LA ORTOGRAFÍA:
UNA VISIÓN MULTIDISCIPLINAR
Florentino Paredes
Universidad de Alcalá
1. Introducción
Con la presente comunicación pretendo acercarme a un espinoso problema que
preocupa intensamente a la mayor parte de los educadores: la ortografía. Las reflexiones y propuestas que voy a presentar parten de mi experiencia docente como profesor
de Lengua Española y recogen parte de mi práctica diaria en clase a alumnos españoles
que tienen el español como lengua materna. Por ello, mi trabajo se aparta un tanto de
los que están presentes en este VIII Congreso de ÁSELE: posiblemente no sea del todo
equiparable cómo adquieren la destreza ortográfica los alumnos extranjeros y los alumnos nativos. Por otra parte, la situación de trabajo del profesor de E/LE suele ser también diferente de la que tienen los profesores en las escuelas e institutos españoles. Por
tanto, en la lectura de este trabajo deben tenerse presentes estas consideraciones.
Los libros y trabajos que se dedican a ortografía suelen centrarse en ejercicios
concretos, más o menos pautados, más o menos dirigidos, más o menos estructurados,
mediante los cuales se pretende que los alumnos adquieran el dominio de los diferentes
grafemas. Lo que aquí voy a proponer se va a centrar en los aspectos desde los que se
puede trabajar atendiendo a las facultades psicológicas implicadas en la adquisición de
las destrezas ortográficas. No se trata de que no se deba atender a los ejercicios del tipo
«rellena el espacio en blanco» o «completa las siguientes frases con la forma adecuada». Al contrario, considero imprescindible realizar ejercicios de ese tipo. No obstante, creo que algunas dificultades ortográficas tienen su raíz en problemas de diferentes
facultades psicológicas, y que sólo ejercitando éstas el alumno será capaz de superar
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sus deñciencias. Por otra parte, algunos de los ejercicios que propongo difieren totalmente de lo que los alumnos están acostumbrados a tratar como ejercicios ortografíeos.
En definitiva, el objetivo último de mi trabajo consiste en intentar que la ortografía (y
en general la escritura) sea asunto que afecte a todos los profesores, no sólo al profesor
de Lengua Española.
2. Las propuestas de reforma ortográfica
Frente a lo que sucede con otros aspectos de la lengua, la ortografía es un asunto
que está de permamente de actualidad y sobre el que cualquier hablante tiene una opinión cuando no una propuesta propia de cambio. Periódicamente se suscitan en la
sociedad debates que sacan a colación la conveniencia o no de reformas ortográficas,
con propuestas que van desde muy tímidos retoques a las normas vigentes hasta radicales cambios1. No se trata de un fenómeno actual, sino que parecen consustanciales a la
historia del lenguaje: en español surgieron ya desde las primeras etapas de fijación del
español y han sido una constante hasta nuestros días. Bástenos recordar la tinta que
hicieron correr las palabras de García Márquez en el reciente congreso de México, sin
llegar a ser ni siquiera una propuesta ni planteada como tal ni excesivamente radical.
Lo que sucede en español es muy similar a lo que sucede en otras lenguas: véase, a
título de ejemplo, lo que ha ocurrido recientemente en el portugués, el francés o el
alemán2. Un buen resumen de los argumentos en pro y en contra de las propuestas de
reforma ortográfica, aplicadas al español de Chile, pero válidas con carácter general en
su mayor parte, puede verse en Contreras, 1995:73-85.
