La Desbandá

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LA DESBANDÁ:

la carretera de la muerte y las mujeres


Juan Francisco Colomina Sánchez, Licenciado en Historia e investigador:

• “Queremos recordar el papel fundamental de la mujer en el conocido como “crimen de la


carretera de Málaga-Almería” o la “Desbandá”.
 
• La tarde del 7 de febrero comienza un éxodo que lleva a miles de personas por la
carretera de la costa hacia Almería: malagueños, sevillanos, gaditanos y cordobeses huían
de las tropas franquistas e italianas, de la represión y del pillaje de guerra que las tropas
venían haciendo en otra localidades.
 
• Entre aquellas miles de personas se encontraban un número muy alto de mujeres: niñas,
adultas y ancianas. Ellas fueron madres y guías, sustento de la unión familiar en aquellas
circunstancias, protectoras de sus hijos y padres hasta conseguir, en cierta medida,
llevarlos a salvo hasta nuestra provincia. Muchos son los testimonios y fuentes
documentales que así lo prueban.
• Llegadas a Almería el papel de la mujer fue la de protectora y pilar fundamental
para el sustento moral, físico y alimenticio de la familia. Ellas se enfrentaron a
las autoridades civiles de cara a conseguir unas condiciones mínimamente
dignas de habitabilidad, no para ellas, sino para su familia. Muchas venían
viudas o sin saber en qué lugar se podrían encontrar a sus esposos, padres o
hermanos. Fueron las cuidadoras de los ancianos, como señala el documento
que presentamos, en el que se muestra una petición de caridad para facilitar un
billete de ferrocarril a Virtudes Vereda Moreno y a su familia para poder viajar
desde Vera, donde estaba refugiada, hasta una localidad catalana en la que se
encuentra, sola y enferma, su madre. El documento nos muestra el papel de la
mujer como cuidadora y elemento integrador de la unidad familiar.
 
Fueron víctimas y protagonistas de las barbaridades de la guerra. Pero
también fueron heroínas de lo cotidiano, luchadoras contra la
resignación y la imposición de un modelo de mujer encorsetado.
Muchas de aquellas mujeres que marcharon del horror jamás volverían
a sus casas ni a ver a hijos y esposos; lo perdieron todo. Y aún así
siguieron su propio camino conforme a su pensamiento, ideas y
voluntades”.
Testimonios de las mujeres:

• Natalia y Maruja Montasaroa tenían 14 y 13 años, cuando en febrero de 1937 las


tropas llamadas nacionales, italianas con aviación alemana, asaltaron la ciudad de
Málaga, sembrando el terror entre la población civil: “Teníamos miedo porque
oíamos a Queipo de Llano por la radio, que decía: “Malagueños, maricones,
ponedle pantalones a la luna…”. Salimos el día 7, que era domingo de carnaval, a
las diez de la noche, y siempre fuimos andando, hasta que llegamos a Maro el
miércoles. La carretera estaba llena de gente… Nos alimentábamos de lechugas y
cañadú que mi padre iba cortando. Nos dolían las mandíbulas de tanto masticar…
• Durante todos los días del camino dos barcos nos estuvieron bombardeando…
Murió mucha gente: no se me olvidará nunca una mujer con un niño pequeño en
brazos; habían disparado desde el barco un proyectil, y las piedras que saltaron le
dieron a la mujer en la cara: ella quedó muerta con el niño en brazos, al que no le
pasó nada... La última noche, mientras íbamos andando yo vi a lo lejos, detrás de
nosotros, muchas luces… Al día siguiente nos dijeron que eran italianos, que
estaban muy cerca. La gente se escondió en el monte. Desde los tanques
disparaban con las ametralladoras a todas partes… Pasaron los tanques italianos…
• Cuando volvimos a la carretera, una mujer escondida en la cuneta había sido
aplastada por los tanques… Ya no tenía sentido seguir adelante, porque los
nacionales habían cortado la carretera de Motril... Comenzamos el regreso a
Málaga. Por la carretera vimos muchos muertos: milicianos ahorcados; una
familia entera (el padre miliciano, la madre y tres niños) con tiros en la cabeza;
muchos prefirieron suicidarse y dar muerte a su familia antes de caer en manos
de los nacionales… Cuando llegamos a Málaga… a mucha gente la encerraron en
un barco que había en el puerto, y a muchos los fusilaron…-
Ángeles Vázquez León, 14 años en 1936:

• "Salimos de Jimena, aterrorizados, con mis padres y cinco hermanos, camino de


Málaga, pero al llegar nos quitaron el camión unos carabineros y nos enteramos
de que los moros y legionarios ya estaban llegando a Málaga. Salimos hacia
Almería, ibamos toda la familia junta, pero en aquel caos, hostigados por la
artillería y los aviones que nos ametrallaban en vuelo rasante, me perdí entre la
muchedumbre. Recuerdo que algunos de esos aviones tenían una cruz roja
pintada en el fuselaje. Se acercaban, se acercaban y después nos disparaban.
• Días y días, andando, rodeados de muertos y restos humanos por todos lados,
estaba muy agotada, sin comida, hasta que desfallecí y me caí al suelo, hecha una
pelota...de repente, escuché ruido de caballos y pensé: "Ya están aquí, me
matarán" resignada, me tapé los ojos con las manos, resignada a morir...
Entonces escuché una voz muy amable "Pero chiquilla, qué haces ahí sola, ¿No
ves que vienen pegando tiros? Venga, súbete y salgamos de aquí pitando que nos
matan" Era un soldado de caballería republicano rezagado y me sacó de allí. Más
tarde, en 1939, en Alicante, antes de coger el barco Stanbrook para Argelia, me
encontré de bruces al carabinero que nos quitó el camión y le canté las cuarenta"
Acracia León Cuenca, 13 años en 1936:
• -"Nos tiraban bombas incendiarias desde los aviones, y aquellos barcos enormes
de Franco no cesaban de dispararnos con sus cañones. Veíamos a los marineros
perfectamente, como se movían por cubierta, los cañones como se movían y nos
apuntaban antes de disparar, es algo que si no lo has vivido no lo puedes
comprender, ...Si los barcos se hubiesen acercado un poco más hubiesen chocado
con las rocas, para ellos era como un macabro juego de feria, nos mataban como
si fuésemos chinches.
• Habían volado el puente que pasaba sobre el río Guadalfeo, después de
Salobreña, poco antes de llegar a Motril, y una noche tuvimos que utilizar el paso
por el lecho del río. Justo después de cruzarlo, sentimos como un terremoto y un
ruido ensordecedor, cada vez más grande, terrible, sentimos mucho miedo,
empezamos a escuchar gritos en la noche, aterradores, de niños, mujeres...
habían abierto las compuertas de la presa y bajaba una riada enorme, que se
llevó por delante a cientos de personas, que quedaron allí ahogadas o enterradas
entre el barro y los cascotes. En el camino a Almería miles y miles de personas
inocentes murieron miserablemente, sus huesos cubren todo el trayecto, bajo el
asfalto de la nueva autovía..."
Ana Pérez Rey, 9 años en 1937:

• "Al llegar al Faro de Torrox empezaron los bombardeos desde los


barcos franquistas... Hirieron a mi tía y a su madre, que le atravesaron
el pecho, pero no murió; mi tía todavía tiene metralla. Todos gritaban
y trataban de encontrarse, pero dieron una voz de que los heridos se
fueran a un coche y, como mi tía y su madre estaban heridas, las
metieron en el coche. Y yo me quedé sola y me perdí..."
Y, entre las miles de historias, por ejemplo de la Consuelo y su familia que salió la madrugada del 7
al 8 de febrero hacia Almería desde donde partió hacia Barcelona. Su padre, al que jamás volvió a
ver,  acabó en un campo de concentración en Francia:

• “La carretera era como una serpiente. Mucha gente se caía. Eran gritos, eran
llantos, eran lamentos. El que quedaba herido, ése se desangraba. Ahí no había
nadie que pudiera acudir. Yo, que tenía 10 años, vi a un matrimonio con un niño
de pecho que se estaba muriendo. Hicieron un hoyo en la carretera y lo
enterraron. Eso lo vi yo”

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