viernes, 23 de diciembre de 2011

y un día llegaste





y un día llegaste,
y entendí lo que es llorar cuando te vas.

sábado, 17 de diciembre de 2011

de nuevo

En un marco con ganas importantes
pinto el cielo raso con tu risa.
Llega danzando el deseo desde el paladar
y te digo todas las palabras rojas
y miro todos tus secretos escondidos.
Oigo tu cuerpo desde el ombligo
Y huelo esa invitación de piel.
Busco ser encontrado sin medidas.
Entonces mi mano te asesina a caricias
Y mis dedos son puñales precisos
Que matan lo viejo para vivir amor de nuevo.

domingo, 11 de diciembre de 2011

beso de las buenas noches.

hay días en que zambullirse en el teclado
no asegura salpicarse de palabras.
hay días en que la lluvia no molesta
e invita a la más pura sensualidad.
hay días que muero de sed a metros del mar
mientras la arena me lija el paladar.
hay días en que todo comienza de nuevo
y comenzar es el fin de algún otro juego.
hay días en que no camino ni hablo
y me duelen algunos días que me han pasado.
hay días en que calmo la furia viéndola
reírse de mí en un espejo.
hay días que pasan sin platillos ni orquestas
esos son los días en los que espero,
espero que me duerman tus besos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Diciembre

Diciembre es un mes de encuentros. Así también de despedidas. Es el tiempo de excusas para dejar atrás o encarar tiempos nuevos. El espejo. Cierre calendario de un ciclo. Casi no se trabaja, se consume. Época de balances. Como soy básicamente atemporal, mis balances son en otros períodos pero igual acompaño. Se elige eligiendo. Se continúa continuando. Mes sensible al sentido. Se inicia la despedida se despide lo vivido. Se inicia el encuentro se encuentra lo sentido. Quien no se haya vestido para la ocasión en el año, lo hace en diciembre. Se toman fotos. Se filma. Se crea para recordar. Se brinda por los que están por los que no y quisiéramos y por los que realmente quedaron en el camino. Nombres. Todos los nombres. Compartimos esa alegría o esa tristeza con los que se acercan. Soltamos amarras. Dejamos partir. Partimos hacia las ganas de estar mejor como único puerto deseado. Contamos historias y escuchamos otras. Se toma. Se come. Se da y se recibe. Se disfruta o se padece. Se vive. La despedida es el encuentro de otro viaje. Son sólo puntos de vista. Hay quienes despiden el año y quienes se encuentran con los afectos.
Mi corazón se tuerce en diciembre para acomodarse en el huequito que da amor.

martes, 29 de noviembre de 2011

perverso

Amaba ese juego perverso. Ese sentir sin pavura. Desprejuiciado. Locura de amante que ama. Su hombre lo sabía. Fingía no saber. El cuidaba a su amante. También lo amaba. Armaban un trío secreto. Tenían un lubri-centro en la costa. Todos se conocían. Nadie sospechaba. Los inviernos largos y ásperos de la costa dejaban huellas en las caras. La vida pausada y cansina hacía ruido adentro. En ese escenario actuaban roles sin límites. Juegos íntimos. Involucrados. El amante estaba siempre dispuesto a estar. Una constante de instinto. Su hombre lo veía. Consentía. Ella exploraba las formas de no dejarlo. Tenían hijos. Auto. Casa. Insatisfacción en la cama. Costumbres domesticadas y rutinas perversas. Jugaban a ser distintos. A desafiar lo natural. El perro de la casa, un ovejero alemán, era su amante. Lo hacía con ella. Sólo respondía a sus deseos. Equivocándose de agujero le dió por atrás su calentura canina. Se les inflamó el pánico a ambos. Quedaron abotonados. El amante comenzó a desesperarse. Ella gritaba su dolor nervioso y él la mordía. No la soltaba. Nadie podía arrimárseles. El juego se había enviciado de fatalidad. Su hombre o la sombra de aquél. Nunca había visto tanto sufrimiento. Tanto dolor. Llamó a los bomberos, a la ambulancia y al veterinario. Llegó también la policía. Se arrimaron vecinos pasmados. Los cronistas no supieron cómo contarlo. En el hospital, mataron al amante. Su muerte fue tan indigna cómo su vida. Sus victimarios llevarán la marca. La marca de la insensatez.



* Basado en una historia real. Pasó en el 2009 en San Bernardo, Buenos Aires.

viernes, 25 de noviembre de 2011

el jardinero infiel.

“Hay que regocijarse que las espinas estén recubiertas de rosas”.
Muggeridge.


Las sombras caían en el barrio chino. En aquél infinito mundo del dragón venerado en donde se hablaba el lenguaje del saber. Chen tenía el espíritu del caminante. Ese fuego interno que hace trabajar lejos, reposar cerca, vivir poco y andar mucho. Su familia había quedado en Shangai. Casi condenada al progreso. Chen trabajaba en una casa de té. Hacía de todo con una inentendible sonrisa instalada y un andar veloz. El lugar brillaba por sus jardines. Una copia fiel del edén. Todos los días, al terminar su jornada, regaba las plantas con amor y agua. Les hablaba. Ellas le contaban sobre su percepción de las cosas y de las personas.

---Hoy hizo mucho calor. Deben estar más sedientas que lo normal--- le dijo a los rosales y las magnolias.

Las flores no estaban de humor. Ni las alegrías se mostraban bien. Todas callaban.

---Algo les está pasando. Parecen las flores de un funeral.¿ quieren contarme?--- dijo mientras arrimaba su cara a una rosa blanca marfil.

La rosa reaccionó y le arañó la cara con sus espinas.
Sorprendido Chen se echó para atrás. Jamás había sucedido algo parecido. Siempre se había acercado a compartir secretos y dulzura con las fragancias en el aire.
La noche cayó en luz de estrellas. Las flores se agruparon. Habló la magnolia que era la más decidida.

---Nos hemos enterado que Lin, la repostera, te ha echado el ojo. No tardarás en caer en sus redes de seducción. Los hombres perecen cuando son atendidos. Ella es una experta cocinera y te llenará como pavo la panza y el alma y nos abandonarás.---

---A decir verdad, ella me gusta. Sería una buena compañera. El enojado tendría que ser yo. ¿porqué no lo compartieron conmigo sabiendo que estoy sólo?. ¡Con todo lo que las he cuidado!.¡ Es injusto!.--- respondió Chen nerviosamente quitándose ademanes y gestos.

--- Ya vendrás a mostrarnos tu felicidad, algunas terminaremos muertas en las manos de tu amada. Ya lo verás. Verás también que no nos quedaremos con los tallos cruzados.---vaticinó la amapola cerrándose en la noche.

