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sábado, 30 de enero de 2021

RESEÑA (by MH) ::: LAS BRUJAS DE EASTWICK - John Updike


 

 
Título original: The Witches of Eastwick
Editorial: Tusquets
Traducción: José Ferrer
Páginas: 440
Fecha publicación original: 1984
Fecha esta edición: diciembre 2010
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 21 euros 
Imagen de cubierta: Guillermo-Navares



A finales de los años sesenta, ni siquiera la provinciana Eastwick, una pequeña población de Rhode Island, permanece ajena a los cambios que erosionaban los cimientos de las costumbres y la moral del país. En ese pueblo olvidado, tres divorciadas han descubierto no sólo que tienen dotes artísticas: Alexandra esculpe, Jane toca el violonchelo y Sukie escribe, aunque sea una columna de cotilleos, sino que, además, poseen poderes mágicos y son capaces de desatar tormentas, transformar objetos o provocar accidentes. Las tres parecen malbaratar sus dones en pequeñeces y mezquindades, como acostarse con los maridos infelices del pueblo, hasta la llegada del misterioso Darryl Van Horne, un soltero que las seduce –metafórica y literalmente– a todas. Sin embargo, ciertos hechos acaban enojando de tal modo a las brujas que éstas no dudarán en emplear todo su poder para vengarse.

Hoy toca nuevamente reseña del Reto Hermanas Fatídicas que comparto con mi querida Mónica y que ya sabéis que está dedicado a lecturas sobre brujas y brujería. Hace poquito os hablé de La bruja del ámbar, y hoy le toca el turno a una novela mucho más conocida aunque solo sea por su adaptación cinematográfica de los años 80: Las brujas de Eastwick. Por si queréis saber lo que os vais a encontrar os adelanto que, al igual que La bruja del ámbar, ha sido una lectura interesante con aspectos positivos pero también otros que no lo han sido tanto, así que ha estado bien, pero sin más aspavientos. Esperaba disfrutar mucho más de esta historia. El año lector-retos no ha comenzado para tirar cohetes y me está quedando un mes la mar de regulinchi en mis opiniones por estos lares, así que con esta reseña de hoy voy a intentar dejar opiniones tibias atrás y dar paso a febrero, que se presenta mucho más apañado y positivo en cuanto a lecturas.
 
La acción comienza a principios de septiembre de 1969. La guerra de Vietnam ya lleva casi quince años cobrándose vidas, hace un mes que el festival de Woodstock ha revolucionado a la sociedad norteamericana, y en Eastwick, una pequeña población costera de Rhode Island, la vida sigue su curso sin perder de vista estos cambios. Aun así, en una comunidad tan pequeña, han encontrado su sitio tres brujas (Alexandra, Sukie y Jane) que, tras "divorciarse", han visto crecer exponecialmente su poder. Su nivel de vida es mucho más bajo pero han dejado atrás la vida de amantísimas amas de casa que tanto odiaban y disfrutan de libertad para hacer lo que se les antoja (lo que incluye haber tenido relaciones con casi todos los hombres casados del pueblo y, sinceramente, poco más). Las noches de los jueves es la noche en la que el aquelarre se reúne y forman ocasionalmente su cono de poder y, en definitiva, es una vida tranquila y rutinaria, pero para ellas es suficiente... hasta que el misterioso Darryl van Horne compra la mansión Lenox y se introduce en sus existencias como un vendaval. De aspecto mas bien desagradable, de modales más bien groseros, de gustos más bien chabacanos, parece intentar que las tres lleguen a ser su mejor versión, que se eleven por encima de la mediocridad donde tan cómodas se sienten, y ellas, por tanto, ven en él algo diferente, alguien superior a todo lo que les rodea. La mansión Lenox se convierte en un refugio donde pueden ser ellas mismas, usar sus poderes con libertad y dejarse llevar como si todo lo demás no existiera... pero no es oro todo lo que reluce, eso lo sabemos todos, ¿no?
 
Primer dato que tenéis que tener en cuenta sobre este libro: todos los personajes son antipáticos y mantienen mucho la distancia con el lector. A mí estas cosas me dan igual, pero sé que a otros lectores les estropea la lectura, así que ahí queda el aviso. Segundo dato: olvidaos de la película, en el caso de que la hayáis visto primero (sobre esto me extiendo abajo). Tercer dato: es un libro que hay que leer con calma porque si no corre el riesgo de empachar. Updike es muy descriptivo, muchísimo, y le gusta adornar mucho esas descripciones, así que no hay que meterle prisa a una narración que exige su propio tempo. Cuarto dato: no se sabe muy bien a qué juega Updike en este libro, y eso seguro que lo podréis comprobar si os tomáis el tiempo de leer opiniones sobre él (son muy polarizadas, o encanta o enfada. Yo como siemore  a mi rollo: me he quedado en el medio). Estoy segurísima de que esa era la intención de Updike, pero eso se traduce en que, para mí, no se porta nada bien con sus personajes femeninos. Podría hacer cosas fantásticas con ellas y las deja a la altura del betún. 

