Unidos.
32
Ahora bien, en esta tentativa de creación en Estados Unidos, a través de la religión y el
ritual de una África negra unida, supuestamente conforme a la África del tiempo
ancestral, es decir de antes de la llegada del blanco en su territorio, se encuentran los
rastros de escritos que se calificarían hoy de afrocentristas, y que a partir de los años
sesenta tuvieron mucho éxito en Estados Unidos. En efecto, el senegalés Cheikh Anta Diop
y su Unité culturelle de l’Afrique noire (1959), y más tarde el afroamericano Molefi Asante
con su African Culture: the rythms of unity (1985), hicieron hincapié en esta idea de una
cultura africana única que reuniría en torno de los mismos elementos y en una
203
comunidad que se extiende a través de las eras y los continentes las poblaciones del
Egipto antiguo, el Akan, el Ibo, el Yoruba, el Songhai y a los afroamericanos:
Cuando hablamos de unidad en África, hablamos de los numerosos puntos comunes
observables entre los pueblos. Así pues, un yoruba que difiere de un ibo o de un
asante comparte a pesar de todo más de su cultura con ellos que con un thai o un
noruego. Puesto que las condiciones materiales influyen en gran parte sobre las
elecciones de los hombres, nosotros, africanos, nos distinguimos por actitudes,
percepciones y tecnologías que nos son propias.19
33
Esta África es el producto de los escritos de Cheikh Anta Diop y Asante, herencia de las
posiciones adoptadas por los militantes del panafricanismo que ya veían en la ideología
que predicaban la reunión de hombres y mujeres que se reconocían como los miembros o
descendientes de un pueblo africano y que se definían como una “raza” negra partida
entre África y el nuevo mundo; de este último, los “Akan” americanos se reivindican
como únicos garantes y los únicos representantes. En esta lógica, consideran que es la
naturaleza misma de su religión la que hace de ellos los depositarios potenciales de esta
“Pan-África”. El carácter “inclusivo” de la religión “akan” llevaría en él los gérmenes del
“sincretismo panafricano”, convirtiendo a los “Akan” americanos en individuos
esencialmente panafricanos. En otros términos, es porque practican la religión “akan” en
Estados Unidos que los miembros del grupo están en condiciones de reivindicarse a la vez
como Akan, vinculados con un grupo étnico de África occidental, y como panafricanos,
dignos herederos de una África original, pensada como una unidad cultural.
CONCLUSIÓN
34
Constituido en torno de la creación de una red transnacional que conecta a algunos
afroamericanos de la costa Este de Estados Unidos con una ciudad ghanesa simada a
algunos kilómetros de Accra, el movimiento “akan” lleva en él la herencia de una historia
política afroamericana que desde el siglo XVIII mantiene relaciones ambiguas con el
continente africano. Imaginada como una tierra de asentamiento providencial para los
esclavos y sus descendientes a partir de 1773 –cuando cuatro hombres de Boston
redactaron una petición a las autoridades de la ciudad para reclamar su repatriación–, 20 o
como una herramienta que le permitiría a los negros americanos crear un imperio
económico autosuficiente en las teorías de Marcus Garvey entre 1914 y 1925, 21 África,
supuestamente purificada de sus influencias exteriores, es en la actualidad para los
“Akan” americanos una entidad que subsiste en su forma original en Estados Unidos
gracias a su nueva manifestación religiosa: el “sincretismo panafricano”.
35
Sin embargo, si la pretensión de una religión “akan” intrínse-camente panafricana es
común entre las casas de culto “akan”, esto no excluye que sea también constitutiva de
tensiones dentro del movimiento y en las relaciones con los “Yoruba”. Kimati Dinizulu,
por ejemplo, hijo del fundador del movimiento, trata con gran desprecio a los “Akan” que
usan los rituales “yoruba”. Su objetivo es respetar la “tradición” tal como fue importada
en Estados Unidos por su padre y, a su modo de ver, la amalgama entre los dos cultos
pone en peligro su eficacia respectiva. En una misma lógica, John Mason, autor de varias
obras acerca de los rituales yoruba, considera que las asociaciones entre sistemas
“yoruba” y “akan” sólo son creaciones norteamericanas de ninguna manera “auténticas”.
Así, considera que la pretensión “akan” americana de forjar una religión “inclusiva” y
panafricana en Estados Unidos hace correr el riesgo a largo plazo de alejar
peligrosamente a los practicantes de su Tierra Madre ghanesa.
204
36
Transnacionalizada y relocalizada en la costa Este de Estados Unidos, la religión “akan”
en su vertiente ultraadántica sólo puede ser entendida entonces al considerar su contexto
histórico y político así como su campo religioso de adopción. En efecto, es gracias a un
proceso complejo de apropiación de esta religión extranjera que afroamericanos
activistas y militantes fueron capaces de darle sentido, de transformarla en una
herramienta que les permitió luchar contra el racismo y la discriminación. En Estados
Unidos, en el seno de la comunidad negra, la relocalización de una religión africana pasa
entonces necesariamente por su politización. Asimismo, las innovaciones rituales se
vuelven portadoras del mensaje político y permiten a los protagonistas conformar las
diferentes facetas de su identidad.
BIBLIOGRAFÍA
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— “Du panafricanisme à a réafricanisation: formation et actualité du mouvement akan aux ÉtatsUnis”, Journal de la Société des Américanis-tes, vol. 91, núm. 1, 2005, pp. 93-112.
— “Le chemin du Sankofa: religion et identité ‘akan’ aux Etats-Unis”. Université París X Nanterre, 2006
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NOTAS
1. Traducción del francés de Kali Argyriadis.
2. La identidad yoruba reivindicada por los afroamericanos es el producto de una construcción
identitaria y no la expresión de un origen étnico real. Con el fin de diferenciar bien estos “yoruba
de la diaspora” de los africanos, utilizaré aquí el término de “yoruba” americanos para designar a
los negros norteamericanos practicantes de esta religión. En una misma lógica, se calificará a los
miembros del movimiento “akan” de “Alean” americanos.
3. Acerca del movimiento “yoruba” vid. entre otros a George Brandon. Santena from Africa to the
New World: The dead sell memories, Indianapolis y Bloomington: Indiana Press Univer-sity, 1993;
Stefania Capone. Les Yoruba du Nouveau Monde. Religion, ethnicité et nationalisme noir aux États-Unis.
Paris: Karthala, 2005; Kamari Clarke. Mapping Yoruba Networks. Power and Agency in the Making of
Transnational Communities. Durham y Londres: Duke University Press, 2004; así como el artículo de
Stefania Capone presente en esta obra.
4. Acerca del movimiento “akan” vid. Duchesne y Guedj. “Akonedi ne voyage pas. La formation
d’un réseau transnational akan entre le Ghana et les Etats-Unis”. Laurent Four-chard, André
Mary y René Otayek, (eds.). Entreprises religieuses transnationales en Afrique de l’Ouest. Paris.
Karthala: 2005; así como Pauline Guedj. “A Nation within Nations: nationalisme afro-américain et
réafricanisation aux États-Unis”. Civilisations, vol. ., nums. 1-2, 2004, pp. 23-38; Pauline Guedj. “Du
panafricanisme à a réafricanisation: formation et actualité du mouvement akan aux États-Unis”.
Journal de la Société des Américanistes, vol. 91, núm. 1, 2005, pp. 93-112; y Pauline Guedj. “Le chemin
du Sankofa: religion et identité ‘akan’ aux États-Unis”. Universidad de París X Nanterre, 2006
[tesis de doctorado].
5. Numerosos movimientos llamados “neotradicionales” revindican a la vez su pertenencia a una
entidad “étnica” y a una comunidad global, trascendente. Es por ejemplo el caso de los neoindios,
estudiado por Jacques Galinier y Renée de la Torre en el presente libro: a la vez aztecas y
panamericanos.
6. Young Men Christian Association.
7. A partir de su nombramiento como primer ministro en 1952, Kwame Nkrumah se inscribió en
una política de valorización de las tradiciones africanas y de algunas técnicas medicinales en
particular. Para el presidente, este esfuerzo de promoción de las tradiciones ghanesas se inscribía
en una doble lógica de afirmación de las especificidades locales del país sobre la escena
206
internacional y de formación de vínculos culturales entre la nación y las otras colonias africanas
en proceso de emancipación. De acuerdo con esta política, Nana Oparebea y su Akonedi shrine
habían pasado a ser verdaderos símbolos de esta tradición africana que había que preservar y
exportar.
8. Existe cierta confusión dentro del movimiento “akan” en cuanto al título exacto recibido en
aquel entonces por Dinizulu en Larteh. Para algunos fue entronizado okomfo (sacerdote) y para
otros okomfohene (hene: jefe). Sin embargo, tomando en cuenta la corta duración del viaje de
Dinizulu en Ghana, es probable que no haya recibido la iniciación permitiéndole reivindicar de
manera legítima el estatuto de sacerdote.
9. El término modzawe designa en lengua ga el lugar de reunión de los hombres vecinos de una
misma aldea.
10. Bosum y dzemawodzi son dos términos que designan las divinidades, el primero el lengua twi,
el segundo en lengua ga.
11. Los “Akan” americanos utilizan el verbo “poseer” de varias formas. Se puede decir a la vez
que las divinidades “poseen” un adepto (Abosom possessed me o Abosom possessed on me), que el
adepto es “poseído” por entidades (I was possessed with o by Abosom), y que él mismo “posee” las
divinidades (I possessed Abosom o simplemente I possess, para indicar que el locutor se reconoce la
capacidad de caer en trance).
12. Sobre la Nation of Islam vid. entre otros, Essien Udom, E.U. Black nationalism: A search for
Identity in America. Nueva York: Dell Publishing, 1964; Mattias Gardell. In the Name of Elijah
Muhammad: Louis Farrakhan and the Nation of Islam. Durham: Duke University Press, 1994; así como
Pauline Guedj. “Des ‘Afro-Asiatiques’ et des ‘Africains’, islam et afrocen-trisme aux États-Unis”.
Cahiers d’Études africaines, XLIII (4), 172, 2003, pp. 739-760.
13. Cabe subrayar que esta concepción es muy común en los movimientos político-religiosos
nacionalistas negro-americanos.
14. En mi tesis de doctorado mostré cómo sin embargo este abandono del cristianismo por el
practicante de la religión “akan” no es sistemático. En el caso en que conservan sus convicciones
cristianas, los practicantes de la religión “akan” describen el cristianismo como una religión
ciertamente occidental pero “africanizada” por los esclavos de las plantaciones. Así, se hacen los
herederos de toda una literarura que pretende describir los orígenes africanos de la Iglesia negra.
A este respecto vid. Pauline Guedj. “Le chemin du Sankofa...”.
15. Acerca de la reivindicación de origenes afroasiáticos para el hombre negro vid. Pauline Guedj.
“Des Afro-Asiatiques’ et des Africains'...”, pp. 739-760, y Pauline Guedj. “Le chemin du Sankofa...”.
16. La principal categoría de acusación utilizada a la vez por los iniciados “yoruba” americanos
contra los “Akan” americanos y por los miembros del movimiento “akan” contra los “yoruba”
americanos se refiere al trance de posesión. Mientras que los “yoruba” americanos critican a
menudo la capacidad de los “Akan” americanos para hacerse poseer en las ceremonias, por el
conjunto de las entidades de su sistema así como por los orisha, los “Akan” americanos tienden a
regresar esta acusación describiendo a los practicantes de la religión “yoruba” como mediocres
especialistas del trance, quienes apenas saben controlar las posesiones causadas por la entidad
que rige su cabeza.
17. Juju y black magic son los términos generalmente utilizados por los “Akan” americanos y por
los ghaneses del Akonedi shrine para designar los actos de brujería.
18. Generalmente utilizado para describir el comportamiento Eshú; este calificativo se aplica hoy
también a la personalidad de Tegare.
19. Molefi Kete Asante y Kariamu Welsh Asante. African Culture. The Rythms of Unity. Tren-ton:
Africa World Press, 1990, p. X.
20. Acerca de esta petición vid. Wilson Jeremiah Moses. Classical Black Nationalism. From the
American Revolution to Marcus Garvey. Nueva York y Londres: New York University Press, 1996.
207
21. Vid. por ejemplo Cronon Black Moses. The Story of Marcus Garvey and the Universal Negro
Improvement Association. Madison: University of Wisconsin Press, 1955.
AUTOR
PAULINE GUEDJ
LESC/ Université de Paris X-Nanterre
208
“El chamanismo es un camino”
Las culturas indígenas como fuentes de sabiduría espiritual en Bogotá
Jean-Paul Sarrazin
FOTOGRAFÍA. “Ritual de la coca sagrada” realizado en Bogotá en una galería de arte de un barrio para
personas adineradas, dirigido por un “líder espiritual” de una etnia del norte de Colombia; participan en
él citadinos rodeados de cámaras de la prensa nacional. Fotografía del autor
1
Con el fin de aportar elementos para entender en qué consiste y cómo se difunde el
interés por el chamanismo en Bogotá, se presenta en este trabajo el análisis de algunos de
los discursos y prácticas que contribuyen a sustentarlo y reproducirlo. Veremos que la
construcción de una espiritualidad indígena en un sector de la clase media y alta de la
población citadina, está fuertemente impregnada de la ideología1 que llamamos new age
y, a su vez, que la difusión de tal ideología contribuye directa o indirectamente a crear
209
aquel interés. Así, las representaciones locales en Bogotá sobre un objeto también local
como son las culturas indígenas colombianas son influidas por la presencia de un
fenómeno global como es la difusión del new age. Igualmente se manifiesta en este
estudio el rescate de lo tradicional, retomando algunas prácticas y creencias de la
supuesta tradición indígena, para darles una significación a partir de marcos
interpretativos típicos de la modernidad, siguiendo tendencias de pensamiento muy
recientes propias de las Elites intelectuales de la ciudad.
2
El trabajo de campo realizado comienza con la asistencia a rituales que en la actualidad se
llevan a cabo en Bogotá, dirigidos por chamanes y a los que asisten citadinos no
indígenas. Nuestro objetivo es analizar la percepción que tienen estos últimos de las
culturas indígenas. Algunos de estos asistentes han sido entrevistados para entender lo
que los motiva a ir a estos rituales y para conocer de primera mano sus representaciones
sobre lo que algunos de ellos mismos llaman una “espiritualidad indígena”. También se
realizaron entrevistas entre conocidos de los asistentes a los rituales (método de “bola de
nieve”) y a otras personas que manifestaran un interés por la “espiritualidad indígena”. 2
3
Brevemente mencionaremos también el análisis de los medios de comunicación o eventos
públicos a los cuales tienen acceso los individuos citados, y que contribuyen directa o
indirectamente a la difusión de representaciones sobre la “espiritualidad indígena”.
UNA PRIMERA CARACTERIZACIÓN DE LA POBLACIÓN
DE ESTUDIO
4
Hemos encontrado que las personas que hablan de una “espiritualidad indígena” de una
manera positiva y que lo hacen con el tipo de discursos que describiremos brevemente
más adelante, pertenecen a estratos socioeconómicos medio y alto, y son, en su mayoría,
profesionales o intelectuales. Sus edades oscilan entre los 18 y los 63 años, con un
promedio de 34 años. Aunque el número de mujeres es un poco más elevado que el de
hombres, los datos no tienen validez estadística como para decir que hay una diferencia
entre los sexos.
5
Hemos decidido limitarlo a residentes de la zona metropolitana de Bogotá para poder
relacionarlos con un medio citadino del que conocemos mejor sus características.
6
Cuando hablamos de clase media y alta en Colombia, hablamos de una minoría numérica
que tiene un nivel socioeconómico privilegiado. Se trata pues de una elite en una sociedad
donde la inequidad y las diferencias socioculturales son muy grandes. Es importante
notar que en una sociedad altamente diferenciada como la colombiana, el consumo
cultural, así como las representaciones y valores, pueden variar considerablemente de un
grupo social a otro.3 Los miembros de este sector de la población suelen provenir de
familias tradicionalmente católicas, pero ellos se consideran no practicantes, no devotos,
y de hecho la mayoría critica fuertemente a la Iglesia católica. Sienten que ellos tienen
una espiritualidad determinada según sus propios valores y según lo que les parece tener
sentido o los hace “sentir bien”. Es dentro de esta espiritualidad escogida según los gustos
e inclinaciones de los individuos (gustos e inclinaciones que son evidentemente producto
de su proceso de enculturación y de las experiencias sociales que hayan podido vivir a lo
largo de sus vidas) que muchos acceden a lo que llaman una “espiritualidad indígena”, y
más específicamente como parte de un proceso personal de búsqueda de una
“espiritualidad alternativa”.4
210
7
Hay que aclarar que cuando hablamos de la “espiritualidad indígena” no lo hacemos en
tanto que concepto analítico (no se trata de un estudio acerca de una supuesta
espiritualidad de los indígenas), sino que retomamos una noción emic. Además, cabe notar
que en la gran mayoría de las entrevistas y en los discursos públicos analizados se habla
de “los indígenas” del país o de una “sabiduría indígena”, sin hacer diferencia entre las
distintas etnias del país. Se hace pues una generalización sobre todo lo indígena.
8
Por otro lado, ninguna de las personas interesadas en la religiosidad indígena con las que
nos hemos podido contactar se ha presentado como “chamanista” o perteneciente a algo
así como una “religión cha-mánica” (ni a una organización, centro espiritual, grupo de
oración, etcétera).
CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO
9
En la actualidad existe en Colombia un reconocimiento y valoración de las culturas
indígenas en el nivel oficial, y en particular de parte de las elites intelectuales y políticas
de diversos sectores de la sociedad que dieron origen a la actual Constitución de 1991. Así
como hace cincuenta años el indígena era un ser “atrasado” que debía civilizarse, la
Constitución vigente antes de 1991 asumía que Colombia era un país católico y
monocultural. Además, si hace unas décadas se asumía que éste era un país mestizo, 5
ahora la nación se imagina a sí misma (retomando el concepto de comunidades imaginadas
de Anderson)6 conformada por un gran número de identidades étnicas que no sólo son
reconocidas sino valoradas.
10
En efecto, la Constitución actual comienza por reconocer que éste es un país pluriétnico y
multicultural. El caso de Colombia se suma a una verdadera ola transnacional de cambios
constitucionales en favor del multiculturalismo en varios países latinoamericanos como
Nicaragua (1987), Brasil (1988), México (1992), Perú (1993), Bolivia (1994). 7
11
Concretamente en Colombia, a los indígenas se les otorga una serie de derechos especiales
como un cierto grado de autonomía política en sus territorios, además de ciertos
beneficios legales y económicos (tierras, acceso a servicios de salud, etc.). Por otro lado,
los discursos oficiales actuales de promoción de la identidad nacional evocan la
diversidad cultural del país como una riqueza, un valor que las élites intelectuales
reconocen también por fuera del contexto oficial; está claro que en este medio lo indígena
es respetado y valorado. Esto no significa, sin embargo, que las elites que valoran lo
indígena (es decir una imagen de lo que para ellos es el indígena ideal y que a veces se
encarna en el personaje del chamán que veremos más adelante) valoren a los individuos
indígenas tal y como viven realmente en sus comunidades. Esta valoración tampoco ha
impedido que se sigan violando los derechos de los indígenas en sus comunidades rurales,
ni que estas personas sigan siendo víctimas de violencia (en particular de parte de
guerrilleros, grandes terratenientes y pararnilitares).
12
No obstante, es un hecho que gracias a la nueva Constitución los grupos étnicos (incluidas
las “negritudes”) son reconocidos como sujetos políticos y tienen mayores posibilidades
de interactuar con el Estado en favor de sus intereses. Por otro lado, los cambios políticos
que se empezaron a gestar desde los años ochenta han permitido que se multipliquen los
movimientos indígenas o indigenistas,8 así como movimientos de comunidades de
afrodescendientes.9 En todo este proceso, el medio académico (intelectuales, escritores,
211
investigadores sociales, etc.) ha desempeñado un papel importante como intermediario
entre los indígenas y el Estado o el resto de la sociedad nacional.