Chen sintió una iluminación. Las estrellas le brillaban en los ojos la esperanza. Nada le había ilusionado tanto desde hacía años. Se predispuso receptivo y locuaz. Comenzó a ver más de cerca la relación. Se fue acercando como agazapado hacia el sentir.
Al tiempo volvió al jardín. Algunas flores se habían marchitado, otras, le esperaban por la fuerza del despecho. Aquél día de otoño, se acercó a sus confidentes y murmuró por lo bajo.

--- Lin, estaba enamorada de Zen, la niña lavacopas.---

La equivocación les desnudó los rencores y el cielo se cerró en lloros. Así fue que diluvió por dentro y por fuera el jardín del despecho porque a partir de ése momento las flores le dieron la espalda al jardinero.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Cebolla.

Lavar la tierra de otros ayeres.
Mirar la cáscara y reír
Ver al ácido que se cuece suave y se endulza
Y cambia el sabor del sin sabor
el brote amargo de crecer,
a pesar de todo,
a partir de todo.
No fueron obstáculos la sequía y el viento.
Fueron amigos reales del nacimiento.
Aquél día en que fue noche todo el día,
intenté no llorar y lloré más todavía.
Tu puñal hincó impotencia en las capas
y en mis arcones de memoria compartida.
Aquello no era una cebolla
Aquello fue mi corazón
que se partió en mil mitades.
En mil partes esparcidas.

martes, 15 de noviembre de 2011

Instinto

A veces soy mis laberintos
Soy mis hijos,
soy mis padres.
Soy mis amigos,
soy mi pareja.
Soy mis ruidos
y silencios.
Soy mis dudas que serán siempre ciertas.
Soy mis certezas que serán dudadas.
Soy ayer y hoy.
Y soy mañana que será enseguida.
A veces simplemente,
quiero ser del viento,
para que me lleve a donde no sepa
a donde no sea tantos,
y a donde sólo sea instinto.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

noche

La noche es un sitio ideal.
Me encuentro ahí.
En el aroma a quietud,
que resiste el embate del día.
Tengo algo místico rondando
y agudizo los sentidos.
Me entrego fácilmente al devenir.
Mientras la ciudad no descansa.
Y sigue cansando también.
Entonces,
descubro lo encubierto.
Compenso.
Balanceo.
Me ocupo más de lo valioso.
Reviso los arcones de la memoria.
Paseo solo.
Paseo en compañía de nombres marcados.
Me permito ser.
Y soy soñando con los ojos abiertos.

martes, 8 de noviembre de 2011

cuenta regresiva

---¿ 54 pecados cometidos en tan poco tiempo?--- me dijo el ángel con aires endemoniados por mis acciones en la tierra.
--- Me parece que no fueron tantos… ¿habrán sido tantos?--- pregunté.
No sabía que me contaban todos desde aquél momento en que vendía las ostias en la puerta de la parroquia para comprar caramelos cuando era niño. Enseguida supuse que estarían enojados conmigo desde siempre, pues siempre aprendí equivocándome.
--- Comenzó tu cuenta regresiva, tendrás que arrepentirte…---aseveró el ángel.
--- Cuenta regresiva…¿ qué cuenta hacen acá?--- me indigné alejándome.
Escuché el 3, 2, 1 y desperté escuchando ¡fuego!, ¡fuego!.
--¿fuego? ---me pregunté.
---Fue un sueño--- me respondí despertando sudado y en alboroto.
Me relajé bastante al saberlo. Un contrasentido, porque había un incendio en el edificio y el humo apagaba las estrellas. Soñé y lo creí. Creí que preparaban una hoguera. Desperté asociando números. Creí haber sido fichado en el purgatorio con destino al infierno. Sólo por haberme divertido un poco nomás.El universo del soñador tiene su precio al despertarse y a mí, definitivamente me caen mal los ravioles a la noche.

domingo, 6 de noviembre de 2011

El lector de almas.

El día en que Genaro se presentó a mi puerta algunos pájaros le acompañaban los pasos trinando. Eso fue lo primero que me llamó la atención. Los pájaros callan cuando hace calor y éstos callaron cuando el les chistó. Hacía mucho calor. El gomoso calor de Buenos Aires que se impregnaba en la piel y corroía los huesos y la paciencia una vez más. Entre tanta humedad y desentendimiento urbano se apersonaba en el portal ese tipo que vestía una mirada cansina y un ceño fruncido. Todo exquisitamente combinado con un traje oscuro de tiro largo parecido a aquellos que se apreciaban en las fotos sepias de los comienzos del siglo pasado. Sin mucho preámbulo, ni anunciando porqué o cómo había llegado, el trajeado disparó sin anestesia.
--Leo las almas—
Mi imagen le aclaró una vez más todas las respuestas reiteradas a esa afirmación. Evidentemente me traspasó un escalofrío y quedé un tanto helado en el calor de la siesta.
--Mire, mi oficio es un tanto difícil de comprender. Luego de algunos años evadiéndolo decidí lanzarme de lleno a lucrar con ésto. Si bien mi vida fue un infierno, porque imagínese que saber las almas es un tema de lectura real de las personas, aprendí mucho y ahora vuelco esa experiencia casa por casa.--- dijo confiado y tranquilo.
--No deja de sorprenderme. No todos los días viene alguien a llamar a la puerta con semejante propuesta.---dije rascándome la cabeza y tratando de no reír de la bizarra situación. Sin embargo, Genaro seguía ahí impávido a mis comentarios como si ya supiera lo que le iba a decir.
--¿Bueno, cuanto cobra?-- pregunté tímidamente.
-- Tengo una tarifa plana para los iniciados. A medida que sume más almas que leer le bonifico el precio. Al cuarto candidato que me refiera, su lectura, no se la cobro.--- aclaró.
--Interesante… y…¿ si estoy sólo?---
--En ese caso le leo, si ud. siente que le va a servir me paga. Aunque me crea delirante, eso es lo primero que leo.---
---No entendí, ¿qué cosa?--- indagué
---Si el candidato no tiene voluntad de pagarme… eso lo sé de antemano… porque eso lo leo para mí.---
---Claro… bueno, empecemos.---
---Está bien, caminemos entonces.---
Los pájaros le seguían como la estela de un cometa. Genaro comenzó a contarme acerca de mi alma. El trayecto se hizo infinito. Las sombras se nombraron en sus palabras. Sólo recuerdo el ruido de las piezas al encajar en mi rompe-cabezas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El dueño de los mares

