Así estaba la playa de Nares, el Puerto de Mazarrón, esta mañana. Cielo algo emboriado, viento de levante, olas con fuerte resaca... Pocas personas, como a mí me gusta para relajarme. Yo bien acompañada, con Javier, mi marido, y con Juan, uno de mis hijos, que ha hecho esta foto con su móvil.
**********La playa en soledad es un espacio en que una persona se encuentra con su propio yo.
Descalzos los pies, pisan la arena y contactan con lo telúrico, porque hubo un tiempo en que ni siquiera existía el calzado, y pisal la tierra, la hierba o la arena con los pies desnudos renueva y descarga tensiones.
El cuerpo apenas cubierto propicia que el espíritu se desprenda de todo lo superfluo. Descubrimos así que nada hace falta para ser felices, salvo la paz interior, que no viene propiciada por el vestido, el adorno, los accesorios, precisamente por ser accesorios, y no imprescindibles.
El sonido del mar y el soplo del viento conectan el alma con lo transcendente.
El silencio es sonoro, habla a lo profundo de cada uno.
La Naturaleza es fuente de serenidad para todos, y de misticismo, contemplación e inspiración para algunos. Para mí, desde luego.
Descalzos los pies, pisan la arena y contactan con lo telúrico, porque hubo un tiempo en que ni siquiera existía el calzado, y pisal la tierra, la hierba o la arena con los pies desnudos renueva y descarga tensiones.
El cuerpo apenas cubierto propicia que el espíritu se desprenda de todo lo superfluo. Descubrimos así que nada hace falta para ser felices, salvo la paz interior, que no viene propiciada por el vestido, el adorno, los accesorios, precisamente por ser accesorios, y no imprescindibles.
El sonido del mar y el soplo del viento conectan el alma con lo transcendente.
El silencio es sonoro, habla a lo profundo de cada uno.
La Naturaleza es fuente de serenidad para todos, y de misticismo, contemplación e inspiración para algunos. Para mí, desde luego.