Me ha gustado muchísimo que en esta historia la brujería es un hecho, existe y punto
. Nada de marear la perdiz, de intentar adivinar, de andarse con rodeos. En las primeras páginas ya somos testigos del poder de Alexandra, la bruja más poderosa de este aquelarre y la que está en contacto más existencial con la naturaleza, y desde ese momento se nos muestran muchas pruebas de ese poder, ya sea las tres juntas o por separado. Las tres tienen hijos que parecen meros apuntes de su anterior vida de casadas (se sabe que existen, pero no comparten ni una sola escena con ellas), las tres tienen amantes que están casados y que no parecen ser merecedores de mayor atención y las tres tienen fama de lo que son, brujas, pero todas hacen su vida en el pueblo sin mayores problemas. Son tres mujeres normales y brujas, practican magia y tienen que levantarse por las mañanas para preparar el desayuno de sus hijos, sin más; fuera toques de fantasía y misticismo metido con calzador. No lo necesitan. Además, y como pequeños obsequios para el lector avezado en temas brujeriles, se introducen muchos elementos de la mitología y literatura relacionada con las brujas, y hace ilusión ir descubriéndolos por el camino. 
 
Sin embargo, Darryl van Horne es mucho más ambiguo, toda la narración gira en torno a "si es o no es", y para mí ha caído en picado como personaje con el transcurrir de las páginas. La verdad es que resulta complicado hablar de las dudas que surgen al cerrar este libro sin poder hablar del final, pero lo cierto es que las dos últimas páginas te dejan con cara de "¿de verdad hemos leído más de 400 páginas para terminar en esto?". Porque una de dos, la historia es la que es sin más, lo que dice más bien poco de los personajes como tales (a mi parecer, claro), o Updike nos lanza a la cara una sátira sobre la proclama de libertad de la mujer moderna y el (mal) uso que hace de esa libertad (de la supuesta hipocresía que encierra esa proclama), lo que dice más bien poco de la mujer en general (si la historia refleja la opinión personal de Updike o es mera ficción creo que lo dejo para otro día). Desde que cerré el libro me he quedado con la segunda opción, cada día que pasa lo tengo más claro, y solo me queda preguntarme si de verdad esto era lo mejor que podía hacer Updike con tres bombones de personajes como Alexandra, Sukie y Jane. No se porta bien con ellas, las coge en un punto y las abandona en un punto más atrasado aún de aquel en el que empiezan, su evolución como personajes es más bien una involución y, en fin, que yo esperaba otra cosa. Tampoco hay que darle más vueltas :)

En cuanto al propio Updike, este ha sido mi primer acercamiento a su narrativa. No voy a decir que escribe muy bien porque resulta obvio, pero sí voy a decir que a ratos se le va un poco la mano y parece que quiere que resulte muy obvio que escribe muy bien. No sé si me explico. Un poco pomposo, vaya, y estira las descripciones de tal manera que, para que me entendáis con un ejemplo, tenemos que soportar páginas y páginas (y más páginas) en las que se nos describe con todo lujo de detalles un partido de tenis. Y esto lo hace en todos los partidos de tenis que se juegan (que son unos cuantos). Pues así con muchas cosas. No aportan absolutamente nada salvo escribir por escribir para demostrar lo bien que escribe. Y escribe muy bien, me repito, pero oiga usted, a veces menos es más. Por lo que sé y he leído, Las brujas de Eastwick se aleja mucho del resto de su obra, y sé que tarde o temprano me acercaré a alguno de sus otros libros, así que llegado el momento comprobaré qué tal me va con este autor en otro registro. 
 
Al inicio de la reseña os hablaba de la adaptación cinematográfica de 1987 (protagonizada por Jack Nicholson, Cher, Michelle Pfeiffer y Susan Sarandon). Vi esta película hace muchos, muchos años, y cuando me dispuse a leer la novela partí de la base de que no me acordaba de la película de pé a pá pero sí de algunas cosas muy concretas y de las sensaciones que tuve al verla, y creía que conforme fuese leyendo empezaría a recordar escenas... pues difícilmente iba a recordar nada: se parecen lo que un huevo a una castaña. En la adaptación cinematográfica cogieron la base de la historia y se fueron por un camino muy distinto. Incluso algo que en el libro nunca se termina de decir claro (y sobre lo que os confieso que Mónica y yo, que hemos leído conjuntamente el libro, hemos debatido todo el tiempo aunque al final creo que hemos llegado más o menos a un consenso xD), en la película es clarito y cristalino y conforma uno de los puntales de la trama. Mi recuerdo de la película es que se quitó la pretensión de profundidad, complejidad y ambigüedad que tiene el libro y optó por ser mucho más explícita y divertida. Dos conceptos totalmente diferentes que dudo que hagan de la película una buena adaptación pero sin duda la hacen más entretenida. La magia del cine.

En definitiva, Las brujas de Eastwick me ha parecido una lectura interesante, pero esperaba más de ella. Llevaba tanto tiempo detrás de leer este libro que la sensación final no ha sido todo lo buena que me hubiese gustado. Es que si digo que me parece una historia desaprovechada a lo mejor estoy cometiendo sacrilegio (al fin y al cabo estamos hablando de John Updike), pero personajes con potencial de diez se me han quedado con un seis raspadito, y siendo sincera, sus decisiones finales a mí particularmente no me han parecido coherentes con el inicio del libro y lo que se nos cuenta sobre ellas (quizás sí son coherentes con respecto a lo que Updike quería contar, pero me repito: entonces deja en muy mal lugar a sus personajes en particular y a las mujeres en general). En fin, que esta es la historia que Updike nos quiso contar y así nos la contó... pero me reservo mi derecho a pensar lo que considero oportuno: que yo estaba de parte de las tres brujas a pesar de los pesares y creo que se merecían mucho más como personajes.

