Conversaciones Espirituales - Casiano (Sígueme) - Discernimiento

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Juan Casiano

Juan Casiano

CONVERSACIONES
PARA INICIARSE EN
LA VIDA ESPIRITUAL
CONVERSACIONES SOBRE LA VIDA ESPIRITUAL

EDICIONES
SIGUEME
5. Estos embrimia se adaptan perfectamente al uso
monástico no solo porque son hasta cierto punto có­
modos y se elaboran con poco trabajo y por un módi­
co precio -pues el papiro crece en las orillas del río
Nilo-, sino también porque son fáciles de transportar
gracias a su tamaño manejable y a su poco peso.
De este modo, siguiendo los consejos del ancia­ Segunda conversación
no, nos dispusimos a disfrutar del sueño. Sin embar­
go, nos costó dormimos, porque estábamos muy ale­ EL DISCERNIMIENTO
gres por la conversación que habíamos compartido y, ESPIRITUAL
a la vez, porque esperábamos con impaciencia la que
se nos había prometido.

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1
Prólogo

1. Tras aprovechar el sueño reparador de la no­


che, nos llenó de gozo la primera luz del día, pues ya
podíamos pedir al venerable Moisés que retomara su
discurso.
Abba Moisés comenzó a hablar con estas palabras:
Veo que vuestros deseos son tan ardientes que apenas
os habrá servido el tiempo dedicado al reposo de la
carne, quitándoselo a la conversación espiritual. Por
mi parte, siento una inquietud aún mayor al constatar
vuestro fervor. Así pues, me veo obligado a saldar la
deuda que tengo con vosotros poniendo todo mi celo
en la misma proporción en la que vosotros lo requerís
de mí, según aquellas palabras: Cuando te sientes a la
mesa de un poderoso, fíjate bien en lo que te sirve; al
alargar tu mano, piensa que tú también tendrás que
ofrecer un banquete semejante (Prov 23, 1-2 LXX).
2. Seguidamente, hablaremos del gran bien que es
el discernimiento y de su virtud, tema que íbamos a
abordar anoche antes de poner fin a nuestra conversa­
ción. Consideramos oportuno, en primer lugar, mos­
trar su excelencia a través de las enseñanzas de los pa­
dres. De esta forma, cuando quede claro qué pensaron
o dijeron sobre la discreción nuestros predecesores,
pondremos ejemplos de la caída y ruina de algunos
monjes, tanto en tiempos antiguos como recientes, y

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de cómo sucumbieron con gran daño porque no aspi­ 2
raron a ella. En la medida en la que sea posible, tra­
El discernimiento,
taremos de su utilidad y beneficios. Y solo tras haber
CLAVE DE LA VIDA ESPIRITUAL
reflexionado sobre estos puntos, aprenderemos cómo
debemos procurarla y cultivarla, considerando la dig­
nidad de sus beneficios y de su gracia.
3. En efecto, el discernimiento no debe conside­
rarse una virtud mediocre ni es algo que se pueda al­
canzar tan solo por el esfuerzo de los hombres, sino
que es concedido generosamente por Dios. Leemos 1. Recuerdo que cuando aún era niño y vivía en
que el Apóstol nombra el discernimiento entre los do­ la región de la Tebaida, donde habitaba el venerable
nes más nobles del Espíritu Santo: A uno se le ha dado Antonio, llegaron allí unos ancianos para preguntarle
por medio del Espíritu una palabra de sabiduría, a por el modo de lograr la perfección. La conversación
otro una palabra de ciencia según el mismo Espíritu, se prolongó desde la tarde hasta el amanecer. El tema
a otro la fe en el mismo Espíritu, a otro el don de sa­ que ahora nos ocupa acaparó entonces la mayor parte
nar enfermos en este uno y mismo Espíritu. Y añade: del tiempo. En efecto, durante un buen rato se debatió
A otro el discernimiento de los espíritus. Después, una sobre cuál es la virtud o práctica que consigue mante­
vez que ha completado el catálogo de los carismas es­ ner al monje alejado de las redes y las tentaciones del
pirituales dice: Todo esto se hace por obra de! uno y diablo y conducirlo a la cima de la perfección por un
mismo Espíritu, que los distribuye a cada uno como camino recto y con paso firme.
quiere (1 Cor 12, 8-11). 2. Cada uno exponía lo que pensaba sobre esta
4. Veis que el don del discernimiento no es terre­ cuestión. Para unos, la clave era la práctica de ayu­
nal e insignificante, sino que es el mayor premio de nos y vigilias, pues estos hacen al alma más sutil y
la gracia divina. Si un monje no pone todo su em­ purifican tanto el alma como el cuerpo, de modo que
peño en conseguirlo y no se hace capaz de discer­ la unión con Dios resulta más fácil. Otros ponían en
nir de manera racional los espíritus que entran en su relación este asunto con el desprecio de todas las co­
alma, forzosamente deambulará por lugares lúgubres sas, pues si el alma se desprende por completo de
y tenebrosos en medio de la oscura noche, y no solo todo, llegará a Dios más rápidamente, ya que no ten­
caerá en peligrosas trampas y precipicios, sino que drá ninguna atadura que la retenga. Otros conside­
incluso tropezará una y otra vez por los caminos lla­ raban necesaria la vida anacorética, esto es, el retiro
nos y rectos. en la soledad del desierto, pues quien vive así puede
comunicarse con Dios más fácilmente y unirse a él de
forma más íntima. Algunos interpretaban que es im-