13
Todo lo anterior, en combinación con el hecho de que más y más indígenas empezaron a
mostrarse con orgullo como indígenas, ha causado que estas identidades étnicas sean hoy
más visibles de lo que eran antes. Además, y sin duda relacionado con lo anterior, se nota
un incremento importante en el número de indígenas tanto en el campo como en las
ciudades,10 aumento que se debe en buena parte a un proceso reciente de re-etnización. 11
14
Otros elementos a tener en cuenta son las migraciones de indígenas hacia las ciudades, lo
cual permite la instalación de ciertas pequeñas comunidades en Bogotá que acogen la
llegada de nuevos miembros indígenas (como los chamanes). Además, existen ahora
mayores facilidades de comunicación y transporte entre las zonas rurales y las ciudades,
lo que permite mayores contactos entre indígenas y citadinos (contacto que, como
veremos, es esencial para las prácticas chamánicas en Bogotá).
15
Existe pues un contexto en el cual la identidad indígena está cada vez más presente ante
el resto de la población nacional. Paralelamente a esta situación, que se desarrolla hace
apenas veinticinco años, notamos la emergencia de un interés por la espiritualidad
indígena, la cual abordaremos a continuación.
PRÁCTICAS Y CREENCIAS ENTRE LA POBLACIÓN
ESTUDIADA
16
Presentamos el ejemplo de una práctica que es cada vez más conocida y sobre la que
existen representaciones positivas de corte espiritual y terapéutico. Se trata de los
“rituales de yajé”.12
17
Este ritual o una “toma de yajé” se comienza a realizar en Bogotá a principios de los años
ochenta por parte de algunos intelectuales (como antropólogos, médicos o artistas). A
partir de entonces las “tomas” se difunden cada vez más, y en la actualidad la gran
mayoría de las personas de clase media y alta con las que hemos tenido contacto ha oído
hablar de ellas. Una toma típica consiste en lo siguiente: un ci-tadino no indígena
contacta a un grupo de individuos interesados en el ritual, pero que no necesariamente se
conocen entre sí. No existe pues ninguna organización o grupo autodenominado como tal
a partir del cual se conforma el grupo de individuos que asisten a una “toma”. El grupo se
conforma a partir de la red de conocidos que pueda ser activada en un momento
determinado y según el criterio de los mismos participantes. Alguien contaba, por
ejemplo, que le dijo a un amigo que fuera a una toma porque tal amigo estaba tomando
demasiado alcohol, y quizá las tomas podrían reestablecer su “equilibrio mental”.
Algunos asistentes van simplemente porque supieron de la “toma” a través de un
conocido y sintieron curiosidad.
18
El intermediario que organiza una toma en particular es también participante. Éste no
tiene necesariamente el papel de organizar varias tomas, por lo que los organizadores no
son figuras públicas conocidas como tales. Esta persona cobra a los asistentes citadinos
aproximadamente entre 15 y 30 dólares, argumentando, por ejemplo, que hay que cubrir
los gastos que implica hacer venir al chamán y preparar el bebedizo. 13 La palabra
“intermediario” es importante puesto que pretende resaltar que éstos individuos no son
más que puentes que transmiten el conocimiento venido de la selva a los citadinos
“occidentales”. Estos intermediarios por lo general han hecho estudios superiores,
212
utilizan el mismo tipo de lenguaje que las elites intelectuales y tienen buenas capacidades
retóricas. Pueden ser antropólogos pero, si no lo son, desempeñan el papel de
seudoantropólogos conocedores, admiradores y defensores de las culturas indígenas. Esta
labor de organización o difusión de información sobre lo indígena no la hacen como un
trabajo de tiempo completo. Tienen sus profesiones aparte, que suelen ser dentro de las
ciencias sociales o humanas, aunque también encontramos médicos o ingenieros, por
ejemplo.
19
En principio, los primeros individuos que quisieron realizar rituales de yajé haciendo
venir a un chamán a la ciudad fueron más que todo antropólogos que habían conocido
esta práctica en comunidades indígenas. Estas tomas eran, en los años ochenta, parte de
un pequeño círculo de amigos del organizador, que con el tiempo se fueron acercando
más a los chamanes. A partir de estos círculos reducidos fueron surgiendo nuevos
citadinos, también intelectuales, que quisieron difundir esta sabiduría y participar de
forma activa en la organización de nuevas tomas, por ejemplo prestando su casa como
espacio del ritual o dando posada al chamán durante los días de su estadía en la ciudad.
Los más cercanos al chamán mantienen así un cierto contacto con éste y lo pueden llamar
para realizar una toma. Es así que de una manera muy informal algunos individuos
entusiastas se convierten en organizadores, término que no debe hacer pensar que ésta
sea su profesión.
20
El chamán que preside uno de estos rituales suele ser un indígena proveniente del
departamento del Putumayo (noroeste amazónico colombiano), de las etnias que han sido
llamadas por algunos “las culturas del yajé”; se trata de las etnias inga, kamsá y
coregüaje, principalmente, y son los ingas los más conocidos en Bogotá. Éstos tienen una
larga tradición de intercambios con la ciudad. Se sabe que ya desde 1935 habían
establecido rutas comerciales entre el Putumayo y la capital.14 Estos intercambios han
sido tradicionalmente para vender hierbas y pociones en mayor medida a las clases
populares.15 Esta tradición de comercio e intercambio permite que indígenas de estas
etnias puedan instalarse y se adapten más fácil a las condiciones de la ciudad. Así pues, el
contacto y los intercambios con los bogotanos no son desconocidos para los indígenas
provenientes de las “culturas del yajé”.
21
Los personajes que se dicen chamanes indígenas pueden ser de diferentes tipos: hay
algunos ancianos que son o han sido chamanes en sus comunidades de origen. Éstos, los
más apreciados por el público bogotano por su “autenticidad”, vienen a la ciudad en
momentos más bien puntuales y realizan tomas. Muchos de ellos hablan lenguas
indígenas y hablan mal el castellano. En este caso, el chamán suele venir invitado por uno
de los citadinos interesados en la organización de una toma.
22
Otro caso es el de aquél que se dice chamán pero que no necesariamente es reconocido
como tal por sus comunidades rurales de origen. Son de edad y viven en la ciudad desde
hace muchos años donde han fundado familias. Aunque se puedan considerar como
indígenas urbanos (y para algunos puristas blancos no sean ni siquiera indígenas), pueden
mantener vínculos con sus comunidades de origen. En principio tienen conocimientos de
las plantas curativas selváticas y se desempeñaban como “curanderos” y “brujos” (para
obtener favores por medios mágicos) entre las clases populares, pero con la llegada del
interés por las tomas entre las elites descubrieron este nuevo tipo de actividad, que suele
ser mejor remunerada.
23
Un último caso que citaremos es el de indígenas que se dicen chamanes pero que no han
seguido un proceso tradicional de formación de chamán en una comunidad indígena rural
213
(proceso que puede durar muchos años y que puede ser más o menos complejo
dependiendo de las normas de una comunidad). En estos casos se trata de los
descendientes de indígenas que migraron a la ciudad en la década de los setenta o antes, y
que eran principalmente comerciantes. Estos individuos de la nueva generación, los
cuales hablan perfectamente castellano y algunos han realizado estudios superiores, se
dan cuenta que su identidad y algunos signos ostensibles y costumbres de sus ancestros
les dan la posibilidad de encarnar el papel del chamán o del representante de la sabiduría
indígena, cosa que no sólo les permite ganar dinero, sino prestigio social. Más dinámicos
que los otros dos tipos descritos con anterioridad, y perfectamente capaces de realizar
negocios en la ciudad, estas personas se asocian con “blancos” para realizar rituales y
ceremonias con etiqueta indígena y difundir la información sobre el beneficio de éstas y
otras prácticas y creencias indígenas. Estos individuos puede que vayan de vez en vez a
las comunidades rurales de sus ancestros, pero su contacto con éstas es más a través de
medios indirectos como el comercio de las plantas y objetos usados en los rituales. Sus
desplazamientos se realizan más que todo de un lugar a otro del mundo “blanco”, a veces
de una ciudad a otra, en apretadas agendas para realizar prácticas, convirtiéndose en lo
que podríamos llamar “empresarios étnico-espirimales”. Son ellos los que principalmente
realizan “rituales-talleres” (que veremos más adelante), donde la asistencia puede
superar las cien personas.
24
La mayor asistencia a este último tipo de rituales se puede explicar en parte por una
mayor acción de marketing y publicidad realizada por sus organizadores (visibles en
Internet, por ejemplo). Pero la verdad es que el público de las elites suele preferir los
rituales más íntimos (de unas veinte personas) dirigidos por los chamanes ancianos que
no viven en la ciudad y que dan la impresión de estar menos “contaminados” por el
mundo occidental moderno. Es este tipo de ritual el que analizaremos a continuación.
25
La cita suele ser una noche de un fin de semana, momento que tienen libre los asistentes,
ya que éstos trabajan o estudian y participan de la vida social como cualquier citadino
durante la semana. La reunión se realiza en la casa de uno de los participantes. Se
considera ideal si esta casa es en el campo, porque así “se entra mejor en el ambiente de
contacto con la naturaleza” –explica un asistente–. Este contacto con la naturaleza,
valorado por la gran mayoría de las personas consultadas, permite además un cierto
grado de autenticidad, ya que se recrea una condición más parecida a como imaginan
ellos que ocurre “una verdadera toma, allá en la selva donde viven [los indígenas]”. Lo
natural y lo indígena son dos temas fuertemente relacionados en este imaginario, y se
hace evidente que existen vínculos ideológicos interesantes y complejos (sobre los cuales
no podemos extendernos en el presente texto) entre lo que podríamos llamar el
indigenismo y el ambientalismo.16 Podemos decir, de manera somera, que el nativo es
considerado un ser que tiene más contacto con la naturaleza puesto que vive de ella y en
ella (contacto que en muchas ocasiones se asume como místico), y porque gracias a sus
conocimientos sabe cuidar el medio ambiente. Las culturas indígenas son pues tomadas
como modelo de sociedades que no destruyen el entorno natural, por lo que muchos de
los individuos que tienen una fuerte conciencia ecológica valoran dichas culturas. Se cree
que dentro de las creencias o, como muchos dicen ahora, dentro de la “cosmovisión”
indígena, hay nociones clave para aprender a respetar el medio ambiente como la de
“madre tierra”: “ellos sí respetan la naturaleza porque saben que es nuestra madre, que
hay que cuidarla como uno cuidaría a la mamá”, dice un informante. Además, por su
contacto con la naturaleza, el indígena no sólo tendría más conocimientos de las plantas
214
que pueden curarnos, sino que “tiene la mente más pura” y “está más en contacto con los
elementales” (término muy presente en la literatura new age), por lo que sus creencias y
su “cosmovisión” serían mucho más “puras y espirituales”.
26
Continuando con nuestra toma de yajé, una vez que todos están instalados en un salón
con poca luz pero lleno de expectativa y reverencia, el chamán sirve el yajé, lo “reza” o
“bendice”, lo ingiere y acto seguido lo da a tomar a cada uno de los participantes, quienes
vuelven a su sitio a esperar en silencio los efectos vomitivos, purgantes y posteriormente
alucinógenos del amarguísimo brebaje.
27
Durante este proceso, el chamán supuestamente guiará a los participantes en su “vuelo” o
“viaje” mediante sus movimientos rituales y rítmicos, sus cantos en lengua nativa y una
especie de música producida con hojas, cascabeles, collares de dientes, etc. Según varios
de los informantes, entre ellos un organizador de una toma, los participantes no están
simplemente bajo el efecto de un alucinógeno, sino que están en contacto con una “planta
sagrada” o “planta de conocimiento”, la cual sirve tanto para purificar nuestro espíritu
como para mejorar la salud física. El efecto benéfico para el espíritu se argumenta en
algunos casos como una ayuda “psicológica” que dan la planta y el ritual que va con la
“toma”, ya que eso que podemos llamar alucinaciones se conoce en el medio como
“pintas”, las cuales serían formas de acceder al inconsciente o a las profundidades del
espíritu, para así sacar todo lo que nos está produciendo conflictos internos. Las “pintas”,
nos dijeron varios informantes, no son alucinaciones, sino elementos que la planta nos
muestra o dimensiones a las cuales ésta nos permite viajar, para comprender mejor lo que
nos está pasando y solucionar algún problema personal.
28
Además, la idea de “sacar” aquello que está causando conflicto en el inconsciente o en el
fondo del alma, se relaciona con el efecto vomitivo de la bebida: la planta hace salir tanto
del cuerpo como del espíritu lo que nos está haciendo daño. Finalmente, el efecto de
bienestar general es lo que importa. Así, las nociones de lo espiritual y lo terapéutico
están íntimamente ligadas.
29
Por otro lado, algunos dicen que el yajé es un “enteógeno”; esta palabra es un neologismo
de algunos intelectuales que se difunde cada vez más y que se ha convertido en un
concepto sobre el cual incluso se escriben artículos17 y se hacen documentales. 18 Denota,
según uno de estos intelectuales, “una sustancia que pone en contacto con Dios”.
30
Otra persona nos dice (tal vez sin mucho conocimiento del griego) que el término procede
de la palabra griega “entheos”, cuyo significado etimológico es “dios [theos] adentro”.
Estas representaciones sirven para asumir que lo que vive el citadino en este ritual es una
experiencia de carácter sagrado, místico o trascendental. “El enteógeno nos pone en
contacto con lo sagrado” y “apunta al centro espiritual y mental del ser humano”. 19 El
término surge en la cultura anglosajona hacia finales de los años setenta, 20 cuando se
utilizaba para referirse a otros tipos de alucinógenos, para ser luego adoptado para hablar
de plantas consumidas en Colombia.
31
Aunque existan muchos discursos acerca de la planta en sí y sus beneficios, se asume que
los verdaderos efectos positivos son vividos cuando ésta es consumida en un ritual
dirigido por indígenas, además de que se reconoce abiertamente que son los indígenas
quienes descubrieron la forma de consumirla, de interpretar sus efectos y quienes nos la
trajeron, con su ritual, a las ciudades. Incluso un libro de gran difusión entre aquellos que
se interesan en las tomas,21 cuyo título parece hablar de la planta en sí (Yajé. El Nuevo
Purgatorio), es una oda al saber indígena que insiste en la importancia de tomar yajé bajo
la guía de un chamán. Además, el yajé no sería una bebida o un ritual, sino que existiría
215
toda una “cultura del yajé” de la cual podemos aprender, como lo expresa tanto un
entrevistado como el texto de un médico22 (con diploma académico y de origen citadino)
que ha trabajado largos años con comunidades indígenas y ahora se esfuerza por
aumentar el reconocimiento del saber indígena en el contexto de la sociedad nacional.
32
Al día siguiente de la toma, la mayoría de los participantes sentirán que esa fue una noche
muy especial, se sentirán cambiados, renovados, purificados, verán el mundo de otra
manera, habrán “atravesado un umbral”, habrán hecho “un viaje a la profundidad del ser
interior”, habrán aprendido algo de sí mismos. Para muchos “bacer yajé” es como “hacer
una terapia”, de hecho algunos lo comparan con una psicoterapia, y se puede convertir
para algunos, los más entusiastas, en un largo proceso de aprendizaje en el que toman
yajé cada fin de semana durante meses.
33
Las tomas con frecuencia son precedidas de charlas y prácticas “preparatorias”, por
ejemplo los “seminario-taller-ritual”, que duran todo un fin de semana, con un costo de
50 a 80 dólares. Estos “talleres” son anunciados, entre otros, a través de Internet, en una
página dedicada a difundir el saber indígena y dirigida por un sociólogo y un ingeniero.
Los interesados van primero a una charla que explica en qué consisten las actividades a
realizar en el “seminario-taller-rimal”, qué es el yajé, de dónde viene, cuál es el papel
central del chamán, etc. Luego, normalmente unos pocos días después, la gente se reúne
para tomar un autobús que los conducirá a las afueras de la ciudad, donde continuarán los
discursos, pero también las actividades de “integración con la naturaleza”, como
caminatas, “danzas circulares sagradas” o un “taller de despertar de los sentidos”. Se
pretende “entrar en contacto con los demás y [tener] conciencia del universo” –según los
guías del taller.
34
En estas actividades de preparación, el indígena no suele ser el que habla (con éste, el
intercambio lingüístico es prácticamente nulo, aunque esto está cambiando con el
tiempo), sino los guías o “facilitadores”, quienes hacen referencia permanentemente a la
sabiduría indígena de la cual ellos son sólo testigos y transmisores.
35
La identidad indígena es pues recalcada, y esto garantizaría que la sabiduría allí
transmitida no es obra de charlatanes. La autenticidad es un valor importante; 23 se busca
lo “indígena puro” y el chamán suele ser considerado como el mejor representante de la
sabiduría indígena auténdca: los chamanes son “herederos de las culturas ancestrales”.
36
Después de las charlas y actividades preparativas (normalmente el sábado durante el día),
al anochecer comienza un ritual del tipo que hemos descrito con anterioridad, el cual
durará toda la noche. Al día siguiente, en algunos casos los organizadores motivan a las
personas a compartir sus impresiones acerca del “taller” (por medio de un dibujo, por
ejemplo), y quizá se oirán algunas palabras del chamán e interpretaciones adicionales de
los “facilitadores” en lo que han llamado el “taller de reelaboración simbólica de la
experiencia”.
MOTIVACIONES SUBJETIVAS SOBRE LA
PARTICIPACIÓN EN RITUALES INDÍGENAS
37
A partir de las entrevistas con personas que no necesariamente forman parte de un
mismo grupo, y en particular tratando de indagar en las historias de vida de los
participantes de estos rituales, presentamos algunos de los argumentos evocados para
justificar su participación.
216
38
Varias personas, en principio, dicen que van “sólo por curiosidad”, por experimentar algo
nuevo, algo “raro”. Pero, ¿de dónde viene esa curiosidad? A medida que se profundiza
más en las entrevistas, las personas confiesan que el deseo de experimentar algo diferente
viene de una aspiración a cambiar algo en sus vidas; hay un inconformismo y se sienten
desorientados. Por ello, creen que es necesario aprender cosas nuevas para percibir el
mundo de otra manera, porque sienten, por ejemplo, que su vida es muy monótona,
carente de sentido, etc. Algunos pueden ir por probar una droga más; pero, como
reflexiona un artista que ha ido sólo un par de veces a tomar yajé con diferentes personas,
y que sin embargo sí ha consumido varios tipos de drogas en el pasado: “en el fondo todas
las drogas son iguales. Uno quiere salirse de esta realidad que lo aburre, que no lo llena,
que no le gusta. Uno quiere cambiar, quiere sentirse de otra manera, mejor”. Se ve aquí
que la relación entre una transformación espiritual a través de una religión exótica y el
uso de psicoactivos puede ser bastante estrecha.
39
Otra persona, con alrededor de 45 años, contadora en una oficina privada de ingenieros,
explica que
estaba pasando por un momento difícil en mi vida, y quería encontrar respuestas,
una dirección en mi vida. Lo tomé porque decían que eso desarrolla la parte
espiritual... en esa época estaba haciendo cursos de metafísica, y en esos cursos
alguien habló del yajé, así que fui por curiosidad ...
40
Un diseñador gráfico de unos 30 años, gran admirador de las culturas indígenas y
tomador de yajé desde hace varios años, dice: “La única razón por la que la gente se
acerca a este conocimiento y prácticas es porque hay una búsqueda de salud, espiritual,
mental, física ... La gente se acerca a lo indígena porque reconoce ese conocimiento''.
41
Por su parte, una mujer de 33 años, que estudió bellas artes en una universidad pública,
ahora dedicada a hacer masajes, cuenta que hace alrededor de doce años empezó a
interesarse por lo oriental, el tai-chi, la meditación zen, el shiatsu, y también por la
psicología jungiana. Luego leyó libros de Carlos Castaneda, los que cita con frecuencia
(como muchos otros entrevistados) para describir sus conocimientos acerca de la “cultura
del yajé” (aunque Castaneda nunca hable del yajé o de las culturas indígenas
colombianas). Esas prácticas y esas lecturas son consideradas “trabajo espiritual”. Dentro
de esa búsqueda, le interesó el chamanismo “por la conexión con la naturaleza y por el
crecimiento espiritual” que ello implicaba. Le habían propuesto tomar yajé, pero durante
seis años se rehusó; finalmente, un antropólogo la convenció, ya que en ese momento
“estaba pasando por un problema personal y quería encontrar una guía”.
