Capitulo FRV & LCT Ebooks

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 18

EL ROMPECABEZAS DE LA VIOLENCIA POLÍTICA

EL ESTADO CONTEMPORÁNEO A DEBATE

Coordinadores:

Daniel Sansó-Rubert Pascual

Julia Pulido Gragera


No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema infor-
mático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por
fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción
de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (art. 270 y
siguientes del Código Penal).
Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún
fragmento de esta obra. Puede contactar con Cedro a través de la web www.conlicencia.com o por teléfo-
no en el 917021970/932720407

Esta obra es el producto resultante de la investigación elaborada en el marco del proyecto


de investigación “Los retos de los Estados democráticos ante las nuevas manifestaciones
de violencia política” (Referencia: 2020/UEM23), vinculado al Grupo de Investigación
en Políticas Públicas, Seguridad Internacional y Gobernanza Global de la Universidad
Europea (Madrid). Y del Proyecto de Investigación “Criminalidad organizada trans-
nacional y empresas criminales ante las vulneraciones a los derechos humanos” (Nº
PID2020-117403-RB100), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.

Este libro ha sido sometido a evaluación por parte de nuestro Consejo Editorial
Para mayor información, véase www.dykinson.com/quienes_somos

©Copyright by los autores


Madrid, 2023

Editorial DYKINSON, S.L.


Meléndez Valdés, 61 - 28015 Madrid
Teléfono (+34) 915442846 - (+34) 915442869
e-mail: [email protected]
http://www.dykinson.es
http://www.dykinson.com

ISBN: 978-84-1170-315-4
Depósito Legal: M-34410-2023
DOI: 10.14679/2397
ISBN electrónico: 978-84-1170-884-5
Preimpresión:
New Garamond Diseño y Maquetación, S.L.
CONFLICTO, ESTADO NACIONAL Y COSMOVISIÓN
INDÍGENA: DESAFÍOS PARA LA DEMOCRACIA Y LA
SEGURIDAD EN LOS ANDES

Dr. Fredy RiveraVélez


Profesor Investigador Titular de Estudios Internacionales y Comunicación
Coordinador del Grupo de Investigación en Seguridad,
Estudios Estratégicos y Geopolítica
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Sede Ecuador
Dr. Lester Cabrera Toledo
Profesor Asociado de Estudios Internacionales y Comunicación
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Sede Ecuador
DOI: 10.14679/2404
FredyRivaVélzLstCbreTod

1. INTRODUCCIÓN

En este capítulo exponemos una serie de elementos y argumentos para sostener la idea
de que la comprensión y gestión de las instituciones estatales andinas vienen arrastrando
una serie de contradicciones y limitantes a la hora de procesar las demandas indígenas y
conflictos étnicos en contextos democráticos. Países andinos como Perú, Ecuador, Boli-
via y Chile presentan un rico panorama histórico identitario y un legado multicultural y
pluriétnico en su construcción nacional; no obstante, el erróneo tratamiento institucional
que se ha proferido a las contemporáneas demandas políticas indígenas derivó en graves
conflictos sociales y violencia, especialmente a mediados y finales del año 2019. En esa
difícil coyuntura, los Estados nacionales, específicamente en países como Chile y Ecua-
dor que son nuestros casos referentes, desplegaron una serie de medidas excepcionales de
seguridad nacional con componentes punitivos que vulneraron los derechos colectivos
de los pueblos indígenas y la ciudadanía en general.
En estos países y por lo general en el contexto latinoamericano, la aplicación de va-
lores democráticos basados en la tolerancia liberal, la negociación de controversias para
procesar los pedidos de administración territorial donde existen recursos estratégicos, y
100 Fredy RiveraVélez y Lester Cabrera Toledo

la ejecución de mecanismos de protección que brinda el derecho ciudadano en la misma


seguridad nacional, parece dejar de lado la cosmovisión indígena que está indirectamente
incorporada en las Constituciones de varios países y en los instrumentos internacionales
firmados y ratificados por distintos gobiernos de turno que han reconocido derechos co-
lectivos y culturales de los pueblos y nacionalidades indígenas1.
A pesar de estos avances formales en el plano normativo y del ‘deber ser’ constitucio-
nal, las organizaciones indígenas están cuestionando esta desconexión entre los discursos
gubernamentales, la incoherencia de sus políticas de desarrollo y las realidades cotidianas
que atraviesan los pueblos y nacionalidades cuando observamos los índices de pobreza
y exclusión étnica. Para el año 2015, la pobreza afectaba al 43% de los hogares indígenas
de la región, más del doble de la cantidad de población no indígena, y el 24% de todos
los hogares indígenas vivían en condiciones de pobreza extrema, es decir 2,7 veces más
que el segmento de hogares no indígenas (Grupo Banco Mundial, 2015). No existe cifras
comparadas para estos últimos años, pero cabe suponer que, debido a la crisis económi-
ca, social y de salubridad producida por el impacto de la pandemia mundial de la Covid
desde el año 2020, la calidad de vida de la población indígena debió empeorarse porque
los Estados nacionales se han mostrado incapaces en su misión y obligación de proteger
a la gente en sus jurisdicciones.
Estos cuestionamientos que se expresan como demandas democráticas de mayor
participación ciudadana y transparencia pública, incluye también el cuestionamiento al
problema del racismo existente en nuestras sociedades, sin dejar de mencionar el impor-
tante tema de las representaciones sociales sobre los pueblos indios que han elaborado a
lo largo de la historia latinoamericana los grupos de poder hegemónico. En efecto, las re-
presentaciones constituyen productos materiales, hechos simbólicos, valores culturales y
prácticas políticas de poder, transmitidas de generación en generación entre la población
blanco-mestiza para conformar esquemas mentales que guían clasificaciones de indivi-
duos superiores e inferiores, y posibilitan el diseño de estrategias de violencia simbólica
que deslegitima al sometido. Esta serie de ideas son importantes en la medida que han
aportado durante muchos años, elementos claves para ir definiendo el pensamiento iden-
titario nacional donde ha prevalecido la falsa noción de integración (Rivera, 2009).
Desde un punto de vista histórico y político, las formas en cómo los valores estatales
democráticos buscan ampliarse y masificarse dentro de las sociedades que represen-
tan, constituye en la actualidad un escenario de confrontación social e interpelación a
la tradicional idea de integración nacional. Este escenario conflictivo se produce por
la irrupción del “factor indígena” que propone una serie de planteamientos contra-
dictorios a las políticas de desarrollo, a las regulaciones sobre el uso territorial, y a las
representaciones culturales e identitarias consideradas como oficiales. De hecho, en el

