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martes, 3 de diciembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: UN DULCE SABOR A MUERTE - Ellis Peters


 
Título original: A morbid taste for bones
Autora: Ellis Peters
Editorial: Pàmies
Traducción: María Antonia Menini
Páginas: 256
Fecha publicación original: 1977
Fecha esta edición: abril 2009
Encuadernación: cartoné
Precio: descatalogado
Diseño de cubierta: Javier Peres Unceta

Fray Cadfael, que en su juventud fue a las Cruzadas y vivió multitud de aventuras, vive ahora retirado en la abadía benedictina de Shrewsbury, cerca de Gales. Gran conocedor de las plantas y sus propiedades, y experto en la preparación de remedios con las mismas, es el encargado del herbario y del huerto. Hombre inteligente, observador y dotado de un gran sentido común, tendrá que utilizar todas estas cualidades para resolver los casos que se le presentan. El ambicioso prior Roberto decide hacerse con las reliquias de santa Winifreda, que reposan en el pequeño pueblo galés de Gwytherin, pese a la oposición de los habitantes del mismo. Es entonces cuando se produce un terrible crimen y la experiencia mundana de fray Cadfael adquiere una importancia vital a la hora de resolver el misterio.
 

Hubo una época en la que no se me escapaba ni una serie ni una película de época... las tenía casi todas (y veía buena parte de ellas). Aquellos maravillosos años han quedado atrás, pero todavía recuerdo la serie de Cadfael, el monje detective del siglo XII, protagonizado por el shakesperiano actor Derek Jacobi. Esta producción televisiva adaptaba una serie de veintiuna novelas escritas por la británica Ellis Peters, que por desgracia en España es muy desconocida pero en su país recibió todo el reconocimiento que merecía. Todos los libros publicados en español están descatalogados desde hace años, y yo de segunda mano conseguí unos cuantos hace ya mucho tiempo. Como suele pasarme, me lanzo al frenesí de conseguir tesoretes para mi biblioteca personal y luego tardo siglos en leerlos, pero ¿y el gustirrinin que da saber que están ahí esperando, pacientes y resginados, hasta el momento en que tú decidas hacerles los honores y sacarlos de la estantería? En fin, me dejo de palabrería. Que por fin he leído Un dulce sabor  a muerte, el primero de la serie de Fray Cadfael, y os cuento qué me ha parecido.

Estamos en el año de nuestro Señor de 1137. La cuestión de las reliquias de santos se ha convertido en un tema de suma importancia en las abadías, lo que hace que exista una intensa rivalidad por hacerse con ellas y sumar prestigio al templo que las cobija. La abadía de San Pedro y San Pablo de Shrewbury, a la que pertenece Fray Cadfael, no es ajena a esta situación, y su prior ha puesto los ojos en las reliquias de Santa Winifreda, enterrada en un pequeño pueblo de Gales llamado Gwytherin, donde al parecer se han producido muchos milagros atribuidos a la santa. Una serie de circunstancias y milagros sospechosamente afines a este proyecto hacen que una delegación de varios monjes viaje a esta región de Gales para conseguir que sus gentes les permitan trasladar los restos de la doncella a la abadía. En esta delegación también viaja Cadfael porque él mismo es galés y necesitarán de él para comunicarse con los habitantes de Gwytherin, pero una vez allí las cosas no resultarán fáciles para los benedictinos. Cuando se produce un asesinato, Cadfael solo contará con sus dotes de observación y sus conocimientos de la naturaleza humana para resolver el crimen y evitar que una persona inocente sea juzgada.

Quizás debería empezar hablando de Fray Cadfael, ¿verdad? Pues Cadfael es un recio galés de cincuenta y siete años, pecho abombado, piernas torcidas y andares de marinero que en su día luchó en las Cruzadas y estuvo en muy diversos lugares, de donde siempre se traía en los bolsillos semillas y hierbas que ahora florecen y dan vida en el esplendoroso huerto de donde es rey y señor en la abadía. Y es que el hábito benedictino de Cadfael no lo es por vocación, sino un buscado retiro después de muchas batallas, aventuras y mujeres. Se sienta en un rincón de la sala capitular y se duerme cuando algo le aburre y, aunque sabe que tiene obligaciones asociadas a la vida clerical, lamenta interrumpir sus quehaceres en el huerto cada vez que tiene que cumplir con ellas, porque a él lo único que le gusta es pasarse el día entre hierbas y preparando remedios medicinales. El resto de la congregación no ve con buenos ojos su pasado, pero a él le da igual: es de los de vive y deja vivir, pero eso no quita para que sea muy consciente de todo y todos los que le rodean. Y eso incluye a Fray Juan, el joven novicio que le ayuda en su huerto y su herbario; Juan se metió a monje por el rechazo de una mujer (como tantos otros en aquella época) pero no está hecho para la vida monástica, así que Cadfael intuye que dejará los hábitos tarde o temprano y decide que le acompañe en el viaje que da comienzo a toda esta historia para que vea un poco de mundo y vaya encontrando su camino.

No sé si esto que os estoy contando, lo de un fraile y un novicio en pleno medievo que llegan a un lugar donde tiene lugar una situación un tanto tirante y acaban teniendo que resolver un asesinato a modo de Sherlock Holmes y Watson, os hará sonar campanas de El nombre de la rosa. Y sí, tal vez caigáis en la tentación de pensar que la autora, Ellis Peters, tuvo la osadía de intentar emular la joya de Umberto Eco... y estaríais cometiendo un error, porque esta novela, Un dulce sabor a muerte, es anterior en varios años a la novela de Eco, así que de existir inspiraciones varias, serían en el sentido contrario, aunque no seré yo la que tire la primera piedra. En todo caso, la similitud es curiosa, pero la originalidad de usar a un monje en la Edad Media como investigador por primera vez en la literatura, es sin lugar a dudas de Ellis Peters.

Dicho todo esto, que no quiero hacer una reseña larga, solo me voy a detener en un par de cosas: por un lado, la ambientación, y por el otro, la investigación en sí misma.