42
Un elemento común en este tipo de prácticas y creencias es que se toman como una forma
de ayuda personal. Hay pues un criterio de funcionalidad muy frecuente para calificar las
prácticas o creencias a las cuales se adhiere. En otra entrevista, alguien comenta: “El
yajecito sirve para poder reflexionar sobre eso interno, [para saber] qué es lo que anda
mal adentro, los conflictos de uno, cosas que vienen por ejemplo de la infancia”. En
efecto, varios testimonios relacionan estos efectos con el psicoanálisis y con la
meditación.
43
Dentro de la misma lógica, se cree que cualquier dolencia de la que se pueda sufrir tiene
un origen psicológico o espiritual –e incluso ecológico (ya que “todo está conectado en la
vida”)–, y que entre las principales carencias de la sociedad occidental a la que dicen
pertenecer estas personas se encuentran la ausencia de “vida espiritual” y la falta de
sentido trascendente en la vida. Como nos cuenta un especialista en psicología
217
comunitaria que trabaja en la rehabilitación de jóvenes drogadictos y que pretende
analizar cuál es nuestro “malestar de la cultura”:
Ahora la gente busca el sentido por unas rutas diferentes, por ejemplo mirando
hacia adentro. Oriente dice que la gente busca por fuera lo que tiene que buscar en
su interior ... Vamos a ese mundo primitivo, a lo indígena, a lo campesino, a las
comunidades negras... Es todo la búsqueda del sentido que no se encuentra en el
mundo de la ciencia, de lo racional. Y hay una búsqueda de las dimensiones
emocional, la afectiva, la espiritual. El mundo indígena esta mucho más cerca del
sentido porque tiene [esa] visión holística del mundo. A mí el mundo indígena me
parece mucho más cercano a lo espiritual.
44
Las explicaciones “psicológicas” acerca del valor de la espirimali-dad indígena son
notorias, pero no sorprendentes, si se tiene en cuenta la “psicologización” generalizada
de las tendencias new age.24 Además de la difusión de la creencia de que “hay que buscar
en el interior de uno mismo”, la psicología brinda una legitimación “científica” a estas
creencias y prácticas. Como me explica un médico en su consultorio al interior de un
centro de terapias alternativas como “danza del vientre” o “deidades celtas”: “El
fundamento científico de lo que hago y la aplicación de las enseñanzas de los maestros
espirituales indígenas, es que se ha determinado que el 85 por ciento de las enfermedades
son de origen psicosomádco”. Así pues, actuar sobre la mente o el espíritu equivale a
mejorar la salud.
Cuando se compara la cultura occidental con lo kogui [grupo indígena del norte del
país con el que él convivió y de quienes aprendió las técnicas que hoy pone en
práctica con sus pacientes], los kogui manejan muy bien el aspecto psicológico,
mejor que nosotros, y esto gracias a su filosofía, a su concepción de vida que les
permite tener mejores relaciones. Tú los ves relajados, amigables, tranquilos ... Ellos
tienen el pensamiento más puro, y [a través del uso de alucinógenos] van donde
están los espíritus superiores, que otras culturas llaman maestros.
45
A este médico lo conocí porque dicta un seminario de “ciencia y espiritualidad” llamado
“Salud sagrada”, donde también pone en práctica los conocimientos adquiridos en una
especialización que hizo en Harvard (lo cual es mencionado frecuentemente como
máxima legitimación).
Lo que se enseña en Harvard es muy comparable con lo que hacen los koguis. Por
ejemplo, lo que los kogui llaman contacto con Aluna o mundo espiritual, en Harvard
lo llaman evocación de la respuesta a la relajación, y se parece mucho a la
meditación. Los kogui, explica más adelante, en sus rituales, fijan la mente en una
sola cosa, y eso en Harvard lo llaman mindfullness, o tener la mente en el presente.
46
Un estudiante de literatura que ha decidido hacer su tesis de maestría sobre las
literaturas indígenas del sur de Colombia, se suma a una idea de fondo compartida por
muchos de los participantes: “Mi interés nace de una búsqueda de ver el mundo de
maneras distintas a como nos lo han propuesto por una educación completamente
fundamentada en principios occidentales y cartesianos”.
47
Hay ahí un cambio importante respecto del pensamiento de las elites de un pasado no
muy lejano, cuando se creía en las virtudes de una sola civilización, la occidental, la de la
ciencia y la tecnología, como el único camino a seguir para progresar.
48
pesar de que por sus prácticas y especialmente por sus valores estos individuos sigan
fielmente las últimas tendencias de lo “alternativo” provenientes de los países ricos de
Occidente, vemos que un tema transversal que surge en la mayoría de los discursos es la
noción de una crítica hacia “Occidente”, el cual es considerado como una cultura
materialista, causante de los males del espíritu, destructora de las demás culturas y de la
A
218
naturaleza. Una famosa cantante de rock alternativo de unos 40 años, quien ha difundido
a través de sus canciones y en entrevistas públicas una visión espiritual de las culturas
indígenas, dice: “Yo creo que ahora todo el mundo se dio cuenta que ese progreso es en
realidad un fiasco, lo peor que hemos hecho. Entonces todo el mundo esta buscando la
naturaleza, lo indígena, la tradición, lo de antes de la civilización”.
49
partir de las historias de vida se observa que el interés por lo Oriental surge con
frecuencia antes del descubrimiento de una espiritualidad similar de origen americano.
Luego de conocer lo indígena, en la mayoría de las personas entrevistadas el interés por
los dos tipos de culturas coexiste; por ejemplo, es fácil encontrar a un consumidor de
tomas de yajé que practica yoga en sus ratos libres. Sin embargo, algunos creen que hay
más razones para ensalzar lo amerindio, ya que tiene el valor agregado de ser “de nuestro
país”, lo que contribuye así a reforzar la identidad nacional.
A
ALGUNOS ELEMENTOS QUE CONTRIBUYEN A
REPRODUCIR EL INTERÉS POR UNA ESPIRITUALIDAD
INDÍGENA
50
Respecto de la manera en que son difundidas y socializadas las ideas sobre una
“espiritualidad indígena”, hemos encontrado, a partir de los propios testimonios y de las
historias de vida que nos han sido confiadas, que la mayoría de las personas entrevistadas
ha tenido muy poco contacto con indígenas, aún menos intercambio verbal con ellos, y
tampoco conoce cuáles son ni qué hacen las organizaciones o movimientos indígenas del
país.
51
Por otro lado, estas personas que manifiestan interés por la espiritualidad indígena no
pertenecen a un grupo, secta u organización por el estilo que se autodetermine como tal,
y que pudiera llevar a cabo una forma de endoctrinamiento responsable de que todos los
individuos entrevistados y discursos analizados manifiesten el tipo de representaciones
acerca de lo indígena que ahora presentamos.
52
La conformación esporádica de grupos que abordan temas relacionados con lo indígena es
más bien el resultado de individuos que convergen en torno de valores e intereses
comunes, agrupándose en un momento determinado más allá de organizaciones
reconocidas, conformando redes más o menos temporales y flexibles de intercambio de
información.25
53
Retomando el caso de una toma de yajé, los individuos convergen al lugar porque se han
enterado por uno u otro medio de que va a haber una toma, ya sea por el intercambio de
información entre redes de conocidos donde “corre la voz” o bien porque se enteran a
través de un medio impersonal de información como el Internet o un afiche en una
universidad. Sin embargo, lo que motiva a estas personas a ir es todo un medio cultural
que “prepara el terreno” para que las personas consideren una toma como algo que vale
la pena. En un ritual de yajé o en una conferencia sobre el tema, los asistentes pueden no
haberse conocido antes de un encuentro, y puede que nunca se vuelvan a ver después,
pero objetivamente los une el hecho de que comparten un capital cultural, ciertas
representaciones y valores, como la conciencia ecológica, la preocupación por tener un
cuerpo saludable, el interés por la espiritualidad, el gusto por la naturaleza y lo que es
“natural” (como la comida o las terapias alternativas), la búsqueda de lo original o el
interés por lo exótico o el arte étnico.
219
54
Estas personas se integran a circuitos de consumo de información y de objetos –cuyas
fuentes son generalmente Estados Unidos y Europa– Por ejemplo, quizá han leído algunos
autores en común, como Carlos Castaneda,26 Mircea Eliade,27 Gurdjieff, Kardec o libros de
tipo “espiritualidad oriental” (todos escritos en otros países), o han visto el mismo canal
de televisión, como el canal Infinito, en el que transmiten, entre otros, documentales de
corte místico sobre las religiones de otras culturas, como la del antiguo Egipto, la de
China o la de los chamanes amazónicos, intercalados con programas acerca de las
medicinas alternativas, la santería cubana o el culto a la santa Muerte.
55
Estos circuitos de consumo de información, que podríamos llamar áreas de una vasta red,
son recorridos por el individuo quien, siguiendo su imperativo de búsqueda (con
frecuencia mencionada), puede ulteriormente salirse de esta área de información para
pasar a otra. Por ejemplo, dos de estas áreas pueden ser el tema oriental y el tema
indígena; los individuos que acceden a estas áreas –en tanto consumidores de
información– pueden encontrar una conexión o puente entre una y otra área a través de
ciertos elementos comunes, como lo es la espirimalidad, el conocimiento del ser interior,
etc. Ciertas áreas son más conocidas que otras; la oriental o la de “bienestar y salud
integral”, parecen no dejar de popularizarse.28 Estas áreas de información tienen vínculos
o elementos en común con el tema de la espirimalidad indígena, así que las primeras
cumplen la función de puertas de entrada a la segunda. Los individuos interesados en
estos temas “descubren” que las “culturas indígenas” también tienen muchos de estos
conocimientos; que también hablan de lo natural, del equilibrio de las energías en el
universo y dentro de sí, del conocimiento de sí mismo, etcétera.
56
Aunque son muy escasas y de muy reducida difusión, existen algunas publicaciones
locales dedicadas al tema del chamanismo, como la revista Visión Chamánica, que se
difunde principalmente por Internet.29 En ésta se lee, por ejemplo: “con esta ‘plantachamán’ [refiriéndose a las tomas de yajé] re-encontramos en nosotros la dimensión
cósmica de la existencia humana”; o, por otra parte, se le hace propaganda a un dpo de
“seminario-taller-ritual’.
57
También podemos saber, por medio de la observación participante que nos ha permitido
ser parte de las redes de conocidos, que existe un intenso intercambio de información
entre individuos, en especial a través de correos electrónicos con mensajes adjuntos que
reciben y a la vez reenvían a muchos de sus conocidos. Estos correos, de los cuales un
gran número contiene mensajes sobre la espirimalidad, la salud o la naturaleza, en
ocasiones hacen referencia a culturas no occidentales, como la indígena.
58
En el campo de lo terapéutico, elemento central en la ideología new age y puerta
importante para entrar en contacto con lo indígena, la crítica de lo “occidental” se hace
también presente, aunque no siempre se manifieste directamente como tal. Una
considerable cantidad de personas recurren a las terapias o filosofías alternativas, como
las de origen amerindio, porque las occidentales no les han satisfecho, ya sea porque no
las han curado o porque no les han proporcionado las respuestas que buscan en el nivel
intelectual o espiritual. Se dan críticas como la deshumanización de la medicina moderna,
la falta de contacto directo entre el médico y el paciente, la falta de consideración al
aspecto emocional de la persona, o la misma separación entre el cuerpo y el espíritu. Ante
tales decepciones se acude pues a las citadas terapias alternativas o a las filosofías
espirituales. El médico-chamán contribuye a satisfacer (y reproducir) esa demanda al ser
parte de la categoría de lo “alternativo”, al ser él “holista” y hablar de energías (como la
bioenergética o el Reiki), además de usar productos naturales. El médico-chamán propicia
220
y se beneficia pues de esta demanda “alternativa”, además de incentivar el comercio de
este tipo de productos cuando éstos pueden ser producidos en las comunidades indígenas
(por ejemplo hierbas, collares u otras artesanías).
59
Las terapias alternativas, sean del origen que sean, suelen acompañarse de discursos o
“teorías” (proceso de intelecmalización) que sustentan su razón de ser y que interesan a
una población deseosa de acumular información; aquí “aprender” es un valor importante.
Esta inquietud también lleva a los individuos a interesarse por la cultura o la filosofía
indígena que hay detrás de las exóticas prácticas medicinales. Cabe recordar, además, que
buena parte de este aprendizaje se realiza a partir del consumo de información que
circula mediante redes de intercambio que trascienden las fronteras nacionales.
60
En las tiendas o farmacias naturistas podemos ver cómo se integran los temas de salud,
conocimiento y transformación interior al tema de la sabiduría de las culturas no
occidentales. Físicamente vemos la prueba de esto con el hecho de que junto con esencias
florales, drogas homeopáticas o té de coca,30 se venden libros que tratan de “estabilidad
emocional”, “Tao”, “sabiduría interior”, “revolución de la conciencia”, “una nueva visión
de la vida”. El hecho de que estos libros estén dentro de una “farmacia” demuestra una
concepción de salud relativamente nueva. La información que transmiten estas obras
supone una transformación interior con efectos en la salud mental y física. Allí se
reproduce además una suerte de eclecticismo según el cual tenemos a nuestra disposición
muchas culturas para aprender lecciones espirituales.31 Lo indígena es con frecuencia
incluido en esta categoría.
61
Hay que decir, empero, que estos libros no sólo se venden en tiendas naturistas o de tipo
“místico-esotérico”. En las librerías genera-listas también se les encuentra, por lo que se
puede pensar que estas ideas se están masificando. Allí hallamos los libros de chamanismo
al lado de las categorías de la “autosuperación” y de las “espiritualidades orientales”.
62
Por otro lado, los medios de información para todo tipo de público, como noticieros de
televisión y prensa, ahora difunden en ciertas ocasiones la idea de que una cultura
indígena tiene (o incluso es) una “espirimalidad”. En estos medios se habla también de la
importancia de rescatar las sabidurías indígenas frente a la crisis de la espirimalidad de
Occidente. Además, uno de los temas más evocados por los medios masivos para referirse
a las culturas indígenas es el de los rituales, ceremonias o todo lo que trata de sus
creencias “religiosas” o “espirituales” (interés que existe también en el público).
63
Querer resaltar ese aspecto ritual y religioso es notorio también en los museos, como en el
más turístico del país, el Museo del Oro en Bogotá, el cual se remodeló hace dos años con
el fin de hacerlo más atractivo al público. Allí se decidió que una de las dos grandes
plantas que lo constituyen sería consagrada al “vuelo chamánico”. Al hablar con la
compañía encargada de la publicidad de esta nueva versión del museo pudimos saber que
los publicistas aconsejaron al museo que se le diera el énfasis al chamanismo, y luego eso
se aprobó con la ayuda de algunos arqueólogos. Entre las consignas escritas para guiar al
visitante, los cuales utilizan un lenguaje bastante poético refiriéndose al chamán, se lee,
por ejemplo:
En el pensamiento indígena los principios opuestos están en equilibrio ... Cuando el
equilibrio se rompe sobreviene el caos ..., entonces hombres sabios intervienen para
devolver el orden al mundo ...
64
A partir de esta reapertura el museo ha tenido el mayor número de visitantes por día en
su historia. Este tipo de manifestaciones museoló-gicas se desarrollan en el marco de
políticas estatales (fuertemente influidas por decretos internacionales como los de la ONU
221
), en las cuales lo indígena se convirtió en patrimonio de la nación, “riqueza cultural”, ya
sea concebida como “material o inmaterial”, que debe ser protegida y divulgada por el
Estado.
65
En muchas de las casas de las personas entrevistadas hay objetos indígenas o réplicas de
ellas. Entre estas personas se escuchan con frecuencia comentarios acerca de la
apreciación estética de las piezas y el interés por su simbología. Esto coincide con el
hecho de que el “descubrimiento” del valor del arte indígena o étnico hace parte de la
tendencia del arte vanguardista, adoptada más que todo por las elites.
66
En el cada vez más importante sector del turismo, el atractivo de conocer la cultura y la
espirimalidad indígenas es promovido. Así, el turismo desempeña un papel importante en
la difusión de esta imagen espiritual de las culturas indígenas, al presentar la
espirimalidad como uno de los elementos más interesantes de dichas culturas. De esta
manera, por un lado, la construcción del indígena espiritual promueve el turismo en
ciertos lugares o ethnic spots habitados por comunidades indígenas32 o campesinas; y por
otro, el turismo cultural o ecológico constituye una puerta de entrada para que un
sinnúmero de personas que nunca se habían interesado por las creencias religiosas y
prácticas indígenas lo hagan luego de que algunos de estos temas les sean presentados en
sus recorridos turísticos.
CONCLUSIONES
67
Los rituales de yajé en Bogotá pueden ser considerados como un caso de translocalización
de una práctica religiosa que hasta hace alrededor de treinta años no se realizaba en el
medio citadino. Esta translocalización ha sido posible gracias al desplazamiento de
individuos –indígenas o no– entre sus lugares de origen (las selvas húmedas de Colombia)
y la ciudad. Pero como se muestra en el presente trabajo, el auge de estos rituales (fruto
de la interacción entre indígenas, “facilitadores” y participantes) también se debe a su
resignificación, la cual hace que estos “contactos interculturales” sean de interés para los
citadinos. Esta resignificación, y la ideología sobre una “espirimalidad indígena” en la
cual se inscribe, son a su vez configuradas por tendencias culturales mucho más generales
como el new age, que no necesariamente mencionan de forma directa a los indígenas
colombianos, y que en muchas ocasiones vienen a la población estudiada a través de redes
de comunicación que se extienden más allá del medio local o nacional. Así, una ideología
que se difunde al atravesar las fronteras, que tradicio-nalmente puede ser considerada
como un fenómeno religioso (aunque esta categorización es muy debatible y debatida),
contribuye de manera importante a la construcción de una imagen de lo étnico en un
sector influyente de la población colombiana.
68
Si bien la hindú y la china son quizá las “culturas” más nombradas en la literatura de tipo
new age-transformación espiritual, una idea de fondo que se encuentra habitualmente en los
discursos (ya sea en este tipo de publicaciones o en las conversaciones que hemos tenido)
es aquella que enuncia que en lo no occidental, ya sea lo oriental o lo étnico, hay sabiduría
y mensajes valiosos para nuestro bienestar global.
69
En esa lógica dicotómica de Occidente/no-Occidente, lo indígena es incluido a veces en la
misma categoría de Oriente. En efecto, la mayoría de los entrevistados menciona
espontáneamente su conocimiento sobre religiones orientales, puesto que esos conceptos
son utilizados para explicar los supuestos principios de la cultura indígena.
222
70
La noción de búsqueda de un cambio, de una transformación interior para alcanzar
bienestar espiritual, mental o físico, son centrales en esta ideología. Se trata de percibir la
vida diaria de otra manera, en busca de un sentido claro y trascendental. Para todo ello,
estarían disponibles los elementos de las diversas espiritualidades que pueden tener
origen étnico.33
71
Dentro de esta búsqueda, lo chamánico debe ser motivo de estudio, ya que sería una
posibilidad, un camino más dentro de las diferentes alternativas que se ofrecen para salir
de la cultura materialista y superficial de “la gente del común”. 34
72
Lo anterior nos recuerda, dicho sea de paso, que el indígena “puro”, el que “vale la pena”,
es aquel que se asemeja lo más posible al indígena del pasado, 35 un pasado que, como nos
damos cuenta en el análisis comparativo, es construido con elementos prestados de
discursos de tipo new age y ambientalistas.
73
Este pasado del indígena es sinónimo de autenticidad, la cual, a su vez, garantiza una
espirimalidad verdaderamente diferente; es decir, auténticamente alternativa. Valorar la
autenticidad viene en un contexto en el que la oferta de espiritualidades de todo tipo es
muy grande. En efecto, frente a las dudas que suscita la gran abundancia de ofertas
dentro del new age, la tradición indígena se destaca como algo por fuera de las
“supercherías que se hacen sólo por negocio”, como manifiesta un informante.
