Del Campo
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Del Campo
Resumen
Abstract
2 T. Carothers, “The End of the Transition Paradigm”, Journal of Democracy, vol. 13, nº
1, 2002, pp. 5-21.
3 G. A. O’Donnell, P. C. Schmitter y L. Whitehead (eds.), Transitions from Authoritarian
Rule/Prospects for Democracy, 4 vols., Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1986.
4 D. A. Rustow, “Transitions to Democracy: Toward a Dynamic Model”, Comparative
Politics, vol. 2, nº 3, 1970, pp. 337-363.
6 Este podría ser el caso de la democracia pactada boliviana, sustentada sobre cinco coa-
liciones políticas entre 1985 y el 2002. Al respecto, véase R. A. Mayorga, “Presidencialismo
parlamentarizado y gobiernos de coalición en Bolivia” en J. Lanzaro (comp.), Tipos de presiden-
cialismo y coaliciones políticas, Buenos Aires, CLACSO, 2001, pp. 101-135.
7 G. A. O’Donnell, “In Partial Defense of an Evanescent Paradigm”, Journal of Democ-
racy, vol. 13, nº 3, 2002, pp. 6-12.
8 G. A. O’Donnell, “Delegative Democracy”, Journal of Democracy, vol. 5, nº 1, 1994,
pp. 55-69.
15 E. Lora, El estado de las reformas del Estado en América Latina, Washington, BID,
2006.
16 D. Rodrik, “Understanding Economic Policy Reform”, Journal of Economic Literature,
nº 34, 1996, pp. 9-41.
¿Las instituciones de las transiciones debían ser las mismas que las de la
consolidación?¿Qué ha impedido que la voluntad transformadora de los go-
biernos de izquierda se haya visto entorpecida por la propia debilidad estatal?
Sin duda, las instituciones siguen siendo el tema recurrente. Como punto de
partida, de nuevo conviene advertir que no hemos llevado a cabo una re-
flexión seria sobre qué instituciones debíamos promover en estos contextos
de debilidad estructural de la propia institucionalidad.
Las sociedades latinoamericanas mostraron una rotunda capacidad de
aprendizaje social y político, al soportar sobre sus hombros los amplios sa-
crificios que significaron las transiciones a la democracia, y las medidas pro-
movidas y adoptadas en aras a reducir el déficit público, a reducir la deuda
externa, a liberalizar los mercados, a reducir el Estado, …
A nivel teórico, los científicos políticos se han venido formulando tres
preguntas, diferentes pero interrelacionadas, sobre las instituciones políticas.
Una es normativa: ¿cuáles son las mejores instituciones para el desarrollo de
un buen gobierno democrático? Las instituciones en las que podamos pensar
deben resolver de forma adecuada los debates clásicos de la libertad, los de-
rechos, la igualdad y la justicia. “Las instituciones no son sólo las reglas del
juego. Condicionan también qué tipo de valores se adoptan en una determi-
nada sociedad, es decir, en última instancia condicionan lo que denominamos
justicia, identidad colectiva, pertenencia, confianza y solidaridad”22. Así, Els-
ter23 ha argumentado que una tarea de la política es conformar instituciones de
forma que la gente se comporte honestamente porque crea que la estructura
básica de su sociedad es justa.
Las otras dos preguntas son de carácter empírico: ¿qué explica la enorme
diversidad de entramados institucionales? y, ¿qué implicaciones tienen esas
diferencias para la conducta política, el poder o los resultados del proceso
Otro factor externo que favoreció durante muchos años el desempeño eco-
nómico de la región fue la contención de los precios globales, sobre todo
para los productos manufacturados. Este proceso contribuyó a producir un
declive gradual de la inflación regional, que llegó, en el promedio ponderado,
de niveles de dos dígitos en los años noventa a un 5,0% en 2006, hasta que
en 2007 y 2008 el incremento de los precios internacionales de alimentos e
hidrocarburos tuvo un efecto adverso en la inflación en los países de la región.
Así, de 2003 a 2008, América Latina y el Caribe alcanzó tasas de inversión y
un crecimiento económico relativamente elevado (en torno al 5%), que no se
había registrado desde los años setenta del siglo XX.
La llegada de la crisis económica y financiera de 2008-2009 impactó de
manera negativa en la región, tanto de forma directa (comercio, inversión ex-
tranjera directa, remesas), pero también por el canal financiero (dificultades y
condiciones más desfavorables para el re-financiamiento). En consecuencia,
en 2009 las exportaciones de bienes y servicios cayeron un 9,9% en términos
reales y la formación bruta de capital, un 12,7%. En contraste, el consumo se
mantuvo constante, como consecuencia de un aumento del 4,3% en el consu-
mo de los gobiernos que compensó la leve contracción del 0,8% del consumo
de los hogares. Como resultado de estos cambios, la economía de América
Latina y el Caribe se contrajo un 2,0%, para volver a crecer de nuevo en
el año. El aumento del consumo de los gobiernos refleja los esfuerzos por
contrarrestar una crisis económica con un aumento contracíclico del gasto
público En efecto, estos esfuerzos se concentraron en un aumento del gasto
corriente, si bien varios países también incrementaron la inversión pública.