John Updike (Shillington, Pennsylvania, 1932-Beverly Farms, Massachusetts, 2009) es uno de los grandes maestros de la narrativa norteamericana contemporánea, autor de una vasta obra que abarca poesía y ensayo, narración breve y novela. Galardonado en dos ocasiones con el Premio Pulitzer  (1982 y 1991) y en una con el American Book Award (1982), se le considera uno de los más ácidos cronistas de la sociedad estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. Tusquets Editores ha publicado un total de diecinueve obras de este autor, entre ellas Un libro de Bech, el primer título de la trilogía protagonizada por el mordaz y tierno alter ego apenas disimulado del propio Updike.

viernes, 11 de octubre de 2019

RESEÑA (by MH) ::: REENCUENTRO y UN ALMA VALEROSA - Fred Uhlman




Título original: Reunion + No Coward Soul
Autor: Fred Uhlman
Editorial: Tusquets
Traducción: Eduardo Goligorsky y José Manuel de Prada-Samper
Introducción: Arthur Koestler 
Páginas: 220
Fecha publicación original: 1971 + 1985
Fecha esta edición: noviembre 2016
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16 euros
Ilustración de cubierta: Robin with friend and Trixie (1952, Peter Samuelson)



 
Reencuentro, un clásico contemporáneo de Tusquets Editores que pronto se convirtió en best-seller, narra la intensa amistad, en la Alemania de 1932, que surge entre dos jóvenes de dieciséis años –Hans Schwarz, nacido en una familia judía, y Konradin von Hohenfels, rico aristócrata, miembro de una de las más antiguas familias europeas– cuando coinciden en una selecta escuela de Stuttgart. Sin embargo, al cabo de apenas un año, todo empezará a torcerse.
 
Un alma valerosa narra esa amistad vivida por Konradin, el rico nazi, y en circunstancias dramáticas. En julio de 1944 escribe una carta a Hans para contarle cómo vivió aquellos años de adolescencia.

Hoy os traigo una reseña conjunta de dos novelas cortas porque están las dos incluidas en el mismo volumen, así que de partida, y antes de empezar a escribir, si os soy sincera he dudado mucho sobre cómo plantear esto, porque este es mi dilema: la segunda nouvelle empieza partiendo de la revelación con que termina la primera, así que si os hablo de la segunda y no tengo cuidado, os estoy contando el final de la primera. De todos modos me he apañado para contar sin desvelar nada, y a la sinopsis oficial de arriba le he metido unos cuantos tajos porque destripaba todo-todo-todo lo que pasa en las dos historias. Así que leed sin miedo.

Fred Uhlman, exiliado en Gran Bretaña desde su Alemania natal, publicó Reencuentro en 1971, novela corta ambientada en su ciudad natal, Sttutgart, que narraba la amistad de dos jóvenes de dieciséis años (uno, judío; el otro, de ascendencia noble y afín al partido nazi) en los años en que Hitler comenzaba su ascensión al poder y Alemania empezaba a prepararse para lo que luego desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Reencuentro estaba narrado por Hans Schwarz, el joven judío. Catorce años después, en 1985, Uhlman publicó Un alma valerosa, la réplica matizada de la misma historia narrada por el joven aristócrata, Konradin von Hohenfels. En esta ocasión la narración se realiza en plena Segunda Guerra Mundial, aunque se mueve tanto entre hechos de ese presente como en los hechos del pasado que Schwarz narraba en Reencuentro. Dentro de un momento os narraré las circunstancias y el porqué de todo esto.

Reencuentro comienza en 1932, aunque desde el principio sabemos que se cuenta en retrospectiva y que el narrador, Hans Schwarz, tiene 25 años más que cuando comienza la historia. Hans y Konradin son compañeros de clase en Stuttgart; el primero, judío, de familia media normal, hijo de un médico, tímido y un muchacho de 16 años del montón, que no destaca por nada en especial; el segundo, hijo de una familia aristocrática cuyo linaje se remonta a siglos atrás, cuya familia profesa un odio cerval contra los judíos y ve en el floreciente Hitler a su mesías y que, precisamente por su abolengo, es el objeto de deseo de todos los compañeros de clase. Entre Hans y Konradin surge una amistad verdadera, un ideal romántico de amistad (como el propio Hans la denomina), entendiendo romántico en el sentido de una sentimentalidad excesiva, soñadora, sobre todo por parte de Hans, que idealiza demasiado el propio concepto de amistad. Cuando Hans percibe que no es bienvenido en casa de Konradin, que se avergüenza de ser visto con él en público y que no es capaz de hablarle claro, su idealización se resquebraja. Y mientras, Hitler y el comienzo de la persecución a los judíos en Alemania, cuando la guerra todavía era solo un temor, y no una realidad, empieza a ser parte del día a día.
En mi clase no había un solo chico capaz de satisfacer mi ideal romántico de amistad, ninguno que yo admirara de verdad, ninguno por el cual hubiera estado dispuesto a dar la vida, ninguno capaz de entender mi exigencia de confianza, lealtad y abnegación totales.
Un alma valerosa es la réplica a esta historia, pero una réplica ciega: es decir, conocemos la versión de Konradin de todos los hechos que Hans cuenta en Reencuentro pero no a modo de respuesta, pues Konradin en ningún momento tiene conocimiento de lo que se cuenta en Reencuentro. Digamos, y aquí es donde viene el peligro de desvelar el final de Reencuentro, que en esta segunda nouvelle ya estamos en 1944, inmersos en plena Segunda Guerra Mundial, que Konradin está en una situación dramática, y que decide escribirle una carta (que no sabe si recibirá) a su querido amigo Hans, al que hace muchos años que no ve. Así conocemos no solo lo que le ha llevado a la terrible situación en la que está, sino que veremos desde su propio punto de vista los hechos que se narraban en Reencuentro, por qué actuaba como lo hacía, cómo se daba cuenta de que le hacía daño a Hans, cómo el propio apellido y lo que se esperaba de él dentro de la estirpe familiar condicionó muchos de sus pasos en aquel momento y cómo había sido plenamente consciente de que no estaba a la altura de la amistad incondicional de Hans.