1
Las Constituciones de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela reconocen el pluralismo
jurídico desde la década de los años noventa del siglo pasado. Han ratificado instrumentos interna-
cionales como el Convenio 169 de la OIT y aprobado la Declaración de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas establecido en el 2007 que abre importantes derechos colectivos de
autonomía, interculturalidad y plurinacionalidad basado en componentes históricos y una nueva com-
prensión de la integración nacional.
CONFLICTO, ESTADO NACIONAL Y COSMOVISIÓN INDÍGENA 101

año 2019, el conflicto social y la violencia política desatada en Chile y Ecuador pasó de
un escenario que contenía reivindicaciones de corte identitario, reclamos sectoriales y
movilizaciones populares contra la pobreza y la desatención estatal, a otro escenario
volátil de protestas, violencia, tensiones políticas y demandas ciudadanas de partici-
pación efectiva sobre las decisiones en torno a los ‘intereses nacionales’ y los recursos
estratégicos del Estado.
Estos acontecimientos, expresan a la vez, un cambio importante en las agendas políti-
cas de los movimientos indígenas andinos, especialmente el ecuatoriano que logró poner
al gobierno de Lenin Moreno contras las cuerdas; administración que salió temporal-
mente bien librada debido a la mediación de la iglesia católica y del sistema de Naciones
Unidas que lograron apaciguar las posiciones radicales, negociar las peticiones demo-
cráticas que estaban en juego y anular el Estado de excepción y seguridad que había sido
impuesto durante las jornadas de protesta social2. En el país de la estrella solitaria, Chile,
existe desde tiempo atrás la denominación de “conflicto Mapuche” para categorizar a las
demandas territoriales, administración tradicional de justicia y reivindicación de dere-
chos colectivos de ese pueblo originario que permanece hasta la actualidad restringido de
participar en espacios sociales, económicos y culturales3.
Frente a ese panorama, los recientes gobiernos de Chile y Ecuador respondieron con
acciones extremas de seguridad nacional e interpretaciones punitivas basadas en la ame-
naza del terrorismo y la desestabilización. En ambos países, las organizaciones indígenas
cuestionaron de manera frontal la supuesta fórmula integradora del Estado Nación, los
principios y procedimientos institucionales para procesar la conflictividad social en de-
mocracia y el desmedido peso otorgado a la represión policial y militar que en el año
2019 ocasionó numerosos muertos y heridos durante las jornadas de protesta4.

2
“El país volvió este lunes a la normalidad después de 12 días que dejaron escenas de vio-
lencia, disturbios, vandalismo, excesos policiales y episodios de represión, según varios organismos
internacionales. Lo hizo de forma casi inmediata una vez alcanzado el acuerdo entre el Gobierno
y los líderes de las marchas, propiciado por Naciones Unidas y la conferencia episcopal. Sin
embargo, permanece en el ambiente una tensión de carácter más político…”. Véase al respecto “Las
protestas indígenas en Ecuador ahondan el conflicto entre Lenín Moreno y Correa”. El País (en
línea). Recuperado el 24 de marzo de 2021 de: https://elpais.com/internacional/2019/10/15/ameri-
ca/1571090701_397058.htm
3
Tratados y pactos internacionales firmados y ratificados por Chile y Ecuador sobre derechos
indígenas: Convenio de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales de 1989; Declaración de las Naciones
Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos;
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; Convención Internacional sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; Convención sobre los Derechos del Nino;
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer; Convenio so-
bre la Diversidad Biológica; Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de
Fauna y Flora Silvestres.
4
“El Gobierno de Chile elevó este jueves (14.11.2019) a 22 la cifra de fallecidos durante las
protestas contra el presidente Sebastián Piñera, mientras el camino a la nueva Constitución que pide la
ciudadanía se allana en el Parlamento en un intento de los legisladores por llegar a un acuerdo que des-
trabe la crisis social”. Véase al respecto “Protestas en Chile han dejado 22 muertos y 2.200 heridos”. DW
(en línea). Recuperado el 24 de marzo de: https://www.dw.com/es/protestas-en-chile-han-dejado-22-
muertos-y-2200-heridos/a-51260307
102 Fredy RiveraVélez y Lester Cabrera Toledo

Las contradicciones en la manera de concebir al Estado por parte de las organizacio-


nes indígenas, se manifiesta principalmente en dos aristas: la concepción vigente de la
democracia liberal, y la aplicación de las leyes de seguridad nacional por parte del Estado.
La primera es interpretada como un arreglo institucional formal que esconde histórica-
mente los factores políticos de exclusión y que frena la participación indígena en la toma
de decisiones sobre la política pública y el uso de los recursos estratégicos nacionales. La
segunda es asumida como la construcción discursiva y despliegues de fuerza que hacen
los gobiernos respecto a sus demandas políticas, pero básicamente como una respuesta
concebida sobre posibles amenazas o enemigos internos que atentarían contra la esta-
bilidad, el orden público y la convivencia pacífica que el Estado nacional republicano
requeriría establecer como misión y objetivo constitucional.
Desde una panorámica general, en la región Andina se presenta un denominador
común que hace referencia a la incomprensión estatal sobre la cosmovisión indígena
que debe convivir dentro de los procesos democráticos formales y seguritarios de los
gobiernos de turno. Esto es posible gracias a la permanencia de la interpretación clásica
que se mantiene sobre el supuesto carácter del Estado nacional, unitario, homogéneo e
integrador que no permite reconocer las diferencias políticas y derechos plurinaciona-
les de los pueblos. Asociado a este fenómeno, se encuentra la carencia de una adecuada
actualización de los análisis estratégicos de la inteligencia y seguridad del Estado que
no ha podido aportar mecanismos para prevenir y resolver los conflictos, las diferen-
cias políticas y las contradicciones sociales que son normales en las democracias y que,
además, se suscitan de forma permanente entre el Estado nacional y las organizaciones
indígenas.