Si empiezo por lo segundo, la investigación, no debemos olvidar algo que ya he dicho un par de veces: que la novela se ambienta en 1137, en plena Edad Media. Así que no esperéis una trama llena de efectos, giros, investigaciones apasionantes y montones de pruebas que estudiar y examinar. De hecho se pasa un buen porcentaje de libro antes de que llegue el esperado asesinato porque la autora se detiene mucho en presentar tanto a los personajes como a la propia situación. Pero es que, cuando llega la muerte, lo único de lo que dispone Cadfael para resolver el asunto es de su capacidad para observar el cadáver y el escenario del crimen, su conocimiento del alma humana, su empatía a la hora de comprender las relaciones humanas y lo que motiva a las personas para hacer lo que hacen y su destreza con las hierbas y sus usos (al menos en este primer libro).

En cuanto a la ambientación, la autora nos lleva desde Inglaterra a Gales buscando una tensión que no hubiese existido en tierras inglesas. Para que os hagáis una idea (sin extenderme mucho), en la época en la que se sitúa la novela, los galeses no solo tenían que enfrentarse a luchas internas y entre clanes, sino también a las presiones externas (que en aquellos tiempos provenían de los conquistadores normandos), así que los ingleses no solo no eran bien vistos, sino que eran considerados forasteros en el país. Teniendo todo esto en cuenta, la delegación benedictina es recibida con hospitalidad, curiosidad y gentileza por parte de las gentes del lugar porque no les queda otra, pero también con cierta desconfianza y sin olvidar que son un hatajo de monjes ingleses que quieren llevarse a una santa galesa, y por mucho que los benedictinos tengan la bendición de la iglesia y de la monarquía de esas tierras, no quieren perder la protección de una santa que ellos consideran que les pertenece. La tensión va in crescendo y, cuando todo culmina en el asesinato, las sospechas recaen tanto sobre posibles rencillas familiares como sobre esos monjes que han llegado para sembrar discordia.

Y por encima de todo esto revolotea un hecho que la autora pone varias veces en boca de Cadfael: que los monjes son también hombres, que se dejan llevar por la ambición igual que cualquier otro mortal y que hay hombres buenos  y malos tanto fuera de la fe cristiana como dentro de ella. Que unos son mejores que otros, pero que todos en la viña del Señor están cortados por el mismo patrón ya lleven hábitos, túnicas o harapos. Y sin dar demasiados datos porque he evitado hablaros de cualquier personaje que no sea Cadfael (y, en muy menor medida, Juan), todo esto lo vemos en varios personajes que forman parte de la delegación benedictina. Cada cual tiene sus motivaciones en ese viaje, unos lo demuestran de manera evidente y otros de manera más soslayada, pero lo que resulta claro es que algunos actúan para mayor gloria suya, por mucho que digan hacerlo en nombre de la Orden... y no todos realizarán el viaje de vuelta a la abadía de San Pedro y San Pablo, pero los motivos tendréis que averiguarlos si leéis el libro.

En resumen, un misterio medieval en el que la autora implementa la labor de documentación exhaustiva que llevó a cabo (ya no solo sobre la época, sino sobre el modo en que funcionaba una Orden religiosa como esta hace más de mil años) de una manera totalmente natural, sin que se note y sin hacer alarde de ello (que es un defecto muy molesto en muchos escritores), así que no tengáis dudas si no os va mucho el tema religioso porque está contado de tal manera que está ahí por razones evidentes, pero sin más. Además yo creo que es un gesto muy valiente el de optar por una ambientación como esta para un libro de misterio con asesinatos (valiente y pionero, que muchos han venido después de ella a contar cosas parecidas), porque los recursos de investigación del siglo XII no podían ir más allá de la mera observación y los conocimientos inherentes a la persona encargada de realizarla. Es una historia que depende mucho del protagonista por razones obvias, y Cadfael es todo un descubrimiento: un monje sin ninguna vocación monástica que ha vivido mucho, ha visto mucho y que, por tanto, posee unas habilidades y unas capacidades muy superiores y mucho más cosmopolitas que las la de la gente que le rodea, que ha vivido enclaustrada la mayor parte de su vida. Ha convivido con la muerte durante sus años en Tierra Santa y sabe de heridas, de armas y de formas de matar, así que podría decirse que los muertos le hablan (en sentido figurado, claro) y de esa información depende el éxito de sus pesquisas.

La verdad es que he disfrutado mucho de esta primera novela de Fray Cadfael, me ha parecido muy entretenida y fácil de leer entre lecturas más exigentes con un muy buen personaje principal y una estupenda ambientación, así que el año que viene seguiré sin duda con este personaje. Ah, y por si queréis ver algo de la serie, os dejo el tráiler por aquí

 







 
ELLIS PETERS (1913-1995). Autora prolífica de novelas históricas y de misterio, alcanzó fama mundial con las novelas de Fray Cadfael, que han vendido millones de ejemplares, han sido traducidas a decenas de idiomas, y sobre las que la BBC produjo una serie de gran éxito. En 1994 le fue concedida la Orden del Imperio Británico. Los misterios que encierran las novelas de Cadfael se encuentran dentro de la mejor tradición de las «novelas enigma» inglesas. La recreación de la atmósfera medieval envuelve de forma magistral la trama, uniendo el género histórico con el de misterio.

lunes, 4 de noviembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: LA CASA TORCIDA - Agatha Christie


 

 
Título original: Crooked House
Autora: Agatha Christie
Editorial: Espasa
Traducción: Stella de Cal
Páginas: 240
Fecha de publicación original: 1949
Fecha esta edición: octubre 2017
Encuadernación: rústica
Precio: 15,90 euros



 
 
Este 2024 me he tomado con más tranquilidad el reto de mi querida Agatha después del tour de force del 2023, pero aun así creo que es el quinto libro suyo del que os hablo este año (y si no pasa nada quiero reseñar al menos otro antes de Navidad... veremos si lo cumplo). Ya estamos en 1949, y con
La casa torcida hoy os hablo de una de sus novelas más conocidas no protagonizadas por ninguno de sus detectives habituales.
 