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prescindible ejercer la caridad, o sea, la hospitalidad, huye de cualquier exceso, que muestra al monje que
dado que a quienes la practican el Señor les ha pro­ siempre debe caminar por la vía regia y no le permite
metido de manera especial el reino de los cielos: Ve­ desviarse a la derecha, esto es, sobrepasar de manera
nid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino vana y presuntuosa el límite de la justa continencia
que ha sido preparado para vosotros desde el inicio por un exceso de fervor; tampoco le permite desca­
del mundo. Pues tuve hambre y me disteis de comer, marse por la izquierda, hacia el vicio y la relajación, o
tuve sed y me disteis de beber... (Mt 25, 34-36). Fi­ sea, dejarse dominar por una nociva pereza espiritual
nalmente, tras haber consumido la mayor parte de la bajo el pretexto de cuidar el cuerpo.
noche atribuyendo a diferentes virtudes la capacidad 5. El discernimiento es lo que el Evangelio deno­
de ofrecer un acceso seguro a Dios, tomó la palabra mina «ojo y lámpara del cuerpo»: La lámpara de tu
el venerable Antonio y dijo: cuerpo es tu ojo: si tu ojo es simple, todo tu cuerpo
3. Todas las prácticas que habéis mencionado son será luminoso; pero si tu ojo es malo, todo tu cuer­
necesarias y útiles para los que tienen sed de Dios y po será tenebroso (Mt 6, 22-23), porque él discierne
desean llegar a él. Sin embargo, cuántos hemos visto todos los pensamientos del hombre y los examina, y ve
que observaban con rigor ayunos y vigilias, se retira­ lo que nos conviene hacer.
ban para llevar admirablemente una vida en soledad, 6. Si el discernimiento es malo en el hombre, es
se privaban de todas las riquezas de modo que ni si­ decir, si está privado del juicio o de la sabiduría ver­
quiera se reservaban la comida de un día o retenían dadera, o si está engañado por el error o la presun­
un denario para si, cumplían devotamente con los ción, hará tenebroso todo nuestro cuerpo, esto es, os­
deberes de la hospitalidad y, no obstante, de repente curecerá las capacidades de nuestra mente y nuestros
fracasaron, y en vez de culminar la tarea que habían actos, envueltos en la ceguera de los vicios y en las
emprendido con los resultados deseables tras una tinieblas de las perturbaciones. Si la luz que hay en ti
vida entera dedicada a Dios, concluyeron su admira­ son tinieblas, ¡qué oscuras serán estas tinieblas! (Mt
ble existencia de un modo abominable. Pues bien, si 6, 23). Nadie duda de que, si se equivoca el juicio de
indagamos con atención en la causa de esa caída y ese nuestro corazón en la noche de la ignorancia, también
fracaso, podremos reconocer con claridad qué es lo nuestros pensamientos y nuestras obras, que proceden
que nos conduce a Dios. del discernimiento, se verán envueltos en las oscuras
4. En efecto, las obras virtuosas eran abundantes tinieblas del pecado.
en esas personas, pero les faltaba una: el discernimien­
to. Por esta razón no fueron capaces de perseverar en
las otras hasta el fin. La única causa de su fracaso es
que no fueron instruidos por los ancianos y, por eso,
no pudieron adquirir la virtud del discernimiento, que

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3 4
DOS EJEMPLOS DE FALTA DE DISCERNIMIENTO Necesidad del discernimiento

1. Saúl, que por un juicio divino se hizo merece­ 1. De este discernimiento dice el Apóstol no sola­
dor de ser rey del pueblo de Israel, como no tuvo el mente que sea «lámpara del cuerpo», sino también lo
ojo del discernimiento, fue expulsado del reino por­ siguiente: Que el sol no se ponga sobre vuestra cólera
que todo su cuerpo era tenebroso. Engañado por las (Ef 4,26). Está escrito que el discernimiento es lo que
tinieblas y el error originados en su lámpara, pensó gobierna nuestra vida: Los que no tienen un gobierno
que los sacrificios iban a ser más gratos a Dios que caen como las hojas (Prov 11,14 LXX). Con razón es
la obediencia a los mandatos de Samuel, y por ese considerado como un consejero sin el cual las Escri­
motivo ofendió a la majestad divina justo cuando pre­ turas nos prohíben hacer cualquier cosa, incluso beber
tendía ganarse su favor (1 Re 15). el vino espiritual que alegra el corazón del hombre
2. La misma ignorancia llevó a Acab, el rey de Is­ (Sal 103, 15): Haz todo con buen criterio, con buen
rael, después del triunfo y la extraordinaria victoria criterio bebe el vino (Prov 31, 4 LXX). Y también:
que Dios le había concedido, a considerar que valía Como una ciudad cuyos muros han sido destruidos y
más la misericordia que la fiel ejecución del precepto se encuentra sin defensa, asi es el hombre que obra
divino, que en su opinión era demasiado cruel. Esta sin buen criterio (Prov 25, 28 LXX).
consideración lo confundió, y así prefirió que la cle­ 2. Este último texto nos enseña mediante un sí­
mencia evitara una cruenta victoria. Pero su miseri­ mil cuán pernicioso es carecer de esta virtud, compa­
cordia sin discernimiento lo condenó a una muerte rando al monje con una ciudad cuyas murallas están
irrevocable, porque todo su cuerpo se había vuelto derruidas y carece de defensa. El discernimiento in­
tenebroso (1 Cro 20). cluye la sabiduría, la inteligencia y el juicio, sin los
cuales no podemos edificar nuestro edificio interior y
tampoco acumular riquezas, según lo que está escrito:
Con sabiduría se levanta una casa, con inteligencia
se ponen sus cimientos, con juicio se van llenando
las bodegas de todos los objetos valiosos y de bienes
(Prov 24, 3-4 LXX).

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3. La virtud del discernimiento, tal como la estoy 5
exponiendo, es el alimento sólido que solamente los
Ellamentable caso
adultos y robustos pueden tomar, como dicen las Es­
DEL ANCIANO HERÓN
crituras: El alimento sólido es para los adultos, los
cuales tienen el juicio ejercitado en discernir el bien
del mal (Heb 5, 14). Esta virtud nos es tan útil y ne­
cesaria que las Escrituras la asimilan a la palabra de
Dios: Viva es la palabra de Dios, eficaz y más aguda
que una espada de dos filos; penetra hasta separar el
alma y el espíritu, las articulaciones y los meollos; 1. Para que, según hemos prometido, un ejemplo
discierne los pensamientos y las intenciones del cora­ reciente confirme la definición dada por el venerable
zón (Heb 4, 12). Antonio y por otros padres, recordad lo que habéis
4. Los textos que acabamos de citar atestiguan de visto con vuestros ojos recientemente. Me refiero al
manera evidente que ninguna virtud puede surgir ni anciano Herón, que engañado por el diablo se preci­
mantenerse sin la gracia del discernimiento. Así, tan­ pitó desde la cumbre hasta el abismo. Recordamos
to el venerable Antonio como los demás padres esta­ cómo había vivido cincuenta años en este desierto y
blecieron que es el discernimiento el que conduce al se había mantenido fiel con todo el rigor al ideal de la
monje intrépido con paso firme hasta Dios y el que abstinencia, amando fervorosamente la vida solitaria
conserva intactas las demás virtudes. Gracias a él se más que ninguno de los que han vivido aquí.
asciende con menor fatiga hasta las altísimas cumbres 2. No sé cómo ni en qué circunstancias fue em­
de la perfección, y sin él muchos, a pesar de sus es­ baucado por el tentador después de haber soportado
fuerzos, no alcanzan la cima. El discernimiento es la tantos trabajos, pero su gravísima caída provocó un
madre de todas las virtudes, su vigía y moderador. dolor inmenso a cuantos habitamos este desierto. ¿No
sería acaso porque le faltaba la virtud de la discreción
y prefirió conducirse por sus propios principios antes
que atenerse a las advertencias de los hermanos y a
las enseñanzas de los padres? Él practicaba siempre
con tanto rigor y constancia el ayuno y buscaba tanto
la intimidad de su celda, que ni siquiera la solemnidad
del día de Pascua lo persuadía a compartir con sus
hermanos la comida con que celebraban la fiesta.
3. En efecto, cada año se reunían todos en la igle­
sia para celebrar esta solemnidad. El único que no