La vida transcurría entre los sueños. Todo era asombro. Todo era juego. Llegámos luego de una tormenta de rutinas al lugar deseado y al otro día nos juntábamos a reconstruir las bitácoras. El barco era el lugar donde proliferaban nuestras ansias de aventura. Allí, entre tablones de construcción y barro nos ensuciábamos las ropas para estar sanos. Allí se curaban las penitas y éramos todos iguales y distintos. No había berrinches ni play-station. Algún que otro modelo de héroe nos inspiraba a sentirnos más libres. Lo erámos verdaderamente. Con cajones de manzanas y arpillera tendíamos las velas y los palos mayores al garete. En la proa siempre la sensación de que la nave funcionaba. Siempre había un norte. Divertirnos. Aprender. Era nuestro galeón. Le llamábamos “ El dueño de los mares”. Tal vez, eso queríamos ser en una suerte de transferencia sicológica. Teníamos disfraces hechos a imaginación, patas de palo, espadas de madera como sables y un capitán. Para no entrar en discusiones, el capitán era elegido por semana, Así, la nave siempre cambiaba de rumbos constantemente. Recuerdo los acuerdos. Tuvimos capitanes guerreros que querían pelear hasta con los adoquines. Capitanes benévolos que liberaban prisioneros o los incorporaban a la tripulación. Capitanes holgazanes que se sentaban y pedían golosinas y bebidas. Capitanes piratas que debatían sus decisiones con todos y otros que hacían lo primero que se les ocurría sin concenso. Cierta vez tuvimos una capitana que nos hizo limpiar todo el barco y decorarlo con guirnaldas. A la semana siguiente la primera orden del capitán fue sacarlas y ensuciar el barco. A todos se les respetaba la jerarquía. Era lo establecido del juego para acompañar las formas de crecer de cada uno. Cediendo y concediendo. Nadie cuestionaba si estaba bien o mal. Importaba la estructura del juego para seguir jugándolo. Tolerancia. Flexibilidad. Impacto. Fe.
Que distintos se han venido los años luego de aquellos años donde todo se sanaba jugando en un mar imaginario y qué nuevo desafío es hacer navegar a “El dueño de los mares” tan lejos del verdadero mar.


A Guillermo Vezzaro, amigo fiel desde la infancia y para siempre.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Gabriel

Sofía era bonita. Tenía una belleza que salía de lo normal, era una lindura que invitaba a posserla. Alguien le había confesado que era la más guapa del barrio, y desde aquél momento nunca dudo de su carisma. Se sabía bonita, de cabellos largos y oscuros, siempre con brillo de atracción sexual, de mirada sugerente y de labios mordibles. Estaba vestida como si entrara a un refugio de alta montaña pero, el frío de la mañana y sus pálidas mejillas no le beneficiaban mucho en su aspecto.

---Café con leche, más leche que café….¿ y alguna medialunita para acompañar?--- le sugirió el mozo.
---Si…si….---le contesto debajo del pullover.

Al segundo desvió su mirada y era el centro del lugar. Si bien, su espíritu no era el de llamar la atención en cualquier sitio en donde entraba, esos clientes quedaron a la espera de resolver la intriga.
De a poco la sensación de polaridad se hizo presente. Apareció en escena ese señor un tanto desprolijo a tomar un cafecito en la barra. Se trataba de Gabriel, el guarda tren. Que sorpresa fue para Sofía ver a esa persona que inoportunamente estaba entrando en su vida, sin una razón aparente. Al segundo se persiguió, sintió estar en un lugar incorrecto, como expuesta por la mirada de este hidalgo y desfachatado personaje de historieta o de fábula barata, que lucía horrendo y hablaba como si le brotaran soles de la boca.
Se miraron y al reconocerla, ella, que no era de avanzar en las relaciones, le encaró una tímida invitación. Gabriel accedió con una andar cansino y seguro.

---¿ Está caliente ese cafecito? Mirá que si no, el alma no se entibia---. Le dijo en discurso un poco cursi.
---Si, si al menos un poquito va a entibiar--- dijo ella.
---El destino se hará andando entonces, no?...vas hacia la gran ciudad capital o a buscar un nuevo horizonte en otro lugar?--- Le propino.
---Creo en que a ambas cosas---

Entonces, el reloj de arena del destiempo se hizo nido en su garganta. Ya no pudo decir más que le pasaba. Todas las mareas en su mente. Sin timonel ni banderas. Era una barcaza a la deriva en esa mañana de Viedma.

--- Me voy...--- atinó a decir por lo bajo.
--- Ya, terminá ese café…no hay apuro, hacia donde vas, sólo vas a estar con
vos misma--- dijo Gabriel.

Ella quedó rebotando en el lugar.

lunes, 31 de octubre de 2011

Sofía

A la mañana siguiente sintió el aire fresco y húmedo de la ciudad en la pesadumbre de sus ojeras. Mientras desayunaba unos mates sin hacer mucho barullo revisó un diario del día anterior buscando trabajo. La cuestión era conseguir algo urgente y más o menos honorable. Había cerca de ahí, una inmobiliaria pidiendo una recepcionista. Le pareció aceptable, a sabiendas de que dispondría de algún tiempo para hacer sus muñecos de lana que le demandaban mucho tiempo en la confección. Sus manos tenían el oficio del artesano que trabaja y emprende y sus ideas armaban muñecos de fantasías francamente increíbles. Así que, con decisión y buena vibra fue a la entrevista de la inmobiliaria. Había tres personas aguardando y el entrevistador era el dueño. El vaho reinante y el aroma a tabaco fue el impacto de la presentación. Un hombre abrió la puerta, fumador de pipa y obeso, con sus manos brillantes de anillos de oro y cadena gruesa haciéndole juego. Vestía una camisa prolijamente planchada de color rojo y tenia el pelo largo y atado de colita. Cacho, como se lo conocía, era realmente un personaje del negocio y de la noche. Al minuto quedó sorprendido por Sofía, y en cuestión de segundos luego de mirarla de forma examinadora, despachó a las otras postulantes sin siquiera hablar una palabra con ellas.

---Mirá, no me interesa mucho si sabés o no de ésto. Lo único que veo en vos es que tenés ganas de aprender, y eso para mí es suficiente---dijo Cacho como si fuera un gurú y agregó…
---Por algo soy el rey de los negocios. Reconozco perfectamente un diamante cuando lo veo---

Sofía no había dicho ni su nombre y se encontraba llenando un legajo de ingreso observando la cara larga de sus dos compañeros de trabajo que corrían al ritmo de Cacho. No podía dejar de resultarle mas extraño el asunto. Ya había encontrado trabajo y ni siquiera sabía cuanto tiempo iba a estar ahí, cuanto ganaría en dinero, cuales eran sus tareas, ni como debía vestirse para asistir a la inmobiliaria. Cacho no se desprendía de la sanguijuela que le representaba el diminuto celular en su oreja. Sofía no se animó a interrumpirle la conversación con diferentes clientes, ya que ningún empleado lo cortaba. Y de mirar se aprendía rápido. La escena en la inmobiliaria se repetía constantemente. Nadie entraba al lugar. Era un sitio viejo y olvidado, con muebles monocromáticos y fuera de moda. La radio sonaba de fondo y los muchachos se reían de los comentarios del locutor. No había música, en la radio solo noticias y opinión. Llegó el mediodía sin pausa y se hablaron para tomarse el horario de almuerzo. Sofía sentía la chatura del lugar. Le daba pánico encontrarse en unos años al lado de Cacho. Pero a la vez le pareció que todo era muy natural. Ella era un verdadero lingote de oro en un lodazal de puercos. No podía dejar de sobresalir. Cacho la observaba fijamente, como hasta deseoso de tenerla. Sofía empezó a escribir de la nada y así se fue en horas su primer cuento corto.


