La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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miércoles, 6 de noviembre de 2019
Crimen y testigo
Jamás he sido de poemas místicos.
Pero el volcán que gime agonizante
entre las olas pútridas que alimentan lo incierto,
llama a mi bilis negra a hacerse crimen
y testigo de la última
caída de los dioses, esos seres
inicuos y falaces que nos hacen
la existencia imposible
pese a su inexistencia.
Que cada cuál, si puede, juzgue sus propias faltas
Yo no lo haré, yo he sido
llamado a perecer
picoteando los ojos sin vida del desierto.
Adiós, adiós a todos,
nunca podré decir con fe que ha sido
un placer conoceros. El oasis,
espejismo en la noche,
se ha transmudado en cardo
sin simiente. ¡Aleluya!
jueves, 31 de octubre de 2019
El pensador
35 segundos
de luz turbia y castrada
—pensó— luego de cuánto
tiempo de cieno y sombras,
son menos aun que nada;
el trueno cicatero
que revienta los tímpanos
de légamo a un relámpago
parido mudociego
sobre un lecho de espinos,
metáfora de ausencias
fundidas, como el cobre
y el estaño, al silencio.
Lo pensó, no sin antes
gastar su último aliento
a modo de trinchera,
y, cerrando a los párpados,
se abandonó a las aguas
amargas que corrían
como alma que se lleva
el diablo hacia el murmullo
del mar aniquilando
el último y exangüe
cordón de sueños fósiles.
viernes, 4 de octubre de 2019
Remembranzas
Consumado el naufragio
sorteaba la zozobra,
dejando en los torrentes
callejeros paridos
por lluvia sin tregua,
barquitos de papel
con un mensaje a bordo
dentro de una botella.
martes, 10 de septiembre de 2019
La última inocencia
"parlar sense haver de demanar permisos,
fer l’amor sense crosses".
Miquel Martí i Pol
A menudo aún recuerda
con nostalgia cuando era
testigo, parte y reo.
No se dictó sentencia
ni habrá de ser dictada:
de tanto "andar" en silla
de ruedas, parapléjico,
confinado, proscrito,
todo cargo ha prescrito.
sábado, 3 de agosto de 2019
Comparación
Como pez —que ha picado
el anzuelo— en el agua
muerta de una cloaca
de paredes recién
pintadas con cal viva,
y, por no dar la talla,
es devuelto al cardumen.
jueves, 11 de julio de 2019
Hay papeleras en la Luna
Hay veces en las que no somos capaces de vislumbrar a nuestro alrededor una papelera o un contenedor de la basura en los que verter los residuos que nos contaminan el alma. Le sucede hasta a los ángeles que no lo son, o a los que, siéndolo, creen no serlo. En cualquier caso no hay seres superiores capaces de delimitar la frontera que separa a los ángeles de los demonios. Tal vez ese límite, de existir, esté en el hombre, aunque más desplazado hacia el lado angelical cuando se trata de mujeres. Claro está, sin que deje de haber excepciones.
Llevaría muchas vidas hacer un inventario de los lugares en los que resulta casi imposible encontrar una sola papelera, lo que no quiere decir que, en ocasiones o casi siempre, dejen de estar en ellos. Así, parece no haber papeleras, por ejemplo, en las calles de los barrios marginados donde niños que envejecieron prematuramente matan el tiempo, su tiempo mal contado, fumando caballo, perpetrando contra sí mismos una brutal emulación del desarraigo que le legaron y le siguen legando sus mayores, o captados por toda una suerte de vampiros urbanos que surgen cada día como si de una puñetera plaga bíblica se tratase. Tampoco parece haber papeleras en la Luna cuando está nueva, y, a veces, o quizá casi siempre, puede pasar toda una eternidad hasta el inicio del cuarto creciente. Ni en ciertos corazones que, incapaces de darse, van acumulando dentro todo lo bueno y lo malo que les va creciendo con el tiempo. Y tal situación constriñe tanto los latidos, que cada minuto parece terminar pudriéndose. O en algunas manos mancilladas de vacío, incapaces de llenarse por mucho que arañan y arañan las esquinas afiladas del viento del norte. Incluso hay casos en los que no somos capaces de encontrarlas en la Navidad. Sería bueno, en todos estos casos, y en los restantes de este inmenso inventario imposible, disponer de toda una suerte de contenedores de colores, inspirados, aunque notablemente sublimados, en los que se utilizan en las ciudades, que se autodenominan desarrolladas, para el reciclaje. Un contenedor gris en el que se vertieran, sin necesidad de distinción, la desconfianza, el rencor, el desamor, el olvido, los miedos, la angustia, la desesperanza…, para después almacenarlos, bajo estrictas medidas de seguridad, en la más profunda de las simas, de donde ya nunca pudiesen escapar hasta el fin de la efímera eternidad. Y, también, un contenedor verde para la esperanza, uno rojo para el amor, uno azul para la amistad, uno a rayas rojas y negras para la rebelión, uno transparente para la voz y la palabra…, desde donde fuesen reciclados permanentemente y repartidos solidariamente entre todos los necesitados, que somos todos, de estos recursos tan escasos y difícilmente renovables.