74
El interés por lo auténtico lleva a muchos citadinos a desear ir a los sitios donde viven o
vivían las comunidades indígenas, haciendo lo que se llama en ciertos medios “turismo
cultural” o “turismo espiritual”.36 Sin embargo, esta práctica es muy poco frecuente en
Colombia por los costos que implica, ya que efectivamente se trata de zonas selváticas,
lejanas y quizá inseguras del país (el departamento del Putumayo, por ejemplo).
75
Dentro de nuestro esfuerzo por entender esta ideología, hemos encontrado que lo
esotérico-espiritual, lo natural, lo indígena y lo pasado, tienen en común el ser algo
diferente, una alternativa a la civilización-progreso occidental particularmente vivida en
las grandes urbes. Así, parece que lo que tienen en común todos estos grupos étnicos y las
diferentes religiones del mundo, es que encarnan lo Otro, una alteridad que sería fuente
de alternativas para solucionar nuestros problemas en Occidente. 37
76
Ahora bien, esta búsqueda de alteridad, de transformación espiritual u otra, es
frecuentemente relacionada con el tema de la crisis de la propia sociedad, y por lo tanto,
de una crítica de ésta (“Occidente”) y su modernidad. Sin embargo, cabe preguntarnos si
se trata, como los sujetos lo pretenden a veces, de una ideología que se apartaría de lo
occidental, o aun más específicamente, de la modernidad, cuando en realidad podemos
pensar que es un producto netamente moderno (o sobremoderno).38.
77
Lo que sí parece claro es que estamos ante el cuestionamiento de ciertos valores e
instituciones de la modernidad que proponían las potencias occidentales como único
modelo de desarrollo para los países del sur. En efecto, los valores de la Iglesia católica y
los del Progreso, que eran sin duda dominantes hasta hace poco entre las elites
tradicionales latinoamericanas, ahora son cada vez más cuestionados por las nuevas elites
intelectuales, las cuales pretenden superar ciertos “errores del pasado”, por ejemplo la
discriminación racial o religiosa, la destrucción de la naturaleza o la sumisión al dogma de
la Iglesia. Al presentar esta crítica, muchos de estos individuos creen salirse de una forma
de hegemonía cultural occidental procedente de países “imperialistas”, sin reconocer, sin
embargo, que el cuestionamiento mismo de esos valores e instimciones, así como la
223
valoración de lo alternativo y lo étnico, existen también en dichos países del norte y, por
lo tanto, pueden considerarse como un producto “occidental”.
78
El interés por conocer las “otras culturas” y las “otras religiones” (aunque sean sólo
ciertas “otras”), y el valorarlas de alguna forma, es algo que podemos encontrar en la
literatura desde hace varias décadas y hasta siglos (por ejemplo De Las Casas o Montaigne,
para citar dos escritores antiguos), pero lo que notamos ahora es la aparición de dicho
interés fuera de los ámbitos académicos. En efecto, aproximadamente de treinta años
para atrás, la valoración de la alteridad cultural (en ciertos casos llamada “exotismo”)
existía sólo en los escritos de ciertos científicos e intelectuales. Las ideas que presentaron
estos individuos como novedades vanguardistas en su momento, ahora se han difundido
entre un público mucho más amplio principalmente en las clases medias. En particular
podemos observar lo que parece una forma de vulgarización de algunos de los corolarios
y objetivos de la antropología tradicional, por ejemplo el hecho de pensar que otras
sociedades (antes llamadas no civilizadas) poseen sistemas de creencias sofisticados que
vale la pena estudiar y preservar. Esta difusión se debe en parte al activismo de algunos
antropólogos –recordemos que entre los intermediarios o “facilitadores” de rituales, el
antropólogo es una figura preeminente-. Por otro lado, no hay duda que las elites
indígenas se benefician del estatus que les da el encarnar una “sabiduría espiritual”, por
lo que tratan también de reproducir estos discursos “cultos”. En esta relación entre
indígenas y “blancos” donde hay un proceso de denominación y valoración, existen
complejos juegos de poder que quedan por esclarecer.
79
Otro elemento a tener en cuenta es el auge globalizado del pluralismo y la diversidad (lo
cual está ligado a los nuevos proyectos de construcción de Nación en torno de la noción
de multiculturalismo en América Latina), así como la creencia en la necesidad de erigir
modelos alternativos de desarrollo.39 En efecto, queremos señalar que el advenimiento del
interés por las religiosidades indígenas está profundamente vinculado con la
conformación de estos movimientos de crítica que podríamos llamar de contracultura o
altermundialismo, y que no se relacionan directamente con el campo de lo religioso.
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NOTAS
1. Entendemos el término “ideología” no en su acepción marxista, sino que, basándonos en el
concepto de ideo-lógica de Marc Auge. Le sens des autres. Actualité de l’anthropologie. NS: Fayard,
1994, lo definimos simplemente como un conjunto de ideas y creencias articuladas siguiendo una
cierta lógica, aunque la totalidad del conjunto no forme necesariamente un sistema coherente.
2. Las entrevistas realizadas (35 personas) son de tipo no estructurado, a manera de largas
conversaciones donde se pretendía dejar hablar a la persona lo más libremente posible sobre el
tema. Se trató de indagar un poco en sus historias de vida, con el objeto de entender en qué
consiste la construcción mental que se hacen sobre una “espiritualidad indígena”, así como para
caracterizarlos sociológicamente y encontrar los elementos culturales que puedan estar
relacionados con el surgimiento del interés por las culturas indígenas.
3. Estas diferencias de consumo y de gusto como construcciones culturales de grupos sociales
particulares fueron teorizadas por Pierre Bordieu. La distinción. Criterio y bases sociales del gusto.
Taurus: Madrid, 1998.
4. Tal búsqueda parece ser típica del movimiento transnacional new age, y está ciertamente
presente en otros países como México (vid. por ejemplo Miguel J. Hernández. “Entre las
emergencias espirituales en una época axial y la mercantilizaciones contemporánea de los bienes
de sanación”. Desacatos, núm. 18, 2005, pp. 15-29). El concepto de “buscadores espirituales” que
utilizan Renée de la Torre y Cristina Zúñiga en la presente obra puede ser usado para describir
nuestra población de estudio.
5. Christian Gros. “De la nación mestiza a la nación plural: el discurso de las identidades en el
contexto de la globalización”. Gonzalo Sánchez y Maria Emma Wills (comps.). Museo, Memoria y
Nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro. Bogotá: Ministerio de Cultura,
2000b, pp. 351-363.
6. Benedict Anderson. Imagined Communities: Refiections on the Origin and Spread of Nationalism.
Londres y Nueva York: Verso, 1991.
226
7. Para profundizar acerca del tema del multiculturalismo en el mundo, vid. por ejemplo Milena
Doytcheva. Le multiculturalisme. París: La Découverte, 2005.
8. Los movimientos indígenas han sido estudiados ampliamente dentro del contexto político
nacional. Vid., entre otros: Arturo Escobar. “Culture, Economics and Polines in Latín American
Social Mouvements Theory and Research”. Arturo Escobar y Sonia Alvarez (eds.). The Making of
Social Mouvements in Latin America. Boulder: Westview Press, 1992; Christian Gros. “Indigenismo y
etnicidad: El desafío neoliberal”. María Victoria Uribe y Eduardo Restrepo (eds.). Antropología en la
modernidad: identidades, etnicidadesy movimientos sociales en Colombia. Bogotá: ICANH, 1997, y Políticas
de la etnicidad: identidad, listado y modernidad. Bogotá: ICANH, 2000a; María Teresa Findji. “From
résistance to social movement: The Indigenous Authorities Mouvement in Colombia”. Arturo
Escobar y Sonia Alvarez. The Making of Social Mouvements...
9. Cfr. Carlos Agudelo, Odile Hoffmann y Nelly Rivas. Hacer política en el Pacífico Sur: algunas
aproximaciones. Cali: Universidad del Valle CIDSE, Serie Documentos de Trabajo CIDSE, núm. 39,
1999; Peter Wade. Razay Etnicidad en Latinoamérica. Quito: Abya-Yala, 2000.
10. Para tener una idea general, diremos que, según el último censo nacional realizado en 2005
(datos que no corresponden a las proyecciones), en Colombia hay 1 378 884 indígenas, lo que
representa 3.3 % de la población total del país de 41 468 384. En Bogotá, donde el número de
personas que se reconocen como indígenas ha crecido vertiginosamente desde hace algunos
años, la población indígena representa apenas 0.23 % de la población total de la ciudad, que es de
6 778 691 habitantes.
11. Acerca de este proceso estudiado en comunidades rurales, vid. Margarita Chávez. “Cabildos
multiétnicos e identidades depuradas”. Clara Inés García de la Torre (comp.). Fronteras, territorios
y metáforas. Medellín: Universidad de Antioquia-iner-Hombre Nuevo Editores, 2003.
12. El yajé o yagé es también conocido en Perú y otros países como ayahuasca. Su nombre
científico es Banisteriopsis Caapi. Es una planta que crece en la Amazonia y con la cual se hace una
bebida alucinógena y purgante consumida en este ritual.
13. Mencionar estos precios permite mostrar que se trata de una práctica relativamente costosa a
la que sólo una minoría en el país puede acceder (el salario mínimo en Colombia equivale a 200
dólares aproximadamente).
14. Luisa Fernanda Sánchez. “‘La Ciudad de Paisanos’: La construccion de la identidad étnica
indígena a partir de un caso de migración”. Bogotá: Universidad de Los Andes, 2004, p. 55 [tesis
de maestría].
15. Carlos Ernesto Pinzón y Gloria Garay. Violencia, cuerpoy persona: capitalismo, multisubjetividad y
cultura popular. Bogotá: Equipo de Cultura y Salud, 1997.
16. Acerca de esta relación existen varios estudios, entre los cuales podemos resaltar el de As-trid
Ulloa. La construcción del nativo ecológico. Complejidades, paradojas y dilemas de la relación entre los
movimientos indígenas y el ambientalismo en Colombia. Bogotá: ICANH-Colciencias, 2004, como el más
reciente y completo sobre el caso colombiano (dentro del marco de la globalización).
17. Cfr. Josep Ma. Fericgla. Los chamanismos a revisión. De la via del éxtasis a Internet. Barcelona:
Kairos, 2000; Jacobo López Pavillard. “Los enteógenos y la ciencia”. El Mercurio (http://
www.mercurialis.com/cynp/), 8 de agosto de 2006; Fernando Urbina. “Chamanismo y
pensamiento abyayalense”. Andrés David Jiménez y Ariel José James (coords.). El Chamanismo: el
otro hombre, la otra selva, el otro mundo. Entrevistas a especialistas sobre magia y la filosofía amerindia.
Bogotá: ICANH, 2004, pp. 83-124.
18. Por ejemplo en el canal de televisión por cable con difusión en varios países latinoamericanos
llamado Infinito, en un programa llamado “Plantas Sagradas”.
19. Jacobo López Pavillard, op. cit.
20. R. Gordon Wasson. El hongo maravilloso: Teonanácatl. Micolatría en Mesoámerica. México: FCE,
1980.
21. Vid. Jimmy Weiskopf. Yajé, el nuevo purgatorio. Bogotá: Villegas Editores, 2002.
227
22. Vid. Germán Zuluaga. “La cultura del yagé, un camino de indios”. Visión Chamánica, núm. 1,
1999.
23. Esta tendencia a buscar la autenticidad entre étnico es también reportada por Jean-Loup
Amselle. Branchements. Anthropologie de l’universalité des cultures. Paris: Flammarion, 2001,
refiriéndose a otros casos en el mundo.
24. Cfr. Françoise Champion. “La nébuleuse mystique-ésotérique. Orientations psycho-religieuses
des courants mystiques et ésotériques contemporains”. Françoise Champion y Danièle HervieuLéger (dirs.). De l’émotion en religion: renouveaux et traditions. Paris: Le Centurion, 1990, pp. 17-70; y
“Thérapies et nouvelles spiritualités”. Sciences Humaines, núm. 106, 2000, pp. 32-35; asimismo,
Viola Teisenhoffer en la presente obra.
25. Esta característica de constitución de redes de intercambio de información y agrupaciones
temporales que no permiten ser consideradas como “organizaciones” es otro aspecto compartido
por el movimiento new age. Cfr. Jean Vernette. Le new age. París: Presses Universitaires de France,
1992.
26. En particular Carlos Castaneda. Las enseñanzas de Don Juan. Una forma yoqui de conocimiento.
Buenos Aires: FCE, 1996.
27. En particular Mircea Eliade. El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis. Bogotá: FCE, 1994.
28. Por ejemplo, a principios de 2007, El Tiempo, el diario más importante del país, lanzó una
colección de fascículos semanales llamada “Vida Sana” donde se invita a practicar diferentes
técnicas como el yoga o el tai-chi.
29. De hecho, esta revista es la principal referencia cuando se busca “chamanismo en Colombia”
en motores de búsqueda como Google o MSN.
30. Este “té” es un producto relativamente nuevo en el mercado disponible a las clases medias y
altas bogotanas. Frecuentemente se le presenta bajo el lema publicitario de “planta sagrada para
los indígenas”.
31. Esta actitud igualmente corresponde a las tendencias new age observadas desde hace más de
dos décadas. Vid. por ejemplo Jean Vernette, op. cit.
32. Acerca de este aspecto no nos podemos extender aquí, pero el trabajo de Alejandra Agui-lar
Ros de la presente obra muestra un ejemplo de este tipo de turismo en México.
33. Como ejemplos de prácticas en Bogotá que vienen del extranjero, y que la gente reconoce
como de origen indígena mesoamericano, podemos citar los temazcales o el estudio del calendario
maya.
34. Estos individuos se saben especiales, están orgullosos de no ser parte de la masa, tienen muy
presente el imperativo de ser originales, de buscar para sí, algo diferente, algo auténtico. Esto es,
evidentemente, una de las características típicas de las elites, como lo señala Jacques CoenenHuther. Sociologie des Elites. París: Armand Colin, 2004.
35. La imagen valorada del “indígena arqueologizado” existe en varios países de América Latina,
como lo demuestra Félix Báez-Jorge, op. cit.
36. La difusión del indígena auténtico es promovida por discursos del turismo “místico” o
arqueológico, tal como lo documenta Jacques Galiner en el presente volumen.
37. Cfr. Jean-Paul Sarrazin. “Idées globalisées et constructions locales. L’image valorisée de
l’indianité dans la Colombie contemporaine”. Autrepart, núm. 38, 2006, pp. 155-172.
38. Retomando el concepto de surmodernité de Marc Augé, 1994b, op. cit.
39. Según Escobar, 2005, op. cit., esta búsqueda de alternativas al sistema hegemónico de la
modernidad capitalista, constituye uno de los objetivos de los movimientos sociales
altermundialistas. Uno de los autores más influyentes sobre el tema en el medio académico
latinoamericano es Boaventura de Sousa Santos. Towards a New Legal Common Sense. Londres:
Butterworth, 2002, para quien hay que buscar alternativas culturales por fuera de la modernidad,
ya que ésta no ofrece soluciones a los problemas causados por la modernidad.
228
AUTOR
JEAN-PAUL SARRAZIN
Université de Poitiers
229
La danza neotradicional como oferta
espiritual en la estantería exotérica new
age
Cristina Gutiérrez Zúñiga
PLANTEAMIENTO GENERAL
1
La emergencia de modalidades religiosas novedosas respecto del clásico modelo de
feligresía de una iglesia o secta que observamos en las sociedades contemporáneas, ha
requerido de la generación de nuevos conceptos y herramientas metodológicas para
abordarlas en su especificidad. Michael York plantea con claridad que, ante la actual
intensificación de los flujos de información y de bienes culturales a la par de la movilidad
de los sujetos, “el delimitado ámbito1 socio-religioso contemporáneo ha dejado de
coincidir con las categorías tradicionales que son las iglesias, los cultos o las sectas. La
forma tipo de la religiosidad social actual es la red”. 2
2
Otros planteamientos como el de la “nebulosa esotérica”3 o el del “supermercado
espiritual”4 han sido clave para comprender estas transformaciones culturales y
religiosas, que no se limitan a la aparición de nuevas opciones de pertenencia religiosa en
un mercado crecientemente plural, sino que transforman el propio vínculo religioso.
Dichas transformaciones se presentan en las más diversas partes del mundo –incluso en
sociedades locales latinoamericanas que parecieran fuertemente tradicionales y
religiosamente homogéneas.5
3
Aceptando como punto de partida la utilidad del concepto de red, autores como Magnani 6
han propuesto nuevas orientaciones metodológicas que, en lugar de la descripción clásica
de comunidades o mem-bresías religiosas, se enfocan a describir los tránsitos de los
sujetos que se asumen ya no como miembros, sino como buscadores o consumidores de
nuevas ofertas religiosas. Este autor propone definir los trayectos o itinerarios como rutas
individuales que, a partir de la totalidad de la oferta, conforman un sintagma particular,
permitiendo identificar tipos de usuarios, de espacios, de productos y de prácticas
230
existentes. Lejos de ser combinaciones aleatorias, los itinerarios constituyen circuitos. El
circuito se define como un padrón de la distribución y articulación de establecimientos
que permiten el ejercicio de sociabilidad por parte de usuarios habituales, que no supone
necesariamente una contigüidad espacial, pero sí una articulación por prácticas típicas.
Esta perspectiva metodológica ha resultado sumamente útil en la descripción de las redes
denominadas “de consumo alternativo” en Buenos Aires,7 o del mercado neoesotérico
new age de Guadalajara, México.8 Así, tomándolas como punto de partida, lo que me
propongo en este trabajo es enfocar el proceso de incorporación de prácticas
tradicionales y locales a estos circuitos de consumo.
4
Tal y como lo han mostrado diversos autores, como Lewis,9 Melton10 y Teisenhoffer11 para
el contexto europeo y norteamericano original, y la propia Carozzi12 para la metrópoli
bonaerense, los distintos elementos que conforman la abigarrada cosmovisión de la red
de orientación new age –la adivinación, la sanación, la teosofía, las psicologías
transpersonal y Gestalt, la aspiración milenarista, las tradiciones chamánicas
norteamericanas– han tenido un proceso de incorporación a una oferta que ahora
percibimos disponible en todo momento, e interconexa en los circuitos de consumo
espiritual y de salud alternativa. El mismo método de construir circuitos a través de
“congelar” y sistematizar los itinerarios de los usuarios es particularmente útil para
describir esa disponibilidad simultánea en el mercado espiritual alternativo. Pero su
utilización no debe oscurecer las rutas históricas de destradicionaliza-ción y
desterritorialización que de hecho han posibilitado su existencia. Este enfoque, en el
proceso de incorporación de prácticas y creencias específicas a estos circuitos de
consumo, requiere entonces salir de la perspectiva sincrónica de los mismos, y regresar al
análisis diacrónico de contextos específicos.
5
Con esta perspectiva en mente, resulta particularmente acertada la distinción propuesta
por Van Hove13 entre un movimiento con una orientación más o menos delineable, como
el new age, y los circuitos ampliados de consumo o supermercado espiritual. Así, podemos
apreciar que el movimiento new age tiene una historia particular: impulsado
especialmente bajo la matriz contracultural anglosajona, pero con una lógica propia de
búsqueda e innovación constante, se ha enfocado al conocimiento, vinculación y creciente
incorporación de grupos, tradiciones y prácticas locales o indígenas de las más distantes
regiones del mundo, que adquieren en este nuevo contexto la (dimensión de guardianes
de una tradición precristiana, previa a la Era de Piscis, y de reserva espiritual a rescatar
en la Era de Acuario; ese mismo contacto con el movimiento ha implicado el desanclaje de
estas tradiciones y prácticas locales o indígenas, reorientadas por la ampliación del
contexto en el que se ven insertas.
