martes, 3 de diciembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: UN DULCE SABOR A MUERTE - Ellis Peters


 
Título original: A morbid taste for bones
Autora: Ellis Peters
Editorial: Pàmies
Traducción: María Antonia Menini
Páginas: 256
Fecha publicación original: 1977
Fecha esta edición: abril 2009
Encuadernación: cartoné
Precio: descatalogado
Diseño de cubierta: Javier Peres Unceta

Fray Cadfael, que en su juventud fue a las Cruzadas y vivió multitud de aventuras, vive ahora retirado en la abadía benedictina de Shrewsbury, cerca de Gales. Gran conocedor de las plantas y sus propiedades, y experto en la preparación de remedios con las mismas, es el encargado del herbario y del huerto. Hombre inteligente, observador y dotado de un gran sentido común, tendrá que utilizar todas estas cualidades para resolver los casos que se le presentan. El ambicioso prior Roberto decide hacerse con las reliquias de santa Winifreda, que reposan en el pequeño pueblo galés de Gwytherin, pese a la oposición de los habitantes del mismo. Es entonces cuando se produce un terrible crimen y la experiencia mundana de fray Cadfael adquiere una importancia vital a la hora de resolver el misterio.
 

Hubo una época en la que no se me escapaba ni una serie ni una película de época... las tenía casi todas (y veía buena parte de ellas). Aquellos maravillosos años han quedado atrás, pero todavía recuerdo la serie de Cadfael, el monje detective del siglo XII, protagonizado por el shakesperiano actor Derek Jacobi. Esta producción televisiva adaptaba una serie de veintiuna novelas escritas por la británica Ellis Peters, que por desgracia en España es muy desconocida pero en su país recibió todo el reconocimiento que merecía. Todos los libros publicados en español están descatalogados desde hace años, y yo de segunda mano conseguí unos cuantos hace ya mucho tiempo. Como suele pasarme, me lanzo al frenesí de conseguir tesoretes para mi biblioteca personal y luego tardo siglos en leerlos, pero ¿y el gustirrinin que da saber que están ahí esperando, pacientes y resginados, hasta el momento en que tú decidas hacerles los honores y sacarlos de la estantería? En fin, me dejo de palabrería. Que por fin he leído Un dulce sabor  a muerte, el primero de la serie de Fray Cadfael, y os cuento qué me ha parecido.

Estamos en el año de nuestro Señor de 1137. La cuestión de las reliquias de santos se ha convertido en un tema de suma importancia en las abadías, lo que hace que exista una intensa rivalidad por hacerse con ellas y sumar prestigio al templo que las cobija. La abadía de San Pedro y San Pablo de Shrewbury, a la que pertenece Fray Cadfael, no es ajena a esta situación, y su prior ha puesto los ojos en las reliquias de Santa Winifreda, enterrada en un pequeño pueblo de Gales llamado Gwytherin, donde al parecer se han producido muchos milagros atribuidos a la santa. Una serie de circunstancias y milagros sospechosamente afines a este proyecto hacen que una delegación de varios monjes viaje a esta región de Gales para conseguir que sus gentes les permitan trasladar los restos de la doncella a la abadía. En esta delegación también viaja Cadfael porque él mismo es galés y necesitarán de él para comunicarse con los habitantes de Gwytherin, pero una vez allí las cosas no resultarán fáciles para los benedictinos. Cuando se produce un asesinato, Cadfael solo contará con sus dotes de observación y sus conocimientos de la naturaleza humana para resolver el crimen y evitar que una persona inocente sea juzgada.

Quizás debería empezar hablando de Fray Cadfael, ¿verdad? Pues Cadfael es un recio galés de cincuenta y siete años, pecho abombado, piernas torcidas y andares de marinero que en su día luchó en las Cruzadas y estuvo en muy diversos lugares, de donde siempre se traía en los bolsillos semillas y hierbas que ahora florecen y dan vida en el esplendoroso huerto de donde es rey y señor en la abadía. Y es que el hábito benedictino de Cadfael no lo es por vocación, sino un buscado retiro después de muchas batallas, aventuras y mujeres. Se sienta en un rincón de la sala capitular y se duerme cuando algo le aburre y, aunque sabe que tiene obligaciones asociadas a la vida clerical, lamenta interrumpir sus quehaceres en el huerto cada vez que tiene que cumplir con ellas, porque a él lo único que le gusta es pasarse el día entre hierbas y preparando remedios medicinales. El resto de la congregación no ve con buenos ojos su pasado, pero a él le da igual: es de los de vive y deja vivir, pero eso no quita para que sea muy consciente de todo y todos los que le rodean. Y eso incluye a Fray Juan, el joven novicio que le ayuda en su huerto y su herbario; Juan se metió a monje por el rechazo de una mujer (como tantos otros en aquella época) pero no está hecho para la vida monástica, así que Cadfael intuye que dejará los hábitos tarde o temprano y decide que le acompañe en el viaje que da comienzo a toda esta historia para que vea un poco de mundo y vaya encontrando su camino.

No sé si esto que os estoy contando, lo de un fraile y un novicio en pleno medievo que llegan a un lugar donde tiene lugar una situación un tanto tirante y acaban teniendo que resolver un asesinato a modo de Sherlock Holmes y Watson, os hará sonar campanas de El nombre de la rosa. Y sí, tal vez caigáis en la tentación de pensar que la autora, Ellis Peters, tuvo la osadía de intentar emular la joya de Umberto Eco... y estaríais cometiendo un error, porque esta novela, Un dulce sabor a muerte, es anterior en varios años a la novela de Eco, así que de existir inspiraciones varias, serían en el sentido contrario, aunque no seré yo la que tire la primera piedra. En todo caso, la similitud es curiosa, pero la originalidad de usar a un monje en la Edad Media como investigador por primera vez en la literatura, es sin lugar a dudas de Ellis Peters.