La religión, aquello que finalmente acabaría por separarles, forma parte de la vida de ambos, pero mientras que en el caso de Hans, su judaísmo es heredado, nada exarcebado, apenas practicado y abierto a dudas y disgresiones, en el caso de Konradin, su cristianismo es la base de todo y no admite fisuras ni críticas, y la mera duda hace tambalear su mundo. Se ponen serios de vez en cuando y no tienen miedo a debatir y hablar sobre materias importantes, existencialistas (de hecho se revela en ambas novelas que los dos recuerdan a la perfección estas conversaciones), pero también lo hacen sobre otras muchas cosas más mundanas: libros, poesía, arte, coleccionismo, teatro, ópera, chicas... Su amistad al principio es inquebrantable; les llegan ecos de convulsión política, pero ellos creen que están muy lejos del caos, que nada puede afectarles.

La prosa de Uhlman es tan delicada, elegante y refinada que es un auténtico lujo. Dibuja a estos dos personajes con una precisión milimetrada, y por eso su componente humano, sus defectos y virtudes, quedan constantemente asimilados por las decisiones que toman en relación al otro, y les otorga una dimensionalidad tan realista, tan descarnada, que su historia, que pudo ser la historia de muchos jóvenes como ellos, no se olvida una vez leída. La brecha que el nazismo va abriendo poco a poco en la confianza entre dos amigos del alma le duele al lector casi tanto como a los personajes. Hemos leído mucho sobre la Segunda Guerra Mundial, pero sin duda la historia de Hans y Konradin se queda en la consciencia para siempre. Y la última frase de Reencuentro es, simplemente, de las que no se olvidan. Después de todo lo que has leído, duele. De ahí mi insistencia en no revelar más de la cuenta al hablar de Un alma valerosa.

Como os vengo diciendo desde el principio, esta edición de Tusquets recoge las dos nouvelles y, aunque no sé si será el mejor método (o si habrá uno mejor que otro, realmente), yo he preferido no leerlas seguidas. Leí Reencuentro, lo dejé reposar, y pasadas al menos un par de semanas leí Un alma valerosa. Pensé que era la mejor manera de darles a cada una su espacio, de masticarlas, asimilarlas y ser capaz tanto de detectar los distintos recovecos que esconde cada una de ellas, como los hilos que las unen y complementan. No creo haberme equivocado, aunque cada lector es un mundo y cada uno nos enfrentamos a la lectura de una manera diferente. 


Por todo esto, y terminando, recomiendo a quien esté interesado, primero, que ni se le ocurra leer la contraportada si se hace con esta edición, porque le va a destripar absolutamente todo el devenir de la narración; segundo, que a pesar de todo, se haga con esta edición que recoge las dos obras, porque son dos joyas, breves en cuestión de páginas, inmensas en cuanto a la historia. Una vez leídas las dos, creo que forman un todo indivisible y que, si solo se lee Reencuentro, la percepción de la historia se resiente. Sí, Reencuentro es maravillosa por sí sola, pero una vez leída Un alma valerosa, la magnitud que adquieren en conjunto con respecto a la propia historia es infinitamente superior. No solo se complementan: forman un todo.




Fred Uhlman (Stuttgart, 1901-Londres, 1985), de origen judío, abandonó Alemania en marzo de 1933, poco después de que Hitler fuera nombrado canciller. Residió un tiempo en París y posteriormente en España (en Tossa de Mar), de donde también escapó al estallar la guerra civil para, tras regresar unos meses a París, llegar a Londres; allí fundó el Artist’s Refugee Comittee y la Free German League of Culture, entre cuyos miembros se contaban Oskar Kokoschka y Stefan Zweig. En 1971 publicó Reencuentro, y en 1985 su «réplica», Un alma valerosa.

lunes, 30 de septiembre de 2019

RESEÑA (by MH) ::: VISADO PARA SHANGHAI - Qiu Xiaolong




Título original: A loyal character dancer
Autor: Qiu Xiaolong  
Editorial: Tusquets
Traducción: Carme Camps
Páginas: 384
Fecha publicación original: 2002
Fecha esta edición: junio 2012
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: descatalogado (disponible de 2ª mano)
Fotografía de cubierta: Hans Neleman