6
Como York plantea, más allá de considerar legítimo o no este proceso, “el fenómeno de
apropiación cultural es un hecho, y este proceso de adopción/adaptación parece
constituk uno de los principios fundamentales de la Nueva Era”. 14
7
La incorporación de la danza conchera, que trataremos aquí, a estos circuitos, dentro de
la orientación de las redes new age, puede analizarse entonces como parte de los procesos
de translocalización que involucran a su vez el anclaje y desanclaje cultural dentro de una
dinámica de redefinición constante de fronteras espaciales, étnicas y de matrices
culturales-espkimales. De esta manera se redibuja al México imaginario y sus raíces
indígenas en el contexto de movilidad, ampliación e intensificación de flujos culturales
translocales. ¿Cómo se da ese proceso?
231
8
El circuito del que partiré será uno de los muchos que se han conformado en torno de la
práctica de la danza de origen indígena en la ciudad de Guadalajara. Estableceré entonces
un punto de inicio del circuito en un contexto donde la práctica se realiza en forma
tradicional y circunscrita territorialmente, y la seguiré hasta su llegada a un punto del
circuito en donde converge con otras prácticas y disciplinas como parte de una oferta
plural simultánea. Estos puntos “de llegada” particulares del circuito pueden ser
definidos como “estanterías exotéricas”: librerías, consultorios y ferias que se
caracterizan por la promoción simultánea de opciones de consumo. El nombre de
“estanterías” hace referencia a su carácter concreto y a la yuxtaposición de objetos
culturales que hacen posible, mientras que la palabra “exotérico” busca hacer énfasis en
el carácter de difusión del conocimiento y las prácticas espirituales que busca, contrario
al esquema de conocimiento reservado que caracterizó a las corrientes espirituales
esotéricas del siglo XIX –como la teosofía o el gnosticismo–, de las cuales se alimenta y
frente a las cuales se distingue.
9
Las preguntas en torno de este proceso de instauración o incorporación de prácticas
religiosas en el circuito de consumo espiritual alternativo observable en la ciudad, y en
concreto de los espacios de promoción comercial que denomino “estanterías exotéricas”,
se referirán a tres dimensiones:
• la dimensión de la significación de la práctica de la danza,
• la dimensión de la forma organizacional percibida como apropiada a dicha significación
particular, y
• la dimensión de la localización de su identidad religiosa.
10
Mediante la comparación de estas dimensiones en tres puntos distintos del circuito,
sostendré la ocurrencia de una transformación de la práctica de la danza en su proceso de
incorporación a la oferta de la estantería exotérica. La danza se relocaliza y se convierte
en un componente de un menú “a la carta”, que sin embargo impone un formato
mercantil específico.
11
Si bien el análisis estará referido al caso etnográfico que me ocupa, el interés a futuro se
encuentra no en la danza misma, sino en el abordaje de esta oferta espiritual y de salud
alternativa bajo una perspectiva diacrónica.
12
La pretensión de aportar esta dimensión diacrónica a la sincroni-cidad del modelo
“circuito” requiere de la realización de un trabajo de campo mucho más amplio del
realizado hasta ahora. Sin embargo, dado que las prácticas locales siguen existiendo en
distintas significaciones en diferentes puntos del circuito, se hará su seguimiento
asumiendo una cierta direccionalidad dentro del mismo: desde la práctica local arraigada
en el modelo de catolicismo popular, siguiendo por su desen-gajamiento o desenclave
católico para convertirse en un elemento rimai fundamental del movimiento de
mexicanidad como movimiento de reivindicación indígena, hasta su presencia en las
expos comerciales llamadas esotéricas y de salud alternativa en la ciudad. De hecho, los
trabajos realizados hasta ahora por Francisco de la Peña, 15 Renée de la Torre, 16 Yolotl
González17 y Susanna Rostas, 18 muestran esa evolución posible de la práctica de la danza,
sin que sea equivalente a una secuencia de etapas, puesto que la una no ha sustituido
necesariamente a la otra. Por el contrario, en el circuito podemos distinguir las huellas de
esas modalidades de la práctica de la danza, e incluso recrear algunos de sus contextos
etnográficos útiles para la reconstrucción del proceso, como haremos a continuación.
232
EL SEGUIMIENTO DE UN CIRCUITO EN TORNO DE LA
PRÁCTICA DE LA DANZA
13
Siguiendo el modelo de Magnani,19 la sistematización de los itinerarios de los usuarios que
he observado durante mi trabajo de campo en torno de la danza en Guadalajara hasta
ahora, me permitió la construcción de un circuito que se puede representar de la
siguiente manera:
14
Con los objetivos señalados en el apartado anterior, seleccionaré algunos puntos de este
circuito para su breve descripción y posterior análisis.20
15
El punto elegido como inicio de la red es el más cercano a lo que podríamos denominar la
danza conchera tradicional de la ciudad de Guadalajara. Se trata de la danza de un barrio
popular, cuyo organizador es un hombre de edad madura que viene de una familia de
tradición en la danza local. Es un barrio pequeño, de clase media-baja, al norte del
tradicional barrio de Santa Teresita, y como danza barrial, su principal tarea es la
preparación de la participación en la romería a la virgen de Zapopan el 12 de octubre. Ese
día la imagen milagrosa, después de recorrer las parroquias de la ciudad en su tradicional
jubileo circular, regresa desde la catedral de la ciudad a su basílica en el aledaño
municipio de Zapopan, parte de la zona metropolitana de Guadalajara. Los ensayos de la
danza comienzan en el mes de agosto, y culminan con la fiesta. En esa temporada la danza
incorpora a hombres, mujeres y niños del barrio, quienes cada noche cierran las calles
aledañas a la casa del jefe de la danza para ensayar sus pasos al ritmo de un huéhuetl
hecho con tambos metálicos.
233
Fotografía 1. Preparación del altar para la misa del 11 de octubre de 2005 en las calles del barrio
(víspera de la romería de la virgen de Zapopan). Fotografía de Julia Murphy.
Fotografía 2. Danza en las calles del barrio, frente al altar preparado para la misa del 11 de octubre de
2005 (víspera de la romería de la virgen de Zapopan). Fotografía de Cristina Gutiérrez Zúñiga.
16
La práctica de la danza en el barrio constituye una devoción católica a la advocación
mariana más importante de la ciudad y de la región, que como otras muchas devociones
populares tiene sus espacios y actores con relativa autonomía de la estructura eclesial,
pero enmarcada en ella. Danzar es danzarle a la virgen, y es representar al barrio “como
hemos hecho siempre”. Esta representación de continuidad casi eterna debe ser vista con
cautela: el hecho de que el sacerdote invite a los danzantes a danzar y tocar caracoles
durante la consagración del pan, durante la misa previa a la velación de la gran fiesta, a
234
pesar de ser una novedad es también señalado por la gente del barrio como algo “que se
ha hecho siempre”.21 Pero hay rasgos de tradición –en el sentido del tipo ideal weberiano–
que resultan muy claros, como la transmisión de generación a generación por el valor que
en sí mismo parece tener el cumplimiento de este compromiso con la divinidad. Ante la
pregunta, ¿qué significa bailar para ti hoy?, una mujer con sus niñas vestidas de indias,
dice:
Pues lo que pasa es que mi mamá había tenido puros hombres, ninguna mujer, y
cuando estuvo otra vez embarazada, a la pasada de la virgen (en la peregrinación) le
pidió que fuera niña y luego luego le empezaron los dolores, y (señalándose a sí
misma) pues aquí está la niña... Me dedicó a la virgen, así que yo le danzo a la
virgen, y pues ahora yo me traigo a mis niñas.22
17
Bailar es para ella consecuencia de la promesa de su mamá, que le impone una obligación
y que gustosa transmite a sus pequeñas hijas. Lejos de recibir un beneficio económico, los
danzantes gastan en los insumos de la danza. Los gastos personales cada quien, y los
gastos comunes entre todos, con la administración del jefe de danza.
18
El jefe de la danza, además de organizar la danza en el barrio para esta fecha, ha
conformado un núcleo de danzantes que se mantienen activos durante todo el año. Entre
ellos se perciben nuevos significados de la práctica, que son claramente identificables con
la búsqueda de un rescate de la danza como costumbre de origen indígena, cooptada por
la Iglesia católica durante quinientos años. El jefe de la danza señala el día de la
peregrinación:
Hoy tenemos que danzar por la religión, pero nosotros bailamos con el
conocimiento y con la tradición. Tenemos todos los símbolos (el huehue, el fuego, el
caracol...) y la cuenta de los días, todo como debe de ser. Aquí hay muchos grupos
que dizque aztecas, pero no saben, andan muy desorientados. 23
19
Tanto cuando danzan en las festividades católicas como al margen de ellas, el jefe de la
danza y su núcleo de danzantes más activos se autodenominan “Grupo Ceremonial
Xalistli”, y llevan un estandarte y camisetas con un lema que dice: “La danza en nuestras
vidas es parte del balance cósmico y su movimiento, fruto de la relación entre el universo
y nuestra tierra madre. Es el momento de honrar y reconocer toda la creación en unidad y
armonía”.
20
De todas las personas a quienes pregunté, nadie en el barrio reconoce ese nombre para su
danza. El Grupo Ceremonial es un grupo dentro del grupo del barrio que, más allá de la
festividad católica, participa en eventos sociales privados y festivales culturales públicos
como representantes vivos de una tradición indígena. Su participación en ellos es
gestionada por una mujer danzante y antropóloga, quien constituye el siguiente punto en
el circuito. Ella fundó el Instituto de Investigación Antropológica Interdisciplinaria Huei
Tlahtolli, A.C., cuya misión es la investigación de las tradiciones a partir de la tradición
oral y de lo que denomina la comunicación no verbal, recurso aprendido entre los monjes
zen. Rubia de ojos claros, dice no ser “danzante de sangre”, sino “danzante de corazón”, y
haber aprendido directamente de la tradición indígena en “comunidades intocadas”, y de
la forma como los indígenas interpretan las esculturas y los códices preservados en los
anaqueles del Museo Nacional de Antropología.24 A pesar de haber sido alumna del
maestro Tlacaelel,25 y en relación con otro líder del movimiento de la mexicanidad,
Arturo Meza,26 como maestra danzante aparece como alguien que en forma directa ha
conocido la tradición indígena, y ha contactado a grupos concheros para instruirlos sobre
el verdadero senddo y valor de la tradición que inconscientemente han preservado. Es así
235
como explica su relación con este núcleo activo de danzantes de Santa Teresita, lo que
denomina un calpulli de la danza:
Hay quienes nomás parece que saben y no saben nada, y hay quienes saben y no
saben que saben. Ellos (los indios) no saben que saben. Para ellos es natural la
danza, y a nosotros nos cuesta trabajo... Lo que nosotros hacemos no es recuperar,
es preservar algo que existe, buscarlo y encontrarlo. Porque ellos no se mueven.
Ellos ahí están, como han estado siempre, nosotros somos los que fuimos a
buscarlos. Yo por ejemplo estuve buscando cuando llegué a Guadalajara, estuve con
muchos grupos, porque yo fundé el instituto de Antropología para eso, y hasta que
los encontré.27
21
La antropóloga participa con el jefe de la danza en la festividad de la virgen. Es una
posición que seguramente los primeros maestros de la mexicanidad reprobarían por
refrendar la vinculación de la danza con quienes la quieren destruir asimilándola al
catolicismo. Ella dice al respecto:
ET: YO bailo por solidaridad con [nombre de pila del jefe de la danza], él baila
conmigo, él me acompaña a mí, ahora yo lo acompaño a él. Además soy católica,
puedo danzarle a la virgen. Pero cada vez hay más conciencia en este grupo: mira
las sonajas no son de metal, cada vez hay mas trajes que no tienen nada de dorados
y terciopelos –que fue como les pagó don Porfirio para que se vistieran así, porque
le daba vergüenza la manta-. Ya reconocen los pasos, el símbolo de cada traje;
también las mujeres, cada vez más imitan nuestros trajes ... 28 Mira cómo danzan, y
la energía que están generando. Pueden seguir y seguir... eso es lo que asustó a los
españoles, y a la Iglesia. ¿No viste lo que dijo el padre, que era la forma que ellos
tenian para acabar con las tradiciones? Pero no pueden, esto no se va a acabar...
CGZ: ¿Qué va a pasar? Cuando haya más conciencia, como dices, ¿van a dejar el
estandarte católico?
ET: No, la religión tiene su lugar, y la cultura el suyo, nomás no debes revolverlo.
Hay que respetarlo, si no, pasa como en la China de Mao, que quisieron acabar con
todo y ahora quieren revivir la cultura y pos de dónde... Hay que respetar, nomás no
juntar.29
22
La maestra antropóloga enseña danza todos los días a un grupo de aprendices, en su
mayoría también mujeres maduras de clase media alta, a quienes les da clases dentro de
un enfoque claramente terapéutico. En medio de un extenso jardín privado, siempre bien
cuidado, resalta los beneficios de la danza para prevenir diversas enfermedades, para
lograr el autoconocimiento y ampliar la conciencia, para activar el pensamiento, todo
bajo el lema de “La danza es meditación en movimiento”. 30 El grupo de mujeres ha
merecido el apelativo un tanto sarcástico de “Indígenas del Country”. La antropóloga se
apoya en los hijos del jefe de la danza del barrio para cumplir con las sesiones matinales
diarias –sin excepción– de danza: tocan el huéhuetl –en este contexto siempre de madera–
o ayudan a ensayar pasos.
236
Fotografía 3. Ritual-clase de danza “Indígenas del Country”. Fotografía tomada de (http://
www.tiahui.com).
23
Observamos cómo esta mujer vincula e incluso articula diversas redes; es decir, constituye
un actor “nodo”.31 De acuerdo con el contexto en el que se presente, atribuye distintos
significados a su relación con la danza tradicional del barrio de Santa Teresita. Por una
parte, desde una perspectiva común con los maestros de la Mexicanidad, estos danzantes
son para ella practicantes inconscientes de la danza, y por tanto son su ámbito de acción,
ya que su misión es purificar la danza conchera de los elementos católicos resultado del
proceso de conquista y evangelización; pero por otra, en el entorno del grupo de las
“Indígenas del Country” entre las que tiene el papel de maestra terapeuta afín con las
concepciones new age, los danzantes se transforman: descontextualizados del ámbito
urbano barrial al que pertenecen y en donde los danzantes más destacados la apoyan con
la enseñanza de los pasos y el toque del huehuetl, los danzantes son “maestros indígenas”
que comparten su sabiduría con los alumnos y sobre todo alumnas; ellas a su vez
representan la torpeza y la rigidez de la mentalidad racionalista occidental que la maestra
antro-póloga ayuda a superar. Una tercera representación es la implicada en la relación
comercial que existe entre esta maestra y los danzantes: son su cuerpo coreográfico para
las representaciones de ceremonias indígenas que realiza en eventos sociales privados y
de carácter muy exclusivo, ferias comerciales o eventos culturales organizados por el
gobierno municipal y estatal. A través de sus buenas relaciones, ella gestiona la presencia
del Grupo Ceremonial en estos ámbitos, provee de los insumos necesarios para la
representación, cobra por ella y paga a los danzantes.
237
FOTOGRAFÍA 4. “Serpenteando como Quetzalcóatl”. Equinoccio de primavera, 2007. Sitio
Arqueológico de Guachimontones. Fotografía de Cristina Gutiérrez Zúñiga.
24
El tercer punto del circuito es la feria o expo llamada Expo Infinito, espacio de exposición
y venta en el que participa esta antropóloga como conferencista magistral y con sus
grupos de danza en la realización del ritual-inauguración. Expo Infinito es un evento
regularmente promovido por el canal de televisión satelital del mismo nombre, de
difusión latinoamericana, y que en 2005 empezó a realizarse en Guadalajara en el recinto
ferial mas grande de la ciudad bajo el lema de “Abre m mente... y tu corazón”. Recorrer
los pasillos de esta feria es como un tour rápido por la oferta esotérica y de salud
alternativa disponible en la ciudad, pero provista en su mayoría por agencias de alcance
transnacional. No hay que perder de vista, sin embargo, que la presencia en esta feria se
encuentra supeditada al pago de un stand, algo que muchos grupos locales no pueden
alcanzar. Esta feria, en donde uno puede encontrar simultáneamente astrología de
acuerdo con el calendario maya, masajes terapéuticos y talleres de feng shui, constituye
una estantería en donde tradiciones y disciplinas supuestamente guardadas como
esotéricas se exoterizan y se ponen al alcance de cualquier consumidor con cierta
capacidad adquisitiva. “Esotérico” en este contexto no describe más que el halo de
misterio y autenticidad en la que estas opciones comerciales cifran el plus simbólico de
sus mercancías. La estantería de Expo Infinito se encuentra espacialmente organizada de
acuerdo con la división de segmentos de la programación de dicho canal: Tierra, Agua,
Aire y Fuego. En la zona Tierra se encuentran opciones de alimentación sana, mientras
que en Fuego, lo más atrevido del menú, las terapias de regresión. De acuerdo con la
sistematización realizada por Montserrat Eufrasio,32 la organización de esta estantería
sería la siguiente:
238
Cuadro 1
25
Es claro que nos asomamos no sólo a un punto que enlaza a otro en nuestro circuito, sino
a un punto de intersección múltiple, en donde la lógica es la oferta simultánea de
mercancías, tanto bienes como servicios, que se expenden junto con otros en una amplia
estantería que inaugura una sensación de accesibilidad cultural de dimensión global.
26
En todos los puntos del circuito tratado hasta ahora existe un intercambio comercial.
Mientras que la circulación de las mercancías y su intercambio mercantil en los puntos
anteriores del circuito descrito se da en función de la continuidad de la práctica de la
danza como tradición (entrenamiento, indumentaria, locales, medicina), en el punto que
denomino “estantería” ocurre un cambio cualitativo: la estantería exotérica se constituye
en un lugar definido en función del intercambio mercantil, el lugar de encuentro de una
oferta –conformada por especialistas– con una demanda –conformada por
consumidores–, un market-place. La enseñanza de un saber, el desempeño ritual
propiamente dicho y los objetos para su realización son ofertados como bienes y servicios
bajo el formato de mercancías, observación que no sólo debe detenerse en el carácter
comercial y anónimo del acto de intercambio, sino también en la potenciación que este
nuevo carácter de mercancía le da: la ampliación de la circulación que este formato
permite, y la multiplicación de las opciones de uso, combinación y ensamblaje dentro de
un menú personal organizado –en última instancia– por el propio buscador de
experiencias espirituales. La estantería exotérica sería el lugar en el que podemos
observar etnográficamente esa ampliación de la abundancia, la disponibililidad y
accesibilidad debido a la globali-zed spiritual commodification33 que constituye el
supermercado espiritual.34 No se trata de denunciar un mercantilismo espiritual, sino de
enfocar como objeto de análisis la intermediación entre los sistemas mercantil y religioso
que se da en el capitalismo tardío.35
27
En este contexto, ¿cómo se encuentra presente la danza y la tradición indígena que ésta
representa? ¿Qué le sucede a esta práctica en medio de esta oferta múltiple? ¿Cómo se
representa su particularidad en este contexto ampliado de la estantería exotérica?
239
28
Lo primero que hay que señalar es que su presencia primordial es la representación del
ritual-inauguración. La maestra antropóloga, junto con las “Indígenas del Country” y con
el grupo de danzantes, esta vez bajo el nombre de Instituto de Investigación
Antropológica Interdisci-plinaria Hueh Tlahtolli, A. C, hacen una “danza ritual” que
incluye el saludo a las cuatro direcciones (o puntos cardinales), la tierra y el cielo. Dentro
del ritual se da el discurso inaugural, momento en el que la directora de la Expo Infinito
enciende una vela de cuatro pabilos, esta vez representando los cuatro elementos de la
naturaleza, y los cuatro segmentos del canal de TV; a su vez, la maestra antropóloga
señala la importancia de la práctica de la danza para la salud integral.
FOTOGRAFÍA 5. Ritual de inauguración en Expo Guadalajara. Fotografía tomada de (http://
www.tiahui.com).