Charles Hayward, diplomático, y Sophia Leonides se conocen en Egipto justo después de la guerra. Pasan de la amistad al amor sin darse cuenta, pero él no se decide a pedirle matrimonio porque ella retorna a Inglaterra y él tardará un par de años aún en regresar. La casualidad hace que Charles vuelva a su país justo el día en que el abuelo de Sophia, el millonario Aristide Leonides, muere... y los indicios apuntan a que ha sido asesinado. Sophia se niega a casarse con Charles hasta que todo se resuelva y se descubra al asesino, y aquí es donde realmente comienza la historia, porque Charles apenas sabía nada sobre la familia de Sophia hasta ese momento, una familia cuyos extraños miembros viven todos juntos como gallinas en Three Gables, la Casa Torcida del título... y todos ellos quieren, anhelan, suspiran por que el culpable sea una persona muy concreta de la familia a la que odian profundamente, pero en el fondo saben que no es así, que sería demasiado fácil y conveniente, y cuando sale a relucir el tema del estamento las cosas se complican todavía más. ¿Quién tenía motivos para asesinar a Aristide? ¿Quién es la persona más torcida en esta casa torcida?

Confiesa Agatha en el prólogo algo que yo estoy diciendo desde hace ya unas cuantas entradas: que de cada cuatro libros que escribía, solo uno lo hacía por placer y los otros tres eran simple trabajo (ya os he comentado varias veces que se nota desde hace un tiempo para acá la obligación de meter a Poirot en las novelas porque era lo que le daba de comer, pero que resulta evidente que ella realmente quería hablar de otras cosas... me alegra comprobar que no me lo estaba imaginando xD). Retomo hilo. Esto, lo de escribir o no por obligación lo dice porque le confiesa al lector que precisamente La casa torcida es de esas novelas que sí escribió por placer y que además es uno de sus trabajos favoritos. Estuvo rumiando la idea durante muchos años hasta que le dio forma, y a la vista está que el resultado mereció la pena, porque es de sus obras más famosas y se sigue adaptando periódicamente al cine o la televisión (de hecho la última se hizo en 2017 y la podéis ver en Amazon Prime... al final os hablo un poco sobre ella).
 
Antes de seguir, Agatha vuelve a usar una vez más una canción infantil para el título de una de sus novelas. En esta ocasión se trata de There Was a Crooked Man, una rima infantil que se dice escribió Mother Goose, una figura legendaria en la literatura infantil a la que se atribuyen multitud de rimas, canciones e historias infantiles como esta pero de quien no se conoce su identidad real a día de hoy. Autores como Charles Perrault recopilaron estas historias y las publicaron (los famosos Cuentos de Mamá Ganso), pero lo dicho, aunque hay suposiciones y conjeturas sobre su identidad, no se sabe realmente de quien procedían las historias originales. La rima en cuestión es esta:

 There was a crooked man, and he walked a crooked mile,
 He found a crooked sixpence against a crooked stile;
 He bought a crooked cat which caught a crooked mouse,
 And they all lived together in a little crooked house.
Érase un hombre torcido que anduvo una milla torcida.
Encontró seis peniques torcidos junto a un portillo torcido.
Compró un gato torcido que atrapó a un ratón torcido,
y todos vivieron juntos en una casita torcida.
 
Y en esta casita torcida, la de Three Gables, viven muchas personas torcidas, así que os las presento brevemente. Aristide Leonides, el cabeza de familia asesinado, tenía unos 80 años en el momento de su muerte; emigrado griego, se hizo inmensamente rico y, aunque era muy controlador, compartió su fortuna con su familia, que lo adoraba de una manera un tanto insana; Roger, su hijo mayor y de personalidad un tanto nerviosa, es su ojito derecho pero una nulidad para los negocios; su mujer, Clemency, es una científica tan minimalista como parca en cualquier tipo de expresión social; el hijo menor de Aristide, Philip, es escritor e historiador y siempre ha vivido a la sombra de su hermano mayor; su mujer, Magda, es actriz (de las malas) y vive la vida como si estuviese siempre sobre un escenario; Philip y Magda tienen tres hijos: Sophia, inteligente y sensata; Eustace, adolescente que acaba de superar una enfermedad que lo ha vuelto muy irascible; y Josephine, de apenas 12 años y empeñada en convertirse en detective, por lo que suele escuchar detrás de las puertas y sabe todo-todo lo que ocurre en la casa. Hasta aquí los hijos de Aristide y sus respectivas familias, pero no se vayan todavía que aún hay más. Seguimos por la tía Edith, la estricta hermana de la primera esposa de Aristide, que se fue a vivir con la familia para cuidar de Roger y Philip cuando eran pequeños y que tuviesen una figura materna y ahí sigue, taitantos años después; y Brenda, segunda esposa y jovencísima viuda de Aristide, a quien conoció cuando era camarera en uno de sus restaurantes y a quien odia todo el resto de la familia por considerarla una aprovechada que iba tras el dinero del anciano. Y ahora toca hablar de los dos personajes que viven con la familia pero no pertenecen a ella: uno es Laurence Brown, tutor de Eustace y Josephine, a quienes da clase en casa, y Nannie, niñera de todos los niños Leonides que se ha quedado en la casa a hacer un poco de todo. 

"Creo que era eso lo que quería expresar cuando indiqué que todos vivíamos en una casita torcida. No quería decir que fuese torcida en el sentido de poco honrada. Quería decir que no habíamos crecido con independencia, manteniéndonos de pie, derechos, por nosotros mismos. Todos estamos un poco retorcidos y entregados unos a otros."

Como veis, una casa atestada de gente, cada cual con sus rarezas, sus peculiaridades (Sophia en cierto momento dice que todos ellos son despiadados, aunque de modos muy distintos) y, quizás, sus motivos para matar al patriarca, al que se describe en todo momento como encantador, con una personalidad arrolladora, la luz de la casa, el fulgor del firmamento, la luminiscencia de la Vía Láctea... (era fan-ta-bu-lo-so, vamos, lo nunca visto xD) y casi todos lo adoraban de una manera bastante insana. Hay demasiada... adoración, y también demasiada familia, si se me permite decirlo, y eso complica mucho las cosas, porque nadie da el perfil del asesino, ni siquiera quien toda la familia desea y espera que sea. ¿A quién quieren cargarle el muerto, nunca mejor dicho? Como habréis imaginado por la descripción de personajes, a Brenda, su veinteañera viuda, no solo porque la odien a muerte, sino porque sospechan algo que aquí no os voy decir. El caso es que una frase que se repite varias veces es "Puede que todo vaya bien... si el asesino es quien debe ser", porque debe ser Brenda, DEBE ser ella, eso pondría las cosas muy fáciles. Pero si no es ella, si no es quien debe ser, el asesino sería alguien de la familia, y eso ya no les conviene tanto.
 