2. DEMOCRACIA FORMAL Y ESTADO-NACIÓN EN AMÉRICA LATINA:


PARADOJAS IRRESUELTAS

La construcción del Estado Nacional en América Latina presenta una serie de com-
plejidades históricas y sociopolíticas. En muchos países y de forma temprana en el siglo
XIX, el concepto de nación fue asumido por las élites blanco -mestizas como una fór-
mula imaginaria de supuesta solución política para responder a los problemas derivados
de la escasa integración territorial, las desigualdades de las estructuras económicas y la
pretendida homogeneización cultural en las diversas geografías y la heterogénea com-
posición poblacional. Sin embargo, ese proceso de construcción nacional, cobijado bajo
tintes ideológicos liberales, puso en marcha concomitantemente una serie de relaciones
de explotación social y subordinación étnica, legalizó para pocas familias la tierra in-
justamente apropiada a los indígenas, mantuvo en varias territorios el esclavismo como
mecanismo privilegiado de explotación del trabajo y extracción de recursos, y generó un
inequitativo desarrollo regional y excluyente que concentró el poder en escasos grupos
elitistas de la capital en desmedro de las provincias o departamentos dentro de un mismo
país. A través de legislaciones aparentemente ‘modernas’ se institucionalizó la discrimi-
nación, el racismo y, con una falsa aceptación del laicismo, la iglesia católica continuó
manteniendo influencia política, prebendas económicas y un control conservador sobre
la educación y la cultura.
CONFLICTO, ESTADO NACIONAL Y COSMOVISIÓN INDÍGENA 103

Desde una perspectiva de dominación identitaria hegemónica se incluyeron los as-


pectos que se consideraban homogéneos y se excluyó a las diferencias porque primó la
idea de establecer una sola nación y una cultura. Para lograr que se materialicen esas
concepciones uniformes en la vida cotidiana de la población, fue necesario e imprescin-
dible que los grupos de poder y el Estado reafirmen la existencia de un modelo cultural
basado en el mestizaje, que se institucionalice oficialmente el uso de una lengua y se di-
funda la imagen de un proyecto societal de futuro compartido. De esa forma, el Estado
se mimetiza con la nación que aparece entonces como una comunidad homogénea, sin
contradicciones aparentes y como el principio central de referencia para la legitimidad de
las instituciones sociales y políticas que tienen la misión de la integración y el desarrollo
nacional. En los textos constitucionales y en los discursos políticos “la frase Estado-Na-
ción se desplaza con la misma extensión significativa, al igual que las palabras pueblo y
patria, terminando con el de ciudadanía” (Oquendo, 2020: 173).
La institucionalización legal del Estado y su afán de ejercer control sobre los espa-
cios físicos, que incluía a la población allí asentada, determinó la consolidación de un
sentido de pertenencia y diferenciación del sentimiento nacional. Al establecer límites
geográficos en zonas que fueron ocupadas por sociedades post coloniales y republicanas,
desde un punto de vista espacio-territorial que imprimió un sello de soberanía, se gene-
raron tensiones y disputas que motivaron conflictos bélicos desde la segunda mitad del
siglo XIX en la región andina y contribuyeron a fortalecer la figura estatal y fomentar el
patriotismo (Arriaga, 2013). Así, se argumentaba que aquellas sociedades que lograron
concretar sus objetivos bélicos para preservar territorios y soberanía fueron material-
mente realizables porque estaban mejor preparadas y contaban con el apoyo constante
del Estado.
Desde esa perspectiva, el Estado republicano, sea federal o central/unitario, se con-
vierte en fórmula o proyecto nacional que se asocia a la idea de necesidad fundamental
para que las sociedades puedan desarrollarse en sus diversos componentes. En este decur-
so histórico se plasman adicionalmente los valores, creencias y percepciones de quienes
detentaban los poderes económicos, sociales y culturales, es decir, aparece la figura del
Estado-nación como constructo o sinónimo civilizatorio de corte liberal occidental.
Al respecto, al momento de concebir las primeras ideas sobre la edificación de una
estructura llamada “Estado”, los países adoptaron postulados liberales para dotarse de
un cuerpo legal denominado Constitución. La totalidad de los Estados en la región an-
dina trataron de hacerse de una carta magna que tuviese las cualidades mínimas para
que la incipiente estructura gubernamental pudiese ser reconocida y comenzar a operar
a nivel local e internacional. No obstante, en este punto, ya es posible señalar una de las
contradicciones: la Constitución trata, por un lado, de consagrar una serie de derechos y
prerrogativas ciudadanas liberales, pero a la vez amplía las capacidades de seguridad del
Estado para controlar a la población mediante cuerpos punitivos basados en el orden y
el progreso que son más bien fórmulas conservadoras asociadas el pensamiento positi-
vista. Mientras la sociedad iba evolucionando y desarrollándose, aquellos cuerpos legales
iban extendiendo el rol del Estado en función del control que debían generar hacia esas
mismas comunidades, estructuras poblacionales e individuos.
104 Fredy RiveraVélez y Lester Cabrera Toledo

El amplio y debatido tema de la democracia que se asocia al desarrollo institucional de


los países ha pasado por muchos sinuosos caminos históricos en el contexto latinoameri-
cano5. Si bien es cierto que la noción de democracia como régimen de gobierno en el siglo
XIX y XX no fue el formato oficial que debían tener la mayoría de los Estados, existieron
elementos de presión internacional que propugnaban establecer algunos mecanismos pro-
cedimentales de manera indirecta. Un ejemplo de ello fue la relación que establecieron las
nacientes repúblicas latinoamericanas con el derecho al sufragio en un claro acercamiento
al “deber ser” proveniente de Europa que pretendía amplificar y asociar voto con ciuda-
danía. En este ámbito, está claro que la concepción democrática provenía de una visión
occidental, formal y mínima que no consideraba al sujeto indígena, desprovisto en muchos
casos de derechos individuales porque estaban marginados socialmente al estar inmersos
en el limbo del analfabetismo y racismo de las estructuras decimonónicas de los Andes.
La historia latinoamericana está llena de ejemplos emblemáticos y países que dieron
rienda suelta a narraciones épicas y elaboraciones míticas para construir sus Estados na-
cionales. No es menor, tampoco, la cantidad de constituciones fundantes, normativas
generales y códigos civiles que pretendieron armonizar el “deber ser” ciudadano con las
obligaciones cívicas exigidas por los Estados en base de una falsa imagen de orden, pro-
greso y estabilidad.
Desde esa perspectiva y derivado de las consecuencias que tuvieron gobiernos au-
toritarios y totalitarios, particularmente en lo referente a las limitaciones impuestas a la
libertad individual y violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos, se enarboló la
bandera democrática como una parte esencial de la configuración de los Estados latinoa-
mericanos. En ese sentido, la democracia directa pasó de ser concebida como una mera
formalidad para convertirse en un aspecto sine qua non que los gobiernos en la región
deben considerar para ser aceptados en el contexto internacional.
El panorama descrito no incorpora las verdades escondidas del quehacer democrático
en los países latinoamericanos en general y andinos en particular porque las caracte-
rísticas peculiares de la cultura política regional dan mucho que hablar sobre sobre el
carácter y desempeño de los valores e instituciones de la democracia en dicha región. De-
finitivamente, las crisis políticas recurrentes, la ingobernabilidad y el desencuentro entre
poderes del Estado, las violaciones permanentes a las reglas de juego previamente esta-
blecidas, la decadencia de los partidos políticos convertidos en artefactos carentes de una
verdadera representación y participación, la existencia de lógicas prebendarias, exclu-
yentes, racistas y patrimoniales que han permeado todo el espectro político en nuestras
sociedades, son sólo algunos de los matices que han conspirado contra ese «deber ser»
democrático, fundado y refundado a lo largo de mucha décadas, pero que resulta distan-
te para una población indígena, vaciada de derechos colectivos y con limitaciones para
generar ciudadanía plena (Rivera, 2001).
La dinámica arriba expuesta ha transcurrido con altibajos y diferencias en varios
momentos políticos y durante fases trascendentes de la historia y economía regional.