Cabría preguntarse en primer lugar por qué aparecen de forma tan recurrente los
debates en este terreno. Las mayor parte de las propuestas de reforma van encaminadas, como no podía ser de otra manera, a una mayor simplificación del sistema escrito,
a conseguir una correspondencia biunívoca entre el fonema y la letra: a cada letra un
fonema3. En otras palabras, se trata de crear una ortografía presidida por la racionalidad
y la lógica, donde las excepciones no tengan cabida o sean insignificantes. En función
de que la propuesta afecte a mayor o menor número de letras, estaremos ante una
reforma más o menos atrevida, más o menos revolucionaría. No deja de extrañar, no
obstante, la atención que reciben los desajustes en el campo ortográfico y el nulo interés social que producen los desajustes en otros niveles lingüísticos. Pocas veces se
tachan de «irracionales» o de «ilógicas» las excepciones que se producen en la formación del plural, en la multiplicidad de morfemas con que se realiza la variación de
género, el desajuste que representa la conjugación de los llamados verbos irregulares,
las alternancias de construcción preposicional de verbos, sustantivos y adjetivos o los
1
Para la historia de las propuestas ortográficas de autores españoles e hispanoamericanos, véase Esteve,
1982; Contreras, 1994 analiza especialmente las propuestas americanas de Bello, Lenz y otros.
2
Para las reformas en ingles y en francés véase Mosterín (1981:66-75).
3
Rosenblat (1986: 39-79) analiza la influencia que la letra ha tenido en la pronunciación.
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problemas que suscita la polisemia o la homonimia, por poner ejemplos de niveles
lingüísticos diferentes del fonológico4. Y por supuesto, nadie pretende hacer reformas
en estos niveles del sistema lingüístico: a ningún reformador ni a ningún gramático se
le ocurre proponer, por ejemplo, cambios en la conjugación para que se diga *dició,
*condució, *trayó, y no dijo, condujo, trajo o que el término banco sirva para designar
un solo referente y se busquen nuevas denominaciones para el resto de significados que
la palabra tiene. Al contrario, resulta evidente que las alternancias y «desajustes» de
este tipo han de ser considerados como inherentes al sistema, y que no se trata de
intentar modificarlos sino que se supone que los hablantes de español deben
internalizarlos, asimilarlos tal cual son, porque forman parte de la propia esencia del
lenguaje. Y no hablemos ya de proponer un cambio en la fonología: frente a la naturalidad con que el uso impone los cambios (piénsese por ejemplo en lo que ocurre con el
yeísmo), las reacciones son furibundas cuando se pretende imponer un cambio que, por
el motivo que sea, esté próximo a este nivel. Todos tenemos presente el inmenso revuelo que se armó con ocasión del intento de suprimir la ñ en los ordenadores o el desconcierto que ha causado entre muchos la propuesta de la Academia de reordenar con un
criterio alfabético la ch y la // situándolas en el lugar que les corresponde: hay quien,
suponiendo que el reajuste en el ordenamiento alfabético afectaba a la pronunciación,
se ha angustiado pensando en qué sustitutos habría que buscar para palabras como
chorizo o salchichón.
A la vista de todo esto, hay que preguntarse por qué este interés social por la ortografía, por qué todo el mundo se siente con autoridad para proponer reformas en este
ámbito.. Y en especial, por qué sólo a la ortografía se le exige que sea «racional» y
«lógica». Una causa de esto tiene que ver con el lugar que ocupa la ortografía dentro
del sistema lingüístico. La mayor parte de los autores considera de forma más o menos
explícita que la ortografía está básicamente relacionada con la fonología (RAE, 1973;
RAE, 1974; Contreras, 1994, Mosterín, 1981); para otros, la ortografía debe situarse
en el mismo plano que la fonética, y ambas deben ser consideradas como la «epidermis
de la comunicación verbal» (Cassany, et al. 1995:397)'. No falta quien le otorga un
estatus especial, como un conectar de los diferentes niveles lingüísticos, un «subsistema
sobrepuesto a la estructura funcional de la lengua» (Mendoza Filióla, 1989:438). Sea
cual sea el estrato en el que se ubique, parece evidente que la ortografía es un componente externo del sistema lingüístico que tiene la particularidad de que sólo afecta a un
tipo de lenguaje: el escrito.
Se ha indicado que la ortografía carece de la estructuración que presentan otros
* Otros aspectos pueden verse en Mendoza (1989: 424).
