Cuando el silencio se hace amigo
es porque nos está abrazando el alma.
Trae consigo
la oquedad de la ausencia,
o la llave oxidada de algún secreto.
Cuanto camino por delante,
y yo aquí,
atascado en esta piedra.
He andado y desandado
y vuelvo siempre
al mismo lugar.
El ocaso duerme su mansedumbre
bajo el cobijo del horizonte,
y el recuerdo,
sigue siendo la única moneda
habitante de mis bolsillos.
Encuentro el sol ardiendo en mi espalda,
buscando una gota de ti que lo apague.
Parece un milenio,
en que fue noche.
Pareciera que la eternidad
se apoderó del día.
Necesito de la noche
para evaporar los deseos.
Necesito de las sombras
para callar el silencio.
Es que solo en la luna
bailo contigo
el dueto que esconde
en su lado oscuro.
¡ Horizonte ardido. . . !
Abre esa tangente,
y que la opacidad se derroche.
¡ Libera al fin la noche. . . !
Para soñar en su umbría.