Filosofia de La Ciencia y Método Científico

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 8

El método Científico

Consiste en un método de investigación que incluye técnicas de observación, reglas para el


razonamiento y la predicción, ideas sobre la experimentación planificada y los modos de comunicar
los resultados experimentales y teóricos, todo ello aplicado al estudio sistemático de la naturaleza.

La ciencia suele definirse por la forma de investigar más que por el objeto de investigación, de manera
que los procesos científicos son esencialmente iguales en todas las ciencias de la naturaleza; por ello
la comunidad científica está de acuerdo en cuanto al lenguaje en que se expresan los problemas
científicos, la forma de recoger y analizar datos, el uso de un estilo propio de lógica y la utilización
de teorías y modelos. Etapas como realizar observaciones y experimentos, formular hipótesis, extraer
resultados y analizarlos e interpretarlos van a ser características de cualquier investigación.

En el método científico la observación consiste en el estudio de un fenómeno que se produce en sus


condiciones naturales. La observación debe ser cuidadosa, exhaustiva y exacta.

A partir de la observación surge el planteamiento del problema que se va a estudiar, lo que lleva a
emitir alguna hipótesis o suposición provisional de la que se intenta extraer una consecuencia. Existen
ciertas pautas que han demostrado ser de utilidad en el establecimiento de las hipótesis y de los
resultados que se basan en ellas; estas pautas son: probar primero las hipótesis más simples, no
considerar una hipótesis como totalmente cierta y realizar pruebas experimentales independientes
antes de aceptar un único resultado experimental importante.

La experimentación consiste en el estudio de un fenómeno, reproducido generalmente en un


laboratorio, en las condiciones particulares de estudio que interesan, eliminando o introduciendo
aquellas variables que puedan influir en él. Se entiende por variable todo aquello que pueda causar
cambios en los resultados de un experimento y se distingue entre variable independiente, dependiente
y controlada.

Variable independiente es aquélla que el experimentador modifica a voluntad para averiguar si sus
modificaciones provocan o no cambios en las otras variables. Variable dependiente es la que toma
valores diferentes en función de las modificaciones que sufre la variable independiente. Variable
controlada es la que se mantiene constante durante todo el experimento.

En un experimento siempre existe un control o un testigo, que es una parte del mismo no sometida a
modificaciones y que se utiliza para comprobar los cambios que se producen.

Todo experimento debe ser reproducible, es decir, debe estar planteado y descrito de forma que pueda
repetirlo cualquier experimentador que disponga del material adecuado.

Los resultados de un experimento pueden describirse mediante tablas, gráficos y ecuaciones de


manera que puedan ser analizados con facilidad y permitan encontrar relaciones entre ellos que
confirmen o no las hipótesis emitidas.

Una hipótesis confirmada se puede transformar en una ley científica que establezca una relación entre
dos o más variables, y al estudiar un conjunto de leyes se pueden hallar algunas regularidades entre
ellas que den lugar a unos principios generales con los cuales se constituya una teoría.

Según algunos investigadores, el método científico es el modo de llegar a elaborar teorías,


entendiendo éstas como configuración de leyes. Mediante la inducción se obtiene una ley a partir de
las observaciones y medidas de los fenómenos naturales, y mediante la deducción se obtienen
consecuencias lógicas de una teoría. Por esto, para que una teoría científica sea admisible debe
relacionar de manera razonable muchos hechos en apariencia independientes en una estructura mental
coherente. Así mismo debe permitir hacer predicciones de nuevas relaciones y fenómenos que se
puedan comprobar experimentalmente.

