Al Consejo General del Poder Judicial
¿Por qué se casan un hombre y una mujer?
Porque se quieren
Por intereses, a veces
Creados, sin crédito, obligados, prestados, de Estado.
¿Por qué no dos mujeres?
Si se necesitan
Si bajo las estrellas o techo de escayola duermen abrazadas
Entrelazando cuerpos y almas
Cuerpo y alma
Para no estar solas.
¿Por qué no un hermano y una hermana?
Si su amor fraterno fertilizó territorios de nuevos sentimientos
Haciendo germinar el deseo como un candoroso clavel
Si son incapaces de dejar de mirarse el uno en el otro
Si sólo son felices en su arrullo enamorado.
¿Por qué no una mujer y dos hombres?
Si son capaces de reír
De llorar juntos
De ser amigos, cómplices, camaradas, en un mundo de conspiración y zancadillas
Si gozan
Si encuentran un poco de felicidad en su múltiple conjunción copulativa.
¿Por qué los diseñadores de culpas se afanan
En construir pecados de artificio con la madera noble del cariño?
Carcomiéndola.
¿Por qué se casan un hombre y una mujer?
Si se quieren
¿Por qué han de establecer un contrato sobre el aval del sentimiento?
Devaluándolo
Pagando el primer tributo de su unión civil a los chantajistas insaciables del consumo
¿Por qué han de adornar su compromiso con los oropeles fatuos de religiones
Que han sepultado bajo el lujo y privilegio de los altares el más grande y bello Mandamiento?
El AMOR.
¿Por qué un hombre y una mujer?
¿Por qué dos, tres, diez seres humanos?
Porque se quieren
Sin intereses
Sin culpas
Sin compromisos ni obligaciones
Más allá
De su amor
Sin más.
Este texto lo escribí, creo que allá por el año 2005, a raíz de unas desafortunadas declaraciones de un miembro del CGPJ –de cuyo nombre no puedo acordarme; esto es falta de memoria y no lo de Cervantes- en las que, con argumentos más propios de antiguos inquisidores que de la imparcialidad e inteligencia que debería siempre mostrar un alto magistrado, se oponía al matrimonio entre personas de un mismo sexo. De ahí, la dedicatoria.
Fotografía: Sergey Bizjaev.