(paraje del color primario)

jueves, 27 de octubre de 2011

Clarita

Clarita tomaba baños de luna y solía encremarse el cuerpo con una de aloe, algas y coco. Una combinación que la delataba a dos kilómetros de distancia. Pensaba que ese perfume erotizaba a los hombres, quienes en realidad se acercaban más por sus curvas que por otra cosa. Lucas estaba hechizado. Nadie entendía el porqué de su enganche. Pero él, hasta había hecho cálculos ergonométricos y algorítmicos para demostrarlo. Algo propio del que ama y lo justifica. Clarita decidió el encuentro. Un lugar en la costa que se llamaba “trentis” y que era de un músico de los soda. Tenía onda el lugar. Siempre lleno de turistas que disfrutaban de las vistas y de el habitué paquete de Bari. A consecuencia de la fragancia de Clarita, alrededor suyo no se sentó nadie. Es que el hedor era intenso y la paciencia no se resistía por las narinas. Lucas se dejaba llevar por esa fragancia. Le encantaba. Así, el también tenía lo suyo. Le escapaba a la ducha luego de entrenar y no era amigo del shampoo y del jabón. Llevaba consigo un olor a vestuario bien definido. Cuestión que a ella le gustaba. Lo hallaba interesante y varonil. La ecuación de la atracción estaba dada. Estaba dicho que eso se pagaría con sexo inmediato. Casi sin hablar y luego de pedirle un par de chop a la moza, sin beber un sorbo siquiera, se avalanzaron uno sobre otro haciendo como epicentro del chupón la mesita de madera artesanal. Cayeron al piso el servilletero, unos manies en platito, y unas papitas fritas de copetín, llamando la atención aún más de los visitantes. Asombrados , comenzaron un tímido aplauso que terminó en ovación. No se sabía bien si porque se habían animado o porque se iban. De hecho, salieron casi corriendo del lugar. El billete de la cuenta voló del bolsillo a la barra sin escalas, y en primeros segundos se besaron por todos los años pasados de flirteo. Tal calentura enrojeció a la luna llena.
De aquel estado catatónico no se zafaron más. Ese chicle caliente que no se puede despegar cuando se pega, y así recorrían las calles del pueblo venido a ciudad que era Bariloche. Bajo el simple rojo de sus mejillas que contaban todo lo que les había sucedido.

(paraje del Color Primario)

sábado, 22 de octubre de 2011

S

“A lo largo de nuestras vidas nos mantenemos
en silencio acerca de quienes somos,
acerca del que sólo nosotros conocemos
y no podemos revelar a nadie.
Pero sabemos que aquello sobre lo que callamos
es la verdad.
Somos lo que callamos.”
Sándor Márai.



E_te andar náufrago de aliento
E_ta piel que revela el pa_o de tu_ mano_
E_te de_tino de eleccione_ honda_
E_ta prome_a de mí mi_mo
E_te de_armar_e en el pa_o del tiempo
E_ta_ cana_ que _entencian _oledade_
E_ta máquina que no tiene _
Y ni _iquiera me anima a repararla.

E_ algo que también he perdido por ahí.

miércoles, 19 de octubre de 2011

gastronómicas

La gastronomía no es como cualquier otra actividad. Uno como comensal se expone a los criterios y humores de las personas que le cocinan y sirven. Eso crea un sometimiento casi mayúsculo a los empleados. Se sabe que son personas de poca tolerancia al reclamo y como consecuencia de ese acto se cobran venganza fácilmente. Me atrevo a decir que en un restaurant casi siempre estamos entregados al devenir. Tal es el caso de Marquitos. A quien no me animo a etiquetarlo de algún modo. Fue mozo, adicionista y cocinero. Cuando mozo desarrolló actividades difíciles de definir por su cuantía en maldad adolescente. Creador del fernet batido, situación que incomodó al dueño al batir un fernet-cola y bañarse luego de abrir la coctelera, era conocido como el intocable por sus revanchas sicilianas. Nadie se metía con él. Cuentan que había un muchacho que pretendía a su prima. Se ganaba el pan vistiéndose de Winny the pooh en el trencito de la alegría. El transporte, que recorría la ciudad con turistas, paraba cerca del restaurant. En verano, debajo del disfraz la sensación térmica rondaba los 45 grados centígrados. El muchacho estaba ensopado dentro de la trampa de peluche. Frecuentemente, entraba a usar el baño, a pedir agua o a pedir algo para picar entre vueltita y vueltita. Marquitos, al enterarse del affaire del pretendiente con su prima, no tardó en generarle trastornos. Le ponía la cabeza en la mitad de la calle cuando se la sacaba para entrar al baño o le pisaba la cola de su traje cuando corría a usarlo. Un día, le ofreció vodka en vez de agua y otro le sirvió en un vaso, agua, sal y hielo cuando moría de sed. Pero la máxima fue cuando el joven le pidió comida y Marquitos le empanó un trapo rejilla en forma de milanesa, lo cocinó y se lo dió. Había que ver como ese santo no protestaba y estiraba la rejilla para poder comerla. Marquitos era músico de una banda de rock pesado. No le gustaban sus tareas y menos un pretendiente para su prima con el aspecto del mítico osito de Disney. Detestaba su rutina. Estaba un poco peleado con la vida. La necesidad lo había llevado a ese lugar. Como nos sucede a muchos de nosotros tantas veces. Recuerdo alguna vez haber escuchado una frase célebre suya acerca de la problemática del barilochense.
---Acá hay dos tipos de personas. A las que le chupa un huevo todo y a las que realmente les chupa un huevo todo--- solía decir mientras se liquidaba relamiéndose su sexto porrón de cervecita negra.
Creo que esa frase puede extenderse a muchos sitios del planeta. O bien, si hilvano más fino, al planeta mismo.

domingo, 16 de octubre de 2011

cierto

Habrá más jorobados que camellos
Habrá más espejismos que oasis
Habrá más frutas amargas que dátiles
Habrá más intolerancia que semejanzas
Habrá más sequedad y más sombras
Habrá más arena en el paladar por no decir
Habrá cierto desierto incierto

Habrá también una caravana de ilusiones

En ese sinfín de caras raras
habrá alguien que sonreirá al mirar
todo el destino del mar.