Las leyes y las teorías encierran a menudo una pretensión realista que conlleva la noción de modelo;
éste es una abstracción mental que se utiliza para poder explicar algunos fenómenos y para reconstruir
por aproximación los rasgos del objeto considerado en la investigación. (Sacado de la Enciclopedia
Encarta)

Filosofía de la ciencia
Definición

La filosofía de la ciencia investiga la naturaleza general de la práctica científica. La filosofía de la


ciencia se ocupa de saber cómo se desarrollan, evalúan y cambian las teorías científicas, y si la ciencia
es capaz de revelar la verdad de las entidades ocultas y los procesos de la naturaleza. Su objeto es tan
antiguo y se halla tan extendido como la ciencia misma. Algunos científicos han mostrado un vivo
interés por la filosofía de la ciencia y unos pocos, como Galileo, Isaac Newton y Albert Einstein, han
hecho importantes contribuciones. Numerosos científicos, sin embargo, se han dado por satisfechos
dejando la filosofía de la ciencia a los filósofos, y han preferido seguir 'haciendo ciencia' en vez de
dedicar más tiempo a considerar en términos generales cómo 'se hace la ciencia'. Entre los filósofos,
la filosofía de la ciencia ha sido siempre un problema central; dentro de la tradición occidental, entre
las figuras más importantes anteriores al siglo XX destacan Aristóteles, René Descartes, John Locke,
David Hume, Immanuel Kant y John Stuart Mill. Gran parte de la filosofía de la ciencia es
indisociable de la epistemología, la teoría del conocimiento, un tema que ha sido considerado por casi
todos los filósofos.

El problema de la Inducción

Los resultados de la observación y experimentación suministran la evidencia para una teoría


científica, pero no pueden demostrar que la teoría es correcta. Hasta la generalización empírica más
modesta, por ejemplo, que toda agua hierve a la misma temperatura, va más allá de lo que puede ser
deducido de la evidencia en sentido estricto. Si las teorías científicas no expresaran más que la
evidencia que suele sustentarlas, tendrían poca utilidad. No podrían ser utilizadas para predecir el
curso de la naturaleza, y carecerían de poder explicativo.

El vínculo no demostrativo o inductivo entre la evidencia y la teoría plantea uno de los problemas
fundamentales de la teoría del conocimiento, el problema de la inducción, dada su formulación clásica
por David Hume, el filósofo escocés del siglo XVIII. Hume consideró simples predicciones basadas
en observaciones pasadas, por ejemplo, un vaticinio como: el sol saldrá mañana, teniendo en cuenta
que se ha observado que siempre salía en el pasado. La vida sería imposible sin anticipar el futuro,
pero Hume construyó una argumentación excelente para mostrar que estas inferencias son
indefendibles desde presupuestos racionales. Esta conclusión puede parecer increíble, pero la
argumentación de Hume tiene todavía que ser contestada de un modo concluyente. Admitía que las
deducciones inductivas han sido por lo menos razonablemente fiables hasta ahora, o no estaríamos
vivos para considerar el problema, pero afirmaba que sólo podemos tener una razón para continuar
confiando en la inducción si tenemos algún motivo para creer que la inducción seguirá siendo fiable
en el futuro. Hume demostró entonces que tal razón no es posible. El nudo del problema es que
pretender que la inducción será una garantía en el futuro es, en sí misma, una predicción y sólo podría
ser justificada de manera inductiva, lo que llevaría a una cuestión de principio. En concreto, mantener
que la inducción quizá funcionará en el futuro porque ha resultado útil en el pasado es razonar en
círculo, asumiendo la inducción para justificarla. Si esta argumentación escéptica es válida, el
conocimiento inductivo parece imposible, y no hay un argumento racional que se pueda plantear para
disuadir a alguien que opina, por ejemplo, que es más seguro salir de la habitación por las ventanas
que por la puerta.