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se unía al grupo era Herón, porque no quería dar la 6
impresión de que se relajaba en su propósito al comer
El caso de los dos hermanos
alguna legumbre con ellos. Esta presunción lo llevó
a confundir al ángel de Satanás con el ángel de la
luz (2 Cor 11, 14) y a observar sus órdenes con gran
veneración, como un esclavo sumiso, incluso cuan­
do le mandó arrojarse a un pozo tan profundo que
ningún ojo humano podía divisar el fondo. Ni por un
momento dudó de las promesas del ángel, el cual le 1. ¿Y qué decir de aquellos dos hermanos que vi­
aseguraba que, gracias a sus virtudes y a sus trabajos, vían más allá del desierto de la Tebaida, donde había
no correría ningún peligro. estado una vez el venerable Antonio, y que, dejando a
4. También le aseguró que sus palabras se harían un lado el prudente discernimiento, decidieron aden­
evidentes y quedarían confirmadas cuando todos vie­ trarse en la infinita inmensidad del desierto sin pro­
ran cómo sobrevivía a tal prueba. Así pues, en mitad curarse más alimento que el que Dios tuviera a bien
de la noche Herón se arrojó al pozo, convencido de proporcionarles?
que saldría ileso y demostraría así el mérito de todas 2. Cuando vagaban por el desierto medio muertos
sus virtudes. de hambre, los vieron a lo lejos los maziques, un pue­
Los hermanos, tras grandes esfuerzos, lo sacaron blo que supera al resto en salvajismo y crueldad, pues
medio muerto y falleció tres días después. Pero lo no les motiva a derramar sangre el deseo de botín,
peor fue que Herón se mantuvo tan obstinado en su como a muchos otros pueblos, sino simplemente la
error, que ni siquiera la cercanía de la muerte logró ferocidad de su espíritu. Mas contradiciendo su fero­
convencerlo de que había sido engañado por la astu­ cidad natural, corrieron hacia ellos con panes.
cia del demonio. Uno de los solitarios recuperó entonces el discer­
5. Por eso, a pesar de los enormes esfuerzos que nimiento y tomó los panes como si se los ofreciera el
Herón había realizado durante los largos años vividos Señor mismo de su mano, y dio gracias por ello, pen­
en el desierto, y a pesar de la compasión y la humani­ sando que este alimento le era proporcionado por de­
dad de los que lloraron su muerte, el abba Pafnucio no signio divino, pues sin la intervención de Dios nunca
accedió a que el anciano dejara de ser considerado un habría sucedido que un pueblo que disfruta derraman­
suicida, indigno de la memoria y de la oblación que se do sangre humana les diera a ellos con qué recuperar
hace por los muertos. fuerzas cuando ya estaban agotados y desfallecidos.
El otro, sin embargo, rechazó el alimento al con­
siderar que procedía de simples seres humanos, y al
final murió de hambre.

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3. Aunque los dos hermanos habían actuado mo­ 7
vidos por la misma errónea convicción, uno de ellos
fue capaz de discernir y así corrigió aquel proyecto
El caso de un monje
que había emprendido de manera temeraria e incauta.
El otro, en cambio, se mantuvo firme en su necia pre­
sunción y se olvidó de la virtud del discernimiento.
Y aunque el Señor quiso evitarle la muerte, él se la
dio a sí mismo al no creer en esa intervención divina
gracias a la cual unos bárbaros feroces habían dejado 1. ¿Y qué decir de ese monje cuyo nombre no voy
a un lado su salvajismo y les ofrecían panes en lugar a mencionar porque todavía vive? Durante mucho
de espadas. tiempo recibió al diablo, que se le presentaba envuel­
to en la luz de un ángel, y embaucado por sus nu­
merosas revelaciones y por la luz con que iluminaba
su celda sin necesidad de lámpara, creyó que era un
mensajero de justicia. Al final, el diablo le ordenó
que ofreciese a Dios en sacrificio a su propio hijo, que
vivía con él en el monasterio, para que por medio de
este sacrificio se equiparase al patriarca Abrahán.
2. El monje, seducido por las dotes de persuasión
del diablo, habría cometido el asesinato si su hijo, al
verlo afilar el cuchillo más de lo habitual y buscar las
cuerdas con las que lo iba a atar para inmolarlo, no
hubiera sospechado de sus criminales intenciones y
no hubiera huido lleno de terror.

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8 Ninguno de estos monjes de los que hemos habla­
do habría caído tan tristemente en este engaño si se
El
caso del monje
hubiera preocupado de adquirir el discernimiento.
QUE ABANDONÓ LA FE CRISTIANA
En conclusión, los muchos casos y ejemplos que
hemos considerado demuestran hasta qué punto es
pernicioso carecer del don del discernimiento.

1. Sería demasiado largo contar con detalle el


engaño que sufrió un monje de Mesopotamia. Vivía
en aquella provincia entregado a una abstinencia tal
que muy pocos serían capaces de imitar, y además
completamente encerrado en su celda durante mu­
chos años. Pues bien, después de tantos esfuerzos y
virtudes por los que se había destacado entre todos
los monjes allí residentes, fue víctima de un engaño a
través de revelaciones y sueños diabólicos, de mane­
ra que lamentablemente se convirtió al judaismo y se
hizo circuncidar en la carne.
2. El diablo logró inducirlo a creer en este enga­
ño por medio de repetidas apariciones. Así, durante
mucho tiempo se le presentó como si fuera un ángel
que le anunciaba revelaciones verídicas. Al final le
mostró, por un lado, al pueblo cristiano y a los prín­
cipes de nuestra religión y de nuestra fe, es decir, a
los apóstoles y los mártires, con un aspecto tenebroso
y tétrico, con una palidez mortal y deforme; y, por
otro, a los judíos, a Moisés, a los patriarcas y a los
profetas exultantes de alegría y rodeados de una luz
esplendorosa. Con ello lo persuadió para que, a fin
de participar en los méritos y la felicidad de estos
últimos, se apresurara a circuncidarse.