madre

Mi madre ha sabido vivir la vida a través de sus hijos. Aún lo sigue haciendo. Se preocupa más de lo que realmente son las cosas. Siempre atendió las necesidades del crecimiento. Su costado mujer quedó un tanto postergado, a pesar de haber sido la reina del carnaval. Más madre que mujer. Tiene la pirámide invertida. Cabeza dura. De estructuras y códigos de familia muy rígidos. De tanto inculcar algo quedó. Mis hermanos y yo aceptamos su carácter y sus valores. Cultora del “todo pasa”. Su universo ha sido su barrio y tardó años en resurgir su bohemia. Pintaba. Escuchaba. Era la madre sustituta de algunos de mis amigos y de amigos de mis hermanos. Su casa, la que compartíamos, solía ser un hogar lleno de nombres. Grande como su corazón. Devolvía y pocas veces la he visto llorar. Creo que se escondió siempre. Sencilla, criticona y austera. Poco se ocupó de ella misma. Rezagando, postergando, esperando. A veces siento que heredé de sus comarcas una veta artística poco estimulada y que mi desafío es desarrollarla. Eso me lo debo y se lo debo. Adoro sus mates y su “no tengo tiempo”. Debe ser así realmente. Vive eternamente cansada…

Tal vez, pensarnos a todos agote.

miércoles, 12 de octubre de 2011

noticias

Madres que prostituyen a sus hijas, aumento de tarifas, focos de conflictos armados, del transito, de la ciudad, del país, del vecino asesino, de los enquistes del poder cada vez más enquistados, de la suciedad, de la miseria de quien tiene y no reparte, de los logros deportivos, del juego del jugar, de las crisis que nos afectan pero que son de otros, de la salud insalubre, de los dioses paganos y adorados totems que aseguran vida eterna, de las calles rotas, de la insanidad institucional sin mirarse al espejo, de la moda trivial, de las predicciones, de los pronósticos, de las guerras, del desamor, de los obituarios. La noticia trabaja más desde el morbo que de la conciencia. Porque si creemos que eso es la forma en que nos informamos, entonces estamos verdaderamente errados. Sin rumbo o más precisamente en el rumbo de no pensar. Tan mal hace que la religión diaria de informarse sea a su vez una droga de la cual no se zafa y trabaja desde limar constante a transformar el humor, el amor, la conexión con nosotros y con los otros.
Algo que resalto de las publicaciones en el interior del país son los logros. Eso es algo mínimo, hasta puede resultar cursi, pero emociona. La gente publica los éxitos cercanos y los hace públicos, informando forma, cumpleaños, agradecimientos, felicitaciones por recibirse, por cumplir quince. Esa cuestión me ha generado un panorama diferente. Si se forma con la información, como pretender dar un discurso desde la formación de que todo lo que se ve, se escucha o se siente es para aturdir y confundir. No digo que esté mal que las noticias cuestionen al poder, de hecho esa es su función esencial. Sólo planteo que entre tanta vorágine y ensalada de discursos, el camino a lo verdadero dista de esa realidad presentada como verdad. Bastaría recuperar un poco de sentido común, el menos común de los sentidos por su desuso, y encontrar la veta de lo que llena. Que el niño se ría y gozar con ello, de gozar sentir como se ríe. De amar como si fuera a terminarse el mundo mañana. De provocar el encuentro. De oler una flor y transportarse. De ver amaneceres y lunas llenitas. De mojarse con la lluvia de verano. De jugar a vivir. De disociarse del enrosque de situaciones que no suman. Bastaría con ponerse a buscar quien multiplique. La consigna podría ser secar algunas penitas al sol, junto a las demás informaciones distorsivas y extorsivas de un hoy que mañana ya no será ni parecido a lo que se profetiza y sin saberlo se filtra en todos nuestros poros haciéndonos cada día más vulnerables.

Definitivamente “El diario no habla de tí ni de mì.”
Y somos nosotros los que hacemos la diferencia.

lunes, 10 de octubre de 2011

@

Algo me conmueve,
me embeleza y me separa.
Esa @ entre mi nombre y el universo.
Ese lugar en donde soy uno
y soy de todos.
Yacer no ha sido la mejor opción de valentía.
Este sueño solo se sueña despierto
y maniatado a la virtualidad de la imagen.
Por ahí se fueron las caricias en un sms
O por allá, por el teclado.
Siento esa vaga sensación de haber dejado
el mundo a medio terminar.

En bocas que no ríen.

En risas que callan su fulgor
y sólo hacen muecas digitales.

sábado, 8 de octubre de 2011

trazando puentes

No sé si alguna vez alguien escribirá mi historia. Sólo soy un nombre más. No sé si mañana vendrá por mí la desidia o el amor. Sólo entiendo el devenir por el pasado. No sé si seré exitoso o fracasado. Mido la vida en términos de bienestar. No sé si algún día volverás. Siempre llego al lugar del que no me fuí. No sé si el fruto es mejor que la flor. Sólo admiro ambas cosas. No sé si veré aquella luna otra vez. Siempre busco volver a verla. No sé si voy a quererme bien. Trato de no maltratarme. No sé si soy inteligente. Siempre me supe aprendiz. No sé si soy limpio. Bañarse no implica limpiarse. No sé si soy prejuicioso. Sólo juzgo las actitudes. No sé andar por el camino correcto. Sólo he recorrido algunos inciertos y otros verdaderos. No sé escuchar a mi corazón. Interpreto mejor sus silencios. No sé si mi alma se irá al cielo o al infierno. Me gustaría que se quedara más cerquita. No sé alcanzar metas. Disfruto más del paseo hacia ellas. No sé si voy a reencarnar. Prefiero encarnar lo mejor de mí. No sé jugarme la vida. Creo que la vida es un juego. No sé mentir para ganar. Tal vez pierda de verdad. No sé si soy gracioso. Suelo agradecer. No sé si creo en el amor a primera vista. Amo con todos los sentidos ciegamente. No sé si las personas cambian. Sé que todo cambia a las personas. No sé si soy lindo. Me miro al espejo esperando ver eso. No sé quedarme quieto. Me muevo para estar tranquilo. No sé si tengo fortuna. Me siento afortunado. No sé si lo que hacen todos está bien. Creo que es mejor lo que hacen algunos pocos. No sé si estaré bien mañana. Hoy sólo estoy trazando puentes.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El limosnero

En una esquina apagada de San Telmo estaba ahí. Entre los diarios como frazadas y el frío polar que lo acurrucaba inmóvil. Sus harapos olían a desgracias y sus gatos hacían a la noche maullar. El limosnero caminaba lenta las vacías lunas llenas y últimamente estaba agobiado. Tanto olvido no se olvidaba en las madrugadas. Tanto tránsito de gritos citadinos lo tumbaban. Tanto aroma a tinto en el empedrado lo tumbaban. Tantas charlas que se escuchaban desde su cabeza lo tumbaban. Le daban tumba. Un non-santo sepulcro. Lo ví levantarse. Ayudar a sus gatos como si fueran hijos del destino. Respirar profundo el aire viciado y triste. Inclinarse en cuclillas y esperar mi paso. Amagué a cruzar de vereda pero seguí. Con la mirada que asomaba del gabán, atento a sus movimientos, llegué a su lado. Me encontré breve y desconfiado. Sus gatos me rodearon como en un ritual de bienvenida y me detuve. Mientras hurgaba en mis bolsillos un trocado para dar. El limosnero me miró lejano. Meneaba la cabeza negando. Alzó sus manos como pidiendo y me dijo.