OTROS LIBROS RESEÑADOS DE LA SERIE CHEN CAO:
Poco después del descubrimiento de un cadáver horriblemente desfigurado en el apacible parque Bund, uno de los enclaves más populares de Shanghai, al inspector jefe Chen Cao le encargan una delicada misión: debe colaborar con una agente de policía estadounidense que está a punto de llegar a la ciudad. La inspectora Catherine Rohn, que trabaja para el Departamento de Justicia de Estados Unidos, ha venido a buscar y custodiar a una joven, llamada Wen Liping, cuyo marido es un importante testigo en un juicio contra el jefe de una de las temibles tríadas. Las cosas empiezan a torcerse cuando la joven Wen desaparece sin dejar el menor rastro. Y mientras atiende a la guapa inspectora, intentando que se lleve del país y de la policía china la mejor impresión posible, Chen tiene que embarcarse en la búsqueda de Wen.

Una de las grandes sorpresas que me llevé el año pasado literariamente hablando fue descubrir a Qiu Xiaolong y su serie sobre el inspector jefe Chen Cao, de la Policía de Shanghai. Ambientada a principios de los años 90, no solo nos adentra en los casos que debe resolver Chen, sino que dibuja a la perfección el lienzo social, político y económico que emergió en la China de aquella época, que aparentemente intentaba abrirse al mundo pero que al mismo tiempo no dejaba entrar al mundo en su territorio. China, su historia y su cultura son la columna vertebral de estos libros. Si al lector que quiera adentrarse en la serie de Chen Cao no le interesa China como país y en todos sus aspectos, dudo que pueda disfrutar de estos libros en toda su magnitud y casi mejor que ponerse con otro tipo de historia. Yo reconozco que estoy muy enamorada de esta serie y de Chen Cao como personaje: lo que es, es.

En Visado para Shanghai han pasado varios meses desde los acontecimientos que se narraron en Muerte de una heroína roja. Chen sigue afianzándose en su puesto de inspector resolviendo casos en los que la política siempre está involucrada de un modo u otro, y él, al que le interesan más bien poco esos asuntos más allá de su obligación de pertenecer al partido comunista por culpa de su trabajo, intenta vadear todo eso como puede. Mientras pasea por el parque Bund, uno de sus emplazamientos favoritos en la bulliciosa y ruidosa Shanghai, aparece un cadáver escondido entre unos arbustos. La víctima es un hombre sin identificación todavía con el pijama puesto que ha recibido siete hachazos, marca inequívoca de la tríada conocida como Hachas Voladoras. No están en su terreno, es una banda mafiosa que suele actuar en provincias, pero sea o no sea suya la marca, las pistas apuntan hacia ella. Todo parece indicar que este será el caso primordial a resolver en la historia, pero no. A Chen le esperan nuevas órdenes.

Y es que Chen recibe un encargo que proviene directamente del Ministro. En Estados Unidos se ha detenido a un ciudadano chino relacionado con la masiva inmigración ilegal china que se está produciendo desde hace unos años. Está dispuesto a colaborar con las autoridades norteamericanas y a entrar en el programa de protección de testigos (si las tríadas le localizan no le dejarían llegar a juicio... vivo, se sobreentiende xD), pero pide que Wen, su mujer, embarazada y que todavía vive en Fujian, se reúna con él en USA. ¿Problema? Que Wen ha desaparecido sin dejar rastro y una agente norteamericana del Departamento de Justicia de Estados Unidos vuela con United Airlines en esos momentos camino de Shanghai para recogerla y llevársela a su país. No solo será responsabilidad de Chen informarle de lo sucedido sino que, mientras se hace cargo de investigar la desaparición y de encontrar a Wen, la comodidad y estancia de la agente Catherine Rohn también recaerán sobre él... y todo siempre con un objetivo (una orden) en mente: dar una buena imagen de China y de su fuerza policial de cara a los norteamericanos.

Cuando reseñé Muerte de una heroína roja os situé (lo mejor que supe y pude) en el contexto en el que se desarrollan estas novelas, y tampoco quiero repetirme demasiado porque la serie consta de muchos libros, pretendo traeros todos los que pueda, y no tiene sentido que os cuente lo mismo en todos ellos. Pero, por otro lado, se hace necesario contextualizar aunque sea someramente la China que se describe en el libro. Así que aunque para haceros una idea en profundidad os invito a leer la reseña de la heroína roja (enlace aquí), os doy dos pinceladas rápidas. Estamos en la China de principios de los años 90, es decir, la China post-Revolución Cultural, la china post-masacre de Tiananmén y, por tanto, en la China que quiere lavar su imagen internacionalmente pero sin cambiar gran cosa a nivel interno. Los altos estamentos chinos quieren ofrecer una imagen de país incorruptible y de nación que quiere abrirse al mundo, pero los intereses del partido comunista siguen siendo lo primordial... y tanto el partido como la policía están corruptos.