76 77
y 10

Pregunta sobre la adquisición La humildad


DEL DISCERNIMIENTO

Entonces intervino Germán diciendo: Gracias a los 1. Moisés: El genuino discernimiento únicamente
ejemplos que has puesto y a las enseñanzas de los pa­ se consigue por medio de la verdadera humildad. La
dres, ya tenemos meridianamente claro que el discer­ primera manifestación de esta humildad es someter al
nimiento constituye, de alguna manera, la fuente y la juicio de los ancianos no solo lo que vamos a hacer,
raíz de las virtudes. sino incluso nuestros pensamientos. Así, no hemos de
Ahora deseamos saber cómo adquirirlo y cómo fiarnos de nuestro propio juicio, sino aceptar siempre
lograremos saber si es verdadero y procede de Dios las opiniones de los ancianos y aprender de sus labios
o si es falso y diabólico. De acuerdo con la parábola qué hay que juzgar como bueno y qué hay que juzgar
evangélica que utilizaste en la conversación anterior, como malo.
deseamos parecemos a ese hábil cambista que, al ver 2. Esta disciplina no solo enseñará al joven a pro­
la imagen impresa del rey legítimo en una moneda, gresar por el camino recto del discernimiento, sino
es capaz de determinar si su acuñación es auténtica que lo protegerá de los engaños e insidias del ene­
o de rechazarla si es falsa, como nos explicaste ayer migo. De ninguna manera podrá ser engañado quien
con palabras sencillas. Para ello queremos aprender vive según el criterio no de su propio juicio, sino del
esa destreza que debe poseer el cambista espiritual y de los ancianos. El astuto diablo nunca podrá defrau­
evangélico1. Porque ¿de qué nos sirve conocer los mé­ dar a quien no oculta, por un pudor nocivo, todos los
ritos de su virtud y de su gracia si no sabemos cómo pensamientos que nacen en su corazón, sino que los
buscarla y adquirirla? somete al juicio clarividente de los ancianos para ad­
mitirlos o rechazarlos.
3. En efecto, un pensamiento maligno pierde su
vigor en cuanto se muestra a otros. En efecto, gracias
a la virtud de la confesión, antes incluso de que el
discernimiento emita su juicio, la sórdida serpiente,
I. Conversación 1,20. por llamarla de esta manera, es arrastrada desde su

78 79
r

guarida subterránea hasta la luz, es sometida al escar­ 11


nio y desaparece. Sus nocivas sugestiones solo domi­
La enseñanza del abba Serapión
nan en nosotros mientras permanecen encerradas en
SOBRE EL DISCERNIMIENTO
nuestro corazón.
Pero para que comprendáis de manera más eficaz
el valor de mis palabras, os contaré un hecho del abba
Serapión que él mismo narraba a los hermanos más
jóvenes para instruirlos.

1. Cuando aún era un niño -recordaba el abba Se­


rapión- y vivía con el abba león, por influencia del
diablo contraje la siguiente costumbre: después de ce­
nar con el anciano a la hora nona, escondía siempre
un trozo de pan en mi regazo para comerlo más tarde
ocultamente, sin que él lo supiera. Aunque reincidía
en este hurto de manera consciente y con vehemencia,
una vez consumado el deseo fraudulento recapacitaba
y caía en la cuenta de que el remordimiento que sentía
por haber cometido ese robo era más intenso que el
disfrute de comer el pan.
2. Así, cada jomada me veía obligado a realizar,
con gran dolor de mi corazón, esta molestísima tarea,
como si los capataces de Faraón me hubieran impues­
to la carga de hacer ladrillos (Ex 5). No podía librarme
de esta cruel tiranía, pero tampoco me atrevía a reve­
lar al anciano mi hurto. Por fin un día Dios tuvo a bien
librarme de aquel yugo opresor.
Sucedió así: algunos hermanos monjes fueron a la
celda del anciano para ser edificados.
3. Cuando terminó la cena, comenzó la charla es­
piritual. En respuesta a las preguntas que le planteaban
acerca del pecado de la gula y de la tiranía de los pen­
samientos secretos, el anciano explicó su naturaleza

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y se refirió a la fuerza virulenta que poseían mientras nos permitía permanecer en ella. El anciano retomó
permanecían escondidos. Entonces yo, afligido por su su admonición: «He aquí que el Señor te ha mostrado
enseñanza y asustado por la voz de mi conciencia, que de manera evidente la verdad de mis palabras, para
reprobaba mi falta, pensé que había dicho esas pala­ que reconozcas con tus propios ojos al autor de esa
bras porque el Señor le había revelado los secretos de pasión tuya, que ha sido expulsado de tu corazón.
mi corazón. Al principio reprimí mi llanto, pero des­ Una vez que ha sido descubierto gracias a tu libera­
pués creció la compunción de mi corazón y estallé en dora confesión, comprobarás que nunca más habitará
gemidos y lágrimas. Entonces saqué de mi cómplice y en ti, ya que ha huido de manera manifiesta».
encubridor regazo el trozo de pan sustraído según mi Por eso -continuaba Serapión-, según las palabras
pecaminosa costumbre y lo puse delante de todos, me del anciano, gracias a la virtud de la confesión el do­
prosterné y les confesé que comía todos los días en minio de esta tiranía diabólica se extinguió y desapa­
secreto, les que pedí perdón y les imploré entre abun­ reció para siempre, hasta el punto de que el enemigo
dantísimas lágrimas que orasen al Señor para que me jamás desde entonces ha intentado avivar en mí la gula
liberase de ese duro cautiverio. y tampoco me he vuelto a sentir tentado a robar.
4. Entonces me dijo el anciano: «Ten confianza, 6. Esto mismo expresa el Eclesiastés con gran be­
hijo mío. Tu confesión te ha liberado de tu cautiverio lleza: Si la serpiente muerde sin silbar, el encantador
sin que yo haya dicho nada. Has vencido a tu adver­ no sirve de nada (Ecl 10, 11 LXX). Con esto quiere
sario que hasta ahora te había vencido a ti, y lo has decir que el mordisco de la serpiente silenciosa es da­
derribado con más fuerza que aquella con la que él te ñino, esto es, que si una sugestión o un pensamiento
había abatido cuando guardabas silencio. Como hasta diabólico no le fuera revelado a través de la confe­
ahora ninguna palabra tuya o de otro lo había repri­ sión a un encantador, o sea, a un hombre espiritual
mido, le permitiste dominar en ti según las palabras que tiene experiencia en curar las heridas y en extraer
de Salomón: Como no se reprime enseguida a los que del corazón el nocivo veneno de la serpiente valién­
hacen el mal, el corazón de los hijos de los hombres dose de las enseñanzas de la Biblia, éste no podrá so­
está tan lleno de crimen (Ecl 8,11 LXX). Por eso este correr a quien se halla en peligro o a punto de morir.
malvado espíritu no podrá inquietarte más después Llegaremos fácilmente a la ciencia del verdadero dis­
de haberlo denunciado; la horrible serpiente no podrá cernimiento si seguimos las huellas de los ancianos
utilizarte más como escondrijo, puesto que tú la has en vez de aventuramos a hacer algo nuevo o a discer­
traído a la luz desde las tinieblas de tu corazón gracias nirlo según nuestro juicio. Caminemos, pues, en todo
a tu liberadora confesión». momento por donde nos muestran sus enseñanzas o
5. No había terminado el anciano de hablar cuan­ la santidad de su vida.
do una lámpara encendida salió de mi regazo y llenó 7. El que está sólidamente instruido en esto no
la celda de un hedor a azufre tan intenso que casi no solo llegará al perfecto discernimiento, sino que tam-
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bien permanecerá protegido de todas las insidias del 12
enemigo. El diablo precipita al monje a la muerte solo
El miedo a manifestar
cuando este, rechazando los consejos de los ancianos,
NUESTROS PENSAMIENTOS
prefiere atenerse a su propio juicio y confiar en su opi­
nión personal.
Ninguna de las artes y profesiones inventadas por
el genio humano, que se palpan con las manos y se
ven con los ojos y que solo son provechosas para las
necesidades de este mundo, puede ser aprendida y
ejercida sin que alguien nos la enseñe. Por eso resul­ Germán: El origen principal de esta perniciosa
ta tan insensato pensar que la única que no precisa vergüenza por culpa de la cual tendemos a esconder
de maestro es la del discernimiento, que es invisible nuestros malos pensamientos, se pone de manifiesto
y oculta, que solo se puede asimilar con un corazón en casos como el siguiente, que hemos conocido no
absolutamente purificado y que, en caso de error, el hace mucho.
daño que se inflige no es solo temporal, ya de suyo Resulta que en Siria había un monje al que los an­
nada fácil de reparar, sino la perdición del alma y la cianos le reconocían una gran autoridad. Este repro­
muerte eterna. bó duramente y con gran indignación a otro monje
8. Pues vivimos en un combate permanente, de no­ que le había mostrado en confesión sus pensamientos
che y de día, no contra enemigos visibles, sino contra con absoluta sinceridad.
enemigos invisibles y crueles. Y esta lucha espiritual Precisamente el miedo a ser reprendidos con du­
no es contra uno o dos enemigos, sino contra legiones reza hace que nos guardemos los pensamientos para
innumerables. Y si uno de nosotros cae en sus ma­ nosotros y que no nos atrevamos a compartirlos con
nos, esa caída resulta perniciosa para todos, porque el los ancianos. En consecuencia, no logramos el reme­
enemigo se vuelve más encarnizado y su ataque más dio para ellos.
escondido.
Así pues, conviene que sigamos siempre con gran
escrúpulo las huellas de los ancianos y les comuni­
quemos todo lo que sucede en nuestro corazón, levan­
tando el velo de la vergüenza.