Dicho todo esto, que no quiero hacer una reseña larga, solo me voy a detener en un par de cosas: por un lado, la ambientación, y por el otro, la investigación en sí misma.

Si empiezo por lo segundo, la investigación, no debemos olvidar algo que ya he dicho un par de veces: que la novela se ambienta en 1137, en plena Edad Media. Así que no esperéis una trama llena de efectos, giros, investigaciones apasionantes y montones de pruebas que estudiar y examinar. De hecho se pasa un buen porcentaje de libro antes de que llegue el esperado asesinato porque la autora se detiene mucho en presentar tanto a los personajes como a la propia situación. Pero es que, cuando llega la muerte, lo único de lo que dispone Cadfael para resolver el asunto es de su capacidad para observar el cadáver y el escenario del crimen, su conocimiento del alma humana, su empatía a la hora de comprender las relaciones humanas y lo que motiva a las personas para hacer lo que hacen y su destreza con las hierbas y sus usos (al menos en este primer libro).

En cuanto a la ambientación, la autora nos lleva desde Inglaterra a Gales buscando una tensión que no hubiese existido en tierras inglesas. Para que os hagáis una idea (sin extenderme mucho), en la época en la que se sitúa la novela, los galeses no solo tenían que enfrentarse a luchas internas y entre clanes, sino también a las presiones externas (que en aquellos tiempos provenían de los conquistadores normandos), así que los ingleses no solo no eran bien vistos, sino que eran considerados forasteros en el país. Teniendo todo esto en cuenta, la delegación benedictina es recibida con hospitalidad, curiosidad y gentileza por parte de las gentes del lugar porque no les queda otra, pero también con cierta desconfianza y sin olvidar que son un hatajo de monjes ingleses que quieren llevarse a una santa galesa, y por mucho que los benedictinos tengan la bendición de la iglesia y de la monarquía de esas tierras, no quieren perder la protección de una santa que ellos consideran que les pertenece. La tensión va in crescendo y, cuando todo culmina en el asesinato, las sospechas recaen tanto sobre posibles rencillas familiares como sobre esos monjes que han llegado para sembrar discordia.

Y por encima de todo esto revolotea un hecho que la autora pone varias veces en boca de Cadfael: que los monjes son también hombres, que se dejan llevar por la ambición igual que cualquier otro mortal y que hay hombres buenos  y malos tanto fuera de la fe cristiana como dentro de ella. Que unos son mejores que otros, pero que todos en la viña del Señor están cortados por el mismo patrón ya lleven hábitos, túnicas o harapos. Y sin dar demasiados datos porque he evitado hablaros de cualquier personaje que no sea Cadfael (y, en muy menor medida, Juan), todo esto lo vemos en varios personajes que forman parte de la delegación benedictina. Cada cual tiene sus motivaciones en ese viaje, unos lo demuestran de manera evidente y otros de manera más soslayada, pero lo que resulta claro es que algunos actúan para mayor gloria suya, por mucho que digan hacerlo en nombre de la Orden... y no todos realizarán el viaje de vuelta a la abadía de San Pedro y San Pablo, pero los motivos tendréis que averiguarlos si leéis el libro.

En resumen, un misterio medieval en el que la autora implementa la labor de documentación exhaustiva que llevó a cabo (ya no solo sobre la época, sino sobre el modo en que funcionaba una Orden religiosa como esta hace más de mil años) de una manera totalmente natural, sin que se note y sin hacer alarde de ello (que es un defecto muy molesto en muchos escritores), así que no tengáis dudas si no os va mucho el tema religioso porque está contado de tal manera que está ahí por razones evidentes, pero sin más. Además yo creo que es un gesto muy valiente el de optar por una ambientación como esta para un libro de misterio con asesinatos (valiente y pionero, que muchos han venido después de ella a contar cosas parecidas), porque los recursos de investigación del siglo XII no podían ir más allá de la mera observación y los conocimientos inherentes a la persona encargada de realizarla. Es una historia que depende mucho del protagonista por razones obvias, y Cadfael es todo un descubrimiento: un monje sin ninguna vocación monástica que ha vivido mucho, ha visto mucho y que, por tanto, posee unas habilidades y unas capacidades muy superiores y mucho más cosmopolitas que las la de la gente que le rodea, que ha vivido enclaustrada la mayor parte de su vida. Ha convivido con la muerte durante sus años en Tierra Santa y sabe de heridas, de armas y de formas de matar, así que podría decirse que los muertos le hablan (en sentido figurado, claro) y de esa información depende el éxito de sus pesquisas.

La verdad es que he disfrutado mucho de esta primera novela de Fray Cadfael, me ha parecido muy entretenida y fácil de leer entre lecturas más exigentes con un muy buen personaje principal y una estupenda ambientación, así que el año que viene seguiré sin duda con este personaje. Ah, y por si queréis ver algo de la serie, os dejo el tráiler por aquí

 







 
ELLIS PETERS (1913-1995). Autora prolífica de novelas históricas y de misterio, alcanzó fama mundial con las novelas de Fray Cadfael, que han vendido millones de ejemplares, han sido traducidas a decenas de idiomas, y sobre las que la BBC produjo una serie de gran éxito. En 1994 le fue concedida la Orden del Imperio Británico. Los misterios que encierran las novelas de Cadfael se encuentran dentro de la mejor tradición de las «novelas enigma» inglesas. La recreación de la atmósfera medieval envuelve de forma magistral la trama, uniendo el género histórico con el de misterio.