5
Sin entrar en un debate de fondo sobre esta cuestión, habría que señalar una importantísima diferencia entre estos dos componentes, que dificulta, a mi entender, la igualación que se pretende hacer entre
ortografía y fonética: la diferente actitud lingüística ante una y otra. Como señalan los propios autores, la
consideración social de una y otra son radicalmente diferentes. Desde el punto de vista ortográfico sólo hay
una norma, que es la que da unidad al espafiol escrito; desde el punto de vista fonético varias son las normas
que tienen prestigio y, por tanto, resultan modélicas para distintos hablantes. Y es que, por su propia
esencia, la fonética es diversificadora mientras que la ortografía es unificadora.
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niveles. Sin olvidar que hay muchas diferencias en el grado de estructuración de unos
niveles lingüísticos con respecto de otros, en cualquier caso la cohesión en ellos parece
siempre mayor que la que se observa en la ortografía: En ocasiones la ortografía de
determinadas palabras parece obedecer a mero capricho o a pura arbitrariedad, como
ya señalara Seco (1972:43). Esta falta de estructuración puede explicarse por las incoherencias que se crean al aplicar los propios principios que rigen la ortografía. Tradicionalmente, la ortografía de una palabra depende de uno de estos tres factores: la
pronunciación, la etimología o el uso. Pero en muchas ocasiones se presenta un conflicto entre ellos, y éstos son los que generan gran parte de las excepciones. Sin duda
esta falta de criterio racional es uno de los que más dificultan el aprendizaje de la
ortografía. Un aprendiz de una lengua no puede por menos de sorprenderse de que un
nacido en Ávila, con v, sea un abulense, con b, o de que los nacidos en Huelva pierdan
la A en su nombre gentilicio o por qué extraña causa un verbo como tejer se escribe con
j cuando se ha convenido que todos los de su terminación lo hagan con g.
Pero, a pesar de todas nuestras dudas o nuestras discrepancias, no podemos apartarnos ni del conocimiento ni del correcto uso de la ortografía. No debemos olvidar que
nuestra ortografía es nuestra presentación social al escribir: se nos cataloga por nuestra
manera de escribir, una falta de ortografía en nuestros escritos nos marca socialmente,
quizá con mayor notoriedad que una pronunciación vulgar, pues sabido es que verba
volant, scripta manent. Y me atrevería a decir que quien comprende la importancia
social de la ortografía, lleva andado gran parte en el camino del aprendizaje.
Entonces, ¿son de algún interés las propuestas de reforma ortográfica en la clase de
Lengua? Para mí, uno de los mayores valores de estas propuestas reside en el extraordinario valor que tienen para fomentar en clase debates de contenido lingüístico. En las
comunidades monolingües no se suelen prodigar en exceso las divergencias acerca de
la lengua: los usuarios la usan y ya está, no crea conflictos. En consecuencia, trasladar
cuestiones lingüísticas al aula choca con la apatía de los alumnos ante lo que para ellos
no representa problema. Si pretendemos acercar la escuela a la realidad del entorno, las
propuestas de reforma ortográfica crean una situación óptima. Pero además, al hilo de
ellas, se puede crear un clima idóneo para reflexionar sobre otras cuestiones lingüísticas:
problemas de fonología, de historia de las palabras, de cultura, contacto entre lenguas,
etc. En definitiva, para el profesor de Lengua las propuestas de reforma le pueden
servir como un magnífico caldo de cultivo de debate y de reflexión acerca de los numerosos problemas que la lengua presenta.
3. La adquisición de la ortografía
3.1. Factores psicológicos que inciden en el aprendizaje ortográfico
No se ha estudiado suficientemente cuáles son los mecanismos psicológicos que
intervienen en la asimilación de los contenidos ortográficos. Todavía hoy no sabemos
con certeza las causas de que ciertos alumnos aprehendan con facilidad esta faceta de
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la escritura y a otros, sin embargo, les suponga una dificultad insalvable. Para la mayor
parte de los autores la corrección ortográfica está directamente unida a una actitud
positiva hacia la lectura: el hábito lector es determinante. No obstante, la experiencia
docente nos enseña que hay muchos alumnos, excelentes lectores, que tropiezan
sistemáticamente con problemas ortografíeos. No quiero con esto señalar que la lectura no sea una de las facetas que más se deben cuidar cuando se quiere que los alumnos
progresen en este aspecto. Pero parece que no es suficiente.