Creo que no lo he dicho todavía, pero el narrador es el propio Charles, persona ajena a la familia pero que quiere formar parte de ella como futuro marido de Sophia. Se ve involucrado de lleno en la historia porque su padre  es un jefazo de Scotland Yard y se hace cargo del caso, así que no solo acompaña al inspector Taverner en sus indagaciones y visitas a la casa, sino que en cierto momento su padre le encarga que haga hablar a los miembros de la familia Leonides, que les deje expresarse, que se fije en lo que dicen y en lo que callan y descubra la nota discordante, algo que no puede hacer un miembro de la policía ante quienes todos se ponen en guardia (Agatha, en boca del padre de Charles, dedica todo un capítulo a disertar sobre cómo son los asesinos, lo que los mueve, el factor común en casi todos ellos, ese factor que hace que la moral esté tan ausente como para cometer un asesinato sin arrepentirse nunca de ello... se nombra incluso el caso del asesinato de Road Hill, del que os hablé hace poco en
La primera detective). Volviendo a Charles, el pobre deambula por la casa, habla con sus habitantes, intenta averiguar cosas, pero él mismo nota cómo la Casa Torcida también influye en él, porque llega un punto en el que no quiere encontrar la verdad, sino aquello que más le conviene a él y a su propia idea sobre quien puede o no ser el asesino.
 
He conseguido llegar hasta aquí cumpliendo mi máxima de no desvelar nada del misterio y la investigación en sí mismos, así que misión cumplida. La casa torcida ha sido una relectura, y es de esas historias de las que recuerdas sin lugar a dudas la identidad del culpable. Aun así las pistas están ahí y yo creo que se puede adivinar perfectamente quién es porque Charles cuenta todo lo que ve, lo que le dicen y lo que descubre, y que él muchas veces no sepa sumar dos más dos o transcriba cosas sin saber darles el significado correcto no quiere decir que tú como lector no puedas o no sepas hacerlo. Vamos, que si estáis atentos se sabe, pero eso no disminuye ni un ápice el disfrute de la historia y el final en sí mismo, porque la resolución que le da Agatha a la novela (ya no desvelar la identidad del culpable, si no lo que hace con esa persona) para mí es muy correcto y más inesperado para el lector que descubrir al asesino.
 
¿Próxima entrega? Se anuncia un asesinato, el esperado retorno de la señorita Marple en una de sus muy escasas apariciones.  




Para ir terminando, os hablaba de la adaptación de 2017.  Como sabía que tarde o temprano releería la novela he estado posponiendo su visionado hasta ahora, pero por fin he podido verla. ¿Qué me ha parecido? Pues sin poder destripar nada por aquí tampoco, la premisa inicial del modo en que Charles entra en la historia ya es totalmente diferente: tras dejar la carrera de diplomático trabaja como detective privado y Sophia (con la que aparentemente tiene un pasado que no acabó bien) lo contrata para que investigue el asesinato de su abuelo antes de que la policía entre en escena. La peli está bien, entretiene, pero todo es completamente diferente, desde la propia personalidad de los personajes, que en algunos casos es totalmente opuesta a la del libro, hasta el tono mismo de la historia y su esencia. Todo lo importante está ahí, pero con mucho más drama, acción y salseo, lo habitual en las adaptaciones que están saliendo últimamente. En fin, lo dicho, cumple perfectamente para pasar un buen rato delante de la pantalla y, aunque no se haya leído el libro, creo que es un misterio de época muy apañado.


Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.
 

lunes, 21 de octubre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: BELFEGOR, EL FANTASMA DEL LOUVRE - Arthur Bernède


 
 
Título original: Belphégor
Autor: Arthur Bernède
Editorial: Valdemar
Traducción: Agustín Izquierdo
Páginas: 304
Fecha de publicación original: 1927
Fecha esta edición: septiembre 2019
Encuadernación: cartoné
Precio: 24 euros
Imagen de cubierta:
Cartel de la película Belphégor (1927)


 
Belfegor apareció inicialmente en el periódico Le Petit Parisien por entregas diarias entre enero y marzo de 1927. Su trama, llena de misterio y suspense, se inicia una noche en la que un vigilante del museo del Louvre sorprende en la Sala de los Dioses Bárbaros a un intruso enmascarado de pie junto a la estatua de Belfegor, dios de los moabitas. El agresor huye perseguido por el guardia y acaba esfumándose. Al día siguiente, la extraña figura vuelve a aparecer y ataca a otro vigilante dejándolo malherido junto a la estatua derribada. El inspector Menardier es encargado de la investigación oficial, pero también se verán implicados en el asunto Chantecoq, “el rey de los detectives”, y el intrépido reportero Bellegarde. En los dos meses que duró la publicación del serial, en Francia no se habló de otra cosa. Finalmente, en 1965, la televisión francesa emitió la mítica serie Belfegor, el fantasma del Louvre.

 

Reconozco que mi primer acercamiento con esta historia fue la adaptación cinematográfica de 2001 con Sophie Marceau, Julie Christie y Frédéric Diefenthal, cosa que no debe extrañar dada mi obsesión insana y vergonzante con el Antiguo Egipto. La película no es gran cosa, la banda sonora me encanta, y poco más... hasta que supe hace unos años que Valdemar tenía publicada la historia original, la compré y ahí ha estado hibernando hasta ahora. Solo puedo deciros, a modo de anticipo, que la película se parece al libro lo que una castaña a un tren y que encima el tal Belfegor, literariamente hablando, ni siquiera tiene nada que ver con Egipto. Pero bueno, era de esperar, que ya sabemos lo fieles que son las adaptaciones y tal. Seguramente el resto de adaptaciones (unas cuantas) serán mucho más ajustadas a la historia original, pero como no las he visto, no puedo opinar. En cualquier caso, me dejo de preámbulos y os hablo sobre la novela. 

