33 El Inevitable Alejamiento Del Evangelio

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El inevitable alejamiento
del Evangelio

La desviación de la Iglesia que acabo de explicar en el capítulo


anterior desembocó inevitablemente en el alejamiento del Evan­
gelio. Un alejamiento que se produjo por causa de la creciente
importancia que fue adquiriendo el clero. Este progreso del clero
se hizo patente a partir del siglo 111, cuando se afianzó en la Igle­
sia la presencia y la importancia de una institución de hombres
privilegiados que vivían y actuaban como los representantes del
Todopoderoso.
El clero decide e impone lo que se tiene que aceptar y creer y
lo que se tiene que hacer, cuándo y cómo. Y si no se hace, hay que
acudir a él y confesar hasta lo más íntimo. Porque -según la men­
talidad dominante durante siglos- Dios habla por el clero, castiga
según impone el clero y premia a quienes respetan y se someten al
clero. Siempre, por supuesto, según los criterios de moralidad que
el clero impone al laicado.
Así se comprende el cambio radical que en poco tiempo se
produjo en la Iglesia. En el transcurso de los s. 11 y 111 el Evange­
lio se vio dominado y superado por la Religión. El último de los
Evangelios, el de Juan, se empezó a conocer en los primeros años
del s. 11. Poco más de un siglo después, los "seguidores", "discí­
pulos" y "apóstoles", que instituyó Jesús, se erigieron en "clero" y

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"clérigos", los priv ilegiados, los p rimeros, los imp ortantes. Jesús Por eso me parece que será más útil y clarificador indicar los dos
les habí a dicho a los doce segu idores originales: "El que quiera ser pilares básicos sobre los q ue se f undamenta el desplazami ento
grande" entre vosotros, debe ser servidor vuestro; y el que quiera del Evangelio a la Religión: el p oder de mando y el dinero como
ser el primero, tiene que ser esclavo vuestro" (Mt 20, 26-27; Me riqueza.
10, 43-44; Le 22, 26-27 ). S i algo hay claro en el Evangelio es que Jesús se solidarizó y se
El c rit erio de Jes ús está mu y claro: imp ort ante en la Ig lesia puso de parte de los pobres, los débiles, los marginados, defendió a
es el "ser vidor " (diákonos) y el que se hace "esclavo " (doúlos) de las muj eres, acogió y puso como modelo a los niños, se hizo amigo
los demás. Un pro yecto que Jesús r epit e en dif erentes ocasiones de publicanos (recaudadores de impuestos) y p ecadores (Me 2, 17
(Mt 18, 1-4 par; Mt 23, 8-12). Acer tadamente se ha dicho que par.; Le 18, 13; Mt 18, 15), en resumen: los excluidos, los margi­
"pasaj es como Mt 20, 24-28 o 18, 1- 4 ap enas se han entendido nados y carentes de p oder. Y j unto a su preferencia p or los débiles,
en la h isto ria de la Iglesia como pr incipios básicos p ara el derech o el rechazo taj ante de los ricos, los ambiciosos del p oder económico,
canónico" (U lrrich Luz). Se puede incluso decir q ue "El problema los que centran sus intereses en acumular bienes y dinero.
es más hondo : ¿puede ha ber est ructuras basadas en sup eri ores y Pero debemos tener en cuenta que los relatos del Evangelio nos
súbditos, sac erdot es y laico s, en u na Iglesi a q ue se orient a en la remiten a hechos que sucedieron y palabras que se pronunciaron
línea de M at eo, fundament a lmente hacia a baj o, en el servici o, y
en los años 30 del siglo p rimero. ¿S e puede aseg urar que el con­
no hacia arriba, en el poder? 161 tenido de aquellos relatos seguí a igualmente vivo dos o tres siglos
S in duda a lgu na, la Iglesia no se orientó (a p ar ti r del s. III), después ? La forma de vida de Jesús de Nazaret, en la que Dios se
sino que se desorientó. Y p or eso tenemos una Iglesia al revés que, nos dio a conocer (Jn 1, 18; 14, 8-9), ¿ seguí a siendo la misma que
en asuntos cap ita les, marcha en dir ección cont raria - en asu ntos la Iglesia mantení a en los siglos tercero y c uarto ?
de la máxima imp ortancia- en dirección op uesta a lo q ue quiso D esde el año 203, en que Orígenes comenzó su labor docente
Jes ús. La Ig lesia se fue organizando de forma que el Evangelio, en Alej andría, hasta el 248, en que publicó su tratado Contra Cel­
con sus exigencias desconcer tantes, se convirtió en una Religión,
sum, los pueblos del Imperio vivieron una época de inseguridad y
con sus leyes y sus r it ua les q ue t ranquilizan las conciencias pero
miseria creciente, mientras que la Iglesi a vivió una etapa de relati­
que a l mismo tiempo tolera, permite y fomenta apetencias y aspi­
va libertad, sin p ersec uciones, lo que ay udó a que se produj era un
raciones mu ndanas que dirigen a las p erso nas y a la sociedad en
intenso crecimiento , en el número de ciudada nos que pidieron el
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una dirección litera lmente o puesta a lo que dice el Evangelio y a
bautismo y se vincu laron a algu na de las numerosas comunidades
lo que vivió Jesús.
de cristianos que experimentaron un importante crecimiento, no
No pretendo ana lizar detalladamente y explicar cómo el Evan­ tanto p or el atractivo de Jesús y su Evangelio como p or la seguri­
gelio se fue desp laza ndo hacia la Religión. S emej ante análisis exigi­ dad y la ay uda económica y social que proporcionaban.
ría, no u no, sino nu merosos volúmenes, que no están a mi a lcance.
162. Esta situación ha sido estudiada por E. R. Dooos, Paganos y cristianos
161. U. Luz, El Evangelio según San Mateo, vol. III, 223-224. en una época de angustia, Madrid, Cristiandad, 1973, pg. 141.

