La Vergüenza

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verguenza-desde-la-terapia-de-aceptacion-y-compromiso/

Cómo abordar la vergüenza desde la terapia de aceptación y compromiso


(ACT)
 KAREMI RODRÍGUEZ BATISTA

 06/01/2021

La vergüenza es una experiencia emocional, desagradable eso sí, pero muy


importante para regular nuestra conducta; sin embargo, puede causar muchos
problemas si es excesiva en cualquiera de sus parámetros, ya que
responderíamos ya sea con conductas de escape o evitación, además de otras
más impulsivas o de afrontamiento ineficaz que veremos más adelante (acciones
rígidas e ineficaces) que podrían tener consecuencias graves para el
establecimiento de vínculos afectivos en las relaciones sociales y que nos
alejarían de nuestra vida de valor. Es por ello que suele estar presente en
muchas problemáticas psicológicas tales como ansiedad social, depresión,
fobias, trastornos de conducta alimentaria, etc. (Sedighimornani, 2018)

Y es que la vergüenza es una emoción social y autofocalizada. Es decir,


sentimos vergüenza cuando violamos las normas sociales en las que creemos.
En esos momentos nos sentimos humillados/as, expuestos/as y pequeños/as,
entonces esta emoción elicita una respuesta de atención focalizada en nuestro
autoconcepto, de una forma global y negativa, principal diferencia con la culpa
que se centra en la acción concreta de la que aceptamos responsabilidad y en los
sentimientos de los demás (Tangney, Mashek,, & Stuewig, 2005).

Tomando en consideración su propósito fundamental que sería ser una alerta


para hacernos cumplir expectativas sociales y lograr ser aceptados/as por la
comunidad, cumpliría una poderosa función de regulación social. Dicho de
otra forma, una estrategia de limitación de daños mediante el envío de señales
sociales a través de, por ejemplo, un patrón de conductas sumisas y
apaciguadoras (agacharse, mirar hacia otro lado, esconderse y escapar) que
tienen como objetivo, como hemos dicho, disminuir y/o evitar el conflicto
interpersonal que podría conducir al rechazo social o la devaluación (Gilbert y
McGuire, 1998; Gilbert, 2000).

La vergüenza es una experiencia normal en el ser humano, aunque una de las


más dolorosas. Cuando sentimos vergüenza, lo más probable es que nos
centremos (o fusionemos) con pensamientos sobre lo malo e inadecuado de
nosotros/as mismos/as, otras veces nos quedaremos “en blanco”. Nos
sentiremos indefensos/as, expuestos/as, inferiores o vulnerables. Los impulsos
de acción ante la vergüenza suelen implicar el deseo de esconderse, huir,
retirarse o desaparecer de la vista (Luoma, LeJeune, & Platt, 2020). De hecho, la
vergüenza, el desprecio, la devaluación y el rechazo repetitivos pueden llevar al
desarrollo de modelos internos del yo (yo conceptualizado) como inferior,
inadecuado, vulnerable, indignos de amor, y tiene un gran impacto en la
autorrepresentación a través de las habilidades adquiridas con el desarrollo del
lenguaje (Gilbert y Gerlsma, 1999).

Hay que mencionar que experimentar la vergüenza en sí misma no tiene porqué


llevarnos a la desconexión y la soledad. De hecho, dado que los sentimientos de
vergüenza suelen presentar oportunidades para ser vulnerables con otras
personas de confianza, lo cual es una de las claves para construir la intimidad y
aprender nuevas formas de relacionarse con la vergüenza puede, en realidad,
hacer que las relaciones satisfactorias sean más probables. Ahora bien, también
consideremos que en muchos momentos no tiene ningún propósito útil y es
simplemente el resultado de interiorizar experiencias pasadas de humillación,
devaluación y abuso. Esto es especialmente cierto cuando la vergüenza es
crónica (Luoma, LeJeune, & Platt, 2020).

Claves estratégicas para abordar la vergüenza desde la terapia de


aceptación y compromiso (ACT)

Ahora es el momento de adentrarnos en puntos estratégicos que puedan


ayudarnos con las personas que estén teniendo dificultades derivadas de la
excesiva vergüenza y sus efectos limitantes en el repertorio de comportamientos
valiosos. Para ello me permito extraer y compartir algunas recomendaciones
bastante útiles del libro Working with Shame. Practical Tips for ACT
Therapists, que el Dr. Russ Harris (conocido terapeuta, escritor y divulgador de
ACT) ha puesto a disposición en la página web Contextual Consulting, y que
podéis descargar libremente.