5
No es objeto de este trabajo sumergirse en una discusión detallada e institucionalista sobre el
problema de la democracia y sus múltiples componentes, organismos, procedimientos, valores y mode-
los de gobernanza.
CONFLICTO, ESTADO NACIONAL Y COSMOVISIÓN INDÍGENA 105

Esta oscilación está relacionada con la democracia, sus valores y procedimientos, y con
el despliegue de la seguridad estatal en sociedades que contienen en su interior pobla-
ciones étnicamente diversas, socialmente organizadas y con exigencias políticas para
el cumplimiento de sus derechos democráticos y la resolución pacífica de conflictos.
Desde esta visión, se pretende entonces que el Estado nacional funcione como una en-
tidad necesaria y representativa que permita el desarrollo de la sociedad, haga cumplir
derechos, obligaciones y valores democráticos, así como se espera que solucione las de-
mandas políticas de los sectores que han permanecido excluidos a lo largo de la historia
republicana en América Latina.
Sin embargo, la aplicación del modelo estatal y centralista de desarrollo andino, la
construcción de una sociedad pretendidamente homogénea, basada en las virtudes y
obligaciones ciudadanas, y la creación de una trama institucional política y cultural pa-
ternalista, constituyen artefactos ideológicos que miraron progresivamente al indígena
como algo externo, aislado, incomprensible e incluso como un sujeto antinacional que
tiene que ser redimido y “civilizado” porque su pasado comunal y su cosmovisión iban
a contracorriente de los valores y cánones que el mismo Estado propugnaba establecer
como formato de convivencia y regulación del orden social. Uno de los principales ejem-
plos de lo mencionado anteriormente se basó en la imposición de una lengua oficial, que
en la mayoría de los países andinos fue el castellano como consecuencia del proceso de
colonización y el republicanismo decimonónico.
Esta dinámica socio cultural evidenció 3 procesos: un permanente intento de seguir
parámetros de homogeneización de los grupos sociales que ahora eran parte del Esta-
do nacional, teniendo como herramienta el lenguaje y la religión católica; la exclusión
de las personas o grupos sociales diferentes que no seguían dichos patrones dentro de
la institucionalidad y los procesos de integración auspiciados por el Estado; y la reduc-
ción sistemática, o de reconocimiento mínimo y condicionado de aquellos elementos
culturales que prevalecían dentro de las organizaciones indígenas o afrodescendientes
(Quijano, 2020; Bengoa, 2000).
Haciendo un hincapié en el área Andina, podemos encontrar una serie de procesos
históricos que hacen parte de la construcción identitaria nacional que incorporan sim-
bologías e iconos indígenas en el relato y la discursividad nacionalista, sin embargo, esta
discursividad carece de contenido integrador por las prácticas cotidianas de la pobla-
ción mayoritaria que despliega valores y creencias sustentadas en la discriminación y
el racismo. En efecto, pese a que dichos procesos pueden interpretarse y comprenderse
principalmente desde una visión educativa y cultural, en América Latina este fenómeno
fue complementado con un fuerte componente de seguridad estatal, debido a la imposi-
ción de leyes y violencia de parte de los entes gubernamentales encargados de efectuar la
labor de homogeneización cultural6.

6
La asociación entre seguridad y violencia para preservar el orden y el progreso del Estado
Nacional establecía políticas y procedimientos específicos contra el distinto, el advenedizo y el diferente
étnico. Este proceso estuvo generalizado en algunos países de América del Sur, por ejemplo, en Ar-
gentina “La exclusión de los no integrables que constituirá la base de las muchedumbres urbanas, será
determinante en su labor en el Servicio de Observación de Alienados de la Policía de Buenos Aires, lugar
106 Fredy RiveraVélez y Lester Cabrera Toledo

Dicha visión excluyente, racista y discriminadora comenzó a modificarse sustan-


cialmente, cuando hubo cambios en el contexto mundial y regional, al tiempo que se
producían revoluciones populares con componentes indígenas como la mexicana a ini-
cios del siglo XX, la boliviana de 1952 y otras con similar capacidad de interpelación
a los Estados nacionales, regidos y liderados por cúpulas blanco–mestizas que fueron
cuestionadas en el manejo de los recursos públicos, en la administración de los recursos
naturales no renovables y en la gobernabilidad de las instituciones de representación po-
lítica e integración democrática.
Las últimas tres décadas hemos asistido a una fase expansiva de las organizaciones in-
dígenas y su capacidad de interpelación a los sectores hegemónicos representados en los
gobiernos estatales que se han demostrado ineficientes en su deber democrático y cons-
titucional de conducir el destino de la sociedad, la economía y el desarrollo en algunos
países andinos.

3. IRRUPCIÓN INDÍGENA, QUIEBRE DEL IMAGINARIO ESTATAL-DEMOCRÁTICO


Y SEGURIDAD NACIONAL

Hacia finales del siglo veinte e inicios del presente, la acumulación de experiencias
en política local e internacional, pero también el aumento de la capacidad organizati-
va de las diferentes dirigencias indígenas y populares produjo varios conflictos internos
que obligaron a los Estados nacionales a reconocer derechos colectivos, plurinacionales
y multiculturales. Este cuestionamiento a las élites gobernantes se expresó mediante una
serie de reclamos estructurales y culturales ante situaciones plagadas de injusticia, pobre-
za, exclusión, inequidad y racismo que habían calado profundamente durante décadas en
el comportamiento y accionar de los partidos políticos y las clases dominantes de la re-
gión andina. Esa dinámica contestataria, muy activa en las movilizaciones indígenas y en
las demandas que plantearon a las autoridades gubernamentales, provocó paralelamente
una interpretación seguritaria, errónea, negativa y estigmatizada que se asoció al caos, a
la desestabilización y la inseguridad pública en países como Chile y Ecuador.
En todo este fenómeno existe un pasado complejo de larga data, producto del
proceso colonizador originado en el siglo XVI que pretendió definir una estructura
denominada imaginariamente como “Estado”. Dicha entidad, supra social, aparece
concebida como una extensión de las costumbres, tradiciones e identidades de los paí-
ses europeos que fueron protagonistas del invento del moderno Estado Nacional. En
palabras más simples, la propia idea de tener un “Estado”, o en este caso, colonias per-
tenecientes a un Reino, surge de la imaginación del colonizador que desea reproducir
e implantar un modelo de organización jerárquica y social; sin embargo, la existencia
de una población nativa con sus propios lenguajes y su incomprendida cosmovisión,
trajo consigo distintas formas de minimizar y proscribir costumbres, tradiciones, con-
cepciones sociales y culturales de la población originaria, perspectiva colonizadora que