Para dominar la ortografía no basta con atender un solo aspecto. Es necesario que
interactúen al menos cuatro facultades: atención, memoria, relación y ritmo.
a) La atención. Es una facultad básica para la adquisición de cualquier conocimiento. En relación con la ortografía, es evidente que para avanzar en su dominio es imprescindible la participación de esta facultad. Si queremos que los alumnos progresen,
debemos reforzar al máximo su atención, no sólo a la hora de producir escritos sino
también cuando leen textos ajenos. Es importante que en la lectura tengan una permanente actitud de atención que les permita contrastar en las palabras su modelo ideográfico
con las que está leyendo.
b) La memoria. Tradicionalmente se ha entendido el aprendizaje de la ortografía
como el aprendizaje memorístico de una serie de normas. Hoy este método está rechazado como único sistema. Aprender normas ortográficas es importante siempre que las
normas sean tan generales y cubran tantos casos que las excepciones sean realmente
excepciones. Por ejemplo, gran parte de las normas ortográficas que rigen el empleo de
los signos de puntuación son poco o nada válidas, porque o son tan poco claras que
ayudan poco al aprendiz o son más numerosas las excepciones que los casos normativos.
Mucho más productivo resulta trabajar la memoria visual. Muchas veces sabemos
cómo se escribe una palabra por la forma con la que recordamos haberla visto escrita.
De ahí la importancia que todos otorgan a la lectura: un buen hábito lector favorece el
asentamiento de la forma de las palabras.
c) La capacidad de relación y asociación de elementos. Muchas veces sabemos
cómo se escribe una palabra porque la asociamos con la palabra de la que deriva, o
porque asociamos su desinencia con la de otras palabras que terminan igual. Fomentar
la capacidad de relacionar elementos puede ser una herramienta muy útil en la adquisición del dominio ortográfico. En este sentido, resulta muy interesante retomar un aspecto que a veces se trabaja poco en las clases de lengua: el estudio de la etimología.
d) El sentido del ritmo. Es un aspecto muy descuidado en la educación y sin embargo fundamental para la adquisición del acento y la entonación. Contrasta la regularidad
y la racionalidad que tienen las normas del acento en español con el escaso aprecio que
se le otorga a las tildes. Aparte de otros factores, el hecho de que nuestros estudiantes
no coloquen acentos tiene que ver con que no tienen conciencia del ritmo de las palabras, con que han reflexionado poco sobre que entre pares como monte/monté, pelo/
peló hay una diferencia musical. Por supuesto, el sentido del ritmo es esencial para leer
adecuadamente, utilizando las pausas precisas y dando la entonación adecuada. Una
propuesta en este sentido es la de retomar dos actividades de extraordinario valor
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didáctico que por distintos motivos han quedado relegadas en la escuela actual: la
recitación y la declamación.
3.2. Aspectos que dificultan el aprendizaje ortográfico
Resumo ahora algunas de las dificultades que presenta la adquisición de la destreza
ortográfica. Puede verse, además, Contreras, 1995:167-72.
3.2.1. Sociales
- Falta de estima de la sociedad: Es muy frecuente oír argumentos del tipo «tanto da
que se escriba de una manera como de otra, lo importante es que se entienda». De ahí
deriva que, por ejemplo, los medios de comunicación presten cada vez menos atención
a sus escritos (en algunos periódicos ha desaparecido la figura del corrector). Esto
afecta más a unos aspectos de la ortografía que a otros. Así, mientras aún hoy escribir
una palabra con b cuando debiera ser con v o sin h cuando debiera llevarla es causa de
rechazo, es escasísimo el aprecio y el interés que se tiene en otros aspectos ortográficos
como la acentuación y, aún menos si cabe, la puntuación.
- Sobrevaloración de las materias instrumentales y tecnológicas en detrimento de
las humanísticas.