--Recibí ésta luz y la quiero dar, pero nadie me cree porque siempre pido--

Entonces, heló mi sangre la paradoja de la sugestión. Nadie supo a donde se guardaron mis sombras. Ni yo lo supe. Solo advertí que al irme, ese rincón quedó iluminado.

jueves, 15 de septiembre de 2011

bar

Llegó empapado a pesar del apuro. Esa absurda acción de correr para mojarse menos que no logra nunca su cometido. La tormenta azotaba vientos de agua y no daba tregua a los paraguas ni a los reparos. Llegó sacudiéndose y bufando quejas pues sólo se secaría desvistiéndose. Bendijo al barman que sin hablar le acercó un cognac y un servilletero de papel. Sacaba las servilletas como quien cuenta dinero en el banco y quedaban en bollitos empapados sobre la barra. El sitio olía la humedad de los muebles y de los espejos biselados de los años en que todo era antiguo. Se sentó en la barra mientras alguna fritura fuera del horario de cena se había quedado un tiempito más en el ambiente para recordar que ahí también se comía algo de vez en cuando. Se acomodó algo incómodo en una banqueta rodeando la copa con ambas manos mientras a través del largo espejo de enfrente miraba a los pocos que estaban allí. Entraba la madrugada en las caras y el bar recibía a los noctámbulos de siempre. Para hablar de la vida sin hacer casi nada más ni menos que eso. Las miradas en diagonal descifraban códigos de aceptación y rechazo. Lo aceptaba la mujer envuelta de rojo carmín tan roja como su boca y jeans tan oscuros como el olvido. Lo aceptaba un viejo cliente que por cada sorbo le asentía mientras su barbilla se mojaba en el enésimo trago por enésima vez. Lo aceptaba el barman con cara de no pagar sus facturas al fisco y su piel verde del oficio que le daba la noche. Lo aceptaba la parejita que jugaba al pool en el fondo que entre besos y besos fundían sus bocas en endorfinas mientras exprimían a la fonola con algo lento de metálica. No había nadie más. Todos lo aceptaban. Estaba como en su casa. El bar era una casa de amigos desconocidos. Le convidaron a secarse en silencio sus ropas. Le invitaron a quedarse un rato más ahí compartiendo el espacio. A pesar de estar frente a sus ojos no supo quien lo rechazaba pues el único que lo hacía era el rostro insomne frente al espejo cada vez que se miraba.

lunes, 25 de julio de 2011

una vez más

te agradezco la oportunidad
de alcanzarte verdad
entre otras cosas verdaderas
de traer el alma envuelta
para volver a usar
de acariciar tu coraje
pancita
para volver a andar
de solear días nublados
para volver a creer.

una vez más que no es otra vez más.
una nueva vida que es una vida nueva.

miércoles, 18 de mayo de 2011

quien

quien se acerca
quien me inventa
quien se vive
quien me da
quien resuelve
quien me ayuda
quien se queda
quien me arropa
quien me quiere,
me quiere por quien soy.

martes, 17 de mayo de 2011

que

que vuelo bajo porque es mejor que caminar.
que desangro con el mundo que se vive matando mundos.
que degollan ángeles con el filo de un papel.
que amo despertandome y me despierto al amarte.
que mañana es un hoy en oportunidad de ser
que se aprende equivocando y que me contradigo por andar.
y que...
que tengo la posibilidad de dar
y seguiré dando.

lunes, 16 de mayo de 2011

cuando

Me reconocí por primera vez cuando dí.
cuando me fuí detrás de tus jeans
y no me devolviste la mirada.
cuando estuve lejos estando cerca.
cuando creí que todo es mejor si es bueno.
y cuando el futuro sea hoy.
y cuando el tiempo sea recuerdos,
te animo a que sigas a mi lado haciendo más.

martes, 10 de mayo de 2011

cómo

cómo te abrazaron las palabras.
cómo la brisa se adueñó de tu piel
cómo pasa el tiempo sin pasar cuando te pienso
cómo hago para ser a tu lado sin dejar de ser

contame cómo soy después de haberte leído.

domingo, 3 de abril de 2011

21.doc

Corrían los años como nubes. A veces, el tiempo acompasaba las horas y a veces sólo las marcaba en su reloj pulsera. Un legado de su madre. Uno de tantos. En los pisos brillaba la mugre que con el estanco se convertía grasosa. Entonces, al reflejo sutil de las celosías parecía encerado. Algo más que parecía lo que no era. Entre el oscuro cuarto, justo entre el pasado y su cama, Ladio meditaba sus recuerdos más alegres. Su niñez de juegos, sus amigos que le habían olvidado, su pequeño universo construído en el terreno de la ruina. Sus sueños más básicos, sus pasiones más pasionales. La cuadra festejaba el corso afuera. El ruido ni le llamaba la atención, ni lo dispersaba de su recorrido. Ni hacía mella en su ruido interno. Ladio hacía años que estaba postrado. Hacía tiempo que no se levantaba de ese colchón que sabía a humedad y colonias baratas. Su piel ya había padecido el escaldado. Aún tenía el corazón bravío y la piel curtida. Aún tenía más que eso. Aún tenía el deseo por una mujer.