desde el cual establecerá los límites entre lo normal y lo patológico. En suma, positivismo, biologismo y
darwinismo social fueron los modelos ideológicos sobre los cuales se constituyó un mapa simbólico que
sigue influyendo en los fenómenos discriminatorios del presente” (Rivera y Maluf, 2017: 160).
CONFLICTO, ESTADO NACIONAL Y COSMOVISIÓN INDÍGENA 107

para algunos autores se mantiene hasta nuestros días en los descendientes de ese pro-
ceso civilizatorio (Vergara, Gundermann y Foerster, 2006).
Los problemas de convivencia estuvieron presentes desde el inicio republicano.
Conflictos que iban desde una reclamación de carácter ancestral, se trasladaban a la
mantención de elementos culturales, pasaban por la minimización de las lenguas in-
dígenas y hacían aflorar el espinoso tema del reconocimiento territorial (Cal y Mayor,
2018). Aquellos conflictos son una evidencia de que el imaginario estatal liberal, de
cualidades unitarias y basado en aspectos valóricos supuestamente universales en la
población no tenían una perspectiva similar o congruente para el caso latinoamericano,
vale decir, no se reconocían como válidos y legítimos, repercutiendo en la representa-
ción de la figura estatal (Schavelzon, 2018). Se evidencia entonces un quiebre sustancial
dentro la concepción democrática liberal a la que esperaban arribar los sectores hege-
mónicos de los países andinos.
La comprensión de aquel fenómeno puede explicar el hecho de que los indígenas no
tengan una idea de representación occidental desde un punto de vista político e institu-
cional al momento de tomar decisiones que poseen un grado de afectación en torno a sus
intereses, considerando el propio modelo de representación impuesto por las instancias
estatales (Villalba, 2018; Monje, 2018).Si bien es cierto que en la región andina el compo-
nente indígena ha sido uno de los puntos de diferenciación con respecto a otras latitudes
suramericanas, también es veraz que dicha población a lo largo de los años fue conside-
rada como un segmento minoritario y poco representativo de lo que significaría un país
moderno e integrado nacionalmente. En algunos casos, hubo un reconocimiento simbó-
lico, folclórico e incluso exótico de la herencia indígena en la construcción de los Estados
nación contemporáneos, pero la realidad contradecía esa dinámica al revisar la historia
plagada de exclusiones y subordinación.
A medida que las sociedades y los Estados latinoamericanos post coloniales co-
menzaron a ampliar la visión republicana de un ente estatal homogéneo, nacional y
en determinadas fases históricas con tintes de mínima democracia, también se fueron
transformando los valores, los esquemas culturales y las instituciones de inclusión a los
modelos dominantes de desarrollo social. En ese devenir, es difícil dejar de mencionar
que la historia política de muchos países latinoamericanos en general, y andinos en par-
ticular, se encuentra llena de episodios donde prevalecieron regímenes autoritarios y
dictatoriales durante muchos años.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, asistimos a una proliferación de golpes de
Estado liderados por militares que transformaron las estructuras sociales en los países in-
tervenidos, desplegaron acciones violatorias contra los derechos humanos y practicaron
el genocidio como por ejemplo en Chile y Argentina. Este período nefasto para la región
tuvo consecuencias directas para varios países porque durante las transiciones a la de-
mocracia quedaron estructuras, normativas y reglas de juego a la democracia impuestas
por el pasado militar. Este proceso denominado “tutelaje” se mantiene hasta la actuali-
dad bajo diversas formas y arreglos institucionales (Haro, 2017: 73); pero es fundamental
cuando influye en las concepciones y acciones de los organismos gubernamentales que
deben procesar el conflicto democrático, especialmente en aquellas dependencias encar-
108 Fredy RiveraVélez y Lester Cabrera Toledo

gadas de la seguridad nacional y la aplicación del uso de la fuerza pública en contextos de


movilización indígena y popular.
Como complemento, el quiebre del imaginario democrático se acentúa al momen-
to de considerar las diferentes barreras y limitaciones para incorporar como iguales a la
población indígena. Las divisiones étnicas y culturales van de la mano con la estigmati-
zación y son normales dentro de las categorías axiomáticas del Estado, por ejemplo, en la
manera que se categoriza a los indígenas dentro de los censos realizados periódicamente
a la población (Prieto, 2015). Aquello también puede ser considerado como una forma
de exclusión y segregación de lo indígena, incluso tomando en cuenta el propio rol de
la ley que no logra diferenciar una forma comunal ancestral de otra territorial porque
invisibiliza el carácter étnico bajo la categoría económica de “campesino” y la liberal de
ciudadano, todo esto pese a que la cosmovisión resulta completamente diferente (Quija-
no, 2005; Baniwa, 2014).
La aplicación del modelo estatal de desarrollo y la construcción de una sociedad su-
puestamente homogénea, determinada previamente mediante patrones ideológicos
excluyentes, concibió al sujeto “indígena” como algo externo, un ente aparte portador de
valores y cánones que el mismo Estado requería redimir y “civilizar”. Uno de los princi-
pales ejemplos de lo anterior se basa en la imposición estatal, no solo de una determinada
lengua, el castellano, sino en la reducción sistemática y reconocimiento mínimo o con-
dicionado de aquellos elementos culturales que prevalecían dentro de los segmentos
indígenas (Vega y Candia, 2014; Vergara, Gundermann y Foerster, 2006). En América
Latina el sistema educativo hizo lo suyo asociado a un fuerte componente seguritario que
aplicó la violencia integradora como parte de las políticas sociales de “ciudadanía” (Ben-
goa, 2000).
De la mano de los procesos señalados, es posible inferir que la visión liberal del Esta-
do y sus mecanismos de interpretación del Derecho positivo constituyan herramientas
contradictorias que chocan en contra de las dinámicas organizativas indígenas. Dichas
contradicciones se pueden visualizar desde la forma en cómo se aplica y concibe la de-
mocracia para la población que se identifica con los parámetros culturales indígenas, por
sobre el Estado; hasta el hecho de que se posee una visión parcializada con respecto a la
aplicación de la ley, cuando el factor indígena irrumpe dentro del funcionamiento o pro-
yección del Estado, especialmente en lo relativo a las concepciones territoriales (Esencial
y Rodríguez 2019; Schavelzon, 2018).
El espacio territorial es de suma importancia para el Estado y la cosmovisión indígena
porque está atravesado por múltiples intereses e interpretaciones. Para las comunidades,
pueblos, etnias y nacionalidades constituye parte de su acervo ancestral, significa una
fuente de reproducción material y espiritual de su identidad que es multicultural y diver-
sa; para los textos constitucionales, elaborados por el nivel político durante el siglo XX en
varios países latinoamericanos en su interpretación homogénea de exclusividad y priva-
cidad, la tierra constituye un recurso transable, inagotable y económicamente disponible
sin hacer distinción de la forma comunal (Cal y Mayor, 2018).
¿Qué sucede cuando chocan las interpretaciones culturales y políticas sobre terri-
torio, derechos humanos, justicia y desarrollo en un Estado nacional? El inicio de la
CONFLICTO, ESTADO NACIONAL Y COSMOVISIÓN INDÍGENA 109