En este juego está siempre atrapado Chen Cao, que no solo está harto de la política, sino que las dudas que tiene sobre el funcionamiento de su propio país, el Partido y el modo en que funciona todo no dejan de acentuarse. Policía por obligación, porque así lo designaron en el Partido, pero poeta y literato de corazón, no está ciego ante lo que ocurre a su alrededor, lo que entra en confrontación directa con su alto rango dentro de la Policía de Shanghai, un puesto que le obliga a una actividad y unas obligaciones políticas que no comparte en absoluto.

Si algo me quedó claro en Muerte de una heroína roja es que estamos ante novelas policíacas con un componente social e histórico altísimos, de tal modo que todo se entrelaza de una manera que hace imposible entender estas novelas sin la denuncia y el contexto social en que se encuadran. Y, si os digo la verdad, por mucho que adore a Chen Cao, si Xiaolong no me contase todo lo que me cuenta de la China de los 90 y de la propia historia del país que le ha llevado a ese momento concreto de apertura, no disfrutaría ni la mitad de lo que lo hago leyéndolo.

Así pues, si la anterior novela se movía por cauces políticos y sus muchos secretos y esqueletos en el armario, en este se adentra en otros dos enormes problemas sociales en China: por un lado las tríadas, o mafias de gánsteres que, ya sea en las grandes urbes o en las pequeñas poblaciones, obran a su antojo con una más que evidente impunidad que no puede sino provenir de cierta permisividad, colaboración o asociación con los estamentos policiales y políticos. Todo eso se sospecha, claro, jamás podría un funcionario chino realizar una acusación como esa, pero a cada paso que dan tanto Chen y Catherine por un lado, como Yu (el ayudante de Chen) por otro, no deja de confirmarse que hay cierta tolerancia en el asunto, que hay cierta inoperancia voluntaria en el intento de detener a las tríadas por parte de los cuerpos policiales, e incluso comienzan a producirse ciertos accidentes que no lo son tanto y que pretenden asustarlos para que dejen la investigación.

Por otro lado, la migración china camino de occidente. Miles de chinos parten hacia Estados Unidos dejando atrás a sus familias para labrarse un futuro mejor, y eso se percibe incluso en las propias aldeas chinas, donde las casas de calidad, prósperas, las que reciben dinero americano, se distinguen sin problemas de las casas ruinosas y pobres que no reciben dinero extranjero. Aquí también se percibe la dicotomía: al gobierno chino le incomoda dar la imagen de que sus ciudadanos tienen que salir del país para ganarse la vida, pero al tiempo todos esos barcos están gestionados por las tríadas que, como ya he comentado, tienen tentáculos que llegan hasta arriba. Al final siempre es un círculo en el que Chen tiene que desenterrar mucha podredumbre haciendo malabarismos para no tocarle las narices a sus superiores... es tan íntegro que jamás permite que los intereses del Partido le impidan seguir investigando, pero al tiempo tiene que tener mucho cuidado de hacerlo todo de tal modo que la imagen del país y de la policía queden a buen recaudo.

Y por si todo esto fuera poco, está Catherine Rohn. Esta agente norteamericana es una apasionada de la sociedad y la cultura chinas, al pisar Shanghai cumple uno de sus sueños, pero eso no quita para que el choque cultural sea inevitable y vea muchas de las cosas que ocurren allí con sus ojos y su mentalidad occidental. Chen está de acuerdo con ella en muchos aspectos, pero su posición y su cargo le obligan a defender las decisiones y la política de su país, lo que hace que se produzcan piques que, sin embargo, no llegan jamás al enfrentamiento. La química entre ellos dos es palpable a pesar de la desconfianza normal entre dos profesionales que deben velar en todo momento por los intereses de sus países por mucho que estén obligados a colaborar juntos. Y aquí tengo que aplaudir a Xiaolong... cualquier otro autor (¿occidental, debería decir?) hubiese llevado la historia por unos derroteros que él evita a toda costa. La relación entre estos dos personajes, sus conversaciones (sobre todo sus conversaciones... simplemente maravillosas) y la confianza que se va estableciendo entre ellos, son sin duda uno de los platos fuertes de este libro. Y qué elegante es este autor, me tiene conquistada.

Visado para Shanghai se desarrolla en muchos aspectos del mismo modo que su antecesora. El tempo de la investigación es pausado, va avanzando, pero de tal modo que el autor pueda ir introduciendo otros muchos temas que a él le interesa tocar y exponer y que son tan importantes y tan relevantes para la trama como la propia línea policial. Mientras, seguimos paseando por Shanghai, seguimos conociendo su pulso, sus rincones, su apertura casi explosiva a un mundo que está también deseoso de conocerla. Chen es poeta y traductor, e igual que en Muerte de una heroína roja, la narración sigue estando salpicada de versos de autores chinos de distintas dinastías, porque ese es el modo en que Chen ve el mundo, el modo en que lo tamiza y procesa. Es un alma sensible y tranquila atrapada en un trabajo impuesto a dedo que le obliga a ver lo peor de las entrañas humanas. Y sobre todo es un hombre recto, honrado, compasivo y muy inteligente que vive atrapado en un mundo político en el que algunas de esas características son totalmente incompatibles.

Ya lo dije al principio. A la serie de Chen Cao no hay que acercarse exclusivamente buscando una investigación policial, hay que sumergirse en él con la intención voluntaria de aprender muchísimas cosas sobre China y su historia social y política, porque ambos aspectos comparten la narración a partes iguales. Son libros muy, muy buenos y muy, muy recomendables, pero también muy particulares en cuanto a tono, cadencia narrativa y manera de afrontar las investigaciones. Yo estoy deseando adentrarme en el siguiente. Ya lo tengo esperando en la estantería.