Para comenzar la sesión con el o la consultante, algunas preguntas que nos


pueden ayudar para ello serían las siguientes:

Si la vergüenza ya no fuera un problema para ti…

 ¿Qué dejarías de hacer o empezarías a hacer, hacer más o menos de…?


 ¿Cómo te tratarías a ti mismo/a, a los demás, a la vida, al mundo, de
forma diferente?
 ¿Qué objetivos perseguirías?
 ¿Qué actividades iniciarías o reanudarías?
 ¿A qué personas, lugares, eventos, actividades, desafíos te acercarías,
iniciarías, reanudarías o contactarías en lugar de evitar o escapar?

Trabajar con problemas de vergüenza desde el modelo de ACT puede involucrar


cualquiera o todos puntos siguientes: defusión (incluyendo notar y
nombrar), aceptación (incluyendo normalizar, validar y expandir la conciencia),
contacto con el momento presente (incluyendo enraizar y centrar), yo-contexto
(incluyendo notar cómo la vergüenza cambia con el tiempo y variadas
perspectivas de los demás), valores, acción
comprometida, autocompasión, exposición y comprensión de cómo se
desarrolló la vergüenza, y las funciones que ha tenido tanto en el pasado como
en el presente.

Funciones de la vergüenza en el pasado y presente de la persona

Nos puede ser de mucha utilidad ver cómo ha funcionado la vergüenza en el


pasado, en formas que fueron, de alguna manera, útiles o protectoras para la
persona, es decir, examinar las consecuencias reforzantes de la vergüenza.
Las funciones pueden incluir algunas o todas las que siguen: reducir el castigo o
la hostilidad (si mostramos vergüenza, en algunos contextos, esto disminuirá el
castigo, la hostilidad, la crítica, o el juicio de los demás), obtener apoyo o
amabilidad (si estamos avergonzados/as, en algunos contextos, esto provocará la
simpatía, la bondad, el apoyo o el perdón de los y las demás), evitar el dolor (si
respondemos con conductas de escape o evitación hacia estímulos que
desencadenen esta emoción, a corto plazo, evitamos el dolor, darle sentido (la
vergüenza nos ayuda a “dar sentido” a nuestras experiencias: “Estas cosas
sucedieron porque soy malo/a”. En niños/as que han sufrido abuso, el darle
sentido de esta forma les libera de la terrible realidad de sus cuidadores que no
podrían afrontar.

Ahora, lo más importante, las funciones actuales. Mientras que la vergüenza


puede presentar todavía algunas de las funciones “beneficiosas” que ha tenido
en el pasado; en el presente es evidente que también tiene algunas funciones que
drenan la vida. Una vez que tengamos esta información, podríamos decir algo
como; “Así que en el pasado, la vergüenza te ha ayudado de alguna manera,
como para X, Y, Z, pero en el presente, se está interponiendo en el camino de
ser la persona que quieres ser y haciendo las cosas que quieres hacer, como
A,B,C. Entonces, ¿estarías dispuesto/a a aprender nuevas habilidades para que
puedas manejar la vergüenza más eficazmente, reducir su impacto en tu vida,
quitarle su poder, para que puedas empezar a hacer A, B, C de nuevo?”.

Nota: no tenemos que explorar las funciones pasadas de la vergüenza – son las
funciones presentes las que importan. Sin embargo, puede ser útil hacerlo, para
la normalización y la validación, lo que a su vez puede facilitar la aceptación, la
autoaceptación y la autocompasión.

Fusión/defusión

Cuando trabajemos con la vergüenza, esperamos encontrar fusión con recuerdos


doloroso sobre el pasado, y con posibilidades de futuras evaluaciones hostiles o
rechazo por parte de los demás, así como un yo fusionado con un autojuicio
muy negativo y severo del tipo “Soy mala”, “Soy asqueroso, indigno, no
merecedor de la felicidad, etc.” y, por supuesto, la máquina de dar razones por
las que no podemos o no debemos intentar cambiar. Por supuesto, podemos
encontrar muchos otros tipos de fusión, pero estos a menudo tienden a
predominar en la vergüenza.