Era su cumpleaños. 21 de febrero. No sabía a ciencia cierta si había nacido antes o después de las doce. Si la certeza que unos años más tarde precipitó sus días. Aquél maldito acelerador se había llevado sus piernas. Tenía 21. Y ya le sonaba ese número como kármico, ya que también su madre lo había parido con esa edad. Ladio rondaba los cuarenta. Su pasatiempo eran los rompecabezas. Aunque a decir verdad, Dana, su enfermera, solía esconderle algunas piezas para que las buscara en la habitación. Ella era dulce, paciente y mugrienta. Pasaba días sin bañarse. En Sarandí, siempre faltaba el agua y parecía haberse acostumbrado a eso. Ladio nunca fantaseó con ella. Ni aquellas tardes de verano en donde la ropa pesaba y los escotes incitaban. Era una relación fraternal. Sin padre, sin madre, y con un hermano que viajaba para olvidarse en el alcohol, Dana era su compañera. Leal y estoica. Pero no le movía ni un pelo. Si su hermana, que de vez en cuando le cuidaba. En varias ocasiones se había excitado en sueños despiertos y de los otros. Sobretodo cuando le pasaba una esponjita por el pubis para lavarle el hedor. Ladio tenía una obsesión por el 21. Eran los minutos que miraba la televisión por día. Entonces se programaba para ver el final de los programas descifrando la trama inicial. Jugaba con 21 cartas, sólo los juegos que se podían jugar, y hasta se sabía un truco de magia. Tenía 21 apilados libros en su cómoda y a las 21 horas de cada noche los recontaba, junto a sus 21 monedas de 10 centavos.

--Acá te dejo los dos pesos con diez--- le decía Dana quien le reponía las moneditas porque a veces le faltaban para los viajes en colectivo.

-- Las 21 de diez centavos.—le corregía.

Aquél verano atroz de humedad lasciva condenaba. Dana le había preparado una torta de chocolinas con dulce de leche y mendicrim. Su favorita. Y al ritmo de las comparsas de carnaval, a las 21 horas luego de revisar la biblioteca, soplaría las velitas pidiendo un deseo. Ladio sabía que pedir. Ya lo sabía. Para quien convive con la vergüenza de estar apartado de todo, nada resulta vergonzoso. El se quería así. Se levantaba con el ánimo de un bebé en el medio del fango. Ella admiraba esa entereza que salía de quien sabe lo que padece. Ese día intuía algo.

Llegó la hora señalada por su obsesiva compulsión. Dana y su hermana se acercaron con lo dulce a su cama cantándole el cumple en francés como solía hacerlo su madre.

--Pedí un deseo antes Ladio--- dijo Dana

---Si con fuerza así se cumple…---le acotó la hermana.

Ladio exhaló el deseo con la fuerza de cien vientos, alzando la mirada hacia ellas con una leve mueca.

---Espero que se me cumpla, voy a morir de pena sino se cumple…--- dijo cayendo la mirada en el escote de la hermana.

--- Bueno…comamos--- cortó Dana el lenguaje no verbal.

El deseo era estar con su hermana. Dana lo sabía. Desde siempre lo supo. No sentía pena por eso y creía que hasta podría ser el regalo para él. Su hermana estaba engarzada. Era menor que él pero sentía curiosidad. Después de la torta, Dana se excusó y salió. Su hermana se sentó a la vera de la cama a leerle unos poemas de Bolaños. Ladio la miraba perdido. Se acercó sigiloso. Le tomó la mano suavemente y le besó fuerte. Era el momento exacto. El regalo anhelado. Las rosas que no espinan. El perfume del encanto. El sabor del chocolate en las bocas que se deseaban. Se sumaron en el revuelco del sueño que se vive, revolcándose. Sonaban las murgas. Ardía la luna anaranjada. Todo fue exacto.

Ella se hizo su regalo. Ella tenía 21 años.

lunes, 21 de marzo de 2011

La fuga

Estaba ya un poco cansado de su vida. Había nacido de la mente de un escritor. Tenía sus partes más fracasadas. Marcos vivía en una novela. Estaba en un relato policial donde siempre aparecía como sospechoso. Se titulaba “Cuestión de fugas”. El era el solitario. El poco sociable. El anti-carismático. El que abría y cerraba los bares. El que no tenía talento. Se había cansado de ser fregado y quería algo distinto. Su condición de víctima la había definido el escritor en la página 23. Casi de entrada y hasta el final tenía esa carga tortuosa. No le otorgaba otro rol que ése. Extrañamente, la compasión de los lectores le daban cierta energía. Cada persona que leía la novela esperaba que él no fuera el asesino. De hecho, no lo era. Tampoco la mucama. Ambos eran los primeros sospechosos. Pero ese deseo en colmena de quienes leyeran el libro, todos pidiendo lo mismo, le sumaban razones suficientes para abandonarlo. Le daban vida. De a poco juntaba fuerza. Había otros personajes de mayor participación en la historia. Sin embargo, Marcos lograba aunar a los pensamientos en uno. Todos sentían pena por él. Veía como las miradas de los lectores se llenaban de tristeza e impotencia a medida que avanzaban en su vida. Pedían que no le pasara eso. Marcos no tenía coraje pero de tanto ser pensado algo le había sucedido. Su creador le había hecho sufrir tormentos, acosos, arrestos violentos y celdas hasta casi las últimas páginas. Marcos estaba decidido a escaparse de la novela. Entonces planeó la fuga. Entre el silencio de las librerías se conocía con la mucama desde la página 34. Se encontraban en la 69. El escritor no les había dado siquiera un pensamiento de amistad. Intrínsecamente estaban unidos por la condena. A Marcos poco le importó. De a poco se convirtió en un actor que sólo aparecía en escena cuando alguien abría la novela. Quería irse. Además soñaba irse con ella. Sabía que podrían salir del libro si encontraban la forma de mantener al menos su color. Cada vez que compraban la novela se preguntaba si tendría alguna chance de huir. Se vendieron cientos de ejemplares. No perdía la esperanza. Una mañana de noviembre, primaveralmente lluviosa, una mujer compró la novela. Al llegar a la boca del subte la mujer resbaló por las escaleras. Su bolso se le fue de las manos. Se vació y cayó el libro hacia el lugar inundado. Era la oportunidad. El día deseado. La tinta se diluía en el agua. Marcos cambió de forma y se marchó junto a su amor. La mujer se repuso, bajó por sus cosas y entre ellas, alcanzó al libro que mostraba varios párrafos en blanco en su interior.
Las partes de Marcos y la mucama se habían esfumado.