El problema de la inducción se relaciona de forma directa con la ciencia. Sin una respuesta a la
argumentación de Hume, no hay razón para creer en ninguno de los aspectos de una teoría científica
que vaya más allá de lo que, en realidad, se ha observado. El asunto no es que las teorías científicas
no resulten nunca ciertas por completo: esto es o debería ser una verdad obvia. El tema es más bien
que no tenemos ninguna razón para suponer, por ejemplo, que el agua que no hemos sometido a
prueba hervirá a la misma temperatura que el agua que hemos probado. Los filósofos han realizado
un continuo esfuerzo para resistir a esta conclusión escéptica. Algunos han tratado de demostrar que
los modelos científicos para sopesar evidencias y formular inferencias son, de algún modo, racionales
por definición; otros, que los éxitos pasados de nuestros sistemas inductivos son susceptibles de
emplearse para justificar su uso futuro sin caer en círculos viciosos. Un tercer enfoque sostiene que,
aunque no podamos demostrar que la inducción funcionará en el futuro, sí podemos demostrar que lo
hará si algún método de predicción lo hace, por lo que es razonable utilizarlo. Mediante teorías más
recientes, algunos filósofos han sostenido que la actual fiabilidad de las prácticas inductivas, algo que
Hume no niega, basta para proporcionar conocimiento inductivo sin otro requerimiento que el que la
fiabilidad esté justificada.

Karl Popper ha aportado una respuesta más radical al problema de la inducción, una solución que
constituye la base de su influyente filosofía de la ciencia. De acuerdo con Popper, el razonamiento de
Hume de que las inferencias son injustificables desde una perspectiva racional es correcto. Sin
embargo, esto no amenaza la racionalidad de la ciencia, cuyas inferencias son, aunque parezca lo
contrario, deductivas en exclusiva. La idea central de Popper es que mientras la evidencia nunca
implicará que una teoría sea verdadera, puede rebatir la teoría suponiendo que sea falsa. Así, un
número de cuervos negros no implica que todos los cuervos sean negros, pero la presencia de un
único cuervo blanco supone que la generalización es falsa. Los científicos pueden, de esta forma,
saber que una teoría es falsa, sin recurrir a la inducción. Además, enfrentados a una elección entre
dos teorías opuestas, pueden ejercer una preferencia racional si una de las teorías ha sido refutada
pero la otra no; entonces es racional preferir una teoría que podría ser verdad respecto a una que se
sabe es falsa. La inducción nunca entra en escena, de modo que el argumento de Hume pierde fuerza.

Esta ingeniosa solución al problema de la inducción se enfrenta con numerosas objeciones. Si fuera
cierta, los científicos nunca tendrían ningún motivo para creer que alguna de sus teorías o hipótesis
son siquiera correctas por aproximación o que alguna de las predicciones extraídas de ellas es verdad,
ya que estas apreciaciones sólo podrían ser justificadas por vía inductiva. Además, parece que la
posición de Popper ni siquiera permite a los científicos saber que una teoría es falsa, puesto que,
según él, la evidencia que podría contradecir una teoría, puede no ser nunca reconocida como correcta.
Por desgracia, las inferencias inductivas que los científicos plantean no parecen ni evitables ni
justificables.

El problema de la descripción

Aunque la discusión de Hume sobre la justificación de la inducción representa un hito en la historia


de la filosofía, sólo ofrece una cruda descripción de cómo, para bien o para mal, los métodos
inductivos funcionan en realidad. Mantenía que la inferencia inductiva es sólo un hábito de formación.
Al haber visto muchos cuervos negros, de modo tácito aplicamos la regla 'más de lo mismo' y
suponemos que el próximo cuervo que encontremos será también negro. Esto, como es evidente, no
hace justicia a la práctica inferencial de los científicos, ya que éstos infieren a partir de la observación
de entidades de una clase para llegar a la existencia y comportamiento de entidades de una clase muy
diferente y a menudo no observable. 'Más de lo mismo' no llevará a los científicos desde lo que se ve
en el laboratorio a la existencia de los electrones o los campos electromagnéticos. ¿Cómo comprueban
entonces los científicos sus teorías, sopesan la evidencia y establecen inferencias? Este es el problema
de la descripción en contraste con el problema de la justificación de Hume.

