Acerca Del Merengue

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ACERCA DEL MERENGUE

Emilio Rodríguez Demorizi

Del merengue, tan en boga en nuestros días, generalmente conside


rado como nuestro baile típico, apenas se conocen los orígenes.

No lo menciona Moreau de Saint Méry en su prohja Descripción de la


parte española de Santo Domingo de 1797. Tampoco hay noticias del
merengue en la curiosa reseña de los bailes del país escrita por William
Walton, secretario de Sánchez Ramírez, hacia 1810.

Las primeras noticias acerca del merengue las encontramos en 1855.


En ese año se realizó en Santo Domingo una campaña poética contra el
merengue, que entonces comenzaba a suplantar a la pintoresca tumba.
De ello puede inferirse que no hacía mucho tiempo que se conocía o que
estaba en boga, como lo dan a entender las siguientes sextinas, publica
das en El Oasis, del 14 de enero de 1855, con las cuales se ensayaba en la
poesía el mal poeta y admirable prosista que fué Manuel de Jesús Galván:

Quejas de la tumba contra


el merengue

La tumba, que hoy vive desterrada


por el torpe merengue aborrecible;
que en vil oscuridad yace olvidada,
llorando su destino atroz, horrible,
ya por fin, penetrada de furor
expresa de este modo su dolor.

Progenie impura del impuro averno


hijo digno del diablo y de una furia,
merengue, que aún siendo niño tierno
te merengueó en sus brazos la lujuria,
tú, villano, que insultas al pudor,
dame mi cetro, infame usurpador.

(Articulo aparecido en el diario "La Nación", el 3 de septiembre de


1945).

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Y vosotros, vasallos rebelados
contra vuestra legítima señora
que de mis nobles filas desertados
al inicuo Satán servís ahora;
mirad que es vilipendio despreciable
bailar este merengue detestable.

¿Que parece don Jorge Fandanguillo,


ese merengueador de tanta fama,
cuando arroja a los aires un tobillo
y con furia echa mano de su dama?
¿No os recuerda la líbica serpiente
que acomete a su presa ferozmente?

En punto puesto ya de caramelos,


¿no os parece don Jorge cosa fea
cuando eleva las ancas a los cielos
y en un mismo lugar se remenea?
¿Dó está pues el pudor, dó la moral
si reina esa zandunga criminal?

Mirad al caballero delicado,


al Quijote que agravios ha desfecho
de Ingenuo y de Celiar muy olvidado
empuña una mujer pecho con pecho!
¿Cómo es que el que tuertos endereza
compone de dos cuerpos una pieza?

Mirad al rapazuelo descarado,


que de una matronaza respetable
se aferra con grande desenfado
y con desfachatez intolerable.
¿Quién al chico inspiró tal osadía?
¿No es del merengue la pasión impía?
Decid, merengueadores, ¿no os enfada
cuando dais con parejas zandungueras,
pensar que alguna hermana o hija amada
a otro prueba que es ágil de caderas?
¿No tenéis corazón, no tenéis alma
para sufrir ese aguijón en calma?

En tiempos de mi fausta monarquía,


cuando el cetro del baile yo empuñaba,
la decencia tal zurra no sufría,
pues de lejos entonces se bailaba.

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Pero ¡hoy! ni los árabes beduinos
son, como ese merengue, libertinos.

Todo aquel, pues, que ya mi falta llore,


el que abomine esa zandunga infame,
aquel que tanta indignidad deplore,
es tiempo ya de que conmigo clame:
que el bárbaro merengue desaparezca
y la tumba otra vez se establezca.

Tal fué de La Tumba el manifiesto;


aquel a quien le pique en las orejas,
sepa que a mí también me cae todo ésto:
yo encuentro fundadísimas sus quejas,
mas ¿a Tumba es quien dice lo que digo
nadie, pues yo no soy, riña conmigo.

Algunos días después apareció en


El Oasis este aviso:

El Merengue, gran corbeta,


de escandalosa y velacho,
ha sacado su despacho
y parte para Ultramar.

Hacemos saber al público


y a todo hombre merenguero
que del Puerto del Tripero
mañana debe zarpar.. .

A continuación aparecieron otros versos con el título de Puerto del


Tripero, plenos de alusiones personales y de diatribas contra el merengue:

El veintidós del que rige


se dio El Merengue a la vela,
y entre otras mil bagatelas
lo siguiente se llevó...

Lleva también a su bordo


entre varios pasajeros
ochocientos merengueros
que la Tumba despatrió.. .

