EN MADRUGADA...
EN
MADRUGADA…
En
madrugada fúlgida y sutil
rocé
la piel del viento,
de
tu boca el acento,
al
donarte mi abrazo más febril.
Mis
puertas dieron paso a las mañanas
promiscuas
de azahares,
sin
llantos ni pesares,
con
la eterna canción de las campanas.
Y
me uncí temblorosa a tu cintura
de
sueños nacarados.
En
tu dosel, anclados,
quedáronse
la luz y la ternura.
¿Adónde
iré perdida en los silencios
cuando
me dejes sola?
Una
contrita ola
se
mecerá en la noche y sus recencios.
María Bote
(Silva Clásica)