Nuestro trabajo en defusión estará dirigido entonces hacia el autojuicio, la


autoculpa, los recuerdos dolorosos, el miedo a la evaluación negativa por parte
de los/as demás y/o el rechazo por parte de los/as demás, etc. Dicho de otra
forma, se dirigirá a debilitar ese control de reglas demasiado rígido sobre el
comportamiento, de modo que otras funciones (establecidas verbal y no
verbalmente) pueden llegar a tener efecto (Ruiz Sánchez, 2020).

Recordemos aquí dos primeros pasos para la defusión que son el “darse
cuenta… …y nombrar”. Podemos pedirle al o la consultante que se fije en lo
que dice su “mente”, cómo su “mente” (que si, que es una metáfora) la está
juzgando y culpando, o notar como su mente es tan rápida en asumir lo que
otras personas están pensando de ella, o sea juzgarla, criticarla o rechazarla.

También podemos pedirle que nombre sin juzgar sus pensamientos y


sentimientos, por ejemplo: “Aquí está la vergüenza” o “Estoy teniendo el
pensamiento de que soy estúpida” o “Estoy teniendo pensamientos que otras
personas me juzgarán” o “Estoy teniendo un sentimiento de vergüenza”, o
“Estoy teniendo un recuerdo vergonzoso” etc. Aunque en la parte de la
defusión, el énfasis está en las cogniciones, más que en los sentimientos y
sensaciones; y el objetivo es “ver más claramente’ lo que son las cogniciones:
cadenas de palabras e imágenes.

Nota: es oportuno evitar técnicas de defusión más extravagantes como


“agradecer a tu mente” o “cantar tus pensamientos” en el trabajo con la
vergüenza, al menos en las primeras sesiones, porque pueden resultar
contraproducentes e invalidar a los/as consultantes.

Evitación experiencial/aceptación

Esperamos encontrar que la mayoría de estas personas sean muy propensas a


evitar o querer deshacerse de: sensaciones desagradables en el cuerpo, muy
similares a, o combinadas con, sensaciones/sentimientos de ansiedad o temor,
(por ejemplo, tensión en el pecho, el estómago revuelto, en clientes más
disociativos, por supuesto podemos encontrar “adormecimiento”), cogniciones
desagradables, especialmente juicios duros de sí mismo/a, recuerdos
vergonzosos y ansiedades sobre la evaluación negativa o el rechazo de los
demás, e impulsos incómodos de realizar acciones autodestructivas (por
ejemplo, tomar drogas o el alcohol, autolesionarse, aislarse socialmente).

La aceptación de estos eventos privados que componen la vergüenza, a menudo


comienza con la validación y la normalización. Y a partir de ahí, podemos usar
cualquier combinación de técnicas de aceptación que prefiramos. La atención
expansiva a menudo también es útil para descubrir que hay muchas otras cosas
aquí en este momento, además de la vergüenza. Y también podemos utilizar la
vergüenza para ayudar a conectar con los valores, o como recordatorio para
practicar la autocompasión.

La aceptación de estos eventos privados que componen la vergüenza, a


menudo comienza con la validación y la normalización

No olvidemos que la aceptación puede verse como un comportamiento de


aproximación o ausencia de escape o evitación en presencia de estímulos
aversivos, estableciendo un contexto para que sucedan comportamientos más
variados y potencialmente más adaptativos (Ruiz Sánchez, 2020).

Momento presente/predominio del pasado y futuro

Como vimos en un apartado anterior, las personas con excesiva vergüenza


suelen estar mayormente en ese pasado llenos de recuerdos dolorosos, así como
en un futuro angustiante con posibles (que no sabemos que tanto probables)
críticas y rechazo de los demás. Es por ello que trabajaremos en fortalecer un
repertorio conductual de atención hacia los estímulos en el momento presente,
aumentando la sensibilidad a las contingencias ambientales mientras
debilitamos las fuentes inútiles de control de estímulos verbales.

Para ello nos pueden ser de utilidad las siguientes técnicas: enraizar, centrar y
“echar el ancla”, habilidades esenciales para desarrollar tempranamente,
compromiso, conexión y conciencia expansiva, notar y experimentar con
cambios en la postura corporal y sus efectos; así como el reconocimiento inicial
de los pensamientos y sentimientos que allana el camino para la defusión o la
aceptación.