El problema descriptivo puede parecer fácil de resolver: sólo hay que preguntar a los científicos que
describan lo que hacen. Es una ilusión. Los científicos pueden ser eficaces sopesando evidencias,
pero no son eficaces ofreciendo una declaración de principios que recoja cómo llegan a ellos. Esto no
es más sorprendente que el hecho de que los nativos de habla inglesa sean incapaces de explicar los
principios por los que diferencian las oraciones gramaticales de las no gramaticales. Lo más
sorprendente es cuán difícil ha sido resolver el problema de la inducción incluso para los filósofos de
la ciencia que han dedicado a ello su actividad.

Quizá la forma más corriente de mostrar cómo se comprueban las teorías sea mediante el modelo
hipotético-deductivo, según el cual las teorías se comprueban examinando las predicciones que
implican. La evidencia que muestra que una predicción es correcta, confirma la teoría; la evidencia
incompatible con la predicción, rebate la teoría, y cualquier otra evidencia es irrelevante. Si los
científicos tienen una evidencia suficiente que corrobora y una no evidencia que rebate, pueden inferir
que la teoría examinada es correcta. Este modelo, aunque es aproximado, parece en principio ser un
reflejo razonable de la práctica científica, pero está envuelto en dificultades concretas. La mayoría de
éstas demuestran que el modelo hipotético-deductivo es demasiado permisivo, al tratar evidencias
irrelevantes como si aportaran certezas materiales. Para mencionar tan sólo un problema, la mayoría
de las teorías científicas no implican ninguna consecuencia observable por sí misma, sino sólo al
relacionarse en conjunto con otras suposiciones de base. Si no hay alguna clase de restricción sobre
las suposiciones admisibles, el modelo permitiría considerar cualquier observación como evidencia
para casi cualquier teoría. Esto es un resultado absurdo, pero es difícil en extremo especificar las
restricciones apropiadas.

Dadas las dificultades que afronta el modelo hipotético-deductivo, algunos filósofos han reducido sus
miras y han intentado dar un modelo mejor de refuerzo inductivo para una serie de casos más limitada.
El caso más sencillo es una generalización empírica del tipo 'todos los cuervos son negros'. Aquí
parece claro que los cuervos negros apoyan la hipótesis, los cuervos no negros la refutan, y los no
cuervos son irrelevantes. Aún así, esta modesta consideración entraña otros problemas. Supongamos
que aplicamos el mismo tipo de consideración a la hipótesis un tanto exótica de que todas las cosas
no negras no son cuervos. Los no negros no cuervos (flores blancas, por ejemplo) la apoyan, los
cuervos no negros la refutan, y el resto de los objetos son irrelevantes. El problema surge cuando
observamos que esta hipótesis equivale a la hipótesis original del cuervo; decir que todas las cosas no
negras son no cuervos es sólo un modo poco usual de decir que todos los cuervos son negros. Entonces
¿cualquier evidencia que apoye una hipótesis apoya la otra? Esto nos deja, sin embargo, con la
conclusión bastante extraña de que las flores blancas proporcionan la evidencia de que todos los
cuervos son negros. Esta paradoja del cuervo parece un truco lógico, pero ha resultado muy difícil de
resolver.

Explicación

Un reciente trabajo sobre el problema de los métodos de descripción inferencial en la ciencia ha


tratado de evitar la debilidad del modelo hipotético-deductivo yendo más allá de las relaciones lógicas
para responder a la conexión de la evidencia con la teoría. Algunas consideraciones intentan describir
cómo la plausibilidad de teorías e hipótesis puede variar conforme se va avanzando en las
comprobaciones, y han enlazado esta idea con un cálculo formal de probabilidades. Otras apelan al
contenido específico de las hipótesis sometidas a comprobación, en especial las afirmaciones causales
que hacen muchas de ellas. En el siglo XIX, John Stuart Mill dio cuenta de las inferencias desde los
efectos a las causas que puede ser extendida para aportar un modelo de inferencia científica. Uno de
los procedimientos por el que se ha intentado esa expansión ha sido recurriendo al concepto de
explicación. La idea básica del modelo de inducción para la mejor explicación es que los científicos
infieren desde la evidencia válida a la hipótesis que, de ser correcta, proporcionaría la mejor
explicación de esa evidencia.