jueves, 28 de noviembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: MANUAL DEL CORTEJO E INSTRUCCIÓN DE CORTEJANTES



 

 
Título original: Manual del cortejo e instrucción de cortejantes
Autor: Anónimo
Editorial: Maxtor
Páginas: 56
Fecha publicación original: 1839
Fecha esta edición: julio 2005
Encuadernación: rústica con solapas (edición facsímil)
Precio: 5 euros
 

 

Mi queridísima Nitocris (de Un Libro en un Tris, por si hay algún despistado en la sala y todavía no conoce su estupendástico blog) me regaló esta cosa tan bonita hace un par de años, así que no puedo dejar pasar la ocasión de enseñarla y hablar de ella en la premisa que más me cuesta cumplir de mi propio reto: la de los clásicos escritos originalmente en español.
Manual del cortejo e instrucción de cortejantes es una curiosidad que se lee en un suspiro y que da buena muestra de lo que se publicaba hace casi doscientos años en España. Tal y como especifico en los datos técnicos del ejemplar, esta edición es un facsímil. ¿Qué es un facsímil? Pues supongo que todos lo sabéis, pero por si alguien no se ha cruzado nunca con este tipo de libros, es una perfecta imitación o reproducción ya sea de un escrito, una firma, un dibujo... En este caso tenemos la reproducción de un pequeño librito publicado en 1839 e impreso por Antonio Yenes, de quien se dice en la Biblioteca Nacional de España que "destacó por la publicación de obras literarias de autores de su tiempo, que complementó con otras del gusto de la nueva burguesía, en las que se analizan, en tono humorístico, comportamientos sociales de la época". Y sobre esto último, sobre el análisis en tono de humor de un comportamiento social tan del siglo XIX como el cortejo, trata la obra que hoy os traigo.

De hecho, mirad qué entradilla tiene la edición:
 
Leyendo el título ríes?
Anímate, lee mas
y acaso no te reirás.
 
La mejor manera de conocer la estrictas reglas del cortejo en el siglo XIX es leyendo clásicos escritos de manera coetánea a la época, porque aunque muchas obras contemporáneas ambientadas en esos años intentan ajustarse y ser fieles a ellos históricamente hablando, otras muchas se toman montones (MONTONES) de licencias. No voy a entrar en este tema, que da para hablar largo y tendido, pero el caso es que, como en otras muchas cosas, para aprender de manera fidedigna sobre algo hay que irse a los documentos de la época, ya sean o no de ficción. 
 
Si soy sincera, estoy mucho más familiarizada con el cortejo en la Inglaterra victoriana o de Regencia de lo que lo estoy con el cortejo en la España del siglo XIX, porque leyendo este manual me he dado cuenta que tienen muchas cosas en común (obviamente), pero también difieren en muchas otras. Y sí, sé que este manual está escrito con mucha sorna y mucha guasa, pero aun así se nota muchísimo la diferencia entre la rigidez y la rectitud inglesas y el talante bastante más relajado, atrevido, sensual y flexible español. De hecho se le da al cortejo la importancia justa y necesaria: si acaba en matrimonio,  bien, y si no, pues también, que no será por peces en el mar y mujeres que cortejar.
 
No me voy a extender mucho porque este librillo tiene unas cincuenta páginas incluyendo ilustraciones y un tamaño inferior al de mi mano, así que no tengo intención alguna de extenderme más que el propio e ingeniosos autor (fuese quien fuese, que no lo sabemos). En todo caso, la única manera de contaros un poco el contenido es resumiros brevemente cada uno de los apartados que incluye.

Comienza este librillo con una introducción de dicho autor donde explica el objetivo de su obra, diferencia el cortejo del amor, nos avisa de que escribirá tanto en prosa como en verso (que, por cierto, es español de mediados del siglo XIX y, por tanto, varía en gramática y ortografía con respecto al nuestro; así lo voy a transcribir aquí yo, por si veis cosas que hoy en día son consideradas faltas ortográficas), nos informa de que esto del cortejo no es algo permanente (y si el éxito se ve contra las cuerdas vale eso de a otra cosa mariposa sin pudor alguno) y nos ilumina sobre qué hace falta para cortejar de manera auténtica y genuina:
 
Oh! para esto solo se requiere ocasion, gusto y dinero. La primera se busca, el segundo se adquiere, y el tercero luce mas cuando se economiza. Todo ello se hace con facilidad prodigiosa cuando se siguen las regla del arte, y hé aquí lo que me ha determinado á tratar magistralmente este punto.

Y a partir de aquí ya tenemos las lecciones del manual propiamente dichas, que se dividen del modo siguiente:

 

I. ¿QUÉ ES CORTEJO?

Nuestro autor lo equipara a otros muchos términos (galanteo, chischiveo, obsequio, mutua correspondencia, trato amoroso, etc...) y procede a describirlos todos; más tarde nos puntualiza que el cortejo es todo práctica y cero teoría, sin abstracciones y con actos bien visibles; y acaba dando él su propia definición, lo que para él significa realmente todo este batiburrillo de cosas, y además se enorgullece de que, sea bueno o malo, es una descripción nacida en su Madrid y tiene poco que envidiar a las demás. ¿La comparto con vosotros? Venga, va, aquí la tenéis (la rima está un poco a por uvas, pero bueno... xD).

 

Es el cortejo un hombre apasionado
brazero de la dama en el paseo,
en sus bailes pareja sempiterna, 
en su tertulia, carga de un asiento,
en todos sus caprichos un criado;
acecha sus menores movimientos,
llora si llora, rie si se rie,
no tiene voluntad ni entendimiento,
sino que con su dama quiere y piensa.
Docil cual cera es, leal cual perro,
mudo con todas, hablador con ella:
un capricho fundó tal cautiverio,
y dura, y martiriza hasta que cesa,
á la presencia de un capricho nuevo.