84 85
13 dio cuenta; se cubrió de canas y lo ignoró (Os 7, 9),
Estos no pueden ofrecer a los jóvenes la honestidad
LOS FALSOS MAESTROS Y LA COMPASIÓN
de su vida ni el rigor digno de alabanza e imitación
con que persiguen su propósito, sino solo su avanzada
edad. Pero el astuto enemigo usa la aparente autori­
dad de sus canas para defraudar a los jóvenes, y con
fraudulenta habilidad utiliza los ejemplos de sus vidas
para derribar y engañar a quienes, por propia decisión
1. Moisés: No todos los jóvenes son igual de fer­ o por consejo de otros, se animaron a emprender el
vorosos, ni están igual de instruidos en las mejores camino de la perfección. Las doctrinas y enseñanzas
disciplinas y costumbres. Tampoco todos los ancianos de esos falsos ancianos conducen a los jóvenes a una
muestran la misma perfección y virtud. Las riquezas nociva tibieza y a una desesperación mortal.
de los ancianos no dependen de sus canas, sino del 4. Acerca de esto quiero poneros un ejemplo sin
celo con que trabajaron en su juventud para adquirir­ nombrara la persona implicada, para que no nos pase
las: Lo que no recogiste en tu juventud, ¿como lo en­ lo mismo que a aquel que hizo públicos los errores
contrarás en tu vejez? (Eclo 25, 5). La vejez honora­ de su hermano después de que este se los contara de
ble no es la que dura mucho ni la que cuenta muchos manera confidencial. Me limitaré, pues, a exponer el
años. La verdadera vejez es la sabiduría; la auténtica hecho, del que podréis aprender una lección útil.
ancianidad, una vida sin mancha (Sab 4, 8-9). En cierta ocasión, uno de nuestros monjes jóvenes,
2. Por eso no debemos seguir las huellas, ni recibir que no era de los menos fervorosos, llevado por el
la doctrina y los consejos de los ancianos que simple­ deseo de progresar y de hallar remedio a sus males,
mente tienen la cabeza cubierta de canas y cuyo único acudió a un anciano conocido por mi. Le confesó con
título es la longevidad. En cambio, hemos de escu­ sencillez que le atormentaban los deseos de la carne y
char a los que en su juventud llevaron una vida dig­ el espíritu de la fornicación, pensando que, gracias a
na de alabanza e irreprochable, y que no se formaron la oración del anciano, encontraría consuelo para sus
según su propio parecer, sino según las tradiciones de tormentos y remedip para sus heridas. Lejos de eso,
los mayores. Hay ancianos -por desgracia demasia­ el anciano lo increpó con palabras llenas de amargura,
dos- que en su adolescencia cayeron en la tibieza y tachándolo de miserable y de persona indigna de lle­
han envejecido en la indolencia, y que han adquirido var el nombre de monje, puesto que se dejaba atraer
autoridad no por la madurez de sus costumbres, sino por el vicio de la concupiscencia. Estos reproches
tan solo por el número de sus años. causaron el efecto contrario: hirieron tanto al joven
3. A estos les reprocha el Señor por medio del Pro­ que cayó en la absoluta desesperación y abandonó su
feta: Unos extranjeros devoraron su fuerza y no se celda con una tristeza mortal.