Si la inferencia para la mejor explicación debe de ser algo más que un eslogan, sin embargo, se
requiere alguna consideración independiente de explicación científica. El punto de partida para la
mayoría del trabajo filosófico contemporáneo sobre la naturaleza de la explicación científica es el
modelo deductivo-nomológico, según el cual una explicación científica es una deducción de una
descripción del fenómeno para ser explicada desde un conjunto de premisas que incluye, por lo
menos, una ley de la naturaleza. Así, se podría explicar por qué sube el mercurio en un termómetro
señalando el ascenso de la subida en la temperatura a partir de una ley que relaciona la temperatura y
el volumen de los metales. El tema aquí es saber qué hace que algo sea una ley de la naturaleza, otro
de los tópicos centrales de la filosofía de la ciencia. No todas las generalizaciones verdaderas son
leyes de la naturaleza. Por ejemplo, la afirmación de que todas las esferas de oro tienen un diámetro
de menos de diez millas es una verdad presumible pero no es una ley. Las genuinas leyes de la
naturaleza parecen tener un tipo de necesidad de la que carece la afirmación sobre las esferas de oro.
Describen no sólo cómo funcionan las cosas en realidad sino cómo, de algún modo, deben funcionar.
Sin embargo, está lejos de ser evidente cómo tendría que articularse esta noción de necesidad.

Otra dificultad para el modelo deductivo-nomológico de explicación es que, al igual que el modelo
hipotético-deductivo de comprobación, con el cual mantiene una notable similitud estructural, este
modelo también es demasiado permisivo. Por ejemplo, el periodo (la duración de una oscilación) de
un péndulo determinado puede deducirse de la ley que se refiere al periodo y recorrido de los péndulos
en general, junto con el recorrido de ese péndulo determinado. El recorrido del péndulo es
considerado de modo habitual como explicativo del periodo. Sin embargo, la deducción puede
llevarse a cabo en el sentido opuesto: es posible calcular el recorrido de un péndulo si se conoce su
periodo. Pero el periodo no está considerado por lo común como explicativo del recorrido del
péndulo. De este modo, mientras que la deducción funciona en ambos sentidos, se considera que la
explicación va sólo en un único sentido. Dificultades de esta índole han llevado a algunos filósofos a
desarrollar procesos causales de explicación, según los cuales explicamos los acontecimientos
aportando información sobre sus procesos causales. Este enfoque es atractivo, pero pide un análisis
de causalidad, un proyecto que se enfrenta a muchas de las mismas dificultades que tenía analizar las
leyes de la naturaleza. Además, se necesita decir más sobre qué causas de un acontecimiento lo
explican. El Big Bang es presumiblemente parte de la historia causal de cada acontecimiento, pero
no aporta una explicación adecuada para la mayoría de ellos. Una vez más, hay un problema de
permisividad excesiva.

Realismo e Instrumentalismo

Uno de los objetivos de la ciencia es salvar los fenómenos, construir teorías que supongan una
descripción correcta de los aspectos observables del mundo. De particular importancia es la capacidad
para predecir lo que es observable pero todavía no es observado, ya que una predicción precisa hace
factible la aplicación de la ciencia a la tecnología. Lo que resulta más controvertido es si la ciencia
debe también aspirar a la verdad sobre aquello que no es observable, sólo por comprender el mundo,
incluso sin un propósito práctico. Aquellos que pretenden que la ciencia debería, y que así lo hace,
ocuparse de revelar la estructura oculta del mundo son conocidos como realistas. Para éstos, las
teorías tratan de describir esa estructura. Por oposición, aquellos que dicen que la labor de la ciencia
es sólo salvar los fenómenos observables son conocidos como instrumentalistas, ya que para ellos las
teorías no son descripciones del mundo invisible sino instrumentos para las predicciones sobre el
mundo observable. La disputa entre realistas e instrumentalistas ha sido un tema constante en la
historia de la filosofía de la ciencia.