respuesta no será esencialmente jurídica por sus propias limitaciones, sino política
porque debe ser ubicada dentro de un escenario democrático que es donde se procesan
los conflictos y los disensos.
Partamos del hecho que el Estado es una macro institución que establece paráme-
tros estructurales de diferenciación ciudadana, elabora su propia versión del desarrollo y
reconoce legítimamente a la población indígena. Sin embargo, cuando aparecen situacio-
nes complejas y contradictorias que no pueden ser procesadas por el marco normativo
simple, aflora el uso de la fuerza, el rol coercitivo del Estado de excepción y las acciones
seguritarias en contra de la población indígena.

4. SEGURIDAD ARBITRARIA Y POLÍTICA CONTRADICTORIA: LOS CASOS DE


CHILE Y ECUADOR

El Estado ejerce el monopolio legal de la fuerza para establecer el orden y la convi-


vencia pacífica de la población. Esta “violencia legítima” se asocia a una de las principales
funciones de aquella institución y sustenta la trama institucional que permite el engra-
naje dinámico de la sociedad, la economía y la democracia (Gómez, 2015); no obstante,
la misma seguridad tiene sus controles y deberes que están atados a la forma en cómo se
procesan los conflictos y los disensos democráticos. Pero que la seguridad, o la aplicación
de la violencia legítima sea uno de los pilares fundamentales de la expresión jurídica, no
necesariamente da como resultado mantener una claridad sobre la expansión y los lí-
mites que posee la seguridad estatal sobre la sociedad asumida como una diversidad y
totalidad al mismo tiempo (Emmers, 2010).
Es importante señalar que las categorías étnicas, politizadas a partir de las deman-
das para obtener autodeterminación de los pueblos y proseguir con las luchas por
defender sus derechos, muchos de ellos reconocidos por el propio Estado, demuestra
que las élites políticas han encubierto nuevos modos de sometimiento de la diferencia
dentro de los Estados (Luna, 2020: 198). Esta estrategia, amparada en discursos libera-
les sobre la multiculturalidad y la ciudadanía se ha visto descubierta e imposibilitada
al momento de ponerla en práctica como política pública porque aparece carente de
contenido, una suerte de simulacro que se realiza para aplacar los conflictos étnicos
producidos por esa contradicción. En la mayoría de los Estados autodenominados plu-
rinacionales, y la Región Andina no es la excepción, no son pocas las etnicidades que
pretendieron ser integradas bajo un mismo molde identitario nacionalista moderno y
que, al no adaptarse, pueden sufrir las consecuencias de la fuerza estatal como sucedió
en los casos chileno y ecuatoriano.
En este punto, cabe destacar que las instituciones estatales y el grupo político gober-
nante define lo que busca asegurar y lo que representa un peligro para dicha seguridad
nacional. Se expresa también como consecuencia de una interpretación del poder sobre
la “desviación” social o el supuesto y erróneo comportamiento de las organizaciones in-
dígenas que no se sujetan a un determinado marco legal que garantizaría el orden y la
paz. De esa manera, el conflicto democrático cae en terreno del derecho reactivo que no
puede entender el tema identitario y que despliega penalidades a la protesta social bajo
110 Fredy RiveraVélez y Lester Cabrera Toledo

parámetros jurídicos que en ocasiones hacen uso de la figura del terrorismo y el Estado
de Excepción7.
Desde la óptica omnicomprensiva y totalitaria del Estado, no habría selectividad iden-
titaria y, menos aún, elementos de discriminación étnica para combatir situaciones de
inseguridad que afecten al conjunto de la sociedad. Esto sucede porque la categoría libe-
ral de “ciudadanía” se convierte en una esponja que absorbe y diluye las peculiaridades
identitarias de pueblos y nacionalidades indígenas. De esta forma, asistimos a otra con-
tradicción de la institucionalidad de la seguridad nacional de Estado porque nos conduce
a un panorama casi esquizofrénico para la democracia: reconocer los derechos colectivos,
multiculturales y plurinacionales, pero a la vez reprimir las manifestaciones individuales
de ese colectivo étnico que reclama la injusticia, la pobreza y la discriminación.
Oponerse a los intereses estratégicos del Estado, en realidad, cuestionar el despliegue
de los intereses económicos de los grupos de poder y de las transnacionales de energía,
aparece entonces como una gran afrenta contra la seguridad nacional que se convierte en
comodín de la relación Estado-economía-grupos de interés. Así, el caso Mapuche en Chi-
le constituye un buen ejemplo sobre el cual, y desde una perspectiva histórica, ha existido
una señal permanente de segregación y de aplicación arbitraria de la seguridad nacional
que intervino en numerosas ocasiones en la región de la Araucanía8.
La arbitrariedad seguritaria del Estado para procesar democráticamente los disensos
y las protestas sociales incluye también otro comodín: la figura del terrorismo. Utilizada
en los años dictatoriales de la doctrina de seguridad nacional para aplacar la subversión
y la insurgencia, representa ahora, y de manera paradójica en época democrática, uno de
los “mejores” y más “pragmáticos” instrumentos destinados a manejar institucionalmen-
te el “conflicto mapuche”. El hecho de categorizar bajo aquel rotulo a determinados actos
de violencia, coloca al Estado en una posición de juez y parte, ya que la consideración

