1 La Ladrona de Libros Recorte para Lectura
1 La Ladrona de Libros Recorte para Lectura
1 La Ladrona de Libros Recorte para Lectura
para leer
Markus Zusak
Traducción de
Laura Martín de Dios
Lumen
narrativa
Markus Zusak La ladrona de libros
Por la noche, Liesel soñó, como siempre. Al principio veía las camisas
pardas desfilando, pero luego la condujeron a un tren donde la esperaba el
descubrimiento habitual: su hermano le clavaba la mirada.
52
Markus Zusak La ladrona de libros
—A decir verdad, los libros no son lo mío —se sinceró el padre antes de
empezar.
Sin embargo, no importaba que leyera despacio. En todo caso, su ritmo de
lectura, más lento de lo habitual, debió de ayudarla. Tal vez sirviera para que
los comienzos de la niña fueran menos frustrantes.
No obstante, al principio Hans parecía un poco incómodo con el libro entre
las manos.
Se sentó junto a la niña en la cama, se inclinó hacia atrás y dobló las
piernas. Volvió a estudiar el libro y lo dejó caer sobre la cama.
—Vamos a ver, ¿por qué una buena niña como tú quiere leer una cosa así?
Liesel volvió a encogerse de hombros. Si el aprendiz de sepulturero hubiera
estado leyendo las obras completas de Goethe o de cualquier otra autoridad por
el estilo, también las tendrían ahí delante. Liesel intentó explicarse.
—Yo... Cuando... Estaba en la nieve y...
Las palabras, pronunciadas con un suave susurro, resbalaron de la cama y
se esparcieron por el suelo como si fueran polvo.
53
Markus Zusak La ladrona de libros
Sin embargo, el padre supo qué decir. Él siempre sabía qué decir.
—Bueno, Liesel, prométeme una cosa: si muero pronto, procura que me
entierren como es debido —pidió, pasándose una mano por el cabello.
Liesel asintió con gran convencimiento.
—Nada de saltarse el capítulo seis o el paso cuatro del capítulo nueve. —Se
rió, al igual que la mojadora de camas—. Bien, me alegra saber que eso ya está
resuelto. Ahora ya podemos empezar. —Se acomodó y sus huesos crujieron
como las tablas del suelo—. Empieza la diversión.
El libro se abrió... Una ráfaga de viento amplificada por la quietud de la
noche.
54
Markus Zusak La ladrona de libros
sonrisa automática.
—Saumensch! —gritó.
Hans soltó una carcajada, pero se calló al instante.
—Shhh, no podemos hacer ruido.
Soltó otra carcajada y escribió la palabra, que aderezó con una de sus
filigranas.
55
Markus Zusak La ladrona de libros
—Ya está bien por hoy —decidió Hans, levantándose después de haber
recorrido y repasado una docena de veces el abecedario.
—Sólo unas más.
—No, ya está bien por hoy. Cuando te despiertes, te tocaré el acordeón —
contestó Hans, manteniéndose firme.
—Gracias, papá.
—Buenas noches. —Soltó una risita silenciosa de una sola sílaba—. Buenas
noches, Saumensch.
—Buenas noches, papá.
Hans apagó la luz, regresó a su lado y se sentó en la silla. En la oscuridad,
Liesel tenía los ojos abiertos. Contemplaba las palabras.
56