29
Este ritual desempeña la función de darle “sabor local” mexica a una iniciativa comercial
transnacional. También es importante señalar cómo incluso el mecanismo en principio
anónimo y desterritorializado del intercambio mercantil ocupa un espacio concreto, al
que el ritual de inauguración ayuda a constituir en “lugar”, aunque sea en forma
transitoria.36
30
La segunda presencia se da a través del menú de conferencias y talleres que se imparten
en el mismo recinto ferial durante la exposición, en el que la maestra antropóloga dicta
una conferencia acerca de la tradición prehispánica de la danza e invita a sus sesiones
matinales. La danza en este discurso es ancestral high technology, una terapia para el
bienestar integral y el autoconocimiento, además de una técnica de meditación.
31
La tercera presencia no es específicamente de la danza, sino del conjunto de saberes
extendidos que algunos danzantes han integrado a su tarea reivindicativa: la práctica de
la herbolaria, las conducciones de temazcales, la realización de “cartas de nacimiento” o
tonalpohualli, (equivalentes a las cartas astrales basadas en el calendario azteca) y otras
disciplinas asociadas con la danza, se ofrecen en proyectos comerciales que generan
productos para la salud alternativa con sello mexicano. Por ejemplo, una de estas
asociaciones en las que participa un maestro danzante es AMITA (Academia de Medicina
Indígena y Terapias Alternativas, A.C.), que ofrece un diplomado en medicina indígena y
240
terapias alternativas, terapias de masaje, reiki y flores de Bach. Esta organización, al
estilo empresarial más actualizado, ha definido su misión en estas exposiciones:
“Contribuir al crecimiento del ser a través de difundir el conocimiento y proporcionar
espacios que enlacen a personas e instituciones cuya actividad esté dirigida al servicio de
un estilo de evolución consciente”.37
32
La presencia de ese conjunto de saberes tradicionales mexicas –entre los que se subsume
la danza– tiene un carácter marginal, y podríamos decir que sólo añade una especie de
toque local a un formato de bienes y servicios ya preestablecidos en la estantería. Por
ejemplo la asociación Cromosinergias, que dice ofrecer
esencias mexicas de contacto que conjugan la terapia floral, la aromaterapia y la
cromoterapia o terapia de vibración de color con la aplicación en puntos
energéticos del cuerpo y/o directa en los espacios vitales o en los seres vivos. Estas
cromosinergias surgen como una herramienta terapéutica de síntesis y representan
a una nueva propuesta que llevan a la terapia floral al contacto, abriendo múltiples
posibilidades dentro del trabajo de armonización energética como: la comunicación
social o el autoconocimiento. Son un recurso eficaz que permiten dejar fluir y
desbloquear la energía vital de los diferentes aspectos de la vida cotidiana,
mejorando la armonía perdida.38
33
A diferencia del entrenamiento para yoga, la aromaterapia o las terapias psicológicas –
que se difunden cada vez más como sistemas de franquicias internacionales vinculados
por procesos de certificación a los terapeutas o entrenadores–, la danza azteca y sus
saberes asociados no se han convertido en una marca; tampoco en un formato específico o
nuevo de mercancía espiritual. La danza y el conjunto de saberes relacionados que
maestros danzantes practican, tienden a sumarse a ciertos formatos de mercancía
provistos por otras disciplinas, tradiciones o saberes involucrados en estos circuitos
alternativos de sello new age citados con anterioridad. Clasificaremos estos formatos
mercantiles new age de la siguiente manera:
• Terapia alternativa para la armonización del cuerpo-mente-espíritu a través del trabajo con los flujos
energéticos: junto con el reiki o la magnetotera-pia se inscribe la herbolaria tradicional
mexicana, los masajes indígenas, el uso de plantas o esencias mexicanas en versión renovada
de aromaterapia y terapia floral, y los temazcales, cada vez más usados como spa
prehispánico.39
• La astrología o carta astral: el tonalpohualli, que establece la configuración de influencias y
atributos del recién nacido de acuerdo con el calendario o cuenta de los días de los antiguos
aztecas y de acuerdo con el cual se conoce el nombre que le debe ser dado (o en el caso de los
adultos, los nombres entre los que puede elegir), se inscribe en el formato inaugurado por la
carta astral.
• Los talleres o conferenáas sobre tradiciones y prácticas ancesírales de meditación. La danza
concebida como “meditación en movimiento'’ se asimila a este formato.
• El entrenamiento para convertirse en especialista proveedor de los tres formalos anteriores. Aprender
a aplicar las técnicas del trabajo energético o curativo de los antiguos mexicanos, a realizar
tonalpohualli y poco a poco a enseñar danza, se ofrecen como cursos de entrenamiento
certificados por el prestigio del maestro que los ofrece y, crecientemente, por las
asociaciones que los proveen. De esta manera, el consumidor de bienes espirituales se
convierte en proveedor, dentro de una dinámica que atiende, a la vez a la continuidad en la
búsqueda espiritual y a la expansión y diversificación del mercado, dando paso incluso a una
creciente necesidad de formalización o acreditación.40
241
34
Me detendré aquí en la revisión de puntos estratégicos del circuito para los fines de este
escrito. Voy a esquematizar ahora en un cuadro las dimensiones atendidas en esta
transformación de la danza “a lo largo” de los puntos seleccionados del circuito.
Cuadro de transformaciones
35
Si asumimos una direccionalidad de izquierda a derecha en los puntos del circuito
descritos, observamos una transformación de la danza “a lo largo” del mismo en tres
diferentes dimensiones.
36
La primera dimensión a considerar es la del significado de la práctica atribuido por los
propios entrevistados. En ella podemos ver cómo la danza pasa de ser parte de una
devoción popular a la virgen, y en el caso específico que nos ocupa a la virgen de Zapopan,
a ser desenclavada de su contexto de catolicismo popular para convertirse en una
tradición prehispánica preservada inconscientemente por la danza conchera y
recuperada por los maestros de la Mexicanidad como eje de la cosmovisión indígena. La
danza es apenas un elemento de esa cosmovisión que, sin embargo, es privilegiada porque
incorpora e integra diversos saberes: la medicina, el arte del guerrero, la comida, la
música, la indumentaria, la práctica del temazcal, el calendario azteca, la mitología y la
jerarquía ritual de ella derivada, además de las etapas del ciclo de vida. Una nueva
generación de danzantes protagoniza la siguiente transformación de la danza al
concebirla como recurso terapéutico y vincularla con la búsqueda espiritual, con el
autoconocimien-to y con la obtención del bienestar. En algunos casos este significado de
la danza se asocia directamente con la utopía más específicamente new age. Ésta podría
ser descrita como la colaboración individual al advenimiento de una nueva etapa cósmica
mediante la activación de nuestra propia cuota energética a favor de la armonización
universal. Paralelamente, la danza aporta un modelo ritual-estético alternativo que
reivindica la matriz cultural indígena mexica en un contexto global. Este es el significado
242
que considero más importante, específico y original de la danza en el contexto de la
estantería exotérica. La danza como práctica, y sus saberes asociados por el movimiento
de la mexicanidad, reaparecen marginalmente e incluso “desmembrados” bajo los cuatro
formatos mercantiles ya establecidos previamente por el circuito de consumo espiritual y
salud alternativa más típicamente new age.
37
La segunda dimensión de esta transformación es la forma orga-nizacional implícita en los
distintos puntos del circuito. Inicia organizada como mesas consagradas a la devoción de
la virgen y con una estructura jerárquica fuerte basada en el cumplimiento de la
obligación adquirida frente a esta divinidad católica, para continuar dentro del
movimiento de la Mexicanidad bajo la forma de linajes de conocimiento formalmente
excluyentes (aunque de facto existe un tránsito muy conflictivo) y terminar dentro de la
estantería exotérica con una relación social sumamente débil: la del ofertador y el
consumidor. Esta transformación organizacional posibilita otra, que me parece de mayor
interés: la posibilidad de que la enseñanza y organización de un grupo de danza se
convierta en un modo de vida para el maestro, e incluso en una profesión. Mientras que
en el entorno de la devoción religiosa este desempeño pertenece al mundo del honor y la
obligación, en el contexto terapéutico se convierte en una profesión o posición
especializada de la que se puede vivir.
38
La tercera dimensión de esta transformación que me interesa resaltar es la de la ubicación
de la identidad religiosa. Retomando la definición que realiza Eileen Barker, la ubicación
de la identidad religiosa responde a la pregunta de ¿cuáles son los criterios que se
consideran necesarios, suficientes o deseables para que un individuo sea elegible para
convertirse en miembro de una religión particular? La gama de respuestas va desde ser
parte del cosmos, de la comunidad (global, nacional, local), de la línea biológica, de la
línea étnica, de un linaje, de una comunidad cultural, por ser un individuo, por tener un
espacio interno o finalmente una identidad virtual.41
39
En este plano se da una transformación fundamental para efectos del análisis que nos
ocupa, ya que la ubicación de la identidad se transforma notablemente. Podemos observar
que se desancla de la pertenencia religiosa católica territorialmente específica del centro
y el occidente del país, propia de la danza del barrio, para reubicarse en una pertenencia
étnica en el caso de los primeros maestros de la mexicanidad referidos por los
entrevistados; pero posteriormente, opera un nuevo desanclaje al convertirse en una
opción terapéutica. Maestros como la antropóloga entrevistada consideran la
investigación y la revelación de la tradición indígena oculta en la danza como un deber en
este momento cósmico, que no sólo tiene que ver con la reivindicación india. Nuevos
maestros de la mexicanidad amplían el horizonte mítico del origen de la danza hasta los
inicios mismos de la civilización humana (el mito de la Atlántida), elemento que le
permite colocarse –más allá de su especificidad étnica– como tradición primigenia y, por
tanto, a la que le corresponde un criterio de acceso universal o global. México se
representa en esta concepción como centro espiritual dentro de un contexto global
planetario. Incluso rituales esotéricos del movimiento de la mexicanidad, como la danza
del sol, no sólo buscan reeditar un pasado indígena prehispánico purificado de elementos
occidentales, sino que se plantean como acciones sacrificiales en beneficio de un universo
energético interconectado y en crisis, una concepción muy propia del movimiento new
age. Desde esta transformación de la ubicación de la identidad se posibilita también que
algunos conviertan la tradición autóctona mexicana en un giro específico de bienes y
243
servicios terapéutico-espirituales dentro de una amplia estantería, así como una oferta
con sabor local dentro del espectáculo cultural global.
CONCLUSIONES
40
El proceso de incorporación de la danza como práctica local tradicional al circuito de
consumo espiritual implica una considerable transformación en tres dimensiones: su
significado, su forma organizacio-nal y la ubicación de su identidad. Asumir esta
direccionalidad en la transformación es la consecuencia de una hipótesis más amplia del
proyecto y del programa de investigación que nos ocupa como grupo y que se refiere a la
creciente afinidad de estas prácticas y creencias con la lógica del funcionamiento del
mercado: creación de mercancías o commodification,42 creación de una estantería y
constitución de modos de vida o profesionalización a partir de los desempeños rituales. 43
Esta lógica asemeja el funcionamiento de estos circuitos a redes de mercadeo, y la
ckculación de las tradiciones adquiere la lógica de una marca.
41
La entrada al supermercado espiritual que puede ser observado etnográficamente en las
estanterías exotéricas no sólo implica exponerse como ingrediente yuxtapuesto a otros
para la creación de menús individuales de consumo espiritual y de salud alternativa, sino
también una adaptación de las prácticas, saberes y disciplinas al formato de mercancías
ya establecido por el circuito alternativo. La estantería exotérica no sólo expresa en un
espacio y un tiempo la situación de pluralidad en el mercado religioso, sino que lo
concreta en una forma particularmente afín a la modalidad de búsqueda espiritual de
nuestra época, y parece estar imprimiendo nuevos formatos a las tradiciones locales que
se incorporan a ella. Asumo que la danza es quizá una de las prácticas tradicionales que
está ofreciendo más resistencia a esta dirección en su transformación, y que incluso éste
es uno de los elementos que divide y multiplica a los grupos de danzantes. 44 Para algunos
es la ruta de su revitalización, su reinterpretación y posibilidad de vigencia en el marco
del mercado espiritual; para otros, este proceso de transformación equivale a su muerte.
SITIOS WEB
(http://www.academiaindigena.com), 5 de febrero de 2007.
42
AMITA
43
“Esencias Mexicanas” (http://www.cdcgrupo.org), 5 de febrero de 2007.
44
Proyecto “Identidades y Movilidades”, auspiciado por el IRD, CIESAS e ICAHN ( http://
www.idymov.com), 5 de febrero de 2007.
BIBLIOGRAFÍA
244
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— y Renée de la Torre. “Translocalización y relocalización de las religiones (a partir de México)”,
(http://www.idymov.com), 15 de febrero de 2007 (propuesta de investigación a la red Identidades
y Movilidades).
— y Renée de la Torre. “El ritual como articulador de temporalidades: un estudio comparativo de
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locaux du Nouvel Age au sein du réseau mondial”. Social Compass, vol. 46, núm. 2, 1999, pp.
173-179.
NOTAS
1. Découpage en el texto original en francés.
246
2. Michael York. “Le supermarché religieux: ancrages locaux du Nouvel Age au sein du réseau
mondial”. Social Compass, vol. 46, núm. 2, 1999, p. 174. Traducción propia.
3. Françoise Champion. “Persona religiosa fluctuante, eclecticismo y sincretismos”. Jean
Delumeau (dir.). El hecho religioso. Enciclopedia de las grandes religiones. Madrid: Alianza Editorial,
1995, pp. 709-739.
4. Hildegard van Hove. “L’émergence d’un ‘marché spirituel’”. Social Compass, vol. 46, núm. 2,
1999, pp. 161-172.
5. Cristina Gutiérrez Zúñiga. Nuevos movimientos religiosos: la ‘Nueva Era” en Guadalajara. Za-popan:
El Colegio de Jalisco, 1996; Patricia Fortuny, (coord.). Creencias y creyentes en Guadalajara. México,
DF: CIESAS-Conaculta-INAH,
1999; Renée de la Torre, y Cristina Gutiérrez Zúñiga. “La lógica del
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6. José Guilherme Magnani. “O Circuito Neo-esotérico na cidade de Sao Paulo”. María Julia
Carozzi (éd.). A Nova Era no MERCOSUR. Editora Vozes, 1999, pp. 27-46.
7. María Julia Carozzi. “La autonomía como religión: la nueva era”. Alteridades, año 9, núm. 18,
julio-diciembre de 1999; y “Ready to Move Along: The Sacralization of Di-sembedding in the New
Age Movement and the Alternative Circuit in Buenos Aires”. Civilisations. Religions transnationales,
vol. LI, núms. 1-2, 2004, pp. 139-154.
8. Renée de la Torre y Manuel Mora. “Itinerarios creyentes del consumo neoesotérico”.
Imaginario, núm. 7, 2001, pp. 211-239.
9. James Lewis. “Approaches to the Study of the New Age Movement”. James R. Lewis y J. Gordon
Melton (eds.). Perspectives on the New Age. New York: State University of New York Press, 1995, pp.
1-12.
10. J. Gordon Melton et al. The New Age Enciclopedia. Detroit: Gale Research Inc., 1990.
11. En esta obra.
12. Carozzi, “La autonomía como religión...”.
13. Van Hove, op. cit.
14. York, op. cit., p. 174. Traducción propia.
15. Francisco de la Peña. Los hijos del Sexto Sol. México: INAH, 2002.
16. Renée de la Torre. “Danzar. Una forma de practicar la religión”. Estudios Jaliscienses, núm. 60,
2005, pp. 6-18.
17. Yolod González. “El Movimiento de la Mexicanidad”. Religiones y Sociedad, núm. 8, enero-abril
de 2000, pp. 9-35, y Danza tu palabra. La danza de los cancheros. México: SMER-Conacul-ta-INAH-Plaza
y Valdés, 2005.
18. Susanna Rostas. “‘Mexicanidad’: The Resurgence of the Indian in Popular Mexican Nationalism”. Cambridge Anthropology, vol. 23, núm. 1, 2002, pp. 20-38.
19. Magnani, op. cit.
20. Algunos materiales de campo utilizados en este análisis, particularmente aquellos referidos a
la celebración de la romería de la virgen de Zapopan, se encuentran reportados con mayor detalle
en Cristina Gutiérrez. “Para leer la fiesta: una red de danzantes en torno a la Virgen de Zapopan”.
Universidad de Quintana Roo, compilación de trabajos del Cuerpo Académico ‘Tiesta y Religión”,
Antonio Higuera B.(comp.)(inédito).
Para conocer la historia de esta devoción una fuente primordial es “Origen de los dos célebres
santuarios de la Nueva Galicia” de Fray Francisco de Florencia. Origen de los dos célebres santuarios
de la Nueva Galicia. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 1998 (edición facsimilar); así como las obras de
Antonio Tello. 1596-1652. Crónica miscelánea de la sancta provincia de Xalisco [Jalisco]. Guadalajara:
Gobierno del Estado de Jalisco, 1985; Alberto Santoscoy. “Historia de Nuestra Señora de San Juan
de los Lagos y del culto de esta milagrosa imagen”. Obras completas. Guadalajara: Gobierno del
Estado de Jalisco, 1984, t. I; Ángeles Gallegos. “Culto mariano en el Occidente de México: La virgen
de la Defensa en la Sierra de Tapalpa”. México: Instituto de Investigaciones Antropológicas de la
247
unam, 2006 [tesis de doctorado]; Ana María de la O Castellanos. “Tradición y culto en la romería
de la virgen de Zapopan”. Renglones, núm. 30, 1994, pp. 40-47; Mario Alberto Nájera. “La tradición
mariana de occidente: San Juan, Talpa, Zapopan”. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2002 [tesis de
doctorado]; Pedro Tomé. “11 Alabanzas por 70 pesos: La Generala pasea por Guadalajara, Jalisco”.
Madrid: Conferencia dictada en el csic, 2003(mimeo); y Renée de la Torre, op. cit
21. Observación participante en la misa de víspera de la romería, 11 de octubre de 2006.
22. Entrevista a danzante anónima, 11 de octubre de 2006.
23. Entrevista a don Raúl Zepeda, 11 de octubre de 2006.
24. Entrevista a Elizabeth Torres, 7 de septiembre de 2005.
25. Tlacaelel es fundador del Movimiento Confederado Restaurador de la Cultura del Anáhuac, y
actual líder del Calpulli Coacalco. De acuerdo con Francisco de la Peña, “ha dedicado su vida a
llevar el mensaje de la mexicayod (o del ‘camino rojo’ como él suele decir) a los cuatro rumbos ...
Producto de sus experiencias en Estados Unidos, Tlacaelel ha construido una versión de la
mexicanidad en la que destacan ciertos elementos rituales de las culturas indígenas de
Norteamérica, que, sin embargo, han sido ‘mexicanizados’ y ‘aztequizados’ por él. En efecto, el
Calpulli creado por Tlacaelel promueve la práctica espiritual e iniciática a través de diferentes
actividades que se han difundido con gran éxito entre distintos grupos de la mexicanidad: el
ritual del temascal, la búsqueda de la visión, la pipa sagrada y la danza ritual de origen lakota
conocida como danza del Sol”. De la Peña, op. cit., pp. 122-128 y ss.
26. Conocido líder del movimiento de la mexicanidad y particular promotor de la concepción de
“Toltequidad” como ideal de perfección. Se ha centrado en el conocimiento y difusión de la
culmra del Anáhuac, particularmente el calendario y el tonatpohualli (o cuenta de los destinos),
además de la recuperación de ceremonias religiosas como la “siembra de nombre” y el “amarre
de tilma”.
27. Observación de sesión de danza, 27 de marzo de 2006.
28. Mientras los grupos de danza concheros y aztecas se han distinguido por hacer un uso
intensivo de todos aquellos materiales y diseños que permitan una representación espectacular
del guerrero azteca, este grupo promueve el uso de trajes de manta blancos simplemente
decorados con glifos del calendario azteca pintados en colores muy vivos. F.sta transformación
forma parte de una concepción estética distinta que, de acuerdo con los propios ideales del
movimiento, busca una “purificación” de la práctica que recupere su autenticidad de acuerdo a lo
que pudo haber sido la danza indígena en la etapa previa a la conquista española. Por su parte, la
maestra plantea que la tradición de la danza en Occidente se encuentra menos “contaminada”
por las modas de brillo y terciopelo de la danza azteca que considera proveniente del Distrito
Federal. Acerca de este proceso de esterización vid. el artículo de Renée de la Torre en esta misma
obra.