La historia comienza al grano. Un vigilante nocturno del Louvre percibe un intruso durante su ronda en la sala de los Dioses Bárbaros junto a la estatua del dios Belfegor. Este intruso, que parece un fantasma y va disfrazado de espectro envuelto en un sudario negro, una capucha y una máscara que solo deja ver sus ojos, desaparece de su vista en un santiamén. El vigilante le persigue, le dispara, pero se escapa, no se sabe por donde. La noche siguiente otro vigilante decide hacer guardia en esa misma sala para comprobar si vuelve a aparecer el que acabará siendo conocido como el Fantasma del Louvre, y lo encuentran asesinado a la mañana siguiente. Este criminal pronto se convierte en la sensación de París, y tras su pista no va tan solo la policía en la figura del inspector Menardier, sino también Jacques Bellegarde, un periodista del Petit Parisien en busca de la noticia, y un tal Chantecoq, una gloria nacional conocido como el rey de los detectives. Pronto Bellegarde y Chantecoq empiezan a recibir notas amenazantes del Fantasma (que firma como Belfegor) para que le dejen en paz si no quieren sufrir las consecuencias, pero eso solo hace que persistan en su empeño por desenmascarar al asesino. ¿Qué busca el Fantasma en la estatua del dios Belfegor? ¿Cómo entra y sale del Louvre? ¿Quiénes son sus compinches? ¿Por qué parece tener un interés muy especial en el periodista Bellegarde?

Antes de nada debo advertiros que no os lleve a error el hecho de que Valdemar publicase esta novela dentro de su colección Gótica, porque ni es gótica, ni de terror ni tiene ningún elemento sobrenatural ni nada de nada. Realmente es una novela de misterio o suspense normal de toda la vida como tantas otras con criminales humanos (que se sabe desde el principio que lo son... humanos, quiero decir, por mucho que el tal Belfegor se vista como un espíritu), investigaciones de detectives/policías/periodistas de por medio y ningún elemento de la literatura gótica a la vista. Que luego vienen las expectativas y las decepciones y ya sabemos lo que pasa. NO es gótica, y si alguien dice que lo es, no os lo creáis. La confusión puede venir por la adaptación cinematográfica de 2001, que sí tiene elementos que podrían encuadrarse ahí... pero ya digo arriba que no se parece absolutamente en nada a la novela.

Dicho esto, primero quizá debería decir qué representa el tal Belfegor, ¿verdad? Pues es el nombre de un demonio en la tradición judía y cristiana, pero la acepción que realmente usa Arhur Bernède en la novela es la que proviene de la Vulgata (no me voy a extender aquí sobre esto, pero se conoce así a la traducción de la Biblia al latín que hicieron San Jerónimo y Santa Paula a finales del siglo IV d. C.). El caso es que en la Vulgata se denomina Belphegor al dios de los moabitas (una civilización semita que vivió en la actual Jordania entre los siglos XIII y I a. C.), y como tal, como una representación del dios moabita, es como se define a la escultura del Louvre alrededor de la cual gira la primera mitad de la novela. Por asociación es como se empieza a conocer también poco a poco al criminal de la novela, al que empiezan llamando Fantasma del Louvre y terminan llamando Belfegor (de ahí el título del libro, vaya xD). Como veis, nada que ver con el Antiguo Egipto y el departamento de Egiptología del Louvre que sirvieron como reclamo en la adaptación cinematográfica del 2001. Porca miseria.

En fin, que Belfegor se publicó por entregas diarias entre enero y marzo de 1927 en Le Petit Parisien (precisamente el periódico en el que trabaja Bellegarde, uno de los protagonistas del libro), y ese mismo año salió en formato novela. No me quiero imaginar el esfuerzo de idear y sacar adelante un capítulo diario durante tres meses, y aunque imagino que buena parte de ese trabajo ya estaría adelantado antes de comenzar con la publicación, se nota el interés por alargar el tema en algunos capítulos de relleno al final del libro que sinceramente son del todo prescindibles y no aportan absolutamente nada salvo un día más de venta de periódicos esperando al desenlace (por ejemplo, sin entrar en muchos detalles, el dedicado al matrimonio Papillon y sus cuitas).

Por lo demás, un exitazo de ventas, como podréis imaginar, todo un bestseller de la época, de consumo muy fácil y calidad justa pero efectiva para mantener la tensión y la intriga hasta el final. Como anécdota, os puedo contar que la imagen que aparece en la cubierta de esta edición corresponde a la adaptación en cuatro partes de la novela del mismo año en que se publicó, 1927. ¿Cómo es posible tanta rapidez? Pues porque la productora cinematográfica que la llevó a cabo, la Société des Cinéromans, pertenecía al propio autor y a dos socios: nada menos que el escritor Gaston Leroux y el actor René Navarre. De hecho, Bernède, el autor de Belphegor, llegó a adaptar veinte de sus novelas a la gran pantalla porque la empresa nació en 1919 con ese fin: adaptar las novelas que ellos mismos escribían... vamos, lo de "yo me lo guiso, yo me lo como" llevado a la máxima expresión. La vida de esta productora fue breve (desapareció en 1929), limitándose a la época del cine mudo y viviendo su época de máximo esplendor cuando la productora Pathé entró en juego en 1922 (alrededor de cincuenta películas en unos siete años). El cine en los años 20 iba a toda máquina.

