S. Ball
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BALL Stephen
La micropolítica de la escuela: hacia una teoría de la organización
escolar.
Barcelona: PAIDÓS, 1999.
CAPÍTULO 4.
La política del liderazgo.
Autoridad admitida.
Las ideas sobre el poder del director difieren. Algunos afirman que: “El carácter
y la calidad del director son, las principales influencias determinantes de lo que
una escuela se propone hacer y de la medida en que se alcanzan esos
objetivos”. Otros son más dudosos: Burgess concluye que “las pruebas
reunidas parecen indicar que los directores no tienen "libertad para hacer lo
que se les antoja", sino que deben actuar dentro de los limitaciones que
establecen sus LEA” (Local Education Authority). Pero cual fuere el alcance o
los límites del poder de los directores, su tarea organizativa puede expresarse
en términos de un enigma esencialmente micropolítico. El director debe lograr y
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CUATRO ESTILOS.
El estilo interpersonal.
Este estilo es típico del director activo y visible. Se pone énfasis en la
interacción personal, el contacto cara a cara entre el director y su personal. Hay
una preferencia por las negociaciones y acuerdos individuales, que en algunos
aspectos se ajusta a una definición “profesional” de la relación profesor-
director. Es decir, los miembros del personal son estimulados a considerarse
profesionales autónomos cuyos problemas y quejas pueden y deben ser
resueltos uno a uno con el director. El director de estilo interpersonal prefiere
consultar a las personas más que realizar reuniones, para “sondear las ideas” y
“recoger opiniones”.
El estilo interpersonal se orienta hacia la informalidad en las relaciones y al uso
de redes informales de comunicación y consulta. Esto a su vez reposa en, una
sensación de confianza y obligación.
La importancia asignada a las relaciones personales y los favores individuales
del director a los miembros del personal crea un sentido de obligación mutua.
Mediante el otorgamiento de “beneficios”, el director ata a los profesores con un
lazo de lealtad.
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El estilo administrativo.
El modelo práctico del director administrativo es el administrador industrial. El
uso de técnicas de administración implica la importación dentro de la escuela
de estructuras, tipos de relaciones y procedimientos de control organizativo
tomados de la fábrica. El director administrativo es el jefe ejecutivo de la
escuela, generalmente rodeado y apoyado por un equipo de administración
superior (compuesto por subdirectores y profesores senior). El director se
relaciona con el personal por mediación de este equipo (y sus ámbitos
delegados de responsabilidad formal) y una estructura formal de reuniones y
comités.
Los roles y responsabilidades del personal son fijados relativamente y
registrados públicamente. El funcionamiento de la escuela queda formalizado
mediante tal documentación. Las cuestiones que van surgiendo y los asuntos
de importancia se discuten en reuniones formales y la información y las
opiniones fluyen por los canales establecidos de comunicación. Las reuniones
y el trabajo de los comités se basan normalmente en una orden del día y son
registrados en actas formales, que se guardan en un archivo. Es típico que la
comunicación entre el personal y el director se realice de abajo arriba a través
de la jerarquía de reuniones y del personal, o de arriba abajo por anuncios
formales o memorandums escritos.
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Estilo político.
Se emplea el término político para referirse a dos subcategorías de liderazgo.
En el caso del (los) estilo(s), hay un sentido de “lo político” que está en primer
plano, Existe un reconocimiento del proceso político como un elemento
importante de la vida escolar, pero la respuesta a este reconocimiento puede
ser la aceptación del proceso y la participación abierta en él, o su rechazo y el
intento de eludir o desviar el proceso. A la primera respuesta se la denomina el
estilo antagónico, en el que el proceso político es abierto y legítimo. A la
segunda respuesta se la denomina el estilo autoritario, en el cual el proceso
político es tratado como ilegítimo y, por ende, permanece encubierto.
Estilo antagónico.
El estilo antagónico, como el interpersonal, se basa principalmente en la
conversación; El director antagónico .estimula el debate público y es un
destacado participante en él. La dirección es en gran medida una actuación
pública; se pone el énfasis en la persuasión y el compromiso. La dimensión
ideológica a menudo es fuerte, y el debate gira alrededor de cuestiones como
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El estilo autoritario.
Si el director antagonista aspira a persuadir y convencer, el autoritario se
preocupa directamente de imponerse. La exposición, más que el
enfrentamiento es el modo primario de relación verbal con los demás. El
director autoritario evita, impide o simplemente ignora la oposición. No se
brindan oportunidades para la elaboración de ideas alternativas o la afirmación
de intereses alternativos, fuera de los que el director define como legítimos. El
director autoritario puede apelar, de hecho, al engaño consciente como método
de control organizativo.
El director autoritario parece sentir un horror casi patológico hacia el
enfrentamiento. En esto pueden hallarse semejanzas con la conceptualización
que hace Weber del líder patriarcal, cuya autoridad se basa en un “sistema de
normas inviolables y es considerada sagrada”. Toda muestra de oposición a las
opiniones del director es contemplada como un signo de una importante ruptura
del proceso político normal.