Los científicos realistas no afirman que todo en la ciencia actual es correcto pero, como era de esperar,
afirman que las mejores teorías actuales son poco más o menos verdaderas, que la mayoría de las
entidades a las que se refieren existen en realidad, y que en la historia de la ciencia las últimas teorías
en un campo concreto han estado por lo común más próximas a la verdad que las teorías que
sustituían. Para los realistas, el progreso científico consiste sobre todo en generar descripciones cada
vez más amplias y exactas de un mundo en su mayor parte invisible.

Algunos instrumentalistas niegan que las teorías puedan describir aspectos no observables del mundo
sobre la base de que no se pueden llenar de significado las descripciones de lo que no puede ser
observado. Según esta idea, las teorías de alto nivel son ingenios de cálculo sin significado literal: no
son más descripciones del mundo que lo que son los circuitos de una calculadora electrónica. Otros
instrumentalistas han afirmado que las teorías son descripciones, pero sólo del mundo observable.
Hablar de partículas atómicas y campos gravitatorios sólo es en realidad una taquigrafía de
descripciones de interpretaciones punteras y un movimiento observable. La versión contemporánea
más influyente del instrumentalismo, conocida como empirismo constructivo, adopta una tercera vía.
El significado de las teorías tiene que ser creído literalmente. Si una teoría parece contar una historia
sobre partículas invisibles, entonces esa es la historia que se cuenta. Los científicos, sin embargo,
nunca tienen derecho o necesidad de creer que esas historias son verdad. Todo lo más que puede o
necesita ser conocido es que los efectos observables de una teoría —pasada, presente y futura— son
verdaderos. La verdad del resto de la teoría es cómo pueda ser: toda la cuestión es que la teoría cuenta
una historia que produce sólo predicciones verdaderas acerca de lo que, en principio, pudiera ser
observado.

El debate entre realistas e instrumentalistas ha generado argumentos por parte de ambas escuelas.
Algunos realistas han montado un razonamiento de no milagro. Realistas e instrumentalistas están de
acuerdo en que nuestras mejores teorías en las ciencias físicas han tenido un notable éxito de
predicción. El realista mantiene que este éxito sería un milagro si las teorías no fueran por lo menos
verdaderas por aproximación. Desde un punto de vista lógico es posible que una historia falsa en su
totalidad sobre entidades y procesos no observables pudiera suponer todas esas predicciones
verdaderas, pero creer esto es bastante improbable y, por lo tanto, irracional. Planteado el supuesto
de que a una persona se le da un mapa muy detallado, cuyo contenido describe con gran detalle el
bosque en el que se encuentra, incluso muchos desfiladeros y picos de montañas inaccesibles.
Examina el mapa contrastando los datos en diferentes lugares y, en cada caso, lo que ve es justo como
lo pinta el mapa. Queda la posibilidad de que el mapa sea incorrecto por completo en las zonas que
no ha examinado, pero esto no resulta verosímil. El realista mantiene que la situación es análoga para
toda teoría científica que haya sido bien comprobada.