7
Los denominados genéricamente “estados de excepción” son instrumentos jurídicos que las
Constituciones Políticas de los Estados suelen contemplar para restringir el ejercicio de determinados
derechos fundamentales de las personas, en contextos específicos de crisis o convulsión a cuenta de di-
versas circunstancias que pueden incluir los desastres naturales, las graves perturbaciones del orden
público, las epidemias de diversa índole y los conflictos armados internos o externos. En la legislación
comparada, dichos “estados de excepción” pueden establecerse en función de la gravedad de los hechos
que deba afrontar y toman nombres tan diversos como “estado de emergencia”, “estado de conmoción
interior”, “estado de alarma”, “estado de calamidad pública” o “estado de sitio”.
8
El Estado chileno desarrolló varias operaciones de seguridad nacional en la Araucanía. Creó
el “Comando Jungla”, un grupo de fuerzas especiales de Carabineros para operar exclusivamente en la
zona mencionada. También aplicó -y continúa haciéndolo- una ley que tipifica determinados actos de
terrorismo asociados a las formas organizativas del Pueblo Mapuche. “Un informe del equipo de Inteli-
gencia policial identificó a mediados de 2017 a Camilo Catrillanca como un líder de la Alianza Territorial
Mapuche, una de las organizaciones a las que apunta Carabineros como responsable de la violencia en
La Araucanía. Su foto está inserta en un cuadro de los líderes mapuche identificados como blancos a
seguir paso a paso”. Éstas son muestras de selectividad étnica al momento de aplicar las herramientas
de seguridad interpuestas por el Estado. Véase al respecto “Informe policial secreto: Camilo Catrillanca
estaba en la mira de Carabineros”. CIPERChile (en línea). Recuperado el 25 de marzo de 2021 de: https://
www.ciperchile.cl/2018/11/27/informe-policial-secreto-camilo-catrillanca-estaba-en-la-mira-de-cara-
bineros/
CONFLICTO, ESTADO NACIONAL Y COSMOVISIÓN INDÍGENA 111

de una acción como terrorista queda a discreción de las autoridades políticas corres-
pondientes, y que a fin de cuentas son funcionarios que representan al Estado; al mismo
tiempo, se construye una percepción, y un imaginario amplificado de amenaza a la so-
ciedad al asociar la protesta indígena con acciones terroristas, criminalizando con ello la
protesta social que constituye un elemento normal de la democracia (Quiroz-Aminao y
Torres, 2020; Richards, 2010).
La seguridad también puede tener una comprensión de cualidades contradictorias. Esto
último se origina por el hecho de actuar bajo parámetros y normativas que se debaten entre
el régimen internacional de protección de los derechos humanos y el paradigma realista de
la seguridad que trata de precautelar al Estado y la sociedad en conjunto (Collins, 2010).
Este proceso está en permanente tensión porque aplica a los cuerpos encargados de con-
cebir y aplicar la seguridad del Estado, por un lado, y los grupos sociales o actores que se
verían perjudicados o disminuidos en su actuar cuando se movilizan o protestan.
Desde la perspectiva dada por los Mapuche en Chile, uno de los principales puntos
que genera problemas entre dicha etnia y el Estado pasa por el tratamiento sensible de
temas ancestrales y actuales, a saber: la reivindicación de territorios desde hace varios
siglos, la necesidad de tener un mayor reconocimiento dentro de la vida política e insti-
tucional del país, tomando en cuenta “la deuda histórica” que el Estado tiene con dicho
pueblo originario, y la administración autónoma de sus entidades consuetudinarias (Ri-
chards, 2010). En este sentido, la incorporación de un escenario conflictivo, basado en los
apremios emitidos por los cuerpos de seguridad del Estado chileno, dan como resultado
una incomprensión de las dinámicas que encierran la disputa, minimizando la lógica de
identidades que está atrás del conflictiva y generando a su vez una maximización de la
violencia entre las partes.
En el caso ecuatoriano, durante las manifestaciones de protesta sucedidas en octubre
de 2019, se pudo evidenciar una serie de elementos que van de la mano con las contra-
dicciones y arbitrariedades anteriormente establecidas entre seguridad y democracia. En
primer lugar, la arbitrariedad de catalogar al movimiento indígena como “insurgente”,
utilizando un claro recurso discursivo devenido de la doctrina de seguridad nacional,
construyó una figura controversial de animadversión que catapultó los ánimos de los ac-
tores políticos y redujo las posibilidades de diálogo democrático como venían haciéndolo
años atrás; de hecho, aquella visión se intensificó al momento en que los dirigentes de di-
versas agrupaciones indígenas plantearon su apoyo explícito al paro nacional efectuado
por los camioneros del país (Ortiz, 2020). En segundo lugar, la contradicción se manifies-
ta al momento de reconocer, por una parte, la validez de las primeras manifestaciones por
varios personeros gubernamentales de L. Moreno, es decir, una demostración e imagen
del discurso oficial; mientras, por otra parte, se aplicaban fuertes dispositivos represivos
a cargo de las fuerzas policiales y militares en contra del movimiento indígena (Ramírez,
2019). Contradicción y arbitrariedad que demuestra la presencia y tutelaje castrense su-
mada a la debilidad de un gobierno ilegítimo que no pudo desarrollar los mecanismos de
negociación democrática.
Esto último es importante resaltarlo porque evidencia problemas que no necesa-
riamente responden a una lógica estatal racional, sino a una dimensión de la cultura
112 Fredy RiveraVélez y Lester Cabrera Toledo

política de los sectores dominantes en el Ecuador. Cuando se trata de analizar fenó-