En el centro del modo autoritario, en contraste con el antagónico, hay una
evidente adhesión estatus quo, a la defensa, casi a toda costa, de las políticas
y procedimientos establecidos de la institución. Tal estilo de liderazgo parece
más común entre directores de largos años de servicio o en escuelas donde las
“tradiciones” son valores muy queridos y vigorosamente defendidos por la
coalición dominante. Si se quiere que las cosas sigan como están, entonces, la
estrategia de sofocar las ideas y propuestas alternativas a favor del cambio es
un curso de acción racional. Si se quiere producir un cambio, como parece
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CAPÍTULO 5.
La dirección: oposición y control.
Integración y seudoparticipación.
Los cuatro estilos de liderazgo identificados antes representan formas de
solución del dilema político básico con que se enfrenta el director en una
escuela. Este dilema concierne al logro organizativo del control (dominio) y la
adhesión (integración). Los estilos son medios diferentes para alcanzar el
mismo fin: el mantenimiento de la estabilidad política dentro de la organización.
Tal estabilidad puede ser dinámica o radical, como en el caso del modo
antagónico, o estática y conservadora, como en el modo autoritario. Puede
destacarse la estabilidad en términos de comunidad y relaciones, como en el
caso del modo interpersonal, o en términos de estructuras, roles y
procedimientos, como en el modo administrativo. En todos los casos, la
estabilidad se relaciona en última instancia con el control de la organización por
el director.
Pero hay dos cuestiones que son decisivas aquí: la autonomía y la
participación.
En cada uno de los modos estilísticos, el problema de la autonomía de los
profesores subsiste. Es como un símbolo del status profesional del profesor y
es aceptado como una fuerte limitación al poder del director.
La autonomía es un conjunto de libertades para actuar enmarcadas en límites
estrictos y que pueden ser retiradas o reducidas si se infringen esos límites. La
autonomía es una confortable ilusión que alimenta una sensación de
independencia profesional en los profesores, pero que sin embargo ata al
régimen institucional de su escuela. Es un importante compromiso entre la
libertad y el control. El concepto de autonomía puede servir para reforzar la
integración de los individuos a la organización, alentando un sentido de eficacia
personal, pero también involucra la subordinación del individuo al control
organizativo. Así la autonomía tiene una poderosa función ideológica, pero
también tiene implicaciones para la estructura de control pues al exaltar la
independencia de los profesores del control externo en su actividad, también
pone de relieve la independencia de unos profesores con respecto a otros,
estimula el aislamiento y la separación.
Al conceder autonomía, sean cuales fueren sus limitaciones intrínsecas, en una
gama específica de temas relativos al aula y curriculum, el director puede
también excluir a los profesores de la “participación” en toda una gama de otros
temas que afectan a la organización como un todo y al campo de
determinaciones y limitaciones dentro del cual se inserta su autonomía. El
director da y el director quita. Por definición, la autonomía limita la gama de
asuntos sobre los cuales el profesor puede ejercer su influencia.
Esto conduce al segundo concepto clave de participación, o, más
correctamente en este contexto, a lo que se llama seudoparticipación. Allí
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Influencia y oposición
Fuera de, o junto a, la estructura formal de la escuela constituida por puestos,
responsabilidades, reuniones, comités, etc, es posible identificar la existencia
de otros tipos y bases de actividad política. Dos de los más importantes son la
“influencia” y la “oposición”. Cada uno de ellos, es un mecanismo para
intervenir en el proceso de toma de decisiones. La influencia se basa en la
explotación de algún género de relación especial, una relación social y personal
o una relación de poder o de intercambio. La influencia normalmente se ejerce
en ámbitos privados, detrás del escenario, entre bambalinas. Es conocida,
insinuada y usada, pero no observada. La oposición se basa, en cierto sentido,
en la ausencia de una relación, es un choque público de voluntades entre
individuos o grupos de la organización. La influencia supone la capacidad de
afectar al juicio de otro o a la toma de decisiones, mediante la palabra o la
acción, sobre la base de lazos informales de alguna especie; admiración,
miedo, obligación o competencia.
Para ser eficaz, la influencia normalmente debe ser sutil. No se la debe
exagerar o llevar demasiado lejos. También debe ser disimulada y apelar al
teléfono privado, a la palabra al oído. Si es demasiado obvia, demasiado torpe,
empieza a perder su potencia para ambas partes. Sí se ve que un director está
bajo la influencia de un miembro del personal, esto es diferente de estar influido
por todos ellos. Tener poder y tener acceso al poder son cosas diferentes. Si
un miembro del personal piensa que alguien explota una relación con el
director, el individuo puede verse comprometido y ello puede perjudicar otras
relaciones.
En contraste con esto, la oposición se caracteriza por su visibilidad. Es un
intento manifiesto de cambiar las cosas, de desafiar el poder formal, de destruir
el statu quo, de eliminar los canales aceptados en la toma de decisiones.
Muchos directores parecen considerar toda forma de oposición como una
amenaza a la estabilidad y autoridad de su liderazgo y harán todo lo posible
para evitar, o impedir la expansión del conflicto abierto. En las escuelas, como
en la sociedad en general, la cultura política se basa en una concepción
limitada de la democracia y la participación.