Los instrumentalistas han hecho numerosas objeciones al razonamiento del 'no milagro'. Algunos han
afirmado que incurre en la petición de principio, tanto como el argumento considerado con
anterioridad, de que la deducción funcionará en el futuro porque ha funcionado en el pasado. Inferir
del éxito observado de una teoría científica la verdad de sus afirmaciones sobre los aspectos no
observables del mundo es utilizar en concreto el modo de deducción cuya legitimidad niegan los
instrumentalistas. Otra objeción es que la verdad de la ciencia actual no es en realidad la mejor
explicación de su éxito de observación. Según esta objeción, Popper estaba en lo cierto, al menos,
cuando afirmó que la ciencia evoluciona a través de la supresión de las teorías que han fracasado en
la prueba de la predicción. No es de extrañar que se piense, por lo tanto, que las teorías que ahora se
aceptan han tenido éxito en cuanto a la predicción: si no lo hubieran tenido, ahora no las aceptaríamos.
Así, la hipótesis que mantiene que nuestras teorías son ciertas no necesita explicar su éxito de
predicción. Por último, algunos instrumentalistas recurren a lo que se conoce como la indeterminación
de la teoría por los datos. No importa el grado de validez de la evidencia, sabemos que hay en principio
innumerables teorías, incompatibles entre sí pero todas compatibles con esa evidencia. Como mucho,
una de esas teorías puede ser verdadera. Tal vez si la objeción resulta válida, es poco probable que la
teoría elegida como eficaz sea la verdadera. Desde este punto de vista, lo que sería milagroso no es
que las teorías de éxito a las que llegan los científicos sean falsas, sino que sean verdaderas.

Una de los razonamientos recientes más populares de los instrumentalistas es la 'inducción pesimista'.
Desde el punto de vista de la ciencia actual, casi todas las teorías complejas con más de cincuenta
años pueden ser entendidas como falsas. Esto se oculta a menudo en la historia de la ciencia que
presentan los libros de texto de ciencia elementales, pero, por ejemplo, desde el punto de vista de la
física contemporánea, Kepler se equivocaba al afirmar que los planetas se mueven en elipses, y
Newton al sostener que la masa de un objeto es independiente de su velocidad. Pero si todas las teorías
pasadas han sido halladas incorrectas, entonces la única deducción razonable es que todas, o casi
todas, las teorías actuales serán consideradas erróneas de aquí a otro medio siglo. En contraste con
esta discontinuidad en la historia de las teorías, según el instrumentalismo se ha producido un
crecimiento constante y sobre todo acumulativo en el alcance y precisión de sus predicciones
observables. Cada vez han llegado a ser mejores salvando los fenómenos, su único cometido
apropiado.

Se han planteado varias respuestas a la inducción pesimista. La mayoría de los realistas han aceptado
tanto la premisa de que las teorías del pasado han sido falsas y la conclusión de que las teorías actuales
serán quizá falsas también. Sin embargo, han insistido en que todo esto es compatible con la
afirmación central realista de que las teorías tienden a mejorar las descripciones del mundo respecto
a aquéllas a las que reemplazan. Algunos realistas también han acusado a los instrumentalistas de
exagerar el grado de discontinuidad en la historia de la ciencia. Se puede cuestionar también la validez
de una deducción desde el grado de falsedad pretérito al actual. De acuerdo con los realistas, las
teorías actuales han sustituido a sus predecesoras porque ofrecen un mejor tratamiento de la evidencia
cada vez más amplio y preciso; por eso está poco claro por qué la debilidad de las viejas teorías
debería ir en contra de las que las sucedan.

Relativismo y Objetividad

Aunque realistas e instrumentalistas discrepan sobre la capacidad de la ciencia para describir el


mundo invisible, casi todos coinciden en que la ciencia es objetiva, porque descansa sobre evidencias
objetivas. Aunque algunos resultados experimentales son inevitablemente erróneos, la historia de la
evidencia es en gran parte acumulativa, en contraste con la historia de las teorías de alto nivel. En
resumen, los científicos sustituyen las teorías pero aumentan los datos. Sin embargo, esta idea de la
objetividad y autonomía de la evidencia observacional de las teorías científicas ha sido criticada,
sobre todo en los últimos 30 años.