Qiu Xiaolong (Shanghai, 1953) se dio a conocer mundialmente con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el inspector jefe Chen Cao, en las que traslada a los lectores a la realidad social y cultural de la China moderna en una época de difícil transición. Tusquets Editores ha publicado: Muerte de una heroína roja, Visado para Shanghai, Seda roja, El caso Mao, El crimen del lago y El enigma de China.

viernes, 27 de julio de 2018

RESEÑA (by MH) ::: MUERTE DE UNA HEROÍNA ROJA - Qiu Xiaolong





Título original: Death of a red heroine 
Autor: Qiu Xiaolong  
Editorial: Tusquets
Traducción: Alberto Magnet
Páginas: 440
Fecha publicación original: 2000
Fecha esta edición: enero 2012
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 20 euros
Fotografía de cubierta: Hans Neleman



 
Un viernes de mayo de 1990, Gao Ziling, capitán de la patrullera Vanguardia, sale a pescar con un amigo al que no veía desde la época del instituto. De regreso, en el canal Baili, a unos treinta kilómetros al oeste de Shanghai, algo impide el avance de la patrullera. Cuando Gao se lanza al agua para ver qué le ocurre a la hélice, descubre una gran bolsa de plástico negra y, en su interior, el cadáver de una joven desnuda. El capitán Gao avisa de inmediato a la policía y, casualmente, atiende su llamada el subinspector Yu, quien trabaja a las órdenes del inspector jefe Chen. Éste, recién ascendido y tras estrenar piso, no tardará en descubrir que la joven, empleada de los grandes almacenes Número Uno de Shanghai, era una trabajadora modélica cuya entrega a la causa del Partido la convirtió en una celebridad. Ahora debe investigar qué se oculta detrás de la muerte de esa «heroína roja».

El reto de la A a la Z que proponen anualmente El búho entre libros, Lecturápolis y Libros en el petate es eso, todo un reto, porque algunas letras no hay más narices que cumplirlas con autores de ciertos países. Una de las más difíciles es la X, casi imposible de cumplir si no tiras para Asia. Y eso hice. Indagué, remiré, y di con Qiu Xiaolong, autor de la serie protagonizada por el inspector Cao Chen, y a por el primero que fui, Muerte de una heroína roja. No sabía realmente qué me iba a encontrar, pero os digo desde ya que me ha parecido fantástico y lo he disfrutado un montón. Es más, lo compré en edición de bolsillo de segunda mano por si no me gustaba (quien me conoce un poco sabe que no soy nada amiga de las ediciones de bolsillo y solo me hago con ellas en casos de extrema necesidad), y he acabado comprándolo otra vez en edición buena para conservarlo como es debido. Soy muy maniática con las ediciones, por si no estaba claro.

Estamos en mayo de 1990. A treinta kilómetros de Shanghai, en el canal Baili, aparece el cuerpo sumergido de una mujer joven de unos treinta años. La investigación recae en el inspector jefe Cao Chen, que está a cargo de la brigada de casos especiales de la División de Homicidios del Departamento de Policía de Shanghai. Duda si hacerse cargo del caso porque realmente no le corresponde a su brigada, pero sus circunstancias particulares dentro del cuerpo, el modo en que ha ascendido dentro de él a pesar de su juventud y la animosidad que eso despierta entre sus compañeros, le obligan a demostrar que es capaz de llevar un caso desde el principio y resolverlo. Cuando se descubre que esa joven, conocida como la "heroína roja", era miembro del Partido comunista, famosa en todo el país y trabajadora modelo de rango nacional, la cosa se complica mucho, porque el factor político, en un país como China que atraviesa innumerables cambios, es una piedra constante en el camino si la investigación no favorece los ideales que representa el Partido comunista.

Esta novela tiene ya sus casi veinte años desde el momento en que fue publicada originalmente y poco tiene que ver con la novela negra anglosajona o nórdica, y quizás esas diferencias son las que tanto me han gustado de ella. No, corrijo, son las que tanto me han apasionado de ella.  Y es que, para empezar, no es una novela negra; mucho menos un thriller. ¿Novela policíaca? Pues si es por tener un inspector de policía que investiga, sí, pero no sabría qué deciros... Sé que no os estoy aclarando nada, pero supongo que quienes ya la hayan leído sabrán a qué me refiero. 

Sí que comienza con el descubrimiento de un cuerpo, y puede parecer que va a ser una novela más como tantas otras del estilo hasta que empieza la investigación y vemos por donde van los tiros realmente. Por un lado tenemos al inspector Cao, que poco (nada) tiene que ver con los inspectores que solemos encontrarnos habitualmente en el género; por otro lado está la China comunista de 1990, que es otro personaje principal en la trama. Y sí, sé que pensaréis "¿pero qué me estás contando? Si la China comunista es un personaje conmigo que no cuenten... ¡menudo peñazo!". Pues estaríais cometiendo un error del tamaño del Kilimanjaro. O del Everest. O del tamaño de los dos uno encima del otro. Por lo menos. Y no solo estaríais cometiendo un error sino que os estaríais perdiendo una grandísima novela.