Falta de claridad en valores/valores

Generalmente estas personas tendrán poco contacto con lo que les importa, fruto
de las acciones que ponen en marcha para controlar esta emoción que suelen
ocasionarles daños en las relaciones con personas significativas y en otros
aspectos de la vida que valoran. Es por ello que este punto se vuelve crucial
entrenar en la derivación de reglas que funcionen como operaciones
motivacionales verbales que apoyen comportamientos más eficaces y
adaptativos, especificando las consecuencias de los mismos. Algunas preguntas
que nos pueden ayudar en esa línea de exploración son:

 ¿Cómo tratarías y/o qué consejo le darías a un ser querido que ha pasado
por acontecimientos similares y que se siente de la misma manera que tú?
 ¿Qué te dice esta vergüenza sobre lo que realmente le importa? ¿A qué
necesitas enfrentarte, tomar medidas o abordar?
 ¿Qué te recuerda la vergüenza sobre la forma en que idealmente quieres
tratarte a ti mismo/a, tratar a los/as demás?
 ¿Qué te dice la vergüenza sobre lo que has perdido / necesitas tener
cuidado / quieres defenderte / te preocupas profundamente / necesitas
tratar?

Acciones ineficaces/acciones comprometidas

Las acciones ineficaces son “desencadenadas” por la vergüenza y sostenidas por


reforzamiento, aunque pueden variar enormemente, las más comunes serían:
evitar o retirarse de lugares y personas importantes y significativas, eventos,
actividades y situaciones que la desencadenan, acciones impulsivas tales como
el uso de drogas, cigarrillos, alcohol, comida, etc. (estrategias de control
externo) e incluso comportamientos conflictivos y agresivos con los/as demás.
Recordemos que per se, ninguna de las anteriores es problemática, sólo lo son al
ser estrategias muy rígidas o inapropiadas.
Una vez que hemos explorado los valores de las personas, podemos pasar
fácilmente a la acción comprometida: evocando y reforzando nuevos repertorios
de comportamiento consistentes con esos valores como una alternativa a los
viejos “impulsados por la vergüenza”. Esto puede incluir cualquier o todos los
siguientes: resolución de problemas y establecimiento de objetivos y
planificación de acciones guiados por valores (recomendable la técnica
SMART), entrenamiento en otras competencias pertinentes como lo son las
habilidades relacionales, de comunicación, de asertividad, de intimidad, o de
empatía.

En esta parte quizá sea muy necesario trabajar las conductas impulsivas y nos
puede venir bien centrarnos en lo siguiente: defusión de los aspectos cognitivos
(por ejemplo, “Lo necesito”, “Lo quiero”, “Yo no puede evitarlo”), aceptación
de los sentimientos y sensaciones del impulso, echar el ancla, enraizar y
centrarse en medio del impulso, control conscientemente las acciones (por
ejemplo, la respiración, la postura corporal o estiramientos), autocompasión,
conciencia expansiva: ¿qué más hay aquí y ahora, así como este impulso?, o
Yo-contexto: usar “la parte que se da cuenta” para notar cómo aumentan los
impulsos y decrecen con el tiempo.

Ejercicios formales de meditación muy útiles al estilo “aceptación de emociones


difíciles”, o “surfeando las olas”, incorporan aceptación, defusión, y contacto
con el momento presente.Puedes ir a este enlace de Grupo ACT
Argentina donde encontrarás este y otros ejercicios muy interesantes.

Exposición

En particular, muchos clientes encuentran que su comportamiento se organiza


en torno a intentar evitar los eventos privados que componen la vergüenza
(evitación experiencial ) y a evitar las situaciones, personas, lugares, eventos y
actividades que desencadenan vergüenza (evitación abierta o manifiesta).

Por lo tanto, un aspecto importante del éxito del tratamiento es la exposición.


Hacemos ambas exposiciones interoceptivas (a “cosas dentro del cuerpo como
pensamientos y sentimientos), así como exposición directa (a “cosas de afuera”
del cuerpo, como personas importantes, lugares, eventos, actividades,
situaciones). Podemos pensar en este trabajo como un “subconjunto” de acción
comprometida, porque implica tomar acciones para establecer (o reestablecer) el
contacto con elementos importantes, aspectos significativos de la vida.