II. ¿CUÁL ES SU ORIGEN?

Aquí el autor nos dice que no esperes que se ponga a buscar en los anales de la historia donde nació el cortejo, que eso es inherente al hombre, pero que cree que nació entre los árabes y fuimos los españoles quienes pulimos el tema, y que si quieres origen, que lo busques en la mujer española, que para eso la península es el país geográfico de los cortejos (y luego ya se pone a tirar por tierra a francesas, italianas y alemanas, diciendo que esas de cortejos no tienen ni idea). En fin, que no es mi misión esbozar aquí todo el capítulo, pero tenemos un despliegue de todo aquello que inició tales lances: la mujer que quería ser idolatrada, el hombre que quería idolatrar, deidades por aquí, deidades por allá... y que todo eso ha perdido seriedad y ha derivado en el cortejo juguetón que impera en la época... y vamos, que ha degenerado un poco, pero que les quiten lo bailao.


III. ¿CUÁL ES SU FIN?

Pues en este tema el autor lo tiene complicado, porque ni todos los hombres cortejan a sus damas con un mismo propósito, ni todos usan los mismos medios ni todo lo que se hace llamar cortejo lo es, así que se decide por hacer una clasificación que va desde los que cortejan porque no saben hacer otra cosa, los que lo hacen por vanidad, los que lo encuentran útil por la razón que sea, los que buscan méritos... o, y estos son los que el autor considera auténticos cortejantes, los que lo hacen simplemente por gusto, tienen buena fe y realmente aspiran a marido: si tienen éxito y se casan, bien; si encuentra un objeto de cortejo que les guste más, pues a por ello sin muchas lagrimas ni pesares. Todo esto explicado mucho más largo, claro, pero ya me estoy extendiendo demasiado.

IV. ¿CUÁLES SON LAS LEYES DEL CORTEJO?

Pues sí, hasta el cortejo necesita leyes que faciliten y aseguren el tránsito por camino tan desconocido. No son muy complicadas: averiguar qué le gusta a tu dama y no contradecirla nunca en nada; no mirar/hablar/pensar en ninguna otra mujer si no es para echar pestes de ella (porque como la alabes, tres velas negras te llevas de equipaje); ir siempre a la vera de tu dama, y donde ella no vaya, tú tampoco vas; y bueno, en fin... perogrulladas varias que hay que contextualizar, que de esto hace doscientos años. No saltéis a la yugular, que además os recuerdo que todo esto estaba escrito a modo de sátira y riéndose de las convenciones sociales de la época.


V. PELIGROS DEL CORTEJO

Aquí básicamente se advierte al lector de que el cortejo puede salir muy bien pero también muy mal, y que, por tanto, puede ser peligroso para algunos cortejantes. Que el cortejo debe ser amable y tranquilito, nada de romanticismos ni cosas de esas que llevan a duelos y pistolas, y también se destruyen reputaciones, así que más vale saber lo que se hace. Pero vamos, que parece que el mayor peligro de todos es que el cortejante pierda un tiempo precioso en una cortejada que le sale rana. Peligrosísimo, vaya. Pobrecillo.

 

VI. DESDE CORTEJO A MARIDO (Paso natural)

Y entonces llegamos al quid de la cuestión, porque ¿para qué sirve el dichoso cortejo? Pues para pavimentar ese aterrador camino que lleva hacia el matrimonio. Y al parecer la primera regla del cortejante es no fiarse de aquella que se enamora del primero que le dice hola, porque esa va muy encendida por la vida. No, hay que ir paso a paso, con buena letra... y lo mismo, con suerte, acabas casado. 

 

VII. DESDE MARIDO A CORTEJO (Paso retrógrado)

Termina el anónimo autor de este insigne tratado del galanteo diciendo que, una vez te has casado, de vez en cuando tienes que darle una alegría a tu mujercita y volver a los dulces, obsequiosos e ilusionantes días del cortejo si quieres conservarla y ser feliz con ella...  y que esto también va por las mujeres con respecto a sus maridos, que hay que cuidarlos y muchas cambian sus dulzores por amargores en cuanto se casan, aunque aquí mete un poco el rabo entre las piernas y no se atreve a adentrarse mucho por si sale escaldado.

***

En fin, que con esto y un bizcocho, dejo aquí este tocho. Como digo al principio, es una curiosidad divertida y muy guasona sobre algo que era de suma importancia en el siglo XIX en el círculo de determinadas clases sociales, pero que según el país de origen tenía sus propias reglas y sus propias salvedades. Está claro que el cortejo español daba para mucha chanza y mucho palique, y las instrucciones, consejos y diretes del autor dan buena muestra de ello.
 
 
Entre el práctico y el teórico
gran diferencia verá:
hace el práctico y no sabe,
sabe el teórico y no hará.
No pienses que yo cortejo
porque enseñe á cortejar,
que hay geógrafo que en el mapa
todo el orbe correrá,
y no hizo viage alguno
ni por tierra ni por mar.
Leéme y acuérdate
de la piedras de afilar;
que hace cortar al cuchillo
y ella no puede cortar.