lunes, 28 de febrero de 2011

Sepia

Cuando llegó el momento nadie se dió por enterado. La sequía había arrasado al amor desde la raíz misma en aquella chacra. Alguna vez una gitana le había advertido sobre su básica forma de aceptar la realidad como situación a corregir. Sus dolores del alma. Todo en el campo se achicharraba. Grillos disfónicos deambulaban sin luna. Bueyes que ya no danzaban como antes. Si hasta Los ladridos perdieron a los perros. Algunas vacas cambiaron de lado para dormitar y su caballo ya no quería galopar cuando había luna llena. Una huelga de vida asolaba el sitio. Hugo hacía tiempo que estaba a cargo del campo. Su testarudez y su malhumor le llevaron a la ruina. Todos lo percibían. Estaba enojado con dios en un pueblito santo. Todo el pueblo lo estaba con él desde que había enviudado. Era la manzana mordida del edén. De una veintena de changos quedó reducido su personal a dos. Federick, un suizo venido a desmantelar sus tiempos de puntillosa formación. Ayudaba poco y fumaba mucho y vaya a saberse con qué propósito se quedaba. Chavito, un changuito de doce que no tenía sitio donde vivir y se había armado un bunker en el establo, un tanto lejos de los animales para dormirse entre las pajas. Nadie más le acompañaba en esa prisión de hectáreas fértiles y valles encantados. El no las veía desde que había quedado sólo.
Por la hendija del cartero, que sobresalía de boletas para pagar, vió el sobre lacrado, tamaño carta, que se distinguía del resto. Ni recordaba cuanto tiempo había pasado sin recibir una misiva. Se acercó al sobre y muy despacio, luego de ojear el remitente, se animó a abrirlo. La carta venía de su pasado. Le llamó la atención, como suele suceder, que no había pasado el tiempo. Es cuando el recuerdo se hace presente y conduce en un tiempo extraño. Se está en lo vivido, en el presente, creyendo que no se volverá a vivir. La carta era de una amiga de su mujer. Nunca se había acercado a ella sin otro fin que la amistad, pero la misiva le decodificaba los mismos momentos, vistos desde otro cristal. Le reivindicaba su cortesía y su amabilidad. Le recordaba tardes de río y charlas en el muelle, que ciertamente él había olvidado, pero que al traerlas de regreso no se condecían con la forma en que ella las recordaba. Cayó en la sorpresa de quien esperaba un momento distinto en aquél momento. Siempre hay lecturas distintas. Tantas como personas vivan el mismo espacio pero lo real está cercenado a ese lugar y en general detalles mayores no pasan desapercibidos. La cuenta estaba pendiente. El encuentro debía ser. En la carta, ella le contaba el ruido de sus mandatos y la claridad de sus sentimientos. Le escribía acerca de lo mucho que le necesitaba y de lo mal que se sentía consigo misma al saber que la muerte de su amiga le abriera un campo de esperanza. Le comentaba sobre estar al tanto de la chacra, que en algún momento había sido un vergel y un paraíso donde morar y que hoy, era un cementerio de almas pobres y tristes. Le decía lo mucho que deseaba verle y las ganas de olerlo, pues había sido su olor el talismán por el que le recordaba. Hugo estaba azorado. Sus recuerdos y formación no acompañaban a esa realidad escrita. Llamó por Chavito para que preparara su caballo. Quiso verla inmediatamente. El caballo estaba mañoso. Nervioso por naturaleza, no se dejaba montar las noches de luna llena. A Hugo no le importó. Llegada la noche antes de las diez, salió raudamente al encuentro de ella que estaba a tres leguas río abajo en el pueblo. Cruzando el río, el caballo enloqueció por el reflejo de la luna en el agua y lo arrojó hacia las piedras. La montura estaba suelta y Hugo se desnucó. Al día siguiente, nadie en el pueblo lo lloró. Muerte accidental caratuló la policía. Cerró el caso y archivó el expediente. Nadie supo acerca de la mujer que le esperaba.
Esa carta la destruyó Federick.
Para que no hubiera pruebas que lo vincularan. Lo hizo luego de haberla escrito él. Lo hizo sonriendo a boca abierta con sus dientes sepia al desnudo.
Para que quede vengada la muerte de su amante.

lunes, 14 de febrero de 2011

re volvé

Revolvé con tus manos en cuchara,

Endulza mis sentidos.

Renombrá la lujuria,

Quiero canela y miel.

Desayuná mis trasnoches

Con mariposas azules

Revolveme

Revolucioname

Volvé a ilusionarme

Claudicá en mi mitad

Hacéme entero

Dame bravura

Hacete verde donde reposar

Hacelo

No pido

Exijo.

Devolveme amor

Que cuando vuelve,

es toda mi vida por ese simple momento.

jueves, 27 de enero de 2011

centro

toco el centro de tu cuerpo
toco chacras
toco tu olor
toco escribiendo
y toco mi recuerdo
tocándote.

miércoles, 26 de enero de 2011

días

Hay días que pasan sin más.
sin dejar huella aparente.
Son los que marcan el paso del tiempo.
y resultan ser los más intensos.

viernes, 21 de enero de 2011

Rosa

Gabriel es el encargado del edificio. Como a casi todos los de su oficio, le fastidia que le llamen portero. Aún así, no se ocupa demasiado por revertir su imagen. Pasa varias horas en la vereda y conoce el sub-mundo de la vida privada no sólo de los del edificio sino de los del barrio también. Escueto y evasivo a las preguntas, siempre exige respuestas. Mientras, manguerea la vereda dos veces al día, porque dice que las necesidades caninas le ensucian el palier. Habla de política, fútbol, mujeres, noticias sobretodo amarillas, de los vecinos que están fuera de lo normal y los que llevan una vida normal. Tiene una vara moral más determinada que la de un faraón, y así se autoproclama el nuevo restaurador de Buenos Aires. Si don Juan Manuel de Rosas lo viera, moriría nuevamente. Crítico y observador, posee material como para escribir diez “best sellers”. Desborda una sobredosis de información. Nunca me agradaron los tipos que no saludan sino los saludás. No sabía muy bien el porqué, hasta que me enteré que no era una cuestión de vergüenza sino de inseguridad en la comunicación, según Hegel. El tipo espera que le decís para armarse una respuesta. De todos modos, no era el día.
Al bajar por el ascensor me topé con su figura en el pasillo de la planta baja.
--Buen día—dije.
--Lo serán para ud.--- me respondió, lo que me animó a preguntarle.
--¿No lo es para ud?---
-- Y no… tengo a mi Rosa muriendo--- susurró al tiempo que bajo la cabeza y respiró casi moqueando como boxeador.
Yo, salía con el tiempo justo, pero mi humanidad detuvo el reloj de repente. Se paró también mi mirada en un punto fijo. Me tocaba la corbata como si ello me ayudara a pensar. Hacía calor como para salir con el traje, con esa armadura socialmente aceptada. Mi corazón se desbocó en sístoles y diástoles nerviosas. Enmudecí. Aposté a que me contara y se desahogara. Sin darme cuenta le ponía el hombro a ese desconocido que ya era como de la familia. Ví al hombre desarmado. Sentí como se buscaba en el escobillón para poder hablar. Fue entonces que rompí el silencio con un lenguaje no verbal frunciéndole un ceño. Y en tono confesor, asintiendo con la cabeza, balbuceó.
-- A la rosa me la liquidaron las hormigas--

martes, 4 de enero de 2011

deseo

Tengo solo un minuto para escribir
es un mensaje en la botella hacia el mar
y desesperado me impongo hacerlo
Tengo solo algunos segundos
porque me alcanza la rutina
y me impone su ritmo.
ya llega sin golpear la puerta.
y ni siquiera pude escribirte cuanto te deseo.