Yo contenido/yo contexto

Las personas que nos consultan suelen tener un autoconcepto muy deteriorado y
además muy fusionado, relacionado con un yo inferior, inadecuado y
vulnerable. Es por ello que podemos ayudarles a darse cuenta que son solo
historias y que esas historias cambian, podemos usar estrategias del tipo “la
parte de ti que se da cuenta” para dar un paso atrás y observar los diversos
elementos de la vergüenza- pensamientos, sentimientos, sensaciones, recuerdos,
etc.; así como notar que la vergüenza no es la esencia de lo que son; que hay
mucho más en ellos/as. De esta manera, damos forma a un comportamiento
verbal más flexible y autodirigido en presencia de eventos privados que varían a
lo largo del tiempo (por ejemplo, recuerdos del pasado y preocupaciones por el
futuro), lugar (por ejemplo, situaciones diferentes, relaciones, roles) y persona
(por ejemplo, diferentes perspectivas sobre el mismo evento).

Un aspecto importante del éxito del tratamiento es la exposición

Desde el punto de vista de la RFT, el yo como contexto implica entrenar


relaciones deícticas flexibles del tipo yo / tú, aquí / allá y ahora / entonces. Al
hacer este tipo de trabajo, a menudo es útil hacer que las personas registren y
midan su nivel de vergüenza de 0 a 10 cada pocos minutos durante la sesión, y
noten cómo sigue subiendo y bajando.

Y ahora sí, para finalizar, a aquellos y aquellas terapeutas que estéis interesados
en trabajar más a fondo estas problemáticas, os recomiendo enormemente que
visiteis la página ACT with Compassion, ya que en ella encontrareis multitud de
información, escalas, ejercicios para los consultantes, etc.; y aunque
mayormente están en inglés, hay bastante material en español.

Referencias bibliográficas
 Gilbert, P. (2000). The relationship of shame, social anxiety and
depression: the role of the evaluation of social rank. Clinical Psychology
and Psychotherapy, 7, 174–189.
 Gilbert, P., & Andrews, B. (Eds) (1998). Shame. Interpersonal behavior,
psychopathology, and culture. New York: Oxford University Press.
 Gilbert, P. & McGuire, M.T. (1998). Shame, status and social roles:
psychobiology and evolution. In P. Gilbert, & B. Andrews (Eds). Shame.
Interpersonal behavior, psychopathology, and culture. Oxford, UK:
Oxford University Press.
 Gilbert, P., & Gerlsma, C. (1999). Recall of shame and favouritism in
relation to psychopathology. British Journal of Clinical Psychology, 38(4),
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 Harris, R. (2017). Working with Shame. Practical Tips for ACT
Therapists. Disponible en: https://contextualconsulting.co.uk/wp-
content/uploads/2020/02/Working-with-Shame-Russ-Harris.pdf
 Luoma, J., LeJeune, J., & Platt, M. (2020). Case Conceptualization
Frameworks for working with highly self-critical and shame prone
clients. ACT with Compassion. Recuperado
de: https://www.actwithcompassion.com/case_conceptualization
 Ruiz Sánchez, J. J. (2020). Terapia de Aceptación y Compromiso. Una
Definición Funcional desde ABA. Disponible en
http://fapcontexto.blogspot.com/2020/10/terapia-de-aceptacion-de-
compromiso-una.html
 Tangney, J. P., Mashek, D., & Stuewig, J. (2005). Shame, Guilt, and
Embarrassment: Will the Real Emotion Please Stand Up? Psychological
Inquiry, 16(1), 44–48.
 Sedighimornani, N. (2018). Shame and its features: Understanding of
Shame. European Journal of Social Sciences Studies. Vol. 3, 75-107.

Antiguamente el "destierro" significaba la muerte, por lo que las personas sentían miedo a la
desaprobación o a la equivocación. Experiencias en la infancia como no sentirte atendido física o
emocionalmente, así como abusos, conllevan a que la persona se relacione consigo mismas desde
la vergüenza (desde el pensamiento/emoción de: "hay algo malo conmigo.") Aquí es cuando las
personas pierden incluso el interés de comer porque no le ven sentido a cuidar de su alimentación.

Algunos de nosotros hemos querido compensar la vergüenza con el perfeccionismo y


la rigidez.
Cuando sentimos vergüenza por ser la persona que somos, podemos querer "compensar" con
ser perfectos, por ejemplo: trabajando interminables horas, dando de más en la relaciones con
familiares y amigos, diciendo que "si" cuando en el fondo queríamos decir que "no",
sometiéndonos a dietas estrictas o rutinas de entrenamiento extremas para alcanzar ciertos
estándares, obsesionados con el control del más mínimo detalle, etc.

Aquí es cuando entra la desesperación. El desánimo y la apatía se vuelven tan insoportables


que creemos que necesitamos algo "de afuera" que nos saque de nuestro propio estado
mental.