Volviendo a la novela, os decía arriba que comienza con la confusión inicial a la mañana siguiente de la primera aparición del Fantasma en la sala de los Dioses Bárbaros del Louvre (que no existe en la realidad, al menos con ese nombre, que yo sepa), y son varias las líneas de investigación que comienzan en ese momento: una es la policial (que como no podía ser menos es la más tonta de todas con unos policías que van de listos, no se enteran de nada y siempre miran en la dirección incorrecta); la otra comienza dividida con un periodista por un lado y un detective privado por el otro, aunque luego se unifica cuando estos dos personajes se ven obligados a colaborar por diversas circunstancias. Estas investigaciones se ven entorpecidas por la malevolencia de Belfegor, que por la razón que sea parece que se la tiene jurada el periodista y cada movimiento que hace no tiene más objetivo que perjudicarle, así que aunque no puedo contaros mucho sobre las investigaciones en sí mismas (tampoco es que sean de una inteligencia suprema, todo hay que decirlo, y el detective se hace el interesante todo el rato y no cuenta demasiado sobre sus deducciones), sí puedo deciros que llega un punto en que el Louvre queda totalmente a un lado y todos los esfuerzos se centran en desenmascarar al Fantasma, porque algunos de sus acólitos dan la cara bien pronto, pero la identidad de Belfegor y de sus compinches más cercanos son la gran incógnita hasta el final. Por otro lado, Bernède mueve a los personajes constantemente, ya sea desde el Louvre hasta diversos alojamientos (que describe de manera pormenorizada) pasando por restaurantes o castillos.

No sé si habéis leído alguna (poca o mucha) novela criminal francesa (la famosa roman policier) de finales del XIX y primera mitad del XX, pero digamos que tiene un estilo muy característico y muy alejado de la novela anglosajona del mismo género y la misma época. La trama que lo sustenta es, obviamente, la del misterio policial, pero el tono es muy folletinesco, con mucho melodrama y romance a primera vista y unos diálogos a los que les sobra desmesura y les falta chispa e ingenio (para mí, al menos... es que a ratos me parecen tontorrones y artificiales xD). Muchas de estas novelas las escribían autores profesionales como el propio Bernède y estaban todas cortadas por el mismo patrón: los buenos son muy buenos, los malos son muy malos, pasa de todo como en botica, hay giros a reventar, personajes misteriosos, conspiraciones contra los buenos, personajes tontorrones de relleno que cumplen su función, acólitos sin escrúpulos, damas enfermizas, damas pizpiretas y muy echadas p'alante, detectives que se disfrazan de una manera magistral (Sherlock, que alargada es tu sombra...), y todo esto publicándose un capítulo a diario, con lo que la necesidad de mantener al lector con el alma en vilo hasta el día siguiente hacía que cada capítulo pareciese un oportunidad para sacar un nuevo conejo de la chistera (menos los de relleno, como digo arriba).

Y claro, digo todo esto y os parecerá que no me ha gustado... sí me ha gustado, resulta entretenido, pero sin más. No es un buen libro ni lo pretende, y tiene muchos defectos, pero son los inherentes al tipo de literatura y época a las que pertenece. Este estilo de folletín criminal estaba ya en las últimas en aquellos años y ofrece lo que se le pedía: entretener y enganchar al lector todos los días con una nueva entrega. Eso hace que el esfuerzo del autor por sorprender en cada página sea evidente, que haga varias piruetas para que la trama gire y gire, que los personajes anden como pollo sin cabeza o se enamoren en lo que se tarda en teclear un par de cruce de miradas, y que sepas durante toda la lectura que, de un modo u otro, todo va a acabar bien para los buenos y muy mal para los malos. Del Louvre vemos poco o nada y el pobre dios Belphegor no pinta realmente un carajo, pero se hace alusión al robo de la Gioconda perpetrado en 1911 y eso me ha parecido un puntazo. En fin, que se lee bien, la narración es ágil y llega un punto que sigues leyendo con interés para descubrir qué va a ser lo siguiente y qué se va a inventar el autor para seguir adelante con la historia, y ese era, ni más ni menos, el objetivo inicial del autor, pero no hay que pedirle más al libro. La traducción tiene cosillas, pero no voy a entrar en eso, que me repito mucho.
 
¿Merece la pena el final? ¿Sorprende? Bueno, es un poco rocambolesco y descabellado, pero no esperaba otra cosa, y creo que se ajusta muy bien al tono y las cabriolas argumentales que lo preceden. ¿Recomiendo el libro? Pues la verdad, como no os llame mucho por las razones personales que sean, podéis vivir sin leerlo xD. Soy mucho más de la Golden Age británica y la vertiente norteamericana que de la francesa, creo que resulta muy evidente. En cualquier caso seguiré leyendo de todo, como siempre, que nunca sabes donde vas a encontrar un nuevo favorito.


Arthur Bernède nació en la Bretaña francesa en 1871. Fue un escritor muy prolífico que no solo escribió numerosas novelas policiacas, históricas, de aventuras y de espionaje, sino también obras de teatro, libretos de ópera y guiones cinematográficos. En 1919, viendo que el cine se abría paso como una nueva narrativa, fundó junto con el actor René Navarre y el escritor Gaston Leroux, autor de El fantasma de la Ópera –con la que la presente novela guarda cierta relación–, la Sociedad Cinéromans, una empresa de nuevo cuño destinada a la producción tanto de novelas como de películas. 

Bernède adaptó al cine veinte de sus obras. La más popular, Judex, narra el enfrentamiento de un justiciero contra los banqueros en defensa de una viuda y un huérfano. Miembro de la masonería, luchó toda su vida por lograr el justo reconocimiento de los derechos de autor.
 
Falleció a causa de una crisis cardíaca el 20 de marzo de 1937.

lunes, 23 de septiembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: SOSPECHA - Francis Iles


 
Título original: Before the Fact
Autor: Francis Iles
Editorial: Who
Traducción: Vera Sánchez Ortiz
Introducción: Andrés Amorós
Páginas: 300
Fecha publicación original: 1932
Fecha esta edición: noviembre 2023
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 21,50 euros
Imagen de cubierta: Cary Grant en un fotograma de la película Sospecha (Alfred Hitchcock, 1942)




A sus 28 años, Lina McLaidlaw vive aburrida con sus padres en un pueblo inglés. Hasta ahora no ha conocido a ningún hombre que le haya interesado. La llegada del encantador Johnnie Aysgarth, un joven de una familia noble venida a menos y con mala reputación, lo cambia todo. Su padre se opone al matrimonio y todo el mundo parece saber que lo único que busca Johnnie es el dinero de Lina. Sin embargo, pronto se casan.