Otras medidas para fortalecer la demanda interna fue la reducción de las tasas
de interés rectoras, facilitadas por el descenso de los precios internacionales
de alimentos e hidrocarburos, y las medidas para proveer liquidez, tanto en
dólares como en moneda local, a los sistemas financieros.
Aunque la región siguió siendo la más desigual del mundo35. Estos altos
niveles de desigualdad se expresan tanto en los ingresos y el bienestar como
en la capacidad de su población para absorber o mitigar los riesgos y shocks
externos (como el desempleo, la enfermedad o el retiro). Sin embargo, se
observa también un cierto grado de tolerancia respecto a esta situación, lo que
probablemente está asociado a las elevadas expectativas de movilidad social
que prevalecen en casi todos los países de la región, especialmente al interior
de las clases medias36.
35 I. Ortiz y M. Cummins, “Global Inequality: Beyond the Bottom Billion. A Rapid Review
of Income Distribution in 141 Countries”, Social and Economic Policy Working Paper, Nueva
York, UNICEF, 2011.
36 S. Pérez Bannen, Apuntes de movilidad y cohesión social en América Latina, CIEPLAN,
Santiago de Chile, 2007.
tos del gasto en seguridad y asistencia social, con incrementos menores para
educación, salud y vivienda.
El crecimiento económico experimentado durante los últimos años en
América Latina ha permitido alcanzar progresivamente una sólida situación
fiscal en la región, a pesar de las enormes diferencias existentes entre países.
El aumento de los ingresos fiscales, las mejores condiciones de acceso al mer-
cado de crédito internacional, así como una mayor eficacia del gasto público,
han derivado en bases fiscales más amplias y sólidas. Sin embargo, un análisis
detallado refleja cómo los pilares que sostienen el sistema fiscal en la región
siguen constituyendo parte importante del engranaje que alimenta la persis-
tente desigualdad económica y social características del territorio.
Uno de los desafíos permanentes de los países de la región ha consistido
en los últimos años en generar sinergias positivas entre el crecimiento econó-
mico y la equidad social. El crecimiento económico y el consiguiente incre-
mento del empleo no han mostrado una capacidad incluyente ni en términos
de generación de empleo de calidad ni en lo que se refiere a los niveles contri-
butivos. Los mercados laborales de la región no han logrado transformarse en
una vía de acceso universal y dinámica a los esquemas de protección social41.
Por ello, la protección social no puede quedar restringida a los mecanis-
mos contributivos del mundo laboral. Además de buscar formas de mejorar
la capacidad de las economías nacionales para generar empleos aceptables y
ampliar la base contributiva, se debe avanzar en lo que respecta a garantizar
un financiamiento adecuado y estable para complementar la protección por la
vía laboral con mecanismos solidarios de protección no contributiva. Dado
que éstos se encuentran limitados por recursos fiscales generalmente escasos,
lo que hace que, en la práctica, amplios sectores de la población queden ex-
cluidos de los sistemas formales de protección.
A pesar de las incertidumbres económicas en el horizonte, América La-
tina debe continuar promoviendo la reforma de sus estructuras fiscales a fin
de consolidar los avances sociales alcanzados hasta el momento y dotar al
Estado de mayor capacidad de maniobra para afrontar los diferentes proble-
mas que afectan a su ciudadanía, en especial, el de una mayor protección
social. Una reforma de la fiscalidad que avance en la progresividad, mejore
la eficiencia del gasto público y garantice la equidad permitirá a América La-
tina seguir prosperando en la senda del crecimiento económico con cohesión
social. Tanto desde el punto de vista de los ingresos como desde el punto de
vista del gasto público, la función redistributiva del Estado es una tarea pen-
42 Véase CEPAL, La hora de la igualdad: brechas por cerrar, caminos por abrir,
LC/G.2432 (SES.33/3), Santiago de Chile, 2010.
43 Ibidem, p. 42.
44 Véase CEPAL, Panorama fiscal de América Latina y el Caribe. Reformas tributarias y
renovación del pacto fiscal, LC/L.3580, Santiago de Chile, 2013.
53 Ibidem, p. 79.
54 L. Tomassini, Estado, Gobernabilidad y Desarrollo, Temas del Foro 90, Santiago de
Chile, CINDE, 1992.