Discurso A Mis Estudiantes

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DISCURSO A MIS ESTUDIANTES

Charles Haddon Spurgeon


En este ensayo el pastor Spurgeon, toca muchos temas que conciernen al arte de
predicar y al predicador, es de admirar con cuanta precisión y seguridad del tema
maneja cada asunto a tratar.
La Vigilancia que de sí Mismo Debe Tener
El Ministro
El recurso humano como instrumento divino debe ser cuidado, al igual que los
instrumentos de trabajo. A respecto Spurgeon dice: Nosotros somos, en cierto sentido,
nuestros propios instrumentos, y de consiguiente, debemos conservarnos en buen
estado. Si me es menester predicar el Evangelio, no podré hacer uso sino de mi propia
voz. y por tanto, debo educar mis órganos vocales. No puedo pensar sino con mi propio
cerebro, ni sentir sino con mi propio corazón, y en consecuencia, debo cultivar mis
facultades intelectuales y emocionales. No puedo llorar y sentirme desfallecer de ternura
por las almas, sino en mi propia naturaleza renovada, y por tanto, debo conservar
cuidadosamente la ternura que por ellas abrigaba Cristo Jesús. En vano me será surtir
mi biblioteca, organizar sociedades, o proyectar estos o aquellos planes, si me muestro
negligente en el cultivo de mí mismo; porque los libros, las agencias y los sistemas son
sólo remotamente los instrumentos de mi santa vocación: mi propio espíritu, mi alma y
mi cuerpo son la maquinaria que tengo más a la mano para el servicio sagrado; mis
facultades espirituales y mi vida interior son mi hacha de armas y mis arreos guerreros.