3.2.2. Escolares
- Exceso de preocupación por la corrección ortográfica. A pesar del tema de mi
comunicación, considero que en muchas ocasiones la importancia de la ortografía ha
sido sobrevalorada, hasta erigirse en ocasiones en el único elemento de juicio sobre el
conocimiento lingüístico de un alumno. Esta actitud ha hecho que muchos alumnos se
sientan desbordados ante la ingente tarea que se les echa encima y que, creyéndose
incapaces de superarla, opten por abandonar.
- Didáctica tradicional de la ortografía. Por lo general, la enseñanza de la ortografía se ha basado en el aprendizaje de reglas que los alumnos debían aprenderse. Y
todos hemos constatado que, a pesar de que los alumnos se saben las reglas ortográficas, no las ponen en práctica cuando realizan sus composiciones o sus exámenes. La
regla sin práctica es una actividad inoperante.
- Monotonía y tediosidad en los ejercicios ortográficos y en las propuestas de corrección. A pesar de que afortunadamente esto parece que va cambiando paulatinamente, todavía los ejercicios ortográficos adolecen de los defectos de monotonía, falta
dé originalidad y tediosidad. Es importante encontrar fórmulas que hagan estimulante
a cada alumno la propia labor de corrección.
- Deficiente formación de maestros y profesores. No podemos obviar que muchas
veces los errores ortográficos de nuestros alumnos provienen de malas enseñanzas de
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los profesores. Por lo general no hay una formación ortográfica adecuada entre los
profesionales de la educación. No se trata sólo de que no se corrijan determinados
fallos, sino de que a veces se corrige mal. Si a esto se une que en ocasiones se dan
instrucciones contradictorias entre distintos profesores, podemos entender que el alumno
se vea sumido en la perplejidad cuando menos.
3.2.3. Individuales
- Características psicológicas del alumno. Evidentemente, cada uno de nosotros
somos más capaces para unas habilidades que para otras. La ortografía no es sino una
destreza, y algunos alumnos están menos dotados para adquirirla que otros. Por otro
lado, las características psicológicas tienen que ver con el estadio evolutivo de la persona. La rebeldía que caracteriza a los adolescentes se lleva mal con cualquier tipo de
normas, entre ellas con las ortográficas.
- Rechazo de la arbitrariedad que suponen determinados aspectos de la ortografía.
- Falta de motivación, bajo estímulo e indiferencia ante la educación en general y
de la ortografía en particular.
- Desinterés por la lectura, a veces motivado por la deficiente adquisición de esta
destreza. De ahí la importancia que tiene atender a este aspecto en los primeros años de
la educación.
- Ley del mínimo esfuerzo. Es más cómodo escribir sin consultar dudas que hacerlo consultando.
4. La ortografía en el aula: un tratamiento multidisciplinar
Con la entrada en vigor de la LOGSE ha llegado a la educación un concepto nuevo
interesante, el de la transversalidad. En esencia este concepto viene a decir que hay
contenidos que no son específicos de una sola área o materia, sino que deben ser abordados desde diferentes materias. La LOGSE señala que éste debe ser el tratamiento
que reciban temas como el de la igualdad de oportunidades de sexos, la educación para
la paz, la educación vial, la educación para el consumo, etc.
El concepto de transversalidad es demasiado interesante como para limitarse sólo a
los bloques señalados en la citada ley de educación. Desde mi punto de vista, seria muy
interesante ampliarlo a otros aspectos, pues supone un modo de impedir la excesiva
atomización que presentan los programas educativos a veces. La transversalidad es un
punto de encuentro entre asignaturas. Por esto mismo, creo que se debería considerar
un tema transversal la ortografía —o, mejor aún, la escritura en general—. Saber escribir bien debe ser asunto de todos los profesores, no función exclusiva del de Lengua.
Resulta molesto, y a veces irritante, para los que somos profesores de Lengua Española, recibir las quejas de otros colegas porque un determinado alumno escribe con faltas
de ortografía, no tanto por la queja en sí, sino por lo que significa de despreocupación
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por su parte sobre este aspecto esencial en la formación del alumno. Me parece imprescindible que recordemos y tengamos siempre presente la aseveración de Lázaro Carreter,
«todo profesor que enseña en español es profesor de español» (1997: 121).