29. Entrevista a Elizabeth Torres, 11 de octubre de 2006.
30. Entrevista, 7 de septiembre de 2005.
31. Kali Argyriadis y Renée de la Torre. “El ritual como articulador de temporalidades: un estudio
comparativo de la santería y de las danzas aztecas en México”. Odile Hoffmann, Teresa Rodríguez
(eds.). Los retos de la diferencia. Los actores de la multiculturalidad entre México y Colombia. México:
CIESAS-IRD-ICANH-CEMCA , 2007.
32. María Montserrat Eufracio Jaramillo. “Los Ángeles: creencias globales en contextos locales”.
Guadalajara: CIESAS, 2006, p. 82 [tesis de maestría].
33. Marion Bowman. “Healing in the Spiritual Marketplace: Consumers, Courses and Credentialism”. Social Compass, vol. 46, núm. 2, 1999, pp. 181-189.
34. Van Hove, op. cit.
35. De la Torre y Gutiérrez, op. cit.
36. Marc Augé. Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad.
Barcelona: Gedisa, 2000.
248
37. (http://www.academiaindigena.com), 5 de febrero de 2007.
38. “Cromosinergias. Esencias Mexicas”, folleto distribuido en Expo Infinito Guadalajara,
noviembre de 2005.
39. Vid. como ejemplo las páginas de Esencias Mexicanas (http://www.cdcgrupo.org) y AMITA (
http://www.academiaindigena.com).
40. “La necesidad de sanación, que da lugar al negocio de la sanación, a su vez conduce al negocio
del entrenamiento de sanadores... una vez involucrado en la sanación holista en un esquema de
‘hágalo usted mismo’ o cliente, algunos se interesan en convertirse ellos mismos en proveedores
o practicantes. De cualquier manera, es notable que muchos en la industria de la sanación sienten
la necesidad de una constante acumulación de nuevas habilidades; continúan desarrollándose
personal y profesionalmente como parte de su búsqueda espiritual, rechazando una única vía o
una especialización limitante... Dentro del mercado espiritual del tardío siglo veinte, la sanación
holista se percibe como una valiosa mercancía [commodity en el original en inglés], en su calidad
de proveedora de sanación, tanto como de ayuda al desarrollo personal. A través de la sanación,
se pueden explorar una variedad de visiones del mundo y ganar experiencias y momentos de
lucidez [insights en el original en inglés], con frecuencia predicados junto con ideas como la
búsqueda individual, la interconexión, la reencarnación, las coincidencias significativas o
sincronicidad, y una visión positiva del ‘materialismo espiritual’. Aún más, ha dado lugar a una
industria de servicios espirituales que se desarrolla en paralelo al ethos de la industria de
servicios/pequeños negocios de la sociedad dominante [mainstream en el original en inglés],
incluyendo la tendencia hacia el credencialismo”. Bowman, op. cit., pp. 186-188(traducción
propia).
41. Barker, op. cit., p. 206.
42. Mike Featherstone. Cultura de consumo y posmodernismo. Buenos Aires: Amorrortu Editores,
2000.
43. Vid. el documento de Kali Argyriadis y Renée de la Torre, ‘Translocalización y relocalización
de las religiones (a partir de México)” (http://www.idymov.com), 15 de febrero de 2007.
44. Como lo ha mostrado Kali Argyriadis con la constante “acusación de mercantilismo” que
campea entre los practicantes de la santería. “El desarrollo del turismo religioso en Cuba y la
acusación de mercantilismo”. Desacatos, núm. 18, mayo-agosto, 2005, pp. 29-52.
AUTOR
CRISTINA GUTIÉRREZ ZÚÑIGA
El Colegio de Jalisco
249
Conclusiones
Cristina Gutiérrez Zúñiga y Alejandra Aguilar Ros
1
Los trabajos presentados en esta obra aportan a la discusión de los procesos de
translocalización y transnacionalización, en dos vertientes, lo siguiente: por un lado
reducen los esencialismos en torno de las tradiciones y las pertenencias étnicas; por otro,
reducen la nebulosidad que impregna una buena parte de las elaboraciones teóricas en
torno de la globalización cultural y de las nuevas modalidades religiosas que se gestan en
esta dinámica. En esto desempeña un papel preponderante la perspectiva teórica
adoptada. Como se explicita en la introducción, el enfoque teórico y metodológico de la
glocalización concretado en la observación etnográfica de redes –en la medida de lo posible
multisituada– y en el seguimiento de circuitos, constituye una apuesta deliberada de
objetivación de estos fenómenos difícilmente aprehensi-bles, no obstante su cotidiana
presencia.
2
¿En qué medida hemos logrado esta apuesta de objetivación? ¿Qué podemos aprender de
haber puesto en perspectiva comparativa estas etnografías e historias acerca de
buscadores espirituales, danzantes aztecas, santeros y practicantes de religiones
afroamericanas? ¿Qué preguntas quedan sin resolver? ¿Hacia dónde enfocarse en el
trabajo empírico y conceptual ante lo no explicado? Como cierre necesario de un proceso
de investigación compartido que busca continuar, estas reflexiones finales hacen una
lectura del conjunto de las aportaciones presentadas, de sus vinculaciones –más allá de la
estructura general que las organiza-, y plantean así nuevas preguntas para nuestro
trabajo futuro.
3
Por medio de la lectura del amplio material empírico expuesto, constatamos que el paso
del concepto de globalización al de glocalización pone de relieve la heterogeneidad de este
proceso cultural, las distintas velocidades en que ocurren los momentos de
deslocalización, translocalización y relocalización, e incluso, la existencia de procesos
interrumpidos, obstaculizados y hasta cancelados –aunque sea en forma provisional.
4
Hemos visto cómo en el proceso de la globalización diversos elementos de las tradiciones
se desenclavan, se ponen en circulación y se relocalizan generando nuevas combinaciones
objetivadas en prácticas particulares. Sin embargo, estas combinaciones no son aleatorias
ni completamente “Ubres”. La hibridización de tradiciones no implica sino sólo
250
potencialmente la combinación de cualquier elemento con cualquier otro. Es sin duda
valioso registrar etnográficamente los casos en los que así ha ocurrido –y de hecho
tenemos como resultado combinaciones que no dejan de asombrarnos por la distancia
geográfica y contextual entre los orígenes de los fragmentos que ahora vemos
convertidos en nuevos componentes–. Pero quizá es igualmente valioso constatar en los
trabajos aquí expuestos los distintos casos en los que a pesar de que diversos
“ingredientes” fueron puestos en relación, el contacto no condujo a la hibridación. En
algunos de estos casos el reporte de intentos que no produjeron hibridaciones es
explícito, y en otros más se encuentra implícito.
5
En la primera parte de estas reflexiones finales establecemos cuáles son los límites de
estos procesos de hibridación, utilizando los elementos que los distintos artículos que
integran este libro nos ofrecen respecto de esta lectura particular. Distinguimos tres:
primero, las intenciones de inicio de los propios actores de estos procesos culturales;
enseguida, la posiciones relativas en los campos religiosos de llegada; por último, las
amplias demarcaciones de la historia y cultura nacionales en donde estos procesos de
globalización se inscriben dentro de un paisaje geopolítico cambiante. Hacemos
posteriormente algunas reflexiones acerca de las distintas modalidades de los flujos que
trans-localizan o transnacionalizan las prácticas religiosas, para terminar con el
planteamiento de una serie de temas a profundizar y preguntas a responder, invitadas
por el acto de haber puesto en relación este conjunto de trabajos.
LO QUE NO PASÓ (PERO PODRÍA PASAR MÁS TARDE)
HETEROGENEIDAD Y LÍMITES DE LOS PROCESOS DE
HIBRIDACIÓN
6
Los trabajos que analizan el proceso histórico de transformación de la danza conchera y
chichimeca a danza azteca, señalan diversos casos y rumbos de transnacionalización de
esta práctica. En el caso de los danzantes sufíes y los danzantes mexicanos, se indica
cómo, no obstante, “las ideas de la mexicanidad fueron capaces de impregnar a la
tradición de los concheros, ... las del sufismo tuvieron menos éxito”. Al respecto podemos
observar que, más que una voluntad de vinculación, los sufíes pretendieron simplemente
realizar proselitismo en el ámbito conchero. Los concheros, por su parte, migraron hacia
el sufismo en forma definitiva o en forma momentánea, pero ninguna de las “partes”
generó una hibridación. Aquí se pone de manifiesto que la ocurrencia de esta
“impregnación” supone un proceso en sí, en el que intervienen distintos factores y
niveles que pueden ser distinguidos en los diversos casos. En el caso que nos ocupa, se
evidencia inicialmente una ausencia de voluntad de los actores mismos involucrados y
puestos en relación en un contexto específico. Como en los diversos casos de
translocalización expuestos en esta misma obra, se requiere de lo que Frigerio ha llamado
“estrategias de acomodación”,1 que permiten un desanclaje inicial de la tradición de
origen y sus connotaciones exclusivistas a cierto contexto cultural o nacional, así como un
reanclaje a través del establecimiento de “puentes cognitivos”. ¿Puede ser la práctica de
la danza misma un puente entre dos tradiciones? Sin duda el carácter inminentemente
corporal de la práctica ofrece amplias posibilidades para la vinculación en tanto
experiencia compartida más allá de los códigos verbales, siempre y cuando los
significados atribuidos a ella logren converger. De esta manera, Rostas observa cómo “los
sufíes, como los concheros, ‘rezan con todo su cuerpo’ mientras danzan, pero además
251
cantan, ofreciendo palabras a un solo dios que creen, al igual que los concheros, ’se
encuentra en el corazón’”. Sin embargo, los diversos testimonios de los danzantes y de la
propia autora apuntan a la imposibilidad de combinación dada por ciertas modalidades
rituales y simbólicas de la práctica que permanecieron como diacríticas en el proceso:
“Cuando los concheros forman un círculo, y cada uno tiene que moverse en unión con los
demás, un derviche tiende a danzar en un solo lugar y a buscar un logro interno, y no a
alcanzar un estado de intersubjetividad con los demás danzantes, aunque estar y sentirse
miembro de la comunidad es importante”. Este caso pone de relieve, por más evidente
que parezca, que la orientación de la intención de los actores al vincularse opera como un
factor importante en estos procesos culturales, ya que sin actores intencionados no hay
estrategia que sostenga el proceso. En este caso, desde la perspectiva de los sufíes la
conexión de éstos con la danza conchera resultó un mero medio para el logro de su
estrategia proselitista como tradición religiosa en sí en México.
7
Por su parte, la postura de los concheros en este caso también resulta relevante para
señalar un segundo factor: la posición diferencial de las tradiciones en cuestión en el
campo religioso. Si bien la danza conchera “conquista”, no constituye un competidor en sí
mismo en lucha por la legitimidad en la administración de los bienes de salvación en el
campo religioso mexicano. Su ubicación como práctica tolerada dentro del espacio
definido como “catolicismo popular” le da una posición que, si bien es subalterna, se
encuentra dentro de la institución religiosa por mucho tiempo hegemónica en México y
hoy indiscutiblemente mayoritaria. Desde esta posición, no parece tener “necesidad” de
“impregnarse” de otras tradiciones, aunque para algunos practicantes la necesidad de
una innovación –muy propia de la posición consumidora esencialmente moderna– puede
atraerlos de manera esporádica o incluso en forma definitiva hacia nuevas ofertas, pero
no hacia un proceso de reensamblaje de ambas prácticas, de manera que por el momento
tanto la danza conchera como la tradición sufí continuaron separadas.
8
¿Qué papel desempeña esta posición diferencial en el campo religioso entre dos puntos de
otras redes abordadas? El caso del movimiento akan es sin duda muy aleccionador en este
sentido: puesto en competencia con otras interpretaciones de las raíces africanas como lo
son la religión yoruba y la Nation of Islam, el movimiento en su primera fase se aisló,
buscó su especificidad y reivindicó su originalidad y autenticidad como vía de acceso a la
ancestralidad africana. Y no es hasta un posterior momento de mayor consolidación de su
posición como competidor, en el que se hizo posible la práctica ritual combinada y
sincrética con la tradición yoruba.
9
Por su parte, la historia de la propia tradición yoruba en Estados Unidos revela un proceso
inverso: la apertura original del movimiento de búsqueda de raíces africanas a la santería
de origen cubano –en la medida en la que ésta representa la conservación de elementos
africanos considerados originales y sincretizados con el catolicismo durante el periodo
colonial– y su posterior redireccionamiento hacia la propia África, cuando en el
movimiento se consolida la necesidad de reivindicación política y cultural de la minoría
afroamericana en el contexto estadounidense contra toda herencia del periodo de
esclavimd. En ese momento, la santería cubana es cancelada como vía de acceso a la
ancestralidad africana. Podemos observar entonces cómo el cambio en la posición de los
movimientos en cuestión, a lo largo de su historia dentro del campo religioso nacional, se
desempeña como un factor importante en la obstaculización o facilitamiento de los
intercambios, mezclas e bibridismos culturales.
252
10
La percepción de legitimidad cultural de una determinada tradición cuando arriba a un
nuevo contexto nacional desempeña sin duda un papel fundamental en los procesos de
relocalización. Es de hecho el enfoque con el que Frigerio trabajó el concepto de
estrategias de acomodación,2 en donde los actores encuentran formas de anclar y
“naturalizar” su tradición en el paisaje cultural de llegada. A reserva de abordar más
adelante este factor en forma específica en la revisión de casos de relocalización, vale la
pena señalar que varios de los trabajos que se enfocan a procesos de translocalización
abordan la “densidad” de estas acomodaciones dentro de fronteras nacionales, y nos
indican, indirectamente, la existencia de diversos obstáculos para los procesos
globalizadores, aún en esta escala.
11
El arribo de la santería de origen cubano a México nos ofreció una oportunidad de
constatar que incluso dentro de un mismo campo religioso nacional existen considerables
diferencias locales/regionales que propician la adopción de estrategias de acomodación
distintas. Vemos entonces que en la ciudad de México se instrumenta con más claridad
una estrategia que busca contrapesar la desacreditación de la tradición santera
proveniente de la Iglesia católica como institución claramente dominante, al discutir y
rebatir sus argumentos. Por su parte, en Vera-cruz, en atención a la vecindad cubana y a
la idea de una cultura común caribeña, se instrumenta una estrategia de legitimación
extensiva que busca recalcar la semejanza con la religión mayoritariamente aceptada.
12
Incluso en el caso del arribo del movimiento pentecostal católico a la localidad mazateca
de Nuevo Ixcadán, tenemos la oportunidad de observar la “densidad” de los procesos de
acomodación sin atravesar fronteras. En efecto, el arribo de esta modalidad católica
novedosa en el contexto local ha involucrado un proceso de resemantización de figuras
preponderantes de la cosmovisión indígena, como Chikon Nangui, que es convertido en
personificación del mal. Esta identificación, no obstante es contraria al de la cosmovisión
original de donde proviene, le ofrece un nuevo anclaje que provee plausibilidad a la
cosmovisión de los evangelizadores de la Renovación Carismática en un contexto de lucha
contra la tradición indígena previa. Aunque no podemos hablar en este caso
específicamente de un proceso de desplazamiento espacial de las prácticas y creencias, sí
de un proceso de resemantización de elementos o fragmentos de la cosmovisión de un
pueblo que vive él mismo una reubicación forzada, y se convierte en objetivo de las
nuevas orientaciones evangelizadoras pentecostaliza-das de la Iglesia católica, que han
probado poseer una importante capacidad de articulación con los rituales y creencias de
sociedades indígenas debido a su particular énfasis en la curación y la dimensión
experiencial de sus rituales.
13
Este caso tiene la virtud de hacer énfasis en el carácter escasamente unitario del corpus de
creencias y prácticas generado en los procesos de producción-reproducción simbólica a
partir de la multiplicación de los contactos de fragmentos culturales: existen
discontinuidades, rupturas e incluso una pervivencia de contradicciones en los nuevos
sistemas generados en el marco de las relaciones de poder existentes en una comunidad o
contexto particular. Nos preguntamos en qué medida la aceptación de este carácter nos
permitiría ampliar nuestras preguntas de investigación y nuestro enfoque en el trabajo de
campo, para prestar atención a estos rasgos de los procesos culturales, en lugar de
centrarnos en una imagen en la que acaso relevamos unilateralmente la continuidad, la
coherencia y la unicidad en detrimento de la complejidad contradictoria de las
producciones de sentido. El proceso de glocalización de acuerdo con la perspectiva
adoptada aquí, se analiza en momentos metodológicos hasta cierto punto secuenciales –
253
desterrito-rialización, translocalización y relocalización–, cuya claridad conceptual no
debe simplificar el carácter complejo y multidireccional que de hecho los flujos adoptan.
Éste podría ser un enfoque a desarrollar en las exploración de las redes de danzantes, en
las que por ejemplo la resemantización de la práctica desde el catolicismo popular al
movimiento de mexicanidad, y de ahí a la denominada “estantería exotérica” y la
ampliación de la localización de la identidad de sus practicantes desde lo local (exclusivo)
hasta lo universal(inclusivo), es sólo una línea posible, que no debe oscurecer la
coexistencia actual de todas esas interpretaciones de la práctica; el aislamiento y
secuencialidad de sus fases no es más que un recurso metodológico –el seguimiento de
circuitos–, que puede no obstante contribuir a comprender su actual convivencia y
conflicto. El proceso encarna, de hecho, numerosos conflictos en cierta medida
silenciados por los propios actores de la red, y acaso aún no suficientemente contrastados
por los propios investigadores. En efecto, el reporte de casos “exitosos” de glocalización, en
detrimento de la atención sobre los obstáculos a los procesos e incluso sobre los abiertos
“fracasos”, tiene aquí un interesante correlato con la lógica de las propias narrativas de
los actores, que tienden a reportar su acceso directo, fluido y “natural” a las fuentes
indiscutidas de la tradición. Una narrativa que, como sabemos, encuentra su lógica no en
la genealogía histórica, sino en la construcción de su linaje espiritual, entendido como
mecanismo de legitimación y de autenticidad. Reconstruir esta genealogía privilegiando
la contrastación entre las narrativas de los actores nos daría sin duda una visión más
compleja e indudablemente conflictiva de los procesos de glocalización en su conjunto, en
la que quizá la imagen-metáfora de los intensos flujos culturales contemporáneos en la
aldea global se disiparía a favor de la heterogeneidad, la discontinuidad y la fractura.
LO QUE SÍ PASÓ. GLOCAUZACIÓN Y CONTEXTOS
NACIONALES
14
Al introducir estos trabajos, Argyriadis y De la Torre señalaban la dinámica paradójica del
rescate de lo local en ocasiones alimentado por proyectos nacionalistas o raciales,
insertados a su vez en matrices de religiosidad universal. En estos trabajos podemos
observar algunos de los “moldes” o pré-contraintes que se dan a partir de procesos
históricos comunes, que son delineados y caracterizados dentro de marcos nacionales que
han construido sus propias discusiones y temáticas ancladas en los imaginarios
identitarios de cada nación y territorio.
15
Al salir de las lógicas de estudio de las tradiciones particulares y buscar entenderlas
dentro de flujos globales y sus procesos de territo-rialización, los trabajos muestran la
paradoja de la imagen de la globalización que trasciende fronteras sin ningún borde:
hemos constatado cómo los anclajes globales se insertan o inscriben en las matrices
históricas y se visten de ropajes nacionales. Si seguimos los flujos de estas dinámicas
religiosas en sus procesos de desterritorialización y las comparamos, observaremos cómo
los puentes cognitivos que tejen para reanclarse, tienen que ver con los paisajes
ideológicos3 de las naciones imaginadas, configurados por las historias y discusiones de sí
mismas. Los trabajos de este libro contribuyen a delinear la importancia de estos paisajes
ideológicos en los procesos de desterritorialización y relocalización.
