¿De la Lucha Social a la Lucha Libre?
Juan Soto Ramírez1
Hoy en día que echar mano de los recursos literarios está de moda, es demasiado
sencillo confundir ‘analogía’ con ‘metáfora’. Y se dice esto porque sería un absurdo
pensar que Lucha Libre y Lucha Social podrían pasar, una como metáfora de la
otra. La distancia entre Lucha Social y Lucha Libre es abismal, pero, sólo por
analogía, podríamos encontrar algunos rasgos parecidos, apelando siempre a la
imaginación etnográfica y literaria del lector. Ambas son modalidades de la Lucha.
Y, apelando a la posibilidad que brinda la analogía de estirar los significados,
podríamos decir que en cualquier lucha se persigue un fin y que existen, por al
menos, dos fuerzas en oposición o que actúan en sentido contrario. Lucha, es una
palabra que se utiliza como metáfora para explicar diversas situaciones desde la
biología hasta la psicología como la lucha por la vida, por la sobrevivencia o la
lucha interior. Desde la economía hasta la sociología, la palabra se ha utilizado para
referirse a la lucha de clases o a la lucha de las clases dominantes y las clases
dominadas, por ejemplo. O a los tres tipos de lucha que muchos aprendieron como
si se tratase del Credo: la lucha económica, la lucha ideológica y la lucha política. La
idea de lucha referida a la contienda, la contraposición, la batalla, la oposición, etc.,
parece contar con una infinidad de aristas que plantea un campo importante para
pensarse desde los diferentes marcos discursivos donde se le utiliza como tropo. El
uso metafórico de la palabra, en uno (Lucha Social) y otro caso (Lucha Libre), no
justifica, de ningún modo, la similitud o la semejanza entre ambas. Es sólo gracias a
un esfuerzo analógico (entendido en un sentido literario), que podemos acceder a
la identificación de rasgos comunes.
La lucha, sea social sea libre, se lleva a cabo en un escenario. Es decir, necesita de
un campo de batalla. En el cuadrilátero, las reglas rigen, hasta cierto punto, el
desempeño de los contrincantes, porque elpancracio (de Pan, divinidad griega, y
kratos fuerza), al menos simbólicamente, sirve como frontera material de lo
permitido y lo no permitido, de la prescripción y la trasgresión. Pero esto no exime
que el cuadrilátero, a su vez, se convierta en el espacio privilegiado de las trampas
permitidas. De tal forma que esa maquinaria de dualidades (bien – mal; sagrado –
profano; rudo – técnico; etc.), puesta en escena por los luchadores tenga, como
soporte, un espacio de dualidades más amplio que le es propio al escenario, es
decir, al cuadrilátero. El pancracio es, a veces, el lugar sagrado donde las reglas de
la lucha imperan y, otras, el lugar profano donde reina la trasgresión. Cuando la
cara sagrada de la lucha libre se muestra entonces adquiere su carácter técnico, ese
1
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Correo electrónico:
[email protected]
1
Juan Soto Ramírez
UAM Iztapalapa
al que apelan por nostalgia los luchadores de ‘antes’. Cuando la cara profana de la
lucha libre se muestra entonces adquiere su carácter rudo y el cuadrilátero se
presta para la flagrante violación de reglas, es cuando las reglas de lo no permitido
se re-inventan a sí mismas, es cuando aparece la ‘rudeza innecesaria’. El uso
‘adecuado’ de la técnica lleva a los luchadores a encumbrarse. La utilización de la
rudeza los lleva, en ocasiones, al castigo y a la descalificación. Pero no siempre es
así. En cierto sentido la lucha libre tiene un carácter fabulesco pues de vez en vez
las moralejas aparecen una y otra vez: el bueno es el que gana y si pierde el
público está con él; el malo gana a la mala y no merece estar donde está y tarde o
temprano tendrá su castigo; y así sucesivamente. Su carácter paradójico nos deja
ver que no siempre el bueno gana y nos enseña otro elemento de fábula: el malo
puede triunfar porque el bueno se pasa de bueno cuando tenía que ser un poco
más rudo, etc. Y es este tipo de, llamémosles coherencias y paradojas las que nos
permiten explicar este carácter ‘mutante’, ‘metamórfico’ de la lucha libre: el bueno
que deviene malo y viceversa, planteando así su carácter volátil, etéreo, difuso
podríamos decir, que permite el enganche con el público. Gracias a que no hay
posibilidad de empate como en otros deportes de contacto (y la función de la
tercera caída es precisamente esa, evitar el empate), en la lucha libre se puede
saber que habrá un ganador y un perdedor, pero su ‘magia’ y su ‘encantamiento’
residen en ese punto crucial de no saber cómo es que ocurrirá. De otra forma su
posibilidad de gustar terminaría demasiado pronto. Al ser un fenómeno de frontera
(entre el deporte y el espectáculo), recurre a la renovación de sus fórmulas.