Con la desesperación viene "The dark night of the soul".

Cuando ya has tratado de controlar por todas las vías y te das cuenta que ninguna de ellas dio el
resultado que esperabas, entonces ocurre el milagro que sería "the dark night of the soul". El Dr.
David Hawkins aclara que no es la noche más oscura del alma, sino del ego. ¿Qué significa esto?
cuando la conversación interna se vuelve insostenible, llega un punto en el que uno se rinde. El
momento en el que te sueltas y te rindes, ocurre el milagro.

Por eso es la noche más oscura para el ego, porque te das cuenta que "el proceso" no está
en tu control.

La Fenomenología de la Vergüenza
¿Cómo es la experiencia de sentir vergüenza? Lo primero es diferenciarla de la culpa. En la
culpa aparece un crítico interno o “Pepe Grillo” pero enfocado a un comportamiento que es
juzgado como negativo o dañino. Y este juez interno nos castiga o nos reta por haber cometido
esa falta.
Tanto en la culpa como en la vergüenza aparece la auto observación. Uno se vuelve muy
consciente de sí mismo, mirándose desde fuera y analizando cualquier falla o error. Esto nos saca
del fluir de la situación y no nos permite disfrutar o actuar tranquilamente, ya que la atención
está puesta en observar y juzgar.

La diferencia es que, en la vergüenza, la sensación de base es de no ser suficientemente bueno


(o rudo, o simpático, o inteligente, cool, o cualquier cualidad valiosa para uno), y la crítica se
dirige al sí mismo entero, no a una conducta particular. Además, más que retos o enojo, el juez
interno reacciona con desprecio hacia el sí mismo.

Esto hace que la experiencia principal de la vergüenza sea la de esconderse o taparse la cara.
Por eso decimos trágame tierra, y por eso los tímidos tienden a ser vergonzosos, porque se
esconden para protegerse y no exponerse a las críticas y al rechazo.

Sin embargo, no siempre la vergüenza se manifiesta externamente como timidez, inhibición u


otro tipo de ocultamiento. Algunas veces la vergüenza se manifiesta como una exacerbación de
cualidades opuestas a las que motivan la vergüenza. Por ejemplo:

 El macho que se avergüenza de sus aspectos sensibles y “femeninos”, entonces los oculta
y se presenta al mundo como Don Juan o como Rambo.
 La mujer coqueta que se avergüenza de su apariencia y se muestra al mundo tapada de
maquillaje y con una sonrisa pegada a la cara.
 El estudiante perfeccionista que se avergüenza de cualquier error o falta que pudiera
cometer, entonces pone toda su energía en que le salga todo bien y en que nadie nunca
vea alguna imperfección en él.

Estas personas pueden no parecer clásicamente “vergonzosas”, e incluso pueden mostrarse


seguras y confiadas. Sin embargo, internamente se sienten pésimo, porque saben que los
cumplidos y amor que reciben son falsos. Su éxito es frágil porque se basa en que nadie vea lo
que ellos quieren ocultar. Y eso los carcome por dentro, o los llena de ansiedad que deben
controlar exagerando más aún su conducta, con ansiolíticos (pastillas, comida, drogas, etc.), y
evitando a toda costa situaciones de riesgo en que alguien puede percibir sus fallas, errores, o
algún aspecto de ese lado “malo”, oculto.
Por último, **hay casos en que la vergüenza es ante cualidades aparentemente “positivas”**. Por
ejemplo, el profesional de bajo perfil que ha tenido amplios logros, pero no quiere parecer
prepotente o narcisista y se avergüenza cuando debe ”venderse" y contar a otros sus virtudes,
quitándole importancia a lo que ha conseguido. Su vergüenza lo hace mostrarse falsamente
humilde y ocultar su orgullo.

La Función de la Vergüenza
La vergüenza (a diferencia de la culpa) está asociada a muchos problemas psicológicos y
psiquiátricos, como la violencia, adicciones, depresión, trastornos de alimentación, etc. Sin
embargo, los únicos que nunca sienten vergüenza son los psicópatas y otras personas con
trastornos severos y que no han desarrollado la capacidad de empatizar con los demás.