4.1. La ortografía fuera de la clase de Lengua
De lo que acabo de señalar se sigue que la corrección en la escritura debería ser
considerada como un asunto de interés general para todo el equipo de profesores de un
centro educativo. No obstante, hay que diferenciar dos aspectos en la didáctica de la
ortografía: la vigilancia y la recuperación. Todos los profesores debemos procurar que
nuestros alumnos escriban con corrección ortográfica, y debemos estar atentos para conseguir que nuestros alumnos escriban cada vez con menos errores. Pero posiblemente no
se pueda pedir que todos nos dediquemos a la recuperación de este aspecto de la escritura. Sabemos que los programas están a veces tan hinchados y resultan tan premiosos que
sería utópico pretender que los profesores de materias distintas de la Lengua se dedicasen
a la recuperación. En mi opinión, la mayor labor del resto de profesores debe centrarse
sobre todo en crear el clima apropiado para que el alumno tome conciencia de la importancia de esta faceta. Así, por ejemplo, como primer paso, sería de gran utilidad que todos
conocieran las directrices ortográficas adoptadas por el profesor o el equipo de profesores de Lengua y que las siguieran en la medida de lo posible.
Pero quizá donde más puedan colaborar e implicarse los profesores del resto de
asignaturas es en el desarrollo de ejercicios que favorezcan las facultades psicológicas
que he señalado antes. A modo de ejemplo, señalo algunos ejercicios que pueden ayudar a desarrollar estas facultades:
a) Para desarrollar la atención y la memoria visual:
- En Arte o Plástica: describir imágenes previamente vistas sin tenerlas delante;
crear pictogramas con palabras con alguna dificultad ortográfica; buscar diferencias entre dos dibujos, dos series, etc.
- En Tutoría: Juegos de atención y memoria visual: presentar una serie de objetos sobre la mesa. Tras su contemplación por parte del alumno, se retira uno y
el alumno debe adivinar cuál falta; etc.
- En Lengua Extranjera: presentar listas de palabras desconocidas para el alumno para que las vea durante un tiempo. Después se le dictan y se comprueban
los errores, etc.
- En Matemáticas: recolocar en un orden previamente indicado una serie de
objetos, etc.
b) Para desarrollar la capacidad de relación:
- En Plástica: Continuar una serie de dibujos (pasatiempos: escalera lógica), etc.
- En Matemáticas: Completar series numéricas, resolver problemas de ingenio,
etc.
- En Historia: Relacionar sucesos ocurridos en diferentes épocas; encontrar nexos
comunes entre historias sucedidas en diferentes épocas o distintos lugares, etc.
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c) Para desarrollar el sentido del ritmo:
- En Música: Juegos colectivos de ritmo del estilo del «Calicatúa, nombres de...»;
percibir el ritmo de composiciones musicales; dar un ritmo determinado y que
los alumnos busquen palabras, sintagmas o frases que se adecúen al mismo;
cambiar la letra de una canción; poner letra a melodías; inventar estrofas; leer
una misma frase con diferentes entonaciones; acentuar enfáticamente una sección de una palabra, etc.
- En Educación Física: moverse siguiendo diferentes ritmos; etc.
4.2. La ortografía en la clase de Lengua
Para una eñcaz recuperación de los errores ortografíeos en la clase de Lengua es
necesario tener en cuenta la siguiente secuenciación:
a. Diagnóstico
b. Tratamiento
individualizado
sistemático
segmentado
c. Evaluación
autoevaluación
heteroevaluación
a) Diagnóstico:
a) El diagnóstico es una etapa primordial. Muchas veces se comienza a hacer ejercicios
de recuperación ortográfica sin saber previamente en qué fallan los alumnos. Como señalan
Cassany et al., (1995:415) no podemos aplicar a toda la clase la misma terapia si el problema sólo lo tiene un grupo reducido. Una labor coherente de recuperación ortográfica requiere saber previamente en qué fallan nuestros alumnos. Sólo aquellas cacografías que se
repiten sistemáticamente por parte de un grupo numeroso de alumnos deberían ser tratadas
de forma conjunta; el resto deben ser tratadas de forma individualizada.