Tras disfrutar de una larga y costosa luna de miel, Lina descubre que Johnnie no tiene dinero ni manera de conseguirlo; que no está dispuesto a trabajar y que no le importa vivir del dinero de su mujer. Pronto comprende que el sentido moral de su esposo es diferente al de los demás: deudas, apuestas, mentiras, estafas…

Un día Lina se da cuenta de que su marido es un asesino.

«No es discutible que Sospecha es una novela de gran atractivo, que capta al lector desde la primera hasta la última página: la inteligencia, la originalidad y la ironía forman una combinación de éxito seguro. Además de proporcionarnos una amenísima lectura, nos hace asomarnos a algunos muy inquietantes abismos de la condición humana. No cabe pedir más». Andrés Amorós

La obra maestra que fascinó a Alfred Hitchcock.

 
La vida literaria te da sorpresas y unas de las mejores del año pasado fue la publicación por parte de Who Editorial de la novela en la que se basó el tito Hitchcock para su película
Suspicion, una de mis favoritas del maestro del suspense. Su autor es Francis Iles, que en realidad es uno de los seudónimos de Anthony Berkeley, uno de los máximos exponentes de la Golden Age literaria británica en tiempos de Agatha Christie, Dorothy L. Sayers, etc... A Berkeley lo he leído en algunas de sus novelas protagonizadas por Roger Sheringham, pero es la primera vez que lo leo en su vertiente Iles, y ciertamente el tono me ha parecido totalmente distinto. Os cuento.
 
Lina tiene ya veintiocho años, es muy inteligente pero ninguna belleza, y eso en la Inglaterra rural de los años 30 no ayudaba mucho a encontrar marido. Su ánimo va por rachas, a veces le gustaría llamar más la atención, otras piensa que ni falta que le hace, su autoestima sube y baja como el Guadiana... hasta que conoce a Johnnie Aysgarth en una fiesta. Johnnie, que debemos decir desde ya que es MUY atractivo, también es la oveja negra de su familia con toda la razón del mundo: mujeriego, jugador, derrochador, vago (no ha trabajado un solo día en su vida), jeta, descarado... vive por encima de sus posibilidades y, aun así, no hay mujer que se resista a sus encantos. Lina cae en el mismo saco, pero con ella Johnnie decide casarse... por la razón que sea. Su familia intenta quitarle la idea de la cabeza, le advierte de que este tipejo va detrás de la cuantiosa fortuna que ella heredará cuando su padre muera... pero Lina cree en Johnnie, confía en Johnnie, ¿cómo va a quererla por su dinero, con todas las cosas bonitas que le dice, con las mariposas que bailan en su estómago cada vez que lo ve? Y si es así, ya le cambiará ella, que su amor todo lo puede. Vamos, señoras y señores, la misma historia de siempre desde que la lluvia cae hacia abajo. Lo que viene a continuación es la confirmación de todos esos avisos y más, mucho más... y la historia de un matrimonio donde los límites no solo son maleables e insólitos, sino que ponen a prueba la empatía del lector.

Y dicho todo esto, el libro comienza con estas primerísimas líneas:

Algunas mujeres dan a luz asesinos, algunas se meten en sus camas y otras se casan con ellos. Lina Aysgarth llevaba viviendo casi ocho años con su marido el día que se dio cuenta de que estaba casada con un asesino.

Si no fuera por ese arranque, porque sabemos desde el inicio hacia donde se encamina la historia, el lector podría pensar que esta es la trillada historia de un matrimonio entre una mujer muy singular y un auténtico sinvergüenza, las muchas perrerías que el señor le hace a su señora y el modo en que ella va capeando el temporal (aunque como lector no estés de acuerdo con ninguna de sus decisiones). Y sí, este libro es todo esto, pero sabes que en el horizonte planea eso mismo, el asesinato, y eso hace que afrontes la lectura de una manera diferente, más... ¿perversa? Yo diría que sí. Y os digo una cosa, si lo leéis os daréis cuenta perfectamente del momento en que Johnnie se convierte en asesino aunque Lina tarde esos ocho años en caer del guindo. El autor no lo dice, obviamente, pero para eso estamos ahí los lectores: es la salsa de leer este tipo de libros y, quien busca, encuentra. 

La narración sigue en todo momento a Lina, es el núcleo alrededor del cual gira la historia y lo único que vemos es lo que ve ella. Eso quiere decir que el autor protege a Jonnnie de la mirada inquisitiva del lector, solo lo vemos cuando interactúa con Lina o cuando ella nos dice algo sobre él, pero jamás sabemos de las andanzas de Johnnie si Lina no está en el cuadro. Y aun así, Berleley lo cuenta todo de tal manera que casi siempre vas por delante de Lina con respecto a su marido, porque ella siempre tarda un poco más que tú en atar cabos... y es algo intencionado por parte del autor: Johnnie es un crápula, no te crees ni media palabra de lo que dice ni confías ni medio segundo en cada gesto que tiene con su muer y, si algo pasa, ten por seguro que es culpa de Johnnie.

Si os digo la verdad, conforme avanzaban las páginas no dejaba de pensar en los muchos detractores de la señora de Winter, en la Rebecca de Daphne du Maurier, y sus críticas hacia la personalidad de ese personaje... porque si leyesen Sospecha y se enfrentasen a las decisiones y razonamientos de Lina, tirarían el libro por la ventana xD. Es totalmente imposible empatizar con ella porque nunca entiendes todo lo que deja pasar, todo lo que perdona, la ceguera consciente, el posicionarse de manera voluntaria a favor de su marido una y otra vez... una y otra vez, una y otra vez, UNA Y OTRA VEZ. Porque si no supiera, si no descubriese, si viviese en la inopia y no se enterase de nada, te parecería tonta pero no podrías echarle en cara más que su sorprendente capacidad para vivir en la nube... Pero no, este es el caso contrario: Lina se entera de todo lo que va haciendo su marido (que no os desgloso aquí, obviamente, pero vamos... un pincel de señor). Y sí, se enfada, se enfrenta a él, le pide explicaciones, pero en cuanto él le hace dos carantoñas, se derrite de gusto, le hace prometer que nunca más y p'alante, como los de Alicante. Y así nos pasamos casi todo el libro. Y a ti, como lector, te llevan los demonios, MUCHO, porque esta mujer sabe donde está metida y le da igual... pero ahí está la gracia de la literatura, de crear buenos personajes, personajes muy grises o muy alejados de ti con los que no estás de acuerdo en absoluto y aun así no puedes parar de leerlos a ver donde te llevan. Y porque no os he contado nada de nada, que os pensaréis que todo esto es spoiler pero no os imagináis realmente todo lo que ocurre en este matrimonio.