 



martes, 26 de noviembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: CUENTOS DE AMOR Y MUERTE - Daria Pietrzak


 
 
Título original: Cuentos de amor y muerte
Autora: Daria Pietrzak
Editorial: Dilatando mentes
Prólogo: Luis Jesús Zapico
Páginas: 218
Fecha de publicación: junio 2024
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,95 euros
Diseño de cubierta: Raúl Ruiz

Entra, no tengas miedo. Puedo sentir tu curiosidad. Has venido a divertirte. Has venido a llorar y a sufrir. Has venido a amar y, tal vez, morir. Entra, déjate llevar. Muéstrame los secretos que guardas en tu interior. Contémplalos bajo la luz de los focos y, esta vez, deja que ellos te devuelvan la mirada. Entra, ya es tarde para volver atrás. Las sombras crecen, las luces se apagan y los primeros compases de la música resuenan en la sala. Toma asiento y abre bien los ojos. No estás solo en esta oscuridad. Comienza una función que no podrás olvidar.
 


He reducido tanto la cantidad de mis reseñas por aquí que apenas os hablo de un veinte por ciento de las lecturas que realizo al año, y casi siempre son para cumplir retos literarios. Es decir, que apenas os hablo de otra cosa que no sean unos cuantos clásicos escogidos. De lo demás (contemporánea, fantasía, thriller/novela negra, histórica, no ficción, terror, etc...) nada de nada: para vosotros es como si no existiera, pero existe. Vaya que sí.  En cualquier caso, hoy quiero traeros a Daria Pietrzak, a quien seguro que conocéis por algunas de sus novelas (El morador, La música del pantano o Inanición), pero de quien yo os traigo su última publicación, un libro de relatos titulado Cuentos de amor y muerte.

Sé que no todos los lectores son afines a los relatos o cuentos, que se les queda la historia a medias, que piensan que les falta chicha, que cuando ya están comprometidos con lo que está pasando se acaba, que terminan con la sensación de que necesitan más, saber más, para que esa historia cale y les haga experimentar ciertas sensaciones y emociones que les son esquivas ante la escasez de páginas... Mil razones. Yo, como lectora habitual de este tipo de literatura, y aun entendiendo que el placer de la lectura es muy personal y que cada historia nace como una por parte del escritor y se convierte en miles cuando llega a manos de los lectores, creo que la narración corta otorga una libertad al autor a la hora de escribir y escoger temas que no solo da una idea de su versatilidad, sino que le permite experimentar de una manera que la narración larga no facilita, y ahí esta la gracia y la sorpresa que esconden muchas de estas historias.

Hablando de Cuentos de amor y muerte, ocho son las narraciones que incluye la edición, algunas tan cortas como para ocupar dos páginas y otras que rozan las treinta. Algunas se cuecen a fuego lento y la autora hace magia al conseguir en muy pocas páginas lo que a muchos les lleva cientos de ellas conseguir, y otras son como un suspiro que te invita a leerlas un par de veces para absorber lo efímero de su existencia. No debo daros muchos datos sobre ellos porque a los relatos hay que acercarse siempre sabiendo lo menos posible, así que os los voy a nombrar pero me voy a limitar a una frase, como mucho dos... un par de pinceladas, sin más.


Dedicatoria: Bailando sobre cenizas. Una niña. Un niño. Un deseo. Una promesa.

Piso compartido. Una joven que se ha quedado sola y no sabe estar sola. Un piso donde parece que está sola, pero no lo está.

El hombre ahogado. Un hombre bajo la lluvia que observa el interior de una casa de luto. Una explicación que nos llevará al principio de todo, el fin de todo.

La cosecha. Un granjero arruinado que se ha pasado la vida solo rodeado de miseria. Un terreno estéril y putrefacto que de repente da vida.

La carretera. Un hombre cruza cada día una carretera solitaria. El mundo que conocemos reducido a estática. La humanidad, perdida en esa sintonía.

Las cosas que no sabemos el uno del otro. Un hombre y una mujer sentados ante la mesa del comedor. Las circunstancias, mortales. Los secretos también.

Supervivientes. Un mundo postapocalíptico que ha obligado a la humanidad a vivir bajo tierra. Sobreviven de dos en dos. Bajo ningún concepto te separes del otro.

Una historia de amor (y algunas muertes). Un nacimiento extraordinario, un bebé rechazado, una familia maldita... la Muerte observando, enamorándose.


Ahora que me leo me ha quedado todo un poco críptico, pero es que no quiero entrar en más explicaciones. Así se va a quedar, tendrá que bastar.

Os decía arriba que muchos lectores se quedan a medias con los cuentos o relatos, que dada la concisión o la parquedad no acaban de entender lo que el autor quería decir en ellos, y en este libro me he encontrado con algo que muy pocos libros de cuentos incluyen y que ha resultado una sorpresa fantástica: una explicación de la autora a esos cuentos, a sus orígenes, a su inspiración para escribirlos y al verdadero significado que esconden. Y esta ventana, el privilegio que nos otorga Daria Pietrzak de poder adentrarnos en las (sus) bambalinas como autora, es una gozada, porque tú como lector proyectas sobre la lectura tus experiencias y sentimientos, tu comprensión sobre lo que estás leyendo y tu interpretación de lo que ocurre en esas páginas, y todo eso puede coincidir con lo que su autora tiene en mente o no. No voy a comentaros nada sobre esto porque el orden es el que es: primero hay que leer los cuentos, vivirlos y sentirlos como propios, y luego conocer lo que Pietrzak tenía en la cabeza a la hora de escribirlos, pero, por poneros un ejemplo, y sin entrar en detalles porque no puedo, uno de los cuentos que a mí me ha parecido más macabro habla de algo tan bonito (a priori, claro) como la familia, que cada uno la encuentra como puede, donde puede y cuando puede con los elementos que le vienen dados y las circunstancias que lo posibilitan... y a mí me ha parecido muy perturbador y me ha dado mucha grima, la verdad (cosa que me encanta, todo sea dicho. Me ha parecido uno de los mejores cuentos del libro).