Vayamos por partes, que diría Jack... Hablemos de Chen Cao. Chen no solo es inspector jefe de policía, sino que es traductor de novela policíaca y además poeta. Pero no de los que se guardan los poemas para sí mismo, sino de los que ganan premios, les publican en los periódicos y demás. A decir verdad, es demasiado poeta para ser policía, y sus compañeros no dejan de recordárselo. Pero a los de arriba, a los que mandan en el Partido comunista, les ha caído en gracia, y digamos que están favoreciendo su ascenso. Por un lado eso le permite privilegios como tener una casa de una habitación para él solo (sí, eso era un privilegio en la China de aquella época). Por otro, él no controla su futuro, otros lo controlan por él. Por eso quiere ganarse el respeto de sus compañeros resolviendo el caso, y quiere, por encima de todo, hacer las cosas bien. Es un hombre honrado, honesto, cabal, tranquilo y muy inteligente. Y a mí me ha enamorado este personaje. Me he visto enredada en la tela de araña de su cabeza, de su forma de ver las cosas, sin darme apenas cuenta. Porque además las cosas en el terreno personal no suelen salirle bien, y cuando algo no le sale bien encaja el golpe, se yergue, se resigna y no abandona su camino, y eso le convierte, además de todo lo anterior, en un personaje tierno y cercano.

La China que nos encontramos es posterior a la Revolución cultural y a la masacre ocurrida en la plaza de Tiananmén en el verano de 1989 y, por tanto, en pleno proceso de cambio. El contexto histórico es fascinante por desconocido en muchísimos aspectos. Realmente, hablo a nivel personal, me he sorprendido ante muchísimas cosas de las que aquí se cuentan. No sabía que los jóvenes chinos no podían escoger donde trabajar: a comienzos de los años 80, eran las autoridades las que asignaban un empleo a todos los universitarios que se graduaban, aunque no tuviese nada que ver con sus estudios y aunque el joven en cuestión no estuviese interesado en absoluto en ese trabajo (así llega Chen, estudiante de un máster de literatura inglesa, a policía: por elección del partido). Tampoco podía la gente comprarse una vivienda porque no había disponibles. Era el gobierno el que las asignaba (exiguas por falta de espacio, como digo arriba) según orden de espera... y podías esperar toda la vida sin que te tocase. Tampoco sabía que Mao, para alejarlos de la ciudad y que no crearan problemas, obligaba a los adolescentes que consideraba un obstáculo para sus desginios de consolidarse en el poder a abandonar las grandes capitales y someterse a una "reeducación" en el campo que duraba años y donde vivían en condiciones de pobreza extrema. Y todo esto entre otras muchas cosas que de verdad que os invito a descubrir dentro del libro.

Xialong te lo cuenta todo de una manera cautivante, con una extraña mezcla entre el exotismo oriental y la cercanía occidental, y te pasea por las calles de Shanghai, te acerca a los puestos de empanadillas caseras, te acompaña por esos edificios llenos de largos pasillos y puertas a pisos minúsculos, te sube a los autobuses saturados de gente, te invita a cenar cangrejos y a bailar descalzos... y jamás, jamás se posiciona políticamente de ninguna manera. De hecho Chen Cao es apolítico en un país y en una época en el que no podías serlo y tenías que demostrar a cada paso que dabas tu fidelidad y compromiso con el Partido, y eso le obliga a andar en constante equilibrio entre lo que debe aparentar y su total desinterés al respecto.

Sí que debo advertir que el avance de la trama es pausado, que va poco a poco, y que el devenir de las páginas avanza casi al compás de esos paseos por la ciudad. Que quizás son más importantes la ambientación, el contexto histórico y lo que nos cuenta sobre la situación del país que el caso en sí, aunque sin esa ambientación no habría caso ni resolución, porque beben los unos de los otros. Que Xiaolong se permite el lujo de introducir en cuanto puede versos de diversos autores chinos pertenecientes a diversas dinastías, y que nombra tantas veces Sueño en el pabellón rojo que no puedes evitar buscarlo para leerlo (cuando ves que tiene 2400 páginas tragas saliva como puedes y piensas "si eso lo dejo pa'luego" xD). Que si buscáis acción a raudales y un ritmo trepidante ni os acerquéis a este libro, pero que si os acercáis a él y os adentráis en sus páginas os vais a encontrar una buenísima historia, un muy carismático protagonista dentro de su placidez oriental y una excelente e instructiva ambientación. De esos libros que te llaman a querer saber más cosas, a querer aprender más cosas. De los que no pasan de largo.

De verdad que lo disfruté muchísimo, y con Xiaolong y su inspector Chen Cao ya tengo cubierta la X del reto de la A a la Z de aquí a 2025 porque tengo intención de leer todos los libros de la serie. Esto de encontrar grandes novelas donde menos lo esperas es una sensación alucinante xD.



Qiu Xiaolong (Shanghai, 1953) se dio a conocer mundialmente con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el inspector jefe Chen Cao, en las que traslada a los lectores a la realidad social y cultural de la China moderna en una época de difícil transición. Tusquets Editores ha publicado: Muerte de una heroína roja, Visado para Shanghai, Seda roja, El caso Mao, El crimen del lago y El enigma de China.