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U n ejemplo elocuente, en este sentido, fue el de Cipriano de dades de los cristianos se le fue dando más importancia a las leyes
Cartago, un hombre tan importante que llegó a ser denominado el · y ritos de la Religión que a las exigencias del Evangelio.
"papa de África" 163. Es notable que Cipriano explica su conversión En pleno proceso de crecimiento y cambio de la Iglesia en los
al cristianismo de tal forma que no menciona, ni una sola vez, la primeros años del siglo IV fue cuando el emperador Constantino
palabra Jesús, ni Cristo, ni Evangelio, ni Iglesia. Por eso hay que tomó el mando del Imperio y desempeñó un papel determinante en
preguntarse: en realidad este hombre, ¿a qué se convirtió? Por lo el cambio que se produjo en la Iglesia. Desde el punto de vista teo­
que dice en su tratado Ad Donatum, puede asegurarse que el ver­ lógico, en el año 325, imperante Constantino, se convocó el primer
dadero motivo de su conversión fue el ideal de la filosofía estoica, concilio ecuménico, El concilio de Nicea, que redactó el "Credo"
concretamente la aspiración a la seguridad y a la virtud 164. oficial de la Iglesia 166• Una definición que califica a Dios como el
Por tanto, ya en el siglo III la Iglesia no estaba configurada "Todopoderoso" (omnipotente) utilizando el título de "pantokrá­
según el Evangelio. La aspiración de los monjes del desierto y de tor", que significa "amo del universo", un término que utilizaron
los primeros monasterios fue la idea de ser diferentes del común los emperadores romanos de la dinastía de los Antoninos, sobera­
de los mortales. Pero no exactamente diferentes en la ejemplari­ nos absolutos como Nerón o Domiciano, tan inclinados a hacerse
dad según la vida de Jesús, sino diferentes en el modelo puritano adorar como dioses 167.
y austero que quedó marcado por el ideal estoico de Pitágoras y Como es lógico, el "dios tirano" del que se apropió Nerón nada
Empédocles, que marcaron las aspiraciones más destacadas de la tenía que ver con el Padre de bondad que Jesús nos reveló o con
cultura religiosa de aquellos tiempos, en los que "la pureza, más la respuesta que Jesús le dio al apóstol Felipe: "Quien me ve a mí
que la justicia, se convirtió en el medio cardinal de la salvación" 165• está viendo al Padre" (Jn 14, 9). Es evidente que el "dios podero­
Siendo así el espíritu y la espiritualidad de muchos ciudadanos so", hasta la tiranía, no tiene nada que ver con el Padre que se nos
que, directa o indirectamente, se sentían motivados y condiciona­ reveló en la bondad de Jesús de Nazaret. Esta reflexión elemental
dos por estos ideales de religiosidad, el ambiente en la Iglesia se fue nos obliga a pensar que, ya en el siglo IV, se había producido en la
configurando de forma que, sin pensarlo como "proyecto", pero Iglesia el desplazamiento del Evangelio a la Religión y, a medida
practicándolo como "forma de vida", en las reuniones y comuni- que fue pasando el tiempo, la Iglesia se fue viendo cada día más
como una Religión, al tiempo que la presencia del Evangelio fue
quedando desplazada.
163. Así consta en las cartas que le enviaron a Cipriano los confesores de la Fe, Si tenemos en cuenta la inclinación de la condición humana
en el verano del año 250. Epist. XXIII. CSEL, 3, pg. 536. He analizado
a disfrutar del poder y la riqueza, se comprende el impacto que
más detenidamente este asunto en mi libro El futuro de la Vida Religiosa,
Madrid, Trotta, 2003, pg. 30-31. debió de producir en la Iglesia el gobierno y las decisiones de Cons-
164. He analizado detenidamente este problema concreto en mi libro El futuro
de la Vida Reliosa, pg. 32. Cf. H. KocH, Ciprianische Untersuchungen, 166. H. DENZINGER - P. HüNERMANN, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona,
Bonn 1926, pgs. 286-313. Herder, 2000, 125-126.
165. E. R. Danos, Los griegos y lo irracional, Madrid, Alianza ed., 1999, pg. 167. Pierre GRIMAL, La civilización romana, Barcelona, Paidós, 2007, pg.
150. 71-78.

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tantino. Está constatado que, a partir del año 313, Constantino


garantizó a los obispos y a los clérigos los mismos privilegios que
los �mperadores romanos habían concedido tradicionalmente a
los representantes de otros cultos. Sencillamente, el clero se unió
a la lista de personas privilegiadas integrada por los sacerdotes de
las religiones paganas o los doctores de las sinagogas judías 168. Es
decir, "el clero se volvió distinguido porque era privilegiado" 165.
Llegados a esta situación, es un hecho que la Iglesia, desde el
s. IV, quedó claramente fracturada y dividida en dos bloques -el
clero y el laicado- fuertemente condicionados por los dos pilares
que sustentan y condicionan el ser y la eficiencia de la sociedad y
sus instituciones: el dinero y el poder, de modo que entre la Reli­
gión y el dinero, como entre la Religión y el poder, se establecieron
relaciones de mutua dependencia.

168. Peter Brown, Por el ojo de una aguja, Barcelona, Acantilado, 2016, pg. 103.
Cf. R. M. Grant, Early Christianity and Society. Seven Studies, Nueva
York, Harper and Row, 1977, pgs. 44-65.
169. Peter BROWN, o.e., pg. 106.

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