La objetividad de la evidencia ha sido rechazada partiendo de la premisa de que la evidencia


científica está, de manera inevitable, contaminada por las teorías científicas. No es sólo que los
científicos tiendan a ver lo que quieren ver, sino que la observación científica es sólo posible en el
contexto de presuposiciones teóricas concretas. La observación es 'teoría cargada'. En una versión
extrema de esta idea, las teorías no pueden ser probadas, ya que la evidencia siempre presupondrá la
misma teoría que se supone tiene que probar. Versiones más moderadas permiten alguna noción de
la prueba empírica, pero siguen introduciendo discontinuidades históricas en la evidencia para
compararla con las discontinuidades a nivel teórico. Si todavía es posible hacer algún juicio del
progreso científico, no puede ser en términos de acumulación de conocimiento, ya se trate de un
enfoque teórico o desde el punto de vista de la observación.

Si la naturaleza de la evidencia cambia conforme cambian las teorías científicas, y la evidencia es


nuestro único acceso a los hechos empíricos, entonces quizá los hechos también cambien. Este es el
relativismo en la ciencia, cuyo representante reciente más influyente es Thomas Kuhn. Al igual que
el gran filósofo alemán del siglo XVIII Immanuel Kant, Kuhn mantiene que el mundo que la ciencia
investiga debe ser un mundo hasta cierto punto constituido por las ideas de aquellos que lo estudian.
Esta noción de la constitución humana del mundo no es fácil de captar. No ocurre lo mismo que en
la visión idealista clásica que explica que los objetos físicos concretos sólo son en realidad ideas
reales o posibles, implicando que algo es considerado como objeto físico o como un objeto de cierto
tipo, por ejemplo una estrella o un planeta, sólo en la medida en la que la gente así los categoriza.
Para Kant, la contribución que parte de la idea y lleva a la estructura del mundo es sustancial e
inmutable. Consiste en categorías muy generales tales como espacio, tiempo y causalidad. Para Kuhn,
la contribución es asimismo sustancial, pero también muy variable, ya que la naturaleza de la
contribución viene determinada por las teorías y prácticas concretas de una disciplina científica en un
momento determinado. Cuando esas teorías y prácticas cambian, por ejemplo, en la transición desde
la mecánica newtoniana a las teorías de Einstein, también cambia la estructura del mundo sobre la
que tratan este conjunto de teorías. La imagen de los científicos descubriendo más y más sobre una
realidad idea independiente aparece aquí rechazada por completo.

Aunque radical desde el plano metafísico, el concepto de ciencia de Kuhn es conservador desde una
perspectiva epistemológica. Para él, las causas del cambio científico son, casi de forma exclusiva,
intelectuales y pertenecen a una reducida comunidad de científicos especialistas. Hay, sin embargo,
otras opciones actuales de relativismo sobre la ciencia que rechazan esta perspectiva de carácter
interno, e insisten en que las principales causas del cambio científico incluyen factores sociales,
políticos y culturales que van mucho más allá de los confines del laboratorio. Ya que no hay razón
para creer que estos factores variables conducen al descubrimiento de la verdad, esta idea social
constructivista de la ciencia es quizás casi más hostil al realismo científico que lo es la posición
kuhniana.

Los realistas científicos no han eludido estos desafíos. Algunos han acusado a los relativistas de
adoptar lo que viene a ser una posición de autocontradicción. Si, como se afirma, no hay nada que
sea verdad, esta afirmación tampoco puede ser entonces verdadera. Los realistas han cuestionado
también la filosofía del lenguaje latente detrás de la afirmación de Kuhn de que las sucesivas teorías
científicas se refieren a diferentes entidades y fenómenos, manteniendo que el constructivismo social
ha exagerado la influencia a largo plazo de los factores no cognitivos sobre la evolución de la ciencia.
Pero el debate de si la ciencia es un proceso de descubrimiento o una invención es tan viejo como la
historia de la ciencia y la filosofía, y no hay soluciones claras a la vista. Aquí, como en otras partes,
los filósofos han tenido mucho más éxito en poner de manifiesto las dificultades que en resolverlas.
Por suerte, una valoración de cómo la práctica científica resiste una explicación puede iluminar por
sí misma la naturaleza de la ciencia.

También podría gustarte