Todo ello, encontrar esos contenedores mágicos, es posible, pero a condición de que no nos empeñemos en tratar antes de comprobar, inútilmente, si disponemos o no de alas para volar. Nadie puede mirarse la espalda y los espejos siempre engañan y dificultan las lecturas. Estoy convencido de que resulta doloroso, de que es tan difícil como dejar fluir el tiempo sin tratar de atraparlo o sin ser atrapados por la asfixia de la clepsidra, pero nos bastaría con intentar volar sin descanso, por agotados que pudiéramos, y sin duda lo estaríamos, llegar a estar. Los ángeles, primero vuelan, y después sienten como les crecen las alas.
(Diciembre de 2006)
domingo, 9 de junio de 2019
Resignación
Es igual, nos iremos
un día cualquiera y nada
de esto habrá acontecido.
No te habré conocido.
No me habrás olvidado.
Nunca te habré perdido.
Jamás habré sentido
el dolor que se enquista
desde la piel al tuétano
—este dolor que ahora
se me antoja perpetuo—
cuando la lluvia muda
en hielo y petrifica
las agónicas ascuas
donde arraigan los sueños.
Es igual, nos iremos
un día de estos y nunca
habremos sido presa
—tú, vampiro; yo, sangre—
del mordisco del frío.
lunes, 20 de mayo de 2019
miércoles, 8 de mayo de 2019
El cuervo
¿Y qué me importa a mí que Poe
escribiese un poema sobre un jodido cuervo?
¿Acaso era este cuervo que acude camuflado
como un camaleón hasta mi pecho
con sus plumas tiznadas del color de la aurora?
¿Este cuervo al que temo
más que a un diablo y, a un tiempo,
espero como a un ángel?
¿Tiene que ver mi pérdida algo con la de Poe?
¿Acaso picoteaba
este cuervo que, ahora,
me roe las entrañas, las entrañas de Poe?
¿Acaso supo el poeta
de mi dolor? ¿Acaso
lo sintió unos instantes? ¿Supo lo que yo siento
cuando el cuervo, este cuervo,
que es único y de todos,
se sacia devorándome
sexo, lengua, muñones,
los globos oculares?
¿Supo de mi ceguera?
¿De mi inmovilidad?
¿Del deseo y la afasia?
—no soy yo este que os habla,
me suplantó un fantasma.
Y vosotros, tan críticos
con la repetición:
¿Qué puñetas sabéis
de cuervos? ¿Conocéis
una mínima parte
de sus razas —ya más
de siete mil millones?
¿Acaso habéis oído
de mi boca castrada
un remedo del nombre
de la bella Leonora?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . Never more.
jueves, 18 de abril de 2019
Cuestiones electorales. La pirámide trófica
"Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos."
José Agustín Goytisolo
¿Alcanzaremos algún día a dar a la tortilla la vuelta? ¿O, dicho de otro modo, a poder celebrar, de una vez para siempre, el advenimiento de ese mundo al revés que soñó Goytisolo? En cualquier caso, siendo muy optimistas, todo ello se antoja posible sólo a muy largo plazo. De modo que, hoy por hoy, no deberíamos depositar nuestra confianza en aquellos que, sin un solo rasguño en su piel, se aferran al victimismo como argumento, pues suelen ser ellos los más feroces verdugos del mañana.
miércoles, 27 de marzo de 2019
El gran prodigio
Cae la noche. La mar
se despereza y abre
de par en par sus ojos
al tálamo infinito
que acoge en su regazo
el trémulo fulgor de las estrellas
Los pájaros nocturnos
alumbran su periplo con aceite
de luciérnaga y guían
el sueño a la deriva de los hombres
como la luz de un faro
a una balsa precaria en la tormenta
Pero no hay puerto alguno
que pueda dar abrigo
a aquellos que como único
modo de mantenerse
una ola más a flote
no tienen más arraigo
que el huir de sí mismos
fingiendo estar forjados
con la materia prima esa evidente
quimera prometeica que suponen
estuvo hasta el instante
de su hurto temerario y generoso
reservada a los dioses
Caen entretanto heridos
de muerte prematura sobre el páramo
los pétalos tempranos de las flores
de un día mutiladas por el hálito
colmado de metralla de la ortiga
—fuego amigo lo llaman
los ignaros filólogos que rinden
pleitesía cobarde
y cómplice al silencio
como si alguna vez hubiese habido
un ser vivo dotado
del alto privilegio de la osmosis
El frío se desboca arrecia el viento
anunciando en la lengua
natal de las sirenas la inminencia
del todo ineludible del naufragio
—tan fatua y a la par
excelsa melodía
bien vale la zozobra
de asumir sin coartada tal certeza
Quién por un solo instante
podría imaginar
un cielo con más cielo que esta gota
minúscula de agua
vagando sin futuro en el vacío
Y quién mayor infierno
martes, 26 de marzo de 2019
Las dos puertas
Despiertas sin consciencia
de ti mismo y sin nunca
haberte antes dormido.