¿Qué podemos encontrar entonces en estos cuentos? Pues el título es bien claro: amor (no siempre bien entendido, no siempre bien recibido, no siempre bien canalizado) y muerte (representada, sobrevenida, de esa de la que se vuelve convertido en algo o de esa que se busca por mil y una razones... o por ninguna en absoluto). Ocho maneras diferentes de afrontar los dos pilares sobre los que se asienta el ser humano y la razón para tomar tantas y tantas decisiones que no solo nos definen, sino que determinan cualquier paso que damos en la vida. Ocho maneras de describir el modo en que ambas cosas pueden entrelazarse, como el amor puede trascender la muerte y como la muerte puede amar a un humano. Ocho maneras diferentes de amar, ocho representaciones distintas de la muerte. Pero Daria Pietrzak no se queda solo ahí, sino que encuentra espacio, páginas, recovecos para hablar de otras muchas cosas, como la soledad (la que se busca, la que te viene dada, la que no quieres o la que te explota en la cara), la desesperación, la supervivencia o el aislamiento. También hay elementos mucho más complejos que no os puedo revelar aquí para no hacer spoilers, pero estos ocho cuentos son como muñecas rusas en las que los dos temas obvios, esos que les otorgan el privilegio y la razón para estar incluidos en este libro, prevalecen en la muñeca más grande, pero ocultan muchas más cosas que poco a poco se vas desvelando conforme avanzas la lectura y ves hacia donde te quiere llevar cada historia.

Los ocho cuentos de Daria Pietzak son tan diferentes entre sí que creo que dan buena muestra de la versatilidad de su autora y también de la sutileza que imprime a la hora de narrarlos. Nos movemos entre alguna historia que bien podría haber salido de la cabeza de Tim Burton y otras que beben del propio tito King y esos entornos rurales donde puede pasar cualquier cosa; historias postapocalípticas, muertos que vuelven para saldar cuentas, amores que trascienden la razón y personajes que te ponen los pelos de punta porque sabes que haberlos en la vida real, haylos. Se mete de lleno en la cabeza de sus protagonistas, les da su tiempo para que se desnuden ante el lector, impregnando la lectura de imágenes que basculan entre el horror y la delicadeza... y en ciertos momentos ambas cosas están tan unidas, el hilo que las une está tan desdibujado, que todo se preña de una melancolía que no te suelta la mano en todo el libro. Más allá de los distintos lienzos que contemplamos en Cuentos de amor y muerte, de los muy diferentes escenarios por los que nos movemos, hay tristeza, desasosiego y una manera de abrazar el mundo que nos rodea que deja mucho margen al lector para la reflexión. También os confieso una cosa: esta lectura me ha llegado en un momento en el que la muerte está presente y muy reciente en mi vida, y también el amor por quienes me rodean y pelean por seguir en este mundo, y quizás mi experiencia leyendo estos cuentos sea completamente diferente a la vuestra si o acercáis a ellos, pero de eso trata este vasto, íntimo y asombroso mundo que es la lectura.

Por ir terminando, solo puedo deciros unas cosa más: estos cuentos son de los que no se olvidan. Los que leemos mucho metemos tantas historias en nuestra cabeza que las posibilidades de que dentro de un tiempo nos cueste recordar datos específicos sobre lo que leímos un año atrás son muy altas, pero Cuentos de amor y muerte no corre ese riesgo. No solo porque estos breves lienzos son diferentes y personales, sino porque tienen esa individualidad y esa atención por el detalle que nutren las narraciones excepcionales, esas que una vez leídas buscan ese rinconcillo de tu cabeza donde acurrucarse y ahí se quedan. Me acordaré de lo que ocurre en ese piso compartido, lo que cosecha ese buen hombre, lo que se esconde en esos túneles, las carreteras desiertas, la Muerte enamorada, los secretos que nos atrapan ante una mesa de comedor, los vampiros emocionales que trascienden la muerte y los deseos que se piden y se cumplen sobre colinas... todo aderezado con una banda sonora de lo más ecléctica que va desde Mystic Prophecy hasta Bon Jovi, pasando por Alice Cooper y Demons & Wizards, entre otros.

 


 
Daria Pietrzak nació en una remota ciudad del este de Polonia, en una época y un mundo muy diferentes de los que vivimos hoy. Pronto cambió el paisaje blanco y gris que recuerda de su infancia por los verdes y ocres de la sierra de Madrid, de la que no ha podido separarse desde entonces.

Se dedica profesionalmente a la fotografía, pero sin perder nunca de vista su auténtica pasión y el motor de su día a día: el arte de contar historias. Desde que conoció los senderos que recorren los mundos de fantasía y ficción que conviven con el nuestro no ha podido dejar de adentrarse por ellos, aunque tampoco ha querido hacerlo. 

A una temprana edad descubrió el gusto por lo horrendo, por lo depravado y lo sobrenatural y muchos años después continúa sintiéndolo con la misma fuerza que el primer día, y sigue temiendo a la oscuridad con la intensidad y la sinceridad de un niño, la de aquel que conoce lo que se oculta entre sus pliegues, porque se ha asomado al otro lado en sus sueños.

lunes, 18 de noviembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: UNA MANO TENDIDA - Celia Dale


 
 
Título original: A Helping Hand
Autora: Celia Dale
Editorial: Rialp
Traducción: Diego Pereda Sánchez
Páginas: 214
Fecha publicación original: 1966
Fecha esta edición: julio 2023
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 18 euros
Imagen de cubierta: @Shutterstock

Josh y Maisie rebosan amabilidad, y les gusta tender la mano a ancianas vulnerables. Ella es enfermera jubilada, y él, agradable... y demasiado galán, a pesar de su edad. Viven juntos en un suburbio de Londres, con una habitación adecentada para que sus ocupantes, ancianas, se sientan como una más de la familia. La última falleció de forma no del todo inesperada, dejándoles parte de su herencia.

