Alguien me contó que los secretos al ser contados dejan de serlo. Se transforman y se incorporan al que los lee, los escucha, los comparte y hace así, menos solitario su recorrido.
martes, 10 de mayo de 2016
Miguel Da Fonseca, de profesión paseador.
Viene con el tiempo en los hombros y llega despacio como llega la pleamar en junio. A veces con la silueta de un púgil amateur y con el andar cansino. Llega con el chino sin reparar en el viento siquiera. Los ladridos acompasan durante el itinerario y a modo de saludo, lo bendicen. El mejor amigo del perro es ese hombre.Bien sabe llevar el título en su corazón que alguna vez compartió con sus mujeres. Es menester del paseador pasear, entonces anda por el pueblo paseando. El chino le secunda como si fuera su escudero y ahí va el hombre haciendo punta desde el alba. Sacando perros por el pueblo con su boina del che y su facón labrado en el cinto campero. Viaja a la tierra de la naturaleza recitando poemas en las calles desiertas y alabando la libertad. Esa libertad de saberse el mejor amigo del perro.
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