Te hallas
preso,
pero aún desconoces
la esencia del presidio y tu condena:
eres un animal
inerme y prematuro
que aúlla ante el espanto caudal del primer óxido
que acecha agazapado en la intemperie.
Al poco, en la frontera
donde acaban las sombras
para dar paso al éter
de lo incierto, vislumbras
dos puertas custodiadas
por dos guardianes.
Nada
les preguntes, a qué
perder el tiempo si ambas
conducen a la única
liberación posible.
viernes, 15 de marzo de 2019
Ocaso
Entre el estrépito caudal del cardo
creí oír una brizna
—¿creí o lo anhelaba?—
de silencio brotando
del cadáver sin mancha
de una rosa marchita.
Llegué incluso a sentir
sobre el hombro la mano
del viento del oeste,
con su fragancia a sal
balsámica y fecunda
alimentando el sueño
nutricio de un enjambre
cauteloso de abejas.
Pero era la canícula
y una plaga de insectos
oníricos venidos
de la región del llanto,
tiznaba de bramidos
del color de los duelos
la bóveda celeste.
Y de la rosa ahogada
por la aridez del cardo,
fluyó un humor espeso
con ese hedor a huevos
podridos que delata
al volcán y al sulfhídrico.
Y al despertar la nube
piroclástica estaba
mordiéndo mis talones.
Y la voz de Jim Morrison
resonó en mis adentros
fúnebre como el napalm.
"This is the end,
my only friend, the end."
jueves, 14 de marzo de 2019
Escritura automática
Escritura automática.
Pero con trampa —o trampa-antojo.
La mano fluye libre en apariencia:
no es más que el Parkinson de un único
golpe de sangre inútil y sediento
trasladando las sombras del Alzheimer
consustancial al ser
—que es más que ser estar efímero
o un no estar que se agarra como a un clavo
ardiendo a la entelequia
deletérea del tiempo y sus miasmas—
desde la nada al caos preludio
del epílogo amorfo del silencio.
Y la mano fingiendo
ser dueña y a la par
esclava del azar rompe de forma
prematura la esencia de la historia
y el poema: ese mismo
silencio que confirma
y niega la cadencia
y da y quita la vida —quimera masoquista
que se autoparasita
con apetito sádico.
Autotura escrimática:
Puedo escribir los versos
más tristes está noche de cadáveres
exquisitos soñando que hubo un día
en que estuvieron vivos.
Puedo, pero no quiero o es que quizás no sé
o aún peor no estoy ni soy
o soy no más que un trazo sin sentido
producto del espasmo sin memoria
que engendrara el Big Bang por accidente.
Autoruta cismática.
jueves, 7 de marzo de 2019
Poemas pequeños
poemas pequeños como migas
de pan en el camino
señalando la ruta
de regreso a un lugar
y un tiempo que no existen
(y aun así
con cuánta contumacia
tratamos de evitar sin chance alguna
que acaben siendo pasto de los cuervos)
miércoles, 27 de febrero de 2019
Lágrimas bajo la lluvia
Hoy ya nadie cree. Afortunadamente. Ni siquiera aquellos que, desde la majestad impostada de un púlpito, se vanaglorian a diario de poseer el ¿don? de la fe, creen. Pero todos ansiamos creer. Todos. Hasta los pocos que, sin desfallecer un solo instate, cargan a sus espaldas el peso descomunal de la confianza inquebrantable en lo empírico como si arrastrasen un madero-cadalso camino del Gólgota, ansían creer. Desesperadamente. Desventuradamente. Y de ahí nacen la postrer hipocresía, el autoengaño definitivo de la grey. Convencido de la inexistencia de dios desde hace tanto, el Hombre-rebaño-lobo-para-el-hombre, en un intento vano de buscarle un sustituto eficaz contra la soledad y el desamparo, contra la intrascendencia, dio a luz otra falacia, otro desabrido placebo, otra brutal quimera: el tiempo, ese eufemismo tras el que tratamos de ocultar, sin posibilidad alguna de éxito, el estridente y constante rumor de la putrefacción, la inexorable inercia que todo lo arrastra hacia lo estático, lo gélido, el silencio; el tiempo, esa sombra infinita confirmando el vacío.
(Inexistencias.)
martes, 19 de febrero de 2019
Olvido
el canto dolorido
de los cantos rodados
se ahoga en los reflejos
desbocados del río
Ilustración: Gustave Doré
Vacío
ayer es siempre todavía
es decir
nunca
escenario vacío
patio
de butacas vacío
nadie expectante presto
a aplaudir o chiflar
cuando el telón espada
de Damocles oscile
como un péndulo y caiga
confirmando el silencio
el cruce de vías muertas
de la espera es un punto
encerrado en su centro
a merced del vacío
jueves, 14 de febrero de 2019
Spam-ka (21)
Desde la orilla
se elevan con la bruma
olas de cánticos.
Al calor de la hoguera
crepita un río de sueños.
Reló
Un poco de tu tiempo
—limosneó el pordiosero.
Más tarde –respondiole—;
ahora no tengo.
(Se detuvo el 'reló'
por la mentira,
dando, ay, paso a un adiós
pa’ 'toa' la vida.)
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