Durante unas vacaciones en Rímini (Italia), la extraña pareja conoce a una viuda, a quien acompaña una joven. Las piezas del ajedrez comienzan a moverse...

La mano tendida se publicó en 1966, un año de varios asesinatos y accidentes que conmovieron a la opinión pública británica. Los crímenes en Dale son cruelmente previsibles, y su inevitabilidad los vuelve terribles, en el marco del cuidado de los necesitados. Una novela de enorme actualidad.

 

Una mano tendida llegó a mis manos como una sorpresa (me lo regalaron, porque yo ni conocía el libro ni conocía a la autora), y también una sorpresa (de las buenas) ha sido su lectura. Hay novelas de las que esperas mucho y no llegan a la altura y novelas de las que no esperas nada porque no sabes lo que esperar y te regalan una historia fantástica. ¿Por qué no es más conocida Celia Dale? ¿Por qué está su obra prácticamente inédita en castellano? Nada, que las editoriales se dediquen a publicar los mismos clásicos una y otra vez, que así nos va... Yo, por mi parte, os recomiendo encarecidamente esta novela; que quede claro desde ya por si no os apetece leer el resto de la reseña.

Esta historia comienza con un matrimonio y una anciana fallecida. El matrimonio, compuesto por Maisie y Josh Evans, comenta que dicha anciana, que vivía con ellos, acaba de fallecer, y lo hacen de una manera muy sosegada... DEMASIADO sosegada. Que si qué pena, que si no hace falta correr a llamar al médico, que si te acordaste de cobrar su última pensión, que si voy a devolver todos sus papeles a su habitación como si nunca hubiesen salido de allí, que si quieres que te traiga algo de la tienda de camino a la consulta del doctor, que si voy a limpiar lo del desayuno, que si vaya mañana bonita y primaveral que hace... Y entonces pasamos de capítulo y, unos meses después, vemos que este matrimonio, sin oficio ni beneficio, se ha podido permitir unas vacaciones en Italia. Allí han trabado amistad con una anciana, la señora Fingal, y Lena Kemp, la joven que se hace cargo de ella (y bendita la gracia que le hace)... y también los vemos ofrecerse como unos buenos samaritanos para cuidar a esa anciana, porque les encantan las señoras de avanzada edad (¡vaya que sí!) y están especializados en darles comodidad, cuidados y una buena vida por un módico precio. Como todo son ventajas, también sería la solución para que esa sobrina pueda vivir su vida sin preocuparse ni cargar con una anciana pesada. ¡Es un trato ideal se mire por donde se mire! Y entre que la sobrina respira tranquila por verse libre de ataduras y la anciana parece una adolescente cada vez que Josh aparece, pronto todo queda acordado y resuelto: ¡se irá a vivir con los Evans cuando regresen a Inglaterra! ¡Qué maravilla! De lo que no nos cabe duda alguna es de que los Evans podrán permitirse otras vacaciones en Europa el año siguiente.

En esta historia las cartas están sobre la mesa desde el principio, porque a pesar de la sutileza con la que está contada toda la historia, sabes lo que está pasando desde el capítulo uno, sabes a qué se dedica este matrimonio, sabes el rol que cumple cada uno dentro de esta artimaña y sabes en qué va a acabar todo, sí o sí. Lo importante es el modo en que se cuenta, la tensión que crece dentro de esa casa, ser testigos de cómo la cadena se va ciñendo cada vez más en torno al cuello de la señora Fingal, cómo poco a poco van constriñendo el alcance de su movilidad por la casa (no digamos ya salir de ella) y cómo, día tras día, esta mujer se va haciendo más pequeña y más manipulable. Y, a pesar de todo, a pesar de la inevitabilidad de los acontecimientos, a pesar de saber que el destino de esta mujer está sellado desde que accede a vivir con ellos cuando se conocen en Italia, lees la historia con fruición admirada y un horror contenido, de ese que te pone un nudo en la garganta porque sabes que muchas personas vulnerables, muchos ancianos indefensos, pasan por situaciones parecidas en la vida real.

¿Qué encontramos entonces en esta novela? Pues una historia de terror disfrazada de costumbrismo y cotidianidad. Y cuando digo terror entendedme, no me refiero a lo que habitualmente consideramos como tal, sino a los horrores que se esconden entre las cuatro paredes de una casa respetable (en este caso de un suburbio inglés cualquiera), al misterio que envuelve a un hogar una vez se cierra la puerta de entrada, a la vulnerabilidad de una persona anciana en manos de un par de desalmados que no asesinan con las manos sino con la cabeza, y a los espantos que suceden ante nuestras narices, entre nuestros vecinos, esos de los que luego siempre oímos decir  que "eran personas totalmente normales que no han dado jamás ningún problema". El terror de lo ordinario, lo común, de lo que pasa en la casa de al lado mientras te saludan alegremente desde el jardín. Y todo además rebozado en esa pátina de saber sin lugar a dudas lo que va a pasar, esa sensación ineludible de que algo terrible se está cociendo pero ante lo que te resulta imposible apartar la mirada.