En esta cultura hay dos concepciones firmemente defendidas de las
posibilidades políticas. Primero se halla la presentación y conceptualización de
los problemas políticos como problemas técnicos. Tales problemas deben ser
dejados en las manos capacitadas de profesionales expertos; el profesor
común, como el ciudadano común, se piensa, carece de las habilidades, la
información y los recursos para abordar problemas o participar con efectividad
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CAPÍTULO 6.
La actividad directiva: La sucesión en la dirección y sus dilemas.
La sucesión en la dirección.
Los momentos de sucesión en la dirección, proporcionan un laboratorio natural
para el estudio de la organización y, en particular, de los efectos y problemas
de la dirección. Como “grandes dramas sociales”, las sucesiones en la
dirección tienen una cualidad reveladora que pone al descubrimiento de un
modo único la estructura y el poder en la organización.
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Participación y control.
Este dilema abarca varios aspectos de la conducta del director, pero es uno de
los más cargados de contradicciones en el rol del director y en la relación entre
directores y profesores. Se puede formular de diferentes modos. Por ejemplo,
con frecuencia los directores son atacados por ser débiles, indecisos o
vacilantes. Los directores llamados débiles son criticados rotundamente. Los
directores fuertes son igualmente problemáticos; se aferran demasiado
firmemente a sus propias ideas, no escuchan las críticas y no toman en cuenta
las ideas alternativas:
Los directores ideales, deben combinar el vigor con un espíritu abierto; ser
capaces de afirmar sus propias opiniones e ideas, pero tener muy en cuenta
las opiniones y las ideas del personal. Tener un espíritu demasiado abierto es
considerado como debilidad; mostrar demasiado vigor es ganarse la etiqueta
de tirano. La fuerza, al parecer, debe estar dirigida a fines claros.
Esto permite vislumbrar los modos como el estilo del director es interpretado y
de qué manera se responde a él en términos de las pautas laborales preferidas
y las inclinaciones personales de los profesores. Por lo tanto la tarea de la
dirección es una forma de acción conjunta, basada en una unión colectiva pero
discontinua de significados y acciones.
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Lo físico y lo personal.
El segundo tipo general de contradicciones y confusiones que rodean el rol del
director se relaciona con la calidad de las relaciones personales logradas por el
titular y su presencia en y alrededor de la escuela. El primer conjunto de
dilemas se vincula con la importancia que se asigna a la intervención del
director dentro de la escuela. Algunos directores prefieren claramente definir y
desarrollar su rol en relación a los distritos públicos.
El resultado de ello es que son considerados como directores absentistas y
criticados por su falta de interés y de participación en la escuela, y por estar
demasiado interesados en su propia carrera.
Es posible utilizar la distinción de Gouldner y proponer las categorías de
“director cosmopolita” y “director local”. El primero, orientado hacia las
actividades externas, es posible que goce de prestigio ante las autoridades
educativas locales, y hasta en el plano nacional. Esto puede atraer la atención
sobre la escuela; hasta puede atraer a padres.
También puede significar que la escuela está bien preparada para cambios que
emanen de iniciativas nacionales y locales, y esté bien defendida de las
reducciones y otras amenazas. Si bien un director “local” puede desempeñarse
bien con el personal en el sentido de estar al corriente de las preocupaciones
de la escuela, su imagen puede no ser tan buena en tiempos de amenaza
externa. El director “local” puede ser considerado menos eficaz o menos
dispuesto a intervenir en actividades políticas fuera de la escuela.
Sólo se ha esbozado aquí el análisis de los dilemas de la dirección. Se podría
explorar una cantidad de otras categorías de expectativas. Pero lo que debe
quedar claro de lo que se ha expuesto es que las ambigüedades analíticas de
la dirección -los problemas gemelos del dominio y la integración - son
fundamentales para las expectativas que abrigan los profesores con respecto a
sus directores. Los directores y sus partidarios están atrapados en esta
dialéctica política sellada de la igualdad entre colegas y la jerarquía, del
profesional y el empleado. Además, el trabajo de dirección lleva consigo los
vestigios de una forma fija y tradicional de relación escolar que debe oponerse
a las exigencias cambiantes del turbulento entorno contemporáneo:
Según Winkley “el resultado es un trabajo no sólo complejo, sino también de
gran estrés. Sobre todo, el director se halla en una situación muy expuesta,
pues representa la autoridad en un mundo en el cual la autoridad formal
tradicional es cada vez menos respetada. Su fuerza reside en forma creciente
en su habilidad como negociador enérgico o difícil de hacerle frente.”
Pero lo que esta dificultad de trato oculta son las agudas discrepancias
políticas que son ahora propias del cargo. La dirección es, el centro de
“innovaciones” como la práctica administrativa y los equipos de administración,
con los que se relaciona la creciente divergencia de las relaciones del tipo
“ellos y nosotros” y que se manifiestan en las reducciones en los presupuestos
educativos y los cambios en las condiciones de trabajo de los profesores. La
relación de carácter administrativo es, en esencia, disciplinaria y punitiva. Por
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