menos y conflictos sociales que tienen una vinculación con el ámbito de la seguridad
nacional, los partidos políticos y sus cuadros dirigenciales se mimetizan con las no-
ciones clásicas del orden positivo, con las ópticas realistas de tratamiento del disenso
y con las versiones más simplonas y homogeneizantes que se tiene sobre los actores
sociales que demandan soluciones urgentes a los problemas acumulados de pobreza,
desatención y desempleo. Ni pensar que esos sectores gubernamentales generen una
comprensión sobre las demandas de inserción participativa de las organizaciones in-
dígenas y populares en las decisiones sobre inversiones estratégicas en los territorios
donde se asientan las poblaciones, etnias y nacionalidades.
Más grave aún es reconocer que los servicios de inteligencia del Estado, específica-
mente la inteligencia estratégica y sus subsistemas militar y policial, fueron incapaces de
advertir las características peculiares de la movilización y protesta indígena. La lógica
paralizante que sufren sus diferentes órganos de análisis, elaboración de documentos de
prevención y recomendaciones al aparato político, producto del ostracismo y la presencia
de prácticas auto referentes y neocorporativas, ha convertido a este importante recurso
del Estado en una entidad poco útil para la prevención y manejo del conflicto social en
contextos democráticos.
La inteligencia estatal en el Ecuador en el año 2018 está a cargo actualmente del Centro
de Inteligencia Estratégica C.I.E. Fundada en el 2009 como SENAIN, -Secretaría Nacio-
nal de Inteligencia-, una innovación para la política pública de seguridad nacional en ese
entonces y tener como responsable al primer funcionario civil, con el paso del tiempo se
volvió una entidad inoperante para la inteligencia estratégica, pero obtuvo buenos réditos
informales al ser utilizada como un instrumento de policía política. Durante varios años
ha visto pasar por su jefatura varios elementos civiles, policiales y militares que no han
logrado establecer un servicio profesional técnico, capacitado y con una adecuada for-
mación de calidad internacional. La crisis de octubre de 2019 evidenció su incapacidad
estamental y profesional al no poder alertar debidamente a los órganos gubernamentales
de la gravedad de las movilizaciones indígenas9.
Las fallas de inteligencia ocasionaron incomunicación entre los mismos organis-
mos de seguridad estatal y la plana civil gubernamental que no supo cómo responder. El
conflicto se incrementó y la imagen internacional sufrió muchos quebrantos. En ese con-
texto, el gobierno de Moreno negoció con las agrupaciones indígenas: acordó con ellas
revertir la medida que había originado el estallido social y las exculpó públicamente de
las acusaciones de vandalismo e insurgencia, a cambio de la desmovilización y un retorno
a la normalidad (Burdman, 2020).
Para mitigar dicha situación es necesario incorporar nuevas herramientas analíticas y
metodológicas que permitan efectuar un reconocimiento más amplio de las heterogéneas
realidades de los grupos sociales que son étnicamente diversos y se ubican en diferentes
parámetros de regulación del Estado nacional. Estas apreciaciones culturales, asociadas

9
Véase al respecto: “Supuesta insurgencia se da entre fallas de inteligencia”. El Universo (en
línea). Recuperado el 25 de marzo de 2021 de: https://www.eluniverso.com/noticias/2019/10/28/
nota/7578743/supuesta-insurgencia-se-da-fallas-inteligencia/
CONFLICTO, ESTADO NACIONAL Y COSMOVISIÓN INDÍGENA 113

a adecuados planes de seguridad e inteligencia estratégica, lograrán resultados óptimos


que permitan prevenir los conflictos étnicos y sociales en democracia.

5. CONCLUSIONES

La visión homogénea y liberal del Estado nacional construida en la Región Andina


mediante una serie de complejidades históricas, muchas de ellas cargadas de exclusión y
segregación étnica, representó un potente instrumento de subordinación que ha influi-
do negativamente en la relación política contemporánea entre organizaciones indígenas
y la trama democrática de la sociedad. El “factor indígena” ecuatoriano o el “problema
mapuche” chileno, constituyen muestras de la forma parcializada con la que los secto-
res dominantes y los partidos políticos tradicionales de esos países han procesado el
tema de las identidades y la integración social. Este tratamiento sesgado, estigmatizante
y excluyente, llevado al plano del desarrollo regional, a la política económica y al des-
conocimiento de derechos ancestrales, detonó una serie de protestas, levantamientos y
conflictos populares y étnicos que no pudieron ser advertidos y procesados por los servi-
cios de inteligencia estratégica de ambos países.
Cuando se presentaron los conflictos en el 2019, los Estados nacionales reacciona-
ron en primera instancia activando una serie de mecanismos de intermediación social
y negociación que brinda la democracia formal. Estos acercamientos no dieron los re-
sultados esperados debido a la gravedad de las medias de ajuste económico que habían
adoptado los respectivos gobiernos de Sebastián Piñeira en Chile y Lenin Moreno en
el Ecuador10.
Negadas desde un principio las demandas de inclusión en las decisiones sobre el
manejo territorial autónomo y la aplicación de derechos de autodeterminación, los
representantes estatales echaron mano del privilegiado discurso seguritario de la desesta-
bilización y la criminalización de la protesta a través de la figura del terrorismo. En efecto,
el establecimiento de estados de excepción y el despliegue simultáneo de las fuerzas mili-
tarizadas en ambos países en el mes de octubre -pese a que las protestas chilenas habían
iniciado en agosto- precipitó una internacionalización de la crisis. En ambos países los
presidentes adoptaron un discurso belicista y acusaron a los manifestantes de “insurgen-
cia” y de estar instigados por fuerzas políticas antigubernamentales (Burdman, 2020).

10
Para el caso ecuatoriano, las protestas estuvieron lideradas por “grupos indígenas y otros sec-
tores de la sociedad inconformes con las medidas económicas del presidente Lenin Moreno que incluyen
-entre otras- la eliminación de los subsidios a los combustibles”. Véase al respecto “Crisis en Ecuador:
continúan las protestas mientras el gobierno y el movimiento indígena se preparan para dialogar este
domingo”, BBC Mundo (en línea). Recuperado el 25 de marzo de 2021 de: https://www.bbc.com/mun-
do/noticias-america-latina-50009459. Mientras que para el caso chileno “desde el 18 de octubre miles
de chilenos permanecen en las calles. Su principal motivo fue plantarse ante un aumento en el precio del
boleto del metro, pero ahora la sociedad sigue enardecida y exige un cambio en el modelo económico
ultraliberal que existe en el país desde hace más de 30 años y que ha cultivado una alta desigualdad. Véa-
se al respecto “Estallido social en Chile, de la rebelión a la revolución por una mejora social”. France24
(en línea). Recuperado el 25 de marzo de 2021 de:https://www.france24.com/es/20191117-estallido-so-
cial-en-chile-de-la-rebeli%C3%B3n-a-la-revoluci%C3%B3n-por-una-mejora-social
114 Fredy RiveraVélez y Lester Cabrera Toledo

La irrupción política de los indígenas y sus movimientos sociales dejan al descubierto


las contradicciones de los Estados nacionales en Chile y Ecuador en materia de democra-
cia y cumplimiento de los acuerdos internacionales sobre derechos colectivos. También
evidencian la incapacidad de procesar las demandas identitarias de los grupos históri-
camente excluidos porque reproducen esquemas de interpretación tradicional sobre la
integración social sustentada en la subordinación, el racismo y la negación.
Los canales de comunicación, apertura y conocimiento mutuo son esenciales para
minimizar la visión homogénea del Estado y de los mismos indígenas como un grupo sin
mayores diferencias. El no tener en cuenta aquella visión se atenta contra los principios
propugnados en el ámbito democrático y se corre el peligro de maximizar las contra-
dicciones entre indígenas y gobierno. No tener en cuenta estos fundamentales factores
promueve un círculo vicioso conflictivo que posee altas consecuencias para la convivencia
pacífica en las sociedades multiculturales y pluriétnicas como la chilena y la ecuatoriana.

También podría gustarte