En este matrimonio los roles están muy claros. Maisie es una enfermera de mediana edad ya jubilada, lo que de por sí, en cuestión de medicamentos, dosis y cuidado de un paciente en general, le otorga unas competencias y unos conocimientos que pueden usarse tanto para ayudar a ese paciente como para incapacitarlo o disminuir sus capacidades. Su frialdad, su falta de empatía, su comportamiento mecánico, manipulador y mentiroso, la capacidad absoluta de hacer todo lo que hace sin sentir el más mínimo remordimiento ni culpa la convierten en el cerebro de todo este símil de hogar convencional y acogedor alicatado en sus entrañas con muchas dosis de espanto y atrocidad. Josh, por su parte, es un tipo de personaje también horroroso pero por razones muy diferentes. Es el encantador de serpientes que atrae a las ancianas, que las engatusa, un seductor que les hace sentirse cortejadas y con una conexión tan íntima y especial que ellas no dudan en irse vivir con ese matrimonio aunque ella, Maisie, no les caiga bien (una vez en la casa ya no tienen escapatoria porque ahí se hace lo que dice Maisie). Pero es que además la autora carga sobre Josh algo de lo que no os voy a hablar aquí porque tenéis que descubrirlo si leéis el libro... solo puedo deciros que si pensáis que podéis sentir algo de lástima o tener la tentación de justificarlo por ser un calzonazos que hace todo lo que dice su mujer, estáis muy equivocados: Josh tiene lo suyo también, y además es algo imperdonable. 

¿Qué hace este par con una pobre mujer que pone toda su vida en sus manos creyendo que hace lo mejor para pasar sus últimos años tranquilos y supuestamente cuidada y atendida? Pues tenéis que leerlo para descubrir el alcance y, sobre todo, el modo en que lo consiguen, pero para que os hagáis una idea, al comienzo de la historia la señora Fingal es una mujer de carácter, fuerte como un oso, activa, que adora estar de un lado para otro, viajar... es una andurriana de 77 años a la que no se le ponen varios kilómetros por delante al día, y poco a poco van socavando su independencia, su movilidad, la aíslan de sus escasos conocidos... y entonces entran en jaque el deterioro cognitivo, la desorientación, la sumisión total y el miedo a sus caseros, la absoluta dependencia y el lento pero implacable camino hacia el abismo. Lo dicho arriba, una peli de terror con careta de existencia rutinaria y totalmente ordinaria. Cuidan de ella sin cuidar de ella (esto lo comprenderéis al leer la novela), y el lector pasa las páginas con cara de asombro ante la impunidad y la absoluta desidia de la única pariente de esta señora.

A ver, poneos en situación, porque esta historia es muy moderna para la época en que fue escrita y lo que sucede en ella sigue sucediendo en nuestros días. ¿No seguimos oyendo hablar en las noticias de casos en los que ancianos (o personas dependientes de cualquier tipo) mueren bajo la asistencia de familiares, o cuidadores, y luego resulta que todo el dinero de los fallecidos (¡qué casualidad!), pasa a manos de esas personas de las que dependía su mera existencia? ¿No seguimos enterándonos poco tiempo después de que esas muertes no han sido naturales, o de que, a pesar de no poder demostrarse nada, la sospecha de que el testamento de esa persona ha sido firmado en condiciones dudosas permanece para siempre? Preguntad en pueblos pequeños, por poner un ejemplo, esos donde todo se sabe pero nada se dice que no sea entre dientes y en petit comité, a ver qué os cuentan... porque hay casos donde sí que salta la liebre de juego sucio, pero otros muchos casos pasan desapercibidos, no se puede demostrar nada porque una persona anciana tarde o temprano tiene que fallecer y qué cosa más normal del mundo es la de dejarle todo lo que se tiene a quien ha cuidado de ella hasta el final... pero se sabe, SE SABE, y de ese tipo de casos se nutre la trama que teje Celia Dale en esta novela.

Una mano tendida es una historia que tiene una enorme virtud: está escrita de una manera tan inteligente que no siente el peso de la previsibilidad en ningún momento. Da igual que sepas hacia donde se encamina todo, porque la autora en ningún momento te dice las cosas negro sobre blanco, jamás te desvela una conversación entre Maisie y Josh donde planeen, maquinen, anticipen lo que tienen pensado hacer... no, ella hace buena esa máxima del escritor experimentado: la de mostrar y no contar. Estas dos personas no necesitan hablar entre ellos de lo que van a hacer o dejar de hacer porque no es la primera vez que viven esta situación en la casa y tienen muy asimilados y perfeccionados los tiempos, la dinámica y el modus operandi, así que se limitan a actuar y eso es lo que nosotros leemos y lo que debemos usar para comprender lo que nos están contando. Y hablando de contar, puede parecer que os he destripado mucho pero hay elementos importantísimos en la trama de los que no os he hablado, ni siquiera os he nombrado a un personaje primordial que tiene mucho que decir en esta historia, así que entrad tranquilos en sus páginas: os sobrecogerá igualmente os cuenten lo que os cuenten sobre ella. Y no puedo dejar de aludir al final, porque si os he dicho varias veces que el devenir de la historia en sí misma es previsible porque los acontecimientos son los que son (lo que importa es el camino, como suele decirse), no puede afirmarse lo mismo del cierre como tal. No sé si será del gusto de todo el mundo, pero sí ha sido del mío porque me imagino a Dale escribiéndolo y pensando: "Esperad, que aún me queda un as perverso y retorcido en la manga".

Lo dejo aquí. Muy recomendable, de verdad.

 




Celia Dale (1912-2011) fue una escritora británica de novela y cuento, crítica de literatura y experta en thrillers psicológicos. Obtuvo el premio de la Crime Writer’s Association. Sus críticos le atribuyen la precisión y el ingenio silencioso de Jane Austen, que evoca a Roald Dahl y Muriel Spark cuando deja de manifiesto que los verdaderos horrores suelen esconderse tras las vidas más corrientes.