16
Así, la historia estadounidense de lucha racial y de esclavimd define en estos cultos la
manera en que la panafricanización se realiza. En Estados Unidos, este proceso implica un
alejamiento de la santería debido a la inserción de blancos en sus filas y la mezcla de
254
deidades africanas con santos católicos. En cambio, las reivindicaciones de la
ancestralidad africana yoruba o akan detentan y reivindican la “verdadera” africanidad,
incluso frente a los cultos africanos yoruba en Nigeria, o akan en Ghana.
17
En esta preponderancia de los cultos afroamericanos estadounidenses frente a los cultos
propiamente africanos, no se puede negar una posición geopolítica ventajosa frente a los
practicantes del continente africano, lo cual conlleva un control sobre el peso simbólico
de la noción de África, de definición de lo étnico y de las diferencias de las implicaciones
del ritual hecho en Estados Unidos frente al que se hace en Nigeria o en Ghana.
Encontramos que por medio del culto a los ancestros se traza la historia de la esclavimd
que fragmentó cientos de pueblos africanos permitiéndoles verse reunidos en la nación
americana como parte de una historia continua. Las múltiples historias y culturas
africanas se unifican “étnicamente” diferenciándose a su vez de los santeros y de los
descendientes africanos practicantes del islam o del cristianismo.
18
La construcción de la ancestralidad es un núcleo de comparación interesante en estos
trabajos, pues denotan su relación con las historias de los Estados-nación y marcan a su
vez los puntos de fuga posibles desde donde se diferencian de otras dinámicas religiosas.
19
Entre los santeros y danzantes, la ancestralidad en cambio se fragua en el idioma del
sincretismo, el mestizaje y la conquista. Para los santeros latinoamericanos el culto de los
orishas está imbricado con la base cultural católica sincrética que favorece la utilización
de imágenes no sólo de santos católicos, sino de imágenes con fuerte peso indígena como
la de la santa Muerte, como parte de su panteón santero.
20
Para los santeros mexicanos, la ancestralidad no se mide con la vara de la experiencia de
la esclavimd y la colonización, sino con la demostración de una manifestación de cultura
y arraigo cubanos y con la legitimación de los grupos y liderazgos locales avalados por
padrinos provenientes de una casa de santo reconocida por su parentesco ritual. Se trata
no de una reafricanización, sino de una búsqueda de legitimación en el contexto nacional,
moralmente ayudados por el linaje cubano. Particularmente en Veracruz, el énfasis en lo
local es importante: se resaltan el regionalismo jarocho y la hermandad con Cuba, de
manera que la identidad negativa de alteridad satanizada se suavice y se justifique. En un
nivel más amplio, podemos observar que los santeros se multilo-calizan al mismo tiempo
que se anclan fuertemente en las localidades donde se relacionan. Entre ellos la
purificación de la ancestralidad no se pone en juego, como sí sucede con los danzantes de
la mexicanidad o los panafricanistas de Estados Unidos, ya que no se cuestiona la base
cultural católica, sino el liderazgo y la validez de los líderes rituales. La legitimación
frente al catolicismo se hace para salvaguardar el propio culto y religión, no para buscar
la purificación ritual de elementos sincréticos católicos. El linaje cubano ofrece el aval
legitimador.
21
Los danzantes, por su parte, se interpretan en México primero en el contexto histórico de
la evangelización católica y en un segundo momento con una historia nacional que
ensalza al indígena en una forma mitificada como ingrediente original de una nación
mestiza. A partir de este contexto, observamos que el tránsito de la tradición danzante
puede bifurcarse entre los concheros que se sincretizan con el catolicismo y los danzantes
de la mexicanidad que reivindican su indianidad y buscan purificarse frente ella,
ensalzando a una nueva y a la vez antigua “raza cósmica”.
22
En el caso de la danza azteca podemos ver cómo el salto a la transnacionalización se da
con sabor nacional: desde su nacimiento como danza conchera en resistencia bajo una
forma sincrética dentro del catolicismo, pasando por su establecimiento en las grandes
255
urbes donde se invisibiliza como práctica marginal urbana, y después transformándose en
el contexto del espectáculo, la migración y las prácticas new age, hasta su difusión
transnacional. A partir de esta difusión, definida más no limitada por su contexto
nacionalista, la danza conchero-azteca logra recolocarse y entrar en contacto con
discursos globales que permiten una reetnización de sus practicantes, en una versión
panindia-nista. Al igual que los movimientos yoruba y akan, los danzantes de la
mexicanidad se reetnizan, pero a diferencia de ellos la reetnización se realiza con un
sentido inclusivo/sincrético, donde la filiación a la ancestralidad indígena se hace
mediante el movimiento al ritmo de la danza, en una actualización de la memoria
corporal, que les permite ser indígenas sin ligarse necesariamente a los fenotipos raciales.
23
Al trasnacionalizarse, el idioma de “aztequidad” se convierte en raza cuando los
danzantes migran a Estados Unidos. Fuera del territorio nacional, contextualizados en un
país donde son minoría, los danzantes aztecas de Los Ángeles se apropian de “lo azteca” y
transforman su indianización en una lucha política, en una bandera cultural que los
conecta con otros movimientos globales, como la lucha por los derechos civiles o por el
reconocimiento de otros pueblos indios, provocando el surgimiento de un panindianismo.
Éste puede tener alcances universales como la reconquista de Europa con la conchería
universal y, por otro lado, puede retornar a las localidades atizada por el turismo y el
consumo new age.
24
Como vemos, estos procesos están encauzados por las especificidades históricas
nacionales en las que se insertan regional y localmente. En los tres casos, podemos
apuntar que si bien en los procesos glo-balizadores se tiende a la universalización, la
tensión con la eterización (Capone) vuelve esta dinámica compleja y en juego con los
marcos históricos nacionales. Evidentemente, los pesos entre el centro y la periferia son
diferentes y varían dependiendo del contexto, del ritual y de los actores participantes.
25
El turismo y el espectáculo potenciados por una economía de mercado son flujos
recursivos de translocalización de estas prácticas, como lo prueban varios de los trabajos.
Sin embargo, los flujos por los que estas prácticas se translocalizan son de diferente
envergadura. En el caso del turismo y el espectáculo son canales en ocasiones
sobrepuestos y cruzados, en los que difieren las diferentes formas de representación y
mediación locales y nacionales, así como las políticas culturales aplicadas a los diferentes
contextos económicos.
26
En Latinoamérica, por ejemplo, no podemos dejar de lado los recientes movimientos
multiculturalistas que han reconocido la pluralidad al interior de estos países y que han
provocado una revalorización de lo indígena, pero también, como lo apuntan varios de los
autores, a una ficcionalización y folclorización del mismo.
27
El discurso de lo indio, como ha sucedido en la historia de la mitología nacional mexicana,
ha tenido poco que ver con las comunidades indígenas vivientes dentro del territorio. Hoy
nos encontramos con una reedición de lo indígena en la que el indio nacional se ensalza
ideológicamente como indio espiritual mediante el turismo estatal –el caso de Querétaro y
de la sierra huichola– ayudado también del turismo de corte new age. Este es el caso
también de Colombia y la búsqueda espiritual de las tomas de yajé. En esta difusión,
ampliación y duplicación de imágenes están por supuesto los medios y las empresas
culturales estatales, nacionales y globales. Como bien lo apunta Galinier, estas imágenes
no denen un flujo de lo transnacional a lo local, sino que, a partir de lo local, se reajustan
en una ideología cultural susceptible de ser consumida, ya que la realidad indígena no
corresponde a este consumo. El flujo del turismo en estos casos tiene un punto de partida
256
en los imaginarios nacionales y la historia concreta de deslegitimación indígena, y otro
punto de fuga con el flujo del turismo espiritual indígena consumido por las clases medias
practicantes del new age, y cooptado por el turismo de estado.
28
La realidad de las comunidades propiamente indígenas como son los wixaritari y otomíes
no pertenecen a esta ficción de la cultura, pero es necesario reconocer que, aun así, el
turismo ligado al espectáculo no ha dejado de afectarles. Ellos también se ajustan a las
estrategias económicas del turismo estatal o new age. La estrategia de comercializar la
cultura para los indígenas es una posibilidad no sólo de sobrevivencia, sino de inserción
en los flujos comerciales y las políticas públicas vigentes.
29
Ligado al turismo, pero con dinámica propia, el espectáculo también ha sido una matriz
fructífera para los movimientos de la neomexicanidad, la difusión de los movimientos
akan en Estados Unidos y los santeros cubanos. Dentro de estos flujos, podemos observar
momentos similares en la difusión de las danzas aztecas, así como en los momentos
puntuales de la santería en México. Las primeras fases de transnacionalización tanto para
los cultos africanistas como para los santeros cubanos y las danzas aztecas mexicanas
tuvieron que ver con la exotización de las prácticas musicales y dancísticas que migraron
a Estados Unidos desde las décadas de 1940, 1950 y 1960.
30
Las historias de estas migraciones serán un tema por abordar en el seguimiento de la
circulación de estas prácticas religiosas, ya que éstas proveerán los límites y las formas
que el espectáculo y el mrismo toman en las historias nacionales particulares. La
migración es un elemento diacrítico, de una magnitud y peso diferentes al movimiento
aprovechado por el espectáculo o el mrismo. La deslocalización política o económica
forzada y su consecuente reanclaje en otra nación, ha provocado diferentes formas de
organización sociales de las comunidades transnacionales, por lo que podemos suponer
formas diferenciadas de organización religiosa entre las diferentes circunstancias
migratorias, con las comunidades de origen y en los distintos contextos nacionales donde
se reanclan.
POSIBILIDADES A FUTURO
Contextos en relación
31
Como ha sido señalado, las velocidades y las formas que toman los procesos de
deslocalización, translocalización y relocalización de los flujos, son diferenciadas. Éstas
tienen que ver con las intenciones y las posiciones relativas de poder de los actores en los
distintos puntos de la red, con las posiciones relativas en el campo religioso, con la
posibilidad de establecer puentes cognitivos entre los mundos simbólicos puestos en
relación y, por lo tanto, con los contextos históricos nacionales concretos donde se
relocalizan e inscriben. En nuestro trabajo a futuro continuaremos revisando los procesos
de translocalización y transnacionalización de la danza, la santería y el chamanismo en
nuevos contextos.
32
Uno de éstos es el norteamericano que hasta ahora en nuestro trabajo hemos conocido
como espacio de inscripción de los cultos africanos. ¿Qué sucederá con otras
hibridaciones en el mismo territorio?
33
Podemos observar en los diversos trabajos ahora presentados cómo las distintas versiones
panindianistas y la misma práctica de la santería en México guardan una afinidad con la
257
religiosidad new age, entendida como modalidad religiosa deliberadamente pluralista y
sincrética. En cambio, el panafricanismo en los trabajos expuestos constituye un discurso
político, racial –fenotípico incluso– y de fuerte configuración étnica en el contexto
interracial norteamericano. Cabe preguntarnos si estas diferencias se deben a
características de las prácticas mismas o al peso de este contexto nacional en la
configuración de esta dinámica etnizante. ¿De qué manera se produce la reetnización y la
purificación de las prácticas entre los cultos africanistas respecto de otros tipos raciales?
¿Cuáles son en comparación las posibilidades reetnizantes en niveles simbólicos y
culturales que ofrecen los grupos de danzantes y santeros en este nuevo contexto?
34
El proceso de transnacionalización de los danzantes aztecas en el contexto cultural y
político norteamericano nos permitirá entonces establecer un comparativo con los
movimientos por las raíces africanas. Será interesante observar el proceso de
legitimación de la danza azteca en Estados Unidos y la evolución de su relación con
México como referente del nacimiento de la tradición. ¿Que paralelismo podrá tener con
el proceso de construcción del movimiento por los orígenes africanos en Norteamérica
respecto de sus pares en África como lugar de origen? ¿Constituyen los maestros
concheros mexicanos una vía de acceso a la tradición semejante a la ofrecida por los
santeros cubanos? ¿Qué tipo de conflictos se suscitarán? ¿Qué otras reconfiguraciones se
presentarán en los procesos de transnacionalización de la danza azteca, la santería y el
chamanismo indígena en Europa?
35
Ampliando nuestras perspectivas es preciso abrirnos a la posibilidad de establecer
comparaciones con otros procesos de transnacionalización que desde diferentes matrices
religiosas y espaciales compartirían o podrían compartir algunos de los rasgos de las
dinámicas analizadas. Sería prioritario apuntar hacia trabajos empíricos en países del sur
cuya dinámica trasnacional los lleva, como en nuestros casos, hacia países del norte (surnorte), o que se da entre otros países del sur (sur-sur), como los movimientos proféticos
de Brasil y África.
36
El espacio tanto simbólico como geográfico y cultural, construido dentro de un proceso
histórico, surge entonces como un componente central en estos trabajos. El espacio está
en la contienda por el saber, en la cambiante posición de los centros de poder y en la
comprensión de cómo se objetivan los flujos culturales en procesos de glocalización. Es un
elemento central en la configuración de los procesos de desterritorialización,
transterritorialización y relocalización de las prácticas, símbolos y objetos culturales.
Debe ser analizado junto con el ejercicio del poder y ser comprendido teóricamente de
una forma compleja y no exenta de fricción. Ello promete dar un entendimiento más
profundo y simado de los procesos culturales de la globalización.
Actores en relación
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La transnacionalización de las prácticas religiosas estudiadas a través de la estrategia del
seguimiento de redes y circuitos nos abre la posibilidad de observar y preguntarnos por
los actores que emergen de manera preponderante en ellas. Entre estos actores ocupa un
lugar primordial la figura del indio/nativo, ya no simplemente como sujeto colonial sino
como agentes que entretejen sus estrategias individuales y colectivas con una creciente
conciencia de sus tradiciones como capital simbólico frente a otros actores (turistas,
antropólogos, buscadores espirituales cosmopolitas, instancias gubernamentales), en una
red de crecientes alcances. Entre dichas estrategias se encuentra la de la fic-cionalización
258
de sus rituales para integrarse a un mercado del espectáculo, de experiencias espirituales,
de saberes esotéricos y prácticas de sanación. Quedan muchas preguntas acerca de estas
estrategias de los grupos indígenas, como los otomíes y wixaritari, mazatecos (México),
inga, kamsá y coregüaje (Amazonia colombiana), por mencionar los casos aquí expuestos:
¿es posible que en estas maniobras se preserve “el cosmmbre” y “la cultura” pueda seguir
siendo el escaparate de ocultamiento al nuevo colonizador-turista? ¿De qué manera al
invocar a la ficción de la cultura la vuelve cada vez más real, de manera que se transforme
en un corpus monolítico, como en el caso de los wixaritari? ¿Qué opciones/posiciones hay
al interior de los grupos indígenas frente a la instrumentalización de estas prácticas por
algunos individuos/ grupos, como los chamanes que ofrecen las tomas de yajé en Bogotá o
los chamanes mazatecos? ¿Cómo consideran estos grupos la reetnización de, por ejemplo,
los danzantes neomexicanistas? ¿Hasta dónde la ficción creada para el consumo de otros
se convierte en una condición de autenticidad para los propios nativos?
38
La misma pregunta parece invertirse en el caso de la búsqueda de la ancestralidad
afroamericana. ¿En qué medida la construcción de una representación de sus orígenes, y
en ese sentido la construcción de una ficción creada para sí, se convierte en una ficción
para otros? ¿Se insertan en la oferta del “supermercado espiritual”, como otros
practicantes tradicionales americanos nativos? ¿Existiría en este contexto el equivalente
de un “indio místico”, un “negro místico”?
39
Estos procesos tienen que ver con la inserción de distintos grupos en el mercado. Esta
inserción parece homogeneizar las lógicas de la acción, pero sólo aparentemente y a
condición de abstraer la conducta económica de su contexto social y su mundo de
significados. Por el contrario, el mercado, entendido como lugar social, es un espacio en el
que podemos seguir reconociendo actores e intencionalidades distintas: así como la diada
indio/nativo como actor llega bajo contextos específicos, otros actores se insertan
también a su propia manera. La llegada al mercado de los turistas/buscadores espirituales
parte de contextos distintos que es preciso explorar con más detalle. Varios de los actores
participantes de los cultos new age hablan del malestar cultural, elemento que es preciso
definir de manera precisa y, sobre todo, referida a contextos históricos específicos, como
nos enseña el texto de Viola Teisenhoffer: ¿de qué “está hecho” el new age
latinoamericano? Como consumidores y buscadores de espirimalidad, los new agers
constituyen en sí mismos un grupo que aquí muestra también puntos en común, como el
de la idea de encontrar raíces y el anclaje profundo en los grupos “originales”. ¿Podemos
hablar en este caso de reetnización? ¿Qué tipo de etnicidad se construye en sujetos
desligados de un territorio común y entre cuyas formas de interacción destaca la virtual?
Estos actores podrían compararse sistemáticamente en las distintas redes y contextos
abordados.
40
Varios casos abordados en este libro señalan a los antropólogos como actores nodales en
estas redes de relación, así como a su papel en la re-presentación del indio dentro de este
nuevo contexto de revalo-rización-mercantilización de las tradiciones. Consideramos que
es necesario continuar aquí con la crítica poscolonial del papel asumido por el
antropólogo y la manera en que se convierte en aparente mediador culmral y certificador
de autenticidades étnicas capaz de reproducir relaciones de poder y estereotipos de la
otredad. Si bien este papel ya ha sido fuertemente criticado en otros momentos
históricos, la diferencia hoy es que el papel de las mediaciones se ha vuelto un
constituyente primordial de la vida culmral y la representación de lo indio/nativo que ya
no sólo se desenvuelve en el contexto de la construcción de un pasado nacional glorioso,
259
sino de la construcción de una originalidad como experiencia y consumo cultural, como
representación de esencias y como espectáculo al gusto del turista-consumidor. La
búsqueda del antropólogo puede difuminarse frente a la pesquisa del buscador espiritual
que se convierte él mismo en ofertador.
41
El seguimiento de estos nuevos actores cosmopolitas –new agers, promotores turísticos,
mercadólogos, neochamanes-, que a través de las prácticas religiosas encuentran anclajes
tradicionales y conforman flujos globales poniendo en relación lo local con lo global, lo
nuevo con lo antiguo, lo estable con lo fluctuante, creando así nuevos contextos, tiene aún
muchas cuestiones por resolver. Este libro no busca trazar mapas fijos, sino dar
seguimiento a algunas de sus rutas de viaje que nos permita conocer este proceso
contemporáneo de búsqueda de raíces, búsqueda que es a la vez histórica, identitaria, y de
reencantamiento del mundo en un contexto crecientemente caracterizado por la
movilidad.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
Appadurai, Arjun. La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Buenos Aires:
FCE, 2003.
Frigerio, Alejandro. “Estableciendo puentes: articulación de significados y acomodación social en
movimientos religiosos en el Cono Sur”. Alieridades, año 9, núm. 18, julio-diciembre de 1999, pp.
5-17.
NOTAS
1. Alejandro Frigerio. “Estableciendo puentes: articulación de significados y acomodación social
en movimientos religiosos en el Cono Sur”. Alieridades, año 9, núm. 18, julio-diciembre de 1999,
pp. 5-17.
2. Idem.
3. Arjun Appadurai. La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Buenos
Aires: FCE, 2003, pp. 46-48; se refiere a “paisajes” como las dimensiones de los flujos culturales
globales a las que es necesario atender para abordar las dislocaciones entre economía, cultura y
política. Estos paisajes son el étnico, el mediático, el tecnológico, el ideológico y el financiero. El
concepto de paisajes ideológicos lo define como concatenaciones de imágenes en donde las
políticas se dan de manera directa y tienen que ver con la ideología del Estado y las
contraideologías de los movimientos que se orientan a la conquista del poder político. Los
paisajes ideológicos están compuestos de ideas, términos e imágenes que incluyen las ideas de la
libertad, bienestar, de los derechos, de la soberanía, de la representación, lo mismo que el término
maestro de “democracia”.
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AUTORES
CRISTINA GUTIÉRREZ ZÚÑIGA
El Colegio de Jalisco
ALEJANDRA AGUILAR ROS
CIESAS-Occidente