Mientras los discursos románticos sobre la lucha libre la encumbran en el uso del
‘llaveo’ y el ‘contrallaveo’ (técnica-deporte), las nuevas generaciones la sitúan más
en los lances y las sorpresas (circo-espectáculo). Y ¿cuál es el soporte de la
espectacularidad de la lucha libre? Es precisamente el tono circense que adquiere
en el momento de su desenvolvimiento. Las amenazas, los improperios, la
convocatoria al público, etc., son parte de su teatralidad. La lucha libre a veces
alcanza ciertas dimensiones del teatro del absurdo. Luchadores que llevan nombres
de fuerzas de la naturaleza, de héroes épicos, senadores o dictadores romanos,
personajes de novela, cine o cómic, de animales o de animales fantásticos (casi
cronopios), de personajes de leyendas, de figuras sagradas o profanas, nombres de
guerrilleros o guerrillas, etc. Mientras el nombre le sirve de soporte al atuendo o al
revés.
Todo esto nos habla de los ‘préstamos culturales’ que visualizan en la lucha libre.
Pero sucede al revés también. Que la vida cotidiana toma elementos de la lucha
para incorporarlos a su argot. Puede usted entender ¿qué quiere decir alguien que
le anuncia: “te va a caer la voladora”? O puede entender usted ¿qué quiere decir
una expresión como: “me cayó la voladora”? Si puede es porque ha logrado
2
Revista Bitácora del FARO de Oriente, núm. 06, 2008
descifrar los códigos luchísticos incorporados a argot de la sociedad. En este
sentido la lucha libre es ‘escenario’ de dos tipos de búsquedas en términos
generales: la de lo propio y la de lo ajeno, pero hay algo que la lleva a un nivel de
complejidad mayor, el reconocimiento de lo ajeno como propio y de lo propio
como ajeno. Por ejemplo, muchos suponen (y suponen mal), que la lucha libre es
característica de nuestro país, lo cierto es que existe y existió en muchas otras
latitudes (en Chile por ejemplo, el inculto dictador Pinochet acabó con este
deporte-espectáculo durante su sangrienta dictadura). En 1957, ya Roland Barthes
hablaba muy mal del ‘catch’, como se le conoce en Francia, en su libro de
Mitologías cuando aquí en México acababa de nacer, eso sí, ‘el único género
exclusivo del cine mexicano’, el cine de luchadores. Es decir, seguir pensando que
la lucha libre es un rasgo distintivo de nuestra cultura, es un error. Y en medio de
todo esto uno puede preguntarse: ¿puede ser la lucha libre ‘metáfora’ de la lucha
social? ¿pueden encontrarse, a través de las ‘analogías’ elementos comunes entre
una y otra? Difícil, pero con un poco de imaginación etnográfica y literaria es
posible. La Lucha Libre y la Lucha Social tienen lugares distintos, cada uno
meritorio. La Lucha Libre se acaba cuando se interroga sobre si lo que sucede ahí
es realidad o es ficción, la Lucha Social se termina cuando se convierte en retórica,
cosa muy de moda hoy en día también (otro elemento en común): hablar como
Carlos Marx y vivir como Carlos Slim, no es lo mismo (o dar clases y conferencias
sobre movimientos sociales con una coca-cola en la mano, incluso tirar piedras a la
embajada norteamericana y correr con unos veloces reebook). Sin embargo, se les
da a muchos académicos. Construya usted sus propias semejanzas y diferencias y
diviértase con el sentido paradójico de las nuevas formas de hacer lucha social hoy
en día…ah! y lucha libre también.
3