Entonces, ¿la vergüenza es mala o buena? Evidentemente puede ser ambas. Su propósito
fundamental es hacernos cumplir las expectativas sociales y lograr ser aceptados por la
comunidad. La vergüenza se activa cuando creemos (casi siempre implícitamente) que hemos
faltado a una norma social (o estándar personal) y corremos riesgo de ser expulsados del grupo.
Sentimos que hay un aspecto nuestro que no es aceptable, y por lo tanto debemos ocultarlo (ya
sea ocultándonos nosotros, o mostrándonos de una forma socialmente aceptable). Por lo tanto,
cumple una poderosa función de regulación social.

Tal como hemos explicado anteriormente, para nuestra supervivencia como mamíferos estamos
programados para buscar la aprobación de la comunidad, ya que sin ésta nos quedamos solos y
moriríamos rápidamente. Por lo tanto, como especie necesitamos mecanismos de regulación
social internalizados, y la vergüenza es uno de los principales.

Ante esta compleja situación podemos diferenciar entre vergüenza adaptativa y destructiva.

Vergüenza adaptativa y destructiva


La vergüenza adaptativa nos ayuda a corregir conductas y actitudes social o personalmente
sancionadas, protege nuestra conexión con los demás y previene el aislamiento social. Nos
moviliza y aunque es desagradable de sentir, no produce auto-desprecio.
Por ejemplo, recuerdo una vez en que hice una presentación de los avances de mi tesis en mi
doctorado, pero no le di suficiente importancia y mi presentación fue pobre. Luego, mi tutora me
dijo que mi trabajo había sido malo frente a otros alumnos, y sentí profunda vergüenza. Mi
malestar fue porque fui sancionado socialmente, pero también porque había fallado a mi propio
estándar académico. Sin embargo, esta sensación de vergüenza, aunque desagradable, fue
adaptativa porque me movilizó a mejorar en mi siguiente presentación, y no generó un ciclo de
auto-tortura y parálisis o evitación.

Otro ejemplo simple es cuando vamos a otro país donde tienen costumbres distintas, notamos
que nos “miran feo” y corregimos nuestro comportamiento para no ofender a las personas de otra
cultura.

En cambio, la vergüenza destructiva nos hace sentir que no somos (ni seremos)
suficientemente buenos; se vive como auto-desprecio, generando parálisis y una evitación
de las situaciones avergonzantes. Se activa cuando tratamos de cumplir estándares que no son
adecuados para nosotros, o buscamos calzar en un grupo que no calza con nosotros.

Por ejemplo, cuando niño me gustaba una compañera de curso, y empecé a hacerme amigo de
ella. Todo iba bien hasta que mis compañeros se enteraron y cada vez que me acercaba a ella o le
hablaba me molestaban y nos hacían a ambos súper conscientes de nosotros y lo que estaba
pasando. En esas situaciones sentí vergüenza destructiva, porque traté de ocultar cualquier señal
de interés hacia mi compañera, lo que obviamente impidió que pasara algo más con ella. Me
sentí pésimo con las burlas e implícitamente traté de cumplir con la norma de nunca mostrar mi
interés por una niña. Es evidente que esta norma no era una que me conviniera cumplir.

Otro ejemplo es el del ñoño de clóset (ver artículo relacionado), que rechaza su identidad ñoña y
busca aprobación en el grupo de los “populares”. Como ese grupo claramente no calza con sus
estilo, sentirá vergüenza y constantemente estará ocultando partes importantes de su identidad,
gustos y conductas para conseguir la tan ansiada aceptación.

Cómo sobreponernos a ella


OK, hemos entendido cómo se vive, su función, y sus variantes “adaptativa” y “destructiva”.
Pero, ¿cómo sobreponernos a ella y dejar de vivirla cuando es destructiva?

Brené Brown (investigadora gringa) en sus famosas charlas


sobre vulnerabilidad y vergüenza señala que el antídoto para la vergüenza es la empatía (el
exponerse y recibir del otro un “a mí también me pasa”). Esto es totalmente cierto, pero no
explica totalmente el mecanismo sanador.

La terapeuta chilena María Guiomar Miranda explica que para sanar la vergüenza necesitamos
exponer lo que habitualmente ocultamos en un contexto protegido y que calce con
nosotros. Esto último significa que parte de nuestra tarea es buscar un grupo de pertenencia
donde no nos rechacen por ser como somos. Es similar a la fábula del patito feo, que finalmente
descubre que era un cisne (y por lo tanto nunca calzaría con los patos).