¿Por qué se comporta así Lina? Porque está muy "enganchada" a su marido (edito esto y lo pongo más fino, aunque esta novela está muy adelantada a su tiempo y el autor no es nada mojigato al respecto), pero dejando a un lado ese enganche, decide autoconvencerse de que, además de mujercita de su casa, debe ejercer el papel de madre con su marido, y una madre le perdona todo a su hijo, ¿no? Todo lo achaca a que es infantil, crédulo, joven y a que posee una moral defectuosa, una ceguera ética, que siempre justifican sus actos. Si no sabe lo que está bien y lo que esta mal, ¿cómo va a evitar hacer cosas malas? ¡Si es que  no tiene sentido del bien ni del mal, no sabe distinguirlos! Pobrecito... Y chimpún, ya puede Johnnie hacer lo que quiera que su querida esposa/madre lo pasará por alto tras una regañina. Exasperante. ¿Y qué hace Johnnie con el comportamiento de su mujer? Ser encantador, mantener a buena temperatura el fuego matrimonial y abrillantar esa doble y hermosa cara que los dioses le han dado para que le siga funcionando mucho tiempo... porque creedme, tiene doble, triple, cuádruple cara: no ha trabajado en su vida, tiene vicios que le cuestan mucho dinero y le parece estupendo vivir de la renta de su esposa sin dar palo al agua. Y repito, esto no son spoilers, no tarda mucho en la novela en hacer de las suyas.

No sé si se nota, pero a pesar de querer zarandear a Lina durante todo el libro para que espabile y deje de ser tan idiota, y de ponerle veinte velas negras a Johnnie página sí y página también, me lo he pasado genial leyendo la novela. No es perfecta, el libro está dividido en tres partes y a mí la segunda me ha sobrado por completo (no os puedo dar razones porque entonces sí que os estaría diciendo cosas que no debo, pero corta todo el ritmo de la novela, que realmente solo vuelve a ponerse interesante en cuanto comienza la tercera parte), pero es de esas historias que aun sabiendo a lo que te enfrentas desde el principio, no puedes dejar de leer para saber en qué termina todo. Porque llegamos a ese final y...

... y aquí es donde os tendría que hablar de la adaptación del tito Hitch, ¿no? Este señor estuvo iluminado el día que escogió a Joan Fontaine para interpretar a Lina y, sobre todo, al maravillosísimo Cary Grant para hacer de Johnnie (es que el personaje parece escrito para él). Desde la primera escena en que aparece Johnnie las cartas están sobre la mesa (que en sus inicios Hitchcock era mucho de ir al grano), aunque precisamente la escasez de metraje hace que en la película no aparezcan ni el 80% de las sinvergonzonerías del personaje. Tampoco le dejaron terminar la película como termina el libro ni seguir un aspecto esencial de la novela por razones que no puedo desglosar aquí (no puedo ser más explícita), así que poco más puedo decir al respecto. En cualquier caso, ya digo arriba que es una de mis películas favoritas del tito, y si Cary Granr está en pantalla, olvidaos del mundanal ruido y miradlo solo a él (lo demás da todo igual xD), porque en sus gestos, y no en lo que dice, está construida la ambigüedad del personaje.
Solo puedo recomendarla, es fantástica.

Y el libro también, repito. Menos la segunda parte xD.

Ojalá Who Editorial se anime a traernos también Malice Aforethought, otra de las novelas que Berkeley escribió bajo el seudónimo de Francis Iles. Me ha gustado más Berkeley con el estilo que muestra aquí en Sospecha que en sus novelas de Roger Sheringham. Se muestra mucho más desinhibido en ciertos aspectos (más atrevido en cuanto a alusiones sobre el sexo, por poner un ejemplo, que dada la época no deja de ser algo notable) y el tono en sí mismo es diferente, con más empaque y profundizando más en la naturaleza humana, la vida en una sociedad tan restringida como la de las zonas rurales inglesas de los años 30 y todas aquellas cosas que nos llevan a comportarnos de una determinada manera, a perdonar ciertas cosas y a aferrarnos a personas que nos quieren mal aunque sepamos que pueden acabar con nosotros de un modo u otro. El trasfondo de la historia es muy oscuro, aunque la forma de presentarla sea deslumbrante, atractiva y diáfana, y el personaje de Lina es de los que te hacen poner los ojos en blanco, de esos a los que ves correr hacia un precipicio sin frenos, pero a los que no puedes dejar de mirar sin esperanza alguna cruzando los dedos al mismo tiempo... por si acaso consiguen detenerse antes de caer al vacío.

Os dejo el tráiler de la adaptación de Hitchcock... que por cierto, ese monólogo de Joan Fontaine existe solo para el tráiler, no aparece en la película.




Francis Iles es uno de los seudónimos bajo los cuales escribió Anthony Berkeley Cox (1893-1971). Su novela Before the Fact fue adaptada al cine en 1941 por el cineasta Alfred Hitchcock bajo el título Suspicion. Destacan títulos como El caso de los bombones envenenados (The Poisoned Chocolates Case, 1929),  El crimen de las medias de seda (The Silk Stokings Murders, 1928) o Premeditación (Malice Aforethought, 1931)

Sus novelas se caracterizan por la agudeza intelectual y el sentido del humor. Las tramas, siempre apasionantes, se aderezan con diálogos ingenioso e irónicos, que acercan el género policial a la sátira e incluso a la parodia. También experimentó con otras vertientes de la literatura criminal, como la novela de suspense y el policial inverso.

Algunas de sus novelas incluyen agudas reflexiones sobre el género detectivesco y sobre la técnica utilizada por el propio autor. Exhibió gran destreza intelectual y una extraordinaria habilidad para la construcción de sorprendentes rompecabezas criminales.