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5. Sumido en una tristeza tan intensa, abandonó la ponerse al nivel de las debilidades de los afligidos y
idea de buscar un remedio para su sufrimiento y ya de sentir compasión ante la fragilidad de los jóvenes».
solo pensaba en saciar su concupiscencia. Entonces el Nada más concluir esta oración entre sollozos, vio a
abba Apolo, el más experimentado de todos los ancia­ un horrible ser enfrente de la celda lanzando un dar­
nos, se encontró con él. Al verlo cabizbajo, adivinó su do ardiente al monje. Azuzado por aquella flecha, este
sufrimiento y la vehemencia del combate que estaba salió de su celda corriendo de un lado a otro como un
librando silenciosamente en su corazón. El abba le loco, entrando y saliendo hasta que, incapaz de que­
preguntó por la causa de su sufrimiento, pero el jo­ darse quieto, decidió marcharse por el mismo camino
ven no fue capaz de responder ni siquiera una palabra. por el que aquel joven había querido irse.
El anciano, sabedor de que pretendía ocultar el mo­ 8. El abba Apolo, al ver que el monje se agitaba
tivo de su enorme tristeza -aunque en vano, porque como un demente enfurecido, entendió que el dardo
su cara le traicionaba-, insistió en preguntarle por las encendido del diablo que había visto le había alcan­
causas de ese dolor secreto. zado en el corazón, prendiendo en él el fuego inso­
6. El joven, viéndose sin escapatoria, confesó que portable de la confusión del alma y el trastorno de
iba a la aldea para casarse y volver a la vida secular, los sentidos. Entonces se acercó y le preguntó: «¿A
pues según aquel anciano no valía para ser monje, ya dónde vas? ¿Qué es lo que te inquieta hasta el punto
que no era capaz de refrenar los apetitos de la carne de corretear por todas partes como un niño olvidando
ni de hallar un remedio contra sus tentaciones. Enton­ la compostura propia de tu edad?».
ces Apolo lo consoló con dulces palabras y le dijo que 9. Confuso por los reproches de su conciencia y
también él era atacado todos los días por las mismas por su ridicula agitación, el monje creyó que la lla­
apetencias y tempestades, y que no debía caer por eso ma que quemaba su corazón había sido descubierta y
en la desesperación ni sorprenderse de la violencia de que los secretos de su espíritu habían sido revelados.
la tentación, y que esta puede vencerse gracias al es­ Viendo que no se atrevía a responder, Apolo le dijo:
fuerzo persistente y a la misericordia y la gracia de «Vuelve a tu celda y comprende que hasta ahora el
Dios. Le pidió al joven que retrasase un día su marcha diablo te ha ignorado, te ha despreciado, no te ha he­
y le animó a volver a la celda. Después, se dirigió a cho caso y no te ha considerado digno de pertenecer
toda prisa al eremitorio del anciano. al grupo de monjes cuyos progresos y santos deseos
7. Al acercarse a él, extendió los brazos para orar y lo incitan a combatirlos sin cesar. En todos tus años
dijo entre lágrimas: «Señor, tú que eres el único capaz de profesión monástica no has recibido de él más que
de ver las fuerzas secretas que hay en el hombre y su un solo dardo y no has sido capaz no ya de rechazarlo,
debilidad, tú, que eres el médico invisible y piadoso, sino ni siquiera de soportarlo un solo día. El Señor ha
haz que la tentación que sufre aquel joven pase a este permitido que fueses herido por él para que, al menos
anciano, para que también en su vejez sea capaz de en la vejez, aprendieras por experiencia a compade-

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certe de las debilidades ajenas y ser comprensivo con Ahora ya se ha logrado el objetivo que buscaba
la fragilidad de los jóvenes. Tú recibiste a ese monje el Señor con su intervención, esto es, liberar a aquel
que sub ía los ataques del demonio, pero no solo no le joven de sus perniciosos deseos e instruirte a ti acer­
ofreciste consuelo, sino que, después de que cayera en ca de la violencia de su tentación y de la virtud de la
una perniciosa desesperación, entregaste a ese joven compasión. Así pues, imploremos juntos en nuestras
que se había confiado en tus manos a las manos del oraciones que concluya el castigo que el Señor ha
enemigo, para que fuera tristemente devorado por él. querido infligirte para tu escarmiento -él es el que
10. Sin duda el diablo no lo habría combatido con hiere y el que cura, él es el que humilla y exalta, el
tanta violencia -al contrario de lo que hasta ahora ha­ que da la muerte y la vida, hunde en el abismo y saca
bía hecho contigo- si no hubiera visto con recelo sus de él (l Sin 2, 6-7)- y que apague mediante el abun­
progresos futuros; tampoco se habría apresurado a ata­ dante rocío de su Espíritu las flechas ardientes del
jar su virtud y a obstaculizarla con sus flechas de fuego diablo que, por mediación mía, él permitió que te al­
si no lo hubiera considerado más fuerte que tú. Por canzaran».
el contrario, el diablo vio necesario combatirlo con 12. Gracias a la plegaria del anciano, el Señor tuvo
tal vehemencia. Aprende, pues, en tu propia carne a a bien retirar esta tentación con la misma rapidez con
compadecerte de los que sufren, a no aterrorizar a los que la impuso, pero también enseñó con claridad que
que están en peligro de caer en perniciosa desespera­ no se debe reprochar a nadie por sus errores cuando
ción y a no exasperarlos con durísimas palabras, sino los ha confesado y que no se debe despreciar el dolor
a animarlos y consolarlos con dulzura y cordialidad, del que sufre. Tampoco la impericia o la ligereza de
según el precepto del sapientísimo Salomón: No dejes uno o más ancianos deben apartar o excluir a nadie
de rescatar a los que son conducidos a la muerte ni del camino de salvación del que ya hemos hablado,
de salvar a los que van a ser ejecutados (Prov 24, 11 pues el perverso enemigo usa las canas para enga­
LXX). Siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador, no ñar a los jóvenes. Al contrario, retirando el velo del
quiebres una caña cascada ni apagues la mecha que pudor, deben revelar todo a los padres espirituales y
todavía humea (Mt 12, 20). Pide al Señor la gracia de recibir de ellos remedios para las heridas y ejemplos
poner por obra esta virtud y de poder cantar con con­ de vida santa.
fianza: El Señor me ha dado una lengua sabia para Y nosotros, por nuestra parte, veremos cómo pro­
que sepa apoyar a quien está abatido (Is 50, 4). gresamos si no osamos emprender algo según nues­
11. En efecto, nadie puede hacer frente a las in­ tro propio juicio y presunción.
sidias del enemigo, nadie puede extinguir o reprimir
los deseos de la carne, que arden en nosotros con un
fuego natural, si la gracia de Dios no ayuda a su fra­
gilidad, lo proteje y lo fortalece.

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Las Escrituras prescriben El ejemplo del apóstol Pablo
DEJARSE ACONSEJAR POR UN ANCIANO

En fin, esta manera de obrar ateniéndonos al jui­ 1. Cristo se aparece a Pablo y le habla directamen­
cio de los ancianos es grata a Dios, como lo muestra te. También podría mostrarle directamente el cami­
el hecho de que también encontremos estas enseñan­ no de la perfección; sin embargo, prefiere dirigirlo a
zas de manera explícita en las Sagradas Escrituras. Ananías, y le manda que aprenda de él el camino de
Dios decidió elegir al joven Samuel, pero no qui­ la verdad diciéndole: Levántate y entra en la ciudad:
so instruirlo directamente con sus propias palabras, allí se te dirá lo que tienes que hacer (Hch 9, 6).
sino que prefirió que se dirigiese a un anciano una Así pues, también el Apóstol fue enviado a un an­
y dos veces (1 Re 3). Quería que ese niño, a quien ciano. Cristo consideró que era mejor que fuese ins­
llamaba a conversar con él, fuese instruido por aquel truido por el anciano que hacerlo él mismo en perso­
anciano, y eso que este había ofendido a Dios. Una na, a fin de que lo que en el caso de Pablo habría sido
vez que consideró a Samuel digno su vocación, pre­ adecuado, no se convirtiera en un mal ejemplo que,
firió que fuera instruido por un anciano, para probar en el futuro, alguien pudiera aducir para justificar la
así la humildad de quien estaba destinado a un minis­ pretensión de ser instruido directamente por Dios y no
terio divino y para proponerlo a los jóvenes como un tener necesidad de acudir a la escuela de los ancianos.
modelo de obediencia. 2. El propio Apóstol enseña no solo con sus escri­
tos, sino también con su conducta, que tal presunción
resulta absolutamente detestable. En efecto, él cuen­
ta que subió a Jcrusalén con el único propósito de
exponer, de manera personal y amistosa, a los otros
apóstoles y predecesores en el apostolado el Evange­
lio que predicaba a los gentiles acompañado por la
gracia del Espíritu Santo y por signos y prodigios: Y
les expuse el Evangelio que predico entre las gentes,
para no correr o haber corrido en vano (Gal 2, 2).

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3. ¿Quién será tan presuntuoso y ciego que se 16
atreva a fiarse de su propio juicio y discernimiento,
Moderación frente a radicalismos
cuando hasta este vaso de elección muestra que ne­
cesitó hablar con los otros apóstoles? Esto pone de
relieve que Dios no enseña el camino de la perfección
a quien, teniendo a mano con quién instruirse, despre­
cie la doctrina y las enseñanzas de los ancianos sin
hacer caso de aquellas palabras que hay que observar
1. Con todas nuestras fuerzas debemos procurar­
con sumo celo: Pregunta a tu padre y te lo enseñará,
nos el bien del discernimiento a través de la virtud
pregunta a los ancianos y te lo dirán (Dt 32, 7).
de la humildad, que nos puede mantener a salvo de
ambos excesos. En efecto, el viejo proverbio griego
dice: Akrótétes isotétes, todos los extremos se tocan.
En efecto, tanto el ayuno exagerado como la gloto­
nería terminan igual; las vigilias inmoderadas llevan
al monje al mismo desastre que el dormir demasiado.
Las privaciones excesivas debilitan y devuelven al
monje al estado en el que surgen la negligencia y el
descuido. Yo he visto a muchos que no eran seducidos
por la glotonería pero fueron abatidos por ayunos in­
moderados, que los debilitaron y los hicieron sucum­
bir a la pasión que habían vencido antes.
2. Y algunos a quienes no logró vencer el sueño
fueron derrotados por unas vigilias i i-racionales e in­
contables noches en vela. Por eso dice el Apóstol: Con
las armas de lajusticia por la derecha y por la izquier­
da (2 Cor 6, 7) caminemos por el camino recto con
moderación y avancemos entre los extremos opuestos
con ayuda del discernimiento, de modo que nada nos
aleje del camino de la continencia que se nos ha asig­
nado, para que, por una desidia funesta, no caigamos
de nuevo en las tentaciones de la glotonería.

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Peligros Pregunta sobre el límite
DE UNA ABSTINENCIA INMODERADA DE LA CONTINENCIA

1. Recuerdo que en cierta etapa de mi vida rechacé Germán: ¿Cuál es entonces el límite de la conti­
con tanta vehemencia el apetito de comer, que después nencia, al que tenemos que ceñimos con moderación
de pasar dos o tres días sin tomar nada ya ni siquiera y por el que podemos caminar fuera de peligro entre
me acordaba de la comida. También, por instigación un extremo y otro?
diabólica, privé a mis ojos del sueño. Al final, duran­
te muchas noches y muchos días le pedí a Dios que
me concediese algunos momentos de reposo, pues me
había dado cuenta de que, al rechazar el sueño y el
alimento, me estaba exponiendo a un peligro mayor
que si me sometiera a la pereza y a la glotonería.
2. Así pues, por un lado tenemos que estar atentos
para no caer en la perniciosa relajación de disfrutar
demasiado de las apetencias corporales, o de comer
antes de la hora establecida para saciar nuestro ape­
tito, o de excedemos en la cantidad de comida. Y por
otro, conviene dormir y alimentarnos a las horas se­
ñaladas, aunque no tengamos ninguna gana.
Tanto una guerra como la otra surgen por insti­
gación del demonio. Con todo, es más peligrosa la
abstinencia inmoderada que la satisfacción del ape­
tito. Porque esta se puede moderar con ayuda de un
saludable arrepentimiento, mientras que de la otra es
imposible salir.

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La comida adecuada El régimen prescrito
PARA CADA DÍA NO peca de escaso

Moisés: Es sabido que sobre este tema debatieron Nos alegramos al oír estas palabras por boca de
a menudo nuestros padres. abba Moisés y respondimos que tal régimen no nos
Tras considerar las prácticas de aquellos monjes parecía en absoluto escaso, ya que nosotros no sería­
que únicamente se alimentaban de legumbres, hierbas mos capaces de comer los dos panes prescritos.
o fruta, al final concluyeron que lo mejor es alimen­
tarse solo de pan.
También determinaron que la cantidad adecuada
son dos pequeños panes, que juntos no llegan a pesar
medio kilo.