Esto suena simple pero es lo contrario a lo que hacemos habitualmente. Como el exponernos
nos hace sentir inadecuados y gatilla la vergüenza, ocupamos toda nuestra energía en ocultar
nuestro aspecto reprobable, o evitar las situaciones donde éste podría mostrar la cara. Caemos en
la trampa de pensar que necesitamos ser súper fuertes y eliminar el riesgo para mostrarnos. En
cambio, lo que debemos hacer para sanar es exponernos con nuestras imperfecciones y
vulnerabilidades.

Necesitamos tener una experiencia emocional correctiva: experimentar (no sólo saber
racionalmente) que nuestra falla es aceptable, que somos valorables incluso con la parte que
queremos ocultar. El mostrarnos sin la falla o perfectos nos hace sentir bien a corto plazo, pero
mantiene la creencia implícita de que no seremos aceptados si alguien conoce nuestro secreto, lo
que nos deja en una posición precaria y puede mantener una sensación de baja autoestima.

Si tenemos la experiencia de ser aceptados por un otro que conoce nuestra parte “mala”, con
nuestras vulnerabilidades, bajará el temor al rechazo y se apagará el crítico interno. Esto
aumentará nuestra sensación de confianza y nuestra capacidad de disfrutar el momento en vez de
estar observándonos críticamente. De esta forma, podremos aceptarnos a nosotros mismos
también.
Por ejemplo, un hombre constantemente recibía piropos pero se sentía interiormente muy poco
atractivo. Explorando de dónde surgía esta sensación, fue claro que él siempre se presentaba a
los demás muy arreglado, con sus mejores ropas, peinado y tirando pinta. Él no se atrevía a
mostrarse desarreglado, porque se avergonzaba de ese lado feo, poco atractivo de sí mismo. De
esta forma, cuando una niña le decía que era atractivo, él lo agradecía y superficialmente se
sentía bien, pero internamente sabía que ella estaba viendo sólo su fachada, y lo valoraba porque
no conocía su lado oculto. En este caso lo que le ayudó fue empezar a mostrarse (en contextos de
confianza) sin arreglarse, con sus peores ropas, y experimentar en carne propia que su lado B
también era aceptable por los demás.

Un punto clave acá es el encontrar un entorno seguro y apropiado para exponernos. Si lo


hacemos con alguien que nos criticará, probablemente suframos un nuevo trauma, reforcemos la
vergüenza o desarrollemos la actitud opuesta de “no me importa lo que nadie diga de mí, me
paso por la raja la opinión de todos los demás” (la que es igual de neurótica, sólo que inversa a la
anterior). Entonces, debemos buscar un entorno, un otro, que valide nuestro lado oculto. Por eso
el patito feo necesitaba encontrar su grupo de cisnes, tal como todos necesitamos buscar un
grupo donde seremos aceptados tal cual, sin ocultar aspectos clave de nuestra personalidad o
tener que aparentar una fachada.

Una vez que adquirimos confianza y sabemos que somos aceptables al menos por algunas
personas, ya no seremos tan frágiles ante cualquier posibilidad de rechazo. Esto nos dará
confianza y valentía para asumir riesgos.

Conclusión y recomendaciones
En este artículo hemos planteado que la vergüenza puede ser muy dañina, pero también es de
vital importancia para nuestra vida social.

Hablamos de que el camino para superar la vergüenza destructiva es el exponernos con nuestras
imperfecciones, vulnerabilidades y errores. Esto genera una profunda sensación de seguridad,
porque aprendemos experiencialmente que no es terrible que vean ese lado nuestro, que igual
somos queribles. Pero además, es parte esencial de cualquier esfuerzo de cambio, aprendizaje e
innovación.
La vergüenza nos lleva a ocultar y evitar el riesgo. Nos lleva a dar la respuesta segura y
conocida, a mostrar la parte linda de nosotros, la que sabemos que caerá bien o que no generará
críticas. Pero el aprendizaje y el cambio requieren asumir riesgos, ensayar y probar cosas nuevas
que no sabemos si funcionarán. Y esto implica el peligro de cometer errores, fracasar y recibir
críticas o reprobación. Por lo tanto, el camino del exponerse requiere mucha valentía, pero es la
única forma de validarnos como personas, de crear y de generar un cambio.

Si quieren saber más, recomiendo nuevamente estas charlas (en inglés, con subtítulos en español)
sobre vulnerabilidad y vergüenza, así como este artículo que explica la importancia de superar la
vergüenza para aprender.

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