Un buen diagnóstico debe darnos información de dos tipos: individual y general.
Debe permitirnos saber con bastante exactitud cuáles son los problemas ortográficos
más generalizados, para abordarlos de forma conjunta y cuáles son específicos de un
alumno. Se han propuesto diferentes pruebas de diagnóstico (Mendoza Filióla, 1989:4358), pero sin duda la prueba más fiable para conocer la situación ortográfica real del
alumno es la redacción, que permite comprobar de forma plenamente contextualizada
el grado de adquisición de esta destreza.
b) Tratamiento:
- Individualizado: La ortografía por lo común se ha trabajado de un modo general:
aspirina para todos. Ciertamente, en muchas ocasiones los errores se repiten en la ma-
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yor parte de los alumnos. Este tipo de errores pueden tratarse de forma conjunta en
clase. Pero es mucho más interesante el tratamiento individualizado, que no consiste en
otra cosa que en tratar de dar a cada alumno la medicina que mejor le pueda venir.
- Sistemático: No nos engañemos: la recuperación ortográfica es un proceso lento,
a veces desesperadamente lento. Sólo un buen diseño de la estrategia recuperadora nos
permitirá ver algún fruto.
- Segmentado: Otro problema que tradicionalmente plantea la corrección ortográfica es que por lo general se pretende corregir absolutamente todo y a la vez. Es preferible abordar las dificultades ortográficas por partes e ir avanzando cuando se vaya
teniendo la seguridad de que lo anterior está más o menos dominado. En este sentido es
muy importante hacer intervenir a los propios alumnos: no está de más negociar con
ellos periódicamente qué se va a corregir y qué no se va a corregir en cada momento y,
de este modo, hacer que se sientan partícipes de su propio proceso de recuperación.
c) Evaluación:
- Autoevaluación: Debe ser un objetivo primordial implicar al alumno en el proceso de corrección. Como acabo de señalar en el punto anterior, un modo de implicarles
consiste en negociar con la clase qué se corrige y qué no en cada etapa.
Por otro lado, debemos intentar que el alumno vea de forma tangible su propia
evolución. Una fórmula eficaz en este sentido consiste en hacer que el alumno elabore
periódicamente una tabla en la que se recojan los resultados ortográficos: en cada corrección se anotan los errores que el alumno ha cometido, distinguiendo entre los errores de letra, los de tilde, los de puntuación y las faltas de sintaxis y de concordancia.
Una vez al mes, por ejemplo, se pide al alumno que haga un resumen numérico de sus
resultados. De esta forma puede apreciar claramente si se ha producido algún avance o
si hay estancamiento. Además, la subdivisión en clases de error llevada a cabo en la
corrección permite una aproximación más detallada a las dificultades reales y permite
contemplar mejor el progreso en cada aspecto.
No me detendré en propuestas concretas de actuación y recuperación ortográfica.
Remito al lector interesado a los múltiples trabajos que se encargan de esta tarea, entre
otros pueden verse Polo, 1974; Mesanza, 1977; Marsá, 1977; Cardona, 1980; Mesanza
Filióla, 1989; sobre el empleo del dictado, véase especialmente Cassany, et al. 1994:
422-29.
5. Conclusión
Las reflexiones y propuestas anteriores, sin pretender ser definitivas, han intentado
acercarse al problema de la ortografía en el aula desde una perspectiva multidisciplinar.
Soy consciente de que la solución a los problemas ortográficos es muy difícil, pues son
múltiples las causas que dificultan o impiden su adecuado tratamiento. Pero lo que es
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indudable es que un primer paso requiere la toma de conciencia por parte de todo el
profesorado: sólo cuando nos sintamos todos los profesores implicados en este problema empezaremos tal vez a lograr que muchos de nuestros alumnos comiencen a equivocarse menos.
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