Con los versos titulados Naufragio, también publicados en El Oasis,


en su edición del 11 de febrero, terminó la poética justa contra el me-

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rengue. El versificador ahogó en el revuelto mar de sus largos versos a
los ochocientos merengueros

Eran las tres de la tarde


cuando El Merengue velero,
frente al Puerto del Tripero
a maniobrar comenzó. . .

Pero todo en vano fué,


pues la borrasca arreciaba
y El Merengue zozobraba
sin poderlo remediar.. .

También contra los músicos iban aguzadas las críticas de El Oasis. En


un Artículo jocoserio por Enmanuel, seudónimo de Galván, decía: "Lo
que yo no puedo criticar por falta de tiempo, te lo recomendaré a ti, y
empiezo por recomendarte las exigencias de las cortejas que requieren un
capítulo aparte, como también a nuestros señores músicos que en vez de
emplear sus talentos en componer tonadas nacionales, los malgastan en
majaderías como el ¡Ay Coco!, Los pastelitos, El morrocoy, La Juana
Aquilina, El Carlito cayó en el pozo, etc.. ."

A estas festivas "majaderías" pueden agregarse Seño Patricio y


Ma Juana, en boga en 1860, época en que.todavía eran bien populares las
mangulinas y los retozos de frailes.

Ya en ese año, 1860, la palabra merengue la encontramos en Cuba.


En la poesía Lamentos de una monja, publicada en la revista cubana
Aurora del Yumurí y reproducida en Santo Domingo en la Revista Quin
cenal, del 15 de febrero, hay esta estrofa:

Nadie se acuerda de mí
y en fuerza de muchos dengues,
al que más le merecí
le merecí dos merengues...

De estas pequeñas composiciones, quizás la más popular fué La Juana


Aquilina. Su origen tal vez se relacione con esta constancia de los archi
vos policiales: en 1855 el díscolo Juan Hernández llegó a casa de Juan
Aquilino, donde se bailaba, y promovió un ruidoso desorden rompiéndo
le el cuatro en la cabeza a uno de los músicos. De ahí, probablemente, la
letra del merengue:

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Juana Aquilina
va llorando
porque la llevan
merengueando.. .

De aquellos días son también muchas breves composiciones ocasiona


les, de diversos ritmos:

La bendición Calero,
la bendición Calero,
Calero la bendición.. .

En la que se alude a sorprendentes actos de hombría del joven Calero.

Como en algunos bailes se exigía una contribución de cuatro pesos


fuertes ¡equivalentes a mil pesos nacionales!, ella dio motivo a este estri
billo:

El que no tiene mil pesos,


no baila.. .

Otro estribillo alude al popular Manuel Abréu:

Dónde está Manuel Abréu.


dónde está que no lo veo. ..

Si esas triviales composiciones, del gusto de muchos, algunas atribui


das a Juan Bautista Alfonseca fueron objeto de la más severa crítica, an
dando el tiempo merecerían los mayores elogios. Muerto Alfonseca, el
periódico El Eco de la Opinión, de Santo Domingo, de fecha 19 de agos
to de 1879, decía: "Original en sus producciones musicales el señor Al
fonseca comprendió la índole del pueblo e hizo ajustar la danza america
na a la cual dio un aire enteramente nuevo, cadencioso, alegre y volup
tuoso como son El juramento, Valverde, ¿por qué estás triste?, El re
tozo de los viejos. . . El género de composiciones que cultivó con más es
mero nuestro artista fué el de la danza. Nunca fastidiaron y tendrán
lugar prefererido en el repertorio nacional el sin número de ellas que
compuso por el mérito del estilo nacional que las distingue: Huye Mar
cos Rojas que te coge la pelota, Boca Canasta, ¡Ay Cocol y Elsancocho,
siempre se recordarán con el entusiasmo de su época".

Los orígenes del merengue siguen, pues, en la niebla. No parece que


pueda atribuírsele origen haitiano. De haber tenido esa oscura proceden
cia no habría gozado de boga alguna en 1855, época de cruentas luchas
contra Haití; ni los que en ese año repudiaban el merengue habrían deja
do de señalar tal procedencia como suficiente motivo para su repudia-

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ción defínitiva. Tampoco la señaló Ulises Francisco Espaillat en sus escri
tos contra el merengue, en 1875.

Sin embargo, puede afirmarse que la dominicanidad del merengue es


indudable. Nació en los primeros años de la República, de 1844 a 1855,
como una modalidad de la danza. Resistió los empeños de destierro de
los jóvenes de El Oasis. Pervivió en una época de tan intenso nacionalis
mo como fué el período de la Restauración y, finalmente, al desaparecer
el sonoro cuatro sustituido por el acordeón, ocupó el primer rango en
nuestros bailes populares, de donde pasó triunfalmente a la fiesta aristo
crática.

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