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Observar con fidelidad Dieta equilibrada
EL RÉGIMEN PRESCRITO

1. Moisés: Si queréis probar los efectos de este 1. La regia general en lo que se refiere al ayuno
régimen, ateneos a él siempre, sin añadir ningún ali­ consiste en que cada uno, según sus fuerzas corpora­
mento cocido los domingos, los sábados o con mo­ les y su edad, se alimente conforme a lo que necesita
tivo de la visita de algún hermano. Porque cuando para el sustento de su carne, y no movido por el deseo
se sacia el cuerpo con más comida que la prescrita, de saciarse.
los siguientes días tiende a comer menos e incluso a En ambos casos será grande el daño causado por
ayunar sin fatiga, pues se siente con fuerzas gracias un régimen desigual, tanto si se castiga el vientre con
a aquel alimento extra. la falta de alimentos como si se llena en exceso.
2. Pero esto no lo podrá hacer quien se conforme 2. En efecto, así como el alma fatigada por la falta
con la ración prescrita de manera constante, y tam­ de alimentos carece de fuerzas para dedicarse a la
poco podrá pasar dos días sin comer pan. En efecto, oración y, afectada por el cansancio corporal, se en­
recuerdo que nuestros mayores (y yo mismo lo he ex­ trega a la somnolencia, de la misma manera la carne
perimentado) sobrellevaron esta austeridad con gran sobrecargada por la glotonería no podrá orar a Dios
esfuerzo y dificultad, y soportaron este régimen con con plegarias puras y vivas.
tanto sufrimiento y tanta hambre que, al terminar de Por otra parte, tampoco será capaz de mantener la
comer, se levantaban de la mesa de mala gana, incluso pureza de la castidad, ni siquiera aquellos días en que
afligidos y tristes. se vea sometida al ayuno, si la víspera ha avivado
con la leña de la coñuda el fuego de la concupiscen­
cia camal.

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La continencia en el comer Un ejemplo de glotonería

1. Todo aquello que se acumula en nuestro cuerpo 1. Ciertamente, atenerse a este régimen requie­
por la abundancia de alimento, termina siendo recha­ re esfuerzo. De hecho, quienes no han adquirido un
zado y expulsado por la propia naturaleza, pues esta discernimiento perfecto prefieren ayunar dos días y
no admite el exceso de ningún humor, por conside­ reservar para el día siguiente los panes que les corres­
rarlo nocivo y contrario a sí misma. Debemos, pues, ponden hoy, para que, cuando llegue el momento de
someter siempre nuestro cuerpo a una austeridad ra­ comer, puedan sentir la saciedad que anhelan.
zonable y justa. Y si bien mientras permanezcamos Vuestro compatriota el monje Benjamín solía ha­
en esta carne no podremos evitar esta necesidad na­ cer esto, como bien sabéis. Con el fin de evitar esta
tural, al menos lograremos que tales inmundicias no austeridad cotidiana y este castigo incesante de tomar
nos salpiquen más que dos o tres veces al año. Esto tan solo dos panes al día, prefirió ayunar dos días y
debe suceder sin haberlo deseado nosotros, mientras satisfacer después su glotonería con doble ración, lle­
dormimos y sin haberlo provocado mediante torpes nando su vientre con los cuatro panes que reservaba
fantasías surgidas de una oculta concupiscencia. durante sus días de ayuno.
2. Por esto, se ha establecido esa continencia mo­ 2. Seguro que recordáis cómo terminó por culpa
derada, equilibrada y refrendada por el juicio de los de su pertinacia y de su obstinación en preferir los
padres que ya hemos indicado: comer todos los días juicios de su alma a las enseñanzas de los ancianos:
algo de pan, pero quedarse con un poco de hambre. abandonó el desierto y regresó a la inane sabiduría
Así se conservan tanto el alma como el cuerpo en un de este mundo y a la vanidad de la vida mundana. Su
estado de equilibrio, y el alma no se debilita por fati­ caída viene a confifmar las enseñanzas de los ancia­
gosos ayunos ni se satura con comidas excesivas. nos, y su ejemplo y ruina enseñan que quien se fía de
Este régimen frugal consigue además que, al ter­ su propio criterio y juicio no alcanza jamás la cumbre
minar el día, uno no sienta hambre ni se acuerde de de la perfección. Más aún, es imposible que no sea en­
lo que ha comido. gañado por los perniciosos engaños del diablo.

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Pregunta sobre cómo ser fieles Continencia y hospitalidad
AL PRACTICAR LA CONTINENCIA EN EL COMER

Germán: ¿Cómo podemos atenernos con fidelidad 1. Moisés: Hemos de cumplir con idéntico celo
a la medida que propones? Sucede que muchas veces tanto la fidelidad en la continencia como la hospita­
no tenemos más remedio que romper la estación1 del lidad. Debemos observar escrupulosamente la mode­
ayuno a la hora nona por la llegada de unos hermanos. ración en el alimento por amor a la continencia y a la
Pues, para agasajarlos como conviene y no faltar a la pureza, y también, en atención a la caridad, ofrecer
hospitalidad que debemos a todos, hemos de añadir una hospitalidad cordial. Es absurdo que al recibir a
algo a la ración establecida y ordinaria. la mesa a un hermano, esto es, a Cristo, no comas con
él o comas algo distinto que él.
2. Nuestra conducta será irreprochable en ambos
sentidos si a la hora nona, de los dos panecillos que
nos permite comer nuestra regla, tomamos solamen­
te uno y reservamos el otro para la tarde, de manera
que si viene algún hermano lo podamos comer con él
sin añadir nada a nuestra dicta. De esta forma no nos
pondrá tristes la llegada de algún hermano, que debe
ser para nosotros un motivo de alegría. También cum­
pliremos con el deber de la hospitalidad sin que rela­
jemos el rigor de \a abstinencia. Si, por el contrario,
no viene ninguno, tomaremos con libertad el pan que
tenemos asignado siguiendo el precepto canónico.
3. Al haber comido un pan a la hora nona, nues­
tro estómago no se sentirá incómodo por una comida
1. En Casiano esta expresión designa tanto el ayuno diario de ios
tan frugal, como, al contrario, les sucede a los que,
monjes como el ayuno que se practicaba los miércoles y los viernes
(cf. Institutiones 5, 24) [N. del T.J. creyendo que guardan la abstinencia, reservan para la

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tarde toda la comida. A estos la reciente ingestión de 27
alimento les impide mantener sus sentidos despiertos
Epílogo
y despejados en las oraciones vespertinas y de la no­
che. Por eso resulta práctico y útil comer a la hora
nona, pues el monje que sigue este régimen no solo
estará ligero y despejado en las vigilias nocturnas,
sino también totalmente dispuesto para las celebracio­
nes vespertinas, pues ya habrá digerido el alimento.
El venerable Moisés nos alimentó dos veces con
su palabra.
En esta última charla nos mostró el don y la vir­
tud del discernimiento; anteriormente nos había pre­
sentado el verdadero carácter de nuestra renuncia,
el destino y la finalidad de la vida monástica, de tal
forma que lo que buscábamos con los ojos cenados,
solamente guiados por el fervor de nuestro espíritu y
por el afán de llegar a Dios, nos lo mostró más claro
que la luz y nos hizo ver cuánto nos habíamos des­
viado en este tiempo del camino recto, cuánto nos
habíamos alejado de la pureza de corazón y del dis­
cernimiento.
Comprendimos también que el aprendizaje de to­
das las artes de este mundo requiere determinar un
objetivo último, y que este no se puede alcanzar sin
contemplar un fin inmediato determinado.

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