Uno de Nuestros Principales Cuidados Debe Ser


el que Nosotros Mismos Seamos Salvos
Al respecto Spurgeon está en lo cierto, lo primero que una persona que anuncia o
pretende anunciar las buenas nuevas de la salvación es que se asegurase que haya
disfrutado de la renovación espiritual de su espíritu. Al respecto Spurgeon dice: Sea
cual fuere el "llamamiento" que alguien pretenda haber recibido, si no ha sido llamado
a la santidad, puede asegurarse que no lo ha sido al ministerio.
"Atavíate primero a ti mismo, y adorna después a tu hermano," dicen los rabinos. "La
mano que trata de limpiar algo," dice Gregorio, "es menester que esté limpia." Si
vuestra sal no
tiene sabor ¿cómo podréis sazonar con ella? La conversión es una cosa sine qua non en
un
ministro. Vosotros aspirantes a nuestros púlpitos, es menester que nazcáis de nuevo. Ni
es la
posesión de esta primera cualidad una cosa que pueda tenerse como concedida por
cualquiera,
porque hay una muy gran posibilidad de que nos engañemos acerca de si estamos
convertidos o
no. Creedme, no es juego de niños el que os aseguréis de vuestro llamamiento y elección.
El
mundo está lleno de imposturas, y abunda en seductores que explotan la presunción
carnal y se
agrupan en torno de los ministros con la avidez con que lo hacen los buitres en torno de
los
cuerpos en putrefacción. Nuestros corazones son engañosos, de manera que la verdad
no se halla
en la superficie, sino debe ser sacada de su más profundo interior. Debemos
examinarnos a
nosotros mismos muy afanosa y profundamente, no sea que por algún motivo después
de haber
predicado a los demás, resulte que nos hallamos en la línea de los réprobos.
¡Cuán horrible es ser predicador del Evangelio y no estar sin embargo convertido! Que
cada uno se diga en secreto desde lo más recóndito de su alma: "¡Qué cosa tan terrible
será para
mí el vivir ignorante del poder de la verdad que me estoy preparando a proclamar!" Un
ministro
inconverso envuelve en sí la más patente contradicción. Un pastor destituido de gracia
es
semejante a un ciego elegido para dar clase de óptica, que filosofara acerca de la luz y la
visión,
Disertara sobre ese asunto, y tratara de hacer distinguir a los demás las delicadas
sombras y
matices de los colores del prisma, estando él sumergido en la más profunda oscuridad.
La Vocación al Ministerio
Todo creyente es llamado a proclamar las buenas nuevas, pero Dios ha dotado a algunos
hombres para apacentar la grey de Dios. Anota Spurgeon:
No todos son llamados al trabajo de predicar o de enseñar, a ser ancianos, o a
desempeñar algún otro cargo de importancia; ni todos deben aspirar a trabajos de esa
naturaleza, puesto que las dotesnecesarias para ello no se han prometido en ninguna
parte a todos; pero sí, deben entregarse a tan Importantes tareas, los que como el
apóstol, conozcan haber "recibido este ministerio" (2 Cor.4:1). Ninguno debe meterse
en el aprisco de las ovejas como pastor intruso, pues es preciso que no pierda de vista al
Pastor .principal para estar pendiente de sus indicaciones y mandatos. Es decir, para
que un hombre salga a la palestra como embajador de Dios, necesita recibir de lo alto su
llamamiento para ello, pues si no lo hace así y se entra de rondón al sagrado ministerio,
el
Señor dirá de él y de otros que se hallen en su caso: "Yo no los envié, ni les mandé: y
ningún
provecho hicieron a este pueblo " (Jer. 23:32).
Permitidme que os lea sus palabras memorables, y que os ruegue le pidáis a Dios,
mientras las escucháis, que su Santo Espíritu os dé fuerza para cumplir con todo lo que
aquí se os presenta: "No dando a nadie ningún escándalo, porque el ministerio nuestro
no sea vituperado: antes habiéndonos en todas 29 cosas como ministros de Dios, en
mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles,
en alborotos, en trabajos, en vigilias, en ayunos, en castidad, en ciencia, en
longanimidad, en bondad, en Espíritu Santo, en amor no fingido, en palabra de verdad,
en potencia de Dios, en armas de justicia a diestro y a siniestro, por honra y por
deshonra, por infamia y por buena fama; como engañados, mas hombres de verdad;
como
ignorados, mas conocidos; como muriendo, mas he aquí vivimos; como castigados, mas
no
muertos; como doloridos, mas siempre gozosos; como pobres, enriqueciendo a muchos;
como no
teniendo nada, mas poseyéndolo todo."
La Oración Privada del Predicador
La oración debe ser de uso permanente en la vida del ministro ya que por ella logramos
una comunión con el trono de la gracia. Decía Spurgeon: Todo lo que el curso de
estudios en un colegio puede hacer por un estudiante, es cosa vasta y externa en
comparación con el refinamiento espiritual y delicado obtenido mediante la comunión
con Dios. Mientras el ministro en cierne está dando vueltas a la rueda de la preparación,
la oración es el instrumento del gran alfarero, por medio del cual amolda la vasija.
Todas nuestras bibliotecas y estudios son meras vaciedades en comparación con
nuestros gabinetes de retiro. En estos crecemos, nos hacemos fuertes, prevalecemos en
la oración privada.
Las oraciones que hagáis serán vuestros auxiliares más eficaces mientras vuestros
discursos estén
sobre el yunque todavía. Mientras otros hombres como Esaú anden en busca de su
porción,
vosotros con el auxilio de la oración hallaréis cerca de vuestra casa la carne delicada, y
podréis
decir de razón lo que Jacob dijo sin ella, "el Señor me la trajo." Si podéis mojar
vuestras plumas
en vuestro corazón, recurriendo a Dios con toda sinceridad, escribiréis bien; y si
arrodillados en
la puerta del cielo podéis reunir vuestros materiales, no dejaréis de hablar bien. La
oración como
ejercicio mental, traerá muchos asuntos al entendimiento, y así ayudará a la elección de
un punto,
a la vez que como práctica espiritual purificará vuestra vista interior para que podáis
ver la
verdad a la luz de Dios. Los textos rehusarán a menudo revelar sus tesoros hasta que los
abráis
con la llave de la oración. ¡Cuan admirablemente fueron abiertos los libros a Daniel,
cuando
estaba en oración! ¡Cuánto aprendió Pedro sobre el techo de una casa! El gabinete de
retiro es el
mejor estudio. Los comentadores son buenos instructores, pero el Autor mismo lo es
mucho
mejor, y la oración hace una directa apelación a él y lo alista en nuestra causa.
Sermones - Su Asunto
La verdad tal como se encuentra en Jesucristo, debe ser declarada instructivamente,
para que el pueblo no escuche simplemente, sino conozca la armonía de la misma. No
servimos en el altar del Dios desconocido, sino hablamos a los que adoran a Aquel de
quien está escrito, "los que conocen tu nombre, confiarán en Ti." Dividir bien un
sermón es un arte muy útil, pero ¿de qué puede servirnos, si no hay qué dividir? El que
puede dividir bien, es como una persona diestra en trinchar que tiene enfrente un plato
vacío. Poder presentar un exordio oportuno y atractivo; hablar fácilmente y con
propiedad durante el tiempo asignado al discurso, y concluir con una peroración que
inspire respeto, puede parecer suficiente a los que predican de un modo simplemente
formal; pero el ministro verdadero de Cristo, sabe que el valor real de un sermón debe
consistir no en su forma y modo, sino en la verdad que contiene. Nada puede sustituirse
en vez de la enseñanza; toda la retórica del mundo es tan sólo como la paja del trigo,
cuando se pone en contraste con el Evangelio de nuestra salvación. Por hermosa que sea
la canasta del sembrador, es cosa enteramente inútil si no contiene semilla.
Sea cual fuere la cosa que se tenga, la ausencia de verdades edificantes e instructivas, así
como la
de harina para el pan, será fatal. Muchos sermones estimados por su contenido, más
bien que por
su área superficial, son muy malas muestras de discursos piadosos. Creo que se dice con
mucha
razón, que si escucháis a un profesor de astronomía o geología aun por poco tiempo,
obtendréis
una idea medianamente clara de su sistema; pero si escucharéis no sólo por un año, sino
por
doce, a la mayor parte de los predicadores medianos, no legrareis formaros una idea
satisfactoria
de su sistema de teología. Si esto es así, es una falta grave que no se puede lamentar
demasiado.
¡Ay! las declaraciones confusas de muchos respecto de las mayores realidades, y el
ofuscamiento
de otros al pensar en las verdades fundamentales, han dado mucho lugar a la crítica que
acabamos de indicar.

A continuación algunas frases importantes de Spurgeon con respecto al sermón.


Tened cuidado de que vuestros discursos sean siempre sólidos y llenos de enseñanzas
realmente
importantes. No edifiquéis con madera, paja y rastrojo, sino con oro, plata y piedras
preciosas.
Esforzaos en presentar en vuestros sermones pensamientos tan interesantes como os sea
posible.
No repitáis cinco o seis doctrinas de un modo monótono y fastidioso.
Que vuestras enseñanzas manifiesten vuestro propio conocimiento y adelante en el
estudio de la Biblia; que se profundicen a medida que vuestras experiencias se
extiendan, y que se levanten en el mismo grado que el progreso de vuestras almas.
Nuestros pensamientos deben ser bien ordenados según las reglas propias de la
arquitectura mental.
Vuestras enseñanzas doctrinales deben ser claras y terminantes. Para esto es necesario
que ante
todo sean claras para vosotros mismos.

Modo de Espiritualizar
Siglos antes de Spurgeon, la espiritualización de los textos de la Biblia, no era
recomendada por lo mas prominentes predicadores. Pero, Spurgeon la recomienda
dentro del termino de las doctrinas bíblicas, siempre y cuando esta espiritualización
lleven a las almas a Cristo. Todo dentro de un equilibrio sano. Decía:
Seguid buscando pasajes de la Biblia, no sólo dándoles su sentido más palpable,
como es vuestro deber, sino también sacando de ellos lecciones que no se puedan
encontrar en la
superficie. Recibid el consejo en lo que pueda valer; pero os recomiendo seriamente que
pongáis
de manifiesto a los críticos sutiles, que hay algunos que no adoran la imagen de oro que
han
levantado. Os aconsejo, y que no os entreguéis a continuas e indiscretas
"imaginaciones," como
Jorge Fox las llamaría. No os ahoguéis porque se os recomienda que os bañéis, ni os
conviene
que os ahorquéis porque se dice que el tannin es muy útil como astringente. Una cosa
admisible,
si llega a ser excesiva, es vicio, así como el fuego es buen amigo en el hogar, pero un
tirano
temible cuando se encuentra en una casa incendiada. El exceso, aun de una cosa buena,
ahíta y
fastidia, y en ningún caso es esto más cierto que en el que estamos tratando.
El primer canon que se debe observar es éste: "no forcéis un texto espiritualizándolo."
Esto seria
un pecado contra el sentido común. ¡Cuán terriblemente se ha maltratado y
despedazado la
Palabra de Dios por cierta clase de predicadores que han dado tormento a ciertos textos
para
hacerlos revelar lo que de otro modo nunca habrían dicho!
Nuestro segundo consejo es que nunca espiritualicéis sobre asuntos indecentes. Es
necesario
advertiros esto, porque la familia de predicadores poco juiciosos, son muy afectos a
hablar de
cosas que tiñen de sonrojos las mejillas de la modestia.
En tercer lugar, nunca espiritualicéis a fin de llamar la atención sobre vuestro propio
talento
extraordinario. Tal objeto seria malo, y el método empleado seria necio. Sólo un egregio
simplón buscará se le guarde consideración especial con motivo de haber hecho lo que
casi todos
los hombres hubieran podido hacer igualmente bien.
Sobre la Voz
Spurgeon da muy Buenos consejos en lo concerniente a la voz, su modulación, cuidado,
enfermedades. Es una pena que no lo alcanzara la era del micrófono, cuantos consejos
ya no son aplicables, aunque algunos si.
Miremos lo que decía al respecto. Cuando fijáis la atención en la voz, tened cuidado de
no caer en las afectaciones habituales y comunes del tiempo actual.
Hablad siempre de tal manera que podáis ser oídos. Conozco a un hombre que pesa
noventa
kilos y que podría ser oído a una distancia de media milla; pero es tan desidioso en su
modo de
hablar, que apenas se le puede oír enfrente del coro. ¿Para qué sirve un predicador
cuyas palabras
no pueden ser oídas? La modestia debe inducir a un hombre falto de voz, a ceder su
lugar en
favor de otro más apto para la tarea de pregonar los mensajes del Rey.
Por regla general, no empleéis toda la voz en vuestra predicación. Dos o tres hombres
enérgicos
bien conocidos nuestros, se hallan ahora sufriendo por su costumbre infundada de
gritar a voz en
cuello: se han irritado sus pobres pulmones e inflamándose su laringe, por sus gritos tan
violentos de los cuales parece que no pueden prescindir. No cabe duda en que es bueno a
veces
"clamar a gran voz y no detenerse," pero es preciso también tener presente como un
consejo
apostólico, las siguientes palabras: "No te hagas ningún mal." Cuando los oyentes
puedan oíros
hablando vosotros a media voz, debéis economizar la fuerza superflua para cuando la
hayáis de
menester. "No malgastéis y no tendréis necesidad," es un adagio que bien pudiera
aplicarse
tratándose de este asunto. Evitad una cantidad exagerada de sonidos altos.
Acomodad siempre vuestra voz a la naturaleza de
vuestro asunto. No os llenéis de júbilo al tratar de un asunto triste, ni por otra parte,
hagáis uso de
un tono doloroso, cuando el asunto os exija una voz alegre como si estuvierais bailando
al son de
una música angélica. No me detengo sobre esta regla, pero estad seguros de que es de la
mayor
importancia y de que si se observa fielmente, siempre conseguirá el predicador que se le
preste
atención, con tal por supuesto que el asunto lo merezca. Acomodad siempre pues,
vuestra voz a
la naturaleza de vuestro asunto, y sobre todo, obrad con naturalidad en cuanto hagáis.

Sobre la Atención
No se estudia mucho la atención en un curso de homilética, pero como Spurgeon lo
expone merece especial atención.
Es raro que se trate de este asunto en un libro sobre homilética, pero eso me parece muy
extraño
puesto que la materia es muy interesante y digna de más de un capitulo. Me supongo
que los
sabios en homilética consideran que sus obras todas están cargadas de este asunto, y que
no
necesitan tratarlo aparte por la razón de que como el azúcar en el té, sazona el todo. El
tópico que
así se pasa por alto, es este: ¿Cómo se puede conseguir y retener la atención de nuestros
oyentes?
Si no se gana su atención, no será posible causarles ninguna impresión, y si aquella no se
retiene
una vez adquirida, será infructuoso nuestro trabajo por mucho que hablemos.
Se pone siempre como encabezamiento de las advertencias militares, la palabra
"¡Atención!"
escrita con caracteres grandes; y de modo semejante nosotros necesitamos que también
lo esté en
todos nuestros sermones. Nos es menester una atención fija, despreocupada, despierta y
continua
de parte de toda la congregación. Si están distraídos los ánimos de los que nos escuchan,
no
pueden recibir la verdad, y casi lo mismo sucederá si son torpes. No es posible que les
sea
quitado a los hombres el pecado, de la misma manera que Eva fue sacada del costado de
Adán,
es decir, mientras están dormidos. Es preciso que estén despiertos, entendiendo lo que
les
decimos y sintiendo su fuerza; de otro modo, bien podríamos nosotros también
entregarnos al
sueño. Hay predicadores a quienes les importa muy poco que se les atienda o no, pues
quedan
satisfechos con haber predicado por media hora, ya sea que sus oyentes hayan o no
sacado algún
provecho.
El Don de Hablar Espontáneamente
No vamos a tratar la cuestión de si los sermones deberán ser escritos y leídos, o escritos,
aprendidos de memoria y reproducidos; o si sería mejor prescindir por completo de
apuntes. No
nos ocuparemos de ninguno de estos asuntos, si no es de un modo incidental, y
pasaremos a
considerar el don de hablar espontáneamente, en su forma verdadera y pura, es decir, el
habla
improvisada, lo que se profiere sin preparación especial, sin notas o pensamientos
sugeridos,
momentos antes de predicar.
Mi primera observación es que no recomendaría a nadie que comenzara a predicar de
esta
manera, por regla general. Si así lo hiciera, mi opinión es que tendría el mejor éxito en
la
empresa de dejar vacío su templo: se pondría de manifiesto de ese modo, con toda
claridad, su
don de ahuyentar a la gente.
Ocasionalmente se oye decir, o se lee, que algunos hombres se han comprometido por
bravata, a
predicar de improviso sobre cualquier texto que les sea sugerido al subir al pulpito. Una
ostentación tan vanidosa, no deja de ser necia y casi profana. Sería tan propio el tener
exhibiciones de truhanería en el día de descanso, como el permitir este charlatanismo.
Se nos
dieron nuestros talentos para otros usos mucho más elevados. Espero que nunca seréis
culpables
de semejante prostitución de vuestras facultades. Ciertas hazañas de elocuencia
convienen bien a
una sociedad de debates, pero en el ministerio cristiano son abominables, aun cuando
sean practicadaspor un hombre tan célebre como lo es Bossuet.
Descaecimientos de Ánimo del Ministro
Así como se ha consignado que a David en el calor de una batalla le entraba cierto
desmayo,
puede también decirse otro tanto de todos los siervos del Señor. Casi la generalidad de
nosotros
sufrimos accesos de abatimiento. Por más que nos sintamos animados, no es extraño que
a
intervalos se abata nuestro espíritu. Los fuertes no se sienten siempre vigorosos; los
sabios no
siempre listos; los animosos no siempre dispuestos a pelear, y los de buen carácter no
siempre
satisfechos. Puede haber aquí y allá hombres de una naturaleza de hierro en quienes el
desmejoramiento no deja huellas sensibles, pero a los cuales sin embargo, tiene el orín
que
corroer; y esto depende de que, el Señor bien sabe, y hace que los hombres sepan que no
son más
que polvo. Sabiendo yo por una dolorosa experiencia lo que un profundo abatimiento de
espíritu
significa, puesto que lo he sufrido con no poca frecuencia, he creído que podría servir de
consuelo a algunos de mis hermanos el que expusiera yo mis opiniones sobre esto, para
que los
jóvenes inexpertos no fueran a Imaginarse que algo extraordinario les pasaba al sentirse
en
ocasiones Poseídos de melancolía; y para que los más tristes se hicieran cargo de que
Individuos
sobre los cuales ha derramado el sol sus rayos fulgurantes de alegría, no han caminado